Las almas brillan al conocerse [Privado]

Su cuerpo estaba cubierto por pequeñas perlas de sudor, apenas eran las diez de la mañana, ya se encontraba en el escenario del teatro, ensayando la coreografía de la última obra que se estrenaría en poco mas de dos semanas. Sus compañeras de trabajo no llegarían hasta dentro de tres horas.

En el último giro perdió el equilibrio, cayendo al piso,  un gesto de dolor y frustración pasó como una sombra por su rostro, - vamos, eso no fue nada, si quieres brillas deberás dar mas de lo que crees – la sentenció la señora Potter. Asintió con la cabeza, las gotas de sudor resbalaron por su cuello y frente, - otra vez desde el principio y concentrate, se supone que eres una mujer que sufre por un amor no correspondido -  la voz de de su maestra vibró en todo el teatro, cargada de autoridad.

Se reincorporó con dificultad, las medias de seda se habían rasgado y una raspadura en su rodilla comenzaba a sanar sin dejar cicatriz alguna. El violinista que la contemplaba esperó que se pusiera en su posición y le dio el pie para su entrada. Aitzier, caminó despacio, al son de la interpretación del violín que con su música expresaba el dolor de una desilusión. Bailó dando giros, en punta de pie, saltando, abriendo sus piernas hasta quedar en  el aire y en posiciones casi imposibles de realizar. Su virtuosismo asombraba no solo a los espectadores que la contemplaban cada noche o a los músicos que en mas de una vez temían que aquellos saltos terminaran haciendo que se quebrara una pierna.   Su jefa, como ella le sabía nombrar cada vez que las exigencias la aturdían de cansancio, también estaba sorprendida aunque por conocer su maldición, entendía que la flexibilidad, la veloz sanación y la rapidez de recordar los movimientos tenían que ver con su naturaleza Lycan. Pero ella no pensaba en esos menesteres, solo dejaba que el dolor que cubría su corazón se expresara en aquél otro que debía interpretar.

Giró sobre su eje inclinada a  y con sus brazos extendidos ayudada por su “jefa” a dar aquella complicada vuelta, - en el estreno estarás con el bailarín principal y deberás estar preparada para que el toque tus piernas o tu torso – le recordó sabiendo que en practicas anteriores donde el joven había practicado a su lado, en el momento de realizar las piruetas en donde los cuerpos se rosaban o abrazaban Aitzier había estado desconcentrada, molesta y hasta algo agresiva con él. No dijo nada, pero cerró sus ojos, - no soporto que un hombre me toque – caviló, no entendía porque, ya que sus recuerdos estaban encerrados tras ese muro blanco que no había podido romper, - se que algo me ha pasado pero no recuerdo – volvió a pensar mientras daba el salto final y concluía con lo que sería el suicidio de su personaje.

El violinista comenzó a golpear su instrumento suavemente, como una forma de aplaudir la interpretación de la bailarina, se acercó con intenciones de saludarla de forma afectuosa, pues ella era muy cordial, aunque siempre ponía distancia en lo que se trataba de hombres. Cuando estaba a poco menos de un metro, la Señora Potter se interpuso, ya podía ver el brillo de peligro que surgía en la joven, - no creo que sea buen momento, esta cansada – le excuso – que le parece si terminamos de ver esos acordes que son demasiado rápidos y que podrían hacer que nuestra bailarina sufra un percance – concluyó, tomándolo del brazo y tirando de él para darle vuelta y sacarlo a la fuerza del escenario.

Cuando Aitzier quedó totalmente sola, en penumbras ya que las luces de los candelabros estaban casi consumidas y las puertas que daban al exterior de la construcción, que solían abrirse para que la luz del día iluminara el escenario y ayudara a los bailarines, se cerraron tras la coreógrafa y el músico. Tomó distancia y volvió a realizar los movimientos mas complicados, al terminar, estaba llorando, no sabía porque, pero el dolor de la protagonista era tan intenso que le asfixiaba. Dio un grito desgarrador y quedó en silencio tratando de recuperar el oxigeno que le faltaba.

