AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Tuve la sensación de que podía caer dentro de aquellos ojos. || Geneva Joyce
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Tuve la sensación de que podía caer dentro de aquellos ojos. || Geneva Joyce
“What matters most is how well you walk through the fire” - Charles Bukowski.
El rostro que acaba de ver no se compara con aquel que conoció un par de días antes. Este luce más joven, más tranquilo, más relajado, mucho más… vivo. Por supuesto, su cuello ya no corre peligro y ahora puede sonreír como si nada pasara o como si todo estuviera ya solucionado. El embajador es bastante iluso pero aquello no es algo que a Etienne le moleste, todo lo que ahora le importa es que el hombre le debe un favor y uno grande. Tener que soportar esta cena debería sumarle algo más al tamaño de esa deuda y es probable que aquel hombre lo sepa o comenzaría a sudar de ese modo cada vez que se acerca al vampiro.
La gente que se pasea por el salón parece competir por quién luce la mejor ropa, el mejor peinado, las joyas más caras. Cada uno de ellos es en realidad nada más que un punto en el universo, seres tan volátiles como pasajeros. A medida que Etienne se detiene cerca de algún grupo y escucha sus conversaciones es capaz de diferenciar quienes son realmente estúpidos de aquellos que sólo aparentan serlo para encajar. ¿También él era así mientras seguía vivo? No ha pasado mucho tiempo, pero su humanidad parece haberlo abandonado quizás antes de que alguien más le arrebatara la vida. Eliane debería estar presente para regañarlo por mirar a los humanos como simples insectos y también para recordarle que la diferencia entre ellos no es tan grande como cree.
Alguien le ofrece una copa y la mantiene entre las manos sólo para aparentar estar realmente involucrado en el espectáculo que significa toda esa fiesta. Ni siquiera recuerda el motivo de celebración, tampoco cómo logró zafarse de tener que realmente comer, porque está claro que parece ya extraño frente a los demás y lo sería mucho más si supieran que momentos antes de llegar bebió del cuello de una de las señoritas que ahora lleva un lindo pañuelo para cubrir la evidencia. La pequeña sonrisa que eleva las comisuras de los labios de Etienne podría ser confundida con estar disfrutando de la velada, pero no podrían estar más equivocados. — No puede ser… — otra vez el embajador, rechoncho, molesto e insoportablemente atento, camina hacia él y le pide que lo acompañe para presentarle a algunas personas.
¿Hablaba antes de sorpresas? Mayúscula es la propia cuando el pasado le golpea el rostro, cuando siente fuego en las entrañas y cuando tiene la seguridad que de tener un corazón latiente… ahora estaría desbocado.
La gente que se pasea por el salón parece competir por quién luce la mejor ropa, el mejor peinado, las joyas más caras. Cada uno de ellos es en realidad nada más que un punto en el universo, seres tan volátiles como pasajeros. A medida que Etienne se detiene cerca de algún grupo y escucha sus conversaciones es capaz de diferenciar quienes son realmente estúpidos de aquellos que sólo aparentan serlo para encajar. ¿También él era así mientras seguía vivo? No ha pasado mucho tiempo, pero su humanidad parece haberlo abandonado quizás antes de que alguien más le arrebatara la vida. Eliane debería estar presente para regañarlo por mirar a los humanos como simples insectos y también para recordarle que la diferencia entre ellos no es tan grande como cree.
Alguien le ofrece una copa y la mantiene entre las manos sólo para aparentar estar realmente involucrado en el espectáculo que significa toda esa fiesta. Ni siquiera recuerda el motivo de celebración, tampoco cómo logró zafarse de tener que realmente comer, porque está claro que parece ya extraño frente a los demás y lo sería mucho más si supieran que momentos antes de llegar bebió del cuello de una de las señoritas que ahora lleva un lindo pañuelo para cubrir la evidencia. La pequeña sonrisa que eleva las comisuras de los labios de Etienne podría ser confundida con estar disfrutando de la velada, pero no podrían estar más equivocados. — No puede ser… — otra vez el embajador, rechoncho, molesto e insoportablemente atento, camina hacia él y le pide que lo acompañe para presentarle a algunas personas.
¿Hablaba antes de sorpresas? Mayúscula es la propia cuando el pasado le golpea el rostro, cuando siente fuego en las entrañas y cuando tiene la seguridad que de tener un corazón latiente… ahora estaría desbocado.
Etienne Barthes-Michaux- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 24/03/2013
Re: Tuve la sensación de que podía caer dentro de aquellos ojos. || Geneva Joyce
Geneva está acostumbrada a aquellas fiestas. Se ha dejado arrastrar por su madre, por sus hermanas, se ha puesto en un vestido de fiesta y se ha recogido el cabello rubio en uno de época. Ha cenado, se ha movido por cada uno de aquellos rincones como si fueran el propio, y ha disfrutado con alguna conversación salteada. Tiene conocidos que están por aquel lugar. Y si no siempre quedan las gemelas para alegrarle un poco la existencia.
Los Joyce quizá no sean la familia más importante, ni la más noble, ni la más rica, pero han conseguido codearse con todos aquellos que en un momento u otro lo han podido necesitar. Y de esa manera ennoblecerse, que al final de todo es lo que se busca de una manera u otra. Quizá, por eso, Geneva sea un poco el bicho raro de la familia aunque le impulsaran a estudiar, a trabajar, a ser todo aquello que pudiera para conseguir vivir por su cuenta… solo por acaso.
