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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Keller T. Fowler Vie Mayo 02, 2014 7:56 pm

Mi silueta se fundía en la oscuridad. Mis pasos apresurados creaban suaves ecos por los callejones más humildes de aquella París herida de muerte. No recordaba una noche tan oscura desde hacía años. La Luna parecía haber sido engullida por la gran cantidad de nubes que cubrían todo el cielo nocturno. Se avecinaba tormenta. Y lo cierto es que eso me alegraba. Las cosechas lo necesitaban. Había salido del castillo hacía más de dos horas, dispuesto a cazar a alguna presa a fin de alimentarse, pero a medida que me alejaba más y más del centro de la ciudad, me topaba con gente con aún menos frecuencia. Estaba frustrado, cansado, y necesitaba alimentarme o acabaría por desfallecer. ¿Cuándo había sido la última vez? Hacía dos noches, por lo menos. Y aquella pesadez en cada uno de mis músculos se hacía cada vez más evidente. Parecía mentira que ahora que tenía todo el dinero del mundo estaba pasando más hambre que en toda mi vida humana. Irónico. Trágico. ¿Cómo podía escasear gente en una ciudad tan grande? Y lo malo es que no parecía que aquello fuera a mejorar. La gente estaba huyendo de París a causa de los últimos acontecimientos. La Inquisición estaba dispuesta a volver a armar una caza de brujas y, lógicamente, no todos estaban preparados para una guerra de tales dimensiones. Ni siquiera estaba seguro de si yo mismo lo estaba. Había vivido demasiados enfrentamientos como aquel. Y nunca acabaron bien. Dudaba que aquel fuera una excepción. El tiempo me dijo que no me equivocaba.

Finalmente, y tras llegar hasta la zona más alejada, me di media vuelta resignado a pedir a alguno de mis sirvientes un poco de su sangre. Normalmente solían ofrecérseme, pero desde el último incidente parecían reacios a dejar que yo, su amo, los probase. Y yo mismo se los advertí. Aunque bueno, tratándose de una situación crítica estaba seguro de que no se opondrían. Justo estaba atravesando uno de aquellos largos y vacíos callejones, cuando un grito me hizo detenerme de golpe. Llegué a la escena antes de que la mujer resultase herida, pero el criminal no tuvo tanta suerte. Lo lancé contra uno de los muros y en el mismo instante en que oí el "crack" de su cabeza, supe que no volvería a levantarse. Mis ojos estaban completamente negros, y quizá por eso la expresión de pánico de la muchacha no hizo más que aumentar. Salió corriendo sin que me diera tiempo a explicarme. Otra vez. Era la quinta ocasión en aquel mes en que al intervenir en un problema de aquel tipo, acababa salvando a alguien y asesinando a otra persona. Que fueran criminales no me hacía sentir mejor. Y supongo que a las víctimas tampoco. No me parecía extraño que la policía aún no hubiese dado conmigo, pero que las víctimas no hubiesen denunciado sí que me resultaba un tanto intrigante. Huían despavoridas nada más verme, y aún así, lo agradecían. No directamente, como era de esperar, pero sí alegando que no habían visto a su salvador. El por qué protegían a un asesino, por mucho que las hubiera salvado, sólo me hacía pensar que el país estaba peor de lo que suponía. ¿Cuántos de aquellos pseudoatracos, o casi violaciones se cumplían a nivel estatal? Suponía que bastantes más de las que los periódicos decían. ¿Y dentro de París? Ninguno. El ego me hacía pensar que era gracias a mi, pero aquella vocecita en mi conciencia no hacía más que recordarme que había matado a todos aquellos hombres.

No es que no se lo merecieran, pero no estaba en mi mano decidir eso. Y nadie se imaginaba lo mal que me sentaba aquel apodo que me habían puesto. El justiciero.
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Keller T. Fowler
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Mensaje por Catherine S. Chandler Dom Jun 01, 2014 5:49 am

Estaba extrañamente cansada aquel día, como si el peso de todas aquellas noches de insomnio fuese demasiado grande para que sus delicados hombros pudieran soportarlo. Pero eso no era más que en apariencia. La realidad era que aquella mujercita menuda y nerviosa llevaba semanas sin poder pegar ojo. Lo raro, por tanto, era precisamente que se sintiese cansada. Estaba más que acostumbrada a explotar su cuerpo al máximo, a llevarlo hasta límites insospechados. Era extremadamente fuerte, más de lo que su apariencia liviana y sutil podía llegar a reflejar nunca. Pero eso nadie lo sospechaba. Y así debía seguir siendo. Su trabajo lo requería. Desde que llegase a París, su vida giraba en torno a la búsqueda de criminales y a la colaboración con la policía para detenerlos. En esos momentos, debía fingir ser un hombre, o de otra forma nunca la hubieran tomado en serio. Obviamente, para que creyeran que realmente se trataba de un hombre debía mostrarse como tal. Y la emocionalidad no era algo demasiado varonil. Al menos, no en aquella época. Salió de la cama rápidamente, y se dirigió al balcón con la cabeza sumida en mil y un pensamientos de diferente índole. Estaba un tanto frustrada. Agobiada, quizá. Y esa era una sensación que no le gustaba en absoluto.

Salió al balcón con un cigarrillo rodando nerviosamente entre los dedos de su mano derecha. Sus últimas investigaciones al respecto de una serie de crímenes bastante violentos, no estaban llevándola a ninguna parte. Y la incapacidad para descansar adecuadamente, no ayudaba demasiado a que recuperase la confianza perdida. No es que dudara de sus capacidades como detective, pero empezaba a temer que todo aquel cansancio acumulado repercutiera negativamente en su imaginación. Porque sí, su imaginación era la que le ayudaba a la hora de buscar respuesta a enigmas que eran aparentemente indescifrables. Imaginación e inteligencia, ¡fantástica combinación! Aunque no todos compartían aquella visión. Suspiró largamente, tras dar una última calada al cigarro casi completamente consumido. Lo lanzó al vacío, pensativa, y lo siguió con la mirada por todo el recorrido. Observar cosas tan intrascendentes como aquella, le recordaban que tenía los pies en el suelo. Que seguía en la tierra. Algo bastante agradable si tenía en cuenta que meterse en la mente de los asesinos la estaba alejando peligrosamente de la realidad. Del aquí y ahora. Ella misma se estaba consumiendo como ese cigarrillo. Estaba perdiendo su rumbo.

Acababa de darse la vuelta para marcharse de regreso a la cama, cuando un fuerte grito la hizo detenerse. Había sonado cerca. Muy cerca. Apenas dos calles por detrás de la suya. Sin pensárselo dos veces, se puso la capa sobre los hombros y echó a correr sin fijarse en si había dejado o no la puerta abierta. La necesidad de ayudar, de acudir cuando alguien pedía auxilio, siempre la había acompañado. Su misión era servir a los demás, ayudarles, cuidarles. Hubiera sido una fantástica policía si el mundo no hubiese sido tan machista. Pero, aún así, había encontrado la manera, aunque eso la obligara a fingir ser quien no era. Corrió a toda velocidad por la oscuridad de los suburbios, siguiendo el rastro de los gritos de aquella mujer. Y cuando al fin la encontró, lo que vio fue más de lo que jamás hubiese esperado. Un hombre o una... cosa, había lanzado a otro por los aires como si se tratase de un simple trapo. La sangre brotó de su herida a gran velocidad, y aquel momento de caos dio tiempo a la joven que había en el suelo a salir corriendo de allí. Sus ojos se cruzaron por un momento, y el horror de una se mezcló con la confusión de la otra. ¿Qué es lo que acababa de ocurrir?

