La quintaesencia de lo cotidiano

por **Erzsébet Báthory** Lun Jun 02, 2014 11:12 pm

La laguna suele ser un lugar tranquilo para caminar, un lugar donde, temprano por la mañana puedes encontrar a algunos pescadores que preparan sus redes, algunas diligencias se pueden escuchar a lo lejos en la entrada sur-este de París, y sin embargo, tiene esa aura que te hace sentirte solo en el universo, donde los pensamientos son capaces de desenmarañarse y comenzar a desdoblarse como el hilo de una secuencia de ADN que busca replicarse…

Hundido en mi soledad caminaba entre los matorrales y arbustos, rozando con el pantalón a los helechos, presos de la evolución, que observan viejos a la nueva flora que habita junto a ellos… camino lejos de las veredas, para poder sumergirme en mis pensamientos…

“Hace más de diez años que me dieron por muerto en las trincheras de la Bastilla… y desde entonces me dedique a las artes, al altruismo, y lo más importante, a conocerme, a conocer el don que tengo, ese don que me permitió sobrevivir a la carnicería de 1789… pero ahora puedo hacerlo sin prisa, disfrutar de la conversión, del aumento en los sentidos, de la agudeza auditiva… la fuerza tan distinta a la humana…”

De pronto escuché un paso corto y ligero, como de una ninfa, que cruzaba una vereda cercana, sin duda era una sola persona, y por lo que alcanzaba a escuchar, era una mujer, delicada en su andar y de grácil movimiento… mi curiosidad se alertó, y antes de que pudiera apelar a mis modales, me encontraba viendo a una dama muy joven, de cabellera rubia prolijamente recogida que avanzaba por los senderos en dirección a la laguna… “quizás alguna otra alma que había descubierto la paz y soledad que se puede disfrutar en ese lugar…”

Di un paso para guardar el equilibrio y un ruido de plantas llegó hasta los oídos de ella, que giró su rostro hacia donde yo me encontraba, alcanzando a agazaparme antes de poder ser visto, pero que, cayó sumergido en la más profunda maldición gitana… Su mirada hechicera se posó en los setos, y el resplandor aguamarina inundó mi alma… me incitó a seguirle como un perro fiel…

Estabamos cerca de la orilla de la laguna, cada vez la vegetación era menor y menos densa, si continuaba así, terminaría por ser descubierto, y con justa razón mencionado como un fisgón o un pervertido… “cosa que no era cierta… solo podía limitarme a seguir esa mirada hipnótica…”

Sentí como tronó mi cuello y la transformación comenzó… mi cuerpo sufrió una metamorfosis que podría definirse como dolorosamente placentera… sentí mi pecho hincharse de aire y mi columna alargarse… mis dedos agrupados en pezuñas… era un caballo otra vez… un frisón negro…

Me acerqué a ella con esa oscura silueta… caminando pausadamente, buscando no asustarle, mirándola con admiración, sintiendo el acelerado corazón equino aún más eufórico por el encuentro…

De pronto sentí sus ojos sobre mi…

por **Bleuenn Charisteas** Sáb Jun 07, 2014 11:43 pm

La joven caminaba de un lado a otro en su habitación demasiado inquieta para intentar dormirse. Sostenía entre sus manos la misiva de su padre, de vez en vez se detenía para volver a leerla "...se anunciará tu compromiso en cuanto arribe a esa ciudad" era la frase que más rondaba en su mente. ¿Por qué su padre se empeñaba en casarla? ¿No era suficiente haberla enviado a esta ciudad sola? ¿Por qué su insistencia en atarla a un hombre? La frustración agobiaba a la rubia mientras lágrimas de un llanto silencioso recorrían sus mejillas. No quería casarse con un desconocido, no quería ser una de esas chicas cuyo destino era elegido por sus padres. Lo había visto desde fuera en incontables ocasiones, en sus amigas más cercanas y en chicas que de manera muy sumisa aceptaban tal disposición. Ella no podría comportarse de esa manera jamás, porque no era parte de su carácter el aceptar las decisiones de otros sobre su vida. Además ¿Quién le garantizaba el que pudiera ser feliz con alguien a quien no conocía? Por lo que observó en otras mujeres, el dejar que el hombre dominara en casa, solo cohibía su comportamiento, ninguna de ellas fue la misma luego del matrimonio. No, Casarse no estaba dentro de sus planes. Al menos no de esa manera, como cualquier mujer de su edad, guardaba secretamente esas ideas de un matrimonio por amor, uno de esos en los que envejecer el lado de la persona a quien se ha entregado el corazón. Cursi, soñadora, ilusa quizás, no importaba bajo que adjetivos se le calificara, ese era su ideal en lo que refería a ese asunto.

