"Masha" McCallum | ID

Caótica. Perversa. Fría. Siniestra. Simples adjetivos que pueden resumir al completo su manera de comportarse. Se guía por el instinto más que por la reflexión, a la que considera más un atributo opcional que una filosofía de vida. No, que no os engañe, no es estúpida, pero considera que ser impulsiva es mucho más divertido. Y no le falta razón. Es extremadamente independiente, engreída y orgullosa. Sabe lo que tiene, por qué lo tiene y qué hacer para conservarlo. Puede ser extremadamente pedante y altiva, inoportuna hasta más no poder... pero es que tiene tan asumido que es perfecta, que apenas puede evitarlo. Puede llegar a discriminar a las personas simplemente por considerarlas inferiores a ella. No suele encontrar personas que capten su atención. Se aburre con facilidad de todo cuando obtiene, motivo por el cual aparenta ser mucho más frívola de lo que es en realidad.

Su autoestima y ego alcanzan sobradamente la estratosfera. No conoce la humildad ni los errores. Ella no se equivoca, se equivoca el estúpido mundo en el que vive. Tiene una curiosa forma de ver la vida: No existe ni el bien ni el mal: ambas cosas son simples falacias. Ella confía en su propio instinto y en sus deseos, que, obviamente, se alejan mucho de la legalidad... y de la normalidad. La sangre es su mayor pasión... Y su más siniestra obsesión, que no se molesta en esconder al "público". Ambiciosa. Vengativa. Engreída. Apasionada. Sexy. Atractiva. Terriblemente molesta.

Helenna es una maestra en el arte de analizar y manipular a las personas, a fin de sacar provecho propio. Siempre consigue lo que quiere sin importar el precio, y siempre lo hace por sus propios medios. No le gusta que metan las narices en sus asuntos. Experta mentirosa, y una arpía de mucho cuidado. Celosa en extremo, territorial. Protege aquello que es suyo con uñas y dientes, y no permite a nadie más llegar a obtenerlo. Puede ser descrita como una vil víbora, como un ser sin corazón e incapaz de sentir, pero lo cierto es que Helenna, al igual que todo ser,  no puede apagar sus emociones así como así... pero sabe ocultarlas a la perfección. Difícil de creer, difícil de vivir para verlo, pero sí: Helenna tiene un corazón. Dañado, resquebrajado y negro, pero lo tiene. En el fondo tiene su lado tiern-¡JA! Que nadie se moleste en buscar su lado amigable o volverla buena, sería una total perdida de tiempo. El orgullo que carga en los hombros le otorga un ego descomunal, sin el cual le sería imposible sobrevivir. Ese cariño extraño lo reserva para muy pocas personas en el mundo, y no está muy dispuesta a ampliar esa lista. Sarcástica, elocuente y fina. Extraña. Complicada. Sutil.

En relación a los hombres suele ser la dulce perdición... Su pecado es la Lujuria. Y no le molesta reconocerlo. Posee un notable atractivo físico del que es perfectamente consciente, y lo utiliza como herramienta para conseguir aquello que quiere. Pero de sus amantes se aburre rápidamente, presa de una frivolidad de la que no puede alejarse. La única mujer que la ha seducido, ha sido Ophelia, y por ese motivo la odia y adora a partes iguales.

"Una noche agraciada por la tranquilidad, no parecía poder apaciguar la desesperación que comenzaba a surgir en mi... Y ni siquiera aquel infantil intento de cubrirme por completo con las mantas para que la calma retornara a mi pacífico ser, logró surtir efecto. Aquella macabra voz, tan familiar, rebotaba entre mis pensamientos para hacerse notar entre ellos e impedir que Morfeo me abrazase con su ternura habitual. Estaba agotada, cansada, incapaz de moverme más que para tratar de huir de aquellos pensamientos que me atenazaban, de esos recuerdos que me hacían aún más vulnerable. Todos aquellos temores que creía superados se arremolinaban en torno a la pesadilla que se abría paso, aun sin estar dormida, por mi mente, trastocada por el cansancio. Cada noche gritaba sin emitir sonido, y lloraba sin soltar lágrimas, presa del terror. ¿Acaso aquel ser desconocido, que a veces se aparecía como una sombra entre mis sueños, provocaba que el pánico se adueñara de mi con tanta facilidad? Aunque mi mente se retorciera cada noche para librarse de aquel siniestro yugo, no pude deshacerme de aquel ente maligno, hasta mucho después de que mi tortura comenzara..."

