Franz von Rosenkreuz

El ciudadano. Mr. von Rosenkreuz

La observación silenciosa se vuelve una herramienta letal cuando los ojos del observador pertenecen a una mente de eterna frialdad emocional. Una sola noche no bastaría para describir en líneas  asertivas la personalidad del hijo ilustre de la casa von Rosenkreuz volviéndose, insistentemente, un complejo misterio difícil de resolver. Una caja de Pandora cuyo oscuro interior sólo guarda la verdadera identidad de una moneda brillante de dos caras.

Un hombre reservado y de pocas palabras pero no por ello se torna un sujeto poco interesante. Por sobre todo es un caballero educado y de impecables modales. Ilustradamente intelectual, sus padres lo premiaron con una herencia genética envidiable siendo siempre el mejor en todo. El mejor en su clase, el mejor de la promoción, el mejor von Rosenkreuz de todos.

Socialmente tiene los recursos de habilidades y capacidades enriquecidas para tratar con todo tipo de personas. Si bien no es del tipo de personas que buscan llamar la atención de un modo pateticamente hostigoso, siempre suele resaltar del resto sin necesidad de hacer mucho.
Cuando la situación lo requiere, es un actor social participativo y filántropo con la sociedad que le rodea. Cordial, hasta cierto punto. Un líder carismático en quien se puede confiar.

Del otro lado del espejo. La verdadera cara de Mr. von Rosenkreuz

Adentrándose en lo más convexos, socavado y recóndito de su ser, expone a un individuo sumamente calculador y manipulador. Una aberrante abominación con la mente brillante de un genio cuyas únicas metas se centran en su egocéntrica misantropía.

Hay que poner en claro que no tiene dos personalidades dentro de un cuerpo ignorando una de la otra, víctima de una patología. Es un sujeto completamente cuerdo y lúcido, sólo que estamos frente a un verdadero hipócrita, perverso y cruel.

El hombre del nuevo orden quien nació para gobernar y manipular una esfera de energía en sus manos que se tranza al poder puro de sus exitosas acciones. Jamás da un paso en falso y prefiere arriesgar personal humanos para pronosticar algo a futuro antes de errar.

La empatía nunca encontró un lugar en su existencia. Jamás pudo tan siquiera sentir un grado de misericordia o altruismo con otro ser humano. Frío y malicioso, amo de una sonrisa encantadora oscuramente hipócrita usada para fines perversos de lucro y beneficios propios. Todo lo que toca, lo destruye. Jamás tiene paz, jamás da paz.

Tiene una ideación marcadamente obsesiva, rígida y paranoica, por lo que, es difícil alterar sus opiniones y/o actitudes las cuales se tornan inflexibles. Pero puede simular estar de acuerdo…Sabiendo que de todos modos puede dar una asertiva estocada a quien le ha desafiado. Sus demandas internas siempre las ha destituido a un último plano. En consecuencia, se ve mermada la capacidad de control y puede existir momentos de impulsividad y tensionalidad.

No es que von Rosenkreuz  esté constantemente inhibiendo la liberación de emociones, más bien, no tiene problemas con la represión de emociones pues están casi anuladas en él. Demuestra una frialdad emocional que lo hace ser inalcanzable sentimentalmente. Callous unemotional. Insensible sin emociones.
Pero, pese a todo este autocontrol y frialdad, existe una emoción dominante en su interior. Frustración. Frustración que se torna en ira reprimida. Esta frustración suele ser encubierta detrás de un rostro pétreo o, si la ocasión lo requiere, una sonrisa apacible, pero lo cierto es que esta ira es el talón de Aquiles del joven heredero de la familia. El no poder conseguir lo que busca: la totalidad del saber y la ciencia perfecta; es un golpe a su estructura narcisista.
El dinero, según sus palabras, es la ambición de quienes sus cerebros jamás fueron tan brillantes y no les dio para más que tener de codicia esas patéticas riquezas. Hay que ser recordado después de muerto, se debe conseguir crear algo grande. Por eso tiene un único interés en la vida: La mente y conducta humana como también el funcionamiento corporal. Poder alcanzarla y controlarla. Tener el poder de controlar a los demás, idear una herramienta de control social. Además Crear a un súper humano que no tenga debilidades y que acapare lo mejor de todas las razas. Un ejército perfecto e indestructible.

