Take the Lead ~ Derrick Wittaker ~

La poca luz procedente del astro rey había ido desapareciendo paulatinamente oscureciendo el cielo al dar paso a la noche, momento en el que el sereno iría paseando y encendiendo las farolas de las distintas calles de la ciudad; en los barrios buenos, claro, pues los barrios bajos disponían de menos iluminación, motivo por el cual llevar a cabo cualquier actividad ilícita resultaba tan fácil y, por tanto, explicaba porque los barrios bajos o los bajos fondos solían ser lugares tan inseguros y donde una muchacha no debía ir sola, sobre todo, si era inocente e ingenua. Sonreí para mis adentros al pensar en ello, ciertamente no era una mujer de mundo, experta en diversas situaciones, pero había aprendido varias cosas a lo largo de mi desgraciada vida. No siempre fue así, al principio había sido una vida impresionante, cargada de aventuras con cada nuevo viaje. Había disfrutado de los viajes con aquellas carretas y el resto de la comunidad gitana. Tras aquello pasaron algunos buenos años pero de forma distinta, tenía estabilidad y una bonita casa con jardín, pero no había aventuras sino que intentaban enseñarme los modales de una dama. Nunca prestaba atención a esas clases y siempre que podía escapaba en busca de alguna actividad más interesante, o vulgar según el amante de mi madre. Un escalofrío me recorrió el cuerpo al pensar en Fritz e inconscientemente lleve la mano a mi pierna para confirmar con el tacto que, bajo la falda, seguía estando la daga que siempre me acompañaba; había tomado esa costumbre tras el fallecimiento de mi madre y desde mi primer encuentro con ese ser sin escrúpulos. Confiaba en él, tal como había hecho mi madre, hasta que apareció un día por casas pidiendo el pago por mantenerme y todo se complicó hasta un punto que nunca se me habría imaginado, pero igual me hizo aprender a desconfiar de las supuestas buenas intenciones y del apetito de los hombres.

Soplé suavemente a un mechón de mi cabello que caía sobre mi mejilla mientras decidía que no era momento ni lugar para andar despistada con esos funestos pensamientos. Había llegado a París apenas unos días atrás y aún no conocía demasiado de la ciudad pero ya sabía que ese no era un barrio recomendable para ninguna señorita; lamentablemente no contaba con dinero suficiente para ir a otra zona mejor. De hecho, ni siquiera disponía de las monedas suficientes para costearme una habitación en alguna de las posadas de mala muerte que había en los muelles. Suspiré con resignación escondiendo la pequeña bolsa con las pocas monedas que tenía en un bolsillo interior del vestido y apreté el hatillo en el que cargaba con las pocas posesiones que había conseguido llevarme de casa y con las que podía cargar.

El cielo nocturno se veía impresionante, repleto de estrellas; sin embargo, la noche también traía la bajada de temperaturas. Tendría que encontrar algún lugar donde pasar la noche o el dinero necesario para alquilar una habitación. Suspiré con resignación y golpeé una piedrecita con el pie mientras caminaba por una de las adoquinadas callejuelas hasta que escuché el típico bullicio de los borrachos y los que iban camino de estarlo. La idea fue clara, si estaban borrachos.. en primer lugar, habría una taberna donde podrían obtener las bebidas y en segundo lugar, tendrían alguna que otra moneda para gastar, si no las habían gastado ya todas, y al estar borrachos posiblemente estarían de buen humor y serían más generosos. También serían más soeces, vulgares y empalagosos, además de pulposos; no era algo que me gustase pero en ese estado no controlaban del todo y eran fáciles de evitar por lo que no deberían ser un problema.

La decisión fue rápida y me dirigí hacia el lugar de donde salía aquel ruido. Tal como había supuesto se trataba de una taberna bastante llena. La clientela era la habitual en un local de ese tipo, eran mayormente borrachos, marineros que apenas disponían de unos días en tierra firme y algunas pocas mujeres para alegrarles la estancia a ambos. En una esquina del local, había un par de músicos que tocaban animadamente, alegrando al personal e incitando a que bebieran más. Observé alrededor intentando que mi rostro no mostrara ninguno de los pensamientos que cruzaban mi mente ante semejante estampa, tosca e impúdica; era bastante distinta a lo que me habían enseñado pero en los últimos meses había tenido que pasar por sitios como ese e incluso peores por lo que empezaba a acostumbrarme.

