AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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¿Puedes llevarme con mamá? - Flasback (Aidara - Fagan -Daila)
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¿Puedes llevarme con mamá? - Flasback (Aidara - Fagan -Daila)
El sol se filtraba tamizado por el follaje de los arboles. No se escuchaban mas ruidos que el de los pajarillos buscando el sustento como cada día lo hacían desde el momento de extender sus alas y abandonar el nido. Ningún ser viviente debería ser expulsado del refugio de su hogar hasta no estar preparado para poder sobrevivir en un mundo tan cruel y frio. Pero Nouvel parecía no tener suerte. Desde que había nacido una mala estrella la acompañaba, apenas con poco mas de un año su primera mamá, moría a manos de un lobo o por lo menos eso creyó entender la pequeña. Tenía una leve noción que un ser peludo y de colmillos largos había sido el responsable de que esa señora, como ella la nombraba, hubiera desaparecido de su vida y dejado en mitad de un bosque tres años y medio atrás. Esa vez, el destino había querido que un hombre, al que no recordaba, la llevara a un refugio, el lugar donde por muchos meses vivió, pero al que nunca pudo sentir como su hogar. Ese horrendo lugar era el orfanato. Pero todo mejoró una mañana en que una mujer se presentó y exigió le entregaran a la pequeña, decía ser su tía y aunque ella nunca lo supo, a esa mujer le había costado mucho dinero conseguir que la entregaran y le dieran la oportunidad de llegar a los brazos de la que para ella sería su única mamá.
Un rayo de sol cayó sin remordimientos sobre el rostro de la pequeña que dormía entre unas ramas bastante elevadas de un árbol en la concurrida Plaza Tertre, recién estaba despuntando el sol, lo que hacía que el lugar se encontrara casi desierto. Allí, la noche anterior se había refugiado, luego de correr una distancia que le pareció enorme y sabiendo que de seguro la estaría corriendo ese animal que se le presentaba a veces en los sueños, gruñendo y destrozándolo todo.
Comenzó a moverse de forma peligrosa, pues podía caer de donde se encontrarse y romperse así un hueso, pero estaba teniendo una pesadilla, aunque para ser sincera no era como las anteriores. En esta una mujer de rubios cabellos abría una jaula, en donde, Nouvel, se encontraba y empujándola sin ningún remordimiento y le exigía que se fuera. Ella se quedaba quieta, en el umbrar de esa extraña construcción mal iluminada, Afuera llovía y estaba oscuro, no quería tener que salir, además, podía ver por encima del hombro de la mujer, que alguien luchaba con todas sus fuerzas. Pero el cuerpo de aquella que la había liberado no le permitía ver. Fijó por un momento su vista en las ropas que tenía enfrente y comprobó que el liquido que las empapaba era sangre, tembló de miedo, la señora estaba herida por alguna parte del cuerpo. El sonido de una carcajada la hizo estremecer, volvió a fijar su vista por sobre el hombro de quien intentaba echarla y pudo distinguir a una mujer hermosa, de negros cabellos, que sostenía un arma en una mano y una daga en la otra.
Algo dentro de ella le hizo estar segura que aquella guerrera era su madre. Intentó ir a donde se encontraba la persona que más amaba, pero se lo impidieron dándole un empujón y tras de éste un bofetón, - vete, corre lo mas rápido que puedas y no mires hacia tras – de pronto los ojos de la rubia se llenaron de lagrimas y la atrajo a su pecho con fuerza, abrazándola y besando sus cabellos – pequeña, nunca olvides que te amamos, y de alguna forma volverás a estar con tu madre, pero ahora debes irte – la alejó un poco, pero aún sosteniéndola de los brazos, - ahora hazme caso vete lejos y no permitas que nadie sepa quien eres -. En medio del sueño Nouvel intentó estirar sus brazos para aferrarse nuevamente a esa mujer, lloraba, no deseaba irse, pero la imagen se fue desdibujando, hundiéndose en la espesura de su inconsciente y entre sollozos despertó gritando y llamando a su mamá.
Suspiró tristemente, sentía frío, se encontraba hambrienta, su ropaje estaba roto en varios lados, pero eso poco le importaba solo deseaba abrazarse a su madre. Bajó con cuidado aferrada al tronco del árbol, que habías sido su refugio esa noche. Dio el último salto tocando suavemente el suelo. Miró a su alrededor, enseguida se dio cuenta que estaba en una plaza, las personas comenzaban a pasar por los senderos y la miraban, algunos de forma condescendiente y otros con reprobación. Estaba sucia, y sus cabellos alborotados, el llanto había dejado un rastro en sus mejillas que se encontraban oscurecidas un poco por la tierra y la hojarasca en la que varias veces había caído en mitad de esa loca carrera.
No se acordaba bien como había llegado hasta el centro de Paris pero allí estaba y deseaba con todas sus fuerzas volver a su hogar, que su mamá la abrazara y calmara. Respirar el suave aroma a rosas que aquella mujer desprendía. Intentó recordar como regresar, pero le fue imposible, quiso pronunciar el nombre de su mamá, por si algún adulto de los que caminaba por allí la conocía, pero tampoco se acordó. Solo recordaba sus bellos ojos azules y su dulce sonrisa, era lo único que se mantenía en su mente, pero nada mas. Tuvo miedo de olvidarle, de que nunca más volviera a estar en sus brazos y sin poder contenerse lloró, con todas sus fuerzas, sentada en mitad del césped cubriendo con sus manitas el rostro y repitiendo una y otra vez, - mamá... mamá... maaaaa -.
Un rayo de sol cayó sin remordimientos sobre el rostro de la pequeña que dormía entre unas ramas bastante elevadas de un árbol en la concurrida Plaza Tertre, recién estaba despuntando el sol, lo que hacía que el lugar se encontrara casi desierto. Allí, la noche anterior se había refugiado, luego de correr una distancia que le pareció enorme y sabiendo que de seguro la estaría corriendo ese animal que se le presentaba a veces en los sueños, gruñendo y destrozándolo todo.
