AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
Why don't you do right
2 participantes
Página 1 de 1.
Why don't you do right
Mis dedos recorrieron las teclas con precisión y nerviosismo. Pues apenas respiraba cuando tocaba aquellas teclas.
Era mi primer día como el pianista oficial del local del tío Jäe y no había cometido ni un solo error en mi labor. Pero estaba tan nervioso que aun me sudaban las manos, pese a estar tocando la decima melodía de la noche y mantenerme con el piano de cola en un lugar un tanto oscuro.
Como habían cambiado las cosas en pocos días por culpa de mi padre y esa mujer...
Habia hecho la maleta, me habia despedido de Kahlan, -que era quien estaba en casa- y evitando a mi padre, me habia ido sin mas con mi tio en cuanto supe de que mi padre volvía con la harpía de su mujer.
Y ahora....allí. tocando el piano... Me sentia ... ¡nervioso! mucho mas que nervioso por hacerlo bien, por ser mi primera noche y porque habían tantas mujeres ligeras de ropa, que aun me daba vergüenza mirar hacia cualquier lugar.
Debía de parecer un tomate de lo rojo que estaría. Y es que mientras tocaba, escuchaba los susurros obscenos, los pasos apurados de los clientes y sus mujeres y las camareras yendo de aquí para allá. Me mordí los labios, maldiciéndome por llevar el pelo recogido en una coleta, pues apenas podía ocultar mi angustia interna.
Hasta que al fin el ambiente comenzó a sosegarse.
Comencé a tocar la melodía favorita de mi tío mientras la cantante se paseaba por el escenario. Pero entonces mientras tecleaba afanado, alguien se sentó a mi lado, mirando yo de reojo, haciendo un gesto con la cabeza a modo de saludo para continuar tocando con concentración sin haber podido ver bien a la joven en cuestión. Y es que…seria una de las chicas, ¿no? ¿Quién si no se sentaría conmigo?
Finalmente la melodía acabó, los aplausos sonaron y yo resoplé, mientras alguien me acercaba una copa por encima del piano de cola…¿Por qué no podia tragarme la tierra ya?
Era mi primer día como el pianista oficial del local del tío Jäe y no había cometido ni un solo error en mi labor. Pero estaba tan nervioso que aun me sudaban las manos, pese a estar tocando la decima melodía de la noche y mantenerme con el piano de cola en un lugar un tanto oscuro.
Como habían cambiado las cosas en pocos días por culpa de mi padre y esa mujer...
Habia hecho la maleta, me habia despedido de Kahlan, -que era quien estaba en casa- y evitando a mi padre, me habia ido sin mas con mi tio en cuanto supe de que mi padre volvía con la harpía de su mujer.
Y ahora....allí. tocando el piano... Me sentia ... ¡nervioso! mucho mas que nervioso por hacerlo bien, por ser mi primera noche y porque habían tantas mujeres ligeras de ropa, que aun me daba vergüenza mirar hacia cualquier lugar.
Debía de parecer un tomate de lo rojo que estaría. Y es que mientras tocaba, escuchaba los susurros obscenos, los pasos apurados de los clientes y sus mujeres y las camareras yendo de aquí para allá. Me mordí los labios, maldiciéndome por llevar el pelo recogido en una coleta, pues apenas podía ocultar mi angustia interna.
Hasta que al fin el ambiente comenzó a sosegarse.
Comencé a tocar la melodía favorita de mi tío mientras la cantante se paseaba por el escenario. Pero entonces mientras tecleaba afanado, alguien se sentó a mi lado, mirando yo de reojo, haciendo un gesto con la cabeza a modo de saludo para continuar tocando con concentración sin haber podido ver bien a la joven en cuestión. Y es que…seria una de las chicas, ¿no? ¿Quién si no se sentaría conmigo?
Finalmente la melodía acabó, los aplausos sonaron y yo resoplé, mientras alguien me acercaba una copa por encima del piano de cola…¿Por qué no podia tragarme la tierra ya?
Gabriél Délvheen- Humano Clase Alta
- Mensajes : 106
Fecha de inscripción : 03/03/2012
Localización : Entre París y Leiden
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Why don't you do right
Los recurrentes sueños habían logrado amargarme el ánimo hasta el punto de convertirme en un ser bastante huraño y solitario, prefiriendo evadirme de la realidad, de la gente y de todo acto social con tal de encerrarme en mí misma. Sí, sé que eso no ayuda a nada, pero, ¿qué podía ayudarme realmente? Me conocía y sabía que podía tornarme un arma de doble filo, hiriendo cuando en realidad no era esa mi intención. O quizás la era, si así podía sentirme yo más aliviada, como si envidiara la felicidad ajena.
