AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Déjà Vu | Aidara Dupont
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Déjà Vu | Aidara Dupont
6 meses después de la muerte de Ainara, 7 de enero, París 1804
La tempestad se había sumido en un mar de quietud. Sin embargo, el corazón destrozado de Violante aún no sanaba, no quería sanar. Los encuentros con Benelope y Dalma habían revelado un conjunto de conspiraciones en contra del príncipe, siendo la principal amenaza Hadewish Van Dussel; por otra parte, los Van Wijs con caminos separados re hacían subida; mas en la oscuridad alguien seguía asechando, eso que creía Violante ser el fin de un fenómeno que sólo buscaba destruirlo, no era más que el ojo del huracán. La asesina -luego de saber su sexo mediante una reminiscencia- seguía sin revelarse, el crimen de Ainara seguía impune y sin embargo, a Violante parecía ya no importarle buscar a esa asesina... Después de todo, ¿podría regresar de la muerte al amor de su vida? Nadie podía, ni siquiera él pudo cuando la tuvo en sus brazos.
Desde que las intenciones de Benelope se revocaron a mediados de diciembre de 1803, el príncipe asistía a aquel restaurante en el que conoció a Ainara, donde le quitara lo más valioso que tenía e iniciase la atracción que culminaría en un compromiso. Así, la asesina de Ainara cumplía con su objetivo, mantenía el tormento de Violante sobre su alma. Entonces, noche tras noche, sentado con los ojos perdidos en el asiento que Ainara compartía, pedía el mismo vino de aquella noche, se lo servían y esperaba como si algún día volviera a verla llegar, volver a escuchar esos pensamientos y acercarse a ella con la promesa de abrir la puerta de su jaula de oro, liberarla de un compromiso del que ella quería huir.
Pero el día nunca llegaba, el vino terminaba calentándose en su copa y las sospechas de ¿por qué no tomaba? comenzaron a surgir, por supuesto, ninguna se refería a su naturaleza vampírica, y aunque era absurdo lo que los mortales pensaban sobre él, le era irrelevante, insignificante... Todos, sin dar mérito a alguno eran unos malditos bastardos. A veces, mientras veía el asiento de Ainara totalmente devastado recordaba la noche en la que encontró su palacete embriagado de muerte, cada uno de sus sirvientes habían sido víctimas de una locura que él nunca comprendería y al igual que los mortales en el restaurantes, para Violante no significaban nada, y no sólo los presentes de cada noche, sino los mortales en general, nadie podía sustituir a Ainara, sólo ella había conseguido el respeto del príncipe por los mortales, por ella, conoció el amor como un inmortal; pues, ese amor ya lo había experimentado antes, cuando mortal... Con Benelope.
De aquella relación había nacido un fruto, algo que le recordaría el amor que sintió por Benelope, pero no sucedía lo mismo con Ainara, de ella sólo tenía el recuerdo, un recuerdo que comenzaba a desvanecerse y sumía al príncipe en una desesperación que nublaba su razón. Cada día, los momentos con su amada eran menos, perdían nitidez volviéndose grises; Violante lloraba queriendo aferrarse a las imágenes que amenazaban con desaparecer de su mente. ¿Por qué no se inmolaba como había deseado hacerlo antes de que una de las sobrevivientes lo hubiera detenido? Saskia Bornago, Crystall Van Wijs y Benelope Van Dussel lo persuadían. ¿Pero por cuánto tiempo podrían hacerlo?
Como sucedió desde la primera visita al restaurante luego de la muerte de Ainara, el príncipe se ponía de pie en el momento en el que iniciaba la música, salía al balcón haciendo el mismo recorrido que hizo con la que llamó el amor de su vida y luego, regresaba a su mesa para sumirse en la tristeza que no podía ni quería disimular... Sí, el príncipe de los Países Bajos está muerto en vida, ha muerto de tristeza. Era lo que quería expresar y lo conseguía.
La tempestad se había sumido en un mar de quietud. Sin embargo, el corazón destrozado de Violante aún no sanaba, no quería sanar. Los encuentros con Benelope y Dalma habían revelado un conjunto de conspiraciones en contra del príncipe, siendo la principal amenaza Hadewish Van Dussel; por otra parte, los Van Wijs con caminos separados re hacían subida; mas en la oscuridad alguien seguía asechando, eso que creía Violante ser el fin de un fenómeno que sólo buscaba destruirlo, no era más que el ojo del huracán. La asesina -luego de saber su sexo mediante una reminiscencia- seguía sin revelarse, el crimen de Ainara seguía impune y sin embargo, a Violante parecía ya no importarle buscar a esa asesina... Después de todo, ¿podría regresar de la muerte al amor de su vida? Nadie podía, ni siquiera él pudo cuando la tuvo en sus brazos.
Desde que las intenciones de Benelope se revocaron a mediados de diciembre de 1803, el príncipe asistía a aquel restaurante en el que conoció a Ainara, donde le quitara lo más valioso que tenía e iniciase la atracción que culminaría en un compromiso. Así, la asesina de Ainara cumplía con su objetivo, mantenía el tormento de Violante sobre su alma. Entonces, noche tras noche, sentado con los ojos perdidos en el asiento que Ainara compartía, pedía el mismo vino de aquella noche, se lo servían y esperaba como si algún día volviera a verla llegar, volver a escuchar esos pensamientos y acercarse a ella con la promesa de abrir la puerta de su jaula de oro, liberarla de un compromiso del que ella quería huir.
Pero el día nunca llegaba, el vino terminaba calentándose en su copa y las sospechas de ¿por qué no tomaba? comenzaron a surgir, por supuesto, ninguna se refería a su naturaleza vampírica, y aunque era absurdo lo que los mortales pensaban sobre él, le era irrelevante, insignificante... Todos, sin dar mérito a alguno eran unos malditos bastardos. A veces, mientras veía el asiento de Ainara totalmente devastado recordaba la noche en la que encontró su palacete embriagado de muerte, cada uno de sus sirvientes habían sido víctimas de una locura que él nunca comprendería y al igual que los mortales en el restaurantes, para Violante no significaban nada, y no sólo los presentes de cada noche, sino los mortales en general, nadie podía sustituir a Ainara, sólo ella había conseguido el respeto del príncipe por los mortales, por ella, conoció el amor como un inmortal; pues, ese amor ya lo había experimentado antes, cuando mortal... Con Benelope.
De aquella relación había nacido un fruto, algo que le recordaría el amor que sintió por Benelope, pero no sucedía lo mismo con Ainara, de ella sólo tenía el recuerdo, un recuerdo que comenzaba a desvanecerse y sumía al príncipe en una desesperación que nublaba su razón. Cada día, los momentos con su amada eran menos, perdían nitidez volviéndose grises; Violante lloraba queriendo aferrarse a las imágenes que amenazaban con desaparecer de su mente. ¿Por qué no se inmolaba como había deseado hacerlo antes de que una de las sobrevivientes lo hubiera detenido? Saskia Bornago, Crystall Van Wijs y Benelope Van Dussel lo persuadían. ¿Pero por cuánto tiempo podrían hacerlo?
Como sucedió desde la primera visita al restaurante luego de la muerte de Ainara, el príncipe se ponía de pie en el momento en el que iniciaba la música, salía al balcón haciendo el mismo recorrido que hizo con la que llamó el amor de su vida y luego, regresaba a su mesa para sumirse en la tristeza que no podía ni quería disimular... Sí, el príncipe de los Países Bajos está muerto en vida, ha muerto de tristeza. Era lo que quería expresar y lo conseguía.
Violante- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 07/03/2013
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Re: Déjà Vu | Aidara Dupont
Observando con ojos dulces todo su alrededor y una permanente sonrisa en su rostro, así era la pequeña Dara. Aquella noche habían ido a cenar a uno de los restaurantes más lujosos de París, recientemente la boda de su hermana mayor, seria la union del año y como tal debían celebrarlo. El espacio que habían reservado se encontraba alejado de miradas ajenas y del resto de los comensales del lugar. Estaban todos, la familia de ella y la de él. Padres, abuelos, los hermanos y hasta la familia del futuro esposo de su hermana se habían tomado la molestia de llevar con ellos a los primos solteros y en edad de poder ser desposados. ¿Por qué? Muy fácil, porque una vez que su hermana fuera ya esposa, la próxima en salir de casa tomada en el brazo de su esposo, seria ella. Sus padres no tenían más deseos que el de verla feliz, pero se negaban a ver que lo que a su hermana le parecía bien a ella no y un matrimonio sin amor no lo necesitaba, no lo quería para ella, tenia sueños e ilusiones y aunque todos pasaran en algún momento por el amor, lo que necesitaba era ser amada y amar en igual medida. Encontrar a quien pudiera ser su otra mitad ahora parecía más urgente que nunca. Sus padres ya estaban evaluando a los futuros prometidos que podria tener y no creía poder retrasar más lo inevitable, si al fin, uno de ellos le gustaba a sus padres.
No obstante, por mas orgullosos y rectos que parecían ser los jóvenes que se sentaban a su alrededor en la mesa, no pudo no sonreír a Tomás, el más pequeño y joven de ellos cuando este le entregó sonrojado una bella rosa roja. Mientras los demás solo parecían tener ojos para su belleza, Tomas parecía de verdad estar atento a ella, y mirándola siempre a los ojos cuando se encontraban sus miradas, la hacia reír con alguna de sus historias o recuerdos traviesos de una niñez no demasiado pasada. Los demás lo mal miraban, prolongando aún más con aquello la sonrisa de Aidara, quien se tomó el lujo de negarles a todos bailar, simulando tener dolor en los tobillos y un leve mareo. Tras eso los jóvenes y al ver que no conseguían nada con ella, abandonaron la mesa dispuestos a sacar a bailar a las damas de aquel restaurante que rápidamente se llenaba.
Finalmente lo que parecía una noche sin sentido, no habia sido tan mala realmente. Quedándose con Tomás hablaron y escuchándole atentamente terminarón riendo suavemente, mientras Aidara seguía con la rosa en la mano moviéndola de un lado a otro. En la mesa más cercana su hermana, su prometido y la familia hablaban felices y celebraban el evento, así como la union de las dos ramas sanguíneas, que pese a no ser de la realeza, eran una de las más importantes de Francia. Tras un rato lentamente el número de comensales se fue reduciendo al irse ya muchos de la celebración. Toda la familia del prometido se estaba yendo y aprovechando que Tomás tambien se iba y su hermana iría a despedirlos, mientras sus padres andaban en la sala de baile que habían abierto recientemente, se levantó de la mesa y sin dejar su dulce sonrisa de lado salió de donde se encontraba, perdiéndose entre la gente que parecían llenar a esa hora definitivamente todo el restaurante. Se paseó por el pasillo central del lugar dirigiéndose al balcón por donde esperaba ver la despedida de su hermana a quienes serian su futura familia y respirar aire fresco antes de volver a la incertidumbre de que sucedería con su futuro.
Al salir al balcón el fresco aire acarició su rostro, jugueteando con su peinado, al tiempo que ella alzaba la mirada hacia la luna que alumbraba la oscura noche y sonreía. “Tu eres la única que no cambia, siempre allí velando por todos…” pensó admirándola, bajando la mirada hacia los jardines del restaurante donde su hermana se despedía de todos alegremente. Ella amaba profundamente a su prometido, siempre habia estado enamorada de él, pero él al contrario de lo que ella quería creer no parecía amarla de igual modo y aquella situación rompía el corazon de Aidara. “Yo no quiero que me suceda eso. Vivir engañada en un amor no correspondido, que tipo de vida es esa? Solo quiero aquel dulce y apasionante amor que con solo una mirada olvides todo, menos aquel sentimiento que estremece tu cuerpo. ¿Tanto pido?” Río suavemente ante sus pensamientos y avanzando por el balcón se recostó en la barandilla, admirando aquellos jardines y la fuente que emergía del centro, reflejándose allí la luna que lucía esplendorosa en la noche. “Si tan solo supiera que él se encuentra aquí, lucharía hasta lo inimaginable por esperarlo. Pero existirá? Y si es así, me estará buscando?” Sus pensamientos cada vez eran más melancólicos y tristes, manteniendo una pequeña esperanza en poder cambiar su destino a tiempo de enmendarlo. Sonriendo dulcemente mirando a la luna de nuevo, sus manos fueron a su peinado que desató liberando así las hebras doradas de su cabello a su espalda. “ Ay luna mía, tú que me conoces más que a nadie, que sabes de mis sueños imposible y posibles, si tan solo pudieras enviarme una señal para no perder la esperanza en encontrarlo. El amor que espero y ya amo sin conocer, aquel amor que me haría soñar aún despierta, más de lo que ya posiblemente lo haga ya…” Se mordió el labio acallando la sonrisa que amenazaba con alzar sus labios nuevamente y suspiró divertida aún en ocasiones le hablaba a la luna como cuando de pequeña e contaba sus secretos y temores, creyendo ser ella la guardiana de sus sueños. “ Ojala pudieras hablarme y decirme que aquel alguien aparecerá y calmará mis miedos, salvándome del destino que temo que esté más cerca de lo que creo. Ay luna… si alguien me amará, yo sería tan feliz.” No dejó de sonreír en ningún momento en que sus ojos se fueron a la luna y de la luna a donde su hermana aún seguía en la lejanía con su prometido y familia.
– Se estarán preocupando al no verme…- Susurró sin ganas, alejándose de la barandilla, yendo hacia la puerta que la volvería al restaurante y de allí al agobio y susurros constantes de sus padres. Sin ser consciente de nada más que de cómo el viento jugaba con su dorado cabello y vestido celeste, que se ceñía elegantemente a su cuerpo, resaltando el color de sus ojos, no se dio cuenta que al dar el último paso que la alejaría de la belleza del exterior chocó contra alguien que en aquel mismo instante hacia intención de dirigirse al balcón.
- Disculpadme Messier. No os vi llegar. – dijo con una sonrisa en sus labios disculpándose coincidiendo finalmente con los ojos de él, quedándose unos instantes mirándolo fijamente, bebiendo de su imagen, mientras los rayos dorados de la luna alumbraban su silueta femenina y aquel vestido que llevaba. “Nadie debería tener esos ojos…” pensó preguntándose quién sería aquel joven, que tambien bebía de su imagen y la miraba, como nadie nunca lo habia hecho, acelerando su inocente y joven corazon.
No obstante, por mas orgullosos y rectos que parecían ser los jóvenes que se sentaban a su alrededor en la mesa, no pudo no sonreír a Tomás, el más pequeño y joven de ellos cuando este le entregó sonrojado una bella rosa roja. Mientras los demás solo parecían tener ojos para su belleza, Tomas parecía de verdad estar atento a ella, y mirándola siempre a los ojos cuando se encontraban sus miradas, la hacia reír con alguna de sus historias o recuerdos traviesos de una niñez no demasiado pasada. Los demás lo mal miraban, prolongando aún más con aquello la sonrisa de Aidara, quien se tomó el lujo de negarles a todos bailar, simulando tener dolor en los tobillos y un leve mareo. Tras eso los jóvenes y al ver que no conseguían nada con ella, abandonaron la mesa dispuestos a sacar a bailar a las damas de aquel restaurante que rápidamente se llenaba.
