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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Naxel Eblan Sáb Feb 25, 2017 11:45 am

Últimamente mis noches de cacería estaban siendo de lo más arriesgadas y peligrosas que había tenido en los últimos años, los licántropos que habían matado a nuestros padres cada vez estaban más cerca de acabar muertos bajo mí mano, pero sabían muy bien borrar sus huellas y aunque estaba siendo algo más complicado de lo que pensé en su día; poco a poco notaba que el cerco se estrechaba. La venganza en poco tiempo se vería cumplida y no podía esperar para llevarla a cabo, de alguna forma redimir todo el dolor que aquella matanza nos había provocado. Y ya no sólo a mí, sino a mí hermana Liara. Pensar en ella y en su protección era lo que siempre más me preocupaba, no podía dejar que ese mundo de oscuridad se acercara y rondara su vida, por ello aunque ella no lo supiera… muchas veces, mantenía un ojo sobre ella.

Así era como descubrí hacía tiempo el hecho de que un vampiro le estuviera rondando, la había dejado que se fuera a Viena porque sabía que era algo importante par ella, la música era su pasión y eso podía notarse porque la había escuchado tocar el piano alguna que otra vez. No me gustó la idea de tenerla lejos, pero no podía atarla de por vida aunque fuera eso lo que quisiera hacer con ella, por mucho que me gustara mantenerla bajo mí protección cada vez que se iba. Pero lo que sí que no pude evitar, fue acabar con ese vampiro cuando vino de Viena. No podía permitir que aquel vampiro la rondara de esa manera, y tampoco podía dejar que ella cayera bajo su embrujo que bien podría haber utilizado con ella… solo de pensarlo la rabia crecía en mí interior. Así que antes de que pudiera pasar algo más… acabé con su vida.

Claro que ella no es consciente de ese pequeño detalle, no sabía cuán de importante era para mí hermana aquel hombre, pero solo la idea de que podía llevarla al engaño para que le ofreciera algo como su sangre… me enervaba por completo, sacaba lo peor de mí y no podía soportarlo. Si alguna vez llegara a enterarse estaba seguro de que se enfadaría muchísimo conmigo, pero no había otra opción, exigirle que se alejara de ella no iba a funcionar y no pensaba correr ningún riesgo. Ella era lo único que me quedaba en la vida, si la perdía a ella, juraba que arrasaría París a mí paso.

Hacía un par de días que la había visto por última vez, solía ir a su casa a hacerle una visita porque no quería que viniera demasiado a la mía. Había demasiadas armas en el lugar como para que se sintiera cómoda y en su casa estábamos mucho mejor, y así de paso podría controlar un poco la zona. El cumpleaños de nuestro padre estaba cerca y sabía lo que eso significaba; que volveríamos a encontrarnos de nuevo. No me gustaba que llegaran esos días porque a ella la notaba muy alicaída, no soportaba ver que estaba mal llegadas esas fechas. Nuestro tío Keith me había dicho, por activa y por pasiva, que debería de verla más veces porque sino algún día podía arrepentirme… pero, especialmente, que le habían llegado noticias de que habían visto a Liara salir de noche, más de lo habitual.

Aquello fue lo que me puso en alerta, no me gustaba que saliera de noche porque no confiaba en lo que se pudiera encontrar por la noche, así que saber que salía algunas noches fue lo que hizo que la siguiera. Y efectivamente, Keith tenía razón. Me aliviaba en algún motivo que fuera por algo de trabajo, la veía cargar con sus partituras y estaba seguro de que la habían contratado para que tocara el piano… pero, incluso así, no pude evitar aquella noche seguirla como lo estaba haciendo ahora. Era fácil hacer que no notara mí presencia, Liara nunca había querido pertenecer a ese mundo de cazadores y yo me alegraba enormemente… seguirla por las calles de París había sido demasiado fácil, solo quería comprobar que ningún sobrenatural la había contratado… o tendríamos un problema.

Sus pasos me llevaron justamente hasta el palacio de la ciudad donde, al parecer, aquella noche se celebraba una fiesta. Ella iba con un vestido de gala acompañada de sus partituras de música, y tras acercarse a la puerta los guardias que había la dejaron entrar como si ya la conocieran. No podría entrar sin que pasara desapercibido, iba con las ropas típicas de salir de caza y resaltaría demasiado en aquel lugar… por lo que tendría que idear la manera de entrar dentro sin que me descubran. La gente comenzó a acercarse mientras yo me mantenía a una distancia prudente y observaba el lugar, había ideado un plan para poder entrar y debía de esperar cuando todos estuvieran ya dentro.

Al cabo de casi una hora de espera nadie más parecía que fuera a entrar al lugar y la fiesta de seguro ya habría empezado, los guardias seguían en la puerta vigilando que nadie sin un pase no entrara, así que comencé a dar un rodeo para dar comienzo a mí plan. No era uno demasiado difícil, si todos estaban concentrados en el interior del palacio aprovecharía la oportunidad para colarme y encontrar algún camarero al que pillar desprevenido para dejarle noqueado y atado en un lugar apartado, y ponerme sus ropas para poder colarme sin mayor problema. Los jardines que habían alrededor del lugar eran perfectos para ir acercándome sin que nadie se diera cuenta, toda la atención estaba centrada en el interior y aunque había algún que otro guardia rondando fuera conseguí evitarlos sin problema.

Finalmente llegué hasta una zona donde había como un pequeño balcón en el piso superior, los jardines estaban vacíos y al elevar mí vista me di cuenta de que ahí estaba lo que andaba buscando: uno de los camareros al parecer había hecho un pequeño descanso apoyado contra la barandilla de aquel balcón, miré la forma de trepar hasta el lugar y me serví de las cañerías que había alrededor esperando que aguantaran mí peso. Fui subiendo sin hacer demasiado ruido y, una vez que estuve arriba, golpeé su cabeza haciendo que trastabillara, subí de un salto y lo agarré para asestarle otro golpe y dejarle inconsciente.


-Dulces sueños –murmuré sonriendo de lado, parecía que aquel balcón daba a una habitación donde se cambiaban los camareros pues había más uniformes. Miré buscando algo que me pudiera servir y le puse una mordaza, até sus pies y sus manos y lo metí en un armario que había en el lugar para que no llamara la atención. Colgué mí ropa y me puse aquel esmoquin negro y blanco, no me gustaba, se ceñía a mí cuerpo y no podía esconder demasiado las dagas que llevaba… no me gustaba salir sin armas. Opté por meterla en la pierna ya que al final de esta el pantalón no se ceñía tanto y bajé cogiendo una bandeja y mezclándome entre la multitud. Miré el lugar e intenté reconocer algún sobrenatural que hubiera por la sala, mientras dejaba y servía copas. Intenté no pasar cerca de donde estaba Liara para que no me reconociera y así pasé el resto de la noche. Los guardias no se habían enterado, los demás camareros tampoco… todo estaba saliendo como debía.

Finalmente la fiesta terminó y Liara terminó de tocar recogiendo sus cosas, parecía que ya había terminado su trabajo allí y me fijé en sus movimientos, quizás quien la había contratado se acercara a ella… y así fue. Una mujer vestida de forma elegante resaltaba sobre los presentes, su porte erguido y alto me hacía pensar que no fuera solamente de clase alta sino que ostentase algún título. Se movía con gracia y soltura y su tez fue, precisamente, lo que llamó su atención. ¿Una vampira había contratado a mí hermana? Las seguí de forma discreta mientras se alejaban del lugar y se iban hacia la entrada, en el hall principal justo a la puerta me di cuenta de que realmente era aquella mujer, por las palabras que le dedicó y al decirle que ya la avisaría para el siguiente acto. Solamente cuando se terminó de forma oficial la fiesta y todos los invitados abandonaron el lugar decidí intervenir y acercarme a ella.



-Buenas noches, señora –dije aprovechando que llevaba el traje de un camarero, podría acercarme más a ella. Pero no pude evitar la rabia que me recorrió al saber que aquella mujer frente a mí era la que había contratado a mí hermana. No podía soportarlo, y apreté la bandeja con fuerza- Déjeme decirle que ha hecho muy mal en contratar a esa joven pianista –sonreí de forma ladina, estaba preparado para todo lo que pudiera pasar y al parecer los guardias estaban ocupados en desalojar a los invitados- Porque será la última vez que la contrate –la miré de forma gélida, pensando en la forma de destrozar a aquella mujer que tenía ante mí- No pienso dejar que ninguna vampira se acerque a ella, esta será su última noche –la amenaza estaba impresa en cada palabra, la rabia y la ira fluían por cada poro de mí piel… en lo más profundo y oscuro de mí quería destrozarla.
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Mensaje por Invitado Miér Mar 01, 2017 1:37 pm

De entre todas las decisiones que había tenido que tomar en tiempos recientes, y dada mi posición social eran bastantes, probablemente la más exitosa había sido la de contratar a una joven humana, Liara, como mi pianista particular. Si bien había sido complicado mantener el secreto de mi identidad real al mismo tiempo que acordábamos el tipo de eventos a los que acudiría, al final había logrado que ella siguiera sin saber que yo era una monarca y, además, una vampiresa; a sus ojos, yo era una noble extranjera, pero asentada en Francia, y que, como tal, debía mantener mi estatus ante los ojos del resto. Tal percepción, por descontado, no era en absoluto errónea: efectivamente yo era una noble, sólo que de la más alta cuna; además, debía mantener las apariencias ante los demás nobles, como correspondía a alguien de mi posición. Lo único que ella no sabía de mí era hasta qué punto llegaba mi poderío económico y la fuerza de mi nombre y mi cargo, pues por lo demás, le había permitido asomarse de lleno a mi mundo, uno al que ella empezaba a pertenecer. Así, aunque había evitado deliberadamente llevarla al Louvre, ya que de saber que me pertenecía habría adivinado muy fácilmente mi identidad, y tampoco la había conducido aún al Palacio Real de los Países Bajos, ya me había acompañado a una serie de eventos, encumbrándose como la pianista exacta que necesitaba y que andaba buscando. Una vez más, su maestra, Madame Mimieux, había acertado de pleno al recomendármela, y con cada nota que se escapaba de su elegantísimo piano, que había encargado a los mejores artesanos del continente, la decisión que había tomado se consolidaba como correctísima en mis pensamientos, y también de la boca de todos los invitados de los eventos que había celebrado con ella como mi pequeña gran estrella.

Por supuesto, aquella velada no fue una excepción. Siguiendo la máxima centenaria de que es más noble quien más gasta y quien con más fasto vive, no había escatimado en gastos para celebrar un evento con nobles extranjeros, en su mayoría flamencos, pero también provenientes de otras cortes de Europa. Ellos, evidentemente, conocían mi identidad a la perfección, pero el hecho de que Liara no estuviera tan puesta en el protocolo de la realeza como en otros me daba la ventaja de que podía seguir ocultándole el detalle de que era una monarca, y no la prima tercera, marquesa por matrimonio de un título creado ex profeso para mí y para que mis amoríos con nobles de verdad no fueran escandalosos, de algún noble más importante. Por ello, cuando los saludos de turno transcurrieron y el tono del evento quedó finalmente establecido, pude dedicar la totalidad de mi atención a la joven prodigio que tocaba para mí y para el resto de nobles, quienes, pese a estar sedientos de cotilleos de la alta sociedad, callaron y escucharon por ella. Llena de orgullo, como si la hubiera adoptado dentro de mi familia y la considerara una más de mi linaje, sonreí durante la totalidad de la representación, que para mi desgracia fue demasiado corta y me supo a muy poco, y cuando ella terminó me acerqué a darle mi más sincera enhorabuena, como solía ser habitual en nuestra dinámica desde que había descubierto que era la pianista adecuada para mí. Sin embargo, mi posición, la que le ocultaba casi con fiereza, me llamaba a gritos que no podía simplemente ignorar, y por ello me vi obligada a despedirme para atender a otros invitados, más concretamente para despedirlos, pues, finalmente, la celebración había llegado a su fin. ¡Cuán rápido pasaba el tiempo, verdaderamente, cuando se estaba disfrutando...! Ni siquiera la inmortalidad convierte a una ajena al paso de Cronos, para mi eterna desgracia, y por eso, al despedir a Liara, tuve un regusto amargo momentáneamente, que, pese a que lo desconociera, estaba a punto de intensificarse.

Al haber estado tan centrada en mi joven pianista, no había prestado la debida atención al servicio, ni siquiera pese a que hubiera un rostro al que no reconocía, ni yo ni la seguridad a la que, más por obligación social que por necesidad real, había contratado. Tal vez, de haber estado más atenta al menos, me habría podido preparar para un encuentro hostil cuando mi mente se encontraba en paz y mi ánimo templado, mas no lo preví por el embrujo de Liara Eblan y su maravilloso piano, y por ello me encontré, cuando el lugar se vació por completo, literalmente sola ante el peligro. Además, pese a ser una vampiresa antigua, no pude evitar sentir que el rechazo y el desamparo me recorrían, ya que él, cuya identidad desconocía (y probablemente él no así la mía, si es que se encontraba allí), me había sorprendido y pillado con la guardia baja, y odiaba sentirme desamparada con todas mis fuerzas... Me había tocado sufrir esa debilidad durante gran parte de mi vida humana, esclavizada por seres que jamás me habían dado ni siquiera una migaja de pan más del necesario para subsistir cada día, y por eso, cuando en mi segunda oportunidad se me arrastraba hasta esa misma posición, me oponía frontalmente a la idea de dejarme someter, por él o por cualquier otro ser. Ni siquiera el mismísimo Papa de Roma, como cabeza de la maldita Inquisición (que me tenía unas ganas considerables, debía decir, sobre todo desde que Francine Gallup se había encargado de eliminar mi informe como por accidente), podría someterme, ya no, así que estiré la espalda y lo miré a los ojos, con el desafío grabado en los rasgos y los puños apretados, consciente de que él no tenía ningún motivo real para encararme. Ni siquiera aunque se tratara de un familiar de Liara (¿su prometido? ¿Su hermano, tal vez? Había leído sobre él, pero la información había sido muy escasa, para mi desgracia), tenía el menor derecho a echarme en cara que la requiriera, bajo contrato, para tocar su música ante un público que derrochaba dinero, por lo que no tenía nada que temer, y lo sabía bien.

