AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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En busca de la sacerdotiza
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En busca de la sacerdotiza
Desde siempre, cuando tuve miedo, imaginaba en mis sueños a alguien que venía a buscarme.
No sabia su nombre, ni porque siempre venia a por mi. Él me tomaba de la mano, caminaba conmigo, me indicaba el camino y pese a que nunca pudiera ver su rostro -debido a la capucha blanca que siempre llevaba- yo le escuchaba, le entendía y le seguía donde me llevase, porque él me cuidaba y me libraba de las cosas que en mis sueños me acechaban.
Pero un buen día, al anochecer, después de que Evan jugara conmigo y me hiciera dormir, comencé a tener pesadillas. A veces las había pero no como esta, pues en esta veía a mis seres queridos siendo devorados por el fuego que lo devoraba todo, quemandolo y sumiéndolo en la mas profunda oscuridad, una que también queria llevarme a mi... queriendo sumergirme entre las sombras.
Yo busque al guardián con el que desde siempre había soñado, pero fue entonces cuando en el abismo del dolor, del horror, de los cuerpos, y la sangre que me rodeaba, que en aquel paraje liderado por un hombre de cabellos rubios, sentí su voz. -La voz apagada del guardián- y vi en la lejanía de las arenas el lugar que me indicaba.
“Cuando el atardecer recaiga….
Cuando la luna se apague…
Cuando mi voz se pierda donde no la puedas encontrar…
Búscala a ella, busca a la madre de toda la luz.
Mi amada, mi esperanza, mi origen y mi fin.
Ella solo ella te podrá ayudar,
Pues ella y solo ella es quien puede librarnos de esta oscuridad…
No nos queda mucho tiempo....
jeg trenger deg...
¡rask!”
Abrí los ojos y me senté de golpe, mire a todos lados y destape las mantas veloz levantándome y cayéndome de bruces al querer moverme más rápido de lo que realmente podía.
Ay ay ay…indique haciendo un puchero cuando al caer me di en la cabeza.
Mi hermano abrió la puerta de una patada cual salvaje ante mi grito y entonces le vi con gesto ceñudo. Fue entonces cuando trague saliva y me arrepentí, pues quizás le había asustado. Esa cara suya era la de, “Aquí estoy, voy a matar a lo que te hizo gritar” Por lo que me adelante para que no empezara el caos.
¡Estoy bien! ¡Estoy bien!
¡Uffff!
¡Por favor tienes que llevarme con el tío Erlend! Es muy importante.
¡No…No se cómo explicártelo, pero tengo que hablar con él!
Algo me decía que tenia que hablar con el tito Len. Él era mas mayor y mas sabio. A mi me daba un poco de miedo, pero algo me decía que podría entender lo que ocurría. Sin poder explicarlo sabia que tenia que recurrir ante él.
...
¿Evan que haces aquí? Llegamos tarde a casa de Vika.
Biél se acababa de convertir en mi salvador al llegar y decir eso. Porque lo que corriendo hacia ellos, y poniéndoles los ojillos mas brillantes que tenia, les pedí una vez más que me llevaran con ellos. Alegando también que extrañaba mucho a Vika, cosa que era más que cierta, pues me encantaba jugar con ella aunque ahora no pudiera ir con ella por ese motivo...
Ellos se pusieron a discutir y media hora después -aun entre discusiones con mis hermanos- el carruaje nos condujo hacia donde debíamos ir; a la villa del tío Erlend…
No sabia su nombre, ni porque siempre venia a por mi. Él me tomaba de la mano, caminaba conmigo, me indicaba el camino y pese a que nunca pudiera ver su rostro -debido a la capucha blanca que siempre llevaba- yo le escuchaba, le entendía y le seguía donde me llevase, porque él me cuidaba y me libraba de las cosas que en mis sueños me acechaban.
Pero un buen día, al anochecer, después de que Evan jugara conmigo y me hiciera dormir, comencé a tener pesadillas. A veces las había pero no como esta, pues en esta veía a mis seres queridos siendo devorados por el fuego que lo devoraba todo, quemandolo y sumiéndolo en la mas profunda oscuridad, una que también queria llevarme a mi... queriendo sumergirme entre las sombras.
Yo busque al guardián con el que desde siempre había soñado, pero fue entonces cuando en el abismo del dolor, del horror, de los cuerpos, y la sangre que me rodeaba, que en aquel paraje liderado por un hombre de cabellos rubios, sentí su voz. -La voz apagada del guardián- y vi en la lejanía de las arenas el lugar que me indicaba.
“Cuando el atardecer recaiga….
Cuando la luna se apague…
Cuando mi voz se pierda donde no la puedas encontrar…
Búscala a ella, busca a la madre de toda la luz.
Mi amada, mi esperanza, mi origen y mi fin.
Ella solo ella te podrá ayudar,
Pues ella y solo ella es quien puede librarnos de esta oscuridad…
No nos queda mucho tiempo....
jeg trenger deg...
¡rask!”
Abrí los ojos y me senté de golpe, mire a todos lados y destape las mantas veloz levantándome y cayéndome de bruces al querer moverme más rápido de lo que realmente podía.
Ay ay ay…indique haciendo un puchero cuando al caer me di en la cabeza.
EEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEVAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAN
Mi hermano abrió la puerta de una patada cual salvaje ante mi grito y entonces le vi con gesto ceñudo. Fue entonces cuando trague saliva y me arrepentí, pues quizás le había asustado. Esa cara suya era la de, “Aquí estoy, voy a matar a lo que te hizo gritar” Por lo que me adelante para que no empezara el caos.
¡Estoy bien! ¡Estoy bien!
¡Uffff!
¡Por favor tienes que llevarme con el tío Erlend! Es muy importante.
¡No…No se cómo explicártelo, pero tengo que hablar con él!
Algo me decía que tenia que hablar con el tito Len. Él era mas mayor y mas sabio. A mi me daba un poco de miedo, pero algo me decía que podría entender lo que ocurría. Sin poder explicarlo sabia que tenia que recurrir ante él.
...
¿Evan que haces aquí? Llegamos tarde a casa de Vika.
Biél se acababa de convertir en mi salvador al llegar y decir eso. Porque lo que corriendo hacia ellos, y poniéndoles los ojillos mas brillantes que tenia, les pedí una vez más que me llevaran con ellos. Alegando también que extrañaba mucho a Vika, cosa que era más que cierta, pues me encantaba jugar con ella aunque ahora no pudiera ir con ella por ese motivo...
Ellos se pusieron a discutir y media hora después -aun entre discusiones con mis hermanos- el carruaje nos condujo hacia donde debíamos ir; a la villa del tío Erlend…
Ánimam- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 27
Fecha de inscripción : 22/01/2013
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Re: En busca de la sacerdotiza
El color rojo ladrillo indicaba una madurez que superaba los dos años. Inmerso en aquél puro líquido carmesí, podía observar la formación de diminutas lágrimas en las paredes del cristal, lo que indicaba que se trataba de un vino licoroso. A contraluz, pude incluso deleitarme con la formación de burbujas ante la presencia de gas carbónico. Tras un fuerte movimiento rotatorio pero sin agitar la copa, incliné el recipiente cristalino hacia mi nariz, cerrando mis ojos antes de que, como cualquier otro catador, el aroma desprendido impregnara mis pulmones de un olor característico, una mezcla de madera, semejanzas florales, plantas verdes, balsámicas, frutas, animales e incluso de especias. Podría ir más allá y hablar de un aroma parecido a la tila mezclado con manzana, melocotón, hojas de viña machacadas, ciruelas, fresa, frambuesa, plátano, rosa, violeta, miel, tabaco, heno, canela, anís, trufa, vainilla, almendras amargas, pan tostado y regaliz. Sólo entonces, di un pequeño sorbo al vino, el cuál borboteó entre mis labios, aspirando el aroma antes de proceder a pasear el líquido por toda la boca, frotando la lengua con el paladar a fin de comprobar si el vino era áspero o tánico, decantándome por lo segundo antes de dejar que el vino bajara por mi garganta.
Quise entonces acompañar el vino con un trozo de queso castellano proveniente de un pequeño pueblo de las vecinas tierras españolas, masticando con lentitud, como si así pudiera alargar el tiempo de degustación, aunque en realidad, lo único que deseaba lograr con aquella técnica de mantener mi boca ocupada constantemente, era precisamente esa, mantener mi lengua trabajando en funciones alimenticias y no colaborando con mis cuerdas bocales, las que probablemente se morían de ganas de mandar a mi adorado interlocutor a freír espárragos.
El problema era que, aunque yo me decantara por el silencio, no podía controlar la mordaz lengua de mi compañero, así que tuve que escuchar cada una de sus palabras, intentando no demostrar lo irritado que la conversación me estaba dejando. Finalmente, aprovechando el estruendo producido por mi reloj de campanadas, interrumpí sus alocados argumentos sin mirarle siquiera, demasiado perdido en la oscura noche que se presentaba ante mí en aquella terraza en cuya baranda me hallaba apoyado con la copa de vino en mano y el plato de queso junto a ella, depositada en la misma plataforma de seguridad.
- No pienso ayudarte en esto, Eskandar. Búscate otro chiflado.
Pensaba dejarlo ahí, dar media vuelta, entrar en casa y dirigirme a mi alcoba dónde Néliam ya me aguardaría escondida entre las amarillentas páginas del último libro del que se había prendado. No obstante, no muy lejos, escuché un carruaje acercarse a mi morada y supe que se trataba de mi hija, que al fin había regresado a casa después de pasar el día con el enclenque pelirrojo. Sí, me disgustaba esa idea, pero no podía evitar alegrarme de verla regresar a casa cada día. Supongo que siempre temí que un día no lo hiciera…
- Sabes lo importante que es la familia para mí. Daría la vida por mis hijos y tú deberías entenderlo mejor que nadie, eres padre como yo. Así pues, ¿cómo comprender que pretendas deshacerte de tu propia familia? No, no me respondas, no vuelvas a hablarme de semejantes sandeces. Aunque eso, hipotéticamente fuera cierto, no voy a ayudarte. No mataré a mis sobrinos y créeme, tampoco permitiré que lo hagas tú.
Eskandar empezó a blasfemar, lanzando su copa de vino al suelo hasta convertirla en un montoncito de cristales a sus pies. Él habló de sus estúpidas profecías, de leyendas, de poder. Me propuso pactos y mil tesoros que compartiría conmigo si yo le prestaba mi ayuda. Yo me limitaba a ignorar sus palabras y a pensar cómo hacer para proteger a sus hijos de su propio padre… Hasta que volví a fijarme en el carruaje dónde ya bajaba de él mi hija Victoria y su amiguito zanahorio. Fruncí el ceño cuando divisé que no viajaban solos aquella noche: Danielle y Evander iban con ellos y juntos se dirigían a casa. ¡Maldición!
- Está bien, tú ganas, Eskandar. Prometo que lo consultaré con la almohada esta noche, no puedo hacer más por ti hoy. Ahora, si no te importa… preferiría acompañar a mi esposa, a la que sí amo. Te acompañaré a la puerta.
Mi primo parecía reacio a marcharse, pero en cuanto mi mano se posó sobre su hombro, no tuvo elección y obedeció mi sugerencia, extrañándole que le condujera hacia la puerta lateral, la puerta que usaban los siervos que trabajaban en la cocina. Su rostro era un poema, sin duda, pero no había tiempo de explicaciones, pues la puerta del salón se abrió y las voces empezaron a llegar a nuestros oídos: debía deshacerme de Eskandar antes de que supiera que sus hijos, aquellos a los que perseguía para dar muerte, se hallaban bajo su mismo techo aquella noche.
Aun hoy no sé cómo lo conseguí, pero unos minutos después, vi alejarse a Eskandar a lomos de su corcel y sólo entonces pude respirar más aliviado, dirigiéndome a grandes zancadas hacia los críos que ya se encontraban en el salón, esperándome sin saber de qué una les había salvado. De hecho, nunca pensaba decírselo. Me limitaría a velar por su bienestar sin que ellos supieran de los peligros que corrían, aunque algo me decía que Evander estaba más que al corriente de su situación. Sabía que era más inteligente de lo que interpretaba.
- Oh, Evander… ¿a qué se debe la visita esta noche? –saludé con una sonrisa sincera, encajando nuestras manos con fuerza, sin perder las costumbres cordiales que nos habían inculcado desde nuestra más tierna infancia. Su ceño se frunció y el mío fue su reflejo al instante, soltando su mano y mirando el rostro de todos mis visitantes, incluyendo el de Victoria, que parecía un tanto confusa.- ¿Ha sucedido algo?
Aguardé a que mi sobrino se explicara, temiéndome lo peor, creyendo que habían acudido a mí en busca de ayuda, igual que, aunque con una perspectiva muy diferente, había hecho su padre unos momentos antes de su llegada. Pero no fue su voz la que retumbó en el salón mientras me decidía a ocupar uno de los sillones situados frente a la chimenea sin hoguera. Danielle dio un paso adelante, dirigiéndose hacia mí con la preocupación y alarma escrita en sus ojos centelleantes y algo dentro de mí se removió.
- Victoria, ve a ver a tu madre y asegúrate de que se encuentra bien, ayúdala aunque se ponga terca.- le ordené con severidad sin mirarla todavía, dirigiéndome antes al pequeño Délvheen.- Y tú… ¿es que no tienes casa propia?- mascullé con rudeza pese a las protestas de Victoria. No me importó que me odiara un poco por la forma en que traté tanto a su amiguito como a ella, pues sólo deseaba quedarme a solas con Evander y su pequeña hermana. Lo demás formaba parte del plan y no tardó en hacer efecto.- ¿Queréis tomar un vaso de leche, aunque sea?- ofrecí en cuanto todo quedó en silencio, dulcificando mi rostro con una sonrisa amistosa, buscando recuperar la confianza perdida tras mi nefasta actitud aquella noche. ¿Qué habría sucedido tan impactante que les había hecho alzarse del lecho y venir a la boca del lobo, aun sabiendo que cabía la posibilidad de grandes riesgos?
Llevé mi mano al mentón y escuché así el relato de la pequeña…
Quise entonces acompañar el vino con un trozo de queso castellano proveniente de un pequeño pueblo de las vecinas tierras españolas, masticando con lentitud, como si así pudiera alargar el tiempo de degustación, aunque en realidad, lo único que deseaba lograr con aquella técnica de mantener mi boca ocupada constantemente, era precisamente esa, mantener mi lengua trabajando en funciones alimenticias y no colaborando con mis cuerdas bocales, las que probablemente se morían de ganas de mandar a mi adorado interlocutor a freír espárragos.
El problema era que, aunque yo me decantara por el silencio, no podía controlar la mordaz lengua de mi compañero, así que tuve que escuchar cada una de sus palabras, intentando no demostrar lo irritado que la conversación me estaba dejando. Finalmente, aprovechando el estruendo producido por mi reloj de campanadas, interrumpí sus alocados argumentos sin mirarle siquiera, demasiado perdido en la oscura noche que se presentaba ante mí en aquella terraza en cuya baranda me hallaba apoyado con la copa de vino en mano y el plato de queso junto a ella, depositada en la misma plataforma de seguridad.
- No pienso ayudarte en esto, Eskandar. Búscate otro chiflado.
Pensaba dejarlo ahí, dar media vuelta, entrar en casa y dirigirme a mi alcoba dónde Néliam ya me aguardaría escondida entre las amarillentas páginas del último libro del que se había prendado. No obstante, no muy lejos, escuché un carruaje acercarse a mi morada y supe que se trataba de mi hija, que al fin había regresado a casa después de pasar el día con el enclenque pelirrojo. Sí, me disgustaba esa idea, pero no podía evitar alegrarme de verla regresar a casa cada día. Supongo que siempre temí que un día no lo hiciera…
- Sabes lo importante que es la familia para mí. Daría la vida por mis hijos y tú deberías entenderlo mejor que nadie, eres padre como yo. Así pues, ¿cómo comprender que pretendas deshacerte de tu propia familia? No, no me respondas, no vuelvas a hablarme de semejantes sandeces. Aunque eso, hipotéticamente fuera cierto, no voy a ayudarte. No mataré a mis sobrinos y créeme, tampoco permitiré que lo hagas tú.
Eskandar empezó a blasfemar, lanzando su copa de vino al suelo hasta convertirla en un montoncito de cristales a sus pies. Él habló de sus estúpidas profecías, de leyendas, de poder. Me propuso pactos y mil tesoros que compartiría conmigo si yo le prestaba mi ayuda. Yo me limitaba a ignorar sus palabras y a pensar cómo hacer para proteger a sus hijos de su propio padre… Hasta que volví a fijarme en el carruaje dónde ya bajaba de él mi hija Victoria y su amiguito zanahorio. Fruncí el ceño cuando divisé que no viajaban solos aquella noche: Danielle y Evander iban con ellos y juntos se dirigían a casa. ¡Maldición!
- Está bien, tú ganas, Eskandar. Prometo que lo consultaré con la almohada esta noche, no puedo hacer más por ti hoy. Ahora, si no te importa… preferiría acompañar a mi esposa, a la que sí amo. Te acompañaré a la puerta.
Mi primo parecía reacio a marcharse, pero en cuanto mi mano se posó sobre su hombro, no tuvo elección y obedeció mi sugerencia, extrañándole que le condujera hacia la puerta lateral, la puerta que usaban los siervos que trabajaban en la cocina. Su rostro era un poema, sin duda, pero no había tiempo de explicaciones, pues la puerta del salón se abrió y las voces empezaron a llegar a nuestros oídos: debía deshacerme de Eskandar antes de que supiera que sus hijos, aquellos a los que perseguía para dar muerte, se hallaban bajo su mismo techo aquella noche.
Aun hoy no sé cómo lo conseguí, pero unos minutos después, vi alejarse a Eskandar a lomos de su corcel y sólo entonces pude respirar más aliviado, dirigiéndome a grandes zancadas hacia los críos que ya se encontraban en el salón, esperándome sin saber de qué una les había salvado. De hecho, nunca pensaba decírselo. Me limitaría a velar por su bienestar sin que ellos supieran de los peligros que corrían, aunque algo me decía que Evander estaba más que al corriente de su situación. Sabía que era más inteligente de lo que interpretaba.
- Oh, Evander… ¿a qué se debe la visita esta noche? –saludé con una sonrisa sincera, encajando nuestras manos con fuerza, sin perder las costumbres cordiales que nos habían inculcado desde nuestra más tierna infancia. Su ceño se frunció y el mío fue su reflejo al instante, soltando su mano y mirando el rostro de todos mis visitantes, incluyendo el de Victoria, que parecía un tanto confusa.- ¿Ha sucedido algo?
Aguardé a que mi sobrino se explicara, temiéndome lo peor, creyendo que habían acudido a mí en busca de ayuda, igual que, aunque con una perspectiva muy diferente, había hecho su padre unos momentos antes de su llegada. Pero no fue su voz la que retumbó en el salón mientras me decidía a ocupar uno de los sillones situados frente a la chimenea sin hoguera. Danielle dio un paso adelante, dirigiéndose hacia mí con la preocupación y alarma escrita en sus ojos centelleantes y algo dentro de mí se removió.
- Victoria, ve a ver a tu madre y asegúrate de que se encuentra bien, ayúdala aunque se ponga terca.- le ordené con severidad sin mirarla todavía, dirigiéndome antes al pequeño Délvheen.- Y tú… ¿es que no tienes casa propia?- mascullé con rudeza pese a las protestas de Victoria. No me importó que me odiara un poco por la forma en que traté tanto a su amiguito como a ella, pues sólo deseaba quedarme a solas con Evander y su pequeña hermana. Lo demás formaba parte del plan y no tardó en hacer efecto.- ¿Queréis tomar un vaso de leche, aunque sea?- ofrecí en cuanto todo quedó en silencio, dulcificando mi rostro con una sonrisa amistosa, buscando recuperar la confianza perdida tras mi nefasta actitud aquella noche. ¿Qué habría sucedido tan impactante que les había hecho alzarse del lecho y venir a la boca del lobo, aun sabiendo que cabía la posibilidad de grandes riesgos?
Llevé mi mano al mentón y escuché así el relato de la pequeña…
Erlend Hedinson- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 75
Fecha de inscripción : 28/11/2011
Edad : 51
Localización : Rumbo al abismo
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Re: En busca de la sacerdotiza
Tengo que hablar contigo tío Erlend.
Mi voz sonó más fuerte de lo que pensaba, haciendo que yo misma diera un respingo. Pero respire profundamente y mire a Evan una vez mas, quien serio, asintió levemente mientras yo le miraba hacia arriba. Su mirada me inspiro valentía, por lo que tras soltar su mano, -una que había tenido apretada durante todo el trayecto - Dí un paso al frente hacia nuestro imponente tío. - Realmente no era nuestro tío, pero yo le sentía y le queria como si lo fuera.-
Tio Erlend. Yo necesitaba hablar contigo.
Ha pasado algo que no se explicar...y algo me dijo que tenía que venir a verte.
Es…Es un poco…
Me mordí los labios y baje la cabeza un instante sin saber cómo continuar. ¿Cómo empezar? La angustia empezó a embargarme y por ello comenzó a bajar la temperatura en la habitación, algo que a veces ocurría cuando me sentía mal o me ponía nerviosa. En alguna ocasión incluso había hecho que comenzara a nevar. -Afortunadamente en esta ocasión no fue así.-
Me acerque al Tio Len hasta llegar en donde estaba sentado. Me sujete de sus rodillas y comencé a escalar por sus piernas hasta que llegue a ellas, pudiendo sentarme en su regazo. No sabia que palabras escoger, ni como comenzar, pero tenia que enseñarle lo que había visto. Por lo que acerque mis manos suavemente a su rostro dejándolas allí. Su incipiente barba me hizo cosquillas y eso me sosegó de algún modo.
Contemple su mirada seria que en ocasiones tanto miedo me daba y entonces, deje que el viera lo que había visto yo, sin embargo Evan situo su mano sobre mi hombro y entonces supe que el también lo veria.
El horizonte comenzó a nublarse poco a poco con una nube negra y tormentosa que empezó a rodearlo todo. Sin embargo el guardián de la capucha no pudo avanzar mas, la lluvia comenzó a caer encima de él. Su espada cayó en la arena, siendo cubierta por los granos secos y tostados del desierto.
Un rallo quebró el horizonte y todo oscureció por un segundo, volviendo la escasa luz cuando el rayo marchó. Sin embargo nada era ahora igual que antes, todo cambio en un solo segundo. La lluvia ya no era compuesta por agua sino por sangre y las dunas ya no eran cubiertas por granos de arenas sino por cadáveres de cuerpos desangrados, cadaveres que no eran desconocidos…
Mi figura apareció al lado de la del guardian y allí junto a él pude comprender su dolor. Pues a mi lado, las figuras de los siervos de la misma villa en la que me encontraba se amontonaban junto a los siervos del castillo de tio Jer, asi como tia Néliam, Vika, Biel, Iris mi cuidadora, tio Erlend e incluso un cuerpo que al verlo me hizo gritar de agonia, tapando mi boca cuando presencie el cuerpo de Evan, quien allí, con aspecto sereno, mantenía su mirada ya sin vida, perdida en el cielo negro.
Y entonces sin que pudiera hacer nada, un sinfín de imágenes vinieron a mis cabeza demasiado rápidas para entenderlas bien. En ellas se mostraba mar, tierra y arena; el camino a seguir, era un oasis formado en medio de donde se encontraba aquella, un lugar señalados con las piedras y sus simbolos similares a las runas... El lugar fue indicado por el guardián antes de que él se esfumara en la angustiosa escena una vez mas.
Mis pequeños y redondeados ojos se llenaron de lágrimas mientras yo le miraba.
Tienes que creerme tío Erlend. Tenemos que ir a ese lugar o ocurrirá algo horrible.
Por favor, ayúdame…
Llévame hasta allí, eres la persona más fuerte que conozco, solo tú puedes guiarme…
Mi voz sonó más fuerte de lo que pensaba, haciendo que yo misma diera un respingo. Pero respire profundamente y mire a Evan una vez mas, quien serio, asintió levemente mientras yo le miraba hacia arriba. Su mirada me inspiro valentía, por lo que tras soltar su mano, -una que había tenido apretada durante todo el trayecto - Dí un paso al frente hacia nuestro imponente tío. - Realmente no era nuestro tío, pero yo le sentía y le queria como si lo fuera.-
Tio Erlend. Yo necesitaba hablar contigo.
Ha pasado algo que no se explicar...y algo me dijo que tenía que venir a verte.
Es…Es un poco…
Me mordí los labios y baje la cabeza un instante sin saber cómo continuar. ¿Cómo empezar? La angustia empezó a embargarme y por ello comenzó a bajar la temperatura en la habitación, algo que a veces ocurría cuando me sentía mal o me ponía nerviosa. En alguna ocasión incluso había hecho que comenzara a nevar. -Afortunadamente en esta ocasión no fue así.-
Me acerque al Tio Len hasta llegar en donde estaba sentado. Me sujete de sus rodillas y comencé a escalar por sus piernas hasta que llegue a ellas, pudiendo sentarme en su regazo. No sabia que palabras escoger, ni como comenzar, pero tenia que enseñarle lo que había visto. Por lo que acerque mis manos suavemente a su rostro dejándolas allí. Su incipiente barba me hizo cosquillas y eso me sosegó de algún modo.
Contemple su mirada seria que en ocasiones tanto miedo me daba y entonces, deje que el viera lo que había visto yo, sin embargo Evan situo su mano sobre mi hombro y entonces supe que el también lo veria.
...
El hombre de la capucha blanca corrió veloz por la arena del desierto, llevaba una mano en el pecho, y los ropajes ensangrentados, sin embargo nada le hacia parar, el seguía corriendo hasta que llego a lo alto de una duna, donde con la espada desenfundada y la luna tras de él, señalo el lugar al lado del casi desaparecido oasis. El horizonte comenzó a nublarse poco a poco con una nube negra y tormentosa que empezó a rodearlo todo. Sin embargo el guardián de la capucha no pudo avanzar mas, la lluvia comenzó a caer encima de él. Su espada cayó en la arena, siendo cubierta por los granos secos y tostados del desierto.
Un rallo quebró el horizonte y todo oscureció por un segundo, volviendo la escasa luz cuando el rayo marchó. Sin embargo nada era ahora igual que antes, todo cambio en un solo segundo. La lluvia ya no era compuesta por agua sino por sangre y las dunas ya no eran cubiertas por granos de arenas sino por cadáveres de cuerpos desangrados, cadaveres que no eran desconocidos…
Mi figura apareció al lado de la del guardian y allí junto a él pude comprender su dolor. Pues a mi lado, las figuras de los siervos de la misma villa en la que me encontraba se amontonaban junto a los siervos del castillo de tio Jer, asi como tia Néliam, Vika, Biel, Iris mi cuidadora, tio Erlend e incluso un cuerpo que al verlo me hizo gritar de agonia, tapando mi boca cuando presencie el cuerpo de Evan, quien allí, con aspecto sereno, mantenía su mirada ya sin vida, perdida en el cielo negro.
“En el confín de las arenas, al llegar al verde espesor, encontraras a aquella que nos puede ayudar.
Una gran amenaza nubla ya el horizonte, ya no queda más tiempo.
El dios de los cabellos del color del trigo ha comenzado su camino
Y allí, en medio del oasis se encuentra la última esperanza…"
Una gran amenaza nubla ya el horizonte, ya no queda más tiempo.
El dios de los cabellos del color del trigo ha comenzado su camino
Y allí, en medio del oasis se encuentra la última esperanza…"
Y entonces sin que pudiera hacer nada, un sinfín de imágenes vinieron a mis cabeza demasiado rápidas para entenderlas bien. En ellas se mostraba mar, tierra y arena; el camino a seguir, era un oasis formado en medio de donde se encontraba aquella, un lugar señalados con las piedras y sus simbolos similares a las runas... El lugar fue indicado por el guardián antes de que él se esfumara en la angustiosa escena una vez mas.
…
Parpadee repetidas veces,apreciando al fin el salón donde seguia sentada sobre el regazo de tio Erlend, -con Evan a mis espalda-, encontrando la mirada severa y ceñuda de mi tio , Quien habría visto igual que yo y Evan todo lo que a mí me habían mostrado. Mis pequeños y redondeados ojos se llenaron de lágrimas mientras yo le miraba.
Tienes que creerme tío Erlend. Tenemos que ir a ese lugar o ocurrirá algo horrible.
Por favor, ayúdame…
Llévame hasta allí, eres la persona más fuerte que conozco, solo tú puedes guiarme…
Ánimam- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/01/2013
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Re: En busca de la sacerdotiza
Situé mis manos bajo las axilas de la niña y la bajé de mi regazo para poder ponerme en pie y caminar por la sala, rememorando lo que acababa de ver, de sentir, de vivir. Era una situación extraña, cuando otro brujo te muestra sus imágenes mentales y al salir de su cabeza, sentías la tuya un tanto abrumada, como si te la martillearan y escucharas un zumbido lejano en tus oídos hasta que el efecto pasa y todo vuelve a la normalidad. Miré de refilón mi brazo derecho, cuyo vello aun continuaba erizado por lo experimentado. Tragué saliva, notando mi garganta áspera. ¿Sería por el vino ingerido? Finalmente, llevé dos de mis dedos al puente de mi nariz, cerrando los ojos mientras tomaba una decisión al respecto, aun dándoles la espalda y sin preocuparme por si eso podía interpretarse como una falta de modales por mi parte.
