AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Lectura del corazón [Aemon +18]
2 participantes
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Lectura del corazón [Aemon +18]
Biblioteca de París, Francia
Terpsichore estaba mas distraída en su labor de cortesana que cuando estaba en sus primeros días de menstruación. Últimamente estaba tirando de un hilo el cual solo estaba siendo ilusionario y ella tiraba de una cuerda la cual no existía para nada. No sabia, pero no se daba cuenta porque ni como lo estaba haciendo. Solo era una cortesana común y corriente que los altos cargos de la nobleza y la realeza, pedían de su compañía. Se estaba creando por si misma una fama que no existía, todo estaba en su cabeza y tan sola estaba que no quería ver lo que había delante de sus ojos, como era evidente en esos momentos, La Madame le dijo que fuera a la Biblioteca a que buscara de nuevo "la inspiración", pero no sabia a lo que se refería. Estaba ojeando libros y libros, pero no supo aun a que se refería su "jefa" Comenzaba a pensar que la pobre mujer estaba desvariando pese a los muchos años que lleva a la espalda, pese a que todos estaban listos para verla muerta en un ataúd, pero la mujer insistía en cuidar a cada una de las mujeres del burdel, incluyendo a Terpsichore mas que nada, haciéndola creer una fantasía que no existía y que cada vez que salia mas del burdel, mas veía que no estaba tan acompañada como creía estarlo de verdad.
Cerro de golpe el libro que tenia delante, produciendo un ruido estrepitoso. Emilia la bibliotecaria miro a Terpsichore de un modo extraño, esta solamente se levanto, dejando a malas ganas el libro sobre la mesa y alejándose del aburrimiento. ¿Que la pasaba? Terpsichore debería de buscarse algún manual para el aburrimiento, quizás mas trucos de como peinar a la gente o la historia de la moda, de eso le gustaba, pero se estaba aburriendo, mas que aquella vez que fue a la biblioteca a investigar sobre lo que era los vampiros precisamente, pensando que ya al conocer a pocas personas de ese "tipo" no temía enfrentarse a ellos en el burdel. Se estremeció al sentir un beso sobre su cuello, tendría que habérselo imaginado porque cuando giro hacia atrás, no vio a nadie detrás suya.
¿Se estaría volviendo loca?
Intento respirar poco a poco, se toco el vientre recordando que estaba viva sino llega a ser por la ayuda del médico pero sobre todo de aquel...eh...¿Como se llamaba? Rikkert? Sí ese era su nombre, para después pasar a ver la luna en su cabeza, tan blanca y brillante, habían pasado varias cosas desde que aquel caballero, Noah la había visitado en el burdel. Parecía que su cuerpo estaba siendo atraído hacia alguien, comenzaba a asustarse lentamente, se mantuvo quieta y pudo notar la fuerza con la que el otro insistía en atraería hacia él...entonces, bien, sabia dar puñetazos, se rompería la mano, pero sabia dar puñetazos también, sabia defenderse, respiraba agitadamente, con nerviosismo y cuando notaba los besos en su cuello de nuevo, miro de reojo y solamente salio un grito del susto-....¡AAAAAGHHH!! -Se giraba mientras lo miraba, asustada y atónita por la sorpresa de ver a su compañero de oficio, a Aemon- ¡AEMON!! ¡Me has dado un susto de muerteee!! -Dijo gritando en la biblioteca, Pudo ver que Emilia se acercaba a ellos pero con agilidad, tomo la mano de Aemon para llevarlo a un lugar en donde nunca había estado.
-¿Y este lugar? -Pregunto curiosa, pero despues volvio a ver a Aemon-....¿¡Como se te ocurre hacer eso?!?-dijo gritando, pero intentando que fuera un susurro.
Lugar secreto
Terpsichore estaba mas distraída en su labor de cortesana que cuando estaba en sus primeros días de menstruación. Últimamente estaba tirando de un hilo el cual solo estaba siendo ilusionario y ella tiraba de una cuerda la cual no existía para nada. No sabia, pero no se daba cuenta porque ni como lo estaba haciendo. Solo era una cortesana común y corriente que los altos cargos de la nobleza y la realeza, pedían de su compañía. Se estaba creando por si misma una fama que no existía, todo estaba en su cabeza y tan sola estaba que no quería ver lo que había delante de sus ojos, como era evidente en esos momentos, La Madame le dijo que fuera a la Biblioteca a que buscara de nuevo "la inspiración", pero no sabia a lo que se refería. Estaba ojeando libros y libros, pero no supo aun a que se refería su "jefa" Comenzaba a pensar que la pobre mujer estaba desvariando pese a los muchos años que lleva a la espalda, pese a que todos estaban listos para verla muerta en un ataúd, pero la mujer insistía en cuidar a cada una de las mujeres del burdel, incluyendo a Terpsichore mas que nada, haciéndola creer una fantasía que no existía y que cada vez que salia mas del burdel, mas veía que no estaba tan acompañada como creía estarlo de verdad.
Cerro de golpe el libro que tenia delante, produciendo un ruido estrepitoso. Emilia la bibliotecaria miro a Terpsichore de un modo extraño, esta solamente se levanto, dejando a malas ganas el libro sobre la mesa y alejándose del aburrimiento. ¿Que la pasaba? Terpsichore debería de buscarse algún manual para el aburrimiento, quizás mas trucos de como peinar a la gente o la historia de la moda, de eso le gustaba, pero se estaba aburriendo, mas que aquella vez que fue a la biblioteca a investigar sobre lo que era los vampiros precisamente, pensando que ya al conocer a pocas personas de ese "tipo" no temía enfrentarse a ellos en el burdel. Se estremeció al sentir un beso sobre su cuello, tendría que habérselo imaginado porque cuando giro hacia atrás, no vio a nadie detrás suya.
¿Se estaría volviendo loca?
Intento respirar poco a poco, se toco el vientre recordando que estaba viva sino llega a ser por la ayuda del médico pero sobre todo de aquel...eh...¿Como se llamaba? Rikkert? Sí ese era su nombre, para después pasar a ver la luna en su cabeza, tan blanca y brillante, habían pasado varias cosas desde que aquel caballero, Noah la había visitado en el burdel. Parecía que su cuerpo estaba siendo atraído hacia alguien, comenzaba a asustarse lentamente, se mantuvo quieta y pudo notar la fuerza con la que el otro insistía en atraería hacia él...entonces, bien, sabia dar puñetazos, se rompería la mano, pero sabia dar puñetazos también, sabia defenderse, respiraba agitadamente, con nerviosismo y cuando notaba los besos en su cuello de nuevo, miro de reojo y solamente salio un grito del susto-....¡AAAAAGHHH!! -Se giraba mientras lo miraba, asustada y atónita por la sorpresa de ver a su compañero de oficio, a Aemon- ¡AEMON!! ¡Me has dado un susto de muerteee!! -Dijo gritando en la biblioteca, Pudo ver que Emilia se acercaba a ellos pero con agilidad, tomo la mano de Aemon para llevarlo a un lugar en donde nunca había estado.
-¿Y este lugar? -Pregunto curiosa, pero despues volvio a ver a Aemon-....¿¡Como se te ocurre hacer eso?!?-dijo gritando, pero intentando que fuera un susurro.
Lugar secreto
Goldie- Inquisidor Clase Alta
- Mensajes : 134
Fecha de inscripción : 19/07/2013
Re: Lectura del corazón [Aemon +18]
¿Cómo había llegado a la biblioteca? Pues como todo, una serie de catastróficas desdichas, aunque esta vez puede que de la desdicha diese paso a sensaciones más... amigables. Pero como veo que estás con ganas de saber te diré que ocurrió, como pasé de estar enfrascado en un nuevo potingue, para proteger las heridas de los pequeños de las afueras de posibles infecciones, a acabar en un ala de la biblioteca de París que parecía sacada de las mil y una noches.
Estaba en una de las habitaciones de la casa que me había dejado Fiolette cuando me encontró en el parque, "porque no me gusta que la buena gente sufra" creo que me dijo, inmerso completamente en un emplasto que protegiese las heridas superficiales de los pequeños de los barrios exteriores de París y evitar así el alto número de infecciones que me estaba encontrando últimamente. Casi siempre se repetía la misma historia. Casa pequeña, madre sobresaturada para cuidar de la familia y de varios hijos, padre sin un sueldo que traer a casa más que lo que conseguía mendigar en la calle o trabajos mal pagados, un niño que se ha hecho una pequeña herida pero no hace caso de sus padres y quiere salir de nuevo a jugar. El final, siempre igual. "No se que le ha ocurrido, doctor, ayer vino con una pequeña herida pero estaba bien y hoy... mírelo. ¡Ay, mi niño!" No es plato de buen gusto ver a un niño pálido y con fiebre por no tener unas ligeras medidas de higiene. Si, es cierto que estas cosas cuando vienen de clase alta parecen superficiales, pero cuando has vivido "en lo alto" y más tarde en "lo más bajo" te das cuenta de las abismales diferencias que el ser humano tiene consigo mismo. Pero no nos desviemos. El caso es que las fiebres llegaban siempre tras una pequeña herida y un juego, que normalmente acababa con los críos revolcados en el suelo o en las esquinas que en estos barrios no eran precisamente pulcras, es decir, ni siquiera los perros veían con buenos ojos un bistec que hubiese estado más de dos segundos apoyado en aquellas calles.
Había probado densificando agua, añadiendo azúcares, zumo cítrico, con grasas, pequeñas emulsiones, dejando enfríar infusiones de distintas hierbas de las que conocía su efecto curativo y endurecedor pero no había forma. Entre mil y un olores, mil y un pequeños fuegos y borboteantes enseres de laboratorio, que había conseguido gracias a donaciones y pagos de clientas y clientes importantes, que ya sabían que nunca cobraba con dinero en efectivo, me encontraba sumido prácticamente en una depresión. Pero entonces, como si de una señal se tratase, un rayo de sol entró por la ventana, se reflejó en uno de los cristales e iluminó la línea que estaba leyendo de un viejo libro de medicina. Alcé la mirada y me di cuenta de que era pasado el medio día, no sabía cuanto rato hacía que estaba allí sin hacer otra cosa que volverme loco. Me acerqué a la ventana y retiré las bastas cortinas para dejar entrar la luz. El sol inundó la estancia como un enemigo largo tiempo espectante de una oportunidad, una flaqueza de su objetivo para penetrar, y tuve que cubrirme los ojos con una mano. ¿Tan centrado había estado en el trabajo que había pasado el final de la tarde, una noche y el mediodía? Cuando me acostumbré a la luz y volví a ser consciente de mi cuerpo noté la boca seca y el estómago vacío, también notaba la cabeza embotada y pude darme cuenta de que aquél era el motivo de mi bloqueo. Debía descansar, salir de allí, comer algo y buscar nuevos libros para avanzar. Y así lo hice. Apagué todos los fuegos, archivé y ordené los apuntes, limpié el lugar, me preparé una pequeña comida con lo que había conseguido la tarde anterior antes de encerrarme como un ermitaño en su cueva y fui a dormir a una de las habitaciones. Normalmente iba al parque, me sentía mejor, pero sabía que esta vez debía descansar en las mejores condiciones, no por mí, sino por los pequeños.