Ninoir tenía ya una semana en la que no pintaba nada, no tenía motivos para hacerlo, no encontraba una modelo que pudiera satisfacer su deseo de plasmarla en un lienzo. Sus pinturas se secaban y pronto serían obsoletas si Ninoir seguía sin inspiración. El dinero poco le rendía y estaba por terminarselo, sin embargo, no estaba desesperado, no importara que no comiera en uno o dos días, más importante para él era encontrar a la modelo que se vislumbró en su último sueño referente al arte.

Caminaba por las calles parisinas y con minuciosidad miraba de un lado a otro, observaba a las mujeres con sus vestidos, estudiaba a gran velocidad y con detalle las texturas de las variaciones de vestidos que veía y es que transitaban no sólo personas de clase alta sino también personas de su nivel y en lugares más apartados y marginados la clase más desfavorable. Pero a pesar del gran tránsito no encontraba nada que le interesara.

Muy pronto se deprimió, llegó la decepción y más tarde la furia... ¿acaso no hay alguna mujer que cumpla mis espectativas?- se preguntó, sabía claramente que no encontraría a su mujer de ensueños y es que anteriormente soñaba con mujeres diferentes y nunca las encontraba, tan sólo mujeres que cumplían ciertos requisitos, y que se asemejaban pero nada más.

Finalmente llegó al teatro, estaba cerrado y un par de hombres salieron y entre charlas decían que una bella joven practicaba en el escenario. A Ninoir le interesó mucho que aquellos hombres se refirieran a la joven como bella y aunque normalmente los gustos de Ninoir eran más exigentes que el de cualquiera, quería corroborar lo que había escuchado. Sin problemas ubicó la puerta que conducía a los bastidores y entró con mucho cuidado, se escabulló como una sombra hasta las butacas y se sentó a una distancia prudencial de la maestra de baile que daba instrucciones a la bailarina que probablemente era la que mencionaron los hombres.

Ninoir la analizó como si de un objeto se tratara, reconoció que era bella pero no era lo que buscaba, se decepcionó y aunque creyó que era una perdida de tiempo decidió quedarse para contemplarla un poco más, quizás alguna pose podría llamar más su atención y entonces la buscaría. Ninoir estaba por retirarse cuando todos lo hicieron, pero entonces vio como ella continuaba practicando en la semi oscuridad, Ninoir sintió admiración por ella y se sintió idéntificado, recordaba las clases grupales de pintura, que pensaba poco le ayudaron ya que su talento era nato, él siempre se quedaba al último para practicar sus trazos.

Entonces sin que él pudiera comprenderlo la mujer comenzó a llorar, gritó como si cargara con un dolor muy fuerte que vivió suprimido por años y finalmente fuera liberado, luego quedó en silencio, en medio del escenario, sin moverse, tal vez como si ese número fuera parte del acto. En ese momento Ninoir se puso en pie y caminó al corredor principal que lo acercaría al escenario, la mujer se dio cuenta de la presencia del que fuera intruso, lo que fue extraño para Ninoir pues el aseguraba no había hecho ningún ruido. Pero a pesar de que Ninoir no vestía precisamente elegante, sino con unos pantalones manchados de oleo y una camisa suelta, la joven lo esperó.

-Baila muy bien señorita, he admirado su empeño y hasta el dolor que transmite- dijo mientras miraba el rostro triste, entonces a Ninoir le pareció que la joven había incrementado en belleza y se sintió enamorado, y lo supo, era la mujer que había estimulado su sueño. Cualquiera hubiera halagado su belleza después de las palabras de Ninoir, pero no él, ya la había estudiado y con su compañero percató esa indiferencia a los hombres. Ninoir tenía conocidos que amaban a su mismo sexo y aunque no podía juzgarla sin conocerla no descartó la posibilidad de que fuera homosexual, como sea, la intención de Ninoir para con ella era otra.´

-Disculpe mi intromisión y la violación que hice en éste lugar, no mentiré diciendo que vine a conocerla porque no tenía idea de quien era la persona que ensayaba, porque sí sabía que alguien lo estaba haciendo, estoy sorprendido por usted y me quiero pedirle un poco de su tiempo para que charlemos... ¿le parece?- dijo el pintor con una sonrisa pero mantuvo su distancia.

