AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Blue Moon / PRIVADO / Margarite Renard
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Blue Moon / PRIVADO / Margarite Renard
Muchas cosas que pensar, pocas que decir, mi carácter sigue siendo el mismo estuviera vivo, medio vivo o completamente muerto. No cambia en absoluto, orgulloso he nacido y orgulloso me voy a quedar por el resto de mi vida, o de mi eternidad, como se le quiera llamar. Me da exactamente igual.
Salí de la casa. Sólo tomé mi chaqueta y unos puros, aquellos nunca me abandonan, y que son un descanso para mí. Por lo menos al ver el humo escapar de mis labios, siento que no me he ido del todo. Algunos pasos de aquí para allá. No tengo rumbo fijo, ni tampoco deseo tenerlo. No se dónde voy - como nunca en mi vida - pero los planes siempre salen mal, así que es mejor dejar que las cosas fluyan por si solas, ¿Para qué entrometerse en aquello que llaman destino?
El viento azota ligeramente moviendo mis cabellos de lugar, sintiendo como mi piel es cortada, aunque es prácticamente imposible, pero la sensación es única. Mientras camino voy reconociendo algunos aromas del sitio. Tomo una gran bocanada de aire inundando los pulmones a pesar de que esto es completamente innesesario.
Nubes que intentan dibujar tenues líneas grises en el cielo, que se torna de un color azul oscuro, mientras que danzan de un lado a otro por causa del viento... Eso es lo que han captado mis ojos mientras camino serenamente hacia la orilla de la laguna. Ya no hay atisbo alguno de que había existido algún atardecer en aquél lugar. Ahora no se observa
nada en tonos rojos o naranjas. Esto algo que hacía mucho mis sentidos no captaban y tampoco los extrañaba o quizás sí y por eso estoy tan empeñado en aquella imagen.
Arribo donde quizás tenía que llegar y quito mis zapatos dejándolos cuidadosamente a un costado para que no se mojen. El agua apenas roza mis pies. Ls sensación es ligeramente agradable. Tal vez es lo más humano que puedo hacer desde que me he convertido en esto.
Tomo asiento en el pasto que se encuentra un poco húmedo. Doblo las mangas de la camisa, dejando mi chaqueta a un lado y apoyo los brazos sobre mis rodillas. Quiero relajarme y quizá el lugar me ayudará, aunque... aquella quemazón que a veces me recorre la garganta en éste momento, me juega una mala pasada. Saco un puro intentando con esto acallar aquellos gritos lastimeros que salen de mi interior. Será una larga noche...
Salí de la casa. Sólo tomé mi chaqueta y unos puros, aquellos nunca me abandonan, y que son un descanso para mí. Por lo menos al ver el humo escapar de mis labios, siento que no me he ido del todo. Algunos pasos de aquí para allá. No tengo rumbo fijo, ni tampoco deseo tenerlo. No se dónde voy - como nunca en mi vida - pero los planes siempre salen mal, así que es mejor dejar que las cosas fluyan por si solas, ¿Para qué entrometerse en aquello que llaman destino?
El viento azota ligeramente moviendo mis cabellos de lugar, sintiendo como mi piel es cortada, aunque es prácticamente imposible, pero la sensación es única. Mientras camino voy reconociendo algunos aromas del sitio. Tomo una gran bocanada de aire inundando los pulmones a pesar de que esto es completamente innesesario.
Nubes que intentan dibujar tenues líneas grises en el cielo, que se torna de un color azul oscuro, mientras que danzan de un lado a otro por causa del viento... Eso es lo que han captado mis ojos mientras camino serenamente hacia la orilla de la laguna. Ya no hay atisbo alguno de que había existido algún atardecer en aquél lugar. Ahora no se observa
nada en tonos rojos o naranjas. Esto algo que hacía mucho mis sentidos no captaban y tampoco los extrañaba o quizás sí y por eso estoy tan empeñado en aquella imagen.
Arribo donde quizás tenía que llegar y quito mis zapatos dejándolos cuidadosamente a un costado para que no se mojen. El agua apenas roza mis pies. Ls sensación es ligeramente agradable. Tal vez es lo más humano que puedo hacer desde que me he convertido en esto.
