Amandine Jecht ID

por **Amandine Jecht** Jue Abr 04, 2013 6:51 am

Nombre Completo:
Amandine Jecht
PB/AVATAR:
Sandra Hellberg
Edad:
21
Orientación sexual
Heterosexual
Estado Civil
Casada
Ocupación
Diseñadora de Moda
GRUPO/RAZA
Bruja/Clase Alta
Gustos:
El Chocolate, los niños y tocar el cello.
Odios:
Ver a Gabriel triste. Eso le rompe el corazón, la lluvia y las arañas.

Hola! Soy una chica extrovertida y me gusta bastante la moda, los juegos, el chocolate y me gusta, más bien adoro a mi marido Gabriel aunque el pobre ahora ande con Alzheimer. Soy o me gusta ser bondadosa, siempre lo soy al igual que otros dicen que soy humilde, dulce y cariñosa con los que quiero. Tienen razón aunque a veces me lleve el diablo al infierno porque a veces me desespero en el comportamiento de Gabriel –triste-...no puedo evitar ser una persona alegre, y armoniosa como los colores del arcoíris.

A veces hay gente que no me aguanta mi bipolaridad aunque la mayoría del tiempo, entre semana ando mas estresada por las ideas que quiero plantear en las ropas que quiero diseñar pero después intento pasarla con mi marido lo máximo que pueda. Me suelo enfadar, a veces me gusta que me mimen y me pregunten cosas, pero no todo el rato. Ahora soy algo tranquila, más que antes, pero tampoco he perdido la vitalidad y la seguridad que siempre tengo la mayoría del tiempo. Me gustan los niños, soy muy cuidadosa con ellos, casi obsesiva hasta el punto de que estén bien y con los cuidados necesarios.

Soy pulcra en mi vestimenta como en mis palabras aunque nunca es del todo cierto que siempre este “limpia” Cuando me ensucio en el invernadero de la mansión no puedo evitar mancharme y cuando limpio o trato con cuidado mi cello pues suelo mancharme de si ha estado en el suelo o en cualquier otra parte. A veces soy yo quien se ocupa de la manutención del cello para que se quede siempre en buen estado, así me sale bien barato y puedo distribuir el dinero en cualquier cosa más servible, soy muy ahorradora, no puedo evitarlo excepto si hay telas luminosas y de buen ver con las que me pueda hacer algún vestido.

Rara vez me ven triste. Suelo encontrar siempre el lado positivo de las cosas. Me gusta ser así, porque ¿Cómo vamos a sobrevivir entonces en estos días tan oscuros?

Había mucho tiempo, una familia que di a luz a una bella joven llamada Amantine que pertenecía a la familia Jecht. Comenzó dando sus pequeños pasos en la familia como cellista a los cuatro años, no llegaba a tocarlo ni a tener un cello que pudiera estar a su altura, así que tal solo lo contemplaba para poder soñar el día en que lo tocara de verdad. Para entonces el tiempo paso, se convirtió en una virtuosa niña de cuatro años en donde ya sabía varias lenguas distintas las cuales hablaba con fluidez. Supuso que en cuanto sus padres se enterasen, se enfadarían con ella, pero ella ni siquiera sabía cómo lo había hecho. Había convertido al perro que le regalaron en su quinto cumpleaños en un hurón que al menos este se le había enganchado en el vestido y se había caído al suelo, huyendo de Amandine para después desaparecer. Sus padres entonces solo pudieron estallar en risas, acariciando la cabeza de su hija y sonriéndola, diciéndole que aquello era normal en ella. Tan solo 2 años después tenía seis años e hizo un conjuro a media noche.

Vestía un vestido verde esmeralda con encaje negro o verde oscuro. Sus ojos azules brillaban en la oscuridad para después tener que ponerse unas lentes que su madre había hecho para ella que con un conjuro en las lentes, su hija podía ver con el doble de mejoría. Se sentía muy glamurosa en ese vestido, pero por alguna razón no podía conciliar el sueño. Así que fue al invernadero y se metió en la sala de cristal donde su madre hacia pociones, herbolaría y demás cosas de brujería. Entonces, en un libro que vio, le llamo la atención de un conjuro para atraer el amor, tenía que haber salido de parte de la madre, era igualita, risueña y sincera, y muy enamoradiza a su edad ¡Tenia 6 años! Cuando tenía los ingredientes se aseguro de mezclarlos bien, pero en cuanto tenía todo listo, su madre encendió una vela sorprendiéndola, su madre al verla haciendo un conjuro de amor se la quedo mirando con el ceño fruncido, cerrándole el libro por donde tenía las instrucciones del hechizo.

-Hija ¿Qué haces? –Su madre se la quedo mirando fijamente, Amandine la miro fijamente a los ojos, su madre suspiro sabiendo que era otra treta de su hija desde que supo que era bruja. Desde entonces no había parado de liarla con hechizo y cualquier otra cosa que han estado a punto de llevarlos de nuevo a la horca, pero debido a que su hija se controlo un poco, no sabía que ahora quería controlar los sentimientos.

