Santísima inquisición

por **Gaia Cavallari** Mar Mayo 14, 2013 4:42 pm

Recien había anochecido. Me había metido en mi cama, girándome a un lado para encontrar una posición en la que estuviese cómoda; cada vez era más difícil y en ocasiones el dolor en la ciática se hacía insoportable. Ya podía el bebé nacer sano y fuerte, porque desde luego, el muy pícaro se estaba aprovechando de su propia madre. Nacería aprendido, cual viva imagen de su padre.

Escuché gritos, los de Cecile. Me levanté sobresaltada, agotada, tambaleándome por los mareos. Me cubrí con un batín de color gris que resaltaba ligeramente mi abultado vientre. Salí de la habitación y bajé las escaleras, encontrándome con la viva imagen del miedo reflejado en el rostro del ama de llaves.

- Mi señora...el señor Pietro, lo mandan los inquisidores.

No me dio tiempo a reaccionar. Tragué saliva y acompañé a Cecile hasta la sala de estar donde la "santisima" inquisición debía de estar esperándome. Allí les planté cara, ofreciéndoles mi mano. Obviamente, rechazaron este gesto. Lo interpreté como una acusación, la declaración de una guerra.

- Señor Pietro...¿En qué puedo ayudarle?

- Señora Cavallari...urgente es la razón por la que debí de visitarla esta noche. Sin mucho que decir, le informo que debemos registrar la mansión, en busca de cualquier tipo de opisición... a Dios.

- No encontrarán nada entre estas cuatro paredes. En esta familia adoramos a Dios sobre todas las cosas. Acudimos a la Iglesia todas las semanas, esperando encontrar refugio en su misericordia.

- Esta acusación no se ha hecho contra su familia y no dudo que esta tenga las más puras intenciones...más debo decirle que es a usted a la que se culpa de brujería. Tenemos fuentes que así lo confirman y verifican. Afirman haber causado un mal ajeno a los Lafayette y todo comportamiento diabólico y malintencionado es perseguido por la Iglesia.

Esa zorra. Me encargaría de ella más tarde.

- Revisadlo todo- le dijo el inquisidor a sus súbditos que se desplegaron como cucarachas.

por **Leandro Cavallari** Mar Mayo 14, 2013 5:18 pm

Les había visto. Su carruaje, atravesando las calles parisinas en dirección a nuestra casa. La mera imagen me alarmó, me confundió. ¿Por qué nosotros? Era imposible, no habíamos mostrado ningún comportamiento inusual, yo había sido extremadamente cuidadoso y Gaia no había salido fuera de la mansión debido a su embarazo. Pensé pues en una traición. En alguien a quien conociésemos que se hubiese ido de la lengua. Tal vez ese descuidado vampiro ruso. No importaba ahora mismo. Lo único que me cabía en la cabeza era el llegar a casa a toda prisa.

Ellos ya habían llegado. Entraron a la mansión, y yo entré junto a ellos, manteniendo las distancias y el anonimato. Solo me mostré ante Gaia, haciendo un gesto para que guardara silencio ante mi presencia. Mi voz se alzó, de igual modo, solo para ella.

-Finge que no estoy.

El inquisidor habló de los Lafayette. ¿Escuché bien? ¿Fueron ellos los que denunciaron a mi familia? ¿Fue Holly?

-No tienen derecho a irrumpir en nuestra casa por acusaciones que quedan en solo palabras. Ellos lo saben.

Si la siguiera teniendo, me herviría la sangre. No porque profanasen mi casa de aquella forma, sino por el apellido del acusador. O acusadora. Porque estaba seguro, a pesar de negármelo a mí mismo: fue ella. Por qué precisamente ella…

-Deja que registre la casa, no encontrará nada que nos incrimine. ¿Qué se piensa? ¿Qué vamos dejando un rastro como cualquier vulgar principiante?

