AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La carne se corta como a la mantequilla
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La carne se corta como a la mantequilla
Agosto de 1783
Alemania
Del escarpelo escurría el liquido vital que brota de nuestro cuerpo, no es agua, no es aceite, es todavía más cálida y espesa, es ese liquido que al mancharse las manos pese a lavarlas constantemente continua en ellas las marcas de su existencia y no pueden borrarse de la piel tampoco de la memoria.
El último aliento de la infanta se escapó de sus labios, el corte fue preciso y exacto así cómo lo había leído en los innumerables libros de anatomía -un secreto que guardé muy bien durante mucho tiempo pues es hasta ahora después de veinte años que las mujeres seguimos siendo el tabú a una sociedad ensimismada en el hombre-
¡EL ESPÉCIMEN QUE LO PUEDE TODO!
El pulso desapareció con el último suspiro de la pelirroja, le drenaba la sangre desde yugular, corte la parte trasera de sus rodillas y después de meditarlo muy bien realicé una incisión justo en su entrepierna, tenía que drenarle por completo ¿cuanta sangre habría en el cuerpo de una joven de trece años sino es que menos. En mi cabeza todavía se escuchaban sus murmullos de suplica apagados por la mordaza en su boca ¡Cuanta satisfacción podía sentir al someter a semejante piltrafa! La criatura no tenía la culpa de tener éxito en sus prácticas, el pecado era de sus padres por amaestrarla -como a un perro- perfectamente en las artes hasta el punto de hacerle desdichada a mis manos, pero las carnes más suculentas provienen de las mentes brillantes.
Karen Klaus era apenas una geniesilla por excelencia en la música, soberbia, disciplinada, había atisbado en ella un brillo de maldad propios de esos corazones que no se tientan el alma para destruir a quienes se hallen a su paso, su indiscutible talento me hizo recordar a la castrante madre que tuve y que finalmente me liberó de la jaula tras la muerte. En cambio, su cuerpo en la plancha de roble se retorcía como un gusano a punto de ser cortado en pedazos, sus ojos reflejaban el terror que sentía al verme tomar el escarpelo después de romperle todos los huesos de las piernas uno por uno; tibia, peroné, rodillas, tobillos, con aquel maso, el insoportable dolor le había hecho defecarse encima. No toleraba la agonía.
El verdadero banquete llegó cuando decidí comerme sus entrañas -pulmones, hígado sazonados con clavo y tomillo así como el acompañante de un vino tinto exquisito eran degustados por mi paladar...
Alemania
Del escarpelo escurría el liquido vital que brota de nuestro cuerpo, no es agua, no es aceite, es todavía más cálida y espesa, es ese liquido que al mancharse las manos pese a lavarlas constantemente continua en ellas las marcas de su existencia y no pueden borrarse de la piel tampoco de la memoria.
El último aliento de la infanta se escapó de sus labios, el corte fue preciso y exacto así cómo lo había leído en los innumerables libros de anatomía -un secreto que guardé muy bien durante mucho tiempo pues es hasta ahora después de veinte años que las mujeres seguimos siendo el tabú a una sociedad ensimismada en el hombre-
¡EL ESPÉCIMEN QUE LO PUEDE TODO!
El pulso desapareció con el último suspiro de la pelirroja, le drenaba la sangre desde yugular, corte la parte trasera de sus rodillas y después de meditarlo muy bien realicé una incisión justo en su entrepierna, tenía que drenarle por completo ¿cuanta sangre habría en el cuerpo de una joven de trece años sino es que menos. En mi cabeza todavía se escuchaban sus murmullos de suplica apagados por la mordaza en su boca ¡Cuanta satisfacción podía sentir al someter a semejante piltrafa! La criatura no tenía la culpa de tener éxito en sus prácticas, el pecado era de sus padres por amaestrarla -como a un perro- perfectamente en las artes hasta el punto de hacerle desdichada a mis manos, pero las carnes más suculentas provienen de las mentes brillantes.
