-All night long / Privado /

por **Benneth Mozes-Kor** Jue Jun 12, 2014 3:42 pm

Apenas se oculta el sol, mis ojos se abren en automático. Me revuelvo un poco entre las sábanas, mientras estiro un poco los músculos, antes de incorporarme. No es que lo necesite, simplemente trato de seguir la misma rutina todas las noches, y fingir que he tenido un sueño reparador. Trato de conservar la mayoría de mis características humanas lo más que pueda. Dormir en una cama común y corriente una de ellas. Encender un cigarrillo, otra más, el aseo personal lo restante y buscar el atuendo que usaré ése noche: El broche de oro.
El reloj despertador, marca las 19:00 Buena hora para salir a deambular un rato, o a cenar si es que logro encontrar un delicioso bocado, que llame la atención.

Trato de mantenerme ocupado en casa, pero no lo logro. He visto algunas programas en la televisión por cable, noticias, algunos minutos de una película de guerra, pero nada que me agrade demasiado para hacerme quedar un minuto más encerrado entre éstas cuatro paredes. ¡Necesito salir a que me dé el fresco y distraerme un poco, o de lo contrario terminaré volviéndome loco!
Sin pensarlo mucho, aviento el control del televisor hacia cualquier parte, me levanto de la cama y me dirijo a tomar las llaves del auto y el celular refunfuñando. Abordo el elevador, aprieto la letra "S" y en segundos ya estoy en el estacionamiento de aquel lujoso edificio de varios pisos. Mi mercedes negro de dos plazas tiene polvo encima de varios días. Niego con la cabeza, mordiéndome el labio inferior. Tampoco me he ocupado de él últimamente. Si encuentro un auto lavado por el camino, haré que le den un buen baño y una pulida que buena falta le hace.

Enciendo el motor, prendo las luces y enciendo el radio. Automáticamente busco la estación de mi agrado, pero noto que todas parecen estar en cadena, anunciando algo de importancia y relevancia para el país, pero no estoy de humor para escuchar estupideces gubernamentales. Nunca antes había escuchado tal cosa, pero no voy a tomarle atención; no estoy de humor y mucho menos cuando estoy solo.
Decido salir del edificio en total silencio. Las calles parecen más bulliciosas de lo normal, aunque… Solamente se ven flores, risas y baile por todas partes. ¿Qué demonios le pasa a los humanos la noche de hoy? Las mujeres parecen haber asaltado las florerías y haberse puesto los ramos en la cabeza. ¡Qué ridiculez! ¿A quién se le ocurre festejar, mientras la ciudad está hecha una mierda? Asesinatos a diestra y siniestra por todas partes.

-Humanos imbéciles

Farfullo, tratando de encontrar un buen lugar donde estacionarme, pero todos los lugares están copados Incluso los estacionamientos de los lugares menos populares, están abarrotados.

¡Fuck, fuck, fuck!

¿Qué le ha picado a todo mundo? ¿Alguna especie de enfermedad? Voy hecho toda una tortuga, avanzando a 10 km/h. De buena gana arrollaría a todos por estarse cruzando en mi camino sin precaución… Debí haberme quedado en casa después de todo. Frunzo el ceño, a punto de dar media vuelta para regresar por donde vine, cuando observo que se desocupa un lugar bastante bien ubicado. Me acerco y enciendo las intermitentes para esperar mi recompensa. La camioneta repleta de chiquillos escandalosos se echa en reversa, y finalmente, me cede el sitio.