- Imagino que vuestro deseo es ir hasta dónde indican las mismas imágenes que Danielle me ha mostrado, ¿cierto?- inquirí, sin que realmente esperara una respuesta a la pregunta. Seguía pensando en voz alta, al fin y al cabo. Sólo exponía la situación para ver si así tenía alguna lógica todo aquello. Era disparatado pero de algún modo, igual que ellos, sentía la sensación de que se trataba de una visión y no de un sueño o el delirio de una niña. Una visión de futuro, una metáfora de éste, quizás. Evander tenía ese don, el de ver el futuro. Me extrañaba que no fuera él, el que recibiera esa información, pero no era momento de preguntarse el motivo por el que la naturaleza había elegido a Danielle. Suspiré profundamente y relajé mis músculos tensos cuya reacción no recordaba haber sentido en ningún momento. Puede que me hallara tenso desde el comienzo de la noche y ni cuenta me di.- Sé cuál es, ese lugar.- indiqué al fin, percibiendo cómo el alivio invadía a los Délvheen.- Os llevaré hasta él.- Quise añadir algo más, alguno de mis otros pensamientos que me abrumaban, por ejemplo, preguntas. ¿Qué haríamos una vez llegáramos? ¿Qué teníamos que buscar? ¿Había algún plan? Pero, volteándome ahora hacia ellos, vi en sus ojos la misma confusión que seguramente hallarían ellos en los míos. No tenían ni idea de aquello que podía depararnos aquella misión, pero todos sabíamos que hasta que no la cumpliéramos, el interrogante seguiría allí, pesando sobre nuestras cabezas.- Bien, debemos prepararnos. ¿Cuándo queréis iros?
Evander frunció el ceño y tomó la mano a su hermana con fuerza, dando un paso al frente con la seriedad y la valentía que tantas otras veces vi en los ojos de su padre. Algo hizo que me estremeciera ante semejante pensamiento. Quizás simplemente, fue su mirada penetrante. Curioso. Hacía tiempo que alguien no causaba en mí una sensación de respeto como aquella. No pude evitar sonreír, satisfecho de que llevara parte de mis genes en su sangre.
- Ahora.- Se limitó a decir. Ante mi silencio, el joven chasqueó la lengua contra su paladar y negó con la cabeza, un tanto ansioso. Parecía tener prisa y yo muchas dudas.- El tiempo se nos acaba, tío Erlend. Y lo sabes. Debemos actuar con rapidez antes de que otros encuentren lo que buscamos antes que nosotros.
Asentí una sola vez con la cabeza, sopesando las opciones. Lo cierto es que no había demasiadas y Evander tenía razón. Si la visión de Danielle era cierta, no teníamos tiempo que perder hablando, por mucho que odiara la sensación de dar palos de ciego, sin saber qué hacer una vez llegáramos al punto exacto, ni qué buscábamos. Mirando a Evander, algo me decía que él sí sabía lo que tendríamos que encontrar. Quizás sólo lo sospechaba, pero en cualquier caso, ¿por qué no compartirlo conmigo? Entonces até cabos. Si lo que Eskandar me había contado aquella misma noche sobre el poder un un objeto misterioso llamado Alma era cierto y teniendo en cuenta que Evander y su hermana habían huido de él y que su propio padre quería matarles por Alma... cabía la posibilidad de que se tratara precisamente de eso, de Alma. ¿Sería Alma, lo que habría que buscar una vez llegáramos? ¿Sería Alma, la llave para mantener a nuestra familia y allegados a salvo? ¿Sería la pérdida de Alma, lo que conllevaría el caos predicho por la visión de Danielle? Aquello cada vez me intrigaba más.
- Está bien. Tengo una idea para llegar a nuestro destino en dos días. Antes... dadme un momento.
Me excusé con ellos y abandoné el salón para ir hacia mi despacho, arrancando una hoja y tomando pluma y tinta, garabateando con prisa en el papel.
Amada mía,
Me han precisado con urgencia y no quise despertarte de tus dulces sueños. Prometo que volveré pronto, pero no puedo fijar fecha alguna. Ojalá sean unos días, ya te extraño y aun no me he ido.
Espérame y se buena, deja que Victoria y los siervos te cuiden.
Te quiero.
Con cariño,
Erlend
PD: Lamento no poder celebrar nuestro doceavo aniversario junto a ti. Te compensaré.
Corté una rosa roja que asomaba por la ventana del despacho y la deposité junto a la carta para mi esposa. Con pesar, acaricié una única vez la textura de aquél papel antes de regresar al salón, dónde mis sobrinos discutían sobre qué llevarse a la aventura. Evander hablaba de armas y ella de libros, grimorios, específicamente.
- Me temo que no llevaremos más de lo que ya llevamos encima. Rezad para que eso sea suficiente.
Dicho eso, me dirigí hacia la cocina, abrí una trampilla situada en el techo y con la ayuda de una escalera escondida tras la puerta, ascendí hasta el almacén dónde guardábamos algunos ingredientes para pociones. Tras desordenar la mayoría de cuencos y frascos ordenados alfabéticamente por mi mujer -que por cierto, sabía que al regresar me esperaría un buen zarandeo por semejante desorden-, tomé lo necesario para la poción, así que bajé las escaleras y me dirigí a la cocina a por el caldero que pronto puse en el fuego mientras iba abocando las sanguijuelas, los crisopos, la dascurainia sophia, la centinodia, el polvo de bicornio, la piel de serpiente y las plumas. Lo dejé cocer a fuego lento hasta que la mezcla fue hirviendo y convirtiéndose en una masa verdosa de pestilente aroma. Cuando al fin estuvo lista la poción, vertí su contenido en un frasquito de cristal que colgué de mi cuello. Luego serví en vasos el resto del líquido y se lo di a beber a mis camaradas, observando risueño la mueca de disgusto de la pequeña tras el primer sorbo. Evander se lo bebió de a una sin rechistar, todo un hombre, sin duda. Finalmente, me tomé el brebaje en un santiamén sin siquiera respirar, conteniendo las náuseas por el horrible sabor que desprendía.
No transcurrió ni media hora cuando la pequeña Danielle empezó su mutación seguida por Evander. Tras algunos retortijones, ambos abandonaron su apariencia humana para convertirse en agachadizas reales, unas aves capaces de llevar a cabo un vuelo transcontinental a través de Europa hasta África en sólo dos días y sin descansar, viajando a una velocidad media de noventa y siete kilómetros por hora. Por esa razón, su velocidad, había elegido convertirnos en pájaros. Y por esa razón no podíamos llevar nada con nosotros, porque como aves no podríamos acarrear peso alguno. Sólo llevaba conmigo el colgante que nos permitiría volver a convertirnos en aves para emprender el viaje de regreso a casa. El efecto duraría sólo cuarenta y ocho horas, por lo que teníamos que llegar hasta allí en ese espacio temporal. Sin márgenes.
Pronto, tres aves sobrevolaron París rumbo a Egipto...
- Imagino que vuestro deseo es ir hasta dónde indican las mismas imágenes que Danielle me ha mostrado, ¿cierto?- inquirí, sin que realmente esperara una respuesta a la pregunta. Seguía pensando en voz alta, al fin y al cabo. Sólo exponía la situación para ver si así tenía alguna lógica todo aquello. Era disparatado pero de algún modo, igual que ellos, sentía la sensación de que se trataba de una visión y no de un sueño o el delirio de una niña. Una visión de futuro, una metáfora de éste, quizás. Evander tenía ese don, el de ver el futuro. Me extrañaba que no fuera él, el que recibiera esa información, pero no era momento de preguntarse el motivo por el que la naturaleza había elegido a Danielle. Suspiré profundamente y relajé mis músculos tensos cuya reacción no recordaba haber sentido en ningún momento. Puede que me hallara tenso desde el comienzo de la noche y ni cuenta me di.- Sé cuál es, ese lugar.- indiqué al fin, percibiendo cómo el alivio invadía a los Délvheen.- Os llevaré hasta él.- Quise añadir algo más, alguno de mis otros pensamientos que me abrumaban, por ejemplo, preguntas. ¿Qué haríamos una vez llegáramos? ¿Qué teníamos que buscar? ¿Había algún plan? Pero, volteándome ahora hacia ellos, vi en sus ojos la misma confusión que seguramente hallarían ellos en los míos. No tenían ni idea de aquello que podía depararnos aquella misión, pero todos sabíamos que hasta que no la cumpliéramos, el interrogante seguiría allí, pesando sobre nuestras cabezas.- Bien, debemos prepararnos. ¿Cuándo queréis iros?
Evander frunció el ceño y tomó la mano a su hermana con fuerza, dando un paso al frente con la seriedad y la valentía que tantas otras veces vi en los ojos de su padre. Algo hizo que me estremeciera ante semejante pensamiento. Quizás simplemente, fue su mirada penetrante. Curioso. Hacía tiempo que alguien no causaba en mí una sensación de respeto como aquella. No pude evitar sonreír, satisfecho de que llevara parte de mis genes en su sangre.
- Ahora.- Se limitó a decir. Ante mi silencio, el joven chasqueó la lengua contra su paladar y negó con la cabeza, un tanto ansioso. Parecía tener prisa y yo muchas dudas.- El tiempo se nos acaba, tío Erlend. Y lo sabes. Debemos actuar con rapidez antes de que otros encuentren lo que buscamos antes que nosotros.
Asentí una sola vez con la cabeza, sopesando las opciones. Lo cierto es que no había demasiadas y Evander tenía razón. Si la visión de Danielle era cierta, no teníamos tiempo que perder hablando, por mucho que odiara la sensación de dar palos de ciego, sin saber qué hacer una vez llegáramos al punto exacto, ni qué buscábamos. Mirando a Evander, algo me decía que él sí sabía lo que tendríamos que encontrar. Quizás sólo lo sospechaba, pero en cualquier caso, ¿por qué no compartirlo conmigo? Entonces até cabos. Si lo que Eskandar me había contado aquella misma noche sobre el poder un un objeto misterioso llamado Alma era cierto y teniendo en cuenta que Evander y su hermana habían huido de él y que su propio padre quería matarles por Alma... cabía la posibilidad de que se tratara precisamente de eso, de Alma. ¿Sería Alma, lo que habría que buscar una vez llegáramos? ¿Sería Alma, la llave para mantener a nuestra familia y allegados a salvo? ¿Sería la pérdida de Alma, lo que conllevaría el caos predicho por la visión de Danielle? Aquello cada vez me intrigaba más.
- Está bien. Tengo una idea para llegar a nuestro destino en dos días. Antes... dadme un momento.
Me excusé con ellos y abandoné el salón para ir hacia mi despacho, arrancando una hoja y tomando pluma y tinta, garabateando con prisa en el papel.
Amada mía,
Me han precisado con urgencia y no quise despertarte de tus dulces sueños. Prometo que volveré pronto, pero no puedo fijar fecha alguna. Ojalá sean unos días, ya te extraño y aun no me he ido.
Espérame y se buena, deja que Victoria y los siervos te cuiden.
Te quiero.
Con cariño,
Erlend
PD: Lamento no poder celebrar nuestro doceavo aniversario junto a ti. Te compensaré.
Corté una rosa roja que asomaba por la ventana del despacho y la deposité junto a la carta para mi esposa. Con pesar, acaricié una única vez la textura de aquél papel antes de regresar al salón, dónde mis sobrinos discutían sobre qué llevarse a la aventura. Evander hablaba de armas y ella de libros, grimorios, específicamente.
- Me temo que no llevaremos más de lo que ya llevamos encima. Rezad para que eso sea suficiente.
Dicho eso, me dirigí hacia la cocina, abrí una trampilla situada en el techo y con la ayuda de una escalera escondida tras la puerta, ascendí hasta el almacén dónde guardábamos algunos ingredientes para pociones. Tras desordenar la mayoría de cuencos y frascos ordenados alfabéticamente por mi mujer -que por cierto, sabía que al regresar me esperaría un buen zarandeo por semejante desorden-, tomé lo necesario para la poción, así que bajé las escaleras y me dirigí a la cocina a por el caldero que pronto puse en el fuego mientras iba abocando las sanguijuelas, los crisopos, la dascurainia sophia, la centinodia, el polvo de bicornio, la piel de serpiente y las plumas. Lo dejé cocer a fuego lento hasta que la mezcla fue hirviendo y convirtiéndose en una masa verdosa de pestilente aroma. Cuando al fin estuvo lista la poción, vertí su contenido en un frasquito de cristal que colgué de mi cuello. Luego serví en vasos el resto del líquido y se lo di a beber a mis camaradas, observando risueño la mueca de disgusto de la pequeña tras el primer sorbo. Evander se lo bebió de a una sin rechistar, todo un hombre, sin duda. Finalmente, me tomé el brebaje en un santiamén sin siquiera respirar, conteniendo las náuseas por el horrible sabor que desprendía.
No transcurrió ni media hora cuando la pequeña Danielle empezó su mutación seguida por Evander. Tras algunos retortijones, ambos abandonaron su apariencia humana para convertirse en agachadizas reales, unas aves capaces de llevar a cabo un vuelo transcontinental a través de Europa hasta África en sólo dos días y sin descansar, viajando a una velocidad media de noventa y siete kilómetros por hora. Por esa razón, su velocidad, había elegido convertirnos en pájaros. Y por esa razón no podíamos llevar nada con nosotros, porque como aves no podríamos acarrear peso alguno. Sólo llevaba conmigo el colgante que nos permitiría volver a convertirnos en aves para emprender el viaje de regreso a casa. El efecto duraría sólo cuarenta y ocho horas, por lo que teníamos que llegar hasta allí en ese espacio temporal. Sin márgenes.
Pronto, tres aves sobrevolaron París rumbo a Egipto...
Última edición por Erlend Hedinson el Jue Ago 22, 2013 12:19 pm, editado 1 vez
Erlend Hedinson- Hechicero Clase Alta
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Localización : Rumbo al abismo
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Re: En busca de la sacerdotiza
Recuerdo que siempre que me tumbaba en el jardín, me quedaba embobada al contemplar las nubes, riéndome al ver las mariposas volar por encima de mí, sobre todo cuando se posaban en mi nariz haciéndome cosquillas. Me encantaban todos los animales que podían surcar el cielo, me hacían envidiarles por poder vernos a todos tan chiquitos desde las alturas. Fue por ello que después de beber aquella horrible cosa viscosa que tío Len nos preparó, que realmente me sentí y estuve…¡EN UNA NUBE!
Surcar los cielos fue como una fantasía hecha realidad. Por lo que no dude en batir mis alas con libertad, girando y siguiendo a Evan quien me miraba indicándome con sus ojos de ave que le siguiera mientras el giraba en espiral conmigo, ambos elevándonos y cayendo en picado para seguir después a nuestro tío Erlend sin dilación alguna. Volando tras de él mientras el marcaba el camino, observándonos e indicándonos que le siguiéramos de cerca sin perder el rumbo, a la vez que Evan se situaba a su derecha y yo a su izquierda.
El cielo de Paris se alejo con más rapidez de la que imagine, viendo el mar bajo nosotros mientras volábamos, cosa que me hizo dudar por un instante mientras el atardecer caía. Y es que ¿cómo íbamos a volar tanto tiempo sin cansarnos, ni comer, ni parar a descansar o dormir? No quise replicar, pues no había tiempo que perder para discutir o preguntar, -estar ahi, y todos lo que ocurriera seria culpa mia- sin embargo mis mismas preguntas se vieron respondidas sobre la marcha cuando al elevarse nuestro tío, nos indico al seguirle que aprovecharíamos las mismas corrientes. Elevándonos mas allá de las nubes para después dejarnos caer sin mover siquiera las alas.
¡Ese era el secreto de aquellas aves para no cansarse! No tenían que batir sus alas constantemente, simplemente, ¡las dejaban desplegadas mientras las corrientes les llevaban en la dirección que ellos deseaban! Era impresionante sentir el viento de ese modo, y las propias nubes a nuestro alrededor, desintegrándose al pasar por su lado.
La grandiosidad del paisaje que se mostraba ante nuestros ojos, fue algo que jamás imagine que podría ver y que ahora era real y posible. Tan real y posible como el destino al que nos dirigíamos sin parar. Dándome cuenta con el pasar de las horas que no existía un agotamiento real, ni sueño, pues nuestra energía no descendía. Lo único que si realizamos cuando ya mas entrada estaba la noche, fue beber de uno de los lagos que las nuevas tierras poseían, sin parar el vuelo en ningún momento. Simplemente bebiendo de la superficie para volver a coger altura hasta que la tierra y los arboles comenzaron a pasar de largo, dando paso a la arena.
Arena, arena y mas arena… Ésta se extendía de un horizonte a otro, sin principio ni fin, como si los arboles mismos fueran un recuerdo lejano de algo que habíamos dejado muy atrás y hace mucho tiempo.
Cuando el sol abrasador salió una vez más, el camino fue mucho más claro ante los tres. Sin embargo algo extraño sucedía mientras avanzamos y nos acercábamos al lugar al que íbamos y es que, mientras más miraba a cada lugar, mas recordaba cada duna, cada paraje y la posición del sol sobre algunas montañas rocosas. Yo conocía aquel lugar, sabia donde estaban las cosas, pero nunca había estado allí.
Observe a tio Erlend y vi el rumbo por el que nos conduciría. Por lo que me adelante hasta llegar a su altura, indicándole entre los graznidos que me siguiera, que conocía un atajo que nos ahorraría media tarde de camino. Pese a su plumaje y su tamaño considerablemente mayor al mío y al de mi hermano, pude entender y casi ver su ceño fruncido.
No quise dar más explicaciones, simplemente me adelante, aprovechando que era más pequeña y ágil que los dos para situarme delante. Virando poco a poco mientras los dos me seguían.
Momento en que las pirámides nos recibieron, para mostrarnos el siguiente sendero. No sabía cómo, pero sabía exactamente el lugar en donde estaba y eso me hizo sonreír por dentro, como si de alguna extraña manera encontrara una de mis casas. Siendo que Paris y Noruega eran los únicos lugares en los que había vivido.
El guardián me guiaba, lo sentía. Fue por ello que no me extrañe cuando el oasis se alzo imponente en medio de la nada. Como un espejismo hermoso, donde las montañas verdes se elevaban para mostrarnos sus lagos y pantanos. Así como las cascadas que parecían crear un muro en el centro de la extraña “isla”.
Entonces visualice las rocas planas, alzadas en distintos puntos del oasis, cada uno tallado con runas y símbolos que aun no entendía del todo. Sin embargo fue al centro de todo donde mi vista se expandió y el corazón me dio un vuelco. Acabábamos de llegar al punto exacto y lo sobrevolamos mientras los tres, -aun a gran altura- nos contemplábamos para mirar el lugar de mis sueños, uno que les había enseñado y que ahora presenciábamos desde arriba. Mientras Tío Erlend volvía a tomar el liderazgo, siendo el nuevamente quien se abrió paso hacia la oscuridad y hacia el gran secreto que nos aguardaba…
Surcar los cielos fue como una fantasía hecha realidad. Por lo que no dude en batir mis alas con libertad, girando y siguiendo a Evan quien me miraba indicándome con sus ojos de ave que le siguiera mientras el giraba en espiral conmigo, ambos elevándonos y cayendo en picado para seguir después a nuestro tío Erlend sin dilación alguna. Volando tras de él mientras el marcaba el camino, observándonos e indicándonos que le siguiéramos de cerca sin perder el rumbo, a la vez que Evan se situaba a su derecha y yo a su izquierda.
El cielo de Paris se alejo con más rapidez de la que imagine, viendo el mar bajo nosotros mientras volábamos, cosa que me hizo dudar por un instante mientras el atardecer caía. Y es que ¿cómo íbamos a volar tanto tiempo sin cansarnos, ni comer, ni parar a descansar o dormir? No quise replicar, pues no había tiempo que perder para discutir o preguntar, -estar ahi, y todos lo que ocurriera seria culpa mia- sin embargo mis mismas preguntas se vieron respondidas sobre la marcha cuando al elevarse nuestro tío, nos indico al seguirle que aprovecharíamos las mismas corrientes. Elevándonos mas allá de las nubes para después dejarnos caer sin mover siquiera las alas.
¡Ese era el secreto de aquellas aves para no cansarse! No tenían que batir sus alas constantemente, simplemente, ¡las dejaban desplegadas mientras las corrientes les llevaban en la dirección que ellos deseaban! Era impresionante sentir el viento de ese modo, y las propias nubes a nuestro alrededor, desintegrándose al pasar por su lado.
La grandiosidad del paisaje que se mostraba ante nuestros ojos, fue algo que jamás imagine que podría ver y que ahora era real y posible. Tan real y posible como el destino al que nos dirigíamos sin parar. Dándome cuenta con el pasar de las horas que no existía un agotamiento real, ni sueño, pues nuestra energía no descendía. Lo único que si realizamos cuando ya mas entrada estaba la noche, fue beber de uno de los lagos que las nuevas tierras poseían, sin parar el vuelo en ningún momento. Simplemente bebiendo de la superficie para volver a coger altura hasta que la tierra y los arboles comenzaron a pasar de largo, dando paso a la arena.
Arena, arena y mas arena… Ésta se extendía de un horizonte a otro, sin principio ni fin, como si los arboles mismos fueran un recuerdo lejano de algo que habíamos dejado muy atrás y hace mucho tiempo.
Cuando el sol abrasador salió una vez más, el camino fue mucho más claro ante los tres. Sin embargo algo extraño sucedía mientras avanzamos y nos acercábamos al lugar al que íbamos y es que, mientras más miraba a cada lugar, mas recordaba cada duna, cada paraje y la posición del sol sobre algunas montañas rocosas. Yo conocía aquel lugar, sabia donde estaban las cosas, pero nunca había estado allí.
Observe a tio Erlend y vi el rumbo por el que nos conduciría. Por lo que me adelante hasta llegar a su altura, indicándole entre los graznidos que me siguiera, que conocía un atajo que nos ahorraría media tarde de camino. Pese a su plumaje y su tamaño considerablemente mayor al mío y al de mi hermano, pude entender y casi ver su ceño fruncido.
"Confía en mi tío Len, conozco el camino…"
No quise dar más explicaciones, simplemente me adelante, aprovechando que era más pequeña y ágil que los dos para situarme delante. Virando poco a poco mientras los dos me seguían.
Momento en que las pirámides nos recibieron, para mostrarnos el siguiente sendero. No sabía cómo, pero sabía exactamente el lugar en donde estaba y eso me hizo sonreír por dentro, como si de alguna extraña manera encontrara una de mis casas. Siendo que Paris y Noruega eran los únicos lugares en los que había vivido.
“El sendero por donde fluía el antiguo rio marcara el camino hasta ella, pues todo gira a su alrededor.”
El guardián me guiaba, lo sentía. Fue por ello que no me extrañe cuando el oasis se alzo imponente en medio de la nada. Como un espejismo hermoso, donde las montañas verdes se elevaban para mostrarnos sus lagos y pantanos. Así como las cascadas que parecían crear un muro en el centro de la extraña “isla”.
Entonces visualice las rocas planas, alzadas en distintos puntos del oasis, cada uno tallado con runas y símbolos que aun no entendía del todo. Sin embargo fue al centro de todo donde mi vista se expandió y el corazón me dio un vuelco. Acabábamos de llegar al punto exacto y lo sobrevolamos mientras los tres, -aun a gran altura- nos contemplábamos para mirar el lugar de mis sueños, uno que les había enseñado y que ahora presenciábamos desde arriba. Mientras Tío Erlend volvía a tomar el liderazgo, siendo el nuevamente quien se abrió paso hacia la oscuridad y hacia el gran secreto que nos aguardaba…
Ánimam- Hechicero Clase Alta
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Re: En busca de la sacerdotiza
Faltaban unas tres horas hasta que pudiéramos recuperar nuestra apariencia humana, por lo que, al llegar a tierra firme, rodeados de la viva naturaleza de semejante y bello oasis, sugerí a mis sobrinos que comieran un poco, aunque les asqueara la idea de alimentarse de lombrices y otros gusanos, larvas de insectos, crustáceos y pequeños gasterópodos. La expresión de Danielle era todo un poema, sin duda, por lo que se me escapó algo parecido a una carcajada mientras les daba la espalda y buscaba algo que llevarme a la boca al pico, localizando tras unas colosales hojas verdes, varias viscosas babosas que no vacilé en picotear, masticar y tragar, sin que me parecieran de un mal sabor, de hecho, era agradable. ¿Sería un efecto de la poción? Quizás al transformarse, uno adopta también los sentidos del animal en el que se convierte, en este caso, el gusto, el sabor. Aquella teoría pensaba investigarla en cuanto llegara a casa, pues podría ser de gran utilidad.
De pronto, el crujido de una rama me alertó e instintivamente, busqué a Evander y Danielle, no muy lejos de mí, picoteando algo que no podía ver debido a su plumaje. Volví la vista hacia los matorrales dónde había jurado escuchar algo, esperando... esperando... Pero nada apareció, así que no le di mayor importancia y me encaminé hacia mi reducido grupo cuando, antes de que algo pudiera hacer, unas gigantescas fauces me encarcelaron con fiereza, dejando escapar un graznido estremecedor, advirtiendo a mis sobrinos que debían huir de allí mientras pudieran, encontrándome demasiado ocupado intentando librarme de mi prisión, usando mis alas inmóviles y mi pico. Estaba seguro que al regresar como humano, el animal me habría roto un brazo y varias costillas, quizás algo más... ah, sí, la pierna izquierda, acababa de escuchar el crujido del hueso de dicha pata resquebrajarse bajo mis plumas marrones. ¿Ese era mi fin? ¿Siendo devorado cuál pollo por un...? ¿Qué diablos era ese animal?
Gracias a la kamikaze actuación de Evander en la que alzó el vuelo para picotear uno de los ojos de la bestia, sus mandíbulas se separaron lo suficiente como para que yo pudiera escapar y cayera al suelo, malherido, mientras la hiena gruñía con el ojo entrecerrado y ensangrentado. Mi sobrino intentó ayudarme a ponerme en pie, pero la pata rota y las contusiones me lo impidieron, por lo que insté de nuevo a Evander que huyera de ahí con su hermana a un lugar seguro. Finalmente él aceptó y tras su marcha, la hiena hizo ademán de perseguirles, quizás porque no me vio medio desfallecido junto a una de sus patas. ¿Cuánto tiempo faltaba para volver a mi forma original? Espero que poco... o cuando lo hiciera, sería demasiado tarde para mí.
Mi respiración era lenta, dificultosa y escasa en mis pulmones. Perdía mucha sangre y graznaba sin querer, de puro dolor. La agonía despistó a la depredadora, la cual volvió su hocico hacia mí y casi viendo cómo sonreía, la bestia empezó a trotar hacia mí, imaginándome probablemente como una suculenta cena. Y saltó sobre mi cabeza ante mis ojos desorbitados, sin que sus dientes no se clavaran en mi carne. Sólo unas gotas carmesíes mancharon mi pico antes de desviar la mirada y contemplar cómo el animal permanecía sobre mi figura diminuta, a unos centímetros del suelo, flotando... ah, no... atravesado por algo así como una lanza que había entrado por su boca y no había salido de su cuerpo, matándole al instante. La sangre derramada caía de su hocico. Y ahí, sosteniendo el arma cual auténtico guerrero, se hallaba un desnudo Evander sin relajar aun ninguno de sus músculos, pendiente de mí, que aun permanecía bajo la forma de ave.
Unas manitas me tomaron entonces con sumo cuidado antes de que Evander soltara la rama improvisada con el cadáver de la hiena, la cual cayó como un peso muerto sobre la vegetación. Evander corrió hacia Danielle, que me acunaba entre sus manos mientras su hermano examinaba mis heridas y murmuraba cosas para sí mismo, manteniendo el ceño fruncido en todo momento hasta que sus ojos se abrieron y supe que empezaban a ver los cambios en mi anatomía, por lo que la niña me dejó sobre un pequeño montoncito de hojas tiernas y verdes que parecía aludir a un lecho, sintiendo entonces cómo mis huesos crecían bajo mi adolorida piel, convirtiéndome poco a poco, en el hombre que era. Sólo entonces pude hacer un recuento de las magulladuras sufridas: dos costillas rotas del lado derecho, la clavícula y el húmero del lado izquierdo, dos falanges medias de la mano derecha, un probable esguince en el peroné izquierdo y algunos dedos del pie del mismo costado izquierdo. En conclusión: más de dos meses en cama, reposo absoluto y una esposa iracunda, eso era lo que me esperaba al regresar a casa, si es que podía volver con semejante cuadro clínico.
Mientras Danielle parecía abrumada al ver tanta sangre a mi alrededor y que no podía apenas moverme, su hermano mayor empezaba a usar en mi magullado cuerpo algunas técnicas de primeros auxilios, como torniquetes y vendas que permitirían una sujeción mayor y reducir la posibilidad de sufrir daños internos debido a las roturas que presentaba. En aquél momento más que nunca, deseé que Néliam nos acompañara en aquella aventura, al menos sus conocimientos médicos me habrían ayudado a superarlo. Entonces pensé en la magia... pero no tenía ni idea de cómo usarla en medicina, y algo me decía que mis sobrinos tampoco conocerían remedios parecidos. Un suspiro escapó de mis labios.
