AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Fly away. Just try | Elijah Fray
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Fly away. Just try | Elijah Fray
Las nubes negras se movían a través del cielo de media tarde con rapidez. El clima, propio de Londres, era el propicio para que alguien como ella, una inmortal, una bestia camuflada, pudiera caminar tranquilamente por las calles, con la simple protección de un paraguas de tela bastante gruesa y color negro que había cogido antes de salir de la mansión. Ignoraba los motivos que la habían llevado a regresar a aquella tierra lejana. Elena aún no la esperaba, y tampoco quería verla tan pronto: echarse de menos hace que los encuentros se pongan más interesantes. Todo parecía desierto. La zona más humilde de la ciudad parecía descansar en las tinieblas. Tal vez hubiesen previsto su presencia con antelación... Nah, no era posible. O al menos, no lo creía posible. Se limpió la sangre de las comisuras de los labios con el cabello rubio, ahora manchado de escarlata, de aquel ser que ya nada de vivo tenía.
Había salido de casa como si se tratase de un día normal. Normalmente solía asomarse antes por si aún había demasiada luz. Pero era tan temprano que ni el Sol se había dignado a aparecer. Echó a caminar por las calles vacías, consciente de que todos en aquella ciudad, en aquel país, en aquella parte del mundo, estarían durmiendo. Eso la hacía sentir libre, tranquila, cubierta por las sombras... Cuando quiso darse cuenta, ya estaba considerablemente lejos. Había llegado al puerto sin fijarse en la dirección que tomaban sus pasos. Cogió el primer barco que partía hacia Londres sin ninguna expresión en el rostro, regalándole al maquinista una falsa sonrisa y un guiño de ojos que le hubiera alegrado el día a cualquiera. Él la había mirado, lascivo, pero ella se limitó a embarcar e ignorarlo.
Cuando llegó, el Sol permanecía escondido bajo el cielo plomizo típicamente londinense. Se avecinaba una tormenta de las grandes. Pero a ella no le importaba. Se registró en un hotel de aquellos que sólo la gente rica que tanto odiaba podía pagarse, y se aventuró a caminar por las calles de la ciudad, alejándose cada vez más del centro. Pronto llegó donde quería, una especie de bosque apartado. Fue allí donde lo encontró: había olido la sangre humana desde varios kilómetros. Y una presa fácil era lo que mejor le venía en aquel momento de vacío. ¿Vacío? ¿Era eso? Probablemente. Se apartaba tanto de las emociones que a veces olvidaba cómo encararlas. Bufó antes de asaltar a su presa, y luego todo se hizo negro... Para él, al menos.
Soltó la cabeza que aún sostenía con la mano derecha como si se tratase de un simple papel. La arrojó al suelo con desdén no sin antes escupirle en el rostro. Aborrecía aquella estúpida manía que tenían los humanos de aferrarse desesperadamente a la vida, aun cuando era evidente que iban a morir. Le daba arcadas. No es que tuviera sed y por ello decidiera matarle. Simplemente lo vio perdido en el bosque, en la nada. Y le miró. Y olió su miedo. Desde el primer momento supo que no echaría a correr ni aunque quisiera, sus piernas no iban a responderle. Bebió su sangre tal y como si fuera agua y nada le aportase, con la mirada hueca. No recordaba cuánto tiempo había pasado en aquel estado, pero ya no sabía si alguna vez volvería a su aspecto normal. Un mechón cobrizo le cayó por un lateral del rostro, pero se limitó a ignorarlo. ¿A qué parte estaba cediendo? ¿Al vampiro o al demonio sin alma? ¿O quizá era ambas cosas y no era capaz de aceptarlo?
Regresó a las calles cuando la noche ya se había extendido sobre la ciudad. Los vestidos de gala y los trajes reaparecieron pintando el pavimento de colores variados. Rió para sus adentros con cierta ironía. Ella no iba vestida de gala, pero llamaba la atención de todas formas. Al alimentarse del humano gotitas de sangre escarlata habían salpicado su vestido blanco como la nieve, dejando un reguero de perlas que aún brillaban. Casi parecía que su muerte había servido para algo. Las señoras miraban su vestido con cierta envidia, y los caballeros observaban su belleza con cierta resignación, sosteniendo los brazos de sus mujeres bajo los suyos. Que manía más absurda aquella de atarse a otra persona jurando que sólo la muerte podría separarlos... ¿La muerte? ¿Qué significado tenía ahora para ella, quien tras morir a manos de un ser que se supone no existía, se levantó de su tumba de marfil para vengarse de su pasado? Ella era lo que había después de la muerte de algunos: la eternidad repleta de vacío, noches en vela y días oscuros.