Tomo asiento en el pasto que se encuentra un poco húmedo. Doblo las mangas de la camisa, dejando mi chaqueta a un lado y apoyo los brazos sobre mis rodillas. Quiero relajarme y quizá el lugar me ayudará, aunque... aquella quemazón que a veces me recorre la garganta en éste momento, me juega una mala pasada. Saco un puro intentando con esto acallar aquellos gritos lastimeros que salen de mi interior. Será una larga noche...
Benneth Mozes-Kor- Inquisidor Clase Alta
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Re: Blue Moon / PRIVADO / Margarite Renard
Margarite tenía noches en las que se escapaba de todo y de todos, de la casa, de los criados, de Colette y de su persecución constante para conseguirle marido, de la moda, del vino, del teatro, incluso de la sangre. Había comenzado todo con un paseo cercano a un parque de la casa, pero pronto pudo evadir a su personal de confianza, ellos sabían que Margarite quizá iba a terminar creándose una reputación que ni ella misma podría creerse cómo ese comportamiento siguiera, pero no decían nada pensaban en lo más profundo de sus mentes que esto podría servirles de algo, todos menos el cochero que era un alma de dios y no pensaba en hacerle daño alguno a nadie.
La vampiresa con la juventud en el rostro no siempre se sentía como su cuerpo la representaba, solía verse constantemente al espejo y pensar en cómo hubiera envejecido, dónde habrían salido las primeras canas, como se habría movido su piel, si se habrían cuarteado o no la más suave piel junto a sus ojos y labios. Observaba sus labios, finos, delgados, nada excitantes para lo que parecía demandar la época, unos labios carnosos y sensuales acompañados de una buena dosis de curvas por todos lados.
Ella suspiraba al pensar en lo que pudo ser y no fue… aunque no tan constantemente. Solía presentarse en lapsos más relacionados con los espejos, su físico y los recuerdos que nunca pudo borrar de su vida anterior a la noche. Pero aquel día sus pies caminaron solos y la llevaron a un lugar que no conocía, observó una tranquila laguna, rodeada de pastos que morían por el frio invernal. Esta estación había comenzado hace poco y aun podía ver el agua en su estado líquido fluyendo, pero la temperatura debió ser mucho menor comparada con otras estaciones.
Le recordó las lagunas que solía visitar tiempo atrás, los juegos, la diversión y a las personas con las que compartía toda aquella vida aunque no estuviera muerta, un suspiro leve salió de su boca moviendo los cabellos que caían junto a su rostro. Esa noche no pensaba encontrarse con nadie sin embargo por azares del destino a veces las cosas no salen como uno las piensa. Mientras estaba ahí parada observó una presencia que para suerte suya había sido uno de su raza, Margarite estaba consciente que no sabía medir el peligro de la ciudad y se acercaba a cada lugar, a cada persona de una forma que podría demandarse estúpida si no conseguía tener algo de reparo y concentración antes de acercarse.
Observaba a la persona con interés, al parecer notaría su presencia pronto puesto que no iba con intención alguna de esconderla, entonces fue cuando vio que sacaba un puro. Ladeó su cabeza y se acercó suavemente tratando de entrar en su campo de visión, había visto suficiente de lejos y prefería acercarse a saludar como era tal vez su mala costumbre. Pero en su mente era importante presentarse antes de compartir o invadir el espacio personal de cualquier persona, más si era de su raza, más si había llegado primero.
Se acercó con pasos ligeros, suaves, la falda iba empapándose con el agua helada pues caminaba por la orilla. Esa noche había olvidado el luto que debía seguirla a todos lados y se había dejado el vestido largo de chifón tornasol de un color mismo que luciría una rosa rosa delicada, tierna, mate, que delataba su predilección por el corte romano junto con los pliegues inspirados en los antiguos peplos griegos, el vestido era solo de un tirante, la escueta cintura era decorada con un cinturón metálico que nada tenía que ver con las modas actuales, mismo cinturón era decorado con pequeños zafiros, para coordinar el brazalete de su antebrazo era de la misma confección, decorado con la misma piedra. Llevaba el cabello descaradamente recogido y nerviosamente acomodado por la nueva peinadora que no podía dejar de pensar que había algo de raro en Margarite. Sin embargo lo que una persona podría observar era el manto cubriendo la ropa extraña de Margarite y a una dama que había sido acicalada con cuidado. Pero no más, a veces y al caminar el color salmón de la tela se asomaba discretamente. Y por si se lo pregunta, la mujer no calzaba esa noche otra cosa que no fueran alpargatas rituales de cuero blanco con los siete nudos estrictos de la ciudad de la que provenía.