Karen Klaus era apenas una geniesilla por excelencia en la música, soberbia, disciplinada, había atisbado en ella un brillo de maldad propios de esos corazones que no se tientan el alma para destruir a quienes se hallen a su paso, su indiscutible talento me hizo recordar a la castrante madre que tuve y que finalmente me liberó de la jaula tras la muerte. En cambio, su cuerpo en la plancha de roble se retorcía como un gusano a punto de ser cortado en pedazos, sus ojos reflejaban el terror que sentía al verme tomar el escarpelo después de romperle todos los huesos de las piernas uno por uno; tibia, peroné, rodillas, tobillos, con aquel maso, el insoportable dolor le había hecho defecarse encima. No toleraba la agonía.
El verdadero banquete llegó cuando decidí comerme sus entrañas -pulmones, hígado sazonados con clavo y tomillo así como el acompañante de un vino tinto exquisito eran degustados por mi paladar...
¡Delicioso bufete!
Schmetterling Verner- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 31/08/2013
Localización : ¡Aquí, allá dónde mejor sepan sazonar!
Re: La carne se corta como a la mantequilla
Septiembre 1783
Estaba perdida, perdida entre los grandes arboles que circundaban el lago, la bruma se levantaba conforme la temperatura en el lugar bajaba y yo... no sentí mis dedos; ellos estaban envueltos en el color carmersí de la sangre tibia que brotaba del bulto bajo mis pies ahí el cuerpo inherte del precioso ejemplar contenía en la mirada el último halo de vida que se desprendia de sí mismo.
-¡Schmetterling!- la voz fina de mi acompañante puso en contrapeso la fantasía que llevaba a cabo maquinando días atrás, su cabello largo caía hasta el final de la espalda, su cuerpo delgaducho casi a media adolescencia la convertia en el siguiente foco rojo ¿su nombre? Daria Blackwood, una habilidosa repostera con la que -para su desgracia- había coincidido días pasados en el festival más famoso del pueblo, ahí los placeres del buen comer se definian en grandes pasteles coloridos y otros menesteres. En el trance pude dilucidar como cortaba la mitad de sus muslos enterrando en ellos el tenedor usado sobre la ensalada realizando un corte fino como si fuese la piel de un cordero mucho más deliciosa. Los ojos marrones de la susodicha no sacaron a mi mente del delirio que casi palpava con mis propias manos, fue ahí que sus manos tomaron mi rostro -¡Schmetterling, querida! ¡Ah querida! sí que has tenido suerte de que este animal no haya causado daño en ti- que maldita era la vida, la estúpida se preocupaba por mi vida ¿no tenía la menor idea de que más a salvo estaba ella si aquel animal me hubiese matado? el olor a amoniaco llegó hasta mi nariz pude entonces saborear el olor de la sangre...-Daria...he tenido miedo Daria- fingí exaltarme por la ocasión mientras que por en el interior las risotadas revelaban mi falsedad.
Lo siguiente no es dificil de adivinar la muy perra arañó mis manos, tendré que usar nuevamente esos vestidos arruinados por mi madre ¡Como detesto esas averraciones! ¿aun muerta tiene que pudrirme la vida?...pero la dulce resposterilla tuvo su castigo mientras sacada sus dientes uno por uno pude escuchar su vocesilla tintinante en mis timpanos que rogaba por su vida ¿creía que me detendria? mejor fue ver sus ojos aterrorizados por el dolor y su rostro desfigurado por el pánico ¡Que precioso es verlos morir! ¡Es todo un arte consumado observar como el hilo de la vida les abandona!.
El pastel...me quedó DELICIOSO.
Estaba perdida, perdida entre los grandes arboles que circundaban el lago, la bruma se levantaba conforme la temperatura en el lugar bajaba y yo... no sentí mis dedos; ellos estaban envueltos en el color carmersí de la sangre tibia que brotaba del bulto bajo mis pies ahí el cuerpo inherte del precioso ejemplar contenía en la mirada el último halo de vida que se desprendia de sí mismo.
