AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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"Humanidad" [Ophelia]
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"Humanidad" [Ophelia]
Soy un error de la naturaleza, una bestia enfadada.
Los voces lo acusan, “fuiste tú el culpable” constantemente dentro de su cabeza él puede escucharlas, “cortaste su estómago” todavía puede el disfrutar de tal sensación, “disfrutaste cuando desenrollaste los metros de intestino, tú debes caer, desaparecer, detenerte” y por otro lado las otras se encuentran, “busquemos a otra, vamos a cortarla, o mejor ¿por qué no le quebramos todos los huesos tirando de sus extremidades con cuerdas? Será divertido, te va a gustar” Cuánta idiotez, apenas puede carcajearse muy bajo sobre esa lapida que casi abraza en su totalidad con el cuerpo, ¿ese es supuestamente el loco promedio? ¿El que asesina personas porque las voces se lo dicen? ¿Por qué le gusta hacerlo sin más? ¿Sin razón o idealismo aparente? Que vacíos son todos ellos. Lentamente con la yema de los dedos acaricia aquella lápida falsa de mármol, no por su material, es simple, este esta maltrecho pero la mentira se encuentra en el texto, los huesos de este hombre se hicieron polvo hace mucho tiempo, no obstante la lápida, esa pobre ya no se encuentra vacía, los restos de una mujer descansan ahora bajo de ella, enterrada muy profundo entre sabanas teñidas de carmín, tal fue el impacto de la sangre sobre las blancas prendas que nadie sospecharía que en algún momento fueron de este color, menos ahora que el líquido se secó y quedo impregnado, pero este secreto nadie podría saberlo, solo él, porque lo fue, otro golpe perfecto bajo sus estatutos, no hubo preguntas, nadie salió a meter la nariz, nadie gritó horrorizado, nadie le señalo con el dedo y le llamo “asesino” “demente” ¿él lo es? Tal vez, pero siempre dirá que son indignos de comprenderle, y no están a la altura de su mente. La realidad y la razón propia siempre se han desviado entre sí logrando que ninguna de ellas pueda definirse como verdad, pero no es importante, al menos para él * Fuiste perfecta, durante pocos momentos, hasta que te enfriaste al final, por eso estas aquí * justo cuando siente el frio tan parecido a él (más no igualable) es cuando suele detener la penetración que ejerce sobre el cadáver de su víctima, y por dentro les culpa porque la biología insípida del hombre no le permite disfrutar más tiempo de uno de sus vicios, como fuera, esta mujer fue un simple exprés al que le dedico un poco de tiempo, pero también una salida. Han sido largos los años que se encontró bajo “presión” y constante amenaza pero desde que murió en el mundo jamás antes había experimentado algo parecido a eso, ¿y esta fue la reacción? “Para liberar el estrés” Suena estúpido, débil y humano, él no podría caer tan bajo, y su hermana no puede ser la causante de esto, tanta cólera todavía le tiene y por primera vez se arrepiente de una decisión que no tomo de forma correcta, pero se lo explica así mismo, él sabe las razones pero las ignora o simplemente las bloquea, es muy mucho más sencillo de esta manera.
Pero por este maldito detalle recordaría su rostro, será la primera vez que mantendrá hermético el rostro de una víctima de paso dentro de su mente, no por el goce que haya tenido con ella, ni por lo que esta mujer representaba en el mundo humano y no en el suyo, sino por la razón por la cual se llevó su vida, ¿injustificada? Sería la primera, y la probabilidad le enseñó ahora que tal vez no sería la última, con lo eterno que es, debió de aceptarlo antes, sus chances son ilimitadas, infinitamente preciosas. Le hubiera gustado al menos saber su nombre, ¿no? Pero sus colmillos ingratos le arrancaron la lengua para que esta no gritase, si esta última citada se encuentra junto a los restos pertrechos del cadáver, lengua hermosa, la estuvo admirando por unos instantes cuando la dejo caer y resbalar por el cuerpo ajeno hasta el suelo, el horror de la mujer representaba puro placer para él, cuando llevas tanto tiempo asesinando personas puedes olfatear, visualizar y sentir su miedo, es imposible que esta sensación, que este sentimiento ajeno se escape de él, nadie puede y se siente bien con ello. Varias horas han pasado, presiente que la madrugada ya llegó, va siendo el momento perfecto para dejar todo esto ir y continuar como ha sido siempre por un milenio entero y poco más de este, se levantó apenas observa su pequeña obra de arte impoluta y silenciosa, ella muy decorosa no sería apreciada por nadie más que él, ese era un privilegio todo suyo. No estaba dentro de sus horas de trabajo el día de hoy así que debería marcharse sin levantar demasiadas sospechosas de su presencia esta noche en el cementerio, la pala y el pico, sus herramientas delataban así que debía llevarlas nuevamente al depósito de donde las sacó, sus finas y elegantes prendas, de las más caras que se podían encontrar en la ciudad para la gente “común” en teoría se encontraban sucias por la tierra impregnada entre las finas hebras que no salían tras sacudir con fuerza, pero este no era un detalle relevante, ningún humano podría darse cuenta con facilidad de tan minuciosa pista, ellos son en promedio estúpidos y lerdos. Tras caminar solo unos minutos por fin pudo alcanzar su destino momentáneo, el lugar lo conoce a la perfección, como las palmas de sus víctimas anuales, él no olvida ningún detalle de sus cuerpos, tanto el exterior como el interior. Sin mucha ciencia deja reposar sus herramientas junto al resto de ellas, todas están llenas de tierra y lodo por lo cual no dejan rastro de cambio o de anormalidad, nada raro, ¿no? Cierra con llave quedando fuera a la intemperie, tras alimentar sus deseos, contando la sangre y el no tan “noble” se puede decir que de mejor “humor” no se puede encontrar al Averno. Y probablemente este humor no cambiaría en bastantes horas a menos que al llegar a su morada tuviera que soportar los incesantes malestares de su hermana neófita.
Mientras va caminando lentamente vistiendo su sombrero, abrigo y su infaltable bastón piensa en su culpa por esto, no se va a quejar y lamentar como un humano tirado en el piso preguntando el típico, “¿Por qué a mí? Siendo estos mismos responsables de sus desgracias así como lo era él, solo debe ponerla en vereda a su propio estilo, cualquier ser razonable para su bienestar no desearía estar adoctrinado por él, pero al tratarse de esa ex-humana, ex- fantasma y ahora vampira las normas se torcían a gusto de él aunque quisiera negarlo, pero la idea de no estar solo ahora con sus secretos y pasiones no le deja la misma seguridad de antes, los seres comunes no confían al cien por ciento en otro, y él no puede hacerlo con nadie ni si quiera en un uno por cierto, ni con ella por el momento, y sus momentos pueden ser eternos, lo sabe bien. Toda aquella nebulosa de ideas se detiene junto a él de golpe, el aroma en el aire le muestra las noticias, este lugar es rondado no solo por él y los espíritus que tanto detesta pues no puede matar de nuevo a excepción de uno claro, que ya lo hizo, aroma familiar, ¿se encontrarán? Observa alrededor con ese rostro inexpresivo y la mirada vacía.
Averno- Vampiro Clase Alta
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Re: "Humanidad" [Ophelia]
Tic. Tac. Tic. Tac. Tic. Tac... Sólo el paso del tiempo delataba aquella extraña letanía de retazos de imágenes pasadas; recuerdos envenenados por el estancamiento del avance en su cuerpo, yerto hace tanto que apenas si recordaba cuándo sintió vida en él por última vez. Las palabras se agolpaban en su memoria a una velocidad alarmante, motivadas por el reciente sabor de la sangre que aún se escurría entre sus labios. Ironías del caótico mundo en que se desempeña su labor impía: quien más poder tiene para arrebatarle la vida a alguien, es totalmente incapaz de devolvérsela. Nadie la coronó como ángel de la muerte, mas había de reconocerle el mérito de asesinar a sangre fría sin importarle que la sangre derramada sin aviso previo le manche los talones. ¿Quién iba a perseguir aquella sombra alargada que parecía ajusticiar a diestro y siniestro, sin importarle el pecado real de aquel a quien concede el honor de morir entre sus brazos? Su silueta se desdibujaba en el horizonte cada amanecer, huyendo de la verdadera oscuridad, aquella que se esconde tras la luz del mediodía. Nadie en su sano juicio apostaría en su contra, no porque fuese una ganadora nata, ya que lo único que había ganado en su vida era la muerte -aunque ese hubiese sido el mejor regalo que cualquiera pudiese habido darle-... no, el hecho de que nadie se interpusiera entre ella y su caminar, era el simple razonamiento de saberla capaz de matar o morir por mantener una libertad que sangre, sudor y lágrimas le había costado obtener. Claro que aquellas sustancias biológicas en ningún caso procedían de ella misma. Ophelia era la más perfecta manifestación de la libertad conocida por cualquier criatura que habitase sobre la faz de la tierra, estuviese muerta o viva. Su esencia misma estaba compuesta por este elemento al que todos aspiran y al que pocos ascienden. Y por eso se sentía mejor que cualquiera que se le pudiera poner por delante: alguien incapaz de luchar por una libertad que por derecho le pertenece, no merecía más favores suyos que el de procurarle una muerte rápida, aunque no poco dolorosa. Sin libertad nadie era nada, nadie significaba nada. Sin libertad, los nombres se convierten en números, tal y como vacas en un matadero. La libertad de hacer y deshacer a tu antojo lo que otros hicieron antes, sin discutir por ello, sin limitar por ello. La libertad no tiene límites, y quien se pone límites, no la merece.
Y así, libre como una paloma sombría, dirigió sus pasos hacia el frente aun sin tener ningún rumbo prefijado. Sólo caminaba, a sabiendas de que no tenía que decirle a nadie hacia donde se dirigía, dejando tras de sí un reguero de cadáveres desangrados, de vidas arrebatadas, de cuentas saldadas. Cualquiera podría preguntarse sus motivos, a lo que ella respondería simplemente con un ¿por qué no? Nadie merecía el derecho de decirle qué podía o debía hacer, del mismo modo que ella no exigía a nadie motivos coherentes para los actos que deciden cometer o no llevar a cabo. Su mente divagaba a gran distancia del momento y lugar en que se situaba en aquel instante. El eco de sus recuerdos resonaba con tal intensidad en los confines de su memoria, que le costaba horrores concentrarse en algo diferente a su excesiva sed de sangre, y a sus escasas ganas de reprimirse. Bastante lo había hecho en la semana que había pasado encerrada entre las cuatro paredes que conformaban aquel cubículo al que llamaba casa. Un cubículo lleno de comodidades, de lujos y de hermosos detalles, pero un cubículo al fin y al cabo. Un lugar en el que estaba obligada a permanecer durante las horas de Sol, sin saber en qué invertir el tiempo. Cada día se hacía más tedioso que el anterior, más pesado, más monótono. Quizá por ese motivo su furia había resurgido con aquella fuerza tan desorbitada. Su esencia misma estaba compuesta por ira, y eso era algo que no había cambiado pese a los muchos siglos que habían transcurrido desde su "cambio" de mortal a inmortal. De ser inferior a ser superior. Desde su cambio de ser humano a ser inhumano. Así se sentía, así era, para eso había nacido. Ella existía para ser libre, para sesgar vidas a su paso, para caminar por las eras viendo el agonizar del mundo sin mover un dedo para remediarlo. Ophelia existía para ser vampiro, con todo lo que aquello implicaba.
Su errático caminar la condujo hacia las afueras de la ya desierta ciudad de París, dormida a aquellas horas. Un gato solitario se la quedó mirando tan fijamente que hubo de detenerse para observarlo. Cualquier humano, con su reducida inteligencia, hubiese considerado al hermoso animal como un mal augurio simplemente por el azabache color de su pelaje. A ella le parecía precioso. Se agachó a su altura y el animal se acercó a ella con decisión, como si el temor solamente fuera una emoción humana no extrapolable al resto del mundo animal. Al final resultaba ser la criatura más estúpida de todas: temerosa de todo aquello que desconoce, sin siquiera esforzarse por conocerlo. Acarició al animal en cuanto estuvo a su altura, y este emitió un agudo maullido por toda respuesta, resultando incluso más elocuente que mucho de los humanos con los que se topaba. El gato negro saltó a su regazo ágilmente, y ella lo atrapó con una media sonrisa, gélida, insomne, carente de emoción. Se levantó grácilmente y siguió caminando con el animal entre los brazos, hasta sortear la verja del cementerio, cerrado al público a aquellas horas. Un lugar tranquilo, un rincón alejado del murmullo callado de la ciudad, que descansaba abrazada a Morfeo. Un magnífico escenario carente de actores. Sólo ella, las tumbas torcidas, y el siniestro animal que acababa de adoptar, considerándolo merecedor de compartir su paseo con ella... Pronto se dio cuenta de su error. Una presencia cercana se hizo notar en cuanto puso un pie en el camposanto. Su esencia era similar a la propia. Un vampiro. Un muerto. Dos muertos rodeados de tumbas. Interesante retrato, digno de recordarse. Se detuvo junto a la maltrecha estatua de un ángel, olvidada, ajada por el paso del tiempo.
- Huelo a sangre, y ni es la mía ni es de la que yo misma derramé... ¿Habéis pensado en que hay más criaturas a las que esconder los crímenes además de a los humanos? Y bastante más inteligentes... -Su voz sonó serena, melodiosa. La voz de un ángel pronunciada por un demonio con rostro de porcelana. Se giró en la dirección en que sentía la presencia y dibujó una sonrisa felina, peligrosa, manteniéndose expectante.