– No veo que mi especie sea relevante para contratar a un músico, especialmente si el contrato se hace por el talento de la persona en cuestión. ¿Qué problema hay con que sea vampiresa? Quiero que toque el piano, no que se abra en canal la yugular y me ofrezca para beber de ella. – repliqué, alzando una ceja, y suavizando los puños, de forma que ya no fueran tales sino que las manos me cayeran, laxas, a ambos lados, como si estuviera relajada. Por supuesto, no lo estaba; si él había descubierto que era una vampiresa con simplemente mirarme, probablemente supiera mis debilidades también, y no quería darle ni la más mínima oportunidad de que las utilizara contra mí. Sin embargo, no comprendía su enfado, por el sencillo motivo de que no pensaba ponerle un dedo encima a Liara Eblan, y mucho menos un colmillo, pues para alimentarme tenía otras fuentes disponibles que no trabajaban para mí en sus ratos libres. – Si estáis disgustado con la elección, hablad con la maestra de Liara, no conmigo. Fue Madame Mimieux quien me consideró digna de confianza para recomendarme a la joven para que toque para mí. Por mi parte, no creo tener nada más que añadir. – añadí, plantándome ante la sola idea de que un desconocido cualquiera, que además se había colado en mi evento, pudiera decirme qué podía y no podía dejar de hacer. ¡Quién demonios se creía que era...! No solamente había tomado mi decisión con libertad, sino que la propia Liara había accedido de buen grado a ser mi pianista cuando así se lo pidiera, protegida por mí y por las riquezas con las que la premiaba; comportándose de aquel modo, por tanto, lo colocaba en una situación de patetismo que me molestaba, especialmente por su actitud hacia mí. Ya no se trataba de que estuviera ofendiendo a una reina, que también, sino que se estaba inmiscuyendo en la libertad que me había labrado durante más siglos de los que él alcanzaba a comprender, y eso sí que no se lo permitiría jamás.
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Mensaje por Naxel Eblan Mar Mar 07, 2017 10:23 am

Fue realmente sencillo y fácil el que no me descubrieran en aquella fiesta, quizás también por el hecho de que pasaba perfectamente por un camarero más que habían contratado para tal evento, cuando en realidad quizás fuera el único cazador que hubiera en aquella sala. No conocía mucho sobre los demás cazadores que estaban en el gremio porque junto con mí tío Keith, íbamos ambos por libres encargándonos a veces de las peticiones que hasta la orden rechazaba. Para mí cazar era cazar, no importaba si era un vampiro o un licántropo aunque a estos últimos sí que debía de decir que era los que más odiaba de todos por el pasado que nos había acontecido.

Porque fueron licántropos, y no vampiros, quienes habían matado a nuestros padres cuando éramos pequeños y vivíamos en Escocia. Desde ese día en lo que vi cómo mataban a mí padre juré que algún día les haría pagar, no fue hasta años después cuando se lo conté a Keith y este, al ver que no podía negarme tal verdad, me contó sobre los seres que habían en el mundo, de que fueron licántropos y no simples lobos como todos me hicieron creer quienes los habían matado descubriendo también que nuestros padres se habían dedicado a ser cazadores, pero que se habían retirado cuando mí madre se quedó embarazada de mí alejándose de esa vida. Por eso me había jurado que ningún ser de ese mundo se acercaría a nosotros, mucho menos a Liara quien no había querido seguir con ese camino y la cual era la única que me pedía que lo dejara sin éxito alguno.

Fue por so que maté a aquel vampiro con el que tenía relación cuando me enteré, pese a las amenazas de que se alejara de ella no me hizo caso y ante el temor de perderla, o de que él pudiera engatusarla para llevarla a su mundo de oscuridad… lo maté. Ella sigue sin saber nada sobre aquello y prefería que así siguiera siendo, por eso cuando la seguí hasta aquel lugar y conseguí colarme, porque había jurado alejarla de todo aquel mundo y del peligro que ello suponía y del cual ella desconocía completamente. La sangre comenzó a hervirme cuando me di cuenta que, quien la había contratado, no era nada más y nada menos que una vampira al parecer de la alta clase si había conseguido hacer aquella fiesta o evento.

Aunque su seguridad dejaba mucho que desear porque me había sido fácil colarme y pasar por toro camarero más sin que pudieran sospechar que no lo era. Aprovechando que la gente comenzaba a irse y que los guardias se aseguraban de que el lugar quedaba completamente vacío vi mí oportunidad de acercarme a esa mujer. Vestía de forma elegante y, había que decir, que el vestido que llevaba resaltaba de entre todos los demás así como las joyas que portaba rodeando su cuello, en sus manos que ahora tras haberme presentado ante aquella amenazándola de que no había hecho bien en contratarla, se cerraban en puños presa de la ira. Chasqueé la lengua por sus palabras, quizás para ello no tuviera relevancia alguna, pero para mí si la tenía y pensaba alejarla de aquella vampira fuera como fuera.


-Quizás no sea relevante para vos y me da exactamente igual que lo hagas por su talento –uno que había escuchado de cerca y que sabía que tenía, se lo había dicho hacía tiempo- Eso es lo que decís ahora pero nada me asegura de que dentro de un tiempo decidáis que es hora de beber de ella, y aunque no la matéis puesto que veo que os gusta su talento, sí que podéis hacer que se convierta en vuestra esclava de sangre –gruñí de solo pensarlo, ya de pensar que trabajaba para una vampira me enervaba y enfurecía, pero pensar en esa opción… no quería ni pensarlo. Su mirada se clavó en la mía y parecía que su gesto se relajó aunque yo seguía alerta a todo movimiento que hacía recordando que me había escondido una daga en el uniforme, justo sobre la parte de arriba del pantalón y que quedaba tapado por el chaleco del uniforme, una daga de plata poco podía hacerle a aquella vampira… no la mataría, pero si intentaba hacer algo la plata conseguiría ralentizarla y hacer que no se pudiera curar. No iba a permitir que Liara trabajara para ella, me negaba en rotundo a que lo hiciera- Oh, estoy muy desconforme con la elección que habéis hecho –torcí el gesto de pensarlo- Ella no es consciente de los peligros que corre a vuestro lado y estoy seguro de que ni le habéis dicho siquiera que sois vampira –porque estaba convencido de que, si ella lo sabía y sabiendo lo que me negaba a que se encontrara con ese mundo… ardería en lamas de saberlo- ¿La tenéis engañada como a muchos de vuestros súbditos, verdad? –Pregunté aunque, más bien, ni siquiera me importaba lo más mínimo- Vuestro problema, vampira, es que habéis ido a contratar a la única persona que no pienso dejar que se acerque a vuestro mundo –fruncí el ceño- llevo todos estos años cuidando de ella para no dejar que nada malo le pasara, así que no entra en mis planes la idea de que trabaje para vos –de un rápido movimiento saqué la daga de plata para que viera que mis amenazas no eran en vano alguno, aprovechando que ahora nada más que estábamos a solas y que podría ser mi mejor oportunidad- Habéis contratado a la persona equivocada, mí hermana no formará parte de vuestro séquito –Quizás si no sabía quién podía ser ahora sin duda alguna lo sabría, lo que siempre me había gustado de ser un cazador que iba por libre es que nadie tenía ningún registro sobre nosotros… éramos como si no existiéramos para el gremio. No teníamos que dar explicaciones a nadie de lo que hacíamos.
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Mensaje por Invitado Vie Mar 17, 2017 6:06 am

¿Y quién demonios era él para pensar que su opinión me importaba lo más mínimo? Efectivamente, había admitido que era el hermano de Liara, pero eso no le daba ningún tipo de autoridad para meterse en la vida de alguien sin el permiso de ese alguien, especialmente si se trataba de una mujer capaz perfectamente de cuidarse sola. Durante toda mi existencia me había tocado batallar con hombres que se creían mis dueños, y de hecho durante algunos años eso había sido tristemente real, mas las cosas habían finalmente cambiado, y desde entonces, no me había vuelto a dejar someter. Ni siquiera en mi falso matrimonio, al que había accedido por el único motivo de convertirme en reina de una nación en la que tenía grandes intereses políticos y comerciales, Dragos tenía el menor poder sobre mí, así que no iba a permitir que un simple humano con ínfulas se creyera en semejante posición. Poco me importaba que fuera el hermano de mi pianista o el rey de Inglaterra, al que no tenía el placer de conocer; tanto por Liara, que seguramente no tuviera la menor idea de que su hermano era un patético cretino, como por mí misma, no iba a ceder y le iba a presentar toda la batalla que fuera posible. Por ello, como un buen soldado raso, cuadré los hombros y me planté firmemente frente a él, escuchando y asimilando la sarta de tonterías que estaban saliendo de sus labios en formas de palabras que me hacían perder, poco a poco, las escasas esperanzas que aún mantenía en los humanos. Desde luego, si todos eran como él, los seres como yo éramos una bendición necesaria para poner freno a una estupidez que se me antojaba tan grande como el océano Pacífico, o quizá incluso más, porque a veces daba la sensación de que se extendería sin control hasta el final de los tiempos. A la vista estaba, delante de mí, que era imposible encontrar inteligencia salvo en algunos seres tan excepcionales que encontrarlos era, precisamente, eso: una excepción.

– No tengo ninguna intención de convertirla en nada que no sea mi pianista. Por si no lo sabéis, no tengo el menor problema a la hora de encontrar cuellos dispuestos para mí, y lo cierto es que odio mezclar cierto tipo de negocios con el placer. Evidentemente, no me creéis, pero Liara y yo mantenemos una relación absolutamente profesional que no se va a mover de ahí, así que no veo necesaria ni esta discusión ni esta actitud. – repliqué, aunque realmente no tenía por qué hacerlo, ya que, dijera él lo que dijese, mi relación con ella iba a continuar aunque él se escandalizara todo lo que quisiera escandalizarse, a mí lo mismo me daba. Sorprendentemente, había sonado muy tranquila para lo molesta que empezaba a encontrarme, y de hecho mi actitud era la de pura calma, muy probablemente antes de la tempestad, pues yo no era en absoluto ajena a los arranques de rabia, pero sabía que, de permitirme tener uno, eso sería algo que él utilizaría en mi contra. Hablando de eso, él, por supuesto, no dejó el tema estar, pero lo cierto era que no tenía ni la más mínima esperanza de que se fuera a mostrar razonable, porque si había llegado al extremo de disfrazarse de camarero y colarse en una fiesta a la que no había sido invitado sólo por encararme, habría sido estúpido por mi parte pensar que se iba a rendir en su objetivo de hacerme cambiar de opinión con tan insultante facilidad. Ello no obstaba para que hubiera llegado a desear que cortara por lo sano y se marchara, mas él permaneció en el mismo lugar en que había estado plantado hasta ese instante, y yo, hastiada, puse los ojos en blanco y me preparé mentalmente para una discusión que, sencillamente lo sabía, sería larga... Y muy probablemente infructuosa, pues yo ansiaba hacer lo que me viniera en gana, y nadie, ni un humano ni nadie de cualquier otra especie, podría pararme nunca. Esa era la promesa que me había hecho hacía siglos y la mantendría con todas mis fuerzas, de eso no tenía ninguna duda.

– No, no lo he hecho. Tampoco lo he visto relevante, ¿o acaso los condenados que pueden hacerse pasar por humanos van contando a los sacerdotes que son criaturas sobrenaturales? No poseemos ese tipo de relación; soy su empleadora, y por tanto, ella sólo debe saber de mí que poseo riquezas con las que puedo pagarle. – traté de argumentar, y no contenta con ello, fui absolutamente sincera en mis palabras aun cuando podría no haberlo sido sin ningún tipo de problema. Total, tenía la sensación de que iba a darme igual decirle eso o decirle que planeaba introducir a Liara en una orgía de vampiros, sangre y prostitutos porque él reaccionaría exactamente de la misma forma: con absoluta exageración. Por todo ello, aún no sabía por qué seguía intentando razonar, y aun así quería hacerlo, pues algo de mí mantenía ciertas esperanzas de que él pudiera ser un ser racional que comprendiera que podía tener a quien quisiera para corromper con mi vampirismo, si deseaba verlo así, y ella no era, en absoluto, alguien con esa función para mí. – No pretendo que forme parte de ningún séquito. ¿Cómo de atento habéis estado a la velada de esta noche? No había más vampiros que yo, y sin embargo, gracias a que la he traído conmigo, hay muchos nobles y burgueses deseando conocer más de la música de Liara. Despertad: gracias a mí, Liara puede tener toda la proyección que ella quiera, y os caiga mejor o peor, eso es asunto vuestro, que la apartéis de mí la perjudica más a ella que a nadie, y será insuficiente lo que podréis nunca protegerla porque, si se entera de esto, ¿de verdad creéis que podrá perdonaros alguna vez? – argumenté, y aunque no lo hice mintiendo ni intentando manipularlo más que usando la pura verdad y nada más que la verdad, probablemente se lo tomara de esa forma... y acabaría desesperándome por completo si, realmente, así era.
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Mensaje por Naxel Eblan Jue Abr 06, 2017 9:53 am

Lo cierto era es que de todos los presentes que había visto en la fiesta no había encontrado ninguno que fuera un vampiro, salvo ella, claro que no le iba a decir nada sobre ese hecho que ella misma me había dicho y del cual tenía razón. No me importaba si habían vampiros o no en la fiesta, la cuestión que más me preocupaba en ese momento era que la mujer que había requerido de la habilidad de mí hermana era una vampira, y no una cualquiera,sino una de alta clase que seguramente tuviera demasiados contactos para mí gusto. Ahora mismo maldecía a la señora Mimieux por haberle recomendado a mí hermana y por haber sido lo sumamente inútil como para haberle hablado a una vampira sin darse cuenta, claro que no podía decir nada ni hacer mucho más sobre la ignorancia que inundaba aquella mujer, sabía el respeto que le tenía Liara y eso bastaba pero… saber que había sido ella me carcomía por dentro.