Comenzó a moverse de forma peligrosa, pues podía caer de donde se encontrarse y romperse así un hueso, pero estaba teniendo una pesadilla, aunque para ser sincera no era como las anteriores. En esta una mujer de rubios cabellos abría una jaula, en donde, Nouvel, se encontraba y empujándola sin ningún remordimiento y le exigía que se fuera. Ella se quedaba quieta, en el umbrar de esa extraña construcción mal iluminada, Afuera llovía y estaba oscuro, no quería tener que salir, además, podía ver por encima del hombro de la mujer, que alguien luchaba con todas sus fuerzas. Pero el cuerpo de aquella que la había liberado no le permitía ver. Fijó por un momento su vista en las ropas que tenía enfrente y comprobó que el liquido que las empapaba era sangre, tembló de miedo, la señora estaba herida por alguna parte del cuerpo. El sonido de una carcajada la hizo estremecer, volvió a fijar su vista por sobre el hombro de quien intentaba echarla y pudo distinguir a una mujer hermosa, de negros cabellos, que sostenía un arma en una mano y una daga en la otra.
Algo dentro de ella le hizo estar segura que aquella guerrera era su madre. Intentó ir a donde se encontraba la persona que más amaba, pero se lo impidieron dándole un empujón y tras de éste un bofetón, - vete, corre lo mas rápido que puedas y no mires hacia tras – de pronto los ojos de la rubia se llenaron de lagrimas y la atrajo a su pecho con fuerza, abrazándola y besando sus cabellos – pequeña, nunca olvides que te amamos, y de alguna forma volverás a estar con tu madre, pero ahora debes irte – la alejó un poco, pero aún sosteniéndola de los brazos, - ahora hazme caso vete lejos y no permitas que nadie sepa quien eres -. En medio del sueño Nouvel intentó estirar sus brazos para aferrarse nuevamente a esa mujer, lloraba, no deseaba irse, pero la imagen se fue desdibujando, hundiéndose en la espesura de su inconsciente y entre sollozos despertó gritando y llamando a su mamá.
Suspiró tristemente, sentía frío, se encontraba hambrienta, su ropaje estaba roto en varios lados, pero eso poco le importaba solo deseaba abrazarse a su madre. Bajó con cuidado aferrada al tronco del árbol, que habías sido su refugio esa noche. Dio el último salto tocando suavemente el suelo. Miró a su alrededor, enseguida se dio cuenta que estaba en una plaza, las personas comenzaban a pasar por los senderos y la miraban, algunos de forma condescendiente y otros con reprobación. Estaba sucia, y sus cabellos alborotados, el llanto había dejado un rastro en sus mejillas que se encontraban oscurecidas un poco por la tierra y la hojarasca en la que varias veces había caído en mitad de esa loca carrera.
No se acordaba bien como había llegado hasta el centro de Paris pero allí estaba y deseaba con todas sus fuerzas volver a su hogar, que su mamá la abrazara y calmara. Respirar el suave aroma a rosas que aquella mujer desprendía. Intentó recordar como regresar, pero le fue imposible, quiso pronunciar el nombre de su mamá, por si algún adulto de los que caminaba por allí la conocía, pero tampoco se acordó. Solo recordaba sus bellos ojos azules y su dulce sonrisa, era lo único que se mantenía en su mente, pero nada mas. Tuvo miedo de olvidarle, de que nunca más volviera a estar en sus brazos y sin poder contenerse lloró, con todas sus fuerzas, sentada en mitad del césped cubriendo con sus manitas el rostro y repitiendo una y otra vez, - mamá... mamá... maaaaa -.
Última edición por Daila Bornago el Sáb Abr 05, 2014 7:58 am, editado 2 veces
Nella Lombardo- Humano Clase Alta
- Mensajes : 82
Fecha de inscripción : 08/01/2014
Localización : Paris
Re: ¿Puedes llevarme con mamá? - Flasback (Aidara - Fagan -Daila)
Plaza Tertre. El lugar donde todo comenzó y esperaba no terminara nunca. Por que aunque su prometido, el príncipe de sus sueños y su vida, el dueño de cada suspiro de sus labios le dijera que la amaría por y para siempre, aún en la muerte de ella, en su interior tenia, sentía aquel atroz miedo de perderlo. El miedo de que algún día despertara en la noche y él no estuviera a su lado acariciándole el cabello, jugueteando con sus mechones o simplemente abrazado a ella. Se había acostumbrado tan rápido a él y a su presencia, que las noches que él no podía acudir a su lado sus noches parecían eternas, como las mañanas sin él. Ambos eran agua y fuego, tan desiguales pero tan parecidos. Ella una alma inocente y dulce, suave y protectora con la gente, y él con aquellos aires regios, imponente a primera vista con su rostro esculpido del mas fino mármol, la faceta… la mascara que él llevaba como príncipe, y que Aidara tan bien había aprendido que con solo una sonrisa hacia desaparecer las barreras de su príncipe, revelando no solo al vampiro que había en él, si no también al hombre, que una vez hubo y sigue escondido en sus mas adentros confines, saliendo a la luz solo en presencia de ella. Regularmente cuando en las noches ella dormía en sus brazos o pasaban horas hablando hasta que rendida caía irremediablemente dormida placidamente a su lado.
Aidara sonrío observando como el sol se asomaba por las calles, en el horizonte dando paso a un nuevo día, y a sus nuevamente horas sin él a su lado. Suspiró al vacío, aún así no perdió la sonrisa, recordando lo bien que aquella noche había estado junto a él, simplemente paseando tomada de su mano. Habían hablado de muchas cosas, sincerado en otras tantas y sobretodo, su amado príncipe le había contado de su familia, su pasado y presente, lo que hizo que se sintiera aún mas feliz y dichosa al tener la confianza de él en sus manos, y saberse completamente dueña de ella. Amaba a ese vampiro, y nunca nadie lo pondría en duda. La forma en la que su rostro y ojos se iluminaban al verlo, como cambiaba toda ella inconscientemente ante él. Volvió a sonreír, apartando de su rostro un mechón rebelde que el aire había movido, y sentándose en la plaza esperó por la llegada del carruaje que la llevaría a casa, tras que en su necesidad de su amado, hubiera conseguido quedarse toda la noche con él, prometiéndole que solo irse él, sana y salva llegaría a su casa, sin ninguna demora en el camino que la detuviera de llegar y tumbarse en la cama y el descanso que necesitaba.
