Victorian Vampires
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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Lorelei Sáb Dic 28, 2013 8:56 pm


Lorelei
Nombre
Lorelei Minna de Visconti
Nacionalidad
Germánica
Especie
Fantasma (43 R, 19 A/M)
Orientación Sexual
Heterosexual
Extras
Propósito: Que Valentino, su marido en vida, cumpla con su promesa.
   Debilidades: Los hijos que perdió, el llanto de quien amó y los recuerdos que no podrá volver a vivir.
   Poderes: → Aparición/Invisibilidad: Habilidad para aparecer y desaparecer las veces que deseen y a cualquier hora del día, además que ellos poseen la capacidad de mostrarse solo ante las personas que ellos elijan y ocultarse a ojos de los que no desean que los vean.
→ Ilusión: Capacidad de crear ilusiones ópticas a los vivos, mostrar recuerdos a través del tacto o similares.
→ Teletransportación: Habilidad para moverse de un lugar a otro sin ocupar espacio o masa en el trayecto. Traspasar superficies sólidas que un humano común no podría, como paredes, etc.
→ Telequinesis: Habilidad para mover objetos, tocas a los seres humanos que están vivos, animales, etc. En pocas palabras pueden hacerse pasar perfectamente por una persona viva y realizar las mismas actividades que un vivo haría si es que lo desean. Los objetos pueden moverlos no sólo con tocarlos, también haciendo uso solamente de su mente
→ Permanencia: Capacidad de quedarse en el mundo de los vivos el tiempo que deseen, pero mientras lo hagan su alma no estará en paz y no descansarán como el resto de los difuntos.
→ Corporeidad: Característica de lo que tiene cuerpo o consistencia. Los fantasmas tienen la capacidad de tener un cuerpo físico, de tocar, sentir y hacer sentir y ser tocados por otros (vivos) si lo desean; significa que pueden gozar de las mismas sensaciones de las que goza un mortal (aunque no será igual a como las siente un vivo) pero esto sólo será logrado si se concentra lo suficiente y solamente si desea que así sea.
→ Posesión: Posibilidad de entrar en el cuerpo de un vivo, pero esto sólo pueden lograrlo con la ayuda de una persona que tenga conocimiento en el tema (como los brujos o médiums), además de que la posesión sólo será momentánea (máximo un par de horas), nunca permanente.
   Otros: otro, otro, otro, otro, otro, otro, otro, otro, otro, otro.
Descripción Psicológica
Lorelei, la dulce Lorelei. Jamás fue de las doncellas más extrovertidas, pero sí de las más atentas y agradecidas. Se preocupaba de otros sin temor a abrir su corazón. Sí temía que no la dejaran soñar, porque su vida la vivía como si fuera un sueño. Actualmente siente que todavía le quedan melodías por cantar y que sólo le falta que Valentino la escuche, porque siente que solamente con su intervención es que él logrará finalmente vivir. Teme que la soledad y la tristeza lo consuma por no abrir a las puertas al amor que lo llama.

Está decidida a dar todo de sí hasta el fin para que no quede ningún sueño esperando despertar en el camino de quien fue su único y gran amor. Tiene claro su objetivo y que descansará hasta que vea aquello realizado. Ella sabe que la mayoría de los fantasmas se quedan en la tierra con intenciones de vengarse de los vivos o que fueron generados por el rencor y la ira. A ella sólo la ha llevado a este estado el amor que aún siente, ese amor que va más allá de la línea de la vida y la muerte. Se tragará todas sus penas y sus frustraciones por una sonrisa que dure para siempre.
Historia
Somewhere by Katherine Jenkins on Grooveshark

¿Qué pasó? ¿Qué me trajo aquí? Sería caprichoso de mi parte echarle toda la culpa… a él. Creo que, en el fondo de mi alma, necesitaba permanecer aquí; en vida lo conocí demasiado bien como para no conocer los tormentos de su alma. Ahora que mi plano es otro, entiendo el significado de esos ojos ennegreciéndose con cada respiro arrebatado de mis pulmones; eran nuestras reacciones al sentir nuestras existencias lenta e inevitablemente separándose. Nos habíamos convertido en nosotros, pero Dios había querido que volviéramos a ser él y ella.

Pero jamás hubiera habido un nosotros si antes no hubiera existido un yo.

