660 años – aparenta 30 | Vampiro | Clase Alta | Heterosexual | Inglesa |
- Un humilde comienzo (1.140 D.C. – Algún lugar cerca a Exeter, Inglaterra):
El dolor se intensificó hasta el punto en que se vio obligada a sacar las manos del agua helada. Observó la arrugada y agrietada piel deprimida por su lastimoso estado. Una mirada furtiva hacia la cesta, un suspiro de resignación y un respingo al sentir el agua fría nuevamente envolviendo sus extremidades. Quedaban demasiadas prendas por lavar como para poder darse el lujo de detenerse a descansar. O cumplía o no le contratarían más, perdería el pago del día y las puertas del invierno amenazaban con demasiada cercanía como para poder tomar una decisión semejante con tranquilidad. Era su labor, era su destino. Al igual que fue el de su madre y el de su abuela. Una línea materna de humildes lavanderas en una insignificante aldea eclipsada por la fructífera Exeter. En su juventud se había planteado muchas veces alternativas para aquella patética existencia, pero todas habían agonizado y muerto en manos de la cruda realidad. El hambre dolía más que la tristeza por no querer servir a otros. El frio atenazaba más que la humillación de tener que suplicar por el honor de retirar la porquería de las prendas de otro.
Ahora ya no tenía ninguna otra alternativa. Había superado la edad promedio en la que las mujeres conseguían marido. Para ese momento ya debería contar con al menos dos críos, en su lugar solo la acompañaba una triste y famélica gallina. Su madre había fallecido el invierno anterior. Resultaba imposible que sus débiles pulmones resistieran las bajas temperaturas y su cuerpo agotado reclamaba el descanso final. Su partida fue un golpe cruel pero ella se conformaba con creer que donde estuviese estaba mejor que arrodillada sobre una piedra a las orillas del río. A su padre no le había conocido. Eran pocos los hombres que decidían rebajarse a compartir el lecho nupcial con las más pobres entre las pobres. Tampoco le hacía falta. Dudaba de que la presencia paterna le hubiese conferido algún tipo de beneficio.
En realidad no había razón para perpetuar aquella existencia. Y aun así se levantaba todos los días, luchaba contra las dolencias diarias, una a una, soportaba las burlas y las humillaciones, reía cuando era oportuno hacerlo y finalmente se acostaba sola en el modesto colchón de paja. Era ese momento tal vez el que más odiaba. Nunca apreció la soledad y cada noche prometía dar lo que fuese solo por contar con un torso al cual aferrase hasta que la luz inundara de nuevo el mundo.
Ese día era como cualquier otro. Para cuando el gallo cantó ella ya se había incorporado y se encontraba trenzando su cabellera para que no le estorbase. Picoteó un trozo de pan duro y seco y bebió medio tazón de agua. Arrojó algunos granos al ave, apesadumbrada porque el animal desayunase mejor que ella, pero era la única manera de que tuviese algo de carnes que sacarle durante el invierno. Luego tomó la cesta, se calzó los incómodos suecos y salió en busca del sustento diario.
Ya había anochecido. La femenina silueta se desplazaba con la cabeza gacha por las embarradas calles hacia su morada cuando el replicar de las campanas la sobresaltó. No era hora para el llamado a la celebración de la santa misa por lo que el sonido solo podía significar una cosa: la aldea sería atacada. Había pasado 5 años desde la muerte del Rey Henry I. Cinco largos años de enredadas confabulaciones por la corona de un reino en crisis. Tales acontecimientos no tendrían porque transcender más allá de rumores entre la gente humilde, pero la lucha por el derecho a gobernar Inglaterra no solo se adelantaba en las cortes y en los bailes. Se había desplazado al campo. Al parecer algunas facciones confiaban más en la sangre y el acero que en la sutileza de la política. Lo peor era que, mientras las dos cabezas líderes enfrentadas se concentraban en sus estratagemas, muchos nobles de bajo rango aprovechaban para lucrarse en medio de la anarquía dedicándose a invadir y saquear. No había razón alguna para que la Emperatriz Maud o el Conde Stephen se molestaran en atender pequeñas revueltas en aldeas y pueblos pequeños y era bajo la capa protectora de este desentendimiento que muchos inocentes morían mes a mes. Y ahora era el turno de la aldea en la que vivía Daphne.
