Manon de Saint-Léger

Para algunos demasiado sencilla, para otros demasiado orgullosa, todo depende de quien la mire y que noción preconcebida tengan de ella, lo cierto es que no es ni lo uno ni lo otro. De chica aprendió de sus padres adoptivos a contentarse con lo que tenía por lo que aún le resulta abrumador ajustarse al papel de duquesa que le ha sido impuesto, no le gusta fingir ser quien no es, más bien prefiere ser honesta y seguir lo que le dictan sus instintos como correcto aunque no sea lo que los demás consideren también así.

La gente que le rodea aún no ha llegado a conocerla bien ya que su personalidad dista mucho de ser unidimensional. Es justa y trata a todos de la manera en que ella considera apropiada ya que no se deja deslumbrar por títulos ni por riquezas sino por el carácter de la persona. Tiende a observar no como los demás tratan a los de su misma clase sino como tratan a los de clase inferior, de esa manera ella se forma una mejor idea de como es cada quien.

Escucha y toma en cuenta los consejos de quienes considera son inteligentes y han sabido ganarse su respeto, pero solo como una guía ya que al final siempre pondera si los mismos van de acuerdo con sus convicciones o no. No es nada tonta y sabe perfectamente que no se puede confiar en todo el mundo por lo que deposita cuidadosamente su confianza pero una vez que la tienes es completa.

No suele compartir sus sentimientos más que con las personas más cercanas a ella y una vez que te entrega su cariño velará por ti protegiéndote cuando sea necesario pues no dejará que nadie te lastime. Valora mucho a las personas que ven más allá de lo que ella pueda parecer y que se toman el tiempo para escucharla pues a ella también le gusta escuchar a los demás por lo que sus amigos tienden a buscarle para desahogarse con ella sabiendo que no les juzgará sino que intentará apoyarles por sobre todo.

De vez en cuando se olvida de su rol nobiliario y de la etiqueta y vuelve a ser la misma chica de aquel barrio pobre de carácter testarudo, con ansias de libertad y de ser tan sólo ella misma.

Para conocer la historia de la actual duquesa del Sacro Imperio Romano Germánico debemos remontarnos al pasado, exactamente hace 22 años, cuando a puertas cerradas un misterioso encapuchado entregaba una bebé de apenas unas horas de nacida a una mujer sesentona junto con un saco cargado de monedas que debían bastar como paga para deshacerse de la presencia de la infante de carita sonrosada y rostro angelical cuya inocencia contrastaba con el complot que se estaba llevando a cabo, sellándose de esa manera un trato que repercutiría en el destino de la única descendiente de los duques. La sesentona se alejaba del lugar con rapidez perdiéndose en la oscuridad mientras dejaba atrás los recintos del palacio ducal. Al mismo tiempo, en el interior de la sala de estar contigua a la recámara de los duques, adonde la duquesa se encontraba descansando después de un parto difícil, le era transmitida a su esposo la noticia de que su descendiente había sido una niña pero que esta nunca alcanzó a respirar el aire de nuestro mundo pues había nacido muerta.

Nos adelantamos a unos cuantos días después muy lejos del palacio ducal, adonde el duelo aún se imponía en el ambiente tras la devastadora noticia, para adentrarnos en un pequeño pueblo a miles de kilómetros de distancia. Una joven pareja de condición humilde imposibilitada desde hace años para tener hijos acogía entre ellos a una pequeña bebé que los observaba con un par de dulces ojos oscuros y sonreía al tomarla la mujer en sus brazos ganándose así de forma inmediata el corazón de la misma, ya que tanto la madre como el padre adoptivo le amaron desde el primer día considerándola como si en verdad fuese su hija y bautizándola como Manon.

La pequeña creció creyendo que era hija de sangre de la pareja y al ser de clase baja con muchas limitaciones pero al no haber conocido nada diferente se alegraba con el alimento que tuviesen en la mesa, sobretodo porque sabía que sus padres se esforzaban trabajando incansablemente. Su madre que trabajaba en una fábrica textil adonde la humedad y el polvo afectaban la salud de las trabajadoras contrajo tuberculosis por lo cual Manon fue enviada lejos de su casa a residir con una tía pues el riesgo de contagio era muy elevado y peligroso para la niña. Tenía ella doce años cuando le llegó la noticia de que su madre había fallecido algo que le afectó y le causó muchísima tristeza ya que ambas habían sido muy unidas. La pérdida también deprimió a su padre quien hundió sus penas en la bebida por lo que era frecuente que Manon tuviese que ir a buscarle a alguno de los bares del pueblo cuando él no llegaba a dormir a casa, encontrándose él en estado deplorable.

