Deep Purple || Priv.

por **Othón de Arbuthnott** Miér Mayo 08, 2013 2:24 am

Sus huellas se borraban con el paso del tiempo sobre la arena del desierto, pero no sobre los recuerdos del hechicero. Este era el primero de muchos días en el occidente; Italia se había convertido en su hogar -y si es que a hogar se le puede llamar al sitio a dónde sólo acudes para dormir-. La mañana despejaba los primeros rayos del sol sobre los tejabanes de la toscana, las calles se regaban con el rocío de los árboles frutales que se aglutinaban en sus camellones, y el viento, por otro lado, acariciaba los largos vestidos de las damas que avanzaban sobre las plazas; luciendo sus mejores galas de verán, en una danza de cortejos dónde las primeras miradas que se cruzaban expresaban el deseo, el rechazo o el amor a primera vista.

Para Othón era común presenciar la práctica de esas tradiciones; en las que la elección de un marido con buena reputación era la parte más importante en la vida de sociedad de una joven mujer italiana. El ambiente apestaba a romance, a intereses de familias que ponían como condición un tierno rostro pálido entre los bolsillos del hombre más viejo y adinerado que existiera entre ese mar de posibilidades. Por supuesto, era un asco, una idea repulsiva que mientras más alejada se mantuviese del escocés, mejor. Daba gracias por mantenerse fuera del radar de las viejas casamenteras por su “distintiva” reputación, no un señor aventajado y caballero, tampoco un descortés bueno para nada; todo lo contrario un partido difícil de acaparar, por lo que tras muchos intentos, las jóvenes de la Toscana preferían cruzarse de brazos, resoplando ante su poca suerte o peor aún la buena suerte que les sonreía ante un desafortunado destino que perseguía a hechicero.

Era posible mantenerse agobiado por la superficialidad demostrada en las plazas, restaurantes e inclusive las iglesias, las masas se movían con la corriente, no en contra de ella. Las aguas les arrastraban hasta las orillas, eran monigotes expresando deseos en los que no subrayaban sus errores. ‘Con la misma vara que mides, serás medido’ mencionó a su conciencia, mientras que los pasos de Othón le llevaron hasta sepultarse entre la muchedumbre que con sólo la mirada le señalaban -Ahora me siento observado, como detesto realizar tareas que demanden mi presencia en esa tesorería tan desprestigiada...- aseguró deslizándose en dirección contraria a la que estos se desplazaban. Sin embargo, su atención se vio atraída por una estela ultravioleta hasta el rabillo de su ojo, la cual, reposaba sobre el rostro de una figura femenina, acaparando también las miradas de la multitud. Su respuesta fue inmediata, deteniéndose con pesadez aquel rostro había desaparecido entre otros cien, camuflajeándose entre ellos, al través de las miradas atónitas de mujeres y hombres, otro resplandor volvió a mostrar a la razón de su curiosa exploración.

Era una mujer no mayor de diez y tantos, quien ingresaba cautelosamente a una de las tiendas de libros y epítomes más concurrida de la pequeña ciudad. Con ella y alrededor de su piel resplandecía un aura especial, energía descubierta a los ojos del experimentado brujo, ese ardor que nos persigue durante toda nuestra vida hasta la muerte, y que generación tras generación se ha pretendido volver la hoja y ocultar entre los sobrenaturales; conocedores de la lectura más antigua en el mundo. Extraño resultaba, encontrar a una bruja a tan temprana edad sin un maestre a su lado, seduciendo a la suerte más perversa, al destino lleno de encrucijadas, a la muerte envuelta en el oscuro velo de las sombras.

