Un trabajo conveniente (Mikka)

por **Lisbeth Vaughn** Jue Mayo 01, 2014 10:51 pm

El ambiente se podía calificar como frío, más ella no podía sentir nada, su piel y su carne siempre estarían helados como tempano, esa era su naturaleza hacía ya miles de años.

Un abrigo de lana rojo oscuro jugaba el rol de hacerla ver protegida de aquel viento que corría por el cementerio. Caminar por aquellas callejuelas organizadas le parecía algo demasiado aburrido y era que no tenía a ningún pariente que descansara en algún mausoleo de aquel lugar. Eran otros motivos los que la habían hecho viajar desde su lujosa mansión, bajar del carruaje y continuar caminando por el silencioso y frío espacio.

Su vestido escarlata de elegante hechura, se arrastraba por el piso arenoso, llevando consigo hojas secas de múltiples colores cálidos, flores secas y energías bajas.

Se detuvo levantando su rostro pálido y terso, como si fuera una muñeca de loza y alejó algunos de sus cabellos dorados, revueltos por la brisa, de su rostro; permitiendole ver con la claridad que necesitaba a la persona que estaba buscando.

Su visita no había sido por gusto, su visita era una necesidad y la persona a quien buscaba le había sido muy recomendada para ayudarla con su problema.

Observó con detalle al hombre de contextura gruesa que estaba a espaldas suya. Era alto, pero no de forma exagerada, cabellos oscuros y largos, ondeados y de apariencia suave. Sus manos: pálidas como la nieve.

-Veo que llegó puntual... es un buen indicio para mi exigente forma de trabajar.

habló despacio y modulado, mostrándo una cuidada educación y una voz femenina, pero firme.

por **Miikka Saarijärvi** Jue Mayo 01, 2014 11:39 pm

Desde el atardecer estuvo realmente ocupado. Tal parece que hubo un día reñido en la hermosa ciudad en la que residía; tres cuerpos por enterrar, poco tiempo para hacerlo.
La muerte era su mejor amante desde hacía ya varias décadas, por lo que contemplar el frío rostro blanquecino de los fallecidos no afectaba en lo más mínimo a su compostura.

Algo de sangre por aquí, un cardenal por allá, una gran herida abierta justo en medio... Aquellas cosas habían perdido su valor, incluso mucho antes de haber sido transformado. Como hombre, nunca le temió a la muerte. Como muerto, le teme a lo verdaderamente terrible: el olvido. La vieja pala prueba la húmeda tierra una y otra vez, cada golpe más profundo que el anterior. "Una pelea, ¿Eh? Tres víctimas no es un mal número".

Un viejo, un hombre fornido de unos cuarenta años de edad y un jovenzuelo con apariencia de ratero, "tres etapas, se van juntas, curioso". Contrario a lo que muchos podrían pensar, Saarijärvi nunca probaba la sangre de sus "clientes", siempre prefirió el placer de degustar su alimento fresco, fresco, hermoso y latiendo. Nada se comparaba al correr cálido de la sangre entre sus mandíbulas, rozando sus labios y goteando por el mentón hasta perderse en la oscuridad de una típica noche de cacería.

Dudaba de si "cacería" sería el término adecuado para describir su... estilo propio. Gozaba de enamorar a las damas, de escoger a las más bellas, más listas o más talentosas; las atraía para luego morder sus blancos cuellos, beber de tan preciado elixir. Tomaba además, siempre, un pequeño recuerdo de la escena; sangre en un frasco. ¿Estaba loco por hacerlo? Simplemente sentía que se apropiaba de parte de sus almas y ésta idea le obsesionaba. Cada víctima hombre era vaciado hasta la muerte, a las mujeres, rara vez las asesinaba, salvo cuando su impulso dominaba su control.

La pala descansa a su lado, por un momento la imaginó jadeante y sudorosa, tal y como él se encontraría de ser tan sólo un humano. ¿Extrañaba aquello? No. Basta ya de pensamientos, tenía que arreglarse: le esperaba entrevistarse con una dama.
(...)

Se giró para verla; era ciertamente hermosa, más de lo que pudo haberse imaginado a través de la carta recibida, citándolo a un encuentro dentro de sus propios dominios (Tal y como gustaba de llamar al cementerio para sus adentros).
Sus cabellos pendían por sobre sus hombros, bailando con el viento como hilos de oro encantado. Ojos bellos pero que revelaban un corazón frío y duro como témpano. Sería un encuentro interesante para el vampiro.

-Qué enorme placer verla, señorita. Me atrevo a afirmar que mis ojos se deleitan en su angelical rostro. Por favor, no me tome por lambiscón, pero he de decir que ha superado por mucho cualquier idea que me haya trazado en mente; espero hacer un buen trato con usted.

Mientras hablaba, hizo una reverencia algo pronunciada, mostrando su mejor sonrisa y, al enderezarse, señaló su "casa", una especie de habitación edificada en el extremo más alejado del cementerio, pequeña y extremadamente modesta, que para Miikka era más que suficiente para existir. No tuvo vergüenza alguna al invitar a pasar a un sitio tan poco adecuado, a una mujer, una vampiresa, de tal rango.

-De seguro querrá sentarse para hablar con comodidad, le ofrezco una silla en mi humilde hogar.

por **Lisbeth Vaughn** Vie Mayo 02, 2014 9:44 am

El vampiro se giró de pronto, mostrándole su rostro pálido y terso, sus cabellos oscuros rodándole el óvalo de su rostro y aquellos ojos claros, que aunque resultaban fríos, eran más profundos que los de otro vampiro.