Los sentimientos de odio e indignación se acumulaban en mí, y sabía que debía controlarlos para que no se manifestaran como una ola. Desaparecí de nuevo, no sin antes avisar a Gaia de que fingiría haberme quedado dormido en mi despacho. Allí me materialicé, adoptando mi mejor fingida cara de sueño antes de abrir la puerta. Me topé con Cécile, quien trató de explicarme la situación atropelladamente antes de acudir al salón.

-Buenas noches, caballero.-saludé, situándome junto a Gaia.- Siento la espera, me he quedado dormido mientras atendía el papeleo. No le mentiré, me siento indignado por el hecho de que concedan tal credibilidad a simples palabras, hasta el punto de irrumpir en mi propiedad de esta forma. Al menos han tenido el acierto de hacerlo por la noche.

Por lo menos podía estar seguro de que el honor de mi familia no se vería mancillado por la imagen de aquellos hombres entrando a mi casa como si fuese el escenario de un crím… de acuerdo, no era el ejemplo más adecuado.

-Siéntanse libres de registrar lo que quieran. En esta casa nos acogemos a la palabra de Dios y no guardamos secretos ante él.

Me repugnaba pronunciar aquellas vacías palabras, pero tantos años haciéndolo resultaban en una actuación muy realista. Para acentuar aquél teatro, tomé la mano de Gaia entre la mía, mirándola brevemente antes de devolverle la vista al inquisidor.

-Estamos esperando un hijo, así que le pediría que le ahorrase cualquier molestia a mi mujer. En caso contrario, le aseguro que acudiré a las autoridades y me encargaré personalmente de que tanto usted, como los Lafayette, sean sometidos a juicio por blasfemias contra mi familia.

por **Gaia Cavallari** Mar Mayo 14, 2013 5:49 pm

El hecho de que Leandro me hablase solo a mí, me tranquilizó. Al menos, él estaba de mi lado, o eso quería creer. Mantuve la mirada fija en el tal Pietro, un hombre de avanzada edad, arrugado y pálido; vestía la típica túnica negra y un rosario colgaba de su cuello, delgaducho como el de un niño de diez años.

Después de que las cucarachas se dispersasen, dejé que Leandro hablara por mí, al fin y al cabo era él el responsable de aquel núcleo familiar y tenía mucha más seguridad y confianza en sí mismo que yo. En cualquier caso, debía evitar mi agresividad innata, mi pánico e irascibilidad. Yo era una presa fácil para la inquisición, aunque nunca fui tonta, jamás hube dejado una pista que los condujera a mi propia morada.

Holly se lo había inventado todo, a no ser que... Leandro le hubiese hablado sobre lo que eramos, ambos. En ese caso, estaba claro que lo había engañado. ¡Cuán bondadosa era la perrita que nada más girar la espalda, había mordido la mano que tanto deseaba que le diese de comer!

Noté su tacto, el rocé de su mano, fría y áspera. Fue la primera vez que sentí algo semejante, aquel gesto de cariño inesperado que no podía rechazar. Apreté con fuerza sus dedos, abasteciéndome de su entereza y le miré, confusa. Me llevé la mano izquierda al vientre, apoyándola sobre este y me volví para mirar al inquisidor que parecía ciertamente cohibido por la presencia de mi marido. No eran muchos los que se atrevían a desafiarlo públicamente, en los años que llevaba con él, nadie jamás le hubo faltado el respeto de aquella forma.

- El señor nos ayuda a resistir toda tentación, señor Pietro.

Me llevé la mano a la frente, fingiendo enfermedad.

- Debo comentarle mi delicado estado, el médico me recomendó descanso...está usted perturbándolo, señor Pietro.

- Señora Cavallari, señor Cavallari, comprendo que se sientan molestos pero necesitamos comprobar absolutamente cada rincón de esta casa. Como puede comprender, la Iglesia debe asegurarse de que las calles son seguras y están libres de demonios. Es nuestro deber servir con la seguridad como único fin.

Miré a Leandro y me apegué a él, buscando algo de calor que me arropase ante aquel miedo. No encontrarían nada...nunca dejábamos rastro, ambos proveníamos de familias en las que todos nuestros antepasados habían hecho uso de la magia, estábamos acostumbrados a ese tipo de persecuciones.

