La leona ha llegado ¡Tenme miedo! [Libre]

Hoy, tocaba dejar a Chloe en casa y sacar al cazador de paseo. Pantalones, botas, camisa ciertamente masculina y cabello recogido en un moño algo desordenado debido a las horas vagando por el bosque. Al no haber salido con mi padre, por lo menos podía permitirme el lujo de parecer una mujer, dejando que las curvas de mi cuerpo se marcaran ligeramente bajo las capas de tela de mi atuendo. Cada vez me era más dificil seguir siendo ese hijo que mi padre siempre había deseado, por lo que a cada día que pasaba intentaba, sin demasiado éxito, alejarme un poco más de él para poder ser un poco más Chloe y un poco menos cazador.

Me había internado en el bosque antes del amanecer, dispuesta a cazar alguna presa lo suficientemente buena como para poder llevar una suma considerable de dinero a casa tras venderla en el mercado.
Horas más tarde, y con las monedas a salvo en mis bolsillos, fue el momento de regresar a mi morada. Sin embargo, no tenía demasiadas ganas de tener que enfrentar a mi progenitor, por lo que pensé que dar un pequeño rodeo por las calles de París tampoco le haría daño a nadie. A fin de cuentas, mis hermanas aún dormirían a esta hora, mi madre estaría ocupada con las tareas del hogar y mi padre no requeriría mi presencia hasta la noche, cuando saliese a cazar otro tipo de criaturas que no era posible atrapar a plena luz del día.
Cuando estaba a punto de alejarme de los puestos donde había hecho mi pequeña transacción, una peculir persecución llamó mi atención y la de todas las almas que se encontraban en el lugar en ese preciso momento. Todo ocurrió tan fugazmente que a penas alcancé a distinguir quiénes eran los perseguidores y quién era el perseguido, por lo que mi curiosidad me impulsó a seguirles.

Debido a que me llevaban algo de ventaja desde el principio, me costó unos minutos alcanzarles, y para cuando lo hice, pude ver que los perseguidores (una panda de matones, me atrevería a asegurar) continuaban con su carrera por una de las calles principales.
Estuve a punto de seguirles, pero entonces mi instinto de cazadora me indicó que, con toda seguridad, las probabilidades de que la presa de dichos hombres hubiese continuado por ese camino eran más bien excasas. Fue entonces cuando me percaté también de que había un callejón unos metros antes de dicha calle principal por la que ellos se habían marchado.

Dando unas cuatas zancadas largas, casi trotando, entré en el callejón, encontrándome de manera casi inmediata con una mujer de piel morena y rasgos exóticos. Nunca había visto a alguien como ella tan de cerca, por lo que no pude evitar que mis ojos azules vagaran sobre su figura durante algunos segundos más de los estrictamente necesarios. Cuando por fin salí de mi pequeño estado de trance (que en realidad a penas duró unos instantes), me apresuré en hablar para que ella no malinterpretara la situación y me tomase como uno de sus perseguidores.

—¿Estáis bien, madame?—inquirí, mirando de reojo detrás de mí, haciendo una pequeña señal con la cabeza—No conozco los motivos que os habrán llevado a estar en esta situación, pero como no soy quien para juzgar a nadie os diré que esos hombres tomaron el camino equivocado. Deberiáis huir ahora que podéis—añadí, aunque realmente nadie había pedido mi opinión o mi consejo. Ni siquiera debería de haber seguido a esta mujer, pero sin embargo, aquí estaba.

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