La mañana me pilló con la sábana por los tobillos y como Dios me trajo al mundo. Parecía más un oso perezoso que un verdadero humano, signo de que necesitaba aquél reparador descanso igual que las flores necesitan el agua. Me levanté despacio, me froté los ojos y me vestí sin prisas. Abajo, en la cocina, me preparé un desayuno frugal y salí al mundo con la mente despejada y las ideas claras. Primera parada, la biblioteca.
Era un edificio impresionante, y todavía más para alguien que una casa de dos plantas ya le parecía más que inmensa. Me presenté en información buscando libros de medicina y plantas. Una joven muy amable me lo indicó con rapidez y alegría y me dijo que si tenía alguna duda consultase con una tal Emilia, juraría que me dijo. Le sonreí como mejor sabía y sin dudar me interné bajo aquel mar de conocimiento encapsulado en estanterías llenas de libros. Creí que me perdería y no volvería a salir, hacia demasiado tiempo que no entraba en una biblioteca, casi desde que huí de Londres. Me empapé del aroma a viejo, a cuero de muchas de las portadas y al papel de algunos rollos, dudaba mucho que los pergaminos de papiro, si es que allí tenían, estuviesen a la vista del público general.
Pero no todo iba a ser malo, ¿verdad? Al final encontré la sección deseada y una mesa libre donde me puse a devorar cual carroñero, todo el conocimiento que los libros me pudiesen dar. Allí encontré plantas que se usaban para el mismo cometido que yo deseaba, se usaba la hoja para frotaba la hoja, ancha y dura, sobre la herida y esta dejaba una película protectora y cicatrizante. Sería fenomenal si no fuese porque quienes lo necesitaban no tenían para pagar ni una sola hoja de aquél prodigio, y yo no andaba muy abundante en riquezas, y menos todavía en efectivo. Pero aquello me había dado una alegría pues tenía nuevas ideas que de seguro funcionarían para mi cometido. Cerré los libros con una sonrisa en los labios y los empecé a guardar cuando escuché el inconfundible sonido de un libro al cerrarse de golpe, como el portón de una carcel al serte retirada la libertad. Me giré y reconocí a Terp, una compañera del burdel en las noches que me pasaba por allí. Con una sonrisa, y tras terminar de guardarlo todo, me acerqué a ella por la espalda y en silencio, le di un beso en el cuello, justo bajo el arco de la mandíbula y me escabullí por el lado contrario. Como buen picaruelo me asomé entre las sombras protectoras para ver su reacción.
No pude evitar reirme por lo bajo ante su temor y decidí que ya era hora de tranquilizarla. Estaba contento, me sentía casi como un niño con un juguete nuevo, y quería hacerla partícipe de ello. Me acerqué a ella como un gato tras el ratón y rodeé su estilizada cintura con los brazos, dejando las manos apoyadas sobre su cadera, para atraerla lentamente hacia mí. Notaba su tirantez, sabía que no se fiaba, así que decidí jugarme el tipo con nuevos besos en su cuello. Tal vez en otro momento eso la hiciese gemir o erizarsele el cabello de la nuca del gusto pero ahora solo notaba como sus músculos se tensaban. Un puñetazo se estaba rifando y tenía todas las papeletas, incluidas las de repuesto. Entonces fue cuando la sorpresa y el grito casi me dejan tieso en el sitio. Esperaba que se girase como lo hizo pero no ese grito que casi le salta los tímpanos, parecía una soprano tratando de romper los cristales de la biblioteca, deseando destruir el trabajo de otros con un simple grito salido de lo más profundo de sus pulmones.
Achiné ligeramente los ojos y me reí por su reacción. Iba a decir algo en respuesta a sus palabras pero entonces su mano me cogió con fuerza y me hizo pasar a través de lo que parecía una pared, pero en realidad era como una cortina camuflada. Pude ver por el rabillo del ojo como una mujer, con libros en la mano, giraba una estantería en dirección a nosotros, Emilia supuse. Estaba esperando que nos descubriese corriendo la cortina cuando ésta paso por delante como una sombra, sin reparar siquiera en que la pared no era lo que decía ser. Cuando me giré pude ver el lugar del que ya he hablado. Una habitación digna de las mil y una noches. Ella me gritaba en susurros y yo trataba de no reirme.- "No lo sé, Terp, tú eres la que me has traido, pero parece algún tipo de sala hecha expresamente por petición de alguien. Parece sacada de un cuento." -Le guiñé un ojo y sonreí.- "Perdoname, pero estoy feliz y te vi. Solo pensé en compartir mi felicidad con una amiga y mira... me ha salido mejor de lo que esperaba. Por cierto, hoy hueles especialmente bien." -Si me lo pedían diría que olía a recién duchada y perfumada, o tal vez fuese que estaba demasiado eufórico. Solo sé que ese día la veía especialmente hermosa y viendo lo que teníamos a nuestro alrededor parecía prácticamente el personaje de un cuento. Le cogí una mano y la acerqué un poco hacia mí.- "¿Y qué podemos hacer aquí mientras se calman las aguas ahí fuera? Parece un lugar bastante cómodo y con todo el lujo que podamos desear..." -Pregunté mirándola a los ojos mientras mi otra mano le retiraba un mechón del cabello de la frente y dejaba que los dedos acariciasen por detrás su pequeña oreja. No quería que lo notase, pero debido a la alegría, la felicidad y la excitación, sentía como una parte de mí empezaba a crecer. Sonreí dejando que la mano que había acariciado su oreja llegase a su mentón y terminé la frase.- "...para estar en muy buena compañía."
Estaba en una de las habitaciones de la casa que me había dejado Fiolette cuando me encontró en el parque, "porque no me gusta que la buena gente sufra" creo que me dijo, inmerso completamente en un emplasto que protegiese las heridas superficiales de los pequeños de los barrios exteriores de París y evitar así el alto número de infecciones que me estaba encontrando últimamente. Casi siempre se repetía la misma historia. Casa pequeña, madre sobresaturada para cuidar de la familia y de varios hijos, padre sin un sueldo que traer a casa más que lo que conseguía mendigar en la calle o trabajos mal pagados, un niño que se ha hecho una pequeña herida pero no hace caso de sus padres y quiere salir de nuevo a jugar. El final, siempre igual. "No se que le ha ocurrido, doctor, ayer vino con una pequeña herida pero estaba bien y hoy... mírelo. ¡Ay, mi niño!" No es plato de buen gusto ver a un niño pálido y con fiebre por no tener unas ligeras medidas de higiene. Si, es cierto que estas cosas cuando vienen de clase alta parecen superficiales, pero cuando has vivido "en lo alto" y más tarde en "lo más bajo" te das cuenta de las abismales diferencias que el ser humano tiene consigo mismo. Pero no nos desviemos. El caso es que las fiebres llegaban siempre tras una pequeña herida y un juego, que normalmente acababa con los críos revolcados en el suelo o en las esquinas que en estos barrios no eran precisamente pulcras, es decir, ni siquiera los perros veían con buenos ojos un bistec que hubiese estado más de dos segundos apoyado en aquellas calles.
Había probado densificando agua, añadiendo azúcares, zumo cítrico, con grasas, pequeñas emulsiones, dejando enfríar infusiones de distintas hierbas de las que conocía su efecto curativo y endurecedor pero no había forma. Entre mil y un olores, mil y un pequeños fuegos y borboteantes enseres de laboratorio, que había conseguido gracias a donaciones y pagos de clientas y clientes importantes, que ya sabían que nunca cobraba con dinero en efectivo, me encontraba sumido prácticamente en una depresión. Pero entonces, como si de una señal se tratase, un rayo de sol entró por la ventana, se reflejó en uno de los cristales e iluminó la línea que estaba leyendo de un viejo libro de medicina. Alcé la mirada y me di cuenta de que era pasado el medio día, no sabía cuanto rato hacía que estaba allí sin hacer otra cosa que volverme loco. Me acerqué a la ventana y retiré las bastas cortinas para dejar entrar la luz. El sol inundó la estancia como un enemigo largo tiempo espectante de una oportunidad, una flaqueza de su objetivo para penetrar, y tuve que cubrirme los ojos con una mano. ¿Tan centrado había estado en el trabajo que había pasado el final de la tarde, una noche y el mediodía? Cuando me acostumbré a la luz y volví a ser consciente de mi cuerpo noté la boca seca y el estómago vacío, también notaba la cabeza embotada y pude darme cuenta de que aquél era el motivo de mi bloqueo. Debía descansar, salir de allí, comer algo y buscar nuevos libros para avanzar. Y así lo hice. Apagué todos los fuegos, archivé y ordené los apuntes, limpié el lugar, me preparé una pequeña comida con lo que había conseguido la tarde anterior antes de encerrarme como un ermitaño en su cueva y fui a dormir a una de las habitaciones. Normalmente iba al parque, me sentía mejor, pero sabía que esta vez debía descansar en las mejores condiciones, no por mí, sino por los pequeños.
La mañana me pilló con la sábana por los tobillos y como Dios me trajo al mundo. Parecía más un oso perezoso que un verdadero humano, signo de que necesitaba aquél reparador descanso igual que las flores necesitan el agua. Me levanté despacio, me froté los ojos y me vestí sin prisas. Abajo, en la cocina, me preparé un desayuno frugal y salí al mundo con la mente despejada y las ideas claras. Primera parada, la biblioteca.
Era un edificio impresionante, y todavía más para alguien que una casa de dos plantas ya le parecía más que inmensa. Me presenté en información buscando libros de medicina y plantas. Una joven muy amable me lo indicó con rapidez y alegría y me dijo que si tenía alguna duda consultase con una tal Emilia, juraría que me dijo. Le sonreí como mejor sabía y sin dudar me interné bajo aquel mar de conocimiento encapsulado en estanterías llenas de libros. Creí que me perdería y no volvería a salir, hacia demasiado tiempo que no entraba en una biblioteca, casi desde que huí de Londres. Me empapé del aroma a viejo, a cuero de muchas de las portadas y al papel de algunos rollos, dudaba mucho que los pergaminos de papiro, si es que allí tenían, estuviesen a la vista del público general.
Pero no todo iba a ser malo, ¿verdad? Al final encontré la sección deseada y una mesa libre donde me puse a devorar cual carroñero, todo el conocimiento que los libros me pudiesen dar. Allí encontré plantas que se usaban para el mismo cometido que yo deseaba, se usaba la hoja para frotaba la hoja, ancha y dura, sobre la herida y esta dejaba una película protectora y cicatrizante. Sería fenomenal si no fuese porque quienes lo necesitaban no tenían para pagar ni una sola hoja de aquél prodigio, y yo no andaba muy abundante en riquezas, y menos todavía en efectivo. Pero aquello me había dado una alegría pues tenía nuevas ideas que de seguro funcionarían para mi cometido. Cerré los libros con una sonrisa en los labios y los empecé a guardar cuando escuché el inconfundible sonido de un libro al cerrarse de golpe, como el portón de una carcel al serte retirada la libertad. Me giré y reconocí a Terp, una compañera del burdel en las noches que me pasaba por allí. Con una sonrisa, y tras terminar de guardarlo todo, me acerqué a ella por la espalda y en silencio, le di un beso en el cuello, justo bajo el arco de la mandíbula y me escabullí por el lado contrario. Como buen picaruelo me asomé entre las sombras protectoras para ver su reacción.
