De camino a Francia [Dianthe]

El sendero había sido demasiado largo, sus pies eran pesados y podía sentir el cansancio abrigar su cuerpo, ya había caminado por mucho tiempo y aun faltaba demasiado para llegar a Francia, este era el problema por el cual odiaba tener que salir de aquella ciudad y viajar hasta Grecia. Aunque claro en su forma animal todo era muy sencillo, pero había decidido no transformarse, siempre lo hacía, renegaba de su naturaleza, no se sentía contenta por esa habilidad, inclusive como muchos llamaban “Don” ella hubiera preferido ser normal, vivir una vida como las demás personas, como los humanos que no se tenían que proteger de otras razas y luchar, como esos humanos inocentes que no sabían que tipos de criaturas vivían en sus propias tierras. Se sentó sobre una roca a masajear sus pies, ya era necesario, podía sentir con claridad las piedras al pisar, ya esas zapatillas no servirían más pronto.

Dianthe se asomó por el barranco de aquellas grandes montañas para ver la distancia que le quedaba por recorrer, parecía imposible llegar hasta donde las luces de la ciudad tintineaban con delicadeza esa noche. El frío del otoño se hacía presente, y los arboles que como cada año cambiaban sus hojas lucían cada vez más opacos, así como la vida de los humanos llegaba un momento en que envejecían y morían. Para Dianthe aun era un misterio su manera de crecer, no conocía a otro cambiaformas y por desgracia la gente no hablaba de ellos, no tenía información ¿Cuánto tiempo viviría? ¿Por qué envejecía con más lentitud? ¿Era inmortal? O ¿Podía llegar a serlo? Eran muchas preguntas para una mente tan enredada como la de ella, se sentía perdida y necesitaba encontrar un camino en su vida.

A lo lejos pudo escuchar a la perfección el ruido de caballos, sabía que alguien se acercaba, pero no sabía qué tipo de persona sería, distinguía el sonido de diferentes caballos y ruedas que golpeaban en el piso con furia al correr de los cuadrúpedos, se trataba de una caravana, quizá la persona que viajaba ahí iba a Francia y quizá si era bondadosa la llevaría, después de todo eso era mejor que seguir caminando o inclusive mucho mejor que convertirse en su forma animal, caminó hasta la dirección donde interceptaría la caravana.

Pudo ver como poco a poco se acercaba hasta donde estaba ella, hizo un gesto con las manos pidiendo que se detuvieran, estaba en medio del paso y eso los obligó a detener su camino, el hombre, el conductor del carruaje la observaba con los ojos entrecerrados como si se tratase de un ladrón y claro, en esos tiempos los bandidos no dejaban pasar una oportunidad como esta para asaltar a algún viajero, ella simplemente se acercó con timidez, pero justo cuando iba a decir algo al chofer la puerta de la carroza se abrió y un hombre descendió de ella, podía ver como todos los hombres que la rodeaban de inmediato bajaron la mirada, Dianthe lo observó antes de hablar.

-Disculpe que haya detenido su avance mi Lord.

Agachó un poco la cabeza en gesto de respeto al hombre que acababa de bajar, Dianthe tendía a ser muy amable con las personas, en especial cuando no les conocía. Levantó la mirada de nuevo al hombre y jugueteando un poco con sus dedos se atrevió a hablar nuevamente.

-Quería saber si en su rumbo ustedes pasan por Francia….Estoy perdida y lejos de casa, solo busco un poco de ayuda.- Comentó observándolo con algo de timidez y vergüenza ante su petición de auxilio por decirlo de alguna manera.

El hombre había sido generoso con Dianthe, ella agradeció que aceptara llevarla inclusive podría llegar a París si se lo permitía con ellos, no parecía un mal hombre, pero siempre había que pisar con cuidado por donde pisaras. Dianthe tomó su mano y subió al carruaje luego de agradecer la ayuda por parte de el caballero, sus hombres estaban más tranquilos cuando el dio la orden de reiniciar su camino. Ya dentro del carruaje notó la amplitud de este, era lujoso lo que le daba a entender que era una persona de clase alta, quizá un duque o algo parecido, no quería indagar demasiado a menos que el accediera a contarle algo durante el trayecto en una charla amena.

