AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Una fiesta y nada más [Danna Dianceht]
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Una fiesta y nada más [Danna Dianceht]
Un suave y gentil golpe en la ventanilla del carruaje me despertó, llevaba sumergido en el sopor del sueño ya largo rato gracias al constante e hipnotizante vaivén carruaje que se movía de manera casi perezosa sobre el camino de piedra. Con un bostezo abrí los ojos y noté por primera vez que nos habíamos detenido ya. Al parecer me había dormido lo suficiente como para hacer el camino completo sin que lo notara. Un viajero normal se lamentaría por semejante situación, si se tratase de un viaje de recreo solamente incluso me habría desesperado el perderme el pintoresco espectáculo que ofrecían los místicos bosques escoceses.
-Pero esto no es un jodido día de campo... -Murmuré respondiendo a mis propios pensamientos mientras me acariciaba el mentón, podía sentir el escozor de la barba de un par de días que creía perezosa en mi dermis. Tenía que tomar un baño, afeitarme y quizás dormir de verdad, aquella carroza no era precisamente el lugar mas cómodo y reconfortante. Casi había olvidado que alguien había llamado a mi ventana cuando el sonido se repitió con mucha más insistencia. Bufé girándome para abrir la portezuela del armatoste ya detenido. La suave brisa de la tarde me abofeteó haciéndome estremecer cuando trataba de acostumbrar mis ojos al resplandor de aquel mundo al que regresaba.
-Caballero, lamento incomodarle pero hemos llegado. -Bueno, al parecer a aquel paje tenía la costumbre de remarcar lo que era obvio. Sonreí sin dejar escapar de mis labios un comentario burlón a semejante aseveración que era mas que evidente. -Su equipaje será llevado a sus habitaciones, mi señor ha dispuesto que se les guié a sus habitaciones para que puedan descansar y refrescarse antes de la fiesta. Sigame por favor. -Era extraño el ser tratado de aquella manera tan elevada, sin embargo asentí tomando mi abrigo que descansaba en el asiento delantero. La temperatura fuera de la cabina era una caricia helada.
El "castillo" era una antigua construcción de piedra oscura y húmeda, quizás en algún tiempo lejano aquel lugar había sido esplendido. Ahora no era más que una ruina. Sin embargo aquello era mejor que una posada y ayudaría a servir perfectamente de pantalla para las maquinaciones que tendrían lugar tras sus muros. El no tan gran señor del lugar había contactado con uno de mis compañeros solicitando ayuda, al parecer en aquel lugar tan bello existía el rumor de una extraña bestia de luna. De esa forma había llegado a aquel lugar, haciéndome pasar por algún señor francés para asistir a una fiesta que se daría en casa de la duquesa Dianceht. No se sospechaba de nadie en especifico pero el señor escoces temía, gracias a maledicencias, que aquello tuviese origen en los terribles sucesos que habían seguido al ascenso de la duquesa al poder. Ya pronto se vería si aquello no eran temores infundados o una verdad aparente.
El recibimiento del señor fue frío y nervioso, las explicaciones fueron hechas mientras nos dirigíamos a la fiesta al cobijo de una pesada maquina de transporte que había pasado de generación en generación en la familia del antiguo señor. Le escuche con atención, relajado ya por el baño y descanso que había logrado obtener. La noche había caído ya cuando el carruaje se detuvo a la entrada de la mansión de la duquesa, antorchas brillaban señalando la entrada a aquel majestuoso lugar de aspecto un tanto severo. Parecía ser parte de la costumbre del lugar. Un paje nos ayudo a bajar y tomó nuestros abrigos guiándonos sobre el camino de gravilla hasta adentrarnos en los salones donde la fiesta tenía lugar.
Bellas damas de vestidos lustrosos y caballeros de sonrisas complacientes se movían por el salón como actores de una representación. Sus platicas frívolas corrían como el vino por doquier. Sonreí ante aquello. De alguna forma me recordaba a las fiestas disolutas de París. Con paso tranquilo y acompañado de las recomendaciones de mi acompañante nos mezclamos entre la gente mientras yo aguzaba mis sentidos en busca de cualquier señal que pudiese dar razón a los temores de aquel señor.
-Pero esto no es un jodido día de campo... -Murmuré respondiendo a mis propios pensamientos mientras me acariciaba el mentón, podía sentir el escozor de la barba de un par de días que creía perezosa en mi dermis. Tenía que tomar un baño, afeitarme y quizás dormir de verdad, aquella carroza no era precisamente el lugar mas cómodo y reconfortante. Casi había olvidado que alguien había llamado a mi ventana cuando el sonido se repitió con mucha más insistencia. Bufé girándome para abrir la portezuela del armatoste ya detenido. La suave brisa de la tarde me abofeteó haciéndome estremecer cuando trataba de acostumbrar mis ojos al resplandor de aquel mundo al que regresaba.
-Caballero, lamento incomodarle pero hemos llegado. -Bueno, al parecer a aquel paje tenía la costumbre de remarcar lo que era obvio. Sonreí sin dejar escapar de mis labios un comentario burlón a semejante aseveración que era mas que evidente. -Su equipaje será llevado a sus habitaciones, mi señor ha dispuesto que se les guié a sus habitaciones para que puedan descansar y refrescarse antes de la fiesta. Sigame por favor. -Era extraño el ser tratado de aquella manera tan elevada, sin embargo asentí tomando mi abrigo que descansaba en el asiento delantero. La temperatura fuera de la cabina era una caricia helada.
El "castillo" era una antigua construcción de piedra oscura y húmeda, quizás en algún tiempo lejano aquel lugar había sido esplendido. Ahora no era más que una ruina. Sin embargo aquello era mejor que una posada y ayudaría a servir perfectamente de pantalla para las maquinaciones que tendrían lugar tras sus muros. El no tan gran señor del lugar había contactado con uno de mis compañeros solicitando ayuda, al parecer en aquel lugar tan bello existía el rumor de una extraña bestia de luna. De esa forma había llegado a aquel lugar, haciéndome pasar por algún señor francés para asistir a una fiesta que se daría en casa de la duquesa Dianceht. No se sospechaba de nadie en especifico pero el señor escoces temía, gracias a maledicencias, que aquello tuviese origen en los terribles sucesos que habían seguido al ascenso de la duquesa al poder. Ya pronto se vería si aquello no eran temores infundados o una verdad aparente.
El recibimiento del señor fue frío y nervioso, las explicaciones fueron hechas mientras nos dirigíamos a la fiesta al cobijo de una pesada maquina de transporte que había pasado de generación en generación en la familia del antiguo señor. Le escuche con atención, relajado ya por el baño y descanso que había logrado obtener. La noche había caído ya cuando el carruaje se detuvo a la entrada de la mansión de la duquesa, antorchas brillaban señalando la entrada a aquel majestuoso lugar de aspecto un tanto severo. Parecía ser parte de la costumbre del lugar. Un paje nos ayudo a bajar y tomó nuestros abrigos guiándonos sobre el camino de gravilla hasta adentrarnos en los salones donde la fiesta tenía lugar.