No pude evitar reirme por lo bajo ante su temor y decidí que ya era hora de tranquilizarla. Estaba contento, me sentía casi como un niño con un juguete nuevo, y quería hacerla partícipe de ello. Me acerqué a ella como un gato tras el ratón y rodeé su estilizada cintura con los brazos, dejando las manos apoyadas sobre su cadera, para atraerla lentamente hacia mí. Notaba su tirantez, sabía que no se fiaba, así que decidí jugarme el tipo con nuevos besos en su cuello. Tal vez en otro momento eso la hiciese gemir o erizarsele el cabello de la nuca del gusto pero ahora solo notaba como sus músculos se tensaban. Un puñetazo se estaba rifando y tenía todas las papeletas, incluidas las de repuesto. Entonces fue cuando la sorpresa y el grito casi me dejan tieso en el sitio. Esperaba que se girase como lo hizo pero no ese grito que casi le salta los tímpanos, parecía una soprano tratando de romper los cristales de la biblioteca, deseando destruir el trabajo de otros con un simple grito salido de lo más profundo de sus pulmones.
Achiné ligeramente los ojos y me reí por su reacción. Iba a decir algo en respuesta a sus palabras pero entonces su mano me cogió con fuerza y me hizo pasar a través de lo que parecía una pared, pero en realidad era como una cortina camuflada. Pude ver por el rabillo del ojo como una mujer, con libros en la mano, giraba una estantería en dirección a nosotros, Emilia supuse. Estaba esperando que nos descubriese corriendo la cortina cuando ésta paso por delante como una sombra, sin reparar siquiera en que la pared no era lo que decía ser. Cuando me giré pude ver el lugar del que ya he hablado. Una habitación digna de las mil y una noches. Ella me gritaba en susurros y yo trataba de no reirme.- "No lo sé, Terp, tú eres la que me has traido, pero parece algún tipo de sala hecha expresamente por petición de alguien. Parece sacada de un cuento." -Le guiñé un ojo y sonreí.- "Perdoname, pero estoy feliz y te vi. Solo pensé en compartir mi felicidad con una amiga y mira... me ha salido mejor de lo que esperaba. Por cierto, hoy hueles especialmente bien." -Si me lo pedían diría que olía a recién duchada y perfumada, o tal vez fuese que estaba demasiado eufórico. Solo sé que ese día la veía especialmente hermosa y viendo lo que teníamos a nuestro alrededor parecía prácticamente el personaje de un cuento. Le cogí una mano y la acerqué un poco hacia mí.- "¿Y qué podemos hacer aquí mientras se calman las aguas ahí fuera? Parece un lugar bastante cómodo y con todo el lujo que podamos desear..." -Pregunté mirándola a los ojos mientras mi otra mano le retiraba un mechón del cabello de la frente y dejaba que los dedos acariciasen por detrás su pequeña oreja. No quería que lo notase, pero debido a la alegría, la felicidad y la excitación, sentía como una parte de mí empezaba a crecer. Sonreí dejando que la mano que había acariciado su oreja llegase a su mentón y terminé la frase.- "...para estar en muy buena compañía."
Aemon- Prostituto Clase Baja
- Mensajes : 244
Fecha de inscripción : 17/03/2012
Re: Lectura del corazón [Aemon +18]
Tuvo que reír lentamente pese a las “atenciones” que le ofrecía su querido amigo “el cortesano encantador” Su cuerpo obviamente reacciono a aquella caricia que su cuerpo recibió, tembló, se tuvo que sujetar por pocos momentos al cuerpo de Aemon para no caer, tenía que aguantar aunque fuera hasta la semifinales, o al menos uno de los dos caer, él o ella -¿Uhm? ¿Hacer? Bueno tu y yo sabemos perfectamente que podríamos hacer pero a mí me gusta ir poco a poco…-sus labios fueron al oído de Aemon para susurrarle esas palabras, mientras que su mano se iba directamente, “disimuladamente” a tocar su entrepierna, lentamente sobre el pantalón mientras sonreía y finalmente acabo por meterle la mano dentro de su pantalón, dándole un agarre.
-...Seguramente se me ocurren bastantes cosas por hacer….-susurro con cierto coqueteo en la voz, fue sacando la mano poco a poco para después comenzar a besarlo lentamente, como si se tratara de chocolate fundido en el que ambas bocas se fundieran como uno solo. Finalmente, antes de que el último rayo de sol se dejara ver por aquellas ventanas y cortinas de telas exóticas, Terpsichore se fue separando de Aemon, dejándolo con la miel en los labios hasta que quisiera repetir de ella.
Enseguida se encontraron a solas. Él y ella entre todos esos cojines. Ella había cogido un libro, en realidad, había libros bastantes extraños, tuvo que dejar de leer algunos, pero había una cosa que le inquietaba. Era la presencia de Aemon que tenía a medio palmito de su rostro- Dime Aemon…-solamente pensó en hablar ya que en la sala en la que estaba parecían que podían alardear cuanto quisieran sin poder temer que nadie los interrumpiera-..Me extraña tu presencia….-se fue moviendo entre los cojines que había en aquel lugar, se fue quedando con la cabeza apoyada en las piernas de Aemon el cual lo miro con una sonrisa, prefirió deshacerse su recogido a lo que aquello le daba un aspecto más apetecible, expandiéndoselo por las piernas de este para después llevar su mano a la camisa ajena-….Estamos solos….y este lugar parece echo para que efectivamente hagamos algo más –susurro pero audible-…Tengo una pregunta…-se quedó pensando-…¿Sabes del alboroto del otro día? ¿Del de la chica a la que casi fuerzan a meterse en el burdel? –Suspiro sonriendo-…He escuchado que su hermana se ha enterado y quiere la cabeza del cretino…-En realidad, estaba acariciando el pecho de su acompañante esa tarde, pero ¿se sentía nerviosa? No entendía porque. Eran prácticamente camaradas que apenas poco se veían pero más de una conversación pendiente se había quedado en el aire.
-Es bastante curioso cómo hemos acabado aquí…-sonrió mirando a la nada, se quedó fijamente mirando a un retrato de un trió, unos padres y un niño hasta que después esa mirada que miraba distraidamente a la nada se fue fijando en mas detalles de aquella sala misteriosa. Sus manos fueron hacia la hilera de botones mientras comenzaba a sentarse sobre las caderas de Aemon, con las piernas al lado, apoyándose bien en el centro de sus caderas sintiendo que lo que apretaba a posta crecería de un momento a otro.
-...Seguramente se me ocurren bastantes cosas por hacer….-susurro con cierto coqueteo en la voz, fue sacando la mano poco a poco para después comenzar a besarlo lentamente, como si se tratara de chocolate fundido en el que ambas bocas se fundieran como uno solo. Finalmente, antes de que el último rayo de sol se dejara ver por aquellas ventanas y cortinas de telas exóticas, Terpsichore se fue separando de Aemon, dejándolo con la miel en los labios hasta que quisiera repetir de ella.
Enseguida se encontraron a solas. Él y ella entre todos esos cojines. Ella había cogido un libro, en realidad, había libros bastantes extraños, tuvo que dejar de leer algunos, pero había una cosa que le inquietaba. Era la presencia de Aemon que tenía a medio palmito de su rostro- Dime Aemon…-solamente pensó en hablar ya que en la sala en la que estaba parecían que podían alardear cuanto quisieran sin poder temer que nadie los interrumpiera-..Me extraña tu presencia….-se fue moviendo entre los cojines que había en aquel lugar, se fue quedando con la cabeza apoyada en las piernas de Aemon el cual lo miro con una sonrisa, prefirió deshacerse su recogido a lo que aquello le daba un aspecto más apetecible, expandiéndoselo por las piernas de este para después llevar su mano a la camisa ajena-….Estamos solos….y este lugar parece echo para que efectivamente hagamos algo más –susurro pero audible-…Tengo una pregunta…-se quedó pensando-…¿Sabes del alboroto del otro día? ¿Del de la chica a la que casi fuerzan a meterse en el burdel? –Suspiro sonriendo-…He escuchado que su hermana se ha enterado y quiere la cabeza del cretino…-En realidad, estaba acariciando el pecho de su acompañante esa tarde, pero ¿se sentía nerviosa? No entendía porque. Eran prácticamente camaradas que apenas poco se veían pero más de una conversación pendiente se había quedado en el aire.
-Es bastante curioso cómo hemos acabado aquí…-sonrió mirando a la nada, se quedó fijamente mirando a un retrato de un trió, unos padres y un niño hasta que después esa mirada que miraba distraidamente a la nada se fue fijando en mas detalles de aquella sala misteriosa. Sus manos fueron hacia la hilera de botones mientras comenzaba a sentarse sobre las caderas de Aemon, con las piernas al lado, apoyándose bien en el centro de sus caderas sintiendo que lo que apretaba a posta crecería de un momento a otro.
Goldie- Inquisidor Clase Alta
- Mensajes : 134
Fecha de inscripción : 19/07/2013
Re: Lectura del corazón [Aemon +18]
Definitivamente ambos sabíamos lo que el sino, destino, azar o como quieran llamarlo nos había preparado a los dos aquella noche. La noté temblar ante sus caricias y sonreí, pero no con una sonrisa de un hombre que había conseguido desestabilizar los sentidos de una chica para su beneficio, sino más bien el de un hombre contento porque ella le había mostrado agrado ante un gesto suyo. Sí, era así de raro pero prefería ser así y disfrutar de la buena compañía sin tener que mendigarla por baboso o pervertido, a pesar de que mi comportamiento se confundiese muchas veces con lo segundo. Dejé que se cogiese a mí para controlar su cuerpo y agradecí esa cercanía, es más, yo mismo la había provocado al cogerle la mano y acercarla a mí anteriormente.
Se me erizaron los pelos de la nuca cuando sus labios acariciaron la sensible piel de mi oreja, y mi cerebro sintió una descarga cuando sus susurros, acompañando el onírico espacio que nos rodeaba, llegaron a él. Sonreí mientras la escuchaba y parpadeé lentamente, deleitándome con la visión de la sala y de ella, de la oscuridad de mis ojos cerrados y las sensaciones sentidas y de nuevo abriendo los ojos, me sentía transportado a un sueño, un sueño del que no quería despertar, a pesar de que todavía no había empezado. Es más, un gesto muy mal disimulado de su parte me encanrceló para siempre entre aquellas cuatro paredes... o más bien cortinas. Su fina mano palpó mis partes por encima de la tela del pantalón y un escalofrío me recorrió, seguramente ella escucharía un jadeo velado, pues mis labios se encontraban a escasos milímetros de su oreja. Incluso mi respiración se hizo más pausada y profunda.
