Tienes un deseo: morir. Y una esperanza: no morir. | Derek Van Wijs

Existen lugares para determinada situación, a veces la situación no es acorde al lugar.

La gran Catedral de Notre Dame lo recibió con las puertas abiertas, como era costumbre a las miles de personas que en la semana la frecuentaban. No era usual que vistiera con sombrero, al menos no desde su matrimonio con Crystall. Su vida había cambiado con su llegada. Si había sido para bien, lo únicos que lo podían debatir eran ellos, los Van Wijs. Su ataviado calzado no se movió, como sí estuviera inmóvil o alguien lo hubiese intimidado, mas no era nada de eso, él estaba relajado, no tenía presiones, no había estrés en su cabeza. Hacía días sus dudas se habían marchado, tenía más confianza y aunque sus planes eran desconocidos para su esposa, tenía fe en que ella lo aceptaría.

Fe, cuando esa palabra se le cruzó por la mente recordó el por qué de encontrarse en dicho lugar. Él había sido criado como católico, pero después de la muerte de su familia no asistió más, albergaba infinidad de pecados, pero el más terrible de ellos era el cometido hacía un par de meses... El incesto con Crystall.

Pero él no estaba ahí para confesarse, su razón era otra, hablaría con Dios, justo como se lo enseñaron, con el corazón. Sabía que pedir perdón por su último pecado -el adulterio- sería más fácil de obtener que el incesto. Y aún eso no era su verdadero motivo, uno que mantenía protegido, oculto; qué aquella cortesana despertara. Pediría por él, por una sana ambición como si realmente la mereciera, aunque ¿quién dictaba, quién merece qué y quién no?, era una respuesta entre los católicos, hipócrita pero que lo llevó allí.

Por fin comenzó a avanzar, no había mucha gente, apenas un puñado bien distribuido. Respiró profundamente, la fama había moldeado en él, vanidad, arrogancia e hipocresía; no quería recuperar esos atributos por lo que sonrió a cada mirada que le era ofrecida, sus pasos hicieron eco. Estuvo a punto de maldecir por ello pero se contuvo, tampoco era que quisiera pasar desaparecido. Pronto el altar llamó su atención, centrando su vista sólo en éste, con la mirada alzada y totalmente fascinado. Hubiera seguido embobado sino hubiera escuchado un sonido muy parecido al aplauso y que despertó en él una ilusión. ¡Oh, era un plató iluminado, ambientado con música de orquesta, y ahí justo en medio él haciendo su magia! Los aplausos arrasan el teatro superando a la orquesta, Derek se acerca a su asistenta y tomándose la mano reverencian al público en agradecimiento por la ovación!

Sonríe sin dejar de caminar y de pronto, su calzado choca con un ajeno. La ilusión termina y Derek se siente a penado. atiende y se da cuenta de que es una joven. —Disculpe usted señorita, fui muy torpe...— no dijo más, su voz fue un poco sonora y tal vez seguiría avergonzándola con sus palabras. Así que Derek se arrodilló junto a ella, —espero no haberla interrumpido en algo importante...— le susurró pero volvió a detenerse, tal vez era incomodo para ella, tal vez ahora sí la había interrumpido. —Creo que si no la había distraído antes ya lo hice ahora... todos tenemos un motivo, ¿cierto?— su tono era un tanto amable, de esos que dan pie a pláticas.

Derek reflexionó las palabras de la mujer, se dio cuenta de dos cosas. Poseía una voz hermosa y era inteligente. No la vio pero supo que se levantó y caminó a la salida. Sus pasos eran ligeros y casi no se escuchaban era como si ella fuera...

