AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
Inconvenient [Privado]
2 participantes
Página 1 de 1.
Inconvenient [Privado]
Ya comenzaba a fastidiarle la visita de Lolita, aquel lugar no era un patio de juegos, era un burdel, en donde personas se revuelcan por dinero, pero ella parecía no entender eso o tal vez lo hacía, pero en realidad a Tania no le importaba mucho a ella solamente le interesaba que no molestara a las personas del local con su presencia. Aunque eran cortesanas, no deseaba que la reputación del burdel cayera al tener una joven tan prematura en aquel lugar. Ya había visto algunos pervertido deseosos de probar aquella dulce y tierna carnecita, muchos preguntaban si era una cortesana nueva a lo que ella respondía que no y como mujer hábil les buscaba otra mujer para que cumplieran sus fantasías.
No tenía amigos en aquella ciudad, era muy precavida cuando salía y desde la vez que casi la secuestran, había preferido pasar sus días libres en el local del burdel, matando el tiempo entre hombres y mujeres llenos de recuerdos borrosos de una noche pecaminosa y una gran resaca. Uno de los encargados le había prohibido volver, al menos si no tenía trabajo, ella era joven, debía divertirse todo lo que pudiera. ¿joven ella?, pensó casi riéndose en la cara del hombre cuando le dijo eso, estaba ya por los 29 años, pronto llegaría a los 30 y si sus clientes se enteraban de su edad, sentía que estaría en graves problemas, pues a ellos poco le gusta las viejas. No quiso discutir con él y tampoco deseaba escuchar su regaño si llegaba al burdel y lo encontraba en ese lugar.
No sabía qué hacer, se revolcó en su cama, rodando en aquella pequeña cama, habían pasado unos veinte minutos cuando se decidió levantar y ponerse algo de ropa interior. Miro su armario, rebuscando algún vestido que tuviera tiempo que no se utilizaba y extrañamente, deseaba algo recatado, nada que utilizaría para ir a trabajar. Al final eligió un vestido azul marino oscuro, pues sabía que, gracias a la parís puerca que había, un vestido claro, solamente sería un desperdicio de tiempo y trabajo; pues luego tendría que llegar a luchar con las manchas de sucio y polvo. Era un vestido de los pocos que podrían verse caros y elaborados, con su falda pomposa, pero fácil de moverse y no tan exagerada, con también el típico corsé de la época, con un corte recatado, del mismo color de la falda, pero con ciertos detalles en blanco, creando una hermosa textura. Sus mangas hasta los codos y el corte en el pecho, era un corte simple en forma de una v, pero sin tener que mostrar gran cosa. Sus manos fueron cubiertas por unos guantes blancos y encaje trasparente. Adoraba llevar su cabello suelto y alborotado, como una melena que no debía ser controlada, pero esta vez se lo sujeto, dejando un arreglado limpio.
Se miraba al espejo y encontraba a alguien distinto, por unos segundos se asusto, pues comenzaba a reconocer a aquella muchacha que había habitado alguna vez Venezuela, junto con una familia reconocida y muy valorada tanto en el mundo como en España. Otra cosa que no hizo fue ponerse aquel labial rojo que siempre cubría sus labios, esta vez opto por uno más sobrio, un color muy natural, que solamente realzaba un poco el dolor en sus labios, el rojo hubiera llamado mucho la atención para su gusto.
Ya lista, tomo un carruaje, sin saber exactamente hacia donde iría, tenía una bolsa en donde tenía un monto considerable de francos, que se había ganado en su trabajo y del que estaba orgullosa, por suerte para ella, no era una mujer que estuviera necesitada de dinero, gracias a sus precios, podía vivir tranquilamente entre una clase media, no tan reconocida, pero si sobreviviente y ella lo prefería así, no deseaba que sus padres pudieran oír su apellido en manos de una cortesana de algún burdel parisino, para ella seria simplemente desgarrados y además humillante, que supieran su paradero, cuando supuestamente debía estar en alguna hermosa mansión disfrutando la hermosa y lujosa vida, que aquel hombre francés le prometió. –Que estúpida fui…- susurro con una media sonrisa en sus labios mientras esperaba llegar al concurrido centro de parís.
Ahora queda sobrevivir, eso era lo único que en su mente había. Se había sentado en una banca a mirar los hombres y mujeres pasar, por al menos unos minutos, para luego retirarse de ese lugar y comenzar a caminar, sin rumbo alguno, en realidad ahora se cuestionaba la razón de porque había salido de casa, tenía el peligro de que algún enemigo la reconociera y deseara hacerle algo malo, como también encontrarse con un acosador.
No tenía amigos en aquella ciudad, era muy precavida cuando salía y desde la vez que casi la secuestran, había preferido pasar sus días libres en el local del burdel, matando el tiempo entre hombres y mujeres llenos de recuerdos borrosos de una noche pecaminosa y una gran resaca. Uno de los encargados le había prohibido volver, al menos si no tenía trabajo, ella era joven, debía divertirse todo lo que pudiera. ¿joven ella?, pensó casi riéndose en la cara del hombre cuando le dijo eso, estaba ya por los 29 años, pronto llegaría a los 30 y si sus clientes se enteraban de su edad, sentía que estaría en graves problemas, pues a ellos poco le gusta las viejas. No quiso discutir con él y tampoco deseaba escuchar su regaño si llegaba al burdel y lo encontraba en ese lugar.
No sabía qué hacer, se revolcó en su cama, rodando en aquella pequeña cama, habían pasado unos veinte minutos cuando se decidió levantar y ponerse algo de ropa interior. Miro su armario, rebuscando algún vestido que tuviera tiempo que no se utilizaba y extrañamente, deseaba algo recatado, nada que utilizaría para ir a trabajar. Al final eligió un vestido azul marino oscuro, pues sabía que, gracias a la parís puerca que había, un vestido claro, solamente sería un desperdicio de tiempo y trabajo; pues luego tendría que llegar a luchar con las manchas de sucio y polvo. Era un vestido de los pocos que podrían verse caros y elaborados, con su falda pomposa, pero fácil de moverse y no tan exagerada, con también el típico corsé de la época, con un corte recatado, del mismo color de la falda, pero con ciertos detalles en blanco, creando una hermosa textura. Sus mangas hasta los codos y el corte en el pecho, era un corte simple en forma de una v, pero sin tener que mostrar gran cosa. Sus manos fueron cubiertas por unos guantes blancos y encaje trasparente. Adoraba llevar su cabello suelto y alborotado, como una melena que no debía ser controlada, pero esta vez se lo sujeto, dejando un arreglado limpio.
Se miraba al espejo y encontraba a alguien distinto, por unos segundos se asusto, pues comenzaba a reconocer a aquella muchacha que había habitado alguna vez Venezuela, junto con una familia reconocida y muy valorada tanto en el mundo como en España. Otra cosa que no hizo fue ponerse aquel labial rojo que siempre cubría sus labios, esta vez opto por uno más sobrio, un color muy natural, que solamente realzaba un poco el dolor en sus labios, el rojo hubiera llamado mucho la atención para su gusto.
Ya lista, tomo un carruaje, sin saber exactamente hacia donde iría, tenía una bolsa en donde tenía un monto considerable de francos, que se había ganado en su trabajo y del que estaba orgullosa, por suerte para ella, no era una mujer que estuviera necesitada de dinero, gracias a sus precios, podía vivir tranquilamente entre una clase media, no tan reconocida, pero si sobreviviente y ella lo prefería así, no deseaba que sus padres pudieran oír su apellido en manos de una cortesana de algún burdel parisino, para ella seria simplemente desgarrados y además humillante, que supieran su paradero, cuando supuestamente debía estar en alguna hermosa mansión disfrutando la hermosa y lujosa vida, que aquel hombre francés le prometió. –Que estúpida fui…- susurro con una media sonrisa en sus labios mientras esperaba llegar al concurrido centro de parís.
Ahora queda sobrevivir, eso era lo único que en su mente había. Se había sentado en una banca a mirar los hombres y mujeres pasar, por al menos unos minutos, para luego retirarse de ese lugar y comenzar a caminar, sin rumbo alguno, en realidad ahora se cuestionaba la razón de porque había salido de casa, tenía el peligro de que algún enemigo la reconociera y deseara hacerle algo malo, como también encontrarse con un acosador.
Tania Fernandez- Prostituta Clase Baja
- Mensajes : 180
Fecha de inscripción : 16/02/2012
Localización : En el burdel~
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Inconvenient [Privado]
Maravillosa noche había sido capturada por su joven vida al disfrutarla en los brazos de un caballero con deseos de carnecilla aún tibia y rosada. Nadie la había visto entrar al lugar en donde dieron lugar los hechos ni nadie la vio salir; era una fantasma sin serlo, porque los muertos nunca degustarían con su lengua el deleitoso sabor de un beso prohibido ni palparían con sus manos el calor del cuerpo ajeno. ¿Podían acaso recordar lo que sentían cuando estaban vivos? Ya ni siquiera tenían memoria, sino suposiciones de un recuerdo que se marchaba más veloz que la luz.
Pero Lolita… ¡Oh, Lolita estaba viva y vaya que le gustaba estarlo! Dios no podría haber ideado nada más adecuado para que el hombre desatara sus pecados que el cuerpo. ¿Cómo decir que no cuando los impulsos eléctricos culpables del placer se tironeaban de las manos hasta que alcanzaras la cima? Para Dolores, eso no podía significar otra cosa más que el creador estaba de acuerdo con aplicarle a su anatomía su debida función. Disfrutaba vestirse después de tener sexo, porque veía con detenimiento cada porción de su físico y se sonreía con lo que tenía, se embriagaba con su juventud.
—Gracias, papi —le dijo a Dios mirando hacia el cielo cuando acabó por ponerse la última prenda que le faltaba.
Después de su último encuentro, la muchacha salió descalza hacia las calles parisinas, esas que la habían visto crecer en la zarrapastrosa realidad de una planta sin raíces, aunque ella lo ignoraba. ¿Qué podía encontrar por ahí? Por supuesto que a sus amigas cortesanas, en especial a aquella que conservaba el similor de la seda cuando había recibido tratamiento de harapo: Tania. Ella tenía ese talento de hacer ver a los demás que nada había pasado por su rostro cuando tenía más historias que las mujeres prontas a visitar el patio de los callados, talento que Dolores también quería por si vivía más de lo que tenía presupuestado. Una visita al burdel para charlar con ella no estaría mal.
Más que caminar por las calles, brincaba como un duendecillo saltarín ignorante de los peligros del gran bosque, pues se sentía demasiado amado por la madre naturaleza como para creer que algo malo pudiera pasarle. Así de omnipotente se sentía Lolita estando bajo las alas de las florecillas nocturnas y —aunque Tania le regañara por eso— estiraba sus límites como si controlara el mundo. Grave error el de la altanería de los imberbes.
Frenó su andar cuando vio caminando una silueta muy familiar; aquella forma de moverse tan fresca, flexible y sensual sólo podía pertenecer a una latina que ella bien conocía. Esta vez dejó su tranquila carrera para correr hacia donde esa figura se desplazaba. Se lamía el labio del entusiasmo que le provocaba el pensar en las opciones que tendría en esa oportunidad para cambiar el rumbo de su día. Para Lo, lo único mejor que soñar algo agradable, era hacer de su día a día un sueño rojo y desenfrenado y si era compartido, ¡cuánto mejor!
El rostro que se encontró pudo haber cambiado un poco su aspecto, pero la madera era la misma. Ya se arreglarían en cómo convivir en esa ocasión.
—Pero si es mi oráculo, Tania — rió la jovencita de la sorpresa que le había producido encontrársela en las calles y no en un techado burdel— ¿Qué ha llevado a la latina pródiga fuera de sus lujosos aposentos? Espero que sea algo bueno para gozar el rato, en vez de solo pasarlo.
Pero Lolita… ¡Oh, Lolita estaba viva y vaya que le gustaba estarlo! Dios no podría haber ideado nada más adecuado para que el hombre desatara sus pecados que el cuerpo. ¿Cómo decir que no cuando los impulsos eléctricos culpables del placer se tironeaban de las manos hasta que alcanzaras la cima? Para Dolores, eso no podía significar otra cosa más que el creador estaba de acuerdo con aplicarle a su anatomía su debida función. Disfrutaba vestirse después de tener sexo, porque veía con detenimiento cada porción de su físico y se sonreía con lo que tenía, se embriagaba con su juventud.
