AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La búsqueda (GONNAR)
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La búsqueda (GONNAR)
Era una noche de invierno húmeda y fría. El abrigo que me rodeaba no dejaba de ondear a mi espalda con el viento, y era un incordio para mis propósitos. No sabía cuanto más lo soportaría, al fin y al cabo, no lo necesitaba para resguardarme del gélido clima, sino para guardar las apariencias en la ciudad. Terminaría quitándomelo y tirándolo en algún callejón, como siempre. De hecho, si mis planes de esa noche salían bien, estaba dispuesta a quemarlo y bailar alrededor. Gruñí para mí misma e intenté concentrarme en lo importante. Debía actuar meticulosamente, en silencio, pasando desapercibida... hasta llegar a mi objetivo. Luego, el sigilo no tendría tanta importancia. Con las manos metidas en los bolsillos de mi gabardina negra y el hombro apoyado sobre una pared de un viejo edificio, el último antes de llegar a las afueras, oteé el horizonte.
El circo estaba preparado para dar lugar a una última actuación. Mis sentidos, más agudizados que los del resto de humanos, percibían desde mi alejada posición la músiquita tintineante de la carpa principal y las luces de colores que la rodeaban. Entorné los ojos y apreté la mandíbula ante tanto júbilo contenido. Casi podía olerse en el aire, y eso me irritaba. Habrá mucha gente allí. Pensé. Quizás no es una buena idea ir tan pronto...Pero no tenía muchas opciones más. Era un "ahora o nunca", pues el circo partiría al amanecer hacia otras tierras. Había oído rumores de que la compañía había traído consigo una monstruosa bestia que participaba en sus espectáculos. Las entradas habían volado ante los rumores de tan increíble ser en la ciudad. Nadie quería que el circo se fuera antes de que ellos hubieran echado un vistazo... y no sabía si eso perjudicaría o no a mis planes.
Si el circo albergaba un hombre lobo y tenía la más mínima probabilidad de ser aquel a quien buscaba desde hacía casi veinte años... esa noche habría una muerte más en París. Agité la cabeza para despejarme. Giré la cabeza en circulos cerrando los ojos y cuando relajé la tensión en la espalda, respiré ondo. Comencé a andar hacia las carpas del circo con la mirada destilando odio y determinación, pero cualquiera que me hubiera visto habría atisbado, simplemente, fuego y hielo en mis facciones.
El circo estaba preparado para dar lugar a una última actuación. Mis sentidos, más agudizados que los del resto de humanos, percibían desde mi alejada posición la músiquita tintineante de la carpa principal y las luces de colores que la rodeaban. Entorné los ojos y apreté la mandíbula ante tanto júbilo contenido. Casi podía olerse en el aire, y eso me irritaba. Habrá mucha gente allí. Pensé. Quizás no es una buena idea ir tan pronto...Pero no tenía muchas opciones más. Era un "ahora o nunca", pues el circo partiría al amanecer hacia otras tierras. Había oído rumores de que la compañía había traído consigo una monstruosa bestia que participaba en sus espectáculos. Las entradas habían volado ante los rumores de tan increíble ser en la ciudad. Nadie quería que el circo se fuera antes de que ellos hubieran echado un vistazo... y no sabía si eso perjudicaría o no a mis planes.
Si el circo albergaba un hombre lobo y tenía la más mínima probabilidad de ser aquel a quien buscaba desde hacía casi veinte años... esa noche habría una muerte más en París. Agité la cabeza para despejarme. Giré la cabeza en circulos cerrando los ojos y cuando relajé la tensión en la espalda, respiré ondo. Comencé a andar hacia las carpas del circo con la mirada destilando odio y determinación, pero cualquiera que me hubiera visto habría atisbado, simplemente, fuego y hielo en mis facciones.
Aishell Demberg- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 163
Fecha de inscripción : 03/02/2010
Re: La búsqueda (GONNAR)
Caminaba como una persona más, sin prisa y sin detenerse, aunque evitando en la medida de lo posible las calles más concurridas. Cualquiera que le hubiera estado observando pensaría que se escondía de algo o de alguien. Pero nada más lejos de su intención, era simplemente costumbre, ese tipo de acciones que queda arraigada en tu día a día de forma inconsciente.
Irremediablemente terminó por adentrarse en una calle principal que llevaba hacia la zona donde estaba montado el circo. Uno de esos circos que no pasa mucho tiempo en la misma ciudad, que atrae mucha atención durante unos días y luego desaparecen dejando tras de sí poco más que recuerdos de colores que resuenan con el eco de la risa de los más niños.
¿Que por qué iba al circo? Ciertamente no era el tipo de entretenimiento que más le atraía, pero este circo en concreto tenía algo diferente al resto, una atracción única... o eso esperaba. Había escuchado rumores sobre una "criatura monstruosa" que compartía escenario con el resto de acróbatas, payasos, bailarines y demás personal circense.Si no es más que un truco, al menos pasaré una tarde entretenida pensó al ver como una niña tiraba de las ropas de su madre señalando a un pequeño puesto donde preparaban dulces nubes de algodón.
De cualquier manera, no tenía intención de pagar la entrada del circo. No es que no quisiera pagar, pero entrar por la puerta principal y pagar la entrada implicaba estar realmente expuesto visualmente a mucha gente, demasiada. Así que bajó la capucha un poco más de lo habitual para caminar, comprobó palpando bajo la capa si llevaba sus cuchillos de plata y después se desvaneció entre el gentío, caminando como una sombra que va de persona en persona sin que nadie repare en su presencia aunque ahí este.
Y así, totalmente inadvertido por el resto de público, se deslizó entre un pequeño grupo de gente que entraba en esos momentos en la carpa, escurriéndose nada más entrar en la oscuridad de las esquinas, detrás de los tablones, y hasta llegar a un asiento relativamente apartado... y esperó.
Irremediablemente terminó por adentrarse en una calle principal que llevaba hacia la zona donde estaba montado el circo. Uno de esos circos que no pasa mucho tiempo en la misma ciudad, que atrae mucha atención durante unos días y luego desaparecen dejando tras de sí poco más que recuerdos de colores que resuenan con el eco de la risa de los más niños.
¿Que por qué iba al circo? Ciertamente no era el tipo de entretenimiento que más le atraía, pero este circo en concreto tenía algo diferente al resto, una atracción única... o eso esperaba. Había escuchado rumores sobre una "criatura monstruosa" que compartía escenario con el resto de acróbatas, payasos, bailarines y demás personal circense.Si no es más que un truco, al menos pasaré una tarde entretenida pensó al ver como una niña tiraba de las ropas de su madre señalando a un pequeño puesto donde preparaban dulces nubes de algodón.
De cualquier manera, no tenía intención de pagar la entrada del circo. No es que no quisiera pagar, pero entrar por la puerta principal y pagar la entrada implicaba estar realmente expuesto visualmente a mucha gente, demasiada. Así que bajó la capucha un poco más de lo habitual para caminar, comprobó palpando bajo la capa si llevaba sus cuchillos de plata y después se desvaneció entre el gentío, caminando como una sombra que va de persona en persona sin que nadie repare en su presencia aunque ahí este.
Y así, totalmente inadvertido por el resto de público, se deslizó entre un pequeño grupo de gente que entraba en esos momentos en la carpa, escurriéndose nada más entrar en la oscuridad de las esquinas, detrás de los tablones, y hasta llegar a un asiento relativamente apartado... y esperó.
Gonnar Domne- Cazador Clase Baja
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Fecha de inscripción : 18/11/2013
Edad : 36
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Re: La búsqueda (GONNAR)
Los focos del escenario me cegaron al entrar a la carpa. No estaba acostumbrada a la luz, y aquellas bombillas chapuceras que se habían sacado de la manga hacían que mis pupilas ardiesen y no viese tan bien como de costumbre. Tuve que retroceder sobre mis pasos, salir con torpeza de aquel torbellino de color, y encaminarme hacia la parte oculta del circo, donde descansaban los carromatos y de más. Tenía que dar con el monstruo, o lo que fuera aquello que todos ansiaban ver, para confirmar mis sospechas y tomar medidas.
Tras un gran rodeo atisbé las jaulas de los animales. No había nada fuera de lo normal en ellas, y eso me hizo gruñir. No podía ser que estuviera perdiendo el tiempo de nuevo. Busqué, oculta tras el abrigo de la noche, otra zona donde pudieran esconder una bestia. Oí la música a mi espalda y las risas de los niños. La función debía estar a punto de comenzar... Comprendí que lo más fácil sería situarme cerca de la parte trasera de la carpa. Fuera lo que fuese aquello que tantos rumores había suscitado en París, tendría que subir al escenario. Fue de vuelta a la carpa cuando oí la conversación que lo cambió todo.
- Habrá luna llena dentro de unos días, ¿estás seguro de que quieres actuar?
- Maldita seas Jack, cállate. Es mi puto trabajo, ¿entiendes?
Mi espalda se tensó de inmediato. Parada en las sombras, enfoqué mi vista lo mejor que pude hasta que, entre dos carromatos, atisbé las sombras de dos hombres discutiendo acaloradamente. El primero en hablar cogía del brazo a su compañero, de gran tamaño, como intentando que entrara en razón.
-¿Es que no te estás oyendo? Estás fuera de ti. Tu esencia te está llamando a gritos, y si te transformas corres el peligro de descontrolarte. Ni siquiera las cadenas de la jaula podrán pararte...
El hombre se vio de pronto acorralado contra la escalerilla de uno de los carros y alzado en vilo por un poderoso brazo.
-¿Cuestionas mi autocontrol, estúpido humano? ¿A caso no me has visto transformarme a voluntad durante todo este tiempo? - la voz sonó ronca y gutural.
- ¡Stephan! ¡Nunca habíamos tenido una función tan próxima a la luna llena! ¡Escúchame! ¿Recuerdas la última vez que ocurrió? Destrozaste todo el campamento y... - no logró acabar la frase. El joven salió volando hasta aterrizar en un montón de heno junto a las jaulas que yo había revisado minutos antes.
- No sigas por ahí o lo lamentarás.
- No vas a ser tú mismo, mañana serás menos Stephan que nunca, y al día siguiente ya ni siquiera existirás en tu mente... - musitó el otro, mientras se levantaba con toda la dignidad que le quedaba y se limpiaba el resto de hebras. Parecía resignado, como si ya hubiera vivido esa situación más veces-. Nunca debieron traerte a esta compañía. Nos vas a traer problemas y serás tú quien lo lamente más adelante.
Pero el hombre que lo acompañaba hacía rato que ya no estaba presente. Había avanzado hacia la carpa con grandes zancadas y, aunque la voz de aquel ser no era la que yo andaba buscando, reconocí a la perfección el olor y el movimiento de un lobezno. Con el corazón latiendo fuerte en mi pecho, tomé una bocanada de aire. Podrían haberme descubierto perfectamente, debía de tener más cuidado cuando estaba en mis búsquedas, pues cualquier estrategia se convertía en cenizas cuando alguien no deseado aparecía en escena. Me maldije a mí misma. Estúpida loba. ¿Es que no has aprendido nada en todos estos años?