No había estado luchando todas aquellas noches, todos esos días contra los seres de la noche y vigilando así a mí hermana para que ahora ella la tuviera rondando a su alrededor.Pese a sus palabras, ¿qué me hacía pensar que estas podían ser ciertas, o que no cambiara de parecer con el paso del tiempo? Mí hermana era un alma pura y, aunque sabía de las bestias que había ahí fuera no era consciente de distinguir ninguna, sino no habría aceptado sabiendo que, de enterarme, iba a hacer lo posible para que dejara de actuar para ella. Confiaba en mí hermana, pero a veces no confiaba en su criterio y había jurado hacía mucho tiempo protegerla de todo, y en ese todo entraba la vampira que estaba frente a mí. Me dio gruñí cuando me reprochó mí actitud como si me importara lo que ella pensara, había ido con un claro objetivo a la fiesta y nadie iba a evitar lo que había ido a hacer.



-Si Liara supiera lo que eres estoy convencido de que no volvería a tocar el piano para vos nunca -la miré de forma fija, quería sacar las dagas que llevaba escondidas y atacarla, las manos me picaban y quemaban buscando una pelea que la bestia de mí interior me estaba pidiendo que empezara, para que comenzara la fiesta y aquel baile de muerte entre ambos- Poco sabe del mundo de donde procedéis todos vosotros; vampiros, licántropos, cambiantes… -aunque de estos últimos no tenía mucha queja y no solía cazarlos, me centraba sobre todo en los dos primeros- no sabría reconocer ni a un licántropo aunque lo tuviera delante de ella, salvo que estuviera en su forma de lobo. Ni siquiera habrá pensado que no eres algo más de una mujer y que puedes tener miles de años sobre tus hombros… es demasiado inocente para mí gusto a veces, y por eso mismo juré protegerla hace tantos años de toda la oscuridad que se le acercara, por eso me convertí en lo que me convertí -parecía que le estuviera explicando mis motivos, pero realmente era una amenaza tras mis palabras, camufladas con una verdad y que llevaban una advertencia sobre que de seguir trabajando para ella, ella acabaría muerta por mis manos.

Mis ojos se fijaron en los suyos cuando habló sobre qué pasaría si Liara se enterara de lo que estaba haciendo, sabía de sobra que se enfadaría conmigo y no sabría qué repercusión tendría aquello. Igual que si se enteraba de aquel vampiro que había matado hacía un tiempo cuando vi las intenciones que tenía para con mí hermana, no me dejó otra alternativa que matarlo pero claro… aquel era un vampiro “menor”, no pertenecía a la alta clase y seguramente pasara más desapercibido y no muchos lo echarían en falta. Si se enteraba de eso, después de saber e intuir lo que sabía de aquel hombre y lo que era para Liara… no quería ni pensarlo. Nunca debía de enterarse, al igual que nunca debía de enterarse de que había acudido para hablar con la mujer que la tenía contratada para hacer lo que ella más quería; tocar el piano. Pero nada me aseguraba que estando con ella estuviera protegida, los vampiros no solían aparecer mucho ante los humanos por el simple hecho de que era difícil explicar cómo ellos envejecían mientras que estos siempre tenían la misma apariencia. Ella estaría rodeada de más vampiros, haría más fiestas e invitaría a más vampiros donde mí hermana estaría tocando el piano en otra de sus fiestas… eso era llamar demasiado la atención, y no podía consentirlo.


-Decís que todos los presentes hoy en la fiesta eran humanos, pero ambos sabemos que tenéis otras fiestas y otros eventos, no puedes presentarte mucho tiempo frente a los mismos humanos porque no podríais explicar cómo os mantenéis igual de joven, al igual que dudo que a ninguna de vuestras fiestas o eventos no acuda ningún vampiro… eso es poner en el punto de mira a mí hermana y no estoy dispuesto a que ocurra -fruncí el ceño- No tiene por qué enterarse de este encuentro si yo le pongo remedio alguno, ¿qué me frenaría el mataros ahora mismo? Absolutamente nada -sonreí de lado- vuestros guardias están haciendo que los invitados salgan, os han dejado a solas y además la seguridad que tenéis es más bien nula porque ha sido demasiado sencillo colarme en vuestra fiesta privada -hice una pequeña pausa- seguramente no, no me llegara a perdonar por lo que estoy haciendo pero igualmente que no os perdonará a vos cuando se entere de vuestra verdadera naturaleza… quizás incluso hasta decida no volver a hacerlo de nuevo algo que para mí sería lo más sensato -sabía que el tiempo allí se estaba agotando, los guardias no tardarían mucho más en aparecer y seguramente ella no dudaría en decirles que me había colado y que me llevaran preso… algo que no pensaba que pasara bajo ningún concepto. Mí idea al haber ido allí había sido algo más distinta, pero ya la había amenazado y advertido de lo que pasaría si decidía seguir contratando a mí hermana… yo mismo sería quien cortara la cabeza que ahora con altivez levantaba, para acabar con su existencia- Dejad de contratar a mí hermana y viviréis, no hacedme caso y vuestra larga existencia acabará de forma muy dolorosa -la amenaza ya estaba dicha, ahora mismo en aquel lugar no podía hacer mucho y aunque había pensado en matarla… no iba a ser un combate fácil y no era el mejor lugar para llevarlo a cabo. La paciencia no era una de mis virtudes pero hallaría el mejor momento para darle caza y nada me detendría entonces. No dije mucho más y antes de que ella me replicara o dijera algo me giré para comenzar a subir por una de las escaleras antes de que los guardias regresaran, cuando había subido un poco de improvisto me giré y lancé una de las dagas en su dirección que se clavó en la puerta que había tras su espalda. La daga había pasado rozando su rostro dejándole una pequeña brecha en su mejilla y sonreí ladino- No olvidéis mis palabras, vampira, en vuestras manos está el que viváis...o muráis por mí mano. Alejaos de mí hermana y no volved a contratarla o la próxima vez, no fallaré a posta con la daga y será una estaca la que atraviese vuestro inerte corazón -volví a girarme para adentrarme de nuevo en el lugar donde los camareros se cambiaban y de forma rápida me cambié seguramente cuando ella les estaría dando la voz de alarma para que me buscaran, y al igual que había entrado salí de aquel palacio para escabullirme entre las sombras, sin alejarme del todo, a la espera de que la vampira saliera y pudiera seguirla camuflado entre las sombras.
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Mensaje por Invitado Vie Abr 14, 2017 3:14 pm

Mis guardias no nos estaban vigilando, hasta ahí estábamos de acuerdo, pero ¿qué le decía que yo sola no me bastaba y me sobraba para enfrentarme a un cazador...? No estaba tratando con una neófita incapaz de controlarse y con alguien sin respeto alguno por la vida humana porque había permitido que la más absoluta bestialidad la poseyera; ese era mi sire, no yo, y si bien seres como él nos daban mala fama a los demás e incluso yo misma a veces podía pecar de ser excesivamente sangrienta, no era esa, en absoluto, la realidad. ¿Acaso no se daba cuenta de que, con la cantidad de vampiros que había en París, el hecho de que él siguiera vivo no se debía exclusivamente a su talento...? No negaba que lo tuviera, por descontado, pues de carecer absolutamente de él no se habría colado en mi fiesta con tanta facilidad; lo que no me creía, en absoluto, era que su talento tuviera esa excelencia e imposibilidad de fallos de las que él lo estaba disfrazando, sin duda para intentar alzarse sobre mí, al menos de forma dialéctica. Sabía que la situación le era adversa, que se encontraba en mi territorio y que por mucho que ladrara, aquel perro no podía morderme sin que las consecuencias fueran peores para él de lo que serían para mí, así que con esa certeza en mente sólo podía sonreír y escucharlo como quien oye llover. Por experiencia sabía, a la perfección, que a los hombres orgullosos como él eso les molestaba más que una discusión correcta, con buenos argumentos y un ritmo dialéctico fascinante, que alguien no se inmutara y sonriera ante sus afrentas; daba igual cuánto tiempo pasara, si gobernaba un emperador o un rey apellidado Quartermane, los hombres como él no cambiarían, y eso era una fortuna para todas aquellas mujeres que, como yo, sabíamos manejarlos. Por eso, le dejé terminar, sin inmutarme y sin reaccionar salvo ampliando una sonrisa que, ya de por sí, era tan insultante como hermosa, porque sabía que yo lo era, y ni siquiera él, por mucho que me odiara, podía negarme aquella realidad.

– No eres el primero en amenazar mi existencia, ni serás el último. Ya te he dejado muy clara mi posición, y también que me importa poco lo que pienses con respecto a lo que haga o deje de hacer con tu hermana. No veo necesario decirle algo que no le afecta, pero llegado el momento lo haré, y si tiene objeciones la dejaré marchar, porque no la estoy obligando a nada, simplemente la estoy ayudando. Llegará el día en que tú te des cuenta de que lo que le estás haciendo es perjudicarla, no beneficiarla, pero prefiero que el golpe de realidad te lo des tú solito, porque a mí no vas a creerme nunca, pase lo que pase. Así que, lo siento, pero no perderé más mi tiempo. Guárdate tus amenazas vacías para otra ocasión. – me despedí, y con toda la educación de mi rango y que el tiempo me había inculcado, muchas veces a base de golpes mucho peores que aquellos con los que él me amenazaba, le hice una reverencia, justo cuando él me daba su ultimátum y también se marchaba. ¡Bueno, pues adelante, no sería bienvenido! Aliviada por haberme librado de él, pues por mucho que fuera un mosquito molesto no dejaba de ser un incordio, me estiré las ropas y me dirigí a los camareros que todavía me observaban para calmarlos y ordenarles que terminaran de limpiar la sala donde nos encontrábamos, de forma que quedara impoluta. Mi reputación me obligaba a asegurarme de que ese tipo de detalles quedaban solucionados, pues era mi nombre el que se encontraba detrás del evento, y si algo no era perfecto al final, sería mi fama la que desmerecería y se estropearía. Suficiente tenía con batallar contra todos aquellos que creían que por ser mujer no me merecía mis riquezas o mi posición como para, encima, darles ese tipo de facilidades; así, hasta que no estuvo todo aún mejor que al principio no descansé, y solamente entonces me dirigí hasta el carruaje de madera, sobrio pero elegante, que me conduciría de vuelta hacia mi palacete.

Con un gesto de agradecimiento, acepté la mano del cochero cuando él me ofreció su ayuda para subir, pese a que no la necesitara en absoluto; una vez dentro, me recosté contra la pared afelpada del cubículo y me deshice de las ropas de abrigo que portaba, más por encajar con mi alrededor que por necesitarla realmente. Suspirando, miré hacia la ventana del carruaje para ver los edificios de la ciudad, una que a veces llegaba a considerar mi hogar mientras que otras, la mayoría, era un territorio absolutamente enemigo donde nada ni nadie me ofrecía un mínimo de seguridad. Debería estar acostumbrada a ello, lo sabía, pero en ocasiones aún me encontraba planteándome por qué, y en medio de esos pensamientos me encontraba cuando vi que el carruaje tomaba una ruta extraña, a través del bosque. Con el ceño fruncido, me estiré hacia delante y le pregunté al cochero por aquel cambio, a lo que él respondió que un carruaje volcado obstruía el camino y no podíamos seguir directos, así que debíamos tomar un rodeo. Intranquila, continué mirando a través de la ventana a medida que nos adentrábamos en la profundidad del bosque, pero ni siquiera así fui capaz de prever el momento en el que nuestro propio carruaje volcó y dio varias vueltas de campana antes de, destrozado, aterrizar entre dos árboles. Dolorida, pues tenía astillas clavadas en la piel y la madera podía hacerme daño si se encontraba lo suficientemente cerca del corazón, me las arranqué y traté de incorporarme, aunque aún estaba un tanto mareada por la caída. Sólo escuchaba a mi alrededor el silencio, ni siquiera el latido del corazón del cochero o de los caballos, pues éstos se habían esfumado y corrían despavoridos a través del camino; sus pezuñas rebotaban contra la gravilla a un ritmo frenético. Cerré los ojos para concentrarme, y entonces pude escuchar el sonido fuerte y seguro de otro corazón; abrí los ojos para localizar al dueño del mismo, y cuando lo hice, gruñí y le enseñé los colmillos, rabiosa. Nada había sido un accidente, después de todo. – Por supuesto. Naxel.
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Mensaje por Naxel Eblan Mar Mayo 02, 2017 8:49 am

Aquello no iba a quedar así y esa vampira cuando saliera de la comodidad y la seguridad que aquel palacio le otorgaba no podría evitar caer en mis redes y ya entonces podríamos tener la charla como a mí me gustaba, ella siendo mí presa y yo haciendo todo lo posible porque desistiera de la idea de que mi hermana trabajara para ella. Para ello debía de idear un plan bastante meticuloso y elaborado para conducirla por el bosque, y que este se adentrara para poder hacer que el carruaje se separara de los caballos que tiraban de este y así poder tenerla en una zona totalmente desprotegida, donde si intentaba huir yo haría lo posible para que eso no sucediera y perdiera el tiempo para que no pudiera volver antes de que amaneciera… hiciera lo que hiciera, debía de hacerlo rápido antes de que se pusiera en marcha.