El pánico cundió con rapidez. La gente corría y gritaba, tratando de salvar mercancía o animales, buscando a sus familiares o simplemente intentando encontrar un lugar donde esconderse. Daphne permaneció estática unos segundos observando el desconcierto que se desarrollaba a su alrededor e indecisa sobre qué hacer. Pronto los gritos fueron superados por un sonido mucho más ensordecedor y atemorizante, el galope de decenas de caballos. Una antorcha voló no muy lejos de donde ella se encontraba, aterrizando en uno de los mucho tejados de paja del lujar. Por un momento pareció que todos los ojos se concentraban en ese punto brillante. La respiración de Daphne se interrumpió mientras veía como el fuego ganaba intensidad rápidamente y crecía conforme saltaba de tejado en tejado. Pronto todo su campo visual se encontró salpicado por llamas y humo. Donde mirase se desarrollaban escenas de completo horror. Aldeanos quemados, gente que conocía desde niña, hombres en armadura, algunos a lomos de caballo y otros a pie, masacrando sin piedad a los hombres de la pequeña comunidad, algunos otros atrapando a las jóvenes y ultrajándolas justo en el sitio.
El horror le impedía moverse y aún sostenía la canasta entre sus brazos cuando sus ojos se posaron en un caballero que le observaba a la distancia. Montaba un magnifico semental gris plomizo. Su armadura era mucho mejor que la de muchos de los caballeros que había visto masacrando a su gente pero éste no llevaba yelmo alguno. Sus negros cabellos se agitaban al viento y el fuego circundante le profería un brillo sobrenatural a los ojos oscuros. Sintió como una mano le tomaba con fuerza por el brazo y la halaba sacándola del hechizo – Apresúrate hija, hay que refugiarse en la iglesia – miró desconcertada antes de reconocer a quien le hablaba. Entonces asintió con la cabeza, arrojó la canasta al suelo y corrió tras el monje. Sin embargo algunos metros adelante un caballo les cortó el paso y el primer grito de Daphne resonó mientras una afilada espada caía sobre la cabeza del monje, partiéndola en dos como si de una fruta madura se tratase.
Dio media vuelta dispuesta a alejarse de la dantesca escena pero un golpe en la espalda le hizo perder el equilibrio y chocar con el suelo. El fuego que ardía por doquier le alcanzó la mano izquierda achicharrando la encallecida piel y obligándola a rodar por el suelo hasta quedar boca arriba. Entonces le vio. El mismo caballero que la observaba antes se inclinaba ahora con una sonrisa que destilaba maldad. La mataría, podría leerlo en sus ojos, pero antes la violaría. No había sufrido tanto para terminar así, no al menos sin pelear. Estiró nuevamente la mano quemada en un desesperado intento por encontrar algo con que defenderse. Su mano se cerró sobre lo que parecía leño y, sin pensarlo dos veces, lo descargó con fuerza sobre la cabeza del hombre. Para su fortuna y espanto, el leño también estaba ardiendo por lo que el fuego encendió rápidamente la negra cabellera y se esparció, a continuación, por la tela que sobresalía bajo la armadura. Libre de su captor se levantó y corrió buscando el camino hacia la iglesia pero un par de manos fuertes la inmovilizaron antes de que lograra su cometido.
– Tanto valor, tanta pasión, tanta belleza… sería una pena desperdiciarlo ¿no lo crees? – el olor a carne y cabellos quemado invadieron sus fosas nasales provocándole nauseas. No necesitaba girar para saber quien le había atrapado. Cerró los ojos esperando que su muerte fuera rápida y solo alcanzó a sentir un dolor punzante en el cuello antes de que la inconsciencia la envolviera.