Movió el pie contra el suelo, esperando su transporte, observando a la gente que ya empezaba a andar a aquellas horas por la plaza, cuando de pronto unos fuertes lloros aterieron su atención. Se volteó hacia el sonido, solo para ver como en otra plaza, justo al lado de la que se encontraba una niña lloraba desconsolada. Muchos viandantes la observaban, pero ninguno se detenía a consolarla. Frunció el ceño preocupada, llegando tras esperar media hora finalmente su carruaje, interponiéndose frente a ella y la imagen que observaba con recelo y angustia.
— Nuestra señora siento la tardanza, hubo problemas en las calles a causa de un descarrilamiento de un carruaje que…— El cochero se quedó en silencio al descubrir que Aidara ya no se encontraba frente a ellos, si no que pasaba entre los caballos, dirigiéndose a otro lugar. — ¿Señorita Dupont? Donde va?— Le preguntó extrañado siguiendo los pasos de ella, que la llevaron hacia la otra plaza, donde la niña seguía llorando desconsolada.
Sin poderlo evitar, se acercó a la plaza. Ahora que tenía carruaje le sería más fácil poder cargar con la niña si en un casual no encontraba a su madre por la plaza. Miró por los alrededores, encontrándose solo con rostros asqueados o indiferentes a la suerte de la pequeña. Negó con la cabeza, maldiciendo que en aquel mundo hubiera gente así, y encaminándose a donde estaba la niña, se acercó a la pequeña, hasta tenerla frente sí y sonreírle dulcemente. — Pequeña, no llores más. Yo te ayudare a encontrar tu mamá… pero no llores, que me pones triste, y suficientemente triste estamos ya. —Le sonrío y estirando los brazos hacia ella, la tomó en brazos y la acercó a ella, hasta abrazarla contra si, esperando que se calmara ante su contacto. La ropa se le caía a jirones, se encontraba sucia y de seguro que estaría hambrienta. Miró de nuevo una ultima vez, a su alrededor sin ver ningún rostro preocupado, por que una extraña joven tuviera en brazos a la pequeña y suspirando tristemente recayó en que podría estar abandonada. La acarició con dulzura y le sonrío apartándola un momento de su abrazo, para que pudiera verle y quizás así contagiarle un poco de su tierna sonrisa. — Estas a salvo pequeña. Todo saldrá bien, te lo prometo. —Le susurró sonriéndole, terminando por besarle en la frente cariñosamente.
Aidara sonrío observando como el sol se asomaba por las calles, en el horizonte dando paso a un nuevo día, y a sus nuevamente horas sin él a su lado. Suspiró al vacío, aún así no perdió la sonrisa, recordando lo bien que aquella noche había estado junto a él, simplemente paseando tomada de su mano. Habían hablado de muchas cosas, sincerado en otras tantas y sobretodo, su amado príncipe le había contado de su familia, su pasado y presente, lo que hizo que se sintiera aún mas feliz y dichosa al tener la confianza de él en sus manos, y saberse completamente dueña de ella. Amaba a ese vampiro, y nunca nadie lo pondría en duda. La forma en la que su rostro y ojos se iluminaban al verlo, como cambiaba toda ella inconscientemente ante él. Volvió a sonreír, apartando de su rostro un mechón rebelde que el aire había movido, y sentándose en la plaza esperó por la llegada del carruaje que la llevaría a casa, tras que en su necesidad de su amado, hubiera conseguido quedarse toda la noche con él, prometiéndole que solo irse él, sana y salva llegaría a su casa, sin ninguna demora en el camino que la detuviera de llegar y tumbarse en la cama y el descanso que necesitaba.
Movió el pie contra el suelo, esperando su transporte, observando a la gente que ya empezaba a andar a aquellas horas por la plaza, cuando de pronto unos fuertes lloros aterieron su atención. Se volteó hacia el sonido, solo para ver como en otra plaza, justo al lado de la que se encontraba una niña lloraba desconsolada. Muchos viandantes la observaban, pero ninguno se detenía a consolarla. Frunció el ceño preocupada, llegando tras esperar media hora finalmente su carruaje, interponiéndose frente a ella y la imagen que observaba con recelo y angustia.
— Nuestra señora siento la tardanza, hubo problemas en las calles a causa de un descarrilamiento de un carruaje que…— El cochero se quedó en silencio al descubrir que Aidara ya no se encontraba frente a ellos, si no que pasaba entre los caballos, dirigiéndose a otro lugar. — ¿Señorita Dupont? Donde va?— Le preguntó extrañado siguiendo los pasos de ella, que la llevaron hacia la otra plaza, donde la niña seguía llorando desconsolada.
Sin poderlo evitar, se acercó a la plaza. Ahora que tenía carruaje le sería más fácil poder cargar con la niña si en un casual no encontraba a su madre por la plaza. Miró por los alrededores, encontrándose solo con rostros asqueados o indiferentes a la suerte de la pequeña. Negó con la cabeza, maldiciendo que en aquel mundo hubiera gente así, y encaminándose a donde estaba la niña, se acercó a la pequeña, hasta tenerla frente sí y sonreírle dulcemente. — Pequeña, no llores más. Yo te ayudare a encontrar tu mamá… pero no llores, que me pones triste, y suficientemente triste estamos ya. —Le sonrío y estirando los brazos hacia ella, la tomó en brazos y la acercó a ella, hasta abrazarla contra si, esperando que se calmara ante su contacto. La ropa se le caía a jirones, se encontraba sucia y de seguro que estaría hambrienta. Miró de nuevo una ultima vez, a su alrededor sin ver ningún rostro preocupado, por que una extraña joven tuviera en brazos a la pequeña y suspirando tristemente recayó en que podría estar abandonada. La acarició con dulzura y le sonrío apartándola un momento de su abrazo, para que pudiera verle y quizás así contagiarle un poco de su tierna sonrisa. — Estas a salvo pequeña. Todo saldrá bien, te lo prometo. —Le susurró sonriéndole, terminando por besarle en la frente cariñosamente.