Ya no es una adolescente casarera: hace años que ha pasado su presentación en sociedad y, por esa razón, tiene un poco más de libertad que sus hermanas más pequeñas y que pasean por el lugar mirando todo con asombro.
Es entonces cuando Geneva es sacada de sus propios pensamientos al acercarse el embajador acompañada por un hombre. Siente el escalofrío del peligro, ese que se desliza por su columna y cuando sus ojos se entrelazan con los oscuros de él, solo un segundo, hay algo en su mirada que la azota por completo dejándola sin aire. No hace falta que diga nada, son sus padres los que se encargan, es el embajador el que hace las presentaciones.
—Encantada. —dice mirando hacia el hombre, realizando una ligera reverencia que es apropiada en esos momentos. —Mi nombre es Geneva Joyce.
Es extraño, diferente. La mirada que el hombre le ha dirigido es muy diferente a las que suele tener. Quizá sea porque está acostumbrada a tratar con niños, quizá porque el hombre que tiene delante no es precisamente un humano común. Quizá porque está claro que hay carbón ardiendo en esa mirada oscura. Y sin embargo, procura mantenerse tranquila en todo momento. Todo lo tranquila que una puede estar ante una situación como aquella.
Los Joyce quizá no sean la familia más importante, ni la más noble, ni la más rica, pero han conseguido codearse con todos aquellos que en un momento u otro lo han podido necesitar. Y de esa manera ennoblecerse, que al final de todo es lo que se busca de una manera u otra. Quizá, por eso, Geneva sea un poco el bicho raro de la familia aunque le impulsaran a estudiar, a trabajar, a ser todo aquello que pudiera para conseguir vivir por su cuenta… solo por acaso.
Ya no es una adolescente casarera: hace años que ha pasado su presentación en sociedad y, por esa razón, tiene un poco más de libertad que sus hermanas más pequeñas y que pasean por el lugar mirando todo con asombro.
Es entonces cuando Geneva es sacada de sus propios pensamientos al acercarse el embajador acompañada por un hombre. Siente el escalofrío del peligro, ese que se desliza por su columna y cuando sus ojos se entrelazan con los oscuros de él, solo un segundo, hay algo en su mirada que la azota por completo dejándola sin aire. No hace falta que diga nada, son sus padres los que se encargan, es el embajador el que hace las presentaciones.
—Encantada. —dice mirando hacia el hombre, realizando una ligera reverencia que es apropiada en esos momentos. —Mi nombre es Geneva Joyce.
Es extraño, diferente. La mirada que el hombre le ha dirigido es muy diferente a las que suele tener. Quizá sea porque está acostumbrada a tratar con niños, quizá porque el hombre que tiene delante no es precisamente un humano común. Quizá porque está claro que hay carbón ardiendo en esa mirada oscura. Y sin embargo, procura mantenerse tranquila en todo momento. Todo lo tranquila que una puede estar ante una situación como aquella.
Geneva Joyce- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 11
Fecha de inscripción : 21/04/2013
Re: Tuve la sensación de que podía caer dentro de aquellos ojos. || Geneva Joyce
“I dream. Sometimes I think that's the only right thing to do” - Haruki Murakami.
Mientras busca los motivos para que ahora el destino lo castigue se mantiene serio, impasible, por más que todo aquello le cause gracia, de esa que casi provoca una risa sardónica, contagiosa. El mismo cabello pero peinado de diferente modo, la misma tímida sonrisa, los mismos ojos, sólo la mirada es distinta, esta es más atrayente, ésta es el sinónimo de que esta vez si sigue el camino, el final no será algo agradable. ¿Cómo podría serlo? ¿Cómo podría siquiera pensar ya en acercarse a ella y hacer algo tan normal como hablarle? Es injusto, es estúpido y por sobre todo, es tan necesario que sus pies se mueven solos, que la sonrisa aparece aunque su ceño continúe fruncido y sus ojos no se despeguen de esa otra mirada.
Geneva… ¿por qué ese nombre si él la recuerda con otro? Etienne por algún motivo está molesto, comienza a estar enojado como sucede cada vez que no es capaz de controlar toda la situación. Se siente superado y al mismo tiempo intenta mantener su rostro tranquilo para que nada de eso sea tan evidente. ¡Nunca tuvo que caer en la red de Ealasaid! Pero se engaña si piensa que fue sólo culpa de aquella mujer y que esos abrazos a escondidas eran provocados por los susurros de aquella muchacha que en sus recuerdos es idéntica a la que ahora tiene al frente. Cuando el vampiro nota que los labios del embajador se mueven comienza a darse cuenta que aquellas palabras están dirigidas hacia él, algo dice pero no es capaz de escucharlo, todo lo que sigue resonando en su cabeza es el nombre de la chica y el nombre de aquella que menos de cien años antes le rompió el alma.
— Etienne… dígame nada más Etienne… — y se lo pide sólo porque desea saber si su nombre también suena distinto de sus labios. — El gusto es mío mademoiselle…— le mira las manos, le mira nuevamente los ojos. ¡Cuánto puede perder por seguir mirando esos ojos! Y la voz del gordo sigue sonando, molesta, una verdadera punzada que siente tras los oídos, como una tortura en que una gota cae siempre en el mismo punto hasta penetrarle la piel. Etienne cierra los ojos un segundo, el sueño que tuvo mientras seguía siendo humano vuelve a repetirse y aquello no sabe si es del todo una quimera o parte de esos escasos recuerdos que mantiene. ¿Es cierto ese calor que desprendía de sus labios con cada beso? ¿Es real la noche llena de caricias que compartieron con la ansiedad de la despedida en las entrañas?