Escuchó su cuestionamiento, era lo que temía Dianthe puesto que era lógico que si salías del país o viajabas por los pirineos llevaras contigo equipaje o quizá provisiones para evitar este tipo de circunstancias ¿Pero cómo explicar aquello ahora? Lo miró colocando ambas manos sobre su regazo, se había sentado frente a él para poder observarlo y por su puesto para estar alerta en caso de que algo malo pasara en ese viaje, sonrió un poco avergonzada ante la pregunta. Tendría que mentir y eso no le gustaba pero no había otra salida que explicara con lógica aquello, tampoco es que fuera a decirle “Es que soy cambiaformas pero no me gusta transformarme y pues viajo como humana siempre”.

Cuando estuvo por hablar pudo percibir el aroma de aquel hombre, no era un aroma común, quizá nunca lo había percibido, instintivamente su piel comenzó a enchinarse y una extraña sensación golpeo su estomago, su parte felina quería salir como si buscara defenderse del peligro, era esa pantera que le alertaba de algo, se puso ambas manos al pecho y se hizo para atrás en el asiento, lo miraba con algo de temor.

-Tú… tú no eres humano…

La mirada de Dianthe inspeccionaba al sujeto esperando que no se acercara, temía por su vida, pero más que nada temía por lo desconocido, nunca antes había percibido esa esencia era un aroma a muerte muy extraño, se abrazó las piernas observándolo sobre las rodillas, como una niña pequeña que se esconde al escuchar un ruido en su armario, quería cerrar los ojos pero entonces ya no vería al sujeto ni lo que hacía.

-Yo… viajo sola, venía de Grecia… nunca cargo con nada, así evito que los bandidos me roben algo, siempre camino de manera sigilosa, pero el frio es muy fuerte…

Comentó aún en su rincón, mirándolo fijamente, no sabía si debía confiar en él o no, quizá después de todo esa alerta que había despertado a su felino interno era un aviso de precaución y ella planeaba confiar en el.

El hombre comenzó a reír y claro que eso la preocupo un poco más, este mundo era como si hubiera pasado muchos años dormida, no sabía que estaba pasando en París en esas fechas, ni tampoco sabía que criaturas estarían ahí ahora. Tomó el pan que le ofrecía y sonrió un poco más tranquila ¿Qué podía pasar?

-¿Qué es un inquisidor?

Quizá la pregunta sería tonta pero necesitaba hacerla, comió un poco y agradeció el poder descansar los pies como lo hacía, su mirada recorría el rostro del hombre con cierta curiosidad, no parecía una mala persona, quizá el podría ayudarla, pero temía preguntar. Se mordió un poco el labio perdida en sus pensamientos hasta que lo escuchó hablar de nuevo.

-Si, mi familia era de ahí…

No quiso indagar mucho en su pasado, fue entonces que escuchó la presentación enorme del hombre, un Duque del imperio Romano Germánico, Dianthe sonrió y agachó un poco la cabeza en señal de respeto, sabía bien cómo comportarse y eso se lo debía a su estatus social, ya había escuchado hablar antes de él, pero jamás imaginó que sería así.

-Es un placer Duque… mi nombre es Dianthe...

Susurró lo último y luego lo vio reclinarse en su asiento y sonrió un poco fue entonces que dejó su postura preocupada y se relajó, quería saber más de él y de lo que hacía, por lo que sin más se acercó para quedar de frente a él, en movimientos lentos y gráciles, se puso de rodillas frente a él, tomó la mano del hombre con delicadeza y pasó su nariz por ella aspirando su aroma.

-¿Qué clase de criatura eres Alejandro?