- Besando a la muerte y perdiendo el aliento (1.220 D.C. - York, Inglaterra):
- ¿Podrías terminar con eso de una vez? – la pregunta tomó por sorpresa al vampiro quien en ese momento aferraba a la joven y asustada humana por la cintura. Daphne observaba a la pareja semi-recostada en la cama con expresión displicente. Un aire de apatía se había instalado en el aura de la vampira desde hacía más o menos una década. Y si bien su compañero se esforzaba por complacerla, día tras día la tarea se tornaba más complicada. Sergey suspiro antes de clavar sus colmillos en el cuello de la joven y finalizar prematuramente con un juego que había encantado a la vampira durante muchos años. El cuerpo sin vida se deslizo hasta el suelo. Era una humana muy atractiva. Poseía una espesa cabellara color caoba, buenas curvas, piel perfecta y rasgos fuertes pero femeninos. Justo como le gustaban las féminas. Su sangre tampoco había estado mal. Limpio con el dorso de su mano una fina línea de sangre que corría con su barbilla. Luego aparto el cuerpo de su camino con un leve empujón de su pie. No importaba que tan atractiva hubiese sido, no podía compararse con la vampiresa que le espera medio desnuda entre las pieles de lobo.
Habían pasado 80 años desde la noche en que transformó a la humilde lavandera en una fantástica criatura sobrenatural y, desde ese momento, siempre estuvieron juntos. Él la calmó y consoló, se armó de paciencia para explicarle lo que le había sucedo, para que comprendiera que ahora era un ser diferente con diferentes necesidades. Durante los primeros meses se dedicó a ganarse su confianza y, poco a poco, a conquistar su afecto. Luego le transmitió los conocimientos que tenia para que pudiese sobrevivir. Le enseño a pelear y a identificar otras criaturas de la noche. Le demostró como cazar y camuflarse en la sociedad. A recopilar riquezas y a vivir en medio del confort. También le enseño a leer y a escribir, invocó en ella el interés por la lectura, la música, al pintura y los bailes. Ella resultó ser una alumna aventajada una vez se sobrepuso del impacto inicial. Ahora la amaba y su ilimitado tiempo le parecía poco ante todos los placeres que deseaba obsequiarle.
También era una excelente alcahueta para sus juegos crueles y macabros. Tenía un don especial para desenvolverse en la maldad y solía ser tan ingeniosa al momento de alimentarse que pronto se convirtió en una especie de competencia el saber quién podía desarrollar la idea más retorcida para con sus víctimas. Recorrieron en país estableciendo poco más de 10 años en cada lugar. Su último destino había sido York, una ciudad en crecimiento que proporcionaba un sinfín de vidas anónimas, y otras no tanto, con las cuales satisfacer el apetito de ambos.
Sergey se arrodilló en la cama, desplazándose como un animal al acecho sobre su presa. Un casto beso sobre los labios rellenos le confirmó que algo andaba mal. Ella permaneció quieta, sin reaccionar ante el beso pero mirándole fijamente con dureza. No quería preguntar, sospechaba cual sería la respuesta y eso le partía el corazón, si es que aún poseía alguno. Tocó la palma extendida de ella, la que había resultado quemada durante su primer encuentro y sonrió para sí - ¿Qué te parece tan gracioso? – preguntó ella curiosa pero sin llegar a sonreír. – Recordaba cuando nos conocimos. Por poco me calcinas y ni te importó quemar tu propia mano – rio ligeramente – Ni en mis alocados sueños podría haber imaginado que una humana indefensa y asustada podría intentar achicharrarme y por poco salirse con la suya– las cicatrices de ambos habían desaparecido mucho tiempo atrás, por supuesto, solo les quedaban los recuerdos. Esta vez ella sí sonrió ¿Y que se suponía que hiciera? ¿Dejar que me violaras y masacraras sin oponer resistencia? – bromeó y por una fracción de segundo él vio la antigua chispa en sus ojos. Ambos sabían que si no hubiese sido por esa acción desesperada ella habría muerto irremediablemente. Pero su resistencia y coraje habían atraído al vampiro y solo por eso podían ahora hablar al respecto. Ella levantó la mano y le acarició el rostro –Te voy a extrañar – y con esas pocas palabras consiguió que un vampiro de aproximadamente 500 años se encogiera temeroso.