Me mordí la uña del dedo pulgar, mirando la nada mientras mis pensamientos seguían corriendo en mi cabeza como verdaderos tornados destructivos, clavándoseme puñales en mi propia alma al percatarme que yo misma me dañaba. Alguien me dijo una vez cuán venenosa era yo y no quise creerle. Quizás había llegado el momento de admitir la verdad. Y la verdad era, que me trataba de una persona altamente tóxica.
- Jäeger, me tomo mi descanso de cinco minutos.- avisé a mi jefe, sin darle opción ninguna a que pudiera rechistarme pues cuando él abría la boca yo ya salía por la puerta del local, aliviándome el aire fresco de la noche. En realidad no tenía descansos, me lo había sacado de la manga como excusa. Seguramente ese gesto por mi parte me conllevaría alguna sanción, quizás económica. ¡Con lo mal de dinero que iba, sólo eso me faltaba! Pero necesitaba eso. Necesitaba escapar por un momento de aquél mundo vicioso que era el cabaret.
Me hice a un lado para dejar pasar a los clientes, dirigiéndome a una esquina lúgubre y con escasa iluminación, sacando de mi escote un paquete de cigarros y un mechero, llevándome un cigarro a los labios para luego prenderle fuego, aspirando el humo que subió hasta mi nariz antes de ser expulsado con lentitud. Repetí el proceso, ahora cerrando los ojos, concentrándome en la sensación de alivio. Luego miré a mi alrededor, deteniéndome de más en el cielo que se alojaba sobre mi cabeza, contemplándolo anonadada. Sonreí estúpidamente, pensando en cualquier otro lugar mejor en el que podría haber estado en vez de estar en una calle solitaria junto a un cabaret erótico. Resoplé. ¡Odiaba tanto los cuentos de hadas! ¡Tantas expectativas creadas inocentemente y ahora tiradas a la basura! ¿Dónde estaba mi príncipe azul? ¿Y mi corcel blanco? ¿Y el típico que te habla sobre las constelaciones y las estrellas? ¿Dónde estaban las cursilerías? ¿Los ramos de flores? ¿Las cenas a la luz de las velas? ¿Los susurros en mitad de la noche? ¿Los paseos interminables? ¿Las mariposas en el estómago? Arghh... Seguramente las mías habían muerto ahogadas hacía ya mucho tiempo. Quizás ese no era mi mundo. Quizás yo no merecía esas cosas. Quizás me tenía que contentar con aquello... por mucha rabia que me diera. ¡Yo deseaba volar! ¡Deseaba salir de allí, correr y perderme mil veces antes de encontrarme a mí misma! ¡Anhelaba ver, conocer, explorar, equivocarme y volver a intentarlo! Pero estaba claro que ahí, en París, eso era un imposible. Seguía atrapada en mi vida-fiasco. ¿Hasta cuándo? Vamos, ¿qué diablos me ataba allí? Quizás en realidad me ataba el miedo...
- Galia, es mejor que entres. Jäeger te busca y...
Resoplé, apagando el cigarrillo contra el suelo, pisoteándolo antes de expirar el último suspiro de humo. Miré a la joven de arriba abajo, con desdén, como si ella fuera la culpable de interrumpirme.
- Ya voy.- respondí con brusquedad, pasando por su lado y golpeando su hombro, adentrándome en el cabaret justo cuando el pianista iniciaba otra melodía. Me acerqué a la barra, sentándome y quedándome ahí, con las manos en la cara, refugiándome aunque sin mucho éxito. La voz de mi jefe me aborreció.
- Muñeca, no te pago para que salgas a tomar el aire, te pago para que muevas ese culito respingón de aquí para allá. Así que levántate y haz lo que debes.
Luché con todas mis fuerzas para evitar hacerle una mueca infantil a mi jefe y cuando vencí, me puse en pie y tomé una bandeja de la barra, dispuesta a ir a servir mesas cuando él me detuvo de nuevo, posando dos de sus dedos sobre mi hombro derecho. Le fulminé. ¡Odiaba que me tocaran!