Diez minutos más tarde, cada rincón de la casa había sido barrido por los súbditos de Dios. Habían destrozado estanterías, mutilado libros, todo ante la atenta mirada de Cecile que los observaba atemorizada.

- No hay nada, señor Pietro - le dijo uno de los que lo acompañaba.

Yo respiré, aliviada.

- De todas formas, señora Cavallari, nos gustaría que nos acompañase, no está de más tomar testimonio de lo que hace en su tiempo libre...si usted me entiende.

por **Leandro Cavallari** Jue Mayo 16, 2013 10:28 am

A pesar de los gestos que hube articulado para mi teatro, Gaia respondió a ellos de una forma distinta, más... personal. Había cosas que no entendía, gestos que jamás hubiese realizado de aquella manera, como buscar mi cercanía o aferrar mi mano con aquél temor. Seguía preguntándomelo. Preguntándome si de verdad era capaz de cambiar. Aunque, ahora, cobraba un ligero matiz, un plural: ¿éramos capaces de cambiar?

Escuchabamos de fondo los destrozos que hacían a nuestra casa, y mi mirada no podría ser más acusadora ante aquél inquisidor.

-Esto es una ofensa demasiado grande para mi familia. Y no contento con perturbar a mi mujer, embarazada, destroza mis bienes personales sin motivo ni pruebas concluyentes. Sabrá de mi pronto, sr. Pietro, se lo garantizo. No creo que a la Iglesia le complazca saber la forma en la que trata a sus fieles más contribuyentes. ¿O es que se ha olvidado de que cada mes donamos una parte de nuestro capital a los religiosos?

Di un paso adelante, imperturbable, anteponiéndome a Gaia y tratando de intimidar sutilmente al inquisidor con mi mera presencia. No iba a seguir perturbando la..."paz"... de mi hogar, y mucho menos obligaría a Gaia a acompañarles.

-Comprenderá que después de su actuación me niegue rotundamente a que mi mujer les acompañe o a dedicarles más palabras que las de "fuera de mi casa".

por **Gaia Cavallari** Vie Mayo 17, 2013 1:12 am

Había algo dentro de mí que disfrutaba observando aquella escena. Me debatía entre las formas que tendría de torturar a Holly Lafayette, haciéndole pagar por lo que había hecho con nosotros. Quería culparla, sobre todo, de la falta de interés de Leandro hacia mi persona. Sí, había veces que me molestaba y me disculpaba creyendo que adoraba discutir con él pero aquel no era e caso. Quizá, en el fondo de toda aquella maraña de sentimientos injustificados, se escondía una mujer como cualquier otra, deseosa de cariño.

-Yo no voy a ir a ningún sitio, ya se los ha dicho mi marido.

Si había alguna distancia que acortar entre Leandro y yo, la reduje de inmediato. Me pegué con vehemencia a él, rozando con mi vientre y el abultado pecho su cuerpo. Por primera vez tenía miedo porque no veía forma alguna de deshacernos de aquel hombre.

No tuve más remedio y cualquiera lo hubiese considerado una apuesta arriesgada. Me concentré, internándome en los confines de la mente del inquisidor y permanecí allí durante unos segundos, alterando sus pensamientos, cualquier concepción extraña que tuviese de mí. Hice lo mismo con cada uno de sus súbditos y acabé agotada una vez hube terminado con las cucarachas.

- Perdonen la molestia, entonces, señores Cavallari. Nos retiramos...

Asintiendo, aquellos chiflados abandonaron la mansión bajo nuestra atenta mirada y la de Cecile. Sonreí aliviada y miré a Leandro muy de cerca. Me percaté que desde aquella distancia y con la luz del fuego de la chimenea, sus ojos brillaban, como lo habían hecho una vez cuando hubo sido humano.

- Gracias

Le abracé, juro que ni siquiera supe por qué. El abrazo fue algo incomodo, principalmente por aquello que nos separaba: - y que irónicamente tantos nos unía- nuestro bebé.