Había salido de casa como si se tratase de un día normal. Normalmente solía asomarse antes por si aún había demasiada luz. Pero era tan temprano que ni el Sol se había dignado a aparecer. Echó a caminar por las calles vacías, consciente de que todos en aquella ciudad, en aquel país, en aquella parte del mundo, estarían durmiendo. Eso la hacía sentir libre, tranquila, cubierta por las sombras... Cuando quiso darse cuenta, ya estaba considerablemente lejos. Había llegado al puerto sin fijarse en la dirección que tomaban sus pasos. Cogió el primer barco que partía hacia Londres sin ninguna expresión en el rostro, regalándole al maquinista una falsa sonrisa y un guiño de ojos que le hubiera alegrado el día a cualquiera. Él la había mirado, lascivo, pero ella se limitó a embarcar e ignorarlo.
Cuando llegó, el Sol permanecía escondido bajo el cielo plomizo típicamente londinense. Se avecinaba una tormenta de las grandes. Pero a ella no le importaba. Se registró en un hotel de aquellos que sólo la gente rica que tanto odiaba podía pagarse, y se aventuró a caminar por las calles de la ciudad, alejándose cada vez más del centro. Pronto llegó donde quería, una especie de bosque apartado. Fue allí donde lo encontró: había olido la sangre humana desde varios kilómetros. Y una presa fácil era lo que mejor le venía en aquel momento de vacío. ¿Vacío? ¿Era eso? Probablemente. Se apartaba tanto de las emociones que a veces olvidaba cómo encararlas. Bufó antes de asaltar a su presa, y luego todo se hizo negro... Para él, al menos.
Soltó la cabeza que aún sostenía con la mano derecha como si se tratase de un simple papel. La arrojó al suelo con desdén no sin antes escupirle en el rostro. Aborrecía aquella estúpida manía que tenían los humanos de aferrarse desesperadamente a la vida, aun cuando era evidente que iban a morir. Le daba arcadas. No es que tuviera sed y por ello decidiera matarle. Simplemente lo vio perdido en el bosque, en la nada. Y le miró. Y olió su miedo. Desde el primer momento supo que no echaría a correr ni aunque quisiera, sus piernas no iban a responderle. Bebió su sangre tal y como si fuera agua y nada le aportase, con la mirada hueca. No recordaba cuánto tiempo había pasado en aquel estado, pero ya no sabía si alguna vez volvería a su aspecto normal. Un mechón cobrizo le cayó por un lateral del rostro, pero se limitó a ignorarlo. ¿A qué parte estaba cediendo? ¿Al vampiro o al demonio sin alma? ¿O quizá era ambas cosas y no era capaz de aceptarlo?
Regresó a las calles cuando la noche ya se había extendido sobre la ciudad. Los vestidos de gala y los trajes reaparecieron pintando el pavimento de colores variados. Rió para sus adentros con cierta ironía. Ella no iba vestida de gala, pero llamaba la atención de todas formas. Al alimentarse del humano gotitas de sangre escarlata habían salpicado su vestido blanco como la nieve, dejando un reguero de perlas que aún brillaban. Casi parecía que su muerte había servido para algo. Las señoras miraban su vestido con cierta envidia, y los caballeros observaban su belleza con cierta resignación, sosteniendo los brazos de sus mujeres bajo los suyos. Que manía más absurda aquella de atarse a otra persona jurando que sólo la muerte podría separarlos... ¿La muerte? ¿Qué significado tenía ahora para ella, quien tras morir a manos de un ser que se supone no existía, se levantó de su tumba de marfil para vengarse de su pasado? Ella era lo que había después de la muerte de algunos: la eternidad repleta de vacío, noches en vela y días oscuros.