Aitzier mantuvo sus ojos cerrados, tan compenetrada estaba en su interpretación que no había sentido la presencia de nadie mas en el teatro, hasta que ya tratando de serenarse, percibió el rose suave de un ropaje, los pasos apagados por la gruesa alfombra, inspiró suave el aire y se dio cuenta que no se trataba de alguno de los fantasmas que solían esconderse en el palco o en las butacas, a llorar sus penas o simplemente contemplar lo que ella hacia.

Desde el pasillo principal surgió la silueta oscura de un ser, luego las débiles luces del escenario le permitieron contemplar las facciones de un joven desde lejos. En su rostro se formó una mueca de angustia, no de desagrado, pero algo parecido al miedo,  - no, un hombre – dijo mirando tímidamente a sus costados buscando el apoyo de su maestra, que la salvara de aquellas situaciones, que muchas veces la paralizaba o la volvía agresiva, -  ¿como pudo entrar el teatro cuando aún está cerrado? – pensó, pero las palabras del hombre la dejaron callada. En verdad entendía que los actores, bailarines y músicos que la conocían o aún el mismo público, elogiaran su trabajo, pero que un extraño, ajeno a la vida del teatro lo hiciera, la sorprendió, aun mas cuando dijo que no tenía idea de quien se tratara. Una sonrisa surgió en su rostro, - eso me agrada – pensó mientras inspiraba hondo y sin dejar de escucharlo tomaba una toalla y secaba su transpiración.

Estaba por retirarse, tomando sus pequeñas pertenencias cuando él le preguntó si podía pasar un momento con ella, para charlar. La bailarina lo miró a los ojos, por un segundo estuvo tentada a decirle de mala forma que la dejara tranquila, pero algo en él, su mirada, sus ojos profundamente negros le llamaron la atención, era ademas un rostro que tenía un aire de melancolía, que sintió podía comprender, ese pensamiento hizo que cambiara de opinión. Bajó su mirada, a las manos que le temblaban, luego volvió a levantar la vista hacia aquellos orbes del color del onix, - si quisiera esperar a que me refresque – dijo con su voz suave y cadenciosa – es que el ejercicio me ha agotado – se excusó.  

No esperó contestación y desapareció hacia los camerinos, bajó despacio por la escalera del escenario y luego corrió por el estrecho pasillo hasta su camerino, abrió y cerró su puerta como si huyera de un demonio. Su corazón rugía de miedo, puso llave y ya mas tranquila se acercó al espejo donde se preguntó por milésima vez porqué le aterraban los hombres.

El baño ya estaba preparado y rápidamente se desnudó para meterse en la bañera, que tibia y acogedora hizo que sus músculos se distendieran, suspiró aliviada. Unos minutos después ya se vestía, algo que no soportaba era perder el tiempo, - la vida es corta – pensó mientras una imagen llegaba a su mente, como un recuerdo que se colara por el infranqueable muro blanco.

Una mujer, vestida integramente de negro,la sostenía en brazos, ella era pequeña y contemplaba a un hombre que arrodillado  en mitad de la nieve lloraba desconsolado al lado de una tumba, - porqué – escuchó que se lamentaba – porque...si  la amaba tanto... si apenas tenía veintitrés  años – dijo aquel hombre que se daba vuelta y la miraba con suma tristeza.

El dolor en su cabeza hizo que se inclinara hacia adelante tomándose las sienes. Cuando el dolor remitió se miró al espejo, estaba cansada, pero debía ser cortes. Tomó aire y sacó la llave de la cerradura. Caminó por el pasillo, rodeó el escenario y encontró al hombre, parado todavía en el pasillo principal. Se acercó aunque manteniendo una distancia prudencial, - disculpe la demora – se excusó – podríamos ir al café del teatro – sonrió algo nerviosa, - es que luego debo volver a continuar con el ensayo – se acomodó nerviosa un mechón rebelde de su cabello y una sonrisa de lado cubrió su rostro mientras su ojos chocolate se clavaban en los ajenos – y por cierto... mi nombre es Aitzier -.

Ninoir la vio irse, tenía todo el tiempo del mundo para esperarla pero él no estaba seguro si deseaba hacerlo o no. No era un hombre que le gustara esperar, siempre fue muy puntual y le fastidiaba ausentarse frente a sus invitados. Por eso, y meditándolo por muy poco tiempo Ninoir tomó la decisión de irse. Se bajó del escenario y caminó rumbo a donde entró, cuando estaba por salir se concentró en recordar el rostro de la mujer que lo dejara en el escenario. -¿Qué estáis haciendo Henri?- se reprochó, no podía irse, no ahora que encontraba alguien casi perfecta, fue así que ignorando su vanidad regresó.

