AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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En el sueño de la realidad [Ivana]
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En el sueño de la realidad [Ivana]
Los sueños verdaderamente importantes son los que tienes cuando estás despierto.
David Lynch
Cabalgar me tranquilizaba, eran los momentos en los que realmente podía estar solo y pensando simplemente en mi y en lo que me acontecía. Si bien no era que hiciera grandes cosas o me preocupara por muchas cosas ajenas llevaba días sin tener noches decentes; todo gracias a aquel maldito sueño.
Avanzaba por los bosques, en busca del árbol de mi sueños que era el único lugar en el que realmente sentía que podía relajarme. ¿Qué sueño atormentaba mis noches? El mismo que las atormentaba desde hacía un buen tiempo.
En mi sueño estaba bajo un enorme árbol, en un pequeño claro en el bosque y a lo lejos podía escuchar el correr de un caballo; algunos segundos después, aparecía ella en aquel caballo blanco, escapando de un grupo que le seguía. Pasaba ella al lado mío, llevando cierta ventaja de sus perseguidores y entonces sin saber porque comenzaba a seguirle yo, acercándome de manera veloz a ella y cuando estaba por alcanzarla, por tocarle, ella se giraba a mirarme… ahí despertaba.
Nunca supe como fue realmente que aquel sueño apareció o cuando fue precisamente que me volví consciente del sueño. Pero la primera vez que lo tuve me dejo con una terrible sensación de vació en el pecho, sensación que nunca se ha desvanecido desde entonces pero que con el tiempo, aprendí a controlar. Y ahora volvía a sentir como las primeras veces.
La bruja a la que fui llevado cuando joven dijo que tenía que encontrar aquel árbol y que cuando el momento llegara tenía que seguirla, alcanzarla y cuidarle porque de ella dependía mi gloria o mi desgracia. La primera vez que escuche eso lo creí completamente, pero con el pasar de los años, todo se torno solo una pesadilla recurrente que jamás sucedería y que debía ignorar de manera completa. Había sido un tonto cuando encontré el árbol aquel y pensé que mis sueños terminarían pero igual y no realmente malo, bajo la sombra de aquel enorme árbol es que podía dormir realmente, a eso era a lo que ahora iba.
Después de que el caballo anduvo la distancia hasta el árbol, me baje, manteniéndome cerca y acariciando su crin.
Me mantuve de aquella manera unos segundos, hasta que un trueno provoco que el animal se tensara y al mirar al cielo en aquel claro es que note como unas nubes oscuras avanzaban en dirección nuestra.
– Que extraño… no se veía una lluvia cuando veníamos pero supongo que mojarnos un poco no tiene nada de malo – ¿Cómo podía yo saber la verdadera tormenta que traían aquellas nubes?
Permanecí en aquel lugar, aguardando porque la lluvia nos alcanzara cuando sucedido… el sueño se volvía realidad.
A lo lejos pude escuchar el andar de un caballo, lo cual, por aquellos lugares era realmente extraño y al girar el rostro en la dirección por la cual venia el sonido es que la vi.
Caballo blanco, a toda prisa y sin detenerse… una mujer… y no cualquiera, sino aquella con la que soñaba ya años atrás.
Pero todo aquello era normal. Porque estaba soñando… ¿o no?
David Lynch
Cabalgar me tranquilizaba, eran los momentos en los que realmente podía estar solo y pensando simplemente en mi y en lo que me acontecía. Si bien no era que hiciera grandes cosas o me preocupara por muchas cosas ajenas llevaba días sin tener noches decentes; todo gracias a aquel maldito sueño.
Avanzaba por los bosques, en busca del árbol de mi sueños que era el único lugar en el que realmente sentía que podía relajarme. ¿Qué sueño atormentaba mis noches? El mismo que las atormentaba desde hacía un buen tiempo.
En mi sueño estaba bajo un enorme árbol, en un pequeño claro en el bosque y a lo lejos podía escuchar el correr de un caballo; algunos segundos después, aparecía ella en aquel caballo blanco, escapando de un grupo que le seguía. Pasaba ella al lado mío, llevando cierta ventaja de sus perseguidores y entonces sin saber porque comenzaba a seguirle yo, acercándome de manera veloz a ella y cuando estaba por alcanzarla, por tocarle, ella se giraba a mirarme… ahí despertaba.
Nunca supe como fue realmente que aquel sueño apareció o cuando fue precisamente que me volví consciente del sueño. Pero la primera vez que lo tuve me dejo con una terrible sensación de vació en el pecho, sensación que nunca se ha desvanecido desde entonces pero que con el tiempo, aprendí a controlar. Y ahora volvía a sentir como las primeras veces.
La bruja a la que fui llevado cuando joven dijo que tenía que encontrar aquel árbol y que cuando el momento llegara tenía que seguirla, alcanzarla y cuidarle porque de ella dependía mi gloria o mi desgracia. La primera vez que escuche eso lo creí completamente, pero con el pasar de los años, todo se torno solo una pesadilla recurrente que jamás sucedería y que debía ignorar de manera completa. Había sido un tonto cuando encontré el árbol aquel y pensé que mis sueños terminarían pero igual y no realmente malo, bajo la sombra de aquel enorme árbol es que podía dormir realmente, a eso era a lo que ahora iba.
Después de que el caballo anduvo la distancia hasta el árbol, me baje, manteniéndome cerca y acariciando su crin.
Me mantuve de aquella manera unos segundos, hasta que un trueno provoco que el animal se tensara y al mirar al cielo en aquel claro es que note como unas nubes oscuras avanzaban en dirección nuestra.
– Que extraño… no se veía una lluvia cuando veníamos pero supongo que mojarnos un poco no tiene nada de malo – ¿Cómo podía yo saber la verdadera tormenta que traían aquellas nubes?
Permanecí en aquel lugar, aguardando porque la lluvia nos alcanzara cuando sucedido… el sueño se volvía realidad.
A lo lejos pude escuchar el andar de un caballo, lo cual, por aquellos lugares era realmente extraño y al girar el rostro en la dirección por la cual venia el sonido es que la vi.
Caballo blanco, a toda prisa y sin detenerse… una mujer… y no cualquiera, sino aquella con la que soñaba ya años atrás.
Pero todo aquello era normal. Porque estaba soñando… ¿o no?
Alain Vial- Realeza Italiana
- Mensajes : 38
Fecha de inscripción : 15/01/2014
Re: En el sueño de la realidad [Ivana]
"Y es inútil, inútil toda huida. Se vuelve siempre. Siempre." León Felipe Más rápido. Más rápido…El viento parecía cortar mis mejillas a nuestro acelerado paso. Podía parecer que volábamos. Nada más me hubiera gustado que poder volar, pero solo era un efecto de la velocidad y la tormenta que se acontecía a nuestros pasos. Tanto yo como Perla, mi yegua blanca, cabalgamos por nuestras vidas y para dejar atrás a nuestros perseguidores, soldados de Inglaterra. A cada paso que dábamos estábamos mas lejos de nuestro pueblo y nación, internándome en tierra desconocida. Rezando para que aquel camino y bosque me llevara más rápido a Francia donde esperaba poder adelantarles y presentarme ante el rey. Solo era consciente de las pisadas de mi corcel, de mi agarre sobre su crin y de cómo el agua, sinónimo de mi atkenesis golpeaba con fuerza el suelo, mojándome hasta sentir el peso de mis ropas y el frio de mi cuerpo. Al final había ocurrido, lo que tanto mi padre me había avisado, sucedió. Tras su ultima misión para el reino de Inglaterra, a la tardante vuelta de él se le acusó de mantener estrechas relaciones con Napoleón Bonaparte, y de haberse levantado contra su rey, al encontrar pruebas irrefutables del traspaso de información estratégica al sujeto sobre las tripulaciones y ejércitos, así como una lista de los comandantes de la región, donde vivían y cuáles eran sus turnos más propicios a ataques nocturnos. Inmediatamente el rey creyó a sus informadores y mandó a capturar y a traerle ante a él al traidor a la corona. Mi padre declarándome su inocencia, vino a verme en la oscuridad de la noche haciéndome prometer por mi santa madre ahora en los cielos, que si le cogían y le sentenciaban, no iría a verle, pues ellos lo estarían esperando para prenderme a mí también. Si no que huiría lejos, muy lejos de mi patria y buscaría asilo político o empezaría una vida de nómada. Con lagrimas en los ojos y el corazón roto de dolor sabiendo que le faltaban pocas horas de vida, le dejé marcharse y al día siguiente con el primer hachazo que concluía de forma irrevocable la sentencia de mi padre, huí de mi casa, y me perdí entre bosques, pensando que así sería más difícil de localizar. Pero la suerte no fue en esta ocasión de mi parte y tras unas pocas horas un pelotón de soldados me localizaron e incesantes en su afán de ponderarse honores al traer ante el rey a la hija del traidor, no cesaron en seguir mis pasos. Y aquí están todavía, siguiéndome. Tras veinte días aún siguen detrás de mí. En ocasiones, muchas veces días enteros pensé que los había perdido, y aprovechando un pequeño descanso para mi corcel, intentaba alimentarme como podía, ya que el viaje aún era extenso hasta finalizarlo. Y como más confiada me encontraba, mas pronto volvían a encontrarme. A veces la gente que hablaba mucho, otros pueblerinos habían sido tentados por unas simples monedas. No podía recriminarles nada, los traidores merecían la peor de las muertes y yo por consagnidad con el traidor y “espía” de Napoleón Bonaparte, por más que yo supiera que aquello no era cierto, también debía terminar como mi padre. Y en caso de poder hablar con alguien, no tenía pruebas con que defenderme. Solo tenía la palabra de mi asesinado padre y mi confianza ciega en aquel que me ha cuidado tantos. Él era incapaz de traicionar al rey y a Inglaterra, tierra que amó como a su esposa en vida. La tormenta cada vez se hacía más fuerte a mí alrededor. Abrí la boca y bebí del agua caída del cielo. Sentía que tanto yo como Perla, no aguantaríamos mucho más. Del último descanso habían pasado dos días en los que le había dado de comer y de beber todo lo que pude. Yo llevaba ya seis días sin poder probar bocado y ¿beber? Bebía del agua de la lluvia, cuando era convocada en un desesperado intento de ralentizar el avance de los militares hacia mí. Pero como las fuerzas que lentamente iban menguando así también sucedía con mi magia. Cabalgando entre aquel inmenso bosque, sorteando los arboles entre la espesura, sentí como la fuerza de la tormenta disminuía, hasta convertirse en una húmeda llovizna, dejando tras su rastro una espesa niebla, que aún en mi desesperación serviría para poder esconderme y seguir con mis intentos de despistarles. Intentando escapar de mis perseguidores, hice girar a mi corcel y llevarlo por entre los árboles, sin ningún camino preestablecido que seguir, dificultando nuestro rastreo. Perla en ningún momento pareció dudar mientras se hacía paso entre la niebla con su esplendido galope. Rítmicamente en sintonía con sus pasos movía la cola y las largas y doradas crines que con tanto esmero cuidaba en Inglaterra, y que en el viaje la lluvia había limpiado de barro y suciedad tras tantos días en la intemperie. Mi deslumbrante vestido con el que salí apresurada, ahora no lucía ni una pequeña parte de lo que lo hacía en mi cuerpo antes de la huida. Todo mojado, se pegaba a mi piel tiritante de frio tras tantos días bajo la lluvia. De mi último descanso había tomado una capa oscura con la que esconderme, la que ahora ocultaba mi rostro y me protegía del azote de la lluvia, aunque ahora más bien de la niebla y la llovizna húmeda que recaía en los terrenos. En el camino no fuimos conscientes de una pequeña madriguera, en la que Perla en su cansancio no pudo avistar, pisándola con una pata, quedando desestibilizada por unos segundos en lo que pareció que tuviéramos que ir contra el suelo. Pero en el último momento Perla a tiempo, consiguió sacar la pata y seguir con el camino, con el miedo en mis adentros de que se hubiera hecho daño, pues ya su galope no era tan veloz. Su pata podría haberse resentido de aquella mala fortuna. — ¡Vayamos! No deben de estar lejos. ¡Debemos de encontrarla!— Unos gritos rompieron el silencio del bosque, indicándonos lo cerca que se encontraban de nosotras. Acaricié las crines de Perla, calmándola cuando oímos los gritos de los militares, los que se habían desdoblado por todo el bosque con la esperanza de encontrarnos. En un último intento desesperado, aceleramos entre la niebla, pasando entre los arboles sin fijarnos en nada más que al frente, pasando justo por donde un joven y su caballo se encontraban. Pasando de largo quizás, en quien cambiaria mi historia por completo desde aquel momento. |
Gracias Unni • |
Ivana Belankorth- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 02/11/2013
Re: En el sueño de la realidad [Ivana]
Sin embargo, el sueño se adaptaba a la vida.