Cuando recuperé un poco el control sobre mi misma entendí que debía hacer algo rápido. Miré a la luna y noté cómo me llamaba a mí también, y un odio oscuro y remoto corrió por mis venas. No debía transformarme bajo ningún concepto en aquellos días, o mi parte animal se instalaría en mí hasta que la luna desapareciera del cielo. Eso era fácil de evitar pero... ¿cómo podía yo parar los pies a un hombre lobo dispuesto a transformarse ante toda una masa de ignorantes que serían masacrados en un abrir y cerrar de ojos? No lo sabía, pero tenía que hacer algo. Entré de nuevo en la carpa y estreché los ojos en dos rendijas para evitar las luces. Busqué un sitio en las sombras lo bastante cerca del escenario como para evitar una catástrofe. Nadie me prestaba atención, pues todos los ojos parecían puestos en la actuación que acontecía sobre la sucia tarima del circo. Noté como se me erizaba el pelo de la nuca al pasar entre dos filas de asientos. Cuando me posicioné en un lugar adecuado y volví la vista atrás, reparé en un muchacho oculto tras una capucha. Qué extraño, pensé, pero concentrada como estaba en trazar un plan, no le di mucha importancia al aura que rodeaba al joven del público. No obstante, le imité. Desabroché la gabardina que tanto me estorbaba y oculté mi rostro de la luz con la capucha de mi capa. Después esperé a que llegase el gran número, mientras pensaba con presteza. Comprendí que aquella noche, no lo tendría nada fácil.
Tras un gran rodeo atisbé las jaulas de los animales. No había nada fuera de lo normal en ellas, y eso me hizo gruñir. No podía ser que estuviera perdiendo el tiempo de nuevo. Busqué, oculta tras el abrigo de la noche, otra zona donde pudieran esconder una bestia. Oí la música a mi espalda y las risas de los niños. La función debía estar a punto de comenzar... Comprendí que lo más fácil sería situarme cerca de la parte trasera de la carpa. Fuera lo que fuese aquello que tantos rumores había suscitado en París, tendría que subir al escenario. Fue de vuelta a la carpa cuando oí la conversación que lo cambió todo.
- Habrá luna llena dentro de unos días, ¿estás seguro de que quieres actuar?
- Maldita seas Jack, cállate. Es mi puto trabajo, ¿entiendes?
Mi espalda se tensó de inmediato. Parada en las sombras, enfoqué mi vista lo mejor que pude hasta que, entre dos carromatos, atisbé las sombras de dos hombres discutiendo acaloradamente. El primero en hablar cogía del brazo a su compañero, de gran tamaño, como intentando que entrara en razón.
-¿Es que no te estás oyendo? Estás fuera de ti. Tu esencia te está llamando a gritos, y si te transformas corres el peligro de descontrolarte. Ni siquiera las cadenas de la jaula podrán pararte...
El hombre se vio de pronto acorralado contra la escalerilla de uno de los carros y alzado en vilo por un poderoso brazo.
-¿Cuestionas mi autocontrol, estúpido humano? ¿A caso no me has visto transformarme a voluntad durante todo este tiempo? - la voz sonó ronca y gutural.
- ¡Stephan! ¡Nunca habíamos tenido una función tan próxima a la luna llena! ¡Escúchame! ¿Recuerdas la última vez que ocurrió? Destrozaste todo el campamento y... - no logró acabar la frase. El joven salió volando hasta aterrizar en un montón de heno junto a las jaulas que yo había revisado minutos antes.
- No sigas por ahí o lo lamentarás.
- No vas a ser tú mismo, mañana serás menos Stephan que nunca, y al día siguiente ya ni siquiera existirás en tu mente... - musitó el otro, mientras se levantaba con toda la dignidad que le quedaba y se limpiaba el resto de hebras. Parecía resignado, como si ya hubiera vivido esa situación más veces-. Nunca debieron traerte a esta compañía. Nos vas a traer problemas y serás tú quien lo lamente más adelante.
Pero el hombre que lo acompañaba hacía rato que ya no estaba presente. Había avanzado hacia la carpa con grandes zancadas y, aunque la voz de aquel ser no era la que yo andaba buscando, reconocí a la perfección el olor y el movimiento de un lobezno. Con el corazón latiendo fuerte en mi pecho, tomé una bocanada de aire. Podrían haberme descubierto perfectamente, debía de tener más cuidado cuando estaba en mis búsquedas, pues cualquier estrategia se convertía en cenizas cuando alguien no deseado aparecía en escena. Me maldije a mí misma. Estúpida loba. ¿Es que no has aprendido nada en todos estos años?
Cuando recuperé un poco el control sobre mi misma entendí que debía hacer algo rápido. Miré a la luna y noté cómo me llamaba a mí también, y un odio oscuro y remoto corrió por mis venas. No debía transformarme bajo ningún concepto en aquellos días, o mi parte animal se instalaría en mí hasta que la luna desapareciera del cielo. Eso era fácil de evitar pero... ¿cómo podía yo parar los pies a un hombre lobo dispuesto a transformarse ante toda una masa de ignorantes que serían masacrados en un abrir y cerrar de ojos? No lo sabía, pero tenía que hacer algo. Entré de nuevo en la carpa y estreché los ojos en dos rendijas para evitar las luces. Busqué un sitio en las sombras lo bastante cerca del escenario como para evitar una catástrofe. Nadie me prestaba atención, pues todos los ojos parecían puestos en la actuación que acontecía sobre la sucia tarima del circo. Noté como se me erizaba el pelo de la nuca al pasar entre dos filas de asientos. Cuando me posicioné en un lugar adecuado y volví la vista atrás, reparé en un muchacho oculto tras una capucha. Qué extraño, pensé, pero concentrada como estaba en trazar un plan, no le di mucha importancia al aura que rodeaba al joven del público. No obstante, le imité. Desabroché la gabardina que tanto me estorbaba y oculté mi rostro de la luz con la capucha de mi capa. Después esperé a que llegase el gran número, mientras pensaba con presteza. Comprendí que aquella noche, no lo tendría nada fácil.
Última edición por Aishell Demberg el Lun Dic 02, 2013 4:20 pm, editado 2 veces
Aishell Demberg- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 163
Fecha de inscripción : 03/02/2010
Re: La búsqueda (GONNAR)
Observaba a la gente que iba entrando y buscando asiento con el mismo interés con el que uno ve caer la lluvia. Ninguno. No me interesaba ni lo más mínimo la gente que hoy se reunía allí para disfrutar del evento. Dudaba ya incluso, que las actuaciones fueran a hacer valer la pena pasar las horas allí, si finalmente no encontraba lo que andaba buscando. Estaba analizando el sitio, analizando meticulosamente cada soporte, cada esquina, cada punto de apoyo y cada trozo de la estructura o del decorado que, en un momento determinado, pudiera ser de utilidad para una huida improvisada o una persecución incansable.
Entonces escuché un ruido tenue y sordo proveniente de la zona interior del circo. No fue un ruido alarmante ni mucho menos, pero tampoco lo reconocí como el típico ruido que esperaría escuchar mientras aguardo a que comience una función. Quizá en un día normal no me habría movido del sitio, pero un poco guiado por la intuición, y otro poco motivado por el aburrimiento de la espera me deslicé sin esfuerzo de la zona de asientos hacia el interior. Trepé rápidamente por la estructura que unía el decorado con el esqueleto del circo, moviéndome a casi 3 metros del suelo, posición desde la cual esperaba tener más seguridad de no ser visto.
Cuando llegué al lugar donde se había originado el ruido lo supe. Había un hombre de pie junto a un montón de heno y unas jaulas, y se estaba lamentando por algo que no pude escuchar desde mi posición. Parecía resignado y preocupado al mismo tiempo, mientras se limpiaba restos de suciedad y mierda de las ropas. Me reproché no haber estado ahí antes, ahora ya no podía saber qué había pasado ahí. Estaba dispuesto a volver a mi asiento, cuando la escuché. No lo hizo muy sonoro, pero sí lo suficiente para captar mi atención. Escuché un respirar un tanto efusivo, fue breve, muy breve, solo el momento de tomar aire. Cuando miré, vi a una joven con una gabardina, no podía ver su rostro, de hecho, no podía ver prácticamente nada... pero estaba ahí, mirando al mismo hombre que yo, y era evidente que ella llevaba ahí más tiempo que yo. Quizá ella haya visto todo. Pero más importante. Está claro que no actúa en el circo. ¿Qué hacía ahí? pensé mientras daba media vuelta y me apresuraba ágil de vuelta a mi asiento.
Tal como había desaparecido volví a mi asiento. La gente no reparó en mi, y si alguien lo hizo, le dio exactamente lo mismo. A esa gente no le importaba en absoluto lo que un chico como yo estuviera haciendo por ahí, ellos querían ver su espectáculo de circo, y lo demás les daba poco menos que igual. La suerte ese día parecía estar de mi lado, pues a los pocos segundos apareció la joven de la gabardina, no sé de dónde, y se sentó justo delante de mi. Qué fastidio pensé con media sonrisa en la cara de espaldas no puedo ver su rostro.. Entonces se giró, de forma totalmente fortuita y casual, y nuestras miradas se cruzaron fugazmente. Lo que vi en su expresión no me tranquilizó nada. No vi miedo, ni agresividad, no vi alegría ni tristeza, no vi emoción ni inquietud. No vi absolutamente nada. Y eso me preocupaba profundamente.
Ella se cubrió enseguida, tal y como yo estaba cubierto. Y esto debo de admitir... que no hizo más que alentar mi inquietud. Sólo hay un tipo de persona que se esconde bajo una capucha en un lugar cerrado. Alguien que tiene algo que esconder, y yo eso lo sabía muy bien.
Instintivamente, tiré de mi capucha un poco más, haciendo que me tapara hasta el límite de sus posibilidades. Ahora tenía dos variables en juego, y una bastante desconocida. Un posible hombre lobo, y una misteriosa y hermosa joven que no expresaba nada con su rostro.
Entendí que no iba a ser un día fácil después de todo, y que únicamente podía esperar. Así que volví a mi ejercicio de abstracción que era el observar cada palmo del terreno y sus recovecos, cada centímetro de decorado y estructura, y cada agujero de entrada, o salida.
Y así estuve hasta que una voz chillona me devolvió a la realidad más inmediata.
-Señores y señoras, niños y niñas, es espectáculo... ¡va a comenzar!-
Entonces escuché un ruido tenue y sordo proveniente de la zona interior del circo. No fue un ruido alarmante ni mucho menos, pero tampoco lo reconocí como el típico ruido que esperaría escuchar mientras aguardo a que comience una función. Quizá en un día normal no me habría movido del sitio, pero un poco guiado por la intuición, y otro poco motivado por el aburrimiento de la espera me deslicé sin esfuerzo de la zona de asientos hacia el interior. Trepé rápidamente por la estructura que unía el decorado con el esqueleto del circo, moviéndome a casi 3 metros del suelo, posición desde la cual esperaba tener más seguridad de no ser visto.
Cuando llegué al lugar donde se había originado el ruido lo supe. Había un hombre de pie junto a un montón de heno y unas jaulas, y se estaba lamentando por algo que no pude escuchar desde mi posición. Parecía resignado y preocupado al mismo tiempo, mientras se limpiaba restos de suciedad y mierda de las ropas. Me reproché no haber estado ahí antes, ahora ya no podía saber qué había pasado ahí. Estaba dispuesto a volver a mi asiento, cuando la escuché. No lo hizo muy sonoro, pero sí lo suficiente para captar mi atención. Escuché un respirar un tanto efusivo, fue breve, muy breve, solo el momento de tomar aire. Cuando miré, vi a una joven con una gabardina, no podía ver su rostro, de hecho, no podía ver prácticamente nada... pero estaba ahí, mirando al mismo hombre que yo, y era evidente que ella llevaba ahí más tiempo que yo. Quizá ella haya visto todo. Pero más importante. Está claro que no actúa en el circo. ¿Qué hacía ahí? pensé mientras daba media vuelta y me apresuraba ágil de vuelta a mi asiento.