Busqué con la mirada al que suponía sería el dueño de aquella tasca y le vi volviendo a la barra tras lanzar a alguien por la puerta. Debía rondar los cuarenta y pico años, era bastante corpulento y estaba un poco calvo pero tenía una poblada barba; daba un poco de susto a primera vista, parecía que hubiera bajado de La venganza de la Reina Ana o algún otro barco pirata similar. Por lo que pude observar actuaba de forma campechana con los clientes pero si alguien ocasionaba alguna trifurca se mostraba firme y lo expulsaba con una buena patada en el trasero. Me acerqué a él  y le dediqué mi más amplia y encantadora sonrisa. - Buenas noches - Saludé educada - Si me deja bailar esta noche aquí, le daré el treinta por ciento de las ganancias. - Por supuesto me refería únicamente a las ganancias legales, es decir, las que me dieran aquellos clientes de forma voluntaria, no a todo cuanto pudiera birlarles mientras los distraía bailando, aprovechando su falta de reflejos por el alcohol. El tabernero me miró de los pies a la cabeza torciendo un poco la boca y acabo por asentir - Acepto, pero no voy a defenderte ni protegerte. - replicó como si hubiera valorado mis posibilidades de éxito y el peligro del lugar.

Me alegraba que la negociación hubiera sido tan corta; quizás tendría que haber imaginado que había sido demasiado fácil y cuando las cosas son así, es porque algo ha quedado oculto o pasó desapercibido. Pero en aquel momento lo que me importaba era tener algunas monedas para poder pagar un techo, por lo que no me preocupe en pensar en nada más que en ello. Me acerqué hasta los músicos y pedí que tocasen algo más sensual y acorde a mi etnia. No se hicieron de rogar y, tras dar un grito para avisar a los presentes y que prestasen atención, se dispusieron a tocar algo animado y que pudiera bailar.

Off ~ Canción:

No se podía decir que fuera un público precisamente experto en el arte y en el baile, ni siquiera que disfrutase de éste como tal, si no más bien parecían disfrutar de las vistas por como sus miradas habían ido pasando desde la indiferencia inicial hacia el hambre y la lujuria conforme la música avanzaba.

La taberna no contaba con ningún escenario ni nada similar, por lo que no había quedado otra opción que bailar a pie de suelo entre las mesas y, por tanto, al alcance de todos ellos. Apartar las manos de estos borrachos o evitarlas no sería demasiado complicado, pero para poder robarles con facilidad, casi era mejor dejar que pudieran llegar a ella para que perdieran aún más la conciencia de su alrededor.

Empecé por mantenerme quieta donde estaba, moviendo las caderas de un lado a otro al ritmo de la música. Una lenta ondulación del cuerpo que, poco a poco, fue llamando la atención de los presentes precisamente por la sencillez del gesto a la vez que por la incitación que pudiera conllevar para todos aquellos con facilidad de pensamiento lascivo. Conforme la canción transcurría el movimiento se iba expandiendo al resto del cuerpo mientras pasaba por entre los clientes, tentándoles al pasar pero alejándome antes que pudieran acercar las manos. Cuando me daba la impresión que alguno de ellos podría tener una bolsa bien cargada me acercaba a bailar más cerca suya, haciendo círculos a su alrededor como si bailáramos juntos. Mis manos se movían con agilidad para aparentar estar bailando en todo momento pero en el momento justo en que dejaba que la víctima me tocase, mis dedos tomaban con rapidez alguna moneda de su bolsa, o cualquier cosa que pudieran tener de valor, y la llevaban hasta un bolsillo en mi vestido. En compensación, una vez tomado su dinero, dejaba que sus manos quedaran en mis caderas mientras movía el trasero sin llegar a rozarle pero lo bastante cerca como para que disfrutasen la vista.