- ¡Alto! Deténgase, o juro que dispararé. -Fue lo único que pudo decir, para luego recordar que no llevaba su arma encima.
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Mensaje por Keller T. Fowler Dom Jun 01, 2014 4:59 pm

Una noche más. Una muerte más. Otra carga más que añadir a las que ya se acumulaban sobre mis hombros. Me arrodillé junto al cuerpo sin vida del criminal al tiempo que una voz femenina me amenazaba desde la distancia. Pude percibir la silueta menuda de una mujer en la entrada del callejón. Y por un momento, por un breve momento, pensé en responderle. "Hazlo", quise decir, "hazlo y consigue que esa bala me atraviese de arriba abajo, y acabe por fin con esta terrible realidad que me oprime el pecho". Pero no dije nada. No dije nada porque sabía que aunque hubiese disparado, aquella terrible sensación de vacío no se hubiera marchado. Yo no puedo morir, porque ya estoy muerto. Y el palpitar frenético de su humano corazón no hizo más que recordármelo. Me levanté lentamente, intentando no alterarla más de lo que ya estaba. Si lo había visto todo, debía salir de allí en cuanto tuviera oportunidad. Necesitaba que mi identidad siguiera siendo un misterio. No quería marcharme de París apenas unos meses después de haberme vuelto a establecer. Escruté sus pensamientos, buscando averiguar su identidad, descubriendo de paso que iba totalmente desarmada. Y cuando su rostro apareció en mis retinas, me sentí totalmente perdido. Era ella.

Ella estaba allí, de pie frente a mi, acercándose. Retrocedí de forma instintiva, alejándome todo cuanto pude del hombre al que acababa de asesinar con mis propias manos. No. ¿Qué hacía allí? ¿Me reconocería? ¿Qué pensaría del monstruo que acababa de cometer aquel crimen tan atroz? Un miedo irracional me recorrió de arriba abajo, más intenso del que había sentido jamás. La simple posibilidad de que jamás olvidara aquella escena me dolía desde lo más hondo de mi yerto corazón. ¿Cómo escaparía de esa imagen tan terrible? ¿Cómo la convencería de que él era el héroe en aquella escena? Sólo quería desaparecer. Asustarla para que se marchara, pero leí la convicción en sus pensamientos, y la decisión en su semblante, una vez estuvo lo bastante cerca. Después de todo, ella era la investigadora que iba tras los crímenes que yo mismo había cometido. Crímenes horribles, pero que encerraban tras de sí una verdad bastante diferente. Yo nunca mataba a nadie que no lo mereciera, y siempre solía hacerlo para proteger a otras personas que se encontraran en peligro. Aún así, yo tampoco pensaba que mi violencia fuese justificable. Pero no era el peor tipo de violencia... El problema es que siempre llamaba mucho la atención. Cuando intentaba salvar a alguien, no medía mis fuerzas. Y en aquella ocasión había pasado lo mismo.

- Yo... No es lo que parece... No es necesario que disparéis. No os haré daño. -Me detuve antes de chocarme con la pared a mi espalda. Sus ojos me escrutaban con atención, impasibles. No podría convencerla de que yo no era culpable. No podría convencerla de que yo no era tan monstruo como aquellos a los que asesinaba.
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Mensaje por Catherine S. Chandler Lun Jun 30, 2014 10:18 pm

En sus ojos brillaba de forma intensa una profunda confusión. Trato de distinguir en la distancia la identidad del criminal al que acababa de pillar con las manos en la masa. ¿Qué habría sido de la mujer de no haber llegado ella a tiempo? ¿La habría lanzado por los aires como si se tratase de una muñeca de trapo tal y como había hecho con el otro hombre? ¿Qué clase de monstruo o criatura terrible podría cometer un crimen tan atroz y quedarse allí, firme, sin decir nada más. Se acercó más a la figura, paso a paso, lentamente, sin poder reprimir el violento temblor de sus piernas a sentirlo cada vez más próximo. Notaba los ojos ajenos clavados sobre ella, y lo peor de todo es que era incapaz de alzar la vista para encararlo. Y menos ahora que sabía que no tenía su arma. ¿Cómo se le había podido ocurrir acudir en la ayuda de nadie sin llevar encima algo con lo que protegerse? Menuda estupidez de principiante. Después de tantos malhechores que había ayudado a meter entre rejas y tantos crímenes resueltos, ¿cómo había podido fallar precisamente en algo tan básico? A media distancia entre el asesino y la boca del callejón por el que había llegado, se topó con el cadáver medio destrozado del otro individuo. ¿Cuánta fuerza había tenido que emplear para hacerle eso? Simplemente, no era posible.

- Creo que la decisión de disparar o no me corresponde a mi tomarla, ¿no creéis, monsieur? -Se agachó junto al cadáver que, maltrecho, seguía mirando al vacío. Hizo descender ambos párpados al unísono, para luego atreverse finalmente a mirar al hombre que había provocado todo aquel caos. Al principio no pudo distinguirlo bien entre toda la penumbra que recorría el callejón. Pero poco a poco, un rostro firme y masculino, algo tosco y con una profunda expresión de cansancio, comenzó a tomar forma ante sí. - ¿Cómo habéis hecho esto? Simplemente... n-no es posible. Este hombre está... destrozado. Como si lo hubiera pisoteado un caballo furioso. ¿Y osáis pedirme que confíe en que no vais a hacerme daño?... No soy policía, pero me dedico a llevar ante la justicia a personas como vos. ¿Qué me impide abrir fuego contra vos en este preciso momento? -Su voz sonó firme pero apática, debido a lo impresionada que se había quedado ante la visión de la víctima. Ni en sus peores pesadillas se hubiera imaginado una muerte tan terrible. Lo miró directamente a los ojos por primera vez en todos aquellos minutos, y un escalofrío le recorrió la espalda.

Lo conocía.

No sabía de qué, ni si era realmente cierto o no, pero la sensación de que no era la primera vez que se veían eclipsó por completo la impresión por el asesinato o la confusión por las causas de la muerte. Se sentía perdida, confusa, incapaz de manejar la honda inquietud que fue creciendo de forma ascendente desde su estómago hasta su garganta. Un molesto nudo se formó en ese lugar, y por más que trataba de hacerlo ceder, no había forma humana de conseguirlo. Cuando se quiso dar cuenta, se había levantado y avanzaba hacia el desconocido a paso ligero, como si todo el temor inicial se hubiera visto desplazado por un siniestro magnetismo que la empujaba a acercarse a él. - ¿Q-quién sois vos? -Susurró, titubeante. ¿De qué podría conocer ella a un criminal tan violento como él? Nunca se había involucrado con gente de ese tipo. Solía rehuir a los problemas, o intentar solucionarlos, nunca provocarlos. Pero era incapaz de negar a su mente aquella sensación. ¿Quién era ese hombre?
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Mensaje por Keller T. Fowler Vie Ago 15, 2014 11:44 am

Podría soportar mil noches repletas de vacío. Mil agujas clavándose en mi cuerpo, en mi alma, durante siglos. Podría soportar que una tempestad se alzara sobre mi y me arrollara con toda la fuerza que únicamente la naturaleza es capaz de desatar. Pero si había algo a lo que no podía enfrentarme, algo que me diera miedo, que provocara que mis músculos se tensaran por el pánico, era ver en los ojos de aquella mujer la duda, la certeza de que yo era un monstruo que asesinaba a sangre fría a gente como ella, el miedo por lo que yo pudiera hacerle. Y lo peor es que fue exactamente eso lo que vi. Por un instante, mientras se acercaba a mi de forma cautelosa, en sus labios temblorosos apareció la palabra "bestia", aun cuando no emitió sonido alguno. Sus ojos me lo gritaban. Su cabeza estaba repleta de pensamientos que iban en esa dirección. Una oleada de desánimo me recorrió de repente, haciéndome retroceder en el sitio. ¿Por qué no había sido más cuidadoso al proteger a la mujer de antes? ¿Por qué no se había marchado, simplemente, impidiendo que se conociesen precisamente en aquella escena tan horrible? Ella evitó el contacto conmigo en un primer momento, pensando tal vez que la criatura con la que se toparía sería demasiado terrible, que no podría soportarlo. Así que, por increíble que parezca, cuando finalmente alzó la vista para mirarme, pese a la amenaza directa de sus palabras, me sentí tremendamente aliviado. No me importaba que quisiera destruirme, de hecho, agradecía que así fuera puesto que eso lo haría todo más sencillo. Pero no quería que me temiera. Eso era algo que, simplemente, no hubiera podido jamás.