A la noche siguiente ella se había ido. Un beso apasionado, la promesa de volverse a encontrar en el futuro y una apresurada despedida fue todo lo que le quedo.
- Un futuro incierto, pero ciertamente despreciado (1.600 Bamberg, Alemania):
Ningún alma podía ser tan ingenua como para pretender que la vida resultaba sencilla. No importaba la clase, no importaba la especie, todos tenían que luchar para sobrevivir aunque era indiscutible que para algunos el camino siempre resultaba más tortuoso. El pequeño cuerpo no pesaba nada entre sus brazos. Podía sentir como se estremecía al compas de los sollozos. El rostro húmedo se escondió momentáneamente entre su cabello. Apretó suavemente el cuerpecito mientras evitaba que la multitud le maltratara en su afán por alcanzar un buen lugar para la función. Las charlas y risas empezaron a menguar hasta que la plaza quedó en completo silencio. Las cabezas giraron y ella siguió la dirección hasta que observó una fila de figuras que avanzaban hacia la pila de madera previamente preparada. Un hombre religioso cargando una cruz de plata abría la procesión, tras él caminaban otros religiosos de menor rango con antorchas que iluminaban el camino y, finalmente, dos mujeres encadenadas.
No necesitaba de su visión vampírica para reconocer a Emma. Incluso con su cabeza rapada y las evidencias de tortura en su cuerpo. La cabeza de Agatha giró y contempló a su madre mientras los inquisidores proclamaban la sentencia. Ambas brujas perecerían en la hoguera y sería el fuego quien purificara sus espantosos crímenes. La otra mujer condenada cayó de rodillas rogando clemencia y jurando inocencia. Emma permaneció de pie, mirando altiva y reprobatoriamente al inquisidor que se había encargado personalmente de sus sesiones de “confesión”. Daphne sonrío. Siempre le gustó aquella mujer. Desde que se instaló en la ciudad la había mantenido cerca. Se trataba de una bruja verdadera, por supuesto. Una mujer con habilidades superiores a las de los humanos promedio que utilizaba sus poderes para curar a los enfermos y ayudar a todo aquel que lo solicitase. Era una completa estupidez que malgastara así su tiempo, ella se lo había dicho, pero Emma poseía uno de los caracteres mas dulces y al mismo tiempo fuertes que la vampira había conocido. ¿Y cómo le pagaba la comunidad su devoción? Arrojándola a las llamas purificadoras entre gritos y ofensas.
Muchos eran los caminos que habían transitado desde la noche en que abandono a su compañero y creador. Recorrió incontables pueblos y aldeas antes de atreverse a abordar un barco que la llevase hacia nuevas tierras. Sus pies la guiaron por toda Europa, aprendiendo idiomas, conociendo culturas, enriqueciendo sus conocimientos sobre las criaturas del mundo y encontrándose a sí misma. No lamentaba ninguno de los años que había compartido con Sergey pero en la soledad de su peregrinación finalmente vislumbró que su conducta había sido dictada por lo que él deseaba. Una vampiresa mortal y despiadada, con inclinación por la malevolencia y el desprecio por cualquier tipo de vida. Esa no era ella en realidad. Aunque se tratase de una faceta de su personalidad que no le desagradase del todo, en realidad tenía mucho más para ofrecer. Comprendió, por ejemplo, que podía resultar tan interesante hablar con un humano inteligente como conseguir que este gritara de dolor hasta que suplicara por la liberación de la muerte; que existía un gusto oculto en la forma en que la naturaleza se desarrollaba; que el paso del tiempo solo alteraba superficialmente a los seres; que las sociedades crecían y caían sin aprender de sus propios errores; que le gustaban los niños, y no precisamente para comérselos; que la moda le resultaba tan tentadora como el retornar, de hito en hito, a las costumbres básicas de las clases menos favorecidas; que el individuo era inteligente pero la masa estúpida e ignorante y que, sin importar el temor hacia un castigo divino, la humanidad hacia alarde de una inagotable capacidad para la crueldad.