Cuando llegó al mismo punto la mujer no tardó en salir, Ninoir mantuvo una sonrisa hasta que llegó a él y le habló. -Por supuesto señorita no esperaba menos de usted, las mejores bailarinas se empeñan en ensayar muchas veces una vez ha terminado el día en turno, como sea, vayamos a por ese café- dijo ignorando el último comentario de Aitzier, comentario que sugería que Ninoir diera su nombre.

Comenzaron a caminar a la cafeteria, Ninoir la seguía tratando de no ir a su espalda, no caminaron mucho, al llegar Ninoir se apresuró a abrir la silla para que Aitzier se sentara, luego, rodeó la mesa para sentarse él. -Mi nombre es Ninoir, Ninoir Henri y soy pintor- le dijo con una sonrisa esperando que el servicio se acercara para pedir su café.

Se dirigieron al salón del Teatro, un elegante y señorial lugar, con mesas redondas de madera y pequeños butacones  tapizados en cuero, lo que le daba al lugar un toque muy masculino. Ninoir, se apresuró  a correr el asiento, aquel gesto hizo que Aitzier sonriera dando las gracias en un susurro, lo siguió con la mirada hasta que él también se sentó. Era la primera vez, que la bailarina entraba a ese lugar, y por seguro la única que hubiera entrado con un hombre. El metre y algunos de los trabajadores del Teatro se sorprendieron  ver a la  excéntrica y poco sociable, Señorita Donizetti, entrara a ese lugar, más  aún que fuera en compañía de un desconocido, lo que hizo que varias cabezas giraran a contemplarlos. Aunque la decoración y todo lo que allí ocurría  debía llamarle la atención, ella estaba concentrada en aquel hombre que la contemplaba desde el otro extremo de la mesa.

- Ninoir, bello nombre – susurró, sus parpados descendieron en un suave y lento parpadear, de pestañas largas y espesas, haciendo que su mirada pareciera soñadora, un movimiento involuntario que hacía cuando algo la sorprendía, - un placer señor Henri – dijo, quedando por un momento cortada al no saber si extender la mano a lo que simplemente volvió a sonreír cohibida. Su miedo al contacto con un hombre la volvió a asaltar, sus manos ocultas en su regazo debajo de la mesa, sudaron levemente, dejó que sus ojos intentaran escrudiñar en esos orbes oscuros como las noches sin luna.

Absorta en sus pensamientos y en esa alma que creía se vislumbraba en los profundos ojos del humano,  no se dio cuanta cuando el camarero se acercó solícito a preguntar que tomarían. El joven carraspeó y tuvo que repetir dos veces el saludo y la pregunta – Disculpen, ¿que se van a servir los señores? - canturreó la pregunta, algo divertido por las miradas y gestos de sus compañeros que lo mandaban a llevar información sobre tan extraña situación. Aitzier alzó sus ojos y se encontró con el rostro afable del mozo, - oh, disculpe – se ruborizó, tomando la carta con rapidez, leyendo el menú,. Escondida tras el pequeño texto observó furtiva a su acompañante, - no debes temer a todos los hombres... ademas su aura es clara – pensó, - su alma brilla – ocultó sus ojos tras la carta al verse sorprendida.

Aun algo colorada volvió a elevar sus ojos hacia el camarero, - por favor un te – dijo con una dicción y elegancia propia de la aristocracia, a lo que ella misma se sorprendió. No se acordaba de haber pertenecido a una familia así, pero en varias actitudes  y momentos le pasó lo mismo, que no solo la sorprendieron, sino también a sus maestras, quienes no dejaron de intentar encontrar la explicación, pero nada podía hacer que recordara algo mas allá de esa mañana en que despertó en mitad del bosque. Entregó la cartilla y esperó que el Señor Henri decidiera que tomaría.

Al quedar solos, lo volvió a contemplar, - Usted, es pintor... siempre me he preguntado como pueden los artistas plasmar en un lienzo el alma de sus modelos – dijo mas para ella que como pregunta para Ninoir.