Suspiró y por un instante olvidó el por qué estar en la gran catedral frente al Señor que en un punto de su vida maldijo. Poco a poco sus ideas se reorganizaron olvidando a la mujer que antes compartiera lugar con él y que tan pronto hablo se marchó. Pero a Derek la curiosidad le invadió, sonrió perverso, pero no porque pensara hacer algo impropio, algo vulgar; más bien era lo propiamente dicho una travesura. Volteó su cabeza viéndola salir por los grandes portales y en ese momento se le reveló una visión. No estaba seguro si era una premonición o una reminiscencia. Aunque aludió la primera.

La vio a ella, en un escenario con una iluminación espectacular. En el centro danzaba de forma magistral. En tan breves segundos vio el espectaculo completo y cuando ella hubo terminado se escuchó —A great applause to Darla!— y seguido un colosal serie de aplausos que silenciaron a la misma orquesta.

Terminó, la catedral se llenaba de gente pronto daría inició la misa y Derek contempló la figura de la mujer que al parecer lo esperaba. Fue entonces que a su mente llegó una gran ambición... ¿podría ser ella la mujer a la que ha estado buscando desde que se encaprichó a regresar al espectáculo? Si se trataba de una premonición le anunciaba que ella triunfaría en solitario... ¿pero si uniera fuerzas con él no podrían juntos alcanzar una gloria mayor a la que el mago consiguió en su tiempo?

Decidido se levantó y a prisa se dirigió a donde estaba la joven. —Éxito— dijo cuando llegó con ella, pero no me vaya a mal interpretar, no deseo dinero o un gran reconocimiento. Alguna vez fui un mago respetado y aclamado en algunos lugares. Fui conocido por el nombre de Doreckmair O'Raven dejé el espectáculo por situaciones personales. Sabrá que en la vida se cruzan muchos caminos, algunos tan inesperados que cambian la vida— se detuvo para tratar de contemplarla, aquel velo le entorpecía pero declinó hacer ya que no lo creyó correcto, después de todo eran desconocidos y sus intenciones eran otras. —Yo tengo un gran amor por el arte, por la actuación. Con mis espectáculos hacía sonreir a muchos y divertir a otras tantos. Quiero volver hacer eso y viene a pedir al Señor visión para llevarlo a cabo— suspiró su entonación se había escuchado un tanto entusiasmada y por unos momentos desvió sus ojos. —Quiero pedirle disculpas miss Darla—dijo con un brillo en sus ojos. Era tiempo de que la red fuera tejida.

Darla se había exaltado y no era para menos, después de todo aquella figura que se le reveló en la visión lucía frágil, era toda una damisela y para iniciarse como era debido tenía que ser inteligente o la perdería. —Le adelante mis disculpas por atreverme a declamar su nombre cuando nunca me lo facilitó y mucho menos me permitió tutearla— dijo un poco apresurado y sin dejar de sonreírle pero de un modo respetuoso nada presuntuoso ni mucho menos buscando un coqueteo. Derek se humedeció los labios, sabía que no podía permitirse hundirse en un silencio cuando la dama que en esos momentos le ocultaba el rostro bajo ese velo luchaba con su cuerpo para enfrentarle de la manera que pudiera.

—No le haré nada, estamos en los jardines de la casa de Dios hay mucha gente a nuestro alrededor y con un simple grito suyo me alejarán de usted. Pero por favor, permita que le revele como es que sé su nombre y como es que le puedo afirmar que es usted una espléndida bailarina— su voz intentaba transmitir una confianza aunque no estaba seguro de que fuera a funcionar. Él esperaba que la incertidumbre y la curiosidad fueran el incentivo para que ella por voluntad propia se acercara a él y pudieran charlar con más profundidad.

Con su porte elegante miró de un lado a otro en busca de un sitio, dentro de los jardines de la catedral, donde pudieran hablar, quizás una banca que les diera algo de privacidad pero al mismo tiempo estuviera a buen alcance de un grito de autodefensa y una llegada pronta de algún caballero andante que quisiera ayudarla. Claro que eso nunca sucedería porque él no era un hombre vil que se oportunara de una mujer, mas sabía que era la única forma en la que podía transmitirle un poco de confianza.