Siempre fui una niña enfermiza y acomplejada, oculta bajo los muros de una aburrida habitación, cuyo contenido literario pude releer unas cinco veces perfectamente. En todo ese tiempo aprendí a odiar con todas mis fuerzas la voz exageradamente aguda de mi madre, y el olor a perfume barato que siempre portaba mi padre, que gustaba de pasear por todo Londres la vergüenza de marchar cada noche con señoritas de la calle, mientras mi madre, anclada en tradiciones tan patéticas como burdas, se limitaba a comportarse como se esperaba de ella. Yo, callaba todos mis pensamientos, a sabiendas que no encajarían en aquel clima de pasotismo tan arraigado en aquel caserón del centro de la ciudad. Tampoco es que nadie fuese a escuchar las quejas de una cuasi inválida, pero eso no hacía más que alimentar el odio que profesaba hacia todo aquello que me recordaba que estaba obligada a permanecer entre aquellas cuatro paredes hasta que la muerte, deseada en mi caso, al fin viniese a por mi.

Largas y tortuosas noches pasé rezando a un Dios diferente al de mis padres, a fin de que se apiadara de mi cada día más oscura alma, y me llevase con él. Satán, mi Dios elegido, sí hizo caso a mis plegarias, trayéndome consigo el rostro pálido y sereno de aquel ser de la noche. Moira, u Ophelia, como el resto la conocían en un intento de hacerse pasar por alguien normal. Pero yo sabía cuál era su naturaleza, desde el primer momento en que atravesó el umbral de mi puerta, fingiendo ser una artista que quería retratarnos. Sus ojos se clavaron en los míos, atravesándome de arriba abajo, dotando de un nuevo y diferente significado a todo cuanto me rodeaba. No sé por qué motivo su siniestra aparición motivó un cambio inesperado en mi. Ahora, a sabiendas de que la muerte me aguardaba, me convertí en una muchacha alegre y vivaz, todo lo que nunca había sido... A fin de disfrutar el poco tiempo que me quedaba. Hoy día, no sé si decir que aquel periodo fue un calvario o un tormento, pues no albergo demasiados recuerdos de aquella época... Todo ha sido envuelto por el odio, una vez más, cegando todo aquello que podía ser positivo.

Y al llegar mi vigésimo cumpleaños, aquella figura femenina que se encontraba atormentándome -o intentando salvarme, como posteriormente me incliné a pensar-, regresó una noche más, y más fuerte que de costumbre. Fue la primera noche en que su influjo me hizo levantarme del lecho, y al fin pude ver su rostro, tan pétreo y joven como la primera vez que la vi. ¿Desde cuando había estado persiguiéndome? Porque aquella pesadilla que tenía de niña, parecía repetirse de nuevo, con más intensidad. ¿Me habría elegido para algo? ¿O acaso mis plegarias a aquel Dios prohibido se hicieron realidad desde el mismo momento en que fui consciente de mi amargura? Ella me empujó sobre la cama, con una fuerza increíble, como pretendiendo que no me escapase de su abrazo. Quise gritar entonces que era todo cuanto siempre había deseado, pero no pude. El miedo es una reacción extraña, que surge incluso cuando deseabas la llegada de aquello que provoca tu temor. Pero yo quería aquello, nunca había querido nada diferente.

