Anabeth Isabelle Valmont Bessette

Nombre del Personaje: Anabeth Isabelle Valmont Bessette.

Edad: 17 años.

Especie: Homo sapiens sapiens Var. danzarinus revolucionarius.

Tipo, Clase Social o Cargo: Clase Media.

Orientación Sexual: Heterosexual.

Lugar de Origen: Caen, Región de Normandía, Francia.

Habilidad/Poder: Tiene la cabeza muy dura XD.

“De día soy una, pero de noche soy otra...” De seguro a más de un lector podrá sonarle esa frase y sonarle divertida, y aunque Anabeth no se transforma en un enorme ogro verde, no podría haber nada más cercano a su realidad. Su cabellera es dorada como el oro al mezclarse con los rayos del Sol, suele desaparecer ante la presencia de la luna, para ser reemplazada con un peluca castaña de cabello natural y sus ojos se cubren de un antifaz cuyo color depende de la vestimenta del momento. Fuera de ello, el resto permanece tal cual es.
Sus delicadas curvas se mueven marcadamente otorgándole una silueta bien formada y envidiable para cualquier doncella de su edad. Su estatura ronda el promedio del modelo francés —1,71 m—, mas sus dedos parecen pertenecer a un cuerpo mas largo y delgado, tiene una cintura bien formada y mirada sumamente expresiva. Sus ojos son de una peculiar tonalidad verde-grisácea, que contrasta perfectamente con los colores oscuros que utiliza para enmarcarlos resaltándolos aun más. Posee cejas muy bien definidas, aunque no pobladas. Sus labios son gruesos y bien formados, de un tono rosa pálido por lo que suele pintarlos de colores vivos para resalten sobre el color de su piel, también rosa pálido; nariz pequeña y respingona; de pómulos ligeramente sobresalientes y barbilla pronunciada.
Sólo viste ropa de telas suaves y con movimiento, para ella el tacto con la ropa es aun mas importante que la vista, le encantan los vestidos y las faldas, los zapatos de tacón, la lencería de encaje, los perfumes caros, las carteras amplias y las joyas con historia o significados especiales. Posee el intestino más rápido del Oeste y, aunque jamás lo reconozca, ronca por las noches.

“Yo no soy esa mujer...” Es lo primero que diría Anabeth al presentarse junto a otras mujer de aquella época y de cualquiera. Siempre única y complicada, siempre queriendo marcar la diferencia y resaltar su sello personal, aún cuando todo en ella nos lleve a llamarle una verdadera feminidad sobre dos piernas, mas siempre se debe conocerle desde el principio ya que su personalidad, como la de muchos, suele variar en grados de confianza.
A primera vista da la impresión de ser fría y calculadora, ya que puede parecer bastante seria y coqueta en un principio, pues es buena para ocultar sus sentimientos tras una mascara de coquetería y presunción que ha tenido que saber adoptar gracias a su trabajo, pues cuanto más atraiga a los hombre mas dinero recibe y mientras distancia mantenga mas segura se siente. También peca de cobarde, vive temiendo a que la hieran o que dañen el poco orgullo que le queda, que descubran la verdad de su situación económica y la traten como a una basura, por lo que prefiere reprimir sus emociones hasta estar cien por ciento segura de las personas con quien está o hasta que le gane su inmensa e incontrolable impulsividad.
Es curiosa, inquieta, caprichosa, testaruda y extremadamente feminista y exagerada. No sería extraño escucharla llorar como una Magdalena por una estupidez, pues cuando anda en sus días más sensibles, se desespera con facilidad. Mas si debemos seguir describiéndole, es también es un poco desconfiada, observadora y sagaz, demasiado directa para decir las cosas, posesiva, inteligente, temperamental y sumamente impulsiva. Sueña con ser completamente independiente, pues odia que le digan lo que tiene que hacer y por ello lucha incesantemente por arreglárselas por sí sola. Y una vez que se le conoce, es muy fácil descubrir soñador y romántico, aquel que precisamente no odia a los hombres, como suele profesar, y esa risa floja y contagiosa que no duda en salir incluso para reírse de sí misma, haciéndola una muy buena amiga. Le encantan los niños y sueña con tener el suyo propio, aún cuando ello deforme su figura tan bien trabajada, lo cual no significa que no reclame por ello y probablemente hasta blasfeme contra el mismo futuro padre por haberle hecho eso; por fortuna, sólo hace falta un poco de mimo para hacerle callar y tenerle retosante y satisfecha como un gatito de chalé.
Sin embargo, no hay que olvidar que se ha criado como la mantenida hija única de una de familia de bien, la misma vida le ha enseñado a luchar con todas sus fuerzas por lograr recuperar lo que aún cree suyo. ¿Hasta donde es capaz de llegar para ello? Eso es algo que aún está por verse.

Anabeth Valmont era la hija única —o al menos eso creía— de una familia modelo de la mas alta sociedad francesa. De pequeña le enseñaron el respeto por el apellido, las ventajas del clasismo y el rechazo hacia quienes se relacionaban con los de un estrato social inferior; le inculcaron el valor por el dinero y los bienes materiales, pero por sobre todo, el miedo a los vagabundos, ya que para su familia, no eran mas que el cáncer de la Tierra, aquellos que ensuciaban las calles con sus desechos fecales y su horrible presencia, que no sólo llenaba el ambiente malos olores, sino que también incrementaban el tamaño de las poblaciones peligrosas, de los ladrones, asesinos e incluso violadores.