Aidara Dupont- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 117
Fecha de inscripción : 30/12/2013
Edad : 32
Re: ¿Puedes llevarme con mamá? - Flasback (Aidara - Fagan -Daila)
Habían transcurrido algunas semanas desde que el licántropo se hubiese encontrado con la mujer más fastidiosa pero más misteriosa del mundo, o eso era lo que él pensaba sobre la inmortal con la cual compartió un rato de baile y muchas molestias en el Palacio Royale. Aquella vampiro respondía al nombre de Saskia Bornago, ese nombre que no se le borraría por nada del mundo de la mente a Fagan. Tanto efecto había causado la inmortal en él que en algunos momentos incluso se descubría a si mismo esperando poder verle nuevamente; en esos momentos se decía que era únicamente porque fastidiarle le daba ánimos, ver esa cara molesta a ratos y después la seguridad con la que creía poder derrotarlo; todo en ella era fascinante.
Esa mañana después de haber pasado una noche no muy agradable gracias a los pensamientos que aún tenia rondando sobre la inmortal, decidió dar un paseo para liberara su mente. Con los primeros rayos del sol sobre París, Fagan tomo su carruaje con dirección a la conocida Plaza Tertre, en ese lugar vería tantas personas que tendría unas horas para eliminar a Saskia y su olor a rosas de su mente. Esperaba que además de eso, estar en aquel lugar le provocara sueño y de esa manera poder regresar a su boga a descansar antes de que la luna llena llegara y entonces todas sus fuerzas se fueran en una sola noche que vivía mes con mes, cuando la luna llena le llamaba a destruir todo cuando se atravesara en su camino.
Ya que llegó a la plaza y el carruaje se hubo detenido. El hombre bajo y con andar firme avanzo entre las personas que comenzaban justo como él las actividades de ese día. Él tenía cosas que hacer, claro que si, mantener los negocios no era una tarea sencilla, pero en momentos como ese no tenía cabeza para nada y de seguro sus negocios sobrevivirían un día.
Sus pasos le llevaron a mezclarse de manera lenta con la gente, la mayoría de todos los que salían tan temprano por la mañana eran humanos normales y eso le parecía curioso; aparentemente todas las criaturas sobrenaturales tenían mejores cosas que hacer por las noches y debido a eso requerían de mayor descanso, a excepción de los vampiros como Saskia. Detuvo sus pasos de golpe, maldiciendo a su mente que no pudiera estar unos segundos libre de aquella endemoniada mujer; se le había quedado marcada profundo en su ser, tanto que… que juraba estar oliendo de manera ligera el aroma a rosas de ella.
El licántropo miro en una dirección y otra, aquello era sencillamente imposible. La inmortal no podía estar de día fuera de su hogar, es sol la mataría al instante pero aún así, ese aroma era sin duda alguna el de ella y era demasiado tenue, tanto que Fagan no estaba seguro de donde provenía o quien era la persona que lo despedía. Con delicadeza y como si no hiciera nada, olfateaba el aire, reanudando sus pasos y aguardando porque fuera capaz de encontrar la fuente de aquel aroma, de no ser así, entonces solo había una explicación probable. Estaba completamente loco por Saskia Bornago.
Esa mañana después de haber pasado una noche no muy agradable gracias a los pensamientos que aún tenia rondando sobre la inmortal, decidió dar un paseo para liberara su mente. Con los primeros rayos del sol sobre París, Fagan tomo su carruaje con dirección a la conocida Plaza Tertre, en ese lugar vería tantas personas que tendría unas horas para eliminar a Saskia y su olor a rosas de su mente. Esperaba que además de eso, estar en aquel lugar le provocara sueño y de esa manera poder regresar a su boga a descansar antes de que la luna llena llegara y entonces todas sus fuerzas se fueran en una sola noche que vivía mes con mes, cuando la luna llena le llamaba a destruir todo cuando se atravesara en su camino.
Ya que llegó a la plaza y el carruaje se hubo detenido. El hombre bajo y con andar firme avanzo entre las personas que comenzaban justo como él las actividades de ese día. Él tenía cosas que hacer, claro que si, mantener los negocios no era una tarea sencilla, pero en momentos como ese no tenía cabeza para nada y de seguro sus negocios sobrevivirían un día.
Sus pasos le llevaron a mezclarse de manera lenta con la gente, la mayoría de todos los que salían tan temprano por la mañana eran humanos normales y eso le parecía curioso; aparentemente todas las criaturas sobrenaturales tenían mejores cosas que hacer por las noches y debido a eso requerían de mayor descanso, a excepción de los vampiros como Saskia. Detuvo sus pasos de golpe, maldiciendo a su mente que no pudiera estar unos segundos libre de aquella endemoniada mujer; se le había quedado marcada profundo en su ser, tanto que… que juraba estar oliendo de manera ligera el aroma a rosas de ella.
El licántropo miro en una dirección y otra, aquello era sencillamente imposible. La inmortal no podía estar de día fuera de su hogar, es sol la mataría al instante pero aún así, ese aroma era sin duda alguna el de ella y era demasiado tenue, tanto que Fagan no estaba seguro de donde provenía o quien era la persona que lo despedía. Con delicadeza y como si no hiciera nada, olfateaba el aire, reanudando sus pasos y aguardando porque fuera capaz de encontrar la fuente de aquel aroma, de no ser así, entonces solo había una explicación probable. Estaba completamente loco por Saskia Bornago.