Hice todo lo necesario y más delante de aquel palacio de donde ella saldría con el carruaje, con otro que había cogido quité la parte que ataba a los caballos dejando estos sueltos y parando así el avance de su carruaje, cortando el camino y teniendo que desviarse por una parte del bosque para dar un rodeo, obligándola a tomar un camino que no se esperaba que hubiera otra trampa esperándola. Algo debía de hacer para que cuando llegara la parte donde iba ella se desprendiera y se quedara mientras los caballos seguían corriendo desbocados, y lo único que se me ocurría es que yo mismo soltara esa parte, porque no tenía el tiempo suficiente como para preparar nada más elaborado.

Me puse en una de las zonas del camino donde justamente tomaba una curva, sabía que ahí el cochero iría más despacio por el pequeño barranco hacia otra zona más profunda del bosque donde pretendía que cayera mientras los caballos se alejaban. No había otra forma de hacerlo y así es como debía de ser, escondido entre los árboles subido en uno de estos mientras de fondo oía como el carruaje se iba aproximando hacia mí posición. Debía de aprovechar la única oportunidad que tenía en ese momento, solo tendría una única vez y no podía fallar. Me afiancé sobre el árbol observando el carruaje y al cochero que no se había percatado de que estaba sobre ellos.

Antes de que tomara la curva me dejé caer y ante la sorpresa del cochero que intentó tirarme, le di un puñetazo que lo dejó tirado sobre el asiento donde iba y comencé a soltar las cuerdas y demás que ataban al caballo al carruaje, dejándolo libre justo en el momento en el que este por la curva se vencía hacia un lado y sin nada que tirara en otra dirección iba directo a caer por el borde de la curva. Salté antes de que este cayera mientras los caballos al verse libres de peso que tirar corrían huyendo del lugar a paso rápido mientras el eco de sus pisadas resonaba en el lugar. Este dio un par de vueltas mientras caía entre dos árboles quedando tumbado en el suelo, y comencé a prepararme.

Por desgracia para mí no había traído mucho material aunque siempre llevaba la ballesta conmigo, y que había dejado guardada cuando me camuflé con un camarero, debería de bastar la ballesta y las dagas, no llevaba ninguna estaca pero las flechas con punta de plata también harían su función, no la mataría pero tampoco era lo que quería. La plata ralentizaría la regeneración de sus heridas y así no podría curarse, la mantendría con vida hasta que finalmente la capturara y la llevara a mí cabaña. Estaba lejos de su hogar y el día pronto llegaría con el sol asomando por el horizonte, era el mejor momento para aprovechar la ventaja que tenía.

Desde arriba pude ver como salió del carruaje quitándose las astillas clavadas en su piel aunque, por suerte para mí particular diversión futura, ninguna se había clavado en su inerte corazón. No tardó en percatarse de que estaba cerca y fue cuando su mirada rojiza se cruzó con la mía quien portaba una sonrisa ladina, disfrutando con lo que estaba viendo y… ni lo pensé. Disparé la primera flecha de la ballesta que impactó contra su pierna incrustándose en su muslo, gruñó mostrándome los colmillos en nada de acuerdo con la flecha que le había disparo y solté una risa que se mezcló con los sonidos de la noche, o lo que quedaba de esta misma.

No le costó demasiado quitarse la flecha pero sabía que no iba a durar mucho en su pierna, así que disparé una segunda haciendo que impactara esta vez contra su hombro para que viera que no estaba jugando y que, precisamente, era ahí donde la quería. Apuntarle al corazón no serviría de nada y además no quería matarla, solo herirla lo suficiente para poder capturarla y llevarla a la cabaña donde ya me encargaría de hacerle mucho más daño. Guardé la ballesta dejándola en mí espalda gracias a la correa que llevaba y que cruzaba mi pecho y saqué las dagas que me había llevado, lamentando no haber cogido al menos una estaca que utilizar… no tendría por qué clavarla en su corazón. Sabía que si bajaba estaría perdido y ella estaba lo suficientemente enfadada para saber que me presentaría batalla.



-Vamos, vampira… sube aquí e intenta clavar tus colmillos en mí carne como sé que estás deseando… esta será tú última noche –sonreí de lado preparado para que aquella vampira acortara las distancias y subiera sin problemas hasta donde me encontraba, y en donde libraríamos aquella batalla.
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Mensaje por Invitado Mar Mayo 16, 2017 2:37 pm

No tenía ningún sentido preguntármelo, claro, pero no pude evitar que por un momento se me pasara por los pensamientos la eternamente manida frase de “¿qué demonios había hecho yo para merecer todo aquello por su parte?” La respuesta, por mucho que tratara de reflexionar al respecto, seguía sin parecerme lógica; provenía del mismo lugar que esa creencia estúpida de algunos hombres, por desgracia la mayoría, de que las mujeres les pertenecíamos, sólo que, en aquel caso, no luchábamos por una de sus amantes, sino por su hermana. Una mujer, por cierto, perfectamente capaz de cuidarse sola y con las ideas bien amuebladas en la cabeza, lo suficiente para que hubiéramos llegado a un acuerdo que ni todas las bravatas del Eblan más desagradable de los dos conseguirían anular. Es más, la testarudez se me mezclaba con la rabia y me hacía estar cada vez más convencida de que, con todo lo que hacía, solamente conseguiría que el lazo que había entablado con Liara se fortaleciera todavía más, porque si algo me había quedado claro desde humana era que no permitiría que nadie más se creyera con derecho a manejarme, y si no se lo permitía al hombre al que una vez había amado, menos se lo permitiría a un desconocido. Así pues, me arranqué la segunda flecha que me había lanzado y se la arrojé yo, nada a ciegas porque lo veía bien hasta en la semipenumbra, aunque no acerté por el hecho de que las heridas me estaban distrayendo bastante. Molesto o no, el hombre era cazador y sabía bien del efecto que tenía la plata en un ser como lo era yo; aparentemente, los vampiros se le daban particularmente bien, y eso me hacía preguntarme qué demonios habría hecho con quienes se hubieran acercado a su hermana antes que yo... porque lo que estaba claro era que los había habido previamente a mí, a juzgar por la normalidad con la que se había tomado mi aspecto sobrenatural ella. ¿Habrían muerto rápido y arrastrándose o, como yo, también habían presentado batalla...?

Furiosa, porque no podía denominarse de otro modo mi estado mental, me arranqué un trozo de tela del vestido para envolverme la mano en algo que me protegiera cuando cogiera la flecha del suelo, la que anteriormente había estado clavada en mi muslo. Debilitada como empezaba a estarlo, también porque la salida del sol se acercaba, no era tan estúpida como para pretender acercarme a él sin algo que me permitiera defenderme, y tampoco era tan ilusa para pretender que podría coger la flecha sin herirme ni sufrir daño alguno. Para su desgracia, mi edad me había regalado una resistencia al dolor considerable que se sumaba a la que ya tenía de humana, conseguida a golpes y latigazos en mi época de esclava; apenas me inmutaba con las heridas que me había hecho, aunque captara el dolor y la plata me estuviera llevando a un lugar muy próximo a otras épocas más dolorosas, y por eso pude... ¿Qué? ¿Cumplir con su deseo y escalar para llegar a él? No me había dejado más remedio y los dos lo sabíamos, era evidente que mi única salida se encontraba allí, pero a diferencia de lo que pensaba (y de lo que yo misma llegué a creer por un momento) que yo haría, en vez de atacarlo, le lancé la flecha para distraerlo y salí corriendo, simple y llanamente. Que me llamara cobarde todo lo que quisiera, que creyera de mí lo que le diera la gana: tenía cosas mejores que hacer con mi tiempo que dejarme atrapar por un estúpido que no valía ni la atención que ya le había dedicado, para mi enorme desgracia, y que el hecho de que compartiera sangre con alguien como Liara convertía en un despropósito de humano todavía más grande de lo que ya era. En resumen: sí, corrí. Corrí a través del bosque, saltando ramas y esquivando raíces, corrí todo lo rápido que pude mientras él me perseguía y seguía lanzándome flechas, que me arrancaba y le lanzaba a ciegas porque no quería distraerme, pero al final la plata (me negaba a reconocerle el mérito a él, hasta en eso) hizo su efecto y ya no pude más.

Elegí detenerme antes de caerme porque el orgullo, el mismo que me impedía ceder a sus estúpidos caprichos, así me lo exigió. Me abracé el cuerpo, que estaba agujereado con heridas a través de la tela rota como si fuera un colador, y lo miré con la expresión más estoica que fui capaz, aunque no hablé, ni siquiera me moví. Como una escultura antigua, más próxima a una gárgola que a un bello mármol heleno, lo observé y le permití acercarse, movido aún por la inercia de no haber frenado su cuerpo a tiempo de verme detenerme, hasta que lo arañé en el cuello. Ni siquiera necesitaba caer en la vanidad para que mis uñas fueran como cuchillos, y aunque no le hice heridas que fueran a desangrarlo, sí que le hice sangrar; para nada sorprendentemente, no sentí ni un ápice de sed al respecto. – Podría haberte matado con esto. Podría pero no lo he hecho, ¿y quieres saber por qué? Porque tu vida me importa menos que la existencia de una piedra en el camino. ¿Qué problema tienes en la cabeza para ponerte así? Si desconfías de tu hermana, enhorabuena, no es mi problema; no vayas persiguiéndome a mí, porque no pienso ceder nunca, me hagas lo que me hagas. Esto va a ser una batalla de orgullo, más que de armas, y en eso ya te puedo anunciar que has perdido. Así que, Naxel, haz lo que te apetezca, de verdad. Pero luego no vengas lamentando que nada de lo que me hagas va a tener el más mínimo efecto. – advertí, con la voz firme pese a que mi cuerpo no lo estuviera, y le sostuve la mirada con fiereza mientras él, tan arrogante como solamente un humano y mi creador podían serlo, se mantenía en sus trece y me atrapaba, como si no hubiera sido yo la que se lo hubiera permitido. ¿Ni siquiera de eso se daría cuenta...? Probablemente no, pero aunque lo hiciera, tampoco serviría de nada, así que como si nada.
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Mensaje por Naxel Eblan Vie Jun 02, 2017 11:15 am

Esperaba que la vampira al haber derribado el carruaje donde iba, que los caballos corrieran desbocados huyendo de donde ella se encontraba dejándola sola ante el cazador que era, porque ni siquiera el cochero estaba en el lugar, se abalanzara contra mí como modo de venganza, por la rabia que sin duda alguna debía de estar recorriéndole por el cuerpo al saber que había sido sorprendida, porque eso no se lo esperaba para nada, por este cazador que ahora desde las alturas contemplaba el carruaje volcado donde ella elegante y cómodamente iba, no descartaba que algún trozo de astilla se le hubiera caído al caer contra los árboles y eso me produjo una sonrisa de lo más divertid en el rostro. Preparado y listo para los movimientos de la vampira quien no dudaría en cobrarse aquella ofensa que la había pillado desprevenida, si yo fuera ella, lo haría sin duda alguna.

Una primera flecha que impactó en su muslo cuando salió del carruaje disparada con la ballesta, una que sabía que no iba a durar mucho en ese lugar y justo cuando se la quitó teniendo que rasgar un trozo de su vestido para no tocarla directa con la mano, disparé la segunda que impactó contra su hombro y que esa vez también volvió a quitársela. Guardé la ballesta dejándola esa vez en mi espalda y me preparé para que subiera hasta donde estaba, no le quedaba más remedio que subir y no tenía todo el tiempo del mundo pues pronto comenzaría a amanecer. Estaba acorralada, si no el tiempo cuando amaneciera yo le esperaría arriba, el camino que tomara estaba sentenciado.

Lo que no esperé es que me lanzara la flecha de vuelta, que esquivé para luego ver que ya no estaba en el mismo lugar y que los árboles, por donde habían caído, se movía la maleza que había a su alrededor y se escuchaba el característico ruido del chasquido de ramas, y supe que había huido en la última dirección que quedaba. Pero estaba herida, la herida de la madera no le dejaría curarse así que esto era como jugar al gato y al ratón; perseguirla hasta dar con la presa y cazarla. Bien, me presentaba un desafío y me gustó que no se diera por vencida, a veces las cosas fáciles eran las que más terminaban aburriendo. Con una sonrisa sádica en el rostro empecé la caza, bajando por aquel pequeño terraplén hasta llegar donde estaba el carruaje y simplemente me adentré en el bosque para seguirla.

Preparé la ballesta de nuevo sabiendo que la plata la iría debilitando poco a poco a diferencia de con los licántropos que los neutralizaba de una forma más efectiva, pero la plata sin duda no dejaría que se curara las heridas y la iría debilitando poco a poco… y así empezamos con aquella persecución. Yo la seguía todo lo rápido que podía y ella escapaba de la misma forma, cuando la tenía a tiro no dudaba en disparar solamente para arrancarse la flecha y lanzármela sin mirar siquiera, lo que hacía que a veces no acertara y me dejara la viruta de nuevo para utilizar. Sabía que la plata poco a poco aunque se arrancara las flechas haría su función, y tras un buen rato de estar persiguiéndonos en las que un par de veces estuvo a punto de acertarme por los pelos con las flechas la alcancé.

Se había parado en mitad de un claro del bosque y se había dado la vuelta tan rápida que ni tiempo me dio a frenar del todo viendo que ella se quedaba quieta, se abrazaba a su cuerpo lleno de agujeros por las flechas y cuando pude parar noté, de forma tan rápida porque ni siquiera llegué a verlo, que me cortaba en el cuello en un movimiento con sus uñas, afiladas garras que eran incluso mejor a veces que las mismas dagas que llevábamos nosotros. No fue una herida profunda que pudiera matarme en el acto, de hecho ni siquiera supe por qué no aprovechó el momento para darme muerte y me hizo una herida que aunque no era grave ni revestía problema alguna no me mataría. La contemplé bajo la luz de la luna, como una estatua griega que adornaba uno de los mismos panteones, etérea, inmortal. No me preocupó el por qué no me mato, ahora lo único en lo que pensaba es que era mía.

