AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Una canción rota (Jules Lombard)
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Una canción rota (Jules Lombard)
Detuve mis apresurados pasos al captar mi reflejo en una de las muchas vitrinas de las tiendas que abundaban en esa parte de la ciudad. Vestía mi impecable traje de domingo, de hecho acaba de salir de la misa matutina a la cual había acudido junto a varios sirvientes de la casa de la Srta. Ruslana, incluso tenía un sombrero estúpidamente alto y el cabello recogido en una coleta baja con un lazo obscuro a juego con el resto de mi ropa. Me veía bien de aquel modo y eso me hizo sentir enfermo, me quite el sombrero y lo deje caer en cualquier parte sin siquiera fijarme donde aterrizaba, el lazo de cabello me lo arranque y casi me estrangulo luchando con el corbatín hasta lograr arrancar la cosa de mi cuello. Ese no era yo... nada de eso era yo, ni siquiera esa piel humana que no era más que un disfraz que se sentía más insoportable cada día. No nací para vivir de esta manera, como una querida mascota resguardada de los peligros del mundo tras gruesas paredes de piedra.
- ¿Maurice? ¿Qué haces? - interrogo en un tono gentil a pesar de su extrañeza una de las mucamas que había venido con el grupo. Ella se agacho a recoger mi sombrero, sacudiéndole el polvo antes de ofrecérmelo - es un sombrero muy bonito, no deberías dejarlo caer en cualquier parte.
- Quédatelo - le dije al tiempo que trataba de marcharme en la dirección opuesta a la que iba el grupo.
- ¡Espera! ¿A donde vas? Debemos regresar con los demás o el tío de la señorita se enfadara si se entera que te has escapado de nuevo - trato de razonar conmigo, pues sin duda el enfado de Löwe causaría incomodidad para todos, especialmente si volvía a idear algún castigo como el de días atrás, no fueron solo mis dedos los atormentados por tocar una y otra vez el piano, casi nadie pudo dormir tranquilamente por mi causa.
- Que se enfade - mis palabras sonaron más valientes de lo que me sentía, pero no tenía elección, más allá de mi deseo de permanecer en compañía de mi amo, de complacerlo y recibir recompensas de su parte, estaba esa sensación de sentirme como si estuviera muriendo dentro de una jaula estrecha que se clavaba en mis costillas y se apretaba hasta asfixiarme completamente.
Tenía que escapar, de esos sentimientos que se fortalecían, de esa piel que jamás aceptaría como mía, de ese hombre que era y en cuyo rostro no lograba reconocerme. Despojarme de ese nombre que nada significaba para mi, y sólo seguir la vieja canción que siempre escuchaba en mis sueños, el canto de mis hermanos en un lugar lejano e inaccesible para mi, allí donde jamás lograría ir, incluso si vivía muchas vidas, era algo que sabía sin necesidad que nadie me lo dijera o comprobara, una verdad dolorosa tatuada en mi alma, melancolía que no hallaba consuelo e inspiraba mis cantos sobre el tejado cuando la luna se mostraba en todo su esplendor.
Me deshice de ella bruscamente ocasionando que cayera sobre su trasero, momento que aproveche para alejarme lo más rápido que pude y perderme de la vista del grupo entre las callejuelas.
Camine por mucho tiempo sin pensar a donde iba, me movía como un autómata impulsado por extraños mecanismos de cuerdas, engranajes y resortes en su interior, tan estéril como uno, viviendo un sinsentido, siendo el capricho de alguien más. La luz del sol me hizo recordar cuanto extrañaba aquella claridad, el azul del cielo que en ocasiones me costaba recordar ¿Porque no podía tenderme bajo su luz y dejar que calentara mi pelaje?
Sin saber bien como llegue hasta esa parte de la ciudad me encontré con lo que parecía unos almacenes desde cuyo interior oía el sonido de lo que parecía un grupo bastante animado de hombres que gritaban improperios y maldiciones, dando un vistazo alrededor comprobé que era una zona poco transitada, pero principalmente que el brillante astro rey aun estaba lo bastante alto para mantener a raya el único peligro capaz de hacer que desistiera de esos instantes de libertad, los vampiros. Al ver que aun tenía varias horas de luz decidí entrar a dar un vistazo. Junto a la entrada sólo había un anciano con una intensa peste que parecía una mezcla de tabaco barato y orines lo bastante potente para hacerme maldecir la agudeza de mi olfato, el hombre sólo me dio un vistazo y sonrió con desdén mientras enrollaba un cigarro.
- No es un sitio para "señoritas" - me dijo riendo a la par que sufría un ataque de toz pero no hizo intento de detenerme.
- No soy una señorita - replique entrando ya no sólo porque mi curiosidad me impulsaba a hacerlo, sino porque no iba a dejar que ese montón de pellejo me desdeñase.
Finalmente pude saber la causa de tanto alboroto, dentro había alguna clase de ring improvisado con tablas que formaba un cercado creando un espacio reducido donde dos contendientes intercambiaban golpes entre si y varios hombres alrededor los animaban mientras apostaban por uno o por otro. Inicialmente observe desde cierta distancia, apenas acababa un combate se iniciaba otro, quienes antes eran el publico entraban al ring sustituyendo a los luchadores, prácticamente la única regla era no utilizar ningún tipo de armas, por lo demás intentar picar al contrincante en los ojos, o conectar la rodilla con sus partes nobles parecían perfectamente aceptables. Pronto me contagie del entusiasmo de los otros espectadores acabando contra la cerca donde podía observar en toda su gloria la manera en que esos hombres se practicaban trabajos de ortodoncia con los puños.
No estaba seguro sobre que era ese lugar, pero las actividades se prolongaron por bastante tiempo, a medida que algunos espectadores se retiraban llegaban otros, no todos peleaban, aunque muchos alardeaban de poder hacerlo mucho mejor que los que luchaban en ese instante. Yo también creía poder hacerlo mejor, sabía que era más rápido moviéndome que todos ellos, y aunque mi cuerpo fuese delgado y mis golpes no tuviesen tanta potencia, les sería muy difícil el llegar a tocarme.
Puede que por la adrenalina, o quizás simple locura, me vi a mi mismo saltando dentro de la cerca cuando los anteriores contrincantes abandonaron la misma, el silencio que siguió mi acto hizo aun más notable las carcajadas que se liberaron luego.
Escuche gritos tales como: "¡Sal de ahí!", "Aquí no pelean mujeres", "Te van a hacer compota tu bonita cara" y otros tantos. Reconozco que mi parte racional pedía salir del ring antes de que alguien se animara a ser mi oponente, pero mi orgullo hablo con más fuerza obligándome a levantar la cabeza y remangar mi camisa en señal de que no me marcharía sin luchar contra alguien.
- ¿Maurice? ¿Qué haces? - interrogo en un tono gentil a pesar de su extrañeza una de las mucamas que había venido con el grupo. Ella se agacho a recoger mi sombrero, sacudiéndole el polvo antes de ofrecérmelo - es un sombrero muy bonito, no deberías dejarlo caer en cualquier parte.
- Quédatelo - le dije al tiempo que trataba de marcharme en la dirección opuesta a la que iba el grupo.
- ¡Espera! ¿A donde vas? Debemos regresar con los demás o el tío de la señorita se enfadara si se entera que te has escapado de nuevo - trato de razonar conmigo, pues sin duda el enfado de Löwe causaría incomodidad para todos, especialmente si volvía a idear algún castigo como el de días atrás, no fueron solo mis dedos los atormentados por tocar una y otra vez el piano, casi nadie pudo dormir tranquilamente por mi causa.
- Que se enfade - mis palabras sonaron más valientes de lo que me sentía, pero no tenía elección, más allá de mi deseo de permanecer en compañía de mi amo, de complacerlo y recibir recompensas de su parte, estaba esa sensación de sentirme como si estuviera muriendo dentro de una jaula estrecha que se clavaba en mis costillas y se apretaba hasta asfixiarme completamente.
Tenía que escapar, de esos sentimientos que se fortalecían, de esa piel que jamás aceptaría como mía, de ese hombre que era y en cuyo rostro no lograba reconocerme. Despojarme de ese nombre que nada significaba para mi, y sólo seguir la vieja canción que siempre escuchaba en mis sueños, el canto de mis hermanos en un lugar lejano e inaccesible para mi, allí donde jamás lograría ir, incluso si vivía muchas vidas, era algo que sabía sin necesidad que nadie me lo dijera o comprobara, una verdad dolorosa tatuada en mi alma, melancolía que no hallaba consuelo e inspiraba mis cantos sobre el tejado cuando la luna se mostraba en todo su esplendor.
Me deshice de ella bruscamente ocasionando que cayera sobre su trasero, momento que aproveche para alejarme lo más rápido que pude y perderme de la vista del grupo entre las callejuelas.
Camine por mucho tiempo sin pensar a donde iba, me movía como un autómata impulsado por extraños mecanismos de cuerdas, engranajes y resortes en su interior, tan estéril como uno, viviendo un sinsentido, siendo el capricho de alguien más. La luz del sol me hizo recordar cuanto extrañaba aquella claridad, el azul del cielo que en ocasiones me costaba recordar ¿Porque no podía tenderme bajo su luz y dejar que calentara mi pelaje?
Sin saber bien como llegue hasta esa parte de la ciudad me encontré con lo que parecía unos almacenes desde cuyo interior oía el sonido de lo que parecía un grupo bastante animado de hombres que gritaban improperios y maldiciones, dando un vistazo alrededor comprobé que era una zona poco transitada, pero principalmente que el brillante astro rey aun estaba lo bastante alto para mantener a raya el único peligro capaz de hacer que desistiera de esos instantes de libertad, los vampiros. Al ver que aun tenía varias horas de luz decidí entrar a dar un vistazo. Junto a la entrada sólo había un anciano con una intensa peste que parecía una mezcla de tabaco barato y orines lo bastante potente para hacerme maldecir la agudeza de mi olfato, el hombre sólo me dio un vistazo y sonrió con desdén mientras enrollaba un cigarro.
- No es un sitio para "señoritas" - me dijo riendo a la par que sufría un ataque de toz pero no hizo intento de detenerme.
- No soy una señorita - replique entrando ya no sólo porque mi curiosidad me impulsaba a hacerlo, sino porque no iba a dejar que ese montón de pellejo me desdeñase.
Finalmente pude saber la causa de tanto alboroto, dentro había alguna clase de ring improvisado con tablas que formaba un cercado creando un espacio reducido donde dos contendientes intercambiaban golpes entre si y varios hombres alrededor los animaban mientras apostaban por uno o por otro. Inicialmente observe desde cierta distancia, apenas acababa un combate se iniciaba otro, quienes antes eran el publico entraban al ring sustituyendo a los luchadores, prácticamente la única regla era no utilizar ningún tipo de armas, por lo demás intentar picar al contrincante en los ojos, o conectar la rodilla con sus partes nobles parecían perfectamente aceptables. Pronto me contagie del entusiasmo de los otros espectadores acabando contra la cerca donde podía observar en toda su gloria la manera en que esos hombres se practicaban trabajos de ortodoncia con los puños.