Uno de los soldados tomó por el brazo a Emma, empujándola hacia el asta que se alzaba en la mitad de la pira. Daphne observó impasible como ataban a la mujer y luego encendían un pequeño fuego que rápidamente cobró fuerza. La pequeña empezó entonces a lanzar alaridos que acompañaban los de su madre y a sacudirse con fuerza entre los brazos de la vampira buscando que ésta la soltara. Las personas en derredor miraban a la niña con una lástima tan pasajera como falsa. Ninguno de los movimientos pudieron hacer que la vampira la soltase así que la criatura finalmente se venció, enterrando nuevamente la cabeza entre el cabello oscuro y llorando desconsoladamente. Finalmente los gritos de Emma cesaron. El humo había invadido sus pulmones y, aunque su cuerpo sufrió fuertes quemaduras, la muerte en realidad le había sobrevenido por asfixia. Daphne sentía el sabor metálico de la ira en su boca. No podía salvar a la bruja ante la multitud pero se encargaría de que sus captores pagaran con carne y sangre. Agatha permanecería consigo, había prometido a su madre que la tomaría bajo su custodia y no pensaba romper su promesa.
Tan solo unas semanas después Agatha se encontraba camino a España, junto con algunos de los sirvientes más fieles de Daphne y las posiciones y riquezas que se negaba a abandonar. Ella, por su parte, tendría que hacer el camino de una manera diferente, pero siempre cerca y vigilando que la pequeña llegase sin daño alguno a su destino. Se sentía feliz de abandonar la supersticiosa Bamberg pero estaba segura de que el mito de “la venganza de la bruja” seria contando por muchas generaciones antes de perecer en el olvido. No resultaría fácil que la multitud no cuchicheara sobre las horrorosas muertes que habían encontrado el inquisidor, los acusadores, los demás religiosos e, incluso, los soldados que habían llevado a la hoguera a Emma, la vampira se había encargado personalmente de ello.
- Buscando la manera para encontrar el lado oscuro de la luna (1.799 Paris, Francia):
Un espíritu curioso es el mejor aliado para quien posee una infinidad de años bajo sus pies. De otra manera el tedio y la monotonía de la existencia que decida llevarse, sea por medio de la crueldad o de muerte piadosa, llevara, invariablemente, a la desesperación. Daphne creía profundamente en ello. Adoraba la vida, se regodeaba en poder despertar cada noche y encontrarse con algo nuevo que despertara su interés en despertar a la noche siguiente. Por eso estaba en una búsqueda constante. Buscaba arte, buscaba música, buscaba conversaciones interesantes, belleza e incluso, enfrentamientos que le mantuviesen activa.
Había deambulado suficientes años por Europa como para plantearse un nuevo objetivo. Las opciones eran amplias pero era el llamado “nuevo mundo” el que más la atraía. Resultaba ser una empresa delicada de planear. El viaje en barco seria largo y los detalles de mantener su presencia en el anonimato resultaban un poco engorrosos. No le atraía especialmente la idea de alimentarse de ratas y otras plagas pero tampoco podía ir dejando viajeros desangrados sobre la cubierta del barco. Podía alimentarse sin matar, había aprendido el truco mucho tiempo atrás, pero la muerte formaba parte de su existencia y le fastidiaba la idea de tener que negarse ante el placer esporádico de causar una muerte dolorosa y extravagante. España le había cautivado y durante los últimos 200 años se había dedicado a recorrerla y conocerle. Sin embargo siempre retornaba a su morada principal, una inmensa casona de piedra ubicada en la antigua Toledo.