Finalmente lo que parecía una noche sin sentido, no habia sido tan mala realmente. Quedándose con Tomás hablaron y escuchándole atentamente terminarón riendo suavemente, mientras Aidara seguía con la rosa en la mano moviéndola de un lado a otro. En la mesa más cercana su hermana, su prometido y la familia hablaban felices y celebraban el evento, así como la union de las dos ramas sanguíneas, que pese a no ser de la realeza, eran una de las más importantes de Francia. Tras un rato lentamente el número de comensales se fue reduciendo al irse ya muchos de la celebración. Toda la familia del prometido se estaba yendo y aprovechando que Tomás tambien se iba y su hermana iría a despedirlos, mientras sus padres andaban en la sala de baile que habían abierto recientemente, se levantó de la mesa y sin dejar su dulce sonrisa de lado salió de donde se encontraba, perdiéndose entre la gente que parecían llenar a esa hora definitivamente todo el restaurante. Se paseó por el pasillo central del lugar dirigiéndose al balcón por donde esperaba ver la despedida de su hermana a quienes serian su futura familia y respirar aire fresco antes de volver a la incertidumbre de que sucedería con su futuro.
Al salir al balcón el fresco aire acarició su rostro, jugueteando con su peinado, al tiempo que ella alzaba la mirada hacia la luna que alumbraba la oscura noche y sonreía. “Tu eres la única que no cambia, siempre allí velando por todos…” pensó admirándola, bajando la mirada hacia los jardines del restaurante donde su hermana se despedía de todos alegremente. Ella amaba profundamente a su prometido, siempre habia estado enamorada de él, pero él al contrario de lo que ella quería creer no parecía amarla de igual modo y aquella situación rompía el corazon de Aidara. “Yo no quiero que me suceda eso. Vivir engañada en un amor no correspondido, que tipo de vida es esa? Solo quiero aquel dulce y apasionante amor que con solo una mirada olvides todo, menos aquel sentimiento que estremece tu cuerpo. ¿Tanto pido?” Río suavemente ante sus pensamientos y avanzando por el balcón se recostó en la barandilla, admirando aquellos jardines y la fuente que emergía del centro, reflejándose allí la luna que lucía esplendorosa en la noche. “Si tan solo supiera que él se encuentra aquí, lucharía hasta lo inimaginable por esperarlo. Pero existirá? Y si es así, me estará buscando?” Sus pensamientos cada vez eran más melancólicos y tristes, manteniendo una pequeña esperanza en poder cambiar su destino a tiempo de enmendarlo. Sonriendo dulcemente mirando a la luna de nuevo, sus manos fueron a su peinado que desató liberando así las hebras doradas de su cabello a su espalda. “ Ay luna mía, tú que me conoces más que a nadie, que sabes de mis sueños imposible y posibles, si tan solo pudieras enviarme una señal para no perder la esperanza en encontrarlo. El amor que espero y ya amo sin conocer, aquel amor que me haría soñar aún despierta, más de lo que ya posiblemente lo haga ya…” Se mordió el labio acallando la sonrisa que amenazaba con alzar sus labios nuevamente y suspiró divertida aún en ocasiones le hablaba a la luna como cuando de pequeña e contaba sus secretos y temores, creyendo ser ella la guardiana de sus sueños. “ Ojala pudieras hablarme y decirme que aquel alguien aparecerá y calmará mis miedos, salvándome del destino que temo que esté más cerca de lo que creo. Ay luna… si alguien me amará, yo sería tan feliz.” No dejó de sonreír en ningún momento en que sus ojos se fueron a la luna y de la luna a donde su hermana aún seguía en la lejanía con su prometido y familia.
– Se estarán preocupando al no verme…- Susurró sin ganas, alejándose de la barandilla, yendo hacia la puerta que la volvería al restaurante y de allí al agobio y susurros constantes de sus padres. Sin ser consciente de nada más que de cómo el viento jugaba con su dorado cabello y vestido celeste, que se ceñía elegantemente a su cuerpo, resaltando el color de sus ojos, no se dio cuenta que al dar el último paso que la alejaría de la belleza del exterior chocó contra alguien que en aquel mismo instante hacia intención de dirigirse al balcón.
- Disculpadme Messier. No os vi llegar. – dijo con una sonrisa en sus labios disculpándose coincidiendo finalmente con los ojos de él, quedándose unos instantes mirándolo fijamente, bebiendo de su imagen, mientras los rayos dorados de la luna alumbraban su silueta femenina y aquel vestido que llevaba. “Nadie debería tener esos ojos…” pensó preguntándose quién sería aquel joven, que tambien bebía de su imagen y la miraba, como nadie nunca lo habia hecho, acelerando su inocente y joven corazon.
Aidara Dupont- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 117
Fecha de inscripción : 30/12/2013
Edad : 32
Re: Déjà Vu | Aidara Dupont
La noche comenzaba a sentirse tediosa, no era como otras. Ahora, una felicidad abarrotaba el lugar, un sentimiento que lo incomodaba, que no lo dejaba embrigarse en su tristeza fue por eso, que después de varias semanas de no hacerlo sondeó la mente de uno de aquellos mortales no muy lejos de él. Enterarse del acotencimiento que se desarrollaba esa noche, lo entristeció aún más, tomó del cálido vino y recordó los planes de boda con los que Ainara soñaba y él estaba dispuesto a aceptar; pronto, esa tristeza se volvió irritación ¿por qué permitían un evento así en un restaurante de esa categoría, y más aún cuando él, el príncipe de los Países Bajos estaba presente?
El vino despertó en él los deseos de beber sangre, pero no como lo hacía antes, seduciendo a damas y volviéndolas por una noche sus esclavas de sangre. Meditó entonces en lo que haría antes, él hubiera apartado a la prometida llevándola a un lugar no muy lejos, la hubiera seducido, tomado la virginidad que ella misma ofrecería y a la vez convirtiéndola en una de sus esclavas de sangre, promoviendo la infidelidad en un matrimonio que no se concretaba aún; sí, ese era el viejo Violante, aquel patán que Ainara consumió y transformó.
Le cambiaron la botella caliente de vino, le trajeron otra y le sirvieron media copa que fue bebiendo con calma, cavilando en lo que fue y en lo que era hasta ese preciso momento. Entonces, el restaurante se vacío por un breve tiempo y volvió a ocuparse, el príncipe suspiró y caminó nuevamente al balcón. Se aproximaba la hora en la que él y Ainara hubieran unido sus cuerpos en aquel intrepido espacio. Pese a que vivía apesadumbrado él nunca dejaba a un lado su semblante de príncipe y caminaba como tal, con los hombros rectos, bien erguido y la cabeza en lo alto, con la clase que sólo la realeza ostentaba.
Vestía como en aquella noche un traje de gala negro, recto en corte ingles, con una camisa y guantes blancos. Llevaba gemelos de rubí y un colgante de oro. Su cabello estaba perfectamente peinado hacía atrás y un maquillaje disfrazaba su pálida piel. Con ese atuendo caminaba a pasos rápidos, mientras desabrochaba su saco para que así tuviera más libertad de movimiento, o al menos, él lo veía así. Entonces, la vio, a una mujer que estaba violando un espacio que el consideraba suyo. Una rubia que le daba la espalda. La expresión de Violante cambió a irritación, ya no tendría esa privacidad ¿o tal vez sí?...
Sondeó entonces los pensamientos de aquella joven a la que calificó de inocente; una soñadora que añoraba conocer el amor. Violante recordó los pensamientos de Ainara aquella noche, no diferían mucho, salvó que su amada estaba comprometida y quería huir de la jaula que sus padres habían construido, la gorrión en jaula de oro le había llamado con ternura Violante, así veía en primera instancia a Ainara y no estaba muy alejado de la realidad. Sin embargo, la joven del balcón deseaba un amor como el que Ainara deseó, un amor que ambos se profesaban.
El vampiro se acercó cada vez más, el perfume de la piel nívea y virgen lo enajenó, el corazón latiendo a un ritmo que no había escuchado antes lo sometió a un trance que pensó nunca antes volvería a sentir. —Inocente flor de primavera, esta noche serás la persona que me concederá la sangre y quizás...— negó con la cabeza en un reprocho antes de pronunciar semejante ofensa al recuerdo de Ainara, fue entonces que aquella mortal giró y chocó con el pecho del príncipe.
Primero, la tristeza volvió a su rostro; después, se decidió a no verla, pensaba mejor apartarla y quedarse a ver lo que ella contemplaba, los jardines, la luna, la fuente... Pero no pudo evitarlo, bajó la vista para iniciar entonces su drama, pero lo que vio, lo que sus meláncolicos ojos vieron fue la mirada inocente de Ainara, escuchó su melodiosa voz sin entender realmente sus palabras y sobre todo la aceleración de su corazón. La tristeza en los ojos del príncipe fue desapareciendo como desaparece la luna en la mañana, los látidos románticos de Ainara acariciaron su alma y la sonrisa que aparecía en el rostro iluminó su rostro, la luna persiguió su cuerpo para darle más luz a quien realmente no necesitaba, nunca necesitó. El príncipe quería llorar, pero se contuvo, a Ainara le dolía mucho verlo llorar, verlo sacar sangre de sus ojos, para ella el llanto de un vampiro era más profundo que el de un mortal, así se lo decía a Violante.
—Ai... Ai... Estás aquí, aquí frente a mí... Te busqué tanto tiempo, te esperé pues no creía que aquel amor no existía— no podiéndolo evitar Violante se aferró a ella en un abrazo que no deseaba que terminara, —dime que no eres un sueño, dime que eres realmente amada mía... mi dulce Ainara— susurró y apartándola buscó sus ojos, lo único que podía sosegarlo en la tormenta.
El vino despertó en él los deseos de beber sangre, pero no como lo hacía antes, seduciendo a damas y volviéndolas por una noche sus esclavas de sangre. Meditó entonces en lo que haría antes, él hubiera apartado a la prometida llevándola a un lugar no muy lejos, la hubiera seducido, tomado la virginidad que ella misma ofrecería y a la vez convirtiéndola en una de sus esclavas de sangre, promoviendo la infidelidad en un matrimonio que no se concretaba aún; sí, ese era el viejo Violante, aquel patán que Ainara consumió y transformó.
Le cambiaron la botella caliente de vino, le trajeron otra y le sirvieron media copa que fue bebiendo con calma, cavilando en lo que fue y en lo que era hasta ese preciso momento. Entonces, el restaurante se vacío por un breve tiempo y volvió a ocuparse, el príncipe suspiró y caminó nuevamente al balcón. Se aproximaba la hora en la que él y Ainara hubieran unido sus cuerpos en aquel intrepido espacio. Pese a que vivía apesadumbrado él nunca dejaba a un lado su semblante de príncipe y caminaba como tal, con los hombros rectos, bien erguido y la cabeza en lo alto, con la clase que sólo la realeza ostentaba.
Vestía como en aquella noche un traje de gala negro, recto en corte ingles, con una camisa y guantes blancos. Llevaba gemelos de rubí y un colgante de oro. Su cabello estaba perfectamente peinado hacía atrás y un maquillaje disfrazaba su pálida piel. Con ese atuendo caminaba a pasos rápidos, mientras desabrochaba su saco para que así tuviera más libertad de movimiento, o al menos, él lo veía así. Entonces, la vio, a una mujer que estaba violando un espacio que el consideraba suyo. Una rubia que le daba la espalda. La expresión de Violante cambió a irritación, ya no tendría esa privacidad ¿o tal vez sí?...
Sondeó entonces los pensamientos de aquella joven a la que calificó de inocente; una soñadora que añoraba conocer el amor. Violante recordó los pensamientos de Ainara aquella noche, no diferían mucho, salvó que su amada estaba comprometida y quería huir de la jaula que sus padres habían construido, la gorrión en jaula de oro le había llamado con ternura Violante, así veía en primera instancia a Ainara y no estaba muy alejado de la realidad. Sin embargo, la joven del balcón deseaba un amor como el que Ainara deseó, un amor que ambos se profesaban.
El vampiro se acercó cada vez más, el perfume de la piel nívea y virgen lo enajenó, el corazón latiendo a un ritmo que no había escuchado antes lo sometió a un trance que pensó nunca antes volvería a sentir. —Inocente flor de primavera, esta noche serás la persona que me concederá la sangre y quizás...— negó con la cabeza en un reprocho antes de pronunciar semejante ofensa al recuerdo de Ainara, fue entonces que aquella mortal giró y chocó con el pecho del príncipe.
Primero, la tristeza volvió a su rostro; después, se decidió a no verla, pensaba mejor apartarla y quedarse a ver lo que ella contemplaba, los jardines, la luna, la fuente... Pero no pudo evitarlo, bajó la vista para iniciar entonces su drama, pero lo que vio, lo que sus meláncolicos ojos vieron fue la mirada inocente de Ainara, escuchó su melodiosa voz sin entender realmente sus palabras y sobre todo la aceleración de su corazón. La tristeza en los ojos del príncipe fue desapareciendo como desaparece la luna en la mañana, los látidos románticos de Ainara acariciaron su alma y la sonrisa que aparecía en el rostro iluminó su rostro, la luna persiguió su cuerpo para darle más luz a quien realmente no necesitaba, nunca necesitó. El príncipe quería llorar, pero se contuvo, a Ainara le dolía mucho verlo llorar, verlo sacar sangre de sus ojos, para ella el llanto de un vampiro era más profundo que el de un mortal, así se lo decía a Violante.
—Ai... Ai... Estás aquí, aquí frente a mí... Te busqué tanto tiempo, te esperé pues no creía que aquel amor no existía— no podiéndolo evitar Violante se aferró a ella en un abrazo que no deseaba que terminara, —dime que no eres un sueño, dime que eres realmente amada mía... mi dulce Ainara— susurró y apartándola buscó sus ojos, lo único que podía sosegarlo en la tormenta.
Violante- Vampiro Clase Baja
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Re: Déjà Vu | Aidara Dupont
Habría esperado cualquier cosa, un regaño, una airosa y fría mirada de aquellos que muchas veces se sienten superiores a los demás, o hasta que no le dijera nada, y pasara de ella como si solo fuera un jarrón con el que te tropiezas por el camino. Lo único para lo que no estaba preparada era para aquella mirada que le ofreció, la que hacia latir placidamente su corazón bajo su pecho, como si aquel sonido fuera una romántica y inocente canción dedicada a aquel que la observaba como lo mas preciado que sus ojos podían admirar. Solo en un primer momento pudo ver una mirada melancólica y triste como la suya, mirada que al paso del tiempo en que seguía bebiendo de la imagen que ella le proporcionaba se volvía mas calida hasta que el rostro se le iluminó, agrandando todavía mas la sonrisa de Aidara que parecía completamente hechizada de los ojos del joven, sin estarlo.
Esa mirada que pareció pasar de forma lenta, en la realidad no fue más que apenas dos minutos de medirse con los ojos, de recrearse el uno con el otro. Aidara que inocentemente le miraba con una sonrisa dulce y un sonrojo de mejillas, que al paso del tiempo se fueron coloreando, adquiriendo el tierno color del melocotón y él con un rostro iluminado de esperanza. La misma esperanza que hacia instantes atrás ella pedía a la luna que ahora jugaba a dar luz a sus cuerpos.
“Luna… ¿Es él?” preguntó a aquella a quien había confiado sus sueños y anhelos, sin tener respuesta alguna de ella. Finalmente cayendo en sus modales, se vio obligada a apartar la mirada. Mirar fijamente a un desconocido sin saber nada de él, de su rango, te exponía a ser reprendida u otras situaciones mas graves, si aquel al que se lo hacia era un príncipe o de más alta alcurnia que ella. Y también obviamente lo hizo por educación, ya que en ningún momento quería hacerlo sentir cohibido o observado mas de la cuenta, aún que él no dejaba de seguir mirándola con aquellos ojos que la hacían suspirar, y llenaban su mente de pensamientos de felicidad, amor y esperanza. “¿Por qué… parece ser como si me conocieras? Porque me encuentro resistiendo a volver a mirarte y a quedarme para siempre en tu mirada? Háblame s'il vous plaît… Por favor habladme, decidme cualquier cosa.”