Mi respiración subía y bajaba y en aquel momento la controlé para regularla mientras ella había la boca y hablaba, a lo que sonreí de lado ¿de verdad iba a salirme con esas? Sus palabras hicieron que me riera con fuerza, ¿pensaba buscar en mí la lógica o que sus palabras pudieran hacer que la dejara libre? Había pasado de mí advertencia, le había dicho lo que pasaría y no me había hecho caso… ahí tenía las consecuencias de ello. Poco me importaba que no me hubiera matado, poco me importaba el verdadero motivo por el que no lo había hecho, si decía que era un duelo de orgullos adelante, era extremadamente orgulloso y no daba mi brazo a torcer así que no lo haría ahora.


-La verdad es que pensaba que ibas a ofrecer más resistencia, la carrera ha estado bien pero esperaba que presentaras lucha en vez de rendirte en estos momentos –era consciente de que sin un lugar al que ir y conmigo persiguiéndole la salida del sol la atraparía- Caíste en tú propia trampa, y ahora que has decido entregarte de forma voluntario no creas que voy a cambiar de opinión –hice una leve pausa- es la primera vez que un vampiro se rinde tan rápido, espero que luego seas mucho más resistente vampira –me había dado permiso para hacer lo que quisiera, así que es lo que iba a hacer exactamente. Me acerqué a ella de forma rápida y le di un golpe muy fuerte en la cabeza haciendo que cayera al suelo y se diera contra la cabeza de nuevo, la plata seguiría haciendo efecto y volví a clavar otra de las flechas para que siguiera mermando sus fuerzas y la llevara a un estado casi de inconsciencia, donde estaría mucho más débil. La alcé cargándola para llevarla a la cabaña que tenía por la zona, era lo más cerca que quedaba y estaba lejos de la ciudad para que no pudieran escuchar los gritos, tenía una mazmorra que esperaba a la vampira donde pasaríamos la mañana charlando de forma amigable, hasta que cediera en su idea de tener a mí hermana.
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Mensaje por Invitado Jue Jun 08, 2017 1:57 pm

Por supuesto que sabía que la lógica no tendría ningún efecto en un hombre como él, y de hecho ni siquiera lo había pretendido: se había tratado, únicamente, de un último recurso, una actuación desesperada a la que la debilidad de mi cuerpo me había conducido porque no deseaba rendirme, pero ¿qué opciones tenía? Los cazadores se comportaban como si los vampiros les hubiéramos hecho algo simplemente por existir, y él, en concreto, era peor que los demás porque actuaba como si una mujer, su hermana, no tuviera libertad para elegir hacer lo que quisiera, con quien quisiera, cuando quisiera y donde quisiera. Dados mis antecedentes y dado mi pasado, tan dolorosamente presente a veces que casi no parecía que hubiera pasado más de un milenio desde entonces, me oponía sistemáticamente a que alguien tratara de enjaular a alguien a quien yo apreciaba, y pese a que apenas conocía a Liara, lo cierto era que había empezado a valorarla en gran medida, como pianista, artista (por quienes tenía debilidad, lo admitía) y como mujer, así que no había podido evitarlo. Ello, por supuesto, me había hecho terminar en las zarpas de su hermano, herida y debilitada, pero había sabido el riesgo que corría desde que él se había colado en mi fiesta, una en la que no había sido bienvenido en ningún momento. Y ni siquiera así había entendido que no quería tener nada que ver con él y que sus asuntos eran suyos, no míos, con lo cual no debía inmiscuirme en cosas en las que yo no tenía nada que ver. Si tenía problemas con su hermana, me parecía perfecto, en su derecho estaba: que los hablara con ella, en vez de atacarme a mí. ¡Tan sencillo que hasta su cerebro de piñón podría entenderlo! Sin embargo, no lo hacía, y así había terminado yo: medio consciente en el bosque, siendo arrastrada por él hacia no sabía siquiera dónde.

Era sorprendente que hubiera mantenido la capacidad de razonar en esas circunstancias, y estaba convencida de que si lo hacía era únicamente porque siempre había sido más fuerte de mente que de cuerpo, especialmente cuando era humana. El hecho de haberme transformado en una inmortal que, para seres como Naxel Eblan, era un arma simplemente por el hecho de moverme si no lo hacía con cuidado no había cambiado las cosas demasiado, y si lo había hecho había sido únicamente para peor. ¿Cuánto tiempo, si no, había estado convencida de que me había vuelto una contrincante poderosa, ignorando en demasía mis debilidades evidentes, como la plata? El único enemigo al que mantenía a raya era la luz del sol, que sabía que podría matarme con que solamente un rayo me rozara la piel; los demás, los había disminuido en importancia hasta llegar al punto en el que me encontraba, uno que, al parecer, favorecía considerablemente las reflexiones sobre una misma. Realmente no tenía mucho más en lo que pensar mientras él me cargaba: mi mente estaba despierta, ya que había luchado rápido contra la inconsciencia, pero mi cuerpo estaba debilitado, y no podía moverlo aunque lo intentara, con lo cual me sentía inválida e imposibilitada, aún más frustrada que antes en consecuencia. ¿Así era como el cazador que había decidido castigarme se comportaba en su vida, con sus amantes y con sus iguales? ¿Los mataba de aburrimiento y pesadez mientras los atacaba para que no pudieran replicarle ni salirse con la suya? Como estrategia no era mala, debía admitirlo, pero le aguardaba un futuro adverso en la diplomacia si es que seguía así sin que ningún vampiro lo cazara. ¡Cuán hermoso sería que se invirtieran los papeles...! Eso y que un inquisidor también participara: al menos los inquisidores tenían un motivo, erróneo o no, para hacer lo que hacían, mientras que lo de Naxel era puro ego y ansia de dominación que disfrazaba de preocupación, nada más. Con aliados así, ¿quién querría enemigos?

– Qué le voy a hacer, no existo para satisfacerte. Liara tampoco, debo recordarte. – afirmé, mordaz, y ello trajo como consecuencia un nuevo golpe mientras me depositaba en el suelo de una cabaña que no estaba demasiado lejos de allí, demostrando hasta qué punto llegaba su enfermedad para necesitar valerse de algo así sólo por lidiar conmigo y otros como yo. Inmóvil, le permití que me manejara porque en el fondo tenía curiosidad por saber lo que me haría, y así fue como terminé sentada en una silla en el centro de una habitación espaciosa y vacía, en la que solamente había grilletes de plata con los que me ató, ¡qué original! – Te equivocas de criatura, ese tipo de grilletes van mejor contra licántropos en luna llena que contra conmigo. – apunté, y decidí que finalmente me callaría porque no necesitaba darle el gusto de oírme, y desde luego no serviría de nada hacerlo, así que prefería mantenerme en silencio y recuperar fuerzas. Algo que él ignoraba de los vampiros tan antiguos como yo era que nuestro tiempo de recuperación era mucho más rápido que el de otros vampiros más jóvenes, o tal vez se tratara de mí porque había sufrido muchas heridas que mi cuerpo había memorizado y ya sabía curar; en cualquier caso, para cuando me puso los grilletes, yo ya estaba empezando a curarme, y aunque mi cuerpo seguía pareciendo debilitado, ya tenía más fuerza. Los años que había pasado fingiendo estar muerta por dentro y con la fuerza de una pluma, como esclava, habían tenido alguna ventaja, aunque sólo fuera que podía seguir fingiendo que él me estaba hiriendo cuando, en realidad, me estaba recuperando, pese a la plata y pese a sus intentos por hundirme por algo que no tenía ni pies ni cabeza... Ay, si tan sólo reflexionara, mínimamente, lo sabría, pero pedir peras al olmo era una inutilidad, y no una en la que yo, gustosamente, deseara caer.
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Mensaje por Naxel Eblan Lun Jun 19, 2017 9:31 am

Para ser sinceros no esperaba que la vampira pusiera tan poca resistencia como estaba poniendo en esos momentos, yo era un cazado nato donde me gustaba perseguir a mis presas, jugar con ellas, debilitarlas, arrinconarlas… para finalmente capturarlas. Tenía que decir que la carrera que me había hecho hacer persiguiéndola había sido divertida, divertida porque había podido comprobar que si estaba debilitando poco a poco por las estacas de madera y de plata que le había disparado con la ballestas, su huida fue todo lo que necesité saber para darme cuenta de ello en vez de plantarme cara. Claro que el sol también estaba próximo a asomarse por el horizonte y seguramente querría despistarme para poder esconderse en algún lugar para pasar el día hasta que la noche volviera a reinar de nuevo.

Tenía que decir que estaba un poco… desilusionado, esperaba que aquella vampira me ofreciera más de lo que me había ofrecido, verla parada en aquel lugar del bosque como si se hubiera rendido tan pronto le restaba toda la gracia que aquello pudiera tener, aunque… bueno, tenía que mirar el lado positivo que era que la había atrapado finalmente y que ahora podría hacer con ella lo que quisiera. Estaba débil por las flechas de madera y las estacas de plata, por eso ahora mismo no oponía esa resistencia de que de estar en plenas condiciones sacaría a la luz. La cargué sin esperar demasiado ya que pronto saldría el sol y quería disfrutar de aquello antes de que el sol la redujera a cenizas, y antes de que pudiera volver a recuperarse y ganar fuerzas.

Como comentario a lo que dije me dijo que no existía para divertirme, y que mi hermana tampoco lo hacía, gruñí por ello cuando me retó nombrando a mi hermana y tal y como la tenía, que era cargándola como si fuera un saco de patatas asegurando que no podría hacerme nada antes por el camino, le di un azote en una de sus nalgas con fuerza que seguramente no le agradaría en lo más mínimo mientras seguía andando en dirección hacia donde tenía la cabaña, donde allí torturaba principalmente a mis presas lejos de la ciudad donde nadie pudiera oírlas, donde nadie pudiera molestarnos porque me encantaban esos momentos donde torturaba a placer, independientemente de que fuera un licántropo o un vampiro… era pura diversión para mí.


-Cállate -fue lo único que dije cuando llegamos finalmente a la cabaña, abrí la puerta pasando dentro y conforme cerré la puerta a mi espalda y me adentré en la estancia la dejé caer al suelo, como a peso plomo, mientras colocaba una silla en el centro de la estancia y la arrastraba pasando mis manos bajo sus brazos hasta ponerla en la silla, donde la ataqué con las cadenas que tenía, cadenas de las que no tardó en comentar alegando que eso les vendría bien a los licántropos. ¿Me tomaba por idiota? Ya sabía que eso no le sería muy eficaz pero era mucho mejor que una cuerda, por el momento, no habían inventado cadenas para vampiros así que eso era lo que había. Por su atrevimiento mi mano, rauda, surcó su rostro dándole un sonoro guantazo para fijar mis ojos, oscuros y fríos, en los suyos sin un atisbo de vida- ¿qué parte de la palabra “cállate” no has entendido? –Pregunté con algo de sorna para luego alejarme, cubrí y tapé todas las ventanas con las cortinas tupidas negras que había en la estancia, para que el sol no se colara, y pudiéramos disfrutar más de aquella velada. Me quité la chaqueta de cazador que llevaba y la dejé sobre una mesa que había en el otro lado de la estancia, donde había balas de plata, estacas de madera, estacas de plata, un látigo y demás utensilios para provocar una digna tortura fuera la raza que fuera, cogí una de las dagas de plata que había sobre la mesa y me giré en dirección a ella, atada sobre la silla en el centro de la habitación sin poder hacer naba. La yema de mi dedo índice fue hacia la punta de la daga que giré entre mis dedos, y me acerqué a ella con una sonrisa ladeada- te dije que estaba iba a ser tú última noche… deberías de haberme hecho caso y no haberme retado de esa manera –dije para luego hacerte un corte, rasgué parte de su vestido dejando uno de sus hombros al descubierto y le hice una herida profunda, no muy grande, para poder comprobar su tiempo de sanación y así ir viendo cómo de rápido se iba curando cada vez- Bien, bien… tengo muchas cosas que poder utilizar contigo para jugar esta noche; desde estacas de madera, plata que ya sé que os debilita… y más cosas que te podrían hacer daño y que no voy a desvelarte para darle a todo un toque de intriga. La pregunta es… ¿por dónde debería de comenzar? –Hice una pausa como si estuviera pensando y ladeé el rostro observándola- ¿por dónde quieres que empiece? ¿Quieres que vaya de menos… a más? ¿O vamos con el plato fuerte? –Claro que ninguna de las respuestas que me diera, si es que me daba alguna, me importaba en lo más mínimo. Me giré para coger una estaca de madera que volviendo con ella clavé en uno de sus muslos dejándola allí, viendo como la sangre salía de su cuerpo y que gracias a la madera de la estaca sería una herida que no se regeneraría ni sanaría- Ah, ¿no crees que es algo irónico que tengáis una vida eterna… pero que un trozo de madera en el lugar adecuado pueda mataros? –Reí entre dientes- Bien Amanda… vamos a comenzar con tú última noche.
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Mensaje por Invitado Jue Jun 22, 2017 6:01 pm

La parte de callarme que no había entendido, dado que la duda parecía corroerlo sobremanera, era la que había dicho él: es decir, toda la palabra. Ni siquiera cuando no me había quedado más remedio que obedecer porque el castigo, de no hacerlo, sería peor que si me comportaba bien, me había gustado hacerlo, y él no podía ni debía pretender que le iba a hacer caso simplemente por ser él... Cazador o no, Eblan o no (y, para su desgracia, no me arrepentiría de haber contratado a su hermana, aunque tal vez llegara a hacerlo en algún punto de la noche), torturador o no, mi libertad permanecería intacta, incluso si no lo parecía por encontrarme encadenada por su culpa y con unas cadenas extraordinariamente inapropiadas. Aunque, siendo fiel a la verdad, peor había sido su comportamiento de antes, lo cual me llevaba a preguntarme si acaso terminaría por revelar que estaba sexualmente insatisfecho y necesitaba torturar a un vampiro que no le había hecho nada, literalmente, para quitarse ese picor que tanto debía de molestarle. Por mucho que me lo preguntara, era incapaz de comprender por qué le molestaba tanto que le hubiera dado un futuro a su hermana, uno en el que yo la empleaba y le daba todo lo que necesitaba, incluso una oportunidad para desarrollar el talento que era evidente que poseía, y por el que aun así me castigaba. ¿Con qué motivo? ¿Por ser una vampiresa? Si hubiera mordido y desangrado a Liara podría entenderlo, en serio, entonces sí que habría podido sentir comprensión, pero no le había tocado ni un solo pelo de esa cabecita brillante suya, en más de un sentido, así que ¿cuál era su problema? ¿Se trataba, simplemente, de que estaba loco y era un sádico cruel con el que me había topado porque así podía llegar a ser mi suerte? Para mi desgracia, la respuesta parecía ser afirmativa.

