AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Mientras el sediento busca agua, el agua está también buscando al sediento. {Privado; Lazarus.}
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Mientras el sediento busca agua, el agua está también buscando al sediento. {Privado; Lazarus.}
Las cosas sucedían por mero azar o así pretendían hacernos entender algunos de los grandes pensadores. Lo divertido de cada día era el no saber lo que de verdad iba a ocurrir, lo cierto es que levaba ya algún tiempo sin desear tener un descanso, siempre trabajaba, siempre luchaba a escondidas de los ojos indiscretos del pópulo francés.
El tiempo corría ráudo por los senderos de la vida propia y de los de su alrededor. Habían pasado trece largos meses desde que lo vió por última vez. Y ella sin embargo allí se encontraba, curando a un viejo caballo en las cuadras, bajo la incesante lluvia. Los últimos días habían sido extraños, llegaban hombres rezagados como si de una batalla hubiesen llegado arrastrándose desde las espaldas de sus relucientes caballos, pero además de ello, silencio. Nadie decía nada, tampoco llegaban noticias de que se hubiese librado batalla alguna por lo que Jessica junto con el padre, habían sido los que trataron de curar al hombre, pereciendo por la gravedad de sus heridas. El padre se limitó a rezar por su alma y Jessica lo ayudó a cremar. Después de todo su cuerpo no tenía por qué servir para experimentos de otros, ya fueran nigromantes u otra cosa.
Jessica había estado "perdida" desde su repentina marcha, focalizando así sus más reales obsesiones en una meta por lograr. No dormía más de 5 horas seguidas, pasando la mayoría de su tiempo en el laboratorio o simplemente en las caballerizas, reparando o curando viejas heridas de los caballos. Todo fuese por tener la mente ocupada, para no llegar a hacerse daño de la mejor forma que podía.
Jessica Saint-Bonnet- Inquisidor Clase Alta
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Fecha de inscripción : 20/08/2011
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Re: Mientras el sediento busca agua, el agua está también buscando al sediento. {Privado; Lazarus.}
¿Fue el frío invernal los que lo trajo devuelta, o una prematura derrota? ¿Quién sabía? Porque en la caída de la alborada los cascos de los animales raudos llegaron al refugio, en un incesante estruendo.
Eran nueve, y solo uno de ellos había caminado por aquellas tierras, a pesar de ser también extranjero. Nueve, y solo el que tenía más años a su espalda conocía aquel lugar, aquel refugio para desamparados como aquellos que le acompañaba, para aquellos que necesitaban el descanso y la serenidad.
Habían pasado trece largos meses, y Lazarus sentía como si hubiesen pasado demasiados años, como si hubiese envejecido en aquel tiempo y “su imagen” le parecía perdida en algún extraño recuerdo casi ilusorio e irreal, era como si evocará un hermoso sueño que nunca había pisado lo terreno, era como pensar en lo que nunca fue o lo imposible, era como si alejarse ante la punzada que en su pecho producía aquella obsesión en forma de mujer, fuese la mejor idea. Y así lo había hecho, renovando sus votos y destinando su camino al peligro.
Sentía el corazón endurecido, el ánimo desfallecido, el cuerpo tremendamente cansado, y las cicatrices que no llegaban a cerrarse. Era como si hubiese vivido una guerra, aunque en menor escala y no tan evidente. Había pasado hambre, frío, miedo... Padecido insomnio y otro tipo de penalidad. Y ahí estaba de nuevo, de vuelta con nueve extranjeros, con aspecto desaliñado, salvajes y sucios, con barbas pobladas como si hubiesen vivido aislados de la civilización, decadentes pero con porte orgulloso e imponentes.
Lazarus detuvo su caballo maltrecho, montado junto a él una niña desaliñada dormía; intercambio unas palabras con los ochos restantes que parecían hablar la lengua del norte y no entender ni una palabra de esa tierra, y todos se detuvieron, algunos incluso bajaron de sus caballos con tremenda agilidad. El sacerdote se acerco, y en un perfecto francés Lazarus les pidió el refugio, al principio pareció no reconocerle pero tras unos segundos lo consiguió y les dio paso al interior. Otras palabras extranjeras, y un susurro a la niña para que se despertara. El más grande los ochos restantes camino junto a su caballo y cogió a la niña como si no pesará nada en brazos para que Lazarus también bajará de su caballo.
“Mercenarios” Pensaría el buen observador porque ningún parecía ser cazadores o inquisidores, “¿Pero por qué caminar con mercenarios?”
Lazarus camino al patio interior de las cuadras tirando de las riendas del cansado animal, manos vendadas en sangrante y sucios vendajes, y sin quererlo sus ojos azules como el hielo se detuvieron al ver al reconocerla a ella.
Por un segundo sintió como si su corazón se detuviese.
Eran nueve, y solo uno de ellos había caminado por aquellas tierras, a pesar de ser también extranjero. Nueve, y solo el que tenía más años a su espalda conocía aquel lugar, aquel refugio para desamparados como aquellos que le acompañaba, para aquellos que necesitaban el descanso y la serenidad.
Habían pasado trece largos meses, y Lazarus sentía como si hubiesen pasado demasiados años, como si hubiese envejecido en aquel tiempo y “su imagen” le parecía perdida en algún extraño recuerdo casi ilusorio e irreal, era como si evocará un hermoso sueño que nunca había pisado lo terreno, era como pensar en lo que nunca fue o lo imposible, era como si alejarse ante la punzada que en su pecho producía aquella obsesión en forma de mujer, fuese la mejor idea. Y así lo había hecho, renovando sus votos y destinando su camino al peligro.
Sentía el corazón endurecido, el ánimo desfallecido, el cuerpo tremendamente cansado, y las cicatrices que no llegaban a cerrarse. Era como si hubiese vivido una guerra, aunque en menor escala y no tan evidente. Había pasado hambre, frío, miedo... Padecido insomnio y otro tipo de penalidad. Y ahí estaba de nuevo, de vuelta con nueve extranjeros, con aspecto desaliñado, salvajes y sucios, con barbas pobladas como si hubiesen vivido aislados de la civilización, decadentes pero con porte orgulloso e imponentes.
Lazarus detuvo su caballo maltrecho, montado junto a él una niña desaliñada dormía; intercambio unas palabras con los ochos restantes que parecían hablar la lengua del norte y no entender ni una palabra de esa tierra, y todos se detuvieron, algunos incluso bajaron de sus caballos con tremenda agilidad. El sacerdote se acerco, y en un perfecto francés Lazarus les pidió el refugio, al principio pareció no reconocerle pero tras unos segundos lo consiguió y les dio paso al interior. Otras palabras extranjeras, y un susurro a la niña para que se despertara. El más grande los ochos restantes camino junto a su caballo y cogió a la niña como si no pesará nada en brazos para que Lazarus también bajará de su caballo.
“Mercenarios” Pensaría el buen observador porque ningún parecía ser cazadores o inquisidores, “¿Pero por qué caminar con mercenarios?”
Lazarus camino al patio interior de las cuadras tirando de las riendas del cansado animal, manos vendadas en sangrante y sucios vendajes, y sin quererlo sus ojos azules como el hielo se detuvieron al ver al reconocerla a ella.
Por un segundo sintió como si su corazón se detuviese.
C. Lazarus Morrigan- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 24/11/2011
Re: Mientras el sediento busca agua, el agua está también buscando al sediento. {Privado; Lazarus.}
La mujer -entonces sola- se alzó desde el suelo para dar la "bienvenida" al grupo de hombres que parecían necesitar asilo en aquel lugar. Primero sintió la inminente amenaza, ya que no solían frecuentar aquel lugar hombres tan fornidos ni tan preparados para una posible pelea. Que ella fuese una inquisidora y luchadora nata, no significaba que no pudiera apocarse ante tanto varón.
Pero todos ellos tenían algo en común y era la suciedad en sus ropas y la apariencia desaliñada. Pero de entre ellos pudo reconocer a alguien -que por mucha mugre portase encima- seguía teniendo la misma mirada, una en la que podías fácilmente mirar en el interior de su alma, saber si mentía o decía la verdad, pero... ésta vez era distinto, había algo en ella que no estaba bien.
Pese a que tan solo hubiesen pasado dos segundos con la mirada fijada en la ajena, pudo notar como aquella coraza construida con sangre y fuego se le hacía añicos.
- Entren, el padre Antonio les ayudará, - Repasó la mirada por cada hombre, a los ojos, notando la leve incomodidad que se estaba creando a su alrededor. - Creyentes o no. - Aclaró.
Jessica se acercó al hombre más grande e instó a que dejase a la niña entre sus brazos. - Déjame que la examine. - Con sumo cuidado tomó a la niña entre sus brazos, de todos modos era la que más atención necesitaba, además de necesitar un momento a solas con la escusa de sanar a la niña, para reordenar su caótico pensar.
No pudo evitar hacerse mil y una preguntas, sentir cómo el miedo, la ira, el rencor, el… bueno, todas aquellas sensaciones le quemaban a flor de piel. - Lazarus – Susurró una vez dentro de la habitación donde dejó reposar a la niña, como si necesitase paladear su nombre o recordarlo cómo era en la voz propia, como si parte de ella se negase a creer que aquello pudiera ser posible.
Mientras tanto, en el otro salón, el padre Antonio se disponía a dejar algunas ropas que tenían reservadas a los viajeros como ellos o para gente que de verdad lo necesitase. El hombre parecía estar contento por el simple hecho de ver su “casa” llena, aunque éstos fuesen hombres que necesitaban más que ayuda.
- Dejen su ropa en éste cesto y mientras os podréis poner lo que os traje. – Dijo con aquel característico tono de voz. – Iré a preparar algo caliente para que vuestros huesos no se resientan más por el frío. – Siempre amable, siempre sonriente el cura desapareció de escena para dejar cierta intimidad a los hombres, o bien para que se acomodasen en aquel salón que con tanto hombre parecía más una taberna a las 3 de la madrugada.