Harlan Ellison
Me quede como un estúpido, mirando aquel caballo blanco pasar de largo a mi lado. Era la primera vez que el sueño se sentía completamente real y eso causo que el vació en mi pecho se sintiera mucho más. Algo que me pareció completamente extraño es que para ser mi pesadilla regular, aún no me había lanzado tras ella, siendo ese el momento en que la realidad me golpeo al igual que las pequeñas gotas de agua que ahora me mojaban y que tampoco formaban parte de mi sueño.
– ¡Encuentren a la mujer! No debe estar muy lejos de nosotros –
Gritos que antes no aparecían en mi sueño y yo seguía parado en aquel lugar, como si mis pies fueran incapaces de moverse, hasta que un mi caballo me dio un empujón. Curioso, creo que hasta él sabe que mi deber es estar al lado de ella y cuidarle.
– Si nos asesinan es tu culpa – Dije montante en el caballo, justo antes de ponerme en marcha. Conocía aquel lugar como la palma de mi mano, tantos años andando a caballo por aquella zona y muchas otras ocasiones siguiendo a esa mujer en sueños, era de esperarse que tarde o temprano le alcanzaría.
En cierto punto pensaba que las cosas en mi sueño habían sido diferentes, pues en la realidad sus perseguidores estaban mucho más cerca de lo que esperaba y la neblina era algo que tampoco existía. Mi caballo andaba por la zona que sabía terminaría por llevarme a donde se encontraba ella, ese punto donde la mujer me observaba y después se desvanecía, solo que en esta ocasión las cosas iban a ser diferentes y todo me lo decía. Las gotas de lluvia que golpeaban mi rostro, la respiración agitada de mi caballo y los gritos de quienes estaban más atrás, buscando a la misma mujer que yo pero seguramente con otros propósitos.
Creía sentir como el tiempo transcurría de manera lenta, a pesar de que el andar de mi caballo era veloz y no podía evitar finalmente después de tantos años preguntarme un sin numero de cosas que en otros momentos nunca aparecieron por mi mente. ¿Por qué huía? ¿Qué pasaría cuando le diera alcance? ¿Cuál era su nombre?… Esas preguntas eran una mera perdida de tiempo, pues no conocería la respuesta a menos que alcanzara al caballo blanco.
– Un poco más… – susurre para mi caballo, mientras continuábamos avanzando escuchando cada vez de manera más clara el golpeteo de las patas de otro caballo y por entre los arboles aparecía la figura encapuchada con todo y la neblina aún era capaz de reconocerle al pasar por algunos lugares en los que la visibilidad no era tan mala. El punto de encuentro, el fin de mi sueño estaba demasiado cerca y entonces que nuestros caballos se encontraron costado a costado, todo gracias a mis conocimientos en aquel lugar – Detente, van a darte alcance – le dije a la mujer una vez que estuve a un costado suyo, pero solo termino por acelerar la carrera de su corcel, el cual ya parecía cansado y por su manera de correr herido, de esa manera ella no llegaría realmente muy lejos y por mi parte la decisión ya había sido tomada y no existía vuelta atrás, ahora debía salvarle costara lo que costara.
Esquivando los árboles que se interponían en mi camino para alcanzarle fue que llegue de nuevo a estar lo más cerca posible de ella. – Están demasiado cerca, así que si quieres vivir deja que te ayude. Conozco este lugar mucho mejor que tu y se como hacerte pasar por una habitante de estas zonas – esquive entonces una rama que por poco terminaba tirándome de mi montura – juro que solo quiero ayudarte, así que vamos… sigue el camino que te indique, por favor – no era capaz de observarle como me hubiese gustado pero no podía hacer nada más que seguirle e insistir en que quería ayudarle, hasta que creyera mis palabras y terminara por ceder a mis peticiones, solo entonces sentiría que todas las noches en vela por aquel sueño y todo aquel vació terminaría por fin al haber salvado a aquella muchacha.
Nuestros caballos seguían esquivando arboles, mientras que detrás de nosotros algunas ocasiones más cercanos y otras un tanto más lejanos, se escuchaban a los perseguidores de la mujer. Si confiaba en mi, estaría bien pero si no lo hacía incluso mi vida peligraría después de todo, no sabía que era lo que ella había hecho.
Harlan Ellison
Me quede como un estúpido, mirando aquel caballo blanco pasar de largo a mi lado. Era la primera vez que el sueño se sentía completamente real y eso causo que el vació en mi pecho se sintiera mucho más. Algo que me pareció completamente extraño es que para ser mi pesadilla regular, aún no me había lanzado tras ella, siendo ese el momento en que la realidad me golpeo al igual que las pequeñas gotas de agua que ahora me mojaban y que tampoco formaban parte de mi sueño.
– ¡Encuentren a la mujer! No debe estar muy lejos de nosotros –
Gritos que antes no aparecían en mi sueño y yo seguía parado en aquel lugar, como si mis pies fueran incapaces de moverse, hasta que un mi caballo me dio un empujón. Curioso, creo que hasta él sabe que mi deber es estar al lado de ella y cuidarle.
– Si nos asesinan es tu culpa – Dije montante en el caballo, justo antes de ponerme en marcha. Conocía aquel lugar como la palma de mi mano, tantos años andando a caballo por aquella zona y muchas otras ocasiones siguiendo a esa mujer en sueños, era de esperarse que tarde o temprano le alcanzaría.
En cierto punto pensaba que las cosas en mi sueño habían sido diferentes, pues en la realidad sus perseguidores estaban mucho más cerca de lo que esperaba y la neblina era algo que tampoco existía. Mi caballo andaba por la zona que sabía terminaría por llevarme a donde se encontraba ella, ese punto donde la mujer me observaba y después se desvanecía, solo que en esta ocasión las cosas iban a ser diferentes y todo me lo decía. Las gotas de lluvia que golpeaban mi rostro, la respiración agitada de mi caballo y los gritos de quienes estaban más atrás, buscando a la misma mujer que yo pero seguramente con otros propósitos.
Creía sentir como el tiempo transcurría de manera lenta, a pesar de que el andar de mi caballo era veloz y no podía evitar finalmente después de tantos años preguntarme un sin numero de cosas que en otros momentos nunca aparecieron por mi mente. ¿Por qué huía? ¿Qué pasaría cuando le diera alcance? ¿Cuál era su nombre?… Esas preguntas eran una mera perdida de tiempo, pues no conocería la respuesta a menos que alcanzara al caballo blanco.
– Un poco más… – susurre para mi caballo, mientras continuábamos avanzando escuchando cada vez de manera más clara el golpeteo de las patas de otro caballo y por entre los arboles aparecía la figura encapuchada con todo y la neblina aún era capaz de reconocerle al pasar por algunos lugares en los que la visibilidad no era tan mala. El punto de encuentro, el fin de mi sueño estaba demasiado cerca y entonces que nuestros caballos se encontraron costado a costado, todo gracias a mis conocimientos en aquel lugar – Detente, van a darte alcance – le dije a la mujer una vez que estuve a un costado suyo, pero solo termino por acelerar la carrera de su corcel, el cual ya parecía cansado y por su manera de correr herido, de esa manera ella no llegaría realmente muy lejos y por mi parte la decisión ya había sido tomada y no existía vuelta atrás, ahora debía salvarle costara lo que costara.
Esquivando los árboles que se interponían en mi camino para alcanzarle fue que llegue de nuevo a estar lo más cerca posible de ella. – Están demasiado cerca, así que si quieres vivir deja que te ayude. Conozco este lugar mucho mejor que tu y se como hacerte pasar por una habitante de estas zonas – esquive entonces una rama que por poco terminaba tirándome de mi montura – juro que solo quiero ayudarte, así que vamos… sigue el camino que te indique, por favor – no era capaz de observarle como me hubiese gustado pero no podía hacer nada más que seguirle e insistir en que quería ayudarle, hasta que creyera mis palabras y terminara por ceder a mis peticiones, solo entonces sentiría que todas las noches en vela por aquel sueño y todo aquel vació terminaría por fin al haber salvado a aquella muchacha.
Nuestros caballos seguían esquivando arboles, mientras que detrás de nosotros algunas ocasiones más cercanos y otras un tanto más lejanos, se escuchaban a los perseguidores de la mujer. Si confiaba en mi, estaría bien pero si no lo hacía incluso mi vida peligraría después de todo, no sabía que era lo que ella había hecho.
Alain Vial- Realeza Italiana
- Mensajes : 38
Fecha de inscripción : 15/01/2014
Re: En el sueño de la realidad [Ivana]
"La minima chispa de esperanza, puede evaporar hasta la mas poderosa de las tormentas." Franzis M. Dolían, los latidos de mi corazón dolían, hasta el punto de parecer dos piedras golpeando mi pecho, deseando salir de él. En aquel bosque todo parecía haberse detenido. Lo que antes seguramente habría sido un bosque lleno de ciervos y animales, ahora se encontraba vacío, en un ambiente de silencio sepulcral. ¿Seria mi fin? ¿Huí demasiado tarde? No podía dejar de preguntarme al tiempo que el miedo golpeaba mis sentidos, como las pezuñas de Perla el húmedo y pedregoso suelo a sus pies. Rodeada de niebla seguimos cabalgando todo lo rápido que podíamos, en un intento de huir de aquellos que con sus gritos cada vez más fuertes, irrumpían la calma del bosque. La niebla que nos ocultaba, parecía no ser suficiente. Por más veloz que fuéramos, ellos nos encontraban, seguían nuestro invisible rastro. Oíamos sus gritos en medio el bosque, llamándonos y Perla seguía veloz su recorrido sorteando los arboles. En algunos momentos que mi mirada se fijaba en los arboles que entre la niebla se dibujaban, aquel bosque me era conocido. Fruncí el ceño unos segundos extrañada, sintiendo realmente que alguna vez había visto y recorrido aquel bosque, cuando en uno de los pequeños saltos de mi corcel, distraída casi caí de su lomo. Me agarré más fuerte a sus crines y dejándome de pensamientos, me centré en lo importante. En mirar en frente y rezar por llegar sanas y salvas a hablar con el rey. Solo él en estos instantes podía ser quien fuera capaz de liberar la condena que pendía sobre mi cabeza. Cada vez nos adentrábamos más en el bosque. Los arboles ahora más abundantes en nuestro camino, hacen ralentizar el paso veloz de Perla. La niebla sigue junto con el rastro de una fina lluvia que vuelve a empapar mis ropas y a hacer temblar de frio mi cuerpo. A cada respiración acelerada de mi caballo y de la mía, nos vamos distanciando un poco, hasta llegar a solo ser capaz de percibir nuestros pasos y así como de pronto se hace el silencio de nuevo en el bosque, oímos los pasos de un caballo. Y estos demasiados cerca de nosotras. Perla resopla, y aún dolorida acelera el paso en lo que el caballo avanzaba hacia nosotras y ella intentaba darle esquinazo, perderlos de vista. Ante mi creciente miedo de verme alcanzada y sentenciada, mis poderes se descontrolan. Fluye la atmokinesis y esta con la fuerza de mi miedo, antepone a nuestros perseguidores una verdadera tormenta. La niebla más espesa nos rodea, cegándonos en ocasiones del camino que seguimos y de lo que hay a nuestro alrededor. La lluvia antes leve, empezaba a tomar fuerza, aunque aún a mi posición esta apenas era una caricia húmeda en comparación con lo que mis perseguidores más lejanos se encontraban en aquellos instantes. —Buscadla! ¡No debe escapar! — Se oían sus gritos a pesar de la intensa lluvia que les entorpecía el paso hacia mí. Miré a los lados buscando aquel joven jinete que nos perseguía más de cerca. No había rastros de él y justo fue cuando respiré algo más tranquila, cuando su caballo alcanzó al mío. No podía verle, estaba demasiado concentrada en no caerme del lomo de mi caballo como para girarme hacia él. Le escuché al tiempo que una pequeña llama se encendía de esperanza en mí ser, al oír sus palabras. ¿De verdad podría ayudarme? — ¿Quien eres? Que te hace diferente a mis perseguidores? ¿Como sé que no eres uno de ellos? — Simplemente para responder a mi última pregunta bastaba con una rápida mirada a su indumentaria y a su caballo para ver si era un soldado de Inglaterra o por lo contrario alguien de las cercanías de este bosque, pero en estos momentos no podía desviar la vista de en frente. — ¿Por qué debo fiarme de ti...? —Agregué al oírle decir que confiara en él, que él conocía aquella zona y podrían dejarlos atrás, escondernos, pasar inadvertidos. Tuve ganas de reír, era imposible esconderme de ellos. Llevaban demasiados días tras de mí, como para confundirme con una noble visitante de aquel bosque. De nuevo los soldados gritaron y nosotros emprendidos en una carrera hacia donde nuestros caballos nos llevaran dimos de frente con una pendiente. Detuve a Perla antes de que resbalara y bajara por aquel lugar, girándome por primera vez a encontrarme con quien insistía en que le siguiera. — Más os vale tener razón. —Dije levantando la vista hacia él, coincidiendo mi verde e intensa mirada en sus orbes y allí todo terminó. No sé cuánto tiempo me encontré mirándole y él a mí, simplemente sentí que todo aquella debía de ocurrir solo para ser salvada por un joven como él. ¿Tenia eso sentido? El destino nunca lo tiene. Por lo que dejé que sus ojos siguieran bebiendo de los míos, como un pintor a su musa, aunque la oscura capa que recubría mi cabeza no revelará completamente mi rostro, pero parecía lo suficiente para él. Indecisa por romper aquel momento, al oír los soldados aparté la vista de él y volví al frente. — Por favor sacadme de aquí... Escondedme de los soldados, os lo suplico. Por favor no hagáis que me equivoque al confiaros mi vida. —Dije terminando de nuevo por verle a los ojos y sonrojarme. ¿Por qué me miraba de aquella forma? Me mordí el labio inferior nerviosa y temblorosa, volviendo a alentar a Perla al galope, en cuando volví a oír los gritos y los caballos cerca de nosotros, alejándome de pronto y en seco de la tentación que suponía aquel joven, que si todo terminaba bien seria mi salvador. — Vamos, os sigo... ¡pero corred! ¡No están lejos! — Le dije al tiempo que empezaban a galopar nuestros caballos y la lluvia volvía a mojarnos. Dejándole que él tomara la iniciativa adelantándose a nosotras, hice retroceder un poco a Perla, hasta encontrarnos tras él, a uno de los costados del flanco trasero de su caballo. Y así, sorteando de nuevo los arboles y galopando en un extenso campo, proseguimos nuestra marcha hacia un lugar seguro, o por lo menos hacia donde aquel joven y su caballo, desearan llevarnos. Y el destino así nos lo permitiera. |
Gracias Unni • |
Ivana Belankorth- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 02/11/2013
Re: En el sueño de la realidad [Ivana]
Todos los caminos son iguales, no nos llevan a ninguna parte.