- No os preocupéis por este lisiado de guerra. Tenéis una misión pendiente que debéis cumplir. Llevadme a algún refugio improvisado y os esperaré ahí. Cuando localicéis lo que buscáis, hacédmelo saber para que pueda o intente ayudaros. Sin mí, iréis más rápidos y descansar es lo que mi cuerpo necesita. Obedecedme sin rechistar.- indiqué con severidad, sonriendo cuando Evander miró a Danielle y éste asintió sin más palabras, ayudándome a alzarme, comentándome de camino que cuando les había pedido que huyeran de la hiena habían corrido por un sendero que les llevó hasta una extraña sala llena de columnas dónde aseguraban que estaría más a salvo entre rocas y a mayor altura gracias a unas escaleras, que no en medio de aquella selva. No protesté, contemplando maravillado la estructura que se nos presentaba entre la extensa vegetación. Tras ayudarme a subir las escaleras y apoyarme contra una de las columnas, mis muchachos se fueron en busca de aquello a lo que habían venido, armados con algunas ramas que les ayudé a pulir para fabricar así unas improvisadas lanzas. Aquello era un inhóspito paraje lleno de fieras, era conveniente cuidarse. Esperaba verles antes de las dos horas que faltaban para el anochecer, así que, para distraer mi agonizante mente, me entretuve haciendo cálculos sobre el lugar en el que me encontraba: se trataba pues, de una gran sala hipóstila compuesta por unos cien metros de ancho y unos cincuenta de profundidad, adornada por ciento treinta y cuatro columnas colosales, de unos veinte metros de altura decoradas al más estilo egipcio con sus relieves que aludían sin duda a algunas divinidades. Los grandes capiteles en forma de papiros abiertos tenían en la cumbre una circunferencia de casi quince metros, es decir, que en ella podrían dar cabida a unas cincuenta personas. Aquél lugar parecía haber sido diseñado por y para gigantes, sin duda, una idea que me hizo sonreír, pues recordé los cuentos que cada noche explicaba a mis hijos antes de acostarlos y en los que hablaba de seres mitológicos como los gigantes.
Cerré los ojos, exhausto por la travesía, la adrenalina liberada y la sangre perdida. Me hallaba dispuesto a dejarme vencer por el sueño pese a los peligros de hacerlo y ser atacado mientras tanto, pero entonces... Una gran presión. Eso fue lo que sentí, una gran presión de la gravedad, empujándome de un modo casi doloroso para mi piel, la cual sufrió heridas producidas por la misma y que parecía fruto de una tortura a base de flagelaciones, dejándome la piel enrojecida y hecha jirones. Mi piel, pues, se agrietó y pronto la sangre emanó de ella, haciéndome gritar. ¿Qué diablos era aquello? ¿De dónde procedía aquél campo de fuerza mágica? Y es que, sin duda, aquello era producto de la magia, no cabía otra explicación.
Ante la fuerza que me empujaba hacia el suelo, me dejé caer a un lado para tumbarme boca abajo, agonizando lenta y dolosamente, buscando el origen de semejante poder. Para ello necesitaba concentrarme y dejarme guiar por la misma magia que recorría mis venas, y entonces, al fin... lo vi. Supe de dónde procedía aquella energía y no dudé en arrastrarme hacia una de las monumentales columnas de piedra hasta que la palma de mi mano fue puesta en su superficie y la sentí arder, literalmente, dejándome visibles quemaduras y un zumbido en los oídos por la gran presión que emanaba. Apenas podía respirar, pero me bastaban fuerzas para romper aquél hechizo de defensa, aunque mientras repetía una y otra vez el conjuro que acabaría con ese dolor corporal, me preguntaba quién habría sellado aquella columna con semejante y poderoso hechizo. ¿Qué tendría la columna de especial? ¿Por qué elegir aquella y no otra de las tantas que allí aun se mantenían en pie?
Al fin, la presión cesó y pude recuperar el aliento. La sangre volvió a recuperar su tránsito habitual en mis venas y el dolor fue redimiendo, aunque no el de las heridas ya sufridas por el ataque de la hiena.
Sujetándome en la misma columna, luché para ponerme en pie y examinarla mejor, comprobando algunos símbolos egipcios cuyo significado desconocía, lo que me hizo pensar que no sólo extrañaba los servicios médicos de mi mujer, sino también los conocimientos de Egipto de mi no tan buen amigo Zephyr, pues en aquella ocasión me habría sido de gran utilidad, sin duda.
Y entonces... una rocambolesca idea cruzó mi mente y cambió mi semblante confuso por una gran sonrisa victoriosa. Di la espalda a la columna y entre algunos tambaleos, logré separarme de ella unos metros antes de encararme de nuevo hacia la majestuosa pieza egipcia. Alcé entonces mi mano con la palma dirigida a la columna y los dedos despegados entre sí, concentrando toda mi energía en mi mano. Tras de mí, unos acelerados pasos corrían hacia mi situación para detenerme, pero fue demasiado tarde cuando un relámpago emanó de mi mano y aterrizó en la piedra que literalmente, explotó por los aires, haciendo añicos la columna y dejando una humareda que poco a poco escalaba cielo arriba. Sin mediar palabra ni dirigirme aun hacia mis sobrinos que probablemente se encontrarían estupefactos ante semejante acción, me encaminé hacia el lugar preciso del suceso y me incliné para ver cómo el interior de la columna estaba vacío... ¿qué clase de arquitecto vacía el interior de una columna de ese calibre? Dudé que las demás fueran igual y seguí mi presentimiento: algo había escondido en aquella columna, sin duda. Algo que escapaba de la vista común. Algo que sabía que aun permanecía ante mí pero fue protegido por un conjuro de invisibilidad. Sonreí ante el nuevo reto y una carcajada resonó en aquél paraje, asustando a algunas aves nocturnas que huyeron del lugar.
De pronto, el crujido de una rama me alertó e instintivamente, busqué a Evander y Danielle, no muy lejos de mí, picoteando algo que no podía ver debido a su plumaje. Volví la vista hacia los matorrales dónde había jurado escuchar algo, esperando... esperando... Pero nada apareció, así que no le di mayor importancia y me encaminé hacia mi reducido grupo cuando, antes de que algo pudiera hacer, unas gigantescas fauces me encarcelaron con fiereza, dejando escapar un graznido estremecedor, advirtiendo a mis sobrinos que debían huir de allí mientras pudieran, encontrándome demasiado ocupado intentando librarme de mi prisión, usando mis alas inmóviles y mi pico. Estaba seguro que al regresar como humano, el animal me habría roto un brazo y varias costillas, quizás algo más... ah, sí, la pierna izquierda, acababa de escuchar el crujido del hueso de dicha pata resquebrajarse bajo mis plumas marrones. ¿Ese era mi fin? ¿Siendo devorado cuál pollo por un...? ¿Qué diablos era ese animal?
Gracias a la kamikaze actuación de Evander en la que alzó el vuelo para picotear uno de los ojos de la bestia, sus mandíbulas se separaron lo suficiente como para que yo pudiera escapar y cayera al suelo, malherido, mientras la hiena gruñía con el ojo entrecerrado y ensangrentado. Mi sobrino intentó ayudarme a ponerme en pie, pero la pata rota y las contusiones me lo impidieron, por lo que insté de nuevo a Evander que huyera de ahí con su hermana a un lugar seguro. Finalmente él aceptó y tras su marcha, la hiena hizo ademán de perseguirles, quizás porque no me vio medio desfallecido junto a una de sus patas. ¿Cuánto tiempo faltaba para volver a mi forma original? Espero que poco... o cuando lo hiciera, sería demasiado tarde para mí.
Mi respiración era lenta, dificultosa y escasa en mis pulmones. Perdía mucha sangre y graznaba sin querer, de puro dolor. La agonía despistó a la depredadora, la cual volvió su hocico hacia mí y casi viendo cómo sonreía, la bestia empezó a trotar hacia mí, imaginándome probablemente como una suculenta cena. Y saltó sobre mi cabeza ante mis ojos desorbitados, sin que sus dientes no se clavaran en mi carne. Sólo unas gotas carmesíes mancharon mi pico antes de desviar la mirada y contemplar cómo el animal permanecía sobre mi figura diminuta, a unos centímetros del suelo, flotando... ah, no... atravesado por algo así como una lanza que había entrado por su boca y no había salido de su cuerpo, matándole al instante. La sangre derramada caía de su hocico. Y ahí, sosteniendo el arma cual auténtico guerrero, se hallaba un desnudo Evander sin relajar aun ninguno de sus músculos, pendiente de mí, que aun permanecía bajo la forma de ave.
Unas manitas me tomaron entonces con sumo cuidado antes de que Evander soltara la rama improvisada con el cadáver de la hiena, la cual cayó como un peso muerto sobre la vegetación. Evander corrió hacia Danielle, que me acunaba entre sus manos mientras su hermano examinaba mis heridas y murmuraba cosas para sí mismo, manteniendo el ceño fruncido en todo momento hasta que sus ojos se abrieron y supe que empezaban a ver los cambios en mi anatomía, por lo que la niña me dejó sobre un pequeño montoncito de hojas tiernas y verdes que parecía aludir a un lecho, sintiendo entonces cómo mis huesos crecían bajo mi adolorida piel, convirtiéndome poco a poco, en el hombre que era. Sólo entonces pude hacer un recuento de las magulladuras sufridas: dos costillas rotas del lado derecho, la clavícula y el húmero del lado izquierdo, dos falanges medias de la mano derecha, un probable esguince en el peroné izquierdo y algunos dedos del pie del mismo costado izquierdo. En conclusión: más de dos meses en cama, reposo absoluto y una esposa iracunda, eso era lo que me esperaba al regresar a casa, si es que podía volver con semejante cuadro clínico.
Mientras Danielle parecía abrumada al ver tanta sangre a mi alrededor y que no podía apenas moverme, su hermano mayor empezaba a usar en mi magullado cuerpo algunas técnicas de primeros auxilios, como torniquetes y vendas que permitirían una sujeción mayor y reducir la posibilidad de sufrir daños internos debido a las roturas que presentaba. En aquél momento más que nunca, deseé que Néliam nos acompañara en aquella aventura, al menos sus conocimientos médicos me habrían ayudado a superarlo. Entonces pensé en la magia... pero no tenía ni idea de cómo usarla en medicina, y algo me decía que mis sobrinos tampoco conocerían remedios parecidos. Un suspiro escapó de mis labios.
- No os preocupéis por este lisiado de guerra. Tenéis una misión pendiente que debéis cumplir. Llevadme a algún refugio improvisado y os esperaré ahí. Cuando localicéis lo que buscáis, hacédmelo saber para que pueda o intente ayudaros. Sin mí, iréis más rápidos y descansar es lo que mi cuerpo necesita. Obedecedme sin rechistar.- indiqué con severidad, sonriendo cuando Evander miró a Danielle y éste asintió sin más palabras, ayudándome a alzarme, comentándome de camino que cuando les había pedido que huyeran de la hiena habían corrido por un sendero que les llevó hasta una extraña sala llena de columnas dónde aseguraban que estaría más a salvo entre rocas y a mayor altura gracias a unas escaleras, que no en medio de aquella selva. No protesté, contemplando maravillado la estructura que se nos presentaba entre la extensa vegetación. Tras ayudarme a subir las escaleras y apoyarme contra una de las columnas, mis muchachos se fueron en busca de aquello a lo que habían venido, armados con algunas ramas que les ayudé a pulir para fabricar así unas improvisadas lanzas. Aquello era un inhóspito paraje lleno de fieras, era conveniente cuidarse. Esperaba verles antes de las dos horas que faltaban para el anochecer, así que, para distraer mi agonizante mente, me entretuve haciendo cálculos sobre el lugar en el que me encontraba: se trataba pues, de una gran sala hipóstila compuesta por unos cien metros de ancho y unos cincuenta de profundidad, adornada por ciento treinta y cuatro columnas colosales, de unos veinte metros de altura decoradas al más estilo egipcio con sus relieves que aludían sin duda a algunas divinidades. Los grandes capiteles en forma de papiros abiertos tenían en la cumbre una circunferencia de casi quince metros, es decir, que en ella podrían dar cabida a unas cincuenta personas. Aquél lugar parecía haber sido diseñado por y para gigantes, sin duda, una idea que me hizo sonreír, pues recordé los cuentos que cada noche explicaba a mis hijos antes de acostarlos y en los que hablaba de seres mitológicos como los gigantes.
Cerré los ojos, exhausto por la travesía, la adrenalina liberada y la sangre perdida. Me hallaba dispuesto a dejarme vencer por el sueño pese a los peligros de hacerlo y ser atacado mientras tanto, pero entonces... Una gran presión. Eso fue lo que sentí, una gran presión de la gravedad, empujándome de un modo casi doloroso para mi piel, la cual sufrió heridas producidas por la misma y que parecía fruto de una tortura a base de flagelaciones, dejándome la piel enrojecida y hecha jirones. Mi piel, pues, se agrietó y pronto la sangre emanó de ella, haciéndome gritar. ¿Qué diablos era aquello? ¿De dónde procedía aquél campo de fuerza mágica? Y es que, sin duda, aquello era producto de la magia, no cabía otra explicación.
Ante la fuerza que me empujaba hacia el suelo, me dejé caer a un lado para tumbarme boca abajo, agonizando lenta y dolosamente, buscando el origen de semejante poder. Para ello necesitaba concentrarme y dejarme guiar por la misma magia que recorría mis venas, y entonces, al fin... lo vi. Supe de dónde procedía aquella energía y no dudé en arrastrarme hacia una de las monumentales columnas de piedra hasta que la palma de mi mano fue puesta en su superficie y la sentí arder, literalmente, dejándome visibles quemaduras y un zumbido en los oídos por la gran presión que emanaba. Apenas podía respirar, pero me bastaban fuerzas para romper aquél hechizo de defensa, aunque mientras repetía una y otra vez el conjuro que acabaría con ese dolor corporal, me preguntaba quién habría sellado aquella columna con semejante y poderoso hechizo. ¿Qué tendría la columna de especial? ¿Por qué elegir aquella y no otra de las tantas que allí aun se mantenían en pie?
Al fin, la presión cesó y pude recuperar el aliento. La sangre volvió a recuperar su tránsito habitual en mis venas y el dolor fue redimiendo, aunque no el de las heridas ya sufridas por el ataque de la hiena.
Sujetándome en la misma columna, luché para ponerme en pie y examinarla mejor, comprobando algunos símbolos egipcios cuyo significado desconocía, lo que me hizo pensar que no sólo extrañaba los servicios médicos de mi mujer, sino también los conocimientos de Egipto de mi no tan buen amigo Zephyr, pues en aquella ocasión me habría sido de gran utilidad, sin duda.
Y entonces... una rocambolesca idea cruzó mi mente y cambió mi semblante confuso por una gran sonrisa victoriosa. Di la espalda a la columna y entre algunos tambaleos, logré separarme de ella unos metros antes de encararme de nuevo hacia la majestuosa pieza egipcia. Alcé entonces mi mano con la palma dirigida a la columna y los dedos despegados entre sí, concentrando toda mi energía en mi mano. Tras de mí, unos acelerados pasos corrían hacia mi situación para detenerme, pero fue demasiado tarde cuando un relámpago emanó de mi mano y aterrizó en la piedra que literalmente, explotó por los aires, haciendo añicos la columna y dejando una humareda que poco a poco escalaba cielo arriba. Sin mediar palabra ni dirigirme aun hacia mis sobrinos que probablemente se encontrarían estupefactos ante semejante acción, me encaminé hacia el lugar preciso del suceso y me incliné para ver cómo el interior de la columna estaba vacío... ¿qué clase de arquitecto vacía el interior de una columna de ese calibre? Dudé que las demás fueran igual y seguí mi presentimiento: algo había escondido en aquella columna, sin duda. Algo que escapaba de la vista común. Algo que sabía que aun permanecía ante mí pero fue protegido por un conjuro de invisibilidad. Sonreí ante el nuevo reto y una carcajada resonó en aquél paraje, asustando a algunas aves nocturnas que huyeron del lugar.
Erlend Hedinson- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/11/2011
Edad : 51
Localización : Rumbo al abismo
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: En busca de la sacerdotiza
Zacarin zacaran.
Polvo de hada, polvo de cigarra
Crea ropa, crea de la nada.
Creanos un atuendo venido del Sahara!
“Plaf-plaf”
Jajajajajajajajajaa.
Una pequeña humareda blanca nos envolvió de pies a cabeza cuando di dos palmas después de pronunciar mi pequeño hechizo. Y es que, no lo pude evitar, quise crearnos ropa haciendo uso de la magia.
Evan arqueo una ceja cuando se vio vestido como un “explorador – conquistador del desierto”, con pantalones beige, botas de cuero altas, camisa blanca y una túnica con capucha que le protegería de la arena del desierto. Un atuendo igual para los dos.
Asentí cuando me miro.
Siiiiii. Así es como me visto por las mañanas, ¡me invento un hechizo distinto y ya! sino llegaría tarde cada día al colegio. Evan puso los ojos en blanco y negó con la cabeza con una sonrisa.
Comenzamos a caminar por uno de los pasillos, mientras yo me fijaba en los jeroglíficos. Lo cierto es que no les preste excesiva atención. Simplemente camine, guiando a mi hermano por los pasadizos. Pues entendía todo lo que decía y eran tan sencillo que solo había que seguir por el camino que indicaban. Cosa que al parecer sorprendió a Evan.
¿Es que no entiendes lo que pone? Él frunció el ceño y me miro arqueando una ceja. Me lleve el dedo índice a la boca mientras le miraba hacia arriba, con la incertidumbre. Pero yo pensaba que todo el mundo lo entendía. Mira ahí pone... “Sigue el sendero de las columnas, y el camino que vienes buscando encontrarás a la décima de llegar”
Suena un poco raro. Pero dice que es…
No acabe la frase, no pude. Porque el estruendo nos sorprendió haciéndonos girarnos por donde habíamos venido.
Tío Erlend...
¡No! ¡Ven por aquí, llegaremos antes! Comenzamos a correr por el pasadizo hasta que una de las entradas nos condujo al principio en donde habíamos entrado; El lugar de las columnas.
Y entonces lo entendí… ¡Esa era la sala! La mas abierta y la más expuesta. Una que sin duda nadie sospecharía que podría ocultar algo tan importante. Pero entonces cuando nuestro tío señalo la columna que deseaba destruir mi corazón dio un vuelco y el tiempo se detuvo. Me quede estática mientras Evan corría hacia tío Erlend y ambos analizaban lo que no veían, descubriendo la imagen invisible de aquella a la que yo había venido buscando.
Sentí un cosquilleo en la espalda, uno que se expandió por toda ella llegando a mis hombros, bajando por mis brazos hasta llegar a los dorsos de mis manos. No tuve que mirar las marcas para saber que los simbolos antiguos se marcaban en mi piel, moviéndose por ella como si estuvieran vivos. Marcas que provenían de aquella marca con la que había nacido…
Lo cierto, es que lo que ocurrió luego no lo supe explicar. Simplemente sabía lo que tenía que hacer.
Bajo mis pies, diversas líneas luminosas comenzaron a marcarse, formando los símbolos de las runas celticas, así como las distintas constelaciones del cielo, mientras la luz se alejaba de nuestra sala, quedando todo en una sutil penumbra, solo iluminada por lo que en el suelo se marcaba a mi alrededor. Siendo yo el centro de aquella luz blanquecina en forma de sutiles hilos que iluminaban el suelo ahora negro.
Tío Erlend y Evan se giraron hacia mí al ver como la luz de la sala había mermado siendo pleno día. Quise decirles que todo iba bien, pero no había tiempo para eso.
Cerré los ojos un instante sintiendo como aquella túnica negra envolvía mi figura, ahora de una altura distinta. Mis pies no tocaban el suelo, sino que eran recibidos por la suave neblina blanquecina que se arremolinaba bajo mi figura.
Me acerque hacia la figura invisible que aguardaba dentro de la columna y ésta tomo su aspecto real cuando le mire fijamente. Mostrándonos la forma de la hermosa escultura que en una posición erguida, sostenía su báculo mientras con la cabeza gacha y los ojos cerrados parecía aguardar en silencio y casi como si meditara que alguien le encontrara.
Mis manos tocaron su rostro, apreciando la frialdad del mármol blanco que la encerraba.
La tierra comenzó a temblar ligeramente y algunos trozos de piedra y de las viejas columnas se desestabilizaron hasta caer. Mientras que yo, -ahora con una voz que no era la mía propia.- Comenzaba a recitar en uno de los tantos idiomas antiguos, inundando la estancia con el sonido de aquella voz que salía de mi, cual rezo.
Los rayos de luz atravesaron los enormes techos, inundando las sombras que provenían de mi para situarse cerca de la sacerdotisa.
La piedra del mármol blanco comenzó a trisarse en su mejilla donde yo tenía mi mano situada y entonces, todo lo que había pasado… Todos mis recuerdos…La forma en que yo misma había sido creada a partir del guardián, el recuerdo de ella, el recuerdo de él. Sus vidas, las mías… Todo vino a mis retinas en aquel instante.
Deje que mi mano se deslizara en una suave caricia a la escultura y me di media vuelta, alejándome con cautela mientras el crujido del mármol resquebrajaba la figura y yo le daba la espalda a la sacerdotisa, y a quienes pensaba que eran mi hermano y mi tio…
Polvo de hada, polvo de cigarra
Crea ropa, crea de la nada.
Creanos un atuendo venido del Sahara!
“Plaf-plaf”
Jajajajajajajajajaa.
Una pequeña humareda blanca nos envolvió de pies a cabeza cuando di dos palmas después de pronunciar mi pequeño hechizo. Y es que, no lo pude evitar, quise crearnos ropa haciendo uso de la magia.
Evan arqueo una ceja cuando se vio vestido como un “explorador – conquistador del desierto”, con pantalones beige, botas de cuero altas, camisa blanca y una túnica con capucha que le protegería de la arena del desierto. Un atuendo igual para los dos.
Asentí cuando me miro.
Siiiiii. Así es como me visto por las mañanas, ¡me invento un hechizo distinto y ya! sino llegaría tarde cada día al colegio. Evan puso los ojos en blanco y negó con la cabeza con una sonrisa.
Comenzamos a caminar por uno de los pasillos, mientras yo me fijaba en los jeroglíficos. Lo cierto es que no les preste excesiva atención. Simplemente camine, guiando a mi hermano por los pasadizos. Pues entendía todo lo que decía y eran tan sencillo que solo había que seguir por el camino que indicaban. Cosa que al parecer sorprendió a Evan.
¿Es que no entiendes lo que pone? Él frunció el ceño y me miro arqueando una ceja. Me lleve el dedo índice a la boca mientras le miraba hacia arriba, con la incertidumbre. Pero yo pensaba que todo el mundo lo entendía. Mira ahí pone... “Sigue el sendero de las columnas, y el camino que vienes buscando encontrarás a la décima de llegar”
Suena un poco raro. Pero dice que es…
No acabe la frase, no pude. Porque el estruendo nos sorprendió haciéndonos girarnos por donde habíamos venido.
Tío Erlend...
¡No! ¡Ven por aquí, llegaremos antes! Comenzamos a correr por el pasadizo hasta que una de las entradas nos condujo al principio en donde habíamos entrado; El lugar de las columnas.
Y entonces lo entendí… ¡Esa era la sala! La mas abierta y la más expuesta. Una que sin duda nadie sospecharía que podría ocultar algo tan importante. Pero entonces cuando nuestro tío señalo la columna que deseaba destruir mi corazón dio un vuelco y el tiempo se detuvo. Me quede estática mientras Evan corría hacia tío Erlend y ambos analizaban lo que no veían, descubriendo la imagen invisible de aquella a la que yo había venido buscando.
Sentí un cosquilleo en la espalda, uno que se expandió por toda ella llegando a mis hombros, bajando por mis brazos hasta llegar a los dorsos de mis manos. No tuve que mirar las marcas para saber que los simbolos antiguos se marcaban en mi piel, moviéndose por ella como si estuvieran vivos. Marcas que provenían de aquella marca con la que había nacido…
Lo cierto, es que lo que ocurrió luego no lo supe explicar. Simplemente sabía lo que tenía que hacer.
Bajo mis pies, diversas líneas luminosas comenzaron a marcarse, formando los símbolos de las runas celticas, así como las distintas constelaciones del cielo, mientras la luz se alejaba de nuestra sala, quedando todo en una sutil penumbra, solo iluminada por lo que en el suelo se marcaba a mi alrededor. Siendo yo el centro de aquella luz blanquecina en forma de sutiles hilos que iluminaban el suelo ahora negro.
Tío Erlend y Evan se giraron hacia mí al ver como la luz de la sala había mermado siendo pleno día. Quise decirles que todo iba bien, pero no había tiempo para eso.
Cerré los ojos un instante sintiendo como aquella túnica negra envolvía mi figura, ahora de una altura distinta. Mis pies no tocaban el suelo, sino que eran recibidos por la suave neblina blanquecina que se arremolinaba bajo mi figura.
Me acerque hacia la figura invisible que aguardaba dentro de la columna y ésta tomo su aspecto real cuando le mire fijamente. Mostrándonos la forma de la hermosa escultura que en una posición erguida, sostenía su báculo mientras con la cabeza gacha y los ojos cerrados parecía aguardar en silencio y casi como si meditara que alguien le encontrara.
Mis manos tocaron su rostro, apreciando la frialdad del mármol blanco que la encerraba.
“Despertaos madre.
He venido a buscaros.
…El guardián os necesita…”
He venido a buscaros.
…El guardián os necesita…”
La tierra comenzó a temblar ligeramente y algunos trozos de piedra y de las viejas columnas se desestabilizaron hasta caer. Mientras que yo, -ahora con una voz que no era la mía propia.- Comenzaba a recitar en uno de los tantos idiomas antiguos, inundando la estancia con el sonido de aquella voz que salía de mi, cual rezo.
ער או אמא ששומר עלינו ולהגן עלינו
Despierta o madre que nos guardas y nos proteges
לתת לנו את האור שלך, תנחה אותנו לאורך הדרך.
Danos tu luz, guíanos por el camino.
הגיע הזמן והמאסר שלך אני משחרר אותך
La hora ha llegado y de tu encarcelamiento yo te libero,
משום שנשמתו של כל החי וכל מה שמת ....
Pues el alma de todo lo vivo y de todo lo muerto....
אני.
Yo soy.
Despierta o madre que nos guardas y nos proteges
לתת לנו את האור שלך, תנחה אותנו לאורך הדרך.
Danos tu luz, guíanos por el camino.
הגיע הזמן והמאסר שלך אני משחרר אותך
La hora ha llegado y de tu encarcelamiento yo te libero,
משום שנשמתו של כל החי וכל מה שמת ....
Pues el alma de todo lo vivo y de todo lo muerto....
אני.
Yo soy.
Los rayos de luz atravesaron los enormes techos, inundando las sombras que provenían de mi para situarse cerca de la sacerdotisa.
La piedra del mármol blanco comenzó a trisarse en su mejilla donde yo tenía mi mano situada y entonces, todo lo que había pasado… Todos mis recuerdos…La forma en que yo misma había sido creada a partir del guardián, el recuerdo de ella, el recuerdo de él. Sus vidas, las mías… Todo vino a mis retinas en aquel instante.
Deje que mi mano se deslizara en una suave caricia a la escultura y me di media vuelta, alejándome con cautela mientras el crujido del mármol resquebrajaba la figura y yo le daba la espalda a la sacerdotisa, y a quienes pensaba que eran mi hermano y mi tio…
Ánimam- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/01/2013
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Re: En busca de la sacerdotiza
Aquella misma noche, Khalid vino a ver a mi amo en persona en el lugar dónde nos hospedábamos entre las colinas alejadas de París. Sólo le había visto una vez, pero mi admiración hacia el emisario persa de longeva edad creció exponencialmente en cuanto le vi entrar en la cueva con su uniforme de regimiento compuesto por la tiara de fieltro, una túnica larga con bordados preciosos, pantalones y una cota de metal. Llevaba consigo sus armas, consistentes en un escudo de cuero y mimbre, una lanza corta con punta de hierro y un contrapeso en el otro extremo, un arco y un carcaj con varias flechas, así como una espada corta escondida bajo su túnica. Era como regresar al año mil antes de Cristo y contemplar en primera persona a un Inmortal. No sólo era un vampiro. Era un guerrero persa perteneciente al regimiento de élite persa. Khalid había formado parte de los Diez Mil Inmortales persas, con lo que eso suponía para su crédito. Era comprensible que se ganara el apoyo y respeto de mi amo con semejante curriculum vitae.
- Khosrow, haz el favor de servirle algo a tu compatriota.- ordenó Ambrose, sacándome de mis cavilaciones. Asentí tras una reverencia al emisario y a mi señor, alejándome así del salón dónde ellos se acomodaban en sus respectivas butacas y entablaban una conversación entre susurros mientras yo vertía vino tinto en dos copas de oro con incrustaciones de piedras preciosas antes de regresar hasta ellos y ofrecerles la bebida con total sumisión a sus peticiones.- Puedes sentarte con nosotros. Esto te incumbe.