Naxel Eblan continuó atacándome, hiriéndome y torturándome, y aunque por el momento no dije una sola palabra, mi mirada se le clavaba como todas las herramientas que estaba utilizando para herir mi cuerpo, como si realmente le satisficiera. A aquellas alturas, yo ya estaba convencida de que así era, y de que sentía que alcanzaba la paz cuando lo único que provocaba era guerra contra mí, que, con toda la calma que me era posible pese al dolor (el cual no disimulaba), lo contemplaba y miraba lo que hacía, casi con curiosidad. No se trataba de un interés morboso en ver cómo me hacía las heridas y en contemplar cómo mi piel se estropeaba con cada una de sus intervenciones; se trataba, más bien, de apartar los ojos de su cara o de lo contrario le agujerearía los ojos con los colmillos para que no viera nada nunca más. Eso sí que sería satisfactorio... Sin embargo, para su enorme ventaja, hasta yo, que podía ser considerada una bestia a tenor de algunos de mis comportamientos del pasado, era mejor moralmente que él, y le debía a su hermana no matar a su hermano como pudiera, tan sencillo como eso. – Irónico no lo sé, desafortunado sí, desde luego. – respondí, como si hubiéramos estado hablando del tiempo que hacía aquella noche y no de algo que podía suponer mi muerte a corto plazo, si no andaba lista y dejaba de provocarlo. Precisamente eso había hecho al responder a una pregunta tan retórica como era posible, pero a aquellas alturas daba igual, la verdad: él ya se había hecho a la idea de que me iba a hacer daño, y nada de lo que pudiera decir iba a evitarlo, así que ¿por qué no seguir posicionándome como mi vida, mi historia y mis circunstancias me exigían, casi a gritos desesperados? – Te he entendido. Otra cosa es que vaya a escucharte y a hacerte caso: eso es algo que no me puedes quitar, y la verdad es que da bastante igual cuánto lo intentes, Naxel, porque es un hecho. – respondí, encogiéndome de hombros, y sin poder evitarlo me mordí el labio inferior en un intento por controlar el ramalazo de dolor que había sentido como consecuencia de las heridas que me estaba haciendo, y que no pararía de infligirme hasta que no estuviera satisfecho y yo en mucho peor estado.
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Mensaje por Naxel Eblan Jue Jul 06, 2017 10:34 am

Había que decir que la vampira aguantaba el tipo mientras la tenía en esa silla atada lista y preparada para ser torturada a mí antojo y a mí voluntad, para hacerlo lo que yo quisiera porque ese era mi deseo, porque le había dicho que dejara a Liara tranquila y ella había osado desafiarme trayendo como consecuencia lo que estaba pasando ahora. No me gustaba que me desafiaran y cuando se trataba de la vida de mi hermana me importaba más bien nada lo que tuviera que hacer para mantenerla lejos de ese mundo de oscuridad al que la vampira pertenecía. No confiaba en ninguno de ellos, ni de sus buenas intenciones mucho menos… no iba a dejar que ese lado oscuro que rondaba por el mundo nos volviera a hacer daño de nuevo, ya había matado al vampiro que rondaba a mi hermana una vez y aunque ella no sabía nada me sentí mucho más aliviado y feliz al saber que nada la rodeaba, que era ajena al mundo que yo me había dedicado para encontrar a la pareja de licántropos que mató a nuestros padres y cobrarme una venganza que perduraba en el tiempo, pero que cada vez se iba a servir más fría.

Cuando se trataba de Liara no había medias tintas de ninguna de las maneras, yo había tomado un camino y una decisión y no me importaba ser el demonio en el que me había convertido si con ella la ponía a salvo, su vida no corría peligro. Sabía que no le gustaba, que no lo aprobaba y que me había pedido cien millones de veces que lo dejara… pero me resultaba imposible hacerlo a esas alturas en las que estaba, para mí ya no había salvación ni redención por mucho que ella se empeñara en que no era así, en que yo podía ser salvado. Sonreí de lado observando a la vampira en esos momentos, la estaca de madera en su muslo la hacía sangrar y no dejaba que la herida curara y se regenerara de ninguna forma. Le hice un corte con la daga en el hombre viendo que su tiempo de regeneración había bajado, tardando más en cerrar la herida y sería seguramente por la falta de sangre que salía de su muslo.

Tenía más cosas para utilizar con ella que una simple estaca, o unas dagas de madera, si no fuera vampira le arrancaría la piel a tiras para ver su sufrimiento aunque bien podría hacerlo, así cuando se regenerara la capa de piel perdida podría volver a hacerlo de nuevo y entrar en un bucle continuo en el que al final sus fuerzas se agotarían, falta de sangre de la que beber y sin energías casi acabaría sucumbiendo… es una idea que guardé para más adelante dependiendo de cómo se desarrollara la noche. Me respondió que no era irónico que un trozo de madera pudiera matarlos, yo lo encontraba totalmente irónico a la par que desafortunado… vencidos por un simple trozo de madera que perfora su inerte corazón… menuda ironía de muerte.


-Me pregunto cuánto aguantes vas a tener con lo que te haga, hay algo bastante curioso con los vampiros que he ido aprendiendo en el paso del tiempo; cuanto más viejos son mejor resisten el dolor, menos ceden… me pregunto cuánto aguantarás tú, cuál será tú margen y cuando vas a ceder –sonreí de forma ladina jugando con una de las dagas que llevaba en la mano para seguir haciéndole cortes por las piernas, por los brazos, viendo como cada vez tardaba más en cerrarse y sonreí de lado- Bueno, veamos qué más tengo por aquí… -dije girándome hacia la mesa donde tenía más cosas, cogí otra estaca de madera que esa vez lancé desde donde estaba y que se incrustó en su hombro provocándole una herida que, como la de la pierna, no iba a cerrar ni a curarse mientras la madera siguiera en su piel- ¿Sabes? Hay algo que me gusta utilizar mucho con los vampiros, hay que ser ingenioso para provocaros dolor debido a que un látigo, una fusta y demás utensilios de tortura los soportáis bastante bien. La plata no es que os haga daño en exceso pero os ralentiza y viene bien para cazaros pero… hay algo que me gusta haceros para haceros daño, es como… si os clavaran agujas en la piel, pero más dolorosas –llevé mi mano a un bol negro que había sobre la mesa y me giré para mirarla- ¿quieres saber qué es? –Me puse a su espalda para que no pudiera verlo hasta que cogiendo lo que tenía en la mano la pinché en su hombro, como si de verdad fueran agujas y fuera algo de alguna terapia. En realidad eran virutas de madera, como si fueran palillos, que estaban impregnados en aceite y que llevaban sal para que al ser de madera y no cerrara la herida sintieran la sal en carne viva- ¿Duele, quema? Sí, esa es la sensación que busco para que sientas ahora –debería de picarle y me puse delante de nuevo para verle la cara mientras ahora, frente a ella, clavaba otra en su pierna, en su brazo, incluso en su vientre… no la mataría porque evitaba el corazón pero le dolería, escocería, abrasaría y picaría… algo que me encantaba y que me traía una sonrisa siniestra en los labios observándola.
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Mensaje por Invitado Lun Jul 10, 2017 2:22 pm

Si no hubiera tenido motivos de sobra para odiarlo y para enfadarme con él, como por ejemplo el hecho de que no se contentaba con intentar dominarme y que le obedeciera yo, precisamente yo, me habría molestado esa alusión suya a los vampiros viejos... ¡viejos! Si a la Antigüedad se la llamaba así, en vez de vejez, ¿por qué a mí no? ¿Por qué a otros, como mi maestro, que habían nacido durante el esplendor de las civilizaciones a las que la suya admiraba sin posibilidad siquiera de igualársele, no se les iba a denominar con el respeto que se merecían? Me resultaba inadmisible, y al mismo tiempo me sorprendía haberme tomado el tiempo de pensar precisamente en eso cuando me estaba torturando, pero suponía que ese comentario suyo había sido la guinda del pastel que él estaba preparando con todo su... ¿Con todo su qué? ¿Odio? No, él iba más allá de eso, se comportaba con tal fanatismo que en la Inquisición posiblemente lo recibirían con los brazos abiertos, pues la mayor parte de sus miembros eran asesinos viciosos de sobrenaturales, mientras que la otra mitad había terminado allí por algún motivo ulterior que poco tenía que ver con sus creencias. Esos últimos no eran demasiado peligrosos, en condiciones normales, pues eran los locos por el dolor los que suponían un auténtico riesgo para aquellos que, como yo, teníamos la desgracia de ser sobrenaturales. Y si bien normalmente era una suerte, yo era incluso la primera en admitirlo, dadas las circunstancias no lo consideraba afortunado precisamente, sobre todo porque era lo que me había llevado hasta allí. Ya no se trataba tanto de Liara Eblan y de que la hubiera contratado, pues me negaba a creer que estuviera tan ciego que no viera la oportunidad de oro que le había proporcionado a su hermana; no, ella había sido una mera excusa para que él volcara un odio que lo carcomía hacia otros seres como yo, y yo simplemente había estado en el lugar menos adecuado y en el momento menos oportuno, porque al parecer me había ido tan bien últimamente que algo debía arruinar mi suerte.

Ocupada como estaba en mis propios pensamientos, que prefería por encima a sus delirios de grandeza y a esa locura suya que intentaba disfrazar de maldad, ignoré todo lo que dijo y preferí que me sorprendiera, aunque si ese era su concepto de sorpresa lo cierto era que no debía de tener contentas a las damas en absoluto. Una vez más, me sorprendí hasta yo misma por los lugares a los que estaba acudiendo mi mente, pero si tenía en cuenta la sangre que estaba perdiendo de forma lenta pero progresiva, suponía que no era del todo extraño que así fuera. Además, algo me decía que Naxel no iba a permitir que terminara inconsciente por la falta de sangre, ya que, de un modo u otro, lograría encontrar la manera de despertarme; ¿cómo, si no, iba a regodearse tanto en la tortura que estaba llevando a cabo...? Y no era difícil, en absoluto, meterme en la mente de un sádico como él, pues había tenido un maestro excelente para acostumbrarme a las diatribas mentales de alguien que solamente ansiaba causar dolor. Me pregunté, por un momento, cómo sería un encuentro entre mi sire y él, pues ni siquiera estando loco como había oído que él ahora estaba dejaba de ser un peligro, sobre todo para un cazador presuntuoso como lo era aquel. Mi creador tenía la ventaja de que no dudaba a la hora de atacar, pues la mejor defensa de todas las posibles era esa, un buen ataque, así que probablemente Naxel no duraría ni medio minuto frente a él, y eso sí que sería justicia poética... Sin darme cuenta, sonreí, aunque los palitos con los que él me había ¿sorprendido? me obligaron a borrar el gesto para poner de nuevo uno de dolor, ya que disimular era una estupidez a aquellas alturas, y más cuando él sabía tan bien como yo que lo que me estaba haciendo tenía el efecto que él estaba buscando. ¿Debía darle la enhorabuena por ello o prefería que me callara? No iba a hacerle caso de cualquiera de las maneras, pero con la presunción de la que estaba haciendo gala, la duda era incluso factible.