De pronto introdujo la mano en mis ropas, algo a lo que no opuse resistencia alguna, sería de locos, ¿no creeis?. Como un buen compañero de juego, mi cuerpo no dudó en responder a tan placentero agarre con un hinchamiento entre sus dedos, una carga de sangre que lo infló durante un par de segundos, muestra de lo que ocurriría si continuaba con esos juegos. Pero ella no era como otras y sabía mantener el interés en ella con juegos, timidez, tocamientos y miradas en los momentos oportunos, cuando otras en su lugar los harían antes de tiempo pareciendo unas guarras, o mirarían raro dando grima o con sus torpezas retirarían la líbido hasta al más salido. Pero no ella, ella no era así y para mi gracia y desgracia Terpsichore lo sabía demasiado bien.
La quise odiar, pero como hacerlo cuando sus labios te besan de esa forma, pidiéndote que no la dejes y a la vez dejándote solo. Me sentía como el oso cuando el panal se le escapa entre las manos hasta las aguas de un río bravo viendo como el panal todavía sigue ahí para él, solo tiene que alcanzarlo, pero se escapa sin remedio. Y así es como ella se apartó de mí, dejándome una incomodidad entre las piernas y con el sabor de sus labios en los míos todavía entreabiertos. Si es que mis manos se habían quedado tontas. Teniendo sus pechos tan cerca, sus sinuosas caderas, sus potentes muslos y sus prietas nalgas al alcance no habían podido casi ni moverse para dejar un leve caricia. Sonreí para mí mismo cuando ella empezó a separarse sin dejar de mirarla. Como sabía que no fallaría cuando la vi en la biblioteca...
La dejó ir, pues a pesar de todo, ella ahora ya parecía más interesada en los libros. Debido a mi despiste, a la atmósfera de ensueño y al pequeño gran regalito que Terpsichore me había dejado en la entrepierna, no vi un cojin que ocultaba el final de una de las telas que rozaban el suelo. Mi pie pisó bajó el cojín, hizo resbalar la tela y con ella a mí, mi otro pie quiso buscar apoyo pero solo encontró otro cojin que debía estar riendose de mí y acabé dando media voltereta y cayendo de espaldas en un montón de cojines.- "Pffff..." -Sonó cuando se me escapó el aire de los pulmones, pero al menos estaba bien. Levanté una mano.- "No me ha pasado nada, estoy bien." -Dije para ella mientras me incorporaba con los codos de entre aquella montañita de suaves y mullidos cojines.
No tenía mucho que hacer pues había encontrado lo que quería hacía rato. Así que me coloqué mejor, tomé una novela y me dispuse a leer acomodado en aquél extraño tapizado del suelo que eran los cojines. De vez en cuando le echaba alguna miradita por encima del libro pues tenía la mitad de la sangre en el cerebro pendiente del libro y la otra mitad haciendo un extraño bulto ascendente y descendente en mi pantalón. Dejamos que el lugar se quedase algo más vacío agradeciendo la intimidad y que nadie reparase mucho en nosotros. Ella se fue acercando a mí cual sirena y yo, como un tonto marinero, solo tuve ojos para ella. Cerré el libro despacio mientras se acomodaba a mi lado y apoyaba la cabeza en mi regazo. No dudé en acariciar su cabello suelto, tan bello y delicado. Noté su mano en mi camisa y en ese momento, estoy convencido, cualquiera que nos viese no vería a dos amigos sino a una pareja de enamorados o, tal vez, de amantes escondidos. No sabía si responder a su frase en la que demostró curiosidad por su presencia, pero estaba demasiado ocupado en disfrutar de su cercanía y contacto, además, pronto tuvo algo más directo, una pregunta.
Escuché sus preguntas mientras mi mano acariciaba su costado, pues sería más cómodo para ambos mientras ella acariciaba mi pecho. No sabía muy bien que había pasado pero si que había escuchado cierto alboroto y que habían tratado de forzar a alguien, pero ¿no ocurrían muchas cosas así en el burdel casi cada día? Suspiré y quise saber un poco más pues parecía dispuesta a contarme y, si el rumor había corrido de esa forma es porque algo raro había en la historia. La miré a los ojos y pasé directamente a responder sus preguntas pues la frase anterior estaba claramente definido en mi pantalón que le daba la razón.- "Si, algo me han contado, pero no estuve presente. Dicen que la forzaron pero también me comentaron que alguien la acompañó hasta allí. Como siempre hay demasiadas historias y ninguna es la verdadera. Creo que ni los que estaban allí saben bien que pasó, sino no se habría armado tanto revuelo. A pesar de todo... no entiendo como la gente puede forzar a otra gente en esos menesteres. Lo bonito de disfrutar del cuerpo ajeno es hacerlo mutuamente. Comprendo perfectamente a la hermana en ese aspecto y espero que atrapen a quien lo hizo. No quiero que alguien así se acerque por ejemplo... a ti..." -Murmuró mirándola con una sonrisa.- "...prefiero ser yo ese que te tenga a su lado... y entre las piernas." -Eso último lo susurró a su oido antes de dejar un bocadito en la sensible piel de la oreja.
El ambiente empezaba a caldearse a pesar de la suave brisa fresca del atardecer que entraba entre los cortinajes y se fundía con los cojines, confiriéndole a todo una temperatura más agradable y a su vez un ambiente más irreal. Dejé que se acomodase sentándose con ambas piernas a un lado de mi cuerpo mientras sus manos se afanaban en jugar con los botones de mi camisa. Una de mis manos no dudó en acariciar la parte alta del muslo que Terpsichore tenía más elevado, notando cada irregularidad de su piel excitada y cada temblor leve de sus músculos. Mi otra mano se entretuvo en acariciar el brazo más cercano a ella. No sabía porque me encontraba tan excitado y a la vez tan relajado. ¿Qué ocurría? No me importaba, era placentero y sensual y todo lo demás estaba de más. Apreté ligeramente su muslo, en el nacimiento de su nalga, cuando noté aquellas leves presiones intencionadas sobre el bulto de mi pantalón, aquél que al fin había empezado a decrecer pero no tardaría en reclamar atenciones.- "Demasiado diría yo... ¿Crees en el destino? Yo no se que pensar. Me gusta vivir el presente y el futuro ya vendra. El pasado está para aprender y el momento actual para disfrutarlo." -Como para darme la razón dos cortinajes se inflaron y separaron dejando entrar el anaranjado brillo del sol al atardecer, que todavía alumbraba lo suficiente pero resaltaba su belleza, incluso el brillo del nacimiento de sus senos en el escote.- "¿No lo crees tú así? Disfruté el momento cuando soplé tu nuca... y cuando tus labios picotearon los míos al entrar aquí. Lo disfruté mientras "leía" la novela y te veía flotar entre los cojines. Incluso lo disfruté cuando me caí y te ví sonreir al otro lado de la sala. Incluso ahora lo disfruto..." -Dije haciendo alusión a lo apretaba mi miembro cada vez más duro, largo y caliente. Subí la mano del brazo de Terpsichore a su cabello para que la melena le cayese solo por un hombro.- "Y... como bien has dicho... estamos solos..." -Susurré mordiéndome el labio inferior y acariciando con la mano de su cabello el escote que me mostraba. Otro ligero apretón en el nacimiento de su nalga se me escapó de la excitación del movimiento cuando una nuea brisa infló momentamente la camisa que llevaba y con la que la belleza que tenía ante mí jugueteaba.
Se me erizaron los pelos de la nuca cuando sus labios acariciaron la sensible piel de mi oreja, y mi cerebro sintió una descarga cuando sus susurros, acompañando el onírico espacio que nos rodeaba, llegaron a él. Sonreí mientras la escuchaba y parpadeé lentamente, deleitándome con la visión de la sala y de ella, de la oscuridad de mis ojos cerrados y las sensaciones sentidas y de nuevo abriendo los ojos, me sentía transportado a un sueño, un sueño del que no quería despertar, a pesar de que todavía no había empezado. Es más, un gesto muy mal disimulado de su parte me encanrceló para siempre entre aquellas cuatro paredes... o más bien cortinas. Su fina mano palpó mis partes por encima de la tela del pantalón y un escalofrío me recorrió, seguramente ella escucharía un jadeo velado, pues mis labios se encontraban a escasos milímetros de su oreja. Incluso mi respiración se hizo más pausada y profunda.
De pronto introdujo la mano en mis ropas, algo a lo que no opuse resistencia alguna, sería de locos, ¿no creeis?. Como un buen compañero de juego, mi cuerpo no dudó en responder a tan placentero agarre con un hinchamiento entre sus dedos, una carga de sangre que lo infló durante un par de segundos, muestra de lo que ocurriría si continuaba con esos juegos. Pero ella no era como otras y sabía mantener el interés en ella con juegos, timidez, tocamientos y miradas en los momentos oportunos, cuando otras en su lugar los harían antes de tiempo pareciendo unas guarras, o mirarían raro dando grima o con sus torpezas retirarían la líbido hasta al más salido. Pero no ella, ella no era así y para mi gracia y desgracia Terpsichore lo sabía demasiado bien.
La quise odiar, pero como hacerlo cuando sus labios te besan de esa forma, pidiéndote que no la dejes y a la vez dejándote solo. Me sentía como el oso cuando el panal se le escapa entre las manos hasta las aguas de un río bravo viendo como el panal todavía sigue ahí para él, solo tiene que alcanzarlo, pero se escapa sin remedio. Y así es como ella se apartó de mí, dejándome una incomodidad entre las piernas y con el sabor de sus labios en los míos todavía entreabiertos. Si es que mis manos se habían quedado tontas. Teniendo sus pechos tan cerca, sus sinuosas caderas, sus potentes muslos y sus prietas nalgas al alcance no habían podido casi ni moverse para dejar un leve caricia. Sonreí para mí mismo cuando ella empezó a separarse sin dejar de mirarla. Como sabía que no fallaría cuando la vi en la biblioteca...
La dejó ir, pues a pesar de todo, ella ahora ya parecía más interesada en los libros. Debido a mi despiste, a la atmósfera de ensueño y al pequeño gran regalito que Terpsichore me había dejado en la entrepierna, no vi un cojin que ocultaba el final de una de las telas que rozaban el suelo. Mi pie pisó bajó el cojín, hizo resbalar la tela y con ella a mí, mi otro pie quiso buscar apoyo pero solo encontró otro cojin que debía estar riendose de mí y acabé dando media voltereta y cayendo de espaldas en un montón de cojines.- "Pffff..." -Sonó cuando se me escapó el aire de los pulmones, pero al menos estaba bien. Levanté una mano.- "No me ha pasado nada, estoy bien." -Dije para ella mientras me incorporaba con los codos de entre aquella montañita de suaves y mullidos cojines.
