AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Helena Victoria Kettleburn
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Helena Victoria Kettleburn
Victoria Kettleburn
N. Completo: Helena Victoria Kettleburn
Edad: 21 años aparentes y reales (Neófita)
Signo Zodiacal: Aries
Especie: Vampira
Nacionalidad: Inglesa
Orientación Sexual: Heterosexual
Clase Social: Baja
PB: Emma Watson
Descripción Física
Altura: 1.65 m
Peso: 50 kg
Medidas: 89-59-86
Color de ojos: Ámbar
Color de pelo: Castaño
Contextura: Delgada
Habilidades & Poderes
→ Habilidades: Sigilo, sentidos aumentados, buenos reflejos, agilidad, flexibilidad, velocidad y fuerza sobrehumana.
→ Atributos: Colmillos afilados, uñas afiladas (en algunos casos), piel y cuerpo resistentes (aunque suave al tacto y a la vista), e inmortalidad.
→ Sanación acelerada: Habilidad para sanar rápidamente heridas y contusiones no tan graves (esto no aplica al desmembramiento, si les arrancan un brazo, el brazo no volverá a crecer). El tiempo de recuperación varía según el personaje y la gravedad de la herida o lesión. Cuando se trata de balas de plata o fuego pueden morir si las heridas son muy graves.
→ Percepción del aura: Habilidad para ver las auras de otros seres, cuyos colores indican su humor, identidad y nivel de hostilidad, de este modo saben si están bajo amenaza. Este poder también les permite reconocer a otros vampiros e identificar a los licántropos gracias a su aura colorada y su característico olor.
→ Visión compartida y visión remota: Habilidad de poder ver a través de los ojos de los demás o en otros casos, hacer que los demás puedan ver lo que estamos viendo en ese momento. Esta habilidad funciona únicamente cuando se toca a la persona.
→ Levitar: Habilidad para alzarse desde el suelo, para navegar las corrientes de aire. Permite mejor ángulo para patadas y demás golpes.
→ Confusión: El vampiro puede hacer que su víctima se sienta completamente desorientada sin más que mirarle a los ojos y hablar con él. La víctima sólo será consciente de fragmentaos sueltos de sus propios recuerdos. Se sentirá confuso constantemente y vagará de un lado a otro, aturdido y sin saber que hacer exactamente. La confusión es temporal.
Descripción Psicológica
«La luna
La noche cae, silenciosa
La oscuridad respira pacífica
Sólo la luna estará despierta
Nos cubrirá de plata
Brillará desde el cielo magno
Sólo la luna estará despierta«
La noche cae, silenciosa
La oscuridad respira pacífica
Sólo la luna estará despierta
Nos cubrirá de plata
Brillará desde el cielo magno
Sólo la luna estará despierta«
Después de la vida, sólo nos espera la muerte, ¿no es así? Supuestos tontos. Victoria está aprendiendo forzosamente que las suposiciones poco valen en un universo regido más por la tiranía de los grandes que por las decisiones que tomamos. Se suponía que viviría feliz junto a sus cariñosos abuelos, que cabalgaría cada tarde antes del anochecer, que estudiaría canto con los mejores profesores. ¿Qué pasó? Vino el acreedor de sus deudores padres y le quitó el sueño de las manos.
Se suponía que se libraría de los barrotes que la separaban de su hogar, que su carcelero se aburriría de ella para abandonarla junto a los ojos desperdicios, que correría aún con sus huesos maltraídos hacia sus seres amados para no verlos desfallecer, que tendría una oportunidad. ¿Qué ocurrió? La sed de venganza fue mayor en ese despreciable ser, quien no halló nada mejor que arrojarla como ofrenda a los vampiros. Brillante. Así la muñeca inservible se fusionaría con el tormento para siempre.
Es difícil asimilar que se ha perdido la vida tomaba como universalidad en un instante, sin derecho a reivindicar. No es justo. La frustración amarga a Victoria, pues no se trata de ambiciones malogradas, sino de amores que no se pudieron proteger. Le pesa la culpa de la inmolación que sus abuelos hicieron para salvarle la vida innumerables veces, porque ni siquiera pudo retribuirles. Ahora que ha sido convertida, ¿qué más puede hacerles sino daño? Es más, ¿qué puede hacer? No tiene idea. Su cuerpo es un extraño que ha devorado a la antigua Victoria. Puede traicionarla, mandar por sobre ella... ¿qué no está dentro de sus facultades? Se ha vuelto un peligro para sí misma.