– No lo sé, esto es una sorpresa tanto para ti como para mí, ¿no te ilusiona mucho estar recorriendo este camino nuevo conmigo? – pregunté, irónica, y cuando terminé de hablar apreté los dientes, no por intentar controlar algo más que iba a decir (y probablemente ese fue el efecto que dio mi gesto), sino por una nueva oleada de dolor que me recorrió en cada uno de los puntos que él estaba decidiendo agujerear como si fuera un colador. Tal vez así, supuse, él me consideraría útil para algo más que para corromper a su hermana, y a lo mejor así se le pasaba esa tontería suya de querer destruirme por completo, pero hasta yo sabía que eso no era sino una esperanza desesperada, fruto de una situación más desesperada todavía, y que jamás se cumpliría del todo. Oh, ahora que lo pensaba, sí que me había callado algo al hablarle: no le había dicho, porque no era asunto suyo, que desde humana me había acostumbrado a las palizas y a los latigazos, a torturas tan sofisticadas porque los romanos eran infinitamente superiores a él que la suya sí, dolía, pero no tenía nada que ver con las que había aguantado de mortal, cuando no me había quedado más remedio que recibirlas. – Precioso. ¿No escribes un libro? La Inquisición te lo compraría, quizá incluso te recibiría con los brazos abiertos, ¿a quién le importa si crees o no en Dios con tal de poder hacer daño a un vampiro? ¿No te has planteado nunca la profesión? Vaya. Estoy decepcionada contigo. – ironicé, de nuevo, porque el sentido del humor, tan negro como su sentido de la moralidad, era lo único que me quedaba mientras hacía acopio de las fuerzas que me quedaban y empezaba a planear una estrategia de escape, o al menos lo intentaba. Mi principal problema era que sabía que después de escapar no tenía manera de volver a París, pero hasta esa incertidumbre era mejor que seguir siendo humillada por él, y sólo por eso decidí hacer caso a mi instinto y comenzar a discurrir algo, lo que fuera, para salir de allí.
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Mensaje por Naxel Eblan Sáb Jul 29, 2017 7:11 am

Si algo había aprendido de los vampiros con el paso del tiempo es que estos dada su gran resistencia al dolor y demás era más difíciles de torturar de lo que podría ser a simple vista. Un humano era mucho más fácil, con un látigo ya podías causar estragos en su piel sin necesidad de mucho más, en cambio un vampiro que soportaba perfectamente el dolor, que un látigo para ellos era como si le hicieran cosquillas había que buscar las mañas  adecuadas para poder hacerle daño, estaba claro que la regeneración que tenían no era completa al cien por cien, si les cortabas por ejemplo un dedo este no volvería a crecer, pero hacerles realmente daño era algo que costaba porque su resistencia les hacía más fuertes frente a las torturas normales. Por eso había ido con el tiempo perfeccionando mi técnica, buscando aquello que les hiciera realmente daño para poder torturarlos como yo quería. Si te parabas a pensarlo la plata, muy útil contra los licántropos, les ralentizaba y hacía que su regeneración fuera más lenta pero sin duda alguna lo que más les hacía daño era la madera. Era algo irónico como, un ser tan fuerte y resistente muriera si le clavaban una estaca de madera en su corazón. Claro que yo no quería la muerte para Amanda, más bien torturarla para que supiera con quién no debía de meterse.

Debía de admitir que aguantaba bastante bien, y de forma estoica, aquello que le estaba haciendo. La madera era lo más útil que podías hacer contra un vampiro pues esta además de no permitir que se curaran les dolía y les quemaba, dejando de alguna forma la herida abierta. Si a eso le sumabas el hecho de que la sal picaba sobre una herida abierta y juntabas ambas cosas tenías algo, bastante simple, que podía hacerles mucho daño. Por eso estaba utilizando las astillas como si fueran palillos impregnados en sal contra ella, porque sabía de sobra que eso le haría mucho daño y es lo que estaba buscando. Le dolería, le escocería y le ardería y esa idea me gustaba bastante, ella aguantaba bastante bien aunque sus caras por mucho que intentara disimularlo eran claras y sabía que le dolía, no hacía falta más que ver los hilos de sangre que caían de las heridas que le provocaba para darme cuenta de que eso le estaba doliendo, por mucho que intentara en disimularlo, por mucho que sus palabras pudieran intentar alejarme de ello... no lo iba a conseguir.

Me reí divertido observándola apoyado contra la pequeña mesa donde tenía todas las cosas que utilizaría con ella, la Inquisición nunca me había interesado por todo el rollo religioso que llevaban a sus espaldas, me gustaba más ir por libre y era por eso mismo que no había entrado en ninguna orden de cazadores, no me gustaba que nadie me dijera lo que tenía que hacer ni a quién debía de cazar, yo era libre y además los motivos por los que residía en París eran diferentes, mis pistas sobre los licántropos que habían matado a nuestros padres me habían conducido hasta allí y entrar en una orden no era algo que se me pasara por la cabeza, así que menos hacerlo en la Inquisición. Sonreí de lado observándola mientras veía las astillas que había clavado en su cuerpo y que estarían haciendo su función y negué con la cabeza porque si pensaba distraerme con eso o hacerme ver que no le dolía estaba muy equivocada. Que no gritara si no quería, no hacía falta escuchar sus gritos para saber que le dolía, ver su rostro era más que suficiente.



-La Inquisición no es algo a lo que haya pensado meterme, ¿necesito una excusa para otorgar dolor a un vampiro o a un licántropo? No, dejaré a los fanáticos que se unan gustosos a sus filas, me gusta más ir por libre y trazar mis propios planes, mis propias capturas... como la tuya, por ejemplo. He de admitir que fue muy fácil poner la trampa que te llevaría hasta justo donde quería, sinceramente, me decepcionaste un poco... también lo hiciste cuando comenzaste a huir aunque como ves de nada te ha servido –sonreí de forma ladina- al fin y al cabo has acabado donde debías, en mis manos. Lástima para ti –me giré para coger una daga y acercarme a ella haciéndole un corte en la muñeca para ver cuánto tardaba en regenerarse, cuanto más tardara eso quería decir que más débil se encontraba. Sonreí y volví a dejar la daga en su sitio- pero si piensas que he acabado contigo, por favor, no te decepciones tan pronto. Esto solo era el principio de todo, te quería algo débil y dolorida para lo siguiente, aún nos queda día por delante vampira y dado que el sol te mataría si te lograras escapar... creo que tus opciones están más que limitadas –sonreí de lado y me giré mientras veía qué era lo próximo que escogería para torturarla- ¿sabes lo que me gusta de los vampiros, cuando los tengo atados y encadenados? La regeneración que tenéis. Vuestras heridas se regeneran con mayor o menor lentitud dependiendo del grado de debilidad que tengáis, pero siempre os curáis. Eso significa que, si te hago una herida y te duele, pero se cura... puedo volver a hacerla de nuevo las veces que quiera mientras te queden fuerzas y te regeneres, ¿no es divertido eso? Convertidos vosotros mismos en vuestra propia tortura... fascinante –me giré hacia la pequeña lumbre que ya había encendido y me acerqué portando un cuchillo en mano con bastante sierra, acercándolo al fuego para que la hoja se calentara- así que ahora que estás un poco más débil que antes, vamos a ver cómo te regeneras de las heridas, a ver cuánto tardas y luego... bueno, seguiremos probando –esperé hasta que la hoja estuvo ardiendo al rojo vivo, extremadamente caliente para acercarme a la vampira con una sonrisa, rasgué una de las mangas de su vestido para dejar su brazo al descubierto y dejé toda la hoja que había estado calentándose sobre su piel provocándole una quemadura por el calor hasta que la piel estuvo lo suficientemente blanda, por el calor del hierro, que pasé el filo del cuchillo quitándola como si le quitara la capa fina de piel- Vamos Amanda, esto es solo el principio.
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Mensaje por Invitado Sáb Ago 05, 2017 4:06 pm

Decepcionada era una manera de llamar a lo que sentía, pero no era la principal: entre enfadada y dolorida, todos los matices existentes, sería una definición mucho más exacta, pero no pensaba decírselo porque no tenía el menor sentido hacerlo, simple y llanamente. A esas alturas, él, que idiota del todo no era (en lo referido a causar dolor, en lo demás aún tenía serias dudas de que compartiera sangre con la brillante Liara), ya se había dado cuenta de que me dolía, así que ¿por qué reiterarlo? Hacerlo sería un gasto de palabras, de fuerza y de energía, y tenía que dedicar todos mis esfuerzos a pensar una manera de salir de allí cuanto antes, sin permitirle que me debilitara por completo, porque de lo contrario perdería mi oportunidad. Lo cierto era que veía la situación como una puerta que había comenzado medio abierta, y que a cada cosa nueva que él me hacía, y sabía que tenía munición figurada para rato, se iba cerrando un poco más. Mientras a la puerta le quedara una rendija, por mínima que fuera, podría golpearla y abrirla de par en par para poder salir; a la desesperada, de acuerdo, y con consecuencias malas para mí, sí, pero ¿acaso no estaba ya sufriendo sin haber intentado, siquiera, escaparme? No estaba dispuesta a dejar que él me matara ni que me mutilara del todo, eso era un hecho evidente, pero tampoco quería apresurarme y tomar una decisión que pudiera perjudicarme y comunicarle mis intenciones con tanta claridad como si se las gritara a la cara, sin la más mínima intención de hacerlo por mi parte. No, él no era ni sería nunca el guardián de mis secretos, pues difícilmente podía o quería confesárselos a alguien que de todas maneras no me hería, así que mucho menos a él; ni siquiera la debilidad progresiva de mi cuerpo, de la que él se estaba aprovechando hasta que se hartara o considerara la lección aprendida, pues al final todo se reducía a eso: una lección.

No necesitaba conocerlo para saberlo, pues pese a la debilidad de mi cuerpo, sus pensamientos eran tan repetitivos, altos e insistentes que podía escucharlos sin hacer el esfuerzo deliberado de penetrar en ellos, algo que se me antojaba aún más repulsivo que encontrarme frente a él en la cabaña a la que me había conducido como si fuera un animal. Ello me permitía, por otro lado, saber que para él era incluso peor que una bestia, que me cazaría de todas maneras aunque no hubiera estado en la vida de su hermana tan directamente sólo por ser vampira y si lo miraba lo suficientemente mal durante una cantidad de tiempo apropiada, todo ello cosas que ya me imaginaba. Además, también estaba el pequeño hecho de que saberlo no hacía que lo entendiera, y por mucho que sus pensamientos se estuvieran juntando con los míos, sabía distinguirlos porque era tan lo opuesto a mí que la duda, realmente, ofendía. La única ventaja que le encontraba a la situación, y dadas mis circunstancias debía intentar buscar lo bueno por todos los medios ya que lo contrario significaría hundirme en la miseria por completo, era que no percibía en sus pensamientos que se hubiera dado cuenta del porqué de mi estoicismo. Oh, sí, tenía ojos en la cara (que me gustaría arrancar, pero esa era otra historia completamente) y se había dado cuenta de que me controlaba mucho para no mostrar dolor, pero no tenía ni idea de que reservaba mis energías para una posterior huida y para ser capaz de pensar en cómo llevarla a cabo, y eso me daba una gran ventaja. Tentada estuve de sonreír por ello, lo admito, pero entonces él me quemó y todo gesto agradable se esfumó de mi rostro para dar paso a una mueca, acompañada del silencio sepulcral al que me estaba obligando a recurrir constantemente, también en (gran) parte por testarudez. Ofendía a mi orgullo la idea de gritar para él, y mucho más la de suplicarle; tal vez no fuera egocéntrica como mi sire, pero no podía negar que sentía un orgullo bastante problemático en ciertas ocasiones, como aquella precisamente.

– Oh, sí. Estoy absolutamente fascinada. Cuéntame más. – ironicé, con profundo desprecio, y eso trajo consigo un golpe en la cara para que callara la boca y una tregua, mínima pero al menos real, del dolor de la quemadura. La ventaja de provocarlo para que me golpeara cuando yo quisiera era que podía elegir cuándo sentir el dolor en cuestión, y además la sensación de uno se superponía a la del otro y me permitía ignorar el primero, algo agradable cuando se trataba de una quemadura. Siempre era preferible un golpe seco, con ese picor suyo, que el profundo y constante del fuego, aunque aún no me hubiera hecho arder entera en llamas porque seguía insistiendo en que su intención era matarme, y estaba convencida de ello. Mi mente, a veces demasiado reflexiva para lo que me convenía, sobre todo al ser cada vez más capaz de refrenar mis pasiones y mis emociones, me recordaba que no tenía el más mínimo sentido que matara a una reina que se acababa de relacionar con su hermana; no la beneficiaría a ella, que decía que era todo para él (y yo lo dudaba, pero eso era otra historia), ni tampoco a él, que podría salir a la luz como sospechoso con demasiada facilidad. Y lo sabía, era perfectamente consciente de ese amago de lógica por su parte, pero el dolor impide ver las cosas con claridad, y me encontraba arrojada a una situación extraordinariamente dolorosa, por lo que aún existía la duda clavada en mí, más o menos como esos trocitos de madera impregnados en sal que tenía por los brazos y, bueno, en casi todas partes. Aun así, ni siquiera la duda era capaz de eliminar o mitigar incluso el plan que empezaba a cobrar fuerza en mis pensamientos, uno al que le beneficiaba la idea de hablar lo justo y quejarme aún menos, ya que cada vez me sentía más capaz de llevarlo a cabo... aunque no hubiera llegado el momento todavía. Pronto lo haría, y hasta entonces no tenía más remedio que esperar.
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Mensaje por Naxel Eblan Mar Sep 05, 2017 9:56 am

Lo reconocía, Amanda era una vampira que aguantaba realmente bien el dolor y que así me lo intentaba saber hacer procurando no hacer demasiadas muescas en su rostro de que, aquello que le hacía le estaba doliendo horrores. Bueno, no hacía falta del todo que se contuviera para hacerme creer que no le dolía como yo pensaba que le estaba doliendo, no por nada había torturado a infinidad de vampiros y sabía perfectamente lo que más dolía y lo que no... debía de admitir que en cierta forma hasta me gustaba su resistencia, el hecho de que no demostrara que le dolía, que se mantuviera serena con ese porte digno y regio que la caracterizaba para ser una reina, se lo concedía y se lo admitía. Así era todo mucho más interesante y estimulante, mucho mejor que torturar a un vampiro que se daba por vencido, que sus fuerzas eran nulas o escasas y que la diversión se terminaba mucho antes de poder empezar siquiera con la verdadera tortura, porque el principio era como un aperitivo para medir la resistencia, el tiempo de curación y también desgastar al vampiro, pero después empezaba la verdadera diversión y la fiesta. Admitía que Amanda había sido casi como un descubrimiento, claro que también influiría seguramente los años que tuviera ella y de los cuales desconocía, pero si sabía de algo con certeza es que cuanto más años hubieran vivido en esa no-vida más resistencia tenían... y aunque ella intentaba aparentar que no le dolía, en el fondo, sabía que no era así.