Demasiado molesta, inquieta y preocupada, decidió salir de allí. De pronto sentía que se asfixiaba en su dormitorio -que no era para nada pequeño- necesitaba que la brisa rozara su rostro. Sin poder esperar más a que sus sirvientes terminaran de acostarse, se asomó por la puerta. No había nadie en los pasillos. Apresurando el paso corrió a su armario y tomó su capa para abrigarse del frio de la noche y se encaminó por los pasillos rumbo a la salida. A pesar de haberse planteado el salir aunque fuese descubierta, era conciente que era mejor si nadie se enteraba. Y tenía bastante con la noticia recibida como para tener que lidiar con su nana siguiéndola toda l noche mientras la regañaba. Con un poco de suerte consiguió escabullirse por la puerta trasera, dejando la misma entreabierta para poder volver más adelante.

La fría briza la recibió alborotando sus cabellos, la calle desierta le dió la libertad que necesitaba para dirigirse a aquel lugar que tanto le gustaba visitar. El único al que concurría cuando necesitaba despejar su mente, cuando quería gritar hasta quedar sin voz y que nadie la oyera. No era un sitio muy frecuentado y ello le daba cierta privacidad para dejar salir todos esos sentimientos que la agobiaban. Anduvo silenciosamente tras colocar sobre sus cabellos la capucha de aquella capa, no necesitaba espectadores y menos una compañía en ese momento.

Anduvo demasiado ensimismada en sus pensamientos, que apenas si se percató de las personas que cruzaban a su lado por las calles. Sentía un gran peso sobre sus hombros, como si todo se confabulara contra ella para que su bienestar no durara mucho. Tras un largo rato, levantó la mirada y contempló la superficie tranquila del lago. No supo cuando llegó allí, era una suerte que no terminara estrellándose con algo a su paso mientras venía hasta aquí. Un ruido en las cercanías la alertó y levantó la mirada, observó cuidadosamente buscando la causa de este, pero no había nada. Tal vez solo era el viento. Con un suspiro volvió la mirada hacia la profundidad del agua frente a ella. Pero una vez más se vió sacada de sus pensamientos por otro sonido. Al girarse, quedó inmóvil por lo que se presentaba ante ella. Era un hermoso ejemplar equino, cuyo pelaje era de un asombroso color azabache. Podía notarse el brío de aquel animal a simple vista. Tentada por aquella presencia se acercó con movimientos muy suaves para no asustarle-Hola bonito...-Susurró tendiendo la mano muy despacio hacia el hocico de aquel.

por **Erzsébet Báthory** Sáb Jun 14, 2014 10:33 pm

Resoplé agradecido bajando la cabeza a modo de sumisión hacia la mano de la dama, que dé no ser por la capa y la mirada triste, bien podría haber sido confundida con una ninfa…

-Hola bonito…- dijo ella y mis orejas comenzaron a alborotar mi espeso copete, se hacían delante y atrás, como si fuera la vez primera que me encontraba con un humano, una humana… que desnudaba aún mi alma con su mirar…

Cerré los ojos y dejé que su mano acariciara mi frente, acercándome de a poco, imitando torpemente a un gato que quiere le sigan acariciando, presentando mi cuello para tal propósito; comencé a cabecear divertido, con las orejas bien erguidas y la mirada brillante, el sentir su tacto era demostrar que aquella hada de los bosque era real, y que se había tomado la molestia de verme y tocarme…

Entonces descubrí el motivo de tan melancólica mirada, y es que ella llevaba en la otra mano un papel pergamino, que había venido leyendo cuando la comencé a seguir… pude notar que de allí era de donde emanaba la nostalgia que invadía su alma y rebosaba en su mirar…

Sin pensármelo dos veces, mordí el papel de la mano de ella y lo arranqué de un tajo de su mano, comenzando a masticarlo con los molares… mientras me alejaba de ella con un trote alegre pero presuroso hacía las aguas de la laguna, comenzando a entrar en ella… tragué la hoja cuando el agua llegaba a medio costillar mío, girando para verla, impávida, lo que me hizo comenzar a relinchar, buscando llamar su atención… “Como si esa interacción con un caballo se pudiera llamar normal en ningún contexto…”

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