Trató de adivinar su edad real observando sus facciones, su mirada clara o el tenor de su rostro, más le fue imposible. Su apariencia correspondía a la de un joven de no más de treinta años, facha atractiva y semblante de esas personas que se sabían atractivas e interesantes. Su vestimenta sin embargo lo ubicaba en otro ámbito social, uno ajeno al suyo; telas simples y hechuras ordinarias.

Su perspectiva era acertada respecto a lo que imaginaba de él cuando lo recomendaron, sin embargo existía algo distinto en lo anterior; ella había visualizado a un hombre maduro, casi llegando a la vejez, silencioso y escueto. Lo que tenía al frente distaba mucho de eso.

Ladeó su rostro al escuchar las palabras con las cuales se había dirigido a ella, envueltas en una voz ronca y baja con un toque de picardía, característica casi considerable humana. Trataba acaso de adularla?, ella no necesitaba de eso, sabía la impresión que causaba su apariencia, a pesar de contra con más edad, su piel y sus facciones representaban auna jovencita de no más de veinte años. Su experiencia le hacían actuar de forma directa ante esas palabras de más. Prefería ser directa e ir al grano. si algo le interesaba iba por ello, no necesitaba gastar energías preparando el camino ni hacerlo más ameno

Sus ojos celestes se mantuvieron estáticos en él por unos segundos. No le interesaba ingresar a ninguna casa o sala, su cometido era algo puntual y no debía extenderse a más de unos minutos. Tampoco era una hazaña difícil de lograr, menos para un ser que había sido recomendado como prudente y prolijo en su actuar.

-Agradezco su cortesía, sin embargo solo necesito de unos breves minutos, que podrían aprovecharse recorriendo este lugar.

Se volteó sobre sus zapatillas finas de satén cogiendo de un lado su pesado y fino vestido. Se quedó quieta esperando alguna reacción del Enterrador y lo miró de reojo.

-Me acompaña, señor Saarijärvi?...

por **Miikka Saarijärvi** Mar Mayo 13, 2014 1:04 am

¿Acompañarla? No necesitaría más; cualquier invitación que surgiese de aquella dama le parecería magnífica; acababa de interesarse enormemente en su mirada tan decidida y la fineza de sus rasgos. Como un cazador que ha encontrado una posible presa en los últimos días del invierno más crudo, cuando cualquier movimiento se traduce en vida o muerte, cuando el disparo certero le asegura una buena cena y un sólo fallo equivaldría a la muerte.

Si el corazón le latiese, podría comparársele con el de quien acaba de cometer una travesura y luego intenta parecer inocente. Al momento se vio complacido, a pesar de la negativa de la joven vampiresa a entrar a lo que él llamaba "casa"

-La acompañaré a donde desee e incluso, más lejos aún, lady Vaughn.

Alzó levemente su brazo, ofreciéndolo a la dama para que lo tomase durante la caminata como acto de cortesía, queriendo demostrar que se trataba de un caballero con modales y no un sujeto cualquiera que vive en un cementerio, aunque de ello se tratase.

-Es realmente mucho mejor hablar con una inteligente belleza que con las ratas que suelen descansar bajo mi lecho. No crea usted que la comparo con semejante animal, simplemente le hago saber, con gran torpeza, que mis amistades se han visto "reducidas" últimamente y me siento algo solitario. De seguro entenderá, querida, que los muertos son unos maleducados y no suelen responder con gracia.

Sonrió brevemente con sus propias palabras; le divertía, a pesar de que no tuviesen realmente ningún sentido lógico para la situación en la que se encontraba. Quizá incluso llegase a asustar a la dama que lo acompañaba. Pero, ¿qué le importaba? si tenía suerte, cerrarían un trato y él se vería beneficiado con buen dinero y un hermoso regalo a la vista. De espantarla, se quedaría sin ambos beneficios, pero su no-vida seguiría como siempre ha sido; ya hallaría luego una nueva dama que intentar cortejar.

por **Lisbeth Vaughn** Mar Mayo 13, 2014 9:15 am

Ocultar su naturaleza estaba lejos de su alcance, observó como el vampiro le ofreció su mano, una mano blanca y maciza, digan de un hombre que trabaja a punta de fuerza y esfuerzo.

Sus ojos viajaron por la figura del hombre estudiándolo de forma exhaustiva y cuando comprendió que no podía compararlo con ningún otro hombre o vampiro con el cual hubiera estado, desistió del análisis y posó su mano delicadamente enguantada sobre la que él le ofrecía.

-No es necesario extender sus límites...sólo necesito pasear por el lugar, por ahora.

Escuchaba las palabras del moreno a medida que avanzaban, sin embargo no prestaba completo interés, aquellas nubes de aire que salían por su boca no eran más que adornos que no llevaban a ninguna parte, conocía muy bien a los habladores que iban dejando su huella en las pieles jóvenes, pero ella era lo bastante antiguas y curtida para no prestare atención. Decidió que sería breve, necesitaba solo ayuda para deshacerse de algunos restos.

-Como bien sabrá, la socialité Parisina gusta de pasar buenos momentos... y por ello realizaré una fiesta en mi mansión.. una muy especial.

Levantó su vestido para no arrastrarlo por el maicillo esparcido por el camino. Sabía por gracia que por su status debía mantener la compostura y reputación, por lo que todo debía salir perfecto, un festín a la romana, sin prohibiciones, sin tabúes y con exquisiteces para todo gusto, incluyendo el de ella.

-Quiero que se encargue de los cuerpos, quiero que no quede huella de nada de lo que pudiese ocurrir... usted me comprende, no?

Le miró de soslayo con su mirada cristalina y de forma femenina cubrió su mano varonil con sus dos pequeñas manos enguantadas.

-Imagino que eso debe considerarse como detalle, para usted...

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