Si la memoria no me falla —si es que todavía puede decirse que la poseo— nací un día de primavera de 1757 en la ciudad de Hamburgo, siendo la segunda hija de un sólido matrimonio. El nombre de mi padre era Wilm von Kobell y el de mi madre Bluma Von Kobell . Por supuesto que al nacer sólo me preocupaba por recordar cómo respirar, pero ya mis padres junto con el resto de mi familia comenzaban a planear mi vida hasta el día en que un hombre me eligiera como esposa para unirnos en sagrado matrimonio. La respuesta de tanta prevención era que por mis venas corría la sangre de los condes del Sacro Imperio Romano Germánico, pero no supe lo que significaba sino dentro de varios años. Yo sólo podía mirar hacia arriba, encontrarme con los risos dorados de mi madre, y jugar con los adornos que tan delicadamente posaba sobre mi cuna. Con eso era feliz. Lo fui hasta que no la sentí más; lo fui hasta que mi padre me llevó a la tumba de mi madre con mi primera primavera recién cumplida.

Quedamos solos mi padre, mi hermano Penrod y yo. Nuestra pequeña familia; nuestro nido vacío de madre y de esposa, pero fuerte hasta el final.

Recuerdo que papá tenía miedo, casi tanto como los sirvientes. Tenía la duda inyectada en sus ojos, observando en ocasiones el firmamento en busca de una respuesta a sus múltiples interrogantes, pero de a poco fue aprendiendo que las respuestas nunca estaban demasiado lejos de las incógnitas. Él amaba a mi madre y yo lo quería mucho, así que le fui enseñando con mis acciones a ser padre de dos niños sin una esposa que lo acompañara en el proceso; lo abrazaba para que aprendiera a acariciar, lloraba para que entendiera la importancia de un consuelo, y me colgaba a su cuello para que sintiera cuánto lo necesitaba. Y así, de a poco volvió a reír con Penrod y conmigo. Así, mi madre siempre estaría y nosotros la oiríamos.

Mis memorias cada vez están más borrosas, pero las siento. Siento que mi infancia fue casi completa, con un padre cariñoso y un hermano mayor que me llevaba a jugar con él hasta rodar colina abajo en busca de aventuras. A diferencia de las otras niñas de la corte, yo no fingía ser una princesa, sino que un hada que guiaba el caro y flecha del cazador para que atravesara a salvo el bosque encantado. Mi hermano era el arquero y yo su guía, siempre complementándonos e imaginando parajes fantásticos en donde otros sólo veían montículos de tierra y un jardín bien cuidado. Soñaba con que algún día cumpliríamos las misiones suficientes como para poder llegar a la reina de todas las hadas y que me concediera el deseo de otorgarme un par de resistentes alas para llegar adonde se encontraba mi madre. Qué imaginativa, ¿no? Mi padre solía decirme que era producto de que pasaba mucho tiempo en libros de leyendas y maravillas, pero yo creo que aquella no era más que el potente e inútil deseo de una niña que añoraba a su madre.

Mas en el fondo de mi corazón, sentía que algo me faltaba, algo que ni mi padre ni mi hermano podrían darme. Sentía que quería hacer que mi mundo de elfos y sílfides fuera compartido con alguien que necesitara de él; sentía que quería dar todo de mí y que contribuyera a llenar el vacío de alguien como había ocurrido conmigo. Pero estaba creciendo. Ya tenía diecisiete años y mi padre quería casarme a toda costa. Se acabaría la fantasía y con ellos mis sueños. No quería que eso pasara, pero veía con frustración que papá invitaba a sus amigos cada vez más a menudo. ¡No los aguantaba! Hombres aburridos que solamente sabían de números y de la cantidad de horas que tenían que pasar con sus esposas para embarazarlas.

Lo peor y lo mejor me ocurriría en una noche de fiesta en la mansión del duque. Habían invitado a la mitad de la realeza de distintos países a esa reunión y los desconocidos estaban al asecho, queriendo arrebatarme mi mundo, que era lo único que realmente me pertenecía. Ya veía a uno de ellos con su mirada sobre mí, sin ninguna intención de saber cómo me sentía o qué pensaba. Entonces, como si todavía estuviese jugando en el jardín a los laberintos encantados, me fui a esconder. Los tapices y cortinajes eran las ramas temblantes de los árboles gigantes, los invitados esparcidos eran las manadas de ciervos moviéndose en busca de comida, y las puertas representaban las entradas a las casas de los topos parlantes. Sin embargo, una de las puertas llamó mi atención; sentía que me llamaba, que la había estado esperando de hacía tiempo o que ella me estaba llamando. Hasta el día de hoy no lo sé. La visualicé como un portal cuyos colores llamaban a mi corazón para hacerlo brillar junto a una canción cantada por las sílfides. Y entré, sin siquiera preguntarme si debía quedarme de pié en el pasillo hasta que alguien me encontrara o qué explicación daría si alguien llegaba a sorprenderme.