Bellas damas de vestidos lustrosos y caballeros de sonrisas complacientes se movían por el salón como actores de una representación. Sus platicas frívolas corrían como el vino por doquier. Sonreí ante aquello. De alguna forma me recordaba a las fiestas disolutas de París. Con paso tranquilo y acompañado de las recomendaciones de mi acompañante nos mezclamos entre la gente mientras yo aguzaba mis sentidos en busca de cualquier señal que pudiese dar razón a los temores de aquel señor.
Benoit Desmarai- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 09/05/2013
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Re: Una fiesta y nada más [Danna Dianceht]
Había vuelto a mi hogar, apenas haría unos pocos días atrás. Llegué tras muchas lunas, fuera de Escocia. Me había encontrado viajando, conociendo nuevos lugares e investigando, adquiriendo varios conocimientos. Sumamente fácil se me había echo, el no encontrarme en mis transformaciones en mi terreno, y por suerte, no me había topado, con otro licántropo, así que mi ser, resplandecía de alegría. Otras noches más, sin encontrarme con victimas a las que llorar, apenas unos ciervos que tuvieron la mala suerte de toparse con mi bestia. Podía estar satisfecha, no muchos lobos, llevaban la cuenta de vidas robadas, en blanco. Así que confiada, y anhelando rodearme del cariño de mis mas allegados, entre ella Marguerrite, mi fiel ama de llaves, volví a Escocia, mas concreto a mi bella mansión de las afueras.
Al llegar, todo el cariño de los míos, se hizo palpable en el ambiente. Yo nunca los consideraría siervos, eran mis allegados, la única familia que me quedaba en este mundo, por la que protegería llegando hasta las últimas consecuencias. Pero desde mi llegada, noté cierta maldad en el aire, procedente del esposo de Marguerrite, quien vivía alejado de la mansión, y el que más a pecho, se tomó la muerte de mis padres, culpándome siempre, de la cercanía de los lobos que les arrebataron la vida. Su bondadosa esposa, siempre le hacia callar, o le mandaba hacer recados, cuando se ponía de malas uvas con mi persona, diciéndome que le perdonara, que últimamente, andaba mas inquieto que nunca. Yo en mi fuero interno, me culpaba de la muerte de mi adorada madre, pero nunca, me culparé de la muerte de mi vil padre, quien me convirtió con apenas dieciséis años, en la bestia que él también era. Así que le entendía, pero cada vez su fantasía, iba más, y desconfiaba de su presencia, ahora más que nunca.
Solo pisar un pie en mi propia mansión, me encontré siendo acorralada, por su persona, siempre siguiéndome, observándome. Yo me hacia la despistada, pero mis ojos le seguían también su rastro, y conocía todos sus pasos, desde que despertaba al lado de su esposa, hasta que se dormía. Pero el evento del año me requirió toda y absolutamente, mi atención, y dejé de vigilar sus pasos. Se acercaba el año en que se celebraba el centenario cumpleaños, de la llegada de los antepasados duques de Escocia, y liberaran a miles de niños abandonados, de las garras de un gobierno corrupto y malvados soldados. En esta fiesta, se recordaba el buen gesto de mi familia, así como nuestra dedicación, a mejorar la vida de muchos niños. La dedicación y faena, que ahora, como heredera, recaía en mi sombra, bajo mis hombros, y que feliz, aceptaba. Me encontré durante tres días con sus noches, completamente entregada al evento.Como el día pasa a la noche, y así sucesivamente, finalmente llegó el esperado día, y sumando a esto que aún no era luna llena, que me quedaban días de tranquilidad, para volverme a habituar de nuevo a mi hogar, empezó la fiesta[...]
Esplendorosa yacía la mansión, con muchas luces y adornos dorados, el ambiente relucía mágicamente. Habían llegado ya, anticipadamente muchos invitados, deseosos de contemplar y coger sitio en el salón de baile. Escondida en el segundo piso, contemplaba y supervisaba, que nada se saliera de lo común, y de momento, todo parecía en orden, pero no podía confiarme, lenguas allá en Escocia, me dijeron de unos dos jóvenes visitantes, y precisamente hoy, el marido de Marguerrite, se encontraba desaparecido. Algo olía mal y tenia que averiguarlo. Por seguridad, propia y de todos los asistentes, usé mi don, para esconder mi esencia, el que tanto me había hecho efecto para pasar desapercibida entre inmortales. En el fondo, esperaba no encontrarme en problemas en mi propia mansión, todo y que tenía mis sospechas, no lo podía asegurar, bien era capaz ese hombre, de traer un cura para bendecirme y expulsar el diablo en mí, como despertar al mismismo diablo, para condenarme. Estaba enterada de la buena amistad entre mi difunto padre y él, lo que él no sabia, era que fue mi padre quien mató a su propia esposa, y convirtió a su propia hija.
Una mano calida tiro de mi mano, desviando mis pensamientos, hacia la criatura. Sonreí mirando a la pequeña niña, hoy ella seria la anfitriona de la fiesta, hoy estábamos aquí por la fiesta y su cumpleaños, y celebrar que al fin, había encontrado una familia a la que querer.
-¿Estas nerviosa, querida?- pregunté en una dulce sonrisa. La niña me miró y negó con la cabeza, pero su estática figura y rojez de mejillas, me decía todo lo contrario. Le apreté la mano, dándole valor. Tras nuestro, una joven dama, terminó de arreglar su bonito y pequeño vestido, azul turquesa, que hacia juego con mi azul vestido, el que largo, vestía mi esbelta figura, quedando a juegos mis ojos verdes, con ciertos, toques de azul y mi fino cabello, cayendo por hombros y espalda. Al terminar,empezamos a caminar las dos de la mano, hacia el piso de abajo, en que se desarrollaba la fiesta.
Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
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Fecha de inscripción : 27/05/2013
Edad : 32
Re: Una fiesta y nada más [Danna Dianceht]
-No creo que se trate de una casualidad todos los sucesos que la han rodeado, es demasiado... misteriosa.- Murmuró mi anfitrión al oído mientras tomaba una copa de vino que ofrecía a mi uno de los sirvientes del lugar. -Desaparece constantemente y no viaja a casa de otros nobles, además.. ¿la prohibición de luna llena? ¿No es eso extraño? -Tiró de mi brazo tratando de atraer mi atención que se encontraba fija en las caderas de una hermosa dama de cabellos escarlatas, el movimiento provocó que el liquido se regase y manchase mi mano.
