Eternal Souls | Libre

Nada entretenía más a la bruja que el reclamar almas y, dado que la muerte siempre se encontraba en horas de trabajo, era cuestión de tiempo – y paciencia – para hacerse con ellas. Finalmente, aquélla mujer que había llegado hasta su recién abierto negocio desesperada por salvar la vida de su hija, ocuparía lugar en el estante, como una más de sus muñecas especiales. El sonido de sus pasos y las pisadas del gato negro que le acompañaba, que no era otro más que su amante el cambiaformas, fue opacado por el retumbar de un relámpago. Las gigantescas copas de los árboles hacían imposible que pudiera echar un vistazo al negro manto, pero de vez en cuando, el resquicio de luz se filtraba por entre las hojas, permitiéndole tener una mejor vista. No había recorrido los bosques lo suficiente como para no perderse pero, era evidente; que esa no era ni sería, una de sus preocupaciones. Krina cavilaba para sí misma. Todos sus pensamientos dirigidos en una sola dirección: encontrar el lugar donde habían asesinado a aquélla mujer santurrona. Francesca había sido uno de sus primeros clientes desde su llegada a Paris. Su desesperación había sido tal que, de no poseer un pútrido corazón, seguramente habría dejado la sonrisa y el aburrimiento a un lado para escucharle ‘con más atención’. Afortuna o desafortunadamente – dependiendo del cristal por el que se mirase – ella no sería ni la primera ni la última que vendiera su alma para preservar la vida de un ser amado. Lo cuál le resultaba tremendamente estúpido.

Si ellos supiesen lo que realmente significaba pactar con su alma, se lo pensarían dos veces. Pero la bruja no había tenido éxito, ni era conocida, por su nobleza; así que no sería quien se los dijera. Además, ese tipo de transacciones eran las más sencillas. O al menos para ella eran ¡un viejo y sucio truco! Los hechizos no eran eternos, tenían una fecha de caducidad, sin importar cuán poderoso el brujo era. “¿Esa es la mentira que te cuentas? Porque incluso si pudieras mantenerlo en funcionamiento, no lo harías.” Sonrió ante su reprimenda. Antes de que aquélla triste mujer saliera con la pócima que mejoraría a su hija solo por un par de noches, había recibido un pequeño pentagrama de cabeza en la muñeca, señal que la marcaba como suya. Cuando su cuerpo expirara, su espíritu vagaría hasta que ella le encontrara, lo cual era muy sencillo. Los muertos podían ser muy útiles para enterarse de todo tipo de acontecimientos. Nadie escapaba de la mira de ella, del Ojo Que Todo Lo Ve. Krina tenía el poder para arrancar los espíritus de todas sus muñecas y marionetas para que buscaran aquello que le pertenecía. Sin embargo, esa vez no había sido del todo necesario. Tres de sus espíritus y habían encontrado a Francesca. Ahora todo lo que tenía que hacer era llegar hasta ella.