Jessica, permaneció en aquella pequeña habitación, tratando de sanar a la niña. Ella estaba perfectamente, al parecer había acumulado tantas horas de sueño que era muy difícil hablar con ella sin que se volviera a dormir. – Descansa pequeña… mañana hablaremos, ahora duerme. – Jessica besó su frente y apagó la vela para que la oscuridad acompañase a la pequeña en el largo camino del sueño con más comodidad. Una vez fuera, entró en el salón con una tina de agua, vendas impolutas y otros ungüentos para curar las viejas o recientes heridas de los nuevos huéspedes. Allí, una vez ella entró, se hizo el silencio.
- Pueden seguir hablando, señores, les prometo que no me asustaré. – Dijo seria, pero con un deje “chistoso”, dejando el balde con agua sobre una mesilla. – Vine a curar sus heridas y no aceptaré un no por respuesta, las heridas mal tratadas pueden causaros gangrena o algo peor, la muerte, así que permitidme que os sane. – Dijo en general, procurando no centrar su atención en Él.
Pero todos ellos tenían algo en común y era la suciedad en sus ropas y la apariencia desaliñada. Pero de entre ellos pudo reconocer a alguien -que por mucha mugre portase encima- seguía teniendo la misma mirada, una en la que podías fácilmente mirar en el interior de su alma, saber si mentía o decía la verdad, pero... ésta vez era distinto, había algo en ella que no estaba bien.
Pese a que tan solo hubiesen pasado dos segundos con la mirada fijada en la ajena, pudo notar como aquella coraza construida con sangre y fuego se le hacía añicos.
- Entren, el padre Antonio les ayudará, - Repasó la mirada por cada hombre, a los ojos, notando la leve incomodidad que se estaba creando a su alrededor. - Creyentes o no. - Aclaró.
Jessica se acercó al hombre más grande e instó a que dejase a la niña entre sus brazos. - Déjame que la examine. - Con sumo cuidado tomó a la niña entre sus brazos, de todos modos era la que más atención necesitaba, además de necesitar un momento a solas con la escusa de sanar a la niña, para reordenar su caótico pensar.
No pudo evitar hacerse mil y una preguntas, sentir cómo el miedo, la ira, el rencor, el… bueno, todas aquellas sensaciones le quemaban a flor de piel. - Lazarus – Susurró una vez dentro de la habitación donde dejó reposar a la niña, como si necesitase paladear su nombre o recordarlo cómo era en la voz propia, como si parte de ella se negase a creer que aquello pudiera ser posible.
Mientras tanto, en el otro salón, el padre Antonio se disponía a dejar algunas ropas que tenían reservadas a los viajeros como ellos o para gente que de verdad lo necesitase. El hombre parecía estar contento por el simple hecho de ver su “casa” llena, aunque éstos fuesen hombres que necesitaban más que ayuda.
- Dejen su ropa en éste cesto y mientras os podréis poner lo que os traje. – Dijo con aquel característico tono de voz. – Iré a preparar algo caliente para que vuestros huesos no se resientan más por el frío. – Siempre amable, siempre sonriente el cura desapareció de escena para dejar cierta intimidad a los hombres, o bien para que se acomodasen en aquel salón que con tanto hombre parecía más una taberna a las 3 de la madrugada.
Jessica, permaneció en aquella pequeña habitación, tratando de sanar a la niña. Ella estaba perfectamente, al parecer había acumulado tantas horas de sueño que era muy difícil hablar con ella sin que se volviera a dormir. – Descansa pequeña… mañana hablaremos, ahora duerme. – Jessica besó su frente y apagó la vela para que la oscuridad acompañase a la pequeña en el largo camino del sueño con más comodidad. Una vez fuera, entró en el salón con una tina de agua, vendas impolutas y otros ungüentos para curar las viejas o recientes heridas de los nuevos huéspedes. Allí, una vez ella entró, se hizo el silencio.
- Pueden seguir hablando, señores, les prometo que no me asustaré. – Dijo seria, pero con un deje “chistoso”, dejando el balde con agua sobre una mesilla. – Vine a curar sus heridas y no aceptaré un no por respuesta, las heridas mal tratadas pueden causaros gangrena o algo peor, la muerte, así que permitidme que os sane. – Dijo en general, procurando no centrar su atención en Él.
Jessica Saint-Bonnet- Inquisidor Clase Alta
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Re: Mientras el sediento busca agua, el agua está también buscando al sediento. {Privado; Lazarus.}
Ni una palabra intercambiada, solo miradas podían decir mucho, pero de repente Lazarus sintió que a alguien le tocaba el hombro y le hablaba. Se había quedado allí paralizado, ensimismado en... ¿pensamiento alguno? No, más bien lo que ella había logrado despertar levemente en su interior, un sentimiento muy temido, reprimido pero que en aquellos tiempos y tras todo lo sucedido en la tierras del hielo, tras ver todo el horror, dudaba que la templanza fuese su mejor amiga. Cuando había visto que no merecida la pena desperdiciar los pocos minutos que podían quedarte de vida o no.
Un vistazo al hombre que le hablaba, de nuevo su atención y de soslayo vio como ella dedicaba toda su atención a la niña desapareciendo por las puertas.
Tal y como les indico el padre Antonio entraron por las puertas tras dejar los caballos y aceptaron la comida ofrecida más el calor de un techo.
Fuera hacía bastante frío y el rojizo comenzaba a inundar el mundo. Ellos habían estado toda la noche galopando y era de agradecer lo poco que ofrecían, pero mejor poco que nada, habían estado demasiados días a merced de todo.
De repente ella entro sin darse cuenta de que ninguno de aquellos hombres entendían sus palabras, en cuanto hubo silencio el más tosco de ellos con una voz que parecía que ladraba hizo una pregunta. Lazarus enseguida se levanto plantandose frente a ella.
-No entienden ni una palabra, es más pocas lenguas entienden, de donde vienen su lengua esta extinta. -Dijo con aquella voz suave y calmante. -No creo que necesiten curar heridas, tienen la suerte de... -Miro al hombre grande y rubio que había preguntando, todos tenían un aspecto extraño y salvaje, y Lazarus parecía ocultar algo con respecto a aquellos hombres, ya que sus palabras parecían escogidas con cuidado-...De no herirse, y si se hicieron heridas están todas curadas, yo por suerte se lo agradecería.
Lazarus le hablaba con aquella cortesía, sin impertinencia, como si no hubiese pasado el tiempo entre ambos, como si ella no le hubiese dejado una herida difícil de curar, como si no hubiese sufrido por su causa. Pero ahí estaba latente ese resquicio de ardor en sus ojos de hielo.
Le tendió las manos, por una parte deseando sentir su tacto. Desenvolviendo las vendas descubrió que ambas manos había pequeños cortes rectos, como si se hubiese apoyado o sostenido algo puntiaguados; pero no solo estaba aquellos rasguños pocos graves, la peor parte fue cuando le mostró la mano izquierda, la punta del dedo meñique estaba oscuro pero parecía esta recuperándose del todo, el dedo anular había sufrido grave daños, tanto que habían tenido que improvisar un corte y dejarle sin parte de aquella falange ahora incompleta pero no perdida del todo.
-No es muy profesional, pero nos vimos obligados a tomar medidas para evitar que la gangrena se extendiese...Fue el frío, soy del norte pero no tengo tanta resistencia como ellos. -Una media sonrisa se dibujo en los labios del sacerdote que ya no portaba su anillo. El hombre rubio volvió a preguntar. -Me pregunta por la niña, es su padre. -Lazarus le contesto dejandole conforme y de repente cambio de tema por completo dirigiendo sus ojos azules con profundidad y una chispa de ardor a los de ella. -Ha... pasado tanto tiempo.
C. Lazarus Morrigan- Cazador Clase Media
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Re: Mientras el sediento busca agua, el agua está también buscando al sediento. {Privado; Lazarus.}
Jessica se sintió verdaderamente intimidada por la brusquedad del hombre al hablar, pero no se lo reprocharía, siendo extranjero y tras haber sufrido cualquier calvario con su hija en medio. Igual, meditó cada palabra por parte de Lazarus, sintiendo como sus propias manos temblaban bajo el agua del balde en el que ahora empapaba un trapo. Era la mera reacción que su cuerpo tenía ante tal shock y era de entender que después de tanto tiempo sin ver a aquel hombre -que había desarmado por completo sus defensas perfectamente construidas a lo largo de los años- se sintiera desorientada. Aun así su gesto permanecía sereno, su piel no la delataba en ningún momento, como si estuviera hecha de la más fina de las porcelanas.
- Dile que ella tan solo necesita dormir... tan solo necesitará silencio durante la noche y algo de comida al despertar para recuperar fuerzas. - Su tono era directo, pero para nada brusco, aún seguía evadiendo la mirada del cazador con el que había compartido más de una confidencia en el pasado. Un pasado que ella no creía posible que fuera a volver tan pronto, o quizás nunca.
Aun así no tuvo remedio en mirarle a los ojos, sabía que se haría pedazos pero fué lo suficientemente orgullosa como para no dejarse vencer ante su azul mirada, pese a que la de ella pedía a gritos algo más de contacto.
Pero ella se limitó a evadir sus preguntas, o al menos el sentido que tomaban sus palabras; era muy pronto, era demasiado brusco el reencuentro como para hacer que nada ocurrió.
- Quiero saber qué ocurrió. - Musitó en un tono leve, mientras se sentaba a sus pies ayudándole con las vendas de sus manos. - Incluído lo de esos hombres. - Siguió con su labor de la forma más delicada que sabía, no por ser él, sino por la gravedad de sus heridas. Jessica se levantó un pequeño lapso de tiempo para traer una botella de alcohol. - Bebe. - Inquirió. Sabía de la gravedad de sus heridas así como él sabría que no se curarían tan solo con un par de vendas y una palmadita en la espalda. Ella tomó la botella y roció por las heridas de éste, esperando bien un fuerte grito o un crujido al apretar con fuerza sus dientes al resistirse a sentir el dolor.
- Necesito... - Los hombres la veían hacer, con cierta curiosidad, pero entonces ella se recordó que ellos no sabían su lengua, así que miró a uno de ellos y le hizo señas de "coser"; si ellos tenían a una niña en el grupo, sabrían lo que es una mujer, una que probablemente remendara sus ropas. El hombre localizó cerca la esponja donde había clavadas aguja e hilo y se lo tendió a ella. Ella como respuesta inclinó levemente la cabeza con un escueto gracias.