Ophelia M. Haborym- Vampiro Clase Alta
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Re: Fly away. Just try | Elijah Fray
“Dime con quién andas…”
Había decidido salir aquella tarde noche, no quería dejar de lado ninguno de aquellos pensamientos que rodaban en su cabeza como su fuesen una enorme roca que buscaba chocar contra algo, él. Había algo que parecía una enorme hoja de un sable negro, un sueño que se repetía una y otra vez. Un final que parecía inminente, sangre, dolor, sufrimiento, todo podía ser evitado si tan solo él movía una pieza en el tablero, Elijah sabía lo que tenía que hacer para evitar sangre derramada en vano, para que aquel vampiro que perjuraba supremacía tuviera un hermoso baño en sus fluidos. Pero no lo haría, simplemente porque no quería, porque no “se le daba la gana”, porque quería verlos sufrir porque poco le importaba. Hacía años que sus sentimientos se habían marchitado y la paz había llegado a su existencia, la tranquilidad y lo que quizás muchos otros ansiaban…control.
Eso estaba bien para él, su “felicidad” era evadir los problemas por el simple hecho de evitarles, no demostrar quién era para mantener su identidad a salvo por lo visto ser uno de los antiguos vampiros que acompañaron la evolución de la humanidad no era algo que gustase a los jóvenes caminantes de la noche en busca de poder. Algo había hecho que Elijah apareciese aquí, Inglaterra. Aquel vampiro que jugaba con su existencia al enunciar el nombre del antiguo simplemente para alardear sobre supremacía, insultarle y autoproclamarse el rey vampiro había pasado la línea cuando había aparecido por todos lados diciendo que había vencido a Elijah en combate y que había sido el mismo quien incineraba su cabeza a la luz de la luna. (Tsk, he oído eso y no he dejado de reírme por una hora, sin embargo no me ha quedado más remedio que venir a silenciar esa maldita lengua de una vez…Tú me entiendes) Pensó Elijah para sí mismo, como si realmente esperase una respuesta.
Luego de un viaje bastante interesante por fin llegó al lugar donde sabía el vampiro se reunía y planeaba sus matanzas, etc. Permaneció ahí con el rostro encubierto hasta que finalmente comenzaron a aparecer neófitos, plagas recién transformadas con más sed de sangre que un vampiro aislado durante años. Parecían aquellas pulgas que se prendían de las ratas al verlas pasar. Todos esperaban a alguien, su líder. Apareció finalmente un sujeto con el cabello largo, cuerpo grande y musculoso y una mirada que parecía estar llena de vacío. (Interesante, Lady Muscle is in the house) Sonrió para sus adentros mientras todos los vampiros agachaban la cabeza al verle ingresar…excepto por Elijah quien solo se limitó a mirarle y sonreír.
Aquel vampiro le ignoró y pasó aproximadamente unas 2 horas hablando de planes sin sentidos de dominar a los humanos y no se podría explicar cuántas tonterías más. Hasta que finalmente dio en el clavo con lo que el Fray se encontraba buscando…-Entonces perseguimos a los miembros que quedan de la Familia Fray, ahora que Elijah está muerto y en el infierno podremos acabar con todos ellos y será una familia menos con la cual lidiar…Los cazaremos hasta la muerte…
(Cazaremos…)Resonó en su cabeza como una gota de sangre que cae sobre el suelo en una noche de luna llena. Sus ojos se tiñeron de rojo vivo como si un ámbar de fuego hubiese remplazado sus orbes. Elijah se puso de pie lentamente, lo cual sucedía al mismo tiempo que los vampiros que allí se encontraban giraban su cuerpo para observarle. –Identifícate, lacayo mío- Dijo el farsante mientras se acercaba dando pasos fuertes a modo de dominarle.
-Oh, es extraño que no conozcas mi mirada. Cuando tú me mataste arrancándome los ojos y no sé cuántas cosas más. Fray- Dijo con un tono burlón, quizás estaba intentando controlarse, pero no lo conseguiría. –Elijah Fray…- El silencio inundó aquella sala como si todos los presentes hubiesen sido asesinados por aquellas palabras. Lentamente Elijah retiró el pañuelo que cubría su rostro mientras el vampiro retrocedía paso a paso sin poder enunciar ni una palabra.