Preguntó encantada respirando su esencia, ni sus sentidos desarrollados le podían dar indicio de lo que era, solo percibía el olor metálico de la sangre en su mano, además del vino. Sus ojos se mantuvieron cerrados mientras pasaba la nariz en un gesto felino aun sobre el dorso de la mano masculina, quizá eso era lo más raro que Dianthe había hecho en su vida.

Alejandro le explico sobre la inquisición y enseguida Dianthe sintió un escalofrío, no imaginaba a los humanos cazando criaturas sobrenaturales como lo eran ella o el mismo Alejandro, su estomago sufrió los estragos de aquella noticia, enseguida sus labios se abrieron de par en par quería decir algo al respecto pero no conocía nada de la inquisición justo un momento antes de hablar con él.

-Eso suena terrible… espero no encontrarme con algún inquisitor…

Su mirada recorrió el rostro de Alejandro con lentitud, notó la forma en que se sacó el guante de cuero y enseguida volvió a sujetar su mano, era frío pero no le molestaba, pasó su nariz de nueva cuenta con lentitud y pudo percibir mejor su aroma, efectivamente olía a muerte, pero no era un aroma que le desagradara a la rubia, siguió aspirando y percibió el olor de la tierra húmeda de sangre humana y de loción masculina.

-Hueles a tierra humeda… me recuerdas al bosque.

Suspiró un poco y recargó la cabeza en sus piernas, levantó la mirada y sonrió de medio lado, aquel hombre era educado, un caballero después de todo, humano o no, se había portado de manera agradable con ella, cómo nadie más lo hacía en estos tiempos y ella se sentía sola, puso sus labios sobre el dorso de la mano de Alejandro y sonrió.

-Me gusta el aroma de la tierra húmeda.

Comentó de manera alegre y se levantó sentándose a su lado, con mucho cuidado,  no quería tampoco molestarlo y le agradaba que no la hubiera rechazado cuando ella se atrevió a tocarlo o a olfatear su mano, era algo que tenía que evitar, quizás algunos no lo tomarían tan bien como él.

El rubor en las mejillas de la rubia era más que evidente, pero no quería hacerlo notar en su voz y en la forma de responderle a Alejandro, lo miró y sonrío un poco para luego bajar la cabeza.

-Gracias…aunque apuesto a que cualquier mujer con buen olfato lo diría.

Dijo a manera de jugueteo, pero era cierto, estaba segura que ese aroma no era desagradable en lo absoluto. Escucho su pregunta y pensó un poco como responder, quería ser sincera ya que él lo había sido ¿Pero como explicar lo que hacía sin sentir nostalgia? Se aferró un poco a lo que quedaba de su vestido en el regazo y lo miro.

-Bueno mi señor, tengo pocos años viviendo en Francia, mi lugar de origen son las tierras lejanas de Grecia.

Paró un poco al visualizar su lugar de origen y todo lo que había pasado, los últimos años de su vida y la tragedia que la perseguía. Se mordió un poco el labio.

-Cada año voy caminando desde Francia hasta Grecia en estas fechas… es el aniversario de muerte de mi madre….y poco tiempo después aquí mismo en Francia es el aniversario de muerte de la mujer que me crio por muchos años.

Su voz era delicada, no quería que sonara triste pero si algo nostálgica, desvío la mirada por la ventanilla del carruaje y suspiró ¿Cómo explicar el estilo de vida que tenía? Se acomodó un mechón de cabello y sonrió un poco, miró sus manos ya posadas sobre su regazo y siguió con su relato.

-Mi vida es poco común, tengo una casa en Francia y el dinero suficiente para vivir con comodidad, mi familia estaba muy bien posicionada en Grecia, pero por desgracia se disolvió por culpa de una bruja que engaño a mi padre… Vivo la mayor parte del tiempo de viaje, en el bosque… no soy mucho de estar entre la gente, mi señor.

¿Y como estar entre la gente sabiendo que era diferente? Alejandro a pesar de ser diferente parecía poderse acoplar mejor entre las personas, por eso estaba rodeado de esos guardias ¿No? Además de la inquisición que parecía algo terrible y agradecía ahora saber de su existencia, todo gracias a él.