Volviendo al aquí y al ahora Margarite lo había logrado, había caminado por la laguna sin miramientos, movió la capucha de su cabeza descubriendo su cabeza. Hizo una leve reverencia y comentó.
- ¿Le interrumpo Monsieur? – sin esperar respuesta lanzó su manto al piso junto a él solo guardando una distancia prudente, aunque observándola detenidamente no era tan prudente después de todo. Margarite no esperó la respuesta del hombre para sentarse, tomó asiento junto a él observando la laguna que lucía tan apacible. Suspiró y murmuró: - Cuidado con encender puros Monsieur, puede atraer compañías de lo más insólitas... ¿Me ofrece uno? – preguntó ya medio recostada sobre su manto, recargada sobre sus codos, realmente parecía haberse puesto muy cómoda en poco tiempo. Giró su mirada hacia la izquierda que era dónde tenía al hombre y ahí fue que fijo su mirada en la suya por primera vez.
La vampiresa con la juventud en el rostro no siempre se sentía como su cuerpo la representaba, solía verse constantemente al espejo y pensar en cómo hubiera envejecido, dónde habrían salido las primeras canas, como se habría movido su piel, si se habrían cuarteado o no la más suave piel junto a sus ojos y labios. Observaba sus labios, finos, delgados, nada excitantes para lo que parecía demandar la época, unos labios carnosos y sensuales acompañados de una buena dosis de curvas por todos lados.
Ella suspiraba al pensar en lo que pudo ser y no fue… aunque no tan constantemente. Solía presentarse en lapsos más relacionados con los espejos, su físico y los recuerdos que nunca pudo borrar de su vida anterior a la noche. Pero aquel día sus pies caminaron solos y la llevaron a un lugar que no conocía, observó una tranquila laguna, rodeada de pastos que morían por el frio invernal. Esta estación había comenzado hace poco y aun podía ver el agua en su estado líquido fluyendo, pero la temperatura debió ser mucho menor comparada con otras estaciones.
Le recordó las lagunas que solía visitar tiempo atrás, los juegos, la diversión y a las personas con las que compartía toda aquella vida aunque no estuviera muerta, un suspiro leve salió de su boca moviendo los cabellos que caían junto a su rostro. Esa noche no pensaba encontrarse con nadie sin embargo por azares del destino a veces las cosas no salen como uno las piensa. Mientras estaba ahí parada observó una presencia que para suerte suya había sido uno de su raza, Margarite estaba consciente que no sabía medir el peligro de la ciudad y se acercaba a cada lugar, a cada persona de una forma que podría demandarse estúpida si no conseguía tener algo de reparo y concentración antes de acercarse.
Observaba a la persona con interés, al parecer notaría su presencia pronto puesto que no iba con intención alguna de esconderla, entonces fue cuando vio que sacaba un puro. Ladeó su cabeza y se acercó suavemente tratando de entrar en su campo de visión, había visto suficiente de lejos y prefería acercarse a saludar como era tal vez su mala costumbre. Pero en su mente era importante presentarse antes de compartir o invadir el espacio personal de cualquier persona, más si era de su raza, más si había llegado primero.
Se acercó con pasos ligeros, suaves, la falda iba empapándose con el agua helada pues caminaba por la orilla. Esa noche había olvidado el luto que debía seguirla a todos lados y se había dejado el vestido largo de chifón tornasol de un color mismo que luciría una rosa rosa delicada, tierna, mate, que delataba su predilección por el corte romano junto con los pliegues inspirados en los antiguos peplos griegos, el vestido era solo de un tirante, la escueta cintura era decorada con un cinturón metálico que nada tenía que ver con las modas actuales, mismo cinturón era decorado con pequeños zafiros, para coordinar el brazalete de su antebrazo era de la misma confección, decorado con la misma piedra. Llevaba el cabello descaradamente recogido y nerviosamente acomodado por la nueva peinadora que no podía dejar de pensar que había algo de raro en Margarite. Sin embargo lo que una persona podría observar era el manto cubriendo la ropa extraña de Margarite y a una dama que había sido acicalada con cuidado. Pero no más, a veces y al caminar el color salmón de la tela se asomaba discretamente. Y por si se lo pregunta, la mujer no calzaba esa noche otra cosa que no fueran alpargatas rituales de cuero blanco con los siete nudos estrictos de la ciudad de la que provenía.