Tal como había desaparecido volví a mi asiento. La gente no reparó en mi, y si alguien lo hizo, le dio exactamente lo mismo. A esa gente no le importaba en absoluto lo que un chico como yo estuviera haciendo por ahí, ellos querían ver su espectáculo de circo, y lo demás les daba poco menos que igual. La suerte ese día parecía estar de mi lado, pues a los pocos segundos apareció la joven de la gabardina, no sé de dónde, y se sentó justo delante de mi. Qué fastidio pensé con media sonrisa en la cara de espaldas no puedo ver su rostro.. Entonces se giró, de forma totalmente fortuita y casual, y nuestras miradas se cruzaron fugazmente. Lo que vi en su expresión no me tranquilizó nada. No vi miedo, ni agresividad, no vi alegría ni tristeza, no vi emoción ni inquietud. No vi absolutamente nada. Y eso me preocupaba profundamente.
Ella se cubrió enseguida, tal y como yo estaba cubierto. Y esto debo de admitir... que no hizo más que alentar mi inquietud. Sólo hay un tipo de persona que se esconde bajo una capucha en un lugar cerrado. Alguien que tiene algo que esconder, y yo eso lo sabía muy bien.
Instintivamente, tiré de mi capucha un poco más, haciendo que me tapara hasta el límite de sus posibilidades. Ahora tenía dos variables en juego, y una bastante desconocida. Un posible hombre lobo, y una misteriosa y hermosa joven que no expresaba nada con su rostro.
Entendí que no iba a ser un día fácil después de todo, y que únicamente podía esperar. Así que volví a mi ejercicio de abstracción que era el observar cada palmo del terreno y sus recovecos, cada centímetro de decorado y estructura, y cada agujero de entrada, o salida.
Y así estuve hasta que una voz chillona me devolvió a la realidad más inmediata.
-Señores y señoras, niños y niñas, es espectáculo... ¡va a comenzar!-
Gonnar Domne- Cazador Clase Baja
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Re: La búsqueda (GONNAR)
Como suponía, la musiquilla que había escuchado desde el campamento anunciaba el comienzo de la actuación, que se presentó ante mis pupilas en cuanto logré sentarme. El escenario estaba suficientemente cerca como para tener que levantar levemente la cabeza para ver bien a los circenses. Una nausea se instaló en mi garganta a medida que avanzaba la actuación. A pesar de no estar prestando atención sumida en mis cálculos como estaba, los recuerdos de mi infancia golpeaban como látigos los resquicios de la memoria y me estorbaban tanto que me hicieron tensar la espalda. Mi vida carecía de sentido. Recordar los momentos felices de mano de mis padres no me ayudaba a mantener el miedo a raya, porque a los seres como yo solo les preocupaban tres cosas, y una de ellas era la muerte. Hacía mucho tiempo que yo deseaba morir abrigada por el odio que albergaba hacia mi existencia. Si la felicidad y la inocencia que una vez tuve lograban emborronar todo el mal que había hecho, encontraría una via de escape. No merecería perecer... y eso me haría frágil y vulnerable. Por ello había desterrado todo aquel pasado a un solar innaccesible, y aun así a veces asomaba para lacerar las heridas y hacerme débil.
Mientras luchaba con mi interior y volvía poco a poco a la superficie de la consciencia, noté dolor en los dedos. Mis manos habían aferrado tan fuerte los bordes de mi asiento que la madera se había terminado combando ante la presión. Deshice mi agarre con suavidad y traté de calcular cuanto tiempo había estado paralizada, evitando buscar una salvaciones para mi misma. Lo que me había traido a París sería la última meta que alcanzaría. Después de eso, nada más tendría sentido para mí. Me convertiría en peligro. En un ser sin objetivos. Esa no era la clase de vida que estaba dispuesta a soportar.
-¡Un fuerte aplauso para nuestra equilibrista! ¿No os parece preciosa?- todos los adultos de la carpa rieron, y no cabía duda de que las carcajadas más sonoras provenían sobre todo de hombretones solteros y borrachos-. Bueno, bueno, querido público. Ha llegado el momento más ansiado de toda la noche.
A pesar de que no estaba mirando, mi oído captó a la perfección el repelente sonido del sudor corriendo por la frente del gordo payaso que presentaba. Olí su nerviosismo y eso me hizo alzar la cabeza.
-¡Traed la jaula muchachos! ¡Es la hora de la bestia!- y todo el público se transformó para mí en aplausos. Todos menos los niños. Los niños que, sentados en el suelo, estaban a pie de escenario.
Noté cómo mis pupilas se transformaban en la mirada de un lobo mientras imágenes familiares corrían como la pólvora ante ellos. Masacres. Masacres que yo misma había cometido los meses después de mi conversión. Escenas que inconscientemente se habían quedado grabadas en mi mente lobuna y que, la parte humana, había presenciado con horror al despertar del letargo de las primeras lunas llenas. Bajo la capucha que me cubría, mis ojos retomaron su claridad con pasmosa velocidad. Antes de que la jaula, que encerraba al hombre que había visto a las afueras de la carpa, se depositara en el lugar correcto sobre la tarima, yo ya estaba de pie y avanzaba con la soltura que me caracterizaba entre los asientos, directa al pasillo central de la carpa. La voz del horrendo payaso volvió a resonar en mis oídos. Lo alejé de mi foco de concentración y puse toda mi atención en el lobezno que aparecería en breves instantes ante nuestros ojos. El cuchillo que llevaba enterrado en los ligeros, me pesó por primera vez en todo ese tiempo. Acabaré contigo antes de que cometas alguna atrocidad, pensé con el sabor de la sangre ya instalado en la boca.
-Hoy asistiréis a una transformación que cambiará vuestras vidas. ¿Guardaréis el secreto de lo que va a acontecer en esta sala?- el payaso trató de recuperar la expectación, perdida cuando la jaula había aparecido con un simple “humano” en su interior. Benditos ignorantes. El payaso sonrió afiladamente mientras se secaba el sudor de la frente con sus inmaculados guantes. El maquillaje que llevaba se deslizó por su piel como un cuadro tratado con acetona, dándole un aspecto más grotesco si cabe a la escena. Por supuesto, él sabía lo que venía a continuación. Como buen público que era, la zona infantil empezó a gritar-. Como deseéis, pequeños. Muchachos… colocad la sábana sobre la jaula.
Y entonces perdí el contacto que había establecido con unos ojos fríos como el hielo, que desde el rostro de un hombre grande y musculoso, aferrado a los barrotes de una cárcel de metal, me habían taladrado el alma con reconocimiento. Apreté los dientes. Ahora ambos sabíamos que había más de un lobo en la sala. No hice ningún gesto que me delatara. Aguardé el momento oportuno para pasar a la acción.
Mientras luchaba con mi interior y volvía poco a poco a la superficie de la consciencia, noté dolor en los dedos. Mis manos habían aferrado tan fuerte los bordes de mi asiento que la madera se había terminado combando ante la presión. Deshice mi agarre con suavidad y traté de calcular cuanto tiempo había estado paralizada, evitando buscar una salvaciones para mi misma. Lo que me había traido a París sería la última meta que alcanzaría. Después de eso, nada más tendría sentido para mí. Me convertiría en peligro. En un ser sin objetivos. Esa no era la clase de vida que estaba dispuesta a soportar.
-¡Un fuerte aplauso para nuestra equilibrista! ¿No os parece preciosa?- todos los adultos de la carpa rieron, y no cabía duda de que las carcajadas más sonoras provenían sobre todo de hombretones solteros y borrachos-. Bueno, bueno, querido público. Ha llegado el momento más ansiado de toda la noche.
A pesar de que no estaba mirando, mi oído captó a la perfección el repelente sonido del sudor corriendo por la frente del gordo payaso que presentaba. Olí su nerviosismo y eso me hizo alzar la cabeza.
-¡Traed la jaula muchachos! ¡Es la hora de la bestia!- y todo el público se transformó para mí en aplausos. Todos menos los niños. Los niños que, sentados en el suelo, estaban a pie de escenario.
Noté cómo mis pupilas se transformaban en la mirada de un lobo mientras imágenes familiares corrían como la pólvora ante ellos. Masacres. Masacres que yo misma había cometido los meses después de mi conversión. Escenas que inconscientemente se habían quedado grabadas en mi mente lobuna y que, la parte humana, había presenciado con horror al despertar del letargo de las primeras lunas llenas. Bajo la capucha que me cubría, mis ojos retomaron su claridad con pasmosa velocidad. Antes de que la jaula, que encerraba al hombre que había visto a las afueras de la carpa, se depositara en el lugar correcto sobre la tarima, yo ya estaba de pie y avanzaba con la soltura que me caracterizaba entre los asientos, directa al pasillo central de la carpa. La voz del horrendo payaso volvió a resonar en mis oídos. Lo alejé de mi foco de concentración y puse toda mi atención en el lobezno que aparecería en breves instantes ante nuestros ojos. El cuchillo que llevaba enterrado en los ligeros, me pesó por primera vez en todo ese tiempo. Acabaré contigo antes de que cometas alguna atrocidad, pensé con el sabor de la sangre ya instalado en la boca.
-Hoy asistiréis a una transformación que cambiará vuestras vidas. ¿Guardaréis el secreto de lo que va a acontecer en esta sala?- el payaso trató de recuperar la expectación, perdida cuando la jaula había aparecido con un simple “humano” en su interior. Benditos ignorantes. El payaso sonrió afiladamente mientras se secaba el sudor de la frente con sus inmaculados guantes. El maquillaje que llevaba se deslizó por su piel como un cuadro tratado con acetona, dándole un aspecto más grotesco si cabe a la escena. Por supuesto, él sabía lo que venía a continuación. Como buen público que era, la zona infantil empezó a gritar-. Como deseéis, pequeños. Muchachos… colocad la sábana sobre la jaula.
Y entonces perdí el contacto que había establecido con unos ojos fríos como el hielo, que desde el rostro de un hombre grande y musculoso, aferrado a los barrotes de una cárcel de metal, me habían taladrado el alma con reconocimiento. Apreté los dientes. Ahora ambos sabíamos que había más de un lobo en la sala. No hice ningún gesto que me delatara. Aguardé el momento oportuno para pasar a la acción.
Aishell Demberg- Licántropo Clase Baja
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Re: La búsqueda (GONNAR)
La función era de lo más normal. No había habido ninguna actuación que realmente justificara tanta afluencia de público, y supuse que en verdad todos habían venido por el mismo motivo que yo. La bestia. Aunque si bien es cierto, mis planes para dicha bestia eran muy distintos a los del resto. Pensando en el pasado, no recordaba haber asistido ninguna otra vez a un espectáculo circense, pero por lo que pude ver, tampoco me había perdido nada extraordinario. Quizá cuando era niño esto habría resultado más interesante pensé mientras dejaba escapar un suspiro. Fue un pensamiento fugaz, lo aparté rápidamente de mi cabeza, lo enterré para recuperarlo en otra ocasión. Tenía que estar alerta.