- Os juro por mi vida, que no pretendo haceros ningún daño. -Dije en voz alta, con un tono neutro. Claro que ella no sabía que esa vida por la que juraba hacía mucho que había acabado. - Además, si no me equivoco, no lleváis ningún arma. ¿Acaso creéis que siendo un asesino tan terrible como suponéis que soy, es buena idea intentar atacarme con las manos desnudas? -Avancé hacia ella un paso, dejando que un tenue rayo de luz lunar iluminara parcialmente mi rostro. Sí, pretendía intimidarla, porque sabía que sólo actuando así me haría caso. Sabía que esa actitud no causaría temor alguno en ella, aunque si bien despertaría su ego lo bastante para que se dignara a entrar en razón. No podía dejar que siguiera pensando que era un asesino. Porque sí, aunque lo soy, nunca lo hago por puro placer. - Lo que... acabáis de ver ha sido un terrible malentendido... y sé que si me dejáis aclararlo lo comprenderéis a la perfección... Catherine. -Su nombre se me escapó en un susurro. Lo saboreé, letra a letra. Tenía un tacto aterciopelado. ¿Cuántas lunas había consumido esperando el momento para poder decirlo, para poder expulsarlo en voz alta, para poder dirigirme a ella? Ni siquiera podía contarlas. Sólo lamentaba que tuviera que haber sucedido en semejantes circunstancias.

- Lo... lo que ha pasado es que vi a ese hombre intentando forzar a esa mujer, después de robarla y... Un subidón de adrenalina. Sí, eso es. Sentí la repentina necesidad de salvarla, de protegerla. Y yo sólo... no quería que eso sucediera. Os lo juro... -Sustituí la anterior actitud dura por la más absoluta sinceridad, y más a la vista de que, una vez me hubo mirado a la cara, pareció reconocerme. ¿Cómo era posible? Siempre la había estado vigilando desde la distancia, siempre en la sombra, y dudaba mucho que pudiera recordar el accidente del que la salvé muchos años atrás. Pero me recordaba. De alguna forma que yo no lograba entender, me había reconocido. Y revisando sus pensamientos me di cuenta de que ella estaba tan confusa como yo. - ¿Yo? Mi nombre es... Keller, Keller Fowler. -Ejecuté una elegante reverencia, manteniendo una distancia prudencial entre ambos. Esperaba que a partir de ese momento las cosas fueran mejor.
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Mensaje por Catherine S. Chandler Jue Sep 11, 2014 11:29 pm

La confusión inicial, aunque no llegó a abandonarla en ningún momento, se fue viendo desplazada poco a poco por una creciente inquietud en forma de pensamientos y recuerdos tan caóticos como desordenados. ¿De qué demonios podría conocer a un tipo como ese? Su aspecto... No era precisamente peculiar. Desde su vestimenta oscura hasta su rostro enigmático, todo en él parecía llamarla a acercarse, lo cual, por supuesto, aumentaba su desconfianza. Catherine nunca se dejaba guiar por sus impulsos, y menos cuando éstos no tenían ninguna justificación lógica de base. Y obviamente, en aquel caso, no lo tenían. Su mente, siempre racional, gritaba con fiereza que lo mejor era salir corriendo de allí. Porque, demonios, ¡ni siquiera llevaba su arma! ¡¿Y cómo podía él saberlo?! Se llevó la mano derecha a uno de los bolsillos, como intentando fingir normalidad. Como si realmente dentro de él se ocultara algo lo suficientemente peligroso para que tuviera que temerla. Pero el hombre se limitó a avanzar hacia ella, en un más que evidente intento por intimidarla. Y lo consiguió. Aunque sus palabras eran sinceras, no podía ignorar lo sucedido. Tal vez no corría ningún peligro real estando a su lado. Pero entonces, ¿a qué se debía aquella actitud más bien ofensiva? ¿No sería que él estaba más asustado de ella que al contrario? Y de ser así... ¿por qué?

- ¿Acaso pensáis que el hecho de jurar por vuestra vida hace vuestro discurso más creíble? Esto no es fruto de un subidón de adrenalina y es más que evidente. Y... un momento... ¿Cómo demonios sabéis mi nombre? -Su voz sonó alterada, brusca, presa de una desesperación que no sabía ni podía describir. Aquello confirmaba su teoría de que lo conocía de algo. Pero ¿por qué no lo recordaba? Por más que revisaba sus recuerdos, sus vivencias, su rostro no aparecía como tal en ninguno de ellos y, sin embargo, le resultaba tan terriblemente familiar que el miedo inicial se había transformado en curiosidad, y ésta, en recelo. Podía notar que era cierto. Que en realidad sólo trató de salvar a aquella otra mujer que había salido corriendo y las cosas se habían torcido... y de qué manera. Pero el cuerpo destrozado era difícil de olvidar. ¿Cómo un hombre normal, por muy fuerte físicamente que estuviera, podría hacer algo así? Y lo más importante, ¿cómo no se había vuelto loco de la desesperación, o por esconder el cadáver? De hecho, el desconocido-no-tan-desconocido parecía más preocupado por lo que ella pudiera pensar de él que por lo que acababa de suceder. Y eso era algo de lo que sospechar, ¿no? Quizá fuera un psicópata. Quizá la había estado siguiendo y por eso le sonaba su rostro. Habían tantas posibilidades, y se le ocurrieron tan pocas que fueran positivas, que esta vez, retrocedió.

- Bien... Keller Fowler, asesino y vidente. ¿O sois una especie de acosador? Como comprenderéis, no puedo confiar en alguien que, además de haber asesinado brutalmente a un hombre, conoce mi nombre y el hecho de que no llevo mi arma encima. -Dijo con una mezcla de sarcasmo y desconfianza. Mientras que todo su cuerpo luchaba por acercarse a él, por dejarse llevar por aquel magnetismo que indudablemente había entre ambos, su mente había activado todas las alarmas posibles para impedir que lo hiciera. Estaba ante alguien peligroso, muy peligroso. Y quizá fuera el momento perfecto para echar a correr.
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Mensaje por Keller T. Fowler Dom Sep 14, 2014 7:22 pm

Pude notar cómo, progresivamente, su mente fue sumergiéndose en un profundo e inconexo sinfín de recuerdos que, en su momento, no supe borrar del todo. ¿O no quise? Ni si quiera lo sé. Siempre he pensado que mis dones, y sobre todo, el que me permite borrar los traumas a las personas cuando me veo obligados a beber de ellas, son el único regalo que la inmortalidad me ha otorgado después de tanto tiempo. Por eso lo utilizo con mucha frecuencia, eliminando todo rastro de vergüenza o dolor de la memoria de esos inocentes que se convierten en víctimas por mi culpa. Es lo menos que puedo hacer por ellos, y por mi. Pero con ella siempre ha sido diferente. Desde la primera vez que la vi, en aquella fatídica noche en que le arrebataron a su familia, no he sido capaz de jugar con su mente sin sentirme poco menos que un intruso. Un criminal. Un monstruo que trata de arrebatarle parte de sus vivencias para protegerse a sí mismo. Simplemente, no pude. Cada vez que me encuentro en su presencia me bloqueo, me siento acorralado, intimidado por la intensidad de su mirada. Y así me sentía en aquellos momentos. Podía notar su confusión con tanta precisión que casi parecía ser también mía. Estaba dentro de mi cabeza, dentro de mi alma, por todas partes. Aquella voz que salía directamente de los pensamientos de la joven, se clavaba en los míos propios sin que pudiera hacer nada por evitarlo. Era una sensación tan intensa, tan violenta, que casi dolía.