Leonora d'Epirro- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 04/01/2014
Re: ¿Puedes llevarme con mamá? - Flasback (Aidara - Fagan -Daila)
La pequeña aun lloraba desconsolada cuando una hermosa mujer se acercó, con paso firme y con movimientos cuidados, le habló con suma ternura, mientras la atraía hacia ella, la niña no opuso resistencia, solo estaba algo sorprendida, tantos habían pasado sin siquiera mirarla, que ver acercarse a un ser que parecía un ángel, la enmudeció. Nouvel la contempló con arrobo, los ojos muy abiertos y la boca cerrada, como si estuviera por dar un beso al aire. Con su mirada puesta en esa mujer que la sostenía en brazos, en su cabeza surgía una incesante pregunta ¿que debía hacer?
Parpadeó varias veces, las últimas lagrimas corrieron por sus sucias mejillas y con una de sus manos intentó limpiarse el rastro de aquellas perlas que caían, por la tristeza de sentirse abandonada. Además, temía que su mamá o su tía hubieran muerto, no quería ni pensar en ello, pero a su corta edad sabía que la vida trae mas desgracias que alegrías. Contuvo la respiración para no volver a romper en llanto. Recordó a esa otra mujer, aquella que la había sacado de su escondite, en el carruaje de su madre. Esa que la metiera en una jaula, asegurando que esa noche vería como mataba a su madre y a toda su familia. El solo hecho de imaginar esa mirada fría como el hielo la hicieron temblar, ¿debía, acaso, desconfiar de todos? ¿ podía confiar en esa adorable señora que la cargaba en brazos? O sería un cómplice de aquella villana, pero también podía conocer a su mamá y llevarla a su hogar nuevamente.
La pequeña estaba realmente exhausta, prefirió pensar que la señorita sabría como llevarla hasta su madre, porque según ella, ¿cuantos podrían ignorar que la mujer mas bella de París era su madre? La volvió a contemplar con otros ojos, cargados de esperanza. En su rostro manchado de tierra y lagrimas se dibujó una sonrisa. Con timidez la miró directamente a los orbes mas verdes y hermosos que había visto – ¿me llevará con mi mamá? - preguntó con cierto tono de miedo y tristeza. Los cabellos dorados, le recordaron a su tía, - no digas a nadie como te llamas... de alguna forma tu madre te encontrará – las palabras de Galia resonaron en su cabeza.
Se frotó los parpados con el dorso de la mano, - tengo sueño – dijo, mientras con la confianza que solo los niños puros pueden tener, se abrazó a la mujer apoyando su cabeza en el suave hombro. Inspiró profundo, el perfume que emanaba de aquella joven, no era igual como el de su madre, pero pudo apreciar un dejo especial, como si se tratara de uno de los tantos aromas que su madre creaba, - deja ya de probarte todos esos perfumes, Nouvel, que no son para que juegues – la había reprendido su madre, - ven, te enseñaré a crearlos, como lo hago yo, con amor y pasión, un aroma define a cada ser... huele mi cuello... ¿a que huele? - ella había contestado y su madre feliz la abrazó – si mi niña, es a rosas, pero no a cualquier rosa, solo a las que crecen en la orilla del lago Maggiore, en donde nací... cuando crezcas te haré uno para ti, uno que sea único y quien te ame sabrá que eres tu, podrá así encontrate en cualquier lugar del mundo-. La pequeña se aferró aun mas a la mujer, teniendo la efímera ilusión de que en verdad era su mamá. Se quedó dormida, respirando el delicado aroma a jazmines, tan bellos y suaves como los que crecían en los jardines que tanto amaba su madre.
Parpadeó varias veces, las últimas lagrimas corrieron por sus sucias mejillas y con una de sus manos intentó limpiarse el rastro de aquellas perlas que caían, por la tristeza de sentirse abandonada. Además, temía que su mamá o su tía hubieran muerto, no quería ni pensar en ello, pero a su corta edad sabía que la vida trae mas desgracias que alegrías. Contuvo la respiración para no volver a romper en llanto. Recordó a esa otra mujer, aquella que la había sacado de su escondite, en el carruaje de su madre. Esa que la metiera en una jaula, asegurando que esa noche vería como mataba a su madre y a toda su familia. El solo hecho de imaginar esa mirada fría como el hielo la hicieron temblar, ¿debía, acaso, desconfiar de todos? ¿ podía confiar en esa adorable señora que la cargaba en brazos? O sería un cómplice de aquella villana, pero también podía conocer a su mamá y llevarla a su hogar nuevamente.
La pequeña estaba realmente exhausta, prefirió pensar que la señorita sabría como llevarla hasta su madre, porque según ella, ¿cuantos podrían ignorar que la mujer mas bella de París era su madre? La volvió a contemplar con otros ojos, cargados de esperanza. En su rostro manchado de tierra y lagrimas se dibujó una sonrisa. Con timidez la miró directamente a los orbes mas verdes y hermosos que había visto – ¿me llevará con mi mamá? - preguntó con cierto tono de miedo y tristeza. Los cabellos dorados, le recordaron a su tía, - no digas a nadie como te llamas... de alguna forma tu madre te encontrará – las palabras de Galia resonaron en su cabeza.
Se frotó los parpados con el dorso de la mano, - tengo sueño – dijo, mientras con la confianza que solo los niños puros pueden tener, se abrazó a la mujer apoyando su cabeza en el suave hombro. Inspiró profundo, el perfume que emanaba de aquella joven, no era igual como el de su madre, pero pudo apreciar un dejo especial, como si se tratara de uno de los tantos aromas que su madre creaba, - deja ya de probarte todos esos perfumes, Nouvel, que no son para que juegues – la había reprendido su madre, - ven, te enseñaré a crearlos, como lo hago yo, con amor y pasión, un aroma define a cada ser... huele mi cuello... ¿a que huele? - ella había contestado y su madre feliz la abrazó – si mi niña, es a rosas, pero no a cualquier rosa, solo a las que crecen en la orilla del lago Maggiore, en donde nací... cuando crezcas te haré uno para ti, uno que sea único y quien te ame sabrá que eres tu, podrá así encontrate en cualquier lugar del mundo-. La pequeña se aferró aun mas a la mujer, teniendo la efímera ilusión de que en verdad era su mamá. Se quedó dormida, respirando el delicado aroma a jazmines, tan bellos y suaves como los que crecían en los jardines que tanto amaba su madre.