- ¿Ves al pianista, nena? Quiero que vayas, le sirvas algo y le acompañes durante la velada. Haz que se sienta cómodo y querido, ¿de acuerdo? Creo que tiene problemas de faldas.
Fruncí el ceño y entrecerré los ojos, mirando de reojo al joven pianista mientras seguía hablando con Jäeger.
- ¿Por qué no le pagas mejor una ramera?-le sugerí con rin tintín.
- Porque para eso ya te pago a ti.
Y dicho eso me dio una palmada en mis nalgas tan fuerte que me hizo avanzar varios pasos adelante, aunque luego tuve que retroceder para tomar las dos copas a las que Jäeger nos invitaba. Entonces volví mis pasos y me dirigí hacia el piano, sentándome junto al muchacho y acercándole una de las dos copas. Miré la mía, esperando que su contenido fuera lo suficientemente fuerte como para que me mantuviera animada el resto de la noche. Tomé un sorbo antes de dirigirme a él.
- Tiene vos unos dedos talentosos, monsieur.- comenté entre risas picaras, acariciando sus dedos cuando éste aferró la copa.- Me pregunto si podrían tocarme con la misma suavidad con la que tocan al piano.
La sala en penumbra apenas tenía luz que alumbrara, mas yo juraría que la piel de su rostro enrojeció hasta límites altamente preocupantes. Tanto, que incluso pensé en echaré encima el alcohol de mi copa con tal de refrescarle y hacerle bajar le fiebre. ¿Se encontraría bien? ¿O estaría realmente poco acostumbrado a esos comentarios picantes? Aquél último pensamiento me hizo reír sin disimulo. ¿Tendría Jäeger razón? Quizás se trataba de un pobre casto. ¡Qué tierno!
- Lleva mucho rato aquí sentado, ¡vayamos a bailar!
Dicho y hecho. Le tomé de la mano y le arrastré hacia la pista de baile, a los pies del escenario. Ahora quién armonizaba la velada era la orquesta, así que al menos tendría una canción para ganarme su confianza lo suficiente como para que no se sintiera tan agarrotado. Por ello, le masajeé los hombros y los brazos antes de que me tomara por la cintura, esperando que se relajara al fin, sonriéndole para mostrarle que no mordía, que sólo era una mujer más. Una de tantas.
Me mordí la uña del dedo pulgar, mirando la nada mientras mis pensamientos seguían corriendo en mi cabeza como verdaderos tornados destructivos, clavándoseme puñales en mi propia alma al percatarme que yo misma me dañaba. Alguien me dijo una vez cuán venenosa era yo y no quise creerle. Quizás había llegado el momento de admitir la verdad. Y la verdad era, que me trataba de una persona altamente tóxica.
- Jäeger, me tomo mi descanso de cinco minutos.- avisé a mi jefe, sin darle opción ninguna a que pudiera rechistarme pues cuando él abría la boca yo ya salía por la puerta del local, aliviándome el aire fresco de la noche. En realidad no tenía descansos, me lo había sacado de la manga como excusa. Seguramente ese gesto por mi parte me conllevaría alguna sanción, quizás económica. ¡Con lo mal de dinero que iba, sólo eso me faltaba! Pero necesitaba eso. Necesitaba escapar por un momento de aquél mundo vicioso que era el cabaret.
Me hice a un lado para dejar pasar a los clientes, dirigiéndome a una esquina lúgubre y con escasa iluminación, sacando de mi escote un paquete de cigarros y un mechero, llevándome un cigarro a los labios para luego prenderle fuego, aspirando el humo que subió hasta mi nariz antes de ser expulsado con lentitud. Repetí el proceso, ahora cerrando los ojos, concentrándome en la sensación de alivio. Luego miré a mi alrededor, deteniéndome de más en el cielo que se alojaba sobre mi cabeza, contemplándolo anonadada. Sonreí estúpidamente, pensando en cualquier otro lugar mejor en el que podría haber estado en vez de estar en una calle solitaria junto a un cabaret erótico. Resoplé. ¡Odiaba tanto los cuentos de hadas! ¡Tantas expectativas creadas inocentemente y ahora tiradas a la basura! ¿Dónde estaba mi príncipe azul? ¿Y mi corcel blanco? ¿Y el típico que te habla sobre las constelaciones y las estrellas? ¿Dónde estaban las cursilerías? ¿Los ramos de flores? ¿Las cenas a la luz de las velas? ¿Los susurros en mitad de la noche? ¿Los paseos interminables? ¿Las mariposas en el estómago? Arghh... Seguramente las mías habían muerto ahogadas hacía ya mucho tiempo. Quizás ese no era mi mundo. Quizás yo no merecía esas cosas. Quizás me tenía que contentar con aquello... por mucha rabia que me diera. ¡Yo deseaba volar! ¡Deseaba salir de allí, correr y perderme mil veces antes de encontrarme a mí misma! ¡Anhelaba ver, conocer, explorar, equivocarme y volver a intentarlo! Pero estaba claro que ahí, en París, eso era un imposible. Seguía atrapada en mi vida-fiasco. ¿Hasta cuándo? Vamos, ¿qué diablos me ataba allí? Quizás en realidad me ataba el miedo...