Cada segundo que pasaba junto a ella se sentía más convencido de que representaba su modelo ideal, su perfección. -Agua, sólo un vaso de agua- solicitó en voz clara luego de ver a penas la carta, realmente él no podía pedir algo más, no cuando realmente tenía un par de francos en su bolsillo.

La bailarina regresó a Ninoir al momento, ya que él realmente no necesitaba licor o vino o lo que sea que contenía la amplia carta, para él tan sólo estar con Aitzier frente a él era suficiente. - creo que podría decir lo mismo de las bailarinas, su agilidad, su equilibrio es asombroso; soy consciente que cualquiera puede bailar, pero, hacerlo artísticamente son contados y me siento privilegiado por conocer a una bailarina extraordinaria como lo sois- Ninoir le sonrió, las bebidas no tardaron en llegar y él se apresuró a dar un sorbo al agua.

-Ahora, ¿cómo podemos plasmar el alma de una modelo? Puedo hablar de eso a partir de mis experiencias, supongo que para otros es otra forma. Yo moldeó en mi mente a mis modelos, así es como puedo pintarlas pero en realidad, no es verdaderamente el alma femenina, tan sólo es lo que mis ojos ven y quieren ver... No he encontrado aún la persona perfecta que se plasme ella sola, a la que no necesite moldear. Y aunque estoy en su búsqueda algo en mi no quiere encontrarla, aunque sabéis algo al parecer ya la encontré- dijo volviendo a tomar agua.

Cuando le volvió a sonreír se dedicó a contemplarla, a sus ojos inundados de tristeza, a su hermoso cabello castaño, a su piel blanca y fresca, a sus delineados labios rosas y la figura atlética y bien proporcionada que la mesa le permitía ver y que recordaba cuando estaban en el plato, cuando él la vio de cuerpo completo y totalmente sudada. -Si tú eres la mujer a la que busco, tu mi bella mujer de ojos tristes, tu destruirás mi corazón- pensó.

Asintió con su cabeza a lo que decía Ninoir, sonrió imaginando como sería  observarlo trabajar en su taller, - en verdad me gustaría conocer como es un atellier – se sorprendió expresando su pensamiento en voz alta, a lo que de inmediato enmudeció, segura de que su piel estaba roja a tal punto que le parecía que ardía, como cuando se dormía al sol. Su mente creó la imagen de un parque con parterres y bancas, el sol suave enseñoreándose de la tarde. Así tan rápido como la imagen llegó, así se fue. Una tristeza se apoderó de la bailarina, una añoranza, - es extraño añorar lo que uno no conoce – caviló, mientras probaba su te.

Tras la taza de te, se sintió segura para observarlo, Ninior era un hombre bello, de ojos profundos, piel blanca y delicada, su cabello prolijamente peinado pero a la vez algo rebelde, parecieron muy atractivos a los ojos de la joven bailarina, que inmediatamente se reprendió por aquel pensamiento. Continuó recorriendo el cuerpo de su acompañante, - ¿porque solo toma agua?  - meditó recorriendo con su mirada proseguía con su observación  minuciosa las forma de sus manos, varoniles pero a la vez delicadas y muy ágiles, - ¿ademas de pintar, tocará algún instrumento?- se preguntó sin entender de donde salían esas preguntas.

Ninoir hablaba de como no todas las bailarinas podían bailar con gracias. Depositó con cuidado el pocillo en su platillo y cuando éste concluyó con su afirmación, ella le contestó. Se retrepó  en el asiento y apoyando sus manos una sobre la otra en su regazo habló, - creo que el problema, monseur Henri es que no todas las bailarinas aman su profesión, algunas deben trabajar si o sí en éste lugar y de seguro no es el paraíso que sienten otras – hizo un instante de silencio y prosiguió, - gracias por sus elogios, pero en verdad para mi, el bailar es una forma de escapismo, - sonrió con tristeza – como los magos que por medio de sus trucos hacen creer algo que en verdad no está pasando, así yo me evado de ésta realidad y sueño que vuelvo a un lugar que ni siquiera soy capaz de recordar – había estado con sus ojos fijos en los del hombre, perdida en la oscuridad de aquella noche calma. Palideció al comprender como había desnudado su alma ante un extraño, - oh, disculpe mi torpes, no debí decir semejante tontería – se apresuró a levantar su taza y dar un sorbo al té que se enfriaba lentamente en esa mañana helada de invierno.