— Mademoiselle Geneva, ¿podría acompañarme? — preferiría tomarla del brazo y sacarla de ahí, llevarla a un lado y pedirle explicaciones de por qué ahora usa otro nombre. Quiere no tener que mantener la formalidad, pero los ojos atentos de quienes los acompañan se lo exigen y también ella, que luce como la misma pero a la vez distinta.
Geneva… ¿por qué ese nombre si él la recuerda con otro? Etienne por algún motivo está molesto, comienza a estar enojado como sucede cada vez que no es capaz de controlar toda la situación. Se siente superado y al mismo tiempo intenta mantener su rostro tranquilo para que nada de eso sea tan evidente. ¡Nunca tuvo que caer en la red de Ealasaid! Pero se engaña si piensa que fue sólo culpa de aquella mujer y que esos abrazos a escondidas eran provocados por los susurros de aquella muchacha que en sus recuerdos es idéntica a la que ahora tiene al frente. Cuando el vampiro nota que los labios del embajador se mueven comienza a darse cuenta que aquellas palabras están dirigidas hacia él, algo dice pero no es capaz de escucharlo, todo lo que sigue resonando en su cabeza es el nombre de la chica y el nombre de aquella que menos de cien años antes le rompió el alma.
— Etienne… dígame nada más Etienne… — y se lo pide sólo porque desea saber si su nombre también suena distinto de sus labios. — El gusto es mío mademoiselle…— le mira las manos, le mira nuevamente los ojos. ¡Cuánto puede perder por seguir mirando esos ojos! Y la voz del gordo sigue sonando, molesta, una verdadera punzada que siente tras los oídos, como una tortura en que una gota cae siempre en el mismo punto hasta penetrarle la piel. Etienne cierra los ojos un segundo, el sueño que tuvo mientras seguía siendo humano vuelve a repetirse y aquello no sabe si es del todo una quimera o parte de esos escasos recuerdos que mantiene. ¿Es cierto ese calor que desprendía de sus labios con cada beso? ¿Es real la noche llena de caricias que compartieron con la ansiedad de la despedida en las entrañas?
— Mademoiselle Geneva, ¿podría acompañarme? — preferiría tomarla del brazo y sacarla de ahí, llevarla a un lado y pedirle explicaciones de por qué ahora usa otro nombre. Quiere no tener que mantener la formalidad, pero los ojos atentos de quienes los acompañan se lo exigen y también ella, que luce como la misma pero a la vez distinta.
Etienne Barthes-Michaux- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 24/03/2013
Re: Tuve la sensación de que podía caer dentro de aquellos ojos. || Geneva Joyce
Etienne. No estaba segura, pero por un momento sintió un tirón de reconocimiento. Fue solo un segundo y sus labios se fruncen. Sabe que las cosas no pasan porque sí, no al menos en su mundo. Ese que la aleja del resto de los humanos que hay en aquella habitación. Incluso de su padrastro, a veces incluso de su madre que se ha mantenido alejada del Arte desde hace unos años. De sus hermanas que no parecen haber heredado “ninguno de los Dones”, que tampoco han mostrado curiosidad por las “extrañas cosas” que hacían su madre y su hermana mayor.
Etienne. Un escalofrío que la recorre cuando alza de nuevo la mirada para fijarla en la de él. Es una especie de reconocimiento que no sabe de dónde viene porque a él no le conoce. Está segura. Si lo hiciera, no lo hubiera olvidado. En algún momento su mano se ha apretado más fuerte de lo que debería entorno al pie de la copa donde hay champán. Ese ambarino líquido que no ha probado. No le gusta demasiado beber. No le ha gustado demasiado nunca.
Le gusta pensar que es capaz de controlar cada una de las cosas que pueda hacer y sabe que con el alcohol en sus venas no lo hará. Su atención se vuelve a sus padres cuando el hombre hace aquella extraña petición. Es su padrastro el primero que asiente. Es completamente capaz de tomar sus propias decisiones, pero se encuentra en casa ajena y tiene que aparentar. Su vida está llena de apariencias y una de ellas es la de ser una dama… aunque después piense demasiado y tenga opiniones sobre diversos temas, muchas veces en contra de la gran mayoría, que haría empalidecer a sus mayores si la escucharan.
—Por supuesto… —se detiene solo durante un segundo antes de continuar. —Monsieur Etienne.
No se suelta de la copa, como si fuera lo que la da seguridad, y después mira a su alrededor, esperando a que él sea el primero que se mueva. Al volver a mirar hacia su familia y el embajador puede ver el gesto de sorpresa del dueño de la casa. Quizá sea porque ha “robado” la atención del hombre que suponía que iba a abrirle las puertas a saber qué.
Y el problema es que Geneva sabe perfectamente que puede que esté yendo en dirección a la cueva del lobo… de mano de uno de ellos.
—Cuando quiera.
Etienne. Un escalofrío que la recorre cuando alza de nuevo la mirada para fijarla en la de él. Es una especie de reconocimiento que no sabe de dónde viene porque a él no le conoce. Está segura. Si lo hiciera, no lo hubiera olvidado. En algún momento su mano se ha apretado más fuerte de lo que debería entorno al pie de la copa donde hay champán. Ese ambarino líquido que no ha probado. No le gusta demasiado beber. No le ha gustado demasiado nunca.