—Gracias, papi —le dijo a Dios mirando hacia el cielo cuando acabó por ponerse la última prenda que le faltaba.
Después de su último encuentro, la muchacha salió descalza hacia las calles parisinas, esas que la habían visto crecer en la zarrapastrosa realidad de una planta sin raíces, aunque ella lo ignoraba. ¿Qué podía encontrar por ahí? Por supuesto que a sus amigas cortesanas, en especial a aquella que conservaba el similor de la seda cuando había recibido tratamiento de harapo: Tania. Ella tenía ese talento de hacer ver a los demás que nada había pasado por su rostro cuando tenía más historias que las mujeres prontas a visitar el patio de los callados, talento que Dolores también quería por si vivía más de lo que tenía presupuestado. Una visita al burdel para charlar con ella no estaría mal.
Más que caminar por las calles, brincaba como un duendecillo saltarín ignorante de los peligros del gran bosque, pues se sentía demasiado amado por la madre naturaleza como para creer que algo malo pudiera pasarle. Así de omnipotente se sentía Lolita estando bajo las alas de las florecillas nocturnas y —aunque Tania le regañara por eso— estiraba sus límites como si controlara el mundo. Grave error el de la altanería de los imberbes.
Frenó su andar cuando vio caminando una silueta muy familiar; aquella forma de moverse tan fresca, flexible y sensual sólo podía pertenecer a una latina que ella bien conocía. Esta vez dejó su tranquila carrera para correr hacia donde esa figura se desplazaba. Se lamía el labio del entusiasmo que le provocaba el pensar en las opciones que tendría en esa oportunidad para cambiar el rumbo de su día. Para Lo, lo único mejor que soñar algo agradable, era hacer de su día a día un sueño rojo y desenfrenado y si era compartido, ¡cuánto mejor!
El rostro que se encontró pudo haber cambiado un poco su aspecto, pero la madera era la misma. Ya se arreglarían en cómo convivir en esa ocasión.
—Pero si es mi oráculo, Tania — rió la jovencita de la sorpresa que le había producido encontrársela en las calles y no en un techado burdel— ¿Qué ha llevado a la latina pródiga fuera de sus lujosos aposentos? Espero que sea algo bueno para gozar el rato, en vez de solo pasarlo.
Félice Moulin- Humano Clase Baja
- Mensajes : 53
Fecha de inscripción : 08/02/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Inconvenient [Privado]
Muchas cosas podían pasar por su mente, pero escasamente se atrevería a decir lo que realmente sentía, parecía aburrida, pero pocos lo advertían, algunos hombres se quedaban mirando su cuerpo andar, como sus caderas se movían de forma descarada, con la mirada en alto, nunca miraría al suelo, nunca se arrodillaría ante alguien que crea inferior a ella. Ella sabía que era fuerte, una inmensa leona que pocos podrían domar fácilmente, pero también había otros felinos, otros cazadores que tenían la astucia y la fuerza (además el dinero) de volverla alguien que no era, pero, solamente por una noches. Su arrogancia era su mejor amiga, su vanidad su mejor aliada, pero también eran enemigos viles y despiadados. Pero a ella no le importaba, estaba vivía ¿cierto? Había conocido el infierno entre el placer carnal, su cuerpo había sido transformado y convertido en una masa deseosa de sexo, solamente debía hacer una humedad, un calor, una caricia para que la subconsciente modificado de Tania se activara y la trasformaran en una maquina de placer.
Dio unos pasos más y encontró una vocecita conocida, sintió como algo subió y bajo rápidamente mientras aun se encontraba de espaldas a aquella mocosa, sonrió levemente para luego girar en su eje y quedar al frente de ella. –Debo decepcionarte, pero solamente me tomo un merecido descanso- indico ella. Algunos mechones se le habían caído hacia adelante por estar mirando hacia abajo gracias a la estatura de la niña, se los acomodo llevando una mano y arrastrándolos hacia atrás, para luego volver a girar su cuerpo y comenzar a andar, rápidamente sintió como los pasos de la niña se apresuraban a seguirla, eso era algo ya previsto, así que no le sorprendió y extrañamente tampoco le molesto –Lolita, lamentablemente uno no vive solamente de placeres carnales- le indico ella con cierto aire sarcástico. Sabía lo que le gustaba a aquella niña, era algo extraño pensar que su mentecilla ya hubiera sido corrompida fácilmente por el tacto de algún desgraciado.
Para Tania eran buitres esperando tener un pedazo de una carnecita tierna y delicada como la de su acompañante en ese momento. Para ella era intolerable, pero ya no podía decir nada, pues ya la chica; igual como ella. Buscaba ese mismo placer, tal vez ya por necesidad. Pero Lolita, en sus ojos se veía que lo disfrutaba, disfrutaba cada segundo en que los hombres recorrían su cuerpo aun naciente y privado de los dotes de una mujer madura. Pero para decirle todo lo que ella pensaba, sentía que era una pérdida de tiempo, sabía que no era la indicada para hablar de ello. Había caminado ya varias cuadras con la niña detrás de ella, parecía que no había sido un encuentro casual, eso se temía Tania, a lo mejor iba directo al burdel a buscarla, que lastima que no podía ser un poco más discreta y pasar desapercibida, tal vez eso le quitaría algunos problemas de encima.
Habían pasado por una especie de taberna, en donde varios hombres se quedaron viendo a los dos seres pasar, bueno ya era normal, así que la cortesana los ignoro y siguió caminando, pero ya dos hombres conocían aquellas caderas y aquel cuerpo que escondía las marcas de las torturas, cortesía del antiguo dueño de la cortesana. –Hey…- gruño uno de ellos a dos más que estaban con él bebiendo alguna especie de bebida barata -¿Esa no es Tania?- los otros dos alzaron la vista y congeniaron que era ella. Aquella zorra que se había escapado de las garras de su dueño, por culpa de aquel hombre llamado Irvine, pero las fuentes decían que el antiguo dueño del burdel se había ido y ahora Tania no tenía un protector que la pudiera ayudar. –Tal vez si la agarramos, el jefe nos dé una buena compensación-[ índico con una risa lechona mientras los otros estaban de acuerdo, tal vez el jefe lo único que quisiera seria matarla por su atrevimiento, pero en fin… a ellos no le importaba lo que pudiera sucederle.
¿Y qué sucedería con la pequeña que la seguía? No les importaba mucho, tal vez podrían quedársela como bonus adicional. Así que se levantaron el trió para ir en búsqueda de aquellas dos. Mientras Tania se había detenido en lo que parecía una librería, no tenía mucho dinero, pero le gustaba leer algunas veces, era un pasatiempo muy bueno, así practicaba su lectura; la cual siempre había sido muy buena por la educación que tuvo. Estaba mirando la tienda, viendo si podría entrar y tener suficiente dinero para comprar al menos un buen libro, no le gustaba adentrarse a tiendas para luego salir sin nada, las personas se le quedaban mirando y eso nunca le había gustado, aunque claro, nunca le veían una mala cara por eso, ella si lo sentía feo.
Dio unos pasos más y encontró una vocecita conocida, sintió como algo subió y bajo rápidamente mientras aun se encontraba de espaldas a aquella mocosa, sonrió levemente para luego girar en su eje y quedar al frente de ella. –Debo decepcionarte, pero solamente me tomo un merecido descanso- indico ella. Algunos mechones se le habían caído hacia adelante por estar mirando hacia abajo gracias a la estatura de la niña, se los acomodo llevando una mano y arrastrándolos hacia atrás, para luego volver a girar su cuerpo y comenzar a andar, rápidamente sintió como los pasos de la niña se apresuraban a seguirla, eso era algo ya previsto, así que no le sorprendió y extrañamente tampoco le molesto –Lolita, lamentablemente uno no vive solamente de placeres carnales- le indico ella con cierto aire sarcástico. Sabía lo que le gustaba a aquella niña, era algo extraño pensar que su mentecilla ya hubiera sido corrompida fácilmente por el tacto de algún desgraciado.
Para Tania eran buitres esperando tener un pedazo de una carnecita tierna y delicada como la de su acompañante en ese momento. Para ella era intolerable, pero ya no podía decir nada, pues ya la chica; igual como ella. Buscaba ese mismo placer, tal vez ya por necesidad. Pero Lolita, en sus ojos se veía que lo disfrutaba, disfrutaba cada segundo en que los hombres recorrían su cuerpo aun naciente y privado de los dotes de una mujer madura. Pero para decirle todo lo que ella pensaba, sentía que era una pérdida de tiempo, sabía que no era la indicada para hablar de ello. Había caminado ya varias cuadras con la niña detrás de ella, parecía que no había sido un encuentro casual, eso se temía Tania, a lo mejor iba directo al burdel a buscarla, que lastima que no podía ser un poco más discreta y pasar desapercibida, tal vez eso le quitaría algunos problemas de encima.
Habían pasado por una especie de taberna, en donde varios hombres se quedaron viendo a los dos seres pasar, bueno ya era normal, así que la cortesana los ignoro y siguió caminando, pero ya dos hombres conocían aquellas caderas y aquel cuerpo que escondía las marcas de las torturas, cortesía del antiguo dueño de la cortesana. –Hey…- gruño uno de ellos a dos más que estaban con él bebiendo alguna especie de bebida barata -¿Esa no es Tania?- los otros dos alzaron la vista y congeniaron que era ella. Aquella zorra que se había escapado de las garras de su dueño, por culpa de aquel hombre llamado Irvine, pero las fuentes decían que el antiguo dueño del burdel se había ido y ahora Tania no tenía un protector que la pudiera ayudar. –Tal vez si la agarramos, el jefe nos dé una buena compensación-[ índico con una risa lechona mientras los otros estaban de acuerdo, tal vez el jefe lo único que quisiera seria matarla por su atrevimiento, pero en fin… a ellos no le importaba lo que pudiera sucederle.
¿Y qué sucedería con la pequeña que la seguía? No les importaba mucho, tal vez podrían quedársela como bonus adicional. Así que se levantaron el trió para ir en búsqueda de aquellas dos. Mientras Tania se había detenido en lo que parecía una librería, no tenía mucho dinero, pero le gustaba leer algunas veces, era un pasatiempo muy bueno, así practicaba su lectura; la cual siempre había sido muy buena por la educación que tuvo. Estaba mirando la tienda, viendo si podría entrar y tener suficiente dinero para comprar al menos un buen libro, no le gustaba adentrarse a tiendas para luego salir sin nada, las personas se le quedaban mirando y eso nunca le había gustado, aunque claro, nunca le veían una mala cara por eso, ella si lo sentía feo.
Tania Fernandez- Prostituta Clase Baja
- Mensajes : 180
Fecha de inscripción : 16/02/2012
Localización : En el burdel~
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Inconvenient [Privado]
Fuerte e indómita siempre se mostraba Tania, aun con sus amistades. La vida de la mezclada con sangre indígena le había enseñado que las amistades eran doble riesgo para todo aquel que quisiera seguir respirando, porque mientras más nexos tenías, más probabilidades existían de ser localizada, pero Lolita estaba demasiado embriagada por el hedonismo y la juventud como para medir las consecuencias de sus actos y no había forma de que captara lo que su maestra quería transmitirle al ciento por ciento. Era por eso que Dolores sonreía con cada advertencia que le hacía la cortesana, ignorando la dimensión de su suerte. Era más, tenía tanta confianza en que moriría joven, hermosa, deseada y en manos de un amante despechado que hasta tenía la desfachatez de sacar lecciones para una vida como la de ella.
—Ay sí, el discurso de que necesitamos comer, vestirnos, dormir y tener un techo para todas esas cosas. Y no te negaré, linda, que son esas cosas las que nos tienen aquí, pero… —se encogió de hombros, como si tal hecho no tuviera tanta importancia, como si se tratara de un paso accidental y no de un camino. Sonreía con cada razonamiento ameno que sacaba—…todos vivimos por lo mismo, ¿no? Placer y más placer —rió, como burlándose de la sociedad— Oye, ¿no es acaso por eso que la gente se casa? Todos necesitan una licencia para hacer lo que desean, aunque algunos tomamos un atajo lejos de todas esas patrañas.