-¡Matadle, ha revivido!- Gritó con toda la desesperación del universo en su boca, inútil fue.
Elijah clavó su mirada en los ojos del vampiro, un milisegundo habría pasado cuando aquel vampiro estaba en el piso retorciéndose de dolor aunque no sabía porque. Otros dos se lanzaron contra él, más sin siquiera romper el contacto visual que mantenía para torturar al otro vampiro Elijah arrancó el corazón de uno de los lacayos, mientras que de una patada arrancaba el cuello del tronco del segundo. Los vampiros restantes se desvanecieron en la noche, corriendo por lo que quedaba de sus vidas.
-Palabras incorrectas en el momento incorrecto…- Musitó mientras caminaba hacia quien yacía retorciéndose de dolor en el suelo. –Adiós- Seco como había sonado, Elijah pateó el pecho del vampiro haciendo que se golpease muy fuerte contra una pared de madera y se clavase una estaca en su espalda. –NO ESPERA, JURO QUE NO VOLVERÉ A HACERLO, POR FAVOR, HAZLO POR TU HERMANO DE SANGRE- Gritaba sin censura el vampiro que sabía que le llegaba la hora. –Tengo un solo hermano, y también lo quiero muerto- De una patada terminó de ensartar al caminante de la noche en aquella estaca, lo había matado.
Sin una gota de sangre en sus ropas se retiró del lugar lentamente, caminando como quería y hacia donde lo llevase el viento.
Caminó hasta cruzarse con alguien familiar, alguien que él sabía que había visto antes y aunque sabía que no debía mantener contacto con nadie allí, lo haría. Siguió a la mujer cuyo hermoso vestido se veía decorado con gotas de sangre durante unos minutos, caminando por detrás sin llamar la atención mientras pensaba (Elijah, concéntrate… ¿Pasado? No, muy aburrido, ¿Futuro? Nah, muy incierto…Quizás Dom tenía razón, tengo que dejar de escapar del presente.) Continuó hasta que ambos dos quedaron solos en la calle, iluminados por nada más que la luna.
-Dicen que Inglaterra es peligroso como para que una dama se pasee a estas horas…Pero tu bien sabes eso, ¿cierto Ophelia?
Había decidido salir aquella tarde noche, no quería dejar de lado ninguno de aquellos pensamientos que rodaban en su cabeza como su fuesen una enorme roca que buscaba chocar contra algo, él. Había algo que parecía una enorme hoja de un sable negro, un sueño que se repetía una y otra vez. Un final que parecía inminente, sangre, dolor, sufrimiento, todo podía ser evitado si tan solo él movía una pieza en el tablero, Elijah sabía lo que tenía que hacer para evitar sangre derramada en vano, para que aquel vampiro que perjuraba supremacía tuviera un hermoso baño en sus fluidos. Pero no lo haría, simplemente porque no quería, porque no “se le daba la gana”, porque quería verlos sufrir porque poco le importaba. Hacía años que sus sentimientos se habían marchitado y la paz había llegado a su existencia, la tranquilidad y lo que quizás muchos otros ansiaban…control.
Eso estaba bien para él, su “felicidad” era evadir los problemas por el simple hecho de evitarles, no demostrar quién era para mantener su identidad a salvo por lo visto ser uno de los antiguos vampiros que acompañaron la evolución de la humanidad no era algo que gustase a los jóvenes caminantes de la noche en busca de poder. Algo había hecho que Elijah apareciese aquí, Inglaterra. Aquel vampiro que jugaba con su existencia al enunciar el nombre del antiguo simplemente para alardear sobre supremacía, insultarle y autoproclamarse el rey vampiro había pasado la línea cuando había aparecido por todos lados diciendo que había vencido a Elijah en combate y que había sido el mismo quien incineraba su cabeza a la luz de la luna. (Tsk, he oído eso y no he dejado de reírme por una hora, sin embargo no me ha quedado más remedio que venir a silenciar esa maldita lengua de una vez…Tú me entiendes) Pensó Elijah para sí mismo, como si realmente esperase una respuesta.
