Primero un café, luego la muerte (Both Jones)

por **Gianna Castiglione** Vie Mayo 16, 2014 4:51 pm

"Lo que se hace con precipitación nunca se hace bien"

Gianna estaba enlistada como soldado, sí, pero el ser espía casi que le corría por las venas con más intensidad que sus demás habilidades. Quizás se debía a que tal labor requería de su completa atención a los detalles y eso le resultaba tentador y mucho más exigente para su mente. Por otra parte, la guerra era diferente, en la batalla el pensar rápido casi parecía más resultado del instinto y de la práctica que de la inteligencia y la táctica y por eso mismo se sintió tentada a unirse a la facción de espías al hacerle caso a su gusto, pero terminó cediendo a la facción de soldados por la mera curiosidad de aclarar si era cierto que en París habían sobrenaturales en demasía como en ningún otro lugar. Hasta el momento, la teoría parecía ser cierta.

Esa tarde, la italiana tenía el día libre y decidió moverse por su cuenta. Se vistió como de costumbre, ocultó un par de armas pequeñas bajo las ropas -Un pequeño revolver con balas de plata y un par de dagas cortas hechas del mismo material- y llevó un libro en la mano para practicar un poco más el francés que le costaba un poco en algunas ocasiones. Sin prisa caminó desde su casa en pleno centro de París, hasta un café situado apenas a un par de cuadras de su lugar de residencia. Las aceras estaban bastante pobladas para esa hora y gente de toda clase entraba y salía de los locales con total naturalidad, como si la maldad no cohabitara con ellos en una ciudad pequeña para tantos seres.

En el camino observó todo, a todos con la curiosidad con la que los ve un extranjero: con cierta timidez, en el caso de Gianna fingida, y con un aire a grata sorpresa que no era del todo cierta debido a que ella prefería su país natal por encima de todo. En pocos minutos llegó a destino, entró a un café que había visto al pasar una de las primeras tardes que recorrió la ciudad y al ingresar, las campanillas que colgaban del techo tras la puerta anunciaron su llegada. Cerró la puerta tras de sí, observó el lugar recorriéndolo con la mirada tras los anteojos que llevaba puestos y caminó hacia una mesa en la mitad del salón. El lugar olía delicioso, el aroma a café y vainilla lo impregnaba todo y se sentía al mismo tiempo sumamente cálido. La inquisidora tomó asiento, dejó el libro sobre la mesa y retiró su abrigo poniéndolo a un costado. Adentro se sentía todo muy bien, tranquilo, con una música suave de fondo, música clásica como le gustaba. Ella sonrió, la calma le gustaba aunque no pareciera.

El mesero llegó apenas unos minutos después y Gianna pidió un cappuccino, como era de esperarse. Observó en tanto se alejaba el joven las paredes empapeladas del lugar, tan clásico y con muebles antiguos, tan cómodo y tan vacío para ser un lugar tan hermoso. En la mesa de adelante había una pareja de abuelos, más adelante personas solitarias con tazas sobre la mesa sin ser bebidas por ahora y a lo que Gianna no prestaba demasiada atención por ahora debido a que el sol aún permanecía aunque empezaba a ocultarse. No era hora de vampiros, no hasta en al menos una hora.

La mujer se dispuso a abrir el libro, bajó la mirada y de repente algo le robó la atención. Un estruendo demasiado fuerte afuera, el sonido de vidrios romperse. Ella se quedó inmóvil mirando hacia la puerta, esperando un sonido o algo más para saber cómo debería actuar y si era algo de real importancia o tan sólo un mero accidente.

por **Both Jones** Sáb Mayo 17, 2014 12:34 am

Caminaba a mi casa, sin preocupación, sin intensión de molestar… saludaba a las damas que encontraba con una reverencia y una sonrisa “cortesía solamente… jajajaja”, pero malo era cuando iban acompañadas de algún esposo celoso, y peor resultaba cuando las damas correspondían a mi gesto…