Cuando intentó colocar la taza en el platillo ésta tintineo, - disculpe – susurró, su animal interno estaba aterrado, deseaba escapar huir e internarse en el bosque, pero por otro lado, sentía una empatía cada vez mayor por el dueño de esos ojos que le traían calma. Sintió un gran alivio cuando él siguió hablando sobre como plasmaba el alma de sus modelos, ella escuchaba absorta y volvió a desear que la invitara a su estudio alguna vez, a pesar del terrible miedo que tenía por los hombres. Cuando dijo que había encontrado a su modelo, a la persona que sería su modelo ideal, - ¿pero porqué dice que no quiere encontrarla? - preguntó llevando inconscientemente su cuerpo hacia adelante, - pues dice que esa es su búsqueda, pero a la vez, no desea encontrarla – inclinó su cabeza como un cachorrillo que intenta encontrar la explicación a una nueva situación, - ¿cual es su miedo? - volvió a expresar su cavilación en voz alta y nuevamente se ruborizo.

–Creo que no sois la única que busca en su amor al arte una forma de escaparse, muchas veces no como pero no me importa si con ese sacrificio consigo plasmar la belleza, mi concepto no un modelo en sí... ¿por que sabe? Yo creo que la belleza no es sustancial, no está predeterminada y no debe ser sujeta a un modelo, porque todos admiramos la belleza desde un punto de vista diferente. Mi ojos pueden ver a la criatura más hermosa en estos momentos y para otros puede ser sólo una mujer más– dijo como si deseara evadir las últimas interrogantes que Aitzier le hiciera.

Ninoir suspiró, de haber estado en otra situación, con otra mujer hubiera desviado la mirada para concentrarse en lo que diría, en como pediría que fuera su modelo. Pero con Aitzier no podía hacerlo, era como sí sintiera que dejarla de ver fuera un sacrilegio rotundo. Le fascinó contemplar, la imaginó desnuda, que hermoso cuerpo debe de tener, y aunque su fantasía podía mal interpretarse, en su mente no se exhibía ninguna clase de morbosidad, él era distinto, él era un artista.

Ninoir volvió a suspirar sabiendo que había llegado el momento de responder a las incógnitas que le planteara la bailarina que lo había hechizado. –No la quiero encontrar porque sé me enamoraré rotunda y perdidamente de ella, desesperaré con su presencia y sin ella; no razonaré y mis pensamientos se enfocaran en mi amor para la pintura y para ella, mi mundo se encerrará... No la quiero encontrar porque temo que me rompa el corazón, porque para ser perfecta tiene que hacer eso, destrozar mi alma... Por esa razón no quiero encontrarla, porque soy un cobarde que teme alcanzar la perfección basándome en un amor asesino– dijo al fin, como si se liberara de una carga pesada y por más tiempo que contemplaba esos ojos azabache se convencía de que ella era esa mujer, ella era el amor de su vida y también su maldición.

–Cuando os vi en el plató estaba convencido de querer pintaros, y estaba totalmente dispuesto; pero después dudé y descarté esa idea... pero ahora estoy seguro de que debo pintaros, por favor lady Donizetti, permitidme que os plasme... convertíos en mi...– se silenció, si bien era cierto que había expresado sus deseos no estaba dispuesto a decirle que su corazón latía a un ritmo acelerado porque creía amarla, porque estaba enamorado de ella. Y así como lo pensaba, su corazón estaba desbocado, se puso nervioso y mantuvo sus manos en su regazo para que no las viera temblar.

-Me parece que se acerca la hora en la que regresaréis a practicar- dijo con tristeza recordando que sólo os había prometido un café para conversar. Ninoir estaba perdido en sus hermosos ojos, desearía llevársela, y pintarla de una vez. Entró en él el temor de que no la volviera a ver, no quería irse, algo le podía pasar a ella o a él lo que generó que su corazón se acelerara mucho más y sintiera que se sofocaba. Pensó entonces en aquella máxima aspiración de pintar a una mujer desnuda, la que sería el amor de su vida y aunque deseó que fuera ella no podía pedirselo tan sólo se ruborizó en ese momento.