Nella Lombardo- Humano Clase Alta
- Mensajes : 82
Fecha de inscripción : 08/01/2014
Localización : Paris
Re: ¿Puedes llevarme con mamá? - Flasback (Aidara - Fagan -Daila)
Al ver a la niña entregarse a sus brazos sin oponer resistencia, rápidamente la meció entre sus brazos, recayendo en el estado de ella y en como las lagrimas ensuciaban su hermoso rostro. Con ternura y suavidad, recogió con sus dedos las lágrimas de la niña, los que se escapaban de los intentos de la pequeña en limpiarse con sus pequeñas manos. ¿Qué le hubiera sucedido? ¿Quien habría sido capaz de abandonar a la pequeña a su suerte de esa forma tan cruel? Suspiró y sin saber que hacer más para animar a la pequeña que en brazos ya tenía, le volvió a besar en la frente y en silencio rezó por ella y su familia.
La pequeña con los ojos muy abiertos y la boca cerrada, menos cuando dejaba escapar el rastro del llanto que ya había acallado, la miraba al principio desconfiada hasta que tras unos pocos minutos, confío en ella o eso pareció. —Te llevaré con tu mamá. Te prometo que la buscaremos y la encontraremos. — Le prometió con una sonrisa, besando el cabello de la pequeña, tranquilizándola. La pequeña era un encanto de niña, aún con la suciedad y el rastro de las lagrimas, su tímida sonrisa hacia aflorar todos los sentimientos de sobreprotección de Aidara hacia la pequeña, la que enseguida le contestó con una tierna sonrisa a la ajena.
Al verla frotarse los ojos, asintió a sus palabras en lo que la apretaba mas contra si, encerrándola en su abrazo protector. La niña sin tener motivos había confiado en ella, por lo que ahora no podía fallarle. Y en esa plaza había tanta gente, que hasta entre sus brazos tenía miedo de que se la quitaran o le sucediera algo. —Duérmete pequeña, ahora llegaremos a casa. —Le susurro acariciándola, empezando a moverse de nuevo hacia el carruaje. La gente te venia por donde quería, por lo que en horas clave, como en la mañana. A esa misma hora. La plaza solía estar llena de gente y justamente hoy, debía de haber ido. Agradeció el haber ido por la pequeña, ya que quizás de no haber ido ella, aún estaría la niña llorando, sin embargo no era de las jóvenes a las que les gustaba mucha gente a los alrededores y menos de hasta crear colas o atropellos entre la misma gente de una zona.
Así que tomando un rodeo por la plaza, fue que sin darse cuenta, con la mente en proteger a la niña de los empujones y ateniéndose alerta para que los carros no la atropellaran, sin querer terminó chocando contra alguien. De forma tan despistada y fuerte, que de no ser porque aquel joven la sujetó a tiempo del brazo, deteniendo su caída, se habría caído con la niña en brazos al suelo. — Gracias señor. De verdad que gracias y lo siento. Me despisté… Y ni os vi venir. — Se disculpó cuando permaneciendo derecha, retomó el control de su cuerpo. Con una mirada fugaz se aseguró de que la pequeña siguiera dormida en sus brazos y en efecto así era. Lo que jamás habría esperado era la forma en que aquel señor, el salvador que las había salvado de haber terminado en el suelo, con el riesgo que eso supone miraba a la pequeña y hasta olisqueaba el aire. ¿Qué se creía que estaba haciendo? ¿Que buscaba¿ Se creía acaso... un ¿Perro?—La… ¿conocéis?
La pequeña con los ojos muy abiertos y la boca cerrada, menos cuando dejaba escapar el rastro del llanto que ya había acallado, la miraba al principio desconfiada hasta que tras unos pocos minutos, confío en ella o eso pareció. —Te llevaré con tu mamá. Te prometo que la buscaremos y la encontraremos. — Le prometió con una sonrisa, besando el cabello de la pequeña, tranquilizándola. La pequeña era un encanto de niña, aún con la suciedad y el rastro de las lagrimas, su tímida sonrisa hacia aflorar todos los sentimientos de sobreprotección de Aidara hacia la pequeña, la que enseguida le contestó con una tierna sonrisa a la ajena.
Al verla frotarse los ojos, asintió a sus palabras en lo que la apretaba mas contra si, encerrándola en su abrazo protector. La niña sin tener motivos había confiado en ella, por lo que ahora no podía fallarle. Y en esa plaza había tanta gente, que hasta entre sus brazos tenía miedo de que se la quitaran o le sucediera algo. —Duérmete pequeña, ahora llegaremos a casa. —Le susurro acariciándola, empezando a moverse de nuevo hacia el carruaje. La gente te venia por donde quería, por lo que en horas clave, como en la mañana. A esa misma hora. La plaza solía estar llena de gente y justamente hoy, debía de haber ido. Agradeció el haber ido por la pequeña, ya que quizás de no haber ido ella, aún estaría la niña llorando, sin embargo no era de las jóvenes a las que les gustaba mucha gente a los alrededores y menos de hasta crear colas o atropellos entre la misma gente de una zona.
Así que tomando un rodeo por la plaza, fue que sin darse cuenta, con la mente en proteger a la niña de los empujones y ateniéndose alerta para que los carros no la atropellaran, sin querer terminó chocando contra alguien. De forma tan despistada y fuerte, que de no ser porque aquel joven la sujetó a tiempo del brazo, deteniendo su caída, se habría caído con la niña en brazos al suelo. — Gracias señor. De verdad que gracias y lo siento. Me despisté… Y ni os vi venir. — Se disculpó cuando permaneciendo derecha, retomó el control de su cuerpo. Con una mirada fugaz se aseguró de que la pequeña siguiera dormida en sus brazos y en efecto así era. Lo que jamás habría esperado era la forma en que aquel señor, el salvador que las había salvado de haber terminado en el suelo, con el riesgo que eso supone miraba a la pequeña y hasta olisqueaba el aire. ¿Qué se creía que estaba haciendo? ¿Que buscaba¿ Se creía acaso... un ¿Perro?—La… ¿conocéis?