Ya era tarde para lamentar si había sido buena o mala idea permitir que conservara algunos recuerdos de la noche en que tuvo lugar nuestro primer encuentro. Y sí, es cierto que en parte lo hice porque deseaba que me recordara... Pero tampoco me parecía justo dejarla sin saber qué fue lo que ocurrió en realidad. Ahora tenía que acarrear con las consecuencias. O ella iba a volverse loca e iba a volverme loco a mi con todo aquel torrente de pensamientos inconexos. - Sí, sé que es difícil de creer, ¿pero qué otra explicación podéis encontrar acerca del cómo lo hice? Incluso yo estoy sorprendido... creedme... -Ahora sí mentía, era evidente, pero podía saber que confiaba en mi lo suficiente para creerse mis palabras. Era una mujer lógica y razonable. ¿Qué le iba a decir, que era un vampiro? La única explicación factible era la mentira de la adrenalina. Y ambos lo sabíamos. - Eh... bueno... lo oí por las calles... Tenéis una gran reputación... Aunque no sabría decir si eso es bueno o malo. Estaba... uh... buscando un detective privado para que me ayudase en un asunto, así que al final me topé con vuestro nombre... Qué casualidad, ¿no creéis? -De haber tenido un corazón que latiese, el mío lo estaría haciendo de forma desbocada. No me gustaba mentir, y menos, a ella. Pero era necesario, o jamás tendría la oportunidad de conocerla. De forma más íntima, claro.

- Por supuesto que no soy un acosador... Digamos que, no me gusta pedir ayuda a alguien de quien no sepa nada. Investigué un poco... Lo del arma era evidente. Hubieseis disparado sin advertirme antes. ¿O me equivoco? -Una sonrisa extrañamente tierna se dibujó en mi semblante. ¿Cómo iba a simular que éramos dos desconocidos cuando llevaba años observándola, velando por ella entre las sombras? Me resultaba sumamente complicado no preguntarle quién era en realidad, de dónde provenía. ¿Cómo iba a entender que yo ya la conocía de antes? A ella, o a su antepasada, o quizá a su yo de otra vida. ¡Si ni siquiera yo lo entendía! ¿Cómo demonios podían ser tan parecidas sin tratarse de la misma persona? No. Simplemente, era imposible. Ella era mi creadora, mi único y verdadero amor. Y ahora que el destino nos había vuelto a cruzar, no la dejaría escapar otra vez. Di un nuevo paso al frente, aún sonriente. Por un momento me olvidé de la atrocidad que acababa de cometer, de que ella pensaba que yo era un monstruo e incluso del lugar donde estábamos. ¿Qué importaba? Estábamos juntos. Y eso era lo único que me importaba.


Última edición por Keller T. Fowler el Jue Dic 25, 2014 9:56 am, editado 1 vez
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Mensaje por Catherine S. Chandler Jue Dic 11, 2014 10:35 pm

A veces, pensar demasiado, ser demasiado racional o simplemente ser demasiado inflexible en el modo en que vemos las cosas, se convierte en una dificultad a la hora de afrontar los distintos inconvenientes a los que nos somete el día a día. En la mente de Catherine, gobernada por recuerdos y esquemas muy organizados, no había cabida para cosas que no pudieran explicarse desde la más estricta lógica. Por eso en aquellos momentos se sentía tan terriblemente frustrada, a la par que confusa. Desde que tenía uso de razón había podido gozar de una memoria casi impecable, algo que, por otra parte, le resultaba tremendamente útil en su trabajo. Podía memorizar nombres, fechas, rostros e incluso escenas con una facilidad impresionante. Era algo que le salía con naturalidad, ni siquiera tenía que esforzarse para hacerlo. ¿Cómo iba a poder entender ese sentimiento de que no estaba ante a un desconocido, si no había ningún recuerdo en su cabeza que le indicara dónde o cómo podrían haberse conocido? Había algo que no encajaba. No hacía más que buscar y buscar sin éxito un indicio, una pista que la hiciera comprender qué estaba sucediendo, pero no había nada. Aquello no era como uno de sus casos, de los que veía fácilmente la respuesta a los enigmas. ¡¿Quién demonios era ese hombre?! Y por Dios, ¡¿por qué no paraba de sonreír, de avanzar hacia ella?! La estaba poniendo nerviosa. Más de lo debido y de lo que nunca reconocería, pero lo estaba haciendo.

- Vale... si asumimos por un instante la posibilidad de que un crimen tan atroz como este pudiera cometerlo una persona en un subidón de adrenalina, que me parece complicado, aunque no imposible, ¿por qué iba la chica a salir corriendo si sólo queríais salvarla? -La explicación, como era evidente, no le convencía, y aunque no había otra posible y realmente sentía que aquel tipo, fuera quien fuese, le estaba diciendo la verdad, su escepticismo siempre le había permitido sobrevivir. No iba a abandonarlo precisamente en aquel momento. Aunque fuera posible que sólo hubiera sido un terrible accidente, ¿qué le garantizaba que no pudiera correr ella la misma suerte? No iba a confiarse. Las preguntas se acumulaban en su cabeza, y aunque su exterior solamente lo denotase con un ceño fruncido, le estaban entrando unas ganas terribles de ponerse a gritar, tal era la confusión que experimentaba en aquellos momentos, y su incapacidad para manejarla. Confusión que, por otra parte, no hizo más que incrementarse y confundirse con un nuevo deje de sospecha, motivado por la excusa que acababa de poner para explicarle cómo conocía su nombre. Si bien era cierto que su figura y trabajo era bastante reconocido en la ciudad, su nombre era un misterio salvo para unas cuantas personas a las que conocía lo bastante bien para saber que no se lo darían a cualquiera que lo preguntase. De nuevo, había algo que no cuadraba.