-Por supuesto que os contaré de mí, no hay nada más para mí que estar a vuestro lado- dijo el pintor ruborizándose a penado por sus atrevidas palabras, -disculpe- dijo de inmediato sin poder desviar su mirada y entonces hizo algo que ninguno de los dos esperaba, sostuvo las manos de Aitzier con las suyas acariciándolas con cariño. -No quiero verla ir, me gustaría pintarla hoy mismo, sé que es un atrevimiento pero os puedo acompañar a su camerino a que tome vuestras cosas y me acompañe a mi estudio, temo no volverla a ver, la necesito, la necesito...- dijo suplicante, esperando que aceptara pero comprendiendo que no tenía que forzarla, fue cuando desvió su mirada sin soltar las manos de ella.

Suspiró y recordó que ella quería escuchar sobre él, supo entonces que su suplica había sido inoportuna, ella quería confianza y probablemente él lo había echado todo a perder por lo que le soltó. -Nací aquí, en París, vivo sólo, sin familia, sin nadie, pero no soy malo, juro por Dios que no lo soy- se levantó totalmente dispuesto a irse. -Disculpadme nuevamente, mi impulsividad me hizo cometer un error... Vendré mañana con la esperanza, no, con el deseo de volver a veros, porque usted es la mujer que no quería encontrar- le confesó entristeciéndose y comenzó caminar a la salida más cercana.

Se quedó en silencio, cuando él tomo su mano, su piel se erizó por la sorpresa y el calor que emanaba  el contacto con Ninor, no pudo detener un suspiro quedo, como cuando luego de un largo viaje llegas a un lugar conocido, al hogar. Su mirada se concentró en aquella caricia que él le prodigaba. Escuchó su suplica, la mirada de Aitzier, lo buscó con desesperación, al encontrar esos ojos dulces, tiernos, asustados, supo que nada en ese encuentro era por casualidad, que el destino los había unido por un segundo efímero de la vida, dependía de ellos mantenerse en el camino o dejar pasar la oportunidad. La bailarina, estuvo segura que él era ese ser que cada noche, en la soledad de su cuarto, suplicaba que llegara a su vida.

Ninoir se disculpó y casi sin perder tiempo se levantó para retirarse, seguramente creyó que la manera impulsiva que había tenido con ella podía haberla molestado, pero para ella, en el fondo de su corazón, deseaba estar todo el tiempo posible a su lado. Sintió como aquel calor que había experimentado se alejaba y la tristeza inundó su mirada, - no! por favor, no se vaya – logró decir en un tono de voz angustiado, algo elevado para que la escuchara. Embargada por la ansiedad de que si él se iba tal vez no lo vería más, se levantó de la silla y caminó hacia Ninoir, - por favor, no te vayas – por primera vez en su vida, le suplicó que no la dejara – quédate conmigo, acompáñame al ensayo y cuando termine, te prometo que iremos donde tu quieras – se ruborizo, al darse cuenta que había tomado la mano del hombre con sus dos manos, y la apretaba suave pero firmemente, para que no se pudiera ir.

Soltó con suavidad y timidez la mano del pintor, se sentían avergonzada por haber tenido esa impulsividad, no podía decir si  era común en ella,  aquella reacción, pues en verdad poco sabia de su pasado. Su voz se expandió como un murmullo casi inaudible, - Déjame intentar ser aquella modelo... ayúdame a confiar – su voz se quebró, sus ojos brillaron, y un nudo en  la garganta le impidió seguir. Bajó la mirada, contempló sus zapatos. Temía escuchar el paso firme dirigiéndose a la puerta, dejándola allí parada en mitad de un café vacío, - no sería la primera vez que te sientes hacía de vacía – pensó, sus ojos dejaron caer lagrimas al suelo que marcaron el cuero de sus botas. Frunció el ceño, sus ojos se abrieron sorprendidos, era verdad, aquel vacío lo había experimentado antes, - mis padres – susurró, el grueso cristal que le impedía recordar se marcó, él le había ayudado a encontrarse. Levantó la mirada y volvió a tomarlo del brazo, - por favor, no me dejes – se aferró a ese brazo fuerte, hundió su rostro en el abrigo de Ninoir, - quédate... - inspiró profundamente para luego exhalar en un largo suspiro.