-Te diría que acabases con ella porque si tú no lo haces, tomaré tu forma y le arrancaré uno a uno cada uno de los dientes de su mandíbula. Así me aseguraría de que no volviese a morder con sus colmillos de víbora. La odio.

por **Leandro Cavallari** Vie Mayo 17, 2013 8:02 pm

Sentí el roce de su vientre a mi espalda, su cercanía invadiéndome y buscando mi protección. No estaba seguro de si era un teatro o si de verdad estaba asustada, pero nunca había llegado a esos extremos a la hora de fingir ante otros. Le dediqué una breve mirada, girando la cabeza hacia ella, para volver a encarar al inquisidor. Su gesto me apoyaba, mi presencia se hacía más imponente y, finalmente el hombre salió por fin de la casa, seguido por mi mirada.

-Ya ha acabad...

Pero mis palabras quedaron cortadas por sus brazos entrelazándose en torno a mi frío cuerpo. Gaia sonreía, me miraba, con su vientre hinchado por el bebé apoyado en mí. Cécile sonrió también, pude verlo desde mi posición, como si por fin viese que sus esfuerzos habían dado fruto. La pobre Cécile...

-Solo he hecho lo que tenía que hacer.

Yo no sonreí. No lo hice, pero mi tono fue más cercano que de costumbre, relajado al tener un descanso de los constantes ataques y discusiones que mantenía con Gaia. Respondí a su abrazo, viendo un atisbo, una chispa, de que todo podía cambiar. Porque yo no sentía las cosas de la misma forma que antes. Los sentimientos en un espectro no eran iguales que en los humanos. Se manifestaban de diversas formas, y una de ellas, en mi caso, eran esas "esperanzas", pequeñas y breves visiones, sensaciones mejor dicho, presentimientos de distintas cosas, entre ellas el que contra todo pronóstico, quizás pudiéramos enmendar parte de lo obrado. Eso sería, probablemente, en un futuro. Mucho tenía que pasar para que pudiera perdonarla por lo que hizo. Porque ella, quisiera o no admitirlo, podía recuperar el tiempo perdido como gustara. Yo, en cambio, estaba muerto. Y no había forma de revertir aquello.

-No vas a hacerle nada a Lafayette.-sentencié con decisión, separándome.- Ella no lo merece. Yo soy el causante de su depresión, por la cual habrá obrado de esta manera. Hablaré con ella, le diré que no presentaré cargo alguno contra su familia si no vuelve a atentar contra la mía.

Alcé la mano antes de que pudiera decir nada, parándola.

-Y no me discutas esto. No estoy de humor para ello. Vuelve a la cama, esta noche estaré despierto. Vigilaré que no se les ocurra volver.

Esta noche y todas estaría despierto, eso ella ya lo sabía. Pero no era el caso de Cécile, ante quien, a pesar de tener conocimientos sobrenaturales, debía ocultar los funestos acontecimientos.

por **Gaia Cavallari** Vie Mayo 17, 2013 8:25 pm

Me separé de él, alargando las distancias que mantenían nuestros cuerpos, cansados, agotados por la cantidad de vivencias que habíamos pasado juntos. Quizá, aquello hubiese agotado todas nuestras posibilidades, puede que sí que hubo un momento en el que pude enamorarme de él pero ingenua de mí, no supe que la vida no nos había destinado a estar juntos. Si tanto se había empeñado en separarnos, lo lógico sería que finalmente llevase a cabo su plan, abandonándolo. ¿Por qué seguía ahí? ¿Es que acaso no había tenido suficiente después de todos aquellos años de desolación, gritos y discusiones? Yo no podía explicármelo, dudo que tú hubieses sido capaz de hacerlo.

Mi ira incrementaba conforme escuchaba el nombre de Holly Lafayette una y otra vez. ¡No me podía creer que la estuviese defendiendo!

- ¿La defiendes? Mete a la inquisición en nuestra casa y vas a hacer que se vaya de rositas. Tú eres un maldito calzonazos, eso es lo que eres. No te atreves a defender a tu mujer y a tu hijo de esa zorra. ¿De que nos sirves entonces? Agotas mi paciencia...mira que me esfuerzo y hago un intento por que esto salga bien, por el bebé, pero cada día me arrepiento menos de no sentir un ápice de compasión o cariño hacia ti.