- Sí... demasiada casualidad a decir verdad... -Quiso decirle que, por favor, dejara de acercarse, pero respondió a su gesto dando un paso hacia atrás, sin temblar ni un ápice. No era exactamente miedo lo que sentía, pero el hecho de que sintiera que podía confiar en él, en sus palabras, sólo causaba más desconfianza. Arrugó la nariz cuando el sujeto murmuró aquello. ¿Tan evidente era que hubiera disparado sin preguntar? Si bien era cierto que en ocasiones normales era más bien poco dada a amenazar con su arma, aquella situación era todo menos normal. - Hubiera disparado sin dudarlo, en eso estáis acertado. ¿Cómo podría confiar en alguien que ha cometido un crimen semejante y cuenta una historia casi imposible para convencerme? Por no hablar de que sepáis mi nombre. ¿Quién os lo dijo? ¿Sally o David? -Enarcó una ceja, expectante. Su sonrisa le resultaba perturbadora. ¿Acaso no le importaba lo más mínimo que el cadáver del hombre al que acababa de asesinar estuviese a escasos metros? Tenía que ser un psicópata, estaba segura. ¿Qué importaba lo que sus sentimientos quisieran decirle? Su cabeza siempre tenía razón. Y en ese momento, eso era lo único que su cabeza le decía: peligro. Es un asesino. Aléjate. Y se alejó.
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Catherine S. Chandler
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Mensaje por Keller T. Fowler Jue Dic 25, 2014 11:57 am

Quise dar dos zancadas, romper definitivamente la distancia entre nosotros, sujetarla del brazo y pedirle que, por favor, dejara de alejarse. Que de una vez por todas, dejara de hacer preguntas a las que ni yo podía responder, ni ella deseaba realmente obtener una respuesta. Que dejara de pensar en voz tan alta. Que cesara en su empeño en analizar racionalmente todo. Que me dejara, de una vez por todas, acercarme, recuperar a mi creadora, hacerle recordar la verdad. Porque ahora, teniéndola frente a mi, escuchando sus palabras, estaba aún más seguro de que ambas eran la misma persona. Y yo necesitaba recuperarla, de una vez por todas. Deshacerme del dolor que su ausencia había dejado en mi alma, en mi corazón marchito. Pero no lo conseguiría nunca si su mente no dejaba de un lado la lógica, y se dejaba guiar por lo que sentía. Notaba su corazón, acelerado, pero yo sabía la verdad. Sabía que no era miedo lo que albergaba. Era... atracción. Ese magnetismo indudable que ella, mi creadora, y yo siempre habíamos sentido el uno por el otro. Y lo sabía porque sus pensamientos me daban la razón. Ella confiaba en mi, en mis palabras, aunque su necesidad de analizar todo la hiciera sentir confusa por ese hecho. Pero así era. Y debía mantener aquel estado de confianza todo el tiempo que pudiera. Así tuviera que mentirle.

- La chica estaba alterada, tanto por el altercado con ese hombre, como por mi... brusquedad para con él. Vamos... sabéis que no soy un asesino. ¿Por qué si no iba a daros explicaciones, si lo fuera? Ese hombre la atacó, y yo respondí. De forma exagerada, lo confieso, pero sólo quería protegerla, os lo juro. -Mis palabras eran sinceras, aunque yo mismo había oído la palabra "monstruo" salir de los labios de la joven a la que acababa de salvar. No era extraño, ciertamente, y aunque siempre he esperado escuchar las gracias de labios de algunos de aquellos a los que protejo, el no recibirlas no es algo que me alarme especialmente. Los humanos son simples. Pero yo no, y ella tampoco. Por eso estamos hechos el uno para el otro. Me detuve al apreciar que en su mente apareció la idea de huir, con más fuerza incluso que al principio. No deseaba volver a perderla, no deseaba volver a verla marchar sin yo poder hacer nada para recuperarla. Porque extrañamente, pese a que en esa reencarnación fuese simplemente humana, sabía borrar tan bien su rastro como lo hizo en su otra vida. No dejé de sonreír, sin embargo. No podía hacerlo. No podía esconder esa felicidad que me embargaba por el simple hecho de tenerla delante. Había pasado tanto tiempo, y ahora, de nuevo, nos veíamos las caras. Aunque llevaba mucho tiempo vigilándola, ahora, ella, también sabía de mi presencia.

Y aunque no lo hubiese reconocido ni en un millón de años, hubiera deseado en aquel preciso momento Catherine rompiese el bloqueo que yo mismo había construido en su memoria, y que volviera a acordarse, por fin, de mi.

Pero para desgracia mía, lejos de ocurrir eso, de sus labios salió una pregunta que desde el instante mismo en que me dispuse a decir la respuesta, supe que rompería de lleno mis posibilidades de que su confianza en mi creciera. - Fue... David, él me dijo cómo podía encontraros, y vuestra forma de trabajar. Me dijo que erais la mejor. Y realmente no le culpéis de traicionar vuestra confianza. Fui muy persuasivo y él muy profesional. Me dijo que... Bueno, que mantenéis vuestra identidad en secreto, y os aseguro, mi Señora, que de mis labios no saldrá nada al respecto. -Su mente estaba en blanco y eso no hizo más que incrementar mi nerviosismo. Si David no era el nombre correcto, mis posibilidades de recuperarla se difuminarían de inmediato. Esperaba, ansiaba, deseaba por todos los dioses antiguos en los que una vez creí, que ese fuera el nombre, el dichoso nombre que ella esperaba oír. Pero su mente no decía nada al respecto, parecía como si una densa neblina la cubriese ahora. ¿Era eso posible? ¿Habría descubierto mi truco, mi poder? ¿Se habría deshecho de mi influencia? Maravillado, no pude evitar volver a acercarme a ella, muy despacio, como intentando no espantarla. Tenía que ser ella. Era ella. La había encontrado. Cada vez estaba más convencido.


Última edición por Keller T. Fowler el Dom Ene 25, 2015 3:58 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Catherine S. Chandler Dom Ene 11, 2015 6:47 pm

Y justo cuando el hombre mencionó aquellas palabras, una sonrisa de oreja a oreja apareció en su semblante de forma repentina. Una sonrisa enigmática, a la par que sarcástica. Había picado. Era una trampa sencilla, simple, pero pensada claramente para diferenciar a la gente que realmente la conocía por medios lícitos y aquellos que, de alguna forma, sabían algo sobre ella que no debían saber. Para una investigadora, su nombre es su bien más preciado y valioso, y lo que con más ahínco debe proteger y salvaguardar. Su identidad. O de lo contrario estaría expuesta a toda clase de peligros. Se acercó a él un sólo paso, cruzando los brazos bajo el pecho. No iba a negar que sus palabras habían sido sumamente halagadoras, y probablemente hubieran tenido gran poder de persuasión de no ser porque había caído en su mentira. Ni conocía a ningún David, ni conocía a ninguna Sally, y por supuesto ningún conocido suyo hubiera relevado su identidad a absolutamente nadie, y menos, sin consultárselo antes. No importaba cuan importante fuera el trabajo a requerir, o la suma de dinero ofrecida. Eran buenos guardando secretos, y leales con la joven. Le observó desde la distancia, desafiante, sin dejar de sonreír.

- ¿De veras esperabais engañarme con semejante sarta de falacias? En primer lugar, no conozco a ningún David. Y en segundo, nadie revelaría mi nombre sin antes consultarme. Y menos, a un asesino. Aunque valoro vuestro esfuerzo, sin duda. A cualquier otra la hubieseis convencido con mucho menos. Pero si de verdad me conocierais, sabríais de sobra que no soy tan estúpida, ergo, no me conocéis demasiado, así que... ¿Quién demonios sois? ¿Y cuánto tiempo lleváis observándome? ¿Os ha contratado alguien? -Por su mente pasó la fugaz pero posible idea de que los propios miembros de la policía habían sido los que contrataron a aquel hombre. ¿Tenía sentido, no? Había resuelto más crímenes ella que todos ellos juntos. Y ella les conocía a todos, a cada miembro. Conocía sus errores, aquellos secretos turbios que escondían a ojos ajenos. Nuevamente, echó de menos su arma, pero al escuchar jaleo tras ella suposo que la mujer había llamado a la policía. Estaban llegando. No podría escapar. Se le quedó mirando con fijeza, sopesando las posibilidades que tenía de reducirlo para cuando ellos llegaran. Y no eran muchas, a decir verdad.