Por lo tanto, ¡elige un camino con el corazón!
Carlos Castaneda
Aquel encuentro era lo que me había sido destinado desde hacía muchos años y aunque en un principio dude, termine corriendo al encuentro de aquello que me deparaba estar con ella. Tanto tiempo creyendo que no era más que un sueño que me obsesionaba, que la bruja aquella no sabía nasa de la verdad para que al final terminara por tragarme mis palabras, cabalgando hasta encontrarme a su lado y pedirle que confiara, que yo le ayudaría. No estaban seguro de como se suponía que lograría eso pero debía intentarlo, era lo correcto, al menos para mi.
Fuera quien fuera aquella mujer, sabía que no confiaría de buenas a primeras en alguien que aparecía de la nada a su lado y le decía que le ayudaría, aun así continuaba mi camino, buscando la manera de acercarme lo suficiente a ella para que pudiese creer que yo estaba siendo sincero en esos momentos y que mi interés era únicamente que saliéramos de aquella neblina, de la lluvia y no nos descubrieran para terminar siendo asesinados ambos.
– No soy uno de ellos porque te he alcanzado – que razón tan soberanamente estúpida daba, pero era completamente cierta, le alcanzaba porque aquellos lugares los conocía a la perfección y nadie le llevaría a perderles mejor que yo – Soy de aquí y por eso es que conozco todos estos lugares, mi nombre es Alain y… no sabes que no soy uno de ellos pero ¿Qué tienes que perder? Si me sigues y son uno de ellos te alcanzaran, pero finalmente lo harán de todas maneras – sé a la perfección que nadie confiaría en quien le da esa clase de explicaciones pero eran lógicas, ella sería atrapada así que confiar en mi era la única opción que tenia en esos precisos instantes.
Los caballos continuaban andando y la verdad es que no tenia muchas más razones que las que ya le daba para que confiara en mi y en que todo estaría bien si es que estábamos juntos. Algo dentro de mi, tal vez el hecho de soñarle durante tanto tiempo me garantizaba que si ella me seguía todo estaría bien y que saldríamos bien librados de todo aquello. El galope de los caballos detrás de nosotros se alejaba a momentos y no fue hasta que el caballo blanco paro que recordé la pendiente y entonces hice que mi corcel se detuviera también.
Ahí, en aquella pendiente fue que nos miramos por primera vez y solo me quede atónito. No podía mirarle como me hubiese gustado, pero era exactamente como la veía en mi sueño, aquellos ojos verdes e intensos que parecían querer devorar mis ojos; era hermosa, con todo y que estaba empapada. Estuve siempre con muchas mujeres durante mi vida, pero nunca alguna causo tal efecto en mi, mirando a aquel par de ojos el tiempo parecía detenerse y eso que no era la mejor situación para que el tiempo se detuviese pues estábamos siendo perseguidos.
– Descuida, haré que estemos a salvo – apenas pude decir aquello, mi mirada era incapaz de dejarle un segundo todo por el hecho de que era real. Ella no era un simple sueño y aunque no supiera su nombre, su procedencia o sus problemas, quería que estuviese cerca de mi.
Nuestros caballos reiniciaron el galope y la joven me siguió de cerca, mientras que ambos caballos avanzaban. No tenía ni la más remota idea del sitio al que le llevaría hasta que recordé que cerca existía una pequeña y abandonada cabaña, eso fue lo necesario para que la idea surgiera en mi mente.
– Vamos, que se a donde dirigirnos, por cierto ¿Cuál es tu nombre? – aquella no era la mejor idea que alguien hubiese tenido pero al menos era la idea que esperaba que salvara su vida.
El golpeteo de los caballos continuaba firme contra la tierra hasta que la cabaña se hizo presente más adelante de nosotros – a ese lugar nos dirigimos – dije con una sonrisa en los labios, pues al parecer nos habíamos desviado lo suficiente como para perder por un buen tramo a los perseguidores de aquella mujer.
O al menos fue de esa manera hasta que logramos llegar a la cabaña y de un salto baje del caballo, solo para abrir la maltrecha puerta, y atar a mi corcel a un costado de la cabaña, en una pequeña ventana. La cabaña estaba avejentada porque nadie vivía en ella desde hacía un tiempo y por eso era el lugar perfecto. Note como ella me miraba sin comprender que era lo que tenia planeado hacer, después de todo era perseguida.
– Confía en mi y baja del caballo – al hacer lo que le pedía tome las riendas de su caballo y le lleve dentro de la cabaña, cerrando la puerta – No deben verlo, que crean que hemos venido hasta acá en un solo caballo ahora… – mi mirada se enfoco en la de ella – sacate la capucha y desnudate – deje de mirarle en esos momentos, solo para sacarme de encima algo de ropa, pues para lo que tenía planeado como metido de escape estábamos demasiado vestidos.
Por lo tanto, ¡elige un camino con el corazón!
Carlos Castaneda
Aquel encuentro era lo que me había sido destinado desde hacía muchos años y aunque en un principio dude, termine corriendo al encuentro de aquello que me deparaba estar con ella. Tanto tiempo creyendo que no era más que un sueño que me obsesionaba, que la bruja aquella no sabía nasa de la verdad para que al final terminara por tragarme mis palabras, cabalgando hasta encontrarme a su lado y pedirle que confiara, que yo le ayudaría. No estaban seguro de como se suponía que lograría eso pero debía intentarlo, era lo correcto, al menos para mi.
Fuera quien fuera aquella mujer, sabía que no confiaría de buenas a primeras en alguien que aparecía de la nada a su lado y le decía que le ayudaría, aun así continuaba mi camino, buscando la manera de acercarme lo suficiente a ella para que pudiese creer que yo estaba siendo sincero en esos momentos y que mi interés era únicamente que saliéramos de aquella neblina, de la lluvia y no nos descubrieran para terminar siendo asesinados ambos.
– No soy uno de ellos porque te he alcanzado – que razón tan soberanamente estúpida daba, pero era completamente cierta, le alcanzaba porque aquellos lugares los conocía a la perfección y nadie le llevaría a perderles mejor que yo – Soy de aquí y por eso es que conozco todos estos lugares, mi nombre es Alain y… no sabes que no soy uno de ellos pero ¿Qué tienes que perder? Si me sigues y son uno de ellos te alcanzaran, pero finalmente lo harán de todas maneras – sé a la perfección que nadie confiaría en quien le da esa clase de explicaciones pero eran lógicas, ella sería atrapada así que confiar en mi era la única opción que tenia en esos precisos instantes.
Los caballos continuaban andando y la verdad es que no tenia muchas más razones que las que ya le daba para que confiara en mi y en que todo estaría bien si es que estábamos juntos. Algo dentro de mi, tal vez el hecho de soñarle durante tanto tiempo me garantizaba que si ella me seguía todo estaría bien y que saldríamos bien librados de todo aquello. El galope de los caballos detrás de nosotros se alejaba a momentos y no fue hasta que el caballo blanco paro que recordé la pendiente y entonces hice que mi corcel se detuviera también.
Ahí, en aquella pendiente fue que nos miramos por primera vez y solo me quede atónito. No podía mirarle como me hubiese gustado, pero era exactamente como la veía en mi sueño, aquellos ojos verdes e intensos que parecían querer devorar mis ojos; era hermosa, con todo y que estaba empapada. Estuve siempre con muchas mujeres durante mi vida, pero nunca alguna causo tal efecto en mi, mirando a aquel par de ojos el tiempo parecía detenerse y eso que no era la mejor situación para que el tiempo se detuviese pues estábamos siendo perseguidos.
– Descuida, haré que estemos a salvo – apenas pude decir aquello, mi mirada era incapaz de dejarle un segundo todo por el hecho de que era real. Ella no era un simple sueño y aunque no supiera su nombre, su procedencia o sus problemas, quería que estuviese cerca de mi.
Nuestros caballos reiniciaron el galope y la joven me siguió de cerca, mientras que ambos caballos avanzaban. No tenía ni la más remota idea del sitio al que le llevaría hasta que recordé que cerca existía una pequeña y abandonada cabaña, eso fue lo necesario para que la idea surgiera en mi mente.
– Vamos, que se a donde dirigirnos, por cierto ¿Cuál es tu nombre? – aquella no era la mejor idea que alguien hubiese tenido pero al menos era la idea que esperaba que salvara su vida.
El golpeteo de los caballos continuaba firme contra la tierra hasta que la cabaña se hizo presente más adelante de nosotros – a ese lugar nos dirigimos – dije con una sonrisa en los labios, pues al parecer nos habíamos desviado lo suficiente como para perder por un buen tramo a los perseguidores de aquella mujer.
O al menos fue de esa manera hasta que logramos llegar a la cabaña y de un salto baje del caballo, solo para abrir la maltrecha puerta, y atar a mi corcel a un costado de la cabaña, en una pequeña ventana. La cabaña estaba avejentada porque nadie vivía en ella desde hacía un tiempo y por eso era el lugar perfecto. Note como ella me miraba sin comprender que era lo que tenia planeado hacer, después de todo era perseguida.
– Confía en mi y baja del caballo – al hacer lo que le pedía tome las riendas de su caballo y le lleve dentro de la cabaña, cerrando la puerta – No deben verlo, que crean que hemos venido hasta acá en un solo caballo ahora… – mi mirada se enfoco en la de ella – sacate la capucha y desnudate – deje de mirarle en esos momentos, solo para sacarme de encima algo de ropa, pues para lo que tenía planeado como metido de escape estábamos demasiado vestidos.
