Strange Attraction | Privado

por **Bathsheba** Dom Nov 05, 2017 10:55 pm

"Strange attraction spreads it's wings
It varies but the smallest things
You never know how anything will change
Strange attraction spreads it's wings
And alters but the smallest things
And you never know..."
The Cure

—Niña de mis ojos… —musitó, antes de depositar un beso en la frente de Emily. La pequeña le hizo una sonrisa enorme, sincera, pura, a la cual le faltaban dos dientes, que se habían caído hacía poco.

—Eres hermosa, mami —y si ella lo decía, para Bathsheba era palabra santa.

Volteó y se observó en el espejo enorme y de marco de bronce. Lucía un atuendo de bodas muy sencillo, en color marfil, con flores bordadas en la misma tonalidad en la zona de los puños, en el escote y en la terminación de la falda. Llevaba el cabello recogido en la coronilla, con algunos bucles cayendo a los costados y sobre la frente. El maquillaje era sutil. Olía a rosas y no había brillo en su mirada. Era una novia. Una más de las tantas que ya había sido. Para Emily era un juego y lo disfrutaba.

Su esposo, el verdadero, se acercó por detrás y le apoyó las manos anchas y morenas en los hombros. La miró a través del espejo y la estudió detenidamente. Bajó los párpados en un gesto de aprobación. Se alejó unos pasos y tomó a la nena en brazos. Juntos componían un cuadro casi familiar, salvo por la sombra que se pronunciaba en el alma de Bathsheba cuando él tocaba a su hija. ¡Qué vulnerable era! La nena, ajena a las cavilaciones, apoyó su carita sobre la sien derecha del hombre y pareció observar la fotografía de los tres juntos.

—El carruaje ya está listo. Está esperándote en la puerta.

—Aún estamos a tiempo… —se aventuró. La frase flotó en el aire... La mano de su marido acarició con intención el bracito de Emily. A la hechicera se le hizo un nudo en la garganta, tragó con dificultad y asintió. No había tiempo pues no había nada que cancelar. —Me iré, entonces.

El camino se hizo largo, agotador, y solo quería que aquello terminara de una vez. La residencia de Tristan era majestuosa, pero triste, y Bathsheba pensó que ambas palabras lo definían a la perfección a él también. El chofer se apuró en colocar la escalerilla para que ella bajara y la acompañó hacia la entrada, donde una empleada vestida de punta en blanco, la esperaba con rostro apacible. No pasó desapercibida la cara de sorpresa de la muchacha, tal vez porque no imaginó la belleza de la futura esposa de su señor.

Siguió a la joven hacia un jardín trasero. La tarde estaba cálida y luminosa, las flores parecían refulgir como estrellas. A unos metros de distancia, el licántropo la esperaba bajo una pérgola, acompañado de un ministro y una mesita en la que había libros. No pudo no corresponder a su sonrisa, pues ninguno de todos los esposos que le habían tocado, la habían observado con aquella admiración. En los anteriores había habido pasión, lascivia, deseo, pero lo que vio en los ojos de Tristan le estrujó el corazón.

Caminó hacia él con las piernas flojas y sosteniendo un sencillo ramo de jazmines entre las manos. La boda sería íntima realmente. Y secreta. Solo unos pocos empleados –que debían ser de la confianza de Rêveur- acompañaban el camino. Se paró a su lado, luego frente a frente.

—Estás guapísimo —comentó. Y le sorprendió la sinceridad no fingida de su voz. Realmente lo estaba. Tan elegante y encantador, podría haber sido su propio cuento de hadas. Pero no lo era, y debía hacerse de la idea que todo aquello terminaría más pronto que tarde. —Guapísimo —reafirmó. Ni siquiera la cicatriz que le surcaba el rostro parecía fuera de lugar; incluso esa marca armonizaba por completo con él. Y Bathsheba experimentó algo que nunca pensó que sentiría: culpa.

por **Tristan Rêveur** Sáb Sep 15, 2018 9:10 pm

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