- Galia, es mejor que entres. Jäeger te busca y...
Resoplé, apagando el cigarrillo contra el suelo, pisoteándolo antes de expirar el último suspiro de humo. Miré a la joven de arriba abajo, con desdén, como si ella fuera la culpable de interrumpirme.
- Ya voy.- respondí con brusquedad, pasando por su lado y golpeando su hombro, adentrándome en el cabaret justo cuando el pianista iniciaba otra melodía. Me acerqué a la barra, sentándome y quedándome ahí, con las manos en la cara, refugiándome aunque sin mucho éxito. La voz de mi jefe me aborreció.
- Muñeca, no te pago para que salgas a tomar el aire, te pago para que muevas ese culito respingón de aquí para allá. Así que levántate y haz lo que debes.
Luché con todas mis fuerzas para evitar hacerle una mueca infantil a mi jefe y cuando vencí, me puse en pie y tomé una bandeja de la barra, dispuesta a ir a servir mesas cuando él me detuvo de nuevo, posando dos de sus dedos sobre mi hombro derecho. Le fulminé. ¡Odiaba que me tocaran!
- ¿Ves al pianista, nena? Quiero que vayas, le sirvas algo y le acompañes durante la velada. Haz que se sienta cómodo y querido, ¿de acuerdo? Creo que tiene problemas de faldas.
Fruncí el ceño y entrecerré los ojos, mirando de reojo al joven pianista mientras seguía hablando con Jäeger.
- ¿Por qué no le pagas mejor una ramera?-le sugerí con rin tintín.
- Porque para eso ya te pago a ti.
Y dicho eso me dio una palmada en mis nalgas tan fuerte que me hizo avanzar varios pasos adelante, aunque luego tuve que retroceder para tomar las dos copas a las que Jäeger nos invitaba. Entonces volví mis pasos y me dirigí hacia el piano, sentándome junto al muchacho y acercándole una de las dos copas. Miré la mía, esperando que su contenido fuera lo suficientemente fuerte como para que me mantuviera animada el resto de la noche. Tomé un sorbo antes de dirigirme a él.
- Tiene vos unos dedos talentosos, monsieur.- comenté entre risas picaras, acariciando sus dedos cuando éste aferró la copa.- Me pregunto si podrían tocarme con la misma suavidad con la que tocan al piano.
La sala en penumbra apenas tenía luz que alumbrara, mas yo juraría que la piel de su rostro enrojeció hasta límites altamente preocupantes. Tanto, que incluso pensé en echaré encima el alcohol de mi copa con tal de refrescarle y hacerle bajar le fiebre. ¿Se encontraría bien? ¿O estaría realmente poco acostumbrado a esos comentarios picantes? Aquél último pensamiento me hizo reír sin disimulo. ¿Tendría Jäeger razón? Quizás se trataba de un pobre casto. ¡Qué tierno!
- Lleva mucho rato aquí sentado, ¡vayamos a bailar!
Dicho y hecho. Le tomé de la mano y le arrastré hacia la pista de baile, a los pies del escenario. Ahora quién armonizaba la velada era la orquesta, así que al menos tendría una canción para ganarme su confianza lo suficiente como para que no se sintiera tan agarrotado. Por ello, le masajeé los hombros y los brazos antes de que me tomara por la cintura, esperando que se relajara al fin, sonriéndole para mostrarle que no mordía, que sólo era una mujer más. Una de tantas.
Galia di Marco- Humano Clase Media
- Mensajes : 57
Fecha de inscripción : 07/08/2012
Edad : 32
Localización : París... por ahora.
