Forbidden [Juls +18]

Estaba entre las ruinas, la noche caía, la mujer que había asesinado estaba a sus pies desangrándose en medio de un decagrama que había dibujado con su propia sangre. Lamio sus dedos después de que estos estuvieron dentro del caliente abdomen de la mujer. Su cuerpo estaba cubierto de ese líquido escarlata, no pasaría demasiado para las aves de rapiña como él decía, llegaran al matadero para comer lo que quedaba. Observó su cuerpo, su camisa estaba intacta pero su abdomen, rostro y cabello eran un desastre. Sonrió hacía ‘la nada’ y la observaba a ella, hermosa, imponente, su amada, aquella que jamás tendría, aquella por la cual sufría siempre cada noche, cada día, su piel morena, sus cabellos alborotados. La deseaba pero sabía que eso jamás sería posible, que solo estaba enfermo. –“Debes ir a casa antes de que el sol caiga, borra la evidencia de tu cuerpo, Thompson.” –Le escuchaba fuerte y claro, pero que le diera órdenes como si fuese un chiquillo le ponía de malas, le retorcía el interior. Bufó fastidiado y por un momento observó el cadáver a sus pies. –Adelántate, iré a mi ritmo, hoy solo quiero estar un momento a solas. –Cogió la camisa de mala gana, la apretó entre sus dedos arrugándola, camino lentamente y con cuidado en medio de las ruinas, se limpió la sangre que estaba sobre su abdomen y rostro, no había agua, no había nada para quitarse de encima aquello, tan solo camino, faltaban unas horas para que el sol se ocultara del todo, estaba solo, no estaba ella diciéndole lo que tenía que hacer. Tenía tanto en la cabeza. Quería relajarse, aventurarse en esa ciudad. Su hechizo no había funcionado después de todo, tan solo había desperdiciado el cadáver.

Entro a la ciudad, la camisa era negra después de todo, la tela cubriría la poca evidencia pero estaba casi empapada. Se la puso aunque sin abotonar, tomo su cabello y lo amarro apenas en una coleta, busco algo en sus bolsillos pero había salido sin nada. Pensó por un momento que sería una buena idea pedir ayuda, fingir, hacer algo, la noche comenzaba a traer mas gente a las calles, seres hermosos, sedientos de  sangre, animales paseando por el empedrado de las calles, lobos aullando en medio de la noche, entes haciéndose corpóreos, tan solo al cerrar los ojos podía imaginar a todos en su estado natural, sin tener que esconderse, viéndose los rostros, pero si un humano llegaba, si un humano osaba a interrumpirlos se desataría una guerra, algo, tan solo un humano podía provocar que su cuento se arruinara. Se sentó en los escalones de la entrada de una mansión, cerró los ojos, aspiro el aroma húmedo que se desprende cuando empieza a oscurecerse, Paris no era exactamente como todos lo veían, era una ciudad horrible, llena de pobreza, de basura, de pomposos vestidos, de modales ridículos.

Se quedó viendo a lo lejos uno de esos vestidos, ignorando como le miraba el resto, aquí todos tenían la misma mirada, triste, vacía, fría, sin esperanza y de pronto ahí estaba, ella, solo ella, una flor amarilla en medio del gris cuadro que Adam pintaba a su alrededor. No es que fuera una diosa o algo parecido, tampoco era amor, era algo mas, como si quisiera acercarse y se levantó apenas, se tambaleo fingiendo que estaba herido y se aproximó con un andar turbulento hasta que quedó frente a ella. –Necesito, agua, jabón, ropa, ayuda en general.–Soltó a secas, sin un por favor, sin nada mas en el rostro que las expresiones duras. No le interesaba ser amable.

Y su pequeña flor resulto ser todo una rosa en medio de un matorral de espinas, imponente, hermosa, única, pero rodeada de esas malditas y venenosas espinas. Thompson suspiró al escucharle, ella sabía con perfección cuál era su lugar y quienes eran los peldaños. Era un vivo ejemplo de la clase alta de esa gente pomposa de la época gente que marcaría generaciones y de las cuales se hablaría por miles de años. Le había visto peor de lo que aparentaba y el brujo solo se echó a reír, no sabía que decir en ese momento porque la risa le ganaba y a su vez deseaba rendirse y hacer un estúpido comentario. – ‘usted ejemplifica bien el concepto de elegancia y clase’ –Esa risita socarrona de su parte se hacía molesta incluso para él. Ir a una iglesia eso si le había hecho gracia pero Adam quería otra, no era caridad, no solo era el jabón y el agua que pudieran borrar las evidencias, era ese cuerpo entero que se movía con sofisticación en medio de ese barrio llamando la atención de todos. Podía en su mente escuchar música seductora, un sonido tan parecido al bango y la percusión que sus criados solían bailar, Thompson podía ser corriente pero estaba enamorada de esa raza ‘negra’ que muchos como ella consideraban peldaños, lastres y más.

Le vio avanzar y mientras lo hacía dejaba su perfume aun coqueteándole y fue cuando tomo su brazo y la atrajo. –Si yo quisiera todo lo que dices no te lo hubiera pedido, si yo fuera de la misma clase social que describes jamás me hubiera acercado por tener complejos de inferioridad, habría entendido que estamos muy lejos en la pirámide pero me he acercado porque pertenecemos al mismo circulo aunque con diferentes modales al igual que fijas tus orbes venenosos sobre mí, los míos se han quedado cautivos contigo. –Espero su reacción, el brazo del brujo estaba sosteniéndole con fuerza y sin tacto estaba claro que no dejaría que se fuera que la detendría y al menos lograría acercarse a ella en un escenario diferente donde la ropa fuera innecesaria. Esta vez no quería sangre, ni hechizos, ni siquiera sexo pensaba que con ella habría mas que eso pero ¿la dama entendería?, era una buena pregunta y no podía leer sus pensamientos toda esa magia que había aprendido ahora no le servían de nada y no la quería tomar a base de embrujos y ridiculeces como esas había métodos mejores y que le costará le excitaba aún mas. - ¿Entonces Madame, ayudará a uno de sus congéneres? –Sonrío como si se tratase de un chiste de una burla y solo esperaba un gruñido de parte de ella, ni siquiera palabras quizás una mirada que terminaría barriéndolo por completo.