No era consciente de lo que pasaba hasta que, de pronto, todo se nubló y pude sentir una brisa fresca golpeando mi rostro. Notaba el sabor de la sangre de aquella fémina nocturna, y al instante supo que todo habría acabado pronto. ¡Al fin mi más oscuro deseo se avecinaba, para poner fin a aquel tormento! Mis extremidades superiores sintieron el alivio de poder extenderse con toda la libertad que mi propio cuerpo me permitía. El vacío se extendía debajo de mi, sobrio, apagado, atrayente. Quería abrazarlo y que todo terminara cuanto antes, pero ella se tomaba su tiempo mordiendo mi débil cuello, succionando mi sangre como había hecho durante todos aquellos meses. El silencio era abrumador y casi devastador, ya que eso sólo significaba que su voz retumbaría fácilmente en mis oídos, trayendo consigo, de nuevo, el terror... Su voz... su voz era fría y áspera, como el hielo, y demasiado atractiva y maligna para ser de un mortal. Mis pies avanzaron por el alféizar en contra mi voluntad, pese a que quería deshacerme de mi vida... A veces no reaccionamos como imaginamos, y nos aferramos a aquello que nunca supimos apreciar. Y tan pronto como el ente hubo depositado un beso en aquella herida, mi cuerpo tembloroso cayó hacia la nada, precipitándose a la muerte oscura.

De pronto, todo pareció apagarse, y por primera vez, me sentí plena al observar aquel hermoso rostro que llevaba tanto tiempo atormentándome. ¿Cómo un ser tan feroz podía ser tan bello? De repente me sentía feliz, tranquila, a medida que mi cuerpo se iba haciendo más y más pesado, siendo recogido por la muerte. Ahora que le había visto la cara, no tenía miedo. La muerte tenía rostro de mujer, colmillos de bestia y belleza sobrehumana. Una lágrima solitaria recorrió mi mejilla, y una sonrisa serena se instaló en mi semblante, cada vez más pálido. Por fin... Por fin... El ente pareció sonreír y depositó un frío beso sobre mis yertos labios, sellando una unión que duraría toda una eternidad. La calma se instaló sobre mi alma, ya obscura, y sólo pude alzar la voz una única vez, para mostrar mi sorpresa. -¿Nieva?... -Y nunca obtuve respuesta... Que yo sepa.

La etapa que prosiguió a mi conversión, se ha transformado en la más feliz de mi vida, aun habiendo tenido lugar tras la muerte... Irónico, ¿no? Aprendí lo que era ser un ente de la noche en menos tiempo del esperado, y abracé la eternidad con esa sonrisa irónica que tanto a mi, como a mi creadora, nos caracteriza. Puedo decir con orgullo que soy una vampiresa, y que comprendo mejor que muchos lo que ello significa. Significa poder. El poder de hacer lo que quiera, cuando quiera, y como quiera. Y eso es algo a lo que, tras una vida de resignaciones, no voy a renunciar. Vine a París para acercarme a mi "progenitora". Pero al toparme con Fridpjófr, su creador, me di cuenta, tarde, de que no sería tan sencillo. Tras una pelea en la que tanto él como yo salimos mal parados, ese malnacido me dejó inconsciente y me condenó a pasar la eternidad en un ataúd. Por suerte, mis gritos fueron escuchados, semanas después, por una joven que se convirtió después en mi esclava. Tras eso ambas nos fuimos a Rusia, donde tardé un tiempo en recuperarme. Dos meses después, y con una considerable red de contactos que también tenían algo en contra del creador de Ophelia, regresé a París con el nombre de "Masha", una identidad que de momento, me permite cierto anonimato. Ahora cumpliré la promesa que le hice a mi eterna amante.

Demostraré, a él y al mundo, de lo que soy capaz. Porque ella es tan mía como yo soy suya. Y eso tampoco podrán impedírmelo.

PB: Vika Levina
BSO: Forsaken - La Reina de los Condenados
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