- Ahora muerde el trapo, te va a doler y no queremos que la niña despierte bruscamente de su sueño. - Le explicó, con una media sonrisa. No era que le gustase verle sufrir, pero si le gustaba ver a un hombre tan válido, necesitar de su ayuda.
Jessica pasó por la llama de la vela la aguja, que sujetaba firmemente entre sus dedos, para luego depositarla sobre la herida a cerrar, cosiéndola, para mayor y mejor cura.
Mientras tanto llegó la comida que tanto ansiaban los extraños. Ella realmente se sentía como si estuvieran en otra época pasada, más lejana, así como los vikingos casi.
- Dile que ella tan solo necesita dormir... tan solo necesitará silencio durante la noche y algo de comida al despertar para recuperar fuerzas. - Su tono era directo, pero para nada brusco, aún seguía evadiendo la mirada del cazador con el que había compartido más de una confidencia en el pasado. Un pasado que ella no creía posible que fuera a volver tan pronto, o quizás nunca.
Aun así no tuvo remedio en mirarle a los ojos, sabía que se haría pedazos pero fué lo suficientemente orgullosa como para no dejarse vencer ante su azul mirada, pese a que la de ella pedía a gritos algo más de contacto.
Pero ella se limitó a evadir sus preguntas, o al menos el sentido que tomaban sus palabras; era muy pronto, era demasiado brusco el reencuentro como para hacer que nada ocurrió.
- Quiero saber qué ocurrió. - Musitó en un tono leve, mientras se sentaba a sus pies ayudándole con las vendas de sus manos. - Incluído lo de esos hombres. - Siguió con su labor de la forma más delicada que sabía, no por ser él, sino por la gravedad de sus heridas. Jessica se levantó un pequeño lapso de tiempo para traer una botella de alcohol. - Bebe. - Inquirió. Sabía de la gravedad de sus heridas así como él sabría que no se curarían tan solo con un par de vendas y una palmadita en la espalda. Ella tomó la botella y roció por las heridas de éste, esperando bien un fuerte grito o un crujido al apretar con fuerza sus dientes al resistirse a sentir el dolor.
- Necesito... - Los hombres la veían hacer, con cierta curiosidad, pero entonces ella se recordó que ellos no sabían su lengua, así que miró a uno de ellos y le hizo señas de "coser"; si ellos tenían a una niña en el grupo, sabrían lo que es una mujer, una que probablemente remendara sus ropas. El hombre localizó cerca la esponja donde había clavadas aguja e hilo y se lo tendió a ella. Ella como respuesta inclinó levemente la cabeza con un escueto gracias.
- Ahora muerde el trapo, te va a doler y no queremos que la niña despierte bruscamente de su sueño. - Le explicó, con una media sonrisa. No era que le gustase verle sufrir, pero si le gustaba ver a un hombre tan válido, necesitar de su ayuda.
Jessica pasó por la llama de la vela la aguja, que sujetaba firmemente entre sus dedos, para luego depositarla sobre la herida a cerrar, cosiéndola, para mayor y mejor cura.
Mientras tanto llegó la comida que tanto ansiaban los extraños. Ella realmente se sentía como si estuvieran en otra época pasada, más lejana, así como los vikingos casi.
Jessica Saint-Bonnet- Inquisidor Clase Alta
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Re: Mientras el sediento busca agua, el agua está también buscando al sediento. {Privado; Lazarus.}
Rápidamente tradujo las palabras que ella le había transmitido, sin dejar en ningún momento de lado aquellos ojos encontrados. El rubio enorme pronuncio algo similar a un gruñido conforme y se olvidó de ellos.
Pronto se dejo hacer siguiendo sus indicaciones, en cuanto ella quiso iniciar su primer contacto sin quererlo Lazarus retiró su mano. Había sido un movimiento instintivo que hizo que agachara por un momento su vista avergonzado. Era tan extraño sentir el tacto de una piel tan suave, que le hacía estremecerse.
De nuevo le tendió la mano sin mucha resistencia y con una mirada irónica sus labios se curvaron en una sonrisa.
-No te preocupes por el dolor, los cortes pueden que escuezan pero no me harán agonizar. El dolor en mis manos lleva demasiadas horas, creo que mi cuerpo no ha tenido más remedio que tolerarlo. Raro será el no sentirlo. -Esta vez sus ojos azules le miraron con ese brillo agradecido. -Con respecto a los dedos dudo que sienta demasiado. Prácticamente ambos están perdidos, apenas puedo moverlos, si no les pedí que me cortaran el pequeño fue con cierta esperanza de tener un apoyo. -La sonrisa se borro, al parecer su actitud era un tanto pesimista con respecto a ese tema. Para Lazarus sus manos era un elemento importantísimo, era su arma más especializada ya que su modo de combatir se basaba en la puntería y habilidad de estas para lanzar cuchillos. Ya no volvería a ser lo que era con esa mano, le había costado mucho trabajo aprender a usar ambas, al menos ese entrenamiento había servido para algo, si perdía alguna, que aun no era el caso, pero si la cosa empeoraba, quien sabía.
Un gesto desagradable en su rostro, cuando sintió el frío de la aguja penetrar la piel dolorida, luego todo marcho solo.
Otro ladrido de un grandullon de pelo castaño, y luego todos rieron de un modo bastante ruidoso. Una mala mirada de reproche por parte del sacerdote.
-No pienso beber eso, ya sabéis que si lo hubiese querido lo hubiese hecho antes de pediros cortar el primero. -Les reprocho en el propio francés, a veces le hablaba en otro idioma, y ellos captaban palabras. Desde que inició su viaje lo había procurado para que aprendiesen la lengua del nuevo país que tenían que visitar.
Lazarus volvió a mirar a Jessica que estaba demasiado atenta con su labor, una labor que había que admitir de precisa y muy cuidada.
-La verdad poco que pueda contar... Aquí. -Sus ojos rodearon a aquellos hombres, en su cabeza solo rondaba limitar sus palabra al menos delante de ellos. -Nuestro viaje ha sido muy largo, venimos desde el norte, la zonas bajas de noruega. Tuve en accidente con las “tropas francesas” a las que acompañaba y... Ellos me encontraron y me salvaron la vida por así decirlo, y yo intento devolverles la deuda. Tenemos... Intereses comunes. ¿Podríamos hablar en un sitio más privado? Ya sé que seguramente le incomodará mi compañía, madame Saint Bonett, pero... -Ya no le llamaba “señorita”, en su formula corte ya se refería a ella como una mujer casada. Aun recordaba el último detalle de su encuentro. -Es necesario que hablemos.
Pronto se dejo hacer siguiendo sus indicaciones, en cuanto ella quiso iniciar su primer contacto sin quererlo Lazarus retiró su mano. Había sido un movimiento instintivo que hizo que agachara por un momento su vista avergonzado. Era tan extraño sentir el tacto de una piel tan suave, que le hacía estremecerse.
De nuevo le tendió la mano sin mucha resistencia y con una mirada irónica sus labios se curvaron en una sonrisa.
-No te preocupes por el dolor, los cortes pueden que escuezan pero no me harán agonizar. El dolor en mis manos lleva demasiadas horas, creo que mi cuerpo no ha tenido más remedio que tolerarlo. Raro será el no sentirlo. -Esta vez sus ojos azules le miraron con ese brillo agradecido. -Con respecto a los dedos dudo que sienta demasiado. Prácticamente ambos están perdidos, apenas puedo moverlos, si no les pedí que me cortaran el pequeño fue con cierta esperanza de tener un apoyo. -La sonrisa se borro, al parecer su actitud era un tanto pesimista con respecto a ese tema. Para Lazarus sus manos era un elemento importantísimo, era su arma más especializada ya que su modo de combatir se basaba en la puntería y habilidad de estas para lanzar cuchillos. Ya no volvería a ser lo que era con esa mano, le había costado mucho trabajo aprender a usar ambas, al menos ese entrenamiento había servido para algo, si perdía alguna, que aun no era el caso, pero si la cosa empeoraba, quien sabía.
Un gesto desagradable en su rostro, cuando sintió el frío de la aguja penetrar la piel dolorida, luego todo marcho solo.
Otro ladrido de un grandullon de pelo castaño, y luego todos rieron de un modo bastante ruidoso. Una mala mirada de reproche por parte del sacerdote.
-No pienso beber eso, ya sabéis que si lo hubiese querido lo hubiese hecho antes de pediros cortar el primero. -Les reprocho en el propio francés, a veces le hablaba en otro idioma, y ellos captaban palabras. Desde que inició su viaje lo había procurado para que aprendiesen la lengua del nuevo país que tenían que visitar.
Lazarus volvió a mirar a Jessica que estaba demasiado atenta con su labor, una labor que había que admitir de precisa y muy cuidada.
-La verdad poco que pueda contar... Aquí. -Sus ojos rodearon a aquellos hombres, en su cabeza solo rondaba limitar sus palabra al menos delante de ellos. -Nuestro viaje ha sido muy largo, venimos desde el norte, la zonas bajas de noruega. Tuve en accidente con las “tropas francesas” a las que acompañaba y... Ellos me encontraron y me salvaron la vida por así decirlo, y yo intento devolverles la deuda. Tenemos... Intereses comunes. ¿Podríamos hablar en un sitio más privado? Ya sé que seguramente le incomodará mi compañía, madame Saint Bonett, pero... -Ya no le llamaba “señorita”, en su formula corte ya se refería a ella como una mujer casada. Aun recordaba el último detalle de su encuentro. -Es necesario que hablemos.
C. Lazarus Morrigan- Cazador Clase Media
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Re: Mientras el sediento busca agua, el agua está también buscando al sediento. {Privado; Lazarus.}
En cualquier otra situación su aceptación al dolor le hubiese parecido de lo más respetable, pero en cierta medida, tenía miedo porque el cazador estuviese en tal punto de insensibilidad que ni siquiera se quejase al notar como curaba aquella parte de su dedo que temía perder. Con suerte y los cuidados precisos no lo haría, aunque la herida era del todo desagradable, era más llevadero que perderlo por completo.
Cuantas veces Jessica sopesó la idea de deshacerse de uno de sus dedos, aquel que tanto le pesaba llevar el anillo de casada, pero que por sus ideales y aquellas reglas absurdas, debería llevar hasta “que la muerte los separe”; para no ver más aquel anillo, aquella carga sin tener que explicar el por qué se lo había quitado. Con un dedo menos, nadie hablaría. Ella, sería libre.