El narcisista maligno. Está polarizado hacia sí mismo. Un rasgo de tipo narcisista impregna fuertemente su carácter y por ello realizará juicios favorables de sí mismo con respecto a los demás. Tiende a atribuir la causa de sus fracasos o pesimismo a errores ajenos haciendo sentir terriblemente culpable a las personas a quien manipula indicándolas como culpables. Conducta de introspección, poco interés a implicarse en intercambio social. Excesivamente cauteloso en la proximidad interpersonal.

Por lo general no desarrolla relaciones íntimas y duraderas, a menos que sientan que lleven el control y pueda obtener verdaderos favores. Si el asunto es lo contrario, lo verá como una pérdida de tiempo. Su exacerbación produce con frecuencia manifestaciones de tipo paranoico.
Su vida está enfocada en el conocimiento, la medicina y la ciencia. Aspira a ser el mejor doctor y científico de todos, dejar su nombre en la historia mundial de los descubrimientos. Dueño de una mente brillante que lo puede llevar a ir muy lejos. En cuanto a las relaciones sociales, si bien no tiene problemas para entablar una conversación,  tampoco tiene facilidades para crear vínculos afectivos duraderos. Jamás ha conocido lo que es amar a otra persona pues estima que es una composición mental que desencadena una reacción química pasajera. Por lo que nunca ha estado enamorado de nadie y supone que nunca lo estará.

El sádico que todo lo justifica, no hay como comenzar con una ¨sana terapia de acupuntura¨ por la mañana. En este caso, ir clavando filosas agujas o vidrios a una victima para experimentar el colapso nervioso de los nociceptores del dolor que el/la desafortunada desencadena. Es casi como un deporte el torturar a alguien por el bien de la ciencia y los conocimientos, no es algo a lo que le haga escrúpulos. Un desequilibrado y perturbador goce del cual disfruta. Humillar a un otro, tener el poder. Un sádico que se complemente con lo sanguinario.

En Alemania, ser el mariscal general de campo de la milicia germana y, por tanto, el Reichsführer, era un puesto elevado de la jerarquía militarizada que muchos hombres codiciaban alcanzar. Heinrich Johann  von Rosenkreuz llevaba su pecho inflado de tanto orgullo y regocijo propio. En su traje militar no había lugar para otra medalla más. Él, el Reichsführer.
Contrajo nupcias con una mujer alemana de sangre pura con quien tuvo a su primer hijo antes del año de matrimonio; Heller von Rosenkreuz. A los tres años siguiente tuvo dos hijos más, gemelos monocigóticos, niños idénticos de esos que no poseen ni una diferencia el uno del otro que los haga identificables  para el ojo de sus padres. Eso era lo que menos le importaba a Heinrich J.  von Rosenkreuz. Era hombre, era el mariscal, y  no tenía tiempo para ser un padre dedicado. El trabajo de criar a los niños se lo dejaba completamente en las manos de su esposa Astrid y en el de la servidumbre de la casa.
Heinrich tenía una marcada personalidad violenta y superior al resto. En su trabajo, él era el que mandaba. En su casa, la situación no cambiaba. Su formación estricta lo llevó a tratar a los suyos como cadetes a los cuales debía disciplinar. Su familia no se exoneraba, mucho menos la servidumbre. Astrid, en cambio, era una mujer sumisa y cabizbaja, torpe socialmente por lo que siempre avergonzaba a su marido. Henrich odiaba cuando su mujer cuestionaba sus pasos o su modo de diciplinar a sus hijos, aún más cuando le preguntaba que hacía hasta tan tarde fuera del hogar. Pronto Astrid se volvió víctima de brutales palizas, tan fuertes que muchas veces no podía levantarse de la cama o perdía el conocimiento cuando recibía un certero puñetazo. La violencia intrafamiliar era evidente, las constantes fracturas, hematomas y abortos espontáneos llevaban a sospechar de la armonía matrimonial pero todos preferían hacer la vista gorda a esto. Además, Heinrich solía decir que su esposa era por naturaleza torpe, siempre tropezando o golpeándose con muebles.