Debo reconocer que si algo disfrutaba era de las féminas en mi lecho “¿Pero como he llegado a hablar de esto?”, pero también disfruto en demasía del celo que los hombres normales o con poderes, pueden llegar a presentar ante la reacción de SU mujer… quizás eso es más lo que me mueve a coquetear con las damas de la calle… “De acuerdo, no lo es, es la intención de llevarme una a la cama… lo que generalmente logro” pero no era ese mi objetivo, no esa tarde…

Soy un descarado por convicción y un desgraciado de nacimiento, así que me placía solo el molestar a los caballeros, cuando uno… el cual estoy seguro que se dedicaba a las peleas clandestinas por su físico y actitud, engarzado de una dama de moderada belleza notó, que yo “un tipo alto, pero delgado, poca dificultad para él” saludaba con picardía a su dama, y era correspondido de buena manera… eso fue el verdadero inicio del relato…

Me tomó por el cuello de la camisa levantándome del suelo y blasfemando sobre los modales y cosas que su primitivo francés y mi falta de comprensión de los regionalismos me hacía imposible entender… pero me quedó claro que estaba molesto…

La dama le gritó por su nombre y “supongo” le dijo que me bajara, lo que, como es normal, enfureció más al hombre, haciendo que de buenas a primeras soltara un golpe seco contra mi rostro…

Soy conocido por ser un hombre paciente “bueno, más o menos”, pero todos tenemos límites, así que le respondí con la misma cortesía, lo que desencadenó una trifulca cerca de la zona residencial, frente a un café. Trató de golpearme, pero esquivé el golpe “¿Realmente el humano pensó que podría golpearme dos veces?”, le di un golpe en el esternón, que le dejó sin aire e incapaz de incorporarse, para darle un codazo en el rostro, de donde salió a borbotones la sangre de su nariz… todo eso sin usar fuerza sobre humana “no tanta que fuera evidente al menos”, el hombre me tomó del cuello y me aventó contra el vitral de una tienda de… lámparas, creo… que estaba del otro lado de la calle, rompiéndolo con mi cuerpo… generando un ruido tal, que quien no se hubiera percatado de la pelea, lo notaba ahora…

Mi madre siempre me dijo que no fuera soez, que no peleara en público y que respetara las normas de civilidad básicas… “Creo que en el fondo, quien mejor te conoce es tu madre, y por algo me lo dijo” así que me puse en pie y sacudiendo la solapa de mi saco me acerqué al hombre con una sonrisa burlona y le di dos golpes, combinados, dejándolo en el suelo…

Miré a todos pidiendo una disculpa con una mano y entré en el café que era el lugar más cercano donde poder desaparecer… el camarero se acercó alterado buscando sangre en mi cuerpo… -Podría servirme un macchiato per favore… non fare niente…- dije en mi rudimentario italiano “puesto que soy ingles…” –scuse ¿il toilette?- pregunte mientras el camarero indicaba una puerta con su dedo en silencio…

Salí del baño y me senté junto a una mujer de lentes que me observaba de una forma extraña, hasta analítica podría decir yo… y el camarero llevó el café hasta la mesa… -grazie signore- dije haciendo una reverencia; sintiendo la mirada de la dama, que, por sobre los lentes asomaba dos ojos del color del agua de manantial… aún fuera de su lectura y dirigidos a mi persona… -¿todo en orden signorina?- pregunté con mi mejor sonrisa…

por **Gianna Castiglione** Jue Mayo 29, 2014 5:04 pm

"Disimular es extender un velo compuesto de tinieblas honestas,
del cual no se forma lo falso sino que se da un cierto descanso a lo verdadero."