Jamás había sentido una sed tan poderosa, que la volviera tan salvaje como se esperase de un clan bajo una lluvia de sangre virginal. Cuando siente aquello no piensa, a pesar de que intenta hacer predominar a su cabeza. No quiere dejar de ser la empática joven que ha sido siempre, preocupada sobretodo de los más desvalidos, porque sin saber por qué se siente identificada. Tampoco desea volver a estar encerrada; los barrotes la aterran, les tiene una fobia tremenda desde su cruel encierro plagado de abusos de todo tipo. Intenta ir a paso lento asimilando lo que ocurre con ella misma y con el resto, pero la sangre es fuerte. Del poder que tenga ese plasma colorado sobre Victoria dependerá su cordura o locura, su derrota o su triunfo.
¿Qué son sus manos ahora? ¿Cómo saberlo? Las mira y le parecen más armas que herramientas. Por lo tanto, esa arma podría voltearse contra ella. La verdad es que está sola, eso se repite. Nadie vendrá a abrazarla o a decirle qué es lo que tiene que hacer. ¿En quién confiar? ¿En ellos? ¡Si esos ángeles sucios la han convertido sin tomar en cuenta su voluntad!
Desde que tiene memoria ha creído en la esperanza, pero... ¿qué esperar cuando el tiempo se ha detenido para siempre? La ilusión muere poco a poco en los vampiros, es lo que le toca aprender. Encontrará la razón de por qué los ojos de los inmortales, mientras más antiguos sean, más negros y faltos de corazón se tornan. ¿Ese es el camino que con ellos compartirá? No quiere ser así, pero ¿por qué no puede negar su naturaleza? Porque el vampiro devora al ser humano incluso después de haberlo convertido. El ser humano por esencia es defectuoso; al renunciar a la vida mortal solamente cambia el tipo de degeneramiento que adquirirá a medida que pasen los años.
Pero Victoria aún es joven, insegura de los demás, pero defensora hasta la muerte de lo que cree y siente. Es por eso que a pesar de lo difícil que se va tornando su camino salpicado de carmesí, no deja de entonar su lírica melodía, que cada vez va adquiriendo más profundos y prohibidos matices. La voz susurrante de los vampiros tiene el poder de esconder secretos sepulcrales. La canción de Helena dice: La luna no despertará; volará. La luna desaparecerá.
Historia
Hija prohibida, ¿dónde te has metido? En este mundo no eres bienvenida.
La falta de conocimiento puede ser tanto una bendición como una maldición. En el caso de Victoria, fue una bendición durante su vida. Suerte para ella no conocer lo esencial. El nacimiento de esta muchacha fue tan rápido como indeseado, al igual que los otros dos embarazos que había tenido su madre de los cuales nunca más se supo. Ya tenía planeado lo que seguiría; se ocultaría en los campos hasta llegado el momento de dar a luz para cubrir el escándalo. Era fácil saber la razón; no estaba casada y por más que trataron sus familiares, no consiguieron extraer el nombre del padre de las criaturas para que celebraran matrimonio cuanto antes. Simplemente se encerraba dentro de ella misma sin siquiera mirar a los demás, como si la llegada de los inoportunos querubines hubiese sido deseada de manera inconsciente, pero muy poderosa. A pesar de eso, a la joven madre no le costó nada mirar hacia un lado y cerrar los ojos mientras un sacerdote entraba a la habitación y se llevaba a su hija recién nacida consigo. Comenzaba el despojo de las raíces; la flor no recordaría que perteneció a esa tierra. Pasaron semanas con las niña sólo preocupándose por respirar mientras el clérigo a su cargo los llevaba de ferrocarril en ferrocarril esperando llegar al destino en donde por fin podrían anclar. Así fue que en una estación la entregó a un matrimonio veterano, también ingleses erradicados en Francia, los Kettleburn, y se marchó. Sólo allí la zagala comenzó a llorar, sospechando que solamente allí la escucharían.
El matrimonio que la adoptó como su nieta estaba constituido por Montague y Ellie Kettlerbun, incapaces de concebir hijos, por lo que amaron a la pequeña desde que la vieron. Después de tantos intentos fallidos y frustraciones pasadas por no poder tener niños, llamaron a la manceba «Helena Victoria» (Luz + Triunfo), como una manera de decirle a la vida que le habían ganado dando su amor a un hijo de no sus carnes, pero sí del cielo.