No estaba seguro sobre que era ese lugar, pero las actividades se prolongaron por bastante tiempo, a medida que algunos espectadores se retiraban llegaban otros, no todos peleaban, aunque muchos alardeaban de poder hacerlo mucho mejor que los que luchaban en ese instante. Yo también creía poder hacerlo mejor, sabía que era más rápido moviéndome que todos ellos, y aunque mi cuerpo fuese delgado y mis golpes no tuviesen tanta potencia, les sería muy difícil el llegar a tocarme.
Puede que por la adrenalina, o quizás simple locura, me vi a mi mismo saltando dentro de la cerca cuando los anteriores contrincantes abandonaron la misma, el silencio que siguió mi acto hizo aun más notable las carcajadas que se liberaron luego.
Escuche gritos tales como: "¡Sal de ahí!", "Aquí no pelean mujeres", "Te van a hacer compota tu bonita cara" y otros tantos. Reconozco que mi parte racional pedía salir del ring antes de que alguien se animara a ser mi oponente, pero mi orgullo hablo con más fuerza obligándome a levantar la cabeza y remangar mi camisa en señal de que no me marcharía sin luchar contra alguien.
Última edición por Maurice Morgan el Lun Sep 09, 2013 8:35 pm, editado 1 vez
Mauren Morgan- Cambiante Clase Baja
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Re: Una canción rota (Jules Lombard)
Jules no encontraba particular afición en contemplar cómo dos patanes alcoholizados se daban de puñetazos hasta que uno caía redondo, pero convertido en ratón podía recorrer gran parte de la ciudad de París sin que las distancias fueran un problema, y por eso sin saber bien cómo había acabado en aquellos almacenes desangelados cuando caía la tarde. Llevaba tres días sin aparecer por el burdel donde trabajaba simplemente porque no le apetecía, no necesitaba una excusa mejor, ya que a pesar de que desde luego él no era la Madame que regentaba el local se comportaba a menudo como si estuviera incluso por encima de ella y de sus órdenes, de sus horarios, pareciendo que más que un empleado fuera socio del negocio y se pudiera permitir pasarse cuando le viniera en gana. Sabía que su ausencia decepcionaría a algunos de sus clientes más fieles, pero también sabía - y probablemente la Madame también, por eso aún no le había despedido - que era esa impulsividad suya lo que tan buena fama le reportaba y lo que provocaba que a pesar de no encontrarlo los clientes fueran a volver tarde o temprano para pagar sus servicios. No se le podía pedir que fuera apasionado, independiente y díscolo entre las sábanas y no con los demás aspectos de su vida: Jules era un todo y había que tomarlo entero o dejarlo. Sin más.
Fue como roedor que se internó por una de las láminas de madera sueltas de una de las paredes hasta el interior del recinto, justo a tiempo para ver cómo la pelea que estaba discurriendo terminaba por KO absoluto de uno de los contrincantes. ¿Quién iba a ser el siguiente? Sin duda otro pobre imbécil. ¿Cuánto pagarían por subir a ese ring y dejarse vapulear de esa forma tan gratuita? El cambiaformas no comprendía cómo había personas que preferían eso a cobrar por vender su cuerpo de otro modo mucho más placentero y exento de violencia. En el lupanar también había golpes, ya que algunos impresentables pensaban que bastaba con recompensar a una ramera con un par de francos para tener libertad completa de acción, pero desde luego nada parecido a ese espectáculo de palizas. A Jules no se atrevía a golpearlo nadie porque desde el principio dejaba claro que en su cama se seguían sus normas, así que le pareció más salvaje todavía por comparación la salva de tortas que se estaban repartiendo los participantes allí.
Se ocultó tras un montón de cajas vacías y cuando estuvo seguro de que nadie andaba cerca se transformó en humano. Era un gusto contar con sus sentidos agudizados de olfato y oído para llevar a cabo su mutación sin sobresaltos, pues si alguien se hubiera encaminado hacia su escondite lo habría detectado mucho antes de que el susodicho pudiera asomarse y encontrarlo con cola, orejas y hocicos de ratón en su cuerpo de casi un metro ochenta de estatura. Reconocía que su animal no era de los más elegantes pero él se encontraba tan satisfecho con su naturaleza que aunque pudiera no se cambiaría por un tigre, un lobo ni cualquier otra cosa más imponente. El ratón se metía por cualquier rendija, pasaba desapercibido, robaba comida con asombrosa facilidad, era veloz y nunca llamaba la atención a no ser que se colara en un elegante salón lleno de damas remilgadas. Prueba a meter un oso en una panadería y luego me cuentas. Percatándose del pequeño detalle de que estaba desnudo maldijo para sus adentros y abrió una de las cajas para ver si por fortuna contenía pantalones pero no hubo suerte, estaban todas llenas de serrín. Podría haber rasgado una cortina y haberse confeccionado una especie de túnica clásica, pero si lo que quería era mezclarse con el público y empaparse de sus sensaciones no lo iba a lograr con ese atuendo tan excéntrico que haría que todos detuvieran sus clamores y se giraran a mirarlo. Únicamente le quedaba una opción, y ya decidido aguardó a que un incauto pasara cerca de donde se ocultaba para despacharlo rápidamente de un derechazo en la mandíbula y robarle el atuendo. ¿Poco caballeroso? Tal vez, pero Jules no se caracterizaba por sus escrúpulos ni su moral. Al menos ahora era un desvergonzado con camisa y calzones.
Se internó en la multitud derecho hacia el cuadrilátero, donde ya había otro candidato a que le molieran los huesos allí erguido con aire orgulloso. ¡Y vaya candidato! Lombard se llevó una buena sorpresa cuando el tono de su aura, que para él brillaba tan evidente como el sol para los humanos, le delató como perteneciente a su misma raza. Todos los que se estaban riendo iban a tener que tragarse sus carcajadas muy pronto a no ser que aquel jovencito rubio con cara de niño fuera una vergüenza absoluta para los de su naturaleza. Cualquier cambiante vencería un cara a cara con un humano hasta con los ojos cerrados, y más aún si cuando se convertía era en algo fiero. Discretamente Jules husmeó el aire en dirección al valiente voluntario a cadáver e inmediatamente tuvo que arrugar la nariz. Apestaba a felino, y como roedor que era no podía decir que encontrase aquello nada agradable. Pese a ser técnicamente su enemigo natural no pudo menos que admirar los cojones que tenía de salir allí y ofrecerse para luchar aun cuando todos parecían estar en su contra. Decidió jalear un poco a su favor. - ¡Vamos, Gato! - Lo llamó alzando los puños como si aquel fuera su mote. Solo él sabría que tenía a uno de los suyos allí. - ¡Tú puedes! ¡A por todas! - Bueno, por lo menos se iba a divertir, o eso pensó cuando vio que su oponente iba a ser una mole musculosa que apestaba a tabaco de mascar y que entró en la cerca con aire de superioridad. Jules vio su oportunidad allí mismo. - ¡Veinte francos por el rubio! - Y de inmediato todos los hombres que tenía alrededor se apresuraron entre gritos a apostar contra él creyéndose seguros ganadores. Vaya imbéciles. De todos modos si el gato era una nulidad y perdía tampoco pensaba pagarles, así que salía ganando de todos modos.
Fue como roedor que se internó por una de las láminas de madera sueltas de una de las paredes hasta el interior del recinto, justo a tiempo para ver cómo la pelea que estaba discurriendo terminaba por KO absoluto de uno de los contrincantes. ¿Quién iba a ser el siguiente? Sin duda otro pobre imbécil. ¿Cuánto pagarían por subir a ese ring y dejarse vapulear de esa forma tan gratuita? El cambiaformas no comprendía cómo había personas que preferían eso a cobrar por vender su cuerpo de otro modo mucho más placentero y exento de violencia. En el lupanar también había golpes, ya que algunos impresentables pensaban que bastaba con recompensar a una ramera con un par de francos para tener libertad completa de acción, pero desde luego nada parecido a ese espectáculo de palizas. A Jules no se atrevía a golpearlo nadie porque desde el principio dejaba claro que en su cama se seguían sus normas, así que le pareció más salvaje todavía por comparación la salva de tortas que se estaban repartiendo los participantes allí.
Se ocultó tras un montón de cajas vacías y cuando estuvo seguro de que nadie andaba cerca se transformó en humano. Era un gusto contar con sus sentidos agudizados de olfato y oído para llevar a cabo su mutación sin sobresaltos, pues si alguien se hubiera encaminado hacia su escondite lo habría detectado mucho antes de que el susodicho pudiera asomarse y encontrarlo con cola, orejas y hocicos de ratón en su cuerpo de casi un metro ochenta de estatura. Reconocía que su animal no era de los más elegantes pero él se encontraba tan satisfecho con su naturaleza que aunque pudiera no se cambiaría por un tigre, un lobo ni cualquier otra cosa más imponente. El ratón se metía por cualquier rendija, pasaba desapercibido, robaba comida con asombrosa facilidad, era veloz y nunca llamaba la atención a no ser que se colara en un elegante salón lleno de damas remilgadas. Prueba a meter un oso en una panadería y luego me cuentas. Percatándose del pequeño detalle de que estaba desnudo maldijo para sus adentros y abrió una de las cajas para ver si por fortuna contenía pantalones pero no hubo suerte, estaban todas llenas de serrín. Podría haber rasgado una cortina y haberse confeccionado una especie de túnica clásica, pero si lo que quería era mezclarse con el público y empaparse de sus sensaciones no lo iba a lograr con ese atuendo tan excéntrico que haría que todos detuvieran sus clamores y se giraran a mirarlo. Únicamente le quedaba una opción, y ya decidido aguardó a que un incauto pasara cerca de donde se ocultaba para despacharlo rápidamente de un derechazo en la mandíbula y robarle el atuendo. ¿Poco caballeroso? Tal vez, pero Jules no se caracterizaba por sus escrúpulos ni su moral. Al menos ahora era un desvergonzado con camisa y calzones.
Se internó en la multitud derecho hacia el cuadrilátero, donde ya había otro candidato a que le molieran los huesos allí erguido con aire orgulloso. ¡Y vaya candidato! Lombard se llevó una buena sorpresa cuando el tono de su aura, que para él brillaba tan evidente como el sol para los humanos, le delató como perteneciente a su misma raza. Todos los que se estaban riendo iban a tener que tragarse sus carcajadas muy pronto a no ser que aquel jovencito rubio con cara de niño fuera una vergüenza absoluta para los de su naturaleza. Cualquier cambiante vencería un cara a cara con un humano hasta con los ojos cerrados, y más aún si cuando se convertía era en algo fiero. Discretamente Jules husmeó el aire en dirección al valiente voluntario a cadáver e inmediatamente tuvo que arrugar la nariz. Apestaba a felino, y como roedor que era no podía decir que encontrase aquello nada agradable. Pese a ser técnicamente su enemigo natural no pudo menos que admirar los cojones que tenía de salir allí y ofrecerse para luchar aun cuando todos parecían estar en su contra. Decidió jalear un poco a su favor. - ¡Vamos, Gato! - Lo llamó alzando los puños como si aquel fuera su mote. Solo él sabría que tenía a uno de los suyos allí. - ¡Tú puedes! ¡A por todas! - Bueno, por lo menos se iba a divertir, o eso pensó cuando vio que su oponente iba a ser una mole musculosa que apestaba a tabaco de mascar y que entró en la cerca con aire de superioridad. Jules vio su oportunidad allí mismo. - ¡Veinte francos por el rubio! - Y de inmediato todos los hombres que tenía alrededor se apresuraron entre gritos a apostar contra él creyéndose seguros ganadores. Vaya imbéciles. De todos modos si el gato era una nulidad y perdía tampoco pensaba pagarles, así que salía ganando de todos modos.
Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
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Re: Una canción rota (Jules Lombard)
El sujeto que finalmente respondió a mi desafío me sobrepasaba por varias cabezas y su cuerpo era tan ancho que equiparaba a uno de los robustos roperos de la casa de mi amo. Si fuese algo más que un humano podría haberme dado por muerto cuando enfoco sus diminutos ojos en mi, su mirada claramente decía que aquel no era mi lugar y que iba a hacer que lo comprendiera con la solidez de sus puños.
Para los hombres comunes aquella lucha se veía similar a la de David y Goliat, excepto que yo no contaba con una resortera y una piedra afilada que me sirviesen para derribar al terrible gigante, no era una mala analogía, pero ¿Quién era el pequeño y quien era el grande cuando se ponían frente a frente un cambiaformas y un simple primate erguido en sobre sus patas traseras?
Ya lo podía ver caer, el temblor que produciría no sería nada comparado al que se liberaría en esos corazones temerosos y estúpidos cuando comprendieran que me subestimaron por mi apariencia, incluso mi amo tendría que reconocer (aunque era mejor que jamás supiese nada de esto) que era más fuerte de lo que el suponía.
Me sentía más que listo para luchar cuando casualmente capte por el rabillo del ojo un aura distinta entre las demás que me rodeaban, sólo desvié mi atención por un segundo para ver de quien se trataba cuando de pronto mi cabeza se convirtió en Notre Dame y todas las campanas tañían en su interior. No tuve tiempo ni de caer al suelo antes de que mi cabeza experimentara otra sacudida que dejo mis dientes bailando en el interior de mi boca, el golpe hizo que mi caja se abriera y la sangre brotara corriendo por todo el lado izquierdo de mi cara. ¡Cielos! Todo estaba negro.
Mi cuerpo se desparramo por el suelo sin ninguna gracia, laxo y aparentemente sin esperanzas de ponerme en pie quizás en unos días. Hubo alguna risas, las captaba como un eco mientras me encontraba sumido en la obscuridad a pesar de tener los ojos muy abiertos, alguien pidió que me sacarán para poder continuar con otra pelea "una pelea de verdad" según la voz desconocida, no obstante la lucidez regreso y el dolor que vino con ella retrocedió rápidamente debido a la velocidad con que mi cuerpo era capaz de sanar. Me incorpore algo tambaleante mientras mis piezas regresaban a su sitio, aun así la sangre en mi rostro y ropas seguía dándome un aspecto lamentable, lo cual agradecí o hubiese sido extraño para todo el mundo verme intacto después de ser golpeado de esa manera.
- Esto... apenas empieza - dije escupiendo a sus pies la sangre que se había aglomerado en mi boca mostrándole una sonrisa arrogante.
El sujeto prácticamente tiro a un lado a uno de los tipos que había entrado a sacar mis despojos del ring viniendo directo hacia mi cual toro embravecido, de embestirme seguramente tendría otro encuentro con las estrella, pero esta vez estaba preparado, saliendo de su camino casi en el último instante con lo que fue incapaz de frenar su corpulento cuerpo yendo a impactar contra las tablas y los espectadores detrás de estas. Eso solo lo encolerizo más, casi podía ver el vapor salir de sus oídos mientras su rostro estaba completamente rojo, el odio deformaba sus facciones , contenía una promesa silenciosa de huesos quebrados si conseguía ponerme las manos encima.
Se levanto viniendo nuevamente en mi dirección, pero esta vez se cuido de no tomar más impulso del que podía manejar si salía de su trayectoria, sus enormes puños pasaban a centímetros de mi rostro sin que fuese capaz de golpearme mientras yo esquivaba y conectaba golpes a su abdomen en cada oportunidad que se abría. Sin embargo no estaba funcionando bien, mi fuerza era equivalente a mi complexión, sólo mi agilidad era notablemente superior, tenía que hallar un modo de que aquel sujeto sintiese mis golpes en serio.
Cada fallo frustraba más a mi oponente haciendo tus ataques más rabiosos, lo provocaba riendo cada vez que sólo conseguía golpear el aire a mi alrededor esperando que se agotara a si mismo, sin embargo en una de esas consiguió aferrar su mano a mi cabello levantándome del suelo mientras colgaba de este. Preparo su puño con la intensión de aplastarme la cara, pero usando su cuerpo como apoyo conseguí patearle en la cabeza justo sobre el oído lo bastante fuerte para que me soltara y trastrabillara hacia atrás.
"¡Mi oportunidad!" golpee su nariz tan fuerte que la sentir crujir bajo mis nudillos y la sangre mano a borbotones, no me inmute por ello tomando el mayor impulso posible para darle otra patada del otro lado de su cabeza que finalmente lo dejo tendido e inmóvil en el suelo.
Esta vez me sentí complacido con el silencio de los espectadores que parecían no ser capaces de creer lo que veían, sin embargo ni la expresión más estúpida que esgrimieran iba a cambiar el hecho de que era yo quien estaba de pie al final de la lucha.
Para los hombres comunes aquella lucha se veía similar a la de David y Goliat, excepto que yo no contaba con una resortera y una piedra afilada que me sirviesen para derribar al terrible gigante, no era una mala analogía, pero ¿Quién era el pequeño y quien era el grande cuando se ponían frente a frente un cambiaformas y un simple primate erguido en sobre sus patas traseras?
Ya lo podía ver caer, el temblor que produciría no sería nada comparado al que se liberaría en esos corazones temerosos y estúpidos cuando comprendieran que me subestimaron por mi apariencia, incluso mi amo tendría que reconocer (aunque era mejor que jamás supiese nada de esto) que era más fuerte de lo que el suponía.
Me sentía más que listo para luchar cuando casualmente capte por el rabillo del ojo un aura distinta entre las demás que me rodeaban, sólo desvié mi atención por un segundo para ver de quien se trataba cuando de pronto mi cabeza se convirtió en Notre Dame y todas las campanas tañían en su interior. No tuve tiempo ni de caer al suelo antes de que mi cabeza experimentara otra sacudida que dejo mis dientes bailando en el interior de mi boca, el golpe hizo que mi caja se abriera y la sangre brotara corriendo por todo el lado izquierdo de mi cara. ¡Cielos! Todo estaba negro.
Mi cuerpo se desparramo por el suelo sin ninguna gracia, laxo y aparentemente sin esperanzas de ponerme en pie quizás en unos días. Hubo alguna risas, las captaba como un eco mientras me encontraba sumido en la obscuridad a pesar de tener los ojos muy abiertos, alguien pidió que me sacarán para poder continuar con otra pelea "una pelea de verdad" según la voz desconocida, no obstante la lucidez regreso y el dolor que vino con ella retrocedió rápidamente debido a la velocidad con que mi cuerpo era capaz de sanar. Me incorpore algo tambaleante mientras mis piezas regresaban a su sitio, aun así la sangre en mi rostro y ropas seguía dándome un aspecto lamentable, lo cual agradecí o hubiese sido extraño para todo el mundo verme intacto después de ser golpeado de esa manera.
- Esto... apenas empieza - dije escupiendo a sus pies la sangre que se había aglomerado en mi boca mostrándole una sonrisa arrogante.
El sujeto prácticamente tiro a un lado a uno de los tipos que había entrado a sacar mis despojos del ring viniendo directo hacia mi cual toro embravecido, de embestirme seguramente tendría otro encuentro con las estrella, pero esta vez estaba preparado, saliendo de su camino casi en el último instante con lo que fue incapaz de frenar su corpulento cuerpo yendo a impactar contra las tablas y los espectadores detrás de estas. Eso solo lo encolerizo más, casi podía ver el vapor salir de sus oídos mientras su rostro estaba completamente rojo, el odio deformaba sus facciones , contenía una promesa silenciosa de huesos quebrados si conseguía ponerme las manos encima.
Se levanto viniendo nuevamente en mi dirección, pero esta vez se cuido de no tomar más impulso del que podía manejar si salía de su trayectoria, sus enormes puños pasaban a centímetros de mi rostro sin que fuese capaz de golpearme mientras yo esquivaba y conectaba golpes a su abdomen en cada oportunidad que se abría. Sin embargo no estaba funcionando bien, mi fuerza era equivalente a mi complexión, sólo mi agilidad era notablemente superior, tenía que hallar un modo de que aquel sujeto sintiese mis golpes en serio.
Cada fallo frustraba más a mi oponente haciendo tus ataques más rabiosos, lo provocaba riendo cada vez que sólo conseguía golpear el aire a mi alrededor esperando que se agotara a si mismo, sin embargo en una de esas consiguió aferrar su mano a mi cabello levantándome del suelo mientras colgaba de este. Preparo su puño con la intensión de aplastarme la cara, pero usando su cuerpo como apoyo conseguí patearle en la cabeza justo sobre el oído lo bastante fuerte para que me soltara y trastrabillara hacia atrás.
"¡Mi oportunidad!" golpee su nariz tan fuerte que la sentir crujir bajo mis nudillos y la sangre mano a borbotones, no me inmute por ello tomando el mayor impulso posible para darle otra patada del otro lado de su cabeza que finalmente lo dejo tendido e inmóvil en el suelo.
Esta vez me sentí complacido con el silencio de los espectadores que parecían no ser capaces de creer lo que veían, sin embargo ni la expresión más estúpida que esgrimieran iba a cambiar el hecho de que era yo quien estaba de pie al final de la lucha.
Mauren Morgan- Cambiante Clase Baja
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Re: Una canción rota (Jules Lombard)
Jules entornó los ojos y arqueó la boca en un gesto de dolor cuando vio cómo comenzaba el espectáculo. Él intentaba animar al felino, no distraerle, pero el hombre contra el que luchaba se las sabía todas y no parecía que fuese a hacerle ninguna concesión por el hecho de ir bien vestido o tener cara de niño. En realidad su único objetivo parecía romperle esa cara, precisamente, lo cual era una lástima porque era un joven bien parecido que si no se espabilaba pasaría a engrosar la lista de mutilados de guerra muy pronto. Eso si sobrevivía, claro. Su contrincante le había propinado un buen derechazo y antes de que pudiera reponerse llegaba otro. Nada más su cuerpo tocó el suelo todos los obreros enardecidos que Jules tenía alrededor se apresuraron a pedirle entre gritos que les diera su dinero, pero él no se dejaba convencer tan fácilmente como todos los demás. - Aún no ha terminado. - Se limitó a responder, y como si le hiciera eco en ese preciso instante Maurice se levantó.