Tania estaba acostumbrada a sus insensateces, por lo que sabía exactamente cómo actuar cuando estaba con ella; sólo debía seguirle el juego asintiendo a sus dichos, pero jamás comentándole, ya que si lo hacía, Lolita tejería una red de ideas hasta completar una telaraña de vicio en la que ambas se quedarían atrapadas por una ardiente adrenalina. Definitivamente Lolita no debía traerle más problemas esa noche de los que ya tenía, así que siguió su camino junto a ella de la manera más discreta posible, aunque no por eso abandonaría su porte de elegancia y sensualidad, porque esas cosas no podían apagarse como una vela así sin más, sino que era algo innato, era Tania.
Dolores estaba lamiéndose el índice ociosamente cuando pasaron por la entrada de una de las muchas tabernas que se conocían en París. Conocían a Tania en cada uno de esos locales nocturnos, los clientes memorizaban su cuerpo, aunque no siempre su nombre. Era exótica y diferente a la típica meretriz europea empobrecida que se encontraba en los burdeles; ¿hacía falta saber cómo se llamaba? Claro que no, sólo se necesitaba saber el precio. Y eso era lo que un grupo de la taberna quiso saber en cuanto las vieron pasar, cuánto costaba una noche con la venezolana y con la niña que la acompañaba como gatito travieso siguiendo la cola de su madre.
—Y luego dice la Iglesia que nosotras somos las inmorales —susurró Lo a Tania mientras examinaba las miradas de la estancia— Había unos que te miraban de una manera tan…
De pronto, Lo comenzó a sospechar que algo no andaba del todo bien. Un elemento extraño invadía la perfecta telaraña del placer de Lolita, galleando con pronto arruinar todo plan que tuviese y si había algo que la chiquilla detestaba era que arruinaran su diversión. ¿Cómo explicarlo? No la habían contemplado con deseo, ni siquiera con frustración por no tener suficiente dinero como para pagar una noche o siquiera un instante con ella. Observaban cortesana y pitusa uno de esos templos del saber que casi ninguna mujer entendería y Lolita seguía preguntándose qué habían querido decir esos varones con los gestos misteriosos que habían dejado entrever en sus rostros mientras que Tania calculaba cuánto costaría leer uno de esos ejemplares. Estaba claro que una despreocupada como ella nunca buscaría excusas para poner sus pies en la tierra, pero eso no hacía que no conociera el lenguaje no verbal de los hombres y el aire que despedían no daba señales de intenciones amistosas.
Entonces Dolores llegó a un rincón de sus recuerdos en el cual Tania le contaba la historia que la había traído a Paris totalmente cambiada a como se comportaba en su antiguo país: a la defensiva y perseguida. Había lógica en pensar que esos personajes que habían hecho contacto visual con la niña de casualidad podían estar relacionados a ese asunto, porque… ¿quién podía querer muerta a Tania aparte de señoras despechadas? Sólo los que formaban o habían formado parte de esos turbios pasajes.
Estaban volviendo a ver de una manera muy desagradable a su mentora desde dentro de la librería cuando Lolita no se aguantó su lengua, la cual picaba de las ganas de hablar. Sus impulsos vivos le impedían tratar un tema de manera prudente. Escupía las palabras, así como también las oraciones. Se encontraban todavía observando la vitrina del local con las manos vacías cuando la chiquilla habló por miedo a que si no hablaba ya, las consecuencias les trajeran conflictos mayores.
—Tania, no mires ahora, pero creo que tu pasado nos persigue —mencionó sin dejar de mirar los libros sin interés. Hacía como que ponía atención, pero en realidad quería aparentar no saber qué estaba pasando como manera de distraer a sus más que probables amenazas.
Lolita giró su cabeza disimuladamente hacia atrás. Los mismos rostros perniciosos vigilaban desde una esquina bajo las luces intermitentes de los faroles.
Félice Moulin- Humano Clase Baja
- Mensajes : 53
Fecha de inscripción : 08/02/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Inconvenient [Privado]
Miraba los libros con cierto interés particular por algunos, tenia años aquí en parís, pero le gustaba los ejemplares en español, pues pocos le interesaría algo que no pudieran entender, aquella mocosa aun estaba a su lado, parecía que se acercaba mas a ella, mirando algún que otro libre, Tania no le prestó atención, encontró uno de tapa gastada que parecía tener una historia interesante y además su lectura era en español, interesante, lo sujeto entre sus manos, para luego escuchar lo que decía la niña, primero no le prestó atención, creyó que era algún tema de conversación que quería tocar, pero luego analizo sus palabras. ¿Mirar? La miro a ella con desconcierto mientras ladeaba la cabeza hacia un lado como una niña que no entiende una lección.
-¿Mi pasa-do?- por el rabillo del ojo vio algunas figuras masculinas, rápidamente le dio el libro a ella, para luego girar su rostro hacia los libros –Joder… no pensé que hoy me los encontraría- se quejo ella. Por eso no salía mucho, el burdel le daba la seguridad que en la calle no tenia, pero no podía ser un ave enjaulada todo el tiempo y en ocasiones debía salir, por eso le gustaba tanto comprar libros con lo que ganaba, para no tener necesidad de salir y explorar el mundo, pues el mundo estaba en un libro y entre mas leía, mas experiencias tomaba. Con los libros iba a mundos que ella nunca pisaría, pero ahora su mundo era el real, no una novela que podría estar leyendo en la calidad de su habitación, porque simplemente no tenía y debía encontrar algo para así no salir.
¿Cuántas veces no se había burlado de sus hombres? Pero esta vez tenía un factor distinto, un elemento añadido a la ecuación: Lolita. Estaba a punto de insultarla, regañarla y hasta jalarle la oreja por estar en ese lugar en el momento menos oportuno, pero no podía hacer un escándalo en ese lugar, ellos sabían que la mocosa estaba con ella y no podía dejarla atrás, seria para que la agarraran y la interrogara. Parecía que esperaban que ella saliera de la tienda para llevarla algún callejón y bueno… no quería pensar lo que podrían hacer. ¿Qué era peor? Se mordió el labio inferior, no, no lo quería volver a ver, prefería morir apaleada… pero pensándolo bien, así era como moriría luego de verle la cara.
-Bueno…- dijo suspirando resignada. –Parece que hoy te tocara ver como seduzco a unos cuantos idiotas- dijo ella con una extraña sonrisilla cómplice en sus labios. Su energía había cambiado completamente. –Ahora comienza a actuar y finge que eres mi sobrina- dijo entre dientes mientras forzaba una sonrisa leve mientras las dos se miraban fijamente –Ponte a hacer un escándalo- le susurro de forma tan suave que pensó que no le había escuchado, disimuladamente le golpeo la boca del estomago –que hagas un escándalo- le volvió a repetir mientras veía que el golpe le había funcionado para que esta se inclinara hacia abajo por la falta de aire. Tania rio hacia sus adentros, era mala, nunca le había gustado los niños, en realidad le daba gracias a dios que de alguna forma u otra fuera estéril.
-¿Lola no te sientes bien?- pregunto con una voz preocupada mientras le ponía una de sus manos en su hombro mientras esta estaba inclinado –Ah.. Cariño te dije que no salieras así- añadió mientras se inclinaba a buscar el rostro de la joven. Un caballero se acerco a ellas al notar aquella escena. Como siempre los primeros en caer, luego una anciana preocupada por la niña y su aparente dolor de estomago, pues esa fue la mentira que metió la cortesana cuando le preguntaba qué había sucedido.
-¿Es demasiado el dolor?- pregunto Tania esperando que esta el juego –No podremos irnos a casa sin ayuda- se lamento. La anciana se ocupo de la niña mientras Tania retrocedía un poco hasta chocar con el cuerpo del caballero, que tenía muy buena pinta, no era necesariamente feo en sus ropas de tela fina, pero si no fuera por ese ridículo bigote que tenia, le hubiera parecido más atractivo –Discúlpeme Monsieur - dijo con una vocecita lamentosa y casi quebrantada. Con sus manos entrelazadas bajo la mirada buscando que sus ojos comenzaran a verse aun mas cristalizados por sus falsas lágrimas, luego le dirigió una mirada lastimera, como de perro faldero –No sé qué hacer… mi sobrina se siente muy mal y no tenemos carruaje- se lamento, pareció casi gimotear, entreabriendo sus labios un poco –Haría lo que fuera para que nos saquen de aquí…- había tirado su anzuelo… ¿recogería algo? Ya lo verían
-¿Mi pasa-do?- por el rabillo del ojo vio algunas figuras masculinas, rápidamente le dio el libro a ella, para luego girar su rostro hacia los libros –Joder… no pensé que hoy me los encontraría- se quejo ella. Por eso no salía mucho, el burdel le daba la seguridad que en la calle no tenia, pero no podía ser un ave enjaulada todo el tiempo y en ocasiones debía salir, por eso le gustaba tanto comprar libros con lo que ganaba, para no tener necesidad de salir y explorar el mundo, pues el mundo estaba en un libro y entre mas leía, mas experiencias tomaba. Con los libros iba a mundos que ella nunca pisaría, pero ahora su mundo era el real, no una novela que podría estar leyendo en la calidad de su habitación, porque simplemente no tenía y debía encontrar algo para así no salir.
¿Cuántas veces no se había burlado de sus hombres? Pero esta vez tenía un factor distinto, un elemento añadido a la ecuación: Lolita. Estaba a punto de insultarla, regañarla y hasta jalarle la oreja por estar en ese lugar en el momento menos oportuno, pero no podía hacer un escándalo en ese lugar, ellos sabían que la mocosa estaba con ella y no podía dejarla atrás, seria para que la agarraran y la interrogara. Parecía que esperaban que ella saliera de la tienda para llevarla algún callejón y bueno… no quería pensar lo que podrían hacer. ¿Qué era peor? Se mordió el labio inferior, no, no lo quería volver a ver, prefería morir apaleada… pero pensándolo bien, así era como moriría luego de verle la cara.
-Bueno…- dijo suspirando resignada. –Parece que hoy te tocara ver como seduzco a unos cuantos idiotas- dijo ella con una extraña sonrisilla cómplice en sus labios. Su energía había cambiado completamente. –Ahora comienza a actuar y finge que eres mi sobrina- dijo entre dientes mientras forzaba una sonrisa leve mientras las dos se miraban fijamente –Ponte a hacer un escándalo- le susurro de forma tan suave que pensó que no le había escuchado, disimuladamente le golpeo la boca del estomago –que hagas un escándalo- le volvió a repetir mientras veía que el golpe le había funcionado para que esta se inclinara hacia abajo por la falta de aire. Tania rio hacia sus adentros, era mala, nunca le había gustado los niños, en realidad le daba gracias a dios que de alguna forma u otra fuera estéril.
-¿Lola no te sientes bien?- pregunto con una voz preocupada mientras le ponía una de sus manos en su hombro mientras esta estaba inclinado –Ah.. Cariño te dije que no salieras así- añadió mientras se inclinaba a buscar el rostro de la joven. Un caballero se acerco a ellas al notar aquella escena. Como siempre los primeros en caer, luego una anciana preocupada por la niña y su aparente dolor de estomago, pues esa fue la mentira que metió la cortesana cuando le preguntaba qué había sucedido.
-¿Es demasiado el dolor?- pregunto Tania esperando que esta el juego –No podremos irnos a casa sin ayuda- se lamento. La anciana se ocupo de la niña mientras Tania retrocedía un poco hasta chocar con el cuerpo del caballero, que tenía muy buena pinta, no era necesariamente feo en sus ropas de tela fina, pero si no fuera por ese ridículo bigote que tenia, le hubiera parecido más atractivo –Discúlpeme Monsieur - dijo con una vocecita lamentosa y casi quebrantada. Con sus manos entrelazadas bajo la mirada buscando que sus ojos comenzaran a verse aun mas cristalizados por sus falsas lágrimas, luego le dirigió una mirada lastimera, como de perro faldero –No sé qué hacer… mi sobrina se siente muy mal y no tenemos carruaje- se lamento, pareció casi gimotear, entreabriendo sus labios un poco –Haría lo que fuera para que nos saquen de aquí…- había tirado su anzuelo… ¿recogería algo? Ya lo verían
Tania Fernandez- Prostituta Clase Baja
- Mensajes : 180
Fecha de inscripción : 16/02/2012
Localización : En el burdel~
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Inconvenient [Privado]
Ver seducir… ¡oh, cuánto le gustaba a Lolita ver a las florecillas nocturnas seduciendo en todo su esplendor!, en especial cuando se trataba de una manipulación para beneficio propio como lo iba a hacer Tania para lograr salvar el pellejo de ambas, pero particularmente el de ella. Lo cierto era que Lolita no sabía lo que era actuar como una sobrina; con suerte lograba hacer el papel de niña obediente con su institutriz, pero así y todo tenía el ingenio suficiente para hallar un punto de referencia para hacer lo que su maestra y cortesana cómplice le había pedido. Suponía que el ser familiares implicaba más importancia, más interés en lo que pudiera pasarle al otro hasta hacer de su problema un tema personal.