Le gusta pensar que es capaz de controlar cada una de las cosas que pueda hacer y sabe que con el alcohol en sus venas no lo hará. Su atención se vuelve a sus padres cuando el hombre hace aquella extraña petición. Es su padrastro el primero que asiente. Es completamente capaz de tomar sus propias decisiones, pero se encuentra en casa ajena y tiene que aparentar. Su vida está llena de apariencias y una de ellas es la de ser una dama… aunque después piense demasiado y tenga opiniones sobre diversos temas, muchas veces en contra de la gran mayoría, que haría empalidecer a sus mayores si la escucharan.
—Por supuesto… —se detiene solo durante un segundo antes de continuar. —Monsieur Etienne.
No se suelta de la copa, como si fuera lo que la da seguridad, y después mira a su alrededor, esperando a que él sea el primero que se mueva. Al volver a mirar hacia su familia y el embajador puede ver el gesto de sorpresa del dueño de la casa. Quizá sea porque ha “robado” la atención del hombre que suponía que iba a abrirle las puertas a saber qué.
Y el problema es que Geneva sabe perfectamente que puede que esté yendo en dirección a la cueva del lobo… de mano de uno de ellos.
—Cuando quiera.
Geneva Joyce- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 11
Fecha de inscripción : 21/04/2013
Re: Tuve la sensación de que podía caer dentro de aquellos ojos. || Geneva Joyce
“Once upon a time there was a boy who loved a girl, and her laughter was a question he wanted to spend his whole life answering” - N. Krauss.
Lo sorprende, lo deja con la boca abierta, con los ojos fijos como un pequeño niño que comienza a descubrir el mundo. Nunca esperó esa respuesta rápida, ese gesto tan simple pero que está seguro cambiará todo lo que ahora le depara el futuro. ¿En qué momento decidió que hacer aquello estaría bien? Cuantos errores, cuantas equivocaciones que creía haber dejado atrás junto con los latidos de su corazón, con la respiración desigual que ahora tendría si sus pulmones aún requirieran de aire. Y mientras observa el reflejo que se puede apreciar en su copa siente el olor más cerca, el tentador aroma que despierta una sed salvaje, de esas que no conocía desde sus días de neófito. Más peligro, aquella mujer tiene algo distinto, diferente a ser tal vez su perdición y algo que no tiene que ver con el hecho de que ahora sólo desea conocer el sabor de su piel.
— Gracias por aceptar… — es peor que un adolescente, un muchachito idiota que no tiene la seguridad suficiente para romper el hielo sin sonar como un verdadero estúpido. ¿Sabrá Geneva el poder que posee entre las manos? Etienne se endereza, luce ahora mucho más alto y al acercarse a la mujer descubre que si abre los brazos ella entraría perfectamente en ellos. Y lo desea, lo quiere con todas sus ganas pero sólo estira una parte de su chaqueta y le ofrece el brazo para que comiencen a caminar, llenos de reglas, imposiciones y por supuesto, comportándose como debe hacerlo. Porque está claro que él es un salvaje, pero para ella debe ser un caballero aún cuando eso le cueste toda la paciencia del mundo.
El silencio se impone hasta que alcanzan un extremo más alejado. Las puertas del balcón permiten que el aire otoñal entre y que con ello también se note menos que su piel está fría, que su mirada arde y que la noche es la excusa perfecta para inclinarse y poder sentir con la nariz la textura de ese cabello que deseaba tener cerca desde que la vio. Es Ealasaid, por donde la mire es ella… pero entonces, ¿por qué no lo reconoce? ¿por qué no le sonríe y pide que la abrace como solía hacerlo? ¿Qué clase de juego cruel es este que ninguno de los dos parece disfrutar? La mirada de Etienne se pierde en el tiempo, viaja hasta una fiesta anterior, hasta un rincón oscuro donde las risas se contraponen a lo prohibido de toda la situación, otra señal de peligro y ya no sabe si es 1800 o el pasado.
Le toma el rostro entre las manos, siente el propio cubierto por una mueca de dolor y confusión, intenta encontrar en ella un motivo para no continuar, lo que sea, cualquier cosa que logre que no se acerque a sus labios y le devuelva la memoria a punta de besos, porque ahora quiere hacerlo y lo peor es darse cuenta que apenas acorta la distancia entre ellos, siente sus colmillos tras los labios y se aleja, se detiene y da un paso atrás, tembloroso y desconcertado. ¿Qué estuvo a punto de hacer? Ella no es Ealasaid, ella no es la mujer que cree, ella no es… ¿entonces quién es? — ¿Quién eres? —
— Gracias por aceptar… — es peor que un adolescente, un muchachito idiota que no tiene la seguridad suficiente para romper el hielo sin sonar como un verdadero estúpido. ¿Sabrá Geneva el poder que posee entre las manos? Etienne se endereza, luce ahora mucho más alto y al acercarse a la mujer descubre que si abre los brazos ella entraría perfectamente en ellos. Y lo desea, lo quiere con todas sus ganas pero sólo estira una parte de su chaqueta y le ofrece el brazo para que comiencen a caminar, llenos de reglas, imposiciones y por supuesto, comportándose como debe hacerlo. Porque está claro que él es un salvaje, pero para ella debe ser un caballero aún cuando eso le cueste toda la paciencia del mundo.