A sus cortos ocho años, vio morir a su madre en los brazos de su padre producto de una extraña enfermedad que contrajo luego de haber sido ultrajada por un callejero errante, y mas les aborreció. Por su parte, su padre continuó con su misma crianza despreocupada y apartada a causa de sus innumerables viajes de negocios, por lo que prácticamente fue criada por los propios esclavos de la familia, mientras él sólo se encargaba de suplir cada uno de sus caprichos materiales, a causa de la culpa que le provocaba su ausencia como padre, ya que le quiso, siempre le quiso y de eso no quedaba duda, pero nunca se daba el tiempo para compartir o hablar con ella por lo que Anabeth se crió en lo que a madurez humana respecta, únicamente con las amigas de la escuela.

Posteriormente, a la edad de quince años, pierde también a su padre cuando más de cien personas murieron en una de las primeras batallas revolucionarias en pro de la caía de los reyes y la formación de la República, en donde los más enardecidos eran precisamente la gente más afectada por las penumbras económicas del decadente reinado, una vez más los mas pobres de la sociedad.

Anabeth parece ser la única heredera de toda la fortuna Valmont, pero otro nombre aparece en la lista de herederos; Guilhem Valmont, un supuesto hermano mayor y ahora tutor legal, nacido producto de una aventura de soltero de su padre —para su mala suerte— con una prostituta de baja categoría, nada podía ser peor… Depender de un pobretón.

Cuando su “hermano” —radicado en Parías— se enteró de lo sucedido, viajó inmediatamente a Caen en busca de hermana y su herencia que, después de todos los descuentos por parte de las deudas secretas adquiridas por el Señor Valmont, sólo quedó en los esclavos negros por lo que Anabeth tuvo que renunciar a los lujos de su vida pasada, mudarse a Paris con su nuevo hermano y cambiarse de instituto para el siguiente año. Su situación no podía ser peor, Guilhem era a sus ojos un mediocre con pocas aspiraciones que aún vivía con su madre, la ex prostituta. Las relaciones no eran buenas, pues la rubia nada hacía por acercarse los desconocidos de los que ahora dependía y por tanto evitaba pasar en casa el mayor tiempo posible, comenzando a llevar una vida de libertinaje y malas —pero adineradas— compañías. Todo hasta que un día, en una de sus escapadas con sus nuevos amigos de la alta sociedad, conoció a un chico encantador de quien creyó enamorarse a primera vista y quien estuvo a punto de convertirla en su cena, pues a pesar de lo increíble que pudiera sonar, ella asegura se trataba de un vampiro, un vampiro de verdad quien de pronto se vio atacado por un enorme lobo gris quien había salido en su defensa. Sin entender nada, huyó lo más rápido que le permitían sus heridas, y no mucho más allá, fue su propio medio hermano quien le detuvo y socorrió, confesándole en aquellos instantes que él mismo había sido el lobo que le había salvado… Genial… Ya no sólo creía que se estaba volviendo loca, sino que a pesar le debía la vida a su odiado holgazán.

Después de esa noche, fue la madre de Guilhem quien se encargó personalmente de cuidar de sus heridas —afortunadamente ninguna mordedura— por lo que Anabeth tuvo que comenzar a bajar su postura ofensiva en contra de los más humildes y comenzar a aceptarles por quienes eran. Todo además de comenzar a razonar que no sólo de humanos era este mundo y que no eran los vagabundos las criaturas a quienes más debía temer. Aún así, llegó a un momento en que creyó que si no respiraba de su propio aire, se volvería loca y por tanto buscó hacer su propia independencia, buscando un trabajo cuyo horario le permitiera retomar sus estudios de danza, pero la vida es difícil y sin los contactos necesario las oportunidades se reducen. Su única alternativa eran los trabajos nocturnos como cantinera o bailarina, pues prostituta nunca fue una opción, más la posibilidad de un mejor sueldo se vino con el trabajo de cabaretera el cual aceptó a ojos cerrados, ya que no sólo le permitía mayores ingresos sino también mezclarlo con una de sus mayores pasiones; el baile. Sin embargo, su propio orgullo le ha llevado a ocultar su identidad bajo una peluca y un antifaz durante sus funciones, pues jamás reconocería ante un extraño que escasea de dinero. Orgullo, simple y demasiado orgullo, que sólo nos deja en claro que aún le queda mucho que aprender de la vida y probablemente lo haga a porrazos.

# Estudió ballet y danza desde los cuatro años de edad.
# Le encanta recolectar flores de diferentes estaciones y secarlas entre sus libros.
# Es índigo.
# Si bien ha tenido alguna que otra relación pasajera, jamás se ha permitido dormir junto a un hombre, pues posee un GRAN secreto.
# Y su secreto es que ronca como un cerdito XD.
# Adora caminar descalza.
# Peca de vanidad.
# Teme terriblemente a los vagabundos.
# Su alterego nocturno se hace llamar Ana.