-No, no es natural. Pero conociendo a todos los estúpidos y petulantes nobles no me sorprende. Tienen las ideas mas brillantes respecto a las costumbres que sus súbditos deben seguir. -Conteste con marcado despreció alejándome un par de pasos de él, tomando una servilleta que se encontraba en la mesa del buffet para limpiar aquel desorden creado. -Desde mi punto de vista tanto puede ser lo que temes o una loca excéntrica. Ninguna de las dos cosas me gustan, pero la segunda solo debería preocuparte cuando empiece a tomar vírgenes para bañarse en su sangre. -El rostro de hombre se descompuso en una mueca de molestia y duda.
-Realmente es usted lo que me prometieron? Solicite la ayuda de alguien profesional, no de un sucio borracho que me haga perder el tiempo y mi inversión. -Lúgubres eran sus palabras mientras me miraba como solían hacerlo los grandes señores a sus criados, tranquilo me acerqué a él sin mutar la tranquilidad de mi rostro al tiempo que dejaba la copa vaciá sobre el impecable mantel blanco. Algo en mi mirada debió mutar para hacerle retroceder y borrar aquel gesto de superioridad, no deseaba que quedase algún hilo suelto por lo cual le tomé del brazo con fuerza, su rostro siguió mis acciones mientras abría sus labios como dispuesto a hablar.
-Le aseguro señor mio que su dinero no ha sido mal gastado en su inversión. Solo deseo recordarle que yo no me rijo por sus reglas, ni por su titulo o lo que sea que quiera enarbolar en mi contra. Si no le agrada como hago mi trabajo regresare por donde vine y su dinero será reembolsado. -Había subido mis manos al hablar hasta las solapas de su saco, tomándole con fuerza hasta elevarlo algunos centímetros sobre el suelo, su rostro estaba encendido como la grana cuando le bajé. Quizás pensaba agregar algo más pero en ese momento un murmullo general invadió la sala, todos los ojos se dirigieron hacia un punto a mi derecha y la música de la orquesta muto para dar la bienvenida a aquella que era la anfitriona de la noche.
Como el resto dirigí mi atención a aquella mujer, contemplándole con curiosidad y atención. Solo que yo no admiraba la perfección de su porte, la vanidad de su vestido o la hermosura de sus gestos. Mis ojos trataban de ver algo más que ante otros pasaría desapercibido. El tipo bufó a mi espalda y comencé a preguntarme si aquella misión no era solo una riña de intereses y no una caza. -Es ella. -Dijo él a mi oído y asentí al haberme dado ya cuenta. Por el breve instante que duro su descenso le contemple y luego la deje perderse entre la gente. -Quizás lo mejor sea que vayamos a saludarla. -Propuse con una sonrisa complaciente mientras acompañado del caballero nos abrimos paso hasta entre los cuerpos que parecían ser atraídos por la gravedad de aquella joven dama.
Mi anfitrión, que parecía ser conocido por todos aquellos que inundaban el salón, nos abrían el paso dirigiéndome una mirada curiosa que correspondía con una sonrisa torcida. Finalmente llegamos hasta el circulo donde la dama se encontraba, rodeada por una decena de invitados que parecían rogar una palabra o una sonrisa. No es mas que una princesa. Pensé en mis adentros recordando a los antiguos reyes de Francia que habían caído por la misma petulancia. Sin embargo me guardé bien en demostrar mi despreció por aquello y enarbole en mi rostro el gesto mas tranquilo y afable.
-Lady Danna. -Exclamó el hombre regordete elevando su mano derecha a modo de saludo y atrayendo la atención de la mujer en medio del mar de gentes. Nos acercamos con paso resuelto. Yo avanzaba un paso atrás de aquel hombre que estaba a punto de hacer mi presentación a la prospecto de presa. -Su excelencia, me permitiría robarle un instante de su atención para presentarle a mi protegido. -Con un gesto me señaló mientras yo correspondía con una profunda reverencia. -Ha venido desde Francia y permanecerá en nuestras tierras por una temporada. -Sonrió de manera lambiscona, le mire de soslayo y tuve que aguantar las ganas de borrarle la sonrisa con un puñetazo. Con un paso me adelanté tomando la mano derecha de aquella dama colocando un suave beso en su piel. -Duquesa, es un placer el haber sido invitado a vuestra presencia. Benoit Kant, sírvase tomarme como su mas afecto servidor madame. -Dije con tono galante dejando ir su suave mano y sonriendole con total tranquilidad.
-No, no es natural. Pero conociendo a todos los estúpidos y petulantes nobles no me sorprende. Tienen las ideas mas brillantes respecto a las costumbres que sus súbditos deben seguir. -Conteste con marcado despreció alejándome un par de pasos de él, tomando una servilleta que se encontraba en la mesa del buffet para limpiar aquel desorden creado. -Desde mi punto de vista tanto puede ser lo que temes o una loca excéntrica. Ninguna de las dos cosas me gustan, pero la segunda solo debería preocuparte cuando empiece a tomar vírgenes para bañarse en su sangre. -El rostro de hombre se descompuso en una mueca de molestia y duda.
-Realmente es usted lo que me prometieron? Solicite la ayuda de alguien profesional, no de un sucio borracho que me haga perder el tiempo y mi inversión. -Lúgubres eran sus palabras mientras me miraba como solían hacerlo los grandes señores a sus criados, tranquilo me acerqué a él sin mutar la tranquilidad de mi rostro al tiempo que dejaba la copa vaciá sobre el impecable mantel blanco. Algo en mi mirada debió mutar para hacerle retroceder y borrar aquel gesto de superioridad, no deseaba que quedase algún hilo suelto por lo cual le tomé del brazo con fuerza, su rostro siguió mis acciones mientras abría sus labios como dispuesto a hablar.
-Le aseguro señor mio que su dinero no ha sido mal gastado en su inversión. Solo deseo recordarle que yo no me rijo por sus reglas, ni por su titulo o lo que sea que quiera enarbolar en mi contra. Si no le agrada como hago mi trabajo regresare por donde vine y su dinero será reembolsado. -Había subido mis manos al hablar hasta las solapas de su saco, tomándole con fuerza hasta elevarlo algunos centímetros sobre el suelo, su rostro estaba encendido como la grana cuando le bajé. Quizás pensaba agregar algo más pero en ese momento un murmullo general invadió la sala, todos los ojos se dirigieron hacia un punto a mi derecha y la música de la orquesta muto para dar la bienvenida a aquella que era la anfitriona de la noche.