Lo que ocurrió a continuación nadie salvo los dos cambiaformas habría podido explicarlo, pero con la agilidad del gato que era el joven esquivó todos los golpes con elegancia, como si no le costara ningún esfuerzo y además estuviera bailando una coreografía bien ensayada. Cuando más esquivaba más se enfurecía el gordo, y así al final cuando lo agarró del pelo su ansia jugó en su contra y no se percató de que le dejaba libres los pies. ¡Zas! Visto y no visto, el grandullón al suelo y silencio sepulcral. Un silencio en el que Lombard se apresuró a cobrar su pequeña fortuna de parte de sus todavía alelados acreedores, que le dieron el dinero con gesto de autómatas mientras seguían con la vista clavada en el cuadilátero esperando que algo más sucediera. La tensión se podía palpar en el ambiente y el roedor sabía lo que iba a suceder después: aquel público quería ver la cabeza del rubio clavada en una pica y si el final del combate no le satisfacía iba a cobrárselo por su cuenta. Antes de que nadie se atreviera aún a mover un músculo Jules se abrió paso y subió al ring, palmeándole la espalda a Maurice como si le conociera de toda la vida. Sonrió exageradamente y sin mover los labios apenas le susurró: - Vámonos de aquí. Camina conmigo leeeentamente. - Sin darle opción a réplica lo sostuvo de un hombro y tiró de él hacia la puerta, abriéndose paso entre la gente que ya comenzaba a reaccionar con gruñidos de descontento.
Cuando pasaron cerca del montón de cajas tras el cual se había ocultado antes para transformarse el tipo al que había dejado inconsciente de una tunda se recuperó y se los quedó mirando. - ¡Ese tío me ha robado! - Gritó señalando a la pareja. Y como si estuvieran esperando precisamente esa señal para saltarles encima todos los demás empezaron a gritar «¡Tramposos! ¡Farsantes! ¡Nos han engañado! ¡Se llevan mi dinero!» - ¡Corre! - Lo apremió Jules, saliendo ya al exterior del almacén e imprimiendo un ritmo a sus piernas que no tenía nada que envidiar a los participantes en carreras de velocidad. No tenía tiempo para girarse a ver si Maurice le seguía pero esperaba que sí, porque una cosa era ser cambiaformas y enfrentarse en desigualdad de condiciones a un humano estúpido y otra muy distinta que les linchara una multitud enfurecida. Solo necesitaban hacer gala de su agilidad unos cuantos metros y luego despistarlos, allí sería fácil porque entre las naves abandonadas había muchos callejones oscuros y solitarios.
Lo que ocurrió a continuación nadie salvo los dos cambiaformas habría podido explicarlo, pero con la agilidad del gato que era el joven esquivó todos los golpes con elegancia, como si no le costara ningún esfuerzo y además estuviera bailando una coreografía bien ensayada. Cuando más esquivaba más se enfurecía el gordo, y así al final cuando lo agarró del pelo su ansia jugó en su contra y no se percató de que le dejaba libres los pies. ¡Zas! Visto y no visto, el grandullón al suelo y silencio sepulcral. Un silencio en el que Lombard se apresuró a cobrar su pequeña fortuna de parte de sus todavía alelados acreedores, que le dieron el dinero con gesto de autómatas mientras seguían con la vista clavada en el cuadilátero esperando que algo más sucediera. La tensión se podía palpar en el ambiente y el roedor sabía lo que iba a suceder después: aquel público quería ver la cabeza del rubio clavada en una pica y si el final del combate no le satisfacía iba a cobrárselo por su cuenta. Antes de que nadie se atreviera aún a mover un músculo Jules se abrió paso y subió al ring, palmeándole la espalda a Maurice como si le conociera de toda la vida. Sonrió exageradamente y sin mover los labios apenas le susurró: - Vámonos de aquí. Camina conmigo leeeentamente. - Sin darle opción a réplica lo sostuvo de un hombro y tiró de él hacia la puerta, abriéndose paso entre la gente que ya comenzaba a reaccionar con gruñidos de descontento.
Cuando pasaron cerca del montón de cajas tras el cual se había ocultado antes para transformarse el tipo al que había dejado inconsciente de una tunda se recuperó y se los quedó mirando. - ¡Ese tío me ha robado! - Gritó señalando a la pareja. Y como si estuvieran esperando precisamente esa señal para saltarles encima todos los demás empezaron a gritar «¡Tramposos! ¡Farsantes! ¡Nos han engañado! ¡Se llevan mi dinero!» - ¡Corre! - Lo apremió Jules, saliendo ya al exterior del almacén e imprimiendo un ritmo a sus piernas que no tenía nada que envidiar a los participantes en carreras de velocidad. No tenía tiempo para girarse a ver si Maurice le seguía pero esperaba que sí, porque una cosa era ser cambiaformas y enfrentarse en desigualdad de condiciones a un humano estúpido y otra muy distinta que les linchara una multitud enfurecida. Solo necesitaban hacer gala de su agilidad unos cuantos metros y luego despistarlos, allí sería fácil porque entre las naves abandonadas había muchos callejones oscuros y solitarios.
Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
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Re: Una canción rota (Jules Lombard)
Finalmente se revelaba el poseedor del aura que note antes, algo hizo que mi gato interior se inquietara pero no tuve tiempo de analizar de que se trataba pues de un instante a otro estábamos huyendo de una turba enardecía que gritaba un surtido repertorio de insultos y desde la cual volaban proyectiles tales como botellas y piedras al no ser capaces de darnos alcance una vez empezamos a correr.
Serpenteamos entre callejones, avanzando, retrocediendo, sin ir a ninguna parte realmente, solo procurando despistar a nuestros perseguidores, lo cual no demoro en ocurrir. Incluso con sus ánimos agitados al cabo de un rato la mayoría aceptaba el hecho de que no lograrían atraparnos de esa manera y que sólo estaban gastando sus energías intentándolo, no obstante no avise de esto al sujeto que me había ayudado a huir en el momento indicado, correr detrás suyo tenía un algo que hacía que me gustase, como cuando asustaba a las ardillas de los terrenos cercanos a la mansión sólo por el placer de perseguirlas.
El aroma que me llegaba desde el hizo que olvidara lo que estaba haciendo momentos atrás, incluso que para este momento el sol estuviese cercano al crepúsculo, lo cual debería ser mi toque de queda, dejo de ser importante. "¡Es una presa!" Ese pensamiento acallo cualquier otro dentro de mi cabeza y me embargo con la necesidad de cazarlo.
Ya no corría para seguirlo a un sitio seguro, corría tras él, para alcanzarlo. Concentre todas mis energías en mis piernas para aumentar la velocidad de mi carrera reduciendo la distancia entre ambos hasta que fue ideal para saltar.
Sucedió de forma natural, en cuanto mis instintos gritaron "¡Ahora!" me impulse volando hacia su espalda. Lo embestí duramente cayendo ambos entre un montón de cajas vacías de madera que estaban apiladas en la parte trasera de una verdulería, la madera crujió y se astillo bajo su peso combinado con el mío creando afiladas estacas que sólo la buena suerte evito terminasen enterradas en uno de los dos.
"¡Victoria!" sólo hubo una fracción de segundo entre ese pensamientos y mis dientes enterrándose en su carne a través de la ropa, la cual logro menguar el daño. Un poco tarde me di cuenta que era demasiado grande, a pesar de que tenía el olor correcto no era un ratón o una ardilla, ni siquiera una de esas enormes ratas superdesarrolladas que llegaban a Paris a través del puerto.
- ... esto es... muy vergonzoso - dije tratando de limpiar su sangre de mi boca y evitar salivar también por causa de eso - ... creo... creo que he oído a alguien llamándome - dije antes de cambiar completamente dejando un montón de ropa en mi sitio.
Aproveche mi forma reducida para meterme por un hueco que quedaba entre las tablas de la puerta trasera de la verdulería.
Serpenteamos entre callejones, avanzando, retrocediendo, sin ir a ninguna parte realmente, solo procurando despistar a nuestros perseguidores, lo cual no demoro en ocurrir. Incluso con sus ánimos agitados al cabo de un rato la mayoría aceptaba el hecho de que no lograrían atraparnos de esa manera y que sólo estaban gastando sus energías intentándolo, no obstante no avise de esto al sujeto que me había ayudado a huir en el momento indicado, correr detrás suyo tenía un algo que hacía que me gustase, como cuando asustaba a las ardillas de los terrenos cercanos a la mansión sólo por el placer de perseguirlas.
El aroma que me llegaba desde el hizo que olvidara lo que estaba haciendo momentos atrás, incluso que para este momento el sol estuviese cercano al crepúsculo, lo cual debería ser mi toque de queda, dejo de ser importante. "¡Es una presa!" Ese pensamiento acallo cualquier otro dentro de mi cabeza y me embargo con la necesidad de cazarlo.
Ya no corría para seguirlo a un sitio seguro, corría tras él, para alcanzarlo. Concentre todas mis energías en mis piernas para aumentar la velocidad de mi carrera reduciendo la distancia entre ambos hasta que fue ideal para saltar.
Sucedió de forma natural, en cuanto mis instintos gritaron "¡Ahora!" me impulse volando hacia su espalda. Lo embestí duramente cayendo ambos entre un montón de cajas vacías de madera que estaban apiladas en la parte trasera de una verdulería, la madera crujió y se astillo bajo su peso combinado con el mío creando afiladas estacas que sólo la buena suerte evito terminasen enterradas en uno de los dos.
"¡Victoria!" sólo hubo una fracción de segundo entre ese pensamientos y mis dientes enterrándose en su carne a través de la ropa, la cual logro menguar el daño. Un poco tarde me di cuenta que era demasiado grande, a pesar de que tenía el olor correcto no era un ratón o una ardilla, ni siquiera una de esas enormes ratas superdesarrolladas que llegaban a Paris a través del puerto.
- ... esto es... muy vergonzoso - dije tratando de limpiar su sangre de mi boca y evitar salivar también por causa de eso - ... creo... creo que he oído a alguien llamándome - dije antes de cambiar completamente dejando un montón de ropa en mi sitio.
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Mauren Morgan- Cambiante Clase Baja
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Re: Una canción rota (Jules Lombard)
Siguió corriendo alentado por las zancadas de Maurice que no se detenían nunca. ¿Todavía les perseguían? Lo dudaba mucho, pero el joven no parecía querer parar y cuando Jules se volteó para decirle que ya podían estarse quietos le saltó encima. - ¡¿Qué coño haces?! - El olor a gato era una peste continua muy fuerte dentro de sus fosas nasales y por un instante sintió miedo, el terror de saberse atrapado como el almuerzo de su depredador natural. Sin embargo tardó mucho menos que Maurice en darse cuenta de que ahora no estaba en inferioridad de condiciones sino todo lo contrario, en su forma humana era alto y fuerte y podía defenderse de ese señorito con cara de niña acababa de morderle, haciéndole soltar un alarido de dolor al que respondió con un empujón bien fuerte. - ¡¿Estás loco o qué te pasa?! ¡Joder! - ¿Así se lo agradecía? Y pensar que había considerado repartir los beneficios con él... Se miró el hombro y vio allí la marca de los dientes de aquel puto demente que no sabía comportarse lo suficiente como para distinguir si estaba en forma de animal o no. Está bien, si quería pelea la iba a tener. Se preparó para darle un puñetazo con todas sus ganas pero el cobarde aprovechó para transformarse y escabullirse por entre las tablas. ¡Maldición! Jules no podía convertirse y seguirlo porque si se hacía ratón estaba perdido.