Volviendo al aquí y al ahora Margarite lo había logrado, había caminado por la laguna sin miramientos, movió la capucha de su cabeza descubriendo su cabeza. Hizo una leve reverencia y comentó.
- ¿Le interrumpo Monsieur? – sin esperar respuesta lanzó su manto al piso junto a él solo guardando una distancia prudente, aunque observándola detenidamente no era tan prudente después de todo. Margarite no esperó la respuesta del hombre para sentarse, tomó asiento junto a él observando la laguna que lucía tan apacible. Suspiró y murmuró: - Cuidado con encender puros Monsieur, puede atraer compañías de lo más insólitas... ¿Me ofrece uno? – preguntó ya medio recostada sobre su manto, recargada sobre sus codos, realmente parecía haberse puesto muy cómoda en poco tiempo. Giró su mirada hacia la izquierda que era dónde tenía al hombre y ahí fue que fijo su mirada en la suya por primera vez.
Margarite Renard- Vampiro Clase Alta
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Re: Blue Moon / PRIVADO / Margarite Renard
Las aguas tranquilas del lago se antojan apetecibles, inclusive para echarse un chapuzón, pero no puedo darme tal lujo por el momento. Sólo dejaré que el precioso líquido moje mis pies. Tal vez con éste simple hecho logre serenar mi actuar de los últimos días. He sido un completo bastardo con todos a mí alrededor, solo por el simple hecho de sentirme poderoso. Creí que la etapa del neófito había quedado varias decenas de años atrás. Reniego de mi actuar, reniego de todo y por todos. ¡Me odio!
Gruño.
Mis botas bien lustradas, y pulcras ahora descansan a unos centímetros de mí. En actitud infantil, dibujo figuras sobre la tierra con uno de los dedos de mi pie, y me río de lo simple que a veces puedo ser cuando nadie me ve. Éste momento es de mí, para mí. Hasta el momento lo mejor que he podido hacer, es algo parecido a un cerdo, con su gran nariz y su cola en espiral. Nunca fui bueno dibujando formadas elaboradas de pequeño y por eso, que en ésta etapa de mi vida, donde el arte ha florecido en mis venas de dibujante amateur que aspira a realizar grandes cosas por medio de mis diestras manos. Ser vampiro no mejora algunas cosas en cuanto a mi carácter se refiere, sin embargo para otras, simple y sencillamente me he vuelto casi un experto. Sin embargo la torpeza de mi pie nunca pareció mejorar, ciertamente. Ahora creo y pienso que ser un vampiro es todo un arte si se le sabe encausar de la manera correcta.
Doy dos bocanadas más a mi puro, borrando enseguida mi bizarra creación del suelo, porque escucho que alguien se acerca. Es una vampira, su aroma me inunda el cuerpo, pero trato de controlarme, porque no quiero tener que deshacerme de un cuerpo tan temprano, puesto que no sé qué clase de intenciones tenga para un sujeto que se encuentra tumbado a la orilla del lago. En verdad deseaba estar a solas conmigo mismo, pero ya que eso no puede ser posible, no me queda más que tratar de apaciguarme. Regreso mi vista hasta el horizonte, deseando con todas mis ganas que pase de largo y se olvide de mí, pero al parecer, eso no será posible. Se ha atrevido a sentarse justo a mi lado, como si nos conociéramos de toda una vida. Si ella supiera con qué clase de criatura está tratando de socializar, se daría cuenta que no soy el ser sociable por excelencia, sin embargo y por educación, respondo con un ligero movimiento de cabeza. Solo quiero llevar la fiesta en paz. Haciendo uso de un auto control fuertemente estudiado con el pasar de los años, giro mi vista hacia ella, sin ninguna clase de expresión en mi rostro. La observo de arriba debajo de una manera casi imperceptible, sutil. Es una mujer hermosa joven y lozana.
– ¿Usted lo cree, my lady? – Digo en un pequeño susurro sin dejar de fumar – He conocido humanos y vampiros que detestan el humo del puro y se alejan de mí –. Ésta vez sonrío con descaro, porque lo dicho lleva un mensaje implícito – A usted parece agradarle. Es una verdadera sorpresa encontrarme con una dama que guste de estos placeres mundanos –. Estiro mi brazo para alcanzar mi saco, para tomar uno de mis finos y acostumbrados puros. Le ofrezco uno y enseguida enciendo el cerillo para ofrecerle lumbre -. ¿Puedo preguntar qué motivo le ha arrastrado ésta noche a ésta parte de la ciudad? O como toda criatura de la noche, es celosa de sus secretos.