Jessica se sintió realmente incómoda al no entender cual idioma era aquel, ya que ella había sido instruida desde muy niña en el arte de la palabra, la lengua, todo lo que tuviera que ver con los idiomas y otras artes que la hicieron ser como hoy en día es.
Poco le gustaba la idea de estar a solas con Lazarus. Ya de por sí difícil era la estadía en la misma habitación como para tener que luchar contra sentimientos contradictorios en una habitación, a solas.
- Quiero que conste que de no ser por la información, declinaría la oferta. Y agradecería que dejase ese tono tan solemne conmigo; no somos desconocidos.
Dijo como quien hablaba con una persona ajena, respetable, no como si hablara con el hombre que pudo haber sido y no fue, a su lado.
Aprovechando que los hombres festejaban la llegada de la comida, Jessica se recogió el vestido para ponerse en pié, aún con la mirada puesta en cualquier lado menos en la suya, esperando que así sus más sinceras opiniones salieran a la luz nocturna; entonces guió a Lazarus hasta las escaleras que subían hacia su habitación, que abarcaba todo el ático. Tras abrir la puerta allí se podrían vislumbrar la cama, un gran ventanal, un escritorio con hojas y diversos artilugios y al lado contrario algo cubierto con una sábana, bien podría adivinarse al trasluz que se trataba de un lienzo a medio pintar.
- Habla.
Dijo mientras depositaba la pequeña vela sobre el escritorio, de espaldas a él, esperando aquella enigmática versión.
Cuantas veces Jessica sopesó la idea de deshacerse de uno de sus dedos, aquel que tanto le pesaba llevar el anillo de casada, pero que por sus ideales y aquellas reglas absurdas, debería llevar hasta “que la muerte los separe”; para no ver más aquel anillo, aquella carga sin tener que explicar el por qué se lo había quitado. Con un dedo menos, nadie hablaría. Ella, sería libre.
Jessica se sintió realmente incómoda al no entender cual idioma era aquel, ya que ella había sido instruida desde muy niña en el arte de la palabra, la lengua, todo lo que tuviera que ver con los idiomas y otras artes que la hicieron ser como hoy en día es.
Poco le gustaba la idea de estar a solas con Lazarus. Ya de por sí difícil era la estadía en la misma habitación como para tener que luchar contra sentimientos contradictorios en una habitación, a solas.
- Quiero que conste que de no ser por la información, declinaría la oferta. Y agradecería que dejase ese tono tan solemne conmigo; no somos desconocidos.
Dijo como quien hablaba con una persona ajena, respetable, no como si hablara con el hombre que pudo haber sido y no fue, a su lado.
Aprovechando que los hombres festejaban la llegada de la comida, Jessica se recogió el vestido para ponerse en pié, aún con la mirada puesta en cualquier lado menos en la suya, esperando que así sus más sinceras opiniones salieran a la luz nocturna; entonces guió a Lazarus hasta las escaleras que subían hacia su habitación, que abarcaba todo el ático. Tras abrir la puerta allí se podrían vislumbrar la cama, un gran ventanal, un escritorio con hojas y diversos artilugios y al lado contrario algo cubierto con una sábana, bien podría adivinarse al trasluz que se trataba de un lienzo a medio pintar.
- Habla.
Dijo mientras depositaba la pequeña vela sobre el escritorio, de espaldas a él, esperando aquella enigmática versión.
Jessica Saint-Bonnet- Inquisidor Clase Alta
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Re: Mientras el sediento busca agua, el agua está también buscando al sediento. {Privado; Lazarus.}
Siguiéndola hacia la sala continuo, en un principio tuvo pocas esperanzas de que accediera a su petición, aunque por otra parte y conociéndola sabía que la curiosidad podría con ella.
Ya allí sola el silencio incómodo comenzó a aflorar en su suspense, al parecer el hecho de conocerse de antes y el hecho de que Lazarus le hubiese mostrado y confesado cosas que no hubiese hecho antes, no iba hacer que todo fuese menos... Cortante, ya que parecía haber cierta tensión, para Lazarus podía definirse tensión sexual no resuelta.
Por mucho que en el norte helase demasiado, por mucho que hubiese pasado penalidad, no había habido ni un día, ni un maldito solo día, que no la hubiese tenido presente en su mente, aunque fuese solo unos segundo, aunque hubiese sido de una manera efímera.
Pensó que marcharse le curaría el requebrajo interno de sus pasiones no liberadas, pero no. Solo le había servido para echarla más de menos, y recuperar el temple. Aunque teniéndolo frente a él, una pequeña parte de él deseaba besarla.
-Solo le hablo con ese tono desde el mayor respeto que puedo ofrecerle a una mujer casada. -Había soltado sin pensarlo demasiado, ya que le parecía muy irónico el que quisiese que le hablase desde otra formalidad, cuando ya había recibido su rechazo.
Un gesto de disculpa, y arrepentimiento que se hizo de notar demasiado, ya que le había faltado el morderse la lengua, pero sus modales, de reprimir pensamientos hirientes se habían trastocado también en el viaje, donde comprendió que la vida era demasiado corta para desperdiciarla.
-No sabes si estas al tanto, pero dentro de nuestro gremio estamos divididos. La última vez que nos vimos, pedí mi renovación y vuelta a la orden, ellos prefirieron que conservara mi condición, al parecer mi independencia le parecía bastante útil. Estamos en un estado donde la traición y las conspiraciones entre hermanos está a la orden del día. -Pausa. -Mi misión para descubrir a los artífices, infiltrarme como sacerdote entre las tropas francesas (hay muchos de los nuestros alistados) y descubrir sus intenciones. Viajamos muy al norte y... bueno... -Ahí llegaban las dudas, o más bien la información omitida. -No sé como pero descubrieron mis intenciones, así que me golpearon y dejaron maniatado en una barca sin remos. Ahí fue cuando estos hombres me encontraron, o más bien como esta manada me encontró. -Unos minutos de silencio, acababa de revelar la identidad de sus acompañantes, en contra de sus normas estaban acogiendo sin saberlo licántropos. -Me acogieron durante todos estos meses, y aprendí a vivir como ellos. Tendría que estar hablando durante noches para que supieras lo fascinante que son -Dentro toda aquella seriedad, sin querer Lazarus sonrió, si, una sonrisa sincera, alegre y soñadora que le otorgaba un brillo de juventud y atractivo. -Conocía a su "rey", son varios, y a todos se le llaman Licaón aunque tienen un segundo nombre para distinguirlos. Son "hombres" que han vivido, no siglos, sino miles de años y el tiempo no parece haber deteriorado su cultura. Conocí su modo de vida, este grupo en particular que me recogió son balleneros, son hombres de costa pero se ganan la vida de muchas maneras, y también conocí su historias, y fue una de la historias de Licaón lo que nos trajo aquí. –Y aquel momento se puso serio y sus dedos se entrelazaron, su mirada llevaba rato perdido era como si mientras contase aquello estuviese viendo lo que sus palabras expresaban. –Me contó la historia de una inmortal que lo visito, un ser que antes no conocía (por sus palabras lo identifique como un vampiro, pero al parecer en aquella zona del norte no los conocen), una mujer que le llevo a la perdición y que tenía un don extraño –Ahí de nuevo Lazarus omitió información, era algo entre él y sus compañeros. -Como hablaba de ella parecía herido y fascinado, pude ver su retrato y la reconocí. El rostro de esa mujer empapela casi toda París con su espectáculo exótico, Lakme se hace llamar ahora y les dije que los traería a ella, de paso yo podría regresar con mi información. Jess es importante que nadie sepa lo que son, es importante que pueda llevar la información que sé, y no solo para los nuestros, sino por lo que averigüe. [/color]
Ya allí sola el silencio incómodo comenzó a aflorar en su suspense, al parecer el hecho de conocerse de antes y el hecho de que Lazarus le hubiese mostrado y confesado cosas que no hubiese hecho antes, no iba hacer que todo fuese menos... Cortante, ya que parecía haber cierta tensión, para Lazarus podía definirse tensión sexual no resuelta.
Por mucho que en el norte helase demasiado, por mucho que hubiese pasado penalidad, no había habido ni un día, ni un maldito solo día, que no la hubiese tenido presente en su mente, aunque fuese solo unos segundo, aunque hubiese sido de una manera efímera.
Pensó que marcharse le curaría el requebrajo interno de sus pasiones no liberadas, pero no. Solo le había servido para echarla más de menos, y recuperar el temple. Aunque teniéndolo frente a él, una pequeña parte de él deseaba besarla.
-Solo le hablo con ese tono desde el mayor respeto que puedo ofrecerle a una mujer casada. -Había soltado sin pensarlo demasiado, ya que le parecía muy irónico el que quisiese que le hablase desde otra formalidad, cuando ya había recibido su rechazo.
Un gesto de disculpa, y arrepentimiento que se hizo de notar demasiado, ya que le había faltado el morderse la lengua, pero sus modales, de reprimir pensamientos hirientes se habían trastocado también en el viaje, donde comprendió que la vida era demasiado corta para desperdiciarla.