No podía creerlo. ¿Que compartiera espacio con ellos? ¿Yo? El gozo me llenaba el pecho y con una gran -y poco disimulada- sonrisa de oreja a oreja, corrí a por un taburete y me senté junto a Ambrose, expectante por lo que acontecería aquella noche. Khalid me miró ceñudo. Visiblemente, desconfiaba de mí. Aun así, y sin apartar los ojos de los míos para escrutar mis reacciones a sus palabras, empezó a hablar dirigiéndose únicamente a mi señor. Su voz era honda, oscura y muy viril, algo que aun imponía más de su presencia, si su forma de vestir, sus armas y sus marcadas facciones faciales no bastaban para ello. Me quedé anonadado con su espesa barba negra y rizada, llena de trenzas y adornos brillantes, quizás de esmalte.
- Mi señor, tenemos conocimiento del lugar dónde se esconde la sacerdotisa Éir.
Ambrose sonrió triunfante, inclinándose hacia el emisario y apoyando los codos en la butaca de tapices rojos y dorados. Unió las yemas de los dedos de una de sus manos con la otra en una posición que indicaba su grado de satisfacción y su momento de cavilación. No tardó en responder a su interlocutor con suma alegría, alzándose de repente del sillón para caminar alrededor de Khalid.
- ¡Espléndido! ¡Maravilloso! ¡Estupendo! ¡Perfecto!- exclamó hasta situarse tras Khalid, quién de pronto se había tensado al sentir las manos de Ambrose sobre sus hombros, pese a haberlo hecho como gesto afectivo y no amenazante como solía llevarlo a cabo, al menos, con aquellos que le fallan. No se trataba de la misma situación, pero me pareció que Khalid lo dudaba.- En tal caso, ¿por qué estás aquí, querido amigo? ¿Por qué no me la has traído? ¿O es que me espera ahí fuera?- prosiguió mi amo, lleno de ímpetu en cada una de sus palabras, esperando que en cualquier momento, sus deseos vendrían a él por su propio pie. Khalid se alzó y caminó con paso prudente hacia Ambrose, que aun seguía esperando con la mirada fija en la entrada de la cueva.
- Mi señor.- pronunció con firmeza tras situarse junto a Ambrose mirando el exterior de la cueva.- Me temo que hay que despertarla de su letargo antes de poder siquiera tocarla, pues está protegida y maldecida por un mismo embrujo que si bien la ha sumido en un sueño milenario, también la ha ocultado del mundo y protegido del mismo. Necesitamos magia para poder acabar con ella, mi amo...
Ambrose le interrumpió, habiendo perdido ya todo atisbo de alegría, tomándole con brutalidad de las ropas del emisario y zarandeándole con energía y enfado.
- ¡Te enviaré a mis más experimentados hechiceros, pero tráemela ya!- vociferó.
- No será necesario, Ambrose.- El hecho de mencionar a mi señor como a un igual para Khalid produjo en mí una urticaria en todo mi cuerpo. ¿Cómo se atrevía a mencionarle tan insulsamente? Me preparé para ver cómo la cabeza del emisario salía propulsada muy lejos de su cuerpo, pues mi señor odiaba toda falta de respeto a su persona. Sin embargo -y para mi desdicha-, mi amo soltó una sonora carcajada y apartó sus manos de la ropa de Khalid, dándole la espalda mientras el emisario se explicaba aun con un tono desafiante.- Envié a varios de mis hombres a inspeccionar la zona esta misma noche. Uno de ellos encontró a un grupo de brujos que parecían buscar lo mismo que nosotros. Los atacó bajo la forma de una hiena, pero murió en el intento no sin antes comunicarme su descubrimiento. Mi señor... le propongo dejar que sean ellos los que nos descubran a Éir y entonces...- sonrió cruelmente, haciéndome estremecer.
Ambrose se giró y aplaudió entre carcajadas, palmeando luego el brazo del emisor ante su buen trabajo.
- Bien hecho, querido amigo, bien hecho.- añadió.
- Entonces me despido ya, mi señor, debo partir ya hacia...
- Espera.- interrumpió con sequedad, dedicándole una sonrisa falsa antes de dirigir su mirada hacia mí.- Irás con Khosrow. Puede que te sea útil.
Khalid me miró con desprecio y muchos interrogantes alrededor de su cabeza, pero no me importó. Ambrose confiaba en mí para una misión tan importante y no pensaba desaprovecharlo, así que me alcé del taburete y ordené a una esclava que me preparara para el viaje. Ambrose volvió a interrumpir.
- No necesitarás nada de todo eso. Acudirás bajo la forma de Jerarld Délvheen. Tu cometido no es bélico, más bien... diplomática.- Me guiñó un ojo y yo asentí mientras me dirigía a la sala dónde solíamos llevar a cabo el intercambio de cuerpo, despertándome al cabo de unas horas bajo la apariencia del pelirrojo. -Khosrow.- me hizo llamar Ambrose, aprovechando que Khalid hablaba con uno de sus acompañantes sobre alguna estrategia que tenía en mente.- Los brujos a los que se refirió Khalid son de la familia de Jerarld, por eso te hice convertirte una noche más en él. Saca provecho de tu condición y asegúrate de que esta misión saldrá bien. Nos jugamos mucho, es algo con lo que saldrá cara o cruz.
Asentí de nuevo y tras despedirnos de mi amo, Khalid -sin su compañero de viaje- y yo, pusimos rumbo hacia Egipto, dónde nos aguardaba la misión más importante de nuestra existencia, probablemente.
Y ahí estábamos, contemplando la escena protagonizada por los brujos. Uno de ellos, el más viejo y poderoso, poco podría hacer contra nosotros debido a su endeble salud; el otro hombre parecía ser el más problemático, mientras que la niña... bueno, sería la primera en caer... Pero de repente, todo cambió. Todo se iluminó teniendo como punto central la figura de la niña que parecía saber lo que estaba haciendo en cada momento. Ella y su magia diabólica permitieron hacer a la sacerdotisa visible pese a seguir atrapada en su profundo letargo. Ella empezó a rezar unas palabras que no pude comprender y miré a Khalid, tan atónito como yo. La piedra que recubría a la mujer empezó a romperse y entonces, antes de que fuera demasiado tarde, el emisario me dio la señal y yo abandoné mi escondite para aparecer tras ellos, captando su atención al instante. Sonreí triunfante, con las manos en mis bolsillos y caminando hacia ellos con un aire de grandeza y soberbia digno de ser repudiado.
- Nadie me ha invitado a esta fiesta... Es una pena.- empecé con petulancia, caminando hacia la niña y la sacerdotisa ubicada tras ella, pasando junto a Erlend que se hallaba en el suelo, agonizante. No dudé en pisar su mano adrede y reír ante el crujido de sus huesos bajo mis pies.- Menos mal que he llegado a tiempo para el fin de fiesta.
En aquél instante, Khalid bajó de una de las columnas dónde se escondía y se posicionó tras la sacerdotisa con la espada en mano y dirigiéndola directamente al cuello de la mujer de piedra que poco a poco recuperaba el aspecto humano. El emisario sonrió y yo me sentí aliviado. Pensé en todo cuanto mi amo me regalaría al regresar aquella noche con la cabeza de Éir entre mis manos, en la satisfacción que le haría sentir y en cómo eso podría tornarse a mi favor. Todo iba según lo planeado y ahora era cuestión de tiempo. En cuanto Éir recuperara su forma original y la sangre corriera por sus venas, cual simple mortal, perecería al filo de una espada persa.
- Khosrow, haz el favor de servirle algo a tu compatriota.- ordenó Ambrose, sacándome de mis cavilaciones. Asentí tras una reverencia al emisario y a mi señor, alejándome así del salón dónde ellos se acomodaban en sus respectivas butacas y entablaban una conversación entre susurros mientras yo vertía vino tinto en dos copas de oro con incrustaciones de piedras preciosas antes de regresar hasta ellos y ofrecerles la bebida con total sumisión a sus peticiones.- Puedes sentarte con nosotros. Esto te incumbe.
No podía creerlo. ¿Que compartiera espacio con ellos? ¿Yo? El gozo me llenaba el pecho y con una gran -y poco disimulada- sonrisa de oreja a oreja, corrí a por un taburete y me senté junto a Ambrose, expectante por lo que acontecería aquella noche. Khalid me miró ceñudo. Visiblemente, desconfiaba de mí. Aun así, y sin apartar los ojos de los míos para escrutar mis reacciones a sus palabras, empezó a hablar dirigiéndose únicamente a mi señor. Su voz era honda, oscura y muy viril, algo que aun imponía más de su presencia, si su forma de vestir, sus armas y sus marcadas facciones faciales no bastaban para ello. Me quedé anonadado con su espesa barba negra y rizada, llena de trenzas y adornos brillantes, quizás de esmalte.
- Mi señor, tenemos conocimiento del lugar dónde se esconde la sacerdotisa Éir.
Ambrose sonrió triunfante, inclinándose hacia el emisario y apoyando los codos en la butaca de tapices rojos y dorados. Unió las yemas de los dedos de una de sus manos con la otra en una posición que indicaba su grado de satisfacción y su momento de cavilación. No tardó en responder a su interlocutor con suma alegría, alzándose de repente del sillón para caminar alrededor de Khalid.
- ¡Espléndido! ¡Maravilloso! ¡Estupendo! ¡Perfecto!- exclamó hasta situarse tras Khalid, quién de pronto se había tensado al sentir las manos de Ambrose sobre sus hombros, pese a haberlo hecho como gesto afectivo y no amenazante como solía llevarlo a cabo, al menos, con aquellos que le fallan. No se trataba de la misma situación, pero me pareció que Khalid lo dudaba.- En tal caso, ¿por qué estás aquí, querido amigo? ¿Por qué no me la has traído? ¿O es que me espera ahí fuera?- prosiguió mi amo, lleno de ímpetu en cada una de sus palabras, esperando que en cualquier momento, sus deseos vendrían a él por su propio pie. Khalid se alzó y caminó con paso prudente hacia Ambrose, que aun seguía esperando con la mirada fija en la entrada de la cueva.
- Mi señor.- pronunció con firmeza tras situarse junto a Ambrose mirando el exterior de la cueva.- Me temo que hay que despertarla de su letargo antes de poder siquiera tocarla, pues está protegida y maldecida por un mismo embrujo que si bien la ha sumido en un sueño milenario, también la ha ocultado del mundo y protegido del mismo. Necesitamos magia para poder acabar con ella, mi amo...
Ambrose le interrumpió, habiendo perdido ya todo atisbo de alegría, tomándole con brutalidad de las ropas del emisario y zarandeándole con energía y enfado.
- ¡Te enviaré a mis más experimentados hechiceros, pero tráemela ya!- vociferó.
- No será necesario, Ambrose.- El hecho de mencionar a mi señor como a un igual para Khalid produjo en mí una urticaria en todo mi cuerpo. ¿Cómo se atrevía a mencionarle tan insulsamente? Me preparé para ver cómo la cabeza del emisario salía propulsada muy lejos de su cuerpo, pues mi señor odiaba toda falta de respeto a su persona. Sin embargo -y para mi desdicha-, mi amo soltó una sonora carcajada y apartó sus manos de la ropa de Khalid, dándole la espalda mientras el emisario se explicaba aun con un tono desafiante.- Envié a varios de mis hombres a inspeccionar la zona esta misma noche. Uno de ellos encontró a un grupo de brujos que parecían buscar lo mismo que nosotros. Los atacó bajo la forma de una hiena, pero murió en el intento no sin antes comunicarme su descubrimiento. Mi señor... le propongo dejar que sean ellos los que nos descubran a Éir y entonces...- sonrió cruelmente, haciéndome estremecer.
Ambrose se giró y aplaudió entre carcajadas, palmeando luego el brazo del emisor ante su buen trabajo.
- Bien hecho, querido amigo, bien hecho.- añadió.
- Entonces me despido ya, mi señor, debo partir ya hacia...
- Espera.- interrumpió con sequedad, dedicándole una sonrisa falsa antes de dirigir su mirada hacia mí.- Irás con Khosrow. Puede que te sea útil.
Khalid me miró con desprecio y muchos interrogantes alrededor de su cabeza, pero no me importó. Ambrose confiaba en mí para una misión tan importante y no pensaba desaprovecharlo, así que me alcé del taburete y ordené a una esclava que me preparara para el viaje. Ambrose volvió a interrumpir.
- No necesitarás nada de todo eso. Acudirás bajo la forma de Jerarld Délvheen. Tu cometido no es bélico, más bien... diplomática.- Me guiñó un ojo y yo asentí mientras me dirigía a la sala dónde solíamos llevar a cabo el intercambio de cuerpo, despertándome al cabo de unas horas bajo la apariencia del pelirrojo. -Khosrow.- me hizo llamar Ambrose, aprovechando que Khalid hablaba con uno de sus acompañantes sobre alguna estrategia que tenía en mente.- Los brujos a los que se refirió Khalid son de la familia de Jerarld, por eso te hice convertirte una noche más en él. Saca provecho de tu condición y asegúrate de que esta misión saldrá bien. Nos jugamos mucho, es algo con lo que saldrá cara o cruz.
Asentí de nuevo y tras despedirnos de mi amo, Khalid -sin su compañero de viaje- y yo, pusimos rumbo hacia Egipto, dónde nos aguardaba la misión más importante de nuestra existencia, probablemente.
Y ahí estábamos, contemplando la escena protagonizada por los brujos. Uno de ellos, el más viejo y poderoso, poco podría hacer contra nosotros debido a su endeble salud; el otro hombre parecía ser el más problemático, mientras que la niña... bueno, sería la primera en caer... Pero de repente, todo cambió. Todo se iluminó teniendo como punto central la figura de la niña que parecía saber lo que estaba haciendo en cada momento. Ella y su magia diabólica permitieron hacer a la sacerdotisa visible pese a seguir atrapada en su profundo letargo. Ella empezó a rezar unas palabras que no pude comprender y miré a Khalid, tan atónito como yo. La piedra que recubría a la mujer empezó a romperse y entonces, antes de que fuera demasiado tarde, el emisario me dio la señal y yo abandoné mi escondite para aparecer tras ellos, captando su atención al instante. Sonreí triunfante, con las manos en mis bolsillos y caminando hacia ellos con un aire de grandeza y soberbia digno de ser repudiado.
- Nadie me ha invitado a esta fiesta... Es una pena.- empecé con petulancia, caminando hacia la niña y la sacerdotisa ubicada tras ella, pasando junto a Erlend que se hallaba en el suelo, agonizante. No dudé en pisar su mano adrede y reír ante el crujido de sus huesos bajo mis pies.- Menos mal que he llegado a tiempo para el fin de fiesta.
En aquél instante, Khalid bajó de una de las columnas dónde se escondía y se posicionó tras la sacerdotisa con la espada en mano y dirigiéndola directamente al cuello de la mujer de piedra que poco a poco recuperaba el aspecto humano. El emisario sonrió y yo me sentí aliviado. Pensé en todo cuanto mi amo me regalaría al regresar aquella noche con la cabeza de Éir entre mis manos, en la satisfacción que le haría sentir y en cómo eso podría tornarse a mi favor. Todo iba según lo planeado y ahora era cuestión de tiempo. En cuanto Éir recuperara su forma original y la sangre corriera por sus venas, cual simple mortal, perecería al filo de una espada persa.
Erik C. Von Saher- Cazador Clase Media
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Re: En busca de la sacerdotiza
Grises, verdes, negros…Muchos habían sido los colores de mis ojos en todos aquellos siglos y en todos aquellos milenios. Muchos habían sido mis cuerpos, muchas mis vidas y siempre el mismo objetivo. Siempre volviendo en su busca, en busca del guardián, esperando las ordenes de aquel que era mi padre. Siempre retornando en busca de mis guardianes. Aquellos a los que dote con el don de cada elemento.
Recuerdos, podía apreciarlos todos. Así como mis encuentros con el guardián en cada vida. Él siempre tenía un aspecto distinto, pero siempre era él. Podía contemplarlo al mirarle y reconocerle. Así como había hecho en mis sueños al verle encapuchado y vestido de blanco. Pero ahora solo ahora al ver a aquel ser...Solo entonces, solo cuando vi la figura de Jerarld lo comprendí. Porque le recordé bajo la capucha blanca, con aquellos particulares ojos grises; siempre tristes y aun asi esperanzadores.
Que ciega había estado al no reconocer antes su forma, sin embargo no era a él a quien miraba ahora.
Mire al hombre quien ahora caminaba con el mentón en alto, mirándonos con desdén mientras disfrutaba de lo que hacía su compañero. ¿Podía existir algo mas ruin que robar el aspecto de otro?
Impostor. Tu no eres quien demuestras ser. Mi voz sonó grave y amenazante sin que eso le importara en lo mas mínimo. Pues su carcajada inundo la estancia mientras su compañero acercaba aun mas el filo hacia el cuello de la sacerdotisa, cuya imagen en mármol se mantenía ya toda ella craquelada.
El ruido nos alerto a todos, y es que no estábamos solos. Los hombres de aquel que amenazaba a madre estaban rodeándonos en la sala.
Mire a los intrusos sintiendo como el frio y la rabia me inundaban ante aquellos. Sobre todo al presenciar a aquel que mantenía el filo de su espada en el cuello de ella. ¿Cómo se atrevía siquiera a pensar en hacerle daño?
Cuando el guardián me creó de su sangre, también me dio parte de su alma, parte de sus sentidos y parte de su esencia. Para él la sacerdotisa era lo más importante, nada nunca debía tocarla ni dañarla. Por lo que fue su cólera y no la mía propia la que me inundo cuando sentí el peligro que sufría la sacerdotisa.
La sala oscureció casi por completo, y es que donde yo me hallase no habría luz. Mi labor era arrebatarla, mi labor era robar la vida.
Me acerque hacia el hombre que mantenía su espada en alto. Y le mire fijamente haciendo que sus ojos quedaran fijos en mi. El inmortal entrecerró los ojos, desafiándome mientras yo me desvanecía como el humo para acercarme ahora a escasos centímetros suyos, mientras contemplaba en su mirada fiera toda su vida. Haciéndole recordar cada uno de sus errores, el dia que decidió marchar a la guerra, el dia que contemplo como su mujer moría a manos de los enemigos sin que el pudiera hacer nada, el momento en que la sangre de sus hijos se derramo en el campo de batalla y la muerte de sus aliados, el silencio después de la victoria, el vacio de la eternidad, la codicia que no amainaba, el hambre jamás saciada, el frio que mas que temporal era un frio en el alma al no tener nada.
Me centre en aquellos ojos, los cuales cambiaron abriéndose de par en par mientras yo le torturaba, recordándole todas sus derrotas y perdidas, arrebatándole la esperanza, la ilusión, el orgullo, la ira, la seguridad en el poder que poseía. Para dejar el miedo, la cobardia la desolación y el dolor más absoluto en su alma.
Sonreí cuando sentí el pánico en su mirada y entonces fue su propia espada la que salió del cuello de la sacerdotisa para ser el mismo quien se degollaba el cuello. Cayendo los borbotones de sangre de su carne cuando su cuerpo cayó al suelo convulsionando. Eso no serviria para matarle, pero serviría para detenerle lo suficiente.
Los hombres desenfundaron sus armas en el acto mientras avanzaban hacia nosotros.
El cuerpo de la sacerdotisa se resquebrajo haciendo que su piel se tornara al fin como el tono de los vivos para mostrar su delicada forma humana, a la vez que su forma se desvanecía bajo su propio peso, uno que me apresure en sujetar. Quedando arrodillada en el suelo mientras sostenía su cuerpo aun dormido.
Aprecie a Evan quien sujetando a Erlend se acerco a nosotras, quedando a espaldas contra espaldas, mientras todos mirábamos como "Jerarld" indicaba a los hombres a que se situaran impidiendo nuestra escapada a toda costa. Nos tenían rodeados.
Sus ojos se desorbitaron por un momento a la vez que su energía aumentaba considerablemente. Acababa de encontrar a uno de mis guardianes y sabia que el resto, estuvieran donde estuvieran lo habrían sentido también. Habrian sentido que algo se habia despertado, que yo misma habia sido encontrada.
Asenti ante su mirada penetrante. Necesitaba su ayuda y es que la gran incógnita de mi esencia era que yo podía proteger a quien quisiera, menos a mí misma. Era por ello que existían mis guardianes, los que yo mismo concedí dándoles el don de los elementos a cada uno de ellos. Por lo que yo llevaría a cabo mi cometido, protegiéndoles a ellos mismos, mientras ellos velaban por mí, pues yo tenía prohibido protegerme.
Evander se puso en pie y yo cerré los ojos un instante para concentrarme en él, cediéndole parte de mi poder para que su elemento fluyera con mayor fuerza. Mientras que él extendiendo sus manos creaba un inmenso escudo de fuego que nos rodeo separándonos de aquellos que nos acechaban. Las flechas comenzaron a volar en nuestra dirección. Por lo que hice que un escudo invisible rodeara a Evan, a Erlend y a la sacerdotisa, para que todo lo que les atacara rebotara de ellos. Sin embargo las flechas llegaron a mi, clavándose una en mi hombro derecho, otra entre las costillas izquierdas y dos en el muslo derecho.
Evander utilizo el fuego para apartarles y mantenerles distanciados lo mas posible. Pero “Jerarld” no estaba conforme. Por lo que fue él mismo junto a los inmortales quienes redujeron nuestro escudo atravesándolo pese a que se quemaran.
Sujete conmigo a la sacerdotisa con uno de mis brazos, elevando mi mano derecha, llevando la palma de mi mano a la altura de mis labios. Soplando en ella para crear con el mismo aliento una especie de burbuja de cristal con un espeso humo negro que creció en su interior. Aprecié la bola oscura de humo y la lance al suelo con firmeza, estallando esta en el piso para desparramar aquella oscuridad, la cual se expandió a una velocidad alarmante. Llenando el suelo en forma de circulo, hasta que las ondas humeantes comenzaron a aparecer, cuales olas. Ondas que poco a poco se elevaron hacia nosotros hasta cubrirnos en una cúpula negra en el momento justo en el que los inmortales se adelantaban para alcanzarnos. Pero su cometido fue en vano, pues en cuanto llegaron hasta la cúpula el humo de ésta se desvaneció, no habia atisbo de nosotros.
Nos hice desaparecer, y a ellos...
Ya nada les esperaba…
Recuerdos, podía apreciarlos todos. Así como mis encuentros con el guardián en cada vida. Él siempre tenía un aspecto distinto, pero siempre era él. Podía contemplarlo al mirarle y reconocerle. Así como había hecho en mis sueños al verle encapuchado y vestido de blanco. Pero ahora solo ahora al ver a aquel ser...Solo entonces, solo cuando vi la figura de Jerarld lo comprendí. Porque le recordé bajo la capucha blanca, con aquellos particulares ojos grises; siempre tristes y aun asi esperanzadores.
Que ciega había estado al no reconocer antes su forma, sin embargo no era a él a quien miraba ahora.
Mire al hombre quien ahora caminaba con el mentón en alto, mirándonos con desdén mientras disfrutaba de lo que hacía su compañero. ¿Podía existir algo mas ruin que robar el aspecto de otro?
Impostor. Tu no eres quien demuestras ser. Mi voz sonó grave y amenazante sin que eso le importara en lo mas mínimo. Pues su carcajada inundo la estancia mientras su compañero acercaba aun mas el filo hacia el cuello de la sacerdotisa, cuya imagen en mármol se mantenía ya toda ella craquelada.
El ruido nos alerto a todos, y es que no estábamos solos. Los hombres de aquel que amenazaba a madre estaban rodeándonos en la sala.
Mire a los intrusos sintiendo como el frio y la rabia me inundaban ante aquellos. Sobre todo al presenciar a aquel que mantenía el filo de su espada en el cuello de ella. ¿Cómo se atrevía siquiera a pensar en hacerle daño?
Cuando el guardián me creó de su sangre, también me dio parte de su alma, parte de sus sentidos y parte de su esencia. Para él la sacerdotisa era lo más importante, nada nunca debía tocarla ni dañarla. Por lo que fue su cólera y no la mía propia la que me inundo cuando sentí el peligro que sufría la sacerdotisa.
NO
La sala oscureció casi por completo, y es que donde yo me hallase no habría luz. Mi labor era arrebatarla, mi labor era robar la vida.
Me acerque hacia el hombre que mantenía su espada en alto. Y le mire fijamente haciendo que sus ojos quedaran fijos en mi. El inmortal entrecerró los ojos, desafiándome mientras yo me desvanecía como el humo para acercarme ahora a escasos centímetros suyos, mientras contemplaba en su mirada fiera toda su vida. Haciéndole recordar cada uno de sus errores, el dia que decidió marchar a la guerra, el dia que contemplo como su mujer moría a manos de los enemigos sin que el pudiera hacer nada, el momento en que la sangre de sus hijos se derramo en el campo de batalla y la muerte de sus aliados, el silencio después de la victoria, el vacio de la eternidad, la codicia que no amainaba, el hambre jamás saciada, el frio que mas que temporal era un frio en el alma al no tener nada.
Me centre en aquellos ojos, los cuales cambiaron abriéndose de par en par mientras yo le torturaba, recordándole todas sus derrotas y perdidas, arrebatándole la esperanza, la ilusión, el orgullo, la ira, la seguridad en el poder que poseía. Para dejar el miedo, la cobardia la desolación y el dolor más absoluto en su alma.
Sonreí cuando sentí el pánico en su mirada y entonces fue su propia espada la que salió del cuello de la sacerdotisa para ser el mismo quien se degollaba el cuello. Cayendo los borbotones de sangre de su carne cuando su cuerpo cayó al suelo convulsionando. Eso no serviria para matarle, pero serviría para detenerle lo suficiente.
¡Mi labor es arrebataros lo que más preciáis, ante mí no tenéis oportunidad!
Los hombres desenfundaron sus armas en el acto mientras avanzaban hacia nosotros.
El cuerpo de la sacerdotisa se resquebrajo haciendo que su piel se tornara al fin como el tono de los vivos para mostrar su delicada forma humana, a la vez que su forma se desvanecía bajo su propio peso, uno que me apresure en sujetar. Quedando arrodillada en el suelo mientras sostenía su cuerpo aun dormido.
Aprecie a Evan quien sujetando a Erlend se acerco a nosotras, quedando a espaldas contra espaldas, mientras todos mirábamos como "Jerarld" indicaba a los hombres a que se situaran impidiendo nuestra escapada a toda costa. Nos tenían rodeados.
¡Evander!
Mi hermano se giro hacia mí y yo clave mis ojos en los suyos. Unos que él no reconocería como los de su hermana. Erlend se sujeto en el suelo mientras él se acercaba a mi, siendo yo quien pose mis dedos en su frente para hacer el símbolo de su elemento, estando segura que en aquel momento me reconocería y sabría lo que sucedia. Es la hora…
Necesito al fuego conmigo.
Necesito al fuego conmigo.
Sus ojos se desorbitaron por un momento a la vez que su energía aumentaba considerablemente. Acababa de encontrar a uno de mis guardianes y sabia que el resto, estuvieran donde estuvieran lo habrían sentido también. Habrian sentido que algo se habia despertado, que yo misma habia sido encontrada.
Asenti ante su mirada penetrante. Necesitaba su ayuda y es que la gran incógnita de mi esencia era que yo podía proteger a quien quisiera, menos a mí misma. Era por ello que existían mis guardianes, los que yo mismo concedí dándoles el don de los elementos a cada uno de ellos. Por lo que yo llevaría a cabo mi cometido, protegiéndoles a ellos mismos, mientras ellos velaban por mí, pues yo tenía prohibido protegerme.
Evander se puso en pie y yo cerré los ojos un instante para concentrarme en él, cediéndole parte de mi poder para que su elemento fluyera con mayor fuerza. Mientras que él extendiendo sus manos creaba un inmenso escudo de fuego que nos rodeo separándonos de aquellos que nos acechaban. Las flechas comenzaron a volar en nuestra dirección. Por lo que hice que un escudo invisible rodeara a Evan, a Erlend y a la sacerdotisa, para que todo lo que les atacara rebotara de ellos. Sin embargo las flechas llegaron a mi, clavándose una en mi hombro derecho, otra entre las costillas izquierdas y dos en el muslo derecho.
Evander utilizo el fuego para apartarles y mantenerles distanciados lo mas posible. Pero “Jerarld” no estaba conforme. Por lo que fue él mismo junto a los inmortales quienes redujeron nuestro escudo atravesándolo pese a que se quemaran.
Sujete conmigo a la sacerdotisa con uno de mis brazos, elevando mi mano derecha, llevando la palma de mi mano a la altura de mis labios. Soplando en ella para crear con el mismo aliento una especie de burbuja de cristal con un espeso humo negro que creció en su interior. Aprecié la bola oscura de humo y la lance al suelo con firmeza, estallando esta en el piso para desparramar aquella oscuridad, la cual se expandió a una velocidad alarmante. Llenando el suelo en forma de circulo, hasta que las ondas humeantes comenzaron a aparecer, cuales olas. Ondas que poco a poco se elevaron hacia nosotros hasta cubrirnos en una cúpula negra en el momento justo en el que los inmortales se adelantaban para alcanzarnos. Pero su cometido fue en vano, pues en cuanto llegaron hasta la cúpula el humo de ésta se desvaneció, no habia atisbo de nosotros.
Nos hice desaparecer, y a ellos...
Ya nada les esperaba…
Ánimam- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/01/2013
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Re: En busca de la sacerdotiza
En cuanto la sacerdotisa estuvo en un lecho confortable me relaje lo suficiente como para preocuparme de las flechas que antes me habían atravesado, vendándome lo suficiente como para que mi cometido no se viera interferido por algo tan banal como las heridas.