Se levantó y notó los latidos de su corazón palpitándole en la herida, que pese a todo no tardó mucho en sanar gracias a su condición. De todas formas el mordisco era lo de menos, lo que le fastidiaba profundamente y le daba tanta rabia era que él, que siempre andaba dos pasos por delante de todos con su inteligencia de la calle y su poca vergüenza, había confiado por una vez en otro de su raza dando por sentado que su condición común les uniría y había sido traicionado por un gato asqueroso cuando acababa de salvarle de que le lincharan. - ¡Eres un mierda! - Gritó, sin saber a ciencia cierta si el otro todavía estaba lo bastante cerca para oírle, pero de algún modo tenía que desahogarse. Estampó el puño contra uno de los tablones de madera contra los que había caído y lo astilló del golpe, pero el dolor le ayudó a centrarse en lo que se traía entre manos. Aún tenía el olor del gato grabado a fuego y supo de pronto que eso le iba a servir para cobrarse lo que se le debía. Poniendo mucha atención cerró los ojos y dejó que la estela de ese aroma le guiara. Al comienzo tardó en ponerse en marcha porque lo sentía por todas partes, pero rodeó el almacén y al llegar a la parte trasera pudo diferenciarlo entre todas las demás pestes a verdura podrida y fruta pasada. Sí, ahí estaba, podía seguir sus pasos valiéndose de su nariz y eso era lo que pensaba hacer aunque con su forma humana tardara tres semanas en encontrarlo. Los cambiaformas no eran como los animales, vivían generalmente en algún lugar fijo como una casa, incluso con sus familias. Cuando Jules encontrara el refugio del rubio tampoco planeaba torturarle hasta que confesara cuál era su segundo nombre, no era tan cruel. Solo iba a darle una torta tal que le pondría la nariz del revés.
Se levantó y notó los latidos de su corazón palpitándole en la herida, que pese a todo no tardó mucho en sanar gracias a su condición. De todas formas el mordisco era lo de menos, lo que le fastidiaba profundamente y le daba tanta rabia era que él, que siempre andaba dos pasos por delante de todos con su inteligencia de la calle y su poca vergüenza, había confiado por una vez en otro de su raza dando por sentado que su condición común les uniría y había sido traicionado por un gato asqueroso cuando acababa de salvarle de que le lincharan. - ¡Eres un mierda! - Gritó, sin saber a ciencia cierta si el otro todavía estaba lo bastante cerca para oírle, pero de algún modo tenía que desahogarse. Estampó el puño contra uno de los tablones de madera contra los que había caído y lo astilló del golpe, pero el dolor le ayudó a centrarse en lo que se traía entre manos. Aún tenía el olor del gato grabado a fuego y supo de pronto que eso le iba a servir para cobrarse lo que se le debía. Poniendo mucha atención cerró los ojos y dejó que la estela de ese aroma le guiara. Al comienzo tardó en ponerse en marcha porque lo sentía por todas partes, pero rodeó el almacén y al llegar a la parte trasera pudo diferenciarlo entre todas las demás pestes a verdura podrida y fruta pasada. Sí, ahí estaba, podía seguir sus pasos valiéndose de su nariz y eso era lo que pensaba hacer aunque con su forma humana tardara tres semanas en encontrarlo. Los cambiaformas no eran como los animales, vivían generalmente en algún lugar fijo como una casa, incluso con sus familias. Cuando Jules encontrara el refugio del rubio tampoco planeaba torturarle hasta que confesara cuál era su segundo nombre, no era tan cruel. Solo iba a darle una torta tal que le pondría la nariz del revés.
Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
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Re: Una canción rota (Jules Lombard)
Me senté en lo que quedaba de una muralla derruida, no tenía ni 24 horas lejos de casa y ya estaba metido en varios líos, por un tiempo no podría mostrar mi cara por esta zona hasta que esos hombres se olvidaran del incidente con la pelea, había atacado al sujeto que me ayudo a huir, quien seguramente también debía estar deseando un pedazo de mi pellejo, y el último y más grande error, hui sin tener en cuenta que necesitaba dinero para alquilar un coche que me llevara, la Mansión del Mar estaba demasiado lejos para aventurarme a ir de regreso solo y por caminos donde podía ser atacado por perros si no es que por algo mucho más grande y letal. Ni siquiera podía apelar a la caridad de alguna alma bondadosa que me hiciese el favor de devolverme a casa con la promesa de recompensarle una vez llegásemos a destino, pues ni siquiera tenía ropas por lo que regresar a mi forma humana estaba totalmente fuera de cuestión.
No era el pudor lo que me impedía hacerlo, sino que de deambular desnudo por las calles existía una gran posibilidad de que me encarcelaran por comportamiento indecoroso o me encerraran directamente en cualquier hospicio como a un demente más.
Mire a mi alrededor notando que ya casi no quedaba gente en la calle, pronto sólo los malandrines estarían allí afuera aguardando en los callejones por alguna victima a la cual arrebatarle algunos francos, pero aquel no era el verdadero peligro, en mi caso nadie en sus cávales estaría interesado en asaltar a un gato, pero existían otros peligros, como tipos con colmillos y voces extrañas capaces de obligarte a hacer cosas contra tu voluntad, tipos como Colin...
Un escalofrió me recorrió sólo con recordar su nombre, ese sujeto no era sólo un chupasangre, era un enfermo que se deleitaba torturando a sus víctimas. No estaba seguro allí fuera, necesitaba un lugar para quedarme al menos hasta el amanecer, a la luz del día sería más fácil resolver mis problemas.
Tenía mi mente ocupada pensando como encontrar un refugio cuando note movimiento. De forma silenciosa y ágil algunos gatos se movían sobre los tejados uniéndose a otros en un grupo llamativamente numeroso. Imagine que a donde sea que se dirigían debía ser mejor que aquella fría pared sobre la que tenía apoyada el trasero, asique decidí seguirlos.
Extrañamente no me hablaron cuando los alcance, solo me dieron una breve mirada y continuaron, me alegre de que no se hubiesen mostrado hostiles asique decidí no darle tanta importancia a que no se comunicaran, ya me hablarían en algún momento.
Llegamos hasta una ruinosa casita casi en los limites, los seguí dentro a través de una ventana rota, el interior se sentía acogedor y cálido gracias a que había una chimenea encendida y sobre sus brazas un caldero donde hervía lo que parecía una sopa de legumbres y carne, el lugar olía como a Nepeta, un aroma bastante fuerte de hecho pero que hizo que me relajara y empezase a ronronear contento.
- ¿Un nuevo amigo? - interrogo la voz acatarrada de una anciana a quien note solo entonces. Ella se veía bastante demacrada, con su rostro surcado por profundas arrugas y sus dientes chuecos y amarillos, su aura era extraña, no era humana, había algo sobre eso, pero realmente no lograba recordarlo, ronronee aun más fuerte frotándome contra sus delgaduchas piernas. - Vaya, vaya, que pelaje tan suavecito - dijo ella mientras me acariciaba - debes estar hambriento, deja que la vieja Silvia te de algo calentito.
Revolvió algunas cosas mientras yo me acomode cerca del fuego, los otros gatos se mantenían sólo sentados cerca de las paredes "muy extraño", lo era, pero no me importaba, ese olor me mareaba pero al mismo tiempo era totalmente adictivo, no quería ir a ninguna parte nunca más, solo quedarme allí el resto de mis días. La mujer regreso sirviéndome un cuenco con leche.
- Bebe amiguito, bebe un poco y podrás quedarte con la vieja Silvia, tengo muchos gatos de todos los tamaños y colores que se pueden encontrar en Paris, pero aun no tengo a ninguno como tu - sus ojos contenían una malicia que debería ser suficiente para hacerme salir corriendo de aquel lugar, pero mi cuerpo no se movió, mis pensamientos poco a poco se iban apagando, sólo sentía mucha sed y esa leche parecía lo único con lo que podría apagarla.
No era el pudor lo que me impedía hacerlo, sino que de deambular desnudo por las calles existía una gran posibilidad de que me encarcelaran por comportamiento indecoroso o me encerraran directamente en cualquier hospicio como a un demente más.
Mire a mi alrededor notando que ya casi no quedaba gente en la calle, pronto sólo los malandrines estarían allí afuera aguardando en los callejones por alguna victima a la cual arrebatarle algunos francos, pero aquel no era el verdadero peligro, en mi caso nadie en sus cávales estaría interesado en asaltar a un gato, pero existían otros peligros, como tipos con colmillos y voces extrañas capaces de obligarte a hacer cosas contra tu voluntad, tipos como Colin...
Un escalofrió me recorrió sólo con recordar su nombre, ese sujeto no era sólo un chupasangre, era un enfermo que se deleitaba torturando a sus víctimas. No estaba seguro allí fuera, necesitaba un lugar para quedarme al menos hasta el amanecer, a la luz del día sería más fácil resolver mis problemas.
Tenía mi mente ocupada pensando como encontrar un refugio cuando note movimiento. De forma silenciosa y ágil algunos gatos se movían sobre los tejados uniéndose a otros en un grupo llamativamente numeroso. Imagine que a donde sea que se dirigían debía ser mejor que aquella fría pared sobre la que tenía apoyada el trasero, asique decidí seguirlos.
Extrañamente no me hablaron cuando los alcance, solo me dieron una breve mirada y continuaron, me alegre de que no se hubiesen mostrado hostiles asique decidí no darle tanta importancia a que no se comunicaran, ya me hablarían en algún momento.
Llegamos hasta una ruinosa casita casi en los limites, los seguí dentro a través de una ventana rota, el interior se sentía acogedor y cálido gracias a que había una chimenea encendida y sobre sus brazas un caldero donde hervía lo que parecía una sopa de legumbres y carne, el lugar olía como a Nepeta, un aroma bastante fuerte de hecho pero que hizo que me relajara y empezase a ronronear contento.
- ¿Un nuevo amigo? - interrogo la voz acatarrada de una anciana a quien note solo entonces. Ella se veía bastante demacrada, con su rostro surcado por profundas arrugas y sus dientes chuecos y amarillos, su aura era extraña, no era humana, había algo sobre eso, pero realmente no lograba recordarlo, ronronee aun más fuerte frotándome contra sus delgaduchas piernas. - Vaya, vaya, que pelaje tan suavecito - dijo ella mientras me acariciaba - debes estar hambriento, deja que la vieja Silvia te de algo calentito.
Revolvió algunas cosas mientras yo me acomode cerca del fuego, los otros gatos se mantenían sólo sentados cerca de las paredes "muy extraño", lo era, pero no me importaba, ese olor me mareaba pero al mismo tiempo era totalmente adictivo, no quería ir a ninguna parte nunca más, solo quedarme allí el resto de mis días. La mujer regreso sirviéndome un cuenco con leche.
- Bebe amiguito, bebe un poco y podrás quedarte con la vieja Silvia, tengo muchos gatos de todos los tamaños y colores que se pueden encontrar en Paris, pero aun no tengo a ninguno como tu - sus ojos contenían una malicia que debería ser suficiente para hacerme salir corriendo de aquel lugar, pero mi cuerpo no se movió, mis pensamientos poco a poco se iban apagando, sólo sentía mucha sed y esa leche parecía lo único con lo que podría apagarla.