Y así, libre como una paloma sombría, dirigió sus pasos hacia el frente aun sin tener ningún rumbo prefijado. Sólo caminaba, a sabiendas de que no tenía que decirle a nadie hacia donde se dirigía, dejando tras de sí un reguero de cadáveres desangrados, de vidas arrebatadas, de cuentas saldadas. Cualquiera podría preguntarse sus motivos, a lo que ella respondería simplemente con un ¿por qué no? Nadie merecía el derecho de decirle qué podía o debía hacer, del mismo modo que ella no exigía a nadie motivos coherentes para los actos que deciden cometer o no llevar a cabo. Su mente divagaba a gran distancia del momento y lugar en que se situaba en aquel instante. El eco de sus recuerdos resonaba con tal intensidad en los confines de su memoria, que le costaba horrores concentrarse en algo diferente a su excesiva sed de sangre, y a sus escasas ganas de reprimirse. Bastante lo había hecho en la semana que había pasado encerrada entre las cuatro paredes que conformaban aquel cubículo al que llamaba casa. Un cubículo lleno de comodidades, de lujos y de hermosos detalles, pero un cubículo al fin y al cabo. Un lugar en el que estaba obligada a permanecer durante las horas de Sol, sin saber en qué invertir el tiempo. Cada día se hacía más tedioso que el anterior, más pesado, más monótono. Quizá por ese motivo su furia había resurgido con aquella fuerza tan desorbitada. Su esencia misma estaba compuesta por ira, y eso era algo que no había cambiado pese a los muchos siglos que habían transcurrido desde su "cambio" de mortal a inmortal. De ser inferior a ser superior. Desde su cambio de ser humano a ser inhumano. Así se sentía, así era, para eso había nacido. Ella existía para ser libre, para sesgar vidas a su paso, para caminar por las eras viendo el agonizar del mundo sin mover un dedo para remediarlo. Ophelia existía para ser vampiro, con todo lo que aquello implicaba.
Su errático caminar la condujo hacia las afueras de la ya desierta ciudad de París, dormida a aquellas horas. Un gato solitario se la quedó mirando tan fijamente que hubo de detenerse para observarlo. Cualquier humano, con su reducida inteligencia, hubiese considerado al hermoso animal como un mal augurio simplemente por el azabache color de su pelaje. A ella le parecía precioso. Se agachó a su altura y el animal se acercó a ella con decisión, como si el temor solamente fuera una emoción humana no extrapolable al resto del mundo animal. Al final resultaba ser la criatura más estúpida de todas: temerosa de todo aquello que desconoce, sin siquiera esforzarse por conocerlo. Acarició al animal en cuanto estuvo a su altura, y este emitió un agudo maullido por toda respuesta, resultando incluso más elocuente que mucho de los humanos con los que se topaba. El gato negro saltó a su regazo ágilmente, y ella lo atrapó con una media sonrisa, gélida, insomne, carente de emoción. Se levantó grácilmente y siguió caminando con el animal entre los brazos, hasta sortear la verja del cementerio, cerrado al público a aquellas horas. Un lugar tranquilo, un rincón alejado del murmullo callado de la ciudad, que descansaba abrazada a Morfeo. Un magnífico escenario carente de actores. Sólo ella, las tumbas torcidas, y el siniestro animal que acababa de adoptar, considerándolo merecedor de compartir su paseo con ella... Pronto se dio cuenta de su error. Una presencia cercana se hizo notar en cuanto puso un pie en el camposanto. Su esencia era similar a la propia. Un vampiro. Un muerto. Dos muertos rodeados de tumbas. Interesante retrato, digno de recordarse. Se detuvo junto a la maltrecha estatua de un ángel, olvidada, ajada por el paso del tiempo.
- Huelo a sangre, y ni es la mía ni es de la que yo misma derramé... ¿Habéis pensado en que hay más criaturas a las que esconder los crímenes además de a los humanos? Y bastante más inteligentes... -Su voz sonó serena, melodiosa. La voz de un ángel pronunciada por un demonio con rostro de porcelana. Se giró en la dirección en que sentía la presencia y dibujó una sonrisa felina, peligrosa, manteniéndose expectante.
Ophelia M. Haborym- Vampiro Clase Alta
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Re: "Humanidad" [Ophelia]
La pequeña impresión de Averno se ve resuelta al instante, casi en el momento exacto en el que él posa su vista en la silueta, logra escuchar esa voz femenina que se anuncia sin mas respecto a lo que él sabe lleva encima, aguda forma de comenzar una charla, cualquiera lo podría haber tomado como una acusación o una amenaza y ese mismo echo se encuentra la respuesta a la pregunta que toma lugar ahora mismo, pero, ¿por qué responder con palabras o al menos, por qué justo ahora? Si alguien quiere oro que le cueste cavar, hasta podría dejárselo adivinar sola, o simplemente lo ignoraría, su gusto definiría los siguientes pasos que el vampiro daría, como si nada hubiera ocurrido mantiene su rumbo por el sendero que no en balde sabe durante su trayecto estará a tan solo pocos centímetros de aquel caído donde se encuentra la vampiresa, y así con esa total calma y frialdad que le caracteriza aún al saberse “descubierto” sus pasos lentos van acompañados de la madera de su bastón el cual maneja tras tantos años de uso como si fuera una extremidad más. El trayecto del vampiro no demoró más de minuto y medio, dicen los humanos que no es de caballeros dejar a las damas con la palabra en la boca por mucho tiempo, pero nuevamente la respuesta la pregunta se abalanza dentro de su mente, “los humanos, sus teorías, métodos y mentalidad obsoleta” Averno elevó la vista hacia la ilegal presencia, siempre fiel a su ser contestó * Usted lo dijo bien, existen criaturas mucho más inteligentes, diferentes y superiores a los humanos que no se encuentran bajo sus estúpidos estatutos, y que invada propiedad del ahora estado Francés a estas horas me deja en claro que por suerte no tengo la desgracia de encontrarme con uno de esos seres miserables que ando mencionando * Él es consciente de que si detesta a un ser más que uno humano es a un vampiro queriendo ser humano cuando dejo de serlo, miserables y desgraciados idiotas que tiran por la basura la grandeza de esta supuesta maldición, esta lo único que te ofrece es ser superior e inigualable si sabes explotarla a tu antojo y controlarla con el tino suficiente, pero en parte sabe que es así la no naturaleza, si no eres digno de poseerla por completo y aun así lo obtienes jamás podrás tener todos los beneficios de esta, o al menos eso cree él, no obstante siempre estará esa parte ególatra de su interior que siempre asumirá que él es el que mejor provecho le saca a todo en general, no solo a su inmortalidad o superioridad física y mental respecto de otros. Posee diferentes métodos para reconocer a los humanos y los demás seres, por regla obvia no utiliza los mismos entre ellos, a cada uno les da especial trato, se podría asumir que el más exhaustivo a primera mano se lo entrega los vampiros, ha sido poco el trato que ha mantenido con vampiresas más allá de la ahora vampira creada por él que es su hermana, por ende podría resultar interesante mantenerse unos minutos en el campo maldito por él, a fin de cuentas la oscuridad todavía prevalecerá por varias horas más y es poca la probabilidad de que más criaturas se centren aquí esta noche, claro sin contar a ese animal felino y los insectos que emiten sus sonidos imperceptibles para todos menos para los dos muertos.
No le demoró ni dos segundos descubrir que su acompañante hace nada había satisfecho alguna de sus necesidades respecto a la sangre, pero quién sabe, algunos vampiros no se sacian con facilidad, la sangre de aroma desconocido le rodeaba a ella también, ¿será esta una marca oculta que no se puede esconder de nadie? Es como su maldad, un sello permanente que solo los de ojo entrenado pueden diferenciar en él, esto sin contar a las pobres victimas que no tienen normalmente la suerte de ir y contarlo por obvias razones no necesarias de comentar, a pesar de ser un ser asocial la mayor parte del tiempo grandes son sus dotes para llevar una conversación, no obstante siempre prefiere los silencios pues resultan mucho más interesantes y dan espacio para que las mentes reflexionen sobre ellas mismas y sobre otras ajenas * Creo que esta locación puede ser un tanto cliché para dos como nosotros, ¿no es así? Aunque doy la razón en que es un lugar adecuado para estar en paz con uno mismo después de beber o satisfacer alguna otra necesidad, no podríamos ser culpados por ello. Usualmente veo humanos llorando o trayendo flores, y muchos cadáveres inertes, pero es la primera vampiresa que visita mi cementerio * y si, esa facilidad la tiene siempre de apropiarse de algo con total facilidad o al menos de sentirlo suyo. El campo santo es el lugar donde planea enterrar a todas las obras y accidentes que realice y cometa en París, un secreto bien guardado. Podría este verse descubierto por el ente femenino tal vez, no se trata de una vampira neófita, lo sabe con solo mirarla a los ojos, lleva más tiempo que él viviendo en esa nefasta realidad controlada por errores tras errores, por suerte el escapó a su mundo hace mucho, por eso mismo resulta imposible ponerse en los zapatos de aquellos que se encuentran todavía por ahí. Esto no obstante no significa que su compañera sea digna o brillante, no importa el tiempo sino el cómo lo uses, y en su propia calificación el siempre será el más resaltante * Como fuera madame, Averno, desempeño humildes labores aquí como enterrador * esta afirmación es tan real como falsa, lo tiene claro y ella debería tenerlo ya también, las intenciones siempre engañan así como las apariencias, una mujer atractiva, esbelta, bien formada de voz suave y rostro agradable a cualquiera encandilaría, cualquiera caería ante ella, los humanos son muy simples y son como mocosas, no pueden ver más allá de lo obvio, pero él puede verle, antes lo pensó, “esa marca” que solo algunos poseen, y que así siga siendo pues la competencia no siempre es bien recibida, menos por Averno, que es un ser celoso de sus costumbres, propiedades y objetivos, pasiones y obsesiones, aquellas jamás podría compartir en su totalidad con nadie jamás, la actual relación que lleva con su hermana, enfermiza y visceral es sin duda la prueba perfecta de esto, no se engañaría jamás, porque tampoco desea hacerlo, en su mente siempre será él y él, y sacrificaría a quién sea con tal de ser el que al final quede con la mejor tajada del pastel.
Averno- Vampiro Clase Alta
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Re: "Humanidad" [Ophelia]
Ophelia... ente caótico y maligno adornado con el rostro hermoso de una mujer. Se trataba del diablo vestido de seda, y en su caso, casi podría entenderse de forma literal. Su caminar por las eras siempre había sido un continuo y arbitrario paseo por vidas ajenas. Un despropósito, ciertamente. Y es que nadie la conocía en bastante profundidad como para ser capaz de emitir un juicio exacto acerca de qué podía estar pasando en su cabeza. A simple vista, y a menos que ella quisiera expresar alguna emoción concreta, su rostro no aportaba ninguna información al respecto de sus sentimientos. Si es que los tenía. Podría pasar perfectamente por una especie de estatua de mármol puro, sin expresión alguna de sus emociones internas. Y normalmente aquellas emociones que se dignaba a transmitir al medio externo no tenían relación alguna con aquello que estaba pensando. Mostraba lo que le apetecía mostrar en función de la situación, y siempre intentando contradecir lo que la otra persona, el interlocutor, quería oír. ¿Acaso había una expresión concreta para definir la clase de pensamientos que se agolpaban en su oscura cabecita? Ella no sentía nada. Absolutamente nada. ¿Qué definición tiene la maldad? ¿Y el terror? ¿Cómo expresar dos mil años de vivencias en un sólo y simple gesto? Era absurdo incluso el intentarlo. Cualquier inmortal se toparía en algún momento con ese problema. Sólo existían emociones humanas, pero ellos no eran humanos, y acabarían por darse cuenta de lo limitado de aquella realidad, de lo limitado del vocabulario existente para tratar de descifrar aquellas emociones que se separaban notoriamente de las humanas. Podían intentar encajar, podían intentar integrarse con aquellas criaturas intelectual y físicamente inferiores. Eran criaturas destructivas, defectuosas, inmaduras... Sin tener derecho a hacerlo. Por eso aquel mundo jamás volvería a ser su sitio y no podían hacer nada para remediarlo. Ellos habían trascendido los límites de esa realidad puramente carnal, anclada a un mundo profundamente herido. Eran diferentes.
Y aquel asesino frío, oculto entre las sombras, no tenía nada de humano. Tan poco como ella. Criaturas de la noche, peligrosas, alejadas de la luz. Eso eran. La esencia propia de las tinieblas, de la oscuridad. De la soledad. ¿Acaso había un nivel de soledad más grande que el que ellos poseían? ¿Había acaso algo más solitario que pasar la eternidad en la sombra? No habían palabras suficientes para expresar aquella soledad, por más real que fuese. Y allí estaban, dos criaturas nocturnas, solitarias y crueles, unidos por la oscuridad a la que sus almas pertenecían. -Y menos mal que las hay... si sólo hubiese humanos con los que compartir el espacio, sería el peor calvario que cualquiera pudiera sufrir. - Cualquiera de nosotros, quiso añadir, pero se limitó a carcajearse ante la acusación. No sentía que invadiese nada, porque una vez aquel camposanto fue bosque, y fueron humanos quienes lo talaron. Cuando vives tantos años te das cuenta de que las reglas para ti no son más que sugerencias que puedes cumplir o no cumplir, en función de un criterio propio y personal... una moralidad propia más importante que cualquier norma ética. Las normas éticas no eran más que meras invenciones, normas para regular lo que la gente debe o no debe hacer. Cuando tu mente envejece, madura, te das cuenta de muchas cosas a las que antes no prestabas atención alguna. Te das cuenta de que eres el único que merece ejercer un mandato en tu propio pensamiento, en tus propias actuaciones. Hacer y deshacer a tu antojo es un derecho, porque el mundo en el que vives es tuyo también. Las normas hacían a los criminales. La sociedad, con su reprensión, despertaba los animales que en el fondo eran.