Lamentaba profundamente tener que abandonar objetos preciados pero que representarían un peso inaceptable para tal travesía. Afortunadamente planeaba contar con el acompañamiento de cuatro de sus sirvientes, justo de aquellos que conocían su condición. Le alegra, en especial, poder permanecer cerca de Melissa, la descendiente directa de Emma y de Agatha. La que fuese una niña asustada entra sus brazos se había convertido en una vivaracha y leal mujer. Ella la hubiese criado como a una hija, se trataba este de un deseo que crecía oculto en su corazón y mente, pero ella posea el orgullo de su madre y había decidido que la única manera en que aceptaría permanecer con Daphne era si esta la contrataba como parte de su servidumbre. Se había convertido en la administradora de sus moradas principales hasta que el puesto fue ocupado por su hija mayor. Desde entonces se había constituido esto como una tradición. Cada hija mayor obtenía el puesto mientras su madre, y abuela si era el caso, se jubilaban y terminaba sus días en paz y tranquilidad como un huésped de la vampira. Los demás hijos que tuviesen las mujeres, por desgracia, debían abandonar el lugar. Solo entre las hijas mayores se transmitía el secreto de su ama y solo ellas eran las elegidas para permanecer a su lado. Ahora Melissa partiría con ella hacia esa tierra prometedora. Su madre, Clara, se quedaría en España dada su edad y estado de salud.
Todo estaba preparado y listo pero una misiva detuvo los planes de improviso. Un viejo conocido le escribía a Daphne contándole parte de sus aventuras en un convulsionante Paris. Entre las frases emotivas encontró la vampira una que le impidió embarcarse a mar abierto. Al parecer existían rumores sobre la presencia de un antiguo vampiro ruso en la ciudad. Su amigo no le había visto en persona pero confiaba plenamente en sus informantes y, por las descripciones, no podría tratarse de otro que más que de Sergey. ¡Como ansiaba verle! Una luz de esperanza creció en su interior y, no bien se enteró de la noticia, dio la orden para que iniciaran unos preparativos diferentes. Un viaje no tan largo y mucho menos peligroso hasta Paris. Una avanzada, en la cual participaría Melissa, sería la encargada de encontrar una morada apropiada mientras ella terminaba con algunos asuntos pendientes en España. Si bien no había buscado con ahínco a su creador, durante todos esos años había soñado con un reencuentro. ¿Cómo la vería? ¿Aceptaría su nuevo carácter, su nuevo estilo de vida? ¿Habría cambiado él?
Durante un año después de su llegada le busco sin éxito. Esto significó un golpe para su estado de ánimo volviéndola un poco taciturna y violenta. En realidad había albergado la esperanza del reencuentro y odiaba verse frustrada en sus empresas. Pero, una vez se repuso parcialmente, pudo empezar a apreciar la ciudad y sus habitantes con un poco más de objetividad. Paris había cambiado mucho desde su última visita hacia más de 300 años. Ahora era una ciudad en constante crecimiento, bulliciosa y luminosa. Llena de pasiones y vida… y muerte. Un lugar que atraía a mas inmortales de los que se había encontrado nunca y en la que merodeaban muchas más criaturas sobrenaturales. Los humanos también resultaban encantadores. Tan gentiles e inocentes y al mismo tiempo desconfiados y perversos. ¡Ah, un lugar perfecto para pasar una temporada! Después de todo el nuevo continente no se movería de donde estaba, bien podría esperar algunas décadas a que se decidiera nuevamente a partir.