- Creo que quienes vienen no tendrán demasiado claro la veracidad del subidón de adrenalina. Os ruego que no os mováis, por favor, no me gustaría tener que enzarzarnos en una disputa. Después de todo, fuisteis vos quien dio a entender que no teníais nada que temer. Ahora, ambos lo sabremos. -Se movió un poco hacia la derecha, quedando justo en medio de la calle, impidiendo el paso. Aquella captura era suya, no iba a permitir que se llevaran todo el mérito. - Lo siento, empezabais a caerme bien. -Los pasos se oían cada vez más y más cerca. Eran muchos, más de seis probablemente. ¿Tantos policías para un sólo hombre? Cuando la sombra de la duda apareció nuevamente en su cabeza, sintió una respiración en la nuca, de forma casi inmediata, y la presión de un arma en su espalda la hizo dar un respingo. - Qué demonios...
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Mensaje por Keller T. Fowler Dom Ene 25, 2015 7:06 pm

Y allí estaba, de nuevo, aquella mirada de desconfianza reluciendo con gran intensidad en el fondo de sus ojos verdosos. No pude evitar sonreír. Su carácter era también extremadamente similar al de mi creadora. Astuta, de pensamiento rápido y con una gran capacidad para dejarme desconcertado con una simple pregunta. El engaño había sido evidente, y aunque me sentí tremendamente torpe al caer en una mentira tan simple como aquella, no podía evitar admirar la fortaleza que había demostrado para mantener su mente en blanco impidiendo así que yo penetrara en su interior. Sin poder evitarlo, me acerqué un paso más, y luego otro. Necesitaba sentirla cerca. Necesitaba que recordase del todo de qué nos conocíamos, y de dónde. Por qué era tan importante para mi. Pero me mantuve en silencio, expectante, atento a sus palabras y al tono con el que las mencionaba. Firme, directa, sin un ápice de duda. Y mi sonrisa se ensanchó inevitablemente. Aunque el simple hecho de imaginar que realmente pensara que mis palabras carecían de significado y que bien podrían estar dirigidas a cualquier otra persona me molestaba sobremanera. Yo la necesitaba a ella. De una forma tan íntima, tan perfecta, que no podía explicarse con palabras. Me había pasado casi toda la eternidad buscándola, y ahora que la había encontrado... ¿Cómo podría imaginar perderla nuevamente?

- No pretendía engañaros, mi señora. Es cierto que no fue ningún aliado vuestro quien me habló de vos, pero sois muy conocida por estas calles... Y por otras menos transitadas. A partir de ahí, lo único que tuve que hacer fue seguiros la pista. Buscaros, encontraros en base a los casos que ibais resolviendo. No fue fácil, creedme, pero no imposible. He tardado meses hasta toparme con vos. Yo soy... Keller Fowler. En otra época fui médico. Y estad tranquila, nadie me ha contratado... -Sonreí con amabilidad, para volver a acercarme, aunque esta vez visiblemente más relajado. Ella, extrañamente, también parecía más tranquila. Entonces yo también lo oí. Los pasos acercándose. El bullicio de sus voces elevándose en medio de la tranquilidad de la noche cerrada. Y sus pensamientos. Mi gesto se torció inevitablemente al percibir la tensión que embargó a la joven de forma repentina, cuando el inquisidor colocó su arma presionando la espalda ajena. Una mueca feroz se dibujó en mi semblante momentos después, al ver cómo aquel malnacido se atrevía a deslizar las manos sobre los hombros de Catherine. Lo que yo no había hecho en todos aquellos años. ¿Con qué derecho se creía para hacer eso? Mis colmillos pujaban por salir, ejerciendo gran presión sobre mis encías. Estaba furioso.

- Soltadla. Es a mi a quien buscáis. -Dije sin un ápice de duda. Daría mi vida por la suya un millón de veces... Porque ella ya hizo lo mismo por mi una vez. No la perdería nuevamente, ahora que ya la había encontrado. No volvería a fracasar en mi misión de protegerla.

- ¿Por qué debería hacerlo? ¿Acaso no es ella una de esas rameras que se van con los de tu condición? Se merece la muerte tanto como tú. -Bufé en voz alta, aproximándome a ambos lentamente. Despacio, muy despacio. No permitiría que le hicieran daño. Y menos, por mi culpa.

- No volveré a repetirlo. Soltadla. Ahora. O lo lamentaréis. -Mi tono de voz no admitía réplicas. Aunque no parecieron entenderlo. Otros dos hombres se acercaron a Catherine por la espalda. Uno de ellos, también era un vampiro.
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Mensaje por Catherine S. Chandler Mar Feb 17, 2015 9:39 pm

Saberse atrapada entre los brazos de aquel desconocido que acababa de agarrarla por la espalda, mientras estaba demasiado distraída con aquel tipo que tenía justo enfrente, la hacía sentirse extrañamente indefensa. Minúscula. Como hacía mucho que no se sentía ante ninguna persona. Si de algo había presumido siempre, era de su acusada valentía, de no tener miedo a nada ni a nadie, hasta el punto de percibirse casi invulnerable a esa emoción que estaba presente en casi todas las personas normales, en mayor o menor medida. Pero ella no era normal, ni común, ¿no? Ella era diferente. Ella se dedicaba a investigar crímenes que a cualquiera le revolverían el estómago. De perseguir a criminales y llevarlos ante la justicia sin pararse a pensar nunca en el gran peligro que corría por hacerlo, sin plantearse que pudieran tratar de vengarse de ella. Siempre supuso que esa carencia de temores era debido, nada menos, que a la ausencia de algo por lo que temer. Más allá de su vida, o ese trabajo con el que consumía las horas muertas de su día a día, no tenía nada más. Nada que perder. No es como si pudieran amenazarle con dañar a sus seres queridos, porque todos a los que alguna vez quiso ya estaban muertos. Tampoco podían amenazarle con robarle dinero, o joyas, porque el mayor lujo que tenía era poder decir que poseía un techo bajo el que vivir, por muy diminuto que fuera.

No, no había nada en concreto con lo que pudieran amenazarla. No tenía nada por lo que temer. Siempre había aceptado que la muerte formaba parte natural de la vida, y que no había nada que pudiera hacerse para evitarlo. Claro que eso no quería decir que buscara encontrar la muerte en cada esquina, sino que opinaba que la mejor forma de enfrentarse a ella era no teniendo miedo a su llegada. Entonces... ¿Por qué se sentía así en aquel momento? ¿Qué había cambiado para que, en lugar de aceptar que podría que esa fuera su hora, todo su cuerpo clamara porque no lo fuera aún? ¿Acaso ya no estaba preparada para aceptar su destino, en caso de que fuera ese? No tenía ningún sentido. Porque lo único que había cambiado ese día, lo único que se había salido de lo común y usual... Había sido él. Aquel desconocido era el único cambio en su día a día que podía explicar esa repentina necesidad de luchar por su vida. Y como antes, al sentir que lo conocía, no podía decir por qué. Se limitó a mirarlo directamente a los ojos, con una súplica que nunca llegó a decir en voz alta, como si de algún modo supiera que él haría cualquier cosa por protegerla, incluso contra alguien que parecía bastante más peligroso que él mismo. Él le devolvió una mirada preocupada, aunque con un deje de alivio que no consiguió comprender del todo. ¿Quién era él? ¿Y por qué se alegraba de que aceptara su ayuda? No. Aquella no podía ser su hora. Tenía mucho que pensar, y muchas preguntas que responder. Y él, de alguna forma, tenía algo que ver en todo aquello.