¿En verdad espero una noche tranquila, en cualquier sitio que decida visitar? No lo creo. Pero es peor estar encerrado en casa, sin nada importante qué hacer. Sé que tanto humano hará que me dé sed, pero estoy dispuesto a soportar todo lo que pueda. Lo único que necesito es tener la mente ocupada y tranquilizarme.
Salgo del auto y recorro los diferentes establecimientos con la vista. Nada muy prometedor, ciertamente, pero aquel sitio que dice: "Cafetería" no se ve nada mal. Me encojo de hombros y me dirijo con total calma hasta sus puertas.
Las abro, encontrándome con un ambiente sobrio. No puesto sentirme más que satisfecho. Es justamente lo que necesito. Sin esperar a que me sea asignada una mesa, tomo una de las que están apostadas cerca de las ventanas y tomo asiento. Observo un poco el menú, sin mirar nada realmente, solo jugueteo con ella puesto que no puedo comer nada. La dejo nuevamente sobre la mesa, mientras mis dedos comienzan a tamborilear sobre la misma. Creo que va a ser una larga, larga noche…

por **Kaya** Vie Jun 13, 2014 12:37 pm

Desde la muerte de mi familia a manos de unos cazadores, mi vida había sido igual. Y cada día me preguntaba lo mismo. ¿Por qué había tenido que sobrevivir aquel día? Había sido la más pequeña de mis tres hermanas, y todas ellas habían perecido bajo aquellos hombres por sus pieles, menos yo que justo aquella noche curioseando me alejé. En este siglo muchos de los animales de antaño como los felinos, se habían extinto. Por lo que un abrigo de la piel de esos animales, podía costar más de lo que veinte jóvenes ganarían en toda su vida. Las pieles movían mucho mundo, sobre todo el más selecto y las grandes marcas recurrían a los cazadores; los que se encargaban de traerles pieles, dándoles lo mismo si de cambiaformas o animales.

Para algunos éramos lo mismo. Simples animales. Por suerte, pocos sabían de nuestra existencia, aunque estuvieran detrás de nosotros sin saberlo.

El pitido de la cafetera irrumpe mis pensamientos. El café ya está listo. Mis labios sonríen por unos segundos y yéndome a la cocina, me preparo la tan amada taza de café que me tomo observando por el balcón la avenida de París. Mi piso no es muy grande, apenas hay espacio para una persona, menos en mi cama, donde curiosamente caben dos, solo que hasta ahora nadie la ha llenado. Bebo el café, en pequeños sorbos, deleitándome con el sabor de los granos de café y del cacao.

Apenas es media tarde, el sol embellece la torre Eiffel con sus tonos anaranjados. Contemplo por un segundo más el aquel paisaje infinito del cielo y tras el último sorbo del café, tomo el pequeño bolso y las llaves del humilde BMW. Edición antigua, de 50 años atrás, justo lo único que me dejaron mis padres al morir y cerrando la puerta del piso tras de mí, me voy al aparcamiento donde tras subirme al auto, pongo dirección al trabajo de media jornada que me mantiene en pie.

El camino se me hace corto, apenas diez minutos en coche y ya ando entrando por la puerta trasera a las cocinas del bar. Saludo a todos, me pongo la ropa adecuada y allí voy a servir las mesas y a hacer los pedidos restantes. Por suerte apenas serían tres horas las que debería de trabajar, y acostumbraban a pasar rápido.

Y así sucedió.

— Alan me marcho. — Anuncio al dueño del local que anda de cocinero. Apenas murmuro las palabras que me meto en el baño para cambiarme, dejando la ropa de trabajar por la de salir, substituyendo el sencillo conjunto con el emblema del local, por una camiseta negra de tirantes, unos pitillos ajustados y unos tacones militares. El cabello me cae lacio a la espalda y hombros. Me miro en el espejo, un breve vistazo y salgo del baño, encontrándome con Alan. ¿Qué hace él allí? Mi horario había finalizado hacía más de diez minutos y yo debía de atender unos asuntos. Le miro con un sutil interrogante en mis orbes al verle con la libreta de pedir y el lápiz. Él apenas me ve que me sonríe y recorriendo mi cuerpo con su mirada termina por guiñarme el ojo, a lo que me reí suavemente y negué con la cabeza. Él no debía de hacer esos gestos, mas que a su bonita mujer.