En ese instante, una incitante idea vagó por la mente de Othón, ésta era la primera bruja desde su llegada a Italia que lograría poder conocer. Lo divertido era descubrir ¿quien seria en realidad?...

por **Saskia Borgano** Miér Mayo 08, 2013 6:01 pm

Abrió la portezuela del carruaje que la trasladaba a una de esas tediosas reuniones acordadas por sus padres, harta de estar custodiada como si fuera una maldita joya, había bajado del vehículo en un descuido, ante los ojos espantados de su dama de compañía, uno dos y de pronto estaba en la calle esquivando carruajes y jinetes, sonriendo como una niña pequeña que ha conseguido robar un dulce y se escapa a comerlo al jardín, una risa cristalina se escapó de sus labios, - que bien se siente ser libre – se dijo mientras intentaba encontrar un escondite donde poder pasar inadvertida si su carcelera la buscaba. Había tenido mucha suerte y estado muy atenta para a la primera oportunidad que se le presentó aventarse a la libertad de aquella ciudad nueva y excitante. Así, en cuanto se detuvieron para que pasara un peatón y un carruaje con escudo en su portezuela, Saskia no lo pensó simplemente dejó que su instinto la llevara a buscar emociones nuevas. Odiaba esas insoportables tardes en la Toscana en la que sus padre concurrían para trabar alianzas y compromisos que lograrían unirlos con la nobleza italiana o de algunos de los reinos europeos.

Se había mezclado entre la multitud apenas cruzar la calle, una marea de cuerpos, de olores que golpeaban su desarrollado olfato y que por momento la aturdían, pues para ella los olores, las fragancias y sobre todo los perfumes eran su universo, - cuando sea grande haré los mejores perfumes de toda Europa– le había dicho a su padre, el que apenas escuchar semejante comentario absurdo para su visión de la vida que tenía predestinada para su hija le había espetado que mientras él viviera haría lo que a él se le viniera en ganas, haciendo que dicha frase nunca se le borrara tras la fuerte cachetada que le propinara por tener pensamientos estúpidos, Saskia se había frutado la golpiza con su mano y tras mirarlo de una forma que hubiera podido incinerarlo había escapado a su cuarto, so mordía la lengua pensando en que si pudiera lo haría desaparecer de la faz de la tierra – por los dioses que nunca más un hombre me dirigirá la vida – se había jurado. Desde entonces se comportaba así cada tanto haciendo que su padre reventara en cólera y que estuviera más de una vez al borde de la muerte, la cual poco y nada le importaba, - si me amara respetaría mis deseos o por lo menos los tendría en cuenta – se había dicho más de una vez. Vio que su sirvienta se acercaba rápidamente, maldiciendo su mala suerte y tener que buscar a una niña malcriada y petulante, Saskia comenzó a rogar que no la encontrara, repitiendo la frase como una letanía –“no me veraz, no me reconocerás”- y con sorpresa observó como la mujer pasaba a su lado sin reconocerla, sonrió satisfecha, pero su genio la traicionó, estiró su pie, colocándolo entre los de la mujer haciéndola caer pesadamente, una mueca de malicia se dibujó en su rostro, - para que aprendas, - le espetó, - y no soy malcriada, tu eres una pesada – le dijo mientras emprendía el camino contrario.

Recorrió diferentes lugares hasta que llamó poderosamente su atención un local, una librería, - que bien, podré conseguir algunos tomos sobre la fabricación de perfume y las propiedades de las plantas – se dijo mientras recorría con la mirada a los demás clientes que esperaban ser atendidos.