Luego de un viaje bastante interesante por fin llegó al lugar donde sabía el vampiro se reunía y planeaba sus matanzas, etc. Permaneció ahí con el rostro encubierto hasta que finalmente comenzaron a aparecer neófitos, plagas recién transformadas con más sed de sangre que un vampiro aislado durante años. Parecían aquellas pulgas que se prendían de las ratas al verlas pasar. Todos esperaban a alguien, su líder. Apareció finalmente un sujeto con el cabello largo, cuerpo grande y musculoso y una mirada que parecía estar llena de vacío. (Interesante, Lady Muscle is in the house) Sonrió para sus adentros mientras todos los vampiros agachaban la cabeza al verle ingresar…excepto por Elijah quien solo se limitó a mirarle y sonreír.
Aquel vampiro le ignoró y pasó aproximadamente unas 2 horas hablando de planes sin sentidos de dominar a los humanos y no se podría explicar cuántas tonterías más. Hasta que finalmente dio en el clavo con lo que el Fray se encontraba buscando…-Entonces perseguimos a los miembros que quedan de la Familia Fray, ahora que Elijah está muerto y en el infierno podremos acabar con todos ellos y será una familia menos con la cual lidiar…Los cazaremos hasta la muerte…
(Cazaremos…)Resonó en su cabeza como una gota de sangre que cae sobre el suelo en una noche de luna llena. Sus ojos se tiñeron de rojo vivo como si un ámbar de fuego hubiese remplazado sus orbes. Elijah se puso de pie lentamente, lo cual sucedía al mismo tiempo que los vampiros que allí se encontraban giraban su cuerpo para observarle. –Identifícate, lacayo mío- Dijo el farsante mientras se acercaba dando pasos fuertes a modo de dominarle.
-Oh, es extraño que no conozcas mi mirada. Cuando tú me mataste arrancándome los ojos y no sé cuántas cosas más. Fray- Dijo con un tono burlón, quizás estaba intentando controlarse, pero no lo conseguiría. –Elijah Fray…- El silencio inundó aquella sala como si todos los presentes hubiesen sido asesinados por aquellas palabras. Lentamente Elijah retiró el pañuelo que cubría su rostro mientras el vampiro retrocedía paso a paso sin poder enunciar ni una palabra.
-¡Matadle, ha revivido!- Gritó con toda la desesperación del universo en su boca, inútil fue.
Elijah clavó su mirada en los ojos del vampiro, un milisegundo habría pasado cuando aquel vampiro estaba en el piso retorciéndose de dolor aunque no sabía porque. Otros dos se lanzaron contra él, más sin siquiera romper el contacto visual que mantenía para torturar al otro vampiro Elijah arrancó el corazón de uno de los lacayos, mientras que de una patada arrancaba el cuello del tronco del segundo. Los vampiros restantes se desvanecieron en la noche, corriendo por lo que quedaba de sus vidas.
-Palabras incorrectas en el momento incorrecto…- Musitó mientras caminaba hacia quien yacía retorciéndose de dolor en el suelo. –Adiós- Seco como había sonado, Elijah pateó el pecho del vampiro haciendo que se golpease muy fuerte contra una pared de madera y se clavase una estaca en su espalda. –NO ESPERA, JURO QUE NO VOLVERÉ A HACERLO, POR FAVOR, HAZLO POR TU HERMANO DE SANGRE- Gritaba sin censura el vampiro que sabía que le llegaba la hora. –Tengo un solo hermano, y también lo quiero muerto- De una patada terminó de ensartar al caminante de la noche en aquella estaca, lo había matado.
Sin una gota de sangre en sus ropas se retiró del lugar lentamente, caminando como quería y hacia donde lo llevase el viento.
Caminó hasta cruzarse con alguien familiar, alguien que él sabía que había visto antes y aunque sabía que no debía mantener contacto con nadie allí, lo haría. Siguió a la mujer cuyo hermoso vestido se veía decorado con gotas de sangre durante unos minutos, caminando por detrás sin llamar la atención mientras pensaba (Elijah, concéntrate… ¿Pasado? No, muy aburrido, ¿Futuro? Nah, muy incierto…Quizás Dom tenía razón, tengo que dejar de escapar del presente.) Continuó hasta que ambos dos quedaron solos en la calle, iluminados por nada más que la luna.