— ¿Que ocurre? — Pregunto, ya que parecía obviar lo que mi mirada con claridad le pedía.

—Que me hagas un último favor, y no creo que te fastidie demasiado al ver quien ha entrado por la puerta. — Ríe esto último, lo que me hace alzar la ceja sin entender que querría decir con eso. — Maragda llega tarde y yo no puedo salir con las pintas de cocinera que llevo. ¿Puedes atender la última mesa antes de irte, Kaya? Te lo agradecería y además, cuando veas de quien se trata, quizás hasta agradezcas el que te hayas cambiado de ropa. — Vuelve a guiñarme el ojo y sin que me dé tiempo a responderle con una negativa, me deja la libreta y se aleja.

Suspiro guardandome la negativa y finalmente tras un último vistazo al reloj asiento y le dejo hacer, mientras me dirijo hacia aquel nuevo cliente que ocupa una de las mesas. Total, sería el último al que atender. Tampoco creía que me fuera a llevar mucho tiempo en pedirle y traerle la comida.

Con la cabeza en quienes me esperan en mi departamento y en los recados que debía de hacer antes de llegar de nuevo a la calma de mi hogar, ni cuenta me doy de quien es aquel a quien me dirijo. Mis pies me llevan autómatas hacia allí, tras tanto tiempo trabajando en aquel bar, no me hace falta usar mis instintos felinos para guiarme por el local. Tampoco es que fuera demasiado difícil de por sí. Aprenderse la situación de las mesas y sillas era relativamente fácil para cualquiera.

Con el lápiz golpeo la pequeña libreta que sostengo. Apunto en el margen la mesa en la que se tendrá que recargar el pedido y llegando ante la mesa, es que por primera vez dejó que los ojos dejen de observar el papel, para centrarse en el joven. Mirándole fijamente unos segundos me doy cuenta de que algo ocurre anormal en él, y no es solo al atractivo de sus facciones. Rápidamente sus ojos me atraen y sintiéndome atrapada, mi pulso se acelera imperceptiblemente para los humanos. No para él o para mí, que intuyo que no me encuentro ante un humano cualquiera.

Mis ojos por unos segundos brillan de curiosidad y desconfianza. Una parte de mí desea saber más de él, mientras la otra parte solo me dice que huya y no quiera saber más de lo conveniente. ¿Sería una de aquellas bestias inmortales? Aún no me había encontrado con uno de ellos, gracias a mi constante vida en solitario.

Pasan apenas unos segundos; que para mí parecen una eternidad y sintiendo en mi nuca la mirada del señor Alan, que me observa esperando por el pedido. Le miro una última vez de forma fija, intentando ver en ellos algún indicio de su condición, sin suerte alguna. Suspiro apenas perceptiblemente en lo que relajo mi figura ligeramente, tomó el lápiz y poniendo la punta contra el papel para escribir, espero a que me diga que desea; Lo que le ha llevado a aquel bar atestado de humanos en su gran mayoría. Todo y que hoy fuera un día tranquilo de trabajo.

—Bienvenido — Digo en una sonrisa amable, casi estudiada tras tantas veces haberla hecho a lo largo de los días. — ¿Deseáis algo para tomar? Os podría sugerir el menú del día, o podéis pedir cualquier variedad de bocadillos y hasta carnes. — Si algo era aquella pasteleria era moderna. Ofrecíamos de todo, ofreciendo gran variedad por supuesto de todo lo relacionado con los desayunos, y cafés, en lo que eramos excelentes, todo y que sin renombre todavía en aquella gran ciudad. —Siempre y cuando lo que pidaís se encuentre en la carta, todo estará bien. —Remarco con una sutil sonrisa viendole a los ojos de forma fija. Con una doble intencionalidad encubierta con aquel movimiento de sus labios, sugeriendo que de ser un inmortal, se atendiera a la carta o al tablón, antes de ir a por los demás clientes. — ¿Y bien?

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