AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Conversión[Mizar]
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Conversión[Mizar]
“Encontré que yo quería dejar algo en el mundo y no sabía cómo”
Recuerdo aquella noche como si fuese ayer, llovía torrencialmente, Rusia estaba en pleno saqueo, buscando dar el gran paso hacía un estilo de gobierno diferente, se podría decir que más igualitario, pero en realidad no lo era en absoluto. Los grandes empresarios estaban buscando hacer alianzas con extranjeros capaces de mantener sus comercios en alto. Y yo, que siempre me había interesado por diferentes estilos de comercios estaba completamente abierto a ayudar, podía invertir sin el miedo que cargaban los humanos. “Esto me dará ingresos cuando muera”, claro, eso a mí no me sucedía, si me daba ingresos en cien años, podía esperar tranquilamente a ello y sobrevivir con los otros mil negocios que anteriormente había hecho. Lentamente había sembrado un negocio de perfecta sincronía, ayudaba a las empresas que estaban a punto de quebrar, con la condición de que un veinte por ciento de las ganancias fuese para mí. Pero los ayudaba con diferentes tipos de inversiones, creaba monstruos industriales y luego de unos años, desaparecía con el anuncio de un fallecimiento, pero el dinero debía seguir entrando para mis familiares, era algo redondo, ambos salíamos ganando y si no seguían pasando el dinero luego de mi ficticia muerte, los demolía en tan solo una semana. Aquellos tormentos me habían hecho disfrutar a gran escala la vida inmortal y poder sobrellevar el tiempo en solitario. Aunque pocas veces me habían hecho aquello, sin duda no les convenía.
Pues en aquel entonces no fue diferente, me habían invitado a una cena de negocios, donde varios empresarios buscarían llamar la atención de benefactores que veníamos del otro lado de los mares. Nos habían dado una gran lista y según me habían comentado uno de los más importantes estaría allí. Aquel tipo era un buen partido, no tardé mucho en contraer una citación más privada con él. Para mi sorpresa había varios inmortales, él era uno de ellos y de allí pude sacar el porqué de su gran fortuna, la inmortalidad te dejaba una herencia gigante. Fue unas noches más tarde cuando fui a su mansión, un hogar bastante habitual para los de alta gama como aquel. Pero había algo que no me agradaba, quizá su maldita cara de desgraciado o la forma en la que humillaba a sus empleados y criadas. Había decidido no hacer nada al respecto, en esos años me sentía tan solo que siquiera una compañía en desgracia me hacía divertir. En fin, éramos cuatro personas invitadas, absolutamente todos vampiros. Era la primera vez que me sucedía algo así y aunque no me molestaba, si me perturbaba. Tantos chupasangre juntos no era bueno para nadie. Fue una charla habitual, el hecho de que fuésemos personas capaces de existir por toda la eternidad no quería decir que no buscáramos nuestras propias ganancias. Las cuestiones no terminaron demasiado bien, todos deseaban más de lo que aquel hombre deseaba dar.
Tres de los invitados se fueron, dejando en pie solo a uno de los benefactores, yo. Aquel tipo parecía no querer gastar un solo centavo en nuestra ayuda. Pero al final, quedando yo como única salvación, por así decirlo, estábamos a punto de cerrar el trato, me quedaría con el quince por ciento de ganancia pura y él prometía dar un poco más de salario a sus trabajadores para que lo hagan con más cuidado, ya que su mayor problema era que las personas se le morían y contraían demasiadas enfermedades, lo que levantaba sospechas de por qué él no se contagiaba y también hacía que no consiga mano de obra. Sin duda yo había decidido ayudar con ello y buscar la manera de apaciguar las sospechas, era un trabajo que dentro de todo se me daba bastante bien. Solo hacía falta mover a las personas, hacer que disfruten de lo que hacían. Estábamos yendo hacía su escritorio, allí donde haríamos el contrato y a la noche siguiente lo firmaríamos frente a un abogado. Era una lástima que el abogado sirviera tan poco, era más una cuestión de formalidades, para lo sociedad misma, ya que los rumores corrían rápido aún por esa época. Y aunque sabíamos que esa custodia solo duraría unos años, luego quedaba más en una cuestión de confianza por la sangre.
Caminábamos por pasillo, los cuadros lujosos y detallados estaban por todos lados, el aroma dulce de una casa limpia adornaba el ambiente y hubiese ido todo tranquilo de no ser por la presencia extraña de una muchacha. Al parecer aquel hombre sabía que ella estaba allí, ¿quizá quería beber de ella como un brindis por la nueva alianza? No me pareció tan descabellado, pero si así lo deseaba tendría que haberla dormido antes. No me gustaban mucho esos fetiches de abusar de las niñas hasta conseguir lo que quería. En realidad, no tenía ninguna clase de emociones por esas sensaciones. Sí me agradaban las mujeres fuertes y con personalidades marcadas, pero sentir que violaba a alguien no era algo placentero a mi sabor. ― ¿Sucede algo? ― Pregunté al ver unos ojos celestes y curiosos que navegaban hacía mí con completa firmeza. Pensé que quizá estaba barriendo y se había quedado mirándonos por simple recelo, pero no, ella emanaba un ligero olor a sangre que me decía que algo raro había en esa situación. Y mis ojos se abrieron en sorpresa cuando el hombre a mi lado levantó la mano para agarrarla y acercarla, efectivamente me la estaba ofreciendo para beberla, pero la muchacha de hermosos ojos no parecía estar muy contenta con ello y yo simplemente, quedé allí, mirando. ― Puedes tomarla un poco chico, tenemos que brindar. ― Dijo como si ella fuese un simple objeto y mi pensamiento se nubló.
“¿Qué clase de razones tengo para decidir quien vive y quien muere”
Lorian de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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Re: Conversión[Mizar]
Yo quería dejar este mundo…hasta que todo mi mundo cambió.
Siempre había pensado por más que me rebelara contra ello, que mi vida terminaría allí. En aquella vieja habitación en la ala más oscura y lejana de la mansión. Y sin duda los hilos del destino tejieron su magia, otorgándome lo que tanto había ansiado y anhelado. ¿Recuerdo mucho de aquella noche? Si digo que vagamente os mentiría. La recuerdo tan perfectamente que siento aún el olor de la mansión recién limpiada, los suelos brillantes bajo mis pies y aquel odio tanto como miedo recorriendo mi cuerpo. ¿Sí algo me hacía deparar lo que estaba por ocurrir, aquella noche? Absolutamente nada me preparó para al fin tocar con mis dedos la luz brillante de la libertad. ¿Le esperaba? Jamás me habría esperado encontrarme con él y fuera él precisamente quien sin saber por qué me alejara de aquella oscuridad. Parecerá irónico, me salí de los colmillos y deseos de un cruel inmortal, para terminar junto con otro. Pero él me dio un nombre, y esta vida mía. ¿Me arrepiento de algo? Jamás me arrepentiré de aquel encuentro. Por los siglos de los siglos que su mirada seguirá fija en mí. Aquellos ojos oscuros como pozos que al principio temí y que en secreto luego amé, no se irán de mi memoria. Por qué no le soltaré. Él fue mi creador, quien me arrebató la vida y me la dio.
Todo empezó en un día normal o todo lo normal que lo podía tener tras levantarme recién llegada la noche, a causa del cansancio y debilidad que había sufrido mi cuerpo, tras la visita nocturna de aquel maldito ser que me tenía como esclava allí en su casa. Me había protegido, luchado contra él, removido, mordido la lengua para no gritar… sin embargo en mí ciega terquería no era capaz de ver que como más incrementara mis esfuerzos para alejarlo, él más disfrutaba. Hasta gozar teniéndome inmovilizada por cuerdas o por su duro cuerpo y en un reguero por todo mi cuerpo me hacía desangrar con sus colmillos hirientes, asegurándose siempre de morder donde más dolor produjese. Luego al terminar, seguía mi inútil lucha para resguardar la inocencia de mi cuerpo, sin embargo en esa noche no fue suficiente y terminó sucediendo. Ahora todo de mí le pertenecía a él. Ya no quedaba nada de mi puro, libre… mío. Finalmente mis pies dieron con el frío suelo de la habitación, haciéndome olvidar de aquellos recuerdos y a regañadientes me vestí. Ignoré el dolor del cuerpo como si no existiera y tras acomodarme un vestido sencillo, dejé atrás el lugar encaminándome a los pasillos desde los que llegaría al ala central y de allí a la cocina. Si deseaba estar fuerte, resistir más tiempo, necesitaba estar bien alimentada. Y a pesar de ser más bien de esbelta y fina figura, alimentarme era una de mis principales prioridades.
Tras cenar, la primera noticia de la noche fue que el señor de la casa se había reunido con unos empresarios y rogaba que nadie les molestara. Mi alegría fue palpable, tanto que me propuse arreglar los libros de una de las bibliotecas, esperando terminar cansada e irme a dormir antes de que nadie pudiera molestarme o volviera a encontrarme con él. Ya que en ese caso estaba segura de que no volvería a dormir, y él tampoco. Me aseguraría de ello, ya tenía un plan en mi cabeza. En la mañana entraría en su alcoba y allí llevaría fuego. Iba a quemar todo, conmigo dentro o fuera. Ya no importaba. Solo importaba que él pereciera y sobretodo que aquella noche no me buscara, pues dependía de mis cinco sentidos para lograr mi venganza. Por ello fue que lo odié profundamente cuando de pronto en mi mente apareció su grave y fría voz. — Esclava, sal de donde estés y acude. Tengo un cliente al que alimentar y si no vienes, vendrá él a buscarte. — La risa maliciosa y aquella amenaza escondida en sus palabras me hizo cerrar la mandíbula con fuerza, aguantando las ganas que tenía de contestarle y decirle que le alimentara de su propio instinto más bajo. De su virilidad. Si realmente lo que tenía en su pelvis podía llamarse de alguna forma.
No tuve más remedio que acudir, solo que se mentía si se pensaba que iba a entregarme así como así. Indiferentemente de lo de la noche anterior, yo seguía aún intacta y aún con más ganas con las que rebelarme. No consentiría que volviera a tocarme. ¡Jamás me daría a sus invitados! Ahora más que nunca deseaba pensar en mí y sabiendo que hacía mal, y que me olvidaba de algo tan importante como mi venganza. El odio tiró de mí hasta hacerle desear rabiar y quedar mal ante su importante cliente. Mis pasos decididos en un arrebato me dirigieron a la cocina, desde donde tomé un conejo y yo misma sin compasión lo degollé de forma rápida. En aquel lugar hasta los animales lo pasaban terriblemente mal, por lo que no lo sentí. Le había ahorrado una muerte mucho más dolorosa al pobre animalillo. Con cuidado de no tocarme el vestido, tomé al conejo muerto de forma que no se desangrara por el camino, ya que necesitaba la sangre para hacer mi función y tal cual escondí el conejo en una de mis manos por detrás de mi espalda, volví sobre mis pasos, buscando al maldito y a su cliente.
Apenas necesite de un escaso minuto, para que en lo que me los encontré y estática me quedé viéndoles acercarse. Sentía sus ojos conocidos sobre mí, solo que esta vez ni caso que le hice. Mis ojos se volvieron firmes, en una actitud regia hasta el vampiro que la acompañaba. Me miró y yo le miré. Jamás había visto unos ojos como los suyos. Eran dos pozos tan profundos que temía caerme en ellos si no me apartaba del camino de ellos. Eran diferentes a los del otro vampiro. No obstante no cedí y mantuve mi plan, esperándoles firme, en actitud tensa preparándome para lo que vendría a continuación. Los pasos de él apenas hacían ruido alguno al tocar suelo. Observé el traje caro del desconocido y por unos segundos lo sentí, ya que iba a ensuciarle aquellos ropajes. Duró poco el arrepentimiento por ello, eran vampiros, debían estar acostumbrados a ensuciarse con sangre ¿no? Oí la voz del vampiro y abriendo los labios para soltarle quien sabe qué, fue que el vampiro conociéndome me atrajo hasta ellos, agarrándome fuertemente del cabello buscando algún gesto de dolor o miedo. Obteniendo todo lo contrario, solo firmeza y un mohín rebelde curvando mis labios. —No puede tomarme. —Dije con voz fuerte, sin titubear. — Si tu invitado necesita de un refrigerio, ahí tiene. —Sin que se dieran cuenta descubrí la mano que escondía el conejo tras mi espalda, y dejando que al conejo se le abriera la herida del cuello, lo lancé en dirección a su invitado. El animal le dio de lleno en el traje, terminando a sus pies, bañando en sangre el suelo y los zapatos de ambos vampiros. Seguí viéndole a los ojos fijamente, preguntándome qué pensaría de aquella escena. En actitud desafiante alcé la barbilla dignamente, sin amedrentarme, hasta que la mano que me sujetaba del cabello me sacudió con fuerza, haciéndome volver hacia él otro. —Si no le es suficiente siempre puedes llamar a Lariana, o a cualquiera de tus mujercitas fallecidas… Amo. —Dije esto último entredientes en una señal de rechazo completo hacia él y de asco. —Con mi sangre no contéis. No es suya y tampoco vuestra. —Añadí y le escupí totalmente rabiada. Aquel agarre me recordaba tanto a como había poseído mi cuerpo, que solo sentía ganas de quemarle y de bailar a su alrededor.
—Ahora mismo le suplicaras perdón ¡Maldita zorra! —Su grito creo que nos sorprendió a ambos. Tanto a mí como al joven vampiro, con quien por unos segundos volví a coincidir con la mirada. Por poco tiempo ya que el agarre me impidió seguir manteniendo su mirada. Tomada del cuello, me aventó tanto que sentí como algunos cabellos se rompían de mi cuero cabelludo. Con su fuerza intentó doblegar mi cuerpo en lo que me resistí. Sentía mis rodillas doblarse y con toda el alma luché. Todo pasó en apenas unos segundos y al ver que no había forma de doblegarme a la fuerza, hizo lo que mejor sabía. Morder donde dolía. — ¿No deseas que te muerda él? Bien… a las malas entonces. Como a ti te gusta. — Y tras esas palabras me agarró tan fuerte que fue imposible resistir. Simplemente me llevó contra sus colmillos y sin control, ni delicadeza – como acostumbraba- y sin importarle que hubiera un invitado, me hincó los colmillos de tal forma que me fuera imposible respirar. Ahogándome la garganta, sin dejarme nisiquiera tomar aire.
¿Era aquel mi fin? Temí realmente que así lo fuera.
Mizar de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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Re: Conversión[Mizar]
“Nunca se es lo suficientemente poderoso, ni lo suficientemente sabio.”
Era palpable la tensión en el ambiente, como un maldito; el tipo la tomaba de los cabellos, la franeleaba hasta dejarla parada a escasos centímetros nuestros. Se escuchó mi suspiro retumbar contra el eco del lugar. ¿Por qué no se podía hacer un trato común, sin disturbios? ¿Es que acaso aquel hombre no notaba que no tenía sed alguna? Pensé fríamente en varias posibilidades, él quería hacerme notar que tenía todo lo que quería, me estaba dando un obsequio, o simplemente era un idiota. En realidad había un balance entre la primera y la última. Pero en sí mismo, la muchacha que llevaba consigo un alma latente no estaba del todo a favor de las labores que se deseaban que haga. Me resultó peculiar que ella se negara aun sabiendo que en segundos podríamos hacerla caer como si fuese una flor entre el jardín. Resultaba hasta encantador, no tenía tan siquiera un solo poder mágico, el aura era tan humana como la de mis conocidos cuando niño y aún con ello se mostraba en guerra con su situación. La lamparita de mi cerebro se levantó y se corrió en curiosidad y anhelo. ¿Podría yo…? No era algo que siquiera valiera la pena responder, ella podía ser mi compañera, claro que sí, si me lo proponía. Me reí de mí mismo, no podía creer que fuese capaz de ser tan malcriado, buscando tener lo que quería a sabiendas de que la niña le pertenecía a aquel inmortal. — Hubiese sido una buena bebida, si no estuviese ahora desparramada en el suelo. —
Murmuré sin expresión alguna cuando aquel elixir de conejo era desparramado por los suelos. Mi ropa fina y limpia se ensuciaba de aquello que tanto molestaba, no es que no disfrutara de beber sangre, lo hacía con tanto placer como los demás, pero desde siempre me habían enseñado a hacerlo de manera que siquiera una gota de sangre ensucie mi cuerpo externo. Por lo cual, chasqueé mis dientes y negué, moviendo los zapatos para no seguir ensuciándome, escuchando como una pelea fiera se avecinaba, no estaba seguro de querer verla sufrir, pero por el momento quedé en silencio, observando, como un espectador en el nudo del teatro. Me sentía como un ente, porque al señor de la casa no le interesaba mostrarse civilizado conmigo. Él no era tan antiguo, lo que significaba que había nacido en una época donde la cordialidad y sociedad estaban en auge. Entonces, ¿por qué? Lo medité, examiné la situación, ver como la sangre brotaba de ella como una cascada hacía que mis ojos se tiñan lentamente de un rojo carmesí, casi enfermizo. Agradecía poder contenerme con cualquiera, solo tenía una excepción y estaba muy lejos de allí y de mí. Mordí mi labio inferior y por momentos me acerqué a sabiendas de que aquel hombre estaba esperando que goce del elixir inmortal. — Esto es innecesario. —
Era más bien un quejido, que situación más pecaminosa estaba atendiendo, ninguno de los dos merecía la pena de seguir existiendo. La muchacha no sabía enfocarse en vivir, un humano debería saber su lugar en el mundo, en nuestro mundo. Y aquel vampiro era desagradable, seguramente era de esos que se bañaba en sangre y bebía de vírgenes porque así era más dulce. Estaba claro que tenía razón, la sangre virginal mantenía un delicioso sabor puro, pero no era importante a la hora de elegir entre una mente sana y una desquiciada. Si me lo proponía, podía llegar a apostar que aquel tipo solo duraría unos diez años más y luego sucumbiría a la desesperación. Pero yo le ahogaría su pena y me quedaría con todo. Lo deseaba, porque simplemente tenía un capricho que hacía más de un siglo que no cumplía. Lo hice lentamente, mientras me acercaba con la falsa idea de morder el cuello humano, mis dedos se enterraron en el pecho del barón, las garras se incrustaban y perforaban mientras él seguía bebiendo de la muchacha que poco a poco parecía perder el sentido. Me sorprendería si aguantase tanto, pues los humanos simplemente se desmayan del miedo. Sentí la sangre deslizarse por mi piel. Y antes de que me tocara el extremo del traje, lo levanté de manera que las telas queden sobre el codo, seguí penetrando, hasta escuchar un grito de dolor. — Nuestro trato no podrá cumplirse. — Fue sin más que aplasté el corazón inmortal entre mis dedos, las manos del hombre intentaban golpearme, se doblaba para alcanzarme. Yo esquivé sus garras dos veces, a la tercera me vi siendo rasguñado profundamente en el rostro.
—Quémalo. — Ordené por medio de la mente y sin simpatía alguna a la rubia, no sabía si estaba despierta del todo, pero la obligué a levantarse molestando su cerebro con ondas que iban directo a sus pensamientos. Yo mantenía un poder formado que evitaba sentir dolores comunes y eso apenas me causaba cosquillas. Seguí hundiendo la mano, destrozando así su interior, para luego sacarla, junto con los pedazos de órganos que estaban fríos y duros en mis dedos. Aquel hombre podía seguir viviendo un poco más. Podía retorcerse hasta que la muchacha le tire una vela arriba y arda en los infiernos. Pero ahora ella me pertenecía, ahora ella estaría en mi infierno. No solía hacer cosas por nadie, no atendía las necesidades de los demás, nunca me habían importado, supongo que fue el engaño de unos ojos claros lo que me llevó a la perdición, una falsedad que tardaría años en descubrir. Sacudí los dedos, la sangre salpicó las paredes y esperé en silencio, sacando un pañuelo de mi bolsillo frontal, limpiándome, en tanto esperaba que el fuego sucumba el lugar. — Apúrate, a menos que quieras que reviva. — Busqué los ojos formados de la muchacha, me negué a sentirme seducido por su mar y sonreí de forma que mis dientes blancos y nítidos se vieran, tenía los colmillos apenas despiertos, la sangre por cada rincón del lugar había abierto mi apetito, pero aún podía con ello.
“No hay fuego que no lata en su interior.”
Lorian de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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Re: Conversión[Mizar]
La agonía es más intensa, cuando existe la esperanza en tu mente y la voluntad de resistir.
El ahogamiento no es fácil de olvidar. Esa sensación que hace que tus pulmones se expandan bajo tu pecho, en busca de un aire que desesperadamente no llega hasta él. Tus intentos inútiles, inconscientes de alejarte de aquella sensación, de tomar aire, de abrir una garganta que duele aún en la desesperación en que te hayas presa. Ver como lentamente ceden tus intentos de resistirte. El sentir como tu cuerpo cae lánguido contra aquello que te ahoga, impidiéndote tomar aquel oxigeno esencial para tu supervivencia. La forma en la que los labios se mueven, boqueando, buscando, expulsando en jadeos dolorosos el poco oxigeno que sale de tu cuerpo y que ya no vuelve a entrar de nuevo en ti. La pesadez del cuerpo, el tiempo que se hace eterno, aunque en la verdad no haya pasado más de unos largos y angustiosos segundos. Todo eso es lo que sentía. Todo eso es lo que era sintiendo los colmillos de aquel ser perforando mi cuello, ahogándome en aquel agarre, sintiendo que a cada intento de tomar aliento, él se clavaba más en mí.
Ahora quedaba muy lejos de mis pensamientos, aquella rebeldía que instantes antes había mostrado con la sangre de aquel conejo y mis firmas negativas a dejar que bebieran de mí, como si fuera una simple botella en vida. En estos instantes era cuando me planteaba que de haber actuado diferente, podría no haber sido derrotada de aquella forma. Y sin embargo, mi pensamiento rápidamente fue aplacado por una negativa a sentirme derrotada, aun estándolo. Me había jurado escapar del vampiro antes de ser tarde, había dicho de matarle, de terminar con su horrenda vida y quedarme yo con mi alma, en paz. Quizás fuera de aquellas paredes, seria pobre, pero aún en esas, sería libre, y mía; lo más importante. En un intento desesperado antes de sucumbir a la flaqueza y al miedo, volví a revolverme obteniendo solo que el agarre del vampiro hacia mí se intensificara. Mordí mis labios para no gritar con mis últimas fuerzas y abriendo los ojos, centré mi vista borrosa en el otro vampiro que finalmente se me acercaba hasta quedar frente a mí.
Ni se te ocurra acercarte, pensé firme perdiendo la vista ante un nuevo ramalazo de dolor y de pronto, todo sucedió demasiado deprisa. Los colmillos empezaron a ceder, el agarre fue disminuyendo de fuerza. Lo sentí agitado, parte de ello lo noté en la herida que sufrió un nuevo bocado aunque este más leve y sin aviso, sus manos dejaron de sujetarme cayendo como un peso muerto y completamente desorientada al suelo a causa de la debilidad y la poca sangre que contenía mi cuerpo. Oí un grito, lo celebré, siendo tras ese grito moribundo que abrí los ojos sugestionada por la voz ajena, sin embargo también por mi voluntad y deseos tanto de curiosidad como de huir de aquel maldito animal. Me incorporé y mi cuerpo tembló. Rápidamente llevándome la mano al cuello, tapé la herida de mi piel y sintiendo una fuerza sacudiendo mis cimientos, agradecí al desconocido que me diera fuerzas para levantarme definitivamente del suelo y encararme a la escena, una vez mi mirada se hizo clara y nítida.
¿Cómo...? No me podía creer lo que mis ojos veían, él se encontraba lejos de aquel charco de sangre observándome mientras a los pies, en el suelo aquel vampiro se retorcía. En esos instantes tras pasar unos minutos viéndole fijamente, asentí y yéndome hacia una de las mesitas más cercanas, tomé una de las velas y volviendo sobre mis pasos, con una sonrisa me quedé al lado de aquel ser maloliente. Ignorando la mirada del desconocido, dejé que una risa escapara de mis labios al verle llegar hasta mis pies y balbucear incoherencias. Con mi pie lo aparté de mí y le pateé en el rostro con fuerza. Podía comportarme como una niña en ese momento, sin embargo me sentí bien. — ¿Qué hago? ¿Le echo la vela encima? — Por primera vez volví a dirigirme abiertamente al joven vampiro, sin dejarme amedrentar por sus colmillos expuestos. Y tras unos segundos, antes de que contestara sin desviar sus ojos de los suyos, dejé que la mano con la que sujetaba la vela cayera encima del vampiro.
Rápidamente el fuego caló en el cuerpo frío y muerto. Di unos pasos atrás, y sin desviar mi mirada del fuego, vi con una sonrisa como el cuerpo se quemaba, hasta alzar mis ojos y centrarme de nuevo en el vampiro joven. Sintiendo la mano con la que me tapaba la herida, mojada de mi sangre, jadeé y le encaré. — No entiendo tus razones para matarle, o salvarme…Y os lo agradezco, sea como sea. Pero iros, yo me ocuparé de todo a partir de ahora. —Dije segura y firme, pensando en quemar toda aquella mansión o simplemente dejarla para resguardar a las demás chicas que como yo se encontraban allí, sin poder escapar de nuestro “amo” muerto, al fin. — No os necesito y si pensáis en terminar ahora lo que hacía él en mi cuello, olvídate. Terminareís como él. —Avisé simplemente. Mordí mis labios y negué con la cabeza. Sintiéndome mal, aún era capaz de revolverme, de rebelarme contra cualquier fuerza. —Además solo hay de cena conejo, y no os gustó mucho antes. Así que aquí no se os ha perdido nada. —Terminé por añadir, intuyendo en lo más hondo de mí, que no se iría. Y viéndolo ahora en retrospectiva, tras tantos años pasados; gracias a todos los dioses que lo hizo, que me salvó la vida y que no se fue. No en aquel momento. No, en aquella oscura y feliz noche.
En el fondo me alegraba de tu inesperada visita.
Mizar de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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Re: Conversión[Mizar]
“Y la existencia es más placentera si lo haces, sabiendo que diste la vida por ella”
Era mucho más que gracioso, no como si fuese una cosa de otro mundo, pero en su mirada, en la viveza de sus orbes estaba la venganza tatuada, algo que yo llamaría innecesario y estúpido. Aunque en mi interior estaba la marca de la eterna batalla, un apellido que me obligaba a seguir con esa tradición, sangre por sangre, un pacto roto que haría que aunque yo no quisiera fuese contra esos enemigos. Pero lo tomaba como una excepción a la regla, algo hereditario por decirlo de alguna forma. Pero lo de ella era algo estático y constante. Una fuerza aplicada que causaba aceleración desde sus labios hasta su corazón, que bombeaba sangre con una melodía rápida y cansadora. Suspiré suavemente, el aire que no necesitaba entraba y salía de mi interior y era usado para proliferar mis estados de ánimos, que en ese caso se trataba de un estado tranquilo y en gran parte entretenido. No porque me divirtiera matando a los de mi especie, ni a los antiguos ni a los tan jóvenes. Mi vida no se trataba de ello, no se basaba en ello. Mataba cuando tenía que hacerlo, me alimentaba correctamente de ser posible, disfrutaba la sangre caer en mi garganta con pasión, pero nada me satisfacía como la sangre de la mujer que me había creado y eso me llevaba a no tener los gustos demasiado elevados. Con un poco del elixir inmortal me bastaba para seguir con la rutina que para en ese entonces estaba siendo destrozada por un capricho que quien sabe por qué apareció entre mi libreta.
La muchacha parecía en parte perdida por la anemia y por otro lado estaba feliz, sonriendo, como si ella misma lo hubiese hecho. Negué, cubrí mis manos con la tela de mis bolsillos y me quedé observando aquel rito. Mi piel estaba dura, fría y se le notaba el leve temor al calor del fuego, como si tan solo el roce me pusiera como un carbón y es que muchas historias había oído, vampiros que habían sido expuestos al sol por un mínimo instante y habían sobrevivido, quedando como carbón y huesos, vagando por la vida, bebiendo sangre a montones para poder recomponerse, sabiendo que nunca lo lograrían, que solo existirían en un dolor eterno y tendrían que al fin acabar con su existencia. No deseaba eso para mí, viviría eternamente por los siglos de los siglos, seguiría el paso de mi familia y mantendría esa paz interior que había llegado a acomodar en mí. — ¿Cómo? Con una vela. — Dije sarcásticamente a su temor, cuando en su cabeza mi voz apareció, pero ahora eran mis labios los que hablaban. La miraban escépticamente y no fue mucho el tiempo que transcurrió para que las llamas se terminen de elevar y solo cenizas y aceite quedaran en el suelo. Cuando un vampiro no era lo suficientemente antiguo, no podía soportar por demasiado tiempo las llamas. Uno de mil años, podría haber salido volando o corriendo muy rápido, para luego tirarse en una laguna y aunque quemado podría recomponerse rápidamente. Pero aquel no debía llegar ni al siglo.
Con los dedos llevé mis cabellos hacía atrás y observé encantadoramente como el gato feroz volvía a prepotearme. Habría que cortarle la lengua. En principio no dije nada, como si estuviese escuchando y aceptando sus palabras, pero no era de ese modo. Me acerqué y esparcí las cenizas a los lados con el pie. Me paré sobre aquello para estar más cerca a la niña y tomé su mentón con una delicadeza penetrante. —“Me ocuparé de todo” ¿Es así? No doy nada sin obtener algo a cambio. Tienes media hora, haz lo que tengas que hacer y vuelve aquí. — Los dedos se trasladaron a su cuello, toqué aquella herida y con un suspiro enterrado en hambre separé las yemas y me mordí con los colmillos el índice, la sangre brotó lentamente. Observé sus ojos, ‘Te daré una última ayuda, ve y vuelve, si no lo haces, sufrirás el doble de lo que sufrías con él. Si lo haces al contrario, te mostraré la vida’. Sentencié acariciando la herida, haciendo que esta comience a sanarse rápidamente por el contacto con mi medicina interior. Era increíble cómo tan solo un poco de nosotros podía hacer que una persona sane de esa manera. El tacto fue apenas un instante, me recosté contra la pared al tiempo que escuchaba lo que tenía para decir y evocaba a mis dioses perdidos para que me hagan contener la risa burlona. — ¿Conejo? Está bien eso, me conformaré por ahora. Ve, los segundos corren y a ti te quedan pocos. La noche es corta. No les hagas saber con quién te vas, si me mientes lo sabré y no me causará pena romperte el cuello recién arreglado. —
Con mi mirada busqué un sillón, fuera del pasillo estaban aquellos donde antes habíamos estado. Me dirigí sin verla, esperando oír los pasos de sus aterrados pies. Sabía que probablemente su veneno sería escupido de sus labios en poco tiempo. Pero ¿que era mejor que eso? Si todo era fácil me aburriría en tan solo unos meses, pero ella tenía el potencial de hacerme disfrutar la existencia unos años, sin tener que pensar en el pasado que quizá nunca volvería a soñar. Necesitaba organizar mis prioridades ahora mismo, de repente aquel trabajo había concluido, para transformarme en una niñera de tiempo completo.
“No podrás estar en paz, si no te aferras a mi”
Lorian de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/01/2014
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Re: Conversión[Mizar]
Antes de ti, mi mortalidad ya se desmoronaba.
¿Sería de buena persona decir que disfruté y me vanaglorié de la muerte ajena? A oídos de otros podía parecer que padeciera demencia, pero después todos los tratos de aquel infeliz afligido a mi cuerpo, que fuera su cuerpo y maldita alma sentenciada a las llamas del averno, era poco para lo que merecía. Hubiera deseado arrancarle cierta parte de su anatomía y dárselo a sus perros. Decapitarle y bañarme en su sangre. Así bañaría también a mis demonios con su sangre para que dejaran de acosarme en las oscuras noches. Definitivamente tras su muerte pensaba que todo terminaría. Me habían liberado de él, de ser su muñeca y ahora debía rehacer mi camino. No me llamó jamás la idea de buscar a mi familia y regresar con ellos. Precisamente por culpa de ellos y la hambruna padecida en esos tiempos fue que me entregaron como pago. Aun así, tuviera justificación o no, no podría verles a la cara, no después de tanto tiempo y años perdidos sin ellos. Solo me quedaba velar por el resto de esclavas y quedarme con aquella mansión. No sería fácil, pero debía intentarlo. Y por lo menos aquellos fueron mis pensamientos unos segundos, hasta que la evidencia me hizo volver a la realidad. Realidad que tenía rostro de un joven apuesto y serio. Un vampiro, un nuevo amo al fin y al cabo.
Ante la pérdida de nuevo de mi libertad, defendí con dientes y uñas lo que me había ganado con creces. Le invité a irse de una forma no apropiada quizás y lo único que conseguí con ello fue que mi mirada se fuera a la ajena y a sus movimientos. Se acercó hacia mí y tragué con miedo. Me tomó del mentón y me observó. Bajo mi pecho sentía los redobles de mi corazón. Oí sus palabras y una parte de mí se estremeció y la otra quiso luchar. Me había librado de aquel vampiro, lo último que deseaba era volver a caer en las manos de otro. Sin embargo tras sentir como por primera vez se me sanaban con sangre inmortal y oía la palabra “vida”, quise asentir rápidamente, aferrarme a aquella idea, a aquella promesa hasta que me acordé de lo poco que valía la palabra de uno de sus seres y de nuevo mis ojos fulgieron fuego. — ¿Vida? Con seres como vosotros no hay vida para quienes como yo viven. Desalmados seres que os aprovecháis de vuestra fuerza y arremetéis contra todo lo que tenga vida. — Hablé en lo que le observé irse hacia uno de los sillones. Yo me quedé allí unos segundos, con el ceño fruncido, negando a moverme, por más que pudiera amenazarme. Tras el dolor que había padecido, ya solo la muerte lograba imponerme el miedo necesario para acallar mi lengua. — Y sabéis? — Yo seguía hablando, mi lengua me traicionaba una vez más. — Yo sé por qué nos matáis muchas veces. No es solo por alimentaros, es por envidia. Debe ser duro caminar siempre en la noche, ser seres no vivos y esconderos como las ratas, verdad?— No esperé contestación alguna y antes de que me la pudiera dar, dirigí mis pasos fuera la sala, lejos de él y de aquellas cenizas.
Mientras mis pasos me alejaban del vampiro, mis labios empezaron a pronunciar palabras en ruso entrelazadas con algunas de malsonantes, enviando al infierno a todo ser inmortal que caminara por esas tierras. La experiencia me había enseñado a que solo las almas fuertes resistían contra su raza. Y por ello tras cada golpe, me había hecho más fuerte. El miedo era grande, sin embargo también lo era el deseo de liberarme y por todos los dioses que no iba a dejarme esclavizar de nuevo.
Llegué hacia las demás jóvenes y me di cuenta que no se encontraban en el gra salón.— Maldito vampiro. — Maldije al pensar que el joven inmortal era el causante de la desaparición de todas las jóvenes de la casa, hasta que unos gritos de dolor y otros de histeria llamaron mi atención y acelerando mis pasos fui hacia ellos, encontrándome con una joven tumbada en una cama en el suelo y las otras alrededor de ella, con toallas húmedos, una cantina con agua y agarrándole de la mano. Tardé un poco en reaccionar, pero al adivinar qué era lo que estaba observando me di cuenta de que se trataba una de las jóvenes que estaba dando a luz. Nos había tenido a todas engañadas y ahora conocía el porqué de su abultamiento de vientre. Al verme, llamaron para que fuera con ellas pero me encontré paralizada. Si iba con ellas, ¿Podría aquel vampiro tomar represalias contra de mí y de todas ellas? La respuesta era incierta y mordiéndome el labio salí aterrada de allí hacia mi habitación. ¿Podía vivir con la muerte de todas mis compañeras y un niño recién nacido? Esa respuesta era fácil y era; No. Y ahí me di cuenta que era mejor ir todo y de morros, con aquel joven, que quedarme y observar de cerca la muerte. No era una decisión fácil pero al final mi corazón era buena, y no les deseaba a las demás ningún mal. Suspiré y tomando un papel empecé a escribir una carta para las chicas. Allí les deje en claro que todo lo que allí se encontraba era de ellas, que nuestro señor y amo había desaparecido y que a partir de aquel instante podrían hacer lo que quisieran. Tomar parte del botín que él tenía escondido e irse a empezar una nueva vida o quedarse y resguardarse en estas paredes que para muchas habían sido nuestro hogar desde bien pequeñas. Me despedí de ellas también por carta, diciéndoles que las volvería a ver pronto y sin decirles ni el motivo, ni con quien partía. Al terminar dejé la carta en mi mesilla y tomando los vestidos que tenía en una vieja bolsa, salí de la habitación para volver ante él.
Seguía con mi vestido de antes y del cuello, todo y que estuviera curado seguía estando rojo a causa de la sangre que por él había corrido. No pensaba limpiarme, no todavía. Era una pequeña rebeldía de mi parte y lo sabía. — Estoy lista. — mencioné presentándome ante él, llegando justo cuando el reloj marcaba la media hora. Había sido puntual por primera vez en toda mi vida. — ¿Lo estáis vos? —Le miré con cierta resignación y suspiré. Se le veía cómodo en aquel sillón. — Porqué no tenemos todo el día y como dijo la noche es corta, más para usted en su desgracia, que para mí. — Él debía de estar descansando tras las primeras luces del amanecer mientras yo podría estar despierta, así que le corría prisa si deseaba llevarme donde fuera y salir a cazar. Se le veían los ojos más oscuros y eso solo quería decir que el hambre emponzoñaba sus fauces y yo no pensaba ser la víctima. — Y aún tenéis que enseñarme esa vida a la que me llevareis. —Terminé por decirle, esperando, exigiendole que se levantara y salir de allí a un nuevo destino, al que no pensaba volver a dejarme pisar por nadie. Tampoco por él.
Simplemente me aferré a tu promesa, a la libertad que me esperaban tras esos años perdidos en el infierno cruel de mi vida.
Mizar de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 04/03/2014
Re: Conversión[Mizar]
“Lo que se desmoronaba, siempre fue tu humanidad, y lo sigue siendo”
Observé sus labios, su burlona histeria que se asemejaba al ruido de los pájaros en la mañana. Era exactamente el ruido que más odiaba y amaba al mismo tiempo. Pero me había acostumbrado, la condena por no volver a ver el sol, era el pago por una vida eterna, de juventud inigualable. Tenía toda la vida para hacer lo que quisiera, aunque fuese por la noche, la luna se había convertido en mi mejor amiga. Y ahora, estaba deseoso por buscar una cosa más con la que divertirme, con la que buscaba olvidarme de mi creadora una vez más. Sí, esa era la única razón, lo que más me movía a hacer diferentes cosas. En fin, no respondí a sus primeras palabras, sabía que terminaría haciendo lo que le decía. Sus ojos estaban iluminados por una esperanza que no era falsa del todo. Yo podía hacerla disfrutar de sus años, podía darle el don oscuro si se portaba bien. Podía adorar su cuerpo y hacerla ver placeres que jamás llegaría a entender. Su sangre era mía desde el momento en que la había salvado de aquel anterior inmortal y de eso nadie me iba a privar. Alcé la mano, me la observé unos momentos, era tostada y las venas se notaban oscuras. Empezaba a tener hambre, pero podía aguantarme, no bebería de la muchacha, no aún. —Su nombre… Qué misterio. — Sonreí, sus pasos sonaban como eco por todo el recinto, sabía exactamente su posición para ese momento. Los latidos de su corazón, lo acelerada que se sentía.
Pensé que quizá algo ocurría, si se tardaba más, debería ir a ver la situación. Me estiré entonces, mirando el techo y de reojo las agujas del reloj. Faltaban cinco minutos, comencé a acomodarme, con los ojos oscuros y molestos. Siempre lo mismo, de todas las mujeres con las que me había encaprichado, ninguna era una mujer puntual, era un karma y lo sabía. Pero allí estaba la rubia de ojos claros, apurada por llegar, justo cuando el reloj se clavaba en las en punto. Sonreí de lado, la observé, sucia, con las manos arraigadas de ropa, desalineada, pero con la curvatura de su cuerpo a todo esplendor. Y entonces me levanté, fui a ella con la misma calma de antes, sin decir muchas palabras, deslicé los dedos por su cuello y negué. — Si así te gusta caminarás de ese modo, tú no tienes que preocuparte por el tiempo, eso es mi trabajo. — Mascullé como un murmullo y con la mano derecha recorrí su cuerpo. Lo hice sin cuidado, agarrando al mismo tiempo una de sus muñecas, no me interesaba ser golpeado por ella. Pasé los dedos por su pierna, por sus nalgas, las deslicé por cerca de su entrepierna y luego al ras de sus pechos. Lo que ella no sabía es que lo hacía para asegurarme que ningún arma esté escondida en su cuerpo. Y entonces la miré, fijamente a los ojos y tomé su bolso sin simpatía alguna. —Afuera está el carruaje, te mostraré la vida, cuando aprendas como aferrarte a ella. Por ahora solo te daré placeres. — La movía, con una mano agarraba su cintura y la llevaba. Si era necesario hacerlo a la fuerza, así sería.
Pero era algo llevadero, al final pudimos adentrarnos sin problemas al carruaje que estaba esperándome. Giré la cabeza para observarla a mi lado y me apoyé en el respaldar pensativo. — ¿Pasó algo que te arrepentiste? Pensé que no querías estar cerca de una rata y esas cosas que dijiste. — Jugué y alcé la mano hacía su vestido, acariciando los botones del mismo con cuidado, soltándole el primero suavemente, quería observarla, ver su cuerpo de esclava. Haría de ella una hermosa muchacha de clase, destrozaría ese ser que estaba ahora frente a mí. — Quítate esa ropa, vestirás como una dama mientras estés a mi lado. Tendrás el corsé más apretado de todos. — Le sonreí, mostrando los colmillos que mostraban hambre y mis dedos volvían a su vestido, ahora rompiendo lentamente los botones de la parte delantera, buscando que no pudiese volvérselos a poner. — Pronto llegaremos a casa. Las puertas no se pueden abrir en el día y solo podrás salir cuando tengas algo de mi confianza. Pero es un lugar grande, tardarás días en recorrerlo entero. Antes de que entremos. Me llamo Lorian. ¿Cuál es tu nombre? Puedes ponerte el que desees, así será como te llamarás el resto de tu vida, pero olvídate de cualquier apellido que tengas, no lo tendrás más. — Sentencié con descaro cuando el carruaje al fin se detuvo y salí de allí primero, esperando a que ella bajara, mirándola con tranquilidad, yo no le mentía, eso era algo que nunca me había gustado, había formas mucho mejores de hacer que alguien siga mis órdenes. Darle lo que quiere o destrozarle sus emociones, hasta dejarlo como un trapo de piso.
“A ti, te daré lo que quieras y quizá mucho más que eso."
Lorian de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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