Mientras la equilibrista hacía su número, yo me dedicaba a anticiparme mentalmente a sus movimientos, bastante predecibles por cierto, para mantener mi cabeza ocupada y mi cerebro activo, maximizando así mi capacidad de reacción si algo ocurriera. Esto tampoco recordaba dónde lo había aprendido, o de quién, pero era algo que siempre hacía, así que supuse que funcionaba.
Tuve la sensación de que la chica misteriosa estaba tensa, parecía estar agarrándose con fuerza a su asiento y la espalda, aunque tapada por la gabardina, se notaba más rígida. Tal y como esperaba, al anunciar a la bestia en la jaula, la joven se levantó de asiento. No podría describir la sensación de inquietud y preocupación que sentí al ver las marcas que había dejado su mano en la madera de la silla. Eso no era normal, ninguna persona normal habría dejado esas marcas en la dura madera. Aún sin saber exactamente a qué me estaba enfrentando me levanté yo también de la silla, y con máximo disimulo y sigilo seguí aquella figura que parecía moverse tan bien como yo entre la gente, con movimientos ágiles y medidos. Me pregunté si aquella joven jugaría una carta a mi favor o en mi contra, si tendría que matarla también o sería una futura aliada.
Antes de que colocaran la sábana sobre la jaula tuve un breve instante en el que pude ver a la supuesta bestia. No me hizo falta más, en su mirada pude ver claramente el tipo de criatura que era, y advertí que su mirada se posaba sobre la joven misteriosa de una manera más intensa a lo habitual. Esto no pintaba nada bien. Me paré a escaso metro y medio de la chica, con las manos en las empuñaduras de mis cuchillos escondidos bajo mi capa y eliminando de mi cabeza cualquier distracción. Lo que tuviera que ocurrir, iba a ocurrir... ahora.
La gente estaba expectante, muchos hasta se habían puesto de pie para poder ver a la criatura en cuanto la sábana fuera retirada. Los niños, la mayoría, se echaban hacia delante y tiraban de las ropas de sus padres, casi sin poder contener la emoción. La tensión se podía palpar en el ambiente, y con sólo la tensión que se acumulaba entre el espacio que se extendía entre yo y ella se podría haber ahogado cualquier ruido, cualquier gesto o pensamiento.
Se escuchó primero unos gruñidos tímidos, que poco a poco fueron cogiendo fuerza y frecuencia, acompañados de un sonido que yo conocía muy bien, una serie de crujidos que sólo podían estar causados por la transmutación de un cuerpo, huesos y músculos desarrollándose y cambiando de posición y tamaño a una velocidad sobrenatural.
-y con todos ustedes...- dijo el hombre haciendo un ademán con las manos para que retiraran la sábana. -¡¡laaaaaaaaaaaaaa bestia!! terminó diciendo mientras él mismo se echaba a un lado para dar el protagonismo a la supuesta estrella del espectáculo.
Los aplausos y los chillidos no tardaron ni una décima de segundo en hacerse oír en cuanto retiraron la manta. La criatura estaba ahí, gruñendo y con las zarpas en los garrotes de la jaula. Una auténtica bestia, con colmillos y zarpas, el cuerpo lleno de pelaje oscuro y negro como la noche, y unos ojos amarillos que sólo expresaban agresividad. Mis músculos se tensaron de golpe al ver a la criatura, y tuve que contenerme para no sacar los cuchillos y lanzarme contra ella. Mejor no montar un numerito. Está enjaulado y no quiero llamar la atención. pensé recuperando la compostura y relajando los brazos.
El espectáculo en sí era simplemente eso, ver a una criatura enjaulada zarandeando los garrotes de su jaula, gruñendo y rugiendo. Me habría dado pena, sino fuera porque era una maldita bestia, y sólo dios sabe cuántas personas había asesinado hasta el día de hoy. Esperaría a que terminara la actuación y me escabulliría a la parte de atrás para eliminarlo.
Pero el destino no quiso que esto ocurriera así. Los zarandeos se convirtieron en embestidas contra los barrotes, los gruñidos en verdaderos aullidos de rabia, y los ojos, con las pupilas contraídas y afiladas, se convirtieron en un verdadero reflejo de las ganas de matar de aquella criatura.
Lo único que me alertó más que ver esta imagen, fue advertir el rostro del compañero de circo de la criatura, con la cara pálida por el terror, y que pronto se puso a correr, como huyendo hacia el interior de la carpa. Entonces me di cuenta de que la jaula no iba a aguantar, y que la vida de toda aquella gente que seguía aplaudiendo y gritando como estúpidos estaba en grave peligro. Los barrotes de la jaula estaban a punto de ceder, y debo de admitir que no lo pensé detenidamente antes de actuar. Deslicé mis dedos a un bolsillo interno de mi capa, sacando una pequeña maraña de papel, hierbas secas y carbón. Encendí una cerilla a toda velocidad y prendí una esquina de papel de la maraña, dejándola caer debajo de los asientos. Acto seguido tiré un puñado de pólvora viva bajo el asiento, la cual prendió ferozmente al contacto con el fuego, creando una llama fuerte y de gran tamaño.
-¡FUEGO!- Grité un par de veces. Intenté que mi voz sonará real, como si fuera un espectador más y me hubiera dado cuenta de casualidad, pero el miedo no hizo eco en mi voz...porque no tenía miedo. Pronto la gente comenzó a gritar también, alarmando al resto.
-FUEGO! FUEGO!- gritaban. Tal y como esperaba, comenzaron a huir despavoridos, y justo a tiempo, pues el maldito monstruo acababa de arrancar los barrotes de su jaula.
Mientras la equilibrista hacía su número, yo me dedicaba a anticiparme mentalmente a sus movimientos, bastante predecibles por cierto, para mantener mi cabeza ocupada y mi cerebro activo, maximizando así mi capacidad de reacción si algo ocurriera. Esto tampoco recordaba dónde lo había aprendido, o de quién, pero era algo que siempre hacía, así que supuse que funcionaba.
Tuve la sensación de que la chica misteriosa estaba tensa, parecía estar agarrándose con fuerza a su asiento y la espalda, aunque tapada por la gabardina, se notaba más rígida. Tal y como esperaba, al anunciar a la bestia en la jaula, la joven se levantó de asiento. No podría describir la sensación de inquietud y preocupación que sentí al ver las marcas que había dejado su mano en la madera de la silla. Eso no era normal, ninguna persona normal habría dejado esas marcas en la dura madera. Aún sin saber exactamente a qué me estaba enfrentando me levanté yo también de la silla, y con máximo disimulo y sigilo seguí aquella figura que parecía moverse tan bien como yo entre la gente, con movimientos ágiles y medidos. Me pregunté si aquella joven jugaría una carta a mi favor o en mi contra, si tendría que matarla también o sería una futura aliada.
Antes de que colocaran la sábana sobre la jaula tuve un breve instante en el que pude ver a la supuesta bestia. No me hizo falta más, en su mirada pude ver claramente el tipo de criatura que era, y advertí que su mirada se posaba sobre la joven misteriosa de una manera más intensa a lo habitual. Esto no pintaba nada bien. Me paré a escaso metro y medio de la chica, con las manos en las empuñaduras de mis cuchillos escondidos bajo mi capa y eliminando de mi cabeza cualquier distracción. Lo que tuviera que ocurrir, iba a ocurrir... ahora.
La gente estaba expectante, muchos hasta se habían puesto de pie para poder ver a la criatura en cuanto la sábana fuera retirada. Los niños, la mayoría, se echaban hacia delante y tiraban de las ropas de sus padres, casi sin poder contener la emoción. La tensión se podía palpar en el ambiente, y con sólo la tensión que se acumulaba entre el espacio que se extendía entre yo y ella se podría haber ahogado cualquier ruido, cualquier gesto o pensamiento.
Se escuchó primero unos gruñidos tímidos, que poco a poco fueron cogiendo fuerza y frecuencia, acompañados de un sonido que yo conocía muy bien, una serie de crujidos que sólo podían estar causados por la transmutación de un cuerpo, huesos y músculos desarrollándose y cambiando de posición y tamaño a una velocidad sobrenatural.
-y con todos ustedes...- dijo el hombre haciendo un ademán con las manos para que retiraran la sábana. -¡¡laaaaaaaaaaaaaa bestia!! terminó diciendo mientras él mismo se echaba a un lado para dar el protagonismo a la supuesta estrella del espectáculo.
Los aplausos y los chillidos no tardaron ni una décima de segundo en hacerse oír en cuanto retiraron la manta. La criatura estaba ahí, gruñendo y con las zarpas en los garrotes de la jaula. Una auténtica bestia, con colmillos y zarpas, el cuerpo lleno de pelaje oscuro y negro como la noche, y unos ojos amarillos que sólo expresaban agresividad. Mis músculos se tensaron de golpe al ver a la criatura, y tuve que contenerme para no sacar los cuchillos y lanzarme contra ella. Mejor no montar un numerito. Está enjaulado y no quiero llamar la atención. pensé recuperando la compostura y relajando los brazos.
El espectáculo en sí era simplemente eso, ver a una criatura enjaulada zarandeando los garrotes de su jaula, gruñendo y rugiendo. Me habría dado pena, sino fuera porque era una maldita bestia, y sólo dios sabe cuántas personas había asesinado hasta el día de hoy. Esperaría a que terminara la actuación y me escabulliría a la parte de atrás para eliminarlo.
Pero el destino no quiso que esto ocurriera así. Los zarandeos se convirtieron en embestidas contra los barrotes, los gruñidos en verdaderos aullidos de rabia, y los ojos, con las pupilas contraídas y afiladas, se convirtieron en un verdadero reflejo de las ganas de matar de aquella criatura.
Lo único que me alertó más que ver esta imagen, fue advertir el rostro del compañero de circo de la criatura, con la cara pálida por el terror, y que pronto se puso a correr, como huyendo hacia el interior de la carpa. Entonces me di cuenta de que la jaula no iba a aguantar, y que la vida de toda aquella gente que seguía aplaudiendo y gritando como estúpidos estaba en grave peligro. Los barrotes de la jaula estaban a punto de ceder, y debo de admitir que no lo pensé detenidamente antes de actuar. Deslicé mis dedos a un bolsillo interno de mi capa, sacando una pequeña maraña de papel, hierbas secas y carbón. Encendí una cerilla a toda velocidad y prendí una esquina de papel de la maraña, dejándola caer debajo de los asientos. Acto seguido tiré un puñado de pólvora viva bajo el asiento, la cual prendió ferozmente al contacto con el fuego, creando una llama fuerte y de gran tamaño.
-¡FUEGO!- Grité un par de veces. Intenté que mi voz sonará real, como si fuera un espectador más y me hubiera dado cuenta de casualidad, pero el miedo no hizo eco en mi voz...porque no tenía miedo. Pronto la gente comenzó a gritar también, alarmando al resto.
-FUEGO! FUEGO!- gritaban. Tal y como esperaba, comenzaron a huir despavoridos, y justo a tiempo, pues el maldito monstruo acababa de arrancar los barrotes de su jaula.
Gonnar Domne- Cazador Clase Baja
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Re: La búsqueda (GONNAR)
Todo fue un visto y no visto. Un grito alertando de fuego, y todo el mundo corriendo por doquier. Antes de recibir el primer empujón, pude girarme y entender lo que había sucedido. La escena pasó como a cámara lenta ante mis ojos. Mi sentidos captaron con precisión el movimiento de una mano retirándose, culpable, tras un lanzamiento. Mi mente, de memoria brillante por mi naturaleza sobrenatural, hizo retroceder la escena y calculó automáticamente el recorrido del objeto que había sido soltado segundos antes, basándose en escenas similares que había presenciado con anterioridad. Mi mirada siguió una trayectoria imaginaria hasta dar con una pequeña bola que comenzaba a combustionar y a producir una gran nube de humo.