-Miserables me parece una palabra demasiado inapropiada para definirlos. Yo les llamaría estúpidos. Son profundamente estúpidos y egoístas, pero no miserables. Largo tiempo ha desde que no soy humana, pero una vez lo fui. Lo único que conservo desde entonces es el aspecto y el desencanto por el resto de seres humanos... y este sentimiento no ha hecho más que aumentar a lo largo de estos años. Me parecen despreciables, eso sí. Ni merecen mi respeto ni lo tienen. Para mi no significan nada. Su vida es patética, tanto o más que ellos mismos. -Dijo con voz queda y una sonrisa misteriosa. Siempre pensaba que ella había nacido para ser vampiro, y el paso por "ser" humano era necesario para tal fin. Todos quienes habían sido bendecidos con el don inmortal, alguna vez tuvieron un corazón palpitando dentro de su ahora yerto cuerpo. Ella no odiaba el "ser un humano", odiaba como eran los humanos. No eran capaces de controlar sus propias emociones, siendo éstas lo más importante que tenían. ¿Cómo podían comprender lo que suponía vivir con otros? No estaban capacitados para desarrollar de forma efectiva todas sus virtudes. Examinó sus orígenes para reafirmarse en su postura: vivió como una estúpida para "morir" de forma inteligente. Se acercó al inmortal con lentitud, encarándole, clavando sus oscuros ojos en los ajenos. Dio una vuelta a su alrededor, examinándolo con ojo clínico. Aspiró el aroma a muerte que desprendía, que se entremezclaba con el suyo propio creando una atmósfera peculiar. Y entonces supo que eran iguales, o al menos, muy parecidos. Dejó que fuese el otro inmortal el que rompiera el silencio, asintiendo a sus palabras con una sonrisa seductora, parándose en su espalda.
-Bueno, a ojos ajenos tal vez lo sea... para los humanos lo es, sin duda. Pero también nosotros hemos de desprendernos de esos clichés conformados por el desconocimiento acerca de nuestra causa. Yo, estando fisiológicamente muerta, creo estar mucho más viva que la mayoría de ellos. Actúan como cuerpos huecos, sin ninguna inteligencia. Yo razono acerca de todos mis actos antes de cometerlos. Aunque sean negativos. Supongo que vos también lo hacéis. Viene implícito en nuestra naturaleza, no instintiva, sino experiencial. La experiencia nos hace más críticos y analíticos... Y más fuertes y poderosos, por tanto. -Reflexionó en coz alta, habiéndose acercado de forma bastante notoria hasta su oído. Depositó una mano en su hombro con suavidad. -Yo vengo hasta aquí no para sentirme mejor, sino para estar a solas con mis pensamientos. Me tengo en bastante estima, ciertamente, y mi conciencia suele dirigirse a mi en escasas ocasiones. Los humanos necesitan cementerios para llorar o para sentirse mejor consigo mismos. Creen que así honran a sus muertos... Menuda estupidez. -Dibujó un gesto irónico. Nunca entendería aquel pensamiento, ¿llevar flores muertas a los muertos? ¿Para qué? Ni pueden olerlas ni pueden verlas. Ni siquiera sabrán quien las trajo. Los muertos están muertos y no entendía la necesidad de tener un lugar al que ir para recordar a alguien. El cariño se demuestra recordándoles a diario, no una vez al mes. -Averno... -Acarició el nombre con el paladar, emitiéndolo de forma suave y aterciopelada. -Interesante nombre. Perfecto, de hecho. No podrían haberos puesto un nombre mejor... ¿Es real o vos lo escogisteis? -Cuestionó, un tanto sorprendida. -Mi nombre es Ophelia... y me alegro de ser la primera en invadir vuestro territorio. ¿Y también sois vos quien los asesina o sólo los enterráis? -Añadió con una macabra sonrisa, acariciando su mejilla de forma suave.
Y aquel asesino frío, oculto entre las sombras, no tenía nada de humano. Tan poco como ella. Criaturas de la noche, peligrosas, alejadas de la luz. Eso eran. La esencia propia de las tinieblas, de la oscuridad. De la soledad. ¿Acaso había un nivel de soledad más grande que el que ellos poseían? ¿Había acaso algo más solitario que pasar la eternidad en la sombra? No habían palabras suficientes para expresar aquella soledad, por más real que fuese. Y allí estaban, dos criaturas nocturnas, solitarias y crueles, unidos por la oscuridad a la que sus almas pertenecían. -Y menos mal que las hay... si sólo hubiese humanos con los que compartir el espacio, sería el peor calvario que cualquiera pudiera sufrir. - Cualquiera de nosotros, quiso añadir, pero se limitó a carcajearse ante la acusación. No sentía que invadiese nada, porque una vez aquel camposanto fue bosque, y fueron humanos quienes lo talaron. Cuando vives tantos años te das cuenta de que las reglas para ti no son más que sugerencias que puedes cumplir o no cumplir, en función de un criterio propio y personal... una moralidad propia más importante que cualquier norma ética. Las normas éticas no eran más que meras invenciones, normas para regular lo que la gente debe o no debe hacer. Cuando tu mente envejece, madura, te das cuenta de muchas cosas a las que antes no prestabas atención alguna. Te das cuenta de que eres el único que merece ejercer un mandato en tu propio pensamiento, en tus propias actuaciones. Hacer y deshacer a tu antojo es un derecho, porque el mundo en el que vives es tuyo también. Las normas hacían a los criminales. La sociedad, con su reprensión, despertaba los animales que en el fondo eran.
-Miserables me parece una palabra demasiado inapropiada para definirlos. Yo les llamaría estúpidos. Son profundamente estúpidos y egoístas, pero no miserables. Largo tiempo ha desde que no soy humana, pero una vez lo fui. Lo único que conservo desde entonces es el aspecto y el desencanto por el resto de seres humanos... y este sentimiento no ha hecho más que aumentar a lo largo de estos años. Me parecen despreciables, eso sí. Ni merecen mi respeto ni lo tienen. Para mi no significan nada. Su vida es patética, tanto o más que ellos mismos. -Dijo con voz queda y una sonrisa misteriosa. Siempre pensaba que ella había nacido para ser vampiro, y el paso por "ser" humano era necesario para tal fin. Todos quienes habían sido bendecidos con el don inmortal, alguna vez tuvieron un corazón palpitando dentro de su ahora yerto cuerpo. Ella no odiaba el "ser un humano", odiaba como eran los humanos. No eran capaces de controlar sus propias emociones, siendo éstas lo más importante que tenían. ¿Cómo podían comprender lo que suponía vivir con otros? No estaban capacitados para desarrollar de forma efectiva todas sus virtudes. Examinó sus orígenes para reafirmarse en su postura: vivió como una estúpida para "morir" de forma inteligente. Se acercó al inmortal con lentitud, encarándole, clavando sus oscuros ojos en los ajenos. Dio una vuelta a su alrededor, examinándolo con ojo clínico. Aspiró el aroma a muerte que desprendía, que se entremezclaba con el suyo propio creando una atmósfera peculiar. Y entonces supo que eran iguales, o al menos, muy parecidos. Dejó que fuese el otro inmortal el que rompiera el silencio, asintiendo a sus palabras con una sonrisa seductora, parándose en su espalda.
-Bueno, a ojos ajenos tal vez lo sea... para los humanos lo es, sin duda. Pero también nosotros hemos de desprendernos de esos clichés conformados por el desconocimiento acerca de nuestra causa. Yo, estando fisiológicamente muerta, creo estar mucho más viva que la mayoría de ellos. Actúan como cuerpos huecos, sin ninguna inteligencia. Yo razono acerca de todos mis actos antes de cometerlos. Aunque sean negativos. Supongo que vos también lo hacéis. Viene implícito en nuestra naturaleza, no instintiva, sino experiencial. La experiencia nos hace más críticos y analíticos... Y más fuertes y poderosos, por tanto. -Reflexionó en coz alta, habiéndose acercado de forma bastante notoria hasta su oído. Depositó una mano en su hombro con suavidad. -Yo vengo hasta aquí no para sentirme mejor, sino para estar a solas con mis pensamientos. Me tengo en bastante estima, ciertamente, y mi conciencia suele dirigirse a mi en escasas ocasiones. Los humanos necesitan cementerios para llorar o para sentirse mejor consigo mismos. Creen que así honran a sus muertos... Menuda estupidez. -Dibujó un gesto irónico. Nunca entendería aquel pensamiento, ¿llevar flores muertas a los muertos? ¿Para qué? Ni pueden olerlas ni pueden verlas. Ni siquiera sabrán quien las trajo. Los muertos están muertos y no entendía la necesidad de tener un lugar al que ir para recordar a alguien. El cariño se demuestra recordándoles a diario, no una vez al mes. -Averno... -Acarició el nombre con el paladar, emitiéndolo de forma suave y aterciopelada. -Interesante nombre. Perfecto, de hecho. No podrían haberos puesto un nombre mejor... ¿Es real o vos lo escogisteis? -Cuestionó, un tanto sorprendida. -Mi nombre es Ophelia... y me alegro de ser la primera en invadir vuestro territorio. ¿Y también sois vos quien los asesina o sólo los enterráis? -Añadió con una macabra sonrisa, acariciando su mejilla de forma suave.
Ophelia M. Haborym- Vampiro Clase Alta
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Re: "Humanidad" [Ophelia]
¿Cuán familiar podrían resultar aquellas palabras o pensamientos que la vampiresa expresaba? Los años que ha pasado analizado hasta el más mínimo detalle de estos seres que “dominan” el mundo, le dan toda la autoridad que otorga el conocimiento para solo poder afirmar lo que escucha, pero en silencio, dentro de su cabeza, él ya había hablado demasiado por el momento, algo que no suele ocurrir a menos que tuviera un interés remarcado en el par al que le expresa lo que “supuestamente piensa” o “siente” pero para que ir más allá, para todo el mundo resulta mucho más agradable tan solo conformarse con ello y no ir más allá, dentro de una cascara vacía, completamente limpia de cualquier rastro de lo que fuera que los seres deberían tener en sus adentros, su vacío solo podía completarse cuando sus actividades “reales” aquellas que le hacen sentir lo que representa, cuando realiza estas solo la realidad aflora, su realidad impoluta que puede compartir con el mundo puesto que es lo único real que puede expresar y experimentar, la muerte, su pasión y adicción enfermiza ante ella, ante él mismo, su megalomanía desenfrenada que se vio amplificada por los años de manera alocada, culpa del pasado de aquel ser frágil y ya inexistente que no recuerda haber sido por los constantes bloqueos de realidad y memoria que ha sufrido, adrede y sin querer. Encerrado en su burbuja como siempre no pasa desapercibido lo que sucede a su alrededor, siempre se encuentra esa parte de él expectante a lo que acótense pues en nadie confía, y a pesar de atesorarla a ella, “la muerte” resulta siempre tan arisca e impredecible para todos, y esta vampiresa que la contiene consigo también puede ser una exponencial carga de peligrosidad para su ambiente en general, al igual que él lo es, enteramente nocivo para todo el que lo toque, la única ventaja que el obtiene de todo esto es la que estos mismos intoxicados ofrecen, les gusta su veneno, este que su ponzoñosa existencia expide por todo su alrededor * No existe ser en el mundo que pueda debatir sus palabras sin resultar como el idiota de turno puesto que son la realidad, para mi * lo recalcó con notoriedad, puesto que él lo marcaba así, lo daba por hecho, con total seguridad y sin temor alguno a equivocarse, si fuera diferente no le hubiera dado la razón, quizás ni como falsedad hubiera podido hacerlo al menos con ese tema no, pues toca profundo.
Es un hecho real, ya antes lo había escuchado y observado, las vampiresas suelen moverse mucho, sacudir su cadáver y jugarlo a su antojo, para atraer la atención o distraerla, siempre puede ser efectiva, es cierto que también puede esta no tener ninguna de esas intenciones y tan solo ser esto parte de su actuar común, como fuera Averno sigue el recorrido con los ojos pero sin moverse, cuando sale de su campo de visión el resto de sus sentidos toman el lugar de los ojos, cualquier ser en su sano juicio no se quedaría dándole la espalda a un representante del dolor y muerte pero ahí está el problema de Averno, su juicio es insano y retorcido siempre para su propio gusto y beneficios * Yo temo decir que aún con todas estas ventajas y aspectos superiores que menciona algunos vampiros siguen siendo igual o incluso más despreciables que los humanos, por esa misma razón no comparto características globales con los seres a menos que sean humanos, ellos jamás van a romper su regla, nunca tendrán una excepción pues son demasiado simples como para hacerlo, pero los vampiros, no quiero ensuciar mi lengua después de haber disfrazado con esta tan agradable sabor recientemente. Sé que sabe a lo que me refiero y lo comprenderá a la perfección * Averno hablaba, siempre acostumbrado a ver a los ojos de quién le escucha, ahora tan solo el horizonte sombrío adornada su visión, pero no resultaba inconveniente alguno. El nombre, aquel nombre, suelen pronunciarse con admiración, no titubeo, con miedo, con desesperación, incluso con admiración por algunos, pero de esa manera nunca había sido pronunciado, no resulta fastidioso, ni agradable, él siempre neutro, sobre todo respecto al encanto femenino, no es dependiente de esto por alguna razón inexistente en su cabeza, nunca se le ha podido seducir, ni hacer perder la cabeza con motivos tan vacíos como el erotismo o la sensualidad dignos de humanos incapaces de controlarse, no obstante disfruta de todo aquello muy a su manera y decisión o antojo.
Estuvo en silencio hasta el momento en el cual sintió la caricia femenina, no siendo la primera vez ya que obtenía una por parte de una inmortal, su hermana se había tomado ya antes las desagradables atribuciones, pero él se comportaba a la altura, esta vampiresa no resultaba para su entender una niña tonta o malcriada como otras, por eso mismo le estaba permitiendo ciertas libertades como esta, obviamente él quería las suyas también. Averno sin doble intención sujetó sin observar la mano que hace contacto con él con la propia para bajarla hasta la altura de la cintura y a la misma vez girar para quedar nuevamente frente a la vampiresa, sin soltar el bastón, y nuevamente sus ojos frente a los ojos ajenos * Le sorprendería lo rodeada de fantasía que podría encontrarse madame Ophelia * ahí mismo solo por unos segundos alejo la vista de su acompañante a pesar de no haber soltado la mano de esta aún, observó las tumbas, no podía hacerse la idea de haber sido el responsable de todos los aquí presentes pues muchos murieron de forma miserable y sin el arte que el comparte con sus elegidas o víctimas, solo unos segundos con pesar parpadeo acompañado de su natural seriedad * Agradezco su opinión no obstante, y le comunico que no, tan solo en ocasiones singulares podría llevar acabo yo esa poco “adecuada” doble fusión * recuerda el comentario que dio, no lo había realizado con esa intención de remarcar propiedad no obstante en el fondo lo sentía suyo y con el derecho de ejercer su ley ahí mismo pero en realidad esto vendría siendo real en todos lados, ¿qué se puede hacer? La mirada del vampiro se posó ahora en la palma que apretaba, es lo maravilloso de ser inmortal, cualquier hombre promedio estaría confiado y burlándose al respecto, una palma tan fina, suave y delicada que daño podría hacer, no creerían que siquiera podría fregar la ropa en el rio sin sufrir daños, ahí se encuentra la diferencia de los seres, Averno está perfectamente consciente de lo que ella es capaz de hacer, y no es temor, él jamás podría sentirlo, su propia forma de existir le impide tenerlo, cuando es él quien lo influye y lo disfruta cuando lo observa en el resto, el temor no podría causarle estragos por ser tan familiar, tan solo podría disfrutarlo, lo mismo pasa con el dolor si se lo infligen a él, retorcido lo disfrutaría, se emocionaría incluso, las sensaciones que ocurren una vez cada quinientos años pueden guardarse con buen sabor, fuera cual fuera, días atrás no lo hubiera pensado, pero tras analizar los últimos acontecimientos, el lamentarse de humanos jamás podría ir con él * Cuénteme, ¿qué hace usted además de alimentarse, recorrer París, sus cementerios, y poseer manos suaves? * tales palabras pudieron representar un reto a impresionarle tal vez a él, en parte no lo fueron, también poseían curiosidad. Mezclas extrañas propias de él.