Tanto Montague como Ellie eran dos adultos maduros que bordeaban los cincuenta años, por lo que tenían paciencia y dedicación de sobra, sin grandes vicios que los distrajesen, pero no todo era como lo habían soñado. Resultó que Victoria enfermaba a menudo y con una elevada intensidad aún para una niñas de unos cuantos meses. Salía de un cuadro y volvía dentro de poco a uno más fuerte, no dando suficiente respiro económico a sus abuelos. No tuvieron más remedio que endeudarse para cubrir los gastos que implicaba traer doctores y comprar medicinas. Ya cuando los bancos no quisieron prestarles más dinero y su niña aún necesitaba sanarse de sus insanias, se arriesgaron tremendamente al recurrir al oscuro pasaje de los prestamistas particulares, hombres poderosos que imponían una elevadísima tasa de interés. Pero era por seguir viendo a Victoria así como la estaban observando: feliz, cariñosa y aprendiendo a escribir su nombre para impresionar a sus cuidadores.
El matrimonio que la adoptó como su nieta estaba constituido por Montague y Ellie Kettlerbun, incapaces de concebir hijos, por lo que amaron a la pequeña desde que la vieron. Después de tantos intentos fallidos y frustraciones pasadas por no poder tener niños, llamaron a la manceba «Helena Victoria» (Luz + Triunfo), como una manera de decirle a la vida que le habían ganado dando su amor a un hijo de no sus carnes, pero sí del cielo. Los Kettleburn la llamaban por su segundo nombre como muestra de afecto en vez de Helena, así que todos cuanto la conocieron la llamaron así.
Tanto Montague como Ellie eran dos adultos maduros que bordeaban los cincuenta años, por lo que tenían paciencia y dedicación de sobra, sin grandes vicios que los distrajesen, pero no todo era como lo habían soñado. Resultó que Victoria enfermaba a menudo y con una elevada intensidad aún para una niñas de unos cuantos meses. Salía de un cuadro y volvía dentro de poco a uno más fuerte, no dando suficiente respiro económico a sus abuelos. No tuvieron más remedio que endeudarse para cubrir los gastos que implicaba traer doctores y comprar medicinas. Ya cuando los bancos no quisieron prestarles más dinero y su niña aún necesitaba sanarse de sus insanias, se arriesgaron tremendamente al recurrir al oscuro pasaje de los prestamistas particulares, hombres poderosos que imponían una elevadísima tasa de interés. Pero era por seguir viendo a Victoria así como la estaban observando: una mozuela de once años de edad feliz, cariñosa y aprendiendo a escribir cartas de hermosa caligrafía para impresionar a sus cuidadores.
Se endeudaron a un plazo de diez años, esperando que la suerte los ayudara a cumplir en el plazo acordado. Mientras tanto, Victoria crecía despreocupadamente, convirtiéndose en una joven devota a su familia y gracias al cielo de buena salud. Lo que más le gustaba, además de montar a caballo por los prados, era cantar lírica. Su sueño más grande era cantar en un escenario, ojalá ante los mismísimos reyes de Francia. Quienes la oían no entendían por qué, pero sentían momentáneamente el sentimiento punzante del abandono, como si no se perteneciese a ninguna parte. No tenía sentido viniendo de una joven de sólida familia y sonrisa sincera, ¿verdad? Pues bien, el inconsciente siempre sabe más que nosotros. Era así que sin explicación aparente, la hija de la familia prefería a los caballos que hubieran sufrido el abandono de sus dueños antes de llegar a sus tierras. Los comprendía, aunque no sabía cómo. Compenetrarse con seres así hacía que su canción llorase.
Mientras Victoria crecía confiada en su fuerte asentamiento, las cosas se complicaban del lado de los señores Kettleburn; pronto se cumpliría el plazo para pagar la deuda. Venían cada vez más seguido a casa los acreedores con la excusa de ser parientes lejanos, cenaban en la misma mesa y luego se marchaban sin olvidar dejar frases amenazantes sobre la mesa. Tenían miedo, uno muy justificado.