- P-por favor... No me hagáis daño... -Gimió al notar como las yemas de las manos ajenas se clavaban sin piedad sobre sus escuálidos hombros. Fuera quien fuese, estaba entrenado para utilizar la fuerza bruta. La joven torció el rostro levemente, al sentir que otro tipo que se había acercado también, la tomaba por el mentón, dirigiéndole una mirada que tenía un matiz de lascivia, junto con el inconfundible brillo de la maldad. Se había enfrentado a miradas como esa cada día, durante los últimos años. Si aquel hombre tenía buenas intenciones, desde luego, sabía disimularlo. ¿Sería el cadáver alguno de los suyos? Entonces podía entender por qué aquel asesino de antes parecía no estar preocupado en absoluto por haberlo matado. Todo parecía tener más sentido ahora, menos la parte en que la acusaban de ser una ramera que se iba con los de su "condición". ¿Cuál "condición"? Parecía un loco, pero nada más. Una mueca de frustración se dibujó en su semblante. ¿Acaso nadie iba a tener la decencia de explicarle qué demonios estaba sucediendo? Tras emitir un bufido de queja, golpeó con fuerza el pecho ajeno con el codo, impulsando éste hacia atrás, y en el breve momento en que su captor se agachaba presa del dolor, se escabulló hacia la figura del que antes consideró su enemigo, buscando su apoyo esta vez. - ¿Qué demonios está pasando?
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Mensaje por Keller T. Fowler Vie Feb 27, 2015 12:40 am

En el preciso momento en que el segundo de los humanos se acercaba a ella, pude sentir con absoluta perfección aquella amarga sensación de no saber si finalmente sería capaz de protegerla, al menos, no sin mostrarle a ella mi verdadera naturaleza. Y no tenía del todo claro si en esa situación ella estaría preparada para algo así. Sus pensamientos eran un absoluto caos, y resonaban dentro de mi cabeza con una fuerza a la que no estaba acostumbrado. Estaba confusa, asustada, y por suerte para mi, también se sentía tentada de depositar en mi una confianza que, al principio, había decidido descartar por considerarme un asesino. Si mostraba mi verdadera cara, esa oscuridad que habitaba en mi interior, el ser que era realmente, lo más probable sería que volviera a desconfiar de mi, que acabase huyendo. Y no pensaba volver a perderla. No podría soportarlo. Pero... ver a aquellos dos malnacidos tocarla como si fuera de su propiedad me hizo hervir la sangre en las venas. ¿Qué se creían? ¿Acaso no se daban cuenta de que ella valía muchísimo más de cualquier otro ser de los que se hubieran encargado de cazar en todas sus vidas? No podían tratarla así, y mucho menos en mi presencia. No iba a tolerarlo.

Y justo acababa de avanzar un par de zancadas para ponerme a la altura de los inquisidores y de la joven, cuando ella pareció reaccionar del shock, golpeando a uno de ellos y consiguiendo liberarse de su agarre. Una sonrisa se instaló en mi semblante de forma casi automática. Tal vez no recordase que era mi creadora, pero cada acción que llevaba a cabo no hacía más que recordarme a ella. Era terca, dura de roer, e incluso en momentos como aquel, en los que se sentía confusa o asustada, no se dejaba vencer por las circunstancias. Derrochaba valentía y fortaleza. Como ella. - Me temo, Catherine, que este no es el mejor momento para pararnos a hablar sobre ello. Pero no os preocupéis, en cuanto me deshaga de ellos, intentaré explicaros todo tan bien como sea capaz. -Sus ojos reflejaban confusión, pero finalmente seguían teniendo en el fondo aquel brillo de confianza que yo buscaba mantener presente. Sí, más tarde intentaría explicarle todo lo que necesitaba saber para que volviera a ser la misma que antaño. Y había muchísimo que explicar. Más aún habría, además, si finalmente debíamos enfrentarnos a los inquisidores. Que ella no llevase su arma ahora era un problema, puesto que me obligaba a mi a utilizar toda la fuerza bruta que tenía disponible, y corría el riesgo de espantarla al provocar un "crimen" como el de antes.

- Ya sabía yo que esa no era más que otra traidora a la especie... No hay nada más que verla, escondiéndose detrás de un ser como tú, como si fueras a ser capaz de protegerla... -El que parecía ser el líder, que antes había agarrado a la joven, se recompuso del golpe que ésta le había propinado, y se acercó a nosotros, con los ojos brillantes por la rabia. - Aquí tenemos a uno como tú, ¿sabes? Sediento. Deseoso por probar un poco del elixir de tu "alimaña". -Cerré las manos con fuerza en un puño, para luego dejar que mis colmillos se abrieran paso entre mis labios, incapaz de contener el enfado que sus palabras provocaron en mi. ¿Cómo era capaz de dirigirse a ella de ese modo? ¿Quién demonios se creía? Se lo haría pagar.

- Date la vuelta y mantente detrás de mi en todo momento, ¿lo has entendido? -En mi voz no quedaba ni rastro de aquellos modales en los que siempre había basado mi comportamiento. Ahora sólo necesitaba mantenerla a salvo. Sólo podía pensar en eso. Y teniendo en cuenta que ahora era humana, me resultaría más complicado. Pero si algo tenía claro, era que no volvería a perderla. Así tuviera que dar mi vida por la suya un millón de veces. - ¡Vamos! ¡Retrocede! -Grité al percibir como el vampiro comenzaba a correr a toda prisa en nuestra dirección. Lo intercepté en medio del trayecto, y nuestros cuerpos chocaron con tal fuerza, que el estruendo resonó durante unos instantes por todo el callejón, casi como si una losa de hormigón hubiese caído sobre un suelo de mármol. Lo cogí por el cuello y lo estampé contra el suelo. Él era fuerte debido a su juventud, pero yo era más rápido, gracias a mi vejez y a la presencia de Catherine, la reencarnación de mi creadora. Y justo por culpa de estar mirando en su dirección no vi venir el golpe directo al estómago que el neófito lanzó en ese mismo momento. Gemí de dolor, para luego elevarlo del piso y lanzarlo contra los otros dos inquisidores, que lo esquivaron sin mucha dificultad.

- Así que quieres jugar, sanguijuela... Muy bien. Juguemos. -Y entonces, lo vi. Las estacas pendiendo de sus cinturones. Definitivamente, no contaba con eso.
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Mensaje por Catherine S. Chandler Mar Mar 17, 2015 9:18 pm

Ni siquiera estuvo segura de que había logrado soltarse del agarre del desconocido hasta que notó la firmeza de las manos de aquel al que hacía un momento había estado acusando de asesinato, cerrarse en torno a su hombro, para conferirle un poco de aquella firmeza y tranquilidad que su simple presencia desprendía. La joven, entonces, sintiendo que la idea de que aquel hombre haría cualquier cosa por protegerla no hacía más que reforzarse, pudo finalmente encarar a los asaltantes desde aquella distancia que los separaba. La ira brillaba con total claridad en sus miradas, que pasaba de forma alternativa entre ella misma y Keller, que pareció tensarse visiblemente debido a las palabras de los desconocidos. Catherine suspiró, para luego agitar la cabeza con violencia. Estaba claro que ninguno de los presentes tenía intención alguna de explicarle qué era lo que estaba sucediendo. ¿Era la víctima de asesinato que aún yacía sobre el suelo un compañero de aquellos que ahora parecían querer acometer contra ellos? ¿Ese era el motivo de su rabia? Desde luego, era la explicación más plausible para todo aquel caos. Pero no era suficiente. Había algo que se le escapaba, y estaba claro que era algo importante. Ella no estaba acostumbrada a que los detalles de los delitos le resultaran incomprensibles. Siempre había tenido una gran facilidad para encajar diferentes aspectos de situaciones complejas, resolver enigmas que otros no eran capaces si quiera de comprender. ¿Cómo iba a aceptar que estaba inmersa en una situación que no tenía una solución válida o lógica? ¡Simplemente no podía!