Fue entonces que la madera sonó tras de mí… y lo vi a él. La niña que recorría su jardín creyéndose en un cuento de hadas había encontrado una criatura maravillosa en el bosque. Valentino… mi Valentino. En ese entonces no era más que la imagen de un joven hombre titubeante que con el mismo carácter observaba ante el espejo que su traje estuviera en perfectas condiciones antes de salir a escena. Temía; tenía el mismo brillo dubitativo que mi padre mostraba cuando recientemente había enviudado. Su única defensa era ese antifaz que usaba, esa prenda de vestir que por fortuna no me impidió habitar en sus ojos melancólicos. No me disculpé; sólo le pedí silenciosamente que me dejara quedar, que no quería volver con esos hombres horribles. Indirectamente también le dije que me sentía a salvo allí, aunque si alguien me hubiera visto entrar, los rumores acerca de mi falta de honra hubieran comenzado a hervir en el salón. Se negó a la primera, pero yo le insistí; como toda criatura especial, vivía a la defensiva y con miedo, pero tenía que llegar la heroína de la historia para plantar una semilla de amor en su corazón.

A la semana siguiente, vino a casa a pedir mi mano en matrimonio. No mentiré en decir que estaba asustada, porque mi padre jamás se negaría a la propuesta del duque de nuestra nación. Valentino era interesante, y fascinante en alguna medida, pero no lo conocía. ¿Cómo podía abrir mi mundo a alguien de quien nada sabía? Me lo pregunté los meses en que nos mantuvimos comprometidos, comunicándonos por carta ya que sus deberes y sus propias barreras le impedían visitarme a menudo. Siempre recibía respuestas mecánicas de él, como ensayadas. Me preguntaba con quién me casaría, si aquello era todo lo que era él o si el llamado que había sentido realmente tenía un significado detrás.

Cuando estuvimos de pié juntos ante el altar, lo miré y lo miré. Su alma me dijo que estaba tan solo como yo. Reflexioné sobre ello hasta la noche de bodas, ya convertida en Lorelei de Visconti. Estaba nerviosa, arrinconada en una esquina de la cama y tapándome con las sábanas, pero no tanto por el hecho de perder la virginidad con mi marido, sino por entregarle quien yo era. Mi cuerpo se uniría con el de él, y… ¿qué pasaría con mi alma y mis sueños? ¿eso se fundiría con él? Lo sentí sobre mí, mirándome a los ojos aún a la defensiva. Tenía tanto miedo como yo. Más bien dicho, él era como yo. Entonces… ¿por qué no podía convertirlo en el príncipe de mi cuento de hadas? Y lo abracé con fuerza; quería hacerle saber que no estaba solo, que yo estaba ahí escuchando lo que su corazón tuviera que decir. Cuando me miró de vuelta, supe que él había entendido lo que había querido decirle y me abrazó de vuelta como si nunca nadie lo hubiese apretado contra su pecho. Desde ese momento nos amamos. Esa noche no fue mi noche de bodas; fue la noche en que él y ella se transformaron en nosotros.

El bosque encantado había encontrado un nuevo huésped.
Era tan feliz.

Si bien mi marido tenía este miedo inicial al adentrarse en zonas desconocidas, lo mejor que tenía era que una vez que lo sentabas a mirarte de frente, se volvía el mejor de los oyentes. Yo le contaba sobre las cosa que había visto, sobre el aventurero viaje que había sido mi vida, y sobre lo divertido de nuestro primer encuentro. Se sonreía con gentileza y sujetaba mis manos como si fueran de cristal. Siempre era así, cuidadoso, como si me fuera a romper. Incluso en el lecho notaba cómo se reprimía, a pesar de que el calor que emanaba de su piel no mentía en su ferviente deseo. Me preguntaba en ese entonces por qué tenía ese temor constante de hacerme daño. Nunca lo supe en vida; ahora que estoy muerta, entiendo por qué.

Quería que darle un presente a mi príncipe, darle un gracias por no haberme cambiado, sino que conocido. El cielo nos había escuchado para concebir a nuestro primer bebé. Ya me imaginaba alegre en mi ventana si esa vida gestante haría como su padre y no se sentiría jamás amenazado por mis idea u opiniones. Estábamos felices. Oh… juro por el Dios que me dio la vida que ya no respiraba el aire; lo sentía. Por haber dejado que mis sueños volaran tan alto, la caída abrupta contra el suelo fue peor. Estaba cortando rosas en el jardín cuando vi un rojo aún más carmesí bajando por mis piernas. Me desmayé y cuando desperté ya no hijo dentro de mí.

Y el aire de la ventana se hizo pesado. No lo sentía más. Era como si un malvado hechicero hubiera robado los aromas de mi bosque.

