Mathgamain Dyett.

DATOS BÁSICOS

DESCRIPCIÓN PSICOLÓGICA

Como buen crío que es, David no tiene una concepción moral y ética predefinida acerca del bien y el mal. Es un superviviente nato como tantos otros se han gestado en los bajos fondos del mundo moderno y está dispuesto a hacer cuanto sea por llevarse algo a la boca y encontrar un techo bajo el que cobijarse.

Sus vivencias a lo largo de catorce primaveras le han convertido en alguien sumamente desconfiado, únicamente Kath es receptor de su más absoluta confianza y el receptáculo de todo el afecto propio de su infantil condición.

Impulsivo y con ataques espontáneos de violencia cuando se siente acorralado o intuye peligro.

Cariñoso y protector con su única amiga y compañera de tropelías.
Representa el estado más salvaje de un ser humano, tanto por su juventud como por su actitud derivada del trato que le ha dispensado la sociedad, por lo que hace alarde de un profundo egoísmo y la naturaleza bondadosa que podría atribuírsele al candor de su juventud quedó empañada hace tiempo.

HISTORIA

Nació en Manhattan y pasó allí sus primeras primaveras, nunca llegó a conocer a su madre, según le dijo su progenitor había fallecido durante el parto porque David se empeñó en nacer de culo, sin embargo algunos chicos con los que mantenía una estrecha rivalidad siempre le decían que su madre era puta y murió de sífilis, lo cierto es que por mucho que se partiera la cara con ellos el zagal contemplaba esa posibilidad como algo muy válido.

Su padre no se encargó de suplir la carencia de su progenitora,era proclive a instruir en las artes de la vida a su hijo a base de palos. Trabajaba en una de las bandas locales, la protección y extorsión de negocios era el pan de cada día y sobre todo la organización de combates de boxeo clandestinos y el tejemaneje de sus apuestas.

El joven Dyett trabajaba en los astilleros como aprendiz, puliendo maderas y soldando metal para la creación de nuevos barcos. Un día contempló el cuerpo de su padre empalado por el garfio metálico de una de las grúas del puerto, víctima de su propia contradicción, por un lado se sintió aliviado y por otro, invadido por la profunda tristeza de quien no tenía nada, y ahora, menos.

Se embarcó como polizón en una nave mercante rumbo a Londres, donde pasaría dos años ejerciendo como ratero para sobrevivir.
Allí fue donde conoció a Kath, una cría que aún poseía todo lo que él había perdido, candor angelical, bondad en la mirada, un alma hermosa y pía que al igual que él se ennegrecería cuando el dueño del burdel donde ejercía su madre, la vendió a un lord inglés para el disfrute de sus más bajos instintos.

Juntos lo despacharon en aquella habitación sórdida y oscura y sellaron un vínculo que los uniría para la posteridad. Trabajaron para mafias locales que se hacían valer de críos para hurtos y pequeños asaltos nocturnos, pero cuando descubrieron la recompensa que se ofrecía por la entrega de los zagales, los dos niños sabían que no podían quedarse en aquella Inglaterra ahora más hostil que nunca para con ellos tras el asesinato de Lord Hardirg.
Tomaron rumbo a Francia, escondiéndose dentro de los barriles de cerveza que llevaba consigo el pequeño filibote mercante de más o menos veinte tripulantes.

Fue cerca de la costa de Le Havre cuando todo ocurrió. La luna llena se impuso en la noche, con majestuosidad y poderío, y desde sus escondrijos y al borde de una hipotermia los niños escucharon unos desgarradores aullidos a los que precedieron los alaridos de dolor y los estertores de aquellos que veían acercarse el aciago final.

Entonces se abrió la tapa de su barrica, una mano gigantesca, velluda y de afiladas garras lo tomó por el cráneo y lo alzó como a una pluma, presentaba un aspecto bestial, un humanoide cubierto de pelo azabache, con una mandíbula entreabierta que babeaba, sanguinolenta, y que no tardó en hincar sus poderosos colmillos abarcando dese su clavícula hasta el hombro y parte del cuello.

Exhaló el que creía su último aliento, pero tal vez el olor de la cebada asqueó a aquél ser que decidió no finalizar lo que había empezado, fuere como fuere, horas después entreabrió los ojos, tumbado sobre la madera que apestaba a lúpulo, sólo recordaba aquél destello carmesí en los ojos de la bestia.
David Dyett no había muerto.
 

DATOS EXTRA

- Guarda con recelo un crucifijo que en teoría perteneció a la madre que siempre añora.
- Viaja con Kath, su única amiga y familia.

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