En hacer escándalos Lolita no se especializaba, ya que había cambiado las pataletas infecundas por las prometedores manipulaciones, que la habían ayudado a conseguir lo que quisiera de quien quisiera, pero no por eso no recordaba cómo provocarlos y así ocasionar que la gente pudiera entretenerse con su falta de sensatez y discreción. Había utilizado esas artimañas cuando era más pequeña, cuando era una desprotegida y virginal niña de siete años que ya no era, para que su institutriz no usara en la vara con ella en la vía pública. Con tal de que no hablaran de ella, Madame Lavoisier la dejaba en paz aunque fuera Dolores la culpable de alguna conducta inapropiada.
Así, Lo revivió esos episodios de su niñez temprana hincándose sin cuidado en el piso y sujetándose la barriga con sus manos como si quisiera arrancársela del dolor. Esos potentes retorcijones repentinos bien los conocían los habitantes de París, que por razones de la poca salubridad que tenían para cocinar, para con su higiene y para con su vestimenta. No era nada de raro que una niña atravesando la pubertad fuera víctima de esos malestares, sobre todo con las alteraciones hormonales por las que estaba atravesando.
—¡Jesucristo, cómo duele! —era un hecho conocido que si se manifestaba una fehaciente creencia en Dios en los momentos complicados, se podía esperar que la ayuda viniera más pronta y eficazmente. La muchacha mantenía sus ojos cerrados con fuerza y uno de sus brazos supuestamente luchando por pedir el amparo de su “pariente” — ¡T-Tía, ayúdeme, haga que se detenga! ¡Me duele mucho!
Tal como Tania lo había predicho, la gente había comenzado a acercarse. Frente a los caballeros actuaban ambas como un timón; Tania como embajadora y Lolita como el núcleo de la atracción. La latina debía encargarse de que esa atención inicial rindiera frutos para poder encaminarlos hacia donde ellas quisieran, en ese caso, en esquivar a los hombres que significaban su constante martirio en París. Lolita, en cambio, debía enternecer a las más ancianas siendo el reflejo de un infante en necesidad. Un equipo de tramposas, tal vez, pero eso las salvaría de los bravucones.
Aun fingiendo un excesivo martirio estomacal, Dolores se tomaba el tiempo de observar las tácticas que utilizaba Tania; topar accidentalmente con un hombre de mirada pendiente, utilizar ese tono de voz propio de una dama en apuros, tratarlo a él como si fuera el único gentil soberano capaz de sacarla de esa situación, y rematar su juego con una sutil frase que hiciera creer a ese hombre que la idea de auxiliarlas fuera de él. Captada estaba su inclinación. Lolita podía ayudar un poco.
—Tía… —apagaba su voz la niña al llamar a Tania para que la gente se compadeciera de un buen fingido agotamiento de energía— El corsé me está apretando. Me falta el aire. Deje quitármelo ya, se lo pido.
Sus cejas curveadas le daban el toque dramático a su rogada petición, y sus mejillas sonrojadas acompañadas de sus labios entreabiertos demandando atención, hacían el resto. Desde muy temprana edad había aprendido que los hombres pensaban con lo que tenían entre las piernas y no con lo que tenían sobre los ojos, por lo que hacia ese lugar estaba orientada su acción. No lo que estaba en discusión era que ese hombre las trasladaría a salvo, dentro de un carruaje o dentro de su abrigo si fuera necesario, pero lo haría por acción de Tania, por actuación de Lolita o por querer disfrutar de ambas. Daba igual. Dirigió su vista al caballero
—Monsieur, ¿cree usted que quitándomelo todo iría mejor? —esa frase podía dar para muchas interpretaciones. La mente también era un factor de seducción que cobraba más vida cuando quienes la importunaban eran mujeres pasando por un inconveniente.
Podía decirse que Tania y Lolita eran excelentes socias en lo que hacían; ambas obtenían algo para sí de esa inusual relación de amistad que no podía llamarse como tal. A Tania le parecía fenomenal utilizar a esa niña para lograr zafarse de hombres fastidiosos, y a Lolita le sentaba estupendo que la cortesana odiara a los niños, porque lo que menos quería Dolores era que la trataran como a una niña. El que su cuerpo dijera que tenía trece años no era relevante para su juego constante de grandes.
En hacer escándalos Lolita no se especializaba, ya que había cambiado las pataletas infecundas por las prometedores manipulaciones, que la habían ayudado a conseguir lo que quisiera de quien quisiera, pero no por eso no recordaba cómo provocarlos y así ocasionar que la gente pudiera entretenerse con su falta de sensatez y discreción. Había utilizado esas artimañas cuando era más pequeña, cuando era una desprotegida y virginal niña de siete años que ya no era, para que su institutriz no usara en la vara con ella en la vía pública. Con tal de que no hablaran de ella, Madame Lavoisier la dejaba en paz aunque fuera Dolores la culpable de alguna conducta inapropiada.
Así, Lo revivió esos episodios de su niñez temprana hincándose sin cuidado en el piso y sujetándose la barriga con sus manos como si quisiera arrancársela del dolor. Esos potentes retorcijones repentinos bien los conocían los habitantes de París, que por razones de la poca salubridad que tenían para cocinar, para con su higiene y para con su vestimenta. No era nada de raro que una niña atravesando la pubertad fuera víctima de esos malestares, sobre todo con las alteraciones hormonales por las que estaba atravesando.
—¡Jesucristo, cómo duele! —era un hecho conocido que si se manifestaba una fehaciente creencia en Dios en los momentos complicados, se podía esperar que la ayuda viniera más pronta y eficazmente. La muchacha mantenía sus ojos cerrados con fuerza y uno de sus brazos supuestamente luchando por pedir el amparo de su “pariente” — ¡T-Tía, ayúdeme, haga que se detenga! ¡Me duele mucho!
Tal como Tania lo había predicho, la gente había comenzado a acercarse. Frente a los caballeros actuaban ambas como un timón; Tania como embajadora y Lolita como el núcleo de la atracción. La latina debía encargarse de que esa atención inicial rindiera frutos para poder encaminarlos hacia donde ellas quisieran, en ese caso, en esquivar a los hombres que significaban su constante martirio en París. Lolita, en cambio, debía enternecer a las más ancianas siendo el reflejo de un infante en necesidad. Un equipo de tramposas, tal vez, pero eso las salvaría de los bravucones.
Aun fingiendo un excesivo martirio estomacal, Dolores se tomaba el tiempo de observar las tácticas que utilizaba Tania; topar accidentalmente con un hombre de mirada pendiente, utilizar ese tono de voz propio de una dama en apuros, tratarlo a él como si fuera el único gentil soberano capaz de sacarla de esa situación, y rematar su juego con una sutil frase que hiciera creer a ese hombre que la idea de auxiliarlas fuera de él. Captada estaba su inclinación. Lolita podía ayudar un poco.
—Tía… —apagaba su voz la niña al llamar a Tania para que la gente se compadeciera de un buen fingido agotamiento de energía— El corsé me está apretando. Me falta el aire. Deje quitármelo ya, se lo pido.
Sus cejas curveadas le daban el toque dramático a su rogada petición, y sus mejillas sonrojadas acompañadas de sus labios entreabiertos demandando atención, hacían el resto. Desde muy temprana edad había aprendido que los hombres pensaban con lo que tenían entre las piernas y no con lo que tenían sobre los ojos, por lo que hacia ese lugar estaba orientada su acción. No lo que estaba en discusión era que ese hombre las trasladaría a salvo, dentro de un carruaje o dentro de su abrigo si fuera necesario, pero lo haría por acción de Tania, por actuación de Lolita o por querer disfrutar de ambas. Daba igual. Dirigió su vista al caballero
—Monsieur, ¿cree usted que quitándomelo todo iría mejor? —esa frase podía dar para muchas interpretaciones. La mente también era un factor de seducción que cobraba más vida cuando quienes la importunaban eran mujeres pasando por un inconveniente.
Podía decirse que Tania y Lolita eran excelentes socias en lo que hacían; ambas obtenían algo para sí de esa inusual relación de amistad que no podía llamarse como tal. A Tania le parecía fenomenal utilizar a esa niña para lograr zafarse de hombres fastidiosos, y a Lolita le sentaba estupendo que la cortesana odiara a los niños, porque lo que menos quería Dolores era que la trataran como a una niña. El que su cuerpo dijera que tenía trece años no era relevante para su juego constante de grandes.
Félice Moulin- Humano Clase Baja
- Mensajes : 53
Fecha de inscripción : 08/02/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Inconvenient [Privado]
Estaba nerviosa ¿Quién no iba a estarlo con aquellos detrás de su culo? Buscaba mantener la mente concentrada en sujetar a un hombre y no dejarlo salir si no era con ellas, parecía que poco a poco lo estaba logrando, escucho el llamado de su “sobrina” y rápidamente giro su rostro en busca de atender a la falsa niña adolorida. Si lo conseguían podrían ser hasta buenas estafadoras, la trato de mantener controlada, pero ya había también atacado como aprendiz de lobo que era. La miraba, aunque tal vez en momentos tranquilos le hubiera jalado en cabello, le siguió el juego, pues era lo único que quedaba. –Querida, se cuan mal la debes estar pasando, pero debemos estar en privado para poder liberarte de aquella presión- las mujeres mayores parecieron mas alertas y rápidamente miraron al torpe hombre que aun no se apresuraba para atenderlas, rápidamente pareció captar, entre miradas disgustadas y susurros de las ancianas, se apresuro a recoger en brazos a la pequeña.
Tania dibujo una pequeña sonrisa triunfal mientras se aferraba a la manga de su camisa, comenzaron a caminar hacia la puerta, parecía que todo iba bien, pero sabía que ellos no se iban a detener solamente porque iba acompañada de un caballero. –Monsieur…- susurro ella mientras buscaba ocultar su rostro de aquellos hombres -¿Conoce usted a esos hombres?- pregunto inocente. Sabiendo ella la respuesta. Al parecer un dúo de empleados llegó para aproximarse a ayudar a su amo con la carga que tenía. El hombre más joven sujeto a Lolita, mientras el caballero mantenía a su lado a la preocupada tía de la niña, quien no podía mantenerse bien de pie por causa de la preocupación.
Por unos momentos se vio a Tania un poco más débil, tal vez era una actriz que se merecía reconocimientos, también podría ser que la presión de sentir como su pasado llegaba y le tocaba la puerta, comenzaba a hacer estragos en el frágil cuerpo de humana que tenia, jadeo un poco mientras sentía como las manos de las ancianas parecían ser maternales y ayudarle un poco. Por unos momentos pensó en decirles lo que verdaderamente era, solamente para sentirse dichosa al ver en sus rostros la amargura y el rechazo que sentían muy en el fondo. Ya había más gente en la puerta, hasta un oficial había llegado para asegurarse de que todo estaba bien, Lolita ya se encontraba en el carruaje, al menos suspiraba por eso, estaba bien, ahora sentía un peso menos de encima.
Los malos se esfumaron como aves al ver al policía andando demasiado cerca, a la cortesana tampoco le convenía tenerlo tan de cerca, pues algunos ya se sabían su rostro de memoria. El peligro nunca estaba lejos, siempre estaba tan cerca que podías sentir el calor de que daba y las caricias que te proporcionaban. De un salto sujeto al otro sirviente, para que le ayudara a subir al carruaje, su mano, ágil, como serpiente, se había deslizado entre las faldas de una de las ancianas y sujetado un abanico con el cual comenzó a brindarse un poco de aire mientras sigilosamente ocultaba su rostro.