Alain Vial- Realeza Italiana
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Fecha de inscripción : 15/01/2014
Re: En el sueño de la realidad [Ivana]
"Los sueños son como las estrellas, no los puedes tocar, pero si los persigues, te llevarán hasta tu destino." minglano Tenía razón. En aquellos momentos, mientras la brisa y la niebla cubrían los pasos de Perla y escuchaba al jinete que a mi lado cabalgaba, me daba cuenta de la gravedad de todo aquello. Y aquel desconocido tenía razón en cada palabra. Ahora todo era cuestión de fe, de confiar en que podía no ser un soldado y que de serlo ya se habría abalanzado hacia mí. También podía ser que fuera uno de ellos y solo estuviera fingiendo para ganarse mi confianza. ¿Pero así que ganarían? No creía que aquellos soldados ingleses, pudieran hacer tal cosa, aún así como todo, en todo riesgo que tomas en tu camino, existen opciones que terminan saliendo bien o mal. Todo es arriesgarse y confiar ciegamente en haber escogido bien y no deber de arrepentirte instantes después. Y como hacia años en donde una noche oscura confié ciegamente en que mi montura pudiera encontrar el camino de regreso a casa, confié en él. Alain… repetí en mi mente al oír su nombre. Era un bonito nombre, y además no parecía originario de Inglaterra. Sintiendo como a cada paso mi montura detenía el ritmo lentamente, fue que me obligué a creer en él. Si estaba loca, se vería con el tiempo, por el momento el tiempo apremiaba y cada segundo desperdiciado era un segundo más cerca de mi muerte. Tomando fuertemente entre mis manos las blancas crines de Perla, fue que nos detuvimos a tiempo de no caer en la pendiente y girándome me encontré finalmente con Alain, sorprendiéndome al encontrar ante mi a un joven apuesto cual no dejó de mirarme ni un instante. Asentí a sus palabras y tras dar las ordenes a nuestras monturas, fue que me puse a seguirle por el bosque. Avanzando a galope volvimos a adentrarnos en el bosque, pasando entre los árboles, esta vez tomando un camino en la espesura del bosque donde ambos caballos podían permanecer juntos sin necesidad de separarnos. — Me llamo Ivana. Ivana de Mithrand. — Dije sin revelarle al apellido de mi padre, en lo que Perla permanecía a uno de los costados del otro caballo, intentando seguirle pese a la pata herida que la relantizaba. — ¿Seguro sabeís donde vamos? —Le pregunté mirando en frente buscando algo más que no fueran solo árboles y más árboles, encontrando con la mirada lo que parecía una abandonada cabaña en medio del bosque. Justo fue en aquel momento que me llegaron sus palabras y asentí, siendo consciente de que los ruidos de los soldados cada vez estaban más lejos de nosotros. ¿Pero por cuanto seria así? Yo por confiarme demasiado me había vuelto atrapada en otras ocasiones. Y no volverían a tomarme otra vez. Llegamos a la cabaña y esperando que tomara un camino secreto o un sendero indescifrable, detuvo su caballo ante aquel lugar y desmontó, atando el corcel a un costado, en una pequeña ventana. Le miré con el ceño fruncido, sintiéndome vendida por unos instantes hasta que girándose hacia mi volvimos a coincidir. — Me persiguen… no puedo tomarme un descanso. —Repliqué pero consciente del estado débil de Perla, al final acepté confiar en él como había prometido y bajé del caballo, siendo enseguida las riendas tomadas por él quien llevó a Perla hacia dentro la cabaña. — No os entiendo… que quereís lograr con esto? —Le pregunté tras entrar dentro el viejo lugar y cerrar la puerta. Él no me contestó si no que solo se digno a mirarme y de sus labios nacieron las palabras que nunca creí oír. ¿Me habia dicho lo que yo creía haber oído?— ¿Qué? ¿Que me desnude? —Abrí los ojos sorprendida. — Lo siento pero no voy a quitarme mis ropas. ¿Qué se ha creído? — Mormuré con indignación y vergüenza de que un joven se atreviera a hacerme tal proposición indecente y más en un momento como aquel. Tras una seria mirada de su parte, una que obviamente no aceptaba replicas de cualquier tipo, fue que me encontré tras un suspiro quitandome el vestido y las ropas mojadas, quedando solo en el fino camisón que cubría mi cuerpo. Enseguida al faltarme la poca calidez que ahora aún daba un poco de calor a mi cuerpo, mi cuerpo helado tembló y con los ojos busqué la calidez de los ajenos, volviendo a sentirme sonrojar. — Esta bien así? — Le pregunté desviando mi mirada de la suya. Me había quitado ya la mojada capucha y el vestido, solo quedaba en mi cuerpo un camisón. — Espero que así os sea suficiente, porque no que no voy a ofreceros nada más que lo que ya habéis conseguido. Y además con esta orden… ¿que deseáis? Acaso queréis que muestre mis atributos a los guardias y así les distraiga? Que les ruegue por mi vida en cueros? — Enarque una ceja y le miré con desconfianza, observando cada uno de sus movimientos en los que se quitaba ropa. — ¿Por qué os quitáis también vos las ropas? — Le pregunté sonrojada, bajando la mirada sin poder verle. El joven era apuesto y ahora que había podido entrever alguna parte de su cuerpo, en mi mente lo era mucho más. Lentamente empecé a oír de nuevo los gritos de los soldados, los que pronto si no lo habían hecho ya, descubrirían la cabaña abandonada. Me mordí el labio nerviosa, abrazándome a mi misma, paliando el frío como podía. — Decidme antes de que sea demasiado tarde vuestro plan y nos sorprendan huyendo o moriremos. Estan cerca. |
Gracias Unni • |
Ivana Belankorth- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 02/11/2013
Re: En el sueño de la realidad [Ivana]
Cada mujer contiene un secreto: un acento, un gesto, un silencio.
Antoine De Saint Exupery
Ya había hecho todo lo que creía a mi alcance hasta esos momentos para que terminara por confiar en mi, después de eso no existía nada más que pudiera hacer para lograr que ella me siguiera. La joven que me hablaba bajo aquella capucha que ocultaba parte de su rostro pero no así sus intensos ojos sabía tan bien como yo que si deseaba una oportunidad esa estaba siguiendo mis pasos y no alejandose de mi lado, confiar en mi podía ser también un arma de doble filo para ella, pero no tenía nada que perder mientras se mantenía al pie de aquel lugar.
Di gracias porque ella me siguiera, aunque aún corría el peligro de que decidiera que confiar en mi era demasiado peligroso y optara por guiar a su caballo en una dirección diferente a la que llevaba yo en esos momentos.
– Ivana, un placer – Dije para que me escuchara, pero saboreando su nombre tanto en mis labios como en mi mente, tenía un nombre bonito, tanto como lo eran sus ojos y en mi mente lo repetía una y otra vez para que no fuera a olvidarlo, quería guaradarlo en mi al igual que el sueño sobre ella se guardo durante tantos años y entonces, aquella voz femenina fue la única que me saco de mis estado de distracción y sonreí aunque no sabía si ella me veía o no – Claro que se a donde vamos, he vivido aquí mucho tiempo y estos lugares los conozco como la palma de mi mano – Sin mencionar además que soñaba continuamente con aquellos parajes y de recorrerlos de manera incesante los conocía a la perfección, tal vez incluso más que a mi mismo.
Continuamos por aquel camino que nos llevaba hasta la cabaña que era el lugar donde esperaba pudiéramos tener la oportunidad de engañar a aquellos hombres que le estaban dando caza como si fuera la mujer más amenazante del mundo, tenía algo de amenazante si, pero eso se encontraba solo en sus ojos pues aún no le veía del todo para poder descifrar que era todo eso que le volvía el centro de la persecución de aquellos hombres. Una vez que nos detuvimos fui capaz de observar las dudas en sus ojos, se aglomeraban una tras otra pero no tenía el tiempo necesario para explicar el motivo de mis acciones, no por el momento y no de la manera en la que ella esperaba que le explicara todo lo que planeaba.
– Sé que no tienes oportunidad de descansar y no descansaremos, es parte del plan para poder desviarlos – respondía apenas mientras dejaba a su yegua en aquella cabaña y pedía porque no hiciera ningún ruido que pudiera atraer a aquellos soldados a que revisaran aquella construcción. Lo que escuche después era precisamente lo que había esperado, no se le puede pedir a una desconocida que se desnude sin tener alguna reacción, a menos que esa mujer sea una cortesana cosa que no parecía ser ella por la forma en que respondió – ¿Quieres vivir o no? – sentencie firme, pues continuaba preguntando cosas que en esos momentos realmente no podían ser respondidas.
Solo una vez que parte de mi torso quedo al descubierto fue que me gire y le vi en aquella fina camisola que cubría su cuerpo, aquello sería mucho más complicado de lo que había esperado en un inicio. Al estar ella de aquella manera no solo pude notar por completo lo hermosa que era y la verdadera intensidad de sus ojos, sino también que era mucho más joven que yo; además de que por más que no intentara fijarme, notaba su perfecta figura debajo de aquella fina prenda pero antes de cualquier cosa era necesario que estuviésemos a salvo, así que tome el vestido y la capucha que llevaba y las guarde en donde la yegua permanecía.
– Si, así esta bien y no digas esas cosas. Igual ellos harían cosas contigo si te atrapan – dicho aquello fue que termine por dejar mi torso completamente al descubierto y le mire – Te he dicho que es parte del plan así que no pongas esa cara que no te estoy haciendo nada – Claro que deseaba hacerle cosas, pero no en ese lugar.
Los soldados se acercaban con velocidad a nosotros y ella exigía respuestas.
– Diremos que eres mi doncella así que si se detienen a interrumpirnos no diras palabra alguna y agacharas la cabeza, estas para servir, no para desobedecer ordenes o dar explicaciones que no se te piden. ¿Esta claro? – los caballos junto a sus jinetes aparecieron entonces y termine por acercarme a ella, quedado muy cerca de su rostro. Trataba de estar tranquilo, lo más posible para que nuestra actuación fuera buena; aquello dependía de ambos y por tanto esperaba que ella siguiera aquellas indicaciones y se sintiera toda una doncella, de no ser así, ambos estábamos perdidos.
El sonido de los caballos se acercaba más a nosotros y solo cuando estuvieron lo suficientemente cerca de nosotros como para que notaran que hacíamos fue que la bese. Solo basto que rozara suavemente aquello labios para decidir que no quería separarme más de ellos, pero siempre existe aquello que saca a cualquiera de lo que podría considerarse un momento perfecto en el día.
– ¡Ustedes! ¿Han visto a una joven encapuchada pararas por aquí? – Los labios de ambos se separaron y enseguida me puse frente a aquellos hombres, cubriendo parte de ella con mi cuerpo.
– Esa es una manera muy abrupta te interrumpir caballeros, pero si tanto desean encontrar a esa persona encapuchada me temo que no hemos visto a nadie –
– ¿Seguro? Porque es de vital importancia que alcancemos a esa mujer y… – la mirada de quien parecía ser el líder de la misión se poso fija en nosotros – ¿Quienes son ustedes en primera? – sonreí ante esa pregunta.
– Soy Alain Vial, Conde y ella es Agatha mi doncella – la manera en la que aquel hombre nos miraba se suavizo un poco, pues era natural que aquellos que formaban parte de la realeza de cualquier lugar fueran reconocidos.
– Lo lamentamos Conde, no quisimos interrumpir la charla con su doncella – algunos de los otros hombres rieron – pero esperamos poder contar con usted en caso de que encuentren a una desconocida vagando – sonreí entonces para que pudieran confiar más en mi.
– Por supuesto, solo requiero saber ¿De dónde vienen y cuál es el motivo de la búsqueda de esa mujer que mencionan? – pregunte porque no conocía nada realmente y de esa manera luciría además mucho más creíble.
– De Inglaterra y se le busca por traición a la corona – asentí a sus palabras y aquel hombre realizo un gesto de despedida y con una orden desplegó a sus hombres por otro camino, seguramente preguntaria por mi o me buscaria en otro momento después de todo le había dado mi nombre y mi rango, así que si la creían en aquellos lugares me buscarian.
– Así que… ¿Vienes de Inglaterra, traidora? – después de todo aquello me gire a mirarle, sabía que obtendría parte de una explicación si es que ella no deseaba ser entregada.
Antoine De Saint Exupery
Ya había hecho todo lo que creía a mi alcance hasta esos momentos para que terminara por confiar en mi, después de eso no existía nada más que pudiera hacer para lograr que ella me siguiera. La joven que me hablaba bajo aquella capucha que ocultaba parte de su rostro pero no así sus intensos ojos sabía tan bien como yo que si deseaba una oportunidad esa estaba siguiendo mis pasos y no alejandose de mi lado, confiar en mi podía ser también un arma de doble filo para ella, pero no tenía nada que perder mientras se mantenía al pie de aquel lugar.
Di gracias porque ella me siguiera, aunque aún corría el peligro de que decidiera que confiar en mi era demasiado peligroso y optara por guiar a su caballo en una dirección diferente a la que llevaba yo en esos momentos.
– Ivana, un placer – Dije para que me escuchara, pero saboreando su nombre tanto en mis labios como en mi mente, tenía un nombre bonito, tanto como lo eran sus ojos y en mi mente lo repetía una y otra vez para que no fuera a olvidarlo, quería guaradarlo en mi al igual que el sueño sobre ella se guardo durante tantos años y entonces, aquella voz femenina fue la única que me saco de mis estado de distracción y sonreí aunque no sabía si ella me veía o no – Claro que se a donde vamos, he vivido aquí mucho tiempo y estos lugares los conozco como la palma de mi mano – Sin mencionar además que soñaba continuamente con aquellos parajes y de recorrerlos de manera incesante los conocía a la perfección, tal vez incluso más que a mi mismo.