por **Othón de Arbuthnott** Vie Mayo 10, 2013 2:37 pm

La caminata por la plaza se hacía a cada paso más lento, parecía que cada pisada que éste diese sobre el asfalto estaba dedicada a fungir con una tarea en específico. Estaba dispuesto a abordarle ¿Pero cómo? Le parecería extraño que un desconocido le dirigiese la palabra ¿o qué pasaría si fuera al encuentro con otro caballero? Su misión se vería frustrada y debería de acudir al mismo lugar durante unos días o tal vez semanas para encontrarla nuevamente. Entonces, su último paso cayó sobre el suelo como si se tratara de un yunque de cien kilos, estaba anclándose a una milésima de posibilidades, las cuales, existían, estaban ahí, lo que para su mala suerte -maldita y estúpida suerte- para Othón implicaba tener que pensar más de dos veces lo que haría. En medio de la multitud quienes parecían molestarse por su repentina interrupción en medio de la plaza, escudriñaban con la mirada el rostro pálido del brujo, sus miradas se detenían para juzgar su mala acción, era un estorbo y lo gritaban desesperadamente, parecía como si fuese un salmón disponiéndose a nadar contra corriente sólo para molestarles. En ese momento ellos eran el fuego que se expandía sobre la seca pradera, que al final terminaría consumiendo todo a su paso, en cambio, el escocés parecía estar preparado para no ser consumido por estos.

Le costaba socializar, pero ella quizá podría ayudarle a averiguar más sobre sus pesadillas que con el paso de los años se volvían más frecuentes y reales ¿Qué secreto guardaba su inconsciente? Esa pregunta no le permitía conciliar el sueño durante meses. Dormitaba e insistía con brebajes exóticos y de extraños sabores, había buscado por cielo, mar y tierra toda clase de remedios excéntricos y ninguno de ellos funcionaba. Las pesadillas persistían, los abismos a un profundo hoyo negro se abría paso en su mente, quizá esto era la consecuencia de buscar una y otra vez a la mujer que tanto había amado al otro lado del velo dónde la muerte puede confundirse con la vida; en dónde las almas pasan el resto de la eternidad viviendo una y otra vez su muerte hasta caer en la desesperación de ella. Jamás descansarían, ella jamás descansaría, lo que le atormentaba y frustraba con mucho pesar. Valía la pena atreverse e incluso pretender ¿Qué importaba? Le importaba una reverenda mierda lo que salía de las bocas de esas huecas mujeres infelices o de sus padres absortos por el dinero, encandilados por la avaricia ¿pero quién era él para juzgarles? En algún momento también había cometido brutalidades peores como el asesinato…pero unos que valían la pena de cometer.

Y sonrió, cruzó la plaza con la misma mueca torcida sobre sus labios, no desistiría tuviera las consecuencias que tuviera su proceder. Así fue.
Jaló la manija del establecimiento rodeado de libros, una campanilla con sonidos muy agudos llamó la atención de algunos compradores, otros se mantenían absortos en sus menesteres.

-…Deja vú…-agregó mentalmente sabiendo de que se trataba, justamente hacia no muchas vidas se había encontrado en la misma posición, lo vivía no como una primera vez, pero nacían dentro de sí los mismos cuestionamientos. No se trataba del lugar, mucho menos de la época, era la persecución sobre esos grandes ojos inquisitivos, era ella a quien estaba consignado a descubrir por alguna razón que ni él mismo sabia, de ahí devenía su interés sobre la damisela. Dado entonces por hecho, movió sus piernas por la inercia dando dos pasos hacia atrás con el propósito de realizar su faena, pero por si fuera poco y para su sorpresa la brusquedad de sus limitados movimientos tomó como rehén la espalda delgada de la italiana, chocando con ésta. Un oportuno accidente.

Quitó en un segundo su sombrero y se perfiló hasta la joven ofreciéndole una disculpa con su cabeza; la cual inclinó caballerosamente -Perdonad signorina, disculpad mi distracción y pertúrbante atención a los libros ¿Le he hecho daño?...- altercó, sosteniéndole la mirada con es0s ojos de un muy peculiar profundo azul celeste, en los que se alcanzan a ver la osadía que incluye el hechicero, esa insufrible bestia rebelde, solitaria e inalcanzable.

por Contenido patrocinado

Deep Purple || Priv.

Deep Purple || Priv.

Re: Deep Purple || Priv.

Re: Deep Purple || Priv.

Re: Deep Purple || Priv.