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Habilidades/Poderes | Descripción psicológica |
Habilidades: Sigilo, sentidos aumentados, buenos reflejos, agilidad, flexibilidad, velocidad y fuerza sobrehumana.
Atributos: Colmillos afilados, piel y cuerpo resistentes (aunque suave al tacto y a la vista).
Poderes: Sanación acelerada: Habilidad para sanar rápidamente heridas y contusiones no tan graves.
Percepción del aura: Habilidad para ver las auras de otros seres, cuyos colores indican su humor, identidad y nivel de hostilidad, de este modo saben si están bajo amenaza. Este poder también les permite reconocer a otros vampiros e identificar a los licántropos gracias a su aura colorada y su característico olor.
Persuasión: Habilidad para controlar las acciones o el razonamiento de otra persona. Este poder logra que otras personas realicen acciones, sin que éstas puedan negarse o incluso darse cuenta, mediante palabras con entonación imperativa, es decir, ordenándolas.
Fortaleza: Capacidad de resistencia extrema al dolor físico.
Ilusión: Capacidad para alterar la relativamente la realidad por medio de alguna ilusión, algo no real para confundir a las personas. . |
| Es una criatura activa y curiosa. Habladora, soñadora y carismática. También sarcástica y acida cuando se lo propone pero este resulta ser un juego que solo es satisfactorio con un rival que este a la altura del mismo. Cuida de sus empleados, en especial de aquellos que son descendientes de Emma, y no escatima ningún gasto cuando de su bienestar se trata. Con esto garantiza, no solo su calidad de vida, sino también su lealtad. Su genio es muy estable. Atribuye este hecho a que durante sus primeros años de vampira permitió que la fogosidad y la ira salieran sin ningún tipo de restricción. Ahora es más vieja y más sabia, por lo que mantiene fuertemente agarradas las riendas de la furia y el descontrol. Sin embargo, cuando los acontecimientos la superan, se transforma en un ser completamente voluble e incontrolable. No requiere llegar a ese estado para ser cruel o diabólica, simplemente es otra faceta de su existencia que explota cuando lo cree conveniente, disfrutando de ella pero sin abandonarse ciegamente a la misma.
Trata de vivir la vida vampírica sin ataduras. Una velada puede comportarse con los gustos, encantos y finura de la realeza y a la siguiente deambular por los barrios más bajos luciendo como una andrajosa o una desquiciada. Es en los extremos donde existe la variedad y en la variedad la saciedad a su constante necesidad de experimentar nuevas sensaciones. De la misma manera sus modales cambian dependiendo el lugar y el aspecto que intente representar. Le gusta colocarse en la posición de otros y experimentar ver la vida a través de nuevas perspectivas.
No considera a ninguna criatura como demasiado inferior para ser tratada. No le interesa la diferencia de especies, para ella da lo mismo que seáis un vampiro, licántropo, cambiaformas humano, brujo o el hada verde del ajenjo, solo existen dos diferencias relevantes: quien le agrada y quién no y que tanta sed tenga en ese momento del encuentro.
Por lo general le gusta conocer a sus víctimas mortales. Considera que es un completo desperdicio simplemente arrebatar la vida desde el punto de vida físico. Para ella es importante primero exprimir y obtener todo lo que esa existencia haya significado, sus conocimientos, sus deseos, sus gustos, no solo se trata de apurar una copa de vino, también hay de disfrutar de su olor, su aspecto, su movimiento y color. Luego solo queda arrojar la copa vacía sobre el hombro y darse a la búsqueda de un nuevo bouquet. |
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• Es ambidiestra • Respeta a los trabajadores, especialmente a los de clase baja • Habla y escribe en varios idiomas • Adora a los niños • Le gusta la música y sabe interpretar varios instrumentos a la perfección pero prefiere degustar la música como simple espectadora • Siempre ha deseado aprender a pintar aunque se reconoce como un fracaso en la materia • Nunca regresó a Inglaterra
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