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Why don't you do right
Sonrei a aquella joven un tanto forzadamente, avergonzado hasta un nivel que no imagine posible en mi. Totalmente tenso, como si mi cuerpo se hubiera convertido en un fibra de madera rigida y tiesa.
Gesticule diversas veces ante ella, quien me miraba con un ápice tierno, como si se hiciera la sorprendida ante mí, parpadeando con aquella sonrisa que no cambiaba. Seguramente esa sonrisa debía de estar muy bien ensayada, después de todo, tendría que ponerle buena cara a muchos idiotas.
Suspire y baje la mirada, intentando sosegarme para hablar decentemente.
Ahm…Te agraedesco muchísimo tu amabilidad e intentar ser cordial conmigo. Pero no es necesario. Yo…Me separe un poco de ella, mostrándole mis manos en señal de paz. Solo soy el pianista. Es mi primer dia y bueno no tienes porque ser amable… ¿Como si no existiera, de acuerdo?
Me gire, dispuesto a meterme en algun lugar en el que mi tio ni nadie me viera. Deseaba ser tan invisible como pudiera. Pues no me sentía comodo en aquel ambiente y por algun extraño motivo empezaba a preocuparme por mi madre…Quizas seria hora de hacerle una visita, después de todo, ni recordaba cuanto hacia que no le hacia una visita… Yo estaba alli, ahora como pianista y ni siquiera se lo habia contado...Negué con la cabeza, pues tenia muchos asuntos pendientes; Con mi madre, con mi padre, con Elle...Y no, no queria pensar en lo que habia dejado por un instante atrás.
Pero entonces cuando me gire dispuesto a marcharme, vi a Tio Jäeger tomando una copa mientras nos contemplaba sin disimulo. Asi que comprendi que todo esto tenia que ver con él, ¿con quien sino?
Entrecerre los ojos y le gesticule sin crear ruido alguno un suave y amoroso “TE ODIO TIO JÄEGER…” Yo sabia que el con su perfecta audición habría escuchado mi susurro, y es que su sonrisa picara y su brindis a mi salud con su copa me lo confirmaron.
Seguramente el habría mandado a aquella joven, y muy seguramente, si ella no cumplía su cometido le pondría de patitas en la calle…Y es que le habia visto echar a varios ya por no obedecer un simple mandato.
Frunci el ceño y me volví a girar hacia la joven que seguía a mi espalda. No me quedaba otra.
Sonrei calmadamente.
Soy Gabriél D…Me mordí la lengua en el acto, como dijera mi apellido todo el mundo iba a saber que tenia relación directa con el “gran jefe” y lo cierto es que no quería ser el “sobrino de” quería conservar mi nombre. Soy Gabriél. Indique torciendo una sonrisa ante mi saludo tan poco educado y espontaneo.
Me muero de hambre. Aun no he cenado, ¿te apetece salir un rato de aquí y comer algo decente? Yo te invito…ahm… Aun no conocía el nombre de la joven, sin embargo no pude preguntar, ya que una nueva melodía comenzó a sonar dificultando que se pudiera hablar a un tono normal, y es que yo, un tanto estresado entre el barullo, el ruido, el humo, y el oler a cerrado, no espere respuesta. Simplemente tome de la mano a la joven y comencé a arrastrarla conmigo entre la multitud hacia las bambalinas del local para sacarla de allí…
Gesticule diversas veces ante ella, quien me miraba con un ápice tierno, como si se hiciera la sorprendida ante mí, parpadeando con aquella sonrisa que no cambiaba. Seguramente esa sonrisa debía de estar muy bien ensayada, después de todo, tendría que ponerle buena cara a muchos idiotas.
Suspire y baje la mirada, intentando sosegarme para hablar decentemente.
Ahm…Te agraedesco muchísimo tu amabilidad e intentar ser cordial conmigo. Pero no es necesario. Yo…Me separe un poco de ella, mostrándole mis manos en señal de paz. Solo soy el pianista. Es mi primer dia y bueno no tienes porque ser amable… ¿Como si no existiera, de acuerdo?