Podía escuchar las risas de los presentes, así como los comentarios obscenos sobre lo que querían hacerme o gritaban esas palabras a quien fuera mi victima en ese momento para que las cumpliera por ellos. Los miraba mientras bailaba casi como si me riese de todas esas palabras que salían de sus bocas, aunque por dentro intentaba mantenerme indiferente a todo ello, asumiendo que todo era parte del espectáculo y, sobre todo, que era por una buena causa pues cuanto más imbuidos en el baile estuvieran, más dinero podría sacarles a todos ellos.

Mientras bailaba pude observar como un hombre entraba en la taberna, no tenía claro si sería su porte, su vestimenta, o si sólo era mi instinto acostumbrado a reconocer e interpretar los gestos de los demás; fuera cual fuese el motivo, algo me decía que no era como los demás, no era un simple borracho más de las zonas bajas. Fijé la mirada en él con atención sin dejar de bailar, levantando los brazos para mover las manos al ritmo de la música mientras mis pies se movían danzando con agilidad. Tenía claro que robarle no sería igual de sencillo; de hecho sería una imprudencia, motivo por el cual me mantuve apartada de él, aunque cada vez que podía entornaba los ojos y le miraba de reojo para controlar sus movimientos y poder seguir manteniéndome apartada de él. Por contraposición, mirarle tanto podía considerarse un llamado de su atención, sólo podía esperar que no se percatase de ello o lo tomase como tal.

Una de mis manos bajó para agarrar la falda y alzarla un poco, dejándoles ver cómo mis pies se movían con rapidez cuando zapateaba al ritmo de la música. Sonreí casi divertida por lo irónico que resultaba que algo así se considerase una indecencia por las damas de alta sociedad pero luego vistieran con esos trajes de noche que mostraban sus pechos casi por completo. Giré el rostro para mirarle de reojo, aún con esa pícara sonrisa en el rostro, y justo en ese instante, uno de los borrachos aprovechó para llevar una de sus manos a mi trasero y magrearlo, por lo que me dí la vuelta rauda y le abofeteé sin más, con toda la mano abierta, a la par que chasqueaba la lengua y movía la cabeza en gesto negativo; casi esperaba que todos ellos se me echasen encima pero, en vez de ello, todos empezaron a reírse del hombre abofeteado y a bromear sobre el fuerte carácter de las gitanas. No disfrutaba con esas generalidades sobre la etnia pero, ya que eran muchos y que la situación era favorable, para qué discutir sobre ello. Aproveché para hacer una graciosa reverencia y sonreí ampliamente dándoles las gracias por su atención -en el fondo les daba las gracias por su aportación pero eso aún no lo sabían-, y sin hacer demasiado caso a las súplicas porque bailase de nuevo. Cuanto antes saliera de allí, mejor, si me quedaba demasiado se darían cuenta de las pérdidas que habían sufrido.

Entre toda aquella situación, aquel hombre se me perdió de vista, posiblemente porque otros se habían intentado acercar y le hubieran tapado o porque se hubiera marchado ya. Encogí los hombros con cierta indiferencia dado que, en el fondo, sabía que lo mejor era no cruzarse con aquellas personas a las que con sólo mirar consideraba peligrosas y me acerqué a la barra para coger uno de los vasos vacíos e ir pasando por entre todos los clientes para que fueran dejando sus donativos, dedicándoles una amplia sonrisa a cada uno de ellos esperando mejorar así la cantidad de monedas que dejasen caer en mis manos, así como agradeciéndoles su pago.

Estaba terminando de pasar por entre los presentes recogiendo todas aquellas monedas cuando me encontré con aquel hombre frente a mí. Iba a pasar de largo como con el resto pero me sorprendió agarrándome sin demasiada fuerza pero con la firmeza suficiente como para no intentar apartarme. No me habría molestado si no fuera por aquellas palabras. Me quedé paralizada por un instante barajando mis opciones. Podía hablar con el tabernero y convencerle para que me dejase salir por la puerta de atrás, podía ponerle ojitos y decir que sería más seguro para el dinero que acababa de conseguir; o podía enfrentarme a ese hombre y ver qué quería, quizás se conformase con que le diera una parte del dinero. En cualquier caso, lo mejor era aparentar normalidad por lo que continué pasando por entre los clientes de la taberna y recogiendo las monedas hasta que ya no quedaba nadie por aflojar dinero.