Benneth Mozes-Kor- Inquisidor Clase Alta
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Re: Blue Moon / PRIVADO / Margarite Renard
Margarite sabía que había abusado de la confianza de un desconocido, menuda sorpresa tratándose de ella que gozaba de una personalidad que si bien no era extrovertida para nada tenía un acercamiento con la introversión. Mientras él hablaba le guiñó el ojo en respuesta a la primera pregunta casi como un reflejo innato en su ser y guardó silencio escuchando sus palabras.
Impávida con la faz de siempre neutra se acercó y tomó el puro entre sus finos dedos llevándolo a sus labios, no es un acto que precisamente aprendiera hace mucho pero se le estaba dando muy bien y sabía que esas cosas no las hacía una dama, quizá a ella ya le daba igual. – Gracias. – murmuró con la voz suave pero firme que poseía. Se apresuró a prenderlo evitando que el viento apagara el efímero fuego cubriéndolo con su mano derecha, después arrastró una bocanada hasta su garganta, si bien no necesitaba seguir respirando aquello sí le servía para fumar. Mantuvo el humo dentro y al escuchar su pregunta comentó con suave desparpajo.
- Buscaba soledad. – lo soltó sin más, era sincera, honesta y llana, su respuesta en sí era una contradicción al acto que acababa de hacer, sin embargo su rumbo estaba cambiando constantemente y había presencias que le llamaban la atención más que otras, la de aquél hombre ciertamente había capturado su atención lo suficiente como para llevarla a semejante acto. Le miró y sonrió apenas. - Me parecería ilógico atravesar media laguna, venir hacia usted sin invitación, perturbarle su paz y encima todo proteger demasiado mis secretos. – Exhaló el humo por primera vez y apenas le encontró un vago sabor.
Sabía que acercarse a un vampiro de esa manera era un motivo para ganarse el odio eterno del mismo, también sabía que había vampiros y seres que odiarían cualquier cosa en ella fuese cual fuese, hiciese lo que hiciese con motivo o no. Lo cual le dejaba un amplio margen de error y ella no iba a caminar sobre cascarones sólo porque sí por siempre. La verdad es que siempre se preguntaba. ¿Qué podía perder? Volvió a fumar haciendo que la ceniza se llenara de más brillo.
- Escuche… sé que me he acercado en una manera por demás grosera y me disculpo por esto, pero en verdad le digo que disfruto mucho de estos pequeños placeres y las tiendas en este preciso momento me quedan algo retiradas. – exhaló el humo observando cómo se disipaba sobre su cabeza. - Empecemos esto de nuevo dónde debió empezar. - después de una ligera pausa se enderezó y su semblante cambió al más serio y formal que tenía entonces habló.
- Bonne nuit, mon seigneur. Me llamo Margarite. – dijo presentándose tranquilamente tratando de rehacer las cosas por así decirlo. - ¿Puedo sentarme con usted un rato a acompañarlo o prefiere que continúe con mi camino? – Margarite era un ser que fluía como el agua, ciertamente uno puede poner cierta cantidad en cualquier recipiente y ese maravilloso líquido se amoldaría a la perfección a dicho objeto, así se sentía en aquel momento. Cualquiera que fuera la decisión del vampiro ella simplemente fluiría con eso.
Impávida con la faz de siempre neutra se acercó y tomó el puro entre sus finos dedos llevándolo a sus labios, no es un acto que precisamente aprendiera hace mucho pero se le estaba dando muy bien y sabía que esas cosas no las hacía una dama, quizá a ella ya le daba igual. – Gracias. – murmuró con la voz suave pero firme que poseía. Se apresuró a prenderlo evitando que el viento apagara el efímero fuego cubriéndolo con su mano derecha, después arrastró una bocanada hasta su garganta, si bien no necesitaba seguir respirando aquello sí le servía para fumar. Mantuvo el humo dentro y al escuchar su pregunta comentó con suave desparpajo.