No tenía mucho que hacer pues había encontrado lo que quería hacía rato. Así que me coloqué mejor, tomé una novela y me dispuse a leer acomodado en aquél extraño tapizado del suelo que eran los cojines. De vez en cuando le echaba alguna miradita por encima del libro pues tenía la mitad de la sangre en el cerebro pendiente del libro y la otra mitad haciendo un extraño bulto ascendente y descendente en mi pantalón. Dejamos que el lugar se quedase algo más vacío agradeciendo la intimidad y que nadie reparase mucho en nosotros. Ella se fue acercando a mí cual sirena y yo, como un tonto marinero, solo tuve ojos para ella. Cerré el libro despacio mientras se acomodaba a mi lado y apoyaba la cabeza en mi regazo. No dudé en acariciar su cabello suelto, tan bello y delicado. Noté su mano en mi camisa y en ese momento, estoy convencido, cualquiera que nos viese no vería a dos amigos sino a una pareja de enamorados o, tal vez, de amantes escondidos. No sabía si responder a su frase en la que demostró curiosidad por su presencia, pero estaba demasiado ocupado en disfrutar de su cercanía y contacto, además, pronto tuvo algo más directo, una pregunta.
Escuché sus preguntas mientras mi mano acariciaba su costado, pues sería más cómodo para ambos mientras ella acariciaba mi pecho. No sabía muy bien que había pasado pero si que había escuchado cierto alboroto y que habían tratado de forzar a alguien, pero ¿no ocurrían muchas cosas así en el burdel casi cada día? Suspiré y quise saber un poco más pues parecía dispuesta a contarme y, si el rumor había corrido de esa forma es porque algo raro había en la historia. La miré a los ojos y pasé directamente a responder sus preguntas pues la frase anterior estaba claramente definido en mi pantalón que le daba la razón.- "Si, algo me han contado, pero no estuve presente. Dicen que la forzaron pero también me comentaron que alguien la acompañó hasta allí. Como siempre hay demasiadas historias y ninguna es la verdadera. Creo que ni los que estaban allí saben bien que pasó, sino no se habría armado tanto revuelo. A pesar de todo... no entiendo como la gente puede forzar a otra gente en esos menesteres. Lo bonito de disfrutar del cuerpo ajeno es hacerlo mutuamente. Comprendo perfectamente a la hermana en ese aspecto y espero que atrapen a quien lo hizo. No quiero que alguien así se acerque por ejemplo... a ti..." -Murmuró mirándola con una sonrisa.- "...prefiero ser yo ese que te tenga a su lado... y entre las piernas." -Eso último lo susurró a su oido antes de dejar un bocadito en la sensible piel de la oreja.
El ambiente empezaba a caldearse a pesar de la suave brisa fresca del atardecer que entraba entre los cortinajes y se fundía con los cojines, confiriéndole a todo una temperatura más agradable y a su vez un ambiente más irreal. Dejé que se acomodase sentándose con ambas piernas a un lado de mi cuerpo mientras sus manos se afanaban en jugar con los botones de mi camisa. Una de mis manos no dudó en acariciar la parte alta del muslo que Terpsichore tenía más elevado, notando cada irregularidad de su piel excitada y cada temblor leve de sus músculos. Mi otra mano se entretuvo en acariciar el brazo más cercano a ella. No sabía porque me encontraba tan excitado y a la vez tan relajado. ¿Qué ocurría? No me importaba, era placentero y sensual y todo lo demás estaba de más. Apreté ligeramente su muslo, en el nacimiento de su nalga, cuando noté aquellas leves presiones intencionadas sobre el bulto de mi pantalón, aquél que al fin había empezado a decrecer pero no tardaría en reclamar atenciones.- "Demasiado diría yo... ¿Crees en el destino? Yo no se que pensar. Me gusta vivir el presente y el futuro ya vendra. El pasado está para aprender y el momento actual para disfrutarlo." -Como para darme la razón dos cortinajes se inflaron y separaron dejando entrar el anaranjado brillo del sol al atardecer, que todavía alumbraba lo suficiente pero resaltaba su belleza, incluso el brillo del nacimiento de sus senos en el escote.- "¿No lo crees tú así? Disfruté el momento cuando soplé tu nuca... y cuando tus labios picotearon los míos al entrar aquí. Lo disfruté mientras "leía" la novela y te veía flotar entre los cojines. Incluso lo disfruté cuando me caí y te ví sonreir al otro lado de la sala. Incluso ahora lo disfruto..." -Dije haciendo alusión a lo apretaba mi miembro cada vez más duro, largo y caliente. Subí la mano del brazo de Terpsichore a su cabello para que la melena le cayese solo por un hombro.- "Y... como bien has dicho... estamos solos..." -Susurré mordiéndome el labio inferior y acariciando con la mano de su cabello el escote que me mostraba. Otro ligero apretón en el nacimiento de su nalga se me escapó de la excitación del movimiento cuando una nuea brisa infló momentamente la camisa que llevaba y con la que la belleza que tenía ante mí jugueteaba.
Aemon- Prostituto Clase Baja
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Fecha de inscripción : 17/03/2012
Re: Lectura del corazón [Aemon +18]
Eran dos amantes capaces de entregarse el uno al otro sin importar lo que hubiera a su alrededor, a pesar de estar en un rincón secreto, sin nadie quien les molestara, todo el tiempo del mundo para ambos. Las caricias son palabras que se quedan mudas, que se pintan sobre el lienzo de cada cuerpo con la tinta de los sentimientos que se embriagan de placer mutuamente. Ahora su mente estaba un poco dispersa, desequilibrada por los escalofríos que le entraban en su cuerpo al sentir aquellas caricias por su cuerpo. En sus recuerdos encontraba el odio que ella sentía en esos momentos, como sacados de la tumba, envueltas en las sombras del cementerio, ella se desenvolvía con agilidad, sin detenerse, sin ropas en su corazón que solo iba vestida de gasa negra, su corazón parecía que vestía oscuridad y simplemente con los crímenes organizados de varias noches atrás en su atareada vida pensando que así acabaría con la agonía de su libido, en un corazón tímido, oscuro y que desconocía de cada caricia que de verdad la liberasen de esas cadenas de oscuridad.
Lloraba enseguida arrastrando del cuello ajeno hasta que las plumas de los cojines acabaron saliéndose de sus fundas, sus caderas, más que nada se quedaban sobre las ajenas del otro, para después ella tomar con sus manos la hilera de los botones de aquella camisa que parecía administrarle un límite para con la piel del otro-Aemon….basta de juegos…-Inmediatamente el libido oscuro que la tenía poseída por esos momentos, pensaba seguir estando en ese cuerpo al que manejaba en ese momento a su antojo. La hilera de botones de la camisa ajena se abrió de par en par, mostrándola un cuerpo digno del que ella pudiera sacar provecho-…..El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos…. ¿No lo crees mejor así? Creo que solo nosotros tenemos las armas para moldearlo a nuestra manera….-Sugirió mirándolo a los ojos, apretando sus caderas contra las ajenas para que supiera de que estaba hecha su libido, el libido que quería compartir con él.
El ambiente parecía caldearse con los últimos rayos de sol que entraban por las ventanas, Terpsichore comenzaba a acercarse con lentitud hacia los labios de Aemon, llego y comenzó a besarle lentamente, sin darse prisas de ningún tipo ¿Porque lo haría? No, disfrutaría de cada segundo que estaría con él, disfrutaría de cada momento a cada hora que pudieran estar encerrados en esa habitación, mostrando lo que les ofrecía esa oportunidad de estar juntos-Aemon….ahora que caigo…--su pecho inhalaba aire y lo expulsaba con lentitud, observando que su corsé se hacía cada vez más pequeño, solo porque su cuerpo se había visto envuelto en una prematura sensación de excitación que le seguiría dentro por el resto que quedaba de noche. ¿Qué haría si los agujeros que había en su corazón quedasen en lugares olvidados? No sabía cómo se sentía, ahora, pero estando con Aemon ¿Qué pasaba? Nada, tan solo sería una oportunidad para desfogarse, pero no en el sentido de hacerlo y se acabo la faena, no, no era el estilo de la bella cortesana que tenía tiempo para mirar a las musarañas o simplemente pensaba y pensaba sin llegar a ninguna conclusión. Ahora esa noche o tarde, o en ese rincón, le haría saber lo que sabía hacer de verdad.
Tenía en cuenta que ella era alguien con lo que la gente llama "tener suerte" o "tener suerte de encontrarse con ella"... y tener un desliz siquiera uno pequeño -Ademas solamente has tenido suerte de que estuviera cerca para acercarte a mi...-ella iba bajando lentamente por su rostro, comenzando con besos lentos sobre su frente y sus manos iban a su vez por el torso del mismo-...y lo que siempre quise que ocurriera esto...-murmuro cuando iba por su sien, con voz ahogada pero sensual a la que ella apretó con sus caderas en la entrepierna del otro-...ah...sabes? Es curioso lo que siento...ahora...tu y yo, aquí sin mas cosas que hacer....-Su mano inmediatamente tomo posesión de su miembro, agarrándolo con cierta fuerza por dentro de su pantalón, mirándolo con cierta malicia que desataría, que seria el principio de la fiera de la que estaba hecha Terpsichore.
Lloraba enseguida arrastrando del cuello ajeno hasta que las plumas de los cojines acabaron saliéndose de sus fundas, sus caderas, más que nada se quedaban sobre las ajenas del otro, para después ella tomar con sus manos la hilera de los botones de aquella camisa que parecía administrarle un límite para con la piel del otro-Aemon….basta de juegos…-Inmediatamente el libido oscuro que la tenía poseída por esos momentos, pensaba seguir estando en ese cuerpo al que manejaba en ese momento a su antojo. La hilera de botones de la camisa ajena se abrió de par en par, mostrándola un cuerpo digno del que ella pudiera sacar provecho-…..El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos…. ¿No lo crees mejor así? Creo que solo nosotros tenemos las armas para moldearlo a nuestra manera….-Sugirió mirándolo a los ojos, apretando sus caderas contra las ajenas para que supiera de que estaba hecha su libido, el libido que quería compartir con él.
El ambiente parecía caldearse con los últimos rayos de sol que entraban por las ventanas, Terpsichore comenzaba a acercarse con lentitud hacia los labios de Aemon, llego y comenzó a besarle lentamente, sin darse prisas de ningún tipo ¿Porque lo haría? No, disfrutaría de cada segundo que estaría con él, disfrutaría de cada momento a cada hora que pudieran estar encerrados en esa habitación, mostrando lo que les ofrecía esa oportunidad de estar juntos-Aemon….ahora que caigo…--su pecho inhalaba aire y lo expulsaba con lentitud, observando que su corsé se hacía cada vez más pequeño, solo porque su cuerpo se había visto envuelto en una prematura sensación de excitación que le seguiría dentro por el resto que quedaba de noche. ¿Qué haría si los agujeros que había en su corazón quedasen en lugares olvidados? No sabía cómo se sentía, ahora, pero estando con Aemon ¿Qué pasaba? Nada, tan solo sería una oportunidad para desfogarse, pero no en el sentido de hacerlo y se acabo la faena, no, no era el estilo de la bella cortesana que tenía tiempo para mirar a las musarañas o simplemente pensaba y pensaba sin llegar a ninguna conclusión. Ahora esa noche o tarde, o en ese rincón, le haría saber lo que sabía hacer de verdad.