Como el resto dirigí mi atención a aquella mujer, contemplándole con curiosidad y atención. Solo que yo no admiraba la perfección de su porte, la vanidad de su vestido o la hermosura de sus gestos. Mis ojos trataban de ver algo más que ante otros pasaría desapercibido. El tipo bufó a mi espalda y comencé a preguntarme si aquella misión no era solo una riña de intereses y no una caza. -Es ella. -Dijo él a mi oído y asentí al haberme dado ya cuenta. Por el breve instante que duro su descenso le contemple y luego la deje perderse entre la gente. -Quizás lo mejor sea que vayamos a saludarla. -Propuse con una sonrisa complaciente mientras acompañado del caballero nos abrimos paso hasta entre los cuerpos que parecían ser atraídos por la gravedad de aquella joven dama.
Mi anfitrión, que parecía ser conocido por todos aquellos que inundaban el salón, nos abrían el paso dirigiéndome una mirada curiosa que correspondía con una sonrisa torcida. Finalmente llegamos hasta el circulo donde la dama se encontraba, rodeada por una decena de invitados que parecían rogar una palabra o una sonrisa. No es mas que una princesa. Pensé en mis adentros recordando a los antiguos reyes de Francia que habían caído por la misma petulancia. Sin embargo me guardé bien en demostrar mi despreció por aquello y enarbole en mi rostro el gesto mas tranquilo y afable.
-Lady Danna. -Exclamó el hombre regordete elevando su mano derecha a modo de saludo y atrayendo la atención de la mujer en medio del mar de gentes. Nos acercamos con paso resuelto. Yo avanzaba un paso atrás de aquel hombre que estaba a punto de hacer mi presentación a la prospecto de presa. -Su excelencia, me permitiría robarle un instante de su atención para presentarle a mi protegido. -Con un gesto me señaló mientras yo correspondía con una profunda reverencia. -Ha venido desde Francia y permanecerá en nuestras tierras por una temporada. -Sonrió de manera lambiscona, le mire de soslayo y tuve que aguantar las ganas de borrarle la sonrisa con un puñetazo. Con un paso me adelanté tomando la mano derecha de aquella dama colocando un suave beso en su piel. -Duquesa, es un placer el haber sido invitado a vuestra presencia. Benoit Kant, sírvase tomarme como su mas afecto servidor madame. -Dije con tono galante dejando ir su suave mano y sonriendole con total tranquilidad.
Benoit Desmarai- Cazador Clase Media
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Re: Una fiesta y nada más [Danna Dianceht]
Bajé lentamente con Isabella, la pequeña dama, las escaleras, luciéndola junto a mí, haciéndola enrojecer. Reí suavemente recordando mis primeros bailes y eventos, a los que mis padres me llevaron. Yo en su edad, también me había encontrado así, como lucia ella, avergonzada, tímida y hasta retraída. Pero en poco tiempo, esas sensaciones pasarían, me recordé. La música había cesado, contradiciendo así mis órdenes, las que les había dejado claro, que no cesaran cuando bajara las escaleras -pese a ser de la realeza y acostumbrarme a esta lujosa vida desde pequeña, poco me gustaba alardear de poder y riqueza- Una vez bajé la ultima escalera, con la mano de la joven cogida, fuertemente a la mía, una marea de personas, se nos vino encima. Correspondí los saludos, cortésmente, dando las gracias por asistir, al encuentro como cada año, venían repitiendo. A mi lado Isabella, se escondía tras de mí, tímida, ante la atención de tantas personas, puestas en mi y en lo consiguiente, con ella. Suavemente tiré de su mano hacia delante, negándome a que se escondiera, cuando hoy se encontraba en su fiesta…ella seria la reina de la fiesta, no me cabía duda alguna, eso sí, solo, una vez, que los asistentes, se cansaran de atraer mi atención y prodigarme cumplidos, como hablarme de sus mas banales habladurías.
– Duquesa Dianceht, un placer volverla a tener por Escocia- me decían algunos- Se le echaba de menos, por estos lares, duquesa…y ha vuelto tan bella o más, si pudiese ser eso posible- alababan otros. Yo respondía con elegancia y formalismos, sin implicarme mucho con ellos – todos conocidos de mis padres – una mayoría, venia por hablar del lugar, tomar el mas caro vino, llenarse las botas de cotilleos, o simplemente, seguir manteniendo el contacto conmigo, mas concretamente, con mi título y poder.
Por eso me sorprendí al encontrarme, con el esposo de Margueritte en la fiesta, regordete y con un traje, el que le iba más pequeño que grande, se me acerco, como si tal descaro, luciendo una sonrisa - llena de falsedad a mi parecer- y como si mejores amigos fuéramos se me acercó petulante. Le observé atentamente cayendo en cuenta en el fuerte resentimiento y hostilidad que provenía de su persona, por más que con su sonrisa, quisiera hacer ver todo lo contrario, a mi no me engañaba. Inquieta, observé su avance, cayendo en cuenta, de que tras sus pasos, le seguía un alto caballero, de porte elegante…un completo desconocido, caí en la cuenta, al no reconocerlo. Con una creciente curiosidad, me adelanté al encuentro del hombre y el joven.
Llegó ante mi y alardeando, me contó y presento al joven caballero, alegando ser su protegido, el que correspondió en una profunda reverencia a sus palabras. Asentí– mas adelante ya preguntaría a Margueritte de la presencia del joven y del motivo por el que hasta ese preciso momento, no había sido avisada de su presencia-. El joven adelantó un paso, tomándome de la mano derecha, colocando un tierno beso en mi piel. Le escuché atentamente y le sonreí – Es un placer conocer a un servidor de tan lejos de su patria, messier Kant- dije con voz dulce, en una ligera reverencia de cabeza- Duquesa Danna Dianceht- me presenté.Sonreí cálidamente- Me alegra saber que gozaremos de nuevos aires, una temporada. en Escocia, falta nos hace el agradable ambiente francés- clavé mis verdes ojos en los suyos, cayendo en la cuenta, de que quizás la leve hostilidad no provenía de del marido de Margueritte, el señor Oslov, si no que la proyectaba el aura del joven Francés, Messier Benoit Kant, al sentir la leve inquietud, del que mis sentidos me alertaron – no obstante, mi curiosidad, a veces malsana, me llegaba a querer descubrir el enigma del joven, así como el oscuro motivo de su presencia-. Mi bonito rostro, no reflejó más que la curiosidad, ante un desconocido se sentía, escondiendo en el fondo de mis ojos, la cautela, como la alarma, ante el señor. – Messier Kant, se hospedara una larga temporada, en estas rusticas y tan bellas tierras?- A nuestro alrededor, la gente se había ido alejándose, notando mi curiosidad en el bello desconocido, quedando a un lado el señor Oslov, quien observaba nuestros movimientos, con ojos calculadores.