- Buscaba soledad. – lo soltó sin más, era sincera, honesta y llana, su respuesta en sí era una contradicción al acto que acababa de hacer, sin embargo su rumbo estaba cambiando constantemente y había presencias que le llamaban la atención más que otras, la de aquél hombre ciertamente había capturado su atención lo suficiente como para llevarla a semejante acto. Le miró y sonrió apenas. - Me parecería ilógico atravesar media laguna, venir hacia usted sin invitación, perturbarle su paz y encima todo proteger demasiado mis secretos. – Exhaló el humo por primera vez y apenas le encontró un vago sabor.
Sabía que acercarse a un vampiro de esa manera era un motivo para ganarse el odio eterno del mismo, también sabía que había vampiros y seres que odiarían cualquier cosa en ella fuese cual fuese, hiciese lo que hiciese con motivo o no. Lo cual le dejaba un amplio margen de error y ella no iba a caminar sobre cascarones sólo porque sí por siempre. La verdad es que siempre se preguntaba. ¿Qué podía perder? Volvió a fumar haciendo que la ceniza se llenara de más brillo.
- Escuche… sé que me he acercado en una manera por demás grosera y me disculpo por esto, pero en verdad le digo que disfruto mucho de estos pequeños placeres y las tiendas en este preciso momento me quedan algo retiradas. – exhaló el humo observando cómo se disipaba sobre su cabeza. - Empecemos esto de nuevo dónde debió empezar. - después de una ligera pausa se enderezó y su semblante cambió al más serio y formal que tenía entonces habló.
- Bonne nuit, mon seigneur. Me llamo Margarite. – dijo presentándose tranquilamente tratando de rehacer las cosas por así decirlo. - ¿Puedo sentarme con usted un rato a acompañarlo o prefiere que continúe con mi camino? – Margarite era un ser que fluía como el agua, ciertamente uno puede poner cierta cantidad en cualquier recipiente y ese maravilloso líquido se amoldaría a la perfección a dicho objeto, así se sentía en aquel momento. Cualquiera que fuera la decisión del vampiro ella simplemente fluiría con eso.
Margarite Renard- Vampiro Clase Alta
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Re: Blue Moon / PRIVADO / Margarite Renard
Doy un par de bocanadas más al puro que mantengo entre mis labios, y segundos después lo retiro de la boca. Tomo el que se encuentra descansando sobre mi oído y jugueteo un poco con él entre mis dedos, como si fuera a realizar un truco de magia, antes de encenderlo con el mío. Una vez encendido con propiedad
– Me deberás un favor después de esto, mujer – bromeo un poco para relajar el ambiente, después de todo los dos ya estábamos ahí, sin ganas de querer movernos.
Claro, se trataba de una mujer, hasta el momento desconocida para él, pero que al parecer muere de aburrimiento y quiere encontrar en el placer del puro el remedio a sus males. No la culpo. Yo solía hacer lo mismo cuando era un humano cualquiera. Encontraba en éste simple acto las respuestas a todas mis preguntas, para olvidar las grandes decepciones; siendo la única e irremediable compañía en momentos difíciles. ¡Bendito o maldito el descubridor de semejante vehículo de excitación y vicio! Amén…
Sigo observándola de reojo, escuchándole con atención. Sus mejillas encendidas y un extraño brillo en sus ojos. Algo le sucede es más que obvio. De lo contrario no se arriesgaría a salir en medio de la nada, a pedirle un simple y llano puro a un sujeto cualquiera… No tan cualquiera, me corrijo.
Es inevitable no mirarla de arriba abajo en repetidas ocasiones, pues ha llevado el cigarrillo a sus labios de manera hábil, ya sea por la angustia o enojo, o porque simplemente es una experta en al arte de fumar. Ella me recuerda a otra mujer en algún punto de mi pasado. Una chica compañera de tiempos de iniciación en el ejército. Sólo que Justice – así se hacía llamar - no era tan fina y delicada y elegante como la muñeca de porcelana que tengo enfrente de mí. (Aunque el color del cabello es exactamente el mismo) Pero desafortunadamente no es así. Hay todo un océano de espacio y tiempo entre ambas. Cierro mis ojos y desvió la mirada hacia un punto equis del lago. No deseo acordarme de tiempos difíciles de novato. Es un pasaje de mi historia que quiero enterrar para siempre, pero que de vez en cuando sale de su escondite para joderme el presente, tanto como el ayer.