-No sabes si estas al tanto, pero dentro de nuestro gremio estamos divididos. La última vez que nos vimos, pedí mi renovación y vuelta a la orden, ellos prefirieron que conservara mi condición, al parecer mi independencia le parecía bastante útil. Estamos en un estado donde la traición y las conspiraciones entre hermanos está a la orden del día. -Pausa. -Mi misión para descubrir a los artífices, infiltrarme como sacerdote entre las tropas francesas (hay muchos de los nuestros alistados) y descubrir sus intenciones. Viajamos muy al norte y... bueno... -Ahí llegaban las dudas, o más bien la información omitida. -No sé como pero descubrieron mis intenciones, así que me golpearon y dejaron maniatado en una barca sin remos. Ahí fue cuando estos hombres me encontraron, o más bien como esta manada me encontró. -Unos minutos de silencio, acababa de revelar la identidad de sus acompañantes, en contra de sus normas estaban acogiendo sin saberlo licántropos. -Me acogieron durante todos estos meses, y aprendí a vivir como ellos. Tendría que estar hablando durante noches para que supieras lo fascinante que son -Dentro toda aquella seriedad, sin querer Lazarus sonrió, si, una sonrisa sincera, alegre y soñadora que le otorgaba un brillo de juventud y atractivo. -Conocía a su "rey", son varios, y a todos se le llaman Licaón aunque tienen un segundo nombre para distinguirlos. Son "hombres" que han vivido, no siglos, sino miles de años y el tiempo no parece haber deteriorado su cultura. Conocí su modo de vida, este grupo en particular que me recogió son balleneros, son hombres de costa pero se ganan la vida de muchas maneras, y también conocí su historias, y fue una de la historias de Licaón lo que nos trajo aquí. –Y aquel momento se puso serio y sus dedos se entrelazaron, su mirada llevaba rato perdido era como si mientras contase aquello estuviese viendo lo que sus palabras expresaban. –Me contó la historia de una inmortal que lo visito, un ser que antes no conocía (por sus palabras lo identifique como un vampiro, pero al parecer en aquella zona del norte no los conocen), una mujer que le llevo a la perdición y que tenía un don extraño –Ahí de nuevo Lazarus omitió información, era algo entre él y sus compañeros. -Como hablaba de ella parecía herido y fascinado, pude ver su retrato y la reconocí. El rostro de esa mujer empapela casi toda París con su espectáculo exótico, Lakme se hace llamar ahora y les dije que los traería a ella, de paso yo podría regresar con mi información. Jess es importante que nadie sepa lo que son, es importante que pueda llevar la información que sé, y no solo para los nuestros, sino por lo que averigüe. [/color]
C. Lazarus Morrigan- Cazador Clase Media
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Re: Mientras el sediento busca agua, el agua está también buscando al sediento. {Privado; Lazarus.}
Escuchó toda la información mientras se apoyaba en la propia ventana, mirando hacia cualquier lugar dentro de la sala, con tal de hacerse una imágen mental de lo que Lazarus le contaba. Ella, mientras le oía prefirió mantenerse en silencio, estuviera o no mordiéndose la lengua para luego estallar de golpe. En cierto modo, añoraba la caricia que su voz le hacía al aire. Seguía siendo el mismo hombre soñador, pero ahora al parecer seguía sin estar atado a la iglesia. En ese contexto, Jessica sintió una repentina tranquilidad que pronto cambió a inquietud por darse cuenta ella misma de los cambios que sufría conforme el relato iba acercándose a su fín.
Se quedó unos segundos mirando a Lazarus a los ojos, un eterno silencio que se rompió con sus palabras.
- ¿Me estás diciendo que mantenga mi silencio mientras esos best... brutos, van a por una mujer y a saber contra quienes más o mejor dicho, cuántas vidas segarán en su camino, hasta lograr dar con su objetivo? - Soltó una risa corta, más parecido a un "Já". - Realmente en ocasiones pienso que no te conozco. - Entrecerró los ojos, esperando que en su propia cabeza se ordenasen los pensamientos así como las posibles vias de escape a aquel tema tan sucio como eran los tratos con la gente del norte.
- Has traído a éstas tierras infestadas de seres oscuros a una manada de lobos sin domar. - Negó con la cabeza, llevándole las manos hacia la misma para tratar de buscar alguna conexión. -Realmente no sé cómo aceptaste un trato así, Cahir. - Tras largo tiempo sin saborear su nombre en la lengua propia, aquello lo sintió como un puñal clavado en la piel; parecía tan solo un nombre, pero éste le traía tantas sensaciones, que no fué capaz de ocultar aquel incómodo momento.
- Tendrás que contarme más. Sabes tan bien como yo que un detalle puede acabar con algo importante. - "Como por ejemplo, un anillo en el dedo anular". Pensó, gracias a dios quedó en su cabeza y no fué a parar a sus labios. Pero aquellas palabras tenían un significado y él sabría a qué se refería ella sin necesidad de explicar nada.
- Se quien es esa mujer, o al menos he oído hablar de ella. No quise indagar más en el tema, no es que me sienta especialmente cómoda hablando con una mujer que casi desnuda va. - Lo vió como algo estúpido, para una mujer de "dios".
- Si me lo contaste no es porque te lo pedí. Te conozco lo suficiente como para saber que necesitas algo de mí. Mucho más lejos que un plato caliente y cobijo. - Inevitablemente se sentía más tranquila al saber que al menos no había muerto y que ahora intentaba sanarse, pese a que la suciedad de sus ropas y la poblada barba a penas le dejaban ver sus rasgos; sus ojos tan inoportunos y azules le hacían estremecer hasta perder casi el sentido. Tranquila e incómoda, dos palabras, dos sensaciones tan distintas pero que residían en el mismo cuerpo.
Jessica extendió un mapa sobre el escritorio y lo sujetó con un pisapapeles, un candelabro y su propia mano, aun así quedaba una esquina por enderezar. - Quiero saber los caminos que tomásteis, tanto el de ida como el de vuelta.
Se quedó unos segundos mirando a Lazarus a los ojos, un eterno silencio que se rompió con sus palabras.
- ¿Me estás diciendo que mantenga mi silencio mientras esos best... brutos, van a por una mujer y a saber contra quienes más o mejor dicho, cuántas vidas segarán en su camino, hasta lograr dar con su objetivo? - Soltó una risa corta, más parecido a un "Já". - Realmente en ocasiones pienso que no te conozco. - Entrecerró los ojos, esperando que en su propia cabeza se ordenasen los pensamientos así como las posibles vias de escape a aquel tema tan sucio como eran los tratos con la gente del norte.
- Has traído a éstas tierras infestadas de seres oscuros a una manada de lobos sin domar. - Negó con la cabeza, llevándole las manos hacia la misma para tratar de buscar alguna conexión. -Realmente no sé cómo aceptaste un trato así, Cahir. - Tras largo tiempo sin saborear su nombre en la lengua propia, aquello lo sintió como un puñal clavado en la piel; parecía tan solo un nombre, pero éste le traía tantas sensaciones, que no fué capaz de ocultar aquel incómodo momento.
- Tendrás que contarme más. Sabes tan bien como yo que un detalle puede acabar con algo importante. - "Como por ejemplo, un anillo en el dedo anular". Pensó, gracias a dios quedó en su cabeza y no fué a parar a sus labios. Pero aquellas palabras tenían un significado y él sabría a qué se refería ella sin necesidad de explicar nada.
- Se quien es esa mujer, o al menos he oído hablar de ella. No quise indagar más en el tema, no es que me sienta especialmente cómoda hablando con una mujer que casi desnuda va. - Lo vió como algo estúpido, para una mujer de "dios".
- Si me lo contaste no es porque te lo pedí. Te conozco lo suficiente como para saber que necesitas algo de mí. Mucho más lejos que un plato caliente y cobijo. - Inevitablemente se sentía más tranquila al saber que al menos no había muerto y que ahora intentaba sanarse, pese a que la suciedad de sus ropas y la poblada barba a penas le dejaban ver sus rasgos; sus ojos tan inoportunos y azules le hacían estremecer hasta perder casi el sentido. Tranquila e incómoda, dos palabras, dos sensaciones tan distintas pero que residían en el mismo cuerpo.
Jessica extendió un mapa sobre el escritorio y lo sujetó con un pisapapeles, un candelabro y su propia mano, aun así quedaba una esquina por enderezar. - Quiero saber los caminos que tomásteis, tanto el de ida como el de vuelta.
Jessica Saint-Bonnet- Inquisidor Clase Alta
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Re: Mientras el sediento busca agua, el agua está también buscando al sediento. {Privado; Lazarus.}
Unos segundo en silencio, sus ojos de hielo le miraban directamente, con esa mirada capaz de penetrar en los más profundo del alma y desnudarla hasta tal punto de producir incomodidad. Luego se acerco a ella y marco con el dedo parte de los caminos, pero luego se detuvo y o revelo mas.
-No voy a ponerlos en peligro, además esta zona no la conozco, ellos se aseguraron de que no me quedara bien con el camino.
>>No sé quedarán, no acabaran con vidas a no ser que la suya se vea en peligro. Acepte porque me pareció razonable a cambio de haberme salvado la vida, además por el detalle de esa mujer. -Los defendía “por qué”, Lazarus había vivido con ellos casi un año, había llevado su modo de vida y sus ojos se habían abierto, había visto lo que había tras la leyenda de aquellas bestias, había visto humanidad, había visto de que su caza no tenía el sentido que antes. Por un momento se sorprendió al ver que ella había nombrado su “nombre”, aquello era tan personal, solo le llamaban así... ¿Ya nadie? ¿Padre Antonio? Aquellos que conocían su verdadera historia. -Puede que lo que conozcas de esa mujer solo sea “su pantomima”. Jessica ese vampiro no es como lo que estamos acostumbrados a ver, como los que conocemos, tiene más de un milenio, incluso más, es demasiado antiguo. Y sigue vivo, no ha seguido el camino habitual del vampiro que es inmolarse.
>>Consiguió diezmar a más de la mitad de una manada de licántropos, ella sola y durmiendo en la cama de su Rey, y sobrevivió. “Ellos” la temen, pero su Rey la quiere de vuelta, insisto no es como los vampiros que conocemos. Se alimenta de los de su especie, y no solo la buscan “ellos”, hay más... Entre los nuestros dentro de las tropas francesas también escuche hablar de ella, al parecer algunos de los nuestros le siguen el rastro por todo el mundo, pero ¿Por qué Jess? ¿Que puede tener un simple vampiro de mas de mil años que deseen tanto? Porque dicen que tiene el don de “ver”, no sé exactamente a lo que se referían, pero como hablaban de ella... -Ya había sobrepasado las formalidades atreviéndose a llamarla de ese modo, sus ojos la miraban buscando la comprensión y el entendimiento ante la situación, luego su tono de voz cambio. -Además ella es rival del prometido de Tara.
Silencio, ahí estaba otro de sus motivos. Tara, su hija, aun le removía el saber que en aquel tiempo en el que había estado ausente ella estaba a merced de un vampiro, pero confiaba en Jessica, confiaba en que ella hubiese procurado mantenerla a salvo, en retrasar esa boda.