Continuamos por aquel camino que nos llevaba hasta la cabaña que era el lugar donde esperaba pudiéramos tener la oportunidad de engañar a aquellos hombres que le estaban dando caza como si fuera la mujer más amenazante del mundo, tenía algo de amenazante si, pero eso se encontraba solo en sus ojos pues aún no le veía del todo para poder descifrar que era todo eso que le volvía el centro de la persecución de aquellos hombres. Una vez que nos detuvimos fui capaz de observar las dudas en sus ojos, se aglomeraban una tras otra pero no tenía el tiempo necesario para explicar el motivo de mis acciones, no por el momento y no de la manera en la que ella esperaba que le explicara todo lo que planeaba.
– Sé que no tienes oportunidad de descansar y no descansaremos, es parte del plan para poder desviarlos – respondía apenas mientras dejaba a su yegua en aquella cabaña y pedía porque no hiciera ningún ruido que pudiera atraer a aquellos soldados a que revisaran aquella construcción. Lo que escuche después era precisamente lo que había esperado, no se le puede pedir a una desconocida que se desnude sin tener alguna reacción, a menos que esa mujer sea una cortesana cosa que no parecía ser ella por la forma en que respondió – ¿Quieres vivir o no? – sentencie firme, pues continuaba preguntando cosas que en esos momentos realmente no podían ser respondidas.
Solo una vez que parte de mi torso quedo al descubierto fue que me gire y le vi en aquella fina camisola que cubría su cuerpo, aquello sería mucho más complicado de lo que había esperado en un inicio. Al estar ella de aquella manera no solo pude notar por completo lo hermosa que era y la verdadera intensidad de sus ojos, sino también que era mucho más joven que yo; además de que por más que no intentara fijarme, notaba su perfecta figura debajo de aquella fina prenda pero antes de cualquier cosa era necesario que estuviésemos a salvo, así que tome el vestido y la capucha que llevaba y las guarde en donde la yegua permanecía.
– Si, así esta bien y no digas esas cosas. Igual ellos harían cosas contigo si te atrapan – dicho aquello fue que termine por dejar mi torso completamente al descubierto y le mire – Te he dicho que es parte del plan así que no pongas esa cara que no te estoy haciendo nada – Claro que deseaba hacerle cosas, pero no en ese lugar.
Los soldados se acercaban con velocidad a nosotros y ella exigía respuestas.
– Diremos que eres mi doncella así que si se detienen a interrumpirnos no diras palabra alguna y agacharas la cabeza, estas para servir, no para desobedecer ordenes o dar explicaciones que no se te piden. ¿Esta claro? – los caballos junto a sus jinetes aparecieron entonces y termine por acercarme a ella, quedado muy cerca de su rostro. Trataba de estar tranquilo, lo más posible para que nuestra actuación fuera buena; aquello dependía de ambos y por tanto esperaba que ella siguiera aquellas indicaciones y se sintiera toda una doncella, de no ser así, ambos estábamos perdidos.
El sonido de los caballos se acercaba más a nosotros y solo cuando estuvieron lo suficientemente cerca de nosotros como para que notaran que hacíamos fue que la bese. Solo basto que rozara suavemente aquello labios para decidir que no quería separarme más de ellos, pero siempre existe aquello que saca a cualquiera de lo que podría considerarse un momento perfecto en el día.
– ¡Ustedes! ¿Han visto a una joven encapuchada pararas por aquí? – Los labios de ambos se separaron y enseguida me puse frente a aquellos hombres, cubriendo parte de ella con mi cuerpo.
– Esa es una manera muy abrupta te interrumpir caballeros, pero si tanto desean encontrar a esa persona encapuchada me temo que no hemos visto a nadie –
– ¿Seguro? Porque es de vital importancia que alcancemos a esa mujer y… – la mirada de quien parecía ser el líder de la misión se poso fija en nosotros – ¿Quienes son ustedes en primera? – sonreí ante esa pregunta.
– Soy Alain Vial, Conde y ella es Agatha mi doncella – la manera en la que aquel hombre nos miraba se suavizo un poco, pues era natural que aquellos que formaban parte de la realeza de cualquier lugar fueran reconocidos.
– Lo lamentamos Conde, no quisimos interrumpir la charla con su doncella – algunos de los otros hombres rieron – pero esperamos poder contar con usted en caso de que encuentren a una desconocida vagando – sonreí entonces para que pudieran confiar más en mi.
– Por supuesto, solo requiero saber ¿De dónde vienen y cuál es el motivo de la búsqueda de esa mujer que mencionan? – pregunte porque no conocía nada realmente y de esa manera luciría además mucho más creíble.
– De Inglaterra y se le busca por traición a la corona – asentí a sus palabras y aquel hombre realizo un gesto de despedida y con una orden desplegó a sus hombres por otro camino, seguramente preguntaria por mi o me buscaria en otro momento después de todo le había dado mi nombre y mi rango, así que si la creían en aquellos lugares me buscarian.
– Así que… ¿Vienes de Inglaterra, traidora? – después de todo aquello me gire a mirarle, sabía que obtendría parte de una explicación si es que ella no deseaba ser entregada.
Alain Vial- Realeza Italiana
- Mensajes : 38
Fecha de inscripción : 15/01/2014
Re: En el sueño de la realidad [Ivana]
" No existe la casualidad y lo que nos parece un mero accidente, surge de las más profunda fuente del destino.” Desconocido. Me gustaba como sonaba mi nombre en sus labios, aunque este hecho se viera por completo abnegado entre la necesidad de seguir huyendo al terminar por detenernos delante una vieja cabaña de un aspecto deplorable y abandonada. Tras sus mordaces palabras y tan sinceras, dejé que hiciera y sin cuestionar mucho asentí a todo lo que me dijo, terminando por quitarme la ropa y quedar en un fino y suave camisón, que no dejaba demasiado de mi cuerpo a la imaginación. — No quiero, ni puedo imaginar que harían esos brutos conmigo si me atraparan en esta forma. —Dije viéndole guardar mis ropas y como desabrochando su camisa, Alain se quedaba con su pecho al descubierto. Había visto muchos hombres sin camisa. Guerreros entrenando, heridos a los que tenia que sanar y hasta a mi padre, o invitados a los que ayudaba junto con mis damas a desvestir de las ropas mas pesadas. Pero nunca antes había visto un pecho tan labrado y esculpido, en definitiva perfecto como el que tenia ante mi. Suspiré ante la visión pero rápidamente sonrojada, y con cierto descontento al ver lo que hacia, le miré como si fuera un loco y solo quisiera aprovecharse de mi. — Solo os miro como debería de mirar a un desconocido que pidiera que me desnudara y empezara a quitarse la ropa. A caso deseáis avergonzarme? —Puse los ojos en blanco en una mueca graciosa, con los labios fruncidos, cambiando a un rostro preocupado al escuchar los soldados acercarse hacia nosotros. Rápidamente le miré, sin pizca de aquella altivez anterior. Le escuché y al principio me pareció una idea inaceptable, aún así terminé asintiendo mormurando un si bajito en lo que él termino de acercarse hacia mi, acelerando mi corazón. — ¿Qué haceís…? —Le pregunté sin saber que se proponía. Le miré y parecía tranquilo, alcé una ceja y justo volvía de nuevo a abrir la boca para hablarle, Alain con un beso ahogo mis palabras. Mi primera reacción fue apartarle, pero al sentir los movimientos de sus labios sobre los míos, la calidez y suavidad de ellos, me sentí perdida y me dejé llevar por aquel beso, cerrando los ojos contra él. Me encontraba demasiado bien de aquella forma con él. Sus labios empezaron a moverse más insistemente contra los míos y cuando todo parecía ser olvidado por mi mente, menos él, fue que los soldados interrumpieron el momento, entrando furtivamente en la cabaña, sobresaltándome. Confundida por aquel beso, dejé que se separara de mí y acudiendo a mi memoria sus palabras, rápidamente bajé la mirada y me encogí en mi misma tras la figura de él. Él con su cuerpo me tapó lo que pudo sin levantar sospechas, y atentamente escuché a los guardias, temblando en cuanto sus voces graves resonaron por la madera. Silenciosa, como una doncella en aquella situación estaría, hice lo mismo y seguí la conversación, llevándome la sorpresa que por suerte pude ocultar, al saber de con quien me encontraba y a quien había besado en cuestión de segundos, sintiendo todavía su sabor fresco y masculino en mis labios. No necesitas saber…no preguntes por favor, pensé incapaz de hablar sin que los soldados me escucharan, al ver que mis temores se hacían realidad. Alain, mi salvador… el conde de Francia preguntaba por mí, por mi situación. ¿Me entregaría? Temblé solo con pensarlo. Con la mirada gacha y rezando en mis adentros, apenas fui consciente de cómo se despidieron, hasta que el soldado llamó a los demás y se fueron yendo, sin descubrirme, al menos por el momento. Suspiré levemente aligerada y esperando sufrir la ira de Alain, dejé que hablara, que me condenara sin saber que había ocurrido. Siendo para mí sus palabras, peor que un jarrón de agua fría. Como podría ser yo una traidora, si amé la tierra en que nací? Sus gentes, sus costumbres…Amaba Inglaterra y nunca había querido escapar lejos de yací, menos en esta ocasión en que definitivamente y partiendo el corazón de mi pecho, había huido bajo la amenaza de muerte. Traidora… Aún aquella palabra sonaba en mi cabeza. Cerré los ojos con angustia, ahora me encontraba en la hora de la verdad, Alain, el conde de Francia tenia en sus manos mi destino, ya que nada podría yo hacer en caso de que decidiera gritar a los guardias y hacerlos retroceder. Me abracé a mi misma dándome calor, pues mi cuerpo empezaba a temblar de frío y lentamente alcé la mirada hacia él. — No me llaméis así… por favor. —Le rogué con un labio tembloroso, el cual mordí acentuando así que mis labios se vieran mas hinchados tras aquellos besos que segundos antes nos habíamos estado dando. Le miré con respeto y cierto miedo. — No traicioné a la tierra que me vio nacer. No sabéis señor, el dolor que me angustia al saberme solitaria y desamparada, lejos de mí patria. Yo nunca haría nada que la perjudicase. Soy incapaz de procurar el daño a alguien… debéis creerme. —Dije bajando la mirada, sin desear que aquellos ojos siguieran midiendo mis expresiones, como si pudiera leer mi mente con ellos. Con un suspiro retrocedí unos pasos y tras abrazar un poco más mi cuerpo, aportando calor para aplacar el frío de la cabaña y de la tormenta del exterior que lentamente iba disminuyendo en fuerza, volví a mirarle sabiendo que querría que le contara todo, y aquello me propuse hacer. — Mi padre es Iván de Belankorth, general de la milicia inglesa… es a él a quien condenaron de Traidor y yo por ser familiar directa, también pesa en mi cabeza una orden de condenación y ejecución. —Expliqué tomando la fuerza necesaria para mirarle fijamente y afrentar su mirada. Al coincidir nuestros ojos, mi respiración se aceleró consciente de su cercanía y del fresco recuerdo de su cuerpo contra el mío, sin poderlo remediar me sonrojé. — Hace unos meses Inglaterra volvió a moverse entre disputas territoriales. Mi padre fue uno de los que se alistaron y con su puesto de general y responsable de una flota partió. Desde entonces perdí toda comunicación, siendo tras dos meses que una oscura noche apareció escondido ante mí. Esa noche me habló de una conspiración contra nuestro rey, una trampa que le tendieron los mas cercanos a la corona, en un intento de mermar la confianza de Inglaterra y así hacer del trono, un lugar accesible. No pudo decirme nombres, ni decirme más de lo que os estoy contando, ya que su máxima preocupación era de que huyera de allí antes de que fueran a ejecutarme como su única hija y descendiente de los Mithand.Y tras que el campanario de la plaza principal anunciara la muerte de mi padre, tal como le prometí huí de allí, siendo a medio camino perseguida por los soldados Ingleses. — Bien conocía que mis argumentos carecían de valor al no tener nombres, ni prueba alguna más que la palabra de padre. Y aún así con tan poco, estaba decidida a presentarme ante el rey de Francia y rogar por su protección. ¿Estaba loca? Seguramente, ninguna joven se presentaría ante un rey con esos pretextos, sabiendo que lo más probable es que la enviara, la entregara personalmente a sus perseguidores, quienes le darían muerte sin dudar o detenerse a escuchar sus palabras. — Por favor… debéis de creerme. No soy una traidora. —Rogué por ultima vez antes de que me contestara y supiera de una vez que iba a ser de mi. |
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Ivana Belankorth- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 02/11/2013
Re: En el sueño de la realidad [Ivana]
Yo no creía en el destino, ni en las pequeñas señales de la vida que supuestamente nos muestran qué camino tomar.
No creía en las historias de videntes, ni en cartas que predicen el futuro.
Creía en la simplicidad de las coincidencias, en la verdad del azar.