Los hijos del Reichsführer fueron niños educados bajo un matemático régimen disciplinario. Criados para ser los mejores en todo, los mejores en los estudios, los mejores en los deportes, los mejores líderes. Forjaba una personalidad igual de frívola y desalmada en sus niños pues quería que, cuando llegase el día, tomaran un lugar igual de importante que él en la milicia alemana.  
Franz vivió el lado bueno de las presiones narcisistas e insensibles de su padre. Desde temprana edad pareció ser el más indicado en todo lo objetivos y metas que su padre aspiraba para ellos. Se podría decir, que el trato austero de su progenitor impulsó que su inteligencia se exigiera al máximo. Se convirtió en el favorito de su padre, pero eso nunca significó ganarse su aprecio. Sólo tenía su aprobación, no su amor. Tampoco se libraba de sus maltratos físicos si bien eran en menor medida que los otorgados a su madre y hermanos. En casa, veía a diario a su madre invadida por un miedo inhumano hacia el hombre que era su esposo. Muchas veces con sus hermanos fueron testigos de los golpes que su padre le propinaba a su madre. Esa sensible y opacada mujer parecía florecer sólo cuando su marido se retiraba del hogar a cumplir su oficio. Franz la consideró como un ser vacío, un mueble en esa enorme casa, una persona completamente débil. Heller no parecía estar a la altura de su padre y muchas veces cometía errores imperdonables por parte de su progenitor. En reiteradas ocasiones su padre le propinaba palizas en castigo por sus faltas. Kellen no era ni brillo ni oscuridad, sólo existía. Lo único favorable en él era su gran capacidad para interpretar el mundo. Podría decir que quizá tenía cierta afinidad con Heller, más que nada porque era el mejor con la espada.
La sangre siempre estuvo presente desde su infancia temprana. Veía como su padre, además de las lesiones que les causaba a su madre y a ellos, castigaba brutalmente a sus empleados dándole un trato peor que animales. En una ocasión, él y su hermano Kellen estudiaban en la sala  frente a la chimenea mientras su padre leía el periódico en el sofá vigilando a cada tanto de minutos que sus hijos no quitasen la vista de sus libros. Ese día uno de los empleados entró con una bandeja con tres tazas de té servidas, el torpe hombre tropezó con la abultada alfombra y cayó de bruces sobre la mesa de los hijos de von Rosenkreuz estropeando los libros y trajes de los infantes. Iracundo, Heinrich se puso de pie y tomó el metálico y filoso atizador de la chimenea y comenzó a golpearlo en frente de sus hijos. Ellos vieron como el empleado imploraba piedad a gritos mientras pedazos de carne de su rostro se desprendían a cada golpe sangriento que el señor de la casa le daba. Heinrich, después de volver a sus cabales, llamó al par de empleados que estaban en la puerta mirando horrorizados al escuchar tanto bullicio y les ordenó que sacaran de la sala al inconsciente hombre. Esa tarde la ropa de los niños no sólo quedó manchada por el té. Las manchas marrones de la sangre ajena tiñeron las prendas de igual modo.

