A man of many faces

Habilidades y Atributos Innatos:
-Habilidades Innatas: Sigilo, Sentidos Aumentados, Buenos Reflejos, Agilidad, Flexibilidad, Velocidad y Fuerza Sobrehumana.
-Atributos Innatos: Colmillos Afilados, Uñas Afiladas (en algunos casos), Piel y cuerpo resistentes e Inmortalidad.

Poderes Innatos:
-Sanación Acelerada: Habilidad para sanar rápidamente contusiones no tan graves.
-Percepción del Aura: Habilidad para ver las Auras de otros Seres, cuyos colores indican su humor, identidad y Nivel de Hostilidad.

Otros Poderes:
-Bloqueo Mental: Habilidad para bloquear la mente y que nadie sepa lo que está pensando.
-Persuasión: Habilidad para controlar las acciones o el razonamiento de otra persona.
-Confusión: El vampiro puede hacer que la víctima se sienta completamente desorientada sin más que mirarle a los ojos y hablar con ella.

La única persona que llevaría el epíteto “Miserable mal nacido” con orgullo es él. Un hombre orgulloso, sarcástico, flemático y bastante egoísta, que pondrá siempre su propio placer y comodidad por encima de los problemas de los demás. ¿A quién le importarían aquellas criaturas que se arrastran por el barro como lechones? Por supuesto que a él no. Miroslav estaría mirando el panorama desde un trono de oro, riéndose de los demás, usándolos como títeres para su propia diversión. Es algo a lo que siempre ha estado acostumbrado, desde la niñez. Sus maquiavélicas manipulaciones son cosa de todos los días.

Un alma inquieta, siempre estará enfrascándose en una u otra aventura por simple curiosidad… y el deseo de satisfacer sus ansias de diversión. Sí, el aburrimiento para él es como el peor de los venenos, el más ofuscante soporífero que la humanidad haya inventado. No soporta el estar quieto ni que la lasitud lo invada lentamente. ¡Rayos, el tiempo no existe para él! Puede meterse en cualquier cosa que llame ligeramente su atención, sea una buena acción o no. ¿Qué importa? La idea es matar el tiempo, ¿No?

Se ha entrenado duramente para encandilar a quien se le cruce por delante. ¿Sus ventajas? Un porte casi mayestático y una voz flemática, elegante, pero autoritaria. Las personas se ven atraídas a él como abejas a la miel. ¿Y para qué? Para luego meterse en las peores pesadillas que el ser humano podría haber inventado. Miroslav es un ser que congenia muy bien con el dolor ajeno, con los derramamientos de sangre. Es un sádico declarado, y si encuentra un objetivo interesante no descansará hasta doblegarlo, aplastarlo como una simple ramita de arbusto. Él es quien tiene el poder máximo, y solo él dictará los destinos de cada una de las personas que se crucen en sus vías.

Prodigiosamente inteligente, su cabeza usualmente planea las cosas como si de una batalla se tratase. Mueve sus piezas con cuidado, pero a pasos firmes. Fuera de sus facetas oscuras, es un amante del conocimiento, y puede pasar días estudiando si la materia merece la pena. Es también muy sensible ante el arte, de cualquier tipo, pero especialmente hacia el arte religioso de la época medieval. Le hace pensar en la gran imaginación que tiene la raza humana para inventarse salvaciones en los momentos más oportunos o desesperados.

Al final, su mente es un verdadero tumulto que no hace más que aumentar con el paso de las décadas. Sabe que no es lo suficientemente vetusto como para mover tableros demasiado grandes, pero… ¿Acaso el tiempo no se había detenido para siempre? ¿No había ahora espacio de sobra para hacer caer a todos en su juego?

¿Quién es en realidad Miroslav Rybensky, actual Barón de Rumania? ¿De dónde salió? ¿Qué es lo que realmente busca? Esas y muchas más son preguntas que en algún momento se han hecho las personas que le han conocido personalmente. El Barón está envuelto en un halo de misterio, de una oscuridad casi sempiterna que guarda sus secretos como lo más sagrado del mundo. Nadie ha logrado traspasar el muro que el Barón Rybensky ha hecho en torno suyo, y posiblemente nadie lo hará. A Miroslav no le gusta hablar del pasado, ni rememorarlo. Era una época demasiado… ¿cómo decirlo? Aburrida.

El que ahora es el Barón de Rumania nació hace casi 390 años en una pequeña ciudad del Sacro Imperio Romano, la que en un futuro se conocería como Praga, capital de la República Checa. Se le recibió con otro apellido, uno que quedó sepultado en el tiempo. ¿Investido en Riquezas? ¡Já! Más bien tan pobre como puede serlo una rata. Su familia vivía en una pocilga en el barrio más miserable de dicha ciudad. Allí, en sus primeros años de vida, el niño bautizado como Miroslav aprendería a sentirse asqueado con la miseria. El ver todas esas caras sucias y tristes le causaría una repulsión tal que le era insoportable salir a la calle. Él sabía que estaba hecho para cosas mayores, más encumbradas que un pobre y sucio callejón donde la gente nacía y moría a menudo.

De niño siempre fue extremadamente callado, más inclinado a analizar las situaciones que a la temeridad típica de los infantes de su edad. Nunca congenió con los niños. Los encontraba demasiado insulsos, sus mentes preformadas no pensaban en nada más que en el hoy. Y al crecer, se volverían como los adultos zaparrastrosos que veía todos los días. Los tenía en un escalafón muy inferior, incluso inferior al de los gusanos. La soberbia comenzaba a apoderarse de él. ¡De él, que no tenía dónde dormir, ni un pedazo de pan que comer! ¿De qué tenía que jactarse? ¿De su pobreza? Ni siquiera podía hacer eso.