Mauren Morgan- Cambiante Clase Baja
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Re: Una canción rota (Jules Lombard)
Se tomó su tiempo para dar un paseo larguísimo en el que solo su olfato bien desarrollado le libró de perderse y vagar sin rumbo. En un momento dado le cruzó por la mente que debería estar en el burdel desde hacía dos horas pero desechó la idea tan rápido como le había venido, siempre hacía lo que le daba la gana e igualmente la Madame iba a reprenderlo por una cosa u otra, así que ¿qué más daba añadir una más a su montón de faltas? Se compró una manzana cuando sus pasos lo condujeron cerca de un mercado y se la comió a mordiscos pequeños. Realmente había bastantes ocasiones en las que si uno se detenía a observar a Jules podía adivinar en ese hombre rubio trazas inequívocas de su naturaleza dual de roedor, y una de ellas era su forma de comer las cosas a bocaditos. Casi parecía que se fuera a almacenar pipas en los carrillos de un momento a otro para llevarlas a su guarida y racionarlas durante el invierno.
Llegados a un punto de su trayecto el olor se intensificó y tuvo que arrugar la nariz. Al parecer ese cobarde se había unido a otro grupo más numeroso de gatos apestosos e iban juntos hacia alguna parte. ¿Lo habría hecho para despistarle? A lo mejor sabía que le estaba siguiendo y pretendía tenerlo días enteros dando vueltas por París. O también pudiera ser que aquella fuera su rutina de todos los días: ir a pelear como boxeador aficionado, huir de multitudes furiosas y después pasar la noche en compañía de una tropa de felinos domésticos que lo habían aceptado como un miembro más. Lombard sabía de casos de cambiaformas que se sentían más a gusto con su apariencia animal que con la humana y con el tiempo llegaban a identificarse más como bestias que de vez en cuando se transformaban en personas que no al contrario. Eso explicaría por qué el rubio le había mordido de esa forma tan poco educada a pesar de que él le había ayudado a escapar.
Se planteaba abandonar sus pesquisas cuando de improviso llegó a su destino al doblar una esquina. No habría sabido decir a ciencia cierta dónde estaba pero aquello parecían los arrabales de la capital, y la casa que Maurice había escogido como refugio parecía a punto de caerse a pedazos. Cerca de la puerta había algunos gatos que permanecían sentados como si vigilaran el lugar, pero Jules pronto apartó de sí esas ideas tan extrañas. Seguramente allí dentro vivía una vieja con sus mascotas, a juzgar por el olor a anciana y a esa irritante hierba gatera que inundaba el interior. Arrojando a un lado el corazón de la manzana que se había terminado Lombard avanzó hacia la construcción de piedra y trató de discernir algo a través del cristal medio opaco por la suciedad de una de las ventanas. Solo veía siluetas, y a través de una rendija de vidrio resquebrajado... ¡Bingo! Ahí estaba su minino. ¿Pero qué estaba pasando? Todos sus sentidos le alertaban de algo peligroso, y como era de todo menos sensato decidió en lugar de salir corriendo entrar a husmear. Sin necesitar ninguna invitación partió de una patada el resto del cristal medio roto de la ventana y saltó dentro de la sala, donde probablemente la señora - si eso es lo que era - se quedaría mirándole sorprendida al menos unos segundos que Jules aprovechó para asir a Maurice del pellejo del cuello y sujetarlo firmemente en sus brazos, sin importarle que le mordiera otra vez. - Espero que no estuviera pensando en envenenar a mi gato. - Apuntó con un tono de voz que era de todo menos amistoso.
Ya sé que puede parecer contradictorio que quisiera ayudar a ese felino desagradecido que le había atacado ya una vez, pero es que el cortesano era muy selectivo con sus venganzas: quería hacer que ese bicho se cobrara su mordisco de antes y si dejaba que otro lo matara se quedaría con las ganas de zurrarle. Así de románticas eran sus aspiraciones en ese momento.
Llegados a un punto de su trayecto el olor se intensificó y tuvo que arrugar la nariz. Al parecer ese cobarde se había unido a otro grupo más numeroso de gatos apestosos e iban juntos hacia alguna parte. ¿Lo habría hecho para despistarle? A lo mejor sabía que le estaba siguiendo y pretendía tenerlo días enteros dando vueltas por París. O también pudiera ser que aquella fuera su rutina de todos los días: ir a pelear como boxeador aficionado, huir de multitudes furiosas y después pasar la noche en compañía de una tropa de felinos domésticos que lo habían aceptado como un miembro más. Lombard sabía de casos de cambiaformas que se sentían más a gusto con su apariencia animal que con la humana y con el tiempo llegaban a identificarse más como bestias que de vez en cuando se transformaban en personas que no al contrario. Eso explicaría por qué el rubio le había mordido de esa forma tan poco educada a pesar de que él le había ayudado a escapar.
Se planteaba abandonar sus pesquisas cuando de improviso llegó a su destino al doblar una esquina. No habría sabido decir a ciencia cierta dónde estaba pero aquello parecían los arrabales de la capital, y la casa que Maurice había escogido como refugio parecía a punto de caerse a pedazos. Cerca de la puerta había algunos gatos que permanecían sentados como si vigilaran el lugar, pero Jules pronto apartó de sí esas ideas tan extrañas. Seguramente allí dentro vivía una vieja con sus mascotas, a juzgar por el olor a anciana y a esa irritante hierba gatera que inundaba el interior. Arrojando a un lado el corazón de la manzana que se había terminado Lombard avanzó hacia la construcción de piedra y trató de discernir algo a través del cristal medio opaco por la suciedad de una de las ventanas. Solo veía siluetas, y a través de una rendija de vidrio resquebrajado... ¡Bingo! Ahí estaba su minino. ¿Pero qué estaba pasando? Todos sus sentidos le alertaban de algo peligroso, y como era de todo menos sensato decidió en lugar de salir corriendo entrar a husmear. Sin necesitar ninguna invitación partió de una patada el resto del cristal medio roto de la ventana y saltó dentro de la sala, donde probablemente la señora - si eso es lo que era - se quedaría mirándole sorprendida al menos unos segundos que Jules aprovechó para asir a Maurice del pellejo del cuello y sujetarlo firmemente en sus brazos, sin importarle que le mordiera otra vez. - Espero que no estuviera pensando en envenenar a mi gato. - Apuntó con un tono de voz que era de todo menos amistoso.
Ya sé que puede parecer contradictorio que quisiera ayudar a ese felino desagradecido que le había atacado ya una vez, pero es que el cortesano era muy selectivo con sus venganzas: quería hacer que ese bicho se cobrara su mordisco de antes y si dejaba que otro lo matara se quedaría con las ganas de zurrarle. Así de románticas eran sus aspiraciones en ese momento.
Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
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Re: Una canción rota (Jules Lombard)
Aquel tirón a mi pellejo sirvió para traerme de regreso a la realidad, alguien me sostenía, le reconocí por su aroma, se trataba del mismo tipo que había mordido. Todos mis pensamientos se convirtieron en una avalancha dentro de mi mente, estaba en problemas, problemas muy serios por la mirada tan maligna en el rostro de la anciana frente a nosotros. Sus arrugados labios se contrajeron en una mueca que pretendía ser una sonrisa.
- Jamás pensaría hacerle tal cosa a un gato... menos a uno tan especial - ella lo sabía, de algún modo sabía lo que era al igual que pronto también pude averiguar su autentica naturaleza. Aquel endemoniado aroma a Nepeta la protegía pero ahora era capaz de resistirme gracias al aroma a roedor alrededor mío, un aura brillaba alrededor suyo, tan evidente que me costaba comprender porque no la note antes, era similar al aura de la señorita Ruslana, en cambio obscura en sus bordes, como si la suciedad la rodeara.
"¡PELIGRO!" teníamos que salir de allí de inmediato, la Nepeta no era el único olor persistente, eso solo servía para encubrir uno totalmente desagradable, la pestilencia de la muerte. Me agite en los brazos ajenos tratando de escapar. "Vámonos! Debemos irnos ahora!" le decía con mis maullidos sin saber si podría comprenderme, ya que aunque éramos ambos cambiaformas nuestra naturaleza animal era completamente distinta.
- No irán a ninguna parte - dijo la mujer como si pudiera comprenderme. Los gatos que antes permanecían inmóviles empezaron a rodearnos cerrando cualquier posibilidad de escape pero ellos no eran el autentico peligro, lo que hizo que casi se detuviera mi corazón fueron unos maullidos espectrales que parecían venir del piso. La anciana abrió una compuerta que apenas se notaba al confundirse con el resto de suelo de tablas, liberando un tufo inmundo a carne podrida como también unos gatos desprovistos de pelo, con el cuerpo hinchado y la carne obscura que se desprendía en algunas zonas. - Ocúpense de ese entrometido y tráiganme al gato, vivo de preferencia - les ordeno.
Al ver a esos abominaciones mostrar los dientes de forma amenazadora supe que tenía que hacer algo, de ninguna manera quería que llegaran a morderme esas cosas muertas, me transforme sabiendo que en mi forma humana mi tamaño y fuerza serian una ventaja de la que no debía prescindir. Me apodere de un atizador con ayuda del cual arroje algunos troncos encendidos de la chimenea hacia los gatos logrando distraerlos, pero los muertos no se intimidaban con un poco de fuego, uno salto hacia nosotros por lo que instintivamente lo golpee con el arma improvisada, tan fuerte que su cuerpo pútrido salpico un liquido verdosos sobre mi . El asco amenazo con hacer que me detuviera a vaciar mi estomago, no obstante resistí las nauseas tomando el brazo ajeno para que me siguiera al exterior.
- Jamás pensaría hacerle tal cosa a un gato... menos a uno tan especial - ella lo sabía, de algún modo sabía lo que era al igual que pronto también pude averiguar su autentica naturaleza. Aquel endemoniado aroma a Nepeta la protegía pero ahora era capaz de resistirme gracias al aroma a roedor alrededor mío, un aura brillaba alrededor suyo, tan evidente que me costaba comprender porque no la note antes, era similar al aura de la señorita Ruslana, en cambio obscura en sus bordes, como si la suciedad la rodeara.
"¡PELIGRO!" teníamos que salir de allí de inmediato, la Nepeta no era el único olor persistente, eso solo servía para encubrir uno totalmente desagradable, la pestilencia de la muerte. Me agite en los brazos ajenos tratando de escapar. "Vámonos! Debemos irnos ahora!" le decía con mis maullidos sin saber si podría comprenderme, ya que aunque éramos ambos cambiaformas nuestra naturaleza animal era completamente distinta.
- No irán a ninguna parte - dijo la mujer como si pudiera comprenderme. Los gatos que antes permanecían inmóviles empezaron a rodearnos cerrando cualquier posibilidad de escape pero ellos no eran el autentico peligro, lo que hizo que casi se detuviera mi corazón fueron unos maullidos espectrales que parecían venir del piso. La anciana abrió una compuerta que apenas se notaba al confundirse con el resto de suelo de tablas, liberando un tufo inmundo a carne podrida como también unos gatos desprovistos de pelo, con el cuerpo hinchado y la carne obscura que se desprendía en algunas zonas. - Ocúpense de ese entrometido y tráiganme al gato, vivo de preferencia - les ordeno.