Apreté los dientes furiosa, celosa.

Le arrancaría los dientes, uno por uno, hasta que la sonrisa de señorita remilgada desapareciese de su rostro.

- Haré que se le caigan los dientes, el pelo y las pestañas. A ver si así te parece tan guapa. Me imagino que cualquier pelandusca estará mejor que tu mujer, redonda como una bola. ¿Qué te crees, que no me acuerdo de aquel día? Me dejaste en ridículo delante de Cecile, cuando aún no sabías que llevaba a tu hijo en mis entrañas. Me provocaste hasta límites insospechados...

Tiré de él, queriendo evitar que Cecile escuchase esa conversación. Lo arrastré escaleras arriba, hasta mi habitación y allí cerré la puerta con llave.

- ¿La vas a castigar, como me llevas castigando a mí todos estos años? Ella no se lo merece...¿Verdad? Solo quiere tu dinero, por eso me quiere quitar a mi de en medio, no a mí, sino al bebé. Quiere matar a tu hijo... tú no mereces que te llame hombre.

por **Leandro Cavallari** Sáb Mayo 18, 2013 3:17 pm

-¿Acaso no es lo que acabo de hacer? ¿Defender a mi mujer y a mi hijo? ¡Ni se te ocurra poner en duda mis principios!

Sus palabras teñidas de insultos eran intolerables para mis oídos. ¿Acaso cada vez que me daba por pensar que podíamos mejorar la situación, ella iba a encargarse de hacerme cambiar de opinión en la mayor brevedad que le fuera posible? Reí con desdén, sin permitir que su mano me agarrase, pero acompañándola subiendo la escaleras hacia su habitación.

-¿Estás acaso celosa, "querida"? No deberías. A ti te entregué más atenciones de las que jamás di a Lafayette y te encargaste perfectamente de destrozarlas, tirármelas y restregármelas por la cara. ¿Por qué no hablas claro de una maldita vez? ¿Por qué no empiezas a pensar en qué es lo que quieres? Eso es, Gaia. Adelante. Dímelo. ¿Alguna vez vas a saciar tu apetito de hiena? ¿Vas a sentirte satisfecha alguna vez en tu vida? ¡Adelante! ¡Responde!

Estaba realmente enervado, dirigiéndome a ella con ese desdén. No la soportaba, y ella se encargaba de recordármelo cada vez que corría el peligro de olvidarlo.

-¡Habla! ¡Dímelo! ¿Quieres que me marche? Porque has colmado mi paciencia, "querida". Enhorabuena, has estado a punto de convencerme de que gran parte de la culpa de todo ha sido mía. Tonto de mí que me he creído tus cuentos y que algún día podría perdonarte por lo que me has hecho. Si tanto querías verme muerto, no te preocupes. Pronto lo estaré para todos, búscate a alguien de acuerdo a tus exigencias y apáñatelas como puedas.

por **Gaia Cavallari** Sáb Mayo 18, 2013 3:55 pm

- Porque no tenías más remedio. No me ibas a entregar en bandeja de plata al inquisidor. Quieres lo que tengo dentro de mí y ya te dije que si pudiese me lo arrancaría para dártelo.

Le miré con rabia, ciega por la presión que hacía mella en mi cuerpo. Quería matarlo de nuevo, arrancarle el corazón del pecho y dárselo de comer a los perros. ¡Cómo se atrevía a insinuar que yo estaba celosa!

- Quítate la máscara. Una vez una mujer me dijo que los hombres del sur eran salvajes, indomables e insaciables. Cuando me casé contigo, pensé que me encontraría con lo que me habían descrito y al ver que apenas tenías sangre en las venas, quise que la tierra se abriese y me tragase. Eres insulso, como una sopa de pato sin apenas sal.

Sonreí. Quería herirle con aquella pequeña comparación. Me dí la vuelta y susurré palabras que él ni siquiera pudo escuchar. Al volverme hacia él, me había convertido en la dulce Holly, con sus labios carnosos y su piel pálida, como la de una muñeca de porcelana.