Erlend fue situado en una de las recamaras de la mansión y me ocupe de él, mientras que Eyra aguardaba en silencio el despertar de su señora quien solo descansaba.
Utilice mi magia para curar las heridas de Erlend y recomponer sus huesos, cubriéndole para dejarle descansar tranquilo. Era gracioso que yo misma pudiera tener tanto poder para destruir, para proteger, a veces para crear e incluso para sanar a otros sin que pudiera aplicármelo a mi misma. Ese era el gran “pero” que el guardián me dio al crearme. Poder para hacer, sin que nunca nada de lo que creara fuera para mi propio beneficio o bien…
Puede que en el fondo, mi hacedor tuviera miedo de que me corrompiera a mi misma.
Aquella idea me hizo sonreir y suspirar cansada a la vez. Y es que estaba cansada del recuerdo de los milenios que cruzaban mi espalda.
Sin embargo una presencia me distrajo y me alegró pese a que aun no le hubiera visto.
Sali de la habitación y cerré la puerta despacio, encontrándome a Evander en las afueras de la habitación. Me pare a su lado pues él me miraba de forma extraña. Yo podía entender el torbellino de preguntas que le acecharían sobre mi, pero sobretodo podía entender el hecho que mas le preocupaba; el bienestar de su hermana, la cual no era más que mi nueva reencarnación. Por lo que me quede a su lado para posar una mano en su hombro. Yo no hablaba, nunca habría los labios, manifestaba mi voz desde mi mente ante los demás. Por lo que me comunique de ese modo con él.
Sigo siendo la personita que has conocido, sigo siendo tu pequeña hermana. Somos lo mismo, lo único que ha cambiado temporalmente es el aspecto. Esta es mi imagen original…El aspecto que él me confirió.
Lleve una de mis manos a mi capucha negra. Dejando que por un momento cayera hacia atrás para mostrarle mi rostro. Mis largos cabellos eran mas blancos que la nieve, y caían entre largas ondas. Mientras que mi tez era pálida hasta un extremo sobrenatural, salvo por mis ojos, unos ojos grises, iguales a los que me dio el guardián, mi padre. Los mismos que poseía la actual llave. Los mismos ojos de su hermana, solo que con un rostro adulto.
Acaricie la mejilla de Evander y sonreí.
Danielle es afortunada por tenerte. Indique como si por un momento fuéramos dos, la pequeña y yo. Cuando le devuelva su aspecto original te necesitara…Te… necesitare. Comente aclarándome. Pues en una mente infantil, el poder de lo que puedo hacer le atormentara, como me atormentó a mi cuando descubrí el sabor de la propia muerte. Baje la mirada y fruncí el ceño. En poco tiempo la sacerdotisa despertaría de su sueño, asi que tenia que darme prisa.
Tome la mano del guardián del fuego y me deleite con el calor de su piel que tanto contrastaba con la mía que parecía la de un muerto. Comencé a caminar por el pasillo de la gran mansión, hasta que encontramos una de las terrazas, un lugar tranquilo, que daba a parar al jardín trasero.
Indique a Evan que se quedara a mi espalda mientras yo avanzaba un poco, sentándome de rodillas en el suelo mientras cerraba los ojos. Senti como Evan se sentaba de piernas cruzadas mientras yo me quedaba allí, meditando en silencio mientras buscaba en mi pensamiento a todos los que me faltaban, aquellos guardianes a los que ahora podía sentir mas cerca que nunca.
Imploré en mi mente mientras apreciaba el rostro de aquel hombre -el primero de los guardianes-, el hechicero de cabellos cortos. Luego el rostro de aquella mujer de cabellos pelirrojos, la segunda guardiana. Y finalmente el rostro de aquel joven de ojos enigmáticos y cabellos castaños, -el tercer guardian- Implore a los cielos que sintieran mi llamado. Fue entonces cuando me centre en aquellas miradas e hice aparecer delante de cada uno de ellos, -a sus pies-, una delicada flor de loto para cada uno.
Solo dos de mis guardianes eran brujos, los otros dos simplemente eran herederos de aquel legado. Por lo que rece a los cielos que ellos también escucharan mi plegaria y que acudieran a lo desconocido y a mi encuentro, pues aquella noche mas que nunca les iba a necesitar conmigo. Pero cabía la posibilidad de que no lo hicieran que no acudieran a mi.
Evander , tus hermanos vendrán en mi llamado. Por favor esperales, recíbeles, porque hoy os voy a necesitar mas que nunca. Entregue a sus manos una cuarta flor de loto, una que se expandió, moviéndose como si estuviera viva, para comenzar a cambiar de color, tornándose roja y llameante, como si de su interior brotaran chispas vivas y rojizas.
Sonrei al verle curioso con aquel pequeño presente. Mientras me adentraba en la mansión para dejarle solo en aquella terraza. Encaminandome hacia la estancia de la sacerdotisa, abriéndola y entrando en el preciso instante en que ella abrio los ojos y se sento con la ayuda de su sierva. Erlend también estaba allí, ya mucho mas recuperado que horas antes.
Lleve una de mis manos a mi pecho haciendo una sutil reverencia ante ella.
Madre, cumpliré con vuestros deseos, pero antes necesitamos refuerzos. Lo que nos espera no es una visita de cortesía. Estamos en desventaja de numero.
La sacerdotisa me miro severa mientras que yo me acercaba a su figura, sentándome a su lado, para posar mi mano encima de la suya. Cerré los ojos y deje que ella mirara a través de mi lo que deseaba ver, lo que el Jerome estaba viendo en aquel momento.
No quise enseñarle más. Ella lo vería todo por sí misma pese a que su sufrimiento me doliera a mi aun mas.
El guardián está en peligro y debemos que actuar esta misma noche. Pero antes tenemos que hacernos con la atención de quien hizo todo esto. Aquel quien le hizo prisionero. El que os esta buscando a vos madre.
Necesitábamos un plan, y aunque no me gustaba, lo que cruzaba mi mente podria funcionar, y eso consistia en usar a la sacerdotisa como cebo.
Suspire, esperando que algo mas llegara a mi cabeza, pero entonces el trote de los caballos cabalgando desbocados se escucho en el horizonte. Mientras yo sonreía satisfecha, contemplando como los tres jinetes aparecían por distintos senderos para cabalgar juntos bajo el manto de la noche en dirección a la mansión.
Mis guardianes habían llegado…
Erlend fue situado en una de las recamaras de la mansión y me ocupe de él, mientras que Eyra aguardaba en silencio el despertar de su señora quien solo descansaba.
Utilice mi magia para curar las heridas de Erlend y recomponer sus huesos, cubriéndole para dejarle descansar tranquilo. Era gracioso que yo misma pudiera tener tanto poder para destruir, para proteger, a veces para crear e incluso para sanar a otros sin que pudiera aplicármelo a mi misma. Ese era el gran “pero” que el guardián me dio al crearme. Poder para hacer, sin que nunca nada de lo que creara fuera para mi propio beneficio o bien…
Puede que en el fondo, mi hacedor tuviera miedo de que me corrompiera a mi misma.
Aquella idea me hizo sonreir y suspirar cansada a la vez. Y es que estaba cansada del recuerdo de los milenios que cruzaban mi espalda.
Sin embargo una presencia me distrajo y me alegró pese a que aun no le hubiera visto.
Sali de la habitación y cerré la puerta despacio, encontrándome a Evander en las afueras de la habitación. Me pare a su lado pues él me miraba de forma extraña. Yo podía entender el torbellino de preguntas que le acecharían sobre mi, pero sobretodo podía entender el hecho que mas le preocupaba; el bienestar de su hermana, la cual no era más que mi nueva reencarnación. Por lo que me quede a su lado para posar una mano en su hombro. Yo no hablaba, nunca habría los labios, manifestaba mi voz desde mi mente ante los demás. Por lo que me comunique de ese modo con él.
Sigo siendo la personita que has conocido, sigo siendo tu pequeña hermana. Somos lo mismo, lo único que ha cambiado temporalmente es el aspecto. Esta es mi imagen original…El aspecto que él me confirió.
Lleve una de mis manos a mi capucha negra. Dejando que por un momento cayera hacia atrás para mostrarle mi rostro. Mis largos cabellos eran mas blancos que la nieve, y caían entre largas ondas. Mientras que mi tez era pálida hasta un extremo sobrenatural, salvo por mis ojos, unos ojos grises, iguales a los que me dio el guardián, mi padre. Los mismos que poseía la actual llave. Los mismos ojos de su hermana, solo que con un rostro adulto.
Acaricie la mejilla de Evander y sonreí.
Danielle es afortunada por tenerte. Indique como si por un momento fuéramos dos, la pequeña y yo. Cuando le devuelva su aspecto original te necesitara…Te… necesitare. Comente aclarándome. Pues en una mente infantil, el poder de lo que puedo hacer le atormentara, como me atormentó a mi cuando descubrí el sabor de la propia muerte. Baje la mirada y fruncí el ceño. En poco tiempo la sacerdotisa despertaría de su sueño, asi que tenia que darme prisa.
Tome la mano del guardián del fuego y me deleite con el calor de su piel que tanto contrastaba con la mía que parecía la de un muerto. Comencé a caminar por el pasillo de la gran mansión, hasta que encontramos una de las terrazas, un lugar tranquilo, que daba a parar al jardín trasero.
Indique a Evan que se quedara a mi espalda mientras yo avanzaba un poco, sentándome de rodillas en el suelo mientras cerraba los ojos. Senti como Evan se sentaba de piernas cruzadas mientras yo me quedaba allí, meditando en silencio mientras buscaba en mi pensamiento a todos los que me faltaban, aquellos guardianes a los que ahora podía sentir mas cerca que nunca.
"Guardianes, hijos de cada elemento.
El dia en que he de llamaros ha llegado al fin
La búsqueda ha terminado y yo os necesito
El dia en que necesito de vuestra ayuda y vuestra protección ha llegado, ya estoy aquí.
Hijos de la tierra, hijos del agua, hijos del viento…
Venid a mi en esta noche oscura y tempestuosa.
Venid y venced.
Venid y luchad."
El dia en que he de llamaros ha llegado al fin
La búsqueda ha terminado y yo os necesito
El dia en que necesito de vuestra ayuda y vuestra protección ha llegado, ya estoy aquí.
Hijos de la tierra, hijos del agua, hijos del viento…
Venid a mi en esta noche oscura y tempestuosa.
Venid y venced.
Venid y luchad."
Imploré en mi mente mientras apreciaba el rostro de aquel hombre -el primero de los guardianes-, el hechicero de cabellos cortos. Luego el rostro de aquella mujer de cabellos pelirrojos, la segunda guardiana. Y finalmente el rostro de aquel joven de ojos enigmáticos y cabellos castaños, -el tercer guardian- Implore a los cielos que sintieran mi llamado. Fue entonces cuando me centre en aquellas miradas e hice aparecer delante de cada uno de ellos, -a sus pies-, una delicada flor de loto para cada uno.
Solo dos de mis guardianes eran brujos, los otros dos simplemente eran herederos de aquel legado. Por lo que rece a los cielos que ellos también escucharan mi plegaria y que acudieran a lo desconocido y a mi encuentro, pues aquella noche mas que nunca les iba a necesitar conmigo. Pero cabía la posibilidad de que no lo hicieran que no acudieran a mi.
Evander , tus hermanos vendrán en mi llamado. Por favor esperales, recíbeles, porque hoy os voy a necesitar mas que nunca. Entregue a sus manos una cuarta flor de loto, una que se expandió, moviéndose como si estuviera viva, para comenzar a cambiar de color, tornándose roja y llameante, como si de su interior brotaran chispas vivas y rojizas.
Sonrei al verle curioso con aquel pequeño presente. Mientras me adentraba en la mansión para dejarle solo en aquella terraza. Encaminandome hacia la estancia de la sacerdotisa, abriéndola y entrando en el preciso instante en que ella abrio los ojos y se sento con la ayuda de su sierva. Erlend también estaba allí, ya mucho mas recuperado que horas antes.
Lleve una de mis manos a mi pecho haciendo una sutil reverencia ante ella.
Madre, cumpliré con vuestros deseos, pero antes necesitamos refuerzos. Lo que nos espera no es una visita de cortesía. Estamos en desventaja de numero.
La sacerdotisa me miro severa mientras que yo me acercaba a su figura, sentándome a su lado, para posar mi mano encima de la suya. Cerré los ojos y deje que ella mirara a través de mi lo que deseaba ver, lo que el Jerome estaba viendo en aquel momento.
...
Roca y más roca era lo que rodeaba al lugar. Así como grilletes, cadenas, humedad y una profunda oscuridad. Él apenas veía nada, y sus ojos se entrecerraban una y otra vez. Su cabeza pesaba y el contemplaba con desolación el reflejo borroso de su propia imagen en el suelo, un reflejo formado en el charco de su propia sangre, roja y oscura. Una que cada vez se expandía más…No quise enseñarle más. Ella lo vería todo por sí misma pese a que su sufrimiento me doliera a mi aun mas.
...
Abri los ojos y me puse en pie, sin querer ser espectadora del dolor que asolaria el rostro de la sacerdotisa. Por lo que me puse de espaldas, contemplando por la ventana la luna y claridad de la noche.El guardián está en peligro y debemos que actuar esta misma noche. Pero antes tenemos que hacernos con la atención de quien hizo todo esto. Aquel quien le hizo prisionero. El que os esta buscando a vos madre.
Necesitábamos un plan, y aunque no me gustaba, lo que cruzaba mi mente podria funcionar, y eso consistia en usar a la sacerdotisa como cebo.
Suspire, esperando que algo mas llegara a mi cabeza, pero entonces el trote de los caballos cabalgando desbocados se escucho en el horizonte. Mientras yo sonreía satisfecha, contemplando como los tres jinetes aparecían por distintos senderos para cabalgar juntos bajo el manto de la noche en dirección a la mansión.
Mis guardianes habían llegado…
Ánimam- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/01/2013
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Re: En busca de la sacerdotiza
Los trozos de piel calcinada se desprendían entre crepitares hasta caer a los pies de mi víctima, cuyas rodillas flaqueaban por el avanzado estado de su cuerpo en llamas. Su tez carmín fruto de la sangre que emanaba de sus poros se hegemonizaba con el transcurso de los segundos, enloqueciéndole, gritando entre sollozos que acabáramos con su suplicio. Él encorvó su espalda hacia atrás, agitando su cabeza ardiente, alzando sus manos al cielo y mostrándonos sus uñas negras por las cenizas que él mismo creaba. Su rostro contraído, sus músculos en plena tensión, sus marcadas venas, su cuerpo bañado en sangre, su sudor impregnando sus cabellos pelirrojos, hicieron de él la viva estampa del que sufre el castigo flamígero en las calderas de Pedro Botero...
UNAS HORAS ANTES...
- ¡Maldición!
Mi eco resonó en aquella cueva y mis emisarios agacharon la cabeza hasta casi rozar el pétreo suelo con sus narices. La mesa dónde descansaban las copas de vino, las jarras y la fruta que con deleite masticaba con lentitud quedó destrozada y partida en dos perfectas mitades tras el golpe propinado fruto de mi ira y descontento por la mal labor de mis siervos.
- Mi señor, no éramos conocedores de que Alma había sido encontrada, ¿cómo enfrentarnos a semejante...?
Ni siquiera recordaba su nombre o de dónde procedía aquél inepto, pero con una sola orden mental, sus uñas se clavaron en su pecho, cada vez más y más, salpicando de sangre a los que junto a él se hallaban contemplando tan grotesco espectáculo, hundiendo sus dedos y rebuscando tras sus propias costillas hasta localizar su corazón, que aun inservible para él, se lo arrancó de cuajo y lo lanzó a mis pies, siendo yo mismo el que lo pisoteó ante sus ojos confusos, esparciendo una masa viscosa sobre el gélido terreno. Posteriormente, el vampiro en cuestión cayó en la inconsciencia y con un chasquido de mis dedos, mandé a mis doncellas que hicieran salchichas con su cuerpo, pues al volver de mi paseo nocturno tendría hambre de un plato caliente en la mesa, así que con ellas fue arrastrado el pobre infeliz mientras yo avanzaba hacia una mínima porción de mis tropas.
- Bien, caballeros. Dado que sois todos una pandilla de estúpidos incapaces de matar lo que estaba prácticamente muerto, me veo en la obligación de hacerlo yo mismo.- suspiré dramáticamente.- Si es que, tal y como dice el proverbio, si quieres hacerlo bien, hazlo tú mismo.
Me dirigí hacia mis aposentos y en ellos, una de aquellas mujeres desnudas se aproximó hasta mi espalda, llevando sus manos a mi túnica, desabrochándola y dejándola caer. Ella deslizó sus dedos por mis contorneados músculos, empezando por mis glúteos y la cresta ilíaca, subiendo lentamente por el aponeurosis dorsolumbar, deteniéndose por un momento en el oblicuo mayor, ascendiendo de nuevo por la columna vertebral hasta el músculo espinoso, llegando al deltoides, luego acariciando en forma de masaje el músculo trapecio y finalmente, depositando un largo beso sobre el esplenio de la cabeza, logrando entonces, erizar mi marmórea piel. Con un giro a la velocidad de la luz logré atrapar sus labios entre dos de mis dedos, capturándolos así y exprimiéndolos hasta hacerle daño. Fruncí el ceño, aunque la sonrisa era notable.
- Haz algo de provecho con tus manos. Quiero que alistes a mi prisionero y a Khosrow. Déjales como dos gotas de agua exactas, Abda. Ahora.
En sus ojos brillantes pude ver el reflejo del miedo asomarse en ellos, por lo que, tras alargar un momento más su silenciosa tortura, solté sus labios y la empujé hacia el exterior de las cortinas que sellaban el habitáculo. Antes de enfundarme los pantalones largos negros, la camisa blanca con la corbata gris oscura a rallas negras, la chaqueta azabache y las botas altas a conjunto, quise servirme una copa de vino para brindar por mi mismo honor y victoria. Sólo después de adornar con un sombrero de copa mis dorados cabellos recogidos en una elegante cola baja, me dispuse a retirarme de mi alcoba no sin antes tomar mis guantes blancos y el cetro que me otorgaba mayor clase social que el resto de los que pensaba visitar aquella noche.
Y allí, esperándome impacientemente, se encontraban Khosrow y Jerarld, éste último, dedicándome una mirada mordaz y asesina que me cautivó, por lo que no dudé en hacerle saber que era correspondido mediante un efímero beso en aquellos sabrosos labios que aun me reclamaban pese a su tozudez. En cuanto al resto de mis camaradas, fueron enviados directamente al lugar exacto donde acontecería la acción, dándoles instrucciones precisas de lo que debían y no debían hacer. No quería errores. No aquella noche. Yo me aseguraría de ello.
- Recuerda no hacer tontería alguna, pequeño.- intervine de repente mientras Khosrow, Jerarld y yo nos dirigíamos a la casa donde habitaba aun la mujerzuela de mi prisionero favorito, recorriendo así varios senderos antes de llegar a la civilización.- Un paso en falso y elimino todo rastro de tu estirpe.- sentencié con una sonrisa dulce que contrastaba con mi voz punzante y las palabras envenenadas.- Vamos, no me mires así, pequeño. ¡Encima que preparo yo mismo un encuentro con tu esposa! ¿Así me agradeces la velada?
Hice un mohín infantil y tras el puchero teatral en el que me enfurruñé, sólo el silencio respondió a mis palabras. Luego, Khosrow, visiblemente excitado por la aventura que acontecería, empezó a parlotear sobre Eyra y sus secretos más obscenos y oscuros, algo que pareció no inmutar ya a Jerarld, cosa que cabe decir, me alegró. Poco a poco, Jerarld empezaba a olvidarla y sabía que si pasaba más tiempo junto a mí, el nombre de cainita sería borrado de su memoria y de su corazón. Triste pero bonito, pensé.
- Hemos llegado.- quise avisar en un susurro, deteniendo nuestro avance. Dicho eso, pude comprobar por el rabillo del ojo cómo mis siervos mantenían las posiciones indicadas, esperando mi señal con ansia. Sonreí satisfecho, sabiendo que ya nada podía salir mal aquella noche, que al fin Éir dejaría de ser un estorbo para mí.
Recoloqué el sombrero en mi cabeza, sonreí al par que me flanqueaban en silencio, concentrados, y con un par de brincos me situé en el alféizar de la ventana de dónde procedía la luz a aquellas altas horas de la noche. En aquella alcoba, pude contemplar triunfante cómo se habían reunido todos los guardianes de las Cuatro Espadas, Eyra, Éir y... Alma. Vaya... fue asombroso ver su forma al fin, pues nunca había pensado en la opción de que aquello que tanto poder tenía y que todos surcaban, tenía la forma de una humana, de una persona de carne y huesos. Era simplemente, maravilloso.
Usando mi cetro para abrir la ventana, entré elegantemente en la sala ante el rostro desencajado de más de uno cuyos ojos no podían creer que mi persona se encontrara ahora ahí, ante ellos. Pude escuchar cómo conspiraban contra mí, así que el regocijo de ver sus caras al tenerme de frente cuando menos lo esperaban, acrecentó mi ego y de tal modo, mi poder.
Alma avanzó hacia mí con sus manos de hechicera en alto, más varios de mis hombres intercedieron antes de que pudiera pestañear y pronto se vio acorralada y sentenciada a morir si daba un paso en falso.
- Arrodíllate ante mí.- le ordené con grandilocuencia, caminando hacia ella mientras comprobaba cómo ella obedecía a regañadientes.- Amarradla y silenciadla. Me ocuparé de ella más tarde.
Mis hombres -brujos, por cierto-, conjuraron un embrujo que mantendría las manos y los pies de Alma firmemente sujetos a una fuerza invisible que no desaparecería hasta que se realizara el contra-hechizo por los mismos brujos. Inmovilizaron su lengua con magia y cubrieron sus ojos con las mismas vendas que ella había usado para cubrir sus heridas recién abiertas. Inservible, Alma fue lanzada contra una esquina de la sala y mis hombres cerraron la puerta para custodiarla en el preciso instante en el que Éir dio un paso al frente, iracunda, dispuesta a matarme, sin duda. Fue divertido ver en sus ojos el mismo brillo especial que me cautivó de la mirada de Jerarld en cuanto le conocí. Siempre supe que él era especial, que me sería útil más allá del juego y entretenimiento. Y no me equivoqué. Éir era la confirmación de ello.
- Al fin tengo el placer de conocerte, sacerdotisa.
La hermosa doncella tensó sus músculos y se concentró en mí mientras sus guerreros protectores conformaban a su alrededor un escudo humano que no me hizo retroceder ni mucho menos.
- Esto empieza a aburrirme.- refunfuñé tras un teatral bostezo, acercándome al primero de ellos, un rubito muy apuesto, cabe añadir, al que le rompí el cuello en menos que canta un gallo.- Bien, uno menos. ¿Quién es el siguiente?
Éir gritó iracunda. Al parecer, aquél muchacho tenía nombre. Ike. No era muy original que digamos, pero tanto me daba. Lo divertido fue cómo sus compañeros, atónitos y espantados, rompieron filas y mis manos llegaron al cuello de la sacerdotisa, haciéndola retroceder hasta que su espalda chocó contra la pared con cierta brutalidad.
- No juegues conmigo, pequeña. No seré tan viejo como tú, pero mi poder te supera con creces. No eres más que una simple mortal con una magia especial que quiero a mi servicio. Sé mi sierva y te perdonaré la vida. A ti y a los que juraron defenderte.
Obviamente, tal y como esperaba de una bruja como ella, se negó e incluso osó escupirme en la cara, lo que bien le costó una bofetada que hizo brotar de su comisura derecha unas gotas de sangre de la que mi lengua borró todo rastro en su piel. Volví a sonreír y pude escuchar tras de mí cómo Khosrow y Jerarld aparecían en escena. Así que apreté mis dedos contra su frágil cuello mortal y le insté a que mirara por encima de mi hombro, contemplando a dos Jerarlds, a dos recipientes en los que en sólo uno de ellos, se escondía el verdadero Guardián, el verdadero Jerome. Éir agonizó por un momento, pataleó, forcejeó infructuosamente y al final, lloró un poco, lo suficiente como para que aquello me pareciera de lo más enternecedor. Un reencuentro entre dos almas perdidas en el tiempo que tras varios milenios, ambos volvían a verse en un abismo dónde todo era muerte a su alrededor. Pensé por un momento, en que aquél podría ser el reencuentro más corto de la historia si teníamos en cuenta el tiempo que había pasado entre la última vez que estuvieron juntos... No pude evitar soltar una gran carcajada antes de serenarme y dirigirme de nuevo hacia la sacerdotisa.
- Dame lo que quiero o empezaré por tu amado.
Éir me miró con odio, no hizo falta que dijera nada. Torcí una sonrisa maquiavélica y solté su agarre, haciéndola caer de bruces al suelo mientras le daba la espalda y me dirigía hacia mis dos gotitas de agua, recostando mis brazos uno en el hombro de cada uno, quedando en medio para mirar al público expectante.
- Uno de ellos es Jerarld Délvheen, el mismo que en su interior da refugio a Jerome. No obstante, no sabéis cuál es el verdadero y cuál no. Mi pregunta es... ¿permitiréis que lo averigüemos?
Se hizo el silencio y yo carraspeé, realmente divertido ante aquél juego de identidades y confusiones varias. Llevé mis dedos al mentón y me aparté de ellos, que permanecían estáticos tal y como les había ordenado. Ni siquiera me preocupaba la telepatía de Jerarld, dado que con la ayuda de unas pociones habíamos logrado redimir sus dones con tal que no destacara más que Khosrow. Todo iba según lo planeado, al menos, lo planeado en mi cabeza. Pero había algo con lo que ni Khosrow ni Jerarld contaban aquella noche: uno de ellos sería mi señuelo.
- Bien, entonces, empezaré por uno de ellos. Rezad para que no sea Él.
Con un par de palmadas fue suficiente para que mi llamado fuera escuchado y Alice hiciera su flamante aparición en la sala por medio de la ventana que yo mismo había dejado abierta, presentándose ante mí con una gran reverencia. ¿Cómo no adorarme, si había sido yo quién la había salvado de los Juicios de Salem en 1692? Gracias a mí gozaba ahora de una vida más larga de lo que una bruja media podía ostentar y más poder del inimaginable para ella. Era una buena sierva, como esperaba que lo fuera Éir muy pronto, pues lo cierto es que detestaba la idea de matarla, con todo lo que podía ofrecerme...
Alice no esperó ninguna señal más para hacer su trabajo, eligiendo al azar a uno de ellos para colocar su mano derecha sobre su cabeza ante la aturdida mirada de todos los presentes.
Y así fue cómo empezó a arder ante nuestros ojos. Los trozos de piel calcinada se desprendían entre crepitares hasta caer a los pies de mi víctima, cuyas rodillas flaqueaban por el avanzado estado de su cuerpo en llamas. Su tez carmín fruto de la sangre que emanaba de sus poros se hegemonizaba con el transcurso de los segundos, enloqueciéndole, gritando entre sollozos que acabáramos con su suplicio. Él encorvó su espalda hacia atrás, agitando su cabeza ardiente, alzando sus manos al cielo y mostrándonos sus uñas negras por las cenizas que él mismo creaba. Su rostro contraído, sus músculos en plena tensión, sus marcadas venas, su cuerpo bañado en sangre, su sudor impregnando sus cabellos pelirrojos, hicieron de él la viva estampa del que sufre el castigo flamígero en las calderas de Pedro Botero.
- En veinte segundos, su vida se verá reducida a cenizas. Entregadme a Éir y detendré el avance del fuego y el de la muerte de todos los aquí reunidos en esta hermosa noche de verano. Tic-tac.
UNAS HORAS ANTES...
- ¡Maldición!
Mi eco resonó en aquella cueva y mis emisarios agacharon la cabeza hasta casi rozar el pétreo suelo con sus narices. La mesa dónde descansaban las copas de vino, las jarras y la fruta que con deleite masticaba con lentitud quedó destrozada y partida en dos perfectas mitades tras el golpe propinado fruto de mi ira y descontento por la mal labor de mis siervos.
- Mi señor, no éramos conocedores de que Alma había sido encontrada, ¿cómo enfrentarnos a semejante...?
Ni siquiera recordaba su nombre o de dónde procedía aquél inepto, pero con una sola orden mental, sus uñas se clavaron en su pecho, cada vez más y más, salpicando de sangre a los que junto a él se hallaban contemplando tan grotesco espectáculo, hundiendo sus dedos y rebuscando tras sus propias costillas hasta localizar su corazón, que aun inservible para él, se lo arrancó de cuajo y lo lanzó a mis pies, siendo yo mismo el que lo pisoteó ante sus ojos confusos, esparciendo una masa viscosa sobre el gélido terreno. Posteriormente, el vampiro en cuestión cayó en la inconsciencia y con un chasquido de mis dedos, mandé a mis doncellas que hicieran salchichas con su cuerpo, pues al volver de mi paseo nocturno tendría hambre de un plato caliente en la mesa, así que con ellas fue arrastrado el pobre infeliz mientras yo avanzaba hacia una mínima porción de mis tropas.
- Bien, caballeros. Dado que sois todos una pandilla de estúpidos incapaces de matar lo que estaba prácticamente muerto, me veo en la obligación de hacerlo yo mismo.- suspiré dramáticamente.- Si es que, tal y como dice el proverbio, si quieres hacerlo bien, hazlo tú mismo.