Irónicamente fue precisamente en una taberna adonde encontró trabajo como mesera a la edad de dieciséis años por lo que tuvo que aprender a lidiar con aquellos que confundiéndose la tomaban por una joven fácil sin faltar los que le ofrecieran dinero a cambio de favores en la cama, pero la joven tenía dignidad y a pesar de que algunos le llamaran dinero fácil ella siempre los rechazaba, para ella aceptar hubiera equivalido a perder el honor que tenía y es que tenía convicciones propias a las cuales se aferraba como si se le fuera la vida en ello. Existía en Manon una serena dignidad y un ansía de superación que contrastaba con su nivel socioeconómico. Sus padres lo habían notado desde que era una niña y ahora que era mayor en ocasiones su padre la observaba reflexivo intuyendo de alguna manera que su hija terminaría por alejarse de él.

-Eres demasiado buena para este lugar hija, algún día te marcharás y llevarás la vida que no pude ofrecerle ni a ti ni a tu madre.-

La joven se acercaba a su padre y le tomaba de las manos. -No diga tonterías padre, nunca me marcharé de acá.- Le sonreía e intentaba tranquilizarlo aunque sus palabras lograban inquietarla también a ella como si se trataran de un mal presagio.

Cuando Manon cumplió los veinte años un drama de índole muy diferente se desarrollaba en el palacio ducal adonde su tío era llevado a la horca por haber atentado contra la vida de su hermano y su cuñada con el afán de quedarse con el título y las riquezas, siendo ahora el siguiente en la línea de sucesión directa al haberse desecho de la única descendiente. El secreto salió a la luz inesperadamente al ser torturado uno de sus cómplices, precisamente el encapuchado que años atrás había entregado a la hija de los duques en los brazos de una anciana que terminó también confesando y de esa manera confirmándoles que su hija había estado viviendo todo ese tiempo lejos de ellos.

Un año después, tras realizarse numerosas pesquisas llegó el día en que unos soldados irrumpieron en la taberna para llevarse consigo a Manon sin que ella pudiera impedirlo, siendo el tema de conversación entre los habitantes del pueblo durante varios días. Se hicieron muchas conjeturas, entre ellas que las de rostro angelical siempre resultaban ser las peores, seguramente habría cometido algún delito, aunque el rumor que predominaba era que había caído en la prostitución, palabras que llegaron a oídos de su padre, a quien nadie podía darle noticias del paradero de su hija.

Después de algunos días de viaje de camino a Berlín, que resultaron eternos para la joven que se encontraba prisionera sin comprender el por qué, Manon se vió confinada a una habitación de donde a pesar de sus esfuerzos le resultó imposible escapar. Un par de damas de compañía entraron en la habitación para bañarla y cambiarla de ropa, para un par de horas después hacerla entrar en un enorme salón adonde se encontraban varias personas allegadas al duque del Sacro Imperio de quienes se esperaba completa discreción. También se encontraban allí un hombre de rostro duro y una mujer de semblante inexpresivo. Se le indicó que se acercara a ellos.

-¿Estás seguro que se trata de ella?- preguntó el hombre de semblante de acero. -Mi esposa no puede soportar otra desilusión.-

El resto de la conversación se trató a puertas cerradas y sólo existe ahora en la memoria de Manon...

Un año después de haber sido encontrada la duquesa finalmente pudo reunirse con el hombre a quien toda su vida conoció como su padre, encontrándose este en su lecho de muerte, el consumo de tanto alcohol había cobrado su precio. Al principio a su padre le costó reconocer en la joven de lujosa ropa y elegante peinado a su hija y entre sus escasos momentos de lucidez la joven apenas pudo preguntarle si era realmente adoptada (hasta ese momento se había negado a creerlo del todo) pero tras escuchar su confirmación permaneció a su lado durante sus últimos días de vida hasta el momento en que le vió exhalar su último aliento. Ahora su padre se reuniría con su madre, aquella mujer a quien tanto había amado y de cuya falta nunca pudo recuperarse.