Aidara Dupont- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 117
Fecha de inscripción : 30/12/2013
Edad : 32
Re: ¿Puedes llevarme con mamá? - Flasback (Aidara - Fagan -Daila)
Se negaba a si mismo el querer ver a aquella perfumista a quien solo había visto en escasas ocasiones todo porque buscaba la manera de estar quizás un poco más cerca de ella o algo por el estilo. No quería descubrirse a si mismo oliendo el ambiente por ella, pero ahí estaba, haciendo precisamente aquello que tanto había tratado de evitar, aferrado a aquel pequeño aroma como si fuera a llevarlo directamente a la ubicación de la inmortal aun a pesar de que era imposible debido a la hora.
Miraba en todas direcciones como si nunca antes hubiese pasado por las calles de París, ante la vista de los transeúntes de ese día debía ser como un hombre completamente perdido; nada de eso estaba lejos de la realidad, solo que se encontraba perdido mentalmente, confundido por aquello que le rea tan familiar pero al mismo tiempo tan extraño y maravilloso como para hacerle sentir en un ensueño. Sus pasos se movieron entre las personas, aferrado a aquel aroma como si de eso dependiera su existencia entera y no fue hasta que su cuerpo fue golpeado por el de una mujer que despertó de el estado en que se encontraba y con velocidad sujeto el brazo femenino para impedir que ella cayera al suelo y se hiciera daño.
– Perdone, ha sido mi… – las palabras se quedaron en su garganta mientras que sus ojos se posaban sobre la pequeña que estaba en los brazos de aquella simple humana. No le cupo la menor duda de que ligero aroma que había seguido provenía de la niña y por unos segundos dudo de su propio raciocinio. Una niña que llevara el mismo aroma que Saskia le parecía imposible – Yo… creo que si… – susurró aún sin despegar sus ojos del rostro infantil que descansaba en los brazos femeninos.
Buscando en sus recuerdos una explicación a tal evento fue que dio en las palabras de la inmortal. Una hija. ¿No le dijo ella que estaba perdida? Según lo que sabía así era, pero no podía estar seguro de que la niña era la hija de la Bornago hasta que la pequeña no se lo dijera de manera directa. Su atención paso de aquel detalle a la humana aquella y con rostro severo le miro.
– ¿Quién eres tu? ¿Has sido tu quien la ha secuestrado? – cruzo los brazos que solo apoyaban más la seriedad del momento y le ayudaban a contenerse de arrancarle de los brazos a la pequeña aquella – Más vale que tus respuestas sean sinceras o me asegurare de que te arrepientas de lo que has hecho – más que palabras aquello le salió en un gruñido.
Miraba en todas direcciones como si nunca antes hubiese pasado por las calles de París, ante la vista de los transeúntes de ese día debía ser como un hombre completamente perdido; nada de eso estaba lejos de la realidad, solo que se encontraba perdido mentalmente, confundido por aquello que le rea tan familiar pero al mismo tiempo tan extraño y maravilloso como para hacerle sentir en un ensueño. Sus pasos se movieron entre las personas, aferrado a aquel aroma como si de eso dependiera su existencia entera y no fue hasta que su cuerpo fue golpeado por el de una mujer que despertó de el estado en que se encontraba y con velocidad sujeto el brazo femenino para impedir que ella cayera al suelo y se hiciera daño.
– Perdone, ha sido mi… – las palabras se quedaron en su garganta mientras que sus ojos se posaban sobre la pequeña que estaba en los brazos de aquella simple humana. No le cupo la menor duda de que ligero aroma que había seguido provenía de la niña y por unos segundos dudo de su propio raciocinio. Una niña que llevara el mismo aroma que Saskia le parecía imposible – Yo… creo que si… – susurró aún sin despegar sus ojos del rostro infantil que descansaba en los brazos femeninos.
Buscando en sus recuerdos una explicación a tal evento fue que dio en las palabras de la inmortal. Una hija. ¿No le dijo ella que estaba perdida? Según lo que sabía así era, pero no podía estar seguro de que la niña era la hija de la Bornago hasta que la pequeña no se lo dijera de manera directa. Su atención paso de aquel detalle a la humana aquella y con rostro severo le miro.
– ¿Quién eres tu? ¿Has sido tu quien la ha secuestrado? – cruzo los brazos que solo apoyaban más la seriedad del momento y le ayudaban a contenerse de arrancarle de los brazos a la pequeña aquella – Más vale que tus respuestas sean sinceras o me asegurare de que te arrepientas de lo que has hecho – más que palabras aquello le salió en un gruñido.
Leonora d'Epirro- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 04/01/2014
Re: ¿Puedes llevarme con mamá? - Flasback (Aidara - Fagan -Daila)
Agradecida de no haberse caído, ni darse un golpe, ni siquiera a la pobre pequeña niña que dormía plácidamente entre sus brazos y que para su suerte no había despertado, levantó la mirada hacia su joven salvador y le sonrío, siendo aquel instante en el que iba a volver a disculparse y a culparse por su poca precaución al no mirar frente de sí, que observó y se quedo pasmada ante el joven, que miraba a la pequeña con grandes ojos.
—Cree que si? — Le preguntó mirándole ahora desconfiada al ver como miraba a la pequeña y las muecas que él ponía.
En un gesto automático para proteger a la pequeña, la arropó mejor contra ella, intentado de alguna forma darle seguridad con su propia calidez y protección con sus brazos alrededor de ella. Aidara siguió mirando al joven, mientras planeaba como salirse de aquella. Ahora lo que más le importaba era aquella pequeña que dormitaba y que como toda niña necesitaba de un cálido hogar, comida y agua. A saber cuánto tiempo habría estado allí sola, llorando exhausta y aterrada en medio del gentío en el que nadie se atrevió si quiera ni a verla.