-Bueno, ha salido bien…- dijo la cortesana suspirando levemente, alzo su mano en donde habían dos valiosos anillos que nunca habían estado en su manos desnudas, rio suavemente mientras aun aquel hombre parecía hablar con el oficial que con un movimiento de cabeza los dejo ir. Tania lo miro cuando se subió al carruaje, un poco intrigado de todo lo que había pasado, pobre estaba aun aturdido. La mujer cambio de puesto para descaradamente acercarse y depositar un beso en su mejilla, gracias a él la vida le sonreía de nuevo –Nos ha salvado Monsieur, No sabe lo agradecida que estoy- no mentía pero si exageraba, pues para ella apenas era un niño en pañales de mami y papi…
Tania dibujo una pequeña sonrisa triunfal mientras se aferraba a la manga de su camisa, comenzaron a caminar hacia la puerta, parecía que todo iba bien, pero sabía que ellos no se iban a detener solamente porque iba acompañada de un caballero. –Monsieur…- susurro ella mientras buscaba ocultar su rostro de aquellos hombres -¿Conoce usted a esos hombres?- pregunto inocente. Sabiendo ella la respuesta. Al parecer un dúo de empleados llegó para aproximarse a ayudar a su amo con la carga que tenía. El hombre más joven sujeto a Lolita, mientras el caballero mantenía a su lado a la preocupada tía de la niña, quien no podía mantenerse bien de pie por causa de la preocupación.
Por unos momentos se vio a Tania un poco más débil, tal vez era una actriz que se merecía reconocimientos, también podría ser que la presión de sentir como su pasado llegaba y le tocaba la puerta, comenzaba a hacer estragos en el frágil cuerpo de humana que tenia, jadeo un poco mientras sentía como las manos de las ancianas parecían ser maternales y ayudarle un poco. Por unos momentos pensó en decirles lo que verdaderamente era, solamente para sentirse dichosa al ver en sus rostros la amargura y el rechazo que sentían muy en el fondo. Ya había más gente en la puerta, hasta un oficial había llegado para asegurarse de que todo estaba bien, Lolita ya se encontraba en el carruaje, al menos suspiraba por eso, estaba bien, ahora sentía un peso menos de encima.
Los malos se esfumaron como aves al ver al policía andando demasiado cerca, a la cortesana tampoco le convenía tenerlo tan de cerca, pues algunos ya se sabían su rostro de memoria. El peligro nunca estaba lejos, siempre estaba tan cerca que podías sentir el calor de que daba y las caricias que te proporcionaban. De un salto sujeto al otro sirviente, para que le ayudara a subir al carruaje, su mano, ágil, como serpiente, se había deslizado entre las faldas de una de las ancianas y sujetado un abanico con el cual comenzó a brindarse un poco de aire mientras sigilosamente ocultaba su rostro.
-Bueno, ha salido bien…- dijo la cortesana suspirando levemente, alzo su mano en donde habían dos valiosos anillos que nunca habían estado en su manos desnudas, rio suavemente mientras aun aquel hombre parecía hablar con el oficial que con un movimiento de cabeza los dejo ir. Tania lo miro cuando se subió al carruaje, un poco intrigado de todo lo que había pasado, pobre estaba aun aturdido. La mujer cambio de puesto para descaradamente acercarse y depositar un beso en su mejilla, gracias a él la vida le sonreía de nuevo –Nos ha salvado Monsieur, No sabe lo agradecida que estoy- no mentía pero si exageraba, pues para ella apenas era un niño en pañales de mami y papi…
Tania Fernandez- Prostituta Clase Baja
- Mensajes : 180
Fecha de inscripción : 16/02/2012
Localización : En el burdel~
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Inconvenient [Privado]
El dúo que hacían Tania y Lolita insultaba a las personas honradas de la sociedad, cuyos corazones reposaban en la buena fe y en la bondad, cosa de la cual las dos féminas sabían aprovecharse bien. Era una buena herramienta salirse con la suya ya fuera en aprietos o triunfos a través de montajes cargados con una pizca de astucia y grandes cantidades de maliciosa picardía. La cortesana era la precavida; sus difíciles años buscando la estabilidad a pesar de los huracanes que la asechaban —y que la seguían perturbando— la habían convertido en una ágil escapista. Habían logrado manipular primero a las escandalosas señoras del lugar, luego a un hombre dominado por las feromonas y al parecer habían conseguido también burlar a la suerte de ser atrapadas por los buscapleitos personales de Tania.
Lolita no lo sabía, pero le fascinaba ser cargada en brazos por un hombre, por el que fuera, con tal de que compartiera su calor con ella. Tal vez esa era la razón por la que buscaba llenar ese vacío en los brazos de cada hombre de higiene medianamente aceptable, porque no tenía otra forma de acceder a ello. Claro que las decisiones que había tomado en su corta vida también habían hecho su parte y no había forma de enderezar a ese naciente árbol que prematuramente se había enchuecado.
Luego pasó de un hombre hecho y derecho a un joven aún verde que le recordó por sus manos grandes al chico con el que perdió su virginidad. Dolores le guiñó coqueta un ojo, aprovechándose de que el mayor de ambos masculinos se fijaba en Tania, la líder del plan de escapada que sonreía del triunfo y de más que solamente ella sabía. No dejaría pasar la oportunidad de dejar su gota de diversión aún estando en la inestable situación de peligro
—Dime, ¿a tu jefe se le suelen caer los pantalones con las damas en apuros? —le susurró al muchacho pronto a depositar a la niña en el carruaje. Para su diversión, el joven le contestó con una malicia similar.
—Solamente con las que están buenas como tu “tía” y como tú —dijo con un énfasis en las últimas palabras, evidenciándole a la inmadura zagala que tenía la certeza de que no había lazo sanguíneo que uniera a las dos aduladoras señoritas. Lolita le sonrió, agradeciendo su complicidad. Parecía ser un chico divertido y eso le gustaba.
—Me caíste bien, guapo. Te extrañaré cuando tu jefe nos lleve lejos de aquí —le dijo Dolores al hombre antes de ser delegada en su respectivo asiento. Ni siquiera se inmutó por los granujas que habían estado tras de Tania y de ella; confiaba en que las habilidades de la cortesana serían más que suficientes para librarlas momentáneamente a ambas de los problemas indeseables.
—Tengan suerte con él… —dijo por lo bajo el mancebo antes de volver a sus labores normales. Parecía que sabía de lo que hablaba.
Dentro del carruaje, la niña se giró para mirar por la ventana y percatarse de que los pérfidos hombres habían visto frustrado su objetivo. Ella les sacó la lengua burlescamente, saboreando haber salido ilesa de sus asquerosas manos gracias a una labor en conjunto. Podía ser que Lolita se rodeara de mujeres como Tania para aprender de ellas sus trucos, de esas mujerzuelas que sabían demasiado de la vida como para no saber manipularla a su antojo, pero seguía siendo una niña y actuaba infantilmente aún con el siempre latente peligro pisándole los talones.
Cuando su compañera subió al carruaje, Lolita miró con intriga esa mano llena que había ingresado vacía a la tienda. Se sonreía la niña divertida con cada contraste que encontraba en Tania; fiera era para tomar decisiones y todo lo que consideraba suyo, pero también sabía aprovechar las oportunidades en silencio para que no se le resbalaran entre los dedos. No obstante, a medida que el carruaje avanzaba, Dolores se impacientaba poniendo sus ojos en blanco y balanceando sus pies de cachorra. Bien, habían escapado del peligro, pero…
—¿Y ahora qué, Tania? —susurró a la latina aprovechando el aturdimiento del ingenuo hombre— Dime que no quieres que hagamos de niñeras del abuelo. Tú eres más divertida que eso —anheló internamente. Su maestra tenía la última palabra.
Lolita no lo sabía, pero le fascinaba ser cargada en brazos por un hombre, por el que fuera, con tal de que compartiera su calor con ella. Tal vez esa era la razón por la que buscaba llenar ese vacío en los brazos de cada hombre de higiene medianamente aceptable, porque no tenía otra forma de acceder a ello. Claro que las decisiones que había tomado en su corta vida también habían hecho su parte y no había forma de enderezar a ese naciente árbol que prematuramente se había enchuecado.
Luego pasó de un hombre hecho y derecho a un joven aún verde que le recordó por sus manos grandes al chico con el que perdió su virginidad. Dolores le guiñó coqueta un ojo, aprovechándose de que el mayor de ambos masculinos se fijaba en Tania, la líder del plan de escapada que sonreía del triunfo y de más que solamente ella sabía. No dejaría pasar la oportunidad de dejar su gota de diversión aún estando en la inestable situación de peligro
—Dime, ¿a tu jefe se le suelen caer los pantalones con las damas en apuros? —le susurró al muchacho pronto a depositar a la niña en el carruaje. Para su diversión, el joven le contestó con una malicia similar.
—Solamente con las que están buenas como tu “tía” y como tú —dijo con un énfasis en las últimas palabras, evidenciándole a la inmadura zagala que tenía la certeza de que no había lazo sanguíneo que uniera a las dos aduladoras señoritas. Lolita le sonrió, agradeciendo su complicidad. Parecía ser un chico divertido y eso le gustaba.
—Me caíste bien, guapo. Te extrañaré cuando tu jefe nos lleve lejos de aquí —le dijo Dolores al hombre antes de ser delegada en su respectivo asiento. Ni siquiera se inmutó por los granujas que habían estado tras de Tania y de ella; confiaba en que las habilidades de la cortesana serían más que suficientes para librarlas momentáneamente a ambas de los problemas indeseables.
—Tengan suerte con él… —dijo por lo bajo el mancebo antes de volver a sus labores normales. Parecía que sabía de lo que hablaba.
Dentro del carruaje, la niña se giró para mirar por la ventana y percatarse de que los pérfidos hombres habían visto frustrado su objetivo. Ella les sacó la lengua burlescamente, saboreando haber salido ilesa de sus asquerosas manos gracias a una labor en conjunto. Podía ser que Lolita se rodeara de mujeres como Tania para aprender de ellas sus trucos, de esas mujerzuelas que sabían demasiado de la vida como para no saber manipularla a su antojo, pero seguía siendo una niña y actuaba infantilmente aún con el siempre latente peligro pisándole los talones.
Cuando su compañera subió al carruaje, Lolita miró con intriga esa mano llena que había ingresado vacía a la tienda. Se sonreía la niña divertida con cada contraste que encontraba en Tania; fiera era para tomar decisiones y todo lo que consideraba suyo, pero también sabía aprovechar las oportunidades en silencio para que no se le resbalaran entre los dedos. No obstante, a medida que el carruaje avanzaba, Dolores se impacientaba poniendo sus ojos en blanco y balanceando sus pies de cachorra. Bien, habían escapado del peligro, pero…
—¿Y ahora qué, Tania? —susurró a la latina aprovechando el aturdimiento del ingenuo hombre— Dime que no quieres que hagamos de niñeras del abuelo. Tú eres más divertida que eso —anheló internamente. Su maestra tenía la última palabra.
Félice Moulin- Humano Clase Baja
- Mensajes : 53
Fecha de inscripción : 08/02/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Inconvenient [Privado]
Ya en el carruaje, podría respirar de alivio, se sentía jodidamente bien, en aquellos asientos de buena clase, lolita no tardo en entrar, le hubiera encantado ser de aquellas que podría dejarla tirada, pero su maldita conciencia no la dejaba, aunque, sabía que ella podría ser el peor demonio con el que se haya encontrado, pero estaba vestida aun de infante y su matriz no la dejaba tranquila y eso la molestaba, pues siempre había creído que todo estaba muerto para ella. La niña estaba deseosa de que la dama de cabellos oscuros y caderas jugosas, le enseñara algo sobre su profesión, que ejecutaba con refinamiento. Toda mujer podría ser una puta, pero muy pocas llegarían a ser una cortesana de excelencia, esa dama que no necesitaba ser vulgar, para llegar crear un endurecimiento en la parte intima del hombre.