Me dirigí hacia mis aposentos y en ellos, una de aquellas mujeres desnudas se aproximó hasta mi espalda, llevando sus manos a mi túnica, desabrochándola y dejándola caer. Ella deslizó sus dedos por mis contorneados músculos, empezando por mis glúteos y la cresta ilíaca, subiendo lentamente por el aponeurosis dorsolumbar, deteniéndose por un momento en el oblicuo mayor, ascendiendo de nuevo por la columna vertebral hasta el músculo espinoso, llegando al deltoides, luego acariciando en forma de masaje el músculo trapecio y finalmente, depositando un largo beso sobre el esplenio de la cabeza, logrando entonces, erizar mi marmórea piel. Con un giro a la velocidad de la luz logré atrapar sus labios entre dos de mis dedos, capturándolos así y exprimiéndolos hasta hacerle daño. Fruncí el ceño, aunque la sonrisa era notable.
- Haz algo de provecho con tus manos. Quiero que alistes a mi prisionero y a Khosrow. Déjales como dos gotas de agua exactas, Abda. Ahora.
En sus ojos brillantes pude ver el reflejo del miedo asomarse en ellos, por lo que, tras alargar un momento más su silenciosa tortura, solté sus labios y la empujé hacia el exterior de las cortinas que sellaban el habitáculo. Antes de enfundarme los pantalones largos negros, la camisa blanca con la corbata gris oscura a rallas negras, la chaqueta azabache y las botas altas a conjunto, quise servirme una copa de vino para brindar por mi mismo honor y victoria. Sólo después de adornar con un sombrero de copa mis dorados cabellos recogidos en una elegante cola baja, me dispuse a retirarme de mi alcoba no sin antes tomar mis guantes blancos y el cetro que me otorgaba mayor clase social que el resto de los que pensaba visitar aquella noche.
Y allí, esperándome impacientemente, se encontraban Khosrow y Jerarld, éste último, dedicándome una mirada mordaz y asesina que me cautivó, por lo que no dudé en hacerle saber que era correspondido mediante un efímero beso en aquellos sabrosos labios que aun me reclamaban pese a su tozudez. En cuanto al resto de mis camaradas, fueron enviados directamente al lugar exacto donde acontecería la acción, dándoles instrucciones precisas de lo que debían y no debían hacer. No quería errores. No aquella noche. Yo me aseguraría de ello.
- Recuerda no hacer tontería alguna, pequeño.- intervine de repente mientras Khosrow, Jerarld y yo nos dirigíamos a la casa donde habitaba aun la mujerzuela de mi prisionero favorito, recorriendo así varios senderos antes de llegar a la civilización.- Un paso en falso y elimino todo rastro de tu estirpe.- sentencié con una sonrisa dulce que contrastaba con mi voz punzante y las palabras envenenadas.- Vamos, no me mires así, pequeño. ¡Encima que preparo yo mismo un encuentro con tu esposa! ¿Así me agradeces la velada?
Hice un mohín infantil y tras el puchero teatral en el que me enfurruñé, sólo el silencio respondió a mis palabras. Luego, Khosrow, visiblemente excitado por la aventura que acontecería, empezó a parlotear sobre Eyra y sus secretos más obscenos y oscuros, algo que pareció no inmutar ya a Jerarld, cosa que cabe decir, me alegró. Poco a poco, Jerarld empezaba a olvidarla y sabía que si pasaba más tiempo junto a mí, el nombre de cainita sería borrado de su memoria y de su corazón. Triste pero bonito, pensé.
- Hemos llegado.- quise avisar en un susurro, deteniendo nuestro avance. Dicho eso, pude comprobar por el rabillo del ojo cómo mis siervos mantenían las posiciones indicadas, esperando mi señal con ansia. Sonreí satisfecho, sabiendo que ya nada podía salir mal aquella noche, que al fin Éir dejaría de ser un estorbo para mí.
Recoloqué el sombrero en mi cabeza, sonreí al par que me flanqueaban en silencio, concentrados, y con un par de brincos me situé en el alféizar de la ventana de dónde procedía la luz a aquellas altas horas de la noche. En aquella alcoba, pude contemplar triunfante cómo se habían reunido todos los guardianes de las Cuatro Espadas, Eyra, Éir y... Alma. Vaya... fue asombroso ver su forma al fin, pues nunca había pensado en la opción de que aquello que tanto poder tenía y que todos surcaban, tenía la forma de una humana, de una persona de carne y huesos. Era simplemente, maravilloso.
Usando mi cetro para abrir la ventana, entré elegantemente en la sala ante el rostro desencajado de más de uno cuyos ojos no podían creer que mi persona se encontrara ahora ahí, ante ellos. Pude escuchar cómo conspiraban contra mí, así que el regocijo de ver sus caras al tenerme de frente cuando menos lo esperaban, acrecentó mi ego y de tal modo, mi poder.
Alma avanzó hacia mí con sus manos de hechicera en alto, más varios de mis hombres intercedieron antes de que pudiera pestañear y pronto se vio acorralada y sentenciada a morir si daba un paso en falso.
- Arrodíllate ante mí.- le ordené con grandilocuencia, caminando hacia ella mientras comprobaba cómo ella obedecía a regañadientes.- Amarradla y silenciadla. Me ocuparé de ella más tarde.
Mis hombres -brujos, por cierto-, conjuraron un embrujo que mantendría las manos y los pies de Alma firmemente sujetos a una fuerza invisible que no desaparecería hasta que se realizara el contra-hechizo por los mismos brujos. Inmovilizaron su lengua con magia y cubrieron sus ojos con las mismas vendas que ella había usado para cubrir sus heridas recién abiertas. Inservible, Alma fue lanzada contra una esquina de la sala y mis hombres cerraron la puerta para custodiarla en el preciso instante en el que Éir dio un paso al frente, iracunda, dispuesta a matarme, sin duda. Fue divertido ver en sus ojos el mismo brillo especial que me cautivó de la mirada de Jerarld en cuanto le conocí. Siempre supe que él era especial, que me sería útil más allá del juego y entretenimiento. Y no me equivoqué. Éir era la confirmación de ello.
- Al fin tengo el placer de conocerte, sacerdotisa.
La hermosa doncella tensó sus músculos y se concentró en mí mientras sus guerreros protectores conformaban a su alrededor un escudo humano que no me hizo retroceder ni mucho menos.
- Esto empieza a aburrirme.- refunfuñé tras un teatral bostezo, acercándome al primero de ellos, un rubito muy apuesto, cabe añadir, al que le rompí el cuello en menos que canta un gallo.- Bien, uno menos. ¿Quién es el siguiente?
Éir gritó iracunda. Al parecer, aquél muchacho tenía nombre. Ike. No era muy original que digamos, pero tanto me daba. Lo divertido fue cómo sus compañeros, atónitos y espantados, rompieron filas y mis manos llegaron al cuello de la sacerdotisa, haciéndola retroceder hasta que su espalda chocó contra la pared con cierta brutalidad.
- No juegues conmigo, pequeña. No seré tan viejo como tú, pero mi poder te supera con creces. No eres más que una simple mortal con una magia especial que quiero a mi servicio. Sé mi sierva y te perdonaré la vida. A ti y a los que juraron defenderte.
Obviamente, tal y como esperaba de una bruja como ella, se negó e incluso osó escupirme en la cara, lo que bien le costó una bofetada que hizo brotar de su comisura derecha unas gotas de sangre de la que mi lengua borró todo rastro en su piel. Volví a sonreír y pude escuchar tras de mí cómo Khosrow y Jerarld aparecían en escena. Así que apreté mis dedos contra su frágil cuello mortal y le insté a que mirara por encima de mi hombro, contemplando a dos Jerarlds, a dos recipientes en los que en sólo uno de ellos, se escondía el verdadero Guardián, el verdadero Jerome. Éir agonizó por un momento, pataleó, forcejeó infructuosamente y al final, lloró un poco, lo suficiente como para que aquello me pareciera de lo más enternecedor. Un reencuentro entre dos almas perdidas en el tiempo que tras varios milenios, ambos volvían a verse en un abismo dónde todo era muerte a su alrededor. Pensé por un momento, en que aquél podría ser el reencuentro más corto de la historia si teníamos en cuenta el tiempo que había pasado entre la última vez que estuvieron juntos... No pude evitar soltar una gran carcajada antes de serenarme y dirigirme de nuevo hacia la sacerdotisa.
- Dame lo que quiero o empezaré por tu amado.
Éir me miró con odio, no hizo falta que dijera nada. Torcí una sonrisa maquiavélica y solté su agarre, haciéndola caer de bruces al suelo mientras le daba la espalda y me dirigía hacia mis dos gotitas de agua, recostando mis brazos uno en el hombro de cada uno, quedando en medio para mirar al público expectante.
- Uno de ellos es Jerarld Délvheen, el mismo que en su interior da refugio a Jerome. No obstante, no sabéis cuál es el verdadero y cuál no. Mi pregunta es... ¿permitiréis que lo averigüemos?
Se hizo el silencio y yo carraspeé, realmente divertido ante aquél juego de identidades y confusiones varias. Llevé mis dedos al mentón y me aparté de ellos, que permanecían estáticos tal y como les había ordenado. Ni siquiera me preocupaba la telepatía de Jerarld, dado que con la ayuda de unas pociones habíamos logrado redimir sus dones con tal que no destacara más que Khosrow. Todo iba según lo planeado, al menos, lo planeado en mi cabeza. Pero había algo con lo que ni Khosrow ni Jerarld contaban aquella noche: uno de ellos sería mi señuelo.
- Bien, entonces, empezaré por uno de ellos. Rezad para que no sea Él.
Con un par de palmadas fue suficiente para que mi llamado fuera escuchado y Alice hiciera su flamante aparición en la sala por medio de la ventana que yo mismo había dejado abierta, presentándose ante mí con una gran reverencia. ¿Cómo no adorarme, si había sido yo quién la había salvado de los Juicios de Salem en 1692? Gracias a mí gozaba ahora de una vida más larga de lo que una bruja media podía ostentar y más poder del inimaginable para ella. Era una buena sierva, como esperaba que lo fuera Éir muy pronto, pues lo cierto es que detestaba la idea de matarla, con todo lo que podía ofrecerme...
Alice no esperó ninguna señal más para hacer su trabajo, eligiendo al azar a uno de ellos para colocar su mano derecha sobre su cabeza ante la aturdida mirada de todos los presentes.
Deus patrios
ex aqua fit corpori
aer ex pulmone,
purificet lumen suum,
vestrae sapientiae illustratam,
fecundaturque aether vestris.
Ostende illi Inritus
et amplexibus tuis ardentibus essentia.
ex aqua fit corpori
aer ex pulmone,
purificet lumen suum,
vestrae sapientiae illustratam,
fecundaturque aether vestris.
Ostende illi Inritus
et amplexibus tuis ardentibus essentia.
Y así fue cómo empezó a arder ante nuestros ojos. Los trozos de piel calcinada se desprendían entre crepitares hasta caer a los pies de mi víctima, cuyas rodillas flaqueaban por el avanzado estado de su cuerpo en llamas. Su tez carmín fruto de la sangre que emanaba de sus poros se hegemonizaba con el transcurso de los segundos, enloqueciéndole, gritando entre sollozos que acabáramos con su suplicio. Él encorvó su espalda hacia atrás, agitando su cabeza ardiente, alzando sus manos al cielo y mostrándonos sus uñas negras por las cenizas que él mismo creaba. Su rostro contraído, sus músculos en plena tensión, sus marcadas venas, su cuerpo bañado en sangre, su sudor impregnando sus cabellos pelirrojos, hicieron de él la viva estampa del que sufre el castigo flamígero en las calderas de Pedro Botero.
- En veinte segundos, su vida se verá reducida a cenizas. Entregadme a Éir y detendré el avance del fuego y el de la muerte de todos los aquí reunidos en esta hermosa noche de verano. Tic-tac.
Ambrose de Thíra- Vampiro/Realeza
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Re: En busca de la sacerdotiza
Pero pasaron mas de veinte segundos...
Dicen que cuando mueres, dejas de sufrir, dejas de sentir y ya nada más importa.
Dicen que cuando mueres, la agonía dura un instante, y luego llega la calma.
Dicen que cuando mueres, ya nada importa porque el dolor y la desolación acaban al fin y ya no queda nada que siga abriendo las heridas que tanto costo cicatrizar.
Pero realmente, cuando mueres te dedicas a ver todo lo que has hecho, tus elecciones, tus momentos de victoria y de derrota, toda tu vida, todas tus experiencias… Y las miras desde lejos, sopesándolas, entendiéndolas, y dejándolas a un lado para poder continuar hacia donde quiera que debas hacerlo.
Pero yo…
¿Que iba a hacer yo?
Yo no era como cualquier persona, yo estaba condenado a un pacto ya muy lejano, uno que no me dejaba escapatoria.
El fuego.
El fuego es un elemento que purifica, que limpia, que destruye y a la vez que crea vida. Fue por ello, que mientras una parte de mi se consumía en la agonía la otra asumía que debía ser así, que tenía que ser mejor.
Pero…¿qué parte de mi hablaba realmente? ¿Era el miedo?¿ Era el dolor? ¿eran las ganas de escapar? ¿Era la simple aceptación ante lo inevitable?
¡Donde estaban las ganas de luchar! ¿Dónde estaba la valentía, el ímpetu, donde estaba la tenacidad y las ganas de aferrarse a cada segundo de la eternidad? ¿Donde había dejado mi propia alma?
Cuando mi cuerpo cayo de bruces al suelo sentí un gran alivio, pues el frio del mismo suelo me reconforto.
Ya falta poco…
Balbucee en un murmullo invisible que solo yo entendi. No podía escuchar lo que decían los demás, ni ver del todo bien lo que pasaba mis ojos estaban ahora quemados. Por lo que lo único que sentia ahora era mi mano izquierda en el suelo, los huesos se podían vislumbrar entre la carne negra y quemada que aun almacenaba el fuego crepitando entre los tendones de mi cuerpo, solo que yo ya no lo sabia
Hice el gesto de cerrar los ojos cuando una mano gélida se poso en mi mejilla. Y es que una brisa me toco muy suavemente cuando volví a abrir los ojos encontrándome con la claridad del lugar. Podia ver, y ya no sentía las brasas inunandome. Mi cabeza reposaba sobre las piernas de alguien, quien ahora me miraba hacia abajo, situando sus manos en mis mejillas. Su sonrisa era dulce y triste.
…Alma
Hola Padre…
Llevo mucho tiempo esperándote.
No lo sabia…Te habría…
Buscado…Lo se.
El gris de aquellos ojos me sosegó, como si por un momento sus ojos fueran un dia gris interminable y hermoso.
Me llevaras.
No.
¿Y si te lo ordeno? Se hizo el silencio mientras ella se mordía los labios con una angustia que me dolió intensamente provocar.
Si me lo ordenas…Nunca. Nunca te lo perdonare… Ni ella tampoco.
Alma giro el rostro despacio y yo también, apreciando como en la lejanía ella nos contemplaba. Le vi y supe que su nombre era Eir, mas pese a que en mi cabeza algunas imágenes inconexas luchaban por aparecer, no pude entender ni recordar porque ella era tan importante.
Unas sutiles luces azuladas revolotearon por nuestro blanco alrededor, formándose como delgadas figuras de humo crepitante, pequeñas figuras de fuego azul que aparecían una y otra vez como sutiles luces.
Mire las luces y le mire a ella, a Eir, no sabía bien como, pero sabía que aquellas luces entenderían. Tenían que ir junto a ella, tenían que entrar en ella. Eso era lo que yo pensaba y deseaba.
…Sácanos de aquí Alma…
Mi alma, mi cuerpo, mi mente, mi esencia, mi ser tiritaba entre los segundos que me restaban en aquella terrible cuenta atrás. Mientras que yo, sin entender ni ver más que las auras de todos los presentes, extendía mi mano hacia esa aura blanquecina que representaba a Eir.
Las luces llegaron hasta ella, rodeándolas hasta que una de las esferas se situó frente a su rostro como si la mirara o la analizara brevemente, antes dejar su estela tras de si y adentrarse en su pecho.
Sentí un gran alivio cuando al fin vi la estela azul del fuego fatuo formando parte de ella.
Me gire hacia donde sabía que Ambrose se ubicaba.
No se porque dije lo que le dije, ni realmente que significaba. Pero tampoco importaba, no ahora.
…30…
Dicen que cuando mueres, dejas de sufrir, dejas de sentir y ya nada más importa.
Dicen que cuando mueres, la agonía dura un instante, y luego llega la calma.
Dicen que cuando mueres, ya nada importa porque el dolor y la desolación acaban al fin y ya no queda nada que siga abriendo las heridas que tanto costo cicatrizar.
Pero realmente, cuando mueres te dedicas a ver todo lo que has hecho, tus elecciones, tus momentos de victoria y de derrota, toda tu vida, todas tus experiencias… Y las miras desde lejos, sopesándolas, entendiéndolas, y dejándolas a un lado para poder continuar hacia donde quiera que debas hacerlo.
Pero yo…
¿Que iba a hacer yo?
Yo no era como cualquier persona, yo estaba condenado a un pacto ya muy lejano, uno que no me dejaba escapatoria.
…20…
El fuego.
El fuego es un elemento que purifica, que limpia, que destruye y a la vez que crea vida. Fue por ello, que mientras una parte de mi se consumía en la agonía la otra asumía que debía ser así, que tenía que ser mejor.
Pero…¿qué parte de mi hablaba realmente? ¿Era el miedo?¿ Era el dolor? ¿eran las ganas de escapar? ¿Era la simple aceptación ante lo inevitable?
¡Donde estaban las ganas de luchar! ¿Dónde estaba la valentía, el ímpetu, donde estaba la tenacidad y las ganas de aferrarse a cada segundo de la eternidad? ¿Donde había dejado mi propia alma?
…10…
Cuando mi cuerpo cayo de bruces al suelo sentí un gran alivio, pues el frio del mismo suelo me reconforto.
Ya falta poco…
Balbucee en un murmullo invisible que solo yo entendi. No podía escuchar lo que decían los demás, ni ver del todo bien lo que pasaba mis ojos estaban ahora quemados. Por lo que lo único que sentia ahora era mi mano izquierda en el suelo, los huesos se podían vislumbrar entre la carne negra y quemada que aun almacenaba el fuego crepitando entre los tendones de mi cuerpo, solo que yo ya no lo sabia
…9…
Hice el gesto de cerrar los ojos cuando una mano gélida se poso en mi mejilla. Y es que una brisa me toco muy suavemente cuando volví a abrir los ojos encontrándome con la claridad del lugar. Podia ver, y ya no sentía las brasas inunandome. Mi cabeza reposaba sobre las piernas de alguien, quien ahora me miraba hacia abajo, situando sus manos en mis mejillas. Su sonrisa era dulce y triste.
…Alma
Hola Padre…
Llevo mucho tiempo esperándote.
No lo sabia…Te habría…
Buscado…Lo se.
El gris de aquellos ojos me sosegó, como si por un momento sus ojos fueran un dia gris interminable y hermoso.
Me llevaras.
No.
¿Y si te lo ordeno? Se hizo el silencio mientras ella se mordía los labios con una angustia que me dolió intensamente provocar.
Si me lo ordenas…Nunca. Nunca te lo perdonare… Ni ella tampoco.
Alma giro el rostro despacio y yo también, apreciando como en la lejanía ella nos contemplaba. Le vi y supe que su nombre era Eir, mas pese a que en mi cabeza algunas imágenes inconexas luchaban por aparecer, no pude entender ni recordar porque ella era tan importante.
Unas sutiles luces azuladas revolotearon por nuestro blanco alrededor, formándose como delgadas figuras de humo crepitante, pequeñas figuras de fuego azul que aparecían una y otra vez como sutiles luces.
Mire las luces y le mire a ella, a Eir, no sabía bien como, pero sabía que aquellas luces entenderían. Tenían que ir junto a ella, tenían que entrar en ella. Eso era lo que yo pensaba y deseaba.
…Sácanos de aquí Alma…
…8…
Mi alma, mi cuerpo, mi mente, mi esencia, mi ser tiritaba entre los segundos que me restaban en aquella terrible cuenta atrás. Mientras que yo, sin entender ni ver más que las auras de todos los presentes, extendía mi mano hacia esa aura blanquecina que representaba a Eir.
…7…
Las luces llegaron hasta ella, rodeándolas hasta que una de las esferas se situó frente a su rostro como si la mirara o la analizara brevemente, antes dejar su estela tras de si y adentrarse en su pecho.
…6...
Sentí un gran alivio cuando al fin vi la estela azul del fuego fatuo formando parte de ella.
…5…
Me gire hacia donde sabía que Ambrose se ubicaba.
...4...
“…Que la mala sangre nos una, que el infierno sea nuestro, que el sol se apage a nuestro lado, que el tormento se desate mientras te obligo a contemplarlo junto a mi por toda la eternidad…”
…3…
Ahora…
Ahora…
…2…
No se porque dije lo que le dije, ni realmente que significaba. Pero tampoco importaba, no ahora.
…1…
…
…
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Fecha de inscripción : 14/08/2011
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Localización : Paseando por el techo de casa...
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: En busca de la sacerdotiza
El cuerpo del guardián se consumía. Su vida acababa, y por eso su verdadera forma salió a flote, mostrándole como aquel que fue en aquella lejana vida. La que tanto le marcó, incluso mas allá de la vida y la muerte.
Yo estaba apartada de donde se hallaban todos pero podía saber lo que estaba sucediendo, casi como si lo viera a través de los ojos del guardián y la sacerdotisa.
Un gran humo rodeaba ahora a la llave, confundiéndole con las mismas sombras que se formaron a su lado, haciendo que el encapuchado de blanco se irguiera entre la niebla que apareció al utilizar los últimos resquicios de fuerza que le quedaban.
Los allí presentes se asombraron al ver al encapuchado, y es que pese a que su rostro no pudiera verse, mostraba unos ojos brillantes y rojos tras las sombras de su capucha.
Los fuegos fatuos se formaron apareciendo a su lado, mientras él señalaba con su mano quemada, huesuda y terrorífica a la sacerdotisa. Haciendo que los fuegos fueran en dirección hacia ella, rodeándola en un extraño rito que pareció iluminarla. Adentrándose uno de estos fuegos fatuos en su figura, convirtiéndola a ella en una reliquia, como las joyas que la misma llave guardó tantos siglos hasta que le fueran arrebatadas por una y otra secuencia de familias.
Respire agitada, pues no sabía que una reliquia podía ser una persona viva. El guardián no me había contado todos sus secretos, pero al menos ese acto convertía a Eir en una pieza clave, una pieza importante…Ambrose ya no podría tocarla, ni dañarla. Si lo hacia no podría volver a conjurar al guardián ni mucho menos pedir que el cumpliera su cometido obedeciendo a sus deseos.
Sonreí, sonreí al saber que ella estaría a salvo de quien quisiera osar posar sus manos sobre ella, pues se le confería inmortalidad… Pero aun no podía respirar aliviada, no cuando el guardián ahora tembloroso se giraba hacia su enemigo.
Sentí que mi corazón se congelaba, ¡no podía enfrentarse a él, no en su estado, no ahora!
Era una maldición… Una que dejaría una huella permanente en ambos, una marca en el interior de la muñeca derecha con los símbolos de las antiguas escrituras.
Mi aliento se congelo y mi cuerpo tembló con violencia, sentí temor, pues no era una maldición cualquiera la que el guardián había pronunciado.
El guardián creía que iba a morir, y lo que acababa de recitarle a su creador era que pese a que la vida les llevara a ambos en distintos momentos, se iban a encontrar, una y otra vez, a lo largo de una o infinitas vidas. Hasta que al fin la deuda que sentía la llave fuera saldada o el alma de el guardián pudiera arrastrar a su creador a los infiernos, apresándole junto a él en la tortura del mas allá.
Si hubiera podido llevarme las manos a la cabeza lo habría hecho, pues el guardián acababa de atarse a una nueva promesa que ataba su alma a la de aquel hombre para siempre…
Siempre se encontrarían.
Mi disgusto era latente pero se difumino en cuanto observe que las fuerzas de la llave con sus últimas palabras comenzaban a desaparecer.
Las llamas le habían dañado demasiado y aun seguía su carne en brasas, una que mantenía una insufrible agonía.
…No podía permitirlo…
Yo no podía dejarle marchar, no aun. Le necesitaba. Yo tenía el don, la voluntad, el poder y la “ausencia de su petición” El guardián no me había pedido que me lo llevara, NO LO HIZO…Y Eso me daba una oportunidad de atarle a la vida aunque fuera contra su voluntad.
Mi cuerpo estaba atado e inmovilizado, y según la forma y el modo en el que el guardián me creo, me impidió que pudiera defenderme a mí misma. Sin embargo, sí que podía actuar para otros, para ayudar a otros, a quien yo quisiera. Sonreí perversamente ante de librarme de los conjuros mal intencionados. Pues no era a mí a quien quería salvar sino a otros y eso me permitía violar la regla que me mantenía cautiva.
Destruí la estancia que me mantenía alejada mientras caminaba a paso rápido recitando en el idioma olvidado.
Nadie esperaba verme, ni ver como por donde mis pies pisaban se iban creando grietas que destruían el extraño templo. Las ruinas comenzaron a moverse, las piedras a caer a la vez que utilizaba mi hechiceria para desaparecer y llegar delante de la mujer que había calcinado a mi padre. Mis manos frías se cernieron una sobre su cuello y la otra sobre su mejilla. Ella comenzó a gritar mientras los hombres de Ambrose se dispersaban atacando a mi tío Erlend y a mis guardianes, intentando apresar a la sacerdotisa mientras que Ambrose miraba su muñeca, que parecía tatuada de símbolos que subían un poco por su antebrazo.
Alice…despídete de tu señor…
Gire su mejilla para que ella mirara a Ambrose mientras yo también le contemplaba desafiante, sonriendo después de haberle arrebatado todos sus buenos recuerdos a su sierva, introduciendo su mano en la piel del cuello de aquella mujer hasta hurgar en su carne, adentrando mis dedos en sus tendones y su tráquea, ahogándola mientras llegaba hasta sus vertebras, unas que apreté sintiendo un deleite que hacia demasiados años que no sentía. Mi mano dio un tirón y su cabeza quedo en mi poder mientras me salpicaba de sangre.
Con un sencillo movimiento, el báculo que utilizaba apareció en mi mano izquierda, deformándose hasta adquirir la forma de una hoja curvada, reluciente y brillante, una hoja metálica capaz de cortar el mismo aire con su filo.
Lance la cabeza de Alice contra los pies de Ambrose, sin quitarle la mirada de encima. Eso era simplemente por la osadía de haber tocado a mi padre…Aunque ni siquiera me hacía sentir plenamente satisfecha. Más hombres comenzaron a desplazarse, algunos en desorden, ya que las piedras del techo caían por doquier. El templo se derrumbaba y aun así yo no quería perder de vista a Ambrose. Sin embargo algo en mi pecho retumbo, y me hizo girar el rostro para contemplar horrorizada como la llave, quien con una rodilla en tierra y la cabeza gacha se desestabilizaba.
Corrí hacia el, cortando a todo aquel que se interpusiera en mi camino, llegando hasta la llave, posando una mano sobre su pecho, sintiendo el tacto de la carne aun hirviendo a través de la ropa blanca. Me concentre en el, impidiendo que su alma liberara su cuerpo. Pero no podía sacarlos a todos de ahí, necesitaba algo de tiempo para abrir un portal y no podía hacerlo aun, no cuando era yo quien sujetaba el alma del guardián, impidiendo que marchara.
Algo me sacudió con fuerza, elevando la vista para ver como una de mis guardianas caía atravesada por el arma de un enemigo, siendo derramada su sangre a pocos metros de mi…
Los alborotados cabellos de la pelirroja se desparramaron, ensuciándose con su propia sangre mientras yo sentía que la ira me invadía, ya había perdido al aire y a la tierra…Los supervivientes se acercaron a mí, posándose en círculo a mí alrededor. Nos rodeaban, estábamos atrapados, el antiquísimo templo se desmoronaba y no teníamos tiempo que perder.
Naeem y Evan, casi espalda contra espalda mantenían lejos con sus ataques a los que intentaban acercarse. Ellos nos darían algo de tiempo. Llamé a Tio Erlend y a la sacerdotisa, concentrándome en sus miradas cristalinas tan solo un segundo antes de cerrar los ojos. Me concentre lo que mas pude mientras seguía sosteniendo a la llave. Dándoles a Erlend y a Eir casi toda mi energía y mi poder, transfiriéndoselos…
Si alguien podía sacarnos de allí tendrían que ser ellos dos…
Yo estaba apartada de donde se hallaban todos pero podía saber lo que estaba sucediendo, casi como si lo viera a través de los ojos del guardián y la sacerdotisa.
Un gran humo rodeaba ahora a la llave, confundiéndole con las mismas sombras que se formaron a su lado, haciendo que el encapuchado de blanco se irguiera entre la niebla que apareció al utilizar los últimos resquicios de fuerza que le quedaban.
Los allí presentes se asombraron al ver al encapuchado, y es que pese a que su rostro no pudiera verse, mostraba unos ojos brillantes y rojos tras las sombras de su capucha.