Averno- Vampiro Clase Alta
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Re: "Humanidad" [Ophelia]
Una vez más, desde su nueva postura tras el vampiro, ventajosa desde el punto de vista técnico, observó a su alrededor con un deje nostálgico en sus ojos vacíos, sin vida. El aire gélido trajo consigo, además del frío, el dulce y sutil aroma de la muerte, imperceptible para unos seres tan imperfectos como los humanos, pero más que evidente para un ser como ella. Olía a madera ajada y a césped recién cortado. Olía a lluvia, a humedad, a cadáveres en avanzado estado de descomposición y a sangre lo bastante fresca para que cualquier vampiro se plantease si era o no buena idea desenterrar a aquellos que ya estaban muertos en lugar de traer cadáveres nuevos al cementerio. Ahora que lo pensaba, ella nunca se había planteado una idea tan progresista como aquella. La satisfacción de destruir a los humanos que se le acercaban como si fueran simples polillas, que se habían acercado demasiado a un fuego encendido, siempre le había resultado placentera. Disfrutaba ver la expresión de aquellos seres inútiles y débiles, cuando aun sabiendo que van a morir y no pueden hacer nada para remediarlo, se aferran a la vida como si realmente fuera lo más preciado que tenían. Nada más lejos de la realidad. La vida era una lenta y dolorosa muerte, en el fondo, sólo que ellos no eran capaz de verlo. Y la muerte... Oh, muerte... aquella a la que los mortales temen sobre todas las cosas, aquella de la que se esconden, de la que tratan de huir, como si fuese su peor enemigo en un mundo infectado de seres mucho peores. Oh, muerte... aquella de la que los inmortales se burlaban cada noche, despertando en los ataúdes que en algún momento debieron guardarles cobijo eterno y que ahora les ocultaban de un Sol al que renunciaron por ejercer de eternos compañeros de la dama de negro. Ellos eran fieles a la muerte, no la temían porque su fin no llegaría en ningún momento... A menos que se lo buscaran. Y el suicidio no estaba demasiado extendido entre los que eran como ella. La muerte era el final de sus miserables vidas. Debían apreciarla, aguardarla con cariño en lugar de con recelo. Después de eso, no había nada... Salvo que alguien te otorgara el mismo don que le habían concedido a ellos. Y no solía ser lo más frecuente.
El hecho de que se mostrase de acuerdo con sus palabras, no la sorprendió en absoluto. Le parecía bastante evidente que un vampiro como él, lo bastante viejo para haberse amoldado a la perfección a su nueva y lúgubre existencia, tenía que pensar igual que ella. Y el hecho de que trabajase en un cementerio, contribuyendo activamente a la proliferación de cadáveres bajo las tumbas grisáceas, apartaba de un plumazo cualquier duda que pudiera surgir al respecto. Intuyó, tanto por su taciturno carácter como por su oscura presencia, que antes de haber sido un vampiro sanguinario -aunque en realidad, todos lo eran, en mayor o menor medida-, había sido un humano con bastante poco de corriente. Como ella lo fue alguna vez. Los mejores demonios son aquellos que, tras la muerte, se vuelven aún más malignos que durante su anterior vida. Podía inducir, con bastante probabilidad de acierto, que ambos habían sido antes seres con bastante poco en común con el resto de humanos. Desconocía sus motivos, pero sabía muy bien de los propios. Aun cuando su corazón palpitaba, encontraba sumamente la tarea de hacerle la vida imposible a los demás, a aquellos cuya existencia le importaba menos que la de una mosca cualquiera, pero que vivían para hundir en la miseria a los que eran como ella. Había sido, y era, un ente vengativo, compuesto de una mezcla peligrosa de rencor, furia descontrolada y falta de escrúpulos a la hora de satisfacer sus deseos, que nunca habían sido demasiado corrientes. Su capacidad para trazar estrategias de destrucción masiva para aplastar como cucarachas a aquellos que tenían la mala idea de inmiscuirse en sus decisiones, era algo que se había acentuado con el paso del tiempo... siempre compañero de los inmortales, quienes lejos de preocuparse por su transcurso, olvidan por completo que siguen inmersos en él, aunque éste no provoque cambios estructurales en su fisonomía.
- Ciertamente, algunas criaturas de la noche, actualmente, están atentando contra su propia y nueva naturaleza, en pos de favorecer una especie inferior como es la humana. Pero no me causa congoja este, hecho, sin embargo. En la variedad está el gusto. Mientras esos miserables vampiros se sigan creyendo mejores por conservar una humanidad que de nada les sirve, aquellos que realmente nos movemos como sombras, actuando como debemos, ocuparemos un puesto privilegiado en nuestra propia jerarquía. Llegará el día en que se den cuenta de su error, y quieran rectificar. Y no sé vos, pero para mi seguirán siendo inferiores. Para nosotros, que representamos el pecado en el estado más puro, a ojos de una humanidad ciega y sorda, no hay mayor pecado que actuar como un humano y olvidar que se está fingiendo. Por desgracia hemos de caminar entre esas criaturas aburridas y perfectamente desechables, pero en el fondo, sabemos de nuestra superioridad. Esos vampiros de los que habláis, son incluso peores que los propios humanos. -Aborrecía a aquellos seres tanto como despreciaba aquellos a los que el corazón aún les latía. Los aborrecía y por eso los destruía cuando tenía oportunidad. El pulso nunca le había temblado a la hora de despedazarlos como si fueran insectos, faltando a la especie de pacto no firmado que dictaba que los inmortales no debían atacarse entre ellos. No soportaba las órdenes y nunca las cumplía, y no porque un puñado de vampiros ancianos y con más humanidad que muchos humanos iba a hacer más caso. Ella no era ninguna neófita, y aunque no fuera la más antigua de todas, sí se la consideraba como una "anciana" entre los de su especie. Tenía potestad suficiente para decidir qué iba a hacer y qué no.
Observó con sumo interés el rápido gesto del vampiro, que finalmente volvió a quedar cara a cara, frente a ella, tomándola por la mano. Ophelia ladeó el rostro sin expresión alguna, examinando con curiosidad aquellos ojos penetrantes y aquel semblante casi tan pálido como el suyo propio. Sus facciones eran duras, pero siniestramente hermosas. El rostro de una bestia. Por un instante, quiso saber qué pensaría de su rostro, ¿realmente era tan inquietante como ella pretendía creer? La belleza de los inmortales era una de sus mejores armas, pero a Ophelia le dejaba un regusto amargo en el pecho, no conforme con que la gente se rindiera antes a sus bonitas facciones que al peligro que sabía que su simple presencia irradiaba. - ¿Fantasía? No me parece que un cementerio sea el sitio más adecuado para imaginar, mi buen señor Averno. Iluminadme. Sólo huelo la muerte bajo cada destartalada tumba, y lo único que se me ocurre imaginar es cómo murieron... En tanto a vuestro "inadecuado" doble papel, como enterrador y asesino, a mi parece un papel correcto. Interesante, de hecho. Me hace deducir muchas cosas acerca de vuestra merced... A cada cual más interesante. Su voz sonaba sedosa, aterciopelada, melodiosa, como si más que hablar de muerte y destrucción se encontrase cantando una nana a un infante que estaba a punto de quedarse dormido. Hubo de enarcar una ceja ante las repentinas atenciones que recibió la mano que el vampiro mantenía apresada. No le parecía muy común que seres como ellos se detuviesen a contemplar nimiedades como aquella, pero su comentario, sin embargo, la hizo sonreír, felina, posando su mirada en el rostro ajeno, dibujando la mejor expresión de niña buena que sabía confeccionar. - Además de matar humanos de forma indiscriminada, invadir propiedades privadas y recorrer callejones encandilando a las personas para luego alimentarme de ellas... Soy escritora, compositora... y un auténtico peligro. -Muchos podrían sorprenderse de las atrocidades que aquellas manos, aparentemente delicadas, habían cometido a lo largo de muchos siglos de historia. Pero Averno no iba a sorprenderse. Dudaba que nada pudiera sorprenderles a ninguno de los dos.
El hecho de que se mostrase de acuerdo con sus palabras, no la sorprendió en absoluto. Le parecía bastante evidente que un vampiro como él, lo bastante viejo para haberse amoldado a la perfección a su nueva y lúgubre existencia, tenía que pensar igual que ella. Y el hecho de que trabajase en un cementerio, contribuyendo activamente a la proliferación de cadáveres bajo las tumbas grisáceas, apartaba de un plumazo cualquier duda que pudiera surgir al respecto. Intuyó, tanto por su taciturno carácter como por su oscura presencia, que antes de haber sido un vampiro sanguinario -aunque en realidad, todos lo eran, en mayor o menor medida-, había sido un humano con bastante poco de corriente. Como ella lo fue alguna vez. Los mejores demonios son aquellos que, tras la muerte, se vuelven aún más malignos que durante su anterior vida. Podía inducir, con bastante probabilidad de acierto, que ambos habían sido antes seres con bastante poco en común con el resto de humanos. Desconocía sus motivos, pero sabía muy bien de los propios. Aun cuando su corazón palpitaba, encontraba sumamente la tarea de hacerle la vida imposible a los demás, a aquellos cuya existencia le importaba menos que la de una mosca cualquiera, pero que vivían para hundir en la miseria a los que eran como ella. Había sido, y era, un ente vengativo, compuesto de una mezcla peligrosa de rencor, furia descontrolada y falta de escrúpulos a la hora de satisfacer sus deseos, que nunca habían sido demasiado corrientes. Su capacidad para trazar estrategias de destrucción masiva para aplastar como cucarachas a aquellos que tenían la mala idea de inmiscuirse en sus decisiones, era algo que se había acentuado con el paso del tiempo... siempre compañero de los inmortales, quienes lejos de preocuparse por su transcurso, olvidan por completo que siguen inmersos en él, aunque éste no provoque cambios estructurales en su fisonomía.
- Ciertamente, algunas criaturas de la noche, actualmente, están atentando contra su propia y nueva naturaleza, en pos de favorecer una especie inferior como es la humana. Pero no me causa congoja este, hecho, sin embargo. En la variedad está el gusto. Mientras esos miserables vampiros se sigan creyendo mejores por conservar una humanidad que de nada les sirve, aquellos que realmente nos movemos como sombras, actuando como debemos, ocuparemos un puesto privilegiado en nuestra propia jerarquía. Llegará el día en que se den cuenta de su error, y quieran rectificar. Y no sé vos, pero para mi seguirán siendo inferiores. Para nosotros, que representamos el pecado en el estado más puro, a ojos de una humanidad ciega y sorda, no hay mayor pecado que actuar como un humano y olvidar que se está fingiendo. Por desgracia hemos de caminar entre esas criaturas aburridas y perfectamente desechables, pero en el fondo, sabemos de nuestra superioridad. Esos vampiros de los que habláis, son incluso peores que los propios humanos. -Aborrecía a aquellos seres tanto como despreciaba aquellos a los que el corazón aún les latía. Los aborrecía y por eso los destruía cuando tenía oportunidad. El pulso nunca le había temblado a la hora de despedazarlos como si fueran insectos, faltando a la especie de pacto no firmado que dictaba que los inmortales no debían atacarse entre ellos. No soportaba las órdenes y nunca las cumplía, y no porque un puñado de vampiros ancianos y con más humanidad que muchos humanos iba a hacer más caso. Ella no era ninguna neófita, y aunque no fuera la más antigua de todas, sí se la consideraba como una "anciana" entre los de su especie. Tenía potestad suficiente para decidir qué iba a hacer y qué no.
Observó con sumo interés el rápido gesto del vampiro, que finalmente volvió a quedar cara a cara, frente a ella, tomándola por la mano. Ophelia ladeó el rostro sin expresión alguna, examinando con curiosidad aquellos ojos penetrantes y aquel semblante casi tan pálido como el suyo propio. Sus facciones eran duras, pero siniestramente hermosas. El rostro de una bestia. Por un instante, quiso saber qué pensaría de su rostro, ¿realmente era tan inquietante como ella pretendía creer? La belleza de los inmortales era una de sus mejores armas, pero a Ophelia le dejaba un regusto amargo en el pecho, no conforme con que la gente se rindiera antes a sus bonitas facciones que al peligro que sabía que su simple presencia irradiaba. - ¿Fantasía? No me parece que un cementerio sea el sitio más adecuado para imaginar, mi buen señor Averno. Iluminadme. Sólo huelo la muerte bajo cada destartalada tumba, y lo único que se me ocurre imaginar es cómo murieron... En tanto a vuestro "inadecuado" doble papel, como enterrador y asesino, a mi parece un papel correcto. Interesante, de hecho. Me hace deducir muchas cosas acerca de vuestra merced... A cada cual más interesante. Su voz sonaba sedosa, aterciopelada, melodiosa, como si más que hablar de muerte y destrucción se encontrase cantando una nana a un infante que estaba a punto de quedarse dormido. Hubo de enarcar una ceja ante las repentinas atenciones que recibió la mano que el vampiro mantenía apresada. No le parecía muy común que seres como ellos se detuviesen a contemplar nimiedades como aquella, pero su comentario, sin embargo, la hizo sonreír, felina, posando su mirada en el rostro ajeno, dibujando la mejor expresión de niña buena que sabía confeccionar. - Además de matar humanos de forma indiscriminada, invadir propiedades privadas y recorrer callejones encandilando a las personas para luego alimentarme de ellas... Soy escritora, compositora... y un auténtico peligro. -Muchos podrían sorprenderse de las atrocidades que aquellas manos, aparentemente delicadas, habían cometido a lo largo de muchos siglos de historia. Pero Averno no iba a sorprenderse. Dudaba que nada pudiera sorprenderles a ninguno de los dos.