Al ver a esos abominaciones mostrar los dientes de forma amenazadora supe que tenía que hacer algo, de ninguna manera quería que llegaran a morderme esas cosas muertas, me transforme sabiendo que en mi forma humana mi tamaño y fuerza serian una ventaja de la que no debía prescindir. Me apodere de un atizador con ayuda del cual arroje algunos troncos encendidos de la chimenea hacia los gatos logrando distraerlos, pero los muertos no se intimidaban con un poco de fuego, uno salto hacia nosotros por lo que instintivamente lo golpee con el arma improvisada, tan fuerte que su cuerpo pútrido salpico un liquido verdosos sobre mi . El asco amenazo con hacer que me detuviera a vaciar mi estomago, no obstante resistí las nauseas tomando el brazo ajeno para que me siguiera al exterior.
Mauren Morgan- Cambiante Clase Baja
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Re: Una canción rota (Jules Lombard)
- Vieja bruja... - Masculló Jules no todo lo bajo que la cortesía estipulaba, y en el acto se dio cuenta de que era exactamente eso lo que era la mujer. No sabía para qué quería reclutar al rubio en su club de gatos siniestros pero eso no iba a pasar porque ese minino en cuestión tenía una cuenta pendiente con el cortesano y él nunca olvidaba una afrenta. La anciana había ido a meterse con el felino equivocado y así pensaba demostrarlo Lombard largándose con él en brazos, pero llegó tarde y la mujer reaccionó de una forma que hacía que el mordisco de Maurice quedara tierno en comparación. Como si oyera sus pensamientos el gato se revolvió en sus brazos y el cortesano tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para no soltarlo allí mismo e irse solo. A casi cualquier persona esos animales peludos de compañía con afición por las madejas de lana le despertaban amor y ganas de acariciar su suave lomo, pero los instintos de ratón de Jules hacían que le parecieran las bestias más terroríficas del universo, lo cual era irónico teniendo en cuenta que sostenía uno contra su pecho como cualquier niña pequeña.
Maurice pareció comprender que sería de más ayuda convertido, así que tomó su forma humana y empezó a dar demostraciones de esgrima con el atizador de la chimenea frente a aquellas monstruosidades asquerosas que le provocaron a Jules unas arcadas muy inoportunas. Lo que le faltaba era ponerse a vomitar allí en medio, sería muy útil, así que apartando la vista de los gatos putrefactos voladores se dejó arrastrar por el rubio hacia el exterior de aquella casa. La vieja seguía chillando dentro y ellos corrían y corrían como antes, solo que ahora escapaban de algo mucho peor que un montón de tipos rabiosos por su dinero. El cortesano solo se detuvo cuando creyó que los pulmones le iban a estallar del esfuerzo, y entonces se dio cuenta de algo que antes había pasado por alto debido a que tenía otras cuestiones más importantes que tratar. - ¿Sabes? Estoy acostumbrado a tener cerca hombres desnudos pero nunca en esta situación. - Comentó con su deje irónico habitual antes de incorporarse aún sin aliento y lanzarle a Maurice un puñetazo directo al abdomen. Esperaba darle porque así se habría cobrado su venganza, que era lo que quería, y podría volverse tranquilamente por donde había venido y dormir un poco, echar la papilla por el asco de esos bichos nauseabundos o lo que le apeteciera. - Gato del demonio... Casi me matan por tu culpa. ¿Qué coño hacías ahí dentro? - Y aunque pareciera inusitado se preocupó por su integridad (después de haber querido pegarle) y lo miró de cerca intentando que no pareciera que se estaba fijando en su desnudez. No demasiado. - ¿Estás entero? Puta vieja.
Maurice pareció comprender que sería de más ayuda convertido, así que tomó su forma humana y empezó a dar demostraciones de esgrima con el atizador de la chimenea frente a aquellas monstruosidades asquerosas que le provocaron a Jules unas arcadas muy inoportunas. Lo que le faltaba era ponerse a vomitar allí en medio, sería muy útil, así que apartando la vista de los gatos putrefactos voladores se dejó arrastrar por el rubio hacia el exterior de aquella casa. La vieja seguía chillando dentro y ellos corrían y corrían como antes, solo que ahora escapaban de algo mucho peor que un montón de tipos rabiosos por su dinero. El cortesano solo se detuvo cuando creyó que los pulmones le iban a estallar del esfuerzo, y entonces se dio cuenta de algo que antes había pasado por alto debido a que tenía otras cuestiones más importantes que tratar. - ¿Sabes? Estoy acostumbrado a tener cerca hombres desnudos pero nunca en esta situación. - Comentó con su deje irónico habitual antes de incorporarse aún sin aliento y lanzarle a Maurice un puñetazo directo al abdomen. Esperaba darle porque así se habría cobrado su venganza, que era lo que quería, y podría volverse tranquilamente por donde había venido y dormir un poco, echar la papilla por el asco de esos bichos nauseabundos o lo que le apeteciera. - Gato del demonio... Casi me matan por tu culpa. ¿Qué coño hacías ahí dentro? - Y aunque pareciera inusitado se preocupó por su integridad (después de haber querido pegarle) y lo miró de cerca intentando que no pareciera que se estaba fijando en su desnudez. No demasiado. - ¿Estás entero? Puta vieja.
Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
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Re: Una canción rota (Jules Lombard)
Aquel puñetazo en mi abdomen no me lo esperaba, lo acepte sin tomar represarías a pesar de que fue lo bastante fuerte para hacer que me doblara y gimiera de dolor, pues le debía eso por el mordisco.
- Esa es una pregunta extraña para hacerse luego de golpear a alguien - refunfuñe frotándome la zona que golpeo aunque mi habilidad para sanar rápidamente ya estaba borrando todo rastro de dolor - Estoy bien, solo espero que esas cosas nos hayan perdido el rastro - arrastre mis dedos por mis largos cabellos tratando de considerar mis opciones, el amanecer parecía distanciarse más a medida que evaluaba los peligros. Era imposible andar por ahí desnudo sin atraer atenciones indeseadas, y estaría en seria desventaja con mi piel de gato si acaso esas monstruosidades volvían a encontrarme.
Pese a todo sentía la tentación de regresar sobre mis pasos a enseñarle una o dos cosas a esa mujer sobre como tratar a un gato, lecciones que dejaría gravadas en su piel con mis garras. Lo que la anciana hizo con esos gatos era repugnante, sus otras mascotas aun eran normales, aunque estaban bajo su control y actuaban como marionetas, lo cual como miembro de la comunidad felina me resultaba imperdonable. Pero era tarde y ella tenía la ventaja por el momento, asique decidí guardarme mi necesidad de realizar una hazaña heroica para una ocasión más propicia, a la luz de día y con el apoyo de una escopeta tal vez.
- Ya que te has tomado la molestia de venir en mi ayuda - dije fijando mis ojos sobre él - llévame contigo... - su aroma seguía enloqueciendo al gato en mi interior, así como sus reacciones, la manera en la que me miraba cuando afloraba mi animal o momentos atrás mientras huíamos y su esencia se rodeo de la inconfundible esencia del miedo, todo eso servía para agitar mi naturaleza de cazador. A pesar de todo, me esforzaría por mantener un comportamiento civilizado, lo necesitaba para resolver donde y como pasaría la noche - Sera sólo hasta el amanecer, prometo que ni siquiera vas a notarme y si me prestas una camisa y un pantalón, desapareceré temprano sin causar más molestias - sólo esperaba que no resultase que vivía en algún hueco en la pared de alguien, con que tuviese una habitación y algún mueble sobre el cual me pudiese echar hasta ver el sol en el horizonte estaría más que satisfecho - Si me dejas aquí podría volver a ser capturado por esa bruja, o podría atacarme algún perro, incluso puede que un tonto ebrio me dispare solo por diversión, estará en tu conciencia todas las horribles cosas que puedan pasarme - apele a su empatía en caso de que aun tuviese renuencia a refugiarme.
- Esa es una pregunta extraña para hacerse luego de golpear a alguien - refunfuñe frotándome la zona que golpeo aunque mi habilidad para sanar rápidamente ya estaba borrando todo rastro de dolor - Estoy bien, solo espero que esas cosas nos hayan perdido el rastro - arrastre mis dedos por mis largos cabellos tratando de considerar mis opciones, el amanecer parecía distanciarse más a medida que evaluaba los peligros. Era imposible andar por ahí desnudo sin atraer atenciones indeseadas, y estaría en seria desventaja con mi piel de gato si acaso esas monstruosidades volvían a encontrarme.
Pese a todo sentía la tentación de regresar sobre mis pasos a enseñarle una o dos cosas a esa mujer sobre como tratar a un gato, lecciones que dejaría gravadas en su piel con mis garras. Lo que la anciana hizo con esos gatos era repugnante, sus otras mascotas aun eran normales, aunque estaban bajo su control y actuaban como marionetas, lo cual como miembro de la comunidad felina me resultaba imperdonable. Pero era tarde y ella tenía la ventaja por el momento, asique decidí guardarme mi necesidad de realizar una hazaña heroica para una ocasión más propicia, a la luz de día y con el apoyo de una escopeta tal vez.
- Ya que te has tomado la molestia de venir en mi ayuda - dije fijando mis ojos sobre él - llévame contigo... - su aroma seguía enloqueciendo al gato en mi interior, así como sus reacciones, la manera en la que me miraba cuando afloraba mi animal o momentos atrás mientras huíamos y su esencia se rodeo de la inconfundible esencia del miedo, todo eso servía para agitar mi naturaleza de cazador. A pesar de todo, me esforzaría por mantener un comportamiento civilizado, lo necesitaba para resolver donde y como pasaría la noche - Sera sólo hasta el amanecer, prometo que ni siquiera vas a notarme y si me prestas una camisa y un pantalón, desapareceré temprano sin causar más molestias - sólo esperaba que no resultase que vivía en algún hueco en la pared de alguien, con que tuviese una habitación y algún mueble sobre el cual me pudiese echar hasta ver el sol en el horizonte estaría más que satisfecho - Si me dejas aquí podría volver a ser capturado por esa bruja, o podría atacarme algún perro, incluso puede que un tonto ebrio me dispare solo por diversión, estará en tu conciencia todas las horribles cosas que puedan pasarme - apele a su empatía en caso de que aun tuviese renuencia a refugiarme.
Mauren Morgan- Cambiante Clase Baja
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Re: Una canción rota (Jules Lombard)
Con el puñetazo bien encajado en la tripa de Maurice ya se había quedado a gusto y no pensaba seguir cobrándose su venganza, a él tampoco le hacía demasiada ilusión estar por mucho tiempo en compañía de ese hombre que apestaba a gato por todas partes. Era una sensación muy desagradable la de tener miedo instintivo por un mozo rubio con carita de princesa al que si tratara de hacer daño probablemente podría dejar fuera de combate. O al menos estaría igualada la cosa, pero vamos, que en apariencia humana no había nada que temer. Se volvió cuando el otro mencionó a los cadáveres putrefactos de la bruja loca para cerciorarse de que no les seguían aunque no le hacía falta: esas cosas se olían a quilómetros y hacía mucho tiempo que las habían despistado.