Los fuegos fatuos se formaron apareciendo a su lado, mientras él señalaba con su mano quemada, huesuda y terrorífica a la sacerdotisa. Haciendo que los fuegos fueran en dirección hacia ella, rodeándola en un extraño rito que pareció iluminarla. Adentrándose uno de estos fuegos fatuos en su figura, convirtiéndola a ella en una reliquia, como las joyas que la misma llave guardó tantos siglos hasta que le fueran arrebatadas por una y otra secuencia de familias.
Respire agitada, pues no sabía que una reliquia podía ser una persona viva. El guardián no me había contado todos sus secretos, pero al menos ese acto convertía a Eir en una pieza clave, una pieza importante…Ambrose ya no podría tocarla, ni dañarla. Si lo hacia no podría volver a conjurar al guardián ni mucho menos pedir que el cumpliera su cometido obedeciendo a sus deseos.
Sonreí, sonreí al saber que ella estaría a salvo de quien quisiera osar posar sus manos sobre ella, pues se le confería inmortalidad… Pero aun no podía respirar aliviada, no cuando el guardián ahora tembloroso se giraba hacia su enemigo.
Sentí que mi corazón se congelaba, ¡no podía enfrentarse a él, no en su estado, no ahora!
“…Que la mala sangre nos una, que el infierno sea nuestro, que el sol se apague a nuestro lado, que el tormento se desate mientras te obligo a contemplarlo junto a mi por toda la eternidad…”
Mis ojos se desorbitaron y un escalofrío recorrió mi cuerpo.Era una maldición… Una que dejaría una huella permanente en ambos, una marca en el interior de la muñeca derecha con los símbolos de las antiguas escrituras.
Mi aliento se congelo y mi cuerpo tembló con violencia, sentí temor, pues no era una maldición cualquiera la que el guardián había pronunciado.
El guardián creía que iba a morir, y lo que acababa de recitarle a su creador era que pese a que la vida les llevara a ambos en distintos momentos, se iban a encontrar, una y otra vez, a lo largo de una o infinitas vidas. Hasta que al fin la deuda que sentía la llave fuera saldada o el alma de el guardián pudiera arrastrar a su creador a los infiernos, apresándole junto a él en la tortura del mas allá.
Si hubiera podido llevarme las manos a la cabeza lo habría hecho, pues el guardián acababa de atarse a una nueva promesa que ataba su alma a la de aquel hombre para siempre…
Siempre se encontrarían.
Mi disgusto era latente pero se difumino en cuanto observe que las fuerzas de la llave con sus últimas palabras comenzaban a desaparecer.
Las llamas le habían dañado demasiado y aun seguía su carne en brasas, una que mantenía una insufrible agonía.
…No podía permitirlo…
Yo no podía dejarle marchar, no aun. Le necesitaba. Yo tenía el don, la voluntad, el poder y la “ausencia de su petición” El guardián no me había pedido que me lo llevara, NO LO HIZO…Y Eso me daba una oportunidad de atarle a la vida aunque fuera contra su voluntad.
Mi cuerpo estaba atado e inmovilizado, y según la forma y el modo en el que el guardián me creo, me impidió que pudiera defenderme a mí misma. Sin embargo, sí que podía actuar para otros, para ayudar a otros, a quien yo quisiera. Sonreí perversamente ante de librarme de los conjuros mal intencionados. Pues no era a mí a quien quería salvar sino a otros y eso me permitía violar la regla que me mantenía cautiva.
Destruí la estancia que me mantenía alejada mientras caminaba a paso rápido recitando en el idioma olvidado.
Nadie esperaba verme, ni ver como por donde mis pies pisaban se iban creando grietas que destruían el extraño templo. Las ruinas comenzaron a moverse, las piedras a caer a la vez que utilizaba mi hechiceria para desaparecer y llegar delante de la mujer que había calcinado a mi padre. Mis manos frías se cernieron una sobre su cuello y la otra sobre su mejilla. Ella comenzó a gritar mientras los hombres de Ambrose se dispersaban atacando a mi tío Erlend y a mis guardianes, intentando apresar a la sacerdotisa mientras que Ambrose miraba su muñeca, que parecía tatuada de símbolos que subían un poco por su antebrazo.
Alice…despídete de tu señor…
Gire su mejilla para que ella mirara a Ambrose mientras yo también le contemplaba desafiante, sonriendo después de haberle arrebatado todos sus buenos recuerdos a su sierva, introduciendo su mano en la piel del cuello de aquella mujer hasta hurgar en su carne, adentrando mis dedos en sus tendones y su tráquea, ahogándola mientras llegaba hasta sus vertebras, unas que apreté sintiendo un deleite que hacia demasiados años que no sentía. Mi mano dio un tirón y su cabeza quedo en mi poder mientras me salpicaba de sangre.
Con un sencillo movimiento, el báculo que utilizaba apareció en mi mano izquierda, deformándose hasta adquirir la forma de una hoja curvada, reluciente y brillante, una hoja metálica capaz de cortar el mismo aire con su filo.
Lance la cabeza de Alice contra los pies de Ambrose, sin quitarle la mirada de encima. Eso era simplemente por la osadía de haber tocado a mi padre…Aunque ni siquiera me hacía sentir plenamente satisfecha. Más hombres comenzaron a desplazarse, algunos en desorden, ya que las piedras del techo caían por doquier. El templo se derrumbaba y aun así yo no quería perder de vista a Ambrose. Sin embargo algo en mi pecho retumbo, y me hizo girar el rostro para contemplar horrorizada como la llave, quien con una rodilla en tierra y la cabeza gacha se desestabilizaba.
Corrí hacia el, cortando a todo aquel que se interpusiera en mi camino, llegando hasta la llave, posando una mano sobre su pecho, sintiendo el tacto de la carne aun hirviendo a través de la ropa blanca. Me concentre en el, impidiendo que su alma liberara su cuerpo. Pero no podía sacarlos a todos de ahí, necesitaba algo de tiempo para abrir un portal y no podía hacerlo aun, no cuando era yo quien sujetaba el alma del guardián, impidiendo que marchara.
Algo me sacudió con fuerza, elevando la vista para ver como una de mis guardianas caía atravesada por el arma de un enemigo, siendo derramada su sangre a pocos metros de mi…
NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
Los alborotados cabellos de la pelirroja se desparramaron, ensuciándose con su propia sangre mientras yo sentía que la ira me invadía, ya había perdido al aire y a la tierra…Los supervivientes se acercaron a mí, posándose en círculo a mí alrededor. Nos rodeaban, estábamos atrapados, el antiquísimo templo se desmoronaba y no teníamos tiempo que perder.
Naeem y Evan, casi espalda contra espalda mantenían lejos con sus ataques a los que intentaban acercarse. Ellos nos darían algo de tiempo. Llamé a Tio Erlend y a la sacerdotisa, concentrándome en sus miradas cristalinas tan solo un segundo antes de cerrar los ojos. Me concentre lo que mas pude mientras seguía sosteniendo a la llave. Dándoles a Erlend y a Eir casi toda mi energía y mi poder, transfiriéndoselos…
Si alguien podía sacarnos de allí tendrían que ser ellos dos…
Ánimam- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 27
Fecha de inscripción : 22/01/2013
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: En busca de la sacerdotiza
La desventaja era clara, más ahora que no podíamos contar con el apoyo de dos de los nuestros y de Alma, ocupada en sanar las heridas de Jerome. Oh, Jerome... ¿cómo habíamos llegado a esto? No era aquél el modo en que siempre esperé reunirme contigo. Míranos. Estás cubierto de cenizas, el techo se derrumba sobre nosotros y el Mal pretende vencer esta batalla. Porque sólo es una batalla, ¿cierto? La guerra la hemos de ganar nosotros, juntos, amor mío. Yo creo en ti. ¿Creerás en mí?
- Erlend, Evander, conjurad un portal por el que podamos escapar. Naeem, presta tu ayuda a Alma cuando sus fuerzas flaqueen. Eyra, encárgate de los brujos y Khosrow. -indiqué con firmeza.- Ambrose es mío.
Los dos primeros se retiraron a un rincón de la sala, dónde pronto empezaron a susurrar varios conjuros que iban probando, pues algunos eran débiles, otros creaban portales demasiado pequeños y otros no sabían a dónde llegaban. Mientras tanto, Naeem protegía a los hechiceros, a Alma y a Jerome, creando un escudo a su alrededor que impedía que cualquier otro pudiera llegar hasta todos ellos. Fue una buena estrategia, sin duda. Luego pensaba preguntarle cómo lo había conseguido. Eyra, por su lado, se enfrentó a los brujos restantes, a quienes eliminó en un pestañeo. Luego se dirigió hacia Khosrow, por lo que tuve que ampliar más aun el poder de manipulación sobre ella para impedir que pudieran resurgir sentimiento alguno hacia la copia exacta de Jerarld. No podía permitirme ningún tropiezo.
Desvié momentáneamente mi atención puesta en los demás y me centré en Ambrose, quién sonriente, me instaba a que me acercara a él y le atacara primero. Por un segundo, me planteé realmente, qué iba a hacer ahora. ¿Cómo luchar contra Ambrose? Lo que él había dicho anteriormente era cierto... Yo sólo era una humana mortal, mis poderes eran limitados y escasos, más todavía tras no poder usarlos durante tantos siglos. Él vencería sin siquiera tocarme. Aun así, ¿pensaba rendirme? No, por supuesto que no. Muchos habían dado su vida por mi causa. Muchos estaban dispuestos a darla por mí, por Jerome, por nuestra misión. ¿Cómo rendirme ahora? No, había esperado demasiado tiempo para morir ahora sin mostrar batalla siquiera. Así que retrocedí para darme impulso y me lancé sobre Ambrose, quién me apartó de un tirón hasta encerrar mi cuello entre sus dedos, alzándome del suelo pese a mis forcejeos. Faltándome ya el oxígeno, posé mis manos sobre su cabeza y sin siquiera saber por qué, indagué en su memoria. Me colé en los recuerdos más tristes y vergonzosos de su vida, debilitándole ante mi intrusión, facilitándome el acceso a su cabeza y poder así, dominarle por un instante. Pero fue eso, solamente. Un instante en el que le ordené que me soltara.
Miré de reojo a Eyra, quién había sufrido con creces mi desatención. No podía dominar a Ambrose si seguía manipulando a Eyra y ella, durante ese segundo en el que la dejé ser libre, había caído presa de un golpe casi mortal producido por Khosrow. Su cuerpo teñido de sangre se hallaba a los pies del risueño vampiro mientras éste se dirigía hacia ella probablemente, para rematarla. Lo cierto es que me supo mal verla ahí, tirada en el suelo, agonizante, sola y probablemente, confundida. Después de todo, ella había sido mi mano ejecutora cuando yo no pude estar dónde me correspondía. ¿No le debía yo algo? ¿O pensaba dejarla morir así?
No tuve mucho tiempo de pensar en nada más, pues Ambrose había vuelto al ataque y me sorprendió su rapidez, su golpe fuerte y profundo que por poco me rompe la mandíbula inferior, lanzándome a varios metros hasta que mi espalda chocó contra la pared y caí sobre mis rodillas ensangrentadas y magulladas. A mi lado, el escudo de Naeem se debilitaba por la presión sufrida y en un momento de flaqueza, una flecha atravesó el escudo y se alojó en el cuello del joven Evander quién, aun con los ojos abiertos y la respiración en su nariz, murió al instante. Su cuerpo cayó a un lado, inservible, inerte, ante el rugido de Erlend. El portal que se estaba abriendo se cerró por completo hasta desaparecer, puesto que Erlend dejó de lado su labor y se apresuró a acunar el cadáver de su familiar, dolido, iracundo y desesperado.
Maldición...
¿Pero quién había lanzado aquella flecha? Quise mirar a todos lados, pero la respuesta podía esperar, más ahora que Ambrose se acercaba amenazadoramente hacia mí con la más repelente de sus sonrisas. Estaba dispuesto a acabar conmigo, lo sabía, pero entonces... Yo me adelanté en aquella ocasión, dándome impulso una vez más para saltar sobre él y situarme a su espalda, dándome ventaja esos segundos que él tardaría en girarse para aprovechar y tomarle por el cuello con fuerza, aprisionándole mi brazo contra su tráquea mientras sostenía su cabeza con el otro brazo. No tenía escapatoria por muchos rugidos y forcejeos hiciera, Aguanté sus envestidas contra la pared, sus blasfemias, sus arañazos. Y cuanto más ansioso se ponía él, más apretaba yo. La cuestión no era dejarle sin aire, sino, precisamente... decapitarle. Tal y como sucedió gracias a un pequeño conjuro capaz de incrementar mis fuerzas lo suficiente para conseguirlo.
Y así fue cómo dejé caer la cabeza de cabellos dorados al suelo, rodando y rodando por el suelo hasta llegar a los pies de Khosrow, quién seguía entretenido con el agonizante cuerpo de Eyra hasta darse cuenta de la gravedad de la situación. Ahora que no tenía ya a su amo a su lado... él sería el siguiente y último en morir.
O eso pensaba yo...
- Erlend, Evander, conjurad un portal por el que podamos escapar. Naeem, presta tu ayuda a Alma cuando sus fuerzas flaqueen. Eyra, encárgate de los brujos y Khosrow. -indiqué con firmeza.- Ambrose es mío.
Los dos primeros se retiraron a un rincón de la sala, dónde pronto empezaron a susurrar varios conjuros que iban probando, pues algunos eran débiles, otros creaban portales demasiado pequeños y otros no sabían a dónde llegaban. Mientras tanto, Naeem protegía a los hechiceros, a Alma y a Jerome, creando un escudo a su alrededor que impedía que cualquier otro pudiera llegar hasta todos ellos. Fue una buena estrategia, sin duda. Luego pensaba preguntarle cómo lo había conseguido. Eyra, por su lado, se enfrentó a los brujos restantes, a quienes eliminó en un pestañeo. Luego se dirigió hacia Khosrow, por lo que tuve que ampliar más aun el poder de manipulación sobre ella para impedir que pudieran resurgir sentimiento alguno hacia la copia exacta de Jerarld. No podía permitirme ningún tropiezo.
Desvié momentáneamente mi atención puesta en los demás y me centré en Ambrose, quién sonriente, me instaba a que me acercara a él y le atacara primero. Por un segundo, me planteé realmente, qué iba a hacer ahora. ¿Cómo luchar contra Ambrose? Lo que él había dicho anteriormente era cierto... Yo sólo era una humana mortal, mis poderes eran limitados y escasos, más todavía tras no poder usarlos durante tantos siglos. Él vencería sin siquiera tocarme. Aun así, ¿pensaba rendirme? No, por supuesto que no. Muchos habían dado su vida por mi causa. Muchos estaban dispuestos a darla por mí, por Jerome, por nuestra misión. ¿Cómo rendirme ahora? No, había esperado demasiado tiempo para morir ahora sin mostrar batalla siquiera. Así que retrocedí para darme impulso y me lancé sobre Ambrose, quién me apartó de un tirón hasta encerrar mi cuello entre sus dedos, alzándome del suelo pese a mis forcejeos. Faltándome ya el oxígeno, posé mis manos sobre su cabeza y sin siquiera saber por qué, indagué en su memoria. Me colé en los recuerdos más tristes y vergonzosos de su vida, debilitándole ante mi intrusión, facilitándome el acceso a su cabeza y poder así, dominarle por un instante. Pero fue eso, solamente. Un instante en el que le ordené que me soltara.
Miré de reojo a Eyra, quién había sufrido con creces mi desatención. No podía dominar a Ambrose si seguía manipulando a Eyra y ella, durante ese segundo en el que la dejé ser libre, había caído presa de un golpe casi mortal producido por Khosrow. Su cuerpo teñido de sangre se hallaba a los pies del risueño vampiro mientras éste se dirigía hacia ella probablemente, para rematarla. Lo cierto es que me supo mal verla ahí, tirada en el suelo, agonizante, sola y probablemente, confundida. Después de todo, ella había sido mi mano ejecutora cuando yo no pude estar dónde me correspondía. ¿No le debía yo algo? ¿O pensaba dejarla morir así?
No tuve mucho tiempo de pensar en nada más, pues Ambrose había vuelto al ataque y me sorprendió su rapidez, su golpe fuerte y profundo que por poco me rompe la mandíbula inferior, lanzándome a varios metros hasta que mi espalda chocó contra la pared y caí sobre mis rodillas ensangrentadas y magulladas. A mi lado, el escudo de Naeem se debilitaba por la presión sufrida y en un momento de flaqueza, una flecha atravesó el escudo y se alojó en el cuello del joven Evander quién, aun con los ojos abiertos y la respiración en su nariz, murió al instante. Su cuerpo cayó a un lado, inservible, inerte, ante el rugido de Erlend. El portal que se estaba abriendo se cerró por completo hasta desaparecer, puesto que Erlend dejó de lado su labor y se apresuró a acunar el cadáver de su familiar, dolido, iracundo y desesperado.
Maldición...
¿Pero quién había lanzado aquella flecha? Quise mirar a todos lados, pero la respuesta podía esperar, más ahora que Ambrose se acercaba amenazadoramente hacia mí con la más repelente de sus sonrisas. Estaba dispuesto a acabar conmigo, lo sabía, pero entonces... Yo me adelanté en aquella ocasión, dándome impulso una vez más para saltar sobre él y situarme a su espalda, dándome ventaja esos segundos que él tardaría en girarse para aprovechar y tomarle por el cuello con fuerza, aprisionándole mi brazo contra su tráquea mientras sostenía su cabeza con el otro brazo. No tenía escapatoria por muchos rugidos y forcejeos hiciera, Aguanté sus envestidas contra la pared, sus blasfemias, sus arañazos. Y cuanto más ansioso se ponía él, más apretaba yo. La cuestión no era dejarle sin aire, sino, precisamente... decapitarle. Tal y como sucedió gracias a un pequeño conjuro capaz de incrementar mis fuerzas lo suficiente para conseguirlo.
Y así fue cómo dejé caer la cabeza de cabellos dorados al suelo, rodando y rodando por el suelo hasta llegar a los pies de Khosrow, quién seguía entretenido con el agonizante cuerpo de Eyra hasta darse cuenta de la gravedad de la situación. Ahora que no tenía ya a su amo a su lado... él sería el siguiente y último en morir.
O eso pensaba yo...
Éir- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 15
Fecha de inscripción : 11/08/2013
Re: En busca de la sacerdotiza
Sí, ya sabía que las flechas ya no se usaban mucho en aquellos tiempos, pero supongo que me gustaba el dramatismo que le daba. Al fin y al cabo, fue bonito ver la sangre correr a borbotones de su herida hasta cubrir el suelo con un enorme y brillante charco de sangre. Bonito y sabroso cuanto menos, pues se me hizo la boca agua de sólo imaginar el sabor de la sangre de un tan joven hechicero.
Hice mi sutil entrada por la puerta, como todo un caballero, que era lo que era. Allí sólo pude ver montones de cadáveres desparramados sin ton ni son: muchos estaban desmembrados y todos ensangrentados. ¡Aquello era un festín, para mí! No obstante, el olor a quemado me hizo contraer el ceño y buscar su origen, localizándolo en un hombre acunado por un ser extraño y encapuchado. ¿Habría llegado ya Halloween? ¿O es que los franceses eran así de extraños?
Me encaminé hacia Ambrose, pero no quise interrumpirle, pues parecía divertido con aquella rubia despampanante, así que busqué consuelo en Khosrow, pero también parecía entretenido. Me encogí de hombros. Quizás no me necesitaban y podía marcharme a casa. ¿Habría llegado ya a casa William? Eso esperaba por su bien, odiaba tener que castigarle por sus extravagantes horarios diurnos.
- ¡Klaus, sácame a ésta pulga de encima! ¡Piensa en mi pelo! ¡MI PELO!
Aquella era la voz dramática de Ambrose, a quién parecía que ahora perdía los papeles con la rubia. Puse los ojos en blanco y me dispuse a echarle un cable, pero la mujer pareció transformarse en un engendro verde, robusto y fuerte que hoy en día denominan Hulk -hicieron una película y todo, seguro que alguien más de aquella sala la vio y decidió convertir a la mujer despampanante en un personaje de cómic-. El caso, es que ella logró separar de su trabajado cuerpo serrano la cabeza dorada de mi señor, por lo que entonces, a regañadientes, tuve que intervenir, esperando no tener que ensuciarme mucho las manos con ese asunto. Más que nada, porque desde mi conversión a vampiro odiaba significativamente el agua. Nunca supe por qué, pero era así. Lo divertido del asunto es que pese a llevar meses sin tocar el agua, siempre olía fantásticamente a... muerto. Bueno, al fin y al cabo, estaba muerto. ¿A qué huelen si no los muertos?
Tras mi debate interno sobre el aroma de los difuntos, procedí a encargarme primero de la rubia, a quién mandé de paseo por la ventana con tal de ganar un poco de tiempo y dedicarme a recuperar la vida perdida de Ambrose.
- Ais, maldito, cuánto trabajo me das un domingo por la noche... ¡Esto es explotación laboral!- iba farfullando mientras posaba mis manos sobre la herida que ella le había causado, esperando que mediante mi extraño don, su carne volviera a unificarse de apoco, tal y como estaba sucediendo ante mis ojos ya acostumbrados a esa clase de milagros.- Debería ir por el mundo clamando mi condición santa, ¿sabes? La gente pagaría por verme, porque la tocara... uhhh.. tocar... podría aprovecharme de... Oh, vaya, ¿ya despiertas? Dormilón... Unos trabajando y otros de siesta. Ojo, ¡siesta! Já, rima con fiesta... Pero ojalá estuviéramos de fiesta y no aquí. Hablando de fiesta, ¿alguien ha pensado en lo caros que saldrán todos estos funerales?
- ¡Quita de en medio! ¡La mato! ¡LA MA-TO! ¿Has visto lo que me ha hecho a mi cabeza? ¡¿A mi pelo?! A esa energúmena yo la ma-to...- empezó a refunfuñar Ambrose, levantándose del suelo ante la atónita mirada de los que aun sobrevivían.
- De nada, compañero.- me quejé con visible tono irónico. Me crucé de brazos y ladeé la cabeza, tropezándome entonces con el cuerpo moribundo de otra mujer, una morena.- Hey, me la pido como trofeo. ¡Y no acepto objeción alguna!
Ambrose se limitó a dar la orden al baboso de Khosrow para que se alejara de mi nueva compañera de juegos, por lo que dejé que ellos siguieran con sus maldades mientras yo me aseguraba que la morena me llegara al menos hasta los postres de la cena, curando entonces sus múltiples heridas y contusiones antes de posármela sobre el hombro derecho cuál saco de patatas y dirigirme una última vez a mi Creador.
- ¡Nos vemos luego, que esto se hunde!- añadí, aludiendo al desprendimiento del techo de aquella casa.
Ambrose no me respondió, marchándose junto a Khosrow en busca de la rubia que yo mismo había lanzado por la ventana y que si era una chica lista, se encontraría ya cruzando la frontera del país. En cuanto a los demás... Bueno, seguro que Ambrose me habría agradecido que limpiara el lugar de aquellos estorbos que aun seguían vivos, pero en aquél momento, me apetecía hacer algo más divertido que eso. Así que me fui con la morena en el hombro y el empalme en mis pantalones.
Hice mi sutil entrada por la puerta, como todo un caballero, que era lo que era. Allí sólo pude ver montones de cadáveres desparramados sin ton ni son: muchos estaban desmembrados y todos ensangrentados. ¡Aquello era un festín, para mí! No obstante, el olor a quemado me hizo contraer el ceño y buscar su origen, localizándolo en un hombre acunado por un ser extraño y encapuchado. ¿Habría llegado ya Halloween? ¿O es que los franceses eran así de extraños?
Me encaminé hacia Ambrose, pero no quise interrumpirle, pues parecía divertido con aquella rubia despampanante, así que busqué consuelo en Khosrow, pero también parecía entretenido. Me encogí de hombros. Quizás no me necesitaban y podía marcharme a casa. ¿Habría llegado ya a casa William? Eso esperaba por su bien, odiaba tener que castigarle por sus extravagantes horarios diurnos.
- ¡Klaus, sácame a ésta pulga de encima! ¡Piensa en mi pelo! ¡MI PELO!
Aquella era la voz dramática de Ambrose, a quién parecía que ahora perdía los papeles con la rubia. Puse los ojos en blanco y me dispuse a echarle un cable, pero la mujer pareció transformarse en un engendro verde, robusto y fuerte que hoy en día denominan Hulk -hicieron una película y todo, seguro que alguien más de aquella sala la vio y decidió convertir a la mujer despampanante en un personaje de cómic-. El caso, es que ella logró separar de su trabajado cuerpo serrano la cabeza dorada de mi señor, por lo que entonces, a regañadientes, tuve que intervenir, esperando no tener que ensuciarme mucho las manos con ese asunto. Más que nada, porque desde mi conversión a vampiro odiaba significativamente el agua. Nunca supe por qué, pero era así. Lo divertido del asunto es que pese a llevar meses sin tocar el agua, siempre olía fantásticamente a... muerto. Bueno, al fin y al cabo, estaba muerto. ¿A qué huelen si no los muertos?
Tras mi debate interno sobre el aroma de los difuntos, procedí a encargarme primero de la rubia, a quién mandé de paseo por la ventana con tal de ganar un poco de tiempo y dedicarme a recuperar la vida perdida de Ambrose.
- Ais, maldito, cuánto trabajo me das un domingo por la noche... ¡Esto es explotación laboral!- iba farfullando mientras posaba mis manos sobre la herida que ella le había causado, esperando que mediante mi extraño don, su carne volviera a unificarse de apoco, tal y como estaba sucediendo ante mis ojos ya acostumbrados a esa clase de milagros.- Debería ir por el mundo clamando mi condición santa, ¿sabes? La gente pagaría por verme, porque la tocara... uhhh.. tocar... podría aprovecharme de... Oh, vaya, ¿ya despiertas? Dormilón... Unos trabajando y otros de siesta. Ojo, ¡siesta! Já, rima con fiesta... Pero ojalá estuviéramos de fiesta y no aquí. Hablando de fiesta, ¿alguien ha pensado en lo caros que saldrán todos estos funerales?
- ¡Quita de en medio! ¡La mato! ¡LA MA-TO! ¿Has visto lo que me ha hecho a mi cabeza? ¡¿A mi pelo?! A esa energúmena yo la ma-to...- empezó a refunfuñar Ambrose, levantándose del suelo ante la atónita mirada de los que aun sobrevivían.
- De nada, compañero.- me quejé con visible tono irónico. Me crucé de brazos y ladeé la cabeza, tropezándome entonces con el cuerpo moribundo de otra mujer, una morena.- Hey, me la pido como trofeo. ¡Y no acepto objeción alguna!
Ambrose se limitó a dar la orden al baboso de Khosrow para que se alejara de mi nueva compañera de juegos, por lo que dejé que ellos siguieran con sus maldades mientras yo me aseguraba que la morena me llegara al menos hasta los postres de la cena, curando entonces sus múltiples heridas y contusiones antes de posármela sobre el hombro derecho cuál saco de patatas y dirigirme una última vez a mi Creador.
- ¡Nos vemos luego, que esto se hunde!- añadí, aludiendo al desprendimiento del techo de aquella casa.
Ambrose no me respondió, marchándose junto a Khosrow en busca de la rubia que yo mismo había lanzado por la ventana y que si era una chica lista, se encontraría ya cruzando la frontera del país. En cuanto a los demás... Bueno, seguro que Ambrose me habría agradecido que limpiara el lugar de aquellos estorbos que aun seguían vivos, pero en aquél momento, me apetecía hacer algo más divertido que eso. Así que me fui con la morena en el hombro y el empalme en mis pantalones.
Klaus- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 24/07/2012
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Re: En busca de la sacerdotiza
Cuando la luz se acabó ya no quedaba oxigeno…Y eso me desesperó como si lo necesitara.
Intente escapar, intente huir. Pero era como si me sostuvieran, como si me agarran con firmeza. Mire a todos lados pero todo era oscuridad, corrí hacia esa misma oscuridad hasta que al fin algo me detuvo, era una pared. la palpé…queriendo encontrar algo que me condujera a algún lugar, pero cuando me gire otra pared choco conmigo, mis manos chocaron con una superficie lisa y fría a donde quisiera que tocara y entonces me di cuenta de que algo se había acercado aprovechando esa oscuridad, estaba encerrado en una especie de caja. Comencé a golpearla, exigiendo que me sacaran, mi respiración agitada era lo único que se oia…Se acababa el tiempo y entonces una mano fría, glacial y esquelética me agarro por el pecho, sus dedos huesudos se enterraron en mi carne mientras tiraba de mi. La frialdad se adentro en mi carne, quise despegarla, pero entonces su mirada ilumino la oscuridad, mostrando sus ojos cual fuego azul y espectral, ellos, infernales y casi demoniacos iluminaron el contorno de aquella calavera que era su rostro…
Soy yo Padre.
…
¿Alma?... ¿Espera...Dónde está Danielle?...
Moví mi cabeza hacia todos lados y parpadee confuso. Lleve mis manos hacia mis ojos, ¿Porque estaba vendado? Comencé a remover las vendas, sacándomelas. Pero al hacerlo me quede prácticamente igual que antes.
Que..?
Tienes que calmarte. En breve te recuperaras completamente. Su mano glacial se despego de mi pecho mientras yo fruncía el ceño. ¿Era ella la figura de aspecto infernal que me había sacado de aquella oscura pesadilla?...