Ophelia M. Haborym- Vampiro Clase Alta
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Re: "Humanidad" [Ophelia]
Las clases no aprendidas por propia decisión de ajena filosofía a la de él tomaban lugar en su cementerio, no resultaban tan desatinadas como aquellas afirmaciones católicas o las de aquellas conspiraciones futuristas, pero sobre todo mucho más agradables que aquellas que dicen que los seres vienen a la tierra solo para hacer el bien y colaborar con ella, como sea, miles de opiniones pueden existir, otros mil preceptos más si así se desea, el punto está en que Averno siempre pasará por encima de todas ellas, y disfrutará de las propias. Si bien comprendía a la perfección lo que la vampiresa le indicaba notablemente convencida como realidad no entendía realmente el punto de ello, es que él siempre se tendrá en una escala superior a la que algún ser vivo o muerto indique exista en esta tierra o fuera de ella, por eso mismo le resulta irrelevante pero aun así podía permitirse escuchar sobre ello e incluso opinar al respecto, ¿por qué no? De todas maneras nada cambiaría * Siempre tuve esa mala costumbre de pensar en que todos los vampiros son sencillamente vampiros, pero jamás me comparé con algún otro vampiro, probablemente porque aún siento que al hacerlo pierdo mi tiempo, tampoco me puse a pensar en las escalas en las que ellos pueden encontrarse respecto a los humanos, no lo siento necesario, yo tengo presente cuál será siempre mi lugar, aunque todos estos cambien, se modifiquen o indiquen continuamente nuevos requisitos, de mi silla elegida no me movería nunca * tan solo hizo una pequeña pausa para soltar la muñeca de la vampiresa, acto seguido desecho los guantes que estaba usando, sencillamente los dejo caer en la tierra, aun observando a su momentánea compañera a los ojos sin dudar o pestañear ni por un segundo se colocó nuevos guantes oscuros que encajaban perfectos con la vestimenta que llevaba y cubrían a la perfección aquellas uñas incoloras, y aquellas palmas que jamás estarían limpias aun estándolo físicamente. Apenas elevó la mano derecha hasta la altura de su pecho para estirar los guantes, uno por uno. Esta acción de protección y limpieza siempre ha sido parte de sus incontables “operaciones” Podría parecer cualquier simple cambio de prendas para cualquiera, pero ciertamente era una demostración de perecía que probablemente pocos pudieran reconocer a simple vista y de buenas a primeras. Él, incapaz de mostrar y sentir realmente algún sentimiento ajeno al odio y a ese éxtasis hermoso que experimenta al sentirse el creador del fin de aquellos que a escogido, él en ese momento estaba emanando un claro sentir.
Que fue despertado sin duda alguna por aquellas impertinentes palabras que no pudo evitar citar, y sencillamente porque no deseaba evitarlo * ¿” y lo único que se me ocurre imaginar es cómo murieron”? * remedo aquellos palabras para luego darse una pausa muy corta, solo en ese instante observo las incontables tumbas a su alrededor luego volvió a mirarle directamente * Lo está mencionado como si no fuera importante, como si fuera algo aburrido y poco resaltante, ¿por qué lo hace? Si es lo más interesante de todo esto, la muerte de los seres de este mundo es lo más interesante que tienen para ofrecerme, para ofrecer en general a todo aquel aprecie a la muerte, y deberían de hacerlo, pero como usted dijo antes, ¿no todos poseen la misma categoría? * no se estaba burlando, no del todo * Fantasía y si, usted que lleva tantos años en la tierra, y no, no hay porque mencionarlos, ¿en un cuerpo antiguo algo de caballerosidad quedará verdad? Aunque sea falsa * se podría decir que fue una broma para sí mismo compartida al momento * Debe de tener todas capacidades para imaginar, maquinar sin esfuerzo las mil y un maneras en las cuales todos estos han muerto * paseo el brazo derecho de lado a lado lentamente como si mostrara un trofeo el cual costó demasiado en lograrse * Podría pasar el resto de mi eternidad ideando diferentes teorías sobre cada uno y aun así necesitaría más tiempo para concluir con todas y cada una de las posibilidades para cada cadáver, ¿no es acaso interesante esto? ¿Además de fantasioso? Porque no tengo pruebas, no de la mayoría claro, de que estas teorías puedan ser ciertas o no, por eso mismo son pura imaginación, cuento o fantasía, como desee llamarle * No tenía intención de mostrar su fascinación por aquel “arte” pero así mismo tampoco tenía intención de ocultarla, Averno es tan neutro como siempre cuando una situación no representa ganancia ni perdida para él, claro por el momento aparentemente así resultaba ser.
El peligro junto al el descontrol de una matanza indiscriminada compuesta por escrituras de papiro fino, ¿y esa no resulta ser una buena combinación? Probablemente sí, pero Averno nunca da por sentado algo hasta no comprobarlo por sí mismo, y no es que le quite méritos o no crea algo de lo que dice, las mentiras a este nivel no suelen ser favorables ni tienen buen resultado * ¿Entonces usted me definirá la parte de “indiscriminada”? O sencillamente puedo tomarla así de literal, eso sería más divertida así yo mismo podría dar un falso sermón sobre el control de los impulsos y los deseos, solía siempre tener un historial respecto a ello y siempre pensé que jamás lo iba a perder de vuelta, pero lo hice y resulto algo inesperado, lo sé bien * Aquella dualidad con la que conversaba no solo para ella sino para él mismo debería de ser notoria para su compañera * Pero ya sabe, no considero haberme equivocado, definitivamente no. No obstante el control y la frialdad para calcular, imagino debe de tenerla presente, lamentablemente no me queda bien dentro de la masa gris lo último que ha mencionado. ¿Auténticamente peligrosa para quién? ¿Para todos, para los vampiros? ¿Para los humanos? Espero que no lo mencione con orgullo para los últimos, que para aquellos hasta una simple gripe en verano resulta auténticamente peligrosa o será… ¿Para mí? No, ambos sabemos que usted no es peligrosa para mí, no porque no posea fuerza, no porque no sea capaz de infringirme algún daño, sino por el simple hecho de que sus intenciones e interés no se encuentran por ese lado y me disculpara por saberlo, debió de ser una mención silenciosa, ¿verdad? * Averno puede mostrarse neutro, muy neutro, pero tiene sus propias garantías firmes por pura ideología depende, con esa que maneja todo su existir de que el sería capaz de hacerle frente hasta al mismo diablo, ir a tocar las puertas de su supuesto palacio infernal y arrancarle su trono para posar su cuerpo en él, jamás dejaría de hacerle frente a alguien o a algo por propio ego enfermo, aunque la razón le diera la contra a su deseo, este prevalecería latente hasta el final y solo se nutriría más y más durante aquella acción posiblemente suicida * Entonces madame, ¿qué intenta descubrir en mis ojos? Más allá de lo obvio, más allá de muerte y tranquilidad, ¿qué desea encontrar? ¿Qué imagina encontrar? ¿Qué le gustaría encontrar? Yo no pretendo mencionar nada al respecto porque podría arruinarle la sorpresa o sencillamente prometer una que no exista, quién sabe, quizás ni yo mismo lo sabría decir este mismo momento * Y ciertamente no existe mucho más allá de todo eso, porque sencillamente Averno es todo aquello, y nada más, tan solo sus anhelos y pasiones enfermas le completan y le mantienen a trote, eternamente él será así, y le encanta ser así, no por necesidad, o por placer, sencillamente porque sabe que debe de serlo, irremediablemente perfecto y sabio, intolerante, testarudo y desquiciado a la vez, pero todos estos aspectos siempre bien resguardados, hasta cierto instante, claro.
Averno- Vampiro Clase Alta
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Re: "Humanidad" [Ophelia]
La jerarquía vampírica era un tema bastante debatido entre los de su especie, desde que ella lo mencionara en una de sus primeras obras, cuando apenas si contaba con seiscientos años de edad. Sabía, en relación a este interesante tema de debate, que existían opiniones muy dispares acerca de quiénes se situarían en la cúspide si realmente existiese este criterio de ordenación para ellos. Unos, los más nuevos en el arte del asesinato, que apenas si controlaban correctamente su sed, se contentaban diciendo que lo más lógico era que aquellos más humanos se situaran arriba del todo, mientras que los que disfrutaban siendo como eran, no eran merecedores más que de rencor por parte de todos los demás. Ella, que ensalzaba su naturaleza caótica y sanguinaria como la mejor de las bendiciones, por su parte, hubiese golpeado sin ninguna delicadeza el trasero de todos aquellos que apoyaran esa absurda opinión. La humanidad siempre sería una desventaja para los de su especie y más cuando, viviendo en un mundo tan hostil, debían esconderse de aquellos que ya no eran sus iguales. Podías fingir que seguías siendo un humano, pero el tiempo te convierte en una bestia, quieras o no quieras. Otros, los más simpatizantes con su pensamiento agresivo, consideraban que en la parte superior de la pirámide deberían estar los más antiguos, independientemente de cuál fuese su alineación. Ella, a este criterio, añadiría la violencia capaz de ejercer por el vampiro. Para Ophelia, estaba bastante claro que mientras más fuerza tuviera el vástago en cuestión, más violento sería, y más arriba de la jerarquía debería ubicarse. Y precisamente, tanto Averno como ella, se hallaban en lo más alto.
La violencia era un arte tan lícito como cualquier otro. Y lo mismo podía decir del asesinato, e intuía que aquel vampiro era tan bueno en ese arte como ella misma. - Y no lo es, para mi, mi buen señor Averno. He asesinado a tantos mortales como años tengo, o quizá más... Dejó de ser atractivo hace mucho para mi persona. Lo que me divierte ahora, tras todas estas muertes infundadas, es el sufrimiento que soy capaz de causarles antes de acabar con sus patéticas vidas. Experimento con el dolor que les produzco, y es mucho más placentero incluso que el sentir su sangre fluyendo por sus venas. En cuanto a lo que pueden ofrecerme y lo que no, no dudo que su muerte es lo único que puede beneficiarme de alguna forma, pero tampoco me divierte tanto como antaño llegase a hacerlo. Y no, querido amigo, no todos son iguales. Al contrario, hay más diferencia entre nosotros los vampiros de lo que imagináis. No seáis tan escéptico... Puede que no lo apreciéis porque nunca os habéis parado a planteároslo. Pero, efectivamente, independientemente de si compartís mi forma de pensar como si no, estáis ubicados en la cúspide, en el mismo lugar en que me hallo yo misma. -Ignoró el tono ligeramente condescendiente del vampiro. De haberse tratado de otro que no le simpatizara, no hubiese dudado ni un segundo en saltar sobre él y despedazarle sin contemplaciones. Pero ambos tenían suerte. Él, por ser incapaz de "activar" la furia de la mayor; y ella, por no tener ganas de enzarzarse en una pelea en aquel momento, y en medio del camposanto. Atendió a la disertación del vampiro acerca de su patente fascinación por la muerte, con una media sonrisa, para luego negar con la cabeza.
- Como muy bien habéis dicho, siendo tan vieja, ya no tengo demasiado que imaginar. Podría ponerle nombre a cada forma de asesinato, a cada forma de tortura, atendiendo solo a mi memoria. ¿Qué lugar queda para la imaginación, entonces? Además de que no es un tema acerca del cual sea demasiado agradable atender. No por falta de ganas, sino por falta de tiempo. Un humano puede morir o ser asesinado de tantas formas que enumerarlas sería cansado además de aburrido. Aunque realmente debo decir que me encantaría conocer vuestras teorías al respecto, quizá con ellas logréis dotar de interés para un muerto, tan muerto como yo, un lugar como este... -Su voz sonaba distraída, como si por un momento la intención del vampiro de dotar aquel cementerio, a primera vista, yerto y aburrido, de un velo de fantasía inusual para un lugar como ese, estuviese funcionando. ¿Cuántos de los cadáveres que ella misma había desangrado pastarían en aquel momento bajo aquella tierra tan muerta como a las personas que guardaba bajo ella? ¿Cuántas personas a las que, con el simple efecto del miedo, había logrado llevar a su fin, alimentarían ahora a los gusanos? En cierta forma era irónico estar pensando en ellos, pero debía reconocer que poseía un cierto encanto imaginárselo. Claro que, lógicamente, no iba a reconocerlo en voz alta. Le importaba tan poco la vida de sus víctimas como lo que viniese después de que las matara, tal vez por eso le costase tanto ponerse en el lugar de Averno. A ella los humanos no le importaban nada, ni vivos, ni muertos. Le daban lo mismo. La aburrían. Eran la más vulgar forma de existencia que vagaba por el planeta, ¿por qué debería gastar un ápice de su tiempo planteándose su suerte? Simplemente, no podía entenderlo. Era un hobby curioso -a la par que extraño- en mantenido por aquel inmortal. Pero ni era nadie para juzgarlo, ni estaba entre sus planes hacerlo. Tenía algo que le llamaba la atención, y hasta que lo descubriera, seguiría dejándose guiar hasta su territorio. Tenía bastante claro que ella estaba al mando, pero no perdía nada por dar la imagen contraria, ¿verdad?