El silencio se impone hasta que alcanzan un extremo más alejado. Las puertas del balcón permiten que el aire otoñal entre y que con ello también se note menos que su piel está fría, que su mirada arde y que la noche es la excusa perfecta para inclinarse y poder sentir con la nariz la textura de ese cabello que deseaba tener cerca desde que la vio. Es Ealasaid, por donde la mire es ella… pero entonces, ¿por qué no lo reconoce? ¿por qué no le sonríe y pide que la abrace como solía hacerlo? ¿Qué clase de juego cruel es este que ninguno de los dos parece disfrutar? La mirada de Etienne se pierde en el tiempo, viaja hasta una fiesta anterior, hasta un rincón oscuro donde las risas se contraponen a lo prohibido de toda la situación, otra señal de peligro y ya no sabe si es 1800 o el pasado.
Le toma el rostro entre las manos, siente el propio cubierto por una mueca de dolor y confusión, intenta encontrar en ella un motivo para no continuar, lo que sea, cualquier cosa que logre que no se acerque a sus labios y le devuelva la memoria a punta de besos, porque ahora quiere hacerlo y lo peor es darse cuenta que apenas acorta la distancia entre ellos, siente sus colmillos tras los labios y se aleja, se detiene y da un paso atrás, tembloroso y desconcertado. ¿Qué estuvo a punto de hacer? Ella no es Ealasaid, ella no es la mujer que cree, ella no es… ¿entonces quién es? — ¿Quién eres? —
Etienne Barthes-Michaux- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 24/03/2013
Re: Tuve la sensación de que podía caer dentro de aquellos ojos. || Geneva Joyce
Geneva sabe que aquello es peligroso. En dos sentidos además. Por un lado su reputación está en juego: estar con un hombre, soltero o casado, a solas puede hacer que la reputación de una mujer se destruya, pero sobre todo sabe que es un vampiro. Lo ha notado, lo ha sentido, todos sus instintos se han puesto en alerta en el mismo momento en el que lo ha tenido cerca. Es ese frío que se desliza desde la nuca a lo largo de toda la columna vertebral. Y sin embargo, a pesar de ambos, asiente cuando le da las gracias por aceptar. Es una formalidad y lo sabe. Conoce lo suficiente a los vampiros como para saber que son capaces de hacer cualquier cosa si se lo propone.
Y duda mucho que si utiliza todo su poder sobre ella sea capaz de hacer algo más que asentir y seguirlo. Aun así, sabe que está aceptado por propia voluntad y toma el brazo de él cuando comienza a moverse. Se alejan de sus padres que siguen hablando durante unos minutos con el embajador. Se cruzan con sus hermanas que les miran con curiosidad. Y finalmente llegan hasta la zona más alejada, allí donde el aire fresco del exterior agita su ropa y su pelo durante un segundo. El lugar donde la naturaleza golpea todos sus sentidos.
Geneva cierra los ojos durante unos instantes y aspira. El ambiente dentro de la fiesta está lo suficiente cargado como para necesitar ese pequeño respiro. Necesita sentir la fuerza de la naturaleza, esa que palpita y que muy pocas personas llegan a conocer. Esa que la hace saber que todo está vivo de una manera u otra. Incluso los nomuertos deben de estarlo para poder caminar, hablar, sentir. No sabe mucho sobre los vampiros, salvo lo que ha descubierto en viejos libros cubiertos de polvo: han sabido muy bien cómo ir ocultando cada uno de sus pasos.
Los ojos de la mujer se abren por un momento sorprendidos, grandes, azules, al sentir las manos de él en su rostro. Está a punto de dar un paso hacia atrás, pero se contiene a fuerza de voluntad y porque hay un hilo que tira de ella, una vocecita que le indica que se quede quieta y que no se mueva de donde está. La confusión toma el relevo en su rostro ante su pregunta. Alza sus dedos a su rostro, allí donde una de las manos de él ha estado hasta hace unos segundos, y tiene que contener un ligero rubor. Aprieta ligeramente los labios y niega por un momento, haciendo que su cabello refleje las luces del interior como si fueran pequeños rayos de sol.
—¿Quién soy? Nos acabamos de presentar, Monsieur… —el tono es suave, cuidadoso incluso, pero la fuerza se refleja en sus ojos color zafiro. —Mi nombre es Geneva Joyce, soy la hijastra de Cameron… uno de los abogados del embajador.
Y duda mucho que si utiliza todo su poder sobre ella sea capaz de hacer algo más que asentir y seguirlo. Aun así, sabe que está aceptado por propia voluntad y toma el brazo de él cuando comienza a moverse. Se alejan de sus padres que siguen hablando durante unos minutos con el embajador. Se cruzan con sus hermanas que les miran con curiosidad. Y finalmente llegan hasta la zona más alejada, allí donde el aire fresco del exterior agita su ropa y su pelo durante un segundo. El lugar donde la naturaleza golpea todos sus sentidos.
Geneva cierra los ojos durante unos instantes y aspira. El ambiente dentro de la fiesta está lo suficiente cargado como para necesitar ese pequeño respiro. Necesita sentir la fuerza de la naturaleza, esa que palpita y que muy pocas personas llegan a conocer. Esa que la hace saber que todo está vivo de una manera u otra. Incluso los nomuertos deben de estarlo para poder caminar, hablar, sentir. No sabe mucho sobre los vampiros, salvo lo que ha descubierto en viejos libros cubiertos de polvo: han sabido muy bien cómo ir ocultando cada uno de sus pasos.