– Así que te gusta la soledad, tenemos éste punto a favor y en común. – termino el puro - permitiéndome hablarle de tú - y lo arrojo hacia cualquier punto. Río de medio lado por mi repentino sentido de protección. No cabe duda de que aquella noche es diferente a todas las demás. Porque de encontrarme en mis otros cinco minutos de: “Me importa un bledo lo que suceda contigo” ya estaría sirviéndome en cuchara grande con su preciosa sangre… Repito, hoy quiero y deseo que sea diferente. Ahí estamos los dos alumbrados sólo bajo la luz de la luna, intercambiando puros sin habernos presentado correctamente, aunque ella acaba de romper el “hielo” alegando que no fue la manera correcta de abordarme. Se está presentando de una manera simple, sencilla. Vuelvo a sonreír, tomando su mano para depositar un casto beso en ella.
–Mademoiselle Margarite, mi nombre es Rikkert Vranken Moos – su mano es fría como el viento gélido que sopla en aquellos instantes – Es un placer y un honor tenerla como compañía ésta noche. – Ya con esto daba por sentado, que era grata su presencia y que no había problema alguno en compartir algunas horas juntos. No siempre se tiene la fortuna de charlar con tan distinguida y ancestral dama como ella, porque aparte de bella, me parece sumamente interesante.
– Me deberás un favor después de esto, mujer – bromeo un poco para relajar el ambiente, después de todo los dos ya estábamos ahí, sin ganas de querer movernos.
Claro, se trataba de una mujer, hasta el momento desconocida para él, pero que al parecer muere de aburrimiento y quiere encontrar en el placer del puro el remedio a sus males. No la culpo. Yo solía hacer lo mismo cuando era un humano cualquiera. Encontraba en éste simple acto las respuestas a todas mis preguntas, para olvidar las grandes decepciones; siendo la única e irremediable compañía en momentos difíciles. ¡Bendito o maldito el descubridor de semejante vehículo de excitación y vicio! Amén…
Sigo observándola de reojo, escuchándole con atención. Sus mejillas encendidas y un extraño brillo en sus ojos. Algo le sucede es más que obvio. De lo contrario no se arriesgaría a salir en medio de la nada, a pedirle un simple y llano puro a un sujeto cualquiera… No tan cualquiera, me corrijo.
Es inevitable no mirarla de arriba abajo en repetidas ocasiones, pues ha llevado el cigarrillo a sus labios de manera hábil, ya sea por la angustia o enojo, o porque simplemente es una experta en al arte de fumar. Ella me recuerda a otra mujer en algún punto de mi pasado. Una chica compañera de tiempos de iniciación en el ejército. Sólo que Justice – así se hacía llamar - no era tan fina y delicada y elegante como la muñeca de porcelana que tengo enfrente de mí. (Aunque el color del cabello es exactamente el mismo) Pero desafortunadamente no es así. Hay todo un océano de espacio y tiempo entre ambas. Cierro mis ojos y desvió la mirada hacia un punto equis del lago. No deseo acordarme de tiempos difíciles de novato. Es un pasaje de mi historia que quiero enterrar para siempre, pero que de vez en cuando sale de su escondite para joderme el presente, tanto como el ayer.
– Así que te gusta la soledad, tenemos éste punto a favor y en común. – termino el puro - permitiéndome hablarle de tú - y lo arrojo hacia cualquier punto. Río de medio lado por mi repentino sentido de protección. No cabe duda de que aquella noche es diferente a todas las demás. Porque de encontrarme en mis otros cinco minutos de: “Me importa un bledo lo que suceda contigo” ya estaría sirviéndome en cuchara grande con su preciosa sangre… Repito, hoy quiero y deseo que sea diferente. Ahí estamos los dos alumbrados sólo bajo la luz de la luna, intercambiando puros sin habernos presentado correctamente, aunque ella acaba de romper el “hielo” alegando que no fue la manera correcta de abordarme. Se está presentando de una manera simple, sencilla. Vuelvo a sonreír, tomando su mano para depositar un casto beso en ella.
–Mademoiselle Margarite, mi nombre es Rikkert Vranken Moos – su mano es fría como el viento gélido que sopla en aquellos instantes – Es un placer y un honor tenerla como compañía ésta noche. – Ya con esto daba por sentado, que era grata su presencia y que no había problema alguno en compartir algunas horas juntos. No siempre se tiene la fortuna de charlar con tan distinguida y ancestral dama como ella, porque aparte de bella, me parece sumamente interesante.
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