Así hubo tantas otras ocasiones. Como aquella vez que Heinrich descubrió al joven enamorado de su hermana menor. Encontró a la pareja mostrando su afecto en la pérgola del jardín. Heinrich desenfundó su inscrita pistola y le dio un tiro entre las dos cejas del infeliz que venía a ensuciar a su hermana. Los gritos de su tía se escucharon por todo el jardín pero el mariscal no dejo de fumar con total tranquilidad su cigarrillo.
Por una temporada, los tiempos fueron menos violentos cuando a la familia llegó el cuarto hijo del matrimonio; Hanz. El bebé pareció  calmar un poco a su padre, por un tiempo todo estuvo más tranquilo con él pero no con su madre quien ya no soportaba la idea de tener otro hijo más para que ése animal los hiciera someter a su doctrina del terror.
Pero una noche todo volvió a empeorar. Aquella noche Franz y Kellen estaban despierto husmeando como merodeadores nocturnos de la mansión. Realizaban sus juegos de gemelos bizarros y tenebrosos como los susurro de "¿Quién ha colgado al gato de satanás en el cementerio de animales?" y  corrían escondiéndose el uno del otro tras de dicha pregunta. El que encontraba al otro era el que colgaba al gato. El pillado: Era el gato.  Escondidos uno a cada extremo de la habitación, escucharon la voz de su padre y de Heller entrar en la sala. Al parecer lo regañaba por la hora de llegada del adolescente.  Guardando silencio, Franz se asomó por la puerta ocultándose para no ser visto ni escuchado. Lo mismo hizo su hermano gemelo al otro lado. Por el curso de la conversación supuso que su padre golpearía Heller como era costumbre. Muchas veces eran testigos de los golpes que el progenitor le daba al primogénito, a la madre o a ellos mismos. Escuchó a su padre llamar fracasado a Heller, éste le respondía que estaba cansado de sus maltratos y que no permitiría que golpeara más a su madre. La conversación se volvió más violenta cuando un nombre masculino fue nombrado, su padre sospechaba erróneamente que Heller fuese un sodomita. Le repugnaba la idea de que así fuera y estaba tan obsesionado con eso que imaginaba falsamente que el amigo de andanzas de Heller en realidad tenía otros consentimientos de parte del más adinerado. Entonces vinieron los primeros golpes, Heller intentó salvarse de ellos pero el entrenamiento que su padre tenía lo catalogaban como potencialmente superior. Esa noche, Franz y Kellen fueron testigo de cómo su padre mató a su propio hijo a golpes. Su rostro quedó tan desfigurado debajo de ese charco de sangre que jamás pensó que eso podría ser su hermano mayor.
Los funerales de Heller se llevaron a cabo dentro de poco, las causas de su muerte quedaron selladas como un asalto violento cerca de su hogar cuando volvía tarde después de las clases. Astrid entró en colapso nervioso y tuvieron que internarla de por vida en un hospital mental para evitar que se dañase a ella o al bebé que intentaba dar muerte para que no sufriese lo mismo que sus hermanos. Franz y Kellen quedaron solos con su padre.
Casi no tenían contacto con niños que no fueran de su nivel social, pero el hijo de uno de los empleados insistía en jugar con ellos. Franz lo ignoraba como el adefesio que era, pero su hermano Kellen era un caso perdido. Así, mientras Franz prefería cabalgar con el hijo del comandante, Kellen gustaba de jugar con ese flacuchento y horroroso niño. Hasta que su padre se enteró. Kellen suplicó que no le hiciera nada a aquel niño pero Heinrich acabó con él delante de ellos dos dándole un tiro en la garganta y acabando con su conmovedora existencia. Vio a su hermano quedar en estado de shock cuando la sangre de su amigo le salpicó en el rostro, desde ese día no volvió a ser el mismo. Su padre ordenó que llevaran a Kellen dentro de la casa, en poco tiempo todos desaparecieron y Franz se acercó al cadáver del niño. Lo observó y movió con una rama de árbol, ¿Así de simple era morir? ¿Tan mediocre era el ser humano? Sintió la mano de su padre en su hombro invitándolo a entrar a la casa para cenar como todos los días como si nada pasara. A su padre jamás lo juzgaron por sus crímenes, siempre todos fueron justificados como en defensa propia u otro motivo irónico.
Quizá el abandono y la soledad crearon imágenes irreales en la mente de su hermano. Veía cosas que no existían en todas partes y Franz se estaba aburriendo, y avergonzando, de su coexistencia. ¿Qué hacer con un chico de trece años que no podía diferenciar entre la realidad y la fantasía?  Franz sabía que un día se convertiría en una persona importante… Pero la oscura mancha de su hermano lo arruinaría por completo. En cuanto a Hanz, sufrió el abandono de todos menos de Kellen quien pese a sus fantasmas internos era el único que siempre le dio amor a ese desdichado bebé. Lo cuidaba, le cantaba para dormirlo y protegía. Más que su hermano menor era una especie de hijo para Kellen. Hasta que un día…
“El bebé no dejaba de llorar. Yo sólo quería calmarlo” Kellen, desesperado por el llanto desgarrador de su pequeño hermano, cubrió su diminuta boca con su mano y sin querer le asfixió. Hanz dejó de existir por un accidental intento de consuelo del único ser que siempre le apreció; su hermano Kellen. Por primera vez Heinrich se vio afectado, tanto por el fallecimiento del bebé como por lo que Kellen era. Sólo abofeteó a su hijo para hacerlo entrar en sí. Franz se quedó observando en silencio siendo el único que sabía el porqué Hanz lloraba tanto y de manera tan angustiante esa noche. Kellen sólo había estado en el lugar y el momento menos indicado. Su padre contrató a un doctor para que tratase a Kellen día y noche dentro del hogar.

