Daphne McQuoid

Datos

Nombre: Daphne Isabelle McQuoid.
Edad: 22 años.
Especie: Humana.
Tipo de clase social o cargo: Clase Alta.
Orientación sexual: Demisexual.
Lugar de Origen: Somerset, Inglaterra.

Personalidad

Nunca me ha resultado sencillo comunicarme con otras personas, y mucho menos cuando se trata de una plática que verse sobre mí. Me cuesta, de sobremanera, poder expresar mis quejas con facilidad; admiro a aquellos que pueden hacerlo y no se les dificulta. Aunque de chica, según recuerdo, solía ser mucho más alegre y extrovertida, lo cierto es que, con el tiempo, me he vuelto una persona muy retraída, a la que no le es nada fácil entablar largas conversaciones con otros. He preferido guiarme siempre por lo justo y lo necesario, pues, tengo que confesarlo, temo decir algo que vaya a causar alguna emoción negativa en otros. Aun así, no niego que en varias ocasiones lo he hecho, porque, desde mi adolescencia, hay impulsos que no logro controlar del todo; tal vez porque la adrenalina me supere, o quién sabe. Sin embargo, que no sea esto muestra de cobardía de mi parte, sólo es un pequeño ejemplo de mi complicada personalidad.

Mi tía comenta que, a pesar de ser una chica muy callada, está segura que dentro de mí hay un mar en furia. No la contradigo, sé que tiene razón. Simplemente, y a causa de todos los problemas que me aquejan últimamente, he optado por considerar el silencio como mi mejor amigo; hace unos meses me desahogaba con Albert, pero desde que se dejó sofocar por el juego, prefiero no abrirme a él de nuevo, aunque me hiera en el alma. Tal vez tiendo mucho a pensar más en los demás que en mí misma y eso no es algo que considere un defecto; ya sé, podría juzgarlo como un acto masoquista, en eso concuerdo con muchos. Sin embargo, ¿por qué querer cambiar parte de mi esencia? Nadie es perfecto y es preferible ser uno mismo que fingir ser otra persona, aunque muchas situaciones te orillen a tomar acciones que vayan en contra de tus principios.

Aunque tiendo a ser empática con los demás, suelo cerrarme cuando veo que intentan invadir mi territorio. Soy bastante huraña y no me agrada que me estén presionando demasiado, y menos cuando no hay confianza. También, eso genera una terrible inseguridad en mí; no me agrada molestar a otros con mis problemas, a pesar de que siempre me ofrezco a tenderles una mano a los demás.

No quisiera explayarme mucho, pues si trato de abarcar todos los detalles sobre mi carácter, no acabaré nunca. Repito, tengo una personalidad compleja; tengo mis altos y mis bajos. Tal vez me he hundido mucho en la mísera soledad que me agobia y me he decepcionado más del mundo que me rodea; odio tener que lidiar con estos males, pero también busco la manera de hallar alguna cura a este mal. Amo los días de primavera, tanto colorido me hace sentir mejor conmigo misma, quizá porque una parte de mí se ve reflejada en esa estación, mientras que otros fragmentos de mi genio pueden ser tan nostálgicos como el otoño y álgidos como el invierno más hostil.

Todos vivimos rodeados de sombras y luchamos por escapar de ellas; a veces nos alcanzan para hundirnos en la tristeza. Sólo soñamos con ese rayo de luz y esperanza que nos espera al final de ese condenado viaje a la locura. Yo no sé en qué parte de ese viaje estaré, o, ¿será que me hallo ya al fondo de ese túnel oscuro? Aún soy joven, pero presiento que mi vida será corta o sólo es un temor pasajero. Quisiera averiguarlo.

Historia

No pretendo ahondar demasiado en esta historia, apenas he vivido un poco más de veinte años y contar muchos detalles sobre mi infancia no es necesario, sólo me iré a lo importante, a aquellos recuerdos que han sido verdaderamente significativos para mí. Esas experiencias que han marcado gran parte de mis memorias. Pretendo dejar en estas notas un fragmento de mí, pues creo que moriré joven, no hallo más consuelo que escribir este capítulo de mi diario; las demás páginas son pura banalidad.

No recuerdo el día de mi alumbramiento y creo que es algo que todos ignoramos, lo que sé, es por mis padres, quienes, en algún momento, hablaron sin cesar de ello. Sería en una mañana de primavera, fui la última de cuatro hermanos y la única niña; quizás, por eso, es que me convertí en el centro de atención de mis tres hermanos mayores. Sigmund, Ludovic y Klaus cuidaban de mí a todas horas, pero más los dos mayores, pues la diferencia de edades entre Klaus y yo es escasa, aun así, siempre se esmeró en convertirse en un héroe para mí, y sí que lo hizo. Mi familia era unida, más que cualquier otra. El abuelo Lothar siempre pasaba largas temporadas con nosotros, y recuerdo que solía contarnos cuantiosas historias sobre caballeros medievales, órdenes secretas y leyendas que no han muerto, sino, han quedado grabadas en la sangre de toda una estirpe. Los McQuoid descendemos de ellos.