Tenía en cuenta que ella era alguien con lo que la gente llama "tener suerte" o "tener suerte de encontrarse con ella"... y tener un desliz siquiera uno pequeño -Ademas solamente has tenido suerte de que estuviera cerca para acercarte a mi...-ella iba bajando lentamente por su rostro, comenzando con besos lentos sobre su frente y sus manos iban a su vez por el torso del mismo-...y lo que siempre quise que ocurriera esto...-murmuro cuando iba por su sien, con voz ahogada pero sensual a la que ella apretó con sus caderas en la entrepierna del otro-...ah...sabes? Es curioso lo que siento...ahora...tu y yo, aquí sin mas cosas que hacer....-Su mano inmediatamente tomo posesión de su miembro, agarrándolo con cierta fuerza por dentro de su pantalón, mirándolo con cierta malicia que desataría, que seria el principio de la fiera de la que estaba hecha Terpsichore.
Goldie- Inquisidor Clase Alta
- Mensajes : 134
Fecha de inscripción : 19/07/2013
Re: Lectura del corazón [Aemon +18]
¿Cómo escapar de aquello en lo que eres feliz? ¿Cómo escapar de algo cuando te és imposible pensar? ¿Cómo escapar de algo cuando la única escapatoria es tomar aquello de lo que quieres escapar? Es más, ¿cómo escapas de algo de lo que no quieres huir?
Ya casi no recordaba a lo que había venido y en un futuro daría gracias a haberlo guardado bien entre mis ropas, ropas que desaba que muy pronto desapareciesen de mi cuerpo, que dejasen de acariciar mi piel para que otra piel ajena tomase su lugar. Atrás había quedado el brebaje a preparar, otra noche de arduo estudio y pasar de hojas viejas. Ya no tenía cabeza para otra cosa que no fuese la imagen celestial que tenía ante mis ojos. Me era imposible pensar, ahora que un simple juego iba a acabar en algo mucho más pasional, en otra cosa que no fuese en el ambiente onírico de todo aquello. Hacía bastante que no tenía un momento como aquél, tal vez el hecho del brote entre los niños me había mantenido alejado, o tal vez el estar alejado de esos momentos me había hecho centrarme tanto con ellos. Pero ahora ella estaba sobre mí, tras haberme lanzado contra los cojines para que me tumbase y haberse puesto encima para jugar con los botones de mi camisa. Algo en mi pantalón la deseaba casi más que yo y mis ojos solo tenían ganas de los de ella.
Sentí como la camisa, como barrera, caía ante sus encantos y sus manos, abriéndose de par en par, ofreciéndole mi cuerpo sin defensa, completamente para ella. Seguía sin importarme pues deseaba que lo hiciese. Solo una vez, con una vampiresa, me había ocurrido aquello, y aquella vez fue porque usaron poderes mentales, pero Terp no estaba usando nada de eso. Podía sentir como mi pecho se elevaba y descendía suavemente pero con amplitud bajo su cuerpo. Mis ojos se desviaban de los suyos a sus labios y su canalillo y de ahí de nuevo a sus ojos. Solo pude asentir ante las palabras que sus labios evocaron con suaves susurros. Cierto era que el destino barajaba las cartas y nosotros las jugabamos, también que teníamos las herramientas para usarlas con tino y acierto. Ella no dudó en "remarcar" con un apretón las herramientas que usaríamos esa noche. Podría haber hablado, haber dicho algo ingenioso, un chiste e incluso una frase caliente, pero ella tenía el poder, ella mandaba ahora y haber dejado escapar una sola palabra susurrada de entre mis labios sería la mayor blasfemia que el mundo nunca pudiese llegar a ver.
Cuando la vi acercarse a mi rostro solo puedo esperar el contacto de sus labios como un sediento esperaría el agua o un moribundo el dulce abrazo de la muerte. La veía más suelta que otras veces. Tenía un brillo en los ojos que no había visto en el burdel. Era ella, sí, pero las pocas veces que la había visto parecía más ausente, más en su mundo, como cansada de el lugar en el que estaba y de lo que hacía. Y ahora, sobre mi, presionando lo que tenía para ella, parecía haber encontrado lo que buscaba, o al menos un entretenimiento extraño en el camino de su busqueda. No se si eran sus palabras, su mirada, su respiración pausada que hacía que su cuerpo se presionase de una forma demasiado placentera con su corsé, o el ambiente que nos envolvía, pero no quería separarme de ella, ni que aquello acabase. Todavía quedaba algo de tarde y toda la noche y nadie que nos molestase.
Sonreí, soltando una leve carcajada, cuando comentó que había tenido suerte en encontrarla y me callé la suerte que ella podía haber tenido al dejarse encontrar. Agradecí cada uno de sus besos, cada una de sus caricias y acabé cerrando los ojos cuando su mano experta agarró cierta parte de mi anatomía. Me había mirado de una forma extraña. ¿Lujuria tal vez? Cuando reabrí los ojos mis manos habían dejado todo lo que estaban haciendo para dirigirse a la lazada de su corsé, deshaciendola lentamente mientras la dejaba hacer y la observaba. Poco a poco la prenda se iba quedando holgada alrededor de su cuerpo hasta que finalmente la tuve entre mis manos sin ataduras. La retiré despacio para desvelar sin prisas lo que ocultaba... y no quedé decepcionado. La miré a los ojos con un brillo de deseo y la besé una vez más en los labios antes de dejarla proseguir. Me encantaba lo que tenía ante mí y no dudé en acariciar sus piernas, sus nalgas, su espalda, sus brazos e incluso su cuello antes de tomar su rostro entre ellas para volver a comer con hambre y gula de sus labios y saborear su lengua. Después de aquello, y deseando que no dejase lo que tenía entre manos, la guié con mis manos para que sus pechos quedasen sobre mis labios, momento que aproveché para lamerlos con la punta de la lengua, morder su base e incluso las aureolas. Besé su cuello, sus clavísculas e incluso su externón, pero sus senos siempre volvían a llamarme la atención por el movimiento que llevaban, acompasando su respiración.
Mis manos, en ese momento estaban demasiado ocupadas en apretar sus nalgas, acariciar sus ingles y moverla suavemente sobre mis piernas, pues lo que su mano hacía sobre mi polla no tenía perdón de Dios. Mis piernas, por su parte, se separaban lentamente para que ella tuviese más comodidad y espacio. Ahora estaba completamente bajo su control, pero más adelante, cuando el calor de nuestros cuerpos fuese mayor que el de las estrellas, aquella sala sería demasiado pequeña para mi inquieta mente y mi deseoso cuerpo.
Ya casi no recordaba a lo que había venido y en un futuro daría gracias a haberlo guardado bien entre mis ropas, ropas que desaba que muy pronto desapareciesen de mi cuerpo, que dejasen de acariciar mi piel para que otra piel ajena tomase su lugar. Atrás había quedado el brebaje a preparar, otra noche de arduo estudio y pasar de hojas viejas. Ya no tenía cabeza para otra cosa que no fuese la imagen celestial que tenía ante mis ojos. Me era imposible pensar, ahora que un simple juego iba a acabar en algo mucho más pasional, en otra cosa que no fuese en el ambiente onírico de todo aquello. Hacía bastante que no tenía un momento como aquél, tal vez el hecho del brote entre los niños me había mantenido alejado, o tal vez el estar alejado de esos momentos me había hecho centrarme tanto con ellos. Pero ahora ella estaba sobre mí, tras haberme lanzado contra los cojines para que me tumbase y haberse puesto encima para jugar con los botones de mi camisa. Algo en mi pantalón la deseaba casi más que yo y mis ojos solo tenían ganas de los de ella.
Sentí como la camisa, como barrera, caía ante sus encantos y sus manos, abriéndose de par en par, ofreciéndole mi cuerpo sin defensa, completamente para ella. Seguía sin importarme pues deseaba que lo hiciese. Solo una vez, con una vampiresa, me había ocurrido aquello, y aquella vez fue porque usaron poderes mentales, pero Terp no estaba usando nada de eso. Podía sentir como mi pecho se elevaba y descendía suavemente pero con amplitud bajo su cuerpo. Mis ojos se desviaban de los suyos a sus labios y su canalillo y de ahí de nuevo a sus ojos. Solo pude asentir ante las palabras que sus labios evocaron con suaves susurros. Cierto era que el destino barajaba las cartas y nosotros las jugabamos, también que teníamos las herramientas para usarlas con tino y acierto. Ella no dudó en "remarcar" con un apretón las herramientas que usaríamos esa noche. Podría haber hablado, haber dicho algo ingenioso, un chiste e incluso una frase caliente, pero ella tenía el poder, ella mandaba ahora y haber dejado escapar una sola palabra susurrada de entre mis labios sería la mayor blasfemia que el mundo nunca pudiese llegar a ver.
Cuando la vi acercarse a mi rostro solo puedo esperar el contacto de sus labios como un sediento esperaría el agua o un moribundo el dulce abrazo de la muerte. La veía más suelta que otras veces. Tenía un brillo en los ojos que no había visto en el burdel. Era ella, sí, pero las pocas veces que la había visto parecía más ausente, más en su mundo, como cansada de el lugar en el que estaba y de lo que hacía. Y ahora, sobre mi, presionando lo que tenía para ella, parecía haber encontrado lo que buscaba, o al menos un entretenimiento extraño en el camino de su busqueda. No se si eran sus palabras, su mirada, su respiración pausada que hacía que su cuerpo se presionase de una forma demasiado placentera con su corsé, o el ambiente que nos envolvía, pero no quería separarme de ella, ni que aquello acabase. Todavía quedaba algo de tarde y toda la noche y nadie que nos molestase.
Sonreí, soltando una leve carcajada, cuando comentó que había tenido suerte en encontrarla y me callé la suerte que ella podía haber tenido al dejarse encontrar. Agradecí cada uno de sus besos, cada una de sus caricias y acabé cerrando los ojos cuando su mano experta agarró cierta parte de mi anatomía. Me había mirado de una forma extraña. ¿Lujuria tal vez? Cuando reabrí los ojos mis manos habían dejado todo lo que estaban haciendo para dirigirse a la lazada de su corsé, deshaciendola lentamente mientras la dejaba hacer y la observaba. Poco a poco la prenda se iba quedando holgada alrededor de su cuerpo hasta que finalmente la tuve entre mis manos sin ataduras. La retiré despacio para desvelar sin prisas lo que ocultaba... y no quedé decepcionado. La miré a los ojos con un brillo de deseo y la besé una vez más en los labios antes de dejarla proseguir. Me encantaba lo que tenía ante mí y no dudé en acariciar sus piernas, sus nalgas, su espalda, sus brazos e incluso su cuello antes de tomar su rostro entre ellas para volver a comer con hambre y gula de sus labios y saborear su lengua. Después de aquello, y deseando que no dejase lo que tenía entre manos, la guié con mis manos para que sus pechos quedasen sobre mis labios, momento que aproveché para lamerlos con la punta de la lengua, morder su base e incluso las aureolas. Besé su cuello, sus clavísculas e incluso su externón, pero sus senos siempre volvían a llamarme la atención por el movimiento que llevaban, acompasando su respiración.