Isabella, detrás de mí, escondida nos observaba. –Quien es, Danna?- me preguntó sin formalismo alguno, tal como ella, se dirigía a mí, interrumpiendo nuestra conversación. Dirigí la mirada de vuelta a Isabella – este querida, es Messier Benoit Kant- con la mano la urgí a salir de detrás de mí. Isabella lo miró tímidamente, extendiéndole su pequeña mano- Yo soy Isabella...encantada messier Benoit-
Tras las presentaciones, hizo aparición la madre adoptiva de la niña, la que tras un leve asentimiento, se la llevó. Observé a la pequeña alejarse, y cuando esta se perdió, volví mi mirada al joven, encontrándome con sus ojos. Curiosa le miré, parecía buscar algo en mí.
– Duquesa Dianceht, un placer volverla a tener por Escocia- me decían algunos- Se le echaba de menos, por estos lares, duquesa…y ha vuelto tan bella o más, si pudiese ser eso posible- alababan otros. Yo respondía con elegancia y formalismos, sin implicarme mucho con ellos – todos conocidos de mis padres – una mayoría, venia por hablar del lugar, tomar el mas caro vino, llenarse las botas de cotilleos, o simplemente, seguir manteniendo el contacto conmigo, mas concretamente, con mi título y poder.
Por eso me sorprendí al encontrarme, con el esposo de Margueritte en la fiesta, regordete y con un traje, el que le iba más pequeño que grande, se me acerco, como si tal descaro, luciendo una sonrisa - llena de falsedad a mi parecer- y como si mejores amigos fuéramos se me acercó petulante. Le observé atentamente cayendo en cuenta en el fuerte resentimiento y hostilidad que provenía de su persona, por más que con su sonrisa, quisiera hacer ver todo lo contrario, a mi no me engañaba. Inquieta, observé su avance, cayendo en cuenta, de que tras sus pasos, le seguía un alto caballero, de porte elegante…un completo desconocido, caí en la cuenta, al no reconocerlo. Con una creciente curiosidad, me adelanté al encuentro del hombre y el joven.
Llegó ante mi y alardeando, me contó y presento al joven caballero, alegando ser su protegido, el que correspondió en una profunda reverencia a sus palabras. Asentí– mas adelante ya preguntaría a Margueritte de la presencia del joven y del motivo por el que hasta ese preciso momento, no había sido avisada de su presencia-. El joven adelantó un paso, tomándome de la mano derecha, colocando un tierno beso en mi piel. Le escuché atentamente y le sonreí – Es un placer conocer a un servidor de tan lejos de su patria, messier Kant- dije con voz dulce, en una ligera reverencia de cabeza- Duquesa Danna Dianceht- me presenté.Sonreí cálidamente- Me alegra saber que gozaremos de nuevos aires, una temporada. en Escocia, falta nos hace el agradable ambiente francés- clavé mis verdes ojos en los suyos, cayendo en la cuenta, de que quizás la leve hostilidad no provenía de del marido de Margueritte, el señor Oslov, si no que la proyectaba el aura del joven Francés, Messier Benoit Kant, al sentir la leve inquietud, del que mis sentidos me alertaron – no obstante, mi curiosidad, a veces malsana, me llegaba a querer descubrir el enigma del joven, así como el oscuro motivo de su presencia-. Mi bonito rostro, no reflejó más que la curiosidad, ante un desconocido se sentía, escondiendo en el fondo de mis ojos, la cautela, como la alarma, ante el señor. – Messier Kant, se hospedara una larga temporada, en estas rusticas y tan bellas tierras?- A nuestro alrededor, la gente se había ido alejándose, notando mi curiosidad en el bello desconocido, quedando a un lado el señor Oslov, quien observaba nuestros movimientos, con ojos calculadores.
Isabella, detrás de mí, escondida nos observaba. –Quien es, Danna?- me preguntó sin formalismo alguno, tal como ella, se dirigía a mí, interrumpiendo nuestra conversación. Dirigí la mirada de vuelta a Isabella – este querida, es Messier Benoit Kant- con la mano la urgí a salir de detrás de mí. Isabella lo miró tímidamente, extendiéndole su pequeña mano- Yo soy Isabella...encantada messier Benoit-
Tras las presentaciones, hizo aparición la madre adoptiva de la niña, la que tras un leve asentimiento, se la llevó. Observé a la pequeña alejarse, y cuando esta se perdió, volví mi mirada al joven, encontrándome con sus ojos. Curiosa le miré, parecía buscar algo en mí.
Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
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Re: Una fiesta y nada más [Danna Dianceht]
La dama de alta cuna correspondía con tranquilidad mi saludo, si había sospechado algo de mi y la razón de mi presencia en aquel lugar, se guardo bien en mostrarlo. Sonreí afablemente irguiéndome en toda mi altura, estudiando sus facciones y los gestos que curvaban sus labios, la forma en que la luz reflejaba en las esmeraldas de sus orbes y aquellas leves arrugas y pliegues que cada cambio de humor denotaba en su bella faz. La voz de la mujer sobresalía con facilidad por sobre el bullicio de la gente, la música que suave nos mecía palidecía con el tono delicado y exquisito de aquellas palabras que formulaba con el mayor formalismo.
Estaba pronto a contestar su interrogante cuando mi mirada fue atraía por un movimiento en la parte baja de mi campo visual. Inquieto y tenso bajé los ojos no sabiendo que esperar, listo para tomar las armas en caso de ser necesario... eran aquellos mis reflejos de cazador que no podía dejar ni siquiera fuera de un salón de baile. Suspiré con mayor tranquilidad al capturar la sonrisa nerviosa de una pequeña niña, su vestido añil era una adorable replica miniatura del seductor vestido que ceñía el cuerpo de la duquesa. Suavicé el gesto de mi faz posando una rodilla en el suelo, quedando a la altura de la infanta que parecía mas asustada que alegre en la fiesta.
-Mademoiselle Isabella -murmuré suavemente tomando su pequeña manita para darle un beso breve en su dermis. -Es un placer para mi el tener el placer de conocerle. Déjeme decirle que se encuentra adorable en ese vestido y estoy seguro que las estrellas mismas en su esplendor se encontrarían opacadas a su lado. -El rubor tiñó el rostro de la niña que apartó su mano de la miá apresuradamente para posteriormente esconderse tras el vuelo de la falda de la duquesa. Me quede un segundo en aquella postura, con un gesto de sorpresa y diversión ante lo sucedido.
-Espero no haber incomodado a la joven dama. -Dije a la duquesa tras erguirme, acomodando con un suave movimiento mi traje regresé a la perfección de mi porte. -Un ángel tan bello no debería esconderse de esa forma... -agregue tras capturar la mirada curiosa de la niña que se asomaba apenas mirándome con interés y vergüenza. Sonrió débilmente pero regresó a su lugar seguro mientras mi risa se elevaba apenas en aquel salón repleto de ruido y esplendor. -Los niños son tan adorables. -Comenté tratando de zanjar aquel asunto. -Perdone, me he distraído, ¿en que estábamos?... a si... -Mi mano derecha había ascendido hasta mi sien, en un gesto de hacer memoria de aquello que habías cuestionado respecto a mi.