- Imagínese el descontrol propio de un neófito muerto de sed, pero con la mentalidad propias de un antiguo. Imagínese, la capacidad de controlar el daño que haces a los otros, pero no tener por qué hacerlo. A eso me refiero con indiscriminada... Y no hay duda de que podría darme un sermón sobre ello, pero ambos sabemos que no serviría para nada. Asesino porque me gusta, y porque puedo hacerlo. Además, la falta de conciencia ayuda mucho, así como lo poco que me importan las normas impuestas por una sociedad humana a la que nunca me ha interesado pertenecer. Esconderme no va conmigo, Averno. ¿Y con vos? - Sonrió para sí ante su sutil comentario acerca de sus pensamientos. No esperaba que se atreviese a leerlos, porque estaba bien segura que no podría intuir nada por sus actos o por su expresión. Si una cosa tenía Ophelia, era la capacidad para pensar una cosa y hacer todo lo contrario. La confianza resultaba ser una poderosa enemiga en tu contra si te hallabas frente a la vampiresa. Precavida como siempre había sido, bloqueó su mente a toda intromisión. Jugar con ventaja no es divertido, y estaba segura de que aquel juego que se iniciaba traería consigo mucha diversión a ambos no muertos. No dejaría que se la fastidiaran tan pronto. - No confunda la no necesidad de control con la incapacidad para ejercerlo. Puedo ser tan fría y meticulosa como la que más, pero, simplemente, no me interesa. Los humanos son tan estúpidos como para no sospechar de alguien como yo, y ningún inmortal se atrevería a plantarme cara por matar humanos. No sé si me entendéis... Peligrosa soy para quien se me ponga por delante, independientemente de su naturaleza, edad o condición. Eso no me interesa. Si me aburren, no merecen mi tiempo. Me libro de ellos con la misma facilidad con que piso una cucaracha. Aunque lo primero sea mucho más placentero, evidentemente. Así que no os confiéis, Monsieur... Con una mujer nunca puedes estar seguro de si estás a salvo. Imagínese con una que se acerca a los dos milenios de edad.
Su sonrisa se volvió felina, aventurándose nuevamente a mirar en el interior de sus ojos. ¿Que qué veía? Una ira callada, una maldad implícita. Y poder. Mucho poder. Y no podría decir cuál de aquellas características estaba más interesada en conocer. Siempre le había gustado indagar en los defectos ajenos a fin de sacarlos a la luz. ¿Lo conseguiría? ¿Qué podría levantar a la bestia dormida que estaba segura que escondía en su interior aquel vampiro? Quería descubrirlo. - Pronto, tanto vos como yo, sabremos qué es lo que esconden. No adelantemos acontecimientos. -Y con la misma media sonrisa feroz y tenebrosa de siempre, la vampiresa echó a correr por el camposanto, a la caza de una presa que conocía cercana y perdida. ¿Sería la sangre el detonante necesario para despertarlo?
La violencia era un arte tan lícito como cualquier otro. Y lo mismo podía decir del asesinato, e intuía que aquel vampiro era tan bueno en ese arte como ella misma. - Y no lo es, para mi, mi buen señor Averno. He asesinado a tantos mortales como años tengo, o quizá más... Dejó de ser atractivo hace mucho para mi persona. Lo que me divierte ahora, tras todas estas muertes infundadas, es el sufrimiento que soy capaz de causarles antes de acabar con sus patéticas vidas. Experimento con el dolor que les produzco, y es mucho más placentero incluso que el sentir su sangre fluyendo por sus venas. En cuanto a lo que pueden ofrecerme y lo que no, no dudo que su muerte es lo único que puede beneficiarme de alguna forma, pero tampoco me divierte tanto como antaño llegase a hacerlo. Y no, querido amigo, no todos son iguales. Al contrario, hay más diferencia entre nosotros los vampiros de lo que imagináis. No seáis tan escéptico... Puede que no lo apreciéis porque nunca os habéis parado a planteároslo. Pero, efectivamente, independientemente de si compartís mi forma de pensar como si no, estáis ubicados en la cúspide, en el mismo lugar en que me hallo yo misma. -Ignoró el tono ligeramente condescendiente del vampiro. De haberse tratado de otro que no le simpatizara, no hubiese dudado ni un segundo en saltar sobre él y despedazarle sin contemplaciones. Pero ambos tenían suerte. Él, por ser incapaz de "activar" la furia de la mayor; y ella, por no tener ganas de enzarzarse en una pelea en aquel momento, y en medio del camposanto. Atendió a la disertación del vampiro acerca de su patente fascinación por la muerte, con una media sonrisa, para luego negar con la cabeza.
- Como muy bien habéis dicho, siendo tan vieja, ya no tengo demasiado que imaginar. Podría ponerle nombre a cada forma de asesinato, a cada forma de tortura, atendiendo solo a mi memoria. ¿Qué lugar queda para la imaginación, entonces? Además de que no es un tema acerca del cual sea demasiado agradable atender. No por falta de ganas, sino por falta de tiempo. Un humano puede morir o ser asesinado de tantas formas que enumerarlas sería cansado además de aburrido. Aunque realmente debo decir que me encantaría conocer vuestras teorías al respecto, quizá con ellas logréis dotar de interés para un muerto, tan muerto como yo, un lugar como este... -Su voz sonaba distraída, como si por un momento la intención del vampiro de dotar aquel cementerio, a primera vista, yerto y aburrido, de un velo de fantasía inusual para un lugar como ese, estuviese funcionando. ¿Cuántos de los cadáveres que ella misma había desangrado pastarían en aquel momento bajo aquella tierra tan muerta como a las personas que guardaba bajo ella? ¿Cuántas personas a las que, con el simple efecto del miedo, había logrado llevar a su fin, alimentarían ahora a los gusanos? En cierta forma era irónico estar pensando en ellos, pero debía reconocer que poseía un cierto encanto imaginárselo. Claro que, lógicamente, no iba a reconocerlo en voz alta. Le importaba tan poco la vida de sus víctimas como lo que viniese después de que las matara, tal vez por eso le costase tanto ponerse en el lugar de Averno. A ella los humanos no le importaban nada, ni vivos, ni muertos. Le daban lo mismo. La aburrían. Eran la más vulgar forma de existencia que vagaba por el planeta, ¿por qué debería gastar un ápice de su tiempo planteándose su suerte? Simplemente, no podía entenderlo. Era un hobby curioso -a la par que extraño- en mantenido por aquel inmortal. Pero ni era nadie para juzgarlo, ni estaba entre sus planes hacerlo. Tenía algo que le llamaba la atención, y hasta que lo descubriera, seguiría dejándose guiar hasta su territorio. Tenía bastante claro que ella estaba al mando, pero no perdía nada por dar la imagen contraria, ¿verdad?
- Imagínese el descontrol propio de un neófito muerto de sed, pero con la mentalidad propias de un antiguo. Imagínese, la capacidad de controlar el daño que haces a los otros, pero no tener por qué hacerlo. A eso me refiero con indiscriminada... Y no hay duda de que podría darme un sermón sobre ello, pero ambos sabemos que no serviría para nada. Asesino porque me gusta, y porque puedo hacerlo. Además, la falta de conciencia ayuda mucho, así como lo poco que me importan las normas impuestas por una sociedad humana a la que nunca me ha interesado pertenecer. Esconderme no va conmigo, Averno. ¿Y con vos? - Sonrió para sí ante su sutil comentario acerca de sus pensamientos. No esperaba que se atreviese a leerlos, porque estaba bien segura que no podría intuir nada por sus actos o por su expresión. Si una cosa tenía Ophelia, era la capacidad para pensar una cosa y hacer todo lo contrario. La confianza resultaba ser una poderosa enemiga en tu contra si te hallabas frente a la vampiresa. Precavida como siempre había sido, bloqueó su mente a toda intromisión. Jugar con ventaja no es divertido, y estaba segura de que aquel juego que se iniciaba traería consigo mucha diversión a ambos no muertos. No dejaría que se la fastidiaran tan pronto. - No confunda la no necesidad de control con la incapacidad para ejercerlo. Puedo ser tan fría y meticulosa como la que más, pero, simplemente, no me interesa. Los humanos son tan estúpidos como para no sospechar de alguien como yo, y ningún inmortal se atrevería a plantarme cara por matar humanos. No sé si me entendéis... Peligrosa soy para quien se me ponga por delante, independientemente de su naturaleza, edad o condición. Eso no me interesa. Si me aburren, no merecen mi tiempo. Me libro de ellos con la misma facilidad con que piso una cucaracha. Aunque lo primero sea mucho más placentero, evidentemente. Así que no os confiéis, Monsieur... Con una mujer nunca puedes estar seguro de si estás a salvo. Imagínese con una que se acerca a los dos milenios de edad.
Su sonrisa se volvió felina, aventurándose nuevamente a mirar en el interior de sus ojos. ¿Que qué veía? Una ira callada, una maldad implícita. Y poder. Mucho poder. Y no podría decir cuál de aquellas características estaba más interesada en conocer. Siempre le había gustado indagar en los defectos ajenos a fin de sacarlos a la luz. ¿Lo conseguiría? ¿Qué podría levantar a la bestia dormida que estaba segura que escondía en su interior aquel vampiro? Quería descubrirlo. - Pronto, tanto vos como yo, sabremos qué es lo que esconden. No adelantemos acontecimientos. -Y con la misma media sonrisa feroz y tenebrosa de siempre, la vampiresa echó a correr por el camposanto, a la caza de una presa que conocía cercana y perdida. ¿Sería la sangre el detonante necesario para despertarlo?
Ophelia M. Haborym- Vampiro Clase Alta
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Re: "Humanidad" [Ophelia]
Averno había encontrado esta noche a una “compañera” por decirle de manera tan ridícula y armoniosa, y lo resaltaría así pues es poco común encontrarse con alguien que puede interpretar el mismo papel que tú y mantenerlo a la altura de las circunstancias, aquella vampiresa podía captar aquellos mismos puntos con los que Averno siempre se ha desenvuelto en este bajo mundo lleno de nebulosa oscuridad, el ser inteligente que le acompaña posee sólidos argumentos con los cuales se encuentra de acuerdo, si bien está muy claro que sus métodos y opiniones al respecto de “esas labores” no son cien por ciento exactos entre ambos el fin de los dos es el mismo, y es el propio goce a consta del sufrimiento de otros y basta esa sola realidad para calentar la sangre del vampiro a niveles en los que usualmente no suele encontrarse una tranquila noche donde no lleva el carmín de sus victima embarrado en el rostro, fácilmente la maldad y la sangre se mezclan, así como ambas voces en esta para algunos macabra conversación, pero de esta se podría aprender un poco de cada uno, ¿no? Siempre un punto de vista de alguien que puede representar un valor es fácil de analizarlo, a diferencia de lo que un humano pueda decirte, eso sería demasiado banal e innecesario de escuchar, las cosas nuevas que han aparecido gracias a la tecnología siempre han estado aportado cosas nuevas para él y para todos los demás seres que habitan este mundo, y lo tiene aceptado con total soltura, no hace peros al respecto, pero respecto a otros seres intenta adoctrinarlo si, por eso mismo si bien escucha y comparte resultará tremendamente difícil que sea capaz de adoptar algo de lo que la vampiresa comparte, aunque lo tenga todo presente por largos ratos * Hace muchos siglos no me encontraba tan comprometido con una buena discusión, sin duda alguna visualizamos nuestro entretenimiento desde dos facetas un tanto diferentes pero similares al final, pues ambas desembocan en lograr que un humano page por nuestro flagelo, lo que hierve la sangre y alborota los descarriados sentidos de mi ser son sin duda los lamentos, los rostros llenos de dolor y por supuesto aquella expresión de pavor que los humanos sienten al hallarse conscientes de que su final está cerca y que llegarán a él de forma lenta y despiadada, seguro estoy de que mis pequeñas obras jamás imaginaron terminar como terminaron, supongo que a no muchos les agrada la idea de estar despedazados * hizo una pequeña pausa solo para ahondar en aquel otro tema * Una cúspide interesante la que usted plantea, y a pesar de no sentirme realmente parte de ella le doy la razón y el reconocimiento por posicionarme en ella * dijo él si reparo alguno, no porque fuera modesto sino porque él mismo se sentía fuera de todo y solo parte de sí mismo.
No todo es tan negro y blanco como parece en este mundo * Lo gracioso que ofrece la naturaleza de la cuál según algunos dicen no formamos parte, es que siempre está en constante movimiento, evoluciona y se esfuerza por superar sus metas no es para nada como el humano, si este simio coloca madera sobre la tierra la naturaleza a paso lento pero constante e implacable logra que hierva mala se cuele entre las grietas de la madera para poder tomar control de aquella zona de nuevo, ¿lo comprende? Y yo creo que todos los que son dignos pueden ser como la naturaleza, jamás dejaré de probar y experimentar aunque yo también conozca casi todas las formas de acabar con un humano, incluso sin siquiera tocarle, siempre se puede variar en algún por más mínimo que sea un detalle eso basta para que ya sea diferente, ¿no? No obstante le doy la razón en algo, en este mundo nadie está seguro con nadie, por eso yo jamás bajo la guardia ya que lo que parece realidad no es y lo que parece falso puede ser realmente ser realidad, como nosotros por ejemplo, yo con un cuerpo de adulto mayor y usted gozando de una figura juvenil y atractiva pero ambos sabemos que la realidad es contraria y nuestros cuerpos están “mal ordenados” en ese aspecto, ser confiado de sí mismo es correcto, en eso le doy crédito, los humanos son estúpidos e incapaces, no son astutos del todo y se ciegan ante ciertas situaciones difíciles de comprender como por ejemplo el más allá, prefieren decir que existe un ser superior y que siguiendo sus reglas serán felices para toda la eternidad después de su muerte, ¿algo ciertamente patético y demasiado cómodo y favorable parpa ser verdad, no? Al menos así lo veo yo * Y en todo el tiempo desde que estuvo muerto jamás vino ese ser a saludarle ni aquel otro endemoniado que supuestamente debería ser su más fuerte rival. Averno observó directamente a la vampiresa, su rostro representaba cierta picardía que él incoloro ser podía captar, naturalmente esta se encontraba planeando algo y no debía ser demasiado audaz para darse cuenta de esto, ¿pero en qué estaría pensando aquella? Aquellas palabras sería la mejor respuesta para su pensar y no solo para aquello de lo que ella estaba hablando, el tiempo es el mejor maestro siempre lo ha sabido, tener más años de conocimiento es lo que te pone por encima de los demás al momento de tomar una decisión o analizar un problema casi siempre, y si a esto le sumamos la pericia personal y la capacidad de razonamiento que tiene un ser que ha gozado demasiado tiempo de las chances y probabilidades que este mundo ofrece tenemos casi un ser incapaz de fallar, pero por supuesto que él se considera mejor que este ser aunque no lo diga * Tiene razón en eso madame * respondió finalmente y para su sorpresa le observo alejarse sin decir palabra alguna, no obstante no fue realmente necesario.