-Dicen que Inglaterra es peligroso como para que una dama se pasee a estas horas…Pero tu bien sabes eso, ¿cierto Ophelia?
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Re: Fly away. Just try | Elijah Fray
La fugacidad con que se mecen las horas muchas veces había logrado impresionarla. Siendo como era, inmortal, incapaz de morir por el simple paso del tiempo, la simpleza con que éste se le escurría entre los dedos la llevaba a preguntarse cuál era su significado. Su utilidad. Su razón de ser... ¿Qué es el tiempo? ¿Una conglomeración de segundos, minutos y horas sin ningún significado concreto, simple y evidente? ¿El paso desordenado de un encadenamiento de días, semanas y meses? ¿Una simple y vulgar forma de medida con la cual poder contabilizar cuán largas son nuestras vidas? Y dicho sea de paso, y lo que era más importante para alguien como ella, ¿qué significa la vida dentro del paso del tiempo? La suya, nada. Era imposible contabilizar algo eterno con un número concreto, he aquí lo irónico de su existencia. Siendo infinita, no podía medirla con elementos finitos. ¿Debía, pues, deshacerse de todos los relojes que durante años la acompañaron en sus largas veladas, a oscuras, bajo la luna? No tenía mucho sentido tachar días del calendario, cuando sabes que, por más vueltas de hoja que les des, los meses, los años, nunca acabarán para ti.
Resultaba pues, curioso, que cuando la vida, concebida como algo que en algún momento tiene que acabarse, abandona la mente y el cuerpo de alguien que alguna vez fue persona, convirtiéndola en un monstruo desprovisto de cualquier control sobre el tiempo. La única forma de medir su transcurso, era mirar en su propio interior, buscar entre las sombras, y encararse con sus propios recuerdos. Sólo así podía darse cuenta de que las décadas habían pasado, y de lo mucho que su identidad había cambiado con su paso. Era frustrante a la vez que hermoso, aunque nunca tuviera claro a cuál de las dos cosas concedía más importancia. Si tuviera que resumir lo que llevaba de eternidad en una sola palabra, la más correcta para definir sus casi dos mil años de historia hubiera sido, "largos", aun con todo lo negativo que aquella expresión denotaba. No era del tipo de persona que se ahogaba en un vaso de agua, pero en el océano de su soledad, la desesperación era algo bastante frecuente. Se aburría, y si se aburría, pensaba, y si pensaba, recordaba... Y recordar era otra de aquellas cosas a las que profesaba un odio intenso, concienzudo. No, recordar no era lo suyo.
Y aquella ciudad, siempre cubierta por una densa y hermosa niebla, no hacía más que despertar en ella los recuerdos de una época pasada que no estaba muy segura de querer revivir. Por aquellas calles había sufrido penurias extremas, y había experimentado gratos placeres, ambas cosas a partes iguales... Pero algo que siempre supo es que, en la mentalidad de la gente, lo malo siempre pesará más que lo bueno. Y ella no iba a ser la excepción. Solía serlo para casi todo, pero aquello era inevitable. De haber recordado lo que era llorar, seguramente lo estaría haciendo... Pero en los corazones muertos no hay cabida para emociones como aquella. Son inservibles, absurdas, patéticas. Son, definitivamente, un lastre, una carga de la que ella se deshizo desde el primer instante de su nueva no-vida. Londres. Lluviosa y fría, tal y como la recordaba. Calles repletas de vida que apestaba a muerte mezclada con perfume barato. Otra capital del engaño, de la mentira, del fingir. Personas escondidas bajo sonrisas cínicas. La hipocresía danzando en el ambiente. La mueca de asco se hizo patente en su marmóreo rostro, al mismo tiempo en que, con un gesto rápido y delicado al mismo tiempo, abría el paraguas segundos antes de que la tormenta comenzara a descargar su furia sobre su cabeza.