Después de una tarde de trote por los campos montada en su caballo, Victoria volvía a su hogar un poco más temprano de lo normal. Algo le decía que no todo estaba bien. Y encontró el motivo; tras la puerta abierta de su casa, halló a sus abuelos hincados en el piso, abrazándose en un tembloroso sentimiento que sólo se triplicaba. Lágrimas iban; lágrimas vendrían. «¿Abuelo?, ¿abuela?» preguntó Victoria temerosa de recibir una respuesta que le hiciera desear no haber preguntado. Con ojos llorosos y culpables la miraron. Apenas consiguió Montague hablar y decir «Huye, hija, huye» Ella no entendía por qué, y menos le interesaría saber con sus seres amados en ese estado. «Tranquilos, sea lo que sea lo solucionaremos. Estaremos bien, ya pronto...» Y miró hacia su alrededor; la casa estaba vacía. Desde el piano hasta los cuadros habían desaparecido, dejando su huella en la madera. Sufrió el hielo en su espalda antes de sentir cómo unos brazos fuertes la tomaban por la espalda y la separaban de su familia sin escuchar súplicas ni sentir sus fuertes pataleos. «¿¡Qué pasa?!, ¡déjenme ir! ¡Abuelos, padres!». Helena Victoria Kettleburn había sido sustraída como parte del pago de la deuda.
La llevaron vendada una jornada completa hasta que llegó de noche a una edificación de pasillos fríos y arcos tenebrosos. No alcanzó a ver los detalles de aquel inmueble sumido en la oscuridad, pero sí sintió con fuerza la piedra gélida contra sus rodillas cuando fue arrojada al interior de una celda sin más luz que la que colgaba del techo, a través de unos cuantos barrotes. La dejaron sola un mes completo, solamente dejándole comida bajo la puerta y sin dirigirle la palabra. Para conservar el calor cuando las bajas temperaturas bajaban de manera dramática, a Victoria sólo le quedaba abrazarse a sí misma. Al menos el sentimiento de desolación hacía que le diera el sueño suficiente para dormir en el suelo áspero y helado, pero no lograba apartarla de la imagen de su hogar, con sus abuelos, con su vida de vuelta. Soñar con ellos era una paradoja tortuosa; le desangraba el alma extrañarlos, pero a la vez verlos en sus sueños era su único consuelo. Ahí les cantaba, ya que nadie la oiría en ese lugar.
Pero pasado ese mes las cosas cambiaron, y no para mejor. El dueño del lugar, quien había prestado dinero a los señores Kettleburn, volvió a su morada. Se llamaba Hippolyte Cros, un hombre cercano a los cuarenta años de expresiones faciales ausentes, paso irregular y ojos castigadores. Le hizo una visita a su nueva adquisición en su calabozo, desde luego. Le hizo saber de inmediato quién mandaba allí. La desnudó por completo rompiendo su ropa empolvada y maltraída y la arrojó al suelo para que quedara de rodillas. «Ése es tu lugar. De estar bajo tierra te salvé y si quiero ahí te puedo meter» le dijo antes de salir. Por fortuna no la había tocado, pero sí humillado. Victoria se aferró llena de coraje a sus ropas rotas por un largo rato hasta quedarse dormida. Al día siguiente, en la mañana, se atrevió a volver a cantar ópera para apagar los pensamientos negativos a los que la arrastraba su soledad. Lagrimeaba de impotencia al comprobar que el arrullo de su voz se tornaba cada vez más melancólico, como si un violín la acompañase en sus espinas.
Así era su vida. Cada noche volvía Hippolyte a tocarla; cada vez lo hacía con más intensidad y se atrevía a tocar nueva zonas en ellas. No la había penetrado ninguna vez, pero algo le decía a Victoria que era cuestión de tiempo antes de que efectivamente sucediera. Estaba entregada ya al destino, resignada por completo. «¿Quién quiere tener que pasar por las espinas de una rosa cuando ha perdido su aroma y color?» pensaba. Ya no valía la pena seguir. Así pensó hasta que una noche, mientras su captor besaba grotescamente su espalda, le reveló un par de datos que, sin sospecharlo, la hicieron despertar. «Dicen que tus abuelos han enfermado. Cómo quisiera que te vieran así; eso terminaría de matarlos» Victoria ya no le contestaba, pero escuchaba atentamente. Así era como veía desde afuera su cuerpo siendo invadido por ese despreciable ser que la mantenía cautiva. Estando fuera de su cuerpo podía pensar, no enfocarse en el sentimiento de estar siendo vulnerado.
