Panim Leptina

Altura: 173 cm
Peso: 54 kg
Busto: 81 cm
Cintura: 58.5 cm
Caderas: 84 cm
Color de cabello: Rubio
Color de ojos: Azules

Forma de Casuario:

Spoiler:

Forma de Halcón Peregrino:

Spoiler:

Forma de Vencejo:

Spoiler:

Primitiva como un animal enjaulado. No resiste ser controlada o que pasen por encima de lo que considera sagrado, como la tierra en la que vive y los árboles que la acunan. Es por eso que se resiste a tratar con otras personas, porque sabe que no titubean en pisotear al otro para cumplir con sus caprichos. ¿Protectora? Sí, podría llamársele así. Lo que entra a su territorio o es expulsado o ella lo convierte en su manada, cuidando de todo lo que la componga.

Como no ha vivido con otros humanos, no entiende de bromas de doble sentido o de modismos. Todo lo entiende literal, si es que lo entiende. Puede causar risas al ser oída hablar, pues sus frases tienen potentes errores gramaticales, pero se da a entender medianamente. Forma frases como «Panim ser amiga tú». Como no ha practicado hablando con otros, esto parece no tener vuelta atrás.

Impulsiva e irreflexiva. Si se siente amenazada no se detendrá a preguntar y solamente atacará. Solamente si es contenida se dará tiempo para examinar los ojos de su oponente y averiguar sus intenciones, pero eso no ocurre a menudo. La regla general es que pelea con todo lo que tiene y no se detiene hasta ver que el otro ya no puede ser una amenaza para ella.

En cuanto a la orientación sexual, esta no se encuentra definida, ya que nunca ha sentido atracción por nadie. Esto nos da cuenta de las consecuencias que ha tenido vivir aislada prácticamente toda su vida, lejos de los humanos como le dicta su instinto. En su territorio del bosque se siente bien, es ella misma y convive con las demás criaturas como una más, no como la dominante entre todas ellas como lo hacen los humanos, vulnerando el correcto orden del universo.

No es fácil hacerse amigo de ella, no por sí misma, sino por los demás, ya que no es fácil aguantar sus primitivas maneras de comportarse, acercándose demasiado en ocasiones, robando comida de otros y devorándola con la mano o apareciéndose sin ropa cuando menos se espera. A la mayoría causa aversión, a muy pocos simpatía, pero si alguien llega a formar un lazo de amistad con Panim, ella lo cuidará y protegerá incluso en la distancia.

Poderes
→ Habilidades: Sigilo, sentidos aumentados, buenos reflejos, agilidad, flexibilidad, velocidad y fuerza sobrehumana.
→ Atributos: Longevidad. Sus demás atributos dependen de los animales en que se transforma. Los cambiaformas no pueden convertirse en varios animales que no tengan nada en común entre sí, pueden transformarse hasta en tres animales distintos siempre y cuando pertenezcan a la misma familia de animales. Las familias de animales que están disponibles son:

► PODERES INNATOS: (Puedes colocarlos todos en tu ficha si lo deseas).

→ Transformación: Habilidad de cambiar de forma humana a animal y viceversa. Cuando el cambiaformas está en su forma transformada aumenta un 50% su potencia física.
→ Sanación acelerada: Habilidad para sanar rápidamente heridas y contusiones no tan graves (esto no aplica al desmembramiento, si les arrancan un brazo, el brazo no volverá a crecer). El tiempo de recuperación varía según el personaje y la gravedad de la herida o lesión. Cuando se trata de balas de plata o fuego pueden morir si las heridas son muy graves.
→ Percepción del aura: Habilidad para ver las auras de otros seres, cuyos colores indican su humor, identidad y nivel de hostilidad, de este modo saben si están bajo amenaza. Este poder también les permite reconocer a otros cambiaformas o licántropos cuando no están transformados e identificar a los vampiros gracias a su aura pálida y su característico olor.


► PODERES A ELEGIR:

→ Visión compartida y visión remota: Habilidad de poder ver a través de los ojos de los demás o en otros casos, hacer que los demás puedan ver lo que estamos viendo en ese momento. Esta habilidad funciona únicamente cuando se toca a la persona.
→ Telepatía y comunicación con los animales: Habilidad para comunicarse con otros cambiaformas por medio de la mente (cuando están transformados) y con otros animales que no sean parte de su raza (incluidos los Licántropos). Funciona únicamente a cortas distancias.
→ Rastreo: Poder de rastrear la localización de un objeto o criatura. El personaje puede descubrir la situación de cualquier persona a la que conozca, donde quiera que esté el blanco en un radio de veinte kilómetros.