Pero tenía a mi príncipe, a mi valiente caballero de dorada armadura. Esa vez fue Valentino quien me abrazó, quien me salvó del abismo en el que estaba cayendo poco a poco. Tenía tanto miedo de que me creyera una mujer seca que no pudiera darle hijos que creo que fue eso lo que hizo que me encerrar en mí misma esa vez. Esa vez fue él quien me dijo “aquí estoy”. Esa vez, cuando pude volver a quedar embarazada, me cuidé más; tomaba siestas más largas, jamás me saltaba las horas de las comidas, y mis paseos al jardín disminuyeron para asegurar que mi bebé se hiciera fuerte. Así le enseñaría a otro ser amado lo que era entrar en este mundo de amor alguna vez roto pero al fin reparado, peor en mi corazón crecía una voz que me decía lo contrario, que sin importar lo que hiciera nada estaba en mis manos. Hice lo que pude, absolutamente todo para sonreír hasta el final. El final llegaría más pronto de lo imaginado.

Mis entrañas se contrajeron una noche, y supe que algo andaba mal. No podía moverme, apenas podía sentir mis piernas con el dolor. Valentino estaba asustado y con la mirada perdida; la única vez que lo vi así. Me apartaron de sus brazos para tenderme en la cama para hacerme parir, pero yo vi el rostro de la más vieja de las parteras y no era de esperanza. Con todas mis fuerzas pujé; pujé incluso no sintiendo que lo estaba haciendo. Al menos si tenía que morir, no quería dejarlo solo a él; la soledad lo mataría, yo lo sabía. Con un hijo de su lado, tendría un puerto donde anclar. Pero Dios quiso otra cosa.

Eventualmente me agoté y ya ni las manos podía mover. Pude escuchar al sacerdote orando por mi pronta partida. Yo sólo quería despedirme de mi príncipe pronto, ya que nuestros hijos nos esperaban en el cielo y lloraban por mayor cercanía. Lo sentí entrar, y dentro de los segundos en que se tardó llegar a mí, comencé a preguntarme si acaso había llenado suficiente su vida de significado para que continuara sonriendo al sol que no nos vería amanecer juntos nunca más. Lágrima muy amargas brotaron de mis ojos cuando me contesté que ya era tarde, que no podía intentar volver a llenar los vacíos. Entonces lo miré con todo el amor que tenía y le hice prometer que no se rendiría, que continuaría viviendo como le había enseñado. Y con su asentimiento traducido en beso, afirmé su mano con fuerza antes de expirar; fue la última experiencia de calor que sentí antes de comenzar a recordar qué se sentía lo helado o lo hirviendo. Y mi bosque se secó. Ya no cantaba el ruiseñor, porque la fértil primavera se había ido para siempre.

Debí haberme ido, pero no lo hice. Mi alma continúa atada a la tierra. Aquí estoy, viéndolo de lejos como el zar de Rusia, pero más allá de eso, como el hombre que se convirtió en mi nosotros. ¿Dónde se ha ido? Su corazón aún late, pero es como si esa noche hubiéramos partido los dos. Me mintió; no está viviendo… se está negando a morir. ¿Por qué no está viviendo? El amor está llamando a su puerta y él quiere atenderla, yo lo sé, lo siento. ¿El Valentino que conocí está dormido? ¡Quiero hacerlo despertar! La muerte jamás ha sido mala hierba; sí la muerte en vida. Y si yo puedo oírlo, ¿qué tan fuertes serán los sollozos de su ser? Serán pedazos demasiado pequeños para que él los vea y se de cuenta de lo que está haciendo, pero son lo suficientemente grandes como para cortar los hilos que al otro mundo me llevan.  

¿He soñado acaso que él sueña conmigo? ¿Tiene algún significado roto esta melodía que no muere? Todo mi corazón espera yacer en las nubes como las hadas que personificaba en mi niñez, pero las lágrimas son pesadas y siento el llanto que su alma desprende pidiéndome ayuda. Le cantaré una última vez. Dios quiera que me escuche.

Oh, Valentino querido. No todo está perdido.
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Mensaje por Tarik Pattakie Dom Dic 29, 2013 2:48 pm

FICHA APROBADA
BIENVENIDA A VICTORIAN VAMPIRES

TE INVITO A LEER LAS NORMAS QUE TENEMOS EN EL FORO PARA QUE ESTÉS BIEN ENTERADA DE CÓMO SE MANEJA TODO Y ASÍ EVITARTE FUTUROS MAL ENTENDIDOS, Y SI TIENES ALGUNA DUDA O ACLARACIÓN SOBRE CUALQUIER COSA, NO DUDES EN PREGUNTARME A MÍ O A OTRO ADMINISTRADOR, ESTAMOS PARA AYUDARTE.

QUE TE DIVIERTAS.
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