-Madre....yo solo quería hacer...pienso en mi futuro...-Dijo mirándola fijamente a los ojos. Su madre la miro con los ojos entrecerrados, suspiro pues si le decía que no, seguramente ella estaría una hora para convencerla con explicaciones muy bien elaboradas, tenía que admitirlo, en aquello, había salido a su padre.

-Está bien...-su madre suspiro y esta se le quedo mirando-...Pero debes saber que si lo haces, tienes que estar segura, no puedes hacerlo a la ligera...-suspiro y abrió el libro con un movimiento de mano hasta dejarlo por la pagina por la que lo cerro. “Amor seguro” Decía el enunciado del libro, sonrió, recordó haber usado el mismo hechizo y sonrió, porque le funciono y ahora era su marido, pero claro, la poción tan solo funciona durante dos años y ahora habían tenido una hija-... ¿Por dónde vas?

-Voy por aquí...-Dijo señalándole el quinto párrafo de las instrucciones del libro, vio como su madre la vigilaba a cada paso que hacía o le decía “no eches mucho, así, así basta de canela en polvo” Y para cuando terminaron la primera poción, su madre le dijo que repitiera el mismo proceso de nuevo a modo de “por si acaso” entonces, llevo dos vasos grandes y los fue rellenando en unos bollos que después de meterlos al horno, estos se convertirían en sabrosas magdalenas. Al día siguiente, cuando se levanto de la cama, fue corriendo a la caja dorada donde puso las magdalenas, pero en cuanto abrió la caja, no las vio, se extraño y comenzó a alarmarse de repente, preguntándose en donde estaban. Ella sabía que era muy cuidadosa a temprana edad y muy pulcra con las cosas que dejaba por en medio. Entonces comenzó a escuchar voces en el piso de abajo. Le extraño.

Rápidamente se puso el vestido dorado del día y un recogido sencillo y cuando se acerco hacia donde venían las voces, esta vio a un niño de ocho años, o así, dos años más mayor que ella pero cuando se adentro tímidamente dentro de la habitación, vio que comía las magdalenas, se llevo la mano a la boca, pero nadie la vio reaccionar, todos veían al niño como comía con regocijo ese pastelito, entonces su madre la miro a los ojos y sonrió, no dijo nada, pero solo se quedo mirando a su hija, diciéndole con la mirada que ella había decidido probar las magdalenas por ella con aquel pequeño. Entonces Amandine se acerco hasta el joven y se las quito de golpe, se iba a atragantar de comer tantas de seguido. El muchacho la miro ceñudo, pero cuanto se fijo en ella, este se quedo perplejo, quieto mirándola fijamente hasta que de las mejillas del muchacho salieron por fin de sus mejillas.

Los años pasaron para ambos, se hicieron muy amigos del uno del otro, eran inseparables, aunque con la energía de Amandine a veces, para Gabriel que era como se llamaba el joven, le era imposible seguirla el ritmo que a veces Amandine se pillaba cada rebote tan solo porque él se quedaba parado y sin hacer nada. Aquello a veces le hacía enfadar a Amandine, pero entonces recordó la duración de aquellas magdalenas, se había pasado hace tiempo, pero ahora ella tenía 14 años y estaba casada muy a temprana edad con aquel joven que lo mandaron con 18 años a combatirse en las fronteras. No entendía, pero hacia una semana que no sabía de él, hasta que un día que la familia salió a animarla, se encontraron con el así como por arte de magia.

Pero le dolió cuando a primeras no se abalanzo a ella, para abrazarla y lo primero que dijo fue “¿Qué?” “No me acuerdo...” Amandine miro a sus padres aguantando las lágrimas y después se lo llevaron a casa cambiando todos los planes del resto del día. Dos años después tenía 16 años en donde tuvo que irse una temporada para cuidar a su abuela materna que sufría de nuevo de la cadera y de los pulmones. Se quedo con ella bastante tiempo, le hubiera gustado ayudar a Gabriel “Don No sé quien soy ahora” pero su abuela era su otro apoyo moral y otra pieza de su mundo se rompería en pedazos. Suspirando brevemente ella se quedaba cuidándola hasta que la muerte finalmente la atrapo y ella misma no pudo hacer nada. No manejaba esa clase de magia negra.

Finalmente volvió a su hogar en Paris, con su familia dándole la noticia a la familia, pero cuando volvió a mirar a Gabriel, sonrió, se le acerco y se quedo mirándole fijamente-...-No dijo nada y estando con su abuela había aprendido a ser paciente.

-Se que no recuerdas...o al menos recuerdas algo o lo tienes borroso...-se quedo mirándole fijamente-...pero te amo y espero que me perdones el haberme ido tan de repente...-se le quedo mirando para después acurrucarse en Gabriel, que la miraba atento, pero ella se quedo suspirando en sus brazos.

Ahora ella tenía veintiún años y Gabriel...veinticinco.....y Vivian en armonía cada día y ella cada vez le gustaba más hacerle recordar a quien era su marido.

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