El crujido de unos escalones sonó a lo lejos, me gire pese a que no veía absolutamente nada, sintiendo los pasos de una persona adentrarse en la estancia. Sus pasos eran ligeros, su respiración también, pero sus latidos estaban un tanto agitados.
Alma se puso en pie y se dispuso a marchar, pero giró una última vez por lo que sentí en sus pasos. Mire en dirección a donde sentía el suave caminar de Alma, sin poder ver nada más que una mancha más clara al lado de manchas muy oscuras, hasta que finalmente Alma se fue, entrando después de la otra figura, la de corazón palpitante. Aun ceñudo y desconfiado de todo lo que había sucedido me mantuve expectante ante la figura que caminaba en la habitación, mirándole fijamente pues seguía el recorrido de sus pies pese a que no viera nada.
¿Quién eres? La figura se sentó en la cama y por su aroma determine que era una mujer. Sin embargo, algo en esa presencia me hizo sentir que me era familiar, pero no quise fiarme.- Te conozco…
Su silencio fue su saludo y su respuesta. Por lo que aun demasiado turbado por mi encarcelamiento y por la tortura a la que había sido sometido en lo que pensaba que habrían sido breves instantes, me moví en el lecho, queriendo encontrar el borde de la cama. Pero entonces una mano impidió que me moviera haciéndome sentir un gran escalofrío. ¿Y si seguía cautivo ante mi creador? ¿Y si seguía en la trampa?
Dicen que no hay mas ciego que el que no quiere ver. Pero a veces, no hay mas ciego que el que no puede, no quiere, ni puede ver…En esa última categoría estaba yo.
Intente escapar, intente huir. Pero era como si me sostuvieran, como si me agarran con firmeza. Mire a todos lados pero todo era oscuridad, corrí hacia esa misma oscuridad hasta que al fin algo me detuvo, era una pared. la palpé…queriendo encontrar algo que me condujera a algún lugar, pero cuando me gire otra pared choco conmigo, mis manos chocaron con una superficie lisa y fría a donde quisiera que tocara y entonces me di cuenta de que algo se había acercado aprovechando esa oscuridad, estaba encerrado en una especie de caja. Comencé a golpearla, exigiendo que me sacaran, mi respiración agitada era lo único que se oia…Se acababa el tiempo y entonces una mano fría, glacial y esquelética me agarro por el pecho, sus dedos huesudos se enterraron en mi carne mientras tiraba de mi. La frialdad se adentro en mi carne, quise despegarla, pero entonces su mirada ilumino la oscuridad, mostrando sus ojos cual fuego azul y espectral, ellos, infernales y casi demoniacos iluminaron el contorno de aquella calavera que era su rostro…
…
Un gran calor inundo mi cuerpo, moví mis manos a ciegas pero una mano seguía sobre mi pecho. El calor siguió inundandome hasta hacerse insoportable. ...
Un grito grave casi gutural, agónico, un grito desgarrador escapo de mi garganta. Aun sentía mi cuerpo hirviendo y mi carne haciéndose jirones, como si se retorcieran y se quemaran a la vez. Me senté de golpe, retrocediendo de forma instintiva, intentando alejarme de algo que no podía ver. La mano fría y espectral seguía sobre mi pecho cuando ya no pude retroceder más.Soy yo Padre.
…
¿Alma?... ¿Espera...Dónde está Danielle?...
Moví mi cabeza hacia todos lados y parpadee confuso. Lleve mis manos hacia mis ojos, ¿Porque estaba vendado? Comencé a remover las vendas, sacándomelas. Pero al hacerlo me quede prácticamente igual que antes.
Que..?
Tienes que calmarte. En breve te recuperaras completamente. Su mano glacial se despego de mi pecho mientras yo fruncía el ceño. ¿Era ella la figura de aspecto infernal que me había sacado de aquella oscura pesadilla?...
El crujido de unos escalones sonó a lo lejos, me gire pese a que no veía absolutamente nada, sintiendo los pasos de una persona adentrarse en la estancia. Sus pasos eran ligeros, su respiración también, pero sus latidos estaban un tanto agitados.
Alma se puso en pie y se dispuso a marchar, pero giró una última vez por lo que sentí en sus pasos. Mire en dirección a donde sentía el suave caminar de Alma, sin poder ver nada más que una mancha más clara al lado de manchas muy oscuras, hasta que finalmente Alma se fue, entrando después de la otra figura, la de corazón palpitante. Aun ceñudo y desconfiado de todo lo que había sucedido me mantuve expectante ante la figura que caminaba en la habitación, mirándole fijamente pues seguía el recorrido de sus pies pese a que no viera nada.
¿Quién eres? La figura se sentó en la cama y por su aroma determine que era una mujer. Sin embargo, algo en esa presencia me hizo sentir que me era familiar, pero no quise fiarme.- Te conozco…
Su silencio fue su saludo y su respuesta. Por lo que aun demasiado turbado por mi encarcelamiento y por la tortura a la que había sido sometido en lo que pensaba que habrían sido breves instantes, me moví en el lecho, queriendo encontrar el borde de la cama. Pero entonces una mano impidió que me moviera haciéndome sentir un gran escalofrío. ¿Y si seguía cautivo ante mi creador? ¿Y si seguía en la trampa?
Dicen que no hay mas ciego que el que no quiere ver. Pero a veces, no hay mas ciego que el que no puede, no quiere, ni puede ver…En esa última categoría estaba yo.
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Localización : Paseando por el techo de casa...
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Re: En busca de la sacerdotiza
"...Dicen que algunas veces en la vida te encuentras con cosas que reconoces, cosas que te llegan muy dentro, cosas que te hacen entender lo que no se puede entender y ver lo que realmente es invisible…
Dicen, que hay algunas veces en la vida en las que la cara y la cruz de la misma moneda se miran a los ojos y entonces el mundo tiembla, porque encuentras el principio y el fin en un solo instante, naciendo y muriendo, amando y odiando. Como si el amanecer saliera y a la vez se pusiera el sol…
Cuando te encuentras en ese momento, la vida se para por completo y es entonces, cuando puedes comprender el abismo de tu propia alma en los ojos ajenos de aquel quien se haya delante de ti…
La hora de tu renacimiento, de tu resurgir. La hora del caos, y de la más profunda y dolorosa de las muertes…"
Negue, comenzando a agitarme, como si me abrumara ante los destellos de recuerdos que de ella emanaban. Intente respirar, pero no logre sosegarme asi que deje de hacerlo y simplemente mirando sus ojos, supe que habia algo que debía ver. Me acerque un poco en la cama hacia su figura. Mis manos estaban aferradas en puños, pero intente relajarme y estirando los dedos de mi mano derecha, la pose suavemente sobre la suya. El calor de su mano traspaso la frialdad de mi piel. Apreté muy suavemente su mano entre la mia antes de cerrar los ojos.
Pasarian unos cuantos segundos antes de que mi cuerpo diera un respingo al ver y enteder aquello que no sabia y que hacia tanto tiempo que habia pasado…
Ni mi magia, ni la de mis hechiceros podían curarla, era como si estuviera atrapada en un mundo ya muy lejano. Enredada entre los brazos del abismo que no la dejaba marchar.
Recuerdo como me puse en pie, desgarrado de dolor. Ordenando con severidad a nuestros hijos que no marcharan de su lado ni descuidaran de ella mientras yo me ausentaba.
La oscura capucha cayo sobre mi semblante mientras mis largos y oscuros cabellos caian sobre mi semblante, mire mis manos y los extraños tatuajes que se alojaban en la piel. Las marcas de los hechiceros de mi nación, las marcas que me identificaban como consejero…Las marcas que mostraban mi identidad y la fidelidad a mi reino. Proferí una blasfemia… Pues en aquel momento habría quemado y calcinado a todo hombre mujer y niño si con ello mi sacerdotisa volvía a respirar y a dormir tranquila.
Mi corazón se corroía por momentos, el rencor por verla asi me hacia sentir impotente y furioso al saber que era mi propio padre el causante de todo aquel mal.
Me subi a la oscura bestia y deje que esta me llevara al lugar que le indique mentalmente, conduciéndome por la tierra, hasta que encontré el mar y me hice llevar por el hacia el lugar mas recóndito del mundo. Un punto al otro extremo de nuestra civilización.
Nuestra cultura hablaba de aquel lugar, del fin del mundo. Indicando que quien iba hacia allí jamás volvia y si lo hacia nunca volvia como quien llego en su inicio…Alli, era donde vivian donde los elementos, allí era donde nacían y se mezclaban, allí era donde la naturaleza reinaba…Alli, en la soledad, allí vivian los espiritus del mundo. Y era alli hacia donde yo iba, porque no habia otra salida.
Aun recuerdo mi asombro al ver el paisaje rocoso, provisto de extrañas neblinas de colores y la selva salvaje en la que habitaban animales que jamás nuestra civilización habia visto.
Pasarian muchas… muchas lunas,hasta que yo logre encontrar el lugar idoneo. Quedandome ahi para conferir dia y noche en un completo trance, a las fuerzas de lo que jamás debe ser llamado. De algún modo, interponiendo mi llamado en un lugar en el que no debía estar, hasta que al fin, casi al borde de mi propia locura las fuerzas de lo desconocido se mostraron ante mi.
Aquellos seres, aterradores y aun asi envolventes y seductores se mantenían alerta, indignados por mi intromisión y deslumbrados por que pudiera llegar a ellos hasta conjurarles. Mi poder les complacía y yo ni siquiera sospechaba porque…
Recuerdo que manifeste mi desolacion, mostrando lo ocurrido. Implore que la salvaran, implore por sus deidades, por mis hijos y por el amor que sentía que se llevaran todo el mal que la acechaba. Pero ellos se negaron. Se negaron una y otra y otra vez…Hasta que logre comprender que el egoísmo de sus propios entes era el que les dominaba. Eso me hacia entender y saber lo que debía hacer.
Los espiritus eran muy egoístas y querían que las almas se consagraran voluntariamente a ellos, y esa…esa fue mi oportunidad. Dotarles de un alma mortal para que lograran su cometido en el mundo de los vivos, en el mundo de lo corpóreo, de lo palpable…
Los extraños entes me atravesaron, inúndandome y el concepto del tiempo desapareció…Ellos me poseyeron un tiempo que no logre comprender, haciendome entender que deseaban un protector para algunos de sus mas puros entes.
Cuando abri los ojos unas llamas azuladas parecían desparramarse por mi piel, mis largos cabellos oscuros ahora eran blancos y ondeaban mientras yo mantenía la cabeza baja, mis ropajes de hechicero y guerrero habían cambiado, mostrándose ahora blancos e inmaculados. Mis armas ya no estaban, mas mis tatuajes habían cambiado, extendiéndose aun mas por mi piel, sentía como si hubieran sido grabados a fuego en mi carne. Acaricie mi nuca. Sentia la hendidura en la piel como si fuera un peso, como si las cadenas invisibles que ahora me ataban salieran de allí, de mi nuca.
Pero nada de eso importaba porque ellos la salvarían…
Pero a cambio de su vida, de restaurar su vida de las malas artes, habían decido tomar la mia, anclarla a ellos para coronarme como el guardian de aquel fuego azul que ahora me rodeaba… Ahora era su esclavo, mis tatuajes asi lo anunciaban. Asi como anunciaban que yo debería proteger a aquellos entes con mi propia vida, sin poder fallar en mi cometido, pues mi voluntad estaba unida a aquellos fuegos fatuos, si ellos eran encarcelados y usados yo lo seria también, por lo que si alguien quería utilizar los dones que de ellos emaban yo seria utilizado también.
Mi destino estaba sellado a cambio de un deseo que se me habia conferido. Y que yo debería conferir a a todo aquel que poseyera a mis entes y se acercara a mi. Esa habia sido mi eleccion, asi habia sido, asi debia ser.
He tenido un sueño muy extraño.
Te perdía, te ibas, y yo cometía una gran locura en nombre de mi amor por ti.
Pero ha debido de ser un solo un sueño, ¿verdad?
Sonreí ante la mentira, irguiéndome poco a poco ante lo que quería creer, pues sabía que no era un sueño. Sabía que lo que había visto al cerrar los ojos había sido mi vida, una lejana vida en la que aquella mujer y yo habiamos compartido tanto.
Mi cabello cayo sobre mi rostro y no lo aparte. No quería mirar los ojos de Eir por temor a lo que vería en ellos.
Me siento avergonzado…
Avergonzado porque no te he buscado, avergonzado porque te conozco y aun asi no se quien eres…
El vaivén de lo que nos rodeaba me hizo saber que estábamos embarcados rumbo a algun lugar. Pero no le tome la importancia necesaria a eso.
Un gran frio me inundo, como cuando era humano, sentí el hielo, como si mi propia piel me hiciera temblar. Me sentía extraño, cual neófito desorientado.
¿Qué ocurrió…? Pude saber que ella se había girado hacia mi para mirarme pese a que yo aun no contemplara su mirar. ¿Qué ocurrió cuando despertaste? ¿Estaban Dagmar y Elijah allí como ordenó... como ordené?...Volvió…¿volví a verte?
Negue con la cabeza, era mi vida y hablaba de ella como si no lo fuera. Pero aquello se debía a que en aquel entonces, la confusión por lo sucedido aun me impedía entender lo que estaba pasando. Por lo que esperé, esperé paciente a que ella pudiera ser mi luz en un momento asi, en el que realmente me hayaba sumido en una profunda tempestad de recuerdos sin nombre.
Dicen, que hay algunas veces en la vida en las que la cara y la cruz de la misma moneda se miran a los ojos y entonces el mundo tiembla, porque encuentras el principio y el fin en un solo instante, naciendo y muriendo, amando y odiando. Como si el amanecer saliera y a la vez se pusiera el sol…
Cuando te encuentras en ese momento, la vida se para por completo y es entonces, cuando puedes comprender el abismo de tu propia alma en los ojos ajenos de aquel quien se haya delante de ti…
La hora de tu renacimiento, de tu resurgir. La hora del caos, y de la más profunda y dolorosa de las muertes…"
…
Cuando sus manos se apartaron de mi rostro, la luz me deslumbro de forma dolorosa al contemplar la estancia, y entonces me sentí asi…Como si naciera y muriera…como si me salvaran y me mataran una y mil veces. Como si hubiera nacido hace siete siglos, para convertirme en un inmortal, viviendo en el infierno durante todos estos años hasta este preciso momento. El momento en que me encontré frente a ella, contemplando aquella mirada. Como si siempre hubiera esperado esa simple mirada, que no decía nada y a la vez lo decía todo. Habia nacido para encontrarme en este preciso momento de la historia y del tiempo. Yo no sabia quien era ella y sin embargo… la conocía. Negue, comenzando a agitarme, como si me abrumara ante los destellos de recuerdos que de ella emanaban. Intente respirar, pero no logre sosegarme asi que deje de hacerlo y simplemente mirando sus ojos, supe que habia algo que debía ver. Me acerque un poco en la cama hacia su figura. Mis manos estaban aferradas en puños, pero intente relajarme y estirando los dedos de mi mano derecha, la pose suavemente sobre la suya. El calor de su mano traspaso la frialdad de mi piel. Apreté muy suavemente su mano entre la mia antes de cerrar los ojos.
Pasarian unos cuantos segundos antes de que mi cuerpo diera un respingo al ver y enteder aquello que no sabia y que hacia tanto tiempo que habia pasado…
….
Eir balbuceaba, profería blasfemias, maldecía, se agitaba y se retorcía de dolor, la inconsciencia y la demencia de unas fiebres malintencionadas la poseían sin dejarla marchar, torturándola a cada segundo de su existencia.Ni mi magia, ni la de mis hechiceros podían curarla, era como si estuviera atrapada en un mundo ya muy lejano. Enredada entre los brazos del abismo que no la dejaba marchar.
Recuerdo como me puse en pie, desgarrado de dolor. Ordenando con severidad a nuestros hijos que no marcharan de su lado ni descuidaran de ella mientras yo me ausentaba.
La oscura capucha cayo sobre mi semblante mientras mis largos y oscuros cabellos caian sobre mi semblante, mire mis manos y los extraños tatuajes que se alojaban en la piel. Las marcas de los hechiceros de mi nación, las marcas que me identificaban como consejero…Las marcas que mostraban mi identidad y la fidelidad a mi reino. Proferí una blasfemia… Pues en aquel momento habría quemado y calcinado a todo hombre mujer y niño si con ello mi sacerdotisa volvía a respirar y a dormir tranquila.
Mi corazón se corroía por momentos, el rencor por verla asi me hacia sentir impotente y furioso al saber que era mi propio padre el causante de todo aquel mal.
Me subi a la oscura bestia y deje que esta me llevara al lugar que le indique mentalmente, conduciéndome por la tierra, hasta que encontré el mar y me hice llevar por el hacia el lugar mas recóndito del mundo. Un punto al otro extremo de nuestra civilización.
Nuestra cultura hablaba de aquel lugar, del fin del mundo. Indicando que quien iba hacia allí jamás volvia y si lo hacia nunca volvia como quien llego en su inicio…Alli, era donde vivian donde los elementos, allí era donde nacían y se mezclaban, allí era donde la naturaleza reinaba…Alli, en la soledad, allí vivian los espiritus del mundo. Y era alli hacia donde yo iba, porque no habia otra salida.
Aun recuerdo mi asombro al ver el paisaje rocoso, provisto de extrañas neblinas de colores y la selva salvaje en la que habitaban animales que jamás nuestra civilización habia visto.
Pasarian muchas… muchas lunas,hasta que yo logre encontrar el lugar idoneo. Quedandome ahi para conferir dia y noche en un completo trance, a las fuerzas de lo que jamás debe ser llamado. De algún modo, interponiendo mi llamado en un lugar en el que no debía estar, hasta que al fin, casi al borde de mi propia locura las fuerzas de lo desconocido se mostraron ante mi.
Aquellos seres, aterradores y aun asi envolventes y seductores se mantenían alerta, indignados por mi intromisión y deslumbrados por que pudiera llegar a ellos hasta conjurarles. Mi poder les complacía y yo ni siquiera sospechaba porque…
Recuerdo que manifeste mi desolacion, mostrando lo ocurrido. Implore que la salvaran, implore por sus deidades, por mis hijos y por el amor que sentía que se llevaran todo el mal que la acechaba. Pero ellos se negaron. Se negaron una y otra y otra vez…Hasta que logre comprender que el egoísmo de sus propios entes era el que les dominaba. Eso me hacia entender y saber lo que debía hacer.
“Un sacrificio a cambio de otro…
Una vida a cambio de otra para vosotros…
Concededme su vida, y yo os dare la mia, mi alma, para que vosotros tengáis una herramienta por medio de la que poder actuar…”
Una vida a cambio de otra para vosotros…
Concededme su vida, y yo os dare la mia, mi alma, para que vosotros tengáis una herramienta por medio de la que poder actuar…”
Los espiritus eran muy egoístas y querían que las almas se consagraran voluntariamente a ellos, y esa…esa fue mi oportunidad. Dotarles de un alma mortal para que lograran su cometido en el mundo de los vivos, en el mundo de lo corpóreo, de lo palpable…
"La desesperación no la salvara…
pero tu alma si…
Confiere tu vida, confiere tu deseo, confiere tu anhelo, confiere tus sueños y nosotros velaremos por ella…y le apartaremos de la muerte…"
pero tu alma si…
Confiere tu vida, confiere tu deseo, confiere tu anhelo, confiere tus sueños y nosotros velaremos por ella…y le apartaremos de la muerte…"
“Mi vida, mi alma, mi pasado, mi presente y mi futuro… Yo os la confiero, que asi sea…
Un sacrificio a cambio de otro…
Una vida a cambio de un deseo…
Un deseo a cambio de la felicidad que se le dará y la vida que se arrebatará.
Que así sea, que así sea por toda la eternidad.”
Un sacrificio a cambio de otro…
Una vida a cambio de un deseo…
Un deseo a cambio de la felicidad que se le dará y la vida que se arrebatará.
Que así sea, que así sea por toda la eternidad.”
Los extraños entes me atravesaron, inúndandome y el concepto del tiempo desapareció…Ellos me poseyeron un tiempo que no logre comprender, haciendome entender que deseaban un protector para algunos de sus mas puros entes.
Cuando abri los ojos unas llamas azuladas parecían desparramarse por mi piel, mis largos cabellos oscuros ahora eran blancos y ondeaban mientras yo mantenía la cabeza baja, mis ropajes de hechicero y guerrero habían cambiado, mostrándose ahora blancos e inmaculados. Mis armas ya no estaban, mas mis tatuajes habían cambiado, extendiéndose aun mas por mi piel, sentía como si hubieran sido grabados a fuego en mi carne. Acaricie mi nuca. Sentia la hendidura en la piel como si fuera un peso, como si las cadenas invisibles que ahora me ataban salieran de allí, de mi nuca.
Pero nada de eso importaba porque ellos la salvarían…
Pero a cambio de su vida, de restaurar su vida de las malas artes, habían decido tomar la mia, anclarla a ellos para coronarme como el guardian de aquel fuego azul que ahora me rodeaba… Ahora era su esclavo, mis tatuajes asi lo anunciaban. Asi como anunciaban que yo debería proteger a aquellos entes con mi propia vida, sin poder fallar en mi cometido, pues mi voluntad estaba unida a aquellos fuegos fatuos, si ellos eran encarcelados y usados yo lo seria también, por lo que si alguien quería utilizar los dones que de ellos emaban yo seria utilizado también.
Mi destino estaba sellado a cambio de un deseo que se me habia conferido. Y que yo debería conferir a a todo aquel que poseyera a mis entes y se acercara a mi. Esa habia sido mi eleccion, asi habia sido, asi debia ser.
...
Abri los ojos y me encontré entonces con el rostro reposando en su regazo, aun manteniendo mi mano sobre la de ella, temblorosa pero firmemente agarrada. He tenido un sueño muy extraño.
Te perdía, te ibas, y yo cometía una gran locura en nombre de mi amor por ti.
Pero ha debido de ser un solo un sueño, ¿verdad?
Sonreí ante la mentira, irguiéndome poco a poco ante lo que quería creer, pues sabía que no era un sueño. Sabía que lo que había visto al cerrar los ojos había sido mi vida, una lejana vida en la que aquella mujer y yo habiamos compartido tanto.
Mi cabello cayo sobre mi rostro y no lo aparte. No quería mirar los ojos de Eir por temor a lo que vería en ellos.
Me siento avergonzado…
Avergonzado porque no te he buscado, avergonzado porque te conozco y aun asi no se quien eres…
El vaivén de lo que nos rodeaba me hizo saber que estábamos embarcados rumbo a algun lugar. Pero no le tome la importancia necesaria a eso.
Un gran frio me inundo, como cuando era humano, sentí el hielo, como si mi propia piel me hiciera temblar. Me sentía extraño, cual neófito desorientado.
¿Qué ocurrió…? Pude saber que ella se había girado hacia mi para mirarme pese a que yo aun no contemplara su mirar. ¿Qué ocurrió cuando despertaste? ¿Estaban Dagmar y Elijah allí como ordenó... como ordené?...Volvió…¿volví a verte?
Negue con la cabeza, era mi vida y hablaba de ella como si no lo fuera. Pero aquello se debía a que en aquel entonces, la confusión por lo sucedido aun me impedía entender lo que estaba pasando. Por lo que esperé, esperé paciente a que ella pudiera ser mi luz en un momento asi, en el que realmente me hayaba sumido en una profunda tempestad de recuerdos sin nombre.
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Fecha de inscripción : 14/08/2011
Edad : 794
Localización : Paseando por el techo de casa...
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Re: En busca de la sacerdotiza
Acaricié el contorno de su rostro ovalado, tensando mis mandíbulas al sentir su tacto suave y duro como una piedra. Jérôme no era así. Su piel guardaba algunas cicatrices de su más que complicada vida terrenal y sus poros solían mostrar cierto rastro de la barba que yo misma le afeitaba cada mañana, sin quedarme nunca impoluta. Aquél rostro imberbe, más joven que el de mi esposo, demasiado duro y sin rasgo alguno que me recordara a Jérôme... me hizo sentir un atisbo de ira. ¿Por qué lo tenía tan cerca y sin embargo lo sentía tan lejos de mí? Quizás eso era porque no me hallaba frente a mi marido. Solamente una parte de su alma continuaba viva en el cuerpo de aquél hombre de cobrizos cabellos y mirada perdida.
- Shhh...- susurré, sosegando el alma inquieta de aquél cuya cabeza aun seguía en mi regazo, cual niño pequeño que despierta de una pesadilla y se siente agitado, buscando la protección materna en mis brazos.- Que no te aflijan estos sentimientos de confusión. Todo irá bien, lo prometo.- añadí, acariciando todavía su rostro, sonriendo cuando su respiración se volvió lenta y pausada, profunda y rítmica.- No. Me temo que han tenido que pasar muchos milenios hasta ver mi despertar.- respondí a sus últimas interrogaciones con voz melosa.- Fui invocada por unas fuerzas malignas que pretendieron acabar conmigo. Por suerte, los guardianes de la Llave y Ánimam estaban allí para protegerme.
Suspiré, negando con la cabeza.
- Deberías descansar.- musité, haciendo ademán de marcharme cuando él me sujetó por los ropajes, impidiéndomelo. Quería saber el final de mi historia. ¿Cómo negárselo? Me mordí los labios, acomodándome de nuevo con él a la vez que acariciaba ahora sus cabellos alborotados.- Dagmar y Elijah siguen dormidos como lo estuve yo hasta hace unas horas, igual que lo está tu propio cuerpo, Jérôme. Por ello ahora navegamos hacia nuestras antiguas tierras, para encontrar a nuestros hijos, para encontrarte a ti y devolverte a la vida completamente. Se fuerte, amor mío, mantente a flote hasta recuperar tu anatomía. No dejes que Jerarld vuelva a reprimirte. Ahora estoy aquí, junto a ti... Yo cuidaré de tu media alma hasta que al fin podamos unificarlas.
La puerta se abrió y Ánimam nos interrumpió. No dijo nada, no fue necesario. Una gran sonrisa iluminó mi rostro y me colmó de alegría.
- Hemos llegado.- anuncié, justo en el preciso instante en el que el barco se anclaba y quedaba inmovilizado a la espera de nuestro descendimiento hasta tierra firme.- Ánimam, por favor, ayuda a la Llave a mantenerse en pie si no puede. Yo iré delante para guiaros.
La Muerte asintió, encaminándose hacia el lecho dónde Jerarld reposaba, cruzándose conmigo cuando yo salí de la recámara y el día me saludaba de nuevo con una brisa fresca y marina que tantos recuerdos me trajo. Miré frente a mí, al paisaje que se erigía ante mis ojos consternados. Sin duda, aquellos eran los retales de mi antigua civilización. Al fin había regresado a la tierra que me vio nacer. Al fin podría reencontrarme con mis hijos. Pronto, muy pronto, me dije, les vería despertar.
- Shhh...- susurré, sosegando el alma inquieta de aquél cuya cabeza aun seguía en mi regazo, cual niño pequeño que despierta de una pesadilla y se siente agitado, buscando la protección materna en mis brazos.- Que no te aflijan estos sentimientos de confusión. Todo irá bien, lo prometo.- añadí, acariciando todavía su rostro, sonriendo cuando su respiración se volvió lenta y pausada, profunda y rítmica.- No. Me temo que han tenido que pasar muchos milenios hasta ver mi despertar.- respondí a sus últimas interrogaciones con voz melosa.- Fui invocada por unas fuerzas malignas que pretendieron acabar conmigo. Por suerte, los guardianes de la Llave y Ánimam estaban allí para protegerme.
Suspiré, negando con la cabeza.
- Deberías descansar.- musité, haciendo ademán de marcharme cuando él me sujetó por los ropajes, impidiéndomelo. Quería saber el final de mi historia. ¿Cómo negárselo? Me mordí los labios, acomodándome de nuevo con él a la vez que acariciaba ahora sus cabellos alborotados.- Dagmar y Elijah siguen dormidos como lo estuve yo hasta hace unas horas, igual que lo está tu propio cuerpo, Jérôme. Por ello ahora navegamos hacia nuestras antiguas tierras, para encontrar a nuestros hijos, para encontrarte a ti y devolverte a la vida completamente. Se fuerte, amor mío, mantente a flote hasta recuperar tu anatomía. No dejes que Jerarld vuelva a reprimirte. Ahora estoy aquí, junto a ti... Yo cuidaré de tu media alma hasta que al fin podamos unificarlas.
La puerta se abrió y Ánimam nos interrumpió. No dijo nada, no fue necesario. Una gran sonrisa iluminó mi rostro y me colmó de alegría.
- Hemos llegado.- anuncié, justo en el preciso instante en el que el barco se anclaba y quedaba inmovilizado a la espera de nuestro descendimiento hasta tierra firme.- Ánimam, por favor, ayuda a la Llave a mantenerse en pie si no puede. Yo iré delante para guiaros.
La Muerte asintió, encaminándose hacia el lecho dónde Jerarld reposaba, cruzándose conmigo cuando yo salí de la recámara y el día me saludaba de nuevo con una brisa fresca y marina que tantos recuerdos me trajo. Miré frente a mí, al paisaje que se erigía ante mis ojos consternados. Sin duda, aquellos eran los retales de mi antigua civilización. Al fin había regresado a la tierra que me vio nacer. Al fin podría reencontrarme con mis hijos. Pronto, muy pronto, me dije, les vería despertar.
Éir- Hechicero Clase Baja
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Fecha de inscripción : 11/08/2013
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