Aún no había decidido que iba a hacer para salir de allí pero lo primero era lo primero. Me acerqué hasta el tabernero para darle su parte del dinero. De no haber tenido a nadie esperando por mí en la puerta principal, podría haberme planteado escabullirme y no darle nada, pero teniendo a alguien ya allí no tendría mucha opción para escaparme si les daba por perseguirme. Volqué el dinero sobre la barra y conté el total para darle lo suyo. - Aquí tiene - dije dándole un montoncito que tomó de muy buen grado y guardé el resto en mi bolsa, la que quedaba visible pues guardaba otra en uno de los bolsillos de la falda donde había ido guardando todo lo que tomaba ilícitamente de los demás; Le di una moneda más - Ponme un vaso de whisky - guardó su parte y puso un vaso limpio que rellenó rápidamente - Cuando quieras puedes volver a venir a bailar con este mismo acuerdo. - Sonreí por sus palabras con evidente agradecimiento por la oferta y tomé el vaso en la mano, bebiéndolo por completo de un solo trago. No tenía una costumbre diaria en la bebida pero, de vez en cuando, cuando la situación lo requería bebía un poco para relajarme o, a veces, para calentarme. Antes que se alejara para atender a otros, lo llamé más cerca y pregunté en susurros - ¿Conoce al hombre con el que me he cruzado? El que parecía no encajar aquí - era una forma muy superficial de describirle pero sabía que me entendería. Me sostuvo la mirada un instante y negó con la cabeza, no podía saber si me decía la verdad o si era su forma de desentenderse del tema pero era todo cuanto conseguiría sacarle.

La idea de salir por detrás me seguía pareciendo una posibilidad pero para quien se movía por los barrios bajos había algunas verdades indiscutibles como por ejemplo, nadie robaba en un sector sin dar su parte a quien dirigía el cotarro; todos se conocían por lo que si caías en desgracia con alguien estarías vetado y todos te controlarían para ver dónde estabas y qué hacías, o peor aún, si el jefe de la zona te buscaba, todos ellos demostrarían su lealtad ofreciendo mi cabeza. No tenía claro si él era uno de esos jefes o si solo había sido casualidad que me hubiera visto aligerando de peso los bolsillos ajenos pero si le evitaba ahora podía buscarme un problema mayor en el futuro y realmente no sabía qué querría.

No quedaba más opción. Deje escapar un sonido, mezcla de suspiro y resoplido, y me alejé de la barra hasta la puerta del local. La mayoría de clientes no me prestó atención, ya estaban de nuevo entretenidos con sus bebidas, sus conversaciones, las mujeres en sus rodillas o incluso inconscientes sobre la mesa tras haber bebido demasiado. Al salir de allí, el fresco de la noche provocó que mi cuerpo se estremeciera levemente tras haber estado tan calentito por la chimenea de la taberna y por el baile; el olor era un poco mejor que en el interior, aunque era mejor no acercarse demasiado a las paredes cercanas a los callejones pues el olor a orín era más intenso allí. Observé el alrededor y busqué con la mirada a aquel misterioso hombre. No tenía pensado hablar con él allí, tan cerca del lugar del crimen y con tantas posibilidades de que las víctimas se dieran cuenta de lo ocurrido y salieran a buscarme, por lo que hice un gesto con la cabeza y eché a andar calle abajo, hacia los muelles, el lugar perfecto para este tipo de situaciones donde nadie nos prestaría atención si es que estaban lo bastante sobrios como para hacerlo. Tenía varias preguntas para hacerle como quién era, cómo se había dado cuenta de lo que estaba haciendo,.. pero opté por preguntar la esencial, cuanto más breve fuera el encuentro y cuanta menos información tuviéramos uno del otro, mejor, menos riesgos y problemas habría en el futuro. - ¿qué queréis? - pregunté con tono serio y frío, cuando estaba lo bastante lejos de la taberna como para no correr peligro.