Con la mirada buscó el carruaje que la esperaba al otro lado de la atestada calle y volviendo la mirada al joven aquel, fue que se encontró con una pose severa, de seriedad en lo que él se cruzaba de brazos. ¿Qué? ¿Había oído a caso bien? Miró con ojos desorbitados de indignación al hombre y negó firmemente. ¿Cómo podía alguien pensar así de ella? Solo la había salvado de la soledad y ahora pensaba cuidarla mientras hacia una búsqueda a sus padres, para poder encontrárselos y devolverla a su hogar – si tenía-.
— Como podéis preguntarme eso? — Su rostro se enrojeció muerta de vergüenza por aquella situación. Algunos viandantes habían detenido sus pasos para verles y el sentirse observada, solo hacía que aún se sonrojara mas y su indignación por aquella bochornosa situación creciera. — ¿Secuestrada? ¿De qué me habláis? —Le miró sin entender nada de lo que él la acusaba sin fundamente alguno. — Yo solo recién la encontré abandonada en medio la plaza, y me iba a darle de alimentos y cuidados a mi hogar, mientras le busco sus padres. Padres… que por supuesto usted no parece. Un creo que la conozco… creo que si… puede ser, no me aclara que sea familiar de la pequeña. —Puntualizo frunciendo el ceño, sin dejarse intimidar por su postura que le decía claramente que se andará con ojo, que tuviera cuidado que sus palabras iban en verdad. Y si creía que le mentía, podría hacer que de verdad se arrepintiese.
—Yo solo la he rescatado… —Insistió de nuevo agradeciendo que los observadores fueran recuperando el control total de su vida y simplemente los ignoraran, acunando con ternura a la niña de sus brazos. —¿Y quien es usted? Vuelvo a decirle que no parece de un familiar de la pequeña, por lo que ruego que me dejáis pasar antes de que se despierte y no tengo mucho con que llevarse a la boca y alimentarse, que de verdad lo necesita. — Pidió amablemente esperando que la pequeña no se despertara, a pesar de que levemente se movía, pero parecía soñar y que aquel joven le dejara el paso libre para subir al carruaje y alejarse apresurada a su querido y amado hogar con una inesperada visitante. La niña.
—Por el amor a dios! ¿Qué os ocurre? — Preguntó al verle que no se movía ni un ápice y la fiesta seguía a su alrededor molestándolas y la pequeña en sus brazos empezaba a inquietarse sin abrir todavía los ojos de nuevo. —Se va a despertar… y desearía que para cuando abriese los ojos estuviese lejos de este lugar que la hizo ser infeliz. —Le regañó con la mirada, protegiendo todavía más a la pequeña entre sus brazos de la amenaza de aquel hombre, apretándola más contra sí.
—Cree que si? — Le preguntó mirándole ahora desconfiada al ver como miraba a la pequeña y las muecas que él ponía.
En un gesto automático para proteger a la pequeña, la arropó mejor contra ella, intentado de alguna forma darle seguridad con su propia calidez y protección con sus brazos alrededor de ella. Aidara siguió mirando al joven, mientras planeaba como salirse de aquella. Ahora lo que más le importaba era aquella pequeña que dormitaba y que como toda niña necesitaba de un cálido hogar, comida y agua. A saber cuánto tiempo habría estado allí sola, llorando exhausta y aterrada en medio del gentío en el que nadie se atrevió si quiera ni a verla.
Con la mirada buscó el carruaje que la esperaba al otro lado de la atestada calle y volviendo la mirada al joven aquel, fue que se encontró con una pose severa, de seriedad en lo que él se cruzaba de brazos. ¿Qué? ¿Había oído a caso bien? Miró con ojos desorbitados de indignación al hombre y negó firmemente. ¿Cómo podía alguien pensar así de ella? Solo la había salvado de la soledad y ahora pensaba cuidarla mientras hacia una búsqueda a sus padres, para poder encontrárselos y devolverla a su hogar – si tenía-.
— Como podéis preguntarme eso? — Su rostro se enrojeció muerta de vergüenza por aquella situación. Algunos viandantes habían detenido sus pasos para verles y el sentirse observada, solo hacía que aún se sonrojara mas y su indignación por aquella bochornosa situación creciera. — ¿Secuestrada? ¿De qué me habláis? —Le miró sin entender nada de lo que él la acusaba sin fundamente alguno. — Yo solo recién la encontré abandonada en medio la plaza, y me iba a darle de alimentos y cuidados a mi hogar, mientras le busco sus padres. Padres… que por supuesto usted no parece. Un creo que la conozco… creo que si… puede ser, no me aclara que sea familiar de la pequeña. —Puntualizo frunciendo el ceño, sin dejarse intimidar por su postura que le decía claramente que se andará con ojo, que tuviera cuidado que sus palabras iban en verdad. Y si creía que le mentía, podría hacer que de verdad se arrepintiese.
—Yo solo la he rescatado… —Insistió de nuevo agradeciendo que los observadores fueran recuperando el control total de su vida y simplemente los ignoraran, acunando con ternura a la niña de sus brazos. —¿Y quien es usted? Vuelvo a decirle que no parece de un familiar de la pequeña, por lo que ruego que me dejáis pasar antes de que se despierte y no tengo mucho con que llevarse a la boca y alimentarse, que de verdad lo necesita. — Pidió amablemente esperando que la pequeña no se despertara, a pesar de que levemente se movía, pero parecía soñar y que aquel joven le dejara el paso libre para subir al carruaje y alejarse apresurada a su querido y amado hogar con una inesperada visitante. La niña.
—Por el amor a dios! ¿Qué os ocurre? — Preguntó al verle que no se movía ni un ápice y la fiesta seguía a su alrededor molestándolas y la pequeña en sus brazos empezaba a inquietarse sin abrir todavía los ojos de nuevo. —Se va a despertar… y desearía que para cuando abriese los ojos estuviese lejos de este lugar que la hizo ser infeliz. —Le regañó con la mirada, protegiendo todavía más a la pequeña entre sus brazos de la amenaza de aquel hombre, apretándola más contra sí.
Aidara Dupont- Vampiro Clase Alta
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