Los ojos de la mujer se abren por un momento sorprendidos, grandes, azules, al sentir las manos de él en su rostro. Está a punto de dar un paso hacia atrás, pero se contiene a fuerza de voluntad y porque hay un hilo que tira de ella, una vocecita que le indica que se quede quieta y que no se mueva de donde está. La confusión toma el relevo en su rostro ante su pregunta. Alza sus dedos a su rostro, allí donde una de las manos de él ha estado hasta hace unos segundos, y tiene que contener un ligero rubor. Aprieta ligeramente los labios y niega por un momento, haciendo que su cabello refleje las luces del interior como si fueran pequeños rayos de sol.
—¿Quién soy? Nos acabamos de presentar, Monsieur… —el tono es suave, cuidadoso incluso, pero la fuerza se refleja en sus ojos color zafiro. —Mi nombre es Geneva Joyce, soy la hijastra de Cameron… uno de los abogados del embajador.
Geneva Joyce- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 11
Fecha de inscripción : 21/04/2013
Re: Tuve la sensación de que podía caer dentro de aquellos ojos. || Geneva Joyce
“Man only likes to count his troubles; he doesn't calculate his happiness"
- Fyodor Dostoyevsky.
- Fyodor Dostoyevsky.
No son las palabras las que tienen la respuesta, es el tono de su voz, la fuerza en su mirada. Lo que termina con las interrogantes de Etienne es la intensidad y el desconocimiento que puede encontrar en esa mujer. Esa mujer, una mujer que ahora está claro no es aquella que conoció hace casi un siglo. Son similitudes pero no igualdades lo que tiene justo al frente. Acá hay decisión, fortaleza, esta chica no tiene miedo de corregirlo ni mucho menos aclarar el punto. Esta muchacha… Etienne frunce el ceño al punto de casi entrecerrar los ojos del todo. La molestia se acrecienta y teme demostrarla visiblemente. Debe poner todo de su parte para poder disimular o al menos intentar calmarse antes de volver a hablar con ella. Lo necesita, aunque más bien está claro que es a ella a quien necesita.
— ¿La hijastra de Cameron? — eso deja entonces el tema de sus antepasados en el aire, la información que desea es probable que tendrá que ir averiguandola con el tiempo, llenarla de preguntas ahora sería un error y lo mejor es ir avanzando en puntas de pies y no dar pasos fuertes por si el suelo sigue inestable. — Creo que quizás la he confundido con alguien, mi error… — y el primero de muchos porque se queda en blanco, mirándola como si pudiera atravesarla. Es que el olor de la chica aparece y lo golpea, su sed renace y logra que las entrañas se le encojan al punto de tener que dar un paso atrás para evitar acercarse a su cuello. El viento quiere jugar y seguir moviendo las telas que él implora poder arrancar esta misma noche.
Cuando una de sus manos se alza luce como la garra de un animal que busca desgarrar la piel de su presa. Tiene la cabeza en el pasado, en un tiempo en que habría sentido su respiración superficial y la falta de aire en los pulmones causada por la ansiedad. La última etapa de su vida fue una eterna sucesión de lamentos, todo lleno de “qué hubiese pasado si…” y ahora que el destino, bastante cruel, le presenta una segunda o quizás cuarta oportunidad, se queda en blanco y ruega por respuesta… o tal vez una excusa.
En cambio la toma del brazo y la acerca a él, no es suave ni tampoco ha planeado serlo, a ratos siente que ella le miente y que todo es un juego que duda podría terminar en risas. ¿Por qué Ealasaid se haría pasar por otra persona? ¿Por qué se demoraría tanto en entrar en sus brazos? Crueldad, ella es la aprendiz que superó al maestro. Porque fue siempre él quien encontró los motivos para no estar juntos, él quien causó más daño, él quien produjo las lágrimas que caían de otros ojos azules idénticos a los que ahora mira.
— Geneva Joyce… ¿de dónde vienes?— Una pregunta ilógica, no encuentra tal vez las palabras correcta para lo que desea expresar. La luz que cae en ella la hace lucir etérea, irreal… — Perfecta…— Y es que quizás su boca debería estar cerrada todo el tiempo, pero Etienne tiene claro que el único modo en que él podría callar sería besándola y eso, por el momento, no está en los planes. — ¿Por qué estás acá cuando está claro que preferirías estar en otro lado? — No necesita tener algún poder para saber eso, sólo hace falta mirarla.
— ¿La hijastra de Cameron? — eso deja entonces el tema de sus antepasados en el aire, la información que desea es probable que tendrá que ir averiguandola con el tiempo, llenarla de preguntas ahora sería un error y lo mejor es ir avanzando en puntas de pies y no dar pasos fuertes por si el suelo sigue inestable. — Creo que quizás la he confundido con alguien, mi error… — y el primero de muchos porque se queda en blanco, mirándola como si pudiera atravesarla. Es que el olor de la chica aparece y lo golpea, su sed renace y logra que las entrañas se le encojan al punto de tener que dar un paso atrás para evitar acercarse a su cuello. El viento quiere jugar y seguir moviendo las telas que él implora poder arrancar esta misma noche.
Cuando una de sus manos se alza luce como la garra de un animal que busca desgarrar la piel de su presa. Tiene la cabeza en el pasado, en un tiempo en que habría sentido su respiración superficial y la falta de aire en los pulmones causada por la ansiedad. La última etapa de su vida fue una eterna sucesión de lamentos, todo lleno de “qué hubiese pasado si…” y ahora que el destino, bastante cruel, le presenta una segunda o quizás cuarta oportunidad, se queda en blanco y ruega por respuesta… o tal vez una excusa.