Tras el fuerte chocar de los vidrios al frente y el eco de los murmullos de la gente, hubo unos minutos en que todo pareció estar tranquilo. Adentro, la mayoría miraba hacia la puerta como si el vidrio martillado que conformaba la misma pudiera permitir ver algo o como si se aguardara el ingreso de alguien que aclarara las dudas para aquellos que no se atrevían a salir del cálido y tranquilo recinto. Parecía que todos habían olvidado al tocadiscos que iba deslizando música clásica a sus oídos y al reloj de cucú tras la barra del barista que se sentía como congelado, como los ojos de todos en una misma dirección.

En unos minutos no pasó nada y finalmente Gianna ignoró todo creyendo que había terminado. Mientras aguardaba su bebida, bajó la mirada de nueva cuenta al libro que yacía sobre la mesa. Pasó los dedos por sobre las hojas y disfrutó de los años que tenía aquél ejemplar que aún tenía ese magnífico olor que sólo pueden poseer los libros viejos. El relieve de las letras que dejaba la imprenta podía sentirse y palparlas era como una necesidad que aparecía antes de querer interpretar con sus ojos lo que allí se veía. Sonrió para sí misma y tomando una posición de brazos cruzados sobre la mesa se interrumpió cuando las campanillas que colgaban de la puerta sonaron anunciando un nuevo ingreso.

Un hombre alto con una mirada que parecía sonreír entró al lugar y no hubo que observar mucho para notar que él había estado inmiscuido en el alboroto que se había sucedido afuera. El camarero corrió atento hacia él e incluso a un par de mujeres se les vio la intensión de levantarse para "socorrerlo", pero fueron detenidas por algún otro que las acompañaba. Gianna observó por un momento y retiró la mirada como si no le importara aquél sujeto. No obstante, cuando escuchó que el hombre hablaba en italiano, levantó la vista como por instinto y lo miró con el ceño fruncido. "¿Qué necesidad tiene de hablar italiano cuando no lo es?" pensó Gianna al instante y casi negó para sí misma sin comprender realmente la situación. Era probable que el idioma natal del hombre fuese algo complicado y que el italiano se le facilitara más que el francés; además, al ser París una ciudad tan concurrida, era normal que en los restaurantes, tiendas y cafés se encontraran personas que hablaban dos o tres idiomas para poder atender a sus clientes. Este podría ser el caso y a regañadientes Gianna se obligó a no pensar mal de alguien a quien no conocía.

El libro continuaba sobre la mesa abierto y la inquisidora aún no leía nada. Golpeteó con los dedos sobre el mismo y en silencio y giró la mirada de nuevo para toparse con la del hombre de hace unos momentos. Este se sentó a su lado y por algún motivo, ella no le retiró la mirada inmediatamente, era como si algo tuviera que moviera la curiosidad de la italiana. Acto seguido el mesero trajo las dos bebidas. -Gracias. ¿Podría traerme más azúcar, por favor?- dijo ella mirando al hombre y casi que agradeciendo su interrupción, si es que así se le puede llamar. La voz del hombre de nuevo le llamó la mirada y aunque quiso responder de mala gana lo supo disimular muy bien -Sí, todo en orden ¿Usted está bien?- preguntó ella siguiendo la formalidad y dejando que la situación de hace un momento se justificara por ella. -Pensé que no hablaba francés...- dijo sin pensar al caer en cuenta el modo en que le había hecho la pregunta ¿Quién era entonces él? la vena espía de Gianna pareció palpitar y continuó mirándolo a la espera de una respuesta que aclarara sus dudas sobre el desconocido que le generaba cierta desconfianza pero que en medio de lo acontecido la dejaba a ella como alguien preocupado por otro que pudo salir herido. La máscara de una simple cooperación social es una de las más comunes para los asesinos.