— Solamente tenemos que esperar — entrecerró sus ojos por unos momentos, mientras sentía como la niña se movía con cierta ansiedad — Quédate quieta…— le echo una pequeña mirada severa, como cuando veía que las mujeres de su burdel comenzaban a comportarse de sobremanera, allí estaba la Madame, la mirada de la mujer estricta, que buscaba enseñarle a sus mujeres que hay más que pollas en esta vida, pero que mientras estuvieran en el burdel que ella trabajaba, debían mantenerse a la raya y dar lo mejor de sus cuerpos. Era contradictoria, siempre lo había sido, buscaba una vida mejor para cada uno de sus allegados, excepto para ella, aun así, mientras estuvieran metidas en el burdel, debían darle las cuentas como eran.
La latina salto para quedar a un lado del hombre, sujeto una de sus manos mientras comenzaba su momento de….¿Tia? preocupada. — Nos ha salvado la vida, Monsieur — dijo, con sinceridad, porque en realidad lo había hecho. El hombre enloquecido por la belleza de la mujer, parecía querer algo a cambio, como siempre, todo debía ser pagado, nunca habían verdaderos samaritanos, ella se acerco a su oído para susurrarle algunas cosas, calentarle un más de lo que estaba, con palabras elaboradas, que no sonaban tan vulgares y tenían un buen efecto en aquel hombre. Miro a la niña, quien parecía curiosa de saber que era lo que tramaban, mientras las manos del hombre, se encontraban ansiosas de probar aquel cuerpo.
— Si quieres que te dé una lección, te puedo dar unas dos lecciones — dijo abiertamente, mientras se entraba entre las piernas del hombre, ahora sin mucha prudencia, se aferro al cuello del hombre que parecía consternado, pero el gusto de aquello, lo hacía callar, la cortesana lo tentaba con sus labios exóticos, pero luego se alejaba para mirar a su sobrinita — Es tu cuerpo, eres tú la que tiene el control, no ellos —
—¿Quiénes ellos? — Pregunto el hombre sin entender lo que hablaban, Tania lo miro, con algo de molestia porque la había interrumpido, le dio un beso en los labios, mientras con cierto descaro, llevaba su mano al bulto entumecido que estaba entre sus piernas — ¿Señoritaa…? — un hilito de voz, mientras su cuerpo se estremecía.
— Las cortesanas no somos señoritas, Monsieur — le susurro a su oído gustosa de ver su reacción de asco y vergüenza. Salto de él, sintiendo como su mano estaba a punto de levantarse contra ella. se sentía humillado y ella entendía que no era buen momento para estar jugando con su cuerpo. Sujeto a Lolita, mientras abría de una patada la puerta, en aquel carruaje en movimiento, el hombre quito levantarse del asiento, al ver que trataban de escapar, pero la cortesana se percato y le proporciono otra patada que lo tumbo al asiento. — esto es muy fácil, solamente extiende tus brazos, para tener equilibrio, flexiona un poco las rodillas para distribuir bien la presión y habrás saltado de un carruaje en movimiento. ¿Entendiste? Bueno allí va — y sin que la menor pudiera decir alguna objeción la tiro del carruaje, que iba a cierta velocidad, pero no peligrosa.
El hombre se había reincorporado, estaba detrás de ella, mostrando en alaridos y con su cara toda roja la ira que sentida, la cortesana no lo pensó dos veces y salto del carruaje, dio un tropezón, pero algunos pasos más adelante se estabilizo, la gente miraba escandalizada, mientras la hispana, solamente les gruñía, mientras se acomodaba su vestido, su corsé, sujetándolos por sus dos bellezas y ajustándolo, termino de peinar sus cabellos con sus dedos, para llegar a donde lola la estaba esperando. Dejo salir un jadeo, miro hacia los lados, parecía que todo se había vuelto pacifico — y así se escapa de un carruaje — como maestra terminando una lección, alboroto un poco su cabello, recordándole que solamente era una niña, de baja estatura y sin las hormonas necesarias, para crear aun el cuerpo que la cortesana tenia. — Nunca dejen que te golpeen en la cara, cuida tu piel, tu cuerpo, mantenlo como un templo que solamente entra la persona que tú eliges, no cualquiera — añadió mientras se rascaba la parte de atrás del cuello. Debía admitir que se había divertido, se sentía como niña traviesa, siendo mal influenciada por Lolita.
— Solamente tenemos que esperar — entrecerró sus ojos por unos momentos, mientras sentía como la niña se movía con cierta ansiedad — Quédate quieta…— le echo una pequeña mirada severa, como cuando veía que las mujeres de su burdel comenzaban a comportarse de sobremanera, allí estaba la Madame, la mirada de la mujer estricta, que buscaba enseñarle a sus mujeres que hay más que pollas en esta vida, pero que mientras estuvieran en el burdel que ella trabajaba, debían mantenerse a la raya y dar lo mejor de sus cuerpos. Era contradictoria, siempre lo había sido, buscaba una vida mejor para cada uno de sus allegados, excepto para ella, aun así, mientras estuvieran metidas en el burdel, debían darle las cuentas como eran.
La latina salto para quedar a un lado del hombre, sujeto una de sus manos mientras comenzaba su momento de….¿Tia? preocupada. — Nos ha salvado la vida, Monsieur — dijo, con sinceridad, porque en realidad lo había hecho. El hombre enloquecido por la belleza de la mujer, parecía querer algo a cambio, como siempre, todo debía ser pagado, nunca habían verdaderos samaritanos, ella se acerco a su oído para susurrarle algunas cosas, calentarle un más de lo que estaba, con palabras elaboradas, que no sonaban tan vulgares y tenían un buen efecto en aquel hombre. Miro a la niña, quien parecía curiosa de saber que era lo que tramaban, mientras las manos del hombre, se encontraban ansiosas de probar aquel cuerpo.
— Si quieres que te dé una lección, te puedo dar unas dos lecciones — dijo abiertamente, mientras se entraba entre las piernas del hombre, ahora sin mucha prudencia, se aferro al cuello del hombre que parecía consternado, pero el gusto de aquello, lo hacía callar, la cortesana lo tentaba con sus labios exóticos, pero luego se alejaba para mirar a su sobrinita — Es tu cuerpo, eres tú la que tiene el control, no ellos —
—¿Quiénes ellos? — Pregunto el hombre sin entender lo que hablaban, Tania lo miro, con algo de molestia porque la había interrumpido, le dio un beso en los labios, mientras con cierto descaro, llevaba su mano al bulto entumecido que estaba entre sus piernas — ¿Señoritaa…? — un hilito de voz, mientras su cuerpo se estremecía.
— Las cortesanas no somos señoritas, Monsieur — le susurro a su oído gustosa de ver su reacción de asco y vergüenza. Salto de él, sintiendo como su mano estaba a punto de levantarse contra ella. se sentía humillado y ella entendía que no era buen momento para estar jugando con su cuerpo. Sujeto a Lolita, mientras abría de una patada la puerta, en aquel carruaje en movimiento, el hombre quito levantarse del asiento, al ver que trataban de escapar, pero la cortesana se percato y le proporciono otra patada que lo tumbo al asiento. — esto es muy fácil, solamente extiende tus brazos, para tener equilibrio, flexiona un poco las rodillas para distribuir bien la presión y habrás saltado de un carruaje en movimiento. ¿Entendiste? Bueno allí va — y sin que la menor pudiera decir alguna objeción la tiro del carruaje, que iba a cierta velocidad, pero no peligrosa.
El hombre se había reincorporado, estaba detrás de ella, mostrando en alaridos y con su cara toda roja la ira que sentida, la cortesana no lo pensó dos veces y salto del carruaje, dio un tropezón, pero algunos pasos más adelante se estabilizo, la gente miraba escandalizada, mientras la hispana, solamente les gruñía, mientras se acomodaba su vestido, su corsé, sujetándolos por sus dos bellezas y ajustándolo, termino de peinar sus cabellos con sus dedos, para llegar a donde lola la estaba esperando. Dejo salir un jadeo, miro hacia los lados, parecía que todo se había vuelto pacifico — y así se escapa de un carruaje — como maestra terminando una lección, alboroto un poco su cabello, recordándole que solamente era una niña, de baja estatura y sin las hormonas necesarias, para crear aun el cuerpo que la cortesana tenia. — Nunca dejen que te golpeen en la cara, cuida tu piel, tu cuerpo, mantenlo como un templo que solamente entra la persona que tú eliges, no cualquiera — añadió mientras se rascaba la parte de atrás del cuello. Debía admitir que se había divertido, se sentía como niña traviesa, siendo mal influenciada por Lolita.
Tania Fernandez- Prostituta Clase Baja
- Mensajes : 180
Fecha de inscripción : 16/02/2012
Localización : En el burdel~
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Inconvenient [Privado]
Esperar, esperar, ¿por qué rayos tenía que esperar? Dolores refunfuñó como toda una malacostumbrada cuando recibió la orden de Tania de mantenerse en su sitio; como si no tuviera ya que aguantar las órdenes de esa vieja menopáusica de Madame Lavoisier. Así y todo obedeció, por supuesto, sin dejar de evidenciar su molestia pateando el asiento delantero con sus piernecitas de mozuela, intentando golpear su propia frustración. A pesar de eso, Lolita accedía a las peticiones de Tania porque los secretos que le proporcionaba todo lo que necesitaba saber acerca de ese mundo depravado al que se negaba dejar. No tenía otro plan para el futuro más que pasar en la mayor cantidad de brazos masculinos que pudiese para sentirse deseaba y no siempre repudiada por quienes se suponía que debían amarla y cuidarla; ya sospechaba que moriría joven y estaba bien con eso.
Pero ese estado de hastío desapareció cuando a sus ojos llegaron los jugueteos de Tania con el viejo verde que las había recogido. La reacción inmediata de la niña fue abandonar su posición anterior para reincorporarse de golpe, sentándose al estilo indio sobre el asiento y sujetando sus muslos mientras se balanceaba hacia delante y hacia atrás, casi como un cachorrito esperando que su dueño le enseñara un nuevo truco a cambio de una jugosa recompensa. En su caso, la recompensa estaba ahí, haciéndola reír juguetona mientras los ojos del varón que Tania había elegido para engatusar se ponían de un color blanco y luego volvían a seguir la mano femenina que circundaba sus regiones más eróticas.
—Ay, qué fácil es que caigan —pensaba divertida Dolores mientras se volvía a los ojos de la cortesana, oliendo en ellos mucho más que un simple jugueteo con ese asqueroso hombre.— Válgame la virgen; miren cómo se contrae por un simple toquecito. Seguramente no le habrá tocado en meses, ¡pobre tipo!
Tania tenía un plan entre manos, se lo comunicaba con la manera en que sonreía de malicia, una sonrisa que con placer correspondía, porque sabía que lo que seguía a esa traviesa expresión era una travesura aún mayor. Así fue que Tania rompió con el hechizo de seducción sobre ese hombre y le dio a Lolita una rápida lección que jamás olvidaría; en un futuro no muy lejano, aprendería que de algunos desafíos había que huir si no se quería comprometer algo aún más grande que la vida.
—¡Al agua, pato! —no pudo evitar gritar la insensata cuando sintió el empujón de la cortesana. Parecía una versión femenina y perversa de Peter Pan, vanagloriándose demasiado en sus propias habilidades como para tener en cuenta que los demás también podían tener las propias.
Pero era una verdad universal que el hombre era incapaz de volar, por lo que puso sus manos en posición para aterrizar sobre el suelo, a un costado del camino. Su cuerpo entre niña y mujer la ayudó a ser lo suficientemente flexible como para girar sobre su espalda y detener su andar en un montón de césped; aun así, no pudo impedir que el polvo que salía despedido por las ruedas del carruaje llegara a ella en una nube, por lo que tosió hasta que esta se disipó. Se puso de pié luego de su traspié y se sacudió las ropas. A eso no podía llamársele “caer con estilo”, pero le serviría de lección para cuando un buey viejo tuviera ganas de pasto tierno.