-Lamento admitir que el tiempo que he de pasar en esta bella tierra no será tan extenso como hubiese deseado. Soy un hombre con enojosas ocupaciones y dispongo de poco tiempo para el placer y el esparcimiento. -Suspiré mirando en derredor, captando los detalles del salón en un rápido vistazo. -Incluso este viaje resulta para mí una cuestión de negocios. Estoy pensando el hacer una inversión en esta bella tierra, en el pasado he tenido la oportunidad de visitar el pías y le he encontrado magnifico. Buscó, en pocas palabras, un pequeño pedazo de tierra que en un futuro se convierta en un pequeño paraíso para mí. -fijé mis ojos en aquella hermosa mujer que tan sospechosa se me hacía. -Como podrá adivinar no hay en mi mucho brillo o esplendor, mi vida social allá en Francia es tan nula como mi tiempo libre. -Me incliné con suavidad en una reverencia. -Espero perdone si le he desalentado en ese sentido Madame. -Elevé un tanto la mirada capturando una ojeada curiosa de aquel obseso señor que se preguntaba seguramente que demonios hacía. Más que investigar parecía que le hacía la corte como el resto de los lambiscones del lugar, pero a una presa se le mide antes de ir al ataque. Era algo que había aprendido bien a lo largo de los años en el negocio.
Estaba pronto a contestar su interrogante cuando mi mirada fue atraía por un movimiento en la parte baja de mi campo visual. Inquieto y tenso bajé los ojos no sabiendo que esperar, listo para tomar las armas en caso de ser necesario... eran aquellos mis reflejos de cazador que no podía dejar ni siquiera fuera de un salón de baile. Suspiré con mayor tranquilidad al capturar la sonrisa nerviosa de una pequeña niña, su vestido añil era una adorable replica miniatura del seductor vestido que ceñía el cuerpo de la duquesa. Suavicé el gesto de mi faz posando una rodilla en el suelo, quedando a la altura de la infanta que parecía mas asustada que alegre en la fiesta.
-Mademoiselle Isabella -murmuré suavemente tomando su pequeña manita para darle un beso breve en su dermis. -Es un placer para mi el tener el placer de conocerle. Déjeme decirle que se encuentra adorable en ese vestido y estoy seguro que las estrellas mismas en su esplendor se encontrarían opacadas a su lado. -El rubor tiñó el rostro de la niña que apartó su mano de la miá apresuradamente para posteriormente esconderse tras el vuelo de la falda de la duquesa. Me quede un segundo en aquella postura, con un gesto de sorpresa y diversión ante lo sucedido.
-Espero no haber incomodado a la joven dama. -Dije a la duquesa tras erguirme, acomodando con un suave movimiento mi traje regresé a la perfección de mi porte. -Un ángel tan bello no debería esconderse de esa forma... -agregue tras capturar la mirada curiosa de la niña que se asomaba apenas mirándome con interés y vergüenza. Sonrió débilmente pero regresó a su lugar seguro mientras mi risa se elevaba apenas en aquel salón repleto de ruido y esplendor. -Los niños son tan adorables. -Comenté tratando de zanjar aquel asunto. -Perdone, me he distraído, ¿en que estábamos?... a si... -Mi mano derecha había ascendido hasta mi sien, en un gesto de hacer memoria de aquello que habías cuestionado respecto a mi.
-Lamento admitir que el tiempo que he de pasar en esta bella tierra no será tan extenso como hubiese deseado. Soy un hombre con enojosas ocupaciones y dispongo de poco tiempo para el placer y el esparcimiento. -Suspiré mirando en derredor, captando los detalles del salón en un rápido vistazo. -Incluso este viaje resulta para mí una cuestión de negocios. Estoy pensando el hacer una inversión en esta bella tierra, en el pasado he tenido la oportunidad de visitar el pías y le he encontrado magnifico. Buscó, en pocas palabras, un pequeño pedazo de tierra que en un futuro se convierta en un pequeño paraíso para mí. -fijé mis ojos en aquella hermosa mujer que tan sospechosa se me hacía. -Como podrá adivinar no hay en mi mucho brillo o esplendor, mi vida social allá en Francia es tan nula como mi tiempo libre. -Me incliné con suavidad en una reverencia. -Espero perdone si le he desalentado en ese sentido Madame. -Elevé un tanto la mirada capturando una ojeada curiosa de aquel obseso señor que se preguntaba seguramente que demonios hacía. Más que investigar parecía que le hacía la corte como el resto de los lambiscones del lugar, pero a una presa se le mide antes de ir al ataque. Era algo que había aprendido bien a lo largo de los años en el negocio.
Benoit Desmarai- Cazador Clase Media
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Re: Una fiesta y nada más [Danna Dianceht]
No dejé de observarle, ese irracional sentimiento hacia él, ese estado de alerta no dejaba ni un segundo mi mortal piel. Sin duda alguna podía confirmar, de que si la situación se hubiera dado en luna llena, mi loba sin piedad, habría arremetido contra él. Una y otra vez, hasta que sus últimas bocanadas de aire, su respiración, se encontrara extinta, y todavía así, no tenía la seguridad de que mi loba hubiese parado. Fruncí levemente el ceño, analizando mis pensamientos, ¿tan fuerte era la hostilidad que sentía en el aire?¿ Porque un extranjero aparecería...? La llave a los misterios,estaba en el esposo de Marguerrite, y lo iba a descubrir, tenía que saber a quién tenía en mis tierras. Lo iba a tutear, y luego, veríamos, no siempre las primeras impresiones son las correctas, en eso mi loba discrepaba. Sonreí y fijé la mirada en el caballero, que se hallaba arrodillado en el suelo ante la infanta, y como con un tono de voz suave y tranquilizadora, tomaba su pequeña mano y le daba un tierno beso.
El joven, arrullaba a Isabella, provocando que sus mejillas se ruborizasen, cualquier dama se encontraría como la niña, ante su tono de voz y su dulce mirada. Isabella, avergonzada, corrió de nuevo a mis faldas, hasta que su madre se la llevo. -Un ángel tan bello, tendría que correr libremente, volar en cielos abiertos, encandilando a los pájaros que volaran con él, esparciendo su belleza por el mundo...- asentí dulcemente observando a la niña irse, con su familia, y lentamente me volví, al extranjero caballero, el que haciendo memoria, permaneció unos instantes en silencio. Escuche sonriéndole, intrigada por su trabajo, el que todavía no había mencionado, y poco tardaría yo en preguntarle.