Fue imposible no mirarle de nuevo y sonreírle ahora algo si extrañada por su silencio, pero sin dejar ni un solo segundo de mirarle con algo que no fuera ternura e inocencia. Él parecía contenido, hasta tenso. Inconscientemente Aidara se acercó un paso hacia él, cuando sin imaginárselo el joven la aferró a él en un abrazo. Movida por la esperanza ante aquella escena inusual, se dejo mecer en sus brazos mientras le pasaba sus pequeños brazos por sus hombros, agarrándose también a él, sin querer tampoco soltarse. “Eres tú…?"acudió a su mente de nuevo escondiendo su rostro en el pecho masculino con los ojos cerrados. Hacia tanto que nadie le daba un verdadero abrazo… que por unos instantes temió que ese fuera el primero de verdad. Abrazados así se quedaron, el viento mecía su vestido y su cabello. — No soy un sueño… —susurró ella dulcemente temiendo también que todo aquello fuera un sueño, y nada de eso estuviera realmente sucediendo. —Yo también te he buscado… en cada noche, en cada suspiro. — añadió y sonrío contra él hasta que el joven decidió hablar, rompiendo su corazón al llamarla con un nombre parecido al suyo, pero el que definitivamente no era el propio. Su corazón entonces tartamudeó en su pecho un segundo en el que el vampiro la separó de él y la miró nuevamente.
Aidara le miró incapaz de negarle la visión de sus ojos y con toda la tristeza de sus ojos, negó con la cabeza. — Me gustaría decirte que soy ella, la amada con la que miras con esos ojos… pero no soy ella, yo no soy Ainara. —Confesó finalmente conteniendo una lágrima que amenazaba con salir. — Quizás te confundiste de joven. — Al ver que la miraba sin entender sonrío tristemente. — Yo me llamo Aidara… no Ainara. Lo siento… —susurró rota de pena. Por unos momentos había parecido el cuento perfecto, el encuentro destinado, quizás su otra mitad. Pero él ya tenía a otra. — Y decidme, usted... ¿Quién sois? — Preguntó con curiosidad con una pequeña sonrisa, aún muy cerca de él, a apenas centímetros de separación. Su corazón apaciblemente seguía cantando para él, como el viento que acercaba su cuerpo femenino al ajeno, uniéndolos más.
Esa mirada que pareció pasar de forma lenta, en la realidad no fue más que apenas dos minutos de medirse con los ojos, de recrearse el uno con el otro. Aidara que inocentemente le miraba con una sonrisa dulce y un sonrojo de mejillas, que al paso del tiempo se fueron coloreando, adquiriendo el tierno color del melocotón y él con un rostro iluminado de esperanza. La misma esperanza que hacia instantes atrás ella pedía a la luna que ahora jugaba a dar luz a sus cuerpos.
“Luna… ¿Es él?” preguntó a aquella a quien había confiado sus sueños y anhelos, sin tener respuesta alguna de ella. Finalmente cayendo en sus modales, se vio obligada a apartar la mirada. Mirar fijamente a un desconocido sin saber nada de él, de su rango, te exponía a ser reprendida u otras situaciones mas graves, si aquel al que se lo hacia era un príncipe o de más alta alcurnia que ella. Y también obviamente lo hizo por educación, ya que en ningún momento quería hacerlo sentir cohibido o observado mas de la cuenta, aún que él no dejaba de seguir mirándola con aquellos ojos que la hacían suspirar, y llenaban su mente de pensamientos de felicidad, amor y esperanza. “¿Por qué… parece ser como si me conocieras? Porque me encuentro resistiendo a volver a mirarte y a quedarme para siempre en tu mirada? Háblame s'il vous plaît… Por favor habladme, decidme cualquier cosa.”
Fue imposible no mirarle de nuevo y sonreírle ahora algo si extrañada por su silencio, pero sin dejar ni un solo segundo de mirarle con algo que no fuera ternura e inocencia. Él parecía contenido, hasta tenso. Inconscientemente Aidara se acercó un paso hacia él, cuando sin imaginárselo el joven la aferró a él en un abrazo. Movida por la esperanza ante aquella escena inusual, se dejo mecer en sus brazos mientras le pasaba sus pequeños brazos por sus hombros, agarrándose también a él, sin querer tampoco soltarse. “Eres tú…?"acudió a su mente de nuevo escondiendo su rostro en el pecho masculino con los ojos cerrados. Hacia tanto que nadie le daba un verdadero abrazo… que por unos instantes temió que ese fuera el primero de verdad. Abrazados así se quedaron, el viento mecía su vestido y su cabello. — No soy un sueño… —susurró ella dulcemente temiendo también que todo aquello fuera un sueño, y nada de eso estuviera realmente sucediendo. —Yo también te he buscado… en cada noche, en cada suspiro. — añadió y sonrío contra él hasta que el joven decidió hablar, rompiendo su corazón al llamarla con un nombre parecido al suyo, pero el que definitivamente no era el propio. Su corazón entonces tartamudeó en su pecho un segundo en el que el vampiro la separó de él y la miró nuevamente.
Aidara le miró incapaz de negarle la visión de sus ojos y con toda la tristeza de sus ojos, negó con la cabeza. — Me gustaría decirte que soy ella, la amada con la que miras con esos ojos… pero no soy ella, yo no soy Ainara. —Confesó finalmente conteniendo una lágrima que amenazaba con salir. — Quizás te confundiste de joven. — Al ver que la miraba sin entender sonrío tristemente. — Yo me llamo Aidara… no Ainara. Lo siento… —susurró rota de pena. Por unos momentos había parecido el cuento perfecto, el encuentro destinado, quizás su otra mitad. Pero él ya tenía a otra. — Y decidme, usted... ¿Quién sois? — Preguntó con curiosidad con una pequeña sonrisa, aún muy cerca de él, a apenas centímetros de separación. Su corazón apaciblemente seguía cantando para él, como el viento que acercaba su cuerpo femenino al ajeno, uniéndolos más.
Aidara Dupont- Vampiro Clase Alta
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Re: Déjà Vu | Aidara Dupont
Escucharla decir que no se trataba de su amada Ainara le rompió el corazón o al menos esa es la expresión que los mortales darían a esa situación. Violante penetraba a través de esos ojos, de la mujer que le decía llamarse Aidara y no ser la mujer que él buscaba. Sin importarle nada, el príncipe exploró los pensamientos de la joven, –No, no, no, es mentira, tu eres Ainara– pensó pero sus ojos le decían la verdad. –¿Me estaré volviendo loco? ¿Será posible que Ainara nunca haya existido?– caviló sin apartar su vista de la mujer.
Aquellos ojos idénticos, aquella voz lo mantenía aferrado a la idea de que se trataba de Ainara ¿pero? Esa maldita palabra no lo abandonaba. Sus ojos se cubrieron por el velo de la tristeza. —Tan sólo soy un hombre al que la muerte le ha arrebatado lo que amó...— susurró mientras pasaba de ella y posaba sus manos en el rebosadero del balcón. Miró rápidamente el lugar que ella había contemplado y regresó a mirarle, pues no existía algo más hermosa que ella.
—Dices llamarte Aidara, dices no ser la persona que busco... Quizás me he confundido en llamarte Ainara, quizás vivo en una desesperación que me consume y me acerca al borde de la muerte... Pero estoy seguro de algo, estoy seguro de que este encuentro tenía que darse, que no estás frente a mí por un azar del destino...— se detuvo acercándose a ella y tomándole de las manos, olvidando totalmente la cortesía y las reglas de la sociedad, él deseaba capturar su imagen, su rubor y cada instante en el que estaba a su lado más se aferraba a la idea de que ella era el amor de su vida... quizás aquella asesina les había hecho algo. Era una idea descabellada pero con lo que había vivido no era imposible de que hubieran controlado la mente de ambos para separarlos. Sí, esa tenía que ser la causa, Violante rogaba al Dios cristiano que así fuese.
—Aidara, tus ojos me han hipnotizado, tus labios llaman a los míos, toda tu imagen me afirma que eres más que una mujer, eres una divinidad... ¿Mencionaste que me has buscado? Deja que me entregue a ti, dale cabida a mi egoísmo y arropa mi corazón al menos por esta noche— le dijo en un susurro, con un tono afectivo y soñador, posiblemente Aidara se encontraba en un trance y Violante estaba empeñado en despertarla, sí, no existía otra explicación, el príncipe no quería creer otra cosa, no quería separarse de aquella que se hacía llamar Aidara. Ella era el sol que no había visto ni vería nunca más.
Entonces, desde el interior se escuchó la música que abría el vals. El vampiro supo que era su oportunidad para revivir un momento importante que se llevó acabo aquella noche, sería imposible que Ainara o Aidara no pudiera recordarlo. —Mi nombre es Violante, Violante Vilhjálmur— dijo e hizo algo que nunca había hecho, ni siquiera como mortal, se hincó frente a ella aún sosteniéndola de la mano —Por favor, entremos y concedeme el tiempo para bailar contigo— rogó sin apartar los ojos de los de ella.
Aquellos ojos idénticos, aquella voz lo mantenía aferrado a la idea de que se trataba de Ainara ¿pero? Esa maldita palabra no lo abandonaba. Sus ojos se cubrieron por el velo de la tristeza. —Tan sólo soy un hombre al que la muerte le ha arrebatado lo que amó...— susurró mientras pasaba de ella y posaba sus manos en el rebosadero del balcón. Miró rápidamente el lugar que ella había contemplado y regresó a mirarle, pues no existía algo más hermosa que ella.
—Dices llamarte Aidara, dices no ser la persona que busco... Quizás me he confundido en llamarte Ainara, quizás vivo en una desesperación que me consume y me acerca al borde de la muerte... Pero estoy seguro de algo, estoy seguro de que este encuentro tenía que darse, que no estás frente a mí por un azar del destino...— se detuvo acercándose a ella y tomándole de las manos, olvidando totalmente la cortesía y las reglas de la sociedad, él deseaba capturar su imagen, su rubor y cada instante en el que estaba a su lado más se aferraba a la idea de que ella era el amor de su vida... quizás aquella asesina les había hecho algo. Era una idea descabellada pero con lo que había vivido no era imposible de que hubieran controlado la mente de ambos para separarlos. Sí, esa tenía que ser la causa, Violante rogaba al Dios cristiano que así fuese.
—Aidara, tus ojos me han hipnotizado, tus labios llaman a los míos, toda tu imagen me afirma que eres más que una mujer, eres una divinidad... ¿Mencionaste que me has buscado? Deja que me entregue a ti, dale cabida a mi egoísmo y arropa mi corazón al menos por esta noche— le dijo en un susurro, con un tono afectivo y soñador, posiblemente Aidara se encontraba en un trance y Violante estaba empeñado en despertarla, sí, no existía otra explicación, el príncipe no quería creer otra cosa, no quería separarse de aquella que se hacía llamar Aidara. Ella era el sol que no había visto ni vería nunca más.
Entonces, desde el interior se escuchó la música que abría el vals. El vampiro supo que era su oportunidad para revivir un momento importante que se llevó acabo aquella noche, sería imposible que Ainara o Aidara no pudiera recordarlo. —Mi nombre es Violante, Violante Vilhjálmur— dijo e hizo algo que nunca había hecho, ni siquiera como mortal, se hincó frente a ella aún sosteniéndola de la mano —Por favor, entremos y concedeme el tiempo para bailar contigo— rogó sin apartar los ojos de los de ella.
Violante- Vampiro Clase Baja
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Re: Déjà Vu | Aidara Dupont
— Lo siento, yo no quise ahondar en vuestro dolor ni recordaros a quien perdisteis…—Susurró triste viendo como aquel joven dejaba de mirarla en lo que pasaba por su lado, internándose en el balcón yendo hacia instantes antes habia estado ella admirando el paisaje; la luna, la fuente, los jardines. Entreabrió los labios dejando ir un triste suspiro. Ya tenía bastante con la tristeza que tenia, como para ser una observadora de la honda tristeza del joven que seguía con las manos posadas en el reposadero del balcón. Dispuesta a darse la vuelta, fue cuando él se volvió hacia ella la que se quedó quieta mirándole. Quería ir y abrazarle, sentía aquella pérdida, aquella tristeza ajena tan propia que los ojos le dolían de contenerse a soltar alguna lagrima de ellos.
Algo insegura, sin saber qué hacer, pensó en dejarle espacio, en volver con su familia cuando la voz masculina la sacó de sus propias cavilaciones y le escuchó, esperando que aquello lo ayudara con el dolor, porque la verdad era que le dolía ver aquella mirada cuando hacia instantes antes le habia mirado como un ciego que ve el sol tras muchos años en las sombras mas tenebrosas. Aquel calor en su mirada, ternura y amor… “Debo de estar loca, solo quiero que vuelva a abrazarme como si fuera algo delicado y frágil que debiera de cuidarse con amor.” Pensó sin alejar un instante su mirada de sus ojos y verlo acercarse a ella hasta tomarle de las manos y sonrojarse de nuevo, mientras sus labios esbozaban una dulce sonrisa y su corazon se aceleraba ante aquel inesperado acercamiento.
—Yo tambien creo que todo sucede por algo… Destino o no, mi corazon me dice que debía de encontrarte… — Su dulce voz rompía el silencio del balcón tras las palabras de Violante, como las alas de una hermosa mariposa rompiendo el viento con sus alas para alzar el vuelo. Avergonzada por lo que decía, bajó un instante la mirada, no obstante poco duró sin mirarle, ya que tras morderse el labio ligeramente con nerviosismo alzó la mirada de nuevo y se lo quedó mirando, esperando en lo más hondo de su ser que no se riera de ella por lo soñadora e inocente que era.
Pero en cambio en la mirada del joven solo vio un gran afecto. La miraba con una mirada tierna y soñadora, como nunca nadie antes la habia mirado. No hicieron falta las palabras siguientes de labios del joven que con solo mirarla la hacía enrojecer y sonreír. Desde que sus ojos se habían encontrado, ella era suya y así lo quería ella. —Messier… estas cosas que me dice son tan bellas. Pero por favor, dejadme a mí entrar en vuestro corazon esta noche. Vos lo habéis estado todo este tiempo. No os hizo falta ni la dulce sonrisa de vuestro rostro para hechizarme como vuestra mirada. — En sus sueños siempre habia habido alguien, nunca podía verle el rostro, solo podía sentir y en aquel momento se sentía como en sus sueños, al lado de quien debía estar. —Yo siempre fui suya. —Concluyó mirándole a los ojos, apretando sus manos entre las ajenas, sin importarle en ningún momento la diferencia de ambas pieles, con aquella mirada le bastaba para saber que no le haría nada malo, que podía confiar en él… entregarle su corazon.