Marc Levy
Ivana hablaba de no poder imaginarse de que harían aquellos hombres con su cuerpo que delataba la pureza de cualquier mujer que nunca se ha sentido parte de alguien más, lo virginal se le notaba hasta en la manera de sacarse las ropas, pero el deseo de que le ayudara y eso le permitiera vivir más era tan intenso que acallaba la vergüenza que pudiera sentir de exponerse ante mi. La joven sin dudas no deseaba morir, seguramente creía que tenía un camino largo por delante pero ahora que se encontraba a mi lado las cosas quizás dieran un vuelco, todo para que aquella frágil figura me sirviera de deleite personal un poco más de tiempo. Pensaba seriamente en que sería lo que haría con ella cuando nuevamente pensé en que ella era un sueño y que como tal, no debía mancillarle de una manera tan vil, al menos no de momento.
– Yo no deseo avergonzarte porque eso tu lo estas haciendo por tu cuenta – una sonrisa fue lo único que pude dedicarle a tan pura chiquilla – ese sonrojo que se nota en tus mejillas es imposible que se pase por alto, pero ya te dije que descuidaras, no te haré nada que no sea lo necesario para que salgamos vivos de esto así que relajate.
– Te dije que no hablaras o descubrirán que en lugar de una doncella eres una chiquilla malcriada – susurre cerca de ella, notando como la calidez de su cuerpo llegaba al mío, a pesar de que nuestros cuerpos se encontraban húmedos por la ligera llovizna que nos había seguido. Antes de que siguiera quejándose y nuestro plan se fuera abajo, mis labios apresaron los ajenos en la que debía ser la mejor actuación jamás hecha por alguien. Estaba de más decir que disfrute aquel hecho y que maldije a todos y cada uno de aquellos soldados que en esos momentos le seguían, pues habían interrumpido uno de los mejores besos que había tenido. No era que Ivana fuera la mujer que mejor besara, pero algo en ella llenaba de calidez a mi cuerpo y me impedía desear estar lejos de ella; parte de mi estaba segura de que si ella era arrancada de mi lado por ser descubierta, haría todo lo que estuviese en mi poder por impedir que la llevaran lejos de mi alcance.
La pequeña charla que lleve con los soldados dejo solo más dudas que respuestas sobre la identidad de Ivana. ¿Qué motivos le llevaban a estar allá? ¿Era realmente una traidora? Una gran cantidad de preguntas llegaron hasta mi, pero todas y cada una de ellas serían reveladas por la única capaz de resolver los misterios, ella misma.
Yo podía formular un millón de creencias acerca de ella y de todo lo que estaba sucediendo pero nunca sería más cercano a la verdad que lo que ella pudiera decirme, siempre y cuando hablara con la verdad.
– ¿No te gusta que te llame traidora? Porque aparentemente eso es lo que eres, o lo que me han dado a entender aquellos solados que se han alejado – le mire fijamente con la sonrisa en el rostro – y creo que esta de más decir que aunque te he salvado si es que realmente eres una traidora no me quedara más opción que entregarte a la milicia – por supuesto que no iba a hacer semejante estupidez ni aunque me ofrecieran las mayores riquezas o las mujeres más hermosas. Mi destino era claro, estaba de una manera que aún no comprendía ligado a ella y tampoco le dejaría ir sin saber que era lo que nos tenía unidos.
No existió palabra alguna de mi parte. Ella garantizaba cosas que solo el tiempo seria capaz de aclarar. Le mire, me encontraba completamente dispuesto a escucharle y darle credibilidad a lo que ella dijera, lo que de aquellos labios saliera podía sellar el destino de la joven frente a mi.
Me encontraba más que anda seguro de que ella era inocente, de que todo cuanto pudo sucederle para llevarla a ese punto era nada más que un malentendido que era necesario aclarar y eso era todo, nada más.
– Así que a quien se acuso de traidor fue a tu padre – lleve uno de mis dedos a mis labios. El hecho de que buscaran no solo la muerte de aquel que era traído sino también de su familia significaba que era probable que ellos supieran algo que no deseaban saber. La realeza actúa siempre de maneras muy poco usuales, sacrificando personas cual peones para lograr los cometidos esperados. Rebeliones enteras eran planeadas por aquellos que como yo mantenían un titulo que les daba mayor importancia que a otros y ¿Por qué creaban algo así? Con el simple fin de volverse más poderosos, nunca nada les bastaba y en parte era bueno que Ivana llegara hasta alguien como yo. Por mi parte no deseaba aquella riqueza que estaba aunada a un montón de deberes que seguir y protocolos ridículos, yo nunca había buscado obtener mayor poder que el que significaba tener a una mujer a mi lado – No me sorprende la conspiración y ahora que has dicho que tu padre los había y te lo ha contado, tampoco me sorprende el que tu hayas sido condenada. Que ustedes supieran eso podía arruinar los planes que tiene los conspiradores – le mire de manera fija y con la seriedad que el tema ameritaba, escuchando como una vez más rogaba porque le creyera y ahora que había escuchado su historia no era realmente necesario que tuviera o no pruebas, los de mi clase siempre se empeñaban en eliminar todo rastro que pudiera atarlos a algo como aquello.
Suspire de manera pesada y baje los brazos a mis costados para acercarme algo más a ella, todo para sentir su cercanía y ver como sus profundos ojos se encontraban nuevamente con los míos. Le sonreí.
– Te creo. Si bien no tendremos pruebas para demostrar esa traición y tampoco tienes nombres como para demostrarla, conozco a los míos – solté una risotada – malditos avariciosos, mira que perseguir a una chiquilla hasta acá porque temen que les eche a perder los planes – Algo de lo que era consciente en esos momentos es que la búsqueda de Ivana no cesaría y por lo tanto debía brindarle protección, un lugar seguro en el cual mantenerse. Con calma saque nuevamente las ropas de ella y se las ofrecí – Sé que están mojadas, pero no puedes ir de esa manera hasta mi hogar, allá se te entregara ropas nuevas y tal y como lo hemos fingido ante los soldados, te harás pasar por una de las doncellas de mi hogar, no podemos arriesgarnos a que seas perseguida y asesinada. Debes mantenerte lo más incógnita que puedas y no hacer nada que llame la atención de aquellos que te buscan ¿esta claro? – Una simple doncella, eso es lo que deberías ser para mi; esa es la manera en la que quiero ver a aquellos ojos que parecen querer contener el universo en ellos pero por más que vaya a tratarlo, algo me dice que no podré hacerlo porque tu, serás mi perdición.
No creía en las historias de videntes, ni en cartas que predicen el futuro.
Creía en la simplicidad de las coincidencias, en la verdad del azar.
Marc Levy
Ivana hablaba de no poder imaginarse de que harían aquellos hombres con su cuerpo que delataba la pureza de cualquier mujer que nunca se ha sentido parte de alguien más, lo virginal se le notaba hasta en la manera de sacarse las ropas, pero el deseo de que le ayudara y eso le permitiera vivir más era tan intenso que acallaba la vergüenza que pudiera sentir de exponerse ante mi. La joven sin dudas no deseaba morir, seguramente creía que tenía un camino largo por delante pero ahora que se encontraba a mi lado las cosas quizás dieran un vuelco, todo para que aquella frágil figura me sirviera de deleite personal un poco más de tiempo. Pensaba seriamente en que sería lo que haría con ella cuando nuevamente pensé en que ella era un sueño y que como tal, no debía mancillarle de una manera tan vil, al menos no de momento.
– Yo no deseo avergonzarte porque eso tu lo estas haciendo por tu cuenta – una sonrisa fue lo único que pude dedicarle a tan pura chiquilla – ese sonrojo que se nota en tus mejillas es imposible que se pase por alto, pero ya te dije que descuidaras, no te haré nada que no sea lo necesario para que salgamos vivos de esto así que relajate.
– Te dije que no hablaras o descubrirán que en lugar de una doncella eres una chiquilla malcriada – susurre cerca de ella, notando como la calidez de su cuerpo llegaba al mío, a pesar de que nuestros cuerpos se encontraban húmedos por la ligera llovizna que nos había seguido. Antes de que siguiera quejándose y nuestro plan se fuera abajo, mis labios apresaron los ajenos en la que debía ser la mejor actuación jamás hecha por alguien. Estaba de más decir que disfrute aquel hecho y que maldije a todos y cada uno de aquellos soldados que en esos momentos le seguían, pues habían interrumpido uno de los mejores besos que había tenido. No era que Ivana fuera la mujer que mejor besara, pero algo en ella llenaba de calidez a mi cuerpo y me impedía desear estar lejos de ella; parte de mi estaba segura de que si ella era arrancada de mi lado por ser descubierta, haría todo lo que estuviese en mi poder por impedir que la llevaran lejos de mi alcance.
La pequeña charla que lleve con los soldados dejo solo más dudas que respuestas sobre la identidad de Ivana. ¿Qué motivos le llevaban a estar allá? ¿Era realmente una traidora? Una gran cantidad de preguntas llegaron hasta mi, pero todas y cada una de ellas serían reveladas por la única capaz de resolver los misterios, ella misma.
Yo podía formular un millón de creencias acerca de ella y de todo lo que estaba sucediendo pero nunca sería más cercano a la verdad que lo que ella pudiera decirme, siempre y cuando hablara con la verdad.
– ¿No te gusta que te llame traidora? Porque aparentemente eso es lo que eres, o lo que me han dado a entender aquellos solados que se han alejado – le mire fijamente con la sonrisa en el rostro – y creo que esta de más decir que aunque te he salvado si es que realmente eres una traidora no me quedara más opción que entregarte a la milicia – por supuesto que no iba a hacer semejante estupidez ni aunque me ofrecieran las mayores riquezas o las mujeres más hermosas. Mi destino era claro, estaba de una manera que aún no comprendía ligado a ella y tampoco le dejaría ir sin saber que era lo que nos tenía unidos.
No existió palabra alguna de mi parte. Ella garantizaba cosas que solo el tiempo seria capaz de aclarar. Le mire, me encontraba completamente dispuesto a escucharle y darle credibilidad a lo que ella dijera, lo que de aquellos labios saliera podía sellar el destino de la joven frente a mi.
Me encontraba más que anda seguro de que ella era inocente, de que todo cuanto pudo sucederle para llevarla a ese punto era nada más que un malentendido que era necesario aclarar y eso era todo, nada más.
– Así que a quien se acuso de traidor fue a tu padre – lleve uno de mis dedos a mis labios. El hecho de que buscaran no solo la muerte de aquel que era traído sino también de su familia significaba que era probable que ellos supieran algo que no deseaban saber. La realeza actúa siempre de maneras muy poco usuales, sacrificando personas cual peones para lograr los cometidos esperados. Rebeliones enteras eran planeadas por aquellos que como yo mantenían un titulo que les daba mayor importancia que a otros y ¿Por qué creaban algo así? Con el simple fin de volverse más poderosos, nunca nada les bastaba y en parte era bueno que Ivana llegara hasta alguien como yo. Por mi parte no deseaba aquella riqueza que estaba aunada a un montón de deberes que seguir y protocolos ridículos, yo nunca había buscado obtener mayor poder que el que significaba tener a una mujer a mi lado – No me sorprende la conspiración y ahora que has dicho que tu padre los había y te lo ha contado, tampoco me sorprende el que tu hayas sido condenada. Que ustedes supieran eso podía arruinar los planes que tiene los conspiradores – le mire de manera fija y con la seriedad que el tema ameritaba, escuchando como una vez más rogaba porque le creyera y ahora que había escuchado su historia no era realmente necesario que tuviera o no pruebas, los de mi clase siempre se empeñaban en eliminar todo rastro que pudiera atarlos a algo como aquello.
Suspire de manera pesada y baje los brazos a mis costados para acercarme algo más a ella, todo para sentir su cercanía y ver como sus profundos ojos se encontraban nuevamente con los míos. Le sonreí.
– Te creo. Si bien no tendremos pruebas para demostrar esa traición y tampoco tienes nombres como para demostrarla, conozco a los míos – solté una risotada – malditos avariciosos, mira que perseguir a una chiquilla hasta acá porque temen que les eche a perder los planes – Algo de lo que era consciente en esos momentos es que la búsqueda de Ivana no cesaría y por lo tanto debía brindarle protección, un lugar seguro en el cual mantenerse. Con calma saque nuevamente las ropas de ella y se las ofrecí – Sé que están mojadas, pero no puedes ir de esa manera hasta mi hogar, allá se te entregara ropas nuevas y tal y como lo hemos fingido ante los soldados, te harás pasar por una de las doncellas de mi hogar, no podemos arriesgarnos a que seas perseguida y asesinada. Debes mantenerte lo más incógnita que puedas y no hacer nada que llame la atención de aquellos que te buscan ¿esta claro? – Una simple doncella, eso es lo que deberías ser para mi; esa es la manera en la que quiero ver a aquellos ojos que parecen querer contener el universo en ellos pero por más que vaya a tratarlo, algo me dice que no podré hacerlo porque tu, serás mi perdición.
Alain Vial- Realeza Italiana
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Fecha de inscripción : 15/01/2014
Re: En el sueño de la realidad [Ivana]
"Porque algo dentro de mí me decía que la iba a encontrar. Señales, coincidencias… quizás no solo era el azar, si no toda una conspiración del universo para que el destino nos uniera, para que nuestros caminos se entrelazaran. Como si ella hubiera estado preedestinada a encontrarme, y yo preedestinado a ella." Ivan de Belankorth Hasta hace poco mi vida había estado completamente llena de días alegres y aunque no a veces tanto como me gustaría, me encontraba protegida, a salvo. Más de lo que en aquella cabaña me sentía, por más que aquel joven fuera el responsable de hacerme sentir bien y quizás no tan insegura, como debería estarlo en la situación en la que me encontraba. En ocasiones allí, en Inglaterra, en mis sueños de pequeña había soñado, tenido visiones con un joven que una vez me protegería y al cual de pequeña juré encontrar algún día, cuando pudiera salir de la mansión y buscarle por valles y montañas. No me acuerdo muy bien de aquellos sueños. Hace mucho no me visita mi poder en las noches. Desde la partida de mi padre meses atrás, dejé de tener visiones más que algunas señales de aviso, en los que tenía retazos en la mente, sensaciones… justamente lo que me había salvado hasta ese momento de caer en manos de los guardias. Porque de no haber sido por aquellas sensaciones, jamás habría encontrado este bosque, y tampoco a ti. Ante tus palabras, me sonrojé más y le miré con cierta molestia. ¿No se daba cuenta de que diciéndome aquello, solo conseguía que me sonrojara todavía más? — Y si fuera necesario? —Trague saliva y me acerqué más a él, con miedo de que me dijera que en aquella situación, debería avergonzarme como muchos hombres solían hacer en la oscuridad de las noches. Suspiré y negué con la cabeza desquitando de mis pensamientos toda imagen de como en ocasiones en que había acudido a espiar a mi padre y sus caballeros, los había encontrado en los establos, junto con muchas de las sirvientas. Con apenas unos pocos años, los sonidos llegaron a mí después de ser consciente de como los cuerpos se unían los unos contra los otros, y de cómo mi padre mantenía atrapada con su cuerpo a una de las más jóvenes doncellas. Me había horrorizado y corriendo hui, terminando llorosa sobre mi cama, escondiéndome entre las sabanas como la pequeña niña de cinco años que había descubierto que su príncipe, no era más que un vil sapo. — Sé de las malas artes de algunos caballeros…y no deseo que me ocurra. No he escapado de ellos, ni probado alimento para que se sobrepasen conmigo y con mi cuerpo ahora que podría estar a salvo, en tierras francesas. —dije rápidamente, dándome valor a mí misma recordando que en tierras francesas no podrían agarrarme. No sin el permiso del mismo rey o de algún conde de la región que me entregara en mano a ellos. Su cercanía resultaba indecorosa. Yo vestida con apenas aquellas finas telas y él sin la camisa. Sin embargo también me resultaba cálido encontrármelo tan cerca de mí y obligando mi cuerpo a relajarme, me dejé llevar por la calidez que desprendía, terminando en aquel beso, recostada en su pecho. Un escalofrío me recorrió el cuerpo de arriba abajo, junto con un suave gemido que escapó de mi garganta hacia sus labios. Un beso, mi primer beso, me recordé saboreando el sabor masculino de sus labios. Suspiré confundida al separarnos, y bajé la mirada rápidamente, al oír aquellos guardias en mi papel de doncella. La verdad era que no podría haber salido mejor mi actuación. Mi estado completamente era el de una doncella en cueros junto con su señor siendo sorprendida. Tras aquel beso mis mejillas ardían más que anteriormente en un color rosado, entreabrí los labios hinchados y sensibles y recé en silencio para salir de aquella y para que quien era mi joven héroe, no me entregase cuando supiera la verdad de mi huida. Fue sencillo hacerme pasar por una doncella, lo que no fue fácil fue cuando una vez se alejaron los guardias, encararme y contar toda la verdad a mi joven salvador, que no era nadie más que el conde de Francia. En todo mi discurso me sentí expuesta y temblorosa. No habían pruebas, no tenía nombres… en definitiva no tenía nada e igualmente aquellos soldados me buscaban para quemarme en una hoguera o para terminar colgada de la torre más alta de Inglaterra. Al terminar de contarle la situación que me había llevado a encontrarle, suspiré y con los brazos me abrace a mí misma, aportándome un poco de calidez a mi cuerpo. Y esperé su respuesta, hasta que habló y mi cuerpo visiblemente se relajó, como la sonrisa suave que apareció en mi rostro. — Gracias… Gracias por creerme y darme una oportunidad. —Dije alegre viéndole acercarse hasta mí de nuevo. Me dieron ganas de abrazarle, de agradecérselo de alguna forma, no obstante me quedé allí sintiendo su cuerpo duro contra el mío, hasta que se alejó volviéndose con las ropas mojadas y mis pertenencias. — ¿A su hogar? —tomé las ropas de sus manos y le miré sin entender, hasta que me dio la explicación. Iba a irme con él, donde me hospedería unos días hasta que pudiera contactar con el rey o encontrara alguna forma de recurrir el castigo de muerte por la supuesta traición de mi familia, que ahora ya solo equivalía a mi sola persona. Lo que no me cuadró fue cuando dijo de ir como doncella… ¿una sirvienta? — Pero señor… yo no sé de hacer de sirvienta y tampoco es mi sitio. Es cierto que me han enseñado para atender a los invitados de mi padre, a hacer algunas veces de escudero y ayudar a los heridos de las batallas… pero jamás he sido una doncella —Le expliqué abnegada a serlo. No quería olvidar quien era, ni permitir que hasta los perros más viejos del conde, o caballeros, pudieran ordenarme que hacer aún sin mi consentimiento. —No me gustaría terminar siendo un bocado de vuestros perros… —susurré más para mí que para él, asustada de la posibilidad de terminar como una simple doncella. Finalmente lo pensé unos minutos, en que dejé que terminara convenciéndome hasta que asentí no del todo convencida, pero si convencida de que si no hacia eso los guardias podrían encontrarme y terminar muerta. — De acuerdo, seré vuestra doncella. —Al decir “su doncella” me volví a sonrojar y volviendo a mirarle fijamente, dejé por un momento las ropas que tenía en las manos preparadas para ponerme por encima. —Pero os pido que me mantengáis cerca… mantener ciertos privilegios. Debéis entender que no es grato para nadie pasar de tener todo a perderlo y ponerse a servir a un conde, cuando ni sabe si podrá pasar como una obediente doncella más. —Podría intentarlo, sin embargo algo me decía que mi lengua y mis modales, alguna vez saldrían a relucir, dándole al conde muchos motivos de los que reírse a costa propia. — Podría ser vuestra escudera. Las armaduras de las batallas muchas veces son demasiado pesadas para una persona, os podría ayudar… — Y también a bañarle, pensé mordiéndome el labio bajando unos segundos la mirada para que no viera lo turbada que me encontraba ante aquel pensamiento. Ya había visto a hombres fuertes antes desnudos, y precisamente con él, solo con verle el pecho desnudo aceleraba algo dentro de mí, que aún jamás había despertado ante nadie. —Atenderos en las comidas, y cenas… — añadí recordando que justo eran las doncellas más bien valoradas, las favoritas, las que solían atender a los señores. En mi caso, muchas eran las veces en que había servido a mi propio padre en las cenas, o cuando asistía un invitado de honor. Un sonido adyacente a nosotros, atrajo mi atención, y voltee la cabeza, encontrándome con que mi yegua nos observaba. Me la quedé mirando, solo para recordar que en mis manos seguían las prendas de vestir mojadas y de que seguía en paños menores. Me volteé, puse la mano en el pecho desnudo todavía de Alain y dando un paso atrás me separé un poco de él, para poder vestirme. — Lo siento… me distraje — Dije ignorando su mirada, empezando a vestirme. Por suerte el vestido que había tomado para la huida, era uno de los más sencillos que había encontrado. No tenía lazos, ni corsé. Era un poco ceñido a la cintura lo que hacía que resaltara mi figura y lo más importante, era fácil de poner. Así que en apenas unos segundos me vestí, quedándome más fría que antes a causa de la humedad de las prendas que mojaban mi cuerpo. Suspiré y tras recolocarme bien el vestido, alcé la mirada hacia él. — ¿Qué será de ella? —Pregunté con preocupación señalando con la cabeza a mi yegua blanca. En el último tramo de la huida, había estado cojeando, por lo que debería de tener dolorida la pata todavía. — No me gustaría dejarla aquí, a merced de los lobos o campesinos, o abandonarla a su suerte, tras todo lo que siempre ha hecho por mí. Agachandome un momento, tomé su camisa que había quedado justo a mi lado, tirada al suelo, para entregársela y así acercarme de nuevo a él. —Tendrías que vestirte también… — Le miré, quedándome absorta en aquellos orbes que me devolvían la mirada, hasta que sintiendo como nuestras manos se rozaban cuando él tomaba la camisa de mi agarre, bajé mis azules ojos a su mano y aunque sentí el impulso de apartarme de su roce, dejé allí la mano, sintiendo en alguna parte de mí que estaba todo bien y así tenía que ser. —Y deberíamos irnos, podrían volver. —Susurré mirándole a los ojos nuevamente, sin comprender que era lo que habitaba en él que tanto me llamaba, como la causa de que mi corazón, solo con su cercanía se aceleraba resguardado en mi pecho como miles de mariposas. ¿Quién eres? Siento que nos conocemos y al mismo tiempo, te desconozco. No obstante, mi corazón no lo hace. Él desde escuchar tu voz, supo que eras tú, mi siempre y eterno salvador. |
Ivana Belankorth- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 02/11/2013
Re: En el sueño de la realidad [Ivana]
Cada mujer contiene un secreto: un acento, un gesto, un silencio.
Antoine De Saint Exupery
Confiaba plenamente en que no se requeriría más de lo que ya había hecho hasta ese momento, así que ante sus palabras y el temor de la mirada de la que ahora pasaría como mi doncella, reí. No creía que fuera necesario mostrar nada más, pero la determinación de ella en salvarse era tan entretenida que quizás podría jugar un poco con ella.
– Bueno si fuera necesario entonces terminaríamos en algo bastante interesante – una sonrisa picara se extendió por mis labios y después negué. Por algún motivo no quería que nada fuera de lo indispensable pasara – pero nada pasara, ya veras así que deja de preocuparte. Creerán todo lo que yo diga así que solo no hables – Nadie que fuera de otras tierras tenia derecho a hacer algo que estuviera en contra de la voluntad de quienes tenían más poder, así que esa era otra manera de garantizar que estaríamos a salvo.
Nuestra actuación resulto maravillosa, al igual que el sabor de sus labios y la cercanía de su cuerpo contra el mío. Para la fortuna de ambos, nos alejamos lo suficiente como para que yo mismo no buscara continuar con el contacto de su cuerpo y terminásemos entonces envueltos en aquello que le dije que no sería necesario. Una vez que fuimos dejados a solas por los sonrientes soldados que deberían ir haciendes ideas de lo que creían que pasaría, era el momento de que mis preguntas fueran respondidas y la supuesta traidora a la corona hablara sobre lo que estaba sucediendo. Su historia era ciertamente interesante, pero no lo suficiente como para que la llevara de inmediato ante el rey; si bien no me interesaba mucho la posición y las responsabilidades que poseía tampoco era estúpido como para llevar a una verdadera traidora ante nuestro rey, así que primero que nada tendría que ver que tan cierto era todo aquello. La joven debería enfrentar mis pruebas y hacerme confiar en ella lo suficiente como para que decidiera terminar por arriesgar también mi vida por ella y por su causa.
– No tienes que disculparte, después de todo mi ayuda tiene un precio y espero que estés dispuesta a pagarlo – Por una fracción de segundo pensé en que su cuerpo sería un buen pago, aunque la idea que cruzo mi mente después serviría no solo como pago a mi ayuda sino además, me dejaría ver su confiabilidad y sus movimientos. Una doncella, ¿Qué mejor idea que esa?
– Por supuesto que a mi hogar, o qué ¿Piensas quedarte aquí? – suspire y le mire fijamente mientras que sus ropas abandonaban mis manos y sus ojos me preguntaban sin mencionar palabra alguna – Tienes que entender que eres considera una traidora y eso no es ser cualquier cosa, no puedo arriesgarme a tenerte como una invitada más cuando pueden existir personas dispuestas a hablar y arruinar lo que planeas conseguir. Si los soldados llegaron hasta acá, no se rendirán tan fácilmente, podrán extender rumores, dar recompensas por tu captura y si alguien llega a enterarse de quien eres realmente terminaremos ambos muertos – reí ante sus comentarios – Tampoco terminaras de bocado de mis perros, encontrare la solución adecuada para que no debas temer así que, solo acepta pasar por una doncella más y veras que te ayudo a salir de esta – me complació observar que asentía y que no era tan desconsiderada como muchas otras jóvenes.