- Oh, por supuesto que es el momento perfecto para que me expliquéis qué demonios está sucediendo. De hecho, puede que sea el único momento que tengamos para que podáis hacerlo. No sé vos, pero ellos no tienen muy buenas intenciones. Y a no ser que os de otro arrebato de adrenalina de los vuestros, tenemos complicado salir de aquí ilesos. -Mantuvo su voz en un tono bajo y monótono, esperando que los criminales no alcanzaran a escucharla. Clavó entonces su vista en el hombre que ahora se había situado entre ella y los desconocidos. ¿Por qué tenía ese afán por protegerla? Y más importante, ¿por qué ahora que lo tenía mucho más cerca que antes, la impresión de que lo conocía de antes, no hacía más que acentuarse? - ¿Y bien? ¿Pensáis explicarme de qué demonios habla ese tipo? ¿Por qué ha dicho que soy... que eres...? ¿Keller? -El brillo del terror acudió a sus ojos cuando al buscar los ajenos se encontró con las ansias de sangre, refulgiendo con intensidad. Y en el rostro hermoso, varonil, una mueca animal que le heló la sangre en las venas. - ¿Q-qué demonios... eres? -Y en el mismo instante en que aquella pregunta escapó de entre sus labios, la respuesta acudió a su mente rauda y veloz, como si siempre la hubiera sabido. Y quizá así era. Recuerdos pasados, venidos de la peor noche de su vida, pasaron por delante de sus ojos a toda prisa. Recuerdos de una bestia que la libró de aquellos que habían dado muerte a sus padres delante suya. Esa bestia... Era él. Ahora lo sabía.

Y aunque no alcanzó a escuchar sus palabras, ni a comprender lo que quería decir con ellas, obedeció a sus órdenes de forma casi inmediata, sin siquiera planteárselo. Se colocó tras él, consciente de que pondría su vida en sus manos en cualquier momento, en cualquier lugar. Que él no la defraudaría. Por mucho miedo que ese pensamiento, que esa sensación de la que no podía desprenderse le provocara. Pero no pudo evitar que su cuerpo reaccionara alzando la vista al escuchar aquella expresión de dolor. Y sus ojos coincidieron. Los suyos, brillantes, con un matiz rojizo que la aterraba y atraía a partes iguales. Y las preguntas volvieron a comenzar a agolparse en su cabeza, justo cuando el shock inicial dio paso a la necesidad de superar aquella situación. - ¿Eso son estacas? -Al verlo asentir, todo su cuerpo se sacudió en un escalofrío que la recorrió por completo. - ¿Eres un vampiro? -Él vaciló, para luego suspirar y volver a asentir, mirándola de reojo. Y aunque en cualquier otra ocasión hubiera cuestionado aquel hecho tomándoselo como una estúpida broma, como una mentira, en aquellos momentos no tenía tiempo para desconfiar de sus palabras. - Necesitamos un plan. -La joven esperó hasta que el vampiro farfulló aquellas dos palabras que estaba deseando oír. "¿Qué plan?". - Salir corriendo.
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Mensaje por Keller T. Fowler Vie Mar 27, 2015 8:10 pm

Desde luego, ni que decir queda que entre mis planes para aquella noche no estaba en absoluto el hecho de tenerme que enfrentar no sólo con un grupo de inquisidores, sino también a la mirada incisiva de Catherine que, a mi espalda, parecía más agitada aún que de costumbre. Si yo mismo no había querido mencionarle nada acerca de mi condición, era evidentemente porque creía que para todo había un momento y lugar específico, y mucho más para algo tan importante como eso. Porque una persona, un humano, cuando descubría que las criaturas de la noche somos reales, que existen más seres ahí afuera distintos a ellos mismos, no suelen reaccionar demasiado bien, y eso lo sé por experiencia. Tampoco es que pensara que ella iba a ponerse a gritar, histérica, al comprender que realmente estaba ante un monstruo, porque la conocía, y sabía que no era así, pero tampoco me había planteado que llegase a asumirlo de forma tan rápida, y mucho menos sabiendo lo lógica y racional que era. Así que por un momento, al escuchar salir la pregunta de entre sus labios, de forma tan directa y sin titubeos, tuve que pararme y girar la cabeza para mirarla directamente a los ojos, entre confuso y aliviado. Al menos ya lo sabía.

Al sondear sus pensamientos, y ahondar un poco, me di cuenta que ni de lejos estaba tan entera como parecía. Pero su cerebro funcionaba básicamente ordenando sus prioridades, y en aquellos momentos, para ella, lo más importante era salir de allí con vida. Tras eso, comenzaría a escupir preguntas una detrás de otra para intentar desenmascararme. Suerte la mía que tendría la capacidad de saber justamente lo que ella necesitaba oír. Algo bueno tenía que tener ser el monstruo que era, ¿no? - Sí, lo soy. Pero creo no equivocarme al decir que este no es el momento ni el lugar más oportuno para hablar de ello... -A pesar de que la frustración volvió a aparecer en su semblante, en forma de una profunda arruga en la frente, pareció darse por satisfecha en aquel momento. Y entonces volví a encarar al grupo de inquisidores que se habían acercado peligrosamente a nosotros mientras estaba distraído mirándola. ¿Cómo demonios iba a sacarla de allí? No podía enfrentarme a todos ellos a la vez, no sin descuidar su seguridad, y eso era algo que no estaba dispuesto a hacer. Conocía los métodos de aquella escoria. Aprovecharían cualquier distracción mía para intentar atacarla a ella. Mi actitud protectora me había delatado, ella era -y es- importante para mi. Y eso la convertía en mi punto débil. Ahora no podía alejarme. No sin comprometer su integridad física.

- ¿En serio? ¿Qué plan? -Farfullé después de lanzar nuevamente al vampiro contra los otros, después de que éste tratara de abalanzarse sobre nosotros, sin mucho éxito. Aquel neófito estaba probándome, comprobando mi fortaleza, examinando el flanco más adecuado para atacar. La siguiente vez que lo hiciera, la cosa podría complicarse bastante. Al oír su respuesta, no pude más que carcajearme. - ¿Y eso es un plan? ¿Acaso no ves que ellos también tienen piernas para salir corriendo detrás nuestra? No creo que sea demasiado efectivo... -Aunque realmente, no es que tuviéramos muchas más opciones. La miré de reojo, sopesando nuestras posibilidades de escapatoria si dejaba que fuera ella quien nos guiara. Eran prácticamente nulas. Ellos eran más numerosos, y probablemente, también más rápidos de lo que una humana podría llegar a ser. Entonces me encogí de hombros, para luego voltearme rápidamente, y encararla. - Pues escapemos. -Dije simplemente, para luego alzarla sobre el suelo y subírmela al hombro como si más que una persona, se tratase de un saco de naranjas. Después de todo, ya sabía lo que yo era, ¿no? Después seguramente le recriminaría el haberle mentido con la teoría del subidón de adrenalina, ahora tendría más motivos, como el hecho de tomarla en brazos como a una mercancía. Iba a estar interesante la noche.

Dando un fuerte salto sobre el pavimento, nos elevamos varios metros, lo suficiente para que pudiera sujetarme al marco de un ventanal de la fachada de uno de los edificios circundantes. La fortuna quiso que no nos cayéramos de espaldas, y que la construcción fuera lo bastante baja para permitirnos subir al tejado con sólo un salto más. Después, todo cuanto se me ocurrió hacer fue seguir corriendo de tejado en tejado, sintiendo cada vez más lejanas las voces de los inquisidores, que estaba seguro que no nos perderían el rastro. No en un rato, al menos.
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Keller T. Fowler
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