De un momento a otro, se empezó de nuevo a escuchar música en el interior. Volvían a abrir los bailes y esta vez parecía ser que era la hora esperada para cualquier pareja, el vals. Con una mirada soñadora le miró. —Es un placer haberle encontrado Messier Viljálmur… Violante —sus labios acariciaron su nombre, prometiéndose a sí misma nunca más olvidarlo. El apellido lo habia escuchado antes, no obstante ahora no era momento para indagar, ya que sorprendiéndola Violante se habia hincado aún con sus manos entre las suyas y rogado por un baile. Sonriente asintió con su cabeza traicionando antes de tiempo a sus labios, que se encontraban demasiado cautivados por los ajenos. Hizo una pequeña reverencia, sonrojada nuevamente por aquella sonrisa que parecía no abandonarle. —Será un honor bailar a su lado, en sus brazos esta noche. —Dijo simplemente y tiró de él levemente hacia arriba diciéndole que se alzara, abrazándose a él en cuanto finalmente se alzó. Le abrazó con ternura, no quería separarse de él. Sonrío contra el hombro ajeno y tras inspirar el perfume de él, cerrando un momento los ojos, se separó y con una feliz sonrisa se agarró de su brazo dispuesta a salir del balcón e ir al vals que los esperaba, deseando que sus padres no la vieran o sin duda indagarian sobre el joven y podrían hasta intentar prometerlos, cuando apenas acababan de conocerse, aunque ella sintiera que lo conociera desde siempre. — ¿Vamos? Un baile nos espera…. —le sonrío y tomada de su brazo dejó que le llevara a la sala, sin dejar de sonreírse y mirarse por el camino.
Algo insegura, sin saber qué hacer, pensó en dejarle espacio, en volver con su familia cuando la voz masculina la sacó de sus propias cavilaciones y le escuchó, esperando que aquello lo ayudara con el dolor, porque la verdad era que le dolía ver aquella mirada cuando hacia instantes antes le habia mirado como un ciego que ve el sol tras muchos años en las sombras mas tenebrosas. Aquel calor en su mirada, ternura y amor… “Debo de estar loca, solo quiero que vuelva a abrazarme como si fuera algo delicado y frágil que debiera de cuidarse con amor.” Pensó sin alejar un instante su mirada de sus ojos y verlo acercarse a ella hasta tomarle de las manos y sonrojarse de nuevo, mientras sus labios esbozaban una dulce sonrisa y su corazon se aceleraba ante aquel inesperado acercamiento.
—Yo tambien creo que todo sucede por algo… Destino o no, mi corazon me dice que debía de encontrarte… — Su dulce voz rompía el silencio del balcón tras las palabras de Violante, como las alas de una hermosa mariposa rompiendo el viento con sus alas para alzar el vuelo. Avergonzada por lo que decía, bajó un instante la mirada, no obstante poco duró sin mirarle, ya que tras morderse el labio ligeramente con nerviosismo alzó la mirada de nuevo y se lo quedó mirando, esperando en lo más hondo de su ser que no se riera de ella por lo soñadora e inocente que era.
Pero en cambio en la mirada del joven solo vio un gran afecto. La miraba con una mirada tierna y soñadora, como nunca nadie antes la habia mirado. No hicieron falta las palabras siguientes de labios del joven que con solo mirarla la hacía enrojecer y sonreír. Desde que sus ojos se habían encontrado, ella era suya y así lo quería ella. —Messier… estas cosas que me dice son tan bellas. Pero por favor, dejadme a mí entrar en vuestro corazon esta noche. Vos lo habéis estado todo este tiempo. No os hizo falta ni la dulce sonrisa de vuestro rostro para hechizarme como vuestra mirada. — En sus sueños siempre habia habido alguien, nunca podía verle el rostro, solo podía sentir y en aquel momento se sentía como en sus sueños, al lado de quien debía estar. —Yo siempre fui suya. —Concluyó mirándole a los ojos, apretando sus manos entre las ajenas, sin importarle en ningún momento la diferencia de ambas pieles, con aquella mirada le bastaba para saber que no le haría nada malo, que podía confiar en él… entregarle su corazon.
De un momento a otro, se empezó de nuevo a escuchar música en el interior. Volvían a abrir los bailes y esta vez parecía ser que era la hora esperada para cualquier pareja, el vals. Con una mirada soñadora le miró. —Es un placer haberle encontrado Messier Viljálmur… Violante —sus labios acariciaron su nombre, prometiéndose a sí misma nunca más olvidarlo. El apellido lo habia escuchado antes, no obstante ahora no era momento para indagar, ya que sorprendiéndola Violante se habia hincado aún con sus manos entre las suyas y rogado por un baile. Sonriente asintió con su cabeza traicionando antes de tiempo a sus labios, que se encontraban demasiado cautivados por los ajenos. Hizo una pequeña reverencia, sonrojada nuevamente por aquella sonrisa que parecía no abandonarle. —Será un honor bailar a su lado, en sus brazos esta noche. —Dijo simplemente y tiró de él levemente hacia arriba diciéndole que se alzara, abrazándose a él en cuanto finalmente se alzó. Le abrazó con ternura, no quería separarse de él. Sonrío contra el hombro ajeno y tras inspirar el perfume de él, cerrando un momento los ojos, se separó y con una feliz sonrisa se agarró de su brazo dispuesta a salir del balcón e ir al vals que los esperaba, deseando que sus padres no la vieran o sin duda indagarian sobre el joven y podrían hasta intentar prometerlos, cuando apenas acababan de conocerse, aunque ella sintiera que lo conociera desde siempre. — ¿Vamos? Un baile nos espera…. —le sonrío y tomada de su brazo dejó que le llevara a la sala, sin dejar de sonreírse y mirarse por el camino.
Aidara Dupont- Vampiro Clase Alta
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Re: Déjà Vu | Aidara Dupont
Ver sus gestos, la delicadeza con la que sus manos se movían, aquella dulce voz proveniente de aquellos labios que él tanto amaba lo introducían a un suspenso, una incertidumbre e incognita que parecía no tener respuesta. La sonrisa que le ofreció, aquel abrazo tierno sólo acrecentó los sentimientos de Violante. ¿Cómo ella podía decir que no era Ainara? Y aferrado en sus brazos él no comprendía, se atormentaba en buscar una explicación. Ya había creado una hipotesis para justificar la situación, pero él, pese a sus experiencias no era incrédulo y aferrándose a su orgullo no quería admitir en la posibilidad de que aquella asesina jugara con su mente.
Aidara prosiguió separándose de él y aferrándose a su brazo, la dulce sonrisa continuó enamorando al príncipe y después de asentir a las palabras de la mujer que sabía amaría inició el paso que los llevaría al salón de baile. En el trayecto el príncipe invadió la mente de ella, buscando algo que la vinculara con Ainara, pero no había tal vínculo; mas el príncipe mantendría su terquedad hasta el final, hasta convencerse completamente que no era un engaño lo que sus ojos veían.
–Quizás he olvidado el rostro de Ainara, quizás en mi desesperación y tristeza di un nuevo rostro a Ainara apartir de esta dulce joven que me ha recibido con su inocencia y lo que ella cree es amor, y que, no está muy alejado de serlo– pensó temiendo que esa fuera la respuesta a su agobio. Quizo llorar y maldecir aquel pensamiento, ¿y si resultaba ser cierto? ¿y sí el rostro de Ainara había desaparecido de su mente? ¿Verá en cualquier mujer a Ainara? –¡NO!– quiso gritar, y reprendiéndose dejó que su mente se despejara y se dedicara al momento... Dedicarse a Aidara.
Llegaron al salón, del otro lado pudo ver a la familia de Aidara. Por el momento se mantenían tranquilos y la gente bailando los ocultaría de aquellos curiosos padres de la mujer que le estaba tomando del brazo. El príncipe se adelantó un paso, se volvió a ella y tomándola de la cintura la acercó a él. Entonces iniciaron su vals como sólo podían hacerlo los enamorados, mirándose a los ojos sin dejar de sonreír, pensando en el otro en todo momento y olvidando todo lo demás, la noche, la gente, la vida...
Así estuvieron bailando por unos minutos hasta que Violante se percató que les observaban, desvió sus ojos de ella y soltó una risilla para después volverla a ver. —¿Sabes que estás bailando con un príncipe?— se escuchó decir, —es por eso que nos observam tanto...— continuó deteniéndose en media frase; los recuerdos de Violante lo traicionaron arrojándole aquel momento en el que él bailó con Ainara justo en esa misma pista, diciendo exactamente esas palabras. Su cuerpo sintió un escalofrios por sentir esa experiencia tan real que sintió ganas de llorar. —Pero por favor, no cambies luego de tener ese conocimiento, ignora lo que soy como lo hiciste afuera me partiría el corazón que cambiaras por creer que me puedo ofender si haces algo impropio, algo que la sociedad tacharía de mala educación— suplicó dándose cuenta de que sus pies se volvían algo torpes.
Angustiado de la confesión y aterrado de que ella no fuera la misma la liberó apartándose un paso, el velo de la tristeza nuevamente apareció en su rostro y se negó a entrar en la mente de Aidara para descubrir que era lo que estaba pensando. —Me has dicho que quieres entrar a mi corazón esta noche, lo tienes abierto... Pero aquí no te lo puedo dar... Acompañame... Te lo imploro...— vio los ojos fijamente de ella y después se dio media vuelta para regresar al balcón, lejos de las miradas, lejos de los cuchicheos y el bochorno de la gente.
Apresurado llegó hasta el balcón esperando que ella no lo abandonara, que lo siguiera para tenerla para él el mayor tiempo posible.
Aidara prosiguió separándose de él y aferrándose a su brazo, la dulce sonrisa continuó enamorando al príncipe y después de asentir a las palabras de la mujer que sabía amaría inició el paso que los llevaría al salón de baile. En el trayecto el príncipe invadió la mente de ella, buscando algo que la vinculara con Ainara, pero no había tal vínculo; mas el príncipe mantendría su terquedad hasta el final, hasta convencerse completamente que no era un engaño lo que sus ojos veían.
–Quizás he olvidado el rostro de Ainara, quizás en mi desesperación y tristeza di un nuevo rostro a Ainara apartir de esta dulce joven que me ha recibido con su inocencia y lo que ella cree es amor, y que, no está muy alejado de serlo– pensó temiendo que esa fuera la respuesta a su agobio. Quizo llorar y maldecir aquel pensamiento, ¿y si resultaba ser cierto? ¿y sí el rostro de Ainara había desaparecido de su mente? ¿Verá en cualquier mujer a Ainara? –¡NO!– quiso gritar, y reprendiéndose dejó que su mente se despejara y se dedicara al momento... Dedicarse a Aidara.
Llegaron al salón, del otro lado pudo ver a la familia de Aidara. Por el momento se mantenían tranquilos y la gente bailando los ocultaría de aquellos curiosos padres de la mujer que le estaba tomando del brazo. El príncipe se adelantó un paso, se volvió a ella y tomándola de la cintura la acercó a él. Entonces iniciaron su vals como sólo podían hacerlo los enamorados, mirándose a los ojos sin dejar de sonreír, pensando en el otro en todo momento y olvidando todo lo demás, la noche, la gente, la vida...
Así estuvieron bailando por unos minutos hasta que Violante se percató que les observaban, desvió sus ojos de ella y soltó una risilla para después volverla a ver. —¿Sabes que estás bailando con un príncipe?— se escuchó decir, —es por eso que nos observam tanto...— continuó deteniéndose en media frase; los recuerdos de Violante lo traicionaron arrojándole aquel momento en el que él bailó con Ainara justo en esa misma pista, diciendo exactamente esas palabras. Su cuerpo sintió un escalofrios por sentir esa experiencia tan real que sintió ganas de llorar. —Pero por favor, no cambies luego de tener ese conocimiento, ignora lo que soy como lo hiciste afuera me partiría el corazón que cambiaras por creer que me puedo ofender si haces algo impropio, algo que la sociedad tacharía de mala educación— suplicó dándose cuenta de que sus pies se volvían algo torpes.
Angustiado de la confesión y aterrado de que ella no fuera la misma la liberó apartándose un paso, el velo de la tristeza nuevamente apareció en su rostro y se negó a entrar en la mente de Aidara para descubrir que era lo que estaba pensando. —Me has dicho que quieres entrar a mi corazón esta noche, lo tienes abierto... Pero aquí no te lo puedo dar... Acompañame... Te lo imploro...— vio los ojos fijamente de ella y después se dio media vuelta para regresar al balcón, lejos de las miradas, lejos de los cuchicheos y el bochorno de la gente.
Apresurado llegó hasta el balcón esperando que ella no lo abandonara, que lo siguiera para tenerla para él el mayor tiempo posible.
Violante- Vampiro Clase Baja
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Re: Déjà Vu | Aidara Dupont
El trayecto hacia la sala del baile se le hizo demasiado corto, apenas lo recordaba así. Anteriormente al ir hacia el balcón habia tenido que esperar que los camareros pasasen, gente que se cruzaba en su camino y miles de situaciones más que ralentizaron sus pasos, esta vez por eso parecía que todo el mundo se apartara de su alrededor, dejándoles vía libre. Por un momento pasó por su mente el por qué de aquella situación tan insólita. Pensamiento que enseguida quedó borrado de su mente, cuando los ojos de Violante fueron a los suyos y así se quedó ella, mirándolo fijamente, hasta cuando él no la miraba.
Perdida completamente en su mirada llegaron al salón donde ni se preocupó por conocer el paradero de su familia, solo deseaba bailar junto a aquel joven, cuál se adelantó un paso y tomándola por la cintura, provocando el sonrojo de sus mejillas la acercó a él. Y como si la música fuera la idónea para ellos, The Sleeping Beauty empezó a sonar con su melodía y ambos empezaron a voltear por la pista como tantas otras parejas, mirándose a los ojos en cada momento permaneciendo sonriente, disfrutando por primera vez de un autentico vals. Al compas de la música y totalmente acoplada a los pasos de su pareja, Aidara disfrutó felizmente de aquella pieza y aunque estuvieran rodeados por doquier, para ella no existían. Solo estaban él y ella danzando con las dulces sonrisas que sus labios dibujaban, grabando cada detalle en su memoria, eternizando el momento para siempre.
Violante era un buen bailarín, Aidara por eso no se quedaba atrás y todo y que permanecía siguiendo en todo momento a su pareja, sabia como moverse, lucir aquel vestido que a las vueltas se ondeaba en un mar de telas azules, como sus ojos brillaban bajo la luz que los alumbraba. Con una dulce sonrisa no era consciente de los mormullos de su alrededor, ni de los curiosos que dejaban de bailar para contemplar como el príncipe bailaba con ella, hasta que observando como Violante apartaba un momento su mirada de la de ella, hizo lo mismo encontrándose con la mirada de algunos curiosos. Frunciendo el ceño sin entender, se volvió hacia él encontrándose de nuevo con aquella mirada que la hechizaba, como nunca nadie nunca lo hizo. Dieron dos vueltas más y finalmente las palabras de Violante rompieron el silencio establecido entre ellos dos, el que solo con sus sonrisas y alguna risa suave se habían dado el lujo de romper.
"¿Un príncipe..?" Se preguntó confundida, siguiendo a aquella primera revelación, la suplica de él. Una súplica que creía innecesaria, ya que todo y que era una dama de noble cuna, Violante nunca se presentó como príncipe hasta ahora, por lo que parecía no querer dar a conocer su titulo, que al fin y al cabo era eso. Un titulo con sus múltiples deberes y obligaciones. Mirándole dulcemente negó con la cabeza, y abriendo la boca fue a hablar cuando sin querer él la pisó terminando el baile abruptamente.
— Príncipe... —Susurró preocupada al verle de nuevo con aquella mirada que le partía el alma. “No me miréis así… esa mirada me daña como mil cuchillos a mi corazon.” Apretó la mano que sostenía Violante, encontrándose con el aire vacio que ahora los separaba. Sin poder comprender todo el dolor de los ojos ajenos, se quedó mirándole fijamente, rogando para que volviera a acercarse a ella. La música seguía pero para ellos ya no existía ningún baile. Extrañando las cómplices sonrisas que segundos antes se dedicaban, no pudo más que quedarse viéndole como le daba la espalda y se alejaba de la sala, sintiendo no solo una gran mayoría de las miradas del lugar, si no un frío inmenso que helaba su alma.