Mis manos, en ese momento estaban demasiado ocupadas en apretar sus nalgas, acariciar sus ingles y moverla suavemente sobre mis piernas, pues lo que su mano hacía sobre mi polla no tenía perdón de Dios. Mis piernas, por su parte, se separaban lentamente para que ella tuviese más comodidad y espacio. Ahora estaba completamente bajo su control, pero más adelante, cuando el calor de nuestros cuerpos fuese mayor que el de las estrellas, aquella sala sería demasiado pequeña para mi inquieta mente y mi deseoso cuerpo.
Aemon- Prostituto Clase Baja
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Fecha de inscripción : 17/03/2012
Re: Lectura del corazón [Aemon +18]
¿Cómo decirlo o explicarlo en el momento en que dos personas van a tener el sexo de su vida? Lujuria, solamente era lujuria. Disfrutarían dela lujuria, el sexo y la pasión, haciendo el amor a cada rato y a cada segundo, jamás diciendo que no. Siempre eran mejor los polvos entre amantes, entre almas que no estaban atadas a ninguna relación comprometida, y cualquiera sabría que cualquier paja de casado es de lo peor que se puede hacer. Hombres, algunos nombran en quejas de que las mujeres dicen que los hombres duran poco ¿Por qué precisamente pasa eso? Claro, las mujeres obviamente no son un objeto para satisfacer al hombre a diario. Si les puedes poner un castigo, ponles una vez al año.
Cierta mano se movía traviesa sobre el miembro de Aemon, haciéndole desear más de sus caricias cuando ella se fue moviendo lejos de él, separándose de el para poder desabrocharle el pantalón, ir deslizándoselo lentamente, viendo que la tela se alejaba de sus piernas sincronizada mente, mirándolo de reojo, echándose hacia atrás, cabello incluido, los pantalones ya estaban por las rodillas, ya era suficiente, se quedaría con el, se quedaría con el deseo que siente ahora por ella, sus rosados labios se acercaron a la cinturilla de su ropa interior, pudo oler, pasar por su miembro erecto la punta de su nariz, pasar un lametón de abajo arriba por encima de la ropa interior, ignorando los gestos faciales de a quien estaba torturando lentamente, sonrió al pensar “tortura”
Solo jugaba, estaba comenzando el juego que los llevaría al cielo. Ella lo haría bien -….Un ángel te llevara al cielo pecador del diablo…-Dijo antes, en un suave susurro para después ir rozando sus senos al desnudo por miembro, vientre, torso y al fin tenerlo cara a cara, comenzar a lamerle los labios y atraparlo en un lento beso mientras que con parte del hueso de su cadera apretó, no dejo desatendido el miembro erecto de Aemon-….¿O es que estoy llevando al mismo corderito al diablo? –Burló obviamente refiriéndose a él como el corderito que lo llevaría a la perdición.
Pensó en demostrarle de lo que estaba echa ella, de lo que era capaz, su cuerpo sentía como las endorfinas afloraban llevándolas a un nivel agudo de excitación, su pierna la subió un poco, cubriendo el cuerpo de Aemon con su cuerpo frágil pero deseoso por el género masculino, alguna que otra pelea se había formado por poder poseerlo toda una noche, solamente ella se dejaba desear, se dejaba llevar por la magia que transmitía la noche, más que nada, a esa hora parecía ser la tarde, las cinco, las seis, no lo supo, había perdido la noción de las horas para poder concentrarse solamente en Aemon, en aquel lugar, en aquel rincón en el que se habían quedado encerrados, bien, no le importaba en absoluto, no…nunca le había importado durante 22 años que había estado dentro del burdel, dentro sin saber nada del mundo exterior, solo sabía los rincones del burdel, nada más y algún que otro rincón de Paris.
-Aemon….-murmuro su nombre casi en un leve un jadeo, ella misma estaba comenzando a marearse de la pura excitación que en su mismo corazón estaba sintiendo que se aceleraba sin razón…o bueno si, estaban comenzando a entrar en calor el uno con el otro, sentía cierta ansiedad que no la dejaba respirar, se colocó sobre él, a horcajadas, haciendo coincidir ambos sexos ¿Pero porque se sentía débil? -…Puedes aprovechar la sumisión que en este momento proceso, Aemon….-Movió lentamente sus caderas sobre el falo erecto de Aemon, arañando suavemente su torso con las uñas de la anterior manicura francesa que se hizo, seguía moviéndolas sobre el -….Entro en un estado de docilidad que pocos llegan a ver…-de nuevo arremetió contra sus caderas, contra la excitación de Aemon, se tumbó sobre él, cerca de sus labios-….¿Sabes acaso lo que significa?
Cierta mano se movía traviesa sobre el miembro de Aemon, haciéndole desear más de sus caricias cuando ella se fue moviendo lejos de él, separándose de el para poder desabrocharle el pantalón, ir deslizándoselo lentamente, viendo que la tela se alejaba de sus piernas sincronizada mente, mirándolo de reojo, echándose hacia atrás, cabello incluido, los pantalones ya estaban por las rodillas, ya era suficiente, se quedaría con el, se quedaría con el deseo que siente ahora por ella, sus rosados labios se acercaron a la cinturilla de su ropa interior, pudo oler, pasar por su miembro erecto la punta de su nariz, pasar un lametón de abajo arriba por encima de la ropa interior, ignorando los gestos faciales de a quien estaba torturando lentamente, sonrió al pensar “tortura”
Solo jugaba, estaba comenzando el juego que los llevaría al cielo. Ella lo haría bien -….Un ángel te llevara al cielo pecador del diablo…-Dijo antes, en un suave susurro para después ir rozando sus senos al desnudo por miembro, vientre, torso y al fin tenerlo cara a cara, comenzar a lamerle los labios y atraparlo en un lento beso mientras que con parte del hueso de su cadera apretó, no dejo desatendido el miembro erecto de Aemon-….¿O es que estoy llevando al mismo corderito al diablo? –Burló obviamente refiriéndose a él como el corderito que lo llevaría a la perdición.
Pensó en demostrarle de lo que estaba echa ella, de lo que era capaz, su cuerpo sentía como las endorfinas afloraban llevándolas a un nivel agudo de excitación, su pierna la subió un poco, cubriendo el cuerpo de Aemon con su cuerpo frágil pero deseoso por el género masculino, alguna que otra pelea se había formado por poder poseerlo toda una noche, solamente ella se dejaba desear, se dejaba llevar por la magia que transmitía la noche, más que nada, a esa hora parecía ser la tarde, las cinco, las seis, no lo supo, había perdido la noción de las horas para poder concentrarse solamente en Aemon, en aquel lugar, en aquel rincón en el que se habían quedado encerrados, bien, no le importaba en absoluto, no…nunca le había importado durante 22 años que había estado dentro del burdel, dentro sin saber nada del mundo exterior, solo sabía los rincones del burdel, nada más y algún que otro rincón de Paris.
-Aemon….-murmuro su nombre casi en un leve un jadeo, ella misma estaba comenzando a marearse de la pura excitación que en su mismo corazón estaba sintiendo que se aceleraba sin razón…o bueno si, estaban comenzando a entrar en calor el uno con el otro, sentía cierta ansiedad que no la dejaba respirar, se colocó sobre él, a horcajadas, haciendo coincidir ambos sexos ¿Pero porque se sentía débil? -…Puedes aprovechar la sumisión que en este momento proceso, Aemon….-Movió lentamente sus caderas sobre el falo erecto de Aemon, arañando suavemente su torso con las uñas de la anterior manicura francesa que se hizo, seguía moviéndolas sobre el -….Entro en un estado de docilidad que pocos llegan a ver…-de nuevo arremetió contra sus caderas, contra la excitación de Aemon, se tumbó sobre él, cerca de sus labios-….¿Sabes acaso lo que significa?
Goldie- Inquisidor Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/07/2013
Re: Lectura del corazón [Aemon +18]
¿Qué es lo que tenía aquella joven? ¿Qué la hacía tan provocativa, sensual, delicada y diabólica? ¿Cómo había conseguido que yo, que siempre iba por delante en estos temas, me comportase como un tierno corderito a merced del demonio? No sabía como explicarlo pero su mano sobre mi polla, por encima de la tela de la ropa interior, era como el hilo de una marioneta. Muchas manos, de hombres y mujeres, habían pasado por ella pero pocas habían conseguido tanto en tan poco tiempo. Tal vez fuese esa mirada de lujuria desenfrenada, esa forma de agarrarme el miembro con dulzura y dominación, o las formas redondeadas de su cuerpo. Puede que fuesen incluso sus movimientos suaves y felinos que no hacían más que endurecerme hasta tal punto que o se rompía la ropa interior o me estallaría el pene al menor roce.
De pronto el pantalón empezó a bajar ayudado de las manos de Terpsichore. Lentó, suave, sensual; como ella. Podía ver su mirada de reojo, salvaje y erótica, y cómo estaba enmarcada en su cabello echado hacia atrás, dejándome una visión perfecta de su cuello y rostro. Además, sus senos, con la espalda curvada, se mostraban poderosos y orgullosos. Quería cogerlos pero todavía deseaba más ver que tenía preparado. No podía imaginar ahora mismo como podría acabar aquello. Creo que ni aunque viese un meteorito caer del cielo hacia mi cabeza pararía ese momento para salvar mi vida. Su rostro bajó por mi cuerpo sin prisas hasta que olió mi sexo, que debía oler a deseo por ella. Aquello me hizo soltar un jadeo traidor, pues no quería que supiese que me excitaba más allá de la dureza de mi pene.
Su lengua solo consiguió que notase dolor, unido a cierto placer, en la entrepierna. Me iba a reventar si nadie me quitaba la ropa interior y se hacía cargo de ese... llamémosle "problema privado". Bajo la luz del atardecer en aquél rincón de la biblioteca solo conseguía notar el calor de la muerte solar unido al calor del cuerpo de Terp. ¿La deseaba? Sí. ¿Le haría daño? Solo si me lo pedía. ¿Quería conocer cada parte de ella? Hasta la más oculta y sin dudarlo.- "Cielo o infierno me dan igual. Se que ninguno se comparará al terreno al que quieres llevarme... ngh..." -Había vuelto a mi rostro para besarme y podía notar sus senos contra mi pecho, sus pezones arañándome. El gemidito se debió a la presión de su cadera contra mi miembro. Aquella era la peor tortura pero no se lo haría saber... ¿verdad?