Difícil es creer que las historias que más nos marcan puedan ser olvidadas. Algo así ocurre con Panim, con ese pasado que apenas sí recuerda con pequeños pasajes de imágenes y sentimientos sin conexión aparente. Lo cierto es, aunque no lo recuerde, que alguna vez no solo convivió con humanos, sino que también los amó.

Recuerda que tenía un padre y una madre bastante jóvenes, probablemente recién casados. Recuerda también que la familia duró poco y que por alguna razón no los volvió a ver. Lo que Panim no sabe es que era la única hija de los Prideux, una más que potentada estirpe cuyo capital se fundamentaba en el negocio siempre prometedor pero también peligroso de las acciones. La gente les decía a los aún adolescentes Prideux que Dios caminaba con ellos, pues eran los únicos inversionistas de buenas intenciones que conocían que tenían éxito y a la vez felicidad. Y cuando la señora Prideux paseaba a su recién nacida niña por los jardines de su heredad, parecía que así era. Pero es sabido que cuando algo resulta tan perfectamente bueno, siempre hay algo detrás, algo no muy agradable. El señor Thomas Prideux tenía un secreto, así como lo habían llevado sus padres antes que él. Ni siquiera su esposa lo sabía, y no debía enterarse nunca. Gabrielle, su mujer, nunca sabría que su marido era estéril y que él no era el padre de su hija. Para que ella nunca se enterara, Thomas la embriagó varias noches y le pidió a su hermano Nazaire que se pusiera sus ropas para que Gabrielle no detectara que era su cuñado quien le hacía el amor en la oscuridad de su lecho.

Pero a la vez, los padres de Thomas le habían ocultado a él que su madre era una cambiaformas y que su hermano Nazaire había heredados sus poderes. Ni siquiera sospechaba que la hija de su hermano y su mujer también había recibido ese don maldito. Jamás lo sabría, ni él ni Gabriella.

La aparente felicidad de los Prideux comenzó a decrecer cuando la infante tenía tres años recién cumplidos. Habían tenido mala suerte en los negocios y habían sufrido pérdidas importantes en la bolsa. Un amigo de la familia les prometió que los sacaría del agujero económico en el que se habían metido, convenciéndolos de que invirtieran todo lo que tenían en el negocio que él estaba montando. La confianza ciega que depositaron solamente les jugó en contra. Bastaron un par de semanas para que su socio los dejara fuera luego de haberle entregado el capital necesario para que sus ganancias prosperaran. Quedaron en la ruina, atrapados. Y lo peor de todo era que estaban endeudados hasta los dientes y no tenían para pagar. Los perseguirían, les quitarían su casa y hasta sus vestimentas. Viendo que no tenían opción, los Prideux empacaron lo que más pudieron en una carreta y partieron a la aventura internándose en el bosque, donde no pudieran ser detectados. No sirvió de nada, pues los usureros que les habían prestado dinero a cambio de intereses abusivos, los había estado vigilando desde hacía unos días y mandaron a seguirlos con intenciones de aprehenderlos o darles muerte. Huyeron lo que más pudieron, reventando las ruedas, pero no fue suficiente. Primero acabaron con Thomas, quien ni siquiera alcanzó a ponerse de pié, y luego siguieron a Gabrielle, quien llevaba a su niña a cuestas, a través de la vegetación. Ella sabía que sus pies ligeros le darían tiempo, no demasiado, por lo que ocultó a su vástago bajo las raíces huecas de un árbol y distrajo lo suficiente a los maleantes para que no escucharan su llanto. La acorralaron y le dieron muerte, salpicando su sangre en el suelo fértil. Convencidos de que un bebé no sobreviviría a la naturaleza abierta, salieron de la trágica escena.

Tenían razón; una niña normal de tres años no tenía posibilidades de sobrevivir, pero ella no era una niña normal. Los genes de su padre le dieron una segunda oportunidad. Pudo haber llorado hasta que la deshidratación hiciera lo suyo, pero ella eligió otra cosa. Casi como si el alma se le hubiera salido del cuerpo, sintió la niña su cuerpo adaptándose al ambiente. Después de unos instantes, no se vio más a una joven humana en el lugar, sino a un halcón peregrino de alas nuevas. Así sobrevivió, alimentándose por instinto de pequeñas criaturillas que se aventuraban por el los terrenos que transformó en su territorio. Para cuando tenía ocho años y aparentaba cuatro, ya conseguía transformarse en un casuario para defenderse con mayor eficacia de los demás depredadores. Para cuando cumplió los diez años, pudo convertirse en un vencejo.