- ¿Cómo sabes que fue ella todo el tiempo? Soy muy buen actriz, Leandro. ¿Recuerdas la noche en que moriste? ¿Cómo sabia que acudirías a casa aquella noche, en aquel preciso instante?

Me acerqué a él, con los labios entreabiertos, esperando que el espectro pudiese sentir el calor de la boca de Holly en su cuello, acariciándolo como el veneno que lo había matado,

por **Leandro Cavallari** Sáb Mayo 18, 2013 4:19 pm

Reí de nuevo ante su comparación, desechando toda la importancia que quería darle aquellas palabras envenenadas para tratar de humillarme. Cómo fui capaz de ablandarme con ella, de pensar que ambos podíamos cambiar, de que la situación podría mejorar… ¿cómo me calificó la otra vez? Ah… desde luego, cómo olvidarlo: patético. Y le daba toda la razón. Lo había sido.

Sí, me reí de sus palabras, pero las últimas me quitaron todas las ganas. Fueron esas fétidas palabras las que me revelaron una verdad que no soportaba. No me lo creía. O más bien, no quería creérmelo. Había sido ella, todo el tiempo…

Justo cuando creí que no sería capaz de odiarla más, Gaia rebasaba todos mis límites. Quería matarla, y lo hubiese hecho allí mismo de no ser porque le tenía reservado un destino mucho peor. La odiaba, con todas mis fuerzas, y el dolor que sufría en ese instante se manifestaba en toda la habitación en la que nos encontrábamos. Todo parecía oscurecerse, las plantas que la decoraban se marchitaban y los cristales de las ventanas se cubrían de escarcha. Hacía frío, uno antinatural, punzante. ¿Qué había hecho? Nunca había hablado con Lafayette, había sido Gaia, en cada ocasión desde la noche de mi muerte. Había desaparecido como un maldito bastardo ante la única mujer que me había amado.

-Dime que no es cierto.

Y, entre el sonido de todo en mi interior rompiéndose a pedazos, no fui capaz de percatarme de mis propias lágrimas brotando de mis ojos. Mi cuerpo se desvanecía parcialmente, incapaz de mantenerme tangible. Quería golpearla. Matarla allí mismo. Pero eso sería rebajarme mismo al pésimo nivel que ella.

-Me has… destrozado la vida. Sí Gaia. Has ganado. Felicidades, espero que lo disfrutes.

No valía la pena dedicarle más palabras. Simplemente, me desvanecí. Desaparecí de aquella habitación, con la intención de no volver a mostrarme. Porque ya nada tenía sentido. Ella había ganado. Había ganado el peor enemigo que podría imaginar.

por **Gaia Cavallari** Sáb Mayo 18, 2013 4:41 pm

- ¿Por qué la quieres? ¡Se supone que me tienes que querer a mí, yo soy tu mujer, ella tiene que ser el segundo plato, no yo!

Apreté los dientes, escupiendo y gritando al aire. Estaba celosa, consumida por la rabia.

- Te dejé que te metieses en mi cama porque pensé que un bebé me haría quererte. Aguanté que te vieses con Holly durante meses. ¿Qué te crees que duele más, que no correspondan tu amor o que la persona que se supone que tienes a tu lado te engañe porque crea que otra merece más la pena? Creaste en mí odio antes de que jamás pudiese amarte. Nunca te dí mi corazón y aún dentro de mi pecho, conseguiste astillarlo y destrozarlo en mi pedazos.

Odiaba tener que confesarle todo aquello. El destino era irónicamente injusto. ¿Le odiaba o le quería? No tenía ni idea; solo sabía que él me pertenecía.

Cambié de forma, manifestándome como la mujer pelirroja de ojos azules y facciones perfectamente definidas. Dos lagrimitas recorrieron el contorno de mis mejillas, mirando el vacío que Leandro había dejado.

- Maldita sea, lo siento.

Sabía que él, desde donde estuviese, podía oírme.

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