Miró a la gente y vio en muchas mujeres el regaño y hasta la burla. Su príncipe la habia dejado allí sola y todas se jactaban de ello. Seguramente el rumor tardaría poco en extenderse hasta llegar a oídos de su familia. Pero aquello ahora mismo no le importaba, y de un momento a otro decidió seguirle, porque no podía dejarle escapar. Le hubiera dado igual que fuera un campesino sin oro ni joyas, ella no perseguía esos valores, ella perseguía lo que dentro del príncipe residía, el joven dulce que con solo una sonrisa hacia que olvidara todo a su alrededor.
Pasó entre la gente mientras el vals daba a su fin. Las últimas notas parecieron tristes, no tan tristes como el latido de su corazon, que ahora muerto de pena y con miedo por no encontrarlo latía inseguro. Al salir del salón dudó unos segundos por donde buscarlo, ya no habia rastros de él y fiándose de su instinto que le gritaba que volviera a donde lo habia conocido, fue hacia el balcón.
Al entrar al balcón su corazon se calmó al ver su figura, su sombra recortada por la luz de la luna. Lentamente caminó hacia él dejando que la cortina que los separaba del resto de la gente cayera separándolos del resto, creando un mundo donde solo estaban ellos dos. Acercándosele por uno de sus costados, lo tomó de un brazo y suavemente tiró hacia ella, volteándolo para que sus ojos volvieran a encontrarse.
— Porque huisteis? — Preguntó — Que seáis un príncipe o no... no importa. Podríais haber sido un campesino, que habría corrido detrás vuestro igual. Sólo es un título que apenas nos define. Puede ser importante para mis padres, para sus planes, pero no para mí... — Añadió mirándole con una dulce sonrisa mientras alzaba su mano y acariciaba su fría mejilla con ternura. — A mí sólo me importa quién soys, y sé que dentro de ti hay mucho más que un Príncipe escondido. — Se acercó un paso más a él y dejando aquella fría mejilla, sus manos tomaron las de él, sintiendo aquella frialdad de su piel, lo que le preocupó. Daria lo que fuera por poder ofrecerle la calidez que a ella le sobraba. — Estas tan frío… —Susurró bajando sus labios a aquellas manos, las que besó con sus cálidos labios. Tras aquellos besos volvió a mirarle y apretó sus manos entre las suyas.
— Decidme que os inflige, por favor.—Rogó ahora ella — No me gusta veros así y hoy es una noche demasiado hermosa para permanecer así, no creéis? —Le sonrío y desviando un momento sus ojos a la luna, suspiró y volvió a fijar la mirada en él. — Os seguí solo os fuisteis, pero tuve miedo de no veros más, nunca más. Porque ahora, aquí… no hay un lugar donde prefiera estar si no es en vuestra compañía.—Sonrojada, bajó la mirada hacia las manos unidas y sonrío. — Es extraño. Somos completamente dos desconocidos, y aún así os siento tan cercano a mí.—Le miró fijamente y así se quedó unos largos segundos, en donde sus manos acariciaron las ajenas, envolviéndolas de una reconfortante y dulce calidez. — Que solo deseo acompañaros a donde quieran vuestros labios. —Concluyó con una dulce sonrisa, esperando que lograra alegrar con ella el corazon de Violante.
Perdida completamente en su mirada llegaron al salón donde ni se preocupó por conocer el paradero de su familia, solo deseaba bailar junto a aquel joven, cuál se adelantó un paso y tomándola por la cintura, provocando el sonrojo de sus mejillas la acercó a él. Y como si la música fuera la idónea para ellos, The Sleeping Beauty empezó a sonar con su melodía y ambos empezaron a voltear por la pista como tantas otras parejas, mirándose a los ojos en cada momento permaneciendo sonriente, disfrutando por primera vez de un autentico vals. Al compas de la música y totalmente acoplada a los pasos de su pareja, Aidara disfrutó felizmente de aquella pieza y aunque estuvieran rodeados por doquier, para ella no existían. Solo estaban él y ella danzando con las dulces sonrisas que sus labios dibujaban, grabando cada detalle en su memoria, eternizando el momento para siempre.
Violante era un buen bailarín, Aidara por eso no se quedaba atrás y todo y que permanecía siguiendo en todo momento a su pareja, sabia como moverse, lucir aquel vestido que a las vueltas se ondeaba en un mar de telas azules, como sus ojos brillaban bajo la luz que los alumbraba. Con una dulce sonrisa no era consciente de los mormullos de su alrededor, ni de los curiosos que dejaban de bailar para contemplar como el príncipe bailaba con ella, hasta que observando como Violante apartaba un momento su mirada de la de ella, hizo lo mismo encontrándose con la mirada de algunos curiosos. Frunciendo el ceño sin entender, se volvió hacia él encontrándose de nuevo con aquella mirada que la hechizaba, como nunca nadie nunca lo hizo. Dieron dos vueltas más y finalmente las palabras de Violante rompieron el silencio establecido entre ellos dos, el que solo con sus sonrisas y alguna risa suave se habían dado el lujo de romper.
"¿Un príncipe..?" Se preguntó confundida, siguiendo a aquella primera revelación, la suplica de él. Una súplica que creía innecesaria, ya que todo y que era una dama de noble cuna, Violante nunca se presentó como príncipe hasta ahora, por lo que parecía no querer dar a conocer su titulo, que al fin y al cabo era eso. Un titulo con sus múltiples deberes y obligaciones. Mirándole dulcemente negó con la cabeza, y abriendo la boca fue a hablar cuando sin querer él la pisó terminando el baile abruptamente.
— Príncipe... —Susurró preocupada al verle de nuevo con aquella mirada que le partía el alma. “No me miréis así… esa mirada me daña como mil cuchillos a mi corazon.” Apretó la mano que sostenía Violante, encontrándose con el aire vacio que ahora los separaba. Sin poder comprender todo el dolor de los ojos ajenos, se quedó mirándole fijamente, rogando para que volviera a acercarse a ella. La música seguía pero para ellos ya no existía ningún baile. Extrañando las cómplices sonrisas que segundos antes se dedicaban, no pudo más que quedarse viéndole como le daba la espalda y se alejaba de la sala, sintiendo no solo una gran mayoría de las miradas del lugar, si no un frío inmenso que helaba su alma.
Miró a la gente y vio en muchas mujeres el regaño y hasta la burla. Su príncipe la habia dejado allí sola y todas se jactaban de ello. Seguramente el rumor tardaría poco en extenderse hasta llegar a oídos de su familia. Pero aquello ahora mismo no le importaba, y de un momento a otro decidió seguirle, porque no podía dejarle escapar. Le hubiera dado igual que fuera un campesino sin oro ni joyas, ella no perseguía esos valores, ella perseguía lo que dentro del príncipe residía, el joven dulce que con solo una sonrisa hacia que olvidara todo a su alrededor.
Pasó entre la gente mientras el vals daba a su fin. Las últimas notas parecieron tristes, no tan tristes como el latido de su corazon, que ahora muerto de pena y con miedo por no encontrarlo latía inseguro. Al salir del salón dudó unos segundos por donde buscarlo, ya no habia rastros de él y fiándose de su instinto que le gritaba que volviera a donde lo habia conocido, fue hacia el balcón.
Al entrar al balcón su corazon se calmó al ver su figura, su sombra recortada por la luz de la luna. Lentamente caminó hacia él dejando que la cortina que los separaba del resto de la gente cayera separándolos del resto, creando un mundo donde solo estaban ellos dos. Acercándosele por uno de sus costados, lo tomó de un brazo y suavemente tiró hacia ella, volteándolo para que sus ojos volvieran a encontrarse.
— Porque huisteis? — Preguntó — Que seáis un príncipe o no... no importa. Podríais haber sido un campesino, que habría corrido detrás vuestro igual. Sólo es un título que apenas nos define. Puede ser importante para mis padres, para sus planes, pero no para mí... — Añadió mirándole con una dulce sonrisa mientras alzaba su mano y acariciaba su fría mejilla con ternura. — A mí sólo me importa quién soys, y sé que dentro de ti hay mucho más que un Príncipe escondido. — Se acercó un paso más a él y dejando aquella fría mejilla, sus manos tomaron las de él, sintiendo aquella frialdad de su piel, lo que le preocupó. Daria lo que fuera por poder ofrecerle la calidez que a ella le sobraba. — Estas tan frío… —Susurró bajando sus labios a aquellas manos, las que besó con sus cálidos labios. Tras aquellos besos volvió a mirarle y apretó sus manos entre las suyas.
— Decidme que os inflige, por favor.—Rogó ahora ella — No me gusta veros así y hoy es una noche demasiado hermosa para permanecer así, no creéis? —Le sonrío y desviando un momento sus ojos a la luna, suspiró y volvió a fijar la mirada en él. — Os seguí solo os fuisteis, pero tuve miedo de no veros más, nunca más. Porque ahora, aquí… no hay un lugar donde prefiera estar si no es en vuestra compañía.—Sonrojada, bajó la mirada hacia las manos unidas y sonrío. — Es extraño. Somos completamente dos desconocidos, y aún así os siento tan cercano a mí.—Le miró fijamente y así se quedó unos largos segundos, en donde sus manos acariciaron las ajenas, envolviéndolas de una reconfortante y dulce calidez. — Que solo deseo acompañaros a donde quieran vuestros labios. —Concluyó con una dulce sonrisa, esperando que lograra alegrar con ella el corazon de Violante.
Aidara Dupont- Vampiro Clase Alta
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Re: Déjà Vu | Aidara Dupont
Aunque la escuchó venir por el ruido de sus zapatillas, lo primero que quiso captar de ella fue su perfume, con el corazón latiendo confundido y abolido Aidara se acercó al príncipe, éste pudo sentir la delgada mano depositada en su brazo y dejándose mover encaró los dulces ojos de la mujer que ya amaba. —Confiaba en que tus interéses por mi corona no existieran, lo sabía perfectamente porque siento que te conozco, pero la gente en el interior no lo ve así— respondió en el momento en el que ella tocó sus mejillas; escuchó el susurro de de Aidara pero no dijo nada, se limitó a sonreír.
–¿Qué me aflige?– se preguntó a él, –¿puedo decirle que creo que he olvidado el rostro de Ainara y en mi desesperación de recordarlo tomé el de ella para suplantar el vacío con el que vivo?– caviló confiado en que sus pensamientos paranóicos no tenían ninguna clase de fundamento para sostenerlo, además, de que él no deseaba que así fuera.
Violante acurrucó las manos de Aidara y las llevó a su pecho, –¿Sólo deseas acompañarme a donde quiera?– pensó mientras le sonreía con naturalidad. Entonces meditó y evocó el pasado, Ainara se entregó a él luego de escuchar la promesa de libertad, de la seducción que él ejercía sobre ella, con la única intensión de tomar el cuerpo vírgen y abandonarla como lo hacía con cualquier mujer; pero ahora, Aidara ¿por qué se ofrecía a Violante? ¿Cuál era el motivo cuando él príncipe no ha pretendido seducirla en nigún momento? Ni sopesarlo entró en la incertidumbre de conocer la razón, ella argumentaba que se trataba de un extraño vínculo y por ese sentimiento de cercanía estaba dispuesta a entregarse a él. Pero Violante se sintió despreciable, ¿cuál era su motivo? ¿Acaso no tiene que ver con Ainara?
Un par de lágrimas aparecieron en sus ojos tornándolos rojos, el vampiro contuvo su llanto y decidió en aquel momento olvidar a Ainara y entregarse al amor que Aidara le ofrecía, un amor que sanaría su corazón, una aventura que él quería recorrer a su lado, pero antes de continuar era el momento para desenmascarar su verdadera naturaleza con el temor de que lo rechace por ello.
—¿Puedes escuchar el latido de mi corazón?— le preguntó al tiempo que sus ojos perdían la tonalidad roja a causa de las lágrimas que estuvieron a punto de desbordarse. —¿Por qué mi piel es tan fría, tan lisa, tan dura?— continuó llevando una de las manos femeninas a su fino y níveo mentón, dejando que su cálida palma se contagiara del frío que él emanaba. —¿Por qué mis ojos se tornaron rojos de pronto?— sé que son preguntas que se han cruzado por tu mente.
El príncipe liberó las manos de Aidara y desabotonó su saco, su chaleco y su camisa dejando que su inmaculado pecho y torso se mostraran a la ruborizada dama. Luego, tomó una de las delgadas y largas manos para llevarla a su pecho, a su corazón. —¡Lo sientes!— dijo con un tono abatido y descansó sus ojos en un camastro de tristeza. —Siento una inmensa revolución al verte, al tenerte frente a mí, no quiero que nos separemos nunca, quiero que seas mi compañera y pese a eso... no puedes escuchar el latido de mi corazón— continuó liberando nuevamente la mano de ella para que la retirara o la manteniera ahí.
El príncipe exhaló dibujando una sonrisa que deseaba aspirar a ser alegre, —siento un rubor en mi rostro, sin embargo, tu no puedes verlo, ni sentirlo, tan sólo la imagen de una piel inmaculada y fría es la que tus ojos presencian al verme— Violante miró esos ojos confundidos y esbozó una sonrisa, —¿qué me aflige?— preguntó con una pizca de mordacidad. —Temo que al saber quién soy detrás de ese príncipe, de esta figura que ves, te horrorice mi verdadera apariencia, mi verdadero yo— su voz melancolica sonó por el balcón y la tomó de las manos a prisa para que no huyera si esa era su intensión, pues, el príncipe no quería leer la mente de la bella Aidara.
Los labios de Violante besaron las manos de ella, —soy la leyenda que el cuentacuentos narra para espantar a la gente, soy el demonio que bebe sangre... soy un vampiro— y diciendo eso abrió un poco más su boca para que sus colmillos se revelaran a los ojos de Aidara, él príncipe volvió a liberar las manos sin dejar de ver el alma de Aidara a través de sus azules ojos. —¿Aún así me acompañarías a donde mis labios digan?— cuestionó observando como el viento penetraba el lugar meciendo el largo y dorado cabello de Aidara.
–¿Qué me aflige?– se preguntó a él, –¿puedo decirle que creo que he olvidado el rostro de Ainara y en mi desesperación de recordarlo tomé el de ella para suplantar el vacío con el que vivo?– caviló confiado en que sus pensamientos paranóicos no tenían ninguna clase de fundamento para sostenerlo, además, de que él no deseaba que así fuera.
Violante acurrucó las manos de Aidara y las llevó a su pecho, –¿Sólo deseas acompañarme a donde quiera?– pensó mientras le sonreía con naturalidad. Entonces meditó y evocó el pasado, Ainara se entregó a él luego de escuchar la promesa de libertad, de la seducción que él ejercía sobre ella, con la única intensión de tomar el cuerpo vírgen y abandonarla como lo hacía con cualquier mujer; pero ahora, Aidara ¿por qué se ofrecía a Violante? ¿Cuál era el motivo cuando él príncipe no ha pretendido seducirla en nigún momento? Ni sopesarlo entró en la incertidumbre de conocer la razón, ella argumentaba que se trataba de un extraño vínculo y por ese sentimiento de cercanía estaba dispuesta a entregarse a él. Pero Violante se sintió despreciable, ¿cuál era su motivo? ¿Acaso no tiene que ver con Ainara?