Mis ojos se estrecharon en dos rendijas en la oscuridad de la capucha y mis pensamientos giraron en mil direcciones diferentes. Al mismo tiempo un aullido y barrotes hechos añicos volaron por los aires, y después todo se volvió catastrófico. Los dos primeros golpes que recibí por la espalda, procedentes de la masa huyendo de la carpa, me hicieron entrar de nuevo en la velocidad real de la escena que transcurría a mi alrededor. El traspiés duró solo la sorpresa de recordar dónde me encontraba. Después me incorporé como un rayo y corrí a contra corriente en dirección a la tarima donde un hombre lobo aullaba como un loco, haciendo que niños y adultos se taparan los oídos con pavor mientras corrían.
-¡Salid de aquí!- espeté mientras subía los peldaños de la pequeña escalera que conducía a mi, probablemente, última lucha.
El humo comenzaba a reptar por el suelo, y no dudé en que pronto sería demasiado complicado guiarse en aquel caos de sillas, abrigos y pilas de objetos personales que la gente había dejado atrás. Había que acabar cuanto antes. Alcé la vista hacia mi objetivo y tanteé con los pies el suelo, buscando el equilibrio perfecto para recibir el primer asalto. Escuché otros pies corriendo en la dirección equivocada, pero no podía controlar todo lo que sucedía a mi alrededor. Metí las manos bajo la capa y alcancé los dos cuchillos gemelos que llevaba ocultos. Jugueteé con ellos en los dedos como dándoles la bienvenida y roté para ganar posición, todo ello sin apartar la mirada ni un instante del ser que se encontraba a pocos metros de mí. Necesitaba llamar su atención, disuadirle de atacar a cualquier otro ser que estuviera presente en la sala. Fue la bestia la que decidió el momento de comenzar luchar. Pese a quedar un par de días para la luna llena, no vi rastro alguno de humanidad en sus facciones mientras se lanzaba a por mí. Incliné la cabeza con disgusto. No habría piedad con él. La primera finta que realicé para esquivar su embite deslizó uno de mis cuchillos por el cuerpo del animal y le arrancó un gemido, sí, pero no dio a la altura que yo había previsto. El daño había sido mínimo, y es que ese monstruo tenía un tamaño descomunal. Debía tener mucho cuidado o sería la vencida en aquella batalla.
Tomé el cuchillo que estaba bañado en sangre escarlata y lo lancé al aire para cambiarlo de posición en la mano derecha. Después, cuando vi que aquel monstruo se recuperaba y se abalanzaba sobre mí de nuevo, lo lancé con toda la mala intención que pude. El abdomen del lobezno recibió el impacto de lleno, pero su carrera continuó y me golpeó como una avalancha, haciendo que ambos rodáramos por el suelo. Noté la madera contra el pómulo y un preocupante desgarrón en uno de los brazos, pero la adrenalina no permitía asimilar el dolor. Necesitas un milagro, susurró una parte de mí, pero mientras tanto yo solo era capaz de forcejear con pelo, sangre y cuchillos que nunca habrían matado a alguien de mi especie... porque yo nunca podría haber manejado plata y, en esa ocasión, no había previsto que la cosa podía ponerse tan fea.
Mis ojos se estrecharon en dos rendijas en la oscuridad de la capucha y mis pensamientos giraron en mil direcciones diferentes. Al mismo tiempo un aullido y barrotes hechos añicos volaron por los aires, y después todo se volvió catastrófico. Los dos primeros golpes que recibí por la espalda, procedentes de la masa huyendo de la carpa, me hicieron entrar de nuevo en la velocidad real de la escena que transcurría a mi alrededor. El traspiés duró solo la sorpresa de recordar dónde me encontraba. Después me incorporé como un rayo y corrí a contra corriente en dirección a la tarima donde un hombre lobo aullaba como un loco, haciendo que niños y adultos se taparan los oídos con pavor mientras corrían.
-¡Salid de aquí!- espeté mientras subía los peldaños de la pequeña escalera que conducía a mi, probablemente, última lucha.
El humo comenzaba a reptar por el suelo, y no dudé en que pronto sería demasiado complicado guiarse en aquel caos de sillas, abrigos y pilas de objetos personales que la gente había dejado atrás. Había que acabar cuanto antes. Alcé la vista hacia mi objetivo y tanteé con los pies el suelo, buscando el equilibrio perfecto para recibir el primer asalto. Escuché otros pies corriendo en la dirección equivocada, pero no podía controlar todo lo que sucedía a mi alrededor. Metí las manos bajo la capa y alcancé los dos cuchillos gemelos que llevaba ocultos. Jugueteé con ellos en los dedos como dándoles la bienvenida y roté para ganar posición, todo ello sin apartar la mirada ni un instante del ser que se encontraba a pocos metros de mí. Necesitaba llamar su atención, disuadirle de atacar a cualquier otro ser que estuviera presente en la sala. Fue la bestia la que decidió el momento de comenzar luchar. Pese a quedar un par de días para la luna llena, no vi rastro alguno de humanidad en sus facciones mientras se lanzaba a por mí. Incliné la cabeza con disgusto. No habría piedad con él. La primera finta que realicé para esquivar su embite deslizó uno de mis cuchillos por el cuerpo del animal y le arrancó un gemido, sí, pero no dio a la altura que yo había previsto. El daño había sido mínimo, y es que ese monstruo tenía un tamaño descomunal. Debía tener mucho cuidado o sería la vencida en aquella batalla.
Tomé el cuchillo que estaba bañado en sangre escarlata y lo lancé al aire para cambiarlo de posición en la mano derecha. Después, cuando vi que aquel monstruo se recuperaba y se abalanzaba sobre mí de nuevo, lo lancé con toda la mala intención que pude. El abdomen del lobezno recibió el impacto de lleno, pero su carrera continuó y me golpeó como una avalancha, haciendo que ambos rodáramos por el suelo. Noté la madera contra el pómulo y un preocupante desgarrón en uno de los brazos, pero la adrenalina no permitía asimilar el dolor. Necesitas un milagro, susurró una parte de mí, pero mientras tanto yo solo era capaz de forcejear con pelo, sangre y cuchillos que nunca habrían matado a alguien de mi especie... porque yo nunca podría haber manejado plata y, en esa ocasión, no había previsto que la cosa podía ponerse tan fea.
Aishell Demberg- Licántropo Clase Baja
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Re: La búsqueda (GONNAR)
La gente se había amontonado y en total desorden corrían hacia la salida empujándose y pisoteándose unos a otros. En cualquier otro escenario, probablemente me habría visto arrastrado por aquella marabunta humana, pero era yo el que había provocado el fuego, el humo, y estaba ya preparado para la estampida. Me había apartado hacia un lado y había esperado a que el grupo más denso de personas se abriera paso fuera del circo, y sólo entonces comencé a caminar en dirección contraria al gentío, esquivando como podía a los despavoridos restantes.
Mientras descendía lentamente los escalones no podía apartar los ojos de la bestia. Vi como se encaraba a la joven misteriosa, y podía haber corrido para ofrecerle mi apoyo mucho antes de lo que lo hice. Llamadme cruel, o desconsiderado, pero esa era mi manera de observar y conseguir la información que necesitaba. Pude descifrar la manera de pelear del licántropo, una criatura enorme que poseía una fuerza brutal, y con unos movimientos considerablemente ágiles para su gran tamaño, sin embargo me di cuenta también que sus movimientos carecían de planificación, de sentido, eran simplemente golpes y acometidas violentas, guiadas por el puro instinto animal que en esos momentos poseía la mente de la criatura. Me habría quedado un poco más rato examinando a mi rival, pero entonces fue cuando el licántropo arremetió contra ella, tirándola al suelo e hiriendo su brazo.
Actué con la presteza que me caracterizaba, mientras corría en dirección a ellos desenfundé el cuchillo de plata y lo lancé con fuerza al brazo que la bestia alzaba, listo para asestar un fuerte golpe a la chica. Se retorció de dolor y alzó la cabeza, entonces pude ver en sus ojos durante una milésima de segundo un atisbo de miedo, porque este cuchillo no sólo le había penetrado en el brazo, sino que además le ardía como si fuera fuego... porque estaba hecho de plata. Pero no me detuve ni un instante para deleitarme con esa ínfima victoria, y mientras corría los últimos metros arranqué una de las sillas que todavía ardía por abajo, y echándola hacia atrás como cogiendo impulso grité -¿Tienes hambre? ¡Pues cómete esto!- y le estampé la silla en las fauces, haciéndole perder el equilibrio y caer hacia atrás, lo justo para que la joven tuviera una oportunidad de recuperarse del golpe y levantarse.
-Quédate atrás, con esos cuchillos no tienes nada que hacer- le dije a la joven, desplazándola firme pero suavemente hacia atrás con mi brazo, sin desviar la mirada de la maldito lobo que sin mucho esfuerzo se recomponía del golpe y se arrancaba el cuchillo de plata del brazo, tirándolo contra el suelo todavía más furioso que antes. No habría sido una pelea sencilla de por sí, pero además me preocupaba la joven aquella, la cual en esos momentos, me parecía poco menos que un estorbo.
Mientras descendía lentamente los escalones no podía apartar los ojos de la bestia. Vi como se encaraba a la joven misteriosa, y podía haber corrido para ofrecerle mi apoyo mucho antes de lo que lo hice. Llamadme cruel, o desconsiderado, pero esa era mi manera de observar y conseguir la información que necesitaba. Pude descifrar la manera de pelear del licántropo, una criatura enorme que poseía una fuerza brutal, y con unos movimientos considerablemente ágiles para su gran tamaño, sin embargo me di cuenta también que sus movimientos carecían de planificación, de sentido, eran simplemente golpes y acometidas violentas, guiadas por el puro instinto animal que en esos momentos poseía la mente de la criatura. Me habría quedado un poco más rato examinando a mi rival, pero entonces fue cuando el licántropo arremetió contra ella, tirándola al suelo e hiriendo su brazo.
Actué con la presteza que me caracterizaba, mientras corría en dirección a ellos desenfundé el cuchillo de plata y lo lancé con fuerza al brazo que la bestia alzaba, listo para asestar un fuerte golpe a la chica. Se retorció de dolor y alzó la cabeza, entonces pude ver en sus ojos durante una milésima de segundo un atisbo de miedo, porque este cuchillo no sólo le había penetrado en el brazo, sino que además le ardía como si fuera fuego... porque estaba hecho de plata. Pero no me detuve ni un instante para deleitarme con esa ínfima victoria, y mientras corría los últimos metros arranqué una de las sillas que todavía ardía por abajo, y echándola hacia atrás como cogiendo impulso grité -¿Tienes hambre? ¡Pues cómete esto!- y le estampé la silla en las fauces, haciéndole perder el equilibrio y caer hacia atrás, lo justo para que la joven tuviera una oportunidad de recuperarse del golpe y levantarse.
-Quédate atrás, con esos cuchillos no tienes nada que hacer- le dije a la joven, desplazándola firme pero suavemente hacia atrás con mi brazo, sin desviar la mirada de la maldito lobo que sin mucho esfuerzo se recomponía del golpe y se arrancaba el cuchillo de plata del brazo, tirándolo contra el suelo todavía más furioso que antes. No habría sido una pelea sencilla de por sí, pero además me preocupaba la joven aquella, la cual en esos momentos, me parecía poco menos que un estorbo.
