Strange faces [Privado Deliah]

La noche había sido increíble. De hecho, aquel adjetivo era poco. Entre el alcohol y el excitante cuerpo de la mujer que ahora dormía en su cama, la bruja había enloquecido. Hacía tiempo que no perdía la cabeza por alguien como lo había hecho por ella. Ahora no sabía exactamente si se sentía terrible o demasiado bien, lo que sabía es que para haber dormido tan mal, porque sus horas de sueño estuvieron llenas de terribles pesadillas que no recordaba, ella se sentía muy bien. Llena de energía. Lo primero que hizo aquella mañana al despertar fue ir a tomar un baño; honestamente creía que iba a despertar sola pero una sonrisa victoriosa se le dibujó al encontrarse a su espontánea amante junto a ella, rodeando con un brazo su cintura. La miró cinco, diez minutos antes de siquiera ponerse de pie; seguía desnuda, como la propia bruja, pero a diferencia de alimentar el morbo transmitía una imagen tan pura que le parecía casi difícil de creer lo ocurrido anoche. Finalizada su ensoñación con tan hermosa imagen siguió con sus planes. Se tomó casi veinte minutos en la bañera, sin poder evitar autosatisfacer a su cuerpo con todas las imágenes y sensaciones que aún seguían frescas en su mente. Mucho mejor, tanto en apariencia como en estado, salió del baño envuelta únicamente por una toalla de seda blanca.

Al volver a la habitación, se topó con la criada de pie junto a la puerta, recargando la espalda a la pared. Su mirada perdida en el suelo -Madame… planeaba ordenar la habitación, pero la señorita Cassandra sigue en la cama. No quise…- Explicó como excusando el retraso a sus servicios. Bernardine simplemente le restó importancia y le acarició la mejilla. La miró fijamente a los ojos un par de segundos y entró a la recámara, cerrando la puerta detrás de ella. Dejó ahí a la menor sin dirigirle ninguna palabra. Seguía desnuda, con la toalla como única barrera entre el mundo y su cuerpo. Se paseó por la habitación, juntando las prendas de su invitada y las propias y recogió también las dos botellas vacías de vino que había en el suelo. Las puso junto a una tercera en el tocador y a esta última le dio un largo trago; hecho eso, tomó el bulto que había hecho con la ropa y se acercó a la puerta. Lo dejó en el suelo, no sin antes llamar a la muchacha y ordenarle que se hiciera cargo de lavar la ropa, la suya y la de Deliah. También le dio la toalla, lo que la dejaba completamente desnuda aunque no permaneció así mucho tiempo más pues luego de que la menor se fuera y que la bruja cerrara la puerta buscó un vestido en su ropero, ropas mucho más sencillas a lo que había portado el día anterior pero a su vez más cómodas.

Tomó asiento en la sillita junto al tocador, cruzó la pierna derecha sobre la izquierda y observó fijamente su reflejo en el espejo. Respiró hondo una vez, dos. Se acomodó un poco el cabello para no verse tan desarreglada y se reclinó un poco en el respaldo, dejando su nuca en la parte superior del mismo. Miraba el techo, pensativa. Sus sueños la acosaban, sabía que en ellos algo malo había aparecido y sentía cierta… preocupación. ¿Qué tanta posibilidad había de que un sueño se volviera realidad? Porque, si era honesta, tiempo atrás ya había vivido algo similar. No con completa certeza pero un sueño se había convertido en un suceso en el mundo real y si bien no recordaba las pesadillas en la noche anterior, recordaba el miedo con que despertó a mitad de la noche en más de una ocasión. ¿Se trataba de algo que debiera preocuparla así? Con todas las cosas que experimentó en el pasado no estaba realmente segura.

-Madame… me preguntaba si tiene en mente algún platillo en específico que le apetezca desayunar- Escuchó la voz de la criada del otro lado de la puerta, después de un par de golpecitos. Se puso de pie, caminando con calma hacia la puerta y abrió para toparse con la chiquilla. Le sonrió dulcemente y levantó la mano a su mejilla, dándole gentil caricia -¿Qué te parece si me das una sorpresa? Y no se te olvide hacer también algo para mi acompañante- Miró por encima de su hombro a la mujer que se removía, lo que la hizo pensar que quizá estaba despertando pero enseguida se volvió a quedar quieta. Luego de que la menor partiera, la rubia volvió a su silla aunque esta vez no era el techo sino a su propio reflejo lo que observaba. De sus pesadillas solo recordaba una palabra, un pensamiento -Pronto- La voz indiscutiblemente era la propia, hablando dentro de sus propios pensamientos pero al mismo tiempo era diferente, tenía cierto toque inexplicable que la convertía en algo demasiado inquietante, todo su cuerpo se estremecía en respuesta al recuerdo.

-Pronto…- Repitió para sí misma.