Franz, en tanto, era la voz de su padre en el hogar cuando él no estaba. Intelectualizado a temprana edad, responsable y con hambre de escalar hacia lo alto. Un día, leyendo historia de Grecia encontró algo interesante; a los locos se les encerraba en las cavernas de los acantilados para que Poseidón se deshiciera de su mal, y de paso, de ellos. No creía en las mitologías  pero sí en las estrategias a futuro. Invitó a su hermano a dar un paseo por la costa de esa playa invadida por acantilados y peñascos. Bajar era toda una odisea pero lo lograron. Entraron en la cueva y su hermano parecía emocionado de ver un lugar así, parecía tener aires de explorador o arqueólogo. Una lástima que se desperdiciara en tanta porquería humana acumulada como un montón de carne  inservible. Vio su extrañeza al encontrar una celda en medio de las rocas, Kellen entró y Franz cerró la puerta con llave.
“Franz, ¿Qué sucede?” Fueron las palabras de su gemelo. El gemelo libre se alejó unos pasos hacia atrás sin dejar de mirarlo hasta perderse en la oscuridad. Escuchó como su gemelo lo llamaba pero no había modo de volver atrás.
La desaparición de Kellen causó conmoción en el medio local. En los diarios aparecía en los titulares la desaparición de uno de los hijos del Reichsführer von Rosenkreuz. Por mucho tiempo lo buscaron y era el tema principal en las charlas sociales. Muchas historias ridículas y fantásticas se inventaron en torno a su desaparición. Por suerte para el verdadero culpable, en ese entonces existía un desdichado ser aún más turbado que su propio hermano; B. Lüdke, el enajenado perfecto para ser el blanco de sospechas. En una declaración, Franz aseguró ante el juez haber visto a su hermano por última vez ir en dirección al bosque con aquel retrasado mental campesino de veinticinco años apellidado Lüdke. Su conmovedora confesión bastó para que el imbécil del pueblo fuera condenado a muerte como supuesto asesino del hijo del Reichsführer von Rosenkreuz. Sí que fue un hecho importante… pero como toda noticia con el tiempo la gente olvida y arroja todo a un pozo oscuro. Tal y como él lo hizo con su propio hermano.
Con una esposa imposibilitada, dos hijos muertos,  un hijo desaparecido y una hermana que le aborrecía, Heinrich sólo tenía un único familiar a quien dejar todo y ése era su brillante hijo. El genio. Su muchacho siguió sus pasos y entró en la milicia alemana escalando rápidamente en la pirámide jerárquica. Se podría decir que el apellido pesaba pero no se podían ignorar los talentos propios del chico. La inteligencia, sobre todo. Fue uno de los más hábiles con el tiro con arco  y arma, sus maestrías y resistencias físicas eran impresionante y sus tácticas sorprendentes. Cuando el país lo necesitó, él acudió a cumplir con su deber cívico como soldado de guerra.
Pero no podía sólo quedarse allí. Los momentos libres  asistió a la universidad en la cual fue el mejor alumno y  destacado investigador científico. Al poco tiempo se graduó como médico cirujano especializado en la neurología. Transformándose en un joven talentoso y esplendente. Volviéndose en un lozano con un prestigioso futuro y buen porvenir. A diferencia de su copia defectuosa que, si el cielo era prudente, ya lo habría matado alguna alimaña marina.
Pero el doctorado y el dinero familiar no llenaban su ego del todo. Siempre quiso más, ir más allá. Algo faltaba en él,  una constante frustración interna que nacía como una úlcera molesta.
Teniendo los recursos monetarios, abrió una línea farmacéutica bajo el nombre de “Pharmazeutischen Labor Rosenkreuz” consiguiendo una excelente y respetada línea de medicamentos utilizados en todo el continente europeo y parte del nuevo mundo. Sus productos debían ser los mejores por lo que antes los hacía probar en los huérfanos de los orfanatos. Era fácil ofrecer dinero a los directores del orfanato a cambio de ratas de laboratorio.  