Aquella mirada anterior ahora acarreaba sentido, ¿una invitación? A seguirle claramente, todos los sentidos del vampiro se encontraban activos y expectantes a los tantísimos detalles que les rodeaban a ambos, ¿qué sería, o cuál sería el objetivo de hacer esto? No podría darlo por sentido a ciencia cierta pero ya las piernas agiles del vampiro daban saltos pausados y extensos sobre las lapidas que lucían lo suficientemente macizas como para soportar su peso, se encontraba siempre a una distancia prudente de la vampiresa pero nada alejada, con dar cinco pasos le alcanzaría con facilidad, pero siempre será el autodenominado paciente observador que aprovechará el momento correcto para soltar todo lo que tiene, solo cuando este seguro de que resultará satisfactorio su embate, porque las arremetidas innecesarias no son siempre las más adecuadas y satisfactorias * Los aromas se mezclan junto a mi curiosidad y casi nula impaciencia, ¿qué tanto se debe correr para alcanzar un objetivo? ¿Lo necesario? ¿Demasiado? ¿O poco quizás? Ahora se verá * tan solo es cuestión de tiempo y nada más, no se necesita ser muy elocuente para descubrir que buscan dos seres consumidores de sangre en medio de una noche estrellada que les tiende todos sus recursos a ellos pues esta sabe que son capaces de tomarlos sin ningún reparo o inconveniente.
Averno- Vampiro Clase Alta
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Re: "Humanidad" [Ophelia]
Libertad. Término que para muchos puede ser relativo -sobre todo si son humanos- para Ophelia significaba algo muy claro y conciso. La libertad era poder ir donde quisiera, hacer cuanto quisiera, y no tener que dar explicaciones a nadie acerca de aquellos actos, por muy terribles que fueran. Eso era la libertad, una sensación de la que muy pocos podrían disfrutar íntegramente, de la que aquellos que la poseían debían sentirse más que orgullosos. La libertad era poder, era la no necesidad de tener el permiso de ningún ser que seguramente fuese muy inferior a ella misma. La libertad era estar por encima de las normas, de las reglas sociales y de todas aquellas estupideces relacionadas con el protocolo imperante en aquella época. La libertad era tomar todo aquello como una sugerencia que acatar cuando eso te aportaba algún beneficio. En su caso, siempre consideraba aquellas cosas como simples lastres que la retrasarían en su propósito de destruir la realidad tal y como estaba configurada en aquellos momentos. El mundo ardería por su causa. Y entonces todos serían libres. Deberían alabarla. ¡Les estaba haciendo un favor! Pero el temor al cambio siempre se adelantaba a la razón, que desde el inicio habría actuado de acuerdo con su forma de pensar. Eso era lo peor de aquella fecha, el miedo a lo diferente, el miedo a que las cosas pudieran variar un tanto su rumbo, a que todo pudiera ser diferente. Y le parecía francamente patético. Si las civilizaciones acaban muriendo es precisamente por eso, por la reticencia a modificar pensamientos arcaicos que no son factibles después de un largo tiempo. Pero como siempre, de eso no se daban cuenta por sí mismos. Eran demasiado estúpidos. Sólo los inmortales eran capaces de avanzar, y ver los cambios producidos o que deben producirse, irónicamente, funcionando al revés de su naturaleza estancada. Quizá por eso todas las personas a las que respetaba, aunque fuese mínimamente, eran vampiros. Vampiros antiguos. Los neófitos eran incluso más patéticos que los propios humanos. Y por eso, por esa libertad de la que siempre hacía gala, salió corriendo en dirección a la presa que no sabía lo que se avecinaba. Porque ser libre significaba hacer cuanto quería, y ella deseaba destruirla, eso sería exactamente lo que haría.
No tardó demasiado en encontrarla. Una chica joven, de cabellos del color del oro, llorando a los pies de una tumba tan destartalada como la zona del cementerio en que se ubicaba. Apenas una niña, que hubiese alzado la voz de su conciencia de haberla tenido. Pero no era el caso. Una niña sin suerte, destinada a morir llorando seguramente por algún ser querido. Pobre. Una sonrisa malévola se dibujó en su semblante, mientras acechaba a su presa, hablando en susurros de forma que sólo el otro inmortal pudiera escucharle. - Eso es precisamente lo bueno de los que son como nosotros, mi buen señor Averno, la capacidad para confrontar opiniones tan diversas y dispares como la noche y el día, sin alejarnos nunca de la lógica del asunto. A más viejos más sabios, o eso he oído siempre. El interés de una conversación tan... ¿abstracta? como esta aumenta exponencialmente con la edad de los interlocutores, y con la inteligencia de los mismos... Y bueno, respecto a lo que decís, he de reconocer que en otro momento de mi existencia, y de la historia, encontraba más que interesante las sensaciones que despertaban en mis víctimas con cada nueva herida provocada por mi, su asesina pero a medida que he avanzado con los dones que esta maravillosa naturaleza me ha otorgado, encuentro más divertido provocarles tanto dolor como me sea posible, y de formas más... creativas. Y la no necesidad de tocarles para que les duela, oh, reconoceréis que resulta bastante interesante. Aunque ciertamente me habéis recordado esos momentos y ahora me apetecería embriagarme con el aroma que desprenden aquellos que están a puntos de morir. -Se acercó de forma más evidente a la chica, que parecía demasiado absorta en sus oraciones para darse cuenta de que había alguien tras ella. Su corazón palpitaba rápidamente, llenando de sangre, de aquel líquido vital, cada parte de su joven cuerpo. Casi podía saborearlo desde donde estaba, varios metros tras ella. Su respiración era entrecortada, a causa de las lágrimas saladas que brotaban de sus ojos claros. Se relamió de forma instintiva, observando de reojo al vampiro, quien seguramente tendría bastante claras sus intenciones.
- Estoy plenamente convencida, mi buen señor Averno, de que nunca dejaréis de disfrutar del maravilloso arte del asesinato. Como bien decís, todo está en movimiento, y siempre se aprende algo nuevo... Por ese motivo quiero que me ilustréis, que me mostréis una nueva forma de sufrimiento, de desesperación, para esta inocente víctima... ¿Podéis notar el latido de su corazón? ¿El sabor de su sangre en el paladar? Es deliciosa... ¿No creéis? Os permitiré darle el primer bocado... Extrañamente, siempre me ha provocado más placer ver a otros cazar que hacerlo yo misma. Manía o preferencia, podéis llamarlo como os guste... Pero id, id y crear. Haced magia. Después de todo, esta noche el cementerio es nuestro, y vos lo conocéis mejor que nadie... -Sus pasos se aproximaron aún más al cuerpo tembloroso de la muchacha, que alzó la vista para mirarla, sorprendida por la belleza de la mujer, o por la cercanía de la misma. Y es que siempre solía tener el mismo efecto. Sorpresa y confusión. ¿De dónde había salido? ¿Quién sois? ¿Qué queréis? Preguntas simples y banales, que nunca recibían respuesta de su parte. A esas alturas, estaría ya retorciéndose en el suelo, y ella estaría relamiéndose gustosa. La ley del más fuerte era siempre la imperante entre depredador y presa. Y los papeles estaban bastante claros a esas alturas.
No tardó demasiado en encontrarla. Una chica joven, de cabellos del color del oro, llorando a los pies de una tumba tan destartalada como la zona del cementerio en que se ubicaba. Apenas una niña, que hubiese alzado la voz de su conciencia de haberla tenido. Pero no era el caso. Una niña sin suerte, destinada a morir llorando seguramente por algún ser querido. Pobre. Una sonrisa malévola se dibujó en su semblante, mientras acechaba a su presa, hablando en susurros de forma que sólo el otro inmortal pudiera escucharle. - Eso es precisamente lo bueno de los que son como nosotros, mi buen señor Averno, la capacidad para confrontar opiniones tan diversas y dispares como la noche y el día, sin alejarnos nunca de la lógica del asunto. A más viejos más sabios, o eso he oído siempre. El interés de una conversación tan... ¿abstracta? como esta aumenta exponencialmente con la edad de los interlocutores, y con la inteligencia de los mismos... Y bueno, respecto a lo que decís, he de reconocer que en otro momento de mi existencia, y de la historia, encontraba más que interesante las sensaciones que despertaban en mis víctimas con cada nueva herida provocada por mi, su asesina pero a medida que he avanzado con los dones que esta maravillosa naturaleza me ha otorgado, encuentro más divertido provocarles tanto dolor como me sea posible, y de formas más... creativas. Y la no necesidad de tocarles para que les duela, oh, reconoceréis que resulta bastante interesante. Aunque ciertamente me habéis recordado esos momentos y ahora me apetecería embriagarme con el aroma que desprenden aquellos que están a puntos de morir. -Se acercó de forma más evidente a la chica, que parecía demasiado absorta en sus oraciones para darse cuenta de que había alguien tras ella. Su corazón palpitaba rápidamente, llenando de sangre, de aquel líquido vital, cada parte de su joven cuerpo. Casi podía saborearlo desde donde estaba, varios metros tras ella. Su respiración era entrecortada, a causa de las lágrimas saladas que brotaban de sus ojos claros. Se relamió de forma instintiva, observando de reojo al vampiro, quien seguramente tendría bastante claras sus intenciones.
- Estoy plenamente convencida, mi buen señor Averno, de que nunca dejaréis de disfrutar del maravilloso arte del asesinato. Como bien decís, todo está en movimiento, y siempre se aprende algo nuevo... Por ese motivo quiero que me ilustréis, que me mostréis una nueva forma de sufrimiento, de desesperación, para esta inocente víctima... ¿Podéis notar el latido de su corazón? ¿El sabor de su sangre en el paladar? Es deliciosa... ¿No creéis? Os permitiré darle el primer bocado... Extrañamente, siempre me ha provocado más placer ver a otros cazar que hacerlo yo misma. Manía o preferencia, podéis llamarlo como os guste... Pero id, id y crear. Haced magia. Después de todo, esta noche el cementerio es nuestro, y vos lo conocéis mejor que nadie... -Sus pasos se aproximaron aún más al cuerpo tembloroso de la muchacha, que alzó la vista para mirarla, sorprendida por la belleza de la mujer, o por la cercanía de la misma. Y es que siempre solía tener el mismo efecto. Sorpresa y confusión. ¿De dónde había salido? ¿Quién sois? ¿Qué queréis? Preguntas simples y banales, que nunca recibían respuesta de su parte. A esas alturas, estaría ya retorciéndose en el suelo, y ella estaría relamiéndose gustosa. La ley del más fuerte era siempre la imperante entre depredador y presa. Y los papeles estaban bastante claros a esas alturas.
Ophelia M. Haborym- Vampiro Clase Alta
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Re: "Humanidad" [Ophelia]
Pacientemente Averno continuó aquel camino que estaba siendo trazado, aquel que pronto los llevaría al humano o la humana, no obstante las intenciones de su acompañante aún no estaban claras para él, ¿pretendía alimentarse y nada más? ¿Así sería de simple? ¿Aquello requería de su presencia? De ser así de aburrido probablemente ella no lo plantearía, en definitiva esto tendría que ser diferente a esta teoría tan simplona, pero bien, no era necesario pensar demasiado en ello, tan solo serían unos segundos más. Y así fue, en este caso la humana apareció, una simple niña rubia invadida por la pena, demasiado joven para haber conocido el mundo y a su vez demasiado joven para tener algo que extrañar de este que no fuera el desperdicio que se encuentra en aquella lápida sobre la que llora. Bastante desinteresado en la humana le observa, le resulta notablemente divertido que ella aún no note la presencia de ellos, dos vampiros que sin lugar a dudas podrían acabar con su insignificante dolor en tan solo un segundo, ¿pero lo harían? ¿Por qué? Sin duda alguna esta es la pregunta más común, más concurrida y general que cualquiera podría hacerse así mismo o a otros, pero dar una correcta y adecuada respuesta para esta es mucho más complicado de lo que se podría imaginar, al menos para él. Por su parte su acompañante aún seguía orquestando su discurso, era muy buena explicando al detalle lo bien que se sentía consigo mismo siendo una despiadada asesina y cruel fuente dolor para los humanos que se le topaban, justo como esta niña. No obstante todavía no encontraba la razón de todo esto, ¿y el fundamento? ¿La razón? ¿El motivo? Diversión y placer probablemente, ¿eso es al cien por ciento o quizás se equivoca? Podría preguntarlo directamente * Atacar la mente de los humanos resulta casi tan divertido como marcar su cuerpo, es verdad. Y jugar con la mente débil de estos para mí es un sencillo placer que suelo practicar en un noventa por ciento de las veces que me encuentro con un humano, pues esto no suele resultar en un impacto negativo para la población de estos * La tensión del ambiente podía sentirse, todo tomaba su lugar correcto, la vampira cada vez más cerca de la humana, esto le podría generar ansiedad a cualquier bestia incapaz de controlarse, aquella descripción acompañada de la parte grafica serían sin duda alguna un pequeño choque contra los sentidos tan desarrollados que poseen los vampiros. Averno observaba entretenido la situación, cada vez más cerca, un paso a la vez y de pronto el rostro del vampiro cambió rotundamente por primera vez en toda la noche, el pedido de la vampira, había causado un efecto en este, y al parecer todo estaba avanzando de acuerdo al desenlace que este nudo había planteado, ¿así sería, entonces?.