A medida que crecía, terminaba odiando más y más a las personas de su alrededor. Tenía deseos de salir de aquel agujero que no hacía más que consumir sus energías poco a poco. Cuando cumplió dieciséis, sus padres murieron presas de una peste que arrasó con todo lo que tocaba. Y en aquel momento, se sintió libre. Libre para salir de aquella pocilga, ya que no había nada que lo retuviera. Decidió cambiar su suerte, ser la persona que estaba destinada a dominar todo. Ya en ese instante lo sabía. Él sería el amo y señor, el rey. Un soberano con mano de hierro y sin compasión por los demás. ¿Para qué existía la conmiseración, de cualquier modo?

Buscó trabajos que lo ayudaran a destacar, y fue como porquerizo en la casa de un noble que la suerte le sonrió. El primogénito de aquel hombre había muerto sin dar descendencia, producto de una espiral de idiotez que él mismo se había creado. Y en una tarde de paseo, admiró la inteligencia de Miroslav al escucharlo leer en voz alta y sin tartamudear. Cómo es que un simple porquerizo podía hacer eso era un verdadero misterio para él. Se acercó al desdichado y le dijo que su nombre era Novak Rybensky, y si aceptaba su oferta, su vida cambiaría de manera extrema. Obviamente, Miroslav aceptó. El noble lo transformó en su heredero directo, aquel que haría que el apellido Rybensky no se fuera a la ruina. Miroslav olvidó su viejo apellido sin remordimientos. De cualquier modo nunca le había gustado.

Con una nueva fortuna esperándolo, el joven Rybensky hizo lo imposible por aumentarla, gracias a negocios fructíferos y movimientos hábilmente planeados. En pocos años hizo que su apellido adquirido fuera el culmen de la riqueza y la influencia en aquel pequeño pueblo suyo. Cuando cumplió veintiocho, Novak Rybensky falleció producto de complicaciones médicas, y Miroslav volvió a quedar solo y libre para hacer lo que se le viniera en gana. Y lo que se le vino en gana fue simplemente amasar más fortuna, con el propósito de llegar más rápido a la cima. Sabía que su tiempo en la tierra estaba cerca del final, y la única meta que tenía, la más acariciada, era llegar a ser parte de la realeza. Cosa que, por cierto, aún estaba lejos de ocurrir.

O al menos, hasta que conoció a esa mujer.

Su nombre era Darina. La había visto únicamente en las fiestas nocturnas de sociedad, pero había algo que le llamaba la atención. Se veía como una mujer joven, influyente y que sabía acomodarse a los de su alrededor. Al momento de entablar conversación, inmediatamente se interesó más en ella. Llegó a saber que era dueña de grandes tierras y que amasaba una fortuna que muy pocos podrían imaginar. Decidió cortejarla para franquearse su fortuna, y el creciente interés que mostró ella en tales atenciones parecía darle la victoria, como siempre. Pero nada es lo que parece, y a pesar de que no conseguiría las monedas, terminaría premiado con algo que podría considerarse bastante mejor.

Una de aquellas noches, la mismísima Darina le confesó que realmente era un vampiro, y que había vivido los suficientes años como para ser su tatarabuela. Sin tapujos, le habló de su interés hacia él, uno que no iba en el tramo amoroso, sino en la experimentación. Estaba pensando en crear un neófito, algo que consideraría como sangre de su sangre, y que la personalidad de Rybensky la había hecho elegirlo para tamaña empresa. Miroslav se demoró apenas cinco segundos en decir que sí. Le estaban ofreciendo el regalo de la inmortalidad, tiempo infinito para hacer todos los planes que tenía en mente. El título nobiliario, la corona en su cabeza se veían cada vez más cerca, porque cuando el tiempo se detiene para una persona nada puede detenerla de alcanzar sus objetivos.

Pasaron alrededor de cinco semanas antes de la transformación. En la noche elegida, Darina lo dejó al borde de la muerte para luego devolverle la vida. Una que existía ya solo de nombre, porque Miroslav ahora estaba técnicamente muerto. Ya no había esperanza de un cielo para él, aunque… ¿Desde cuándo lo había necesitado? Luego de aquel intercambio, se despidieron sin más y volvieron a ser totales desconocidos. Y Miroslav se vio en una nueva posición de poder. Ya no añoraba la luz del sol, porque no le habría permitido vivir lo suficiente si la hubiera elegido.

Despues de aquello, muchísimos años pasaron. Para mantener la tapadera, hizo correr el rumor de que en algún momento se había casado y tenido herederos, se hizo pasar por su hijo y por su nieto en más de una oportunidad. Nadie lo cuestionaba porque el parecido con el primer Miroslav era obvio, aunque había algunas ocasiones en las que se ausentaba de la sociedad por años, para luego volver cubierto de esplendor. Fue en una de esas idas y regresos que conoció al antiguo Barón de Rumania, un país que él conocía muy poco. Quedó sorprendido con la estampa de Miroslav, y al no tener un heredero de su cargo decidió darle el Baronato a aquel noble Eslavo que acababa de conocer. Rybensky ni siquiera hizo el amago de negarse.

Un paso más para sus aspiraciones.