Me gire, dispuesto a meterme en algun lugar en el que mi tio ni nadie me viera. Deseaba ser tan invisible como pudiera. Pues no me sentía comodo en aquel ambiente y por algun extraño motivo empezaba a preocuparme por mi madre…Quizas seria hora de hacerle una visita, después de todo, ni recordaba cuanto hacia que no le hacia una visita… Yo estaba alli, ahora como pianista y ni siquiera se lo habia contado...Negué con la cabeza, pues tenia muchos asuntos pendientes; Con mi madre, con mi padre, con Elle...Y no, no queria pensar en lo que habia dejado por un instante atrás.
Pero entonces cuando me gire dispuesto a marcharme, vi a Tio Jäeger tomando una copa mientras nos contemplaba sin disimulo. Asi que comprendi que todo esto tenia que ver con él, ¿con quien sino?
Entrecerre los ojos y le gesticule sin crear ruido alguno un suave y amoroso “TE ODIO TIO JÄEGER…” Yo sabia que el con su perfecta audición habría escuchado mi susurro, y es que su sonrisa picara y su brindis a mi salud con su copa me lo confirmaron.
Seguramente el habría mandado a aquella joven, y muy seguramente, si ella no cumplía su cometido le pondría de patitas en la calle…Y es que le habia visto echar a varios ya por no obedecer un simple mandato.
Frunci el ceño y me volví a girar hacia la joven que seguía a mi espalda. No me quedaba otra.
Sonrei calmadamente.
Soy Gabriél D…Me mordí la lengua en el acto, como dijera mi apellido todo el mundo iba a saber que tenia relación directa con el “gran jefe” y lo cierto es que no quería ser el “sobrino de” quería conservar mi nombre. Soy Gabriél. Indique torciendo una sonrisa ante mi saludo tan poco educado y espontaneo.
Me muero de hambre. Aun no he cenado, ¿te apetece salir un rato de aquí y comer algo decente? Yo te invito…ahm… Aun no conocía el nombre de la joven, sin embargo no pude preguntar, ya que una nueva melodía comenzó a sonar dificultando que se pudiera hablar a un tono normal, y es que yo, un tanto estresado entre el barullo, el ruido, el humo, y el oler a cerrado, no espere respuesta. Simplemente tome de la mano a la joven y comencé a arrastrarla conmigo entre la multitud hacia las bambalinas del local para sacarla de allí…
Gabriél Délvheen- Humano Clase Alta
- Mensajes : 106
Fecha de inscripción : 03/03/2012
Localización : Entre París y Leiden
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Why don't you do right
Aquello no estaba entre mis planes. Ni en los míos ni en el de ninguna de mis compañeras. Jäeger siempre nos prohibía abandonar el local durante nuestras horas de servicio y nos indicaba que, de aceptar un extra, debíamos servirlo en las habitaciones V.I.P de la planta superior. Pese a que por un lado me aliviaba la idea de salir del cabaret y respirar aire limpio para varias, dejando a mis oídos descansar del ruido y la música, permitiéndoles a las comisuras de mis labios no fingir una sola sonrisa más, por otro, no pude evitar recordar a Rose...
Aquella noche había sido especialmente dura para todas, puesto que un noble recientemente ascendido había decidido alquilar el cabaret entero para él y sus súbditos varones, por lo que todas teníamos a quién entretener. Pese a que la mayoría de nosotras nos contentamos con ser elegidas por viejos verdes cuya virilidad distaba mucho de ser despertada ante nuestros eróticos bailes, Rose se empeñó en apuntar a lo más alto, a su particular reto de la noche. Ese era, ni más ni menos, que el noble de apellido exótico, probablemente árabe.
Recuerdo cómo Rose le tomó de la corbata y contoneando sus sinuosas curvas le susurró algo al oído que el noble aceptó gustosamente, alzándose del asiento dónde había permanecido durante toda la velada para seguir los pasos de la bailarina, que subía las escaleras a toda prisa, seguramente entusiasmada ante la idea de comprarse aquellos zapatos rojos de charol que tanto anhelaba. Seguramente, creía poder comprarlos a la mañana siguiente, cuando el jeque le pagara los servicios nocturnos dados. Pobre ingenua...
Caminaba yo por el pasillo de la segunda planta arrastrando los pies, cansada tras tantas horas de exigidas coreografías con escasa ropa, dispuesta a tumbarme un rato en cualquier cama disponible de las habitaciones superiores. Fue entonces cuando escuché su llamado desde el pasadizo que cruzaba. Ella gritaba y yo detuve mi avance, girándome hacia la puerta de la alcoba en la que sabía que se encontraba. Vacilé durante muchos minutos, atenta, perpleja y un tanto asustada. Seguí aguardando, petrificándome aquél silencio que me erizaba la piel, como si entonces supiera sin ser consciente de ello, que algo se había roto, que algo había cambiado en el transcurso del ciclo de la vida.