No podía dejar que sus abuelos muriesen solos. ¿Y qué pasaría con ella? ¿Moriría y ya? ¿Dejaría que la inmolación de sus seres amados quedara en la nada? Eso nunca. No moriría, no. Tenía que salir de ahí, pero para hacerlo tendría que recurrir a medidas drásticas. Fue así que una tarde, terminando de cantarse a sí misma, se dio cuenta de cuál era su vía escapatoria. Haciendo un rodeo por los episodios que había compartido con su propietario pudo filtrar sus emociones temporalmente y quedarse únicamente con lo objetivo. A él... le gustaba mucho jugar con los lunares que ella llevaba en su espalda. Seguía su ruta de arriba a abajo, recorriendo un mapa corporal con su boca. Eso le gustaba. Si dejaba de gustarle, ya no la necesitaría. Victoria miró hacia la esquina de su prisión, allí, donde yacía el plato vacío de comida junto a unos cubiertas y tomó la decisión: tomó el cuchillo e hizo añicos los lunares que reposaban tras de sí.
Hippolyte llegó a ella esa noche y se dio cuenta, desde luego. Fue tan grande su ira que no titubeó en tomar a Victoria por el cuello y estamparla una y otra vez contra los barrotes por su atrevimiento. Y cuando no parecía suficiente, la azotaba contra sus puños. Corría la sangre, pero los ojos de Victoria no se apagaban. Seguía con ese semblante desafiante, no pudiendo esperar para que él se deshiciera de ella para poder salir. Y salió, pero no como esperaba. «Pagarás caro haber mordido la mano del amo. Ahora sí que no tendrás salida» fue lo último que escuchó la muchacha antes de desmayarse por la pérdida de sangre. Hubiera deseado ser arrojada por las cloacas, haber sido presa de sabuesos de caza, cualquier cosa, menos haber despertado... allí.
Un olor a moho, ropas elegantes, y falta de razón hicieron que Helena comenzase a acostumbrar sus ojos a la luz de las velas, sin fuerzas todavía para abrirlos por completo. Así fue hasta que entre las voces que logró captar escuchó «...ya despierta el siguiente aperitivo». Sus párpados se levantaron de golpe y su corazón comenzó a palpitar de una manera exagerada, fuera de control. No se tomó el tiempo de fijarse en dónde estaba parada; solamente se puso de pié y se apegó a la pared más cercana. Allí, con su pecho subiendo y bajando, la moza se llevó una de las peores vistas de su vida; cuerpos de jóvenes vírgenes desparramados sobre la madera, muertas o inconscientes sobre charcos de sangre fresca; rostros manchados de un rojo asesino; y ojos dilatados que no prometían no dar tregua a quien poseyesen. La miraban mal, se sentía un martirio sentir esas linternas diabólicas sobre ella. Y peor fue cuando orgullosos mostraron sus colmillos hacia ella, provocando el terror instantáneamente. ¡Eran diablos, monstruos! Esos rostros lo querían todo y se complacían consigo mismos en el proceso de obtenerlo, se notaba. Parecían ángeles de rostros sucios. Victoria intentó cerrar y abrir los ojos con fuerza. Quería despertar, ¡por favor que estuviese con su cuerpo amoreteado abandonada en alguna parte! Nada cambió; sólo empeoró. No podía escapar, porque no estaba soñando una pesadilla, sino que estaba en ella.
Se acercaban. ¿Era el fin? No podía serlo. Sus abuelos la necesitaban, tenía que huir de ahí como fuese. Quiso correr ante las risas burlonas y prepotentes de quienes la observaban como una rata en el laberinto, de verdad lo intentó, aunque tropezara con los cadáveres repartidos en aquel lugar, pero todas las salidas estaban bloqueadas. La desesperación terminó por apoderarse de ella cuando la tomaron por sus extremidades y comenzaron a agujerear su piel aterciopelada. Dios, nunca había sentido un dolor tan grande. «Qué diversión nos has dado con tu pequeño espectáculo. Danos un poco más» escuchó antes de que un rostro que no alcanzó a ver posicionó su muñeca sangrante sobre los labios de Victoria. «No, no. Tengo que ayudar a mis abuelos. Me necesitan, por favor» rogaba mentalmente, intentando inútilmente apartar el fuerte agarre de los inmortales. Cómo se notaba si ingenuidad; los vampiros centenarios no conocían de compasión. «L-Lo siento... padres» sintió irse su último pensamiento humano.