por **Both Jones** Sáb Jun 14, 2014 11:29 pm

-Perfectamente madmoiselle… mejor aún ahora que usted lo pregunta… vuestra cortesía es encantadora- dije sonriendo a la dama mientras levantaba la tasa del café manchado… a manera de brindis –Perdón… soy ingles… y de todas las lenguas romances… siempre he tenido predilección por el italiano… aunque rara ocasión es la que tengo para poder utilizarlo en París…- terminaba mientras hacía un ademán de tristeza… mientras no dejaba de pensar en “La franqueza o falta de cortesía de la dama al preguntar por mi idioma…”

-Si me lo permite, me gustaría presentar a mi persona ante tan bella dama- Dije poniéndome en pie y acercándome a ella –Both Jones mi lady… recién llegado de la isla en la que siempre llueve… a vuestros pies…- besé el dorso de la mano de ella, que me observaba de una manera que no lograba descifrar… “Como pueden las lacónicas respuestas de ella un detonante para mi deseo creciente de esa bella piel porcelanizada, cuyo aroma inundaba el local completo aún por encima del café…"

Tomé mi café estirándome hasta mi mesa y en un movimiento, dejando la taza sobre su mesa, le miré de la manera más suplicante que pude –¿Me permitiría departir esta taza de café con vos mi lady?- pregunté sabiendo que no aceptaría una negativa como respuesta, abriendo la silla, y con el presentimiento de que ella tenía tanta curiosidad de mí, como yo de ella…

por **Gianna Castiglione** Jue Jun 19, 2014 11:00 am

"Dame una señal que delate que no encajas en este mundo, así podré mandarte al otro con gusto"

Gianna era por sobre todo, una buena actriz. Con tal de conseguir sus objetivos podía parecer la más dulce de las mujeres cuando en realidad se parecía más a un veneno. Ella sonreía, se mostraba amable, pero tras de toda esa faceta en que sus ojos se mostraban tan cómplices, estaba oculta un arma mortal, en todo el sentido de la palabra. –No sería objetivo si digo que el italiano es un hermoso idioma siendo yo misma italiana ¿Verdad?- aclaró con una falsa sonrisa –Por eso me llamó usted la atención en cuanto habló, me fue imposible no voltear a mirar- mantuvo el rostro afable y bajó la mirada para poner azúcar a su bebida y agitarlo suavemente con la cucharita que le había provisto el mesero en cuanto dejó el pedido y haciendo parecer así que era apenas una muchacha común y timida.

Por otra parte, el sujeto se comportaba como todo un conquistador, Gianna lo notaba y a pesar de la molestia que le suponía lo disimulaba muy bien. Sin problema, ella extendió la mano para presentarse y, lo hizo bien, tomó con firmeza y delicadeza la mano ajena rozándole aquél anillo de gruesa plata que siempre llevaba en la mano. Parecía como si no quisiera soltarlo y mantuvo la sonrisa para que él creyera que le gustaba ese modo de tratarla, de besarle la mano y presentarse. –Gianna, es mi nombre. Es un gusto conocer a un caballero como usted, Señor Jones- ni por un segundo le retiró la mirada, esperaba que él hiciera algún gesto de dolor o molestia en el roce de su piel con el anillo de la inquisidora para así descartar la sobrenaturalidad del otro y, si no había sido suficiente, pues entonces haría más pruebas. Lo soltó no queriendo ser demasiado obvia ni en extremo coqueta cuando en realidad pretendía otra cosa.

-Será un placer compartir un café con usted, la verdad es que llegué hace unos pocos días de Italia y no conozco más allá de un par de cuadras de aquí. Disculpe que pregunte, pero ¿Lleva usted mucho tiempo en París?- parecía tan normal, tan inocente de la maldad en el mundo que seguramente si se hubiese dedicado a actuar le hubiera representado bastante éxito. Por ahora, sólo pretendía desenmascarar al tipo sospechoso que había entrado medianamente lastimado al café pero con una sonrisa en los labios y un idioma que no le pertenecía y que, por cierto, le confería por completo un aire a falsedad.