Sus descubrimientos científicos y aportes a la medicina contemporánea atrajeron prontamente la atención de personas importantes. Lo conmemoraron con medallas y diplomas y sustento económico premiando sus aportes a la nueva ciencia. Adinerados hombres lo contrataban para que pudiera encontrar la cura a alguna extraña enfermedad que los asechaba, mujeres hipocondriacas solicitaban su auxilio para ellas y para sus hijos, y, por supuesto, la milicia vio con buenos ojos el genio que se formó en sus líneas. Le dieron un prestigioso puesto en la milicia germana, ganándose la fama de científico descubridor. En los laboratorios de la milicia se dedicaba a experimentar con humanos para encontrar la cura para algún mal somático y mental. Los de más alto grado de la milicia querían que encontrara el método de convertir a un simple soldado en el guerrero de acero invencible. En una especie de súper humano. Por largo tiempo Franz trabajó en esa investigación. Por supuesto, como en cada búsqueda de conocimiento, muchas pruebas sobre humanos fueron fallidas. Resultaban, sí, pero siempre faltaba algo para que el experimento fuese perfecto y al paso del tiempo el cuerpo o mente del sujeto experimental se deterioraba o se volvía adicto a cierta sustancia experimental. Inyectar alguna enfermedad febril en el globo ocular daba resultados de obediencia al igual que extirpar el área frontal del cerebro. Sirvió por un tiempo pero aún faltaban las fortalezas físicas.
La clave, según arrojaba la investigación, estaba en mutar el gen de un animal con el genoma humano para que éste último adquiriera todas las habilidades y potencias del animal. Muchos animales y personas murieron siendo víctimas del genoma que intentaba modificar. Trabajar con nucleótidos era fascinante y por mucho tiempo pensó que la mutación en la estructura de los nucleótidos de la sangre sería la verdadera forma de transformar a un pelele en un súper humano. Pero era demasiado difícil de conseguir. Estaba obsesionado, cerrado en el mundo de la investigación, cuando conoció a la última criatura que jamás se le ocurrió que existiera: Un humano, pero no un humano común y corriente, un humano poderoso aun estando muerto. Un Vampiro.
Si existían vampiros, debían existir las otras criaturas nocturnas que por mucho tiempo creyó que eran absurdas fábulas de niños. Poco después, en una de las jaulas del laboratorio, sus colaboradores le trajeron lo que llamaban ¨Hombre lobo¨ un licántropo era igual de fascinante que un vampiro pero notó que la mayoría de ellos no controlaban bien sus impulsos por más electricidad, extirpaciones cerebrales o sustancias que se le administraban. Pero el vampiro tampoco era perfecto, podía tener fuerza, poderes sobrehumanos y autocontrol, pero no podían sobrevivir si no era en la oscuridad. Un simple rayo de luz los fulminaba. ¿De qué sirve un soldado que sólo puede luchar de noche? Las grandes guerras se libran en día, se desenlazan de noche y por el alba de la madrugada se corona al ganador.
Involucrarse en el mundo de las criaturas infrahumanas y hacer experimentaciones tanto en seres sobrenaturales como humanos y animales conllevó a un odio masivo hacia su persona pero también admiración. En poco tiempo se volvió en una persona importante dentro del mundo de la investigación científica. Recibió honores por parte de la milicia germánica, acumulando medallas y reconocimientos al igual que su padre.  
Buscó la perfección e irónicamente lo contrario se apoderó de él. Cuando estaba en la cúspide de su vida, una extraña enfermedad lo invadió. Misma enfermedad de la cual murió su abuelo y al parecer él había heredado. Maldijo la ley genética. Esta enfermedad, parecida a la tuberculosis y en algunos aspectos a la hemofilia, atacaba a la sangre y debilitaba el cuerpo profundamente. A veces debía pasar días acostado en su cama recibiendo transfusiones sanguíneas. Sangraba constantemente por la nariz y tosía sangre en ocasiones menos frecuentes. Cuando se sentía bien siempre iba a trabajar al laboratorio. Su piel estaba significativamente más pálida. Pálido, frío y con marcadas ojeras rojas, le tocó acostumbrarse a la nueva vida. Pero ni en sus momentos más convalecientes la luz de la misericordia le iluminó. De hecho, se volvió más siniestro y cruel. Acelerando los procesos para conseguir información y crear algo nuevo, no se daba paz ni daba paz a los demás. Si iba a morir, que fuese consiguiendo un descubrimiento ilustre.
En una de esas noches que recibía transfusión sanguínea, el doctor que le ayudaba acomodó flores blancas alrededor de la cama argumentando que estas calmarían la mente del más joven. Franz no respondió nada si bien sabía que esas flores la usaban para espantar vampiros. Imaginó que su colega sospechaba que no estaba enfermo sino más bien muerto en vida. No le culpaba, estaba prácticamente muerto a esas alturas. Cada respiro era más una tortura que una bendición. Esa noche cerró los ojos y no volvió a abrirlos. Su debilitado cuerpo halló paz. Murió.