En cambio la toma del brazo y la acerca a él, no es suave ni tampoco ha planeado serlo, a ratos siente que ella le miente y que todo es un juego que duda podría terminar en risas. ¿Por qué Ealasaid se haría pasar por otra persona? ¿Por qué se demoraría tanto en entrar en sus brazos? Crueldad, ella es la aprendiz que superó al maestro. Porque fue siempre él quien encontró los motivos para no estar juntos, él quien causó más daño, él quien produjo las lágrimas que caían de otros ojos azules idénticos a los que ahora mira.
— Geneva Joyce… ¿de dónde vienes?— Una pregunta ilógica, no encuentra tal vez las palabras correcta para lo que desea expresar. La luz que cae en ella la hace lucir etérea, irreal… — Perfecta…— Y es que quizás su boca debería estar cerrada todo el tiempo, pero Etienne tiene claro que el único modo en que él podría callar sería besándola y eso, por el momento, no está en los planes. — ¿Por qué estás acá cuando está claro que preferirías estar en otro lado? — No necesita tener algún poder para saber eso, sólo hace falta mirarla.
Etienne Barthes-Michaux- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 24/03/2013
Re: Tuve la sensación de que podía caer dentro de aquellos ojos. || Geneva Joyce
Geneva asiente ante su pregunta. La hijastra de Cameron aunque para ella su padre, su verdadero padre. Aquel que la engendró no es más que alguien que insultó a Thamara y a ella misma en cierta manera. Alguien que no conoce o no quiere conocer. Sabe que existe, por supuesto, pero no se a él a quien llama papá ni a quien busca cuando se siente nerviosa o temerosa. No es él el que ha demostrado ser un verdadero padre en el que confiar. Cameron en cambio le ha dado una familia, le ha dado dos hermanas maravillosas y ha visto cómo el rostro de su madre se cubría con la mirada del amor en cuanto él entraba en una sala.
—Seguro, Monsieur, puesto que por mi parte es la primera vez que lo veo.
Y recordaría si no fuera de esa manera. Recordaría si en algún momento se hubiera cruzado con esa mirada oscura que se clava en la suya en esos momentos. Un escalofrío la recorre de arriba abajo, haciéndola estremecer. Y no es precisamente por el viento que puede llegar desde el exterior, sino por el fuego de la mirada oscura que la observa. Si fuera inteligente, verdaderamente inteligente, hubiera armado una excusa y se hubiera ido en ese mismo momento, pero hay algo que tira de ella, que la hace permanecer allí parada.
Siente ese tirón y se contiene de revolverse es porque seguramente habrá alguna mirada que estará puesta en ellos. Sin embargo alza la mano posándola brevemente en el pecho de él. Desde lejos seguramente parecerá como si estuvieran bailando, aunque estén alejados del espacio abierto donde otras parejas lo están haciendo. Detenidos en ese lugar, Geneva frunce apenas los labios por un momento en un pequeño mohín.
—Parte de mi vida la viví en Londres, pero pronto nos vinimos aquí, a París, así que esta ciudad es mi hogar. —y sabe que por su sangre debe de correr sangre francesa. Su madre no le ha dicho mucho del que fuera su padre en realidad. Un rubor aparece sin previo aviso ante una única palabra y se maldice mentalmente por caer tan rápido en sus redes. En esas redes oscuras y peligrosas que le envuelven por completo. Sin embargo, termina riéndose y le mira con todavía más curiosidad. —En ocasiones no podemos elegir el lugar donde queremos estar… no cuando hay una familia detrás que te pide por favor que vengas a reuniones insulsas como estas. ¿Y tú? ¿por qué estás en este lugar cuando está claro que preferirías estar en cualquier otro lugar también?
—Seguro, Monsieur, puesto que por mi parte es la primera vez que lo veo.
Y recordaría si no fuera de esa manera. Recordaría si en algún momento se hubiera cruzado con esa mirada oscura que se clava en la suya en esos momentos. Un escalofrío la recorre de arriba abajo, haciéndola estremecer. Y no es precisamente por el viento que puede llegar desde el exterior, sino por el fuego de la mirada oscura que la observa. Si fuera inteligente, verdaderamente inteligente, hubiera armado una excusa y se hubiera ido en ese mismo momento, pero hay algo que tira de ella, que la hace permanecer allí parada.
Siente ese tirón y se contiene de revolverse es porque seguramente habrá alguna mirada que estará puesta en ellos. Sin embargo alza la mano posándola brevemente en el pecho de él. Desde lejos seguramente parecerá como si estuvieran bailando, aunque estén alejados del espacio abierto donde otras parejas lo están haciendo. Detenidos en ese lugar, Geneva frunce apenas los labios por un momento en un pequeño mohín.
—Parte de mi vida la viví en Londres, pero pronto nos vinimos aquí, a París, así que esta ciudad es mi hogar. —y sabe que por su sangre debe de correr sangre francesa. Su madre no le ha dicho mucho del que fuera su padre en realidad. Un rubor aparece sin previo aviso ante una única palabra y se maldice mentalmente por caer tan rápido en sus redes. En esas redes oscuras y peligrosas que le envuelven por completo. Sin embargo, termina riéndose y le mira con todavía más curiosidad. —En ocasiones no podemos elegir el lugar donde queremos estar… no cuando hay una familia detrás que te pide por favor que vengas a reuniones insulsas como estas. ¿Y tú? ¿por qué estás en este lugar cuando está claro que preferirías estar en cualquier otro lugar también?