La niña, totalmente salvaje y desnuda, se topó por primera vez con la civilización cuando un joven misionero entró a su territorio. Ella quedó tan estupefacta como el religioso, quien no perdió el tiempo y cubrió su desnudez con su largo abrigo, apiadado de una pequeña ahí sola, sin muestra alguna de educación. Al principio ella reaccionó con violencia apartándose con sonidos totalmente tribales de las ropas que él le había entregado. Así se comportó durante días, hasta que el misionero llamado Clément Mondain la atrajo con una deliciosa y olorosa comida, la cual ella engulló con bravura.  

El nombramiento
—¿Tienes nombre? —preguntó con lentitud el hombre. La muchacha lo miró confundida— No entiendes nada de lo que digo, ¿verdad?
Suspiró, dándose cuenta de que quedaba un largo camino por delante. La niña, entretanto, permanecía expectante ante lo que el extraño pudiera entregarle. No le entendía, era cierto, pero sus ojos le decían que sus intenciones eran de bien y que no tenía que temer. Se quedó, aguardando su regalo.
—Te diré lo que haremos. Ya que no tienes nombre, yo te daré uno —se señaló a sí mismo— Nombre, Clément.
Dirigió su mano cuidadosamente a uno de los hombros de la pequeña, buscando en ella aprobación para acercarse, la cual obtuvo no sin demora. Pensó unos segundos y luego sonrió.
—Panim. Ése es tu nombre. —observó los ojos de la chica— No sé por qué, pero ver tu rostro se siente como estar viendo dos o tres más al mismo tiempo. Panim significa rostro, es un término multifacético. Puede significar tanto el que está como los que vendrán. Eso lo decidirás tú en su momento.
—Pa…nim —repitió ella. Lo sentía familiar. Era suyo— ¡Panim!

Estaban en la mitad de su proceso educativo cuando sucedió el desastre. Una noche, Panim olió la sangre de Clément esparcirse por el suelo. Él no estaba allí; había ido a la ciudad. Fue cuando ella siguió su aroma sin mirar que jamás había estado con otras personas, ni mucho menos con miles de ellas. Siguió el resplandor de las luces en su forma de vencejo para buscar desde las alturas. Era aterrador. Un infierno. Veía espantada que el mundo del cual provenía era la podredumbre en vida. Dejaban a sus hermanos morir de hambre y de frío, los poderosos se paraban en los hombros de los débiles para consumir todo a su paso como bestias insaciables, y explotaban la tierra como si realmente les perteneciera. Era como si en vez de criaturas mamíferos, fuesen un virus. Terminó de convencerse de eso cuando aterrizó y se tornó humana nuevamente. Encontró a Clément apuñalado y desangrado en un callejón. Al olfatearlo, se die cuenta de que le faltaba el olor de lo que él llamaba “su dinero”. Se aferró a su cuerpo y lamentó su muerte. Bramó por la muerte de él y la de la raza humana. No podía creer que fuesen capaces de matar a sus hermanos por pepitas brillantes. Desde ese momento, se convenció de que los humanos significaban peligro, amenaza, cuidado. Significaban sangre derramada hasta para ellos mismos.

Esa misma noche rastreó a los asesinos de Clément, miembro de su manada, por su aroma y en su forma de casuario los apuñaló con sus garras y pico. No pudo contar a cuántos mató; solamente lo hizo. Si ellos morían, otros como Clément se salvarían. Esa noche se puso ella misma su segundo nombre: Leptina, en honor al nombre de la hermana del misionero, de la que él le había hablado en una de sus lecciones. Lo llevaría como única huella de bondad del mundo hacia ella.

Desde ese entonces no ha vuelto a la ciudad ni planea nuevamente hacerlo. Continúa en el bosque protegiendo lo que ella ha marcado como su territorio. No busca atacar a los humanos, pero si entran con intenciones dudosas, saltará al ataque. Hoy en día, no habla más que palabras más bien básicas y sin respetar reglas de gramática. Así y todo, es capaz de comunicarse medianamente a través del habla. Sola, cuidando de su manada compuesta por el abrigo de los árboles y el abrazo de la luna, al que muchas veces recibe desnuda mientras duerme.