La encontré en la habitación. Sola. Desnuda. Tumbada bocabajo sobre la alfombra contigua al lecho deshecho. Me acerqué a ella, anclando mis rodillas al suelo antes de girar su cuerpo hacia mí, ahogando un grito en mi garganta al ver sus ojos vacíos y cristalinos como espejos. No respiraba...
Arrastré su cuerpo al sótano, dónde solíamos encontrarnos para fumar a escondidas de Jäeger. Allí, la cera de las velas se consumía hasta desaparecer y al caer la penumbra, besé su rostro.
- Ahora que empezaba a quererte...- recuerdo que susurré en un llanto quebrado, sin lágrimas ni tristeza sentida.- ¡Cómo duele ahora que te has ido! ¡Es tan injusto!- grité de pronto, juntando mi frente con la suya, hirviéndome la sangre en las venas.- Eres como la droga, como el cambio del dolor que perdura a lo largo del tiempo.-y añadí, sosegándome de a poco a medida que el alcohol consumido despertaba en mí sus efectos nocivos.- Si pudiera llevarte a algún lugar, te llevaría al sitio más oscuro para contemplarte de todas las formas artísticas posibles, para admirar tu belleza de distintas maneras. Tus manos, tus ojos, tu rostro cuál máscara. Podría abrir una galería de tu belleza sin tributo de entrada.
Mientras mi delirante y absurdo monólogo avanzaba en el tiempo, yo me daba cuenta de lo que veía ante mí, el cómo por debajo de su piel, sus venas se secaban y sus ojos quedaban vacíos. Perdía el control por momentos ante su rostro pálido y su cuerpo frío ante mi tacto. Acaricié sus manos, las sendas de sus senos, deteniéndome en las particularidades de su piel, en sus lunares con forma de corazón, en algunas cicatrices e incluso en sus marcas de nacimiento. La recorrí de principio a fin, deteniéndome en su pelo, aspirando su aroma, tentándome a su vez el contemplar su boca entreabierta, seca como un pétalo marchito de la flor más exquisita.
Aquella noche de hacía ya un par de años, yo cometí la mayor vergüenza que aun hoy acarreo. Uno de mis más preciados secretos. La culpa me corroe cuando lo más común y pequeño detalle de cada día logra traerme a la memoria aquellos borrosos recuerdos de mi pecado capital. Siempre pensé que lo superaría. Que el tiempo lo curaba todo. Que llegaría un día que olvidaría su rostro, su nombre, incluso el sabor de la muerte detenida en sus labios. Pero lo cierto es... que aun espero la llegada de ese día.
De pronto, solté el agarre de aquél muchacho que tiraba de mí, mirando a mi alrededor para situarme, pues me encontraba bastante alterada y la noción del espacio la había dejado junto a mi integridad psíquica. Retrocedí unos pasos, mirando desafiante a Gabriél, quién se había girado, quizás alarmado por mi brusquedad.
- No dejaré que me hagas daño.- le espeté con frialdad, esperando el momento en el que él sacara algún arma o, por lo contrario, aquello que mató a Rose hacía ya dos años: narcóticos.
Aquella noche había sido especialmente dura para todas, puesto que un noble recientemente ascendido había decidido alquilar el cabaret entero para él y sus súbditos varones, por lo que todas teníamos a quién entretener. Pese a que la mayoría de nosotras nos contentamos con ser elegidas por viejos verdes cuya virilidad distaba mucho de ser despertada ante nuestros eróticos bailes, Rose se empeñó en apuntar a lo más alto, a su particular reto de la noche. Ese era, ni más ni menos, que el noble de apellido exótico, probablemente árabe.
Recuerdo cómo Rose le tomó de la corbata y contoneando sus sinuosas curvas le susurró algo al oído que el noble aceptó gustosamente, alzándose del asiento dónde había permanecido durante toda la velada para seguir los pasos de la bailarina, que subía las escaleras a toda prisa, seguramente entusiasmada ante la idea de comprarse aquellos zapatos rojos de charol que tanto anhelaba. Seguramente, creía poder comprarlos a la mañana siguiente, cuando el jeque le pagara los servicios nocturnos dados. Pobre ingenua...