Sintiendo una presencia cerca, levantó la vista de su vestido engañosamente inocente y se encontró con la figura de Tania, luciendo tan esplendorosa como siempre. Lolita suspiraba aprendiendo sus gestos de mujer de mundo, de fémina conocedora de hombres y placeres, de tigresa poderosa y dominante. Era un hecho que cualquiera con dos dedos de frente podía darse cuenta de qué clase mujer era ella por su piel caramelo y rasgos extraños a los franceses, pero Dolores prefería ser mil veces una Eva única en su especie que una flor más para decorar un salón como ocurría con esas bobas que asesinaban sus dedos para aprender a tocar piano cuando sus maridos les harían tocar otras cositas más sucias.
La niña puso sus manos en sus caderas y rió negando con su cabeza. Todavía le faltaba aprender. Podía ser que fuera una malcriada incorregible, pero para aprender de lo único que le interesaba, era la más disciplinada de las aprendices. Pobre de la persona de bien que fuese testigo de la más precisa maestra para la alumna más receptiva.
—Si me hubieras enseñado cómo caer con estilo, seguiría oliendo a violetas y no a césped —sacó la lengua infantilmente antes de mirar de pies a cabeza a su conveniente amiga— Además… mírate. Si los tontos que se me aparecen me dieran la mitad de obsequios que te dan a ti, fingiría ser un poquito más difícil para ver qué tanto pueden dar. Contigo aprendo que es más fácil hacer caer las hormonas de un hombre que hacer daño a los que se ama.
—Tú tienes un… no es trabajo; es un modo de vida. Hasta eres famosa en tu rubro. Tienes que cuidar de tu cuerpo como si se tratara de tu vida porque si pierdes lo primero estás jodida. Mi historia es algo más diferente —miró entonces hacia las estrellas un segundo, porque sí, porque le dieron ganas. Lolita no era tonta; era arriesgada, sabía que los caminos que elegía eran los más peligrosos y que ninguno terminaba bien. Se preguntó si estaba tan lejos de las luciérnagas del cielo como aparentaba la distancia física. Por un instante, su voz dejó el tono de broma— ¿Tú crees que viva lo suficiente como para llegar a cuidar mi cuerpo, Tania? Yo no lo creo. Un buen día me tocará un loco que después de tener sexo me ahorcará con sus manos porque sí, porque puede, y yo no podré hacer nada. Puede que yo no sea muy lista o no tenga la experiencia que tú tienes, pero no hay que ser ni viejo ni genio para darse cuenta de que soy un peligro para mí misma. Y me gusta, ¿sabes? No es como si alguien fuera a detenerme tampoco —ni su padre ni su celadora lo harían. ¿Qué más le daba?
Porque cuando un amante la poseía, al otro día despertaba con el abrazo que su padre le había negado desde su concepción; porque cuando le susurraban al oído que la deseaban, sentía que no un insecto esperando ser aplastado por el mundo, sino que una mariposa a la cual admirar. Pero como con toda mariposa, el precio de las alas sería no usarlas nunca más.
Pero ese estado de hastío desapareció cuando a sus ojos llegaron los jugueteos de Tania con el viejo verde que las había recogido. La reacción inmediata de la niña fue abandonar su posición anterior para reincorporarse de golpe, sentándose al estilo indio sobre el asiento y sujetando sus muslos mientras se balanceaba hacia delante y hacia atrás, casi como un cachorrito esperando que su dueño le enseñara un nuevo truco a cambio de una jugosa recompensa. En su caso, la recompensa estaba ahí, haciéndola reír juguetona mientras los ojos del varón que Tania había elegido para engatusar se ponían de un color blanco y luego volvían a seguir la mano femenina que circundaba sus regiones más eróticas.
—Ay, qué fácil es que caigan —pensaba divertida Dolores mientras se volvía a los ojos de la cortesana, oliendo en ellos mucho más que un simple jugueteo con ese asqueroso hombre.— Válgame la virgen; miren cómo se contrae por un simple toquecito. Seguramente no le habrá tocado en meses, ¡pobre tipo!
Tania tenía un plan entre manos, se lo comunicaba con la manera en que sonreía de malicia, una sonrisa que con placer correspondía, porque sabía que lo que seguía a esa traviesa expresión era una travesura aún mayor. Así fue que Tania rompió con el hechizo de seducción sobre ese hombre y le dio a Lolita una rápida lección que jamás olvidaría; en un futuro no muy lejano, aprendería que de algunos desafíos había que huir si no se quería comprometer algo aún más grande que la vida.
—¡Al agua, pato! —no pudo evitar gritar la insensata cuando sintió el empujón de la cortesana. Parecía una versión femenina y perversa de Peter Pan, vanagloriándose demasiado en sus propias habilidades como para tener en cuenta que los demás también podían tener las propias.
Pero era una verdad universal que el hombre era incapaz de volar, por lo que puso sus manos en posición para aterrizar sobre el suelo, a un costado del camino. Su cuerpo entre niña y mujer la ayudó a ser lo suficientemente flexible como para girar sobre su espalda y detener su andar en un montón de césped; aun así, no pudo impedir que el polvo que salía despedido por las ruedas del carruaje llegara a ella en una nube, por lo que tosió hasta que esta se disipó. Se puso de pié luego de su traspié y se sacudió las ropas. A eso no podía llamársele “caer con estilo”, pero le serviría de lección para cuando un buey viejo tuviera ganas de pasto tierno.
Sintiendo una presencia cerca, levantó la vista de su vestido engañosamente inocente y se encontró con la figura de Tania, luciendo tan esplendorosa como siempre. Lolita suspiraba aprendiendo sus gestos de mujer de mundo, de fémina conocedora de hombres y placeres, de tigresa poderosa y dominante. Era un hecho que cualquiera con dos dedos de frente podía darse cuenta de qué clase mujer era ella por su piel caramelo y rasgos extraños a los franceses, pero Dolores prefería ser mil veces una Eva única en su especie que una flor más para decorar un salón como ocurría con esas bobas que asesinaban sus dedos para aprender a tocar piano cuando sus maridos les harían tocar otras cositas más sucias.
La niña puso sus manos en sus caderas y rió negando con su cabeza. Todavía le faltaba aprender. Podía ser que fuera una malcriada incorregible, pero para aprender de lo único que le interesaba, era la más disciplinada de las aprendices. Pobre de la persona de bien que fuese testigo de la más precisa maestra para la alumna más receptiva.
—Si me hubieras enseñado cómo caer con estilo, seguiría oliendo a violetas y no a césped —sacó la lengua infantilmente antes de mirar de pies a cabeza a su conveniente amiga— Además… mírate. Si los tontos que se me aparecen me dieran la mitad de obsequios que te dan a ti, fingiría ser un poquito más difícil para ver qué tanto pueden dar. Contigo aprendo que es más fácil hacer caer las hormonas de un hombre que hacer daño a los que se ama.
—Tú tienes un… no es trabajo; es un modo de vida. Hasta eres famosa en tu rubro. Tienes que cuidar de tu cuerpo como si se tratara de tu vida porque si pierdes lo primero estás jodida. Mi historia es algo más diferente —miró entonces hacia las estrellas un segundo, porque sí, porque le dieron ganas. Lolita no era tonta; era arriesgada, sabía que los caminos que elegía eran los más peligrosos y que ninguno terminaba bien. Se preguntó si estaba tan lejos de las luciérnagas del cielo como aparentaba la distancia física. Por un instante, su voz dejó el tono de broma— ¿Tú crees que viva lo suficiente como para llegar a cuidar mi cuerpo, Tania? Yo no lo creo. Un buen día me tocará un loco que después de tener sexo me ahorcará con sus manos porque sí, porque puede, y yo no podré hacer nada. Puede que yo no sea muy lista o no tenga la experiencia que tú tienes, pero no hay que ser ni viejo ni genio para darse cuenta de que soy un peligro para mí misma. Y me gusta, ¿sabes? No es como si alguien fuera a detenerme tampoco —ni su padre ni su celadora lo harían. ¿Qué más le daba?
Porque cuando un amante la poseía, al otro día despertaba con el abrazo que su padre le había negado desde su concepción; porque cuando le susurraban al oído que la deseaban, sentía que no un insecto esperando ser aplastado por el mundo, sino que una mariposa a la cual admirar. Pero como con toda mariposa, el precio de las alas sería no usarlas nunca más.
Félice Moulin- Humano Clase Baja
- Mensajes : 53
Fecha de inscripción : 08/02/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Inconvenient [Privado]
” Ella tenía una manera de considerar la vida que a a la cual a muchos, le parecía una ofensa personal.”
— Henry James
— Henry James
Algunas lecciones eran difíciles de aprender, debías caerte mil veces, para que a la noventa y nueve vez, aprendieras como caer y levantar con mucho estilo. Se alzo los hombros, al parecer Lolita había ganado y la postura de mujer, deseando enseñarle buenos modales a una jovencita, ya perdida, se había ido, Lolita parecía encantada de sus artimañas, de sus movimientos de leona bien entrenada, pero a lo mejor eso era, un felino de circo, entrenado para hacer disfrutar a los espectadores. Tania pensaba que era tonta, que la niña seria una de esas inocentonas, que no sabían del mundo, pero esta le había salido muy astuta e inteligente, eso hizo que alzara una ceja, mientras la oía hablar, ella nunca lo había podido decir mejor, era cierto necesitaba cuidar su cuerpo, sin él, estaba jodida, sin trabajo, sin futuro sin francos.
— Nadie tiene la disposición de decir si morirás o vivirás — inquirió suavemente, en un tono tranquilo, hasta amable, mientras le ofrecía la mano, para que caminara con ella. Se detuvo por unos momentos, para arreglarle el vestido, Tania se había arrodillado, para estar a su altura y así limpiar un poco su vestido, del polvo que había agarrado — Si no es tu hora, no la será, siempre habrá una chispa de vida que te hará sobrevivir— y ella era una de las que lo sabia mejor, había recorrido muchos caminos, con muchos hombre, camas, y hasta en otros lugares, algunos tan malo que la dejaban prácticamente a un paso de la muerte o tan destruida en su interior, que sería imposible saber si se recuperaría, aun así, siempre se reponía, volvía a vivir, porque la vida es esa para vivirla, hasta que la muerte quiera besarte.
Sujeto sus mejillas, apachurrándolas, juguetonamente, como si se tratara de una tía latosa — vivirás mucho tiempo, serás la cortesana más sensual y bella que toda Francia haya conocido — se acerco, para unir sus narices y en un momento extraño, denostarle cariño a una persona, que prácticamente no debería estar con ella y menos apoyándola a entrar en ese mundo, pero la venezolana sabia que nadie la detendría, se le veía en sus ojos, en esa llama en su interior. — Es mas… si eres inteligente y no cometes los normales errores de nosotras, te aseguro que llegaras a Versalles como una de las cortesanas favoritas de la realeza — ella será muy soñadora, era algo que solía mantenerla de buen humor y viva, el imaginar que no se quedarían como putas comunes y corrientes, que cobran apenas tres francos por el servicio, no ella pensaba en grande, en los buenos hombres, en la buena calidad.
Y volvió a levantarse, para ofrecerle su mano y seguir caminando — Te contare algo de mí, pero tú me tienes que contar algo de ti. ¿Vale? — inquirió, mientras seguían al paso que imponían las otras personas, mujeres y hombres de mediana clase, bien vestidos, que iban y venían — mi padre es muy rico, vive en España, junto con una esposa que nunca pudo tener hijos, así que él se follaba a la india de la casa y de allí nací yo — sonrió ampliamente mientras la miraba de reojo y volvía a poner la mirada al camino, para seguir su relato — El me quería mucho, también a mi madre; aunque en realidad nunca supe que era mi madre hasta estuve en el barco, que me traería a España — ella había sido una niña malcriada, rebelde, obteniendo lo que quería, pero siempre mal recibida por todos, por su procedencia, la que todos sabían, excepto ella. ¿Por qué le contaba todo eso? A lo mejor para poder volverse más humana, real, mostrarle a Tania, no a la cortesana.