Geneva Joyce- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 11
Fecha de inscripción : 21/04/2013
Re: Tuve la sensación de que podía caer dentro de aquellos ojos. || Geneva Joyce
“It is never too late to be what you might have been”. - George Eliot.
Por ti. Etienne abre la boca pero nada sale, nada dice. Se queda en silencio esperando a que su garganta tenga al fin la valentía de dejar salir alguna palabra y que sean esas dos las que precisamente desea expresar para ella. Todo lo que Geneva ha dicho lo identifica muy bien. ¿Quién más que él sabe lo que es tener que realizar cada movimiento a favor de su familia? Sólo por el beneficio de alguien más, porque antes era por su madre, ahora es por su hermana… claro, es fácil engañarse. Etienne sabe que está ahí también por él, porque le gusta el estilo de vida que lleva y porque planea mantener su negocio por mucho tiempo más y para eso necesita contactos y buenas conexiones.
— Es lo mismo que tú… también tengo gente detrás por la que debo estar acá… — su voz se endurece algunas notas, es un tema que prefiere evitar pero si ella pudo hablar del tema entonces él también quiere hacerlo. Le gustaría no seguir sintiendo esa mano sobre su pecho o al menos no seguir pensando sólo en eso una y otra vez. Porque sentir ese tipo de calor es una tortura cuando has vivido tanto tiempo en el frío. Un infierno congelado como siempre lo ha creído. — Aunque si me lo preguntas ahora, la respuesta es distinta, no hay otro lugar donde prefiera estar. Este lugar es mi lugar… — Contigo. Su mano viaja, le recorre la espalda y se posa en el lugar entre sus omóplatos, es el mejor modo de mantenerla cerca.
Si antes parecían bailar ahora la canción cambia y el público podría estar horrorizado por el ritmo que ha tomado. Etienne se inclina, respira profundo. El aroma de Ealasaid siempre fue distinto o es que quizás no lo recuerda. ¿Cómo es posible que estas nuevas sensaciones le hicieran olvidar tan rápido a las otras? Pero la respuesta no es difícil de encontrar, él desde siempre ha sabido que los restos de un amor no significan amor verdadero y que creer haber estado enamorado no es lo mismo que realmente haber sentido algo tan fuerte como eso. Incluso el cerebro de un vampiro puede fallar y está seguro que el suyo lo hace.
— Dime dónde preferirías estar en este momento… en qué lugar… el que sea… — cualquier movimiento de sus labios lo hará caer aún más, porque las paredes del pozo van cediendo y no permiten que salga. La tierra cae, se acumula, lo asfixia pero él no necesita aire. ¿Entonces por qué pelea? Porque necesita salir antes de que todo lo que pueda ver es a ella. En el momento en que llegue a ese punto será sin retorno y en ese momento tendrá que tenerla como sea. Su boca se acerca a su oído, quiere susurrar las palabras y que no conozcan otros dueños que no sean ellos, la ubicación les da soledad, pero todo el gesto de Etienne es lo que les da privacidad. — Dime si siempre haces lo que te piden cuando dicen por favor… — una sonrisa pícara aparece porque sabe que ella no puede verlo, — dime si me dejarías besarte… por favor. —
— Es lo mismo que tú… también tengo gente detrás por la que debo estar acá… — su voz se endurece algunas notas, es un tema que prefiere evitar pero si ella pudo hablar del tema entonces él también quiere hacerlo. Le gustaría no seguir sintiendo esa mano sobre su pecho o al menos no seguir pensando sólo en eso una y otra vez. Porque sentir ese tipo de calor es una tortura cuando has vivido tanto tiempo en el frío. Un infierno congelado como siempre lo ha creído. — Aunque si me lo preguntas ahora, la respuesta es distinta, no hay otro lugar donde prefiera estar. Este lugar es mi lugar… — Contigo. Su mano viaja, le recorre la espalda y se posa en el lugar entre sus omóplatos, es el mejor modo de mantenerla cerca.
Si antes parecían bailar ahora la canción cambia y el público podría estar horrorizado por el ritmo que ha tomado. Etienne se inclina, respira profundo. El aroma de Ealasaid siempre fue distinto o es que quizás no lo recuerda. ¿Cómo es posible que estas nuevas sensaciones le hicieran olvidar tan rápido a las otras? Pero la respuesta no es difícil de encontrar, él desde siempre ha sabido que los restos de un amor no significan amor verdadero y que creer haber estado enamorado no es lo mismo que realmente haber sentido algo tan fuerte como eso. Incluso el cerebro de un vampiro puede fallar y está seguro que el suyo lo hace.
— Dime dónde preferirías estar en este momento… en qué lugar… el que sea… — cualquier movimiento de sus labios lo hará caer aún más, porque las paredes del pozo van cediendo y no permiten que salga. La tierra cae, se acumula, lo asfixia pero él no necesita aire. ¿Entonces por qué pelea? Porque necesita salir antes de que todo lo que pueda ver es a ella. En el momento en que llegue a ese punto será sin retorno y en ese momento tendrá que tenerla como sea. Su boca se acerca a su oído, quiere susurrar las palabras y que no conozcan otros dueños que no sean ellos, la ubicación les da soledad, pero todo el gesto de Etienne es lo que les da privacidad. — Dime si siempre haces lo que te piden cuando dicen por favor… — una sonrisa pícara aparece porque sabe que ella no puede verlo, — dime si me dejarías besarte… por favor. —
Etienne Barthes-Michaux- Vampiro Clase Alta
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