Pero no estaba muerto  cuando abrió los ojos y volvió a encontrarse en su alcoba. Miró a su alrededor y vio las flores blancas ya marchitas indicando que había pasado tiempo. Más allá vio algunas cosas en el suelo como si alguien intentó luchar o escapar de algo ¿Qué sucedía? Fue lo primero que se preguntó. Entonces vio la figura femenina de una mujer observando por la ventanas mientras las sedas blancas de las cortinas danzaban con el aire a cada lado de ella. No la conocía pero cuando ella lo miró parecía que esa mujer sí lo conocía a él. Era bella y absorbente. Una breve introducción a su persona le informó que era un vampiro. Ésta le venía custodiando de hace tiempo y cuando observó que el fin de sus días había llegado para Franz le transfirió su propia sangre a él para sobreponerlo a la muerte. No le convirtió en un vampiro, pero sí lo mantuvo vivo gracias a su sangre. ¿Un acto de bondad? No, aquella vampiro trabajaba para otros vampiros de mayor jerarquía y no querían que una mente como Franz dejase de existir de ese modo. Al menos no lo dejarían partir sin antes descubriese un método para que los vampiros pudiesen resistir a los rayos solares. No tuvo de otra que aceptar, suponiendo que necesitaría más de esas transfusiones sanguíneas para sobrevivir. La mujer vampiro le explicó que no lo convertirían en uno de ellos y eso bastó para Franz quien no quería ser convertido en un... ser que no resiste bajo la luz sin hacerse polvo antes. Pero ella dejó la sugerencia que tal vez el día menos esperado sería convertido.

Sus controversias experimentales le trajeron sus consecuencias cuando retornó al 100% a sus crueles hábitos. Una asociación en pro de los derechos humanos llevó una serie de casos ante tribunales y ahora con "Milagrosa recuperación de salud", el juicio se había reavivado. No era que esa asociación pudiera hacer algo contra los planes del ejército pero para evitar mayores escrutinios la milicia aplicó un traslado laboral para el doctor von Rosenkreuz.
Se puede decir, que la mitad del mundo le odia y la otra parte no lo hace porque no lo conoce.


ஐ Heinrich Johann von Rosenkreuz (Padre)
ஐ Astrid Helen von Rosenkreuz (Madre)
ஐ Heller von Rosenkreuz (Hermano mayor) {Fallecido en la adolescencia}
ஐ Kellen  von Rosenkreuz (Hermano gemelo)
ஐ Hanz von Rosenkreuz (Hermano menor) {Fallecido a temprana edad}