Gonnar Domne- Cazador Clase Baja
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Re: La búsqueda (GONNAR)
Supongo que se podría decir que el milagro llegó... en forma de humano encapuchado. ¿O a caso era algo más? No pude evitar gruñir cuando me incorporé de un salto y le reconocí, pero una parte de mí, aquella que todavía era gentil, lucho contra mi cordura durante unos instantes con la intención de darle las gracias por su brillante intervención. No obstante, el momento se esfumó en cuanto el joven me dirigió la primera frase con ese tono grave y autoritario que todos los hombres tendían a emplear cuando hablaban con las damas. Entorné los ojos y se me erizó la piel de los brazos. Aun sentía el corazón palpitando contra las costillas y respiraba entrecortadamente, pero reaccioné con rapidez y me aparté con brusquedad cuando noté sus manos sobre mí.
-No volváis a hacer eso- siseé. Mi voz, rasgada de haber estado tanto tiempo sumida en el silencio del bosque, sonó más amenazadora de lo previsto-. Vos tampoco conseguiréis nada apuntando de esa manera.
Mientras me tomaba unos segundos para recuperar el aliento, hice un breve estudio del encapuchado. Su disposición para luchar era impecable. Parecía bastante entrenado a juzgar por la musculatura de los brazos y las piernas, que se distinguían perfectamente a pesar de las capas de ropa. El cuchillo de plata que había lanzado se había clavado con mucha profundidad en el cuerpo del lobezno, lo que también requería un buen adiestramiento en armas. ¿Quién sería? ¿Qué hacía allí? Noté que la capucha comenzaba a resbalarse por mis desordenados mechones y la recoloqué en su sitio. No me traería más que problemas que aquel hombre me viera. Pocas personas eran capaces de luchar en aquellas condiciones y podía verme amenazada. Al fin y al cabo, yo también era un licántropo y aquel joven estaba cazando. Cazador... El pensamiento se instaló en mi mente solo un segundo. Después lo ahuyenté con presteza. No había cazadores en París. ¿Oh sí?
Apreté los dientes y no lo pensé más. Esquivé con elegancia al muchacho, me deslicé por el suelo y recogí el cuchillo de plata que el licántropo se había arrancado del brazo. Cerré mis dedos entorno al intrincado puño de madera y corrí hacia la bestia. Cuando lo alcancé esquivé dos zarpazos que por poco me rebanan ambos muslos y hundí el cuchillo en la clavícula del lobezno, cerca del corazón. Aferré su cuello por detrás para inmovilizarlo mientras el olor a piel quemada me golpeaba, pero como esperaba, sentí que el tamaño de la bestia comenzaba a menguar. Pronto solo quedó entre mis brazos un cuerpo humano dando violentas sacudidas.
-¿A quién buscábais?- pregunté con ferocidad, dirigiéndome al encapuchado. Era mi forma de tantear el terreno. Necesitaba saber. Agarré el pelo del hombre lobo para que alzara la cabeza y le mirase a los ojos. Estreché más el cerco de mi brazo para que parase de forcejear-. ¿Al hombre o a la bestia? ¿Tenéis alguna deuda pendiente con él?
-No volváis a hacer eso- siseé. Mi voz, rasgada de haber estado tanto tiempo sumida en el silencio del bosque, sonó más amenazadora de lo previsto-. Vos tampoco conseguiréis nada apuntando de esa manera.
Mientras me tomaba unos segundos para recuperar el aliento, hice un breve estudio del encapuchado. Su disposición para luchar era impecable. Parecía bastante entrenado a juzgar por la musculatura de los brazos y las piernas, que se distinguían perfectamente a pesar de las capas de ropa. El cuchillo de plata que había lanzado se había clavado con mucha profundidad en el cuerpo del lobezno, lo que también requería un buen adiestramiento en armas. ¿Quién sería? ¿Qué hacía allí? Noté que la capucha comenzaba a resbalarse por mis desordenados mechones y la recoloqué en su sitio. No me traería más que problemas que aquel hombre me viera. Pocas personas eran capaces de luchar en aquellas condiciones y podía verme amenazada. Al fin y al cabo, yo también era un licántropo y aquel joven estaba cazando. Cazador... El pensamiento se instaló en mi mente solo un segundo. Después lo ahuyenté con presteza. No había cazadores en París. ¿Oh sí?
Apreté los dientes y no lo pensé más. Esquivé con elegancia al muchacho, me deslicé por el suelo y recogí el cuchillo de plata que el licántropo se había arrancado del brazo. Cerré mis dedos entorno al intrincado puño de madera y corrí hacia la bestia. Cuando lo alcancé esquivé dos zarpazos que por poco me rebanan ambos muslos y hundí el cuchillo en la clavícula del lobezno, cerca del corazón. Aferré su cuello por detrás para inmovilizarlo mientras el olor a piel quemada me golpeaba, pero como esperaba, sentí que el tamaño de la bestia comenzaba a menguar. Pronto solo quedó entre mis brazos un cuerpo humano dando violentas sacudidas.
-¿A quién buscábais?- pregunté con ferocidad, dirigiéndome al encapuchado. Era mi forma de tantear el terreno. Necesitaba saber. Agarré el pelo del hombre lobo para que alzara la cabeza y le mirase a los ojos. Estreché más el cerco de mi brazo para que parase de forcejear-. ¿Al hombre o a la bestia? ¿Tenéis alguna deuda pendiente con él?
Aishell Demberg- Licántropo Clase Baja
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Re: La búsqueda (GONNAR)
Levanté las cejas sorprendido, aunque el resto de mi cara se mantuvo neutro, cuando la chica se apartó tan bruscamente de mi lado y me espetó aquellas palabras de aquella manera tan ruda. A mi, aquel que acababa de salvarle la vida. No me sentía ofendido, no estaba molesto, simplemente sorprendido frente a aquella reacción. Todavía tenía uno de los cuchillos en el cinto, pero no tuve siquiera tiempo de desenfundarlo, tuve que conformarme con verla a ella abalanzarse sobre la bestia, recogiendo mi otro cuchillo por el camino, esquivando dos zarpazos y hundiéndolo en su clavícula.
Suspiré. Retiré mi mano de dentro de la capa, ya no me haría falta el cuchillo, probablemente.
-De nada por salvarte la vida, ¿eh? Y sí, claro, adelante, te presto mi cuchillo- le dije con una pizca de sarcasmo en mi voz mientras me cruzaba de brazos. Me estaba mirando, me había hecho una pregunta y yo había contestado lo que me había apetecido. Solía hacerlo bastante. Pero ella me aguantó la mirada, esperando que respondiera a mi pregunta. Imagino que ella pretendía que mirara a aquel hombre lobo, para eso le levantaba la cabeza, pero la verdad es que preferí centrarme en observarle a ella. Su postura, su mano que empuñaba mi cuchillo, su rostro, sus ojos penetrantes.
-No tengo ninguna cuenta pendiente con nadie. Nadie me conoce, y yo no conozco a nadie- contesté tranquilamente, descruzando los brazos y acercándome lentamente hacia donde ella se encontraba. Al decir esas palabras, por primera vez desde que había llegado a París, me di cuenta de lo realmente solo que estaba. Suspiré de nuevo y fui más concreto en mi respuesta. -Buscaba "eso" que tienes pinchado en mi cuchillo. Escuché rumores que me hicieron pensar que podría haber un licántropo en el circo... y vine a matarlo.- dije parándome a escasos 2 metros de ella. Ella había hecho su pregunta, y yo había aceptado a contestarla, en parte porque no veía viable una mentira, y en parte porque yo mismo tenía preguntas, y esperaba que ella las respondiera.
La miré un rato más, en silencio, y entonces me senté en un trozo de madera chamuscado. Esos pantalones iba a tener que tirarlos ya igualmente. -¿Quién, o qué eres tú? Y no me digas que eres una simple muchacha inocente que aprendió 4 cosas de cómo pelear. Las marcas que has dejado en la madera de tu asiento no son propias de tal.- pregunté. Podría haber elegido plantear mis dudas de otra manera, pero quise ir directo al grano y escuchar una respuesta rápida. No me gustaba estar ahí, pronto vendría gente, y no debía ser hallado en esas circunstancias, en mitad de cacería.
Suspiré. Retiré mi mano de dentro de la capa, ya no me haría falta el cuchillo, probablemente.
-De nada por salvarte la vida, ¿eh? Y sí, claro, adelante, te presto mi cuchillo- le dije con una pizca de sarcasmo en mi voz mientras me cruzaba de brazos. Me estaba mirando, me había hecho una pregunta y yo había contestado lo que me había apetecido. Solía hacerlo bastante. Pero ella me aguantó la mirada, esperando que respondiera a mi pregunta. Imagino que ella pretendía que mirara a aquel hombre lobo, para eso le levantaba la cabeza, pero la verdad es que preferí centrarme en observarle a ella. Su postura, su mano que empuñaba mi cuchillo, su rostro, sus ojos penetrantes.
-No tengo ninguna cuenta pendiente con nadie. Nadie me conoce, y yo no conozco a nadie- contesté tranquilamente, descruzando los brazos y acercándome lentamente hacia donde ella se encontraba. Al decir esas palabras, por primera vez desde que había llegado a París, me di cuenta de lo realmente solo que estaba. Suspiré de nuevo y fui más concreto en mi respuesta. -Buscaba "eso" que tienes pinchado en mi cuchillo. Escuché rumores que me hicieron pensar que podría haber un licántropo en el circo... y vine a matarlo.- dije parándome a escasos 2 metros de ella. Ella había hecho su pregunta, y yo había aceptado a contestarla, en parte porque no veía viable una mentira, y en parte porque yo mismo tenía preguntas, y esperaba que ella las respondiera.
La miré un rato más, en silencio, y entonces me senté en un trozo de madera chamuscado. Esos pantalones iba a tener que tirarlos ya igualmente. -¿Quién, o qué eres tú? Y no me digas que eres una simple muchacha inocente que aprendió 4 cosas de cómo pelear. Las marcas que has dejado en la madera de tu asiento no son propias de tal.- pregunté. Podría haber elegido plantear mis dudas de otra manera, pero quise ir directo al grano y escuchar una respuesta rápida. No me gustaba estar ahí, pronto vendría gente, y no debía ser hallado en esas circunstancias, en mitad de cacería.
Gonnar Domne- Cazador Clase Baja
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Re: La búsqueda (GONNAR)
Escuché las palabras del joven y traté de mantener la compostúra cuando me confirmó que había venido a matar al licántropo. Si no tenía deudas pendientes con el humano, había pocas razones que explicasen su obcecación en cargarse a una bestia. Intenté no dar muchas cosas por hecho, pero tenía que andarme con pies de plomo y volver cuanto antes a mi madriguera. No me gustaba la forma en la que el humano penetraba las sombras de mi capucha y encontraba sin problemas mis pupilas. Aunque él no debió percibirlo, cuando se sentó yo ya no le sostenía la mirada.
-Solo soy una chica con fuerza- me apresuré a justificar-. Una chica que vino buscando a otro licántropo y se topó con un humano y una bestia que merecían morir.