por **Both Jones** Lun Jun 23, 2014 7:24 pm

Mientras besaba el dorso de la mano de la bella dama sentí el calor abrasivo de la plata, seguramente alguna de sus joyas eran de ese metal, más no pasó por mi mente que fuera una herramienta más que un ornamento… Desde luego mi estatus de caballero no me permitía hacer ademanes de dolor… así que tragué saliva, mientras soltaba la delicada mano de la dama, antes de que la escoriación que nacía comenzara a sangrar…

-Gracias- dije sentándome en su mesa con una sonrisa en el rostro -No puedo decir que tenga más tiempo que usted madmoiselle… llegué apenas hace unos días a tomar posesión de una hacienda; negocios, nada interesante…- di un trago al café, dejando de nuevo la taza en la mesa.

-¿A usted madmoiselle? ¿Qué la trajo hasta la bella París?- miré con detenimiento sus ojos, de un aguamarina que podría ahogarme en ellos, y con un brillo que podría jurar nunca antes había visto en una mujer… había algo en su mirar que la distinguía del resto…

Sonreí mientras analizaba las respuestas que ella me había dado, “Es extraño que no haya preguntado en lo más mínimo por el incidente que he tenido afuera del lugar…” de esas ocasiones que las acciones no terminan de cuadrar, “Demasiada confianza por parte de la dama tampoco es normal… menos siendo extranjera…”, negué con el rostro mientras esperaba sus respuestas…

por **Gianna Castiglione** Dom Jul 06, 2014 2:08 pm

"Una mentira no tendría sentido si la verdad no fuera percibida como peligrosa."

Lo único que Gianna podía envidiarle a muchos vampiros era la habilidad de leer la mente. Era algo tan extraordinario como perturbador pero en todo caso útil para dedicarse a labores tales como la inquisición. De hecho, los condenados eran sumamente efectivos cuando estaban al servicio de la iglesia con todo su ser. Algunos sentían que así limpiaban sus culpas y creían que sus almas no se perderían en el fuego eterno. Compensaban muertes por su propia vida en este plano como manteniendo la esperanza de hacerlo también en el otro. Cuanto le hubiera gustado leer la mente de ese otro sujeto que parecía tan seguro de sí mismo al punto de llegar a irritar a la italiana.

Gianna tuvo deseos de mirarse el anillo que, como todo metal, deja un rastro sobre sí cuando quema. Muy seguramente se habría puesto algo marrón si aquél sujeto había recibido alguna quemadura en el roce que duró apenas unos segundos. Sin embargo lo evitó por ahora y rió suavemente –Entonces usted y yo seríamos aquí como un ciego que guía a otro ciego. Si llevara más tiempo, quizás podría tomarme el atrevimiento de pedirle un recorrido por París para no perderme de nuevo- le sonrió levemente y tomó su taza con cappuccino. Al sujetar la misma, pudo aprovechar para que, sin ser obvia, pudiera echar una mirada al anillo que como ella creía había dejado un rastro. La inquisidora de nuevo sonrió, pero esta vez para sí misma.

Tras beber, dejó de nuevo la taza sobre la mesa y cerró el libro que aún permanecía abierto. Lo giró un poco para que quedara derecho frente a él –Pretendo ser maestra de francés en una escuela para niños. Pero no había mejor lugar para aprenderlo que aquí mismo. Así que bueno, vine a perfeccionar lo que ya sé- y en efecto el libro no podía negar nada, era un texto en francés con aclaraciones en italiano para aprender el idioma. Aquello parecía la coartada perfecta para la mentira de la mujer que seguía notándose tan tranquila pero que empezaba a pensar cómo sacar al hombre de aquél lugar o descubrir sus reales intensiones en esa ciudad. –A propósito ¿Está bien de verdad? Vi cuando el mesero corrió a usted por el escándalo de afuera- no ahondo demasiado, no quería rayar en la imprudencia absoluta pudiendo disfrazarla de ingenuidad y sonrisitas estúpidas pero maliciosas.

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