-!Oh no!, por nada del mundo, ¡Messier Kant!- sonreí- si mis súbditos no me desalientan con los muchos problemas que en temporadas de cosechas, nos encontramos y tenemos, y créedme, son muchos... no creo que usted lo consiga Messier- le miré curiosa, observando sus gestos, en un intento de averiguar si sus nobles palabras eran ciertas o por l contrario todo era una burda inventada historia, en que perseguía algo más, que conocerme.- Me agrada encontrar a caballeros que aun con ocupaciones y poco tiempo libre, recorran Escocia buscando un lugar en el que n un futuro, establecerse. Toda una pena que no tenga más tiempo libre y poder extender así su estada entre nosotros- le miré fijamente, devolviéndole una clara verde mirada, con visible tristeza, ocultando los demás confusos sentimientos que me embargaban.
-Sin duda alguna esta ante uno de los países, más bellos y salvajes, e inspiradores. En estas tierras cualquier fantasía puede ser devuelta a la vida, estos milenarios bosques que nos rodean, crean la magia para tales acontecimientos. Y si para escritores de todo l mundo, s un excelente lugar para l descanso, creo que para usted, que como ha dicho no tiene tiempo libre, agradecerá la calma y silencio del lugar- le miré complacida, siempre era agradable, tener nuevos rostros- Y decidme, tenéis algún lugar preestablecido? ¡Os podría sugerir tantos bellos lugares!- tomando la iniciativa, me acerqué a él y me cogí a su brazo. La fuerte música, impedía una conversación amena, todo y que mis oídos, todo lo escuchaban, tenía que mantener mi faceta de mortal- ¿No os duelen los oídos, messier? La fuerte música invade mi cabeza...- hize un mohín descontenta, subí mi mano hasta la frente, presentando un leve malestar. El que obviamente solo era una escusa, para poder acercarme más a él y conocer lo que escondía- le parece si le enseño mientras conversamos de su futuro en Escocia, en ¿los jardines? ¡Le gustaran, creedme!- Y así de paso nos quitaríamos de encima la intensa mirada del esposo de Marguerrite, el que no dejaba de contemplarnos, con su mente calculadora y cínicos ojos.
Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
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Re: Una fiesta y nada más [Danna Dianceht]
La cautela que se adivinaba bajo aquella mascarada de la mujer no era para nada excesiva. Después de todo, yo no era mas que un extraño que llegaba sin previo aviso ante su presencia con una historia, si bien común, sospechosa para aquellos que tienen algo que ocultar. Asentí a su invitación lanzando una ojeada rápida y disimulada a mi protector que mostraba tanto interés en mis acciones como nerviosismo antes por la inversión de su dinero. Era un ente ciertamente asqueroso, pero poco podía decir yo al respecto. Trabajo era trabajo y no era quien para juzgar a aquellos que ponían el pan sobre mi mesa.
-Será para mi un placer el tomar un respiro de este lugar. Debo confesar que nunca suelo estar acompañado de tantas personas y me incomoda un poco todo el jaleo que resulta de una fiesta tan animada como lo es esta. -Musité con voz clara sobre el sonido de la música mientras acariciaba aquella mano resoluta que sin aviso me había prendado ya, mantuve mi distancia de su cuerpo no deseando ser demasiado intrusivo, pero tampoco denotando la cautela que sentía ante aquella sospechosa mujer. Con paso lento y acompañados por el sonido de la música alegre y las platicas animadas comenzamos a abrirnos paso en medio del atestados salón.
Los ojos de los muchos invitados se clavaban con curiosidad y sorpresa en nosotros, indagando en sus conversaciones sobre mi origen y el favor que la duquesa volcaba en mi con aquellas acciones. Un par de ocasiones nos encontramos detenidos por los saludos de aquellos que se habían mantenido al margen en la primera oleada de saludos y muestras de respeto ante la dama. Podía sacar en claro que aquella mujer era diferente a muchos otros grandes señores que había tenido al oportunidad de conocer.
Antes de ser una dama odiada o temida, parecía ser amada y respetada por todos. Sus ademanes amables y complacientes, al igual que sus palabras y expresiones no parecían ser ensayadas con antelación, toda ella era envuelta a una aura de pura naturalidad y benignidad. Aquello parecía ser un tanto distinto a lo que se me había dicho, tenía que desconfiar al parecer de mi protector que parecía albergaba un odio mentiroso ante la dama. Le miré un instante con curiosidad, tanta perfección también era sospechosa. Incluso mas sospechosa que los rumores que pudiesen rodearla.
Me mantuve a su lado, siendo guiado por sus pasos hasta que dejamos atrás el bullicio casi ensordecedor de la algarabía. Guiados por las sombras nos encontramos pronto ante las verjas de un salvaje y misterioso jardín. Al dar el primer paso en su majestuosidad fuimos envueltos por el efluvio de la humedad, la frescura de la naturaleza y el embriagante perfume de una decena de flores que inundaban cada rincon de aquel lugar. Le recorrí con la mirada con un gesto de sorpresa, a pesar de que aquello no representaba nada para mi.
-Oh, debo decir que con cada instante que paso en este lugar más me siento atraído a él... un extraño magnetismo juega con mi alma al ser rodeado de tal belleza. -Murmuré al guiarnos hasta una banca cercana de roca adornada por el beso del musgo y las enredaderas que le embellecían con salvaje naturalidad. Separándome un tanto de su ser le invité con un gesto a tomar asiento antes de mi. -No solo son sus paisajes encantadores y el panorama intrigante... su gente también tiene esa capacidad de hacer al visitante sentirse en casa. -Sonreí ante ella, mirando sus ojos brillantes y traslucidos como la esmeralda. -Dígame mi señora, ¿acaso es esto un embrujo para capturarnos en sus brazos o es que todas las damas de esta tierra tienen el encanto para hacer perder la razón y voluntad de un hombre? -Indagué besando su mano, contemplándole como se contempla a una diosa.
-Será para mi un placer el tomar un respiro de este lugar. Debo confesar que nunca suelo estar acompañado de tantas personas y me incomoda un poco todo el jaleo que resulta de una fiesta tan animada como lo es esta. -Musité con voz clara sobre el sonido de la música mientras acariciaba aquella mano resoluta que sin aviso me había prendado ya, mantuve mi distancia de su cuerpo no deseando ser demasiado intrusivo, pero tampoco denotando la cautela que sentía ante aquella sospechosa mujer. Con paso lento y acompañados por el sonido de la música alegre y las platicas animadas comenzamos a abrirnos paso en medio del atestados salón.
Los ojos de los muchos invitados se clavaban con curiosidad y sorpresa en nosotros, indagando en sus conversaciones sobre mi origen y el favor que la duquesa volcaba en mi con aquellas acciones. Un par de ocasiones nos encontramos detenidos por los saludos de aquellos que se habían mantenido al margen en la primera oleada de saludos y muestras de respeto ante la dama. Podía sacar en claro que aquella mujer era diferente a muchos otros grandes señores que había tenido al oportunidad de conocer.