Al fin localizó una banca de hierro no muy lejos. —No es arrogancia miss, pero no hay mago en Europa que pueda igualarme y es porque lo que yo hago realmente es magia. Yo le puedo mostrar, además, si me permite le puedo explicar todas las incógnitas sobre mi persona y los conocimientos que tengo sobre usted... sólo le pido que me acompañe a aquella banca— y mientras lo mencionaba señaló el objeto con la mano extendida; —por favor, permita que le explique después si lo desea puede irse... no soy un espía y de hecho es la primera vez que nos encontramos— concluyó y pensó en brindarle su mano pero no quería parecer atrevido, así que sólo se colocó a un lado de ella, esperó unos instantes y comenzó a caminar a la banca, esperando que ella le acompañara.

—Soy Derek, Derek Van Wijs— dijo antes de proseguir y desvió la mirada. Evocó un futuro nada claro, un futuro en el que ambos estaban involucrados mas no entendía como. Derek podía percibir el miedo de Darla y sabía que pese a todo lo que él dijese no conseguiría su confianza, no ese día, pero algo en él, en sus visiones le decía que debía hacer el esfuerzo por acercase a ella, a sus sentimientos, al dolor que sus ojos no pueden ocultar. —No puedo responder a su pregunta de por qué usted no ha escuchado nada de mi cuando yo me he presentado como alguien famoso— la miró a los ojos, como si quisiera hechizarla siendo ese el único movimiento que hizo.

—Respetaré su decisión de marcharse, pero le aseguro que no será porque vea en mí engaño— suspiró preparando una fuerte ilusión, una que sólo ella pudiera ver y nadie más. —Los magos basan sus efectos mágicos en tres partes o actos. La primera parte, es la presentación: el mago muestra algo ordinario, una baraja de cartas, un pájaro o una persona. El mago lo exhibe, puede invitar al espectador a que lo examine, para que vea que no hay nada raro. Todo es normal. Pero claro, probablemente no sea así. El segundo acto es la actuación: el mago, con eso que era ordinario, consigue hacer algo extraordinario. Entonces intentarás descubrir el truco, pero no lo conseguirás, porque en el fondo, no quieres saber cuál es. Lo que quieres es que te engañen. Pero todavía no aplaudirás. Que hagan desaparecer algo no es suficiente, tienen que hacerlo reaparecer. Por eso, todo efecto mágico consta de un tercer acto, la parte más complicada de este acto, es el prestigio— dijo y mientras concluía su discurso a espaldas de él comenzó a crearse la ilusión que buscaba la única intensión de hipnotizar a Darla.

Frente a ella, apareció un gran escenario con un auditorio lleno, y ahí en medio del plató estaba ella y él. —Soy el mejor porque realizo los tres actos y mi único engaño es hacer creer al público que todo lo maravilloso e imposible que ven tiene una explicación... No tengas miedo— y la ilusión se incrementó rodeándola también a ella, siendo parte de ambos. —Esto que vez no solamente es una ilusión, también es una premonición, si me he atrevido a exhibir este secreto ante una mujer desconocida, porque el hecho de que sepa su nombre no significa que la conozca, es porque quiero saber por qué ambos estamos en el escenario, por qué parece que nos conocemos tan bien... Míranos, nos sonreímos mientras tomamos nuestras manos para agradecer los aplausos y recibir los ramos que indiscutiblemente te pertenecen... Quiero saber por qué— dijo con sutileza mientras veía su delgado y juvenil rostro.

Dejó que la ilusión perdiera intensidad y se desvaneciera ante los ojos de ella. —No pretendo decirle que tenemos que estar juntos porque así lo indica la premonición, pero estoy seguro de algo, ambos hemos perdido algo muy valioso y quizás, sólo quizás nosotros podemos ayudarnos a sanar nuestros dolidos corazones— le propuso acompañando sus palabras con una sonrisa.