Unos pasos por parte de Lazarus acercándose a ella, sus ojos mostraban esa inquietud y pena interna ¿con respecto a su historia del pasado? ¿o sería por otra cosa? ¿la historia de ambos y el rechazo?, ahí estaba esa seriedad.
-Sabes lo que quiero de ti, son dos cosas: La primera tu ayuda, la segunda... -Sus ojos la miraron con ese ardor, sin poder evitarlo. Un gesto atrevido de apartarle los cabellos con delicadeza, de rozarle la cálida mejilla con el índice de un modo efímero, dejando aquel cosquilleo. -...no puedes dármela, tranquila soy consciente de ello. -Su voz seguía con ese matiz peculiar, tan suya, tan acariciante en el aire, no era un susurro, era un sonido demasiado agradable.
-No voy a ponerlos en peligro, además esta zona no la conozco, ellos se aseguraron de que no me quedara bien con el camino.
>>No sé quedarán, no acabaran con vidas a no ser que la suya se vea en peligro. Acepte porque me pareció razonable a cambio de haberme salvado la vida, además por el detalle de esa mujer. -Los defendía “por qué”, Lazarus había vivido con ellos casi un año, había llevado su modo de vida y sus ojos se habían abierto, había visto lo que había tras la leyenda de aquellas bestias, había visto humanidad, había visto de que su caza no tenía el sentido que antes. Por un momento se sorprendió al ver que ella había nombrado su “nombre”, aquello era tan personal, solo le llamaban así... ¿Ya nadie? ¿Padre Antonio? Aquellos que conocían su verdadera historia. -Puede que lo que conozcas de esa mujer solo sea “su pantomima”. Jessica ese vampiro no es como lo que estamos acostumbrados a ver, como los que conocemos, tiene más de un milenio, incluso más, es demasiado antiguo. Y sigue vivo, no ha seguido el camino habitual del vampiro que es inmolarse.
>>Consiguió diezmar a más de la mitad de una manada de licántropos, ella sola y durmiendo en la cama de su Rey, y sobrevivió. “Ellos” la temen, pero su Rey la quiere de vuelta, insisto no es como los vampiros que conocemos. Se alimenta de los de su especie, y no solo la buscan “ellos”, hay más... Entre los nuestros dentro de las tropas francesas también escuche hablar de ella, al parecer algunos de los nuestros le siguen el rastro por todo el mundo, pero ¿Por qué Jess? ¿Que puede tener un simple vampiro de mas de mil años que deseen tanto? Porque dicen que tiene el don de “ver”, no sé exactamente a lo que se referían, pero como hablaban de ella... -Ya había sobrepasado las formalidades atreviéndose a llamarla de ese modo, sus ojos la miraban buscando la comprensión y el entendimiento ante la situación, luego su tono de voz cambio. -Además ella es rival del prometido de Tara.
Silencio, ahí estaba otro de sus motivos. Tara, su hija, aun le removía el saber que en aquel tiempo en el que había estado ausente ella estaba a merced de un vampiro, pero confiaba en Jessica, confiaba en que ella hubiese procurado mantenerla a salvo, en retrasar esa boda.
Unos pasos por parte de Lazarus acercándose a ella, sus ojos mostraban esa inquietud y pena interna ¿con respecto a su historia del pasado? ¿o sería por otra cosa? ¿la historia de ambos y el rechazo?, ahí estaba esa seriedad.
-Sabes lo que quiero de ti, son dos cosas: La primera tu ayuda, la segunda... -Sus ojos la miraron con ese ardor, sin poder evitarlo. Un gesto atrevido de apartarle los cabellos con delicadeza, de rozarle la cálida mejilla con el índice de un modo efímero, dejando aquel cosquilleo. -...no puedes dármela, tranquila soy consciente de ello. -Su voz seguía con ese matiz peculiar, tan suya, tan acariciante en el aire, no era un susurro, era un sonido demasiado agradable.
C. Lazarus Morrigan- Cazador Clase Media
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Re: Mientras el sediento busca agua, el agua está también buscando al sediento. {Privado; Lazarus.}
Jessica le escuchó decir, incluso podía sentir su cuerpo caminar muy cerca de ella; ese aura que desprendía siempre le había hecho perder la cabeza e incluso se obligaba a recordarse una y otra vez que debía seguir respirando; con él allí se le olvidaba.
- Tara está bien, por suerte. Ella cayó enferma, tras un par de meses bajo mis completos cuidados, logró recuperarse. Luego conseguí interceder para dar a entender que la niña aún no había recibido todas sus clases para convertirse en una buena esposa; las escusas se acaban y la siguiente primavera la niña será suya.
Prácticamente como si fuera mercancía, pese a las duras palabras de Jessica, Tara había pasado a formar parte de su vida propia y si podía hacer algo para mejorar la calidad de su vida, lo haría con los ojos cerrados aunque ésta no llevase su sangre. Ese tema tan ajeno a ella pasó a ser tan suyo como lo era para el propio Lazarus.
- Su padre debería estar orgulloso de ella. - Comentó como si nada, sacando de la propia mesilla un papel igual de grande que el mapa, semi-transparente, con una sola línea trazada. Al colocarlo sobre el mapa, sus sospechas eran ciertas: El trazo coincidía con el camino que Lazarus le señaló. - Ella es una niña muy valiente, pero su debilidad la hace vulnerable ante el que será su esposo. -
Las siguientes palabras de Lazarus la hicieron temer lo peor. ¿Era mejor decirlo cuanto antes y despojarse de todo lo que la carcomía… o era mejor callar y seguir siendo la fría e imperturbable inquisidora? Mantuvo la mirada con la suya, sintiendo las emociones que ésta le transmitía; esa era su realidad, ese era su problema, ese era su talón de Aquiles… mientras él estuviese vivo, ella, moriría por él. Aun así, Jessica agachó la mirada justo cuando su mejilla sintió el contacto suave y cálido de una simple y efímera caricia.
– No durará viva ni dos semanas; sea lo que sea lo que él quiera hacer con ella. – Susurró alto.
El silencio de nuevo se hizo y la puerta fue golpeada de forma conocida; era el padre Antonio.
- Queridos míos… siento interrumpir pero Lazarus necesita lavar sus heridas cuanto antes. Apesta a pordiosero. – Dijo el cura con una risa entrañable, para dirigirse ahora directamente hacia Lazarus. – Te dejé una cuchilla bien afilada para que te despojes de toda esa barba. – Luego, miró a Jessica. – Jessica, querida…. ¿Bajarás a comer?- No tengo hambre, padre, coma usted y descanse, hoy el día ha sido muy duro. – Dijo en un tomo medianamente amable, para que el pobre hombre no se sintiera mal por lo que fuera que le preocupase a la Inquisidora, la cual era casi como una hija.
Jessica los acompañó hacia la puerta, dejando que el Padre Antonio se alejase unos pasos para asegurarse de que no interrumpía su frase.
- Si a media noche se te ocurre algo que aún no me hayas contado, aunque sea un detalle, puedes venir a decírmelo. Ésta noche no dormiré, así que no interrumpirás mi sueño. – Su tono volvía a ser conciliador, tranquilo, sin tensión alguna, tal y como le había hablado antes al viejo siervo de Dios.
- Tara está bien, por suerte. Ella cayó enferma, tras un par de meses bajo mis completos cuidados, logró recuperarse. Luego conseguí interceder para dar a entender que la niña aún no había recibido todas sus clases para convertirse en una buena esposa; las escusas se acaban y la siguiente primavera la niña será suya.
Prácticamente como si fuera mercancía, pese a las duras palabras de Jessica, Tara había pasado a formar parte de su vida propia y si podía hacer algo para mejorar la calidad de su vida, lo haría con los ojos cerrados aunque ésta no llevase su sangre. Ese tema tan ajeno a ella pasó a ser tan suyo como lo era para el propio Lazarus.
- Su padre debería estar orgulloso de ella. - Comentó como si nada, sacando de la propia mesilla un papel igual de grande que el mapa, semi-transparente, con una sola línea trazada. Al colocarlo sobre el mapa, sus sospechas eran ciertas: El trazo coincidía con el camino que Lazarus le señaló. - Ella es una niña muy valiente, pero su debilidad la hace vulnerable ante el que será su esposo. -
Las siguientes palabras de Lazarus la hicieron temer lo peor. ¿Era mejor decirlo cuanto antes y despojarse de todo lo que la carcomía… o era mejor callar y seguir siendo la fría e imperturbable inquisidora? Mantuvo la mirada con la suya, sintiendo las emociones que ésta le transmitía; esa era su realidad, ese era su problema, ese era su talón de Aquiles… mientras él estuviese vivo, ella, moriría por él. Aun así, Jessica agachó la mirada justo cuando su mejilla sintió el contacto suave y cálido de una simple y efímera caricia.
– No durará viva ni dos semanas; sea lo que sea lo que él quiera hacer con ella. – Susurró alto.
El silencio de nuevo se hizo y la puerta fue golpeada de forma conocida; era el padre Antonio.
- Queridos míos… siento interrumpir pero Lazarus necesita lavar sus heridas cuanto antes. Apesta a pordiosero. – Dijo el cura con una risa entrañable, para dirigirse ahora directamente hacia Lazarus. – Te dejé una cuchilla bien afilada para que te despojes de toda esa barba. – Luego, miró a Jessica. – Jessica, querida…. ¿Bajarás a comer?- No tengo hambre, padre, coma usted y descanse, hoy el día ha sido muy duro. – Dijo en un tomo medianamente amable, para que el pobre hombre no se sintiera mal por lo que fuera que le preocupase a la Inquisidora, la cual era casi como una hija.
Jessica los acompañó hacia la puerta, dejando que el Padre Antonio se alejase unos pasos para asegurarse de que no interrumpía su frase.
- Si a media noche se te ocurre algo que aún no me hayas contado, aunque sea un detalle, puedes venir a decírmelo. Ésta noche no dormiré, así que no interrumpirás mi sueño. – Su tono volvía a ser conciliador, tranquilo, sin tensión alguna, tal y como le había hablado antes al viejo siervo de Dios.
Jessica Saint-Bonnet- Inquisidor Clase Alta
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Re: Mientras el sediento busca agua, el agua está también buscando al sediento. {Privado; Lazarus.}
La seriedad que Lazarus mostraba en su rastro por un momento mostró alivio, y sin quererlo sus labios se curvaron en una neutra sonrisa. Al menos ella había mantenido su promesa, había procurado el bienestar de su hija, había intentado en aquel tiempo ralentizar los planes de boda, y poner todos los obstáculos que pudiera para que la fecha se retrasará más y más.