Caminaba yo por el pasillo de la segunda planta arrastrando los pies, cansada tras tantas horas de exigidas coreografías con escasa ropa, dispuesta a tumbarme un rato en cualquier cama disponible de las habitaciones superiores. Fue entonces cuando escuché su llamado desde el pasadizo que cruzaba. Ella gritaba y yo detuve mi avance, girándome hacia la puerta de la alcoba en la que sabía que se encontraba. Vacilé durante muchos minutos, atenta, perpleja y un tanto asustada. Seguí aguardando, petrificándome aquél silencio que me erizaba la piel, como si entonces supiera sin ser consciente de ello, que algo se había roto, que algo había cambiado en el transcurso del ciclo de la vida.
La encontré en la habitación. Sola. Desnuda. Tumbada bocabajo sobre la alfombra contigua al lecho deshecho. Me acerqué a ella, anclando mis rodillas al suelo antes de girar su cuerpo hacia mí, ahogando un grito en mi garganta al ver sus ojos vacíos y cristalinos como espejos. No respiraba...
Arrastré su cuerpo al sótano, dónde solíamos encontrarnos para fumar a escondidas de Jäeger. Allí, la cera de las velas se consumía hasta desaparecer y al caer la penumbra, besé su rostro.
- Ahora que empezaba a quererte...- recuerdo que susurré en un llanto quebrado, sin lágrimas ni tristeza sentida.- ¡Cómo duele ahora que te has ido! ¡Es tan injusto!- grité de pronto, juntando mi frente con la suya, hirviéndome la sangre en las venas.- Eres como la droga, como el cambio del dolor que perdura a lo largo del tiempo.-y añadí, sosegándome de a poco a medida que el alcohol consumido despertaba en mí sus efectos nocivos.- Si pudiera llevarte a algún lugar, te llevaría al sitio más oscuro para contemplarte de todas las formas artísticas posibles, para admirar tu belleza de distintas maneras. Tus manos, tus ojos, tu rostro cuál máscara. Podría abrir una galería de tu belleza sin tributo de entrada.
Mientras mi delirante y absurdo monólogo avanzaba en el tiempo, yo me daba cuenta de lo que veía ante mí, el cómo por debajo de su piel, sus venas se secaban y sus ojos quedaban vacíos. Perdía el control por momentos ante su rostro pálido y su cuerpo frío ante mi tacto. Acaricié sus manos, las sendas de sus senos, deteniéndome en las particularidades de su piel, en sus lunares con forma de corazón, en algunas cicatrices e incluso en sus marcas de nacimiento. La recorrí de principio a fin, deteniéndome en su pelo, aspirando su aroma, tentándome a su vez el contemplar su boca entreabierta, seca como un pétalo marchito de la flor más exquisita.
Aquella noche de hacía ya un par de años, yo cometí la mayor vergüenza que aun hoy acarreo. Uno de mis más preciados secretos. La culpa me corroe cuando lo más común y pequeño detalle de cada día logra traerme a la memoria aquellos borrosos recuerdos de mi pecado capital. Siempre pensé que lo superaría. Que el tiempo lo curaba todo. Que llegaría un día que olvidaría su rostro, su nombre, incluso el sabor de la muerte detenida en sus labios. Pero lo cierto es... que aun espero la llegada de ese día.
De pronto, solté el agarre de aquél muchacho que tiraba de mí, mirando a mi alrededor para situarme, pues me encontraba bastante alterada y la noción del espacio la había dejado junto a mi integridad psíquica. Retrocedí unos pasos, mirando desafiante a Gabriél, quién se había girado, quizás alarmado por mi brusquedad.
- No dejaré que me hagas daño.- le espeté con frialdad, esperando el momento en el que él sacara algún arma o, por lo contrario, aquello que mató a Rose hacía ya dos años: narcóticos.
Galia di Marco- Humano Clase Media
- Mensajes : 57
Fecha de inscripción : 07/08/2012
Edad : 32
Localización : París... por ahora.
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Temas similares
» Boys Dont Cry - Emmanuel ID -
» Dont try to save me from the nothing I've become | Lyra's underworld
» you dont have to pretend with me {autumn's relationships}
» Dont try to save me from the nothing I've become | Lyra's underworld
» you dont have to pretend with me {autumn's relationships}
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour