Le silence de l'océan | Léa Bouffard

Léa acostumbraba a salir todas las noches donde quisiera que fuera, era algo así como un ritual para ella, aunque en ocasiones, recordaba la última noche en la que vio a su madre, la última noche de su anterior vida y decidía volver a casa antes de que pudiera repetirse, pues aunque fuera imposible puesto que su madre no podría ser asesinada dos veces, el fantasma de sus recuerdos le atormentaba hasta el punto de hacerla correr despavorida, con el corazón en la garganta hasta que cerraba la puerta de su casa y se dejaba caer al suelo con la espalda pegada a esta, exhausta.

Cualquier que viera dicha escena, pensaría que estaba loca o que a pesar de su apariencia era una cría asustadiza y no, no lo era, al menos no lo era para nada excepto eso, puesto que desde que cazaba criaturas demoníacas no tenía tiempo de temerle a nada. Se había visto en muchas ocasiones entre la delgada linea de la vida y la muerte, así que ya, estaba acostumbrada a verla tan cerca, por lo que ni a ella; a la muerte, le temía.

Estos eran los pensamientos que le rondaban a la muchacha mientras recorría las calles de París en busca de un lugar en el que esconderse de las miradas de la gente nocturna, pues no siempre eran humanos los que vagaban por la noche y aun, era pronto, pero en según la noche se fuera abriendo paso, los seres nocturnos no tardarían en inundar la ciudad haciéndose pasar por humanos corrientes y molientes, claro que a ella esa no se la colaban.

Giró la esquina y sin haberlo esperado jamás chocó contra un hombre que giraba esta en dirección opuesta. La muchacha hizo el amago de ir a caer contra el suelo, pero el hombre la cogió a tiempo del brazo manteniéndola erguida. Estuvo cerca, muy cerca, pero no se cayó. Ella, debería agradecer al hombre que se disculpó el haberla ayudado a no caer, pero prefirió maldecir por haber hecho que tuviera que sujetarla, si no la hubiera empujado, no tendría que haberla ayudado. Ella podía valerse por si sola. Enfurruñada, siguió su camino a paso rápido y dejó allí al hombre, mientras ella caminaba hacia la playa. Miró hacia atrás para cerciorarse de que el hombre se había ido y no seguía allí plantado mirandola alejarse cuando justo hundió los pies en la arena. Volvió la vista al frente y se quitó los zapatos negros que llevaba para caminar más cómoda por la playa.

Se acercó hacia la orilla con la intención de bañar sus pies en el agua, pero conforme caminaba hacia esta, se encontró con alguien sentado en el suelo. Paró en seco intentando reconocer la figura, en la cual segundos después pudo distinguir a una mujer. — ¿Qué haría allí una mujer sola? — Pensó acercándose hacia ella para advertirle. Quedó tras ella quieta y hizo sonar su garganta, buscando llamar su atención.