De repente y justo cuando Lazarus iba a pronunciar unas palabras de agradecimiento, ambos fueron interrumpidos. El Padre Antonio, tan inoportuno como siempre.
-Gracias. -Fue lo único que pudo decirle a Jessica antes de seguir los pasos del sacerdote, al cual, por el camino miró mal. Conocía a aquel hombre desde hace años, conocía algunas de sus confesiones, pero no todas...
Tal y como le había indicado el padre Antonio, Lazarus primero se reuniría con sus compañeros de viaje, comería junto a ellos intercambiaría unas palabras en aquel extraño idioma y luego se asearía.
Fue mirarse al espejo y sentirse de alguna manera extraño, llevaba demasiados meses con aquel aspecto salvaje y ahora volvía a verse como aquel que fue en el pasado, su rostro despejado, aquella seriedad y aspecto de ser calmado, alguna que otra nueva cicatriz y arañazo pero estaba ahí de nuevo de vuelta, sus ojos azules le devolvían la mirada.
Y mientras se miraba frente a frente al espejo, se quedo allí ensimismado en sus propios pensamiento, cierto era que no había conseguido contarle todo los detalles... Los detalles de aquella inmortal, de aquella especie de oráculo, y el detalle de la niña que les acompañaba y lo que era capaz de ver... Además de otros detalles, más personales, y tal vez... Que estúpido pensar en ello, ¡bah! Se había marchado pensando que todo se apagaría y parecía todo lo contrario que se había avivado con más fuerza y el había perdido el miedo al rechazo, que más daba si ya lo había hecho así que...
Esperó a la medianoche y como una sombra sigilosa golpeo flojito en la habitación, sin quererlo sentía como su interior se inquietaba, algo se roemovía dentro de él
De repente y justo cuando Lazarus iba a pronunciar unas palabras de agradecimiento, ambos fueron interrumpidos. El Padre Antonio, tan inoportuno como siempre.
-Gracias. -Fue lo único que pudo decirle a Jessica antes de seguir los pasos del sacerdote, al cual, por el camino miró mal. Conocía a aquel hombre desde hace años, conocía algunas de sus confesiones, pero no todas...
Tal y como le había indicado el padre Antonio, Lazarus primero se reuniría con sus compañeros de viaje, comería junto a ellos intercambiaría unas palabras en aquel extraño idioma y luego se asearía.
Fue mirarse al espejo y sentirse de alguna manera extraño, llevaba demasiados meses con aquel aspecto salvaje y ahora volvía a verse como aquel que fue en el pasado, su rostro despejado, aquella seriedad y aspecto de ser calmado, alguna que otra nueva cicatriz y arañazo pero estaba ahí de nuevo de vuelta, sus ojos azules le devolvían la mirada.
Y mientras se miraba frente a frente al espejo, se quedo allí ensimismado en sus propios pensamiento, cierto era que no había conseguido contarle todo los detalles... Los detalles de aquella inmortal, de aquella especie de oráculo, y el detalle de la niña que les acompañaba y lo que era capaz de ver... Además de otros detalles, más personales, y tal vez... Que estúpido pensar en ello, ¡bah! Se había marchado pensando que todo se apagaría y parecía todo lo contrario que se había avivado con más fuerza y el había perdido el miedo al rechazo, que más daba si ya lo había hecho así que...
Esperó a la medianoche y como una sombra sigilosa golpeo flojito en la habitación, sin quererlo sentía como su interior se inquietaba, algo se roemovía dentro de él
C. Lazarus Morrigan- Cazador Clase Media
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Re: Mientras el sediento busca agua, el agua está también buscando al sediento. {Privado; Lazarus.}
- Spoiler:
Jessica definitivamente no podía estar sola por mucho tiempo. Cuando ésto sucedía, se imbuía a una especie de trance del que difícilmente era posible sacarla. Los viejos recuerdos se entremezclaban con los nuevos y las sensaciones de siempre, aquellas que le hacían más vulnerable si cabía, acudían raudas a ella.
Para contraatacar a aquel motín en su propia psique, ells solía pintar. Sacó la tela que cubría uno de los lienzos y acercando una mesilla se dispuso a pintar, ciega, sin pensar en lo que quería dibujar, simplemente haciendo todo y cuanto sus dedos pedían hacer; ella lo sentía como un deber, como si debiera pintar diese igual la forma o el significado que su pintura mostrase.
No se sabe cuanto tiempo estuvo pintando, pero su viejo vestido - el que usaba para dormir - estaba manchado de la pintura, al igual que su propia piel y sus dedos que sujetaban con firmeza aquel pincel que acariciaba el lienzo. No sabía qué estaba pintando, realmente no lo sabía.
Unos golpes a la puerta, le sacaron de aquel tipo de trance para volver a aquel mundo que requería de ella, de un simple gesto como era el abrir la puerta.
Una vez la abrió, pareció sorprenderse, como si no se acordase de la proposición que le había dado al cazador con anterioridad; aquello era buena señal, ya que si iba a su habitación, significaba que aún no estaba todo dicho y que una vez saliera de ella, quedarían todos los cabos atados (O eso esperaba).
- Buenas noches. - Musitó y notó como la voz no le salía, por el tiempo que había permanecido su lengua pegada al paladar, mientras pintaba.
- ¿Qué necesitas? - Tomó aire, dejándole pasar, sin acordarse de que se le olvidó tapar de nuevo el lienzo en el que estaba pintando hacía unos instantes. - ¿Recordaste algún detalle importante? - Buscó un trozo de tela usada, para limpiarse los dedos y no toparse con su azul mirada.
Jessica Saint-Bonnet- Inquisidor Clase Alta
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Re: Mientras el sediento busca agua, el agua está también buscando al sediento. {Privado; Lazarus.}
Enmudecido sin poder pronunciar palabra alguna, la examino de arriba abajo. Mas piel de la que debiera veía, y a pesar de que solo llevase ese viejo vestido manchado, le parecio hermosa, tanto que sintió que su interior se removía y se abrumaba.
-La niña... -Consiguió por fin decir, mientras cerraba tras él la puerta. -La niña que viaja con nosotros, también es una de ellos, pero es diferente. Ella puede ver cosas, por eso la traemos, tiene como sueños que nos ayuda a saber por donde buscar, no ve el futuro exactamente pero vislumbra el camino, por eso es importante para nosotros. Nadie debe saber del don de la niña, nadie. Solo lo saben los suyos y nadie más, es importante para su manada al parecer, su Rey le tiene estima a su familia.
Solo dijo eso, era un dato que debía de haberse guardado pero confiaba en ella, y la verdad aunque no había ido exactamente a contarle aquello, se lo contó ya que se sintió un poco cobarde con su intención primigenia que era volver a verla, volver a estar mas tiempo a solas con ella, tentar la suerte...
-Yo... Creo que debo de marcharme. -Dijo muy poco convencido y al ver que tenía poca excusa de estar ahí mas tiempo, ella continuaba distraída limpiandose los dedos; un vistazo al cuadro que había a su lado, al parecer debía de tener insomnio y ese era un modo de distraerse. Cuando lo vio por un momento recordo a sus propias pinturas, hacía mucho que no tocaba los colores y se limitaba a seguir completando su cuaderno con simple carboncillo. Esa había sido la vida que esperaba Lazarus en su juventud, antes de que todo se torciera: fugarse con su antiguo amor a tierras francesas y vivir ambos de su talento artístico como verdaderos bohemios, sin preocupaciones de futuro, sin obligaciones mundanas, solo el presente y solo apoyarse el uno al otro... Y nunca sucedería aquello, porque el pensó que "ella" no estaba hecha para esa vida, "ella" no estaba hecha para pasar hambre, y luego estaba el tema del embarazo... Aquello solo era pensar en el pasado que se había quedado muerto.
-No sabía que pintarás. -Tras el largo silencio, encontró la excusa. Sin permiso se acerco a ella mirándola con esos ojos de hielo que se fundía en los de ella, su mano se alargo y con delicadeza sus dedos limpiaron la mancha de pintura que tenía en la mejilla. Su tacto hizo que su corazón se acelerase estrepitosamente, y luego aun más cuando encontró el valor para hacer aquello.
Sin forzar la cosa sus pasos se había adelantado demasiado aproximándose, sus labios buscaron acariciar los de ella al principio con cierta timidez y precaución, luego lentamente y suavemente, como si con aquel roce parsimonico pudiese embriagarse y beber de ellos unos pequeños sorbitos, como si quisiera probarlo y disfrutarlos en lo mínimo, luego llego el beso más profundo, más apasionado... Sus brazos sin quererlo la había estrechado suavemente contra su cuerpo, creando una pequeña cárcel, una suave atadura no forzada.
-La niña... -Consiguió por fin decir, mientras cerraba tras él la puerta. -La niña que viaja con nosotros, también es una de ellos, pero es diferente. Ella puede ver cosas, por eso la traemos, tiene como sueños que nos ayuda a saber por donde buscar, no ve el futuro exactamente pero vislumbra el camino, por eso es importante para nosotros. Nadie debe saber del don de la niña, nadie. Solo lo saben los suyos y nadie más, es importante para su manada al parecer, su Rey le tiene estima a su familia.
Solo dijo eso, era un dato que debía de haberse guardado pero confiaba en ella, y la verdad aunque no había ido exactamente a contarle aquello, se lo contó ya que se sintió un poco cobarde con su intención primigenia que era volver a verla, volver a estar mas tiempo a solas con ella, tentar la suerte...
-Yo... Creo que debo de marcharme. -Dijo muy poco convencido y al ver que tenía poca excusa de estar ahí mas tiempo, ella continuaba distraída limpiandose los dedos; un vistazo al cuadro que había a su lado, al parecer debía de tener insomnio y ese era un modo de distraerse. Cuando lo vio por un momento recordo a sus propias pinturas, hacía mucho que no tocaba los colores y se limitaba a seguir completando su cuaderno con simple carboncillo. Esa había sido la vida que esperaba Lazarus en su juventud, antes de que todo se torciera: fugarse con su antiguo amor a tierras francesas y vivir ambos de su talento artístico como verdaderos bohemios, sin preocupaciones de futuro, sin obligaciones mundanas, solo el presente y solo apoyarse el uno al otro... Y nunca sucedería aquello, porque el pensó que "ella" no estaba hecha para esa vida, "ella" no estaba hecha para pasar hambre, y luego estaba el tema del embarazo... Aquello solo era pensar en el pasado que se había quedado muerto.