El perfume a la sangre de su anterior presa se marchó con las gotas de agua que bañaron a los transeúntes sin piedad. A veces intentaba fingir sorpresa ante su indiferencia hacia la vida humana, mas, lo cierto, es que no le importaba en absoluto. Últimamente había sido avisada varias veces de que sus continuos asesinatos comenzaban a dar que hablar en las "altas esferas", por empezar a inquietar a la población. Muchos pensaban que "un monstruo andaba suelto" y, aunque no se equivocaban del todo, seguro que ninguno se imaginaba que aquella bestia se escondiese bajo el apretado corsé de una dama de alta alcurnia como era ella. O como aparentaba, mejor dicho. Y lo cierto era que, tras tantos años de esconder sus crímenes cuidadosamente, habiéndose perfeccionado hasta un extremo impensable, se había vuelto sumamente perezosa. Dejaba los cadáveres vacíos de sangre en cualquier lugar que encontrase, consciente de que estaba dejando pistas innecesarias acerca de su naturaleza allí por donde pasaba. Quizá la realidad fuese que quería ser encontrada. De alguna forma, el hecho de saberse descubierta o perseguida, despertaba en ella aquella lejana emoción de sentirse expuesta.
Sabía perfectamente que no corría un peligro real, pero pensar que sí, aunque fuese un instante, lograba sacarla de su infinito ensimismamiento. Caminó durante un buen trecho sumida en sus pensamientos, sin mirar a nadie ni prestar atención a nada de lo que la rodeaba. No le interesaba lo más mínimo oír a los humanos ni a sus tonterías. Eran aburridos. Banales. Fugaces. No le suponían más que simples motas de polvo en su camino. Y como motas, las apartaba de un manotazo. No fue hasta encontrarse a solas en un callejón cuando alzó la vista para prestar atención a alguien a quien no habría esperado nunca. Se volteó rápidamente, dejando de fingir que no se había dado cuenta de que la seguía. Reconoció al antiguo casi al instante, iluminado por los tímidos rayos de Luna que se asomaban por entre las nubes de tormenta. Tras detenerse un instante a contemplarlo, se acercó unos pasos a él, hasta que ambos estuvieron frente a frente. Ophelia ladeó la cabeza de forma mecánica, haciendo que un sonoro "crack" escapase de sus heladas articulaciones. Sólo entonces se dio cuenta de lo tensa que estaba.
- Cuando vea a una dama en apuros se lo recordaré, monsieur... Aunque probablemente sea de mi de quien deban esconderse... -Su voz sonó aterciopelada, melodiosa, y tan fría como un témpano de hielo. Ejecutó una corta reverencia y se cruzó de brazos, dibujando una sonrisa tan sensual como maliciosa. - ¿O es que acaso sois vos el peligro al que debería enfrentarme esta noche? Conozco tan bien Londres como a la palma de mi mano. Sé dónde está el peligro... Y creedme, es más segura cuando yo no estoy en sus calles... -Se acercó al vampiro con andares seductores, dando una sutil vuelta a su alrededor tras colocarle la mano delicadamente en el hombro. - ¿Qué hacéis aquí, Elijah Fray?
Resultaba pues, curioso, que cuando la vida, concebida como algo que en algún momento tiene que acabarse, abandona la mente y el cuerpo de alguien que alguna vez fue persona, convirtiéndola en un monstruo desprovisto de cualquier control sobre el tiempo. La única forma de medir su transcurso, era mirar en su propio interior, buscar entre las sombras, y encararse con sus propios recuerdos. Sólo así podía darse cuenta de que las décadas habían pasado, y de lo mucho que su identidad había cambiado con su paso. Era frustrante a la vez que hermoso, aunque nunca tuviera claro a cuál de las dos cosas concedía más importancia. Si tuviera que resumir lo que llevaba de eternidad en una sola palabra, la más correcta para definir sus casi dos mil años de historia hubiera sido, "largos", aun con todo lo negativo que aquella expresión denotaba. No era del tipo de persona que se ahogaba en un vaso de agua, pero en el océano de su soledad, la desesperación era algo bastante frecuente. Se aburría, y si se aburría, pensaba, y si pensaba, recordaba... Y recordar era otra de aquellas cosas a las que profesaba un odio intenso, concienzudo. No, recordar no era lo suyo.