Averno dejó caer sobre el pasto su bastón de nogal, la fría e indiferente mirada del vampiro ya no estaba presente, por el contrario, ahora una mirada determinante y estrictamente dura podía notarse, si bien siempre se mostraba serio, la seriedad que ahora emanaba escapaba para que cualquiera pudiera notar tan parca presencia. Cada palabra que la vampiresa soltaba él la igualaba avanzando hacia la rubia niña, en el momento que se encontró al lado de la vampiresa se detuvo de golpe y giro el rostro para observar a las féminas * Me estaba preguntando si habría alguna razón más allá de gozar y disfrutar. ¿Usted la tiene? En este mismo momento, ¿yo debería torturar hasta la muerte a esta mocosa, para así satisfacer su fetiche? ¿Por qué? * Averno de un solo empujón alejó a la niña que cayó como veinte centímetros lejos de él * Ya me alimente una vez esta noche, mi fuerza y mi mente se encuentran al máximo , siempre procuro que se encuentren en su punto, ahora mismo no tengo ningún motivo para beber de la pequeña madame aquí presente * raudo se posó detrás de la humana y le sujeto los rizos dorados enredándolos así entre los dedos cubiertos por el guante blanco * Es verdad que disfruto torturando a las mujeres, es verdad que esta niña virgen e inocente sin duda alguna sería un triunfal deleite para mis sentidos. No obstante otra diferencia entre usted y yo se hace notar, usted goza haciendo lo que me pide que haga a esta niña * señaló con el índice para luego rozar la mejilla de la menor con este mismo dedo, dibujando un pequeño círculo * Pero al parecer todo parece indicar que solo lo hace por “eso mismo” por gozar y disfrutar, y eso madame era lo que me temía. Yo disfruto torturando, asesinando, manipulando, incluso fornicando a humanas, pero, no a cualquier humana que se me cruce y me aparezca “adecuada” * sentenció finalmente.
Sonrió de manera ambigua * No hay nada de valor con dedicarle tiempo y acciones a los humanos que ni siquiera resaltan en lo más mínimo que se les podría pedir a ellos, antes de siquiera posar mi interés en esta niña para considerarla “apta” para mi fin, tendría que haberla analizado y descifrado, mientras más fácil es lograr todo esto, menos interesante es para mí, pero seamos honestos, no es más que una simple huérfana que le llora miserablemente a un saco de huesos que alguna vez fue su madre * dijo señalando la lápida que al momento de su transición hacia la niña había leído * Y aprovechando la situación también es adecuado aclarar que jamás comparto lo que deseo, ni dejo que nadie más lo toque o siquiera lo observe por demasiado tiempo, entonces quedará implícito que no comparto a los humanos con los que me alimento, pero más importante aún, no los mato * Esta mocosa apenas y podía tener quince años, ni siquiera aún cumplía su propósito en este mundo, ese básico y natural que cualquier animal debe tener, “reproducirse” y así hacer perdurar a su especie, de esta manera la fuente de existir de él estaría presente siempre. Ese era el único motivo por el cuál jamás mataba mujeres jóvenes a la zar * No se preocupe madame Boissieu * mencionó mientras observaba el busto de la muchacha que había quedado apenas expuesto por el maltrato recibido * Con su físico y su mediana posición social podrá encontrar un viejo obeso que la haga feliz con lujos y la engañe con cortesanas cuando usted llegue a los treinta, a cambio de esto solo deberá usar su escote para él y para amamantar a los hijos del mismo, quizás entonces madame, luego de todo esto madame Ophelia se vuelva a encontrar con usted y finalmente le mate ya que nos dimos cuenta que desea con fervor hacerlo * Lentamente se puso de pie observando a la vampiresa * Me olvide de otro pequeño detalle, todo lo que aprendí con los años referente a mi arte es y será siempre para mi puro y exclusivo deleite madame, sin duda no para entretener su noche * pronunció lento con exageración * Aliméntese de madame Boissieu si eso desea, azótela cuanto desee, viólela si eso le satisface, esclavícela incluso, pero no la matará. Porque si lo hace, lamentablemente ante mis ojos no obtendré aquella diferencia marcada de la que tanto hablamos entre humanos, neófitos y vampiros realmente consientes y decentes * sin temor alguno a represalias por lo que acababa de hacer y decir tranquilamente caminó hacía su bastón para tomarlo.
Averno- Vampiro Clase Alta
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Re: "Humanidad" [Ophelia]
Ante la mirada atenta de la mayor, Averno se acercó a la chiquilla con paso decidido, aunque con un aire de seriedad que la hizo adivinar antes de tiempo que sus intenciones para con aquella chica, en aquella noche, no eran los mismos que en ella habían despertado en aquel momento. Una lástima. Pensó, porque para ella, aquel discurso plagado de falacias no era si no una manera de confirmar su teoría: Averno no era ni digno de su atención, ni tan frívolo y demoníaco como pretendía. Para una bestia, para un monstruo como ella, no le llegaba ni a la suela de los zapatos más planos que tuviera en su armario. Averno no era libre. Puede que no estuviese atrapado por las mismas cadenas que la mayoría de mortales e inmortales, inmersos en aburridos e insulsos rituales, pero definitivamente desconocía el significado de la libertad acerca de la cual llevaban conversando toda la noche. Para nada, al final. Porque pese a mostrar acuerdo en sus motivos y palabras, no había entendido absolutamente nada acerca de lo que le había intentado transmitir la vampiresa. Qué desperdicio. Atendió con una mezcla de indiferencia y desazón al vacío discurso que su interlocutor iba desarrollando sin venir a cuento. ¿Por qué dedicar tantas palabras a una causa que no la merecía? Averno estaba atrapado en una especie de círculo vicioso, bastante oscuro, por cierto, que abarcaba seguramente la totalidad de sus noches como inmortal. Patético. Vigilar a las presas para saber si eran aptas le parecía tan insulso como beber siempre sangre de vírgenes. ¿Qué importaba si disfrutaba torturándolas o violándolas, si luego, a la hora de la verdad, no era capaz de demostrar esa fortaleza, esa falta de escrúpulos, de los que parloteaba sin parar? El vampiro era un simple farsante. Uno más entre tantos otros que poblaban la tierra, despojándola de toda veracidad posible.
- Oh mi buen amigo Averno... cuánto me temía que llegara este momento... Os habéis pasado la noche tratando de convencerme de que erais digno merecedor de mi tiempo por ser libre de las cadenas que a otros atrapan y acabáis de demostrar ser exactamente igual que ellos. ¿No os habéis parado a pensar que toda buena pensadora debe en todo momento comprobar si la información de que dispone es cierta o no? Tomaos a la cría como lo que es: una muestra de vuestra veracidad. Decís ser malvado, retorcido, un digno rival para mi... Y con qué me encuentro. Absurdos escrúpulos que vienen a decir lo mismo que hubierais dicho con muchas menos palabras: no queréis matar a una simple niña. Me importa bastante poco los motivos que os dispongáis a enumerar para no hacerlo, puesto que en definitiva es lo mismo: no sois capaz de hacerlo. Dudo mucho, sin embargo, y con ello os concedo más mérito que a los demás aunque no lo merezcáis, que el resto de vuestro discurso sea mentira. Reconoceré, por tanto, que sois más interesante que los congéneres más jóvenes de nuestra especie... Pero no tanto como para merecer la atención de alguien bastante superior. -Se acercó lentamente a las dos figuras, centrando ahora toda su atención en la fémina que, completamente paralizada por el temor, no dejaba de lloriquear. Su piel tersa, pálida, parecía brillar entre tanta oscuridad. Era hermosa, de una forma que sólo los humanos podían serlo. De una forma que a ella jamás le había agradado. Todo en ellos la invitaba a destruirlos. Su fragilidad, su fugaz existencia. No eran más que trozos de carne cargados de prejuicios. Había excepciones, obviamente. Pero no se trataba de ello. Ella tampoco destruía a todos sin ton ni son simplemente porque le apetecía. Acababa con los justos y necesarios. En parte para alimentarse, y en parte para seguir recordándose quién era el ser superior. Y Averno había demostrado no ser capaz de utilizar su poder contra ellos sin realizar antes patéticos rituales de caza y rastreo. Ni era libre, ni era poderoso. Era un muerto con conciencia. Y ella sabía que no servían para nada.
- Me temo, amigo Averno, que en este punto nuestros caminos se separan inevitablemente. Un novato no tiene derecho a decirme cómo o en qué medida debo ejercer mi poder sobre seres inferiores a mi. Y esa chica representaba una prueba para mi. Una prueba de que erais digno de daros esos aires de superioridad de los que, lamentablemente, sois todo menos digno. Me importa, por tanto, bastante poco lo que la muerte de esa chiquilla represente para vos. No necesito ni vuestra atención ni vuestro reconocimiento para saber que soy mejor, más vieja, y tengo menos escrúpulos que vos. Yo soy libre. Vos no. Vivís anclado en patéticos rituales de los que yo hace mucho que me deshice. Asesinar es una forma de demostrar poder sobre otros. Y vos, hoy, aquí, habéis demostrado ser mucho menos poderoso de lo que yo soy, y de lo que intentasteis hacerme creer que erais. Ahora, despedíos de la señorita Boissieu, puesto que tiene una cita muy importante con su creador y con su difunta madre. Que pena que lo último que vea en el mundo sea a una asesina y a un intento de psicópata. Siendo el segundo probablemente el autor de la muerte de su madre. ¿No os gustaban más maduras? -Una sonrisa retorcida se dibujó en su semblante mientras que, en un gesto rápido, se colocó tras la muchacha, sujetando firmemente su cabeza. - Tenéis suerte, chiquilla... Aún me encuentro de buen humor... -Y tras decir eso, con un sonoro "crack" la vida de la humana se apagó sobre sus fríos brazos. Se levantó lentamente, regodeándose en el silencio producido de repente en el cuerpo de la niña. Sus ojos se pasearon luego hasta el semblante de Averno, aunque ya no vieron nada. No había nada que ver. Todo estaba dicho entre ambos. El alba era ahora quien los aguardaba. - Hasta más ver, mi buen amigo Averno... quizá en otro momento, cuando despojéis vuestra mente de esa innecesaria conciencia, volveremos a vernos... Hasta entonces... -La vampiresa se volteó, dando por zanjada la conversación, y comenzando a caminar en dirección a la salida.
- Oh mi buen amigo Averno... cuánto me temía que llegara este momento... Os habéis pasado la noche tratando de convencerme de que erais digno merecedor de mi tiempo por ser libre de las cadenas que a otros atrapan y acabáis de demostrar ser exactamente igual que ellos. ¿No os habéis parado a pensar que toda buena pensadora debe en todo momento comprobar si la información de que dispone es cierta o no? Tomaos a la cría como lo que es: una muestra de vuestra veracidad. Decís ser malvado, retorcido, un digno rival para mi... Y con qué me encuentro. Absurdos escrúpulos que vienen a decir lo mismo que hubierais dicho con muchas menos palabras: no queréis matar a una simple niña. Me importa bastante poco los motivos que os dispongáis a enumerar para no hacerlo, puesto que en definitiva es lo mismo: no sois capaz de hacerlo. Dudo mucho, sin embargo, y con ello os concedo más mérito que a los demás aunque no lo merezcáis, que el resto de vuestro discurso sea mentira. Reconoceré, por tanto, que sois más interesante que los congéneres más jóvenes de nuestra especie... Pero no tanto como para merecer la atención de alguien bastante superior. -Se acercó lentamente a las dos figuras, centrando ahora toda su atención en la fémina que, completamente paralizada por el temor, no dejaba de lloriquear. Su piel tersa, pálida, parecía brillar entre tanta oscuridad. Era hermosa, de una forma que sólo los humanos podían serlo. De una forma que a ella jamás le había agradado. Todo en ellos la invitaba a destruirlos. Su fragilidad, su fugaz existencia. No eran más que trozos de carne cargados de prejuicios. Había excepciones, obviamente. Pero no se trataba de ello. Ella tampoco destruía a todos sin ton ni son simplemente porque le apetecía. Acababa con los justos y necesarios. En parte para alimentarse, y en parte para seguir recordándose quién era el ser superior. Y Averno había demostrado no ser capaz de utilizar su poder contra ellos sin realizar antes patéticos rituales de caza y rastreo. Ni era libre, ni era poderoso. Era un muerto con conciencia. Y ella sabía que no servían para nada.
- Me temo, amigo Averno, que en este punto nuestros caminos se separan inevitablemente. Un novato no tiene derecho a decirme cómo o en qué medida debo ejercer mi poder sobre seres inferiores a mi. Y esa chica representaba una prueba para mi. Una prueba de que erais digno de daros esos aires de superioridad de los que, lamentablemente, sois todo menos digno. Me importa, por tanto, bastante poco lo que la muerte de esa chiquilla represente para vos. No necesito ni vuestra atención ni vuestro reconocimiento para saber que soy mejor, más vieja, y tengo menos escrúpulos que vos. Yo soy libre. Vos no. Vivís anclado en patéticos rituales de los que yo hace mucho que me deshice. Asesinar es una forma de demostrar poder sobre otros. Y vos, hoy, aquí, habéis demostrado ser mucho menos poderoso de lo que yo soy, y de lo que intentasteis hacerme creer que erais. Ahora, despedíos de la señorita Boissieu, puesto que tiene una cita muy importante con su creador y con su difunta madre. Que pena que lo último que vea en el mundo sea a una asesina y a un intento de psicópata. Siendo el segundo probablemente el autor de la muerte de su madre. ¿No os gustaban más maduras? -Una sonrisa retorcida se dibujó en su semblante mientras que, en un gesto rápido, se colocó tras la muchacha, sujetando firmemente su cabeza. - Tenéis suerte, chiquilla... Aún me encuentro de buen humor... -Y tras decir eso, con un sonoro "crack" la vida de la humana se apagó sobre sus fríos brazos. Se levantó lentamente, regodeándose en el silencio producido de repente en el cuerpo de la niña. Sus ojos se pasearon luego hasta el semblante de Averno, aunque ya no vieron nada. No había nada que ver. Todo estaba dicho entre ambos. El alba era ahora quien los aguardaba. - Hasta más ver, mi buen amigo Averno... quizá en otro momento, cuando despojéis vuestra mente de esa innecesaria conciencia, volveremos a vernos... Hasta entonces... -La vampiresa se volteó, dando por zanjada la conversación, y comenzando a caminar en dirección a la salida.
- Spoiler:
- Te dejo concluir a ti ^^ Un placer rolear contigo, Averno.
Ophelia M. Haborym- Vampiro Clase Alta
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