Pero por ello no le quitaba mérito alguno, claro que eso no hacía que yo me contuviera en hacerle todo lo que le estaba haciendo sino al contrario, me animaba a seguir más. Hacía tiempo que no encontraba a una presa como lo era Amanda, una que me aseguraba toda una mañana de plena y pura diversión haciendo lo que más me gustaba: torturar. Más que a un licántropo, que a esos mayormente los mataba sin más, un vampiro para alguien tan sádico como yo presentaba un sinfín de posibilidades para experimentar y para poder aprender de ellos, nada mejor que la fuente misma para experimentar y poder ver qué cosas les hacían más daño y qué cosas hacían que su regeneración fuera más lenta de lo normal. De ahí la plata que algunos utilizábamos cuando nos gustaba demasiado el juego de cazar, de ahí que los atacáramos solamente con plata para ir mermando su fuerza y su resistencia como había hecho con ella cuando la había perseguido... era como el juego del gato y el ratón, la paciencia era una virtud ene se juego y si no la tenías podrías incluso hasta perder la vida. No era ese mí caso, por supuesto.

Di un par de pasos hacia atrás contemplándola, las astillas impregnadas en sal estaban distribuidas por todo su cuerpo pero de forma que no tocara ningún punto vital para matarla porque no quería que eso pasara, así que estaban por sus brazos, su torso, sus piernas... casi todos los lugares en su cuerpo donde podían estar, sonreí de lado cuando ahora había pasado a la siguiente fase con el cuchillo, calentándolo en la hoguera para que su hoja quemara, sabía que a los vampiros el fuego no es que les gustara demasiado porque podían morir también de esa forma, así que mi intención era que probara el calor abrasador de un hierro candente mientras le quitaba un trozo de su piel y veía sus reacciones... reacción que, esa vez, no evitó mostrar dándome a entender lo que ya sabía: que dolía horrores. Sería vampiro pero no era inmune al dolor y pronto la cabaña se llenó con el olor a carne quemada cuando el cuchillo se deslizó por su piel, me alejé para ver cuál era su tiempo de regeneración y me di cuenta de que era uno lento, lo que quería decir que sus fuerzas seguían menguando y eso me hizo sonreír... claro que tenía que abrir la boca y no para gritar de dolor, sisear o pedirme en un vano y estúpido intento que parara, sino para de alguna forma mostrarse irónica por mis palabras.


-Cállate –le espeté cruzándole la cara con una de mis manos con fuerza, con los vampiros o les dabas con mucha fuerza o no sentirían nada por lo dura que tenían la piel. Volví a llevar de nuevo el cuchillo a la hoguera para calentarlo y esa vez en vez de cortar su piel para ver cuánto tardaba simplemente por pura diversión aprovechando que sus manos estaban atadas y que no se podía mover la punta se deslizó por la palma de su mano hundiéndose en su carne, parecía que se introdujera con suavidad y delicadeza mientras miraba sus reacciones pero ella, digna igualmente hasta en esos momentos, no me dio a entender lo mucho que le dolía y dejé el cuchillo clavado en su mano para que sintiera la abrasión del calor en su carne, solo lo retiré cuando lo consideré oportuno y la miré con una sonrisa ladeada- admito que me gusta tú fortaleza, eso lo hace todo mucho más interesante que el que te rebeles como lo han hecho otros, me hace querer ser más... cruel contigo.
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Mensaje por Invitado Lun Sep 18, 2017 1:43 pm

La testarudez me estaba obligando a gastar valiosas fuerzas en ser dura, en no demostrar que me dolía y en mostrarme como la mujer regia que era, alguien que se había ganado el trono con todas sus capacidades, y pese a que una parte de mí se planteaba si merecía la pena, sobre todo teniendo en cuenta lo que estaba planeando, otra no podía negarse a ese comportamiento... ¿pueril? Tal vez. Había mucho de infantil en mi actitud, en esa negativa a obedecer pese a que hubiera ensartado mi carne y estuviera empezando a quemarla; por mucho que el dolor me estuviera dando fuerzas de flaqueza, al alimentar mi desesperación, también me estaba enfadando, con él y también conmigo misma por no haber tenido en cuenta que algo así podía suceder. Yo, que siempre había sido una mujer desconfiada, que no terminaba de fiarme ni siquiera de mi propia sombra aun cuando la había tenido porque podía pasear bajo el sol, había creído que no habría consecuencias con algo tan inocuo como contratar a una pianista, y sin embargo allí había terminado por encontrarme, siendo ensartada como si fuera un animal para ser sacrificado. Mi orgullo, el mismo que me obligaba a no demostrarle que me dolía, ¡como si sirviera para algo!, estaba siendo tan afrentado que, no contento con culparme a mí por cosas que sabía, objetivamente, que no eran mi culpa, también me estaba enfadando hasta un grado superlativo, más de lo que había sentido en años, y eso que yo siempre había sido muy dada a las emociones volubles e intensas. Sin embargo, en ese momento era diferente, había un tinte de desesperación en esa rabia, que no se reflejaba en mi rostro de expresión ajena e incluso muerta por dentro, que me estaba dando esperanzas: demasiados sentimientos caóticos y confusos a la vez, demasiado para poder lidiar con ello, todo allanando el camino a defenderme...

Sólo que aún no lo hice. Él se debió de tomar como una afrenta personal que pasara de mostrarme recta a absolutamente indiferente, más que mucha gente que había visto en su escasa vida, y continuó con el cuchillo ardiente, abriéndome heridas que quemaban como recordaba que el sol lo hacía, las pocas veces que algún rayo me había rozado la piel por puro accidente, nunca a propósito. Ajena como me encontraba a esos estímulos, no por no sentirlos sino por no reaccionar ante ellos, casi perdí la cuenta de lo que vino a continuación: innumerables golpes, más cuchilladas, quemaduras, sal, heridas, todo lo que uno pudiera imaginar, pero que estaba consiguiendo aislar hasta que, por fin, me sentí lista. Con lentitud, porque mis fuerzas estaban reservadas en exclusiva a la tarea de liberarme, giré la cara hacia él y subí los ojos hasta atrapar los suyos: muertos contra los de un demente que no sabía con quién se había metido, no todavía. Continuando con la parsimonia extrema con la que me estaba comportando, empecé a levantar manos y pies para intentar liberarlos, y él cometió el error de mirar hacia abajo y desviar la atención de mi cara. Ese fue, precisamente, el error que me permitió liberarme: con rapidez absolutamente inusitada, le di tal cabezazo que lo tiré hacia atrás, y el golpe de mi frente con el que se dio al caer lo dejó inconsciente de una vez por todas, lo cual me daba una ventaja que, sin embargo, sabía que sería muy corta. Así pues, sin gastar tiempo en gritar de dolor, me agaché y mordí el mango del cuchillo que sobresalía de mi mano para poder valerme de él para hacer palanca en los grilletes y soltarme, de forma accidentada y desesperada pero no por ello menos eficaz. Menos lo fui al tratar de levantarme, ya que las piernas no me sostuvieron y caí al suelo, cerca de él, tanto que estuve tentada de clavarle el cuchillo que aún tenía en la mano.

Sin embargo, eso tampoco lo hice. Sabía, con una certeza que sólo podía ser sobrenatural, que él despertaría por el dolor por muy fuerte que fuera su inconsciencia, y por mucho que deseara vengarme (tanto que sólo un hombre, mi actual marido, había conseguido igualársele), debía controlarme, al menos por un rato. Así pues, preferí concentrarme en levantarme como pude, asemejándome más que nunca antes a una cervatilla recién nacida, y salir de allí; la frialdad del aire nocturno me golpeó en la cara y casi me mareó, pero me dio un último empujón totalmente necesario sin el cual, estaba segura, no habría podido empezar a andar para alejarme de allí. No tenía ningún rumbo fijado salvo dirigirme hacia la ciudad de nuevo, sabía que él podía tener alternativas por si me escapaba y por eso quería poner tanta tierra entre nosotros como me fuera posible, aunque apenas me sostuviera y tuviera que ir apoyándome en cada árbol del camino mientras avanzaba penosamente. Estaba paranoica, segura de que él me seguía porque ya se había incorporado y terminaría por matarme, y ese miedo sólo hacía que avanzara más rápido, luchando contra las pocas fuerzas que me quedaban y que querían tirarme al suelo, débil como aún me encontraba. Si no hubiera sido por mi naturaleza, esa que él odiaba tanto que era el motivo por el que me había destrozado, estaba segura de que habría perecido, pero esa misma naturaleza estaba jugando en mi contra porque los sentidos se me entremezclaban, no sabía qué era lo que veía y lo que oía, y me parecía... Creía sentir algo en el aire. No sabía qué, como mínimo a un perseguidor, pero no parecía Naxel, tal vez era cosa de ¿magia? No lo sabía, pero continué huyendo, terca y cada vez más débil, hasta el momento en el que finalmente caí en los brazos de quien terminó por salvarme.
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Mensaje por Naxel Eblan Sáb Oct 14, 2017 10:10 am

Era consciente de la fortaleza de aquella vampira que tenía frente a mí, atada en aquella silla de forma que no pudiera escaparse, siendo consciente de la fuerza que tenían los vampiros, y que la hacía estar a mi merced para que a mi voluntad hiciera lo que quisiera con ella le gustara o no. Reconocía que Amanda era más fuerte que otros vampiros que había torturado en el mismo lugar, aguantaba mejor todo lo que le hacía pero eso no le quitaba que yo me esforzara menos por ello, sino al contrario, quería ver dónde estaba su límite y cuánto más podría aguantar antes de que ella se desvaneciera por la pérdida de sangre de todo lo que le estaba haciendo. Admitía, también, que me estaba divirtiendo muchísimo con ella porque su fortaleza era algo admirable, la forma en la que soportaba todo aquello que le hacía aguantando aunque dejaba escapar gruñidos y jadeos de dolor seguramente no queriéndome dar el gusto de escucharla gritar por lo que le hacía. Quizás fuera por el paso de los años lo que los hacía más resistentes a ciertas cosas, quizás era eso lo que les hacía aguantar más porque otro vampiro en su situación habría sucumbido hacía ya un tiempo, el día había ido pasando y ya rozábamos la tarde y allí seguíamos los dos, yo en mi particular mundo de tortura y perversión y ella la víctima atada a la silla incapaz de librarse del destino que le deparaba. ¿La muerte? No, claro que no era la muerte lo que le esperaba, sino la tortura que le estaba haciendo y que seguramente le haría querer pedir que la matara, pero eso sería arruinar toda la diversión. No... me gustaba más el hecho de que supiera que su final iba a ser en aquella cabaña, sin posibilidad de alimentarse, menguando sus fuerzas conforme pasaba el tiempo... eso era lo que yo buscaba y eso era lo que al final obtendría.

Ms ojos estaban fijos en los suyos, desprendía ese tono rojizo característicos de los vampiros que había que sus ojos brillaran en un tono diferente, quizás podía hasta saber lo que estaba pensando, dado lo que me había dicho sabía que se resistiría y que aguantaría sin darme el placer de verla pedir por clemencia o porque parara, eso era algo que al parecer no iba con ella y aunque sí lo eché de menos me gustaba más que se resistiera y aguantara todo lo que estaba haciendo. Era lo que les pasaba a quienes se metían con mi familia, y ella estaba demasiado cerca de mi hermana como para dejar que siguiera bajo la sombra de aquella vampira, ya había matado al otro vampiro que la había estado rondando y eso ella por descontado que no lo sabía, de lo contrario no sabría qué podría pasar si lo supiera, pero de ella no volvería a saber más y yo pensaba encargarme de que aprendiera la lección. Si no supiera quién era la mataría, pero era alguien demasiado importante como para que desapareciera del mapa sin dejar pista alguna y aunque la idea me tentaba... no podía hacerlo. Aunque ninguno tenía pruebas de lo ocurrido y jamás darían con que había sido el culpable preferí no hacerlo, quizás con todo lo que le estaba haciendo le sirviera como aviso.

Claro que lo que no esperé es que ella aprovechara el mínimo momento, uno minúsculo, en que mi atención fue desviada de ella para coger algo que estuviera a mi alcance con lo que seguir torturándola. Dada su velocidad para cuando quise darme cuenta de lo que estaba haciendo fue demasiado tarde para ponerle remedio, porque en cuanto desvié mi vista de ella hacia abajo se alzó para darme tal cabezazo que me hizo hacia atrás sin que pudiera evitarlo, volvió a golpearme de nuevo y fue entonces cuando caí contra el suelo sumiéndome en una inconsciencia durante el tiempo suficiente para que ella le diera tiempo a escapar. Cuando abrí de nuevo los ojos, con el dolor de cabeza correspondiente, donde de echo tenía algo de sangre que caía por mi frente me di cuenta de que Amanda no estaba, la vampira se había soltado y la puerta de la cabaña estaba completamente abierta, era ya entrada la noche y me levanté rápido aunque tuve que apoyarme en la mesa ante el mareo que me produjo levantarme así de rápido ya que no lo había esperado para nada. Llevé una mano a la cabeza cerrando los ojos y me despejé sacudiéndola para acercarme hacia la puerta y ver que no había mucho rastro que poder seguir para poder encontrarla y tampoco sabía el tiempo que había estado inconsciente.



-¡Joder! –Di un puñetazo a la puerta porque cosas como aquellas no solían pasarme, una vez que encontraba una presa y la llevaba a la cabaña jamás salían vivas de allí. Amanda podía contarse como la excepción a la regla y eso me produjo una rabia inusitada, mi respiración se hizo errática y volví a dar otro golpe con fuerza a la puerta lleno de ira por habérseme escapado aquella vampira. Esperaba que hubiera entendido de una vez el mensaje y que no se acercara a mi hermana, había visto lo peligroso que era y si lo hacía... esa vez juraba que acabaría con su existencia.
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