Un par de lágrimas aparecieron en sus ojos tornándolos rojos, el vampiro contuvo su llanto y decidió en aquel momento olvidar a Ainara y entregarse al amor que Aidara le ofrecía, un amor que sanaría su corazón, una aventura que él quería recorrer a su lado, pero antes de continuar era el momento para desenmascarar su verdadera naturaleza con el temor de que lo rechace por ello.
—¿Puedes escuchar el latido de mi corazón?— le preguntó al tiempo que sus ojos perdían la tonalidad roja a causa de las lágrimas que estuvieron a punto de desbordarse. —¿Por qué mi piel es tan fría, tan lisa, tan dura?— continuó llevando una de las manos femeninas a su fino y níveo mentón, dejando que su cálida palma se contagiara del frío que él emanaba. —¿Por qué mis ojos se tornaron rojos de pronto?— sé que son preguntas que se han cruzado por tu mente.
El príncipe liberó las manos de Aidara y desabotonó su saco, su chaleco y su camisa dejando que su inmaculado pecho y torso se mostraran a la ruborizada dama. Luego, tomó una de las delgadas y largas manos para llevarla a su pecho, a su corazón. —¡Lo sientes!— dijo con un tono abatido y descansó sus ojos en un camastro de tristeza. —Siento una inmensa revolución al verte, al tenerte frente a mí, no quiero que nos separemos nunca, quiero que seas mi compañera y pese a eso... no puedes escuchar el latido de mi corazón— continuó liberando nuevamente la mano de ella para que la retirara o la manteniera ahí.
El príncipe exhaló dibujando una sonrisa que deseaba aspirar a ser alegre, —siento un rubor en mi rostro, sin embargo, tu no puedes verlo, ni sentirlo, tan sólo la imagen de una piel inmaculada y fría es la que tus ojos presencian al verme— Violante miró esos ojos confundidos y esbozó una sonrisa, —¿qué me aflige?— preguntó con una pizca de mordacidad. —Temo que al saber quién soy detrás de ese príncipe, de esta figura que ves, te horrorice mi verdadera apariencia, mi verdadero yo— su voz melancolica sonó por el balcón y la tomó de las manos a prisa para que no huyera si esa era su intensión, pues, el príncipe no quería leer la mente de la bella Aidara.
Los labios de Violante besaron las manos de ella, —soy la leyenda que el cuentacuentos narra para espantar a la gente, soy el demonio que bebe sangre... soy un vampiro— y diciendo eso abrió un poco más su boca para que sus colmillos se revelaran a los ojos de Aidara, él príncipe volvió a liberar las manos sin dejar de ver el alma de Aidara a través de sus azules ojos. —¿Aún así me acompañarías a donde mis labios digan?— cuestionó observando como el viento penetraba el lugar meciendo el largo y dorado cabello de Aidara.
Violante- Vampiro Clase Baja
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Re: Déjà Vu | Aidara Dupont
Sintiendo las frías manos ahora envolviendo las suyas, acercándolas hasta llevarlas a su pecho, se sonrojó perdida en aquella sonrisa que le dedicaba el príncipe. "¿Sería todo aquello real?" Se preguntó por unos instantes temiendo que todo fuera un sueño del que algún día tuviera que despertar. Y allí estaba ella junto a él, la cortina los separaba del resto mientras el viento mecía sus cabellos dorados. Ella por su lado contemplaba a Violante, como quien ve a un ángel. Los rayos dorados de la luna, le daba un brillo celestial a su figura."Mi ángel caído… "Susurró en su mente para si, viéndole aún en sus sonrisas aquella tristeza que parecía separarlo de ella, como un muro inquebrantable pero del que se encargaría de sobrepasar y llegar a él. Aunque fuera solo una joven, sencilla y humilde de alta clase. “De seguro no soy lo que alguien querría para un príncipe…” Sus ojos ante sus pensamientos adquirieron una tonalidad mas apagada, en un velo de tristeza, cuando sorprendida observó como de los ojos de Violante aparecían lagrimas y ante ella, aquellos orbes oscuros se teñían en sangre.
Alarmada fue a secar las lágrimas con sus dedos, cuando la voz masculina interrumpió el silencio de sus pensamientos, quedándose con una de las manos suspendida en el aire. —Violante… —Susurró confundida sin saber donde quería llegar con aquellas preguntas. La mano suspendida fue tomada por la fría de él y llevada hacia su mentón donde tras un escalofrió sintió de nuevo aquella fría piel hacer contacto con la suya. —¿Como que no te late el corazón? No te comprendo… y estas tan frío. —Musitó de nuevo con la preocupación en su voz. Ante su última pregunta se quedó mirando aquellos ojos, cayendo en la cuenta que volvían a ser oscuros, sin el rastro carmesí oscuro que antes habían adquirido, haciendo que su corazón latiera más fuerte en su pecho.
En su inocente mente pensó que quizás estaba enfermo, había oído hablar de jóvenes fríos, de fiebres que hacían delirar…Habían tantos rumores de extraños sucesos. —Si estáis enfermo, no me importa… yo… —Empezó a decir, ruborizándose cuando empezó a quitarse sus prendas, quedando con el pecho descubierto. Ella bajó la mirada avergonzada de que la viera con aquel sonrojo inocente, pero al sentir que de nuevo sus manos eran llevadas hacia su pecho, alzó la mirada y por primera vez fue consciente de algo. Él decía la verdad, no le sentía el corazón. Abrió la boca para hablar, cerrándola volviendo su mirada a donde sus manos buscaban su pulso que no encontraban y frunció el ceño. “Mi ángel que te ocurre?” No le encontraba una explicación, y el tono con que él le hablaba, la sumía también en la tristeza. El príncipe la liberó del agarre de sus manos, pero ella no las apartó. Pese a aquella fría piel, le gustaba sentirla. El príncipe enviaba miles de estremecimientos a su cuerpo, con el más ligero roce entre ellos.
— Violante ¿Qué te ocurre? —Preguntó confundida escuchándole, cayendo en cada tono, en cada sonrisa de él. — Jamás me horrorizaríais… —Contestó al tiempo que sus manos volvían estar agarradas y fue llevada mas cerca de él. Esta vez quien bajó los labios a besar las manos, fue el príncipe. Con una mirada dulce y tierna, sintiéndose completamente rendida a él le sonrío. Sonrisa que desapareció al oír su confesión y entrever unos colmillos. “¿Eres a caso un brujo?" —Es esto una ilusión? Los cuentos de terror... solo son eso, y tú no puedes ser malo. —Dijo con firmeza frunciendo el ceño, pese a que su corazón latía atemorizado, como quien sabe que es la presa del depredador, ella se quedó en el lugar mirándole los colmillos. Lentamente se deshizo del agarre ajeno, y liberando una de sus manos la alzó, llevándola hacia los labios de él. Le miró con una pizca de curiosidad en su mirada. — ¿Puedo...? —Preguntó llevando aquella mano a los labios fríos, acariciándolos, para después de observar los movimientos de él, y aquella mirada, se armó de confianza y acarició con uno de sus dedos el colmillo mas próximo. Se sentía muy real, como si fueran hechos del más fino marfil. Con curiosidad y sin darse cuenta llevó el dedo a la punta, pinchándose con ella. Entrecerró los ojos con dolor al tiempo que apartaba de allí el dedo y veía el pinchazo del que ahora nacía una gota de sangre. “Son reales… eres real. Pero como?” Miles de preguntas atacaban su mente. —Lo siento. —Se disculpó por haberse creado a si misma una herida por su inconsciencia, sin querer que se molestara por ello. —Estoy bien…solo ha sido un pinchazo. —Añadió al verle preocupación en el rostro.
Se quedó unos segundos mirándole, sin saber que decir o hacer. Sentía el índice del dedo latir, pero no le importaba, ahora tenia algo mas importante de lo que preocuparse, y quería sacar de aquel rostro la tristeza que en él había. Volver a ver a Violante sonreírle. —No me importa. Príncipe... vampiro… y lo que más seas. No importa. —Dijo consciente de que su corazón latía nervioso pero de que por otro lado se sentía a salvo, protegido, por que simplemente ella confiaba en él, y de haberle hecho querido hacer daño ya se lo habría hecho. — te acompañaré donde tus labios me digan. Por que sé que no me harás daño. Confió en ti y para mi, eso es suficiente. —Contestó finalmente a su pregunta sin apartar sus ojos de los de él. — No negaré que todo esto me pille desprevenida…yo no pensé nunca que... —Suspira sin encontrar las palabras.— Pero si hay algo de lo que estoy convencida, es que no te temo. No puedo hacerlo. Seas lo que seas, no echaré a correr. No huiré de ti. —Sentenció decidida, pese a que su corazón cantaba acelerado para él, nervioso pero lentamente volviendo a la calma.
“¿Por qué me miras así? Si nos hemos cruzado no ha sido por casualidad… verdad?” Le preguntó a él por su mente, como si él pudiera de alguna forma oírla y calmar sus miedos. “No lo entiendes? Llevo toda mi joven vida esperándote…y pensé que ya no te encontraría.” Sus brillantes, puros e inocentes ojos no dejaban de mirar al príncipe. Volviendo a tomar una de sus manos entre las suyas, la acercó esta vez hacia su pecho, hacia su corazón latente. —Si me dejas, el mío puede latir también por ti. —Susurró con una dulce sonrisa dejando la fría mano allí junto a su corazón y calidez, mientras dejaba caer a uno de sus costados la mano con el índice del dedo herido, sintiendo como las pequeñas gotas de su sangre empezaban a derramarse cayendo al suelo impoluto de aquel balcón en el que se encontraban.
Aidara Dupont- Vampiro Clase Alta
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Re: Déjà Vu | Aidara Dupont
No cabí duda que la inocencia de Aidara estaba pronunciada, –¿realmente estás consciente de la magnitud de tus palabras... querida mía?– se cuestionó más para sí que para ella. Y sin poder evitarlo se disparó aquel recuerdo, aquellas palabras de Ainara «tienes razón, mi corazón ahora late acelerado por ti, es el motor de esto que llamamos vida...pero también se detendrá tarde o temprano... prefiero que se detenga ahora para abrirme paso a la eternidad a tu lado, a que se detenga mañana... cuando ya no haya vuelta atrás para nosotros... yo te amo Violante... sólo por eso no me obligas a renunciar a nada... por que por ti... con gusto daría todo lo que soy...» ¿Cómo ese recuerdo no podría ser verdad?
Sea como fuere, Violante estaba decidido a no pedirle a Aidara ser su compañera, no le sedería el don oscuro para condenarla como lo hizo con su ilusión llamada Ainara. Sentir quel corazón serenándose sobre su fría mano le daba una seguridad que no había sentido, una seguridad no física, sino espíritual, a su lado la tristeza desaparecía.
—Sí Aidara, quiero que seas parte de mí, quiero que me acompañes, quiero cuidarte y aferrarte entre mis brazos... Pero también— el corazón de Aidara volvía a acelerarse con cada palabra de Violante, él mantenía su vista en el cuello ajeno, un color lo llamaba, pronto, el corazón de Aidara se volvió un arrebatador deseo de tomarlo, la mano del príncipe se deslizó del pecho de Aidara a su hombro y luego al cuello acariciándolo con sutileza. —Siempre correrás peligro junto a mí, llevas toda la vida esperándome, pensabas que no me encontrarías pero lo que hayaste es el hado de la muerte, una muerte que te ama desde el primer momento en el que te vio pero que le es imposible negar su naturaleza— dijo en un tono diferente a como se había expresado anteriormente, no era triste, se acercaba más bien a una seducción
La mano que se encuentraba libre tomó el dedo herido de Aidara y lo levantó, luego delineó los labios del príncipe con la sangre escarlata. —Tu sangre siempre será mi motivo por él que añore desesperádamente tu cuerpo, ese elixir me alimentará irremediablemente convirtiéndose para ti en una obsesión, será el máximo placer que podrás conocer... Aidara, no te puedo exponer a eso...— amenazó con sutileza mientras chupaba la sangre y después la lamía para cicatrizar la herida hasta el punto de hacerla desaparecer.
La sangre le recorrió todo el cuerpo haciéndolo estremecer, sus ojos obtuvieron un brillo astuto y vio a Aidara como una mujer que él deseaba, a su recuerdo volvió la noche con Ainara, aquella noche, en ese mismo balcón bebió de ella y la hizo mujer al mismo tiempo. Pero ese brillo desapareció pronto, Aidara no era cualquier mujer, era su luz, la luz que lo ayudaría a sanar y al comprender eso le soltó sus manos.
—No sé que es lo que deseo realmente Aidara, mi impulsividad podría hacer que te rapte y te lleve a un lugar lejos de la humanidad, donde tu y yo seamos lo único que exista, como dos inmortales que se aman... Pero eso es condenarte... Dime Aidara... ¿qué es lo que tu quieres tu de mí?, ya me incliné a ti en un ruego, y lo puedo volver a hacer... Quiero ser parte de tu vida pero no sé cómo... Tu dime— casi rogo volviendo a sujetarle las níveas manos.
—¡Te amo!— le sorprendió y la besó en la comisura de los labios.
Sea como fuere, Violante estaba decidido a no pedirle a Aidara ser su compañera, no le sedería el don oscuro para condenarla como lo hizo con su ilusión llamada Ainara. Sentir quel corazón serenándose sobre su fría mano le daba una seguridad que no había sentido, una seguridad no física, sino espíritual, a su lado la tristeza desaparecía.
—Sí Aidara, quiero que seas parte de mí, quiero que me acompañes, quiero cuidarte y aferrarte entre mis brazos... Pero también— el corazón de Aidara volvía a acelerarse con cada palabra de Violante, él mantenía su vista en el cuello ajeno, un color lo llamaba, pronto, el corazón de Aidara se volvió un arrebatador deseo de tomarlo, la mano del príncipe se deslizó del pecho de Aidara a su hombro y luego al cuello acariciándolo con sutileza. —Siempre correrás peligro junto a mí, llevas toda la vida esperándome, pensabas que no me encontrarías pero lo que hayaste es el hado de la muerte, una muerte que te ama desde el primer momento en el que te vio pero que le es imposible negar su naturaleza— dijo en un tono diferente a como se había expresado anteriormente, no era triste, se acercaba más bien a una seducción
La mano que se encuentraba libre tomó el dedo herido de Aidara y lo levantó, luego delineó los labios del príncipe con la sangre escarlata. —Tu sangre siempre será mi motivo por él que añore desesperádamente tu cuerpo, ese elixir me alimentará irremediablemente convirtiéndose para ti en una obsesión, será el máximo placer que podrás conocer... Aidara, no te puedo exponer a eso...— amenazó con sutileza mientras chupaba la sangre y después la lamía para cicatrizar la herida hasta el punto de hacerla desaparecer.
La sangre le recorrió todo el cuerpo haciéndolo estremecer, sus ojos obtuvieron un brillo astuto y vio a Aidara como una mujer que él deseaba, a su recuerdo volvió la noche con Ainara, aquella noche, en ese mismo balcón bebió de ella y la hizo mujer al mismo tiempo. Pero ese brillo desapareció pronto, Aidara no era cualquier mujer, era su luz, la luz que lo ayudaría a sanar y al comprender eso le soltó sus manos.