Tania Fernandez- Prostituta Clase Baja
- Mensajes : 180
Fecha de inscripción : 16/02/2012
Localización : En el burdel~
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Inconvenient [Privado]
Aunque hiciera muecas de disgusto, a Lolita le parecía sorprendente que una cortesana amiga, la peor de las influencias, pudiera tener gestos tan maternales con ella, si es que podían llamársele de alguna forma. A Madame Lavoisier le daba igual que Dolores mantuviera sus ropas empolvadas y descocidas, salvo cuando la niña decidía pasearse por los lugares que frecuentaba su padre, donde sería vista por bocones poco discretos. No lo decía, pero lo agradecía. Sabía que Tania era estricta en su rubro y que había aprendido a marchar hacia delante sin atarse demasiado ni a la tierra ni a las personas que podían traicionarla, pero así y todo elegía mostrar amabilidad sin exceso para con ella en vez de patearla hacia un lado. Hacía que su vida pareciera tener raíces, lo cual era absolutamente un teatro, pero con eso le bastaba. Era el “todo está bien” que necesitaba.
Se sobó sus mejillas hinchadas una vez que la cortesana las liberó antes de lanzar un pueril bufido. Tania en realidad le tenía fe, tal vez no por lo que era en el presente, pero sí por lo que podía llegar a ser si llegaba a especializarse en el arte del puterío. Después de todo, la mujer más codiciana no era la que más mostraba, la que se hacía más la difícil, la más hermosa o la de los senos más pronunciados; era aquella que lograba encarnar en su persona lo que a todos y a cada uno de los hombres se le antojaba.
—Eso suena a un cuento de hadas, ¿no? Como si lo mejor que pudiera pasar también fuese lo más probable. —Dolores no quería creer en eso, porque si fallaba querría ser devorada por el mundo en ese mismo instante. Estaba resignada a esperar que alguna enfermedad contraída la secase joven. Cualquier cosa antes de morir como un vejestorio— Pero hasta una boba como yo sabe que si se abusa de la chispa como lo he hecho, cada vez te va peor. La buena racha es la más canalla de las compinches, pero parece que a ti te ha tratado bien.
Caminaban juntas, con Tania convencida de que Dolores tarde o temprano se integraría a su mundo y con Lo negándolo hasta el cansancio. El que fueran cortadas por la misma tijera, ambas hijas prohibidas de sus padres, hacía que fuera más fácil que compartieran confidencias. Las historia de la prostituta de piel ligeramente acaramelada no dejaba indiferente a nadie. Desde luego que si la contara en público, media Francia la quemaría viva por su sangre “no-humana”, pero Lolita, que era considerada un objeto algunas veces placentero pero también asquerosamente molesto, escuchaba atenta, cosa que pocas veces hacía.
—Saliste a tu padre, entonces. Cualquiera se encama con quienes al día siguiente no solamente desconoce, sino que también humilla. Por la puta que se hace la virgen que lo sé. Pero ¡mira qué raro! atreverse a amar a una india y a su vástago. Debía bien puestos los pantalones. Te envidio —admitió la mozuela de que Tania pudiera enorgullecerse al menos en parte de su origen. Lolita no podía llamar “padre” a su padre. Con suerte le decía “mi papá de pene”.
Un matrimonio pasaba en sentido contrario por la misma calle que ellas. Le dirigieron una miraba escandalizada a Dolores por haber pronunciado las palabras “pantalones” y “puta” con esa simpleza. Luego tiraron dagas visuales contra Tania por no haberle dado un memorable tortazo a la niña de boca sucia en el momento en que se atrevió a pronunciar esas inapropiadas palabrotas. La bastarda no encontró nada mejor que hacerles muecas y, una vez que se alejaron, lanzar maldiciones.
—Espero que esa vieja avinagrada no espere a su marido para cenar. La va a pasar de nuevo donde tú trabajas, seguro —Puso los ojos en blanco, sin quedar satisfecha. Sólo respirar profundo hizo devolverle la calma— ¿Sabes, Tania? Me equivoqué. La racha no te ha tratado bien; fuiste tú quien la hizo su ramera. Además puedes tener todo lo que quieras; eres guapa y visionaria. Yo no soy ninguna de las dos. Me buscan porque me abro de piernas fácilmente y les excita tirarse a una niñata, lo sé y está bien, pero tu mundo no es para mí. Me echarían a la semana, es seguro, porque ni yo me soporto a veces. ¿Te imaginas llegar a la corte a venderme? Te contaré que ahí encontraría a mi padre, a quien nunca he visto, pero que me mantiene junto a una tutora más gendarme que cuidadora para que no abra la boca y diga que tiene una bastarda con una de sus fallecidas sirvientas. Él sabe que soy capaz de ir a uno de sus bailecitos de salón mariposones para montar el escándalo de su vida. Es más… apuesto a que si fuera a prostituirme a esos lugares, no me reconocería y pagaría mis servicios como cualquier cliente. Crudo, ¿verdad? Pero eso es lo que es. A veces me pregunto qué hubiera sido si mi madre no hubiera muerto cuando me dio a luz.
Pensar en ella le ponía mal. Era un recuerdo permanente de que había perdido su única oportunidad para ser feliz, por lo que negó con su cabeza y prefirió preguntarle a su amiga y maestra.
—¿Qué hay de ti, Tania? ¿Qué pasó con tu madre?
Se sobó sus mejillas hinchadas una vez que la cortesana las liberó antes de lanzar un pueril bufido. Tania en realidad le tenía fe, tal vez no por lo que era en el presente, pero sí por lo que podía llegar a ser si llegaba a especializarse en el arte del puterío. Después de todo, la mujer más codiciana no era la que más mostraba, la que se hacía más la difícil, la más hermosa o la de los senos más pronunciados; era aquella que lograba encarnar en su persona lo que a todos y a cada uno de los hombres se le antojaba.
—Eso suena a un cuento de hadas, ¿no? Como si lo mejor que pudiera pasar también fuese lo más probable. —Dolores no quería creer en eso, porque si fallaba querría ser devorada por el mundo en ese mismo instante. Estaba resignada a esperar que alguna enfermedad contraída la secase joven. Cualquier cosa antes de morir como un vejestorio— Pero hasta una boba como yo sabe que si se abusa de la chispa como lo he hecho, cada vez te va peor. La buena racha es la más canalla de las compinches, pero parece que a ti te ha tratado bien.
Caminaban juntas, con Tania convencida de que Dolores tarde o temprano se integraría a su mundo y con Lo negándolo hasta el cansancio. El que fueran cortadas por la misma tijera, ambas hijas prohibidas de sus padres, hacía que fuera más fácil que compartieran confidencias. Las historia de la prostituta de piel ligeramente acaramelada no dejaba indiferente a nadie. Desde luego que si la contara en público, media Francia la quemaría viva por su sangre “no-humana”, pero Lolita, que era considerada un objeto algunas veces placentero pero también asquerosamente molesto, escuchaba atenta, cosa que pocas veces hacía.
—Saliste a tu padre, entonces. Cualquiera se encama con quienes al día siguiente no solamente desconoce, sino que también humilla. Por la puta que se hace la virgen que lo sé. Pero ¡mira qué raro! atreverse a amar a una india y a su vástago. Debía bien puestos los pantalones. Te envidio —admitió la mozuela de que Tania pudiera enorgullecerse al menos en parte de su origen. Lolita no podía llamar “padre” a su padre. Con suerte le decía “mi papá de pene”.
Un matrimonio pasaba en sentido contrario por la misma calle que ellas. Le dirigieron una miraba escandalizada a Dolores por haber pronunciado las palabras “pantalones” y “puta” con esa simpleza. Luego tiraron dagas visuales contra Tania por no haberle dado un memorable tortazo a la niña de boca sucia en el momento en que se atrevió a pronunciar esas inapropiadas palabrotas. La bastarda no encontró nada mejor que hacerles muecas y, una vez que se alejaron, lanzar maldiciones.
—Espero que esa vieja avinagrada no espere a su marido para cenar. La va a pasar de nuevo donde tú trabajas, seguro —Puso los ojos en blanco, sin quedar satisfecha. Sólo respirar profundo hizo devolverle la calma— ¿Sabes, Tania? Me equivoqué. La racha no te ha tratado bien; fuiste tú quien la hizo su ramera. Además puedes tener todo lo que quieras; eres guapa y visionaria. Yo no soy ninguna de las dos. Me buscan porque me abro de piernas fácilmente y les excita tirarse a una niñata, lo sé y está bien, pero tu mundo no es para mí. Me echarían a la semana, es seguro, porque ni yo me soporto a veces. ¿Te imaginas llegar a la corte a venderme? Te contaré que ahí encontraría a mi padre, a quien nunca he visto, pero que me mantiene junto a una tutora más gendarme que cuidadora para que no abra la boca y diga que tiene una bastarda con una de sus fallecidas sirvientas. Él sabe que soy capaz de ir a uno de sus bailecitos de salón mariposones para montar el escándalo de su vida. Es más… apuesto a que si fuera a prostituirme a esos lugares, no me reconocería y pagaría mis servicios como cualquier cliente. Crudo, ¿verdad? Pero eso es lo que es. A veces me pregunto qué hubiera sido si mi madre no hubiera muerto cuando me dio a luz.
Pensar en ella le ponía mal. Era un recuerdo permanente de que había perdido su única oportunidad para ser feliz, por lo que negó con su cabeza y prefirió preguntarle a su amiga y maestra.
—¿Qué hay de ti, Tania? ¿Qué pasó con tu madre?
Félice Moulin- Humano Clase Baja
- Mensajes : 53
Fecha de inscripción : 08/02/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Inconvenient [Privado]
A nadie trata bien la vida, eso lo había aprendido hace mucho tiempo, pero la diferencia era que algunos lo demostraban mientras que ella prefería mantenerlo todo adentro, después de todo no tenia alguien realmente cercano para contarle todos sus males, los hombres que pasaban por su cama eran clientes, ninguno se había dado la talla para hacerla realmente su mujer y poderlo llamar amante, al final de la noche quedaba ella acostada en una cama vacía, con un pedazo de su alma hecha pedazos, porque aunque no lo quisiera, cada uno de sus amantes siempre lograba llevarse un pedazo de su existencia y eso poco a poco lograba envenenarla.
El peor enemigo de una persona era el mismo, la cortesana ignoro a aquella pareja que se había quedado horrorizada de la educación que había recibido Lolita, Tania no tenía la culpa de aquello, lamentablemente la jovencita había corrido con su misma suerte, era un alma decadente rodeada de personas que solamente están interesadas en su bienestar y no miran a quien tiene a su lado. Ella también se había convertido en una de aquellas personas egoístas que piensan solamente en ellas o eso había intentado, porque el estar junto a lolita tratando de orientarla y explicarle lo mejor posible que aquel mundo no era divertido, la hacía ver como una mujer que le gustaba ayudar a las personas a poder lograr un mejor camino que el que ella tomo.
Le dolía, sangraba y se desgarraba el alma de solamente pensar que la jovencita tuviera su misma suerte, veía a una Tania fácilmente reflejada en una versión más joven, inexperta e imprudente, pero que buscaba ver la parte divertida de todo aquello, sin que esta realmente tuviera cuestión animosa. — ¿Me haces pensar en mi madre porque tú no quieres pensar en la tuya? — pregunto con una sonrisa amplia en sus labios — Eso es crueldad Lolita, te gusta hacerme sufrir— acomodo sus cabellos hacia atrás y suspiro largamente, recordando las pocas veces que había podido ver al rostro de aquella indígena que trabajaba en la casa de su padre con tanto esmero y preocupación por ella, mientras que Tania simplemente la rechazaba y la trataba como una sirvienta mas.
En ese tiempo le agradecía el amor de madre que le había querido dar a escondidas, dándole todos los caprichos que ella pedía y sonriendo con tanta alegría cuando Tania alcanzaba un logro. Su madre siempre supo que era mejor callar la verdad, su hija debía poder sobresalir, aunque eso significase tener que estar en las sombras sin ser vista — La valore muy poco, la verdad — se confesó con un semblante algo decaído, no le gustaba tampoco recordar a su madre, pues le hacía sentir realmente mucha culpa como la había tratado todo ese tiempo.
Tania Fernandez- Prostituta Clase Baja
- Mensajes : 180
Fecha de inscripción : 16/02/2012
Localización : En el burdel~
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Temas similares
» We are... [Privado]
» Let Me In Into You ~ Privado {+18}
» Soy yo, en vez de él {Privado}
» 6 6 6 /privado
» Lo que nos dio el mar | Privado
» Let Me In Into You ~ Privado {+18}
» Soy yo, en vez de él {Privado}
» 6 6 6 /privado
» Lo que nos dio el mar | Privado
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour