Stay [Privado]

por **Larden** Dom Mayo 18, 2014 11:32 pm

“That morning she pours Teacher's over my belly and licks it off. That afternoon she tries to jump out the window” - Raymond Carver

Cuando despertó se encontraba sobre una cama, boca arriba y con los brazos extendidos de tal forma que ambos caían a cada lado. Se sintió como perdido y con la mente en blanco por unos segundos. Tuvo la sensación de que no había dormido nada pues no sentía ese aletargamiento propio del cuerpo al despertar, pero debía haberlo hecho pues algunos rayos de sol le daban en la cara advirtiéndole que era por la mañana en ese momento, además de que no sentía cansancio alguno. Como era de esperarse, no recordaba nada.

Después de abrir los ojos por completo se hizo la misma pregunta que se había hecho todos los días por 6 meses ¿Dónde estoy? Para responderle, frente a él y justo arriba de la puerta de la habitación, de color rojo, escrito en francés y con una letra que no reconocía, se leía “Casa”.

Se reincorporo lentamente y se quedó sentado en uno de los costados de la cama. Intentó recordar algo, lo que fuese, pero no pudo. En su lugar se quedó contemplando el cuarto; una cama, un pequeño armario, un escritorio y un par de sillas, nada más. A una de las paredes del cuarto la decoraba la marca de un puño, del suyo. Levantó el brazo izquierdo y trato de medir mentalmente el tamaño del estigma en la pared con el de su mano cerrada pues no pudo ver ninguna cicatriz ni marca de sangre en ella que lo delatara como el culpable de tal arrebato. Las pequeñas gotas del fluido vital que buscaba se encontraban en el suelo y sobre la camisa que colgaba de una de las sillas. Deseó con amargura, por un momento, que aquella herida hubiese sido tal que su sangre se hubiese drenado toda a través de ella.

Dentro del armario encontró un cambio de ropa limpio pero antes de vestirse hurgó en los bolsillos del pantalón pero no encontró nada. Cuando levantó la vista vio su reflejo en un espejo que ocultaba una de las puertas del armario. Se observó con detenimiento un par de segundos y se advirtió diferente a como se recordaba, y le pareció curioso, pues si alguna vez volvía a parecerse al hombre que era antes, en realidad, nunca volvería a ser el mismo.

Se encontraba sólo en aquella casa que al parecer era su hogar o como alguien quería hacerle creer. No tuvo la necesidad de hacerle un saludo a la nada esperando una respuesta o escuchar con atención para darse cuenta que estaba solo, para él era relativamente fácil e innato percibir a otro ser vivo cerca de él. Sin embargo, hubo algo que sí pudo advertir en el ambiente, era un aroma que inundaba todo el lugar. No lo reconoció al principio pero como muchas otras cosas le daba aquella sensación de recordarle algo ¿qué? no lo sabía, pero lo odiaba.

Cuando salió de la habitación y cruzo el pasillo, antes intentó abrir la puerta al otro lado de este pero estaba cerrada con llave pues no pudo siquiera mover el cerrojo. Atravesó la modesta cocina y el comedor para poder echar un vistazo por la ventana junto a la puerta de madera que daba hacía el exterior. Supo de inmediato que se encontraba en alguna parte de la zona residencial alejada de París, pero no pudo saber con exactitud la ubicación real. La casa en donde estaba parecía más una casa de huéspedes o incluso la casa de un mayordomo, y debía serlo pues la modestia del lugar no le hacía justicia a su privilegiada ubicación. De ser así, era muy probable que alguien debiera estar usando esta casa como parte de un secreto, que alguien estuviese ocultándolo y por alguna razón desconocida le agrado esa idea, ser el secreto de alguien.

Además de su apariencia algunas otras cosas también habían cambiado en él desde el momento en que se supo sin memoria, una de ellas era que ahora no le gustaba sentirse solo. La mínima impresión de no tener a nadie a su alrededor era suficiente para ponerlo inquieto. De repente experimentaba un intenso anhelo por la compañía humana. Aquello no le producía miedo sino una especia de ansia que le recordaba lo poco o nada en lo que se había convertido. La verdad era que debajo de todo esto se escondía uno de los más grandes temores que ha afligido al ser humano desde toda su existencia. El temor a ser olvidado. A desaparecer.

Regresó a la habitación en la que había despertado, se vistió completamente y del armario tomo un abrigo y un sombrero. Un bombín, un sombrero inglés, pensó. Aquel pensamiento lo detuvo por unos segundos, no le trajo ningún recuerdo pero pareció que de alguna forma, de alguna forma inexplicable, su cerebro lo había intentado, había intentado recordar. Después de eso salió con rapidez del cuarto y no se detuvo hasta estar frente a la puerta, cuando su mano se dirigía a la perilla alguien ya la había girado del otro lado.

por **Justine Larden** Jue Jul 10, 2014 11:58 pm

Find what you love and let it kill you.
Let it drain you of your all. Let it cling onto your back
and weigh you down into eventual nothingness.
Let it kill you and let it devour your remains.
For all things will kill you, both slowly and fastly,
but it’s much better to be killed by a lover.

De nuevo la llenaron con preguntas, con interrogantes que no tiene ganas de responder y que elegiría evitar si tuviera la opción de hacerlo. ¿Cómo te las hiciste? ¿Con qué te cortaste? ¿Desinfectaste las heridas? ¿Estás segura que eso es todo lo que tienes dañado? La última de ellas duele más que las mismas laceraciones que tiene sobre la piel. Me las hizo alguien. No me cortó y estoy segura que no pretendía hacerme daño. Las limpié tal como me enseñaron y espero que sanen pronto. No, tengo roto el corazón pero de eso ya van años y aún ahora no hay vendas ni ungüentos que puedan solucionarlo, es inútil seguir intentándolo.

A Justine le duelen los hombros y la espalda, está cansada y tiene profundos círculos negros bajo sus ojos que demuestran la falta de sueño por aquella última noche en vela. Una de las empleadas, no recuerda cual, entró en algún momento para intentar que la muchacha siquiera durmiera por un rato, un par de horas al menos, pero su culpa se sentía tan grande que era incapaz de moverse de esa cama que más parecía el lecho de un moribundo. James dormía relajado después de todo lo sucedido, apenas tenía marcas de lo que había hecho y mantenía los labios apretados como si el proceso de perder la memoria le causara algún tipo de dolor físico. ¿Por qué todo debía ser tan injusto? ¿Por qué tenía que mantenerse sentada a su lado en vez de compartir espacio sobre ese colchón? Sus dedos pican por tocarlo, por sentir apenas por un momento la piel áspera de su rostro que tantos años ha deseado. Pero se sentiría incorrecto y es mejor que mantenga la distancia, el amanecer se acerca y no queda más que limpiar el desastre. Después de todo, no hay nada que pueda hacer con el desorden que hay al interior de su cabeza.

Moviéndose despacio como una hormiga trabajadora rechaza los ofrecimientos de ayuda y es ella quien quita del piso y la pared lo que más puede de las manchas de sangre antes de que se mantengan de forma permanente. Algunas quedan ahí y con eso teme que puedan aparecer preguntas para las que ella simplemente tendrá que quedarse callada y aguardar a que los recuerdos aparezcan solos, si es que llegan a aparecer en algún momento. Siempre es igual, siempre es la misma historia con ellos. Clarea el alba y ella mantiene las rodillas sobre el suelo de madera, no siente el dolor al comienzo ni tampoco el cansancio porque el trabajo la ha mantenido distraída, eso es así sólo mientras no sienta el ruido de las sábanas cuando James se mueve para sacarla del vacío en el que está absorta.

Un golpe suave en la puerta le indica que ya es hora de salir. Cuando Justine se acerca y le besa la frente intenta tocar apenas la piel de James con sus labios, no quiere que despierte y tener que enfrentarse a la escena que ya ha vivido antes. Mirar el desconocimiento en sus ojos le rompe el alma siempre que sucede, notar cómo es consciente de que desconoce cada rincón de dónde se encuentra es tal vez la tortura más grande que ha tenido que sufrir en su vida. La muchacha suspira y se aleja, antes de salir observa la palabra que ella misma pintó hace ya varios meses sobre la puerta. ¿Es realmente esa su casa? Quizás sí pero no es el hogar que tuvo pensado para ambos. Por lo general está sola, acompañada sólo de un libro y los empleados que pululan por la habitación esperando encontrar algo que hacer cuando sus labores ya han sido completadas. La vida para ella se siente cada vez más triste, lenta, dolorosa.

Y esta vez, a diferencia de cualquiera de las otras mañanas, salir de compras al mercado no le ayuda. Las frutas parecen no tener el mismo color, los locatarios no le parecen tan entretenidos como de costumbre y las flores que ha comprado parecen inodoras y opacas. Es ella quien se siente gris y nostálgica, como si existiera un tiempo anterior que añorar o al menos una época donde la relación entre ambos fuera como ella siempre la ha soñado. Sin embargo, la realidad siempre la golpea en el rostro haciéndola volver a donde se encuentra. El camino hasta casa es eterno y su cuerpo la traiciona con mariposas en su estómago por la ansiedad de volver a estar cerca de él. Aquel solitario pensamiento es suficiente para que sonría pese a lo mal que se sienta y que se baje del carruaje con el bouquet en la mano y un ánimo que de a poco va mejorando.

Dando pequeños saltos alcanza el umbral de la puerta cerrada que abre con algo de expectación. Grande es su sorpresa al encontrarse con quien no sabe si desea ver justo al frente. James luce… destrozado y eso la destroza a ella. Es claro que no tiene idea dónde está ni tampoco qué hace ahí. Va a ser una larga mañana. —Ya estás despierto… — dice mirándolo fijamente a los ojos y deseando en secreto que muestre algún atisbo de reconocimiento, — el desayuno estará listo en algunos minutos, acompáñame a la cocina… — la misma voz, casi fría, con miedo, lejana, es la que aparece mientras espera que quienes la acompañan también entren para poder cerrar y evitar que él salga.

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