Y entonces giré sin miramientos la cabeza del hombre al que sostenía. Un golpe mayor precedió al crujido de su cuello al partirse. Miré la carcasa vacía que había quedado a mis pies. Intenté sentirme culpable, pero el eco de la voz de aquel hombre, sus palabras, su desprecio y su evidente falta de interés en proteger a la gente de si mismo me lo impidió. Si no podía ni quería controlar su naturaleza, estaba mejor muerto. Me agaché y retiré el cuchillo de plata del cuerpo del hombre lobo, con cuidado para no tocar la plata. Sabía que el joven que me observaba me mataría sin miramientos si me descubría, y yo tenía cosas que hacer en París antes de dejarme morir. Me acerqué a él intentando parecer más normal que de costumbre. Quizás una aliada un poco esquiva. Giré el cuchillo entre mis dedos para ofrecerle el mango de este, dejando un escaso hueco para que lo cogiera y evitar así chamuscarme la palma.
-Esto es vuestro- enfaticé la última palabra, dado que el hombre me había tratado como si nos conocieramos de toda la vida desde el primer momento. Estiré el brazo para que alcanzara el arma-.Ponedlo a buen recaudo si no queréis que os lo roben. Yo ya he terminado por hoy con mi trabajo...
-Solo soy una chica con fuerza- me apresuré a justificar-. Una chica que vino buscando a otro licántropo y se topó con un humano y una bestia que merecían morir.
Y entonces giré sin miramientos la cabeza del hombre al que sostenía. Un golpe mayor precedió al crujido de su cuello al partirse. Miré la carcasa vacía que había quedado a mis pies. Intenté sentirme culpable, pero el eco de la voz de aquel hombre, sus palabras, su desprecio y su evidente falta de interés en proteger a la gente de si mismo me lo impidió. Si no podía ni quería controlar su naturaleza, estaba mejor muerto. Me agaché y retiré el cuchillo de plata del cuerpo del hombre lobo, con cuidado para no tocar la plata. Sabía que el joven que me observaba me mataría sin miramientos si me descubría, y yo tenía cosas que hacer en París antes de dejarme morir. Me acerqué a él intentando parecer más normal que de costumbre. Quizás una aliada un poco esquiva. Giré el cuchillo entre mis dedos para ofrecerle el mango de este, dejando un escaso hueco para que lo cogiera y evitar así chamuscarme la palma.
-Esto es vuestro- enfaticé la última palabra, dado que el hombre me había tratado como si nos conocieramos de toda la vida desde el primer momento. Estiré el brazo para que alcanzara el arma-.Ponedlo a buen recaudo si no queréis que os lo roben. Yo ya he terminado por hoy con mi trabajo...
Aishell Demberg- Licántropo Clase Baja
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Re: La búsqueda (GONNAR)
Suspiré de nuevo. Qué chica tan intratable. -Así que una chica normal con mucha fuerza va por ahí buscando a un licántropo- comenté incorporándome en la silla mientras ella se acercaba a entregarme el cuchillo.- Y supongo que es por eso que estabas espiando en la parte trasera del circo- añadí mientras estiraba la mano para coger mi cuchillo. Al hacerlo, toqué su mano con mis dedos, levemente... y tocar sería incluso decir demasiado, fue más bien un rozar.
Es difícil explicar en palabras lo que sucedió en los segundos siguientes a ese roce, y más difícil aún sería explicar el por qué sentí aquello. Se me heló la sangre, de golpe, sólo para que acto seguido me invadiera un calor inmenso por dentro. Mi mente se nubló primero, y después tuvo un destello, un destello que despejó brevemente las sombras que ocultaban mis recuerdos de antes de llegar a París. Estaba en una casa, sentado en la mesa comiendo. Había otras 3 personas, mis padres y mi hermana que me daba la mano. Sólo fue un flash de recuerdo, tan breve que no pude ni retener en mi cabeza la imagen de los rostros de mi familia, aunque sabía que los había llegado a ver.
Todo esto pasó realmente en tan sólo unos segundos, segundos en los cuales perdí el control de mí mismo y dejé caer el cuchillo al suelo, quedándome ausente, como si no estuviera ahí. Cuando volví en mí, no sabía cómo reaccionar. Le miré confundido, no entendía nada, pues ella no tenía nada que ver con mi familia, de eso estaba seguro, y aún así el contacto de su mano me había recordado fuertemente a mi hermana. Pestañeé profusamente para recomponerme. Cogí mi cuchillo del suelo y le volví a mirar, con otros ojos. Mi tono de voz cambió por completo para hablar con ella, más calmado y suave, con un leve toque de inseguridad. En ese momento yo necesitaba de ella algo, y no sabía el qué, pero si me había dado ese destello de mi pasado, quizá pudiera darme otros. -No puedes irte así, tengo que ir contigo- le dije, transformando mis ojos casi en una súplica.
Hay criaturas de la noche que controlan tus pensamientos, hay brujos que juegan con tus ideas, y drogas que producen alucinaciones muy reales. En aquel momento yo no me paré a pensar en aquello, ni un sólo segundo. Olvidé que tenía sospechas de aquella joven, olvidé que podía ser un peligro para mi. Lo olvidé todo, necesitaba respuestas.
Es difícil explicar en palabras lo que sucedió en los segundos siguientes a ese roce, y más difícil aún sería explicar el por qué sentí aquello. Se me heló la sangre, de golpe, sólo para que acto seguido me invadiera un calor inmenso por dentro. Mi mente se nubló primero, y después tuvo un destello, un destello que despejó brevemente las sombras que ocultaban mis recuerdos de antes de llegar a París. Estaba en una casa, sentado en la mesa comiendo. Había otras 3 personas, mis padres y mi hermana que me daba la mano. Sólo fue un flash de recuerdo, tan breve que no pude ni retener en mi cabeza la imagen de los rostros de mi familia, aunque sabía que los había llegado a ver.
Todo esto pasó realmente en tan sólo unos segundos, segundos en los cuales perdí el control de mí mismo y dejé caer el cuchillo al suelo, quedándome ausente, como si no estuviera ahí. Cuando volví en mí, no sabía cómo reaccionar. Le miré confundido, no entendía nada, pues ella no tenía nada que ver con mi familia, de eso estaba seguro, y aún así el contacto de su mano me había recordado fuertemente a mi hermana. Pestañeé profusamente para recomponerme. Cogí mi cuchillo del suelo y le volví a mirar, con otros ojos. Mi tono de voz cambió por completo para hablar con ella, más calmado y suave, con un leve toque de inseguridad. En ese momento yo necesitaba de ella algo, y no sabía el qué, pero si me había dado ese destello de mi pasado, quizá pudiera darme otros. -No puedes irte así, tengo que ir contigo- le dije, transformando mis ojos casi en una súplica.
Hay criaturas de la noche que controlan tus pensamientos, hay brujos que juegan con tus ideas, y drogas que producen alucinaciones muy reales. En aquel momento yo no me paré a pensar en aquello, ni un sólo segundo. Olvidé que tenía sospechas de aquella joven, olvidé que podía ser un peligro para mi. Lo olvidé todo, necesitaba respuestas.
Última edición por Gonnar Domne el Vie Dic 06, 2013 1:27 pm, editado 1 vez
Gonnar Domne- Cazador Clase Baja
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Re: La búsqueda (GONNAR)
No puedo explicar qué fue lo que sucedió. A lo largo de mi vida he tratado con muchos seres y, sobrenaturales o no, a todos se les notaba en el rostro cuándo un pensamiento les absorbía y les hacía ausentarse de la realidad. Aunque en ese momento yo no tenía la suerte de ver la cara de quien se escondía como yo tras una capucha, la tensión de su espalda y de sus brazos y el desliz del cuchillo entre sus dedos le delataron. Estuve a punto de agacharme a recogerlo, incómoda, cuando él pareció despertar y se me adelantó. Oí con horror sus palabras, pronunciadas con un tacto del que aquel ser no había hecho gala hasta entonces. Algo en su voz parecía desesperado, como una súplica que me erizó la piel. A pesar de eso retrocedí, contrariada por el giro de la situación.
-Ah no. Definitivamente habéis perdido el juicio- mascullé con inseguridad mientras alzaba las manos frente a mí y negaba con la cabeza-. No sabéis lo que decís ni sabéis a dónde me dirijo.
Me aparté de él y bajé de dos en dos los peldaños a medio calcinar para dirigirme a una zona que había quedado ilesa tras el fuego. Rebusqué apresuradamente entre las pertenencias del público hasta que di con una capa y un abrigo acordes con mi ropa. Me quité de espaldas al joven la capucha y lo que quedaba de la prenda con la que había cubierto un sencillo vestido oscuro (que estaba llena de sangre y suciedad) y la sustituí por la que había cogido. Doblé el abrigo en mi brazo y cuando me hube escondido de nuevo tras la tela volví a girarme. Yo seguía dándole vueltas a sus palabras y a su cambio de actitud.
-Usted y yo no somos amigos, solo hemos coincidido en una desafortunada situación- dije con un gruñido, y mientras me daba la vuelta y me dirigía a la salida, continué con el discurso hablándome a mí misma-. ¡Ni siquiera sé quien es realmente y ya pretende seguirme!
"Ni él sabe quién ni qué eres tú" canturreó mi mente, "sino, estarías muerta." Y con esa idea avancé a grandes zancadas hacia el exterior. Tenía que irme.
-De todas formas ha sido un placer- espeté. Así era yo. Pocas palabras y una entonación que rellenaban el mensaje a la perfección.
-Ah no. Definitivamente habéis perdido el juicio- mascullé con inseguridad mientras alzaba las manos frente a mí y negaba con la cabeza-. No sabéis lo que decís ni sabéis a dónde me dirijo.
Me aparté de él y bajé de dos en dos los peldaños a medio calcinar para dirigirme a una zona que había quedado ilesa tras el fuego. Rebusqué apresuradamente entre las pertenencias del público hasta que di con una capa y un abrigo acordes con mi ropa. Me quité de espaldas al joven la capucha y lo que quedaba de la prenda con la que había cubierto un sencillo vestido oscuro (que estaba llena de sangre y suciedad) y la sustituí por la que había cogido. Doblé el abrigo en mi brazo y cuando me hube escondido de nuevo tras la tela volví a girarme. Yo seguía dándole vueltas a sus palabras y a su cambio de actitud.
-Usted y yo no somos amigos, solo hemos coincidido en una desafortunada situación- dije con un gruñido, y mientras me daba la vuelta y me dirigía a la salida, continué con el discurso hablándome a mí misma-. ¡Ni siquiera sé quien es realmente y ya pretende seguirme!
"Ni él sabe quién ni qué eres tú" canturreó mi mente, "sino, estarías muerta." Y con esa idea avancé a grandes zancadas hacia el exterior. Tenía que irme.
-De todas formas ha sido un placer- espeté. Así era yo. Pocas palabras y una entonación que rellenaban el mensaje a la perfección.
Aishell Demberg- Licántropo Clase Baja
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Re: La búsqueda (GONNAR)
No dejé de mirarla mientras rebuscaba entre las pertenencias del público y se cambiaba la capa y el abrigo de espaldas a mi. Todavía no entendía qué había sucedido exactamente, y el por qué seguía martilleando mi cabeza de forma constante pese a mis esfuerzos por encontrar serenidad en mi mente. Guardé el cuchillo de nuevo en su funda del cinto, ajustándome la capa y limpiando el polvo y las cenizas todavía se aferraban a ésta.