-¡Schmetterling!- la voz fina de mi acompañante puso en contrapeso la fantasía que llevaba a cabo maquinando días atrás, su cabello largo caía hasta el final de la espalda, su cuerpo delgaducho casi a media adolescencia la convertia en el siguiente foco rojo ¿su nombre? Daria Blackwood, una habilidosa repostera con la que -para su desgracia- había coincidido días pasados en el festival más famoso del pueblo, ahí los placeres del buen comer se definian en grandes pasteles coloridos y otros menesteres. En el trance pude dilucidar como cortaba la mitad de sus muslos enterrando en ellos el tenedor usado sobre la ensalada realizando un corte fino como si fuese la piel de un cordero mucho más deliciosa. Los ojos marrones de la susodicha no sacaron a mi mente del delirio que casi palpava con mis propias manos, fue ahí que sus manos tomaron mi rostro -¡Schmetterling, querida! ¡Ah querida! sí que has tenido suerte de que este animal no haya causado daño en ti- que maldita era la vida, la estúpida se preocupaba por mi vida ¿no tenía la menor idea de que más a salvo estaba ella si aquel animal me hubiese matado? el olor a amoniaco llegó hasta mi nariz pude entonces saborear el olor de la sangre...-Daria...he tenido miedo Daria- fingí exaltarme por la ocasión mientras que por en el interior las risotadas revelaban mi falsedad.
Lo siguiente no es dificil de adivinar la muy perra arañó mis manos, tendré que usar nuevamente esos vestidos arruinados por mi madre ¡Como detesto esas averraciones! ¿aun muerta tiene que pudrirme la vida?...pero la dulce resposterilla tuvo su castigo mientras sacada sus dientes uno por uno pude escuchar su vocesilla tintinante en mis timpanos que rogaba por su vida ¿creía que me detendria? mejor fue ver sus ojos aterrorizados por el dolor y su rostro desfigurado por el pánico ¡Que precioso es verlos morir! ¡Es todo un arte consumado observar como el hilo de la vida les abandona!.
El pastel...me quedó DELICIOSO.
Schmetterling Verner- Humano Clase Alta
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Re: La carne se corta como a la mantequilla
Lo vientos soplan a distancias más lejanas, dentro de poco pisaré una tierra nueva que me traera -espero- mejores resultados. Con el tiempo he fingido contener la demencia de mis actos ¿o es que acaso eso no es naturalmente normal? ¿Porque tengo que ser tan severa al instante de devorar las entrañas? ¿porque la duda me asalta como un jarrón de agua helada? Es que en algún momento podré degustar sin tener que dar una explicación, cuanto más me acerco al destino más extasis me invade, es la sensación más fantastica jamás sentida, la misma que me envuelve cuando el cuchillo se entierra en sus pieles delgadas, ese momento en que su filo traspasa la dermis y la epidermis, el punto justo en que su sangre se cuese con la carne cruda...¡Que sensación!
Me agito y retomo la respiración cuando se cruzan las miradas de esos dos pequeños mojigatos en el camino, los ojos tan azules como el eter desprenden la pureza de su joven alma...¿Es que podré dejarme de alimentar?...
CONTINUARÁ....
Me agito y retomo la respiración cuando se cruzan las miradas de esos dos pequeños mojigatos en el camino, los ojos tan azules como el eter desprenden la pureza de su joven alma...¿Es que podré dejarme de alimentar?...
CONTINUARÁ....
Schmetterling Verner- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 31/08/2013
Localización : ¡Aquí, allá dónde mejor sepan sazonar!
Re: La carne se corta como a la mantequilla
Sus rizos caían como una cascada virgen dispuesta a ser descubierta por el explorador más intrépido de la selva, los ojos se despitastaban con el primer atisbo de la luz clara de la mañana en dónde el despertar a un nuevo origen deslindaron su coraza con una escasa y diminuta voz que se mezclaba con sus sueños convertidos en hazañas, en trofeos, en placeres adornados de superioridad incontenida en el pecho.
