Un don divino al servicio de la humanidad.(Libre)

Soltó el agarre del objeto que tenía en su mano lo más rápido que pudo, sin darle una segunda mirada, como si su mera visión quemara.  Llevo su mano a la boca apretándola fuertemente ante las arcadas que siguieron como las hondas de una piedra en el agua, golpeando inflexiblemente una y otra vez. Se apoyo en la pared  en un intento de dominarse por completo, su cuerpo debía obedecer a sus exigencias, sin embargo se  mofaba de ella al debilitarla. Tomo más de 6 bocanadas de aire el lograr mantener su última comida dentro de su estomago donde  se suponía que debía estar.  Nuevamente  activo su clarividencia, esta vez en busca de una pista, aunque sea efímera, de la persona que estaban buscando. Y todo lo que vio fue una carnicería, sangre por todos lados y una  pequeña cabeza con  ojos abiertos del  más puro terror enfocados en ella, con una mirada silenciada por la muerte mas violenta.

Suspirando, dejo caer la pesada capucha de lana gris de  su capa deshilachada, precisando aire, aire rancio inundando sus fosas nasales, no importaba,  era casi como estar en el hogar dulce hogar.  Desvió la mirada ahora compuesta hasta el  delicado  pañuelo de mujer color melocotón  en el suelo, que encontraron atorado en unas ramas del bosque, metros lejos de donde fue llevada la victima. Tan fino, con elaborados patrones, denotaba una fineza propia de la realeza. El perfume era fuerte, como si alguien deseo fervientemente dejar su marca en el, lo había olido en la visión, débilmente. Indiscutiblemente al que buscaban  era una mujer, un desquiciado monstruo que estaba desmembrando gente alegremente por diversión, la última víctima, un niño de 5 años, hijo de una familia más que pobre, no lejos de aquí. Los padres no daban abasto con sus otros 7 hijos, por lo que   recibieron la noticia con un deje de alivio y culpabilidad en sus rostros.

Una mano  masculina entro en su campo de visión cortando  el hilo de sus pensamientos,habia olvidado que no estaba sola, este tomo la pieza de tela guardándola en uno de los bolsillos de su saco. - ¿Te encuentras bien?-  inquirió  Less. Un humano de la facción 1 con el que trabajar se volvía muchas veces un dolor de trasero.  Subió su mirada hasta trabarla con la suya, esos ojos verdes le regresaron la mirada al tiempo que una sonrisa presumida se instalaba en su rostro perfecto de muñeco de salón. Barriendo con el nudo en su estomago, se relajo lo suficiente para el momento narcisista de la noche. – Estoy bien, es que tu sola presencia  nubla la vista, no sé cómo las mujeres hacen para no caer muertas a tus pies- Se abanico la cara  débilmente, mientras batía sus pestañas, sin nada de gracia. Una ronca carcajada surgió de su compañero - me lo dicen todo el tiempo – comento mientras se cruzaba de brazos y se apoyaba a su lado, era alto por lo que debía de hacer un esfuerzo para verle, lo sabía y el muy maldito siempre se burlaba a su modo.  Él era el único humano que sabía del  secreto, y lo guardaba muy bien del resto de los Inquisidores. Digamos que ambos se salvaban el pellejo, con lo que tenían una buena amistad, era bueno poder bromear  con alguien.  Un eco de la última visión  la golpeo con fuerza, mostrando algo que paso por alto; rompiendo la pequeña burbuja que se creaba cada vez que se juntaban.  El supo del cambio antes de decir nada, vibraba en cada fibra de  su ser, estaba tenso y su aura variaba en una diversidad de colores. – Has que revisen el bosque nuevamente, pídele a uno especializado en rastreo, hay algo que no vieron, un pequeño botón es la clave que necesito para encontrarla, estoy muy segura de eso Less. –  podía sentirlo respirar pesadamente, tenso como arco de cuerda a punto de saltar a la acción. – Ve, yo me quedare hasta que amanezca aquí, sola, nos vemos dentro del complejo – dio énfasis a la palabra sola, para asegurarse de que entendiera. Algo le decía que debía esperar, ¿a que? no sabia, pero lo averiguaría. El gruño por lo bajo, un sonido gutural parecido al que los licántropos solían hacer, antes de desaparecer con largas y furiosas zancadas. Lo último que llego a su oído fue un ten cuidado apenas susurrado en el viento. Aguardo antes de deslizarse por la pared hasta sentarse en el frió suelo, envolviéndose en su capa espero y observo a la gente  hacer sus cosas, cosas de gente normal y otras no tan normales.