Antes de ser una dama odiada o temida, parecía ser amada y respetada por todos. Sus ademanes amables y complacientes, al igual que sus palabras y expresiones no parecían ser ensayadas con antelación, toda ella era envuelta a una aura de pura naturalidad y benignidad. Aquello parecía ser un tanto distinto a lo que se me había dicho, tenía que desconfiar al parecer de mi protector que parecía albergaba un odio mentiroso ante la dama. Le miré un instante con curiosidad, tanta perfección también era sospechosa. Incluso mas sospechosa que los rumores que pudiesen rodearla.
Me mantuve a su lado, siendo guiado por sus pasos hasta que dejamos atrás el bullicio casi ensordecedor de la algarabía. Guiados por las sombras nos encontramos pronto ante las verjas de un salvaje y misterioso jardín. Al dar el primer paso en su majestuosidad fuimos envueltos por el efluvio de la humedad, la frescura de la naturaleza y el embriagante perfume de una decena de flores que inundaban cada rincon de aquel lugar. Le recorrí con la mirada con un gesto de sorpresa, a pesar de que aquello no representaba nada para mi.
-Oh, debo decir que con cada instante que paso en este lugar más me siento atraído a él... un extraño magnetismo juega con mi alma al ser rodeado de tal belleza. -Murmuré al guiarnos hasta una banca cercana de roca adornada por el beso del musgo y las enredaderas que le embellecían con salvaje naturalidad. Separándome un tanto de su ser le invité con un gesto a tomar asiento antes de mi. -No solo son sus paisajes encantadores y el panorama intrigante... su gente también tiene esa capacidad de hacer al visitante sentirse en casa. -Sonreí ante ella, mirando sus ojos brillantes y traslucidos como la esmeralda. -Dígame mi señora, ¿acaso es esto un embrujo para capturarnos en sus brazos o es que todas las damas de esta tierra tienen el encanto para hacer perder la razón y voluntad de un hombre? -Indagué besando su mano, contemplándole como se contempla a una diosa.
Benoit Desmarai- Cazador Clase Media
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Re: Una fiesta y nada más [Danna Dianceht]
Tras su asentimiento, y sus palabras en donde me exponía claramente su aversión a las multitudes como en la que se encontraba metido, y una caricia a mi suave mano, a la que correspondí con una agradable sonrisa, sin mas dilación le llevé hacia los jardines, o eso intenté, ya que por el camino, nos pararon varios invitados, los que en la primera tanda de saludos, no habían podido acercarse a mi persona o no habían visto el momento oportuno, para tan agradable bienvenida.
-¡Duquesa! Todo un placer volver a teneros de nuevo, querida!- exclamó la Señora Filhs, una comerciante de los alrededores – Espero que fuera bien los quehaceres y el negocio de la miel, sea una cosecha de éxitos venideros- Sonreí amablemente, asintiendo con la cabeza a su saludo. Esta señora, se encontraba al día de los chismes del lugar, y sin duda, los míos eran su pasatiempo favorito, ahí el por qué estuviese mas enterada que el resto de las gentes, de mis visitas o problemas. – También yo me alegro de volver a verla y descubrir que su notable conocimiento, sigue completo, sin duda alguna tendré que hablaros para que me pongáis al día de todo lo que se cuece- reí, aún cogida del brazo de Benoit, al cual recordé es palabras anteriores, y me apresuré para terminar la conversación. – Me temo, que tendremos que dejar esa conversación para más adelante, ya que me dirigía a tomar aire fresco, tras marearme, en el que el señor Benoit, se ofreció para acompañarme a reponerme, muy amablemente- sonreí tras la mirada que nos echó la señora, ahora le había entregado información que sin duda alguna, obtendría beneficio, aunque solo fuera para acallar las dudas de los jóvenes que observaban con recelo al desconocido joven. – Mejórese Duquesa, el cambio de aires es malo para la salud, deberé de hablar con el Doctor, para que no le dejé hacer estos tan largos viajes, en los que nos priva de su elegante y fina presencia y usted vuelve con agudos dolores de cabeza. ¡Anda ve! No queremos volver a perderla tan pronto, mejor póngase...!yo calmaré a la marea que se acerca!- sonrío y se dirigió hacia las parejas que venían tras de mí, para también darme las buenas lunas. Apreté la mano contra el brazo de Benoit, para volver a partir hacia los jardines – Algo bueno tiene que tener ser Duquesa, señor Benoit...si no, le aseguro, que no nos la habríamos sacado de encima, hasta que conociera su nombre, su apellido e indagara en su pasado- comenté con un tono divertido, todo y que tenia razón en lo del dolor de cabeza. Fuera por lo que fuera, tenía un ligero dolor de cabeza, que hacía que frunciera el ceño molesta.
Tras la intervención de una pareja a la que la Señora Filhs no pudo contener, al fin viéndonos libres, con el señor Benoit a mi lado, siendo guiado por mis pasos, dejamos atrás el baile y su atroz ruido, y admirando la bella noche que ante nosotros se postraba, le llevé hacia el jardín de mi difunta madre, donde muy pocos tenían acceso, ya que representaba para mi persona, un lugar muy especial, pero a la vez muy siniestro. Ese jardín me había visto crecer y morir como adorable duquesa a mis dieciséis años, así como morir a mis padres, en manos de dos bestias completamente diferentes. Recordar esos momentos pasados me hacia mal, así que negándome a verme acosada por los fantasmas de mi pasado, le dirigí una radiante sonrisa al joven. Benoit se quedó hipnotizado por la magia de ese salvaje pero tan bello lugar, escuché sus palabras con la mayor atención posible, asintiendo y sonriéndole, encantada de que le gustará ese lugar.
-Este jardín, es mi más bello rincón...podría pasarme horas y días enteros, aquí, solo contemplando la majestuosidad de este lugar- murmuré con voz dulce. El joven al llegar a una banca de piedra, me invitó a sentarme y así le correspondí, sintiéndome sorprendida, tras sus últimas palabras, y la mirada con la que me contempló. Reí dulcemente, sintiendo mis mejillas sonrojarse por momentos – Es un halagador, señor, creo que se divierte haciéndome enrojecer ¿Tan bella me encuentra así?- pregunté refiriéndome a mi enrojecido y dulce rostro- Yo no sé hacer brujería alguna, solo soy capaz de mostrar la magia de este lugar, del que tanto se habla como uno de los más bonitos rincones para los que perderse. Si usted decide perderse por Escocia, será por el encanto de esta tierra...no creo en la posibilidad de que sea por mi ser- le sonreí mirándole. Sus bellas facciones quedaban reflejadas en penumbra, por la luz que alumbraba desde los grandes ventanales, que le daban un aire misterioso, más misterioso, del que por ser él, ya tenía.
Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
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