La primera sonrisa me despertaba con alevosía y hasta podría decir que la ventaja de sus actos parecía que conocía perfectamente bien mis “intensiones” no tenía un cabello de tonta. Se había convertido en mi compañera aunque la soledad envolviera la existencia a la cual estaba condenada a vivir por el resto de mis días, el rompecabezas que yo era no tenía solución, tampoco parecía tener alguna clase de respuesta, sin embargo, sus ojos acaramelados parecían ser los más sinceros que había visto en mi corta existencia.
¿Hubiese deseado conocer el amor de una forma distinta? El amor fraternal, tal vez no me hubiese convertido en éste monstruo del cual no huía, y que, por el contrario, acogía entres mis brazos estrechándolo como el mayor de mis males y el mejor de mis placeres. No tenía dudas, pero ver sus ojos cautivos en soslayo me enternecía a punto de querer probar su piel en un deleitante aperitivo ¿A qué sabría ese postre que de noche me arropaba y de mañana me vestía? ¿O podría en sí darle un nombre dentro de mis platillos favoritos?
Sus manos se mecían en son de las cortinas aterciopeladas, carecían de sutileza, eran más bien sosas, pero el espectáculo que montaba con aún con sus privaciones entretenían al demonio que se anidaba en mis entrañas, un demonio que esperaba devolverle el sabor a su paladar con el suculento plato que se meneaba apática entre los rincones de la habitación. Le había aprendido de memoria cada uno de sus gestos, sus muecas desprevenidas, las diferentes formas que tomaban sus ojos al cambiar de humor, el grosor de sus labios, su nariz con rasgos griegos y la caída del cabello sobre sus hombros ¡DELICIOSA!
¡Basta, no me tortures más pequeña ninfa del Infierno! Que no comprendes que puedes convertirte en mi cena, o es que no temes en verdad en complacerme en todas sus formas, era una esclava de sus propios deseos, una diminuta falla en el sistema…
MI FALLA.
La primera sonrisa me despertaba con alevosía y hasta podría decir que la ventaja de sus actos parecía que conocía perfectamente bien mis “intensiones” no tenía un cabello de tonta. Se había convertido en mi compañera aunque la soledad envolviera la existencia a la cual estaba condenada a vivir por el resto de mis días, el rompecabezas que yo era no tenía solución, tampoco parecía tener alguna clase de respuesta, sin embargo, sus ojos acaramelados parecían ser los más sinceros que había visto en mi corta existencia.
¿Hubiese deseado conocer el amor de una forma distinta? El amor fraternal, tal vez no me hubiese convertido en éste monstruo del cual no huía, y que, por el contrario, acogía entres mis brazos estrechándolo como el mayor de mis males y el mejor de mis placeres. No tenía dudas, pero ver sus ojos cautivos en soslayo me enternecía a punto de querer probar su piel en un deleitante aperitivo ¿A qué sabría ese postre que de noche me arropaba y de mañana me vestía? ¿O podría en sí darle un nombre dentro de mis platillos favoritos?
Sus manos se mecían en son de las cortinas aterciopeladas, carecían de sutileza, eran más bien sosas, pero el espectáculo que montaba con aún con sus privaciones entretenían al demonio que se anidaba en mis entrañas, un demonio que esperaba devolverle el sabor a su paladar con el suculento plato que se meneaba apática entre los rincones de la habitación. Le había aprendido de memoria cada uno de sus gestos, sus muecas desprevenidas, las diferentes formas que tomaban sus ojos al cambiar de humor, el grosor de sus labios, su nariz con rasgos griegos y la caída del cabello sobre sus hombros ¡DELICIOSA!
¡Basta, no me tortures más pequeña ninfa del Infierno! Que no comprendes que puedes convertirte en mi cena, o es que no temes en verdad en complacerme en todas sus formas, era una esclava de sus propios deseos, una diminuta falla en el sistema…
MI FALLA.
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