Tenía un excelente punto al pedir que no le quitara todo cuanto conocía, eso solo empeoraría la situación. Pase una de mis manos por mis cabellos aún húmedos y suspire.
– Entendido, no te quitare todo. De hecho serás mi doncella personal, la más cercana de todas y la que como has pedido me auxiliara en todo lo que necesite, nada mejor que eso para desviar atenciones no pedidas – Aquella era una de las mejores ideas que se le habían ocurrido a Ivana. De esa manera, teniéndole cerca podría decidir como proceder con ella, la conocería más y sabría si sus palabras eran de fiar o solamente una mentira bien planeada de una traidora. Aquella sería su prueba, apenas pasara el tiempo necesario a mi lado, tomaría una decisión que cambiaría el futuro de ambos.
Nuevamente se alejo de mi, recordándome que seguíamos a medio vestir. En mi caso no era realmente la gran cosa volver a ponerme la camisa, pero en el de ella, era usar nuevamente el vestido empapado que seguramente al estar lejos de su cuerpo ya se había enfriado. Mientras volvía a cubrirse el cuerpo y me decepcionaba al no verla más, hablo acerca de su yegua, aquel animal que le salvo durante tanto tiempo a la cual no deseaba abandonar a su suerte.
– Podemos llevarnosla, no hay inconveniente por tenerla en casa, de hecho, es bonita así que creerán que la compre a algún campesino – Así era yo, adquiría todo cuanto me gustaba, despilfarrando la fortuna familiar y dejando el apellido Vial no donde debía estar originalmente.
Con una sonrisa tome mi camisa de su mano para ponerla sobre mi cuerpo. La tela estaba fría, así que un escalofrío recorrió mi cuerpo.
– Sí, debemos irnos ahora aprovechando que van en otra dirección. De ver la yegua sabrán que no eres quien dijimos y entonces tendremos problemas – Podía ser un Conde, pero que evitaba a aquellos soldados asesinarme cuando nadie podía ser testigo más que una traidora que seguramente también moriría – Solo necesito que escuches esto. Preguntaran por ti, así que deberás decir que le pedía a tu padre que te permitiera ser mi doncella personal y así es como has terminado en esta situación. También le compre la yegua y como nunca antes has sido doncella, necesitaras de que te digan como hacer las cosas – sonreí – de esa manera te ganaras rápido la ayuda de las demás y no sospecharan de que exista algo extraño ante tu llegada.
Dicho eso y ambos vestidos finalmente, fue que abandonamos aquella casilla y nos dirigimos a mi hogar. Lejos de los peligros que significaban los soldados y embarcandonos en lo desconocido que significaba nuestro encuentro. Para mi, no era más que la chica del sueño a quien debía ayudar. Para mi corazón, era mucho más que eso.
Antoine De Saint Exupery
Confiaba plenamente en que no se requeriría más de lo que ya había hecho hasta ese momento, así que ante sus palabras y el temor de la mirada de la que ahora pasaría como mi doncella, reí. No creía que fuera necesario mostrar nada más, pero la determinación de ella en salvarse era tan entretenida que quizás podría jugar un poco con ella.
– Bueno si fuera necesario entonces terminaríamos en algo bastante interesante – una sonrisa picara se extendió por mis labios y después negué. Por algún motivo no quería que nada fuera de lo indispensable pasara – pero nada pasara, ya veras así que deja de preocuparte. Creerán todo lo que yo diga así que solo no hables – Nadie que fuera de otras tierras tenia derecho a hacer algo que estuviera en contra de la voluntad de quienes tenían más poder, así que esa era otra manera de garantizar que estaríamos a salvo.
Nuestra actuación resulto maravillosa, al igual que el sabor de sus labios y la cercanía de su cuerpo contra el mío. Para la fortuna de ambos, nos alejamos lo suficiente como para que yo mismo no buscara continuar con el contacto de su cuerpo y terminásemos entonces envueltos en aquello que le dije que no sería necesario. Una vez que fuimos dejados a solas por los sonrientes soldados que deberían ir haciendes ideas de lo que creían que pasaría, era el momento de que mis preguntas fueran respondidas y la supuesta traidora a la corona hablara sobre lo que estaba sucediendo. Su historia era ciertamente interesante, pero no lo suficiente como para que la llevara de inmediato ante el rey; si bien no me interesaba mucho la posición y las responsabilidades que poseía tampoco era estúpido como para llevar a una verdadera traidora ante nuestro rey, así que primero que nada tendría que ver que tan cierto era todo aquello. La joven debería enfrentar mis pruebas y hacerme confiar en ella lo suficiente como para que decidiera terminar por arriesgar también mi vida por ella y por su causa.
– No tienes que disculparte, después de todo mi ayuda tiene un precio y espero que estés dispuesta a pagarlo – Por una fracción de segundo pensé en que su cuerpo sería un buen pago, aunque la idea que cruzo mi mente después serviría no solo como pago a mi ayuda sino además, me dejaría ver su confiabilidad y sus movimientos. Una doncella, ¿Qué mejor idea que esa?
– Por supuesto que a mi hogar, o qué ¿Piensas quedarte aquí? – suspire y le mire fijamente mientras que sus ropas abandonaban mis manos y sus ojos me preguntaban sin mencionar palabra alguna – Tienes que entender que eres considera una traidora y eso no es ser cualquier cosa, no puedo arriesgarme a tenerte como una invitada más cuando pueden existir personas dispuestas a hablar y arruinar lo que planeas conseguir. Si los soldados llegaron hasta acá, no se rendirán tan fácilmente, podrán extender rumores, dar recompensas por tu captura y si alguien llega a enterarse de quien eres realmente terminaremos ambos muertos – reí ante sus comentarios – Tampoco terminaras de bocado de mis perros, encontrare la solución adecuada para que no debas temer así que, solo acepta pasar por una doncella más y veras que te ayudo a salir de esta – me complació observar que asentía y que no era tan desconsiderada como muchas otras jóvenes.
Tenía un excelente punto al pedir que no le quitara todo cuanto conocía, eso solo empeoraría la situación. Pase una de mis manos por mis cabellos aún húmedos y suspire.
– Entendido, no te quitare todo. De hecho serás mi doncella personal, la más cercana de todas y la que como has pedido me auxiliara en todo lo que necesite, nada mejor que eso para desviar atenciones no pedidas – Aquella era una de las mejores ideas que se le habían ocurrido a Ivana. De esa manera, teniéndole cerca podría decidir como proceder con ella, la conocería más y sabría si sus palabras eran de fiar o solamente una mentira bien planeada de una traidora. Aquella sería su prueba, apenas pasara el tiempo necesario a mi lado, tomaría una decisión que cambiaría el futuro de ambos.
Nuevamente se alejo de mi, recordándome que seguíamos a medio vestir. En mi caso no era realmente la gran cosa volver a ponerme la camisa, pero en el de ella, era usar nuevamente el vestido empapado que seguramente al estar lejos de su cuerpo ya se había enfriado. Mientras volvía a cubrirse el cuerpo y me decepcionaba al no verla más, hablo acerca de su yegua, aquel animal que le salvo durante tanto tiempo a la cual no deseaba abandonar a su suerte.
– Podemos llevarnosla, no hay inconveniente por tenerla en casa, de hecho, es bonita así que creerán que la compre a algún campesino – Así era yo, adquiría todo cuanto me gustaba, despilfarrando la fortuna familiar y dejando el apellido Vial no donde debía estar originalmente.
Con una sonrisa tome mi camisa de su mano para ponerla sobre mi cuerpo. La tela estaba fría, así que un escalofrío recorrió mi cuerpo.
– Sí, debemos irnos ahora aprovechando que van en otra dirección. De ver la yegua sabrán que no eres quien dijimos y entonces tendremos problemas – Podía ser un Conde, pero que evitaba a aquellos soldados asesinarme cuando nadie podía ser testigo más que una traidora que seguramente también moriría – Solo necesito que escuches esto. Preguntaran por ti, así que deberás decir que le pedía a tu padre que te permitiera ser mi doncella personal y así es como has terminado en esta situación. También le compre la yegua y como nunca antes has sido doncella, necesitaras de que te digan como hacer las cosas – sonreí – de esa manera te ganaras rápido la ayuda de las demás y no sospecharan de que exista algo extraño ante tu llegada.
Dicho eso y ambos vestidos finalmente, fue que abandonamos aquella casilla y nos dirigimos a mi hogar. Lejos de los peligros que significaban los soldados y embarcandonos en lo desconocido que significaba nuestro encuentro. Para mi, no era más que la chica del sueño a quien debía ayudar. Para mi corazón, era mucho más que eso.
Alain Vial- Realeza Italiana
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Fecha de inscripción : 15/01/2014
Re: En el sueño de la realidad [Ivana]
"No sabremos en que momento comenzó esta magia, no obstante si donde inició. En el misero instante que mis ojos divisaron tu rostro." Anónimo. ¿Algo bastante interesante? Abrí los ojos conmocionada. Sin duda dudaba de que su significado de “interesante” fuera completamente igual que el mío. Y por la sonrisa que por unos instantes curvaron sus labios realmente temí, hasta que sus palabras negaron lo evidente. No se aprovecharía de mí, entonces? ¿No dejaría que los demás lo hiciesen? No podría solo fiarme de él, tendría que valerme por mi misma y vigilar. Los soldados de mi padre habían llegado a molestar ciento de veces a mis doncellas y yo ni me había dado cuenta hasta que había sido demasiado tarde para actuar. —No hablaré… lo prometo. — Dije en una promesa ante sus palabras que me decían que de no hablar no pasaría nada. Confíe en él y tras aquel beso que me dejó temblorosa, jadeante, sonrojada y con unas incesantes ganas de más, me escondí tras él de los guardias, viendo al suelo consciente que de verme a los ojos podrían reconocerme. Ya que no muchas jóvenes tenían el color de mis orbes y bien era consciente de ello como de que no les costaría demasiado descubrirme o atar cabos tras verme. Al final todo resultó bien y aunque deseaba seguir sintiendo la calidez que el cuerpo masculino me proporcionaba, los reparos y mi educación me hicieron alejarme, sintiéndome cohibida por aquel hombre y sus ojos. Tras la explicación de la traición o supuesta traición, con agradecimiento me encontré sonriéndole, aceptando pasar a ser una doncella más en su mansión, todo y que por suerte esperaba que pudiera ser de las personales o por lo menos alguna con que no corriera muchos riesgos. No deseaba que me pasara nada y sin fiarme de los soldados, decidí confiar en sus palabras, todo y que con ciertos reparos. ¿Qué tanto podía fiarme de él? — ¿Pagar un precio? — Mi mirada se ensombreció y temí. — Si mi pago es serviros con honor os serviré. No dista mucho de lo que hacía con los invitados de mi padre a los que yo, su hija atendía personalmente en muchas ocasiones. Por qué… es eso lo que deseáis, no? De espaldas a él me quite su camisa húmeda y rápidamente coloque en su lugar tapiando mi cuerpo mi mojado vestido, que hizo erizarse mi piel y que me estremeciera. Se había estado tan bien con su camisa, la que aún había conservado su calor, que el cambiar la temperatura tan abruptamente me heló aún más. Y de no llegar rápido a un fuego donde pudiera secarme y cambiarme de ropas, no faltaría mucho para que mi cuerpo tiritara de frio. Me volteé y mis ojos fueron hacia los de él nuevamente, sonrojándome al verle de nuevo el torso una última vez antes de que la camisa fría me negara esa visión, que de ser finalmente la doncella personal que le atendería tendría que acostumbrarme. — Os agradezco que me deis ese puesto y que nos aceptéis a ambas. Prometo no daros muchos problemas y amoldarme rápido con los demás. Y si… Al veros deseé que se me diera una oportunidad de serviros y mi honorable padre me dejó marchar a vuestro lado para serviros. — Mentalmente me apunté todo en mi cabeza y asentí a sus palabras, dirigiendo mi último extraño acto hacia él, justo tras haber sacado la yegua y subirnos a nuestros corceles. Me le acerqué y antes de que echara al galope, esperando que yo le siguiera – todo y que más despacio al tener la yegua aún herida- le besé la mejilla y echó a correr antes de decirme nada más, dejandome sin saber si lo había sentido o no. Y yo tras unos segundos en que miré hacia atrás, donde se erguia a lo lejos mi antiguo hogar. Miré melancolica el paisaje y antes de preocuparle, de que retrocediera a buscarme, encaminé a mi corcel hacía su dirección y fui con él. Porque mi vida ahora estaba a su lado y mi corazón - como mi yegua que galopaba detrás de él- se dirigía a su lado… para quedarse. TERMINADO |
Ivana Belankorth- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 02/11/2013
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