Y aquella ciudad, siempre cubierta por una densa y hermosa niebla, no hacía más que despertar en ella los recuerdos de una época pasada que no estaba muy segura de querer revivir. Por aquellas calles había sufrido penurias extremas, y había experimentado gratos placeres, ambas cosas a partes iguales... Pero algo que siempre supo es que, en la mentalidad de la gente, lo malo siempre pesará más que lo bueno. Y ella no iba a ser la excepción. Solía serlo para casi todo, pero aquello era inevitable. De haber recordado lo que era llorar, seguramente lo estaría haciendo... Pero en los corazones muertos no hay cabida para emociones como aquella. Son inservibles, absurdas, patéticas. Son, definitivamente, un lastre, una carga de la que ella se deshizo desde el primer instante de su nueva no-vida. Londres. Lluviosa y fría, tal y como la recordaba. Calles repletas de vida que apestaba a muerte mezclada con perfume barato. Otra capital del engaño, de la mentira, del fingir. Personas escondidas bajo sonrisas cínicas. La hipocresía danzando en el ambiente. La mueca de asco se hizo patente en su marmóreo rostro, al mismo tiempo en que, con un gesto rápido y delicado al mismo tiempo, abría el paraguas segundos antes de que la tormenta comenzara a descargar su furia sobre su cabeza.
El perfume a la sangre de su anterior presa se marchó con las gotas de agua que bañaron a los transeúntes sin piedad. A veces intentaba fingir sorpresa ante su indiferencia hacia la vida humana, mas, lo cierto, es que no le importaba en absoluto. Últimamente había sido avisada varias veces de que sus continuos asesinatos comenzaban a dar que hablar en las "altas esferas", por empezar a inquietar a la población. Muchos pensaban que "un monstruo andaba suelto" y, aunque no se equivocaban del todo, seguro que ninguno se imaginaba que aquella bestia se escondiese bajo el apretado corsé de una dama de alta alcurnia como era ella. O como aparentaba, mejor dicho. Y lo cierto era que, tras tantos años de esconder sus crímenes cuidadosamente, habiéndose perfeccionado hasta un extremo impensable, se había vuelto sumamente perezosa. Dejaba los cadáveres vacíos de sangre en cualquier lugar que encontrase, consciente de que estaba dejando pistas innecesarias acerca de su naturaleza allí por donde pasaba. Quizá la realidad fuese que quería ser encontrada. De alguna forma, el hecho de saberse descubierta o perseguida, despertaba en ella aquella lejana emoción de sentirse expuesta.
Sabía perfectamente que no corría un peligro real, pero pensar que sí, aunque fuese un instante, lograba sacarla de su infinito ensimismamiento. Caminó durante un buen trecho sumida en sus pensamientos, sin mirar a nadie ni prestar atención a nada de lo que la rodeaba. No le interesaba lo más mínimo oír a los humanos ni a sus tonterías. Eran aburridos. Banales. Fugaces. No le suponían más que simples motas de polvo en su camino. Y como motas, las apartaba de un manotazo. No fue hasta encontrarse a solas en un callejón cuando alzó la vista para prestar atención a alguien a quien no habría esperado nunca. Se volteó rápidamente, dejando de fingir que no se había dado cuenta de que la seguía. Reconoció al antiguo casi al instante, iluminado por los tímidos rayos de Luna que se asomaban por entre las nubes de tormenta. Tras detenerse un instante a contemplarlo, se acercó unos pasos a él, hasta que ambos estuvieron frente a frente. Ophelia ladeó la cabeza de forma mecánica, haciendo que un sonoro "crack" escapase de sus heladas articulaciones. Sólo entonces se dio cuenta de lo tensa que estaba.
- Cuando vea a una dama en apuros se lo recordaré, monsieur... Aunque probablemente sea de mi de quien deban esconderse... -Su voz sonó aterciopelada, melodiosa, y tan fría como un témpano de hielo. Ejecutó una corta reverencia y se cruzó de brazos, dibujando una sonrisa tan sensual como maliciosa. - ¿O es que acaso sois vos el peligro al que debería enfrentarme esta noche? Conozco tan bien Londres como a la palma de mi mano. Sé dónde está el peligro... Y creedme, es más segura cuando yo no estoy en sus calles... -Se acercó al vampiro con andares seductores, dando una sutil vuelta a su alrededor tras colocarle la mano delicadamente en el hombro. - ¿Qué hacéis aquí, Elijah Fray?
Ophelia M. Haborym- Vampiro Clase Alta
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