—No sé que es lo que deseo realmente Aidara, mi impulsividad podría hacer que te rapte y te lleve a un lugar lejos de la humanidad, donde tu y yo seamos lo único que exista, como dos inmortales que se aman... Pero eso es condenarte... Dime Aidara... ¿qué es lo que tu quieres tu de mí?, ya me incliné a ti en un ruego, y lo puedo volver a hacer... Quiero ser parte de tu vida pero no sé cómo... Tu dime— casi rogo volviendo a sujetarle las níveas manos.
—¡Te amo!— le sorprendió y la besó en la comisura de los labios.
Violante- Vampiro Clase Baja
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Re: Déjà Vu | Aidara Dupont
Aún con la mano de Violante en su corazón, en ningún momento dejó de mirarle, mostrando así su aceptación a lo que él era, a lo que él representaba. A cada palabra de él, más se convencía de que debía estar con él, que aquel era su lugar… que era él al que tanto había esperado desde pequeña.“¿Pero también…? Que deseas más de mi? Yo te doy todo lo que tengo si deseas…” pensó sintiendo su corazón acelerarse bajo su pecho. Violante le miró el cuello y ella tembló sintiendo la sutil caricia que pasó de su pecho a aquel cuello que él tanto contemplaba.— Violante… —Susurró nerviosa segundos antes que en tono seductor del vampiro, ahora un suave susurro rompiera aquella tensión.
Petrificada, sintiendo ahora más que nunca la fragilidad de su cuello contra aquella mano y la fuerza con la que se sentía su pulso desde aquella parte de ella, sonrojada le miró y a cada palabra de sus labios parecía perderse en el hechizo que tejía a su alrededor, que pese a no necesitarlo con ella, reinaba en el aire entrando aquel influjo en ella, calmando, seduciendo aquel corazón que perdido también en aquel tono, empezó a bajar sus pulsaciones, quedando adormilado bajo su pecho.
Incapaz de contestarle, dejó que tomara su dedo herido levantándolo ante ella para delinear con la sangre de la pequeña herida sus masculinos labios. Un suspiro escapó de sus labios y cerró los ojos cuando Violante llevo el dedo a sus labios limpiando la herida con sus labios, quedándose sorprendida cuando en cambio de sentir un nuevo pinchazo de sus colmillos, sintió la suave caricia de su lengua, lamiendo la herida.— No me importa…Yo quiero darte todo lo que quieras. Y da lo mismo que sea mi sangre. —Abrió los ojos y le miró. — Siempre puedo recuperarla… solo con que no bebas todo, quedaran esperanzas para mí… no?—Titubeó a esto último, ya que no conocía bien aquel mundo, apenas ahora era todo tan recenté que aún guardaba sus dudas de que aquello no fuera real. “No quiero que seas un sueño.” Exclamó en su mente, negándose a la idea de lo que fuera cuando viéndole aprecio un cambio de luz en aquellos ojos que la contemplaban a la luz de la luna.
Por unos segundos volvió a sentirse presa, un pequeño y delicado conejo al acecho por un indómito león, cual no dejaba de acariciar su cuello en una sutil caricia, relajándola pero también estremeciendo aquella fina y blanca piel de ella. Antes de que pudiera preguntar qué le ocurría, porque aquel cambio de color, volvió a tener el mismo brillo y rápidamente la soltó de las manos. La sensación de vacío irrumpió su alma de pronto, siendo sustituida por una gran calidez en su corazón al oírle casi tan desesperado como ella para saber que toda aquella noche no era solo un sueño de su soñadora mente. “No desesperes amor, ya encontraremos el camino. Si hacemos caso a nuestros corazones, todo terminara bien… no temas.” Volviendo a tener las manos entre las suyas, le sonrío tomándole por sorpresa cuando se inclinó y le besó en la comisura de los labios.
Sus mejillas volvieron a colorearse y junto el corazón desbocado, no dejó que se apartara de ella y en un ademán, unió sus labios contra los de él y le besó, sintiendo sus fríos labios rozando los suyos en suaves caricias. Siguió lentamente rozando sus labios, saboreándolos. —Yo también lo hago Violante…—Sonrío contra sus labios dichosa, olvidando todo lo demás. —Te amo. Desde que me miraste, desde aquel instante y mucho antes, en mi mente ya te amé…—susurró mirándole fijamente, sin desviar jamás sus ojos de los suyos.
—Y por lo de tu impulsividad… por mis deseos. Yo solo quiero que seas como realmente eres. Muérdeme, condéname si es tu deseo… —Apretó las manos entre las ajenas, ofreciéndole la calidez de su alma en aquel gesto. —Protégeme desde las sombras, desde la luz. Me importa poco donde me lleves, siempre que sea a tu lado… — Agregó con una suave sonrisa que dulcificó su rostro aún más. —Ya no sé que mas desear si lo que siento que esperé tanto tiempo esta frente a mí. —Volvió a unir sus labios en un tierno y lento beso, terminando por exhalar un suspiro contra ellos. —Solo quiero una cosa… Por favor no me dejes sola. —Le rogó con la mirada a apenas distancia de nuevo de aquellos labios que tanto la tentaban para volver a besarlos. Soltándose del agarre de las manos, se abrazó a él, recostándose contra su cuerpo, escondiendo la cabeza en el hueco de su frio cuello de granito. —Prométemelo… violante, por favor. —Insistió abrazada, aferradandose a lo más preciado, él.
Lentamente tras el balcón el bullicio de la fiesta estaba en su máximo esplendor. Se oía la música, el gentío, y en una de esas le pareció escuchar su nombre. ¿Alguien la llamaba? ¿Seria ya tan tarde, como para que sus padres decidieran marchar tras el visto bueno a la celebración del futuro matrimonio entre su hermana mayor y su prometido? Negó con la cabeza imperceptiblemente aún en aquel abrazo, rodeada del aroma de Violante, una intensa y fresca esencia que rezumaba su piel, atrayéndola aún más como la miel a las abejas. “No deseo irme de tu lado, haz algo…Luna tu que has hecho que nos encontrásemos, por favor que mis padres no me anden buscando, que no me encuentren. No deseo irme de aquí.” Negada a decirlo en voz alta, dejó que sus pensamientos hablaran solos mientras cada vez más cerca oía su nombre.
—Me llaman. —Tuvo que decir al final en un triste susurro, apartándose lo suficiente para poder mirarle a los ojos. Al mirarle a los ojos se quedó en silencio y por unos segundos restó allí mirándole con ojos brillantes llenos de ternura, amor e inocencia. Desvió finalmente la vista hacia el jardín y sonrío volviendo a mirarle. — Vayamos a los jardines. A dar una vuelta… a donde sea, siempre y cuando no deba de despedirme de ti tan temprano.— Se acercó hacia la comisura de sus fríos labios y le besó, quedándose allí. — Sácame de aquí.
Petrificada, sintiendo ahora más que nunca la fragilidad de su cuello contra aquella mano y la fuerza con la que se sentía su pulso desde aquella parte de ella, sonrojada le miró y a cada palabra de sus labios parecía perderse en el hechizo que tejía a su alrededor, que pese a no necesitarlo con ella, reinaba en el aire entrando aquel influjo en ella, calmando, seduciendo aquel corazón que perdido también en aquel tono, empezó a bajar sus pulsaciones, quedando adormilado bajo su pecho.
Incapaz de contestarle, dejó que tomara su dedo herido levantándolo ante ella para delinear con la sangre de la pequeña herida sus masculinos labios. Un suspiro escapó de sus labios y cerró los ojos cuando Violante llevo el dedo a sus labios limpiando la herida con sus labios, quedándose sorprendida cuando en cambio de sentir un nuevo pinchazo de sus colmillos, sintió la suave caricia de su lengua, lamiendo la herida.— No me importa…Yo quiero darte todo lo que quieras. Y da lo mismo que sea mi sangre. —Abrió los ojos y le miró. — Siempre puedo recuperarla… solo con que no bebas todo, quedaran esperanzas para mí… no?—Titubeó a esto último, ya que no conocía bien aquel mundo, apenas ahora era todo tan recenté que aún guardaba sus dudas de que aquello no fuera real. “No quiero que seas un sueño.” Exclamó en su mente, negándose a la idea de lo que fuera cuando viéndole aprecio un cambio de luz en aquellos ojos que la contemplaban a la luz de la luna.
Por unos segundos volvió a sentirse presa, un pequeño y delicado conejo al acecho por un indómito león, cual no dejaba de acariciar su cuello en una sutil caricia, relajándola pero también estremeciendo aquella fina y blanca piel de ella. Antes de que pudiera preguntar qué le ocurría, porque aquel cambio de color, volvió a tener el mismo brillo y rápidamente la soltó de las manos. La sensación de vacío irrumpió su alma de pronto, siendo sustituida por una gran calidez en su corazón al oírle casi tan desesperado como ella para saber que toda aquella noche no era solo un sueño de su soñadora mente. “No desesperes amor, ya encontraremos el camino. Si hacemos caso a nuestros corazones, todo terminara bien… no temas.” Volviendo a tener las manos entre las suyas, le sonrío tomándole por sorpresa cuando se inclinó y le besó en la comisura de los labios.
Sus mejillas volvieron a colorearse y junto el corazón desbocado, no dejó que se apartara de ella y en un ademán, unió sus labios contra los de él y le besó, sintiendo sus fríos labios rozando los suyos en suaves caricias. Siguió lentamente rozando sus labios, saboreándolos. —Yo también lo hago Violante…—Sonrío contra sus labios dichosa, olvidando todo lo demás. —Te amo. Desde que me miraste, desde aquel instante y mucho antes, en mi mente ya te amé…—susurró mirándole fijamente, sin desviar jamás sus ojos de los suyos.
—Y por lo de tu impulsividad… por mis deseos. Yo solo quiero que seas como realmente eres. Muérdeme, condéname si es tu deseo… —Apretó las manos entre las ajenas, ofreciéndole la calidez de su alma en aquel gesto. —Protégeme desde las sombras, desde la luz. Me importa poco donde me lleves, siempre que sea a tu lado… — Agregó con una suave sonrisa que dulcificó su rostro aún más. —Ya no sé que mas desear si lo que siento que esperé tanto tiempo esta frente a mí. —Volvió a unir sus labios en un tierno y lento beso, terminando por exhalar un suspiro contra ellos. —Solo quiero una cosa… Por favor no me dejes sola. —Le rogó con la mirada a apenas distancia de nuevo de aquellos labios que tanto la tentaban para volver a besarlos. Soltándose del agarre de las manos, se abrazó a él, recostándose contra su cuerpo, escondiendo la cabeza en el hueco de su frio cuello de granito. —Prométemelo… violante, por favor. —Insistió abrazada, aferradandose a lo más preciado, él.
Lentamente tras el balcón el bullicio de la fiesta estaba en su máximo esplendor. Se oía la música, el gentío, y en una de esas le pareció escuchar su nombre. ¿Alguien la llamaba? ¿Seria ya tan tarde, como para que sus padres decidieran marchar tras el visto bueno a la celebración del futuro matrimonio entre su hermana mayor y su prometido? Negó con la cabeza imperceptiblemente aún en aquel abrazo, rodeada del aroma de Violante, una intensa y fresca esencia que rezumaba su piel, atrayéndola aún más como la miel a las abejas. “No deseo irme de tu lado, haz algo…Luna tu que has hecho que nos encontrásemos, por favor que mis padres no me anden buscando, que no me encuentren. No deseo irme de aquí.” Negada a decirlo en voz alta, dejó que sus pensamientos hablaran solos mientras cada vez más cerca oía su nombre.
—Me llaman. —Tuvo que decir al final en un triste susurro, apartándose lo suficiente para poder mirarle a los ojos. Al mirarle a los ojos se quedó en silencio y por unos segundos restó allí mirándole con ojos brillantes llenos de ternura, amor e inocencia. Desvió finalmente la vista hacia el jardín y sonrío volviendo a mirarle. — Vayamos a los jardines. A dar una vuelta… a donde sea, siempre y cuando no deba de despedirme de ti tan temprano.— Se acercó hacia la comisura de sus fríos labios y le besó, quedándose allí. — Sácame de aquí.
Aidara Dupont- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 30/12/2013
Edad : 32
Re: Déjà Vu | Aidara Dupont
Entre sus brazos, aferrados ambos en un momento que el príncipe pensaba inmortalizar, Aidara llenaba a Violante de dicha y felicidad. —Lo prometo amor... Seré tu guardián, te protegeré cada noche, todas las noches. Dormiré pensando en ti y regresaré para verte, escucharte y resguardate de cualquier mal— le dijo oyendo lo que ella escuchaba.
—Lo sé— dijo cuando triste indicó que pronto tendría que irse. Entonces vinieron las palabras que sorprendieron a Violante, por supuesto, él era lo que quería pero ya no era el mismo, ahora pensaba que lo mejor era llevar con sus padres y dejarla ir, ya podría encontrarla mañana... Pero por mucho que se repentinó cambio así se lo exigiese sus deseos superaron la razón. Después del beso, la acercó a él y la cargó, brincó a la barandilla y luego saltó cayendo con suavidad al piso, la bajó y le tomó de la mano.
Violante se sentía completo, la miraba y ella a él mientras caminaban. Llegaron finalmente a los jardines, pasaron por la fuente que antes ella contemplaba y se sentaron en la primera banca que se encontraron. Él la acercó y la sentó en sus piernas como el padre sienta a su hija para consentirla. —Eres perfecta— dijo despejando su rostro de un par de cabellos, después acarició el rostro mirándola como la cosa más hermosa y que para él, realmente lo era.
—Siempre a tu lado, a veces en tus brazos, a veces como tu sombra, a veces compartiendo momentos, a veces en silencio... Pero siempre estaré contigo.— La besó como no lo había hecho aún él, con pasión, luego, su mano se deslizó por el cuello y luego al níveo hombro, —hay muchas cosas que pueden ser ingenuas, como lo es el decir Te amo en tu primera cita, como decir que vivir a lado de un monstruo no es problema, vivir con un asesino en casa... Beberé de ti sólo esta vez, para que descubras esa experiencia y no la pidas sí llego hablar de ella— susurró en los labios ajenos y bajo al cuello que se había movido para darle mejor acceso a su inteción, por vez primera, benevolas.
Besó un par de veces el cuello, ella estaba tensa y podía sentir el latido de su corazón, Violante no la sitió lista, como si eso antes le hubiera interesado. —No quiero te vayas, quiero que te quedes conmigo... que seas mi esposa...— y antes de que ella pudiera decir algo clavó sus dientes en el cuello. La sangre le comenzó a llegar lentamente, acariciando la lengua, la garganta; poco a poco el elixir salió de Aidara más a prisa por lo que él tuvo que detener un poco su ritmo. El príncipe la aferró en un abrazo para acelerar ligeramente el flujo sanguineo. Seguía monitoreando el corazón, liberando su fragancia seductora sin que fuera su voluntad, de tal manera que el máximo placer lo alcanzara ella y no él.
Se decía que un mortal experimentaba un placer inmenso cuando un vampiro bebe de ellos, Violante creía ese mito, lo creía porque todas sus víctimas así lo admitían. Por eso, él quería llevarla al extasis protegiendo su virginidad. Cerró sus ojos manteniendo el mismo ritmo al succionar la sangre, fue entonces que en su mente se presentó un escenario oscuro, con una lluvia pronunciada igual a una tormenta, se vio él derribado con la mujer que buscó hasta el momento en el que encontro a Aidara... se trataba de Ainara que muerta en su brazos se convertía en el centro de atención de lo que al parecer era un recuerdo.