Cuando escuché su negativa, no me sorprendí, pero tampoco podía dejarla marchar sin más, no. No dejes que se vaya, Gonnar. pensé para mí mismo mientras le escuchaba decir que se marchaba, de una manera que dejaba muy claro que no tenía intención de alargar nuestra "relación" ni de volvernos a ver. -No, espera, no puedes irte sin mi- le dije estirando el brazo, como quien intenta coger algo invisible, aún sabiendo que no lo puede alcanzar. Caminé detrás de ella, mientras mi cabeza buscaba a gran velocidad algo que decir, algo que pudiera llamar su atención, convencerla. -Sé lo que buscas- mentí -Y no puedes hacerlo sola.- No era del todo mentira, en verdad. Sabía que estaba buscando a un licántropo, y sabía que de no ser por mí, posiblemente ella ahora estaría muerta, yaciendo en el suelo sucio de aquel circo, porque no habría sido capaz de vencer al hombre lobo que acabábamos de matar. Sola no.
Tenía miedo de que se fuera, miedo. Era la primera vez que tenía un recuerdo tan claro de mi familia y ella había sido quien lo había originado. Tenía que hacerle saber que era algo serio, pero no iba a contarle así sin más lo que había pasado. Se reiría de ti. Bueno, eso si esa chica es capaz de reír pensé en un instante muy breve mientras aceleraba un poco para evitar que se alejara demasiado. Suspiré, tendría que hacerlo. No había precio demasiado alto para lo que ella quizá podía darme. Llamé su atención una vez más, y retiré la capucha de mi cara, dejándole ver claramente mi rostro, mis ojos, mis facciones, mi cicatriz.
Esto tenía doble intención. Por un lado esperaba que eso le hiciera ver que hablaba en serio, que realmente pretendía que ella confiara en mi. De ninguna otra manera un cazador como yo habría dejado que alguien le viera la cara así. Por otro lado, quizá así supiera que de ninguna manera iba a dejarla estar, pues había visto mi rostro, y era evidente que alguien como yo no dejaría irse sin más a alguien que le pudiera identificar tan fácilmente.
-Por favor, déjame ayudarte. Mi voz ya no la habría reconocido ni yo si no fuera porque notaba el aire salir por mi garganta. No recordaba la última vez que le había hablado así a alguien, casi en tono de súplica. Deseé desde lo más profundo de mi alma que aceptara mi ayuda, y creo que no supe ocultar esa sensación en mi rostro. Quizá ni siquiera lo intenté.
-¡Venga, vamos a dentro!- gritó alguien desde la entrada del circo. Gente seguramente alarmada por el fuego, quizá policía alertada por aquellos que habían salido corriendo del circo. También podían ser de la inquisición, u otros cazadores, si alguno de los presentes en el espectáculo había llegado a ver a la criatura. En verdad no importaba, fueran quienes fueran, no quería que me vieran allí. Ni a mi, ni a ella...
Cuando escuché su negativa, no me sorprendí, pero tampoco podía dejarla marchar sin más, no. No dejes que se vaya, Gonnar. pensé para mí mismo mientras le escuchaba decir que se marchaba, de una manera que dejaba muy claro que no tenía intención de alargar nuestra "relación" ni de volvernos a ver. -No, espera, no puedes irte sin mi- le dije estirando el brazo, como quien intenta coger algo invisible, aún sabiendo que no lo puede alcanzar. Caminé detrás de ella, mientras mi cabeza buscaba a gran velocidad algo que decir, algo que pudiera llamar su atención, convencerla. -Sé lo que buscas- mentí -Y no puedes hacerlo sola.- No era del todo mentira, en verdad. Sabía que estaba buscando a un licántropo, y sabía que de no ser por mí, posiblemente ella ahora estaría muerta, yaciendo en el suelo sucio de aquel circo, porque no habría sido capaz de vencer al hombre lobo que acabábamos de matar. Sola no.
Tenía miedo de que se fuera, miedo. Era la primera vez que tenía un recuerdo tan claro de mi familia y ella había sido quien lo había originado. Tenía que hacerle saber que era algo serio, pero no iba a contarle así sin más lo que había pasado. Se reiría de ti. Bueno, eso si esa chica es capaz de reír pensé en un instante muy breve mientras aceleraba un poco para evitar que se alejara demasiado. Suspiré, tendría que hacerlo. No había precio demasiado alto para lo que ella quizá podía darme. Llamé su atención una vez más, y retiré la capucha de mi cara, dejándole ver claramente mi rostro, mis ojos, mis facciones, mi cicatriz.
Esto tenía doble intención. Por un lado esperaba que eso le hiciera ver que hablaba en serio, que realmente pretendía que ella confiara en mi. De ninguna otra manera un cazador como yo habría dejado que alguien le viera la cara así. Por otro lado, quizá así supiera que de ninguna manera iba a dejarla estar, pues había visto mi rostro, y era evidente que alguien como yo no dejaría irse sin más a alguien que le pudiera identificar tan fácilmente.
-Por favor, déjame ayudarte. Mi voz ya no la habría reconocido ni yo si no fuera porque notaba el aire salir por mi garganta. No recordaba la última vez que le había hablado así a alguien, casi en tono de súplica. Deseé desde lo más profundo de mi alma que aceptara mi ayuda, y creo que no supe ocultar esa sensación en mi rostro. Quizá ni siquiera lo intenté.
-¡Venga, vamos a dentro!- gritó alguien desde la entrada del circo. Gente seguramente alarmada por el fuego, quizá policía alertada por aquellos que habían salido corriendo del circo. También podían ser de la inquisición, u otros cazadores, si alguno de los presentes en el espectáculo había llegado a ver a la criatura. En verdad no importaba, fueran quienes fueran, no quería que me vieran allí. Ni a mi, ni a ella...
Gonnar Domne- Cazador Clase Baja
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Re: La búsqueda (GONNAR)
"Sé lo que buscas, y no puedes hacerlo sin mí". Escuchar aquello me llenó la boca de insultos y maldiciones. De todas las frases que podía haber pronunciado, solo esa podría haberme petrificado metros antes de salir de la carpa. Me giré lentamente hacia él, como sopesando si lo decía en serio.
-Maldito seas...- susurré, notando cómo poco a poco, el conflicto se hacía evidente en mi titubeo.
Necesitaba ayuda. Lo había comprobado aquella misma noche. No era la primera vez que había luchado con hombres lobo, pues tenía una gran lista de muertos a mi espalda... pero en todas y cada una de aquellas pequeñas batallas yo había salido muy malerida. Ese día había sido el primero en el que había estado a punto de morir, pues mi entrenamiento estaba anticuado y había perdido todas mis armas. Además, el lobezno al que había atacado debía de ser bastante longevo, pues sus movimientos eran más poderosos y refinados de lo normal. Y el hombre lobo al que yo buscaba era, desgraciadamente, mucho peor.
El joven no me dejó seguir dudando. Intenté detenerlo, pero antes de alcanzarlo él ya se había quitado la capucha. El aire escapó de mis pulmones y boqueé. Su rostro. Su pelo. Se parecía tanto a él que tuve que dejar de mirar. Entonces, oí su súplica y por primera vez en mucho tiempo perdí los nervios. Golpeé con fuerza una de las sillas que me rodeaban y la oí volcar con satisfacción. Me removí como un león enjaulado. Derecha, izquierda, al frente. Le había visto la cara, ya no había vuelta atrás. Me mataría sí o sí, o por mi naturaleza si me acompañaba y me descubría, o por mi conocimiento si me iba sin él. No sabía si reír o llorar, pero el impacto de haberle visto no me dejó reaccionar. Un agotamiento repentino se abrió paso desde las puntas de mis dedos hasta mi cabeza. Me emboté y todos mis movimientos se hicieron más pesados y lentos.
-Tenemos que irnos- musité, notando que mi voz no tenía entonación alguna.
Tomé rumbo sin esperarle. Atravesé el circo, varias calles parisinas y di con la linde del bosque en pocos minutos. No sabía qué hacer. No podía llevar a un forastero a mi guarida así como así. No podía irme sola. No podía... ¡Agh!. Me senté en un tronco que yacía caido desde hacía varios días y me llevé la mano al hombro derecho, donde una burda cicatriz, allí donde me habían mordido para convertirme, lo atravesaba. Siempre hacía eso cuando estaba nerviosa o simplemente me sentía perdida. Después noté que el silencio se hacía más pesado y la mirada del joven me taladraba. Llevé las manos al interior de la capucha y me masajeé las sienes con cansancio.
-Dios mio... os vais a arrepentir de esto- comenté como si fuera evidente. Entonces yo también retiré mi capucha, con los ojos clavados en el suelo, y me froté los párpados, agotada-. Decidme qué queréis a cambio de ayudarme.
-Maldito seas...- susurré, notando cómo poco a poco, el conflicto se hacía evidente en mi titubeo.
Necesitaba ayuda. Lo había comprobado aquella misma noche. No era la primera vez que había luchado con hombres lobo, pues tenía una gran lista de muertos a mi espalda... pero en todas y cada una de aquellas pequeñas batallas yo había salido muy malerida. Ese día había sido el primero en el que había estado a punto de morir, pues mi entrenamiento estaba anticuado y había perdido todas mis armas. Además, el lobezno al que había atacado debía de ser bastante longevo, pues sus movimientos eran más poderosos y refinados de lo normal. Y el hombre lobo al que yo buscaba era, desgraciadamente, mucho peor.
El joven no me dejó seguir dudando. Intenté detenerlo, pero antes de alcanzarlo él ya se había quitado la capucha. El aire escapó de mis pulmones y boqueé. Su rostro. Su pelo. Se parecía tanto a él que tuve que dejar de mirar. Entonces, oí su súplica y por primera vez en mucho tiempo perdí los nervios. Golpeé con fuerza una de las sillas que me rodeaban y la oí volcar con satisfacción. Me removí como un león enjaulado. Derecha, izquierda, al frente. Le había visto la cara, ya no había vuelta atrás. Me mataría sí o sí, o por mi naturaleza si me acompañaba y me descubría, o por mi conocimiento si me iba sin él. No sabía si reír o llorar, pero el impacto de haberle visto no me dejó reaccionar. Un agotamiento repentino se abrió paso desde las puntas de mis dedos hasta mi cabeza. Me emboté y todos mis movimientos se hicieron más pesados y lentos.
-Tenemos que irnos- musité, notando que mi voz no tenía entonación alguna.
Tomé rumbo sin esperarle. Atravesé el circo, varias calles parisinas y di con la linde del bosque en pocos minutos. No sabía qué hacer. No podía llevar a un forastero a mi guarida así como así. No podía irme sola. No podía... ¡Agh!. Me senté en un tronco que yacía caido desde hacía varios días y me llevé la mano al hombro derecho, donde una burda cicatriz, allí donde me habían mordido para convertirme, lo atravesaba. Siempre hacía eso cuando estaba nerviosa o simplemente me sentía perdida. Después noté que el silencio se hacía más pesado y la mirada del joven me taladraba. Llevé las manos al interior de la capucha y me masajeé las sienes con cansancio.
-Dios mio... os vais a arrepentir de esto- comenté como si fuera evidente. Entonces yo también retiré mi capucha, con los ojos clavados en el suelo, y me froté los párpados, agotada-. Decidme qué queréis a cambio de ayudarme.
Aishell Demberg- Licántropo Clase Baja
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Re: La búsqueda (GONNAR)
[TEMA CERRADO: continúa en http://www.victorianvampires.com/t25666-la-busqueda-continuacion-aishell-demberg]
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