Caprichos y Realidades [Jacques Roman]

Una noche de teatro. Simplemente y vanamente, seria eso, una noche mas, que pasaría como mejor pudiera pasarla, ya que tras alimentarme hacia tan pocos días, mi eterna sed no demandaba saciarla en el acto. Eso implicaba poder moverme por el teatro lleno de humanos, sin sentir la tentación de rastrear el mal entre ellos y erradicar aquel que mis ojos y sentidos localizaran entre el gentío del grande teatro. Al despertarme me había sorprendido tras que mi ama de llaves, me trajera una carta, donde me invitaban como nueva personalidad en la ciudad, a ver una obra de teatro, que para mi suerte era para esta misma noche, con apenas una hora escasa, para darle salida a la obra y función, a cargo de unos artistas extranjeros- los que se ve que habían arrasado y vendido todas las entradas en demás países de cada una de sus proyecciones, y en Paris, en la inauguración habían llenado todo el teatro real, creando con ello unas muy buenas críticas.- ¿Y por qué no acudir? La noche que se me presentaba como la concurrente noche de cada vampiro, vagando por la oscuridad, sin rumbo fijo, al fin parecía que tenía un rumbo y no era otro más, que el teatro de París. Por suerte por mi condición, podría vestirme en apenas un segundo  y llegar allí en otro, pero debía mantener mi faceta mortal, al menos, en los días que mis protegidas dormían plácidamente y mi ama de llaves no libraba su día libre y se iba, dejándome al mando de todo.

-!María¡- la llamé con voz grave, saliendo de la habitación buscándola. – ¿Si señor?- dijo interrumpiendo su faena de quitar el polvo de un antiguo armario. – Podría mandar a llamar al cochero y de que prepare los caballos? Marcharé en breves hacia la ciudad- dije cortes, yo pedía, no ordenaba – no a menos de que no hubiera alternativa.-Ahora mismo, señor- dijo dejando el instrumento para limpiar, girándose de nuevo en sus pies-¿Le urge algo más?- Negué con la cabeza sonriéndole- Por el momento y hasta mañana esto es todo..Tras hacer tu recado, puedes irte a dormir tranquilamente, que hoy llegaré tarde- le avisé. Ella asintió y desapareció por las escaleras. Sonriendo, volví a mi habitación donde abrí el armario descubriendo muchos trajes, todos perfectos, pero hoy me sentía clásico. ¿Y que más antiguo y clásico, que un traje negro con una camisa blanca debajo? Esos trajes nunca desentonaban y siempre quedaban perfectos, en cada ocasión o evento que se presentara. Tras alistarme rápidamente, bajé las escaleras, encontrándome con el carruaje listo para partir, y ahí fuimos.

***

¡Maldita sea el tener que fingir ser un mortal! Renegaba para mis adentros, al final por venir en carruaje había llegado tarde, y por más que hubiera insistido en que era alguien importante, me habían dicho lo que a todos, que tenían que irse, no quedaban lugares libres. Hartándome de ser bueno, fui hacia el joven, y mirándole, use persuasión, negado a no salirme con la mía y a no ver esa obra que me había despertado de mi eterna rutina. El joven me devolvía una mirada cristalizada, completamente entregado en mi – Quiero que me busque un palco o lugar, desde el que pueda disfrutar de la obra- le dije persuasivo, sin quitarle los ojos de encima. El joven me miró y asintió – hay un palco vacio, donde solo se encuentra una joven que llegó tarde. Está en el número cuarenta y cuatro, del segundo piso- me indicó. Asentí – Muchas gracias amigo, ahora cogerá y a los que no han entrado, les dará dinero, para que vayan a comer o puedan pagarse nuevas entradas para algún otro día..¿Me has entendido?-
-Sí, señor-murmuró con voz vacía, como si no supiera, como si dentro de su cuerpo el no estuviera, y era verdad, ahora solo existía el poder de mi voz dictándole que debía de hacer y que no. Sonreí al ver como iba y entregaba dinero a los desafortunados de esa noche, y me adentré tranquilo en el teatro, con ademan despreocupado, buscando mi palco y a la solitaria joven que sería mi acompañante, de la velada.

Treinta tres, treinta cuatro, cuarenta, cuarenta y cuatro…Al fin di con el palco.

Me acerqué a la puerta, y escuche proveniente de dentro un leve mormullo. Sonreí divertido ante aquellas palabras, tan extrañas, algo me decía que esta noche no sería como yo había planeado, desde un buen principio. Divertido aún por esa joven, de la que aún ni conocía su rostro ni su nombre, tras picar en la puerta tres veces, avisando de mi intromisión, entré, encontrándome que la joven se giraba hacia mí, y como a su alrededor, quedaban todo de lugares libres. Le sonreí tras observar su bello rostro y vivaces ojos – Siento mi intromisión- me disculpé aún en la puerta abierta, esperando que ella me diera el beneplácito de entrar y sentarme con ella. – Llegué tarde me temo y me enviaron hasta aquí, ya que mis asientos permanecían ocupados por personas ajenas a mí- fijé su mirada en ella, era muy bella, una joven dama exquisita, la que seguramente, tendría una larga lista de jóvenes enamorados, tras sus pasos. Ladeé la cabeza – Le importaría pues, dejarme sentarme a su lado? ¿Compartir esta obra tan recomendada? Supongo que así no estaremos solos…en compañía se está mejor, ¿no creé?- terminé preguntándole.

En ningún momento mis ojos dejaron de beber de su belleza y esencia, su aroma llegaba intensificado por mi curiosidad, resguardando el recuerdo de ese primer impacto, en mi mente, siempre, sin olvidar nunca mi sonrisa y mi mirada clavada en la suya, esperando que decidiera, como proceder.