Al aire se volvió rojo de furia, su corazón se contrajo con violencia, haciéndola arquear su espalda de dolor. Sentía mil espinas clavándose en sus entrañas desde adentro hacia afuera, quemándola viva. Ardía, dolía, ¿cuándo terminaría? El agua dejaba su cuerpo, llenándola de una sed terrible. No podía gritar todo cuanto necesitaba porque su garganta la castigaba. Se golpeaba una y otra vez contra el piso involuntariamente. Las carcajadas en el salón se volvían más sonoras. «Va a estallar» decían unos; «esta sí que chilla» hablaban otros, pero ninguno dejaba de gozar ver a la presa retorciéndose como gusano en el anzuelo. Ella sentía que el corazón saldría disparado de su pecho, pero entonces, sin previo aviso, todo se detuvo. Antes de caer en el mundo de los no muertos, percibió que su alma le daba la espalda, porque su cuerpo había adquirido una maldición que la corrompería.
El espejo se ha trozado, los muertos por siempre resucitado. Una neófita en el Club Fantagsia se ha levantado.
Otros
→ Ignora por completo que tiene otros dos hermanos, quienes podrían significar su nexo con el mundo terrenal.
→ Donde antes tenía las cicatrices de sus lunares, luego de la transformación, se volvieron marcas negras.
→ Los caballos ya no se le acercan; huyen despavoridos.
→ Aún espera llegar donde sus abuelos.
→ Desconoce casi en su totalidad el mundo de los vampiros al que apenas pertenece.
Última edición por H. Victoria Kettleburn el Lun Mar 10, 2014 10:00 pm, editado 9 veces
H. Victoria Kettleburn- Vampiro Clase Baja
- Mensajes : 28
Fecha de inscripción : 01/03/2014
Re: Helena Victoria Kettleburn
FICHA EN PROCESO
POSTEA A CONTINUACIÓN CUANDO TERMINES TU FICHA PARA QUE UN MIEMBRO DEL STAFF
PASE A REVISARLA Y TE DE COLOR Y RANGO SI TODO ESTÁ EN ORDEN. GRACIAS.
POSTEA A CONTINUACIÓN CUANDO TERMINES TU FICHA PARA QUE UN MIEMBRO DEL STAFF
PASE A REVISARLA Y TE DE COLOR Y RANGO SI TODO ESTÁ EN ORDEN. GRACIAS.
Doreen Jussieu- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 5232
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Edad : 34
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Re: Helena Victoria Kettleburn
Ficha finalizada.
Mil gracias.
Mil gracias.
H. Victoria Kettleburn- Vampiro Clase Baja
- Mensajes : 28
Fecha de inscripción : 01/03/2014
Re: Helena Victoria Kettleburn
FICHA APROBADA
BIENVENIDA A VICTORIAN VAMPIRES
TE INVITO A LEER LAS NORMAS QUE TENEMOS EN EL FORO PARA QUE ESTÉS BIEN ENTERADA DE CÓMO SE MANEJA TODO Y ASÍ EVITARTE FUTUROS MAL ENTENDIDOS, Y SI TIENES ALGUNA DUDA O ACLARACIÓN SOBRE CUALQUIER COSA, NO DUDES EN PREGUNTARME A MÍ O A OTRO ADMINISTRADOR, ESTAMOS PARA AYUDARTE.
QUE TE DIVIERTAS.
BIENVENIDA A VICTORIAN VAMPIRES
TE INVITO A LEER LAS NORMAS QUE TENEMOS EN EL FORO PARA QUE ESTÉS BIEN ENTERADA DE CÓMO SE MANEJA TODO Y ASÍ EVITARTE FUTUROS MAL ENTENDIDOS, Y SI TIENES ALGUNA DUDA O ACLARACIÓN SOBRE CUALQUIER COSA, NO DUDES EN PREGUNTARME A MÍ O A OTRO ADMINISTRADOR, ESTAMOS PARA AYUDARTE.
QUE TE DIVIERTAS.
Doreen Jussieu- Hechicero Clase Alta
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