Cada caricia de esa cadera sobre mi erección era una verdadera tortura y sus palabras susurradas prácticamente un conjuro. Agarré sus nalgas con fuerza, clavando las uñas ligeramente y la moví yo mismo sobre mi erección.- "Significa, ni más ni menos, que voy a aprovechar cada fracción de segundo en la que estés bajo mi control." -Mordí el labio inferior de Terp justo antes de mirarla a los ojos.- "No quiere decir que no te haga gemir mi nombre durante horas con gozo." -Y sin más una mano desapareció entre ambas cinturas para acariciar su sexo. Dos dedos entraron en un empapado coño que les recibió con alegría, mientras uno más regordete, el pulgar, se afanaba en hacer salir de su escondite al rosado clítoris. Los otros dos solo masajeaban los labios mayores de Terp.- "Quiere decir que a partir de ahora tus gemidos son míos, tu deseo soy yo y que en los próximos segundos, minutos u horas vas a disfrutar como nunca junto a mí." -La hice caer a un lado con las piernas abiertas para seguir dedicando las atenciones precisadas por su entrepierna mientras mi rostro se perdía entre sus pechos. Todavía recordaba el tacto de su nariz en mi polla cubierta por la ropa interior y ahora la mía recorría sus senos. Mi boca dejaba pequeños mordiscos, lametones y succiones en toda su amplitud. Aureola, base, piel y pezones sufrían la tortura de mis labios.
De pronto el pantalón empezó a bajar ayudado de las manos de Terpsichore. Lentó, suave, sensual; como ella. Podía ver su mirada de reojo, salvaje y erótica, y cómo estaba enmarcada en su cabello echado hacia atrás, dejándome una visión perfecta de su cuello y rostro. Además, sus senos, con la espalda curvada, se mostraban poderosos y orgullosos. Quería cogerlos pero todavía deseaba más ver que tenía preparado. No podía imaginar ahora mismo como podría acabar aquello. Creo que ni aunque viese un meteorito caer del cielo hacia mi cabeza pararía ese momento para salvar mi vida. Su rostro bajó por mi cuerpo sin prisas hasta que olió mi sexo, que debía oler a deseo por ella. Aquello me hizo soltar un jadeo traidor, pues no quería que supiese que me excitaba más allá de la dureza de mi pene.
Su lengua solo consiguió que notase dolor, unido a cierto placer, en la entrepierna. Me iba a reventar si nadie me quitaba la ropa interior y se hacía cargo de ese... llamémosle "problema privado". Bajo la luz del atardecer en aquél rincón de la biblioteca solo conseguía notar el calor de la muerte solar unido al calor del cuerpo de Terp. ¿La deseaba? Sí. ¿Le haría daño? Solo si me lo pedía. ¿Quería conocer cada parte de ella? Hasta la más oculta y sin dudarlo.- "Cielo o infierno me dan igual. Se que ninguno se comparará al terreno al que quieres llevarme... ngh..." -Había vuelto a mi rostro para besarme y podía notar sus senos contra mi pecho, sus pezones arañándome. El gemidito se debió a la presión de su cadera contra mi miembro. Aquella era la peor tortura pero no se lo haría saber... ¿verdad?
Cada caricia de esa cadera sobre mi erección era una verdadera tortura y sus palabras susurradas prácticamente un conjuro. Agarré sus nalgas con fuerza, clavando las uñas ligeramente y la moví yo mismo sobre mi erección.- "Significa, ni más ni menos, que voy a aprovechar cada fracción de segundo en la que estés bajo mi control." -Mordí el labio inferior de Terp justo antes de mirarla a los ojos.- "No quiere decir que no te haga gemir mi nombre durante horas con gozo." -Y sin más una mano desapareció entre ambas cinturas para acariciar su sexo. Dos dedos entraron en un empapado coño que les recibió con alegría, mientras uno más regordete, el pulgar, se afanaba en hacer salir de su escondite al rosado clítoris. Los otros dos solo masajeaban los labios mayores de Terp.- "Quiere decir que a partir de ahora tus gemidos son míos, tu deseo soy yo y que en los próximos segundos, minutos u horas vas a disfrutar como nunca junto a mí." -La hice caer a un lado con las piernas abiertas para seguir dedicando las atenciones precisadas por su entrepierna mientras mi rostro se perdía entre sus pechos. Todavía recordaba el tacto de su nariz en mi polla cubierta por la ropa interior y ahora la mía recorría sus senos. Mi boca dejaba pequeños mordiscos, lametones y succiones en toda su amplitud. Aureola, base, piel y pezones sufrían la tortura de mis labios.
Aemon- Prostituto Clase Baja
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Fecha de inscripción : 17/03/2012
Re: Lectura del corazón [Aemon +18]
-Ahh…Sant…dios…-Sus gemidos eran simplemente llamamientos de guerra en busca de más batallas por ganar las pericias de aquel que invadia su sexo con cierto salvajismo creciente en aquella biblioteca. Enteramente sentía que la tenía embaucada en un universo distinto del cual estaba viviendo cada día – ¡Aemon! –Era aquello lo que su compañía quería escuchar, solamente que sus gemidos sonasen por si solos, sin necesidad de ser forzados, temiendo siempre que la vergüenza les pillara infraganti, teniendo en cuenta de que siempre estaba encerrada en una habitación de cuatro paredes, empapeladas siempre con temas florales.
Esto era diferente.
Ahora estaban ambos metidos dentro de una sala secreta, parte de la biblioteca, sí, pero ahora era secreta entre ambos, en donde disfrutaban en demasía de la compañía del uno como la del otro. Terpsichore estaba excitándose en demasía con aquellas técnicas de Aemon, simplemente deseaba más, pero era cortesana y estaba en pensando en que parase porque sentía que su corazón iba a explotarle, pero ella jugo mal, llevo una de sus manos para ponerla sobre la mano que la estaba masturbando, la quito y volvió a moverla a su antojo para que profundizara aún mucho más, sintiéndose como si un enorme pene estuviera embistiéndola- …ahh…Aemon….-Ahora ella le paro la mano para poner ambas sobre las mejillas ajenas, acercarle para poder rozar sus labios con los ajenos, comenzar a devorarlos con lentitud mientras ella intentaba mover las caderas en contra del cuerpo ajeno.
Excitándolo, enviándole la indirecta de lo que quería en ese momento-….Aemon….No podré aguantar si sigues jugando como un crio….-Susurro para lamer de seguido el lóbulo de la oreja, mordérselo y tener que mover su cadera más acorde con lo que ella deseaba-….No me vas a dar un juego de verdad? ….-Aquella petición de lujuria estaba llena de sensualidad y de deseo por ser inflamada por el contacto de su polla dentro de ella, tomo con la mano el miembro de Aemon y le dio un apretón a la vez que le lamia el cuello-…¿Eh? ¿No me lo vas a dar…? –Entre sensual, hizo aparecer los pucheros como si fuera una joven a la que no le iban a dar de probar un rico trozo de tarta-
Esto era diferente.
Ahora estaban ambos metidos dentro de una sala secreta, parte de la biblioteca, sí, pero ahora era secreta entre ambos, en donde disfrutaban en demasía de la compañía del uno como la del otro. Terpsichore estaba excitándose en demasía con aquellas técnicas de Aemon, simplemente deseaba más, pero era cortesana y estaba en pensando en que parase porque sentía que su corazón iba a explotarle, pero ella jugo mal, llevo una de sus manos para ponerla sobre la mano que la estaba masturbando, la quito y volvió a moverla a su antojo para que profundizara aún mucho más, sintiéndose como si un enorme pene estuviera embistiéndola- …ahh…Aemon….-Ahora ella le paro la mano para poner ambas sobre las mejillas ajenas, acercarle para poder rozar sus labios con los ajenos, comenzar a devorarlos con lentitud mientras ella intentaba mover las caderas en contra del cuerpo ajeno.
Excitándolo, enviándole la indirecta de lo que quería en ese momento-….Aemon….No podré aguantar si sigues jugando como un crio….-Susurro para lamer de seguido el lóbulo de la oreja, mordérselo y tener que mover su cadera más acorde con lo que ella deseaba-….No me vas a dar un juego de verdad? ….-Aquella petición de lujuria estaba llena de sensualidad y de deseo por ser inflamada por el contacto de su polla dentro de ella, tomo con la mano el miembro de Aemon y le dio un apretón a la vez que le lamia el cuello-…¿Eh? ¿No me lo vas a dar…? –Entre sensual, hizo aparecer los pucheros como si fuera una joven a la que no le iban a dar de probar un rico trozo de tarta-
Goldie- Inquisidor Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/07/2013
Re: Lectura del corazón [Aemon +18]
Besé sus labios sin pensarlo dos veces cuando me lo pidió sin dejar de masturbarla. Sabía que estaba excitada pues podía notarlo en sus contracciones y la humedad de su sexo, así como en el brillo de sus ojos o en el apretón que le dió a mi falo erecto.- "¿Quieres un juego de verdad?" -Pregunté deslizando la lengua entre sus labios para profundizar el beso antes de hacerla tumbarse del todo bocarriba y ponerme sobre ella. Besé su cuello y sus pechos, lamiendo sus pezones, antes de volver a mirarla a los ojos. En el transcurso había estado moviendo la cintura para frotarme con ella y excitarla más si cabía.- "¿Quieres jugar? ¿Jugar sucio? ¿Jugar a juegos de mayores?" -Bajé una mano a apretarle un muslo aprrovechando que mi cuerpo estaba entre sus piernas separadas.- "Dios, estás empapada..." -Comenté cuando me agarré el miembro dispuesto a penetrarla, pasando el glande por sus labios vaginales para lubricarlo.
Escondí el rostro en su cuello para aspirar su aroma y dejé un mordisco antes de susurrar.- "Seré cuidadoso... pero solo al principio. Esta sala es nuestra, este tiempo es nuestro y pienso disfrutar de cada poro de tu piel." -Y dicho eso apoyé el glande en su entrada, la sujeté de las caderas, y con el rostro oculto en su cuello apreté las nalgas y hundí la cintura entre las suyas, penetrándola de una sola estocada. Aquello era un lujo, una cueva de placer, un coño estrecho y cálido. En ese momento supe que lo pasaríamos bien en esta y otras muchas ocasiones. Despacio empecé a mover las caderas en un suave chapoteo de su sexo. La miré a los ojos y mordí su labio inferior.- "¿Esto era lo que querías?" -Preguntaba entre cada embestida en la que salía de ella despacio para entrar con rapidez y fuerza, viendo sus pechos dar pequeños saltos por las embestidas.- "Mmm...."
Escondí el rostro en su cuello para aspirar su aroma y dejé un mordisco antes de susurrar.- "Seré cuidadoso... pero solo al principio. Esta sala es nuestra, este tiempo es nuestro y pienso disfrutar de cada poro de tu piel." -Y dicho eso apoyé el glande en su entrada, la sujeté de las caderas, y con el rostro oculto en su cuello apreté las nalgas y hundí la cintura entre las suyas, penetrándola de una sola estocada. Aquello era un lujo, una cueva de placer, un coño estrecho y cálido. En ese momento supe que lo pasaríamos bien en esta y otras muchas ocasiones. Despacio empecé a mover las caderas en un suave chapoteo de su sexo. La miré a los ojos y mordí su labio inferior.- "¿Esto era lo que querías?" -Preguntaba entre cada embestida en la que salía de ella despacio para entrar con rapidez y fuerza, viendo sus pechos dar pequeños saltos por las embestidas.- "Mmm...."
Aemon- Prostituto Clase Baja
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