Recordó que aún tenía el dinero que había ganado gracias al combate del felino en el bolsillo y eso ayudó a que se sintiera mejor. Pero no tanto como para no arquear las cejas con expresión de sorpresa al oír la propuesta de Morgan. - Yo no tengo conciencia. - Le contestó sencillamente. - Si eres lo bastante tonto para dejarte disparar es que la naturaleza no quiere que sigas vivo. - Por favor, que era un gato, se suponía que eran ágiles y sigilosos. ¿Pero hasta qué punto podía realmente desenvolverse ese joven allí solo? Tenía un aspecto tan refinado que parecía el hijo de un noble o tal vez su ayuda de cámara, a lo mejor era cierto que era una calamidad tratando de sobrevivir solo. Jules rodó los ojos y le hizo un gesto. - Ven, pero como vuelvas a mirarme como si fuera tu almuerzo te juro por Dios que te doy una patada en el trasero y te mando volando a tu casa. - No le hacía ninguna ilusión tener un minino durmiendo a su lado. ¿Y si se transformaba involuntariamente durante la noche y Maurice se lo comía? Se le erizó el pelo de la nuca pero trató de apartar ese pensamiento tan cenizo de su mente: jamás se había convertido sin pretenderlo. - Por cierto, me llamo Jules, y no esperes un palacio porque estoy alquilado en una casa de huéspedes. - A su casera no le extrañaría verle entrar con un hombre porque casi todos los días se llevaba una conquista con la que divertirse a la habitación, así que alegría.
Recordó que aún tenía el dinero que había ganado gracias al combate del felino en el bolsillo y eso ayudó a que se sintiera mejor. Pero no tanto como para no arquear las cejas con expresión de sorpresa al oír la propuesta de Morgan. - Yo no tengo conciencia. - Le contestó sencillamente. - Si eres lo bastante tonto para dejarte disparar es que la naturaleza no quiere que sigas vivo. - Por favor, que era un gato, se suponía que eran ágiles y sigilosos. ¿Pero hasta qué punto podía realmente desenvolverse ese joven allí solo? Tenía un aspecto tan refinado que parecía el hijo de un noble o tal vez su ayuda de cámara, a lo mejor era cierto que era una calamidad tratando de sobrevivir solo. Jules rodó los ojos y le hizo un gesto. - Ven, pero como vuelvas a mirarme como si fuera tu almuerzo te juro por Dios que te doy una patada en el trasero y te mando volando a tu casa. - No le hacía ninguna ilusión tener un minino durmiendo a su lado. ¿Y si se transformaba involuntariamente durante la noche y Maurice se lo comía? Se le erizó el pelo de la nuca pero trató de apartar ese pensamiento tan cenizo de su mente: jamás se había convertido sin pretenderlo. - Por cierto, me llamo Jules, y no esperes un palacio porque estoy alquilado en una casa de huéspedes. - A su casera no le extrañaría verle entrar con un hombre porque casi todos los días se llevaba una conquista con la que divertirse a la habitación, así que alegría.
Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
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Re: Una canción rota (Jules Lombard)
A pesar de lo que dijo sobre no tener conciencia sus actos hablaban mucho más fuerte, Jules tenía un corazón de mantequilla ¿Qué otra explicación se le podía dar al hecho de que acudió en mi rescate en dos ocasiones, siendo yo un desconocido que además le mordió sin una razón más que su aroma a roedor? O era un hombre de corazón generoso y sensible o le faltaban algunos tornillos, particularmente yo diría que ambas cosas.
- Yo soy Maurice y me conformare con no dormir en la calle - dicho eso me vestí con lo único que tenía a mano, mi suave y muy cómodo abrigo de pelos anaranjados. Ya sabía que el no me tenía ningún amor cuando me convertía en gato, aun así me frote contra sus piernas ronroneando. Era divertido que pudiese causarle tanto miedo a un hombre adulto teniendo un tamaño que no intimidaba ni a un niño de 10 años, quizás no era solo él que fuese un cambiaforma roedor, tal vez algún otro gato lo mordió en su niñez, no sería tan extraño con ese aroma que desprendía, cualquier felino con un poco de olfato lo captaría y se creería ante la rata más inmensa de todo Paris, un premio que no se podía desperdiciar, especialmente si ponía esa mirada de terror absoluto en sus brillantes ojos claros. Sin duda me producía curiosidad averiguar la causa de tanto temor, no obstante dudaba que fuese posible preguntarle directamente y hablar con la misma calma que lo harían dos hombres educados discutiendo sobre cualquier tema, especialmente porque yo no era precisamente un hombre educado.
Le seguí sin intención de seguir abusando de mi suerte, es decir, a una distancia prudencial, lo bastante para que no pudiese darme una patada, con ese cuerpo un golpe de aquel tipo me causaría dolorosas lesiones de las cuales no estaba interesado en sanar, ya tendría mi cuota de lesiones cuando regresase a casa y mi amo me pusiese las manos encima.
- Yo soy Maurice y me conformare con no dormir en la calle - dicho eso me vestí con lo único que tenía a mano, mi suave y muy cómodo abrigo de pelos anaranjados. Ya sabía que el no me tenía ningún amor cuando me convertía en gato, aun así me frote contra sus piernas ronroneando. Era divertido que pudiese causarle tanto miedo a un hombre adulto teniendo un tamaño que no intimidaba ni a un niño de 10 años, quizás no era solo él que fuese un cambiaforma roedor, tal vez algún otro gato lo mordió en su niñez, no sería tan extraño con ese aroma que desprendía, cualquier felino con un poco de olfato lo captaría y se creería ante la rata más inmensa de todo Paris, un premio que no se podía desperdiciar, especialmente si ponía esa mirada de terror absoluto en sus brillantes ojos claros. Sin duda me producía curiosidad averiguar la causa de tanto temor, no obstante dudaba que fuese posible preguntarle directamente y hablar con la misma calma que lo harían dos hombres educados discutiendo sobre cualquier tema, especialmente porque yo no era precisamente un hombre educado.
Le seguí sin intención de seguir abusando de mi suerte, es decir, a una distancia prudencial, lo bastante para que no pudiese darme una patada, con ese cuerpo un golpe de aquel tipo me causaría dolorosas lesiones de las cuales no estaba interesado en sanar, ya tendría mi cuota de lesiones cuando regresase a casa y mi amo me pusiese las manos encima.
Mauren Morgan- Cambiante Clase Baja
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Re: Una canción rota (Jules Lombard)
Cuando se convirtió en gato Jules no lo pensó y lo agarró por el pellejo que los felinos tienen entre los omóplatos y que parece sobrarles. Sabía que no le haría daño y así podía cogerlo en brazos y dejar claro que allí mandaba él y que bajo su forma animal Maurice no era más que su mascota. Ni siquiera se había planteado si el chico era atractivo o no porque no podía pensar en otra cosa que no fuera su apestoso aroma a felino. - Tenemos un trato. - Le recordó. Como intentara hacerle una jugarreta durante la noche acabaría mal, Jules no se andaba con chiquitas, y no porque fuera mal tipo sino por supervivencia, la ley de la calle y demás. Nadie sobrevivía en París mucho tiempo siendo más pobre que las ratas y él había comenzado así a los once años, con un sombrero como única posesión material y afortunadamente muy pocos escrúpulos a la hora de buscarse un empleo.
Con el gato a cuestas salió caminando de ese lugar sabiendo que en forma humana le iba a costar mucho tiempo volver a su casa, puesto que de roedor siempre corría más y trepaba por los tejados, cosa que desde luego como persona no se podía permitir por miedo a romperse la crisma. El dinero en su bolsillo le consolaba de todos sus pesares, así que sin más dilación emprendió el trayecto a su hogar esperando no tener más sobresaltos como el de la bruja en lo que le quedaba de existencia.
Con el gato a cuestas salió caminando de ese lugar sabiendo que en forma humana le iba a costar mucho tiempo volver a su casa, puesto que de roedor siempre corría más y trepaba por los tejados, cosa que desde luego como persona no se podía permitir por miedo a romperse la crisma. El dinero en su bolsillo le consolaba de todos sus pesares, así que sin más dilación emprendió el trayecto a su hogar esperando no tener más sobresaltos como el de la bruja en lo que le quedaba de existencia.
Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
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Re: Una canción rota (Jules Lombard)
Me sorprendió que tuviese el valor de tomarme en brazos pero también me pareció una forma mucho más cómoda de viajar, al menos ya no tenía que pisar con mis patas desnudas esas calles llenas de desechos difíciles de identificar. Jules era un sujeto que salía de mi capacidad de comprensión, a estas alturas ya me resigne a que tratar de comprender su modo de pensar y actuar era imposible, lo único de lo cual estaba seguro es que era inofensivo para mi.
Deje de pensar en él para dedicarme a disfrutar del paisaje, uno no muy bonito, esa zona no era una de las más privilegiadas económicamente y eso se reflejaba en las fachadas descuidadas, las precarias puertas cada una distinta de la otra, pintura que se desprendía de la paredes revelando capas antiguas de colores de mal gusto sobrepuestas una encima de la otra, el rumor distantes de conversaciones toscas, los aromas pútridos de la basura arrojada a la calle sin cuidado, aquel ambiente era similar al que había crecido, un lugar hostil donde un chico que crecía lentamente tenía que dar lo mejor de si mismo para ser capaz de sobrevivir, pero eso había sido hace tanto tiempo... ahora vivía una vida muy diferente, mimado, protegido, privilegiado, de algún modo pase de ser un gato callejero a ser uno domestico, uno que causaba problemas y se escapaba con tanta frecuencia que le faltaban ideas a mi amo para imponer nuevos castigos.
Por la mañana mi aventura habría terminado, regresaría a casa, donde señoría con estas calles y con la libertad para la cual me había convertido en un inepto, fantasearía sobre vestir esta piel para siempre y perseguir ratas en los muelles, o perderme tras el rastro de una ardilla en lo profundo del bosque, pero ahora comprendía que eran sueños, me acostumbre demasiado a esa vida fácil, la prueba era que la única razón para que aun estuviese de una pieza era un hombre roedor.
Patético, era una cosa rota, ni hombre, ni gato, un ser a medias esclavo de los deseos del hombre y atormentado por las necesidades del gato.
Deje de pensar en él para dedicarme a disfrutar del paisaje, uno no muy bonito, esa zona no era una de las más privilegiadas económicamente y eso se reflejaba en las fachadas descuidadas, las precarias puertas cada una distinta de la otra, pintura que se desprendía de la paredes revelando capas antiguas de colores de mal gusto sobrepuestas una encima de la otra, el rumor distantes de conversaciones toscas, los aromas pútridos de la basura arrojada a la calle sin cuidado, aquel ambiente era similar al que había crecido, un lugar hostil donde un chico que crecía lentamente tenía que dar lo mejor de si mismo para ser capaz de sobrevivir, pero eso había sido hace tanto tiempo... ahora vivía una vida muy diferente, mimado, protegido, privilegiado, de algún modo pase de ser un gato callejero a ser uno domestico, uno que causaba problemas y se escapaba con tanta frecuencia que le faltaban ideas a mi amo para imponer nuevos castigos.
Por la mañana mi aventura habría terminado, regresaría a casa, donde señoría con estas calles y con la libertad para la cual me había convertido en un inepto, fantasearía sobre vestir esta piel para siempre y perseguir ratas en los muelles, o perderme tras el rastro de una ardilla en lo profundo del bosque, pero ahora comprendía que eran sueños, me acostumbre demasiado a esa vida fácil, la prueba era que la única razón para que aun estuviese de una pieza era un hombre roedor.
Patético, era una cosa rota, ni hombre, ni gato, un ser a medias esclavo de los deseos del hombre y atormentado por las necesidades del gato.
Mauren Morgan- Cambiante Clase Baja
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