-No sabía que pintarás. -Tras el largo silencio, encontró la excusa. Sin permiso se acerco a ella mirándola con esos ojos de hielo que se fundía en los de ella, su mano se alargo y con delicadeza sus dedos limpiaron la mancha de pintura que tenía en la mejilla. Su tacto hizo que su corazón se acelerase estrepitosamente, y luego aun más cuando encontró el valor para hacer aquello.
Sin forzar la cosa sus pasos se había adelantado demasiado aproximándose, sus labios buscaron acariciar los de ella al principio con cierta timidez y precaución, luego lentamente y suavemente, como si con aquel roce parsimonico pudiese embriagarse y beber de ellos unos pequeños sorbitos, como si quisiera probarlo y disfrutarlos en lo mínimo, luego llego el beso más profundo, más apasionado... Sus brazos sin quererlo la había estrechado suavemente contra su cuerpo, creando una pequeña cárcel, una suave atadura no forzada.
C. Lazarus Morrigan- Cazador Clase Media
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Re: Mientras el sediento busca agua, el agua está también buscando al sediento. {Privado; Lazarus.}
Escuchó atenta sus palabras, ahora entendía la protección hacia aquella hermosa niña que descansaba en el piso de abajo, aquella que en sus dulces sueños vería el descanso merecido por tan largo viaje.
Pero no fué aquella noticia lo que la dejó sin sentido, sin aliento, sino lo que ocurrió a continuación.
Jessica sintió el roce de sus dedos en su mejilla, ella por entonces bajó la mirada para no destrozar su alma más de lo que estaba, pero no pudo, sucumbió a su mirada y fué por ello mismo que no decidió apartarse de tan dulces y cálidos labios que parecían regalarle un pedazo de su alma. Quiso retirarse, apartarse, dejarle salir por la puerta la cual había abierto, pero no encontró el valor suficiente como para articular palabra, tampoco su cuerpo parecía querer rechazar aquella propuesta que la dejaba sin aliento; pero aun así tenía miedo, quería ser amada y dudaba de que Lazarus pudiera hacerlo sin dañarla en el intento.
Siguió el beso con la misma intensidad que el cazador le proporcionaba, acompasando así el ritmo de su corazón que parecía tocar una suave melodía pese a la fiereza de sus sacudidas.
Se separó lentamente, apoyando su propia frente sobre los labios ajenos.
- ¿Por qué yo Cahir...? ¿Por qué me haces ésto...? - Dijo entre susurros para no despertar a los demás, pero pese a que sus palabras fuesen de reproche, parecían más bien un pensamiento en voz alta. - Podrías irte con cualquier mujer, calmando esa necesidad... - Recogió el valor que pudo para mirarle de nuevo a los ojos, rota por dentro, Lazarus acababa de traspasar toda coraza; Jessica se sentía totalmente vulnerable entre sus brazos. Necesitaba de ese contacto, al igual que necesitaba el ser amada... Había extrañado tanto su presencia y recién se estaba dando cuenta ella misma, de que no servía de nada ocultar lo que verdaderamente sentía a flor de piel. Jessica jamás había estado con ningún hombre, ni siquiera con su marido, por ello de que sintiese aquello como si rompiese las normas a nivel extremo.
Jessica Saint-Bonnet- Inquisidor Clase Alta
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Re: Mientras el sediento busca agua, el agua está también buscando al sediento. {Privado; Lazarus.}
Sorprendentemente no había habido rechazo, es más sus labios habían sido correspondido con la inseguridad de la caricia ajena, la cual, ante la duda se dejo calmar por los labios de Lazarus, se dejo recibir en la sed que él tenía de los suyos.
Y en cuanto se retiraron Lazarus notó que se quedaba de beber más, que no era suficiente, pero estaba agradecido de que ella continuase entre sus brazos arropada, que ella no hubiese roto el contacto. Ahora podía sentir el leve peso de su cuerpo contra el suyo, el latir acelerado de su corazón y el suyo mismo y sus palabras.
-No hay ningún tipo de necesidad que calmar, Jess, no es algo temporal, no es algo que pueda saciarse tan fácilmente. -Le dijo con suavidad con aquella voz tan suya, con aquel tono tan apaciguador. -Ya te lo dije, te deseo pero no del modo literal.
>>Me marche de aquí intentando olvidarte tras tu rechazo, intentar enfriar aquello que en mi interior remueves, intentando deshacerme de este hechizo. Pero creo... que mi viaje solo ha servido para intensificarlo, sé que esto supone un riesgo para ambos, sé que esto es romper las reglas, pero no puedo más. Reprimirlo solo hace que sienta dolor, solo me queda intentarlo.
Sus ojos azules seguía brillando con ese ardor, y en ellos se podía ver cierta esperanza ante el leve temor de que ella volviese a herirlo. Era fácil crear una coraza para el mundo pero cuando es indómita aquel sentimiento, aquello que se convierte casi en una tortuosa obsesión, no sirve para nada crearla, es más esta coraza queda desarmada y más que sentirse cubierta por ella, más desnudo, más inmune ante los encantos, ante la mera presencia de ella, tan perturbadora y atrayente.
-No eres consciente, del poder que ejerces sobre mí. -Sus brazos volvieron a extractarla con leve fuerza, como si no quisiera soltarla y de nuevo sus labios impactaron con los suyos, no solo recorriendo sus labios sino disfrutando de la piel de su rostro, la piel de su cuello; y así siguiéndole sus manos recorriendo su cuerpo lentamente sobre sus ropas, lentamente y precavidos.
Pensaba que nunca recordaría las formas de una mujer en sus manos, pensaba que se sentiría novato después de tantos años, pero era como revivir un viejo yo perdido en una juventud casi olvidada.
Y en cuanto se retiraron Lazarus notó que se quedaba de beber más, que no era suficiente, pero estaba agradecido de que ella continuase entre sus brazos arropada, que ella no hubiese roto el contacto. Ahora podía sentir el leve peso de su cuerpo contra el suyo, el latir acelerado de su corazón y el suyo mismo y sus palabras.
-No hay ningún tipo de necesidad que calmar, Jess, no es algo temporal, no es algo que pueda saciarse tan fácilmente. -Le dijo con suavidad con aquella voz tan suya, con aquel tono tan apaciguador. -Ya te lo dije, te deseo pero no del modo literal.
>>Me marche de aquí intentando olvidarte tras tu rechazo, intentar enfriar aquello que en mi interior remueves, intentando deshacerme de este hechizo. Pero creo... que mi viaje solo ha servido para intensificarlo, sé que esto supone un riesgo para ambos, sé que esto es romper las reglas, pero no puedo más. Reprimirlo solo hace que sienta dolor, solo me queda intentarlo.
Sus ojos azules seguía brillando con ese ardor, y en ellos se podía ver cierta esperanza ante el leve temor de que ella volviese a herirlo. Era fácil crear una coraza para el mundo pero cuando es indómita aquel sentimiento, aquello que se convierte casi en una tortuosa obsesión, no sirve para nada crearla, es más esta coraza queda desarmada y más que sentirse cubierta por ella, más desnudo, más inmune ante los encantos, ante la mera presencia de ella, tan perturbadora y atrayente.
-No eres consciente, del poder que ejerces sobre mí. -Sus brazos volvieron a extractarla con leve fuerza, como si no quisiera soltarla y de nuevo sus labios impactaron con los suyos, no solo recorriendo sus labios sino disfrutando de la piel de su rostro, la piel de su cuello; y así siguiéndole sus manos recorriendo su cuerpo lentamente sobre sus ropas, lentamente y precavidos.
Pensaba que nunca recordaría las formas de una mujer en sus manos, pensaba que se sentiría novato después de tantos años, pero era como revivir un viejo yo perdido en una juventud casi olvidada.
C. Lazarus Morrigan- Cazador Clase Media
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Re: Mientras el sediento busca agua, el agua está también buscando al sediento. {Privado; Lazarus.}
Sus palabras le sonaron a gloria, por una vez en toda su vida sentía que lo que le decía era cierto, que no había probabilidad alguna de ser engañada cual ilusa. Pero el sentimiento que se arremolinaba sobre sus labios era inmenso, incapaz de ponerle nombre aún, pero de la misma forma era desafiante y atrayente como los colores de una mariposa monarca.
- No te pido amor eterno... - Susurró sobre sus labios, aún dudando en lo que estaba a punto de decir, ya que ni ella sabía cuales eran los sentimientos reales para con aquello. Si era mera atracción que se esfumaría con el primer contacto o era algo que iba más allá. - Tan solo pido respeto.
Solo pocos sabían el significado del verdadero respeto, aquello iba más lejos que la buena educación y el saber elegir las palabras. Simplemente necesitaba de alguien que no la traicionase en ninguno de sus significados.
Las caricias que Lazarus le proporcionaba las sentía tan reales, suaves e intensas que se sintió en la gloria misma, como si aquello fuera lo que siempre quiso, muy lejos de lo terrenal, de lo físico, de lo imprudente; se estaba dejando llevar en cuerpo y alma.
Las frías manos de la inquisidora, se deslizaron despacio por el pecho ajeno, sintiendo un leve cosquilleo en sus mejillas tal y como fuese la primera vez que lo hacía -y en cierta forma así era-. Subieron y subieron hasta enredar sus dedos en el cabello ajeno, sintiendo la piel del rostro ajeno suave y ya despojada de aquellas barbas que por mucho tiempoo parecía llevar. Ahí no había cabida para la suciedad, ni literal ni metafóricamente, allí todo parecía puro, sin filtros, sin resistencia, sin máscaras.
- Prométeme que no me harás daño... - Susurró cerca de su oído, aquella frase podría interpretarse de varias formas, pero para todo aquel, había tan solo un significado real.
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Jessica Saint-Bonnet- Inquisidor Clase Alta
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