Violante sintió terror, el amor que le presentó Aidara era puro y él lo sabía, así como que él la amaba, sabía que realmente el destino era unirlos. Pero aquella visión, aquel escenario hizo entender al príncipe que sí tomaba a Aidara como él lo deseaba y ella también, sí la desposaba alzándola como su princesa; la amenaza que asechaba al príncipe iría trás ella y la mataría como lo hizo con Ainara... nada, ni siquiera dándole la inmortalidad podría salvarla de la amenaza ciega. Lo único que podía hacer Violante era cuidar de ella como lo prometió, pero tratarla como una amiga, tenía y debía de esconder ese derroche de amor sí quería mantenerla a salvo. El príncipe no podría besarla de nuevo, no volvería a beber de su sangre, no le daría el don oscuro o se uniría a su cuerpo... No lo haría por el simple hecho de que la amaba y mantenerla feliz y con vida era lo que él quería pese a que sus deseos por ella lo torturaran noche a noche.
El príncipe dejó de beber, lamió los orificios haciéndolos sanar y se reincorporó ostentando una sonrisa sincera; aplacó su fragancia seductora dispersándola totalmente, luego, se levantaron y él tomó sus manos. —Plaza tertre— susurró y desapareció de los ojos de Aidara, marchándose de allí con el alma llorando por la desición que había tomado.
—Lo sé— dijo cuando triste indicó que pronto tendría que irse. Entonces vinieron las palabras que sorprendieron a Violante, por supuesto, él era lo que quería pero ya no era el mismo, ahora pensaba que lo mejor era llevar con sus padres y dejarla ir, ya podría encontrarla mañana... Pero por mucho que se repentinó cambio así se lo exigiese sus deseos superaron la razón. Después del beso, la acercó a él y la cargó, brincó a la barandilla y luego saltó cayendo con suavidad al piso, la bajó y le tomó de la mano.
Violante se sentía completo, la miraba y ella a él mientras caminaban. Llegaron finalmente a los jardines, pasaron por la fuente que antes ella contemplaba y se sentaron en la primera banca que se encontraron. Él la acercó y la sentó en sus piernas como el padre sienta a su hija para consentirla. —Eres perfecta— dijo despejando su rostro de un par de cabellos, después acarició el rostro mirándola como la cosa más hermosa y que para él, realmente lo era.
—Siempre a tu lado, a veces en tus brazos, a veces como tu sombra, a veces compartiendo momentos, a veces en silencio... Pero siempre estaré contigo.— La besó como no lo había hecho aún él, con pasión, luego, su mano se deslizó por el cuello y luego al níveo hombro, —hay muchas cosas que pueden ser ingenuas, como lo es el decir Te amo en tu primera cita, como decir que vivir a lado de un monstruo no es problema, vivir con un asesino en casa... Beberé de ti sólo esta vez, para que descubras esa experiencia y no la pidas sí llego hablar de ella— susurró en los labios ajenos y bajo al cuello que se había movido para darle mejor acceso a su inteción, por vez primera, benevolas.
Besó un par de veces el cuello, ella estaba tensa y podía sentir el latido de su corazón, Violante no la sitió lista, como si eso antes le hubiera interesado. —No quiero te vayas, quiero que te quedes conmigo... que seas mi esposa...— y antes de que ella pudiera decir algo clavó sus dientes en el cuello. La sangre le comenzó a llegar lentamente, acariciando la lengua, la garganta; poco a poco el elixir salió de Aidara más a prisa por lo que él tuvo que detener un poco su ritmo. El príncipe la aferró en un abrazo para acelerar ligeramente el flujo sanguineo. Seguía monitoreando el corazón, liberando su fragancia seductora sin que fuera su voluntad, de tal manera que el máximo placer lo alcanzara ella y no él.
Se decía que un mortal experimentaba un placer inmenso cuando un vampiro bebe de ellos, Violante creía ese mito, lo creía porque todas sus víctimas así lo admitían. Por eso, él quería llevarla al extasis protegiendo su virginidad. Cerró sus ojos manteniendo el mismo ritmo al succionar la sangre, fue entonces que en su mente se presentó un escenario oscuro, con una lluvia pronunciada igual a una tormenta, se vio él derribado con la mujer que buscó hasta el momento en el que encontro a Aidara... se trataba de Ainara que muerta en su brazos se convertía en el centro de atención de lo que al parecer era un recuerdo.
Violante sintió terror, el amor que le presentó Aidara era puro y él lo sabía, así como que él la amaba, sabía que realmente el destino era unirlos. Pero aquella visión, aquel escenario hizo entender al príncipe que sí tomaba a Aidara como él lo deseaba y ella también, sí la desposaba alzándola como su princesa; la amenaza que asechaba al príncipe iría trás ella y la mataría como lo hizo con Ainara... nada, ni siquiera dándole la inmortalidad podría salvarla de la amenaza ciega. Lo único que podía hacer Violante era cuidar de ella como lo prometió, pero tratarla como una amiga, tenía y debía de esconder ese derroche de amor sí quería mantenerla a salvo. El príncipe no podría besarla de nuevo, no volvería a beber de su sangre, no le daría el don oscuro o se uniría a su cuerpo... No lo haría por el simple hecho de que la amaba y mantenerla feliz y con vida era lo que él quería pese a que sus deseos por ella lo torturaran noche a noche.
El príncipe dejó de beber, lamió los orificios haciéndolos sanar y se reincorporó ostentando una sonrisa sincera; aplacó su fragancia seductora dispersándola totalmente, luego, se levantaron y él tomó sus manos. —Plaza tertre— susurró y desapareció de los ojos de Aidara, marchándose de allí con el alma llorando por la desición que había tomado.
Violante- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 07/03/2013
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: Déjà Vu | Aidara Dupont
Nada la había preparado para sentir la gravedad de cuando cargándola Violante entre sus brazos, brincaron juntos de la barandilla y cayeron al piso de abajo con suavidad. Con miedo al entender que iba a suceder, cerró los ojos y agarrándose mas fuertemente a él dejó que el grito de su garganta quedara silenciado con la confianza casi ciega que en tan poco tiempo le había tomado a Violante. Tras el segundo de caída suave, volvió a abrir los ojos, encontrándose con los de él, ya en el suelo. Le sonrío al tiempo que la bajaba de sus brazos y tomada de la mano se dejó llevar hacia donde los pies del príncipe les llevaran.
Los jardines de los alrededores eran exquisitos. No se podían comparar con los jardines más bellos y refinados de la alta sociedad pero sin duda deslumbrarían a mas de una joven dama. Dichosa, caminando de la mano de él a ratos le miraba y coincidiendo la mirada, enrojecida como un bello amanecer, apartaba la mirada sonriente, hasta que los pasos les llevaron a la gran fuente adornada por sirenas y allí Violante suavemente la llevó hacia una de las primeras bancas del lugar —No quiero que termine esta noche… jamás. —Susurró al tiempo que la acercaba una vez sentado y se sentaba en sus piernas.
En ningún momento podía apartar la mirada de la de él, todo la llamaba a él, a que volviera a besar aquellos labios, a acariciar su fría piel. Siguió sonrojada, suspirando placidamente a la noche al sentir aquellas suaves pero frías manos despejar su rostro y acariciárselo, provocando que la piel de su cuello se erizase antes que de nuevo sus labios se encontraran ocupados con los ajenos. Esta vez besándose con mas intensidad- Ya no había desconcierto ni inocencia en aquellos labios que parecían tentarse unos a otros a cada segundo que seguían unidos contra sí, hasta que separándose, permaneciendo a centímetros de él, escuchó sus palabras, dejando que el desconcierto borrará ligeramente la dicha de su rostro. “¡No eres un monstruo!”, gritó ella en su mente, incapaz de oír como a si mismo se llamaba de aquella vil forma.
Con el cuerpo tenso antes de que tuviera tiempo de asimilar lo que iba a ocurrir en aquel instante, se encontró con el cuello ladeado al cual él prodigaba fríos besos que solo la hacían estremecerse, temblar en sus brazos. “¿Me dolerá?” Se preguntó inquieta antes de que la proposición que él le hacia, quedara en el aire y antes de que pudiera siquiera pensar en contestarle, arqueó el cuello tras que de sus labios escapara un gemido de dolor al sentir como sus colmillos penetraban en su piel.
Tras aquel instante de dolor, lentamente fue remitiendo hasta que encerrada en su abrazo, a cada sorbo y toque de lengua contra la herida, se estremeció con los ojos cerrados por completo a su merced, entregándose a aquella sensación de plenitud que crecía en ella y que en instantes la hacían jadear suavemente, placidamente contra él. El corazón parecía aletear en su pecho sediento de aquellos labios que succionaban su preciada sangre. A ratos se tranquilizaba y de nuevo se aceleraba. Parecía seguir los movimientos del vampiro y aquel candente toque erótico que cada vez hacia que Aidara se sumiera en las arenas desconocidas de lo que su cuerpo sentía. Con los ojos cerrados, buscó acercarse más contra aquellos labios y bajo aquella luna que los observaba, gimió sabiéndose perdida en sus toques. Y antes de que descubriera más, Violante se separó de ella, dejándola extrañamente temblorosa y abandonada, al no sentir sus brazos alrededor de ella.
Con ella no hacia falta que usara la seducción, más que para hacer arder mas sus mejillas bajo su mirada.
Cómo podían sus piernas temblorosas soportar su peso era todo un enigma para ella, que se encontró levantándose junto a él. —Ha sido… — Sus palabras quedaron silenciadas por los labios ajenos y tras aquel susurro, dejándola desamparada bajo la noche, desapareció de su lado. — Plaza Tertre… ¿Qué quieres decir? ¿Vio…?— No terminó de pronunciar con sus labios temblorosos su nombre que unas voces familiares se acercaron a ella, corriendo entre risas por el jardín hasta llegar a ella.
—¿Dónde esta aquel joven? —Su hermana fue la primera en llegar a su lado, y viéndola con la mirada perdida en donde instantes antes había habido el cuerpo de Violante, miró también ella en aquella dirección encontrándose extrañamente con nada que observar. Solo el suelo. Frunciendo el ceño y tras con una mirada acallar a las otras dos jóvenes amigas suyas que no dejaban de hablar sobre aquel joven que habia bailado con ella y que casualmente habían podido contemplar en el salón, se volvió a Aidara y en sus brazos, la abrazó, sintiéndola fría y extrañamente pálida. — ¿Qué ha ocurrido? ¿Te encuentras bien? Te ves palida… Por que te ha dejado sola? Lo asustaste hermana? —Intentó bromear sin resultado, hasta que tras unos instantes en silencio, por primera vez Aidara reaccionó, escondiéndose en aquel abrazo de hermanas.
—Se ha ido… ha desaparecido…—Y tras esas simples palabras que parecían contener toda su vida y esperanzas, como sueños, dejó que los brazos calidos de su hermana la arroparan, dejando libres las primeras lágrimas de sus ojos. Las que igual que el príncipe, rápidamente mojaron por completo su alma.
TERMINADO
Los jardines de los alrededores eran exquisitos. No se podían comparar con los jardines más bellos y refinados de la alta sociedad pero sin duda deslumbrarían a mas de una joven dama. Dichosa, caminando de la mano de él a ratos le miraba y coincidiendo la mirada, enrojecida como un bello amanecer, apartaba la mirada sonriente, hasta que los pasos les llevaron a la gran fuente adornada por sirenas y allí Violante suavemente la llevó hacia una de las primeras bancas del lugar —No quiero que termine esta noche… jamás. —Susurró al tiempo que la acercaba una vez sentado y se sentaba en sus piernas.
En ningún momento podía apartar la mirada de la de él, todo la llamaba a él, a que volviera a besar aquellos labios, a acariciar su fría piel. Siguió sonrojada, suspirando placidamente a la noche al sentir aquellas suaves pero frías manos despejar su rostro y acariciárselo, provocando que la piel de su cuello se erizase antes que de nuevo sus labios se encontraran ocupados con los ajenos. Esta vez besándose con mas intensidad- Ya no había desconcierto ni inocencia en aquellos labios que parecían tentarse unos a otros a cada segundo que seguían unidos contra sí, hasta que separándose, permaneciendo a centímetros de él, escuchó sus palabras, dejando que el desconcierto borrará ligeramente la dicha de su rostro. “¡No eres un monstruo!”, gritó ella en su mente, incapaz de oír como a si mismo se llamaba de aquella vil forma.
Con el cuerpo tenso antes de que tuviera tiempo de asimilar lo que iba a ocurrir en aquel instante, se encontró con el cuello ladeado al cual él prodigaba fríos besos que solo la hacían estremecerse, temblar en sus brazos. “¿Me dolerá?” Se preguntó inquieta antes de que la proposición que él le hacia, quedara en el aire y antes de que pudiera siquiera pensar en contestarle, arqueó el cuello tras que de sus labios escapara un gemido de dolor al sentir como sus colmillos penetraban en su piel.
Tras aquel instante de dolor, lentamente fue remitiendo hasta que encerrada en su abrazo, a cada sorbo y toque de lengua contra la herida, se estremeció con los ojos cerrados por completo a su merced, entregándose a aquella sensación de plenitud que crecía en ella y que en instantes la hacían jadear suavemente, placidamente contra él. El corazón parecía aletear en su pecho sediento de aquellos labios que succionaban su preciada sangre. A ratos se tranquilizaba y de nuevo se aceleraba. Parecía seguir los movimientos del vampiro y aquel candente toque erótico que cada vez hacia que Aidara se sumiera en las arenas desconocidas de lo que su cuerpo sentía. Con los ojos cerrados, buscó acercarse más contra aquellos labios y bajo aquella luna que los observaba, gimió sabiéndose perdida en sus toques. Y antes de que descubriera más, Violante se separó de ella, dejándola extrañamente temblorosa y abandonada, al no sentir sus brazos alrededor de ella.
Con ella no hacia falta que usara la seducción, más que para hacer arder mas sus mejillas bajo su mirada.
Cómo podían sus piernas temblorosas soportar su peso era todo un enigma para ella, que se encontró levantándose junto a él. —Ha sido… — Sus palabras quedaron silenciadas por los labios ajenos y tras aquel susurro, dejándola desamparada bajo la noche, desapareció de su lado. — Plaza Tertre… ¿Qué quieres decir? ¿Vio…?— No terminó de pronunciar con sus labios temblorosos su nombre que unas voces familiares se acercaron a ella, corriendo entre risas por el jardín hasta llegar a ella.
—¿Dónde esta aquel joven? —Su hermana fue la primera en llegar a su lado, y viéndola con la mirada perdida en donde instantes antes había habido el cuerpo de Violante, miró también ella en aquella dirección encontrándose extrañamente con nada que observar. Solo el suelo. Frunciendo el ceño y tras con una mirada acallar a las otras dos jóvenes amigas suyas que no dejaban de hablar sobre aquel joven que habia bailado con ella y que casualmente habían podido contemplar en el salón, se volvió a Aidara y en sus brazos, la abrazó, sintiéndola fría y extrañamente pálida. — ¿Qué ha ocurrido? ¿Te encuentras bien? Te ves palida… Por que te ha dejado sola? Lo asustaste hermana? —Intentó bromear sin resultado, hasta que tras unos instantes en silencio, por primera vez Aidara reaccionó, escondiéndose en aquel abrazo de hermanas.
—Se ha ido… ha desaparecido…—Y tras esas simples palabras que parecían contener toda su vida y esperanzas, como sueños, dejó que los brazos calidos de su hermana la arroparan, dejando libres las primeras lágrimas de sus ojos. Las que igual que el príncipe, rápidamente mojaron por completo su alma.
TERMINADO
Aidara Dupont- Vampiro Clase Alta
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