Explicar con exactitud lo emocionante de tales leyendas no me es posible, es, tal vez, muy fastuoso, según mis recuerdos. Me parecía fascinante todo aquello, pero en mi mente infantil quedó como algún cuento de hadas que, más adelante, de seguro olvidaría. Así que no presté verdadera atención en los años venideros, sin embargo, fue la larga ausencia de Klaus, el alistamiento de Sigmund y Ludovic a la Inquisición, más el constante silencio de mis padres, que me hizo comprender que había algo más. Tal parecía que a mí me aislaron de todo, tal vez para no afectar a mi psiquis, aunque es demasiado tarde como para hacer tal afirmación. Algo así sólo conseguiría dañarme más.

Nunca concebí la idea de estar lejos de mis hermanos, ellos eran las personas más importantes para mí, y cuando, finalmente, mis padres optaron por aislarme por completo, enviándome a otra ciudad, creo que fue la peor decisión que pudieron haber tomado. Si querían realmente solucionar algo, lo ideal era que permaneciéramos juntos, aún creo que en la unión está la fuerza, sin embargo, no fue de ese modo. El abuelo quiso hacerlos entrar en razón, aun así, no logró nada. Yo, a duras penas, y siendo una chiquilla, tuve que empezar la convivencia con mi tía solterona Brigitte, quien, tiempo después, terminó yéndose a París, y obvio, me llevó con ella. Me mantuvo bajo sus costumbres de doña que a mí poco me agradaban. Yo estaba acostumbrada a lidiar con chicos, incluso, Klaus me enseñó a usar armas blancas, a escondidas de nuestros padres, también a defenderme. Pero, a mi tía le parecía un horror. Se empeñó en que yo fuera una señorita y eso lentamente me fue dañando.

Sentía que no era feliz, cada día me encontraba más sola. A veces Ludovic venía a visitarme cuando podía y aprovechaba para escribirle cartas a Sigmund y a Klaus, diciéndoles lo mucho que los extrañaba. ¡Hasta llegué a fugarme para irme con ellos! Pero no funcionó. Para mi desgracia, estaba condenada a ese aislamiento tan nefasto que me consumía lentamente. Me iba convirtiendo en una sombra de lo que alguna vez fui. No obstante, la gota que derramó el vaso fue cuando llegó una noticia que me derrumbó; mi voluntad se fue al abismo. ¡Sigmund! Mi querido hermano Sigmund, estaba muerto, y no sólo él, también su esposa. Y para mayor colmo, Ludovic se había desaparecido, obligando a Klaus a alistarse en las filas inquisitoriales. Todo aquello fue terrible, sentía que dagas afiladas se clavaban en mi pecho, incluso, me obligué a hundirme en mi propia tristeza, algo que se quedó atado a mi espíritu de por vida. ¡Cuánto estarían sufriendo mis queridos hermanos! No podía siquiera imaginármelo... y yo tan lejos de ellos.

No tuve más alternativa que condenarme a vivir bajo la tutela de Brigitte, quien no ayudó mucho a mi recuperación mental. Apenas veía a mis padres, pero ellos preferían no visitarme de manera constante, pues temían que algo me ocurriera, y con más razón. Luego de la muerte de Sigmund, quisieron sobreprotegerme en excesos. Lo que no midieron fue que ese exceso me llevaría a tomar una decisión desesperada, quizás como una forma de poder llenar el vacío en mi interior, porque, más temprano que tarde, terminé enamorándome de alguien que, hasta cierto punto, me tendió la mano y me ofreció apoyo. Y a pesar de todo esto, aunque me lo niegue, presiento que algo lo ha estado distanciando.

Albert no es mal muchacho, pero, su mismo tío lo ha llevado a interesarse por pasatiempos nada sacros.  Es adicto a las apuestas, y presiento que tarde o temprano se meterá en problemas. Esto último ha contaminado más mis esperanzas, y ya no sé qué esperar de este mundo ruin. Todavía creo que me enamoré de la persona correcta, aunque el destino se empeñe en hacerme ver que no es así.

Datos Extras

→Con el tiempo ha ido desarrollando trastorno depresivo. Aunque no suele ser tan notorio, en los últimos meses si se ha visto más afectada.
→Tiene un terrible presentimiento de que morirá pronto y no tiene idea de lo que la lleva a tal conclusión.
→Se espera que en algún momento sus habilidades mágicas salgan a la luz. Aunque no sea consciente de eso, ella misma las ha estado reteniendo.
→No tiene idea del paradero de sus dos hermanos mayores, pero anhela, más que nada en el mundo, poder verlos de nuevo.
→Sufre de insomnio de manera constante